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Psiquiatría y psicoanálisis 2

Perversos, psicópatas, antisociales,


caracterópatas, canallas

Jacques-Alain M iller
A lfo nso Carofile
M iguel Furman
A d riana Luka
Adrián Scheinkestel
Rafael Skiadaressis
Néstor Yellati

Departamento de estudios
sobre Psiquiatría y
Psicoanálisis (CICBA)

imiqrama
| ÍÍÍ| E D I C I O N E S
© G R A M A ediciones, 2008.
F o n d o de la L eg u a 2476, Edif. 3, D epto. 40
(1 6 4 0 ) M artín ez, Pcia. de Buenos A ires, A rgen tin a
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P siqu iatría y p sicoan álisis : perversos, psicóp atas, antisociales, car-


acteróp atas, can allas /
Jacq u es A llain M iller ... [et.al.]. - l a ed. - B u en o s A ires : G ram a
E diciones,
2008.
v. 2, 252 p. ; 21x14 cm.

ISB N 978-987-1199-87-7

1. P sicoan álisis. I. Jacq u es A llain M iller


CDD

Establecim iento del texto: Néstor Yellati

Responsables del D epartam ento de Estudios sobre Psiquiatría y


Psicoanálisis (CICBA): Miguel Fitrman, Adrián Scheinkestel,
Rafael Skiadaressis, Néstor Yellati

Im p r e s o en A r g e n t in a

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INDICE

PR Ó LO G O ................................................................................................. 7
Samuel Basz

FUNDAM ENTOS DE LA PERVERSIÓN...................................... 9


Jacques-Alain Miller

1. PERVERSIONES Y PERVERSIDADES

a. A cerca del diagnóstico de perversión I Néstor Yellati.......... 31

U n hom osexual en análisis I Osvaldo Delgado........................ 43

C om entario I Adrián Scheinkestel.................................................. 47

b. Perversión y psicopatía.
Las psicopatías. U na perspectiva I Horacio Vommaro.......... 59

L a m isión perversa I Ernesto Sinatra........................................... 65

U n rasgo zoofílico en una psicosis I Miguel F u rm a n ........... 73

c. La perversión en la época actual I Fabián Naparstek............ 85

Tratam iento de un toxicóm ano I Luis Salamone.................... 93

d. La perversión com o estructura, com o rasgo


y com o suplencia I Miguel Furm an.............................................. 101

U n caso de travestism o I Ernesto Pérez...................................... 111

C om entario I Gloria Aksman........................................................... 115

e. La perversión com o suplencia en las psicosis


I Gloria Aksman, María Marta Scorticatti, Gabriela Bordón,
Viviana Paz.................................................................................................. 123 5
f. M ódulo de investigación: Perversidades I Silvia Fischman,
Silvina L. Garreta, Adriana Lafogiannis, Ana Lia Mayo,
Adriana Page, Eleonora Spinoso, Amalia Racciati, Ximena Xlriz.
Coordinación: Adriana Luka.................................................................. 139

2. PSICOPATÍAS

a. El diagnóstico de psicopatía I Rafael Skiadaressis................. 153

¿M edicar las psicopatías? I Santiago Levín............................... 157

¿Rasgo psicopático o perversión? I María Marta Scorticatti 163

b. Psicópata, antisocial, canalla I Néstor Yellati.......................... 177

U n espectador solitario I Catalina Bordón................................. 187

c. Psicopatías I Dr. Alfonso Carofile.................................................. 197

3. EL NIÑO DISOCIAL

El niño que dorm ía parado I Gimena Barandela..................... 205

El joven de la ventanilla I María Eugenia Serrano.................. 209

C om entarios I Paula Grabow y Silvia Baudini.......................... 213

4. LO S PACIENTES JUDICIALIZADOS

Personalidad y m arginalidad I Adriana Luka.......................... 231

Psicoanálisis e instituciones carcelarias I José María


Fernández y Silvia Vetrano.................................................................... 235

5. CARACTEROPATÍAS

Las caracteropatías I Adrián Scheinkestel.................................... 241

Del no-grupo al residuo singular


A tres años de una experiencia inédita con pacientes
"refractarios" I Emilio Vaschetto y Jorge Faraoni..................... 247
Prólogo

Sa m u e l B a s z

En este libro se discuten y establecen los fundam entos teóricos


necesarios p ara actualizar la pertinencia que tiene la perversión
com o estructu ra clínica.
Si bien lo que orienta el recorrido conceptual es la clínica analíti­
ca, el interés de su lectura no se limita a los practicantes del psicoa­
nálisis, que seguram ente encontrarán una profunda revisión del
tema. También debe valorarse lo que aporta a la psiquiatría, al m enos
lo que le aporta a una psiquiatría que, en tanto disciplina clínica, es
heredera de la que produjo el saber semiológico que nom bró las
estructuras que -preexistiend o al discurso analítico- fueron tom adas
por éste.
La caracterización diferencial entre el acto, el pasaje al acto y el
acting-out, junto a la revisión del par falo-castración en referencia al
estatuto del objeto a, son los ejes conceptuales que orientan la inves­
tigación.
Desde el punto de vista de los practicantes del psicoanálisis, al
m enos p ara los que no quieren retroceder a los desafíos que im plica
P siquiatría

el psicoanálisis aplicado a la terapéutica, es un libro brújula.


Trabajar la clínica de nuestros días en la interfase psiquiatría-psi-
coanálisis ahim bra zonas que perm anecían estabilizadas en una
oscuridad que hacía presum ir una im potencia operatoria para el psi­
coanalista. Se puede entender, recorriendo los casos que se trabajan
y psicoanális is

en el libro, cuánto prejuicio puede haber en esta atribución.


Se trata de precisar y reconocer el punto de imposible que carac­
teriza al núcleo de goce de todo síntoma, sin descuidar la envoltura
formal que m uchas veces es necesario saber hacer construir.
2

* Presidente del Consejo Asociativo del Instituto Clínico de Buenos Aires


(ICBA). 7
Ese imposible, ese irreductible de sentido ausente, no se puede
dem ostrar ni transm itirse de cualquier m anera, porque se trata del
imposible que concierne al ser hablante en tanto sujeto ético.
Lo imposible del que se trata aquí rem ite a lo que no cesa de no
escribirse en el inconsciente, y eso constituye el núcleo del síntoma
(que en tanto tal es lo que no deja de escribirse, lo que participa de la
m odalidad de lo necesario).
La virtud clínica del psicoanálisis tiene que ver con que es el único
discurso que aborda ese imposible en la doble vertiente de la dem os­
tración y la transmisión. Lo imposible en psicoanálisis, lo imposible
dél ser hablante, se deim iestra por la contingencia de los encuentros,
a diferencia de la ciencia que lo hace por lo necesario de la ley. Y se
transm ite por la certeza, que es la posición subjetiva resultado de la
experiencia analítica del operador.
Esto quiere decir que el practicante m ismo se hubo im plicado a su
vez, en su propio análisis, en la perspectiva de consentir con la sin­
gularidad de su propio síntoma com o resultante de esa experiencia.
De ahí obtiene la certeza con la que puede transm itir la m odalidad
clínica singular, es decir com o cada quien puede gozar de su incons­
ciente.
A sí no solo puede alojar los síntom as singulares de los sujetos que
recibe, tam bién se entiende porqué el analista puede ser una placa
sensible que perm ite el pase de estos síntom as singulares a una varie­
dad estructural pertinente.
Es por eso m ismo que el uno por uno de la clínica analítica puede
hacer paradigm ático y darle valor científico a lo que de otro m odo
quedaría com o una experiencia inefable.
En este libro se m uestra elocuentem ente cóm o desde la práctica
analítica se puede precisar y aún enriquecer la fenom enología de la
mejor tradición clínica en psiquiatría.
L a lógica que lo anim a rom pe los im pases de la tradicional dupla
de las indicaciones-contraindicaciones del psicoanálisis. Sus funda­
m entos epistém icos perm iten afirmar que no hay contraindicaciones
para el psicoanálisis aplicado a la terapéutica. A sí com o no hay, no
puede haber, indicaciones para el psicoanálisis puro. Com o verán se
trata, siem pre, del deseo del analista.
Prólogo
Fundamentos de la perversión*
J a c q u e s - A l a in M il l e r

...Un esfuerzo m ás, están cansados. Yo también. A sí que digam os


com o Sade, un esfuerzo más. Sade lo dijo en una invocación: "F ran ­
ceses, un esftierzo m ás para ser revolucionarios". A parentem ente,
este último esfuerzo, que Sade decía que era necesario, no se ha
m aterializado en Francia. Así que Francia se entregó unos años m ás
tarde a N apoleón Bonaparte y éste m andó a Sade a prisión. De m odo
que no diré, ya que no fue exitoso: "A m ericanos, un esfuerzo m ás
para ser lacanianos". Dios no lo perm ita. Se me dijo ayer por la
noche: "Si L acan triunfa en A m érica será un L acan am ericanizado, ya
preem balado para los superm ercados". Entonces, no diré "u n esfuer­
zo m ás para ser lacanianos". Solo diré, "am ericanos un esfuerzo m ás
antes de irse a casa...". En realidad, ésa podría ser la cuestión: volver
a casa. El goce sexvial, ¿está o no alojado en casa? Ese es quizás el
negativo de nuestra pregunta: Género y Perversión. Pero, ciertam en­
te, no diré "am ericanos un esfuerzo más para ser g ays". A pesar de
que la perversión, a veces, se ve conducida al proselitismo, lo cual
significa qtie, a veces, el perverso puede presentarse com o capaz de
P siquiatría

revelar la verdad del goce al no-perverso. Y a veces, un perverso


sufre al detentar un conocim iento del goce sexual que no puede
comunicar, entonces el perverso vive, en nuestra sociedad hum ana, a
veces, en una sociedad secreta de iniciados, m ás pequeña y reducida.
Pero no digo "¡u n esfuerzo m ás para ser gays!". N o vengo a alabar la
y psicoanális is

perversión ni tam poco a enterrarla. Vengo a dar las coordenadas


principales de mi práctica narrativa de la perversión. Podría llam ar a
esta charla, aunque sería un poco ambiguo: "U n a llave para la per­
versión". D igam os que, si acierto a condensar lo que quiero decir en
2

* C onferencia pronu n ciad a p or Jacques-A lain M iller en la Kent State


U niversiry de los Estados Unidos, en 1989.
una hora, m ás las preguntas y respuestas, esta charla se llam ará, a lo
sum o: "Fu ndam entos de la perversión", un sum ario de acuerdo con
el psicoanálisis clásico.
U na palabra solam ente sobre el psicoanálisis clásico. Digo de
entrada que no es la psicología del yo, porque ésta es una desviación
del psicoanálisis. Se desvía de la construcción teórica principal de
Freud, de su descubrim iento del inconsciente. Se desvía según dos
vías; en prim er lugar, la psicología del yo se separa de la prim era
tópica de Freud eliminando así el concepto m ismo de inconsciente (y
su fundam ento en la estructura del lenguaje) com o función de dis­
curso. En segundo lugar, la psicología del yo aparta, indebidamente,
la segunda tópica de Freud y cambia, diría invierte, su significado.
Cuando Freud, con la segunda tópica, explora el corazón loco más
allá del principio de placer, la psicología del yo establece al yo com o
la instancia m ás verdadera, cuya autonom ía se supone que la cura
analítica debe restaurar.
El psicoanálisis clásico no es la teoría de las relaciones de objeto,
que es tam bién una desviación que proviene de Karl A braham y
Melanie Klein y diría que es la negación dialéctica de la prim era des­
viación. El psicoanálisis clásico no es la m ezcla de la psicología del yo
y la teoría de la relación de objeto com o intentan m ostrar los psicoa­
nalistas norteam ericanos contem poráneos, por ejemplo T. King, que
considera la relación sem ántica a los otros y retiene la estructura bási­
ca de la psicología del yo. El psicoanálisis clásico es la teoría integral
de Freud m antenida con la lógica interna de su pensam iento a través
de su expresión cam biante, y a veces conflictiva, explicitada por
Lacan.
Esto tam bién quiere decir que es todo Freud contra cualquier par-
cialización de Freud y es también Freud logificado.
Así, es la contradicción de Freud m ism o usada contra él. Lo que
hoy llam o psicoanálisis clásico es, creo, la base de nuestra acción
perversión

aquí, y es la razón por la cual una cantidad de contribuciones trató


de m ostrar cóm o Lacan extiende a Freud, al m ism o tiem po que reor-
dena su enseñanza y le da una secuencia consistente; en segundo
lugar, un segundo estilo de contribuciones: asentam os, exploram os la
la

práctica clínica que se deriva de esto. En un sentido general es nues­


de

tra coordenada de trabajo.


Fundamentos

A hora, al hablar de perversión, no pude evitar pensar en mis


pacientes clínicamente perversos. Diría que, principalm ente, hom o­
sexuales m asculinos que vienen a análisis día tras día, año tras año y
a los que oím os decir "som os los m ás honestos", los que piensan m ás
verdaderam ente, los m ás self-shooting de mis pacientes. Espero no
10 sonar m u y m oralista. Pero estoy preparado para sonar m ás m oralis­
ta aún, si es necesario, para dispersar inm ediatam ente del paisaje la
nube de infam ia de un llam ado deseo oculto de perversión. L acan lo
hizo sabiam ente con un juego de palabras cuando habló de eso en
francés: pére-version, o sea, perversión en francés e inglés jugando con
una palabra que es intraducibie, pére-version; dos palabras, de las cua­
les pére es padre. Diríamos: hacia el padre, una vuelta al padre., un lla­
m ado al padre, lo que recuerda que la perversión en ningún sentido
es una subversión.
Esta perversión, esta vuelta al padre, en ningún lugar es m ás
patente, m ás explícita, que en las hom osexuales femeninas, quienes
constantem ente vienen con el testimonio de una intensa relación de
am or con el padre que legitima, en este caso, el uso de la palabra
freudiana "fijación", eterna fijación de la hom osexual femenina. U na
fijación con una m em oria de la insatisfacción encontrada por este
am or del padre, encontrada con el padre com o objeto de amor, una
insatisfacción de este am or seguido por un alejamiento del objeto de
am or que se troca en identificación con él, de acuerdo con la deduc­
ción clásica de Freud y Lacan. Los hom osexuales m asculinos y fe­
meninos vienen a análisis, p u e d e n , ser analizantes. Respecto del
sadism o, m asoquism o, voyeurism o, no he visto analizantes en senti­
do propio, ya que su patología m uestra clara evidencia de la prim a­
cía de tal m odo de obtener gratificación sexual.
A lgunas veces viene alguno pero no se queda; de esta escasez
puedo nom brar el hecho de que actualm ente estoy supervisando un
caso de un verdadero exhibicionista que está en tratam iento y que
está produciendo en mí, debo decirlo, un cierto desconcierto.
U n analista que recibe hom osexuales com o analizantes tiene cier­
tam ente una autoinvestigación que hacer al respecto. Digo autoin-
vestigación p ara enfatizar que la perversión clínica pone en cuestión
los juicios m ás íntimos del analista y el punto hasta el cual él m ism o
ha llegado en la huella del goce sexual. Ciertam ente, él tiene que
P siquiatría

visualizar sus prejuicios, su vida m atrim onial, los hijos, ¡el "bien
suprem o"! de acuerdo con el psicoanálisis. Ésta no es una cuestión
abstracta, es algo que ustedes deben preguntarse en esta situación.
¿El analista es un estilo que, quizás, ha rechazado una elección
hom osexual o quizás es am istoso con esa elección? ¿Es suficiente sus­
y psicoanálisis

pender cualquier deseo de norm alizar? Pero, ¿es posible p ara un aná­
lisis llegar al propio fin de su cam ino sin levantar el tem or a la fem i­
nidad? ¿Qué hacer con la hom osexual femenina?, una perversión
desde la perspectiva psicoanalítica, tan paradójica que L acan una vez
propuso llam ar heterosexuales a "todos aquellos que am en a las
2

m ujeres".
La perversión prueba al analista para que entierre, para que supri-
^
m a toda contratransferencia en este acto en beneficio del deseo del
analista, o sea, para beneficio de este deseo que opera a través de la
suspensión de toda creencia y conocim iento; opera m ediante la intro­
ducción de un eje, de la m arca de una interrogación en el lugar del
significado. De m odo que el enunciado y la enunciación puedan
separarse y aparezca el significante am o en una desnudez sin-senti-
do con la constante cristalización del joui-sens que Lacan llamó obje­
to a. N o se tom a al individuo diciéndole en la cara que valorizan su
notificación de que es hom osexual, no lo dan por sentado, creo que
ya lo dije aquí una vez: uno puede creer que es hom osexual porque
se acostó una vez con un chico cuando tenía 14 años y otro puede
creer que no es hom osexual cuando se acuesta con dos o tres chicos
por sem ana. Es una cuestión de significado. Y están en análisis tan
pronto com o ya no saben lo que significan las palabras. Lo están tan
pronto com o el significado lexical se deshace progresivam ente por
un nuevo significado que surge del discurso actual, construido en
análisis paso a paso o casi error por error. Es una regla que no se
puede evitar, el preguntar al que viene a verlos por análisis acerca de
este gancho: ¿qué espera del análisis? Llam aría a esto la pregunta
gancho. Y el analista debe dar algo com o respuesta prom etida.
U stedes tienen que sortear esta esperanza contra lo que pueden o no
prom eter.
H ay y a algo en un sujeto que se define com o hom osexual, es decir
que él, al presentarse así, subraya su posición subjetiva en referencia
a su elección de objeto. Para él, aparece que la característica m ás
im portante de su posición subjetiva, cuando se define com o un
hom osexual, es el objeto, o sea, es una traducción de la elección de
objeto freudiana, es decir que se caracteriza a sí m ism o por el sexo de
la persona de la que espera lo que podem os llam ar gratificación
sexual (para no usar todos esos insultos). De m odo que usem os ésta
alguna vez, cuando sea necesario, cuando otras expresiones no pue­
perversión

dan em plearse. C uando el sujeto se define a sí m ism o com o hom ose­


xual puede esperar un cambio de elección de su objeto o puede espe­
rar cu rar sus síntom as, o sea varias insatisfacciones, angustia, depre­
sión, que él cree que se deben a esta elección de objeto. Y la pregun­
la

ta es: ¿es concebible para un analista prom eter un cam bio en la elec­
de

ción de objeto? El analista no prom ete pero, especialm ente, no puede


prom eter un cam bio de objeto.
F undamentos

C om o dice Lacan, el hom osexual concurre pero ustedes no se ocu­


pan de curarlo. Ya vem os la diferencia entre la posición subjetiva del
neurótico y la del perverso, digam os el perverso clínico. El neuróti­
co, bueno, su juicio es algo simple, el neurótico está en la incerti-
12 dum bre fundam entalm ente sobre la gratificación sexual; el neurótico
no sabe dónde atraparla, lo que m ejor sabe es que hay una dificultad
en algún lado a este respecto, que hay un déficit en algún lado acer­
ca de la gratificación sexual. Asi que el neurótico busca el objeto per­
dido en una persecución laberíntica y esto es lo que llam am os deseo,
la verdadera palabra deseo, en su origen. Origen latino, ustedes tie- ,
nen algo así en 'longing for' que es una ausencia. El perverso ha
encontrado el objeto, éste es su problem a, él tiene certidum bre sobre
su m odo de obtener gratificación sexual pero, cuando viene a análi­
sis, quizás siente que no es lo que debería ser, ha encontrado la gra­
tificación sexual y no es buena. Así que, o no la encuentran o la
encuentran y no es buena. Podría decir esto de m uchos perversos;
ellos no piden análisis. Podem os llam ar a esto la inanalizabilidad del
perverso, que solo se traduce en el hecho de que ellos no vienen a
vernos para buscar el objeto perdido, así que es de sentido com ún
creer que, de algún m odo, lo han encontrado y no tienen nada que
esperar del análisis. Con el verdadero perverso, el efecto conocido
desde Lacan com o sujeto supuesto saber no surge. Y esto m uestra, en
contradicción, que el efecto llam ado sujeto supuesto saber siem pre
surge en lu gar del goce sexual. Se necesita una cierta evacuación, un
cierto vacío en el lugar del goce sexual para que pueda surgir el efec­
to sujeto supuesto saber. Y usualm ente yo presento esto así: digo que
el perverso tiene la respuesta, la respuesta que se produce de lo real
de su constitución subjetiva. Tiene una constante inmutable, una
acción siem pre lista para ser usada. Decimos en francés ‘sous la mair',
en inglés diríam os ‘at hand' (a m ano), un goce a m ano.
El deseo es algo m ás, com o ‘longing for', el deseo supone una tole­
rancia de la ausencia, un no tener, y el deseo, en este sentido, es esen­
cialmente un a pregunta, eventualm ente una pregunta sobre el deseo
mismo. Así que digam os que es el m odo que encontré para simplifi- »
car el asunto: oponer el deseo com o pregunta y la constancia del goce
como respuesta, una respuesta que ya está allí. Entonces el perverso
Psiquiatría

analizante es un analizante paradójico, diría, y m ucho, al abocarse a


ello. Al ser analizante, para un verdadero analizante siem pre hay una
pregunta. Y de algún m odo podem os decir que la perversión se eclip­
sa en el diván o el paciente abandona el diván. Pero en algún sentido
entiendo m u y bien a Jean-Pierre Klotz al decir - y tiene una práctica
y psicoanálisis

muy im portante en B u rd eos- que él realm ente creía que nunca había
visto a un verdad ero perverso.
Si decim os perverso analizante, debemos decir al m ism o tiempo
que, com o perverso, él expresa su certidum bre respecto de los m odos
y m edios de su goce sexual (es una condición de la condición, cénit);
él expresa certidum bre y eventualm ente sufre de esta certidum bre; al
2

mismo tiem po argum enta la cuestión de su deseo. Com o si a otro


Zt
nivel no estuviera satisfecho con su cabal satisfacción. Por lo tanto,
este hecho nos obliga ya a separar, distinguir deseo y goce. O sea, de
un lado goce caracterizado por su inercia, y Freud m ism o habla de
inercia de la libido y a través de los años y años de análisis, de v er­
dadero análisis, esto puede perm anecer inamovible y, al m ism o tiem ­
po, del otro lado de la separación: el deseo com o una pregunta, el
deseo m etoním ico, esto es el deseo libre, que corre, se enm ascara, se
oculta, fulgura o inhibe eventualm ente y, fundam entalm ente, lo deja
perplejo.
Esta es la paradoja del perverso analizante: alguien que tiene, en
un cierto nivel, una respuesta segura y que, sin em bargo, está per­
plejo y trabaja, es su perplejidad. A sí que ustedes ven algo un poco
com ún, no m e acerco a la perversión del lado de la criminalidad, me
acerco a la perversión, diría, del lado de la m oralidad. Sobre este
asunto hay realm ente gente m ás ubicada, m ás inform ada que yo.
Pregunto: ¿creen que Gilíes de Rais 1 hubiera entrado en análisis? No
sé si ustedes pueden responder, quizás la respuesta posible, si
aceptásem os a Gilíes de Rais en análisis, es que probablemente él
pondría a su analista en una caja y lo tiraría al río com o hizo con su
suegra. A sí que esto es una suposición. Ya expresaré algo en defensa
de Gilíes de Rais un poco después.
Entonces debo decir que estoy m uy preocupado por el m ejor per­
verso, quiero decir, el perverso o el supuesto perverso en análisis.
Si ustedes m e han seguido, han aceptado considerar al perverso,
supuesto perverso pero perverso clínicamente, diría, desde el punto
de vista de la psiquiatría clínica, han aceptado considerar al perverso
com o un sujeto com pletam ente eclipsado. Cóm o no reconocer a este
perverso com o un sujeto com pletamente eclipsado respecto del per­
verso en análisis, así que quizás ahora ustedes acepten lo que enun­
cio, diría una tesis sobre la perversión, que es una foto y creo que es
parte del psicoanálisis clásico. Reconocem os al perverso com o un
perversión

sujeto, quiere decir que no consideram os a la perversión y su m eca­


nism o com o infrasubjetivos, o sea que la perversión no es un empuje
instintual básico reinando libremente com o algunos han interpretado
la

1. Gilíes de Laval, Barón de Rais (1404-1440): hasta la m uerte en la hoguera


de

de Juana de A rco, su protegida, el rico barón llevaba una vida "n orm al",
F undamentos

pero entonces com enzó una historia de crím enes y sacrilegios contra Dios
y la Iglesia que culm ina en la tortura, la violación, el asesinato, la necro-
filia y el vam pirism o de niños y adolescentes (unos cuatrocientos).
Finalm ente detenido, se le infligieron todo tipo de torturas p ara obtener
su confesión; solo la entregó ante la am enaza de su excom unión. Miirió
ahorcado y quem ado en la hoguera.
*
}os "Tres ensayos..." de Freud. E. Laurent ha aludido a eso, creo que
Freud en los "Tres ensayos..." presentaba la perversión así, y se des­
prende también del texto de Gillespie que hem os trabajado en mi
seminario, donde él sostiene que en los "Tres ensayos..." la perversión
representa un im pulso sexual positivo inmodificado, etc.
Entonces, yo creo que en aquello que yo llamo el psicoanálisis clá­
sico, la perversión no es un empuje instintual básico, se cocina, si
puedo decirlo así, no es básico. Es una estructura altam ente com ple­
ja, tan sofisticada com o plena de intrincaciones com o una neurosis. Y,
por ejemplo, no es por casualidad que todos nos hem os acercado a la
perversión a través del trabajo de escritores. En m i sem inario clínico
en París p asam os m ucho tiempo con Gide, vam os a pasar tiem po con
Proust, hem os pasado tiempo con Rousseau; esto es porque no tene­
mos todo el m aterial que querríam os de la práctica. Diría que tuvi­
mos también lo que parece ser una referencia favorita: la Historia de
O, porque dos exposiciones le concernían. Diría que no hay nada per­
verso en la Historia de O, es una historia escrita por una m ujer para
agradar a un hom bre, lo confesó m uchos años después de haber
escrito eso. Q uería interesarlo, era editora y ella escribió a la noche
para fascinarlo, para interesarlo, eso es la Historia de O. Diría que es
la interpretación femenina de la fantasía del m acho respecto del
masoquism o femenino.
Y, de hecho, digo que no hay perversión en la Historia de O. Ésta
es una historia de am or y debo decir que hay una expresión francesa
-n o sé si ustedes la u san -, yo siempre pienso en ella, realm ente pensé
en ella hace unos m inutos, pero era, es "Histoire á l'eau de rose". Dicen
eso: una historia de A gua de Rosas. ¿Cuál sería la expresión am eri­
cana para A gu a de Rosas? ...significa una historia que es una torta de
crema... Diría que la Historieta de O es una historieta de A gu a de
Rosas. Q uizás ustedes prefieran eso, pero yo lo siento m uy consis­
tente... D igam os que, principalm ente, son las señoras las que se inte­
P siquiatría

resan en la Historieta de O.
Entonces dije que la perversión es una estructura altam ente com ­
pleja, y que el perverso sigue siendo un sujeto durante todo el tiem ­
po de lo que podem os llamar su satisfacción. Así que prescribo todo
rebajamiento subjetivo de la perversión. Pero la dificultad estriba en
y psicoanálisis

que un im portante sector de la perversión no es un concepto psicoa-


nalítico nativo, sino que está hecho de acuerdo con la supuestam en­
te objetiva observación. La perversión es un concepto clínico (que
espero definir, es lo que propongo) que acom paña toda clase de com ­
portam iento sexual aberrante o anormal. Y podem os decir que el
2

diagnóstico de perversión puede ser afirmado en el dato "objetivo"


de la sexualidad desviada. Así, podem os llam ar perversión a todos
£
los problem as de la relación sexual, todos los problem as de la rela­
ción con el otro sexo pero, de hecho, no llam am os perversión a todos
los problem as de la relación con el otro sexo. Por ejemplo, no llam a­
m os perversión a las inhibiciones de la relación sexual. Entonces,
cuand o hablam os de perversión, creyendo saber lo que decim os,
siem pre involucram os un com portam iento sexual activo, desviado
del fin, de los m edios "norm ales" de la sexualidad hum ana.
Diría que la perversión involucra la noción de acción, así que creo
que podem os tom ar una tesis del psicoanálisis clásico: que los neu­
róticos tienen fantasías perversas pero que esto no es sim ilar ni es un
diagnóstico de perversión. Lo que necesitam os es una dim ensión del
acto, es decir, un sexo m ás amplio. Diría que la fantasía no es sufi­
ciente para ningún diagnóstico de perversión. Pero com o ya he pre­
sentado el concepto de perversión m uy sim plem ente, ustedes ven
que la perversión pone en cuestión la noción de la norm a m ism a de
la sexualidad hum ana. Y, de hecho, esta norm a es fundam entalm ente
biológica, o sea: reproducción, y Freud lo tom a así cuando, por ejem­
plo, insiste en todo el tiempo en que uno se tom a antes de com enzar
el acto reproductivo, todo el m erodeo que se m encionó ayer, él lo
llam a perverso.
D esde el punto de vista del análisis también es una cuestión; por
ejemplo, por qué los hom bres son atraídos por las mujeres, ¿por qué
atraídos por las mujeres? Al m ism o tiem po que eventualm ente las
desprecian o les reprochan algo.
Y esencialm ente sabem os cuál es la llave de todo el reproche del
hom bre a la mujer. Es algo que de hecho no encaja allí, ¡le reprocha­
m os a las mujeres no ser hombres! Y ésa es la razón por la cual al final
de todo 'Sorne like it hot' (a algunos les gusta oda, raro pero tam bién
hot: caliente). U stedes recuerdan a Joe Brow n declarándose a Jack
L em m on travestido: "...N adie es perfecto" (cuando Lem m on le dice
que es hom bre ) . 2
perversión

Freud en "Tres ensayos..." consideraba que, desde el punto de


vista del psicoanálisis, la cuestión de la elección de objeto es proble­
m ática, no estam os preocupados por la elección de objeto supuesta­
m ente predeterm inada, prenaturalm ente biológica. Y ustedes saben
la

que Freud de ningún m odo hace un uso extensivo del térm ino hom o­
de

sexualidad, porque ustedes, los norteam ericanos, diferencian hom o­


sexualidad latina, etc.
Fundamentos

Y podem os decir que él amplió esta im putación de hom o­


sexualidad. Entonces, ello quiere decir que este fundam ento de los
fines predeterm inados no se admite; en el cam po freudiano ningún

1g 2. M iller se refiere a Una Eva y dos Adanes o Con faldas y alo loco. [N. de la T.]
instinto sexual podría ser un im pulso natural hacia el otro sexo, que
sepa su fin predeterm inado. Y por eso Lacan escribe una S tachada,
sujeto con una barra: prim eram ente, usa la palabra sujeto en contra­
posición a la palabra individuo, o sea, no coordinado a ningún fin
biológico, y en segundo lugar la barra, diría, anula todo determ inan­
te exterior e introduce un corte, un salto, una discontinuidad en cual­
quier cadena de determ inación. Por eso, solo concierne a una S con
una barra, un sujeto tal que podem os pensar en una elección de obje­
to (la elección de objeto es impensable si no es una elección de obje­
to relativa a un sujeto indeterm inado).
Al m ism o tiem po, no es una elección determ inante, es decir que
"sujeto indeterm inado" no es el yo autónom o, así que, tanto en Freud
como en Lacan, asistim os a una elección forzada, la elección que
depende de condiciones. De hecho, la perversión pone en cuestión el
concepto m ism o de sexualidad.
Si el concepto biológico de sexo implica una com plem entariedad
de los dos sexos, en una tesis de libido sexuada, la perversión es un
testimonio de que los seres hum anos, los sujetos, pueden buscar la
gratificación sexual fuera del norm al acoplam iento biológico del
sexo. Y no estam os aquí para elogiar la perversión, pero tam poco
para enterrarla. ¿Es decir que tenem os que crear un concepto para
una gratificación sexual que puede o no ser realizada a través del
acoplam iento norm al y puede ser realizada con un individuo del otro
sexo pero sin el acoplam iento norm al? ¿Con un individuo del m ism o
sexo? ¿Con un individuo de otra especie? ¿C on una cosa inanim ada?
Esto es lo que Freud creó con la libido, un concepto p ara la gra-
tificación sexual que puede ser realizada de varias m aneras, no diría
de infinitas m aneras, pero sí de m uchas m aneras.
Y ustedes saben que el psicoanálisis ha creado efectivam ente una
lista m uy am plia de actividades libidinizadas. A dm itam os que copu­
lar es satisfacer la libido, pero con el análisis sabem os que com er tam ­
P siquiatría

bién lo es... o com er o defecar o ver y hablar y pensar y escribir tam ­


bién, e incluso caminar, etc. Entonces, asistim os con Freud a una
extensión extraordinaria del concepto de libido, una extensión de
esta gratificación sexual que podíam os haber pensado que estaba
reservada a lo sexual. Y ustedes conocen la im portancia de este con­
y psicoanálisis

cepto de libido en la distinción de los estadios del desarrollo, etc.


A sí que la libido es una cantidad no calculada, pero su in­
troducción nos perm ite tom ar com o hom ogénea una m uy am plia
variedad de actividades y com portam ientos, digo comer, defecar,
pensar y escribir, porque la sublimación es tam bién un testimonio, en
términos de Freud, de una satisfacción sin represión fuera de la rela­
2

ción sexual con el otro sexo.


£
De hecho, hay una cuestión en psicoanálisis acerca de la relación
entre sublim ación y perversión y no pocos perversos, no pocos ver­
daderos perversos, han contribuido enorm em ente a la sublimación
de la hum anidad; ninguna otra estructura clínica está recuperada por
referencias literales com o cuando tratam os de la perversión. Y la
cuestión no es confundir o distinguir sublimación^ de perversión
com o con cep to/sin o ver que provienen de la m ism a cuestión, cuál es
(a satisfacción fuera de la cópula, y tenem os que suponer que hay
otras satisfacciones en la vida, si no, no duraríam os ni dos días con
éstas bases... piensen en estas oscuras bases francesas.
Entonces esto implica, si me siguen de cerca, paso a paso, espero
que no error por error porque no estam os en análisis aquí, porque, si
no, sería el mío. Esto im plica un nuevo concepto del objeto, que es
distinto del significado que tiene en la expresión "elección de objeto".
Sabem os lo que querem os decir cuando decim os "elección de obje­
to ": el objeto de la elección -u n hombre con un bigote grande o chico,
m u y fuerte... una mujer, pervertida, etc. Todo lo im aginario puede te­
ner lugar allí, eso es el objeto de la elección. Pero necesitam os otro
concepto del objeto, si tom am os en serio lo que acabam os de decir.
N ecesitam os un objeto también para la satisfacción de escribir, de
pensar, de caminar, etc. Y llamémoslo "objeto de libido", es un obje­
to de libido para el objeto libidinal. Al objeto de libido podem os creer
que lo vem os m aterialm ente, por ejemplo, en el fetichismo, donde el
objeto de la elección puede ser... es usualm ente una mujer, ella puede
ser herm osa o no, pero el fetichismo significa que esta belleza no es
nada, sino el sostén para el objeto de libido y hasta el punto de que,
este objeto de libido tom ará el lugar de este objeto de la elección.
Prim ero, la mujer con tacos altos y luego solo los tacos altos, así que,
con el ejem plo del fetichismo que es tan instrum ental p ara distinguir
lo que Lacan llam a "la causa del deseo", v em os al fetiche com o una
condición del goce sexual del objeto de la elección. Pero al m ismo
DE IA PERVERSIÓN

tiem po es erróneo lim itar este objeto de libido a la m aterialidad del


fetiche. P or ejemplo, cuando Freud habla en su artículo "Fetichism o";
un artículo que tiene este título y en el que no tom a ningún objeto
m aterial, por el contrario, el ejemplo que él propone es prim ero un
efecto de una traducción equívoca. U stedes conocen el ejemplo del
"brillo en la nariz" que es solo un error de traducción del alem án al
FUNPAMENTQS

inglés. A sí que, no digam os que este objeto de libido es necesaria­


m ente m aterial o que la m aterialidad es este pequeño brillo en la
nariz, donde la m ujer parece no ser nada m ás que lo necesario para
este brillo en la nariz. Entonces, adem ás, usualm ente la nariz de las
mujeres no brilla porque se la empolvan.
A sí que, digam os solamente que en esta línea de reflexión debe-
5
mos distinguir entre objeto de la elección y objeto de libido. Pero,
además, necesitam os tam bién un nuevo concepto de instinto, cual es
el de im pulsión hacia el objeto de libido. Eso es lo que Freud llama
drive, Trieb. Este objeto de libido, "¿qué es?; no es nada m aterial. Es,
diría -lo vem os en la p u lsió n - una satisfacción que busca Trieb", la
pulsión freudiana no busca ningún objeto en particular, es una satis­
facción que busca Trieb, o sea necesitam os el objeto correspondiente
es la satisfacción com o objeto. Esto es lo que propongo y com o una
definición del objeto a de Lacan, el objeto a es satisfacción com o obje­
to, o sea, al m ism o tiem po que distinguimos entre instinto y pulsión,
debemos distinguir entre el objeto de la elección y el objeto de libido
que es la satisfacción com o objeto.
AsíTIá~prégunta ¿existe el Trieb sexual definido com o la pulsión
que iría hacia el otro sexo com o tal? Ustedes tienen en la m ism a línea
de problem as, los problem as de las im pulsiones m últiples, las pul­
siones m últiples, y en psicoanálisis el problema recurrente de la inte­
gración de m últiples pulsiones. Por lo tanto, debem os diferenciar, en
psicoanálisis, la perversión del concepto de perversión^la perversión
del concepto original de perversión que es la tesis freudiana. N o nos
refiramos a la perversión polim orfa del niño com o algo que ya sabe­
mos, significa que para Freud la perversión es "n atu ral", o sea, que
lá'perversión es prim aria, que la perversión es m ás prim itiva que la
norma, que la norm a es secundaria, eventualm ente cultural para
freud -n o para Lacan, y así ustedes tienen efectivam ente, en el psi­
coanálisis, u na problem ática de la integración norm ativa de m últi­
ples pulsiones—.
Pero esto no tiene sentido si no admitimos que la pulsión es per­
versa com o tal y que la perversión es la norm a de la pulsión. Así que
lo que es problem ático es la existencia de una pulsión sexual en el
sentido”de u na pulsión hacia el otro sexo com o tal. La tesis de Lacan.
sobre esto es que no hay pulsión hacia el otro sexo com o tal, solo hay
P siquiatría

pulsión h a d a el objeto de libido, solo hay satisfacción parcial, come)


objeto. Entonces, tom ar a una persona entera com o objeto no se rela­
ciona con la pulsión, sino que introduce el am or. Freud dice que las
pulsiones son nuestros mitos, sí, el am or fue un m ito por m ucho
tiempo antes de Freud también. Luego, si tom an la pulsión seria­
y psicoanálisis

mente e, incluso, si tom an la pulsión en lo que llam am os el nivel de


lo real, tom en también eL.amor a este nivel. Así,_ d iría q u e para Ir~Hé~
la pulsión al deseo, para introducir..la ausencia necesaria para el
deseo, necesitan la m ed iad ón del amor.
Al m ism o tiempo, si la pulsión era el m ito de Freud, lo que Lacan
trata con el objeto a, también da la lógica interna del m ito freudiano
2

de la pulsión ya que trata de dar la lógica interna del m ito freudiano


2
del complejo de Edigo. Y esto es m uy claro en Lacan: si no hay rela­
ción sexual, si no hay fórmula sexual fija, com o él lo dijo, hay per­
versión en el lugar de lo que no existe com o fórm ula sexual fijada. Y
eso es la perversión, es decir: innovación, invención de cam inos de
relación con el otro sexo; la perversión es también un cam ino para
relacionarse con el otro sexo.
La m ujer sigue presente en el corazón de la hom osexualidad m as­
culina, es decir que es una innovación no tan innovada. Lacan espe­
raba una nueva perversión. Entonces, ¿qué clase de objeto está conec-
tado^aJiijJulsión? N o es una persona, com o tal es parcial y hay cons­
tancia de que es la del objeto a.
Esto es suficiente para adm itir el nivel (en el psicoanálisis clásico)
de lo que llam aría perversión generalizada. Si decim os que las pul-
siones son esencialm ente perversas, tenemos un nivel de perversión
generalizada, de una perversión prim aria y generalizada, perversión^,
p ara todos. A sí que este nivel pide un norm alizador y así podem os
definir la perversión restringida, o sea, una perversión com o estruc­
tura distintiva de una falla de la norm alización, o al m ism o tiempo
pt)démos~notar, por ejemplo, que en algún sentido quizás la nor­
m alización es siem pre solam ente parcial. Esta problem ática de la per-
"versión generalizada y de la introducción de un norm alizador la
encuentran explícitam ente en Freud cuando habla, por ejemplo, de la
síntesis necesaria de las pulsiones parciales bajo la suprem acía de los
órganos genitales, y ustedes saben que para él fue un descubrim ien­
to que la organización genital infantil rodee la presencia del genital.
En L acan esto se traduce m uy precisam ente com o la relación entre
el objeto a y el falo; lo que en Freud es la síntesis de las pulsiones ^par­
ciales bajo la prim acía de los órganos genitales encuentra una tra-_
ducción m uy simple, una traducción m uy lógica, en Lacan, en la ten-
sión, la oposja ó fre ñ tre el objeto a con relación al falo. Y diría que, en
algún sentido, L acan nos m uestra que ía prim acía de los órganos
perversión

genitales.es una prim acía negativa, o sea, que el objeto a se conecta,


con -(p, lo que conduce a la suprem acía freudiana de los órganos geni­
tales pero tom ando en cuenta la castración, Y tienen en L acan toda la
problem ática de la conexión entre la satisfacción y el significante y,
la

precisam ente, la tentativa, las varias definiciones del falo com o el


de

sím bolo del lugar de la satisfacción o com o significante del goce, que
F undamentos

trata exactam ente lo que Freud llamó síntesis de la pulsión parcial


bajo la prim acía de los órganos genitales. En Lacan se trata de la
conexión entre el goce y la prim acía del falo com o significante, y ven
cóm o él trató de elaborar lógicam ente esta parte. Entonces, Freud
m ism o reconoce los com ponentes perversos de la sexualidad supues-
20 tam ente norm al que pueden ser tom ados com o recordatorios de la
perversión prim itiva. Si lo tom an de este m odo deben definir el fin
de la cura así: com pletar la norm alización, reabsorber los eventuales
residuos. L acan define el fin de la cura de un m odo inverso. Vacilo en
decirlo porque daría a mi llave de la perversión un sentido que no
quiero cristalizar pero, el fin de la cura, según Lacan, es no com ple­
tar la norm alización o reabsorber los residuos no norm alizados, el fin
de la cura es soberanía para la perversión. No cristalicem os dem a­
s i a d o r á p i d o esto, ¿s perm iso para el objeto a. Clásicam ente, el nor-

malizador del psicoanálisis, diría el operador en psicoanálisis (si qui-


s l e r a tener un estilo científico, am ericano), es presentado com o el

complejo de Edipo. Lacan una vez trató de dar una fórm ula lingüís­
tica de éste, que fue la m etáfora paterna. Así que, efectivam ente, se
pueden distinguir dos cosas: pueden decir que antes de la actividad
del operador_n, tienen la pura pulsión supuestam ente libre de de­
puración com o tal, y pueden decir que la perversión está ligada a la
jTulsión que no ha pasado por el norm alizados O pueden considerar,
en la perversión, a la pulsión que ha pasado por el operador n. Y diría
que la perspectiva psicoanalítica clásica sobre la perversión se opuso
a^ualquieFaproxim ación biológica a la perversión, pero tam bién a
muchos enfoques psicoanalíticos crípticos.
El enfoque psicoanalítico clásico es que el operador n funciona
siempre -e s decir en la perversión-, o sea que la perversión se enfo­
ca fundam entalm ente desde el complejo de Edipo. Y si L acan se inte­
resó en W. H. Gillespie es porque concluyó efectivam ente, desde
Freud, que el com plejo de Edipo, el complejo de castración, son esen­
ciales en la perversión. Y esto es, al m ismo tiempo, la elaboración de
Lacan. Con esta diferencia,”queTa”puÍsión, la pulsión pre-edípica no
'es”pre-lingüística, no es m ateria prim a com o tal, sino que la pulsión
es un concepto altam ente elaborado en contraposición con lo que se
podría llam ar necesidades naturales. Aunque la pulsión no es prim i­
tiva y podam os pensar una pulsión pre-edípica, dice que, sin em bar­
P siquiatría

go, lapulsión no es prelingüística. A sí que hay allí lo que Lacan llamó


el^Otro, ya está ahí en la pulsión. Diría que hay alta cocina allí por­
que no es solam ente que no es m ateria prim a, sino que hay varias de-
mostraciones de L acan sobre la pulsión, precisam ente, com o algo
muy sofisticado.
y psicoanális is

Y é riñ tén tó una deducción de la pulsión que presupone el len­


guaje en la secuencia dem anda, deseo, dem anda de am or y pulsión.
Esta es la secuencia simplificada: prim ero hay lo que se pide, luego
el deseo en el sentido de ¿quiero lo que pido?, luego la dem anda de
amor que es pedir al Otro y luego solamente la pulsión que es^ no
pedir ya a nadie m ás. Conceptualm ente tienen prim ero la distinción
2

entre significante y significado, distinción que conocen desde "L a


^
instancia de la letra". Pero esto es hom ogéneo con la distinción entre
dem anda y deseo, es hom ogéneo con la distinción entre el enuncia­
do y la enunciación: e m inúscula y E m ayúscula, y esto, al m ism o ¡
tiem po, es hom ogéneo con la distinción entre el significante y el suje- :
to com o el significante con una barra.

D e Ste
d E $

Entonces, la pulsión com o la escribe Lacan está caracterizada por


el hecho de que el elemento de abajo está al m ism o nivel que el de
arriba. Es decir que él escribe la pulsión así: $ 0 D. Es una dem anda
que y a no es interpretable porque hay interpretación cuando está la
distinción en dos niveles.
El escribe la pulsión com o... ¿cuándo saben que tienen una pul­
sión, digam os, en análisis? Cuando no tienen nada m ás para inter­
pretar. Y por eso, clásicam ente, es siempre desde el punto de la pul­
sión que se interpreta, es decir, es el.instrum ento de la interpretación^
E l análisis habla de pulsión cuando ya no es concebible una inter­
p retación. Y así ven la relación contrastante entre pulsión y dem anda
en L acan, y lo que nos hace entender. Que para el deseo pedir es
esencial, para el pobre deseo, ciego deseo que tiene que pregun tar su
cam ino. Y precisam ente por eso, Lacan puede decir que el objeto a
m ás esencial en la neurosis es la dem anda.
N otem os que esto no se entiende si creen que el objeto a es algo
sustancial y m aterial. Entonces, la dem anda es esencial com o objeto
del deseo en la neurosis. A cerca de la pulsión, ésta se caracteriza por
el hecho de que en la conducta hum ana hay a veces un discurso en
que no se pregunta el camino. Y la pulsión no pregunta su cam ino.
Por eso se puede decir que la perversión es cuándo no piden perm i­
perversión

so, con la excepción del masoquism o, precisam ente, es la paradoja


del m asoquism o. En el m asoquismo, el consentim iento del otro es
esencial. Quizás tendrem os tiempo para hablar de la dem anda en el.
m asoquism o. Con la pulsión (drive) siem pre se puede preguntar
la

¿quién pulsiona (drive)?, ¿hay un piloto en esta pulsión?, puedo decir.


de

Y en algún sentido la pulsión parece ir sin rum bo. Pero de hecho e


F undamentos

el deseo el que va planeando, m ientras que la pulsión conoce su


cam ino. Las pulsiones pueden parecer que yerran, que son proclives
a aberraciones, anorm alidades. Pero, en verdad, la pulsión sabe su
^ramino hacia la satisfacción com o objeto. Y ustedes saben cóm o
L acan simplificó esto para nosotros cuando escribe la pulsión com o
22 un circuito alrededor de este objeto que es el resultado, el producto
de un circuito. Entonces, la pulsión es lenguaje y es esencialm ente un
¿A gram a. La pulsión es un program a. Es algo escrito antes, y es
n otable que Freud, en su texto clásico sobre la pulsión, se acercó a ella
d e s d e el punto de vista de la gram ática y de la inversión gram ática.
A l mismo tiem po - y esto es frecuentem ente citado por L a ca n -, esto

co n d u ce a Freud a sostener una simetría entre el sadism o y el m aso­


quismo, el exhibicionismo y el voyeurism o que son criticados por
Lacan. Pero, ¿entienden por qué a partir de la escritura $ 0 D, Freud
habla del silencio de las pulsiones?, o ¿podría hablar del silencio de
la pulsión si no fuera esencial subrayar la posición de la pulsión res-
^TctcT del discurso? Y no hay función del discurso en la pulsión.
'Porque está m ás allá de la dem anda, pero hay, sin em bargo, una
estructura del lenguaje y por eso la perspectiva de Freud es gram ati­
cal. Ahora, la satisfacción; podem os conectar satisfacción y castra­
ción. ¿Qué es castración en Freud? Es un sacrificio de satisfacción. Y,
precisamente, es el sacrificio de la satisfacción a m ano, es precisa­
mente el sacrificio de la m asturbación com o precondición de la aper­
tura al otro sexo.
Lacan situó precisam ente J a castración com o el efecto fun­
damental del lenguaje sobre la satisfacción. Y así... tenem os cantida­
des cíe esto en Freud: cuando construyó su m ito del cuerpo libidinal,
sucesivamente evacuado de satisfacción, de libido, al punto en que la
libido es restringida a unos pocos agujeros del cuerpo. Entonces,
cu an d o habíam os de la perversión com o restringida, com o una
estructura clínica, la presentam os prim eram ente com o un m odo
especial de negar , la-castración, es decir, un rechazo del necesario
sacrificio de la satisfacción. Y Lacan no dice nada m uy diferente.
Cuando él califica la operación perversa com o retornar el goce al
Otro, o sea devolver el objeto a al Otro, es lo que representa el sacri-
ficio de la satisfacción, devolverlo al Otro: representém oslo com o el
cuerpo del cual se evacuó la satisfacción. Así que pueden decir, cuan­
P siquiatría

do escribimos A con una barra también escribimos A castrado y, en


este sentido, la perversión puede ser referida com o m iedo a la cas-
tración, m iedo a la castración del Otro, esencialmente.
Por eso la hom osexualidad femenina era especialm ente paradóji­
ca, porque la hom osexualidad femenina es, precisam ente, que la
y psicoanálisis

ausencia del órgano funciona com o condición de amor. Y por ello


tacan vacilaba en calificar de perversión a la hom osexualidad feme­
nina. La hom osexualidad femenina está constituida en el registro del
amor m ás que en el registro de la satisfacción perversa.
Voy un poco rápido. Debí haber distinguido las tres estructuras
clínicas -n eu rosis, perversión, psicosis- y la perversión de acuerdo
2

con los tres m ecanism os fundam entales que encuentran en Freud, 23


pero que fueron logificados por Lacan: represión, Verdrangung, para
la neurosis; para la psicosis forclusión, Verwerfung, y para la perver­
sión, Verleugnung, que podem os traducir en inglés p o r denial y hay
toda una cantidad de problemas alrededor de eso... Simplificaré;
ahora la aproxim ación de Lacan a la perversión diciendo que hay ;
fundam entalm ente dos m odos que él distingue, califica estos ele­
m entos necesarios para suplem entar al Otro: prim ero, en el registro
del deseo; segundo, en el registro del goce. O sea, prim ero ser el falo
qúe"Falfa"arOtfo y esto es el tópico de la identificación al objeto ima-
ginario déFdeseo com o falo, segundo en el nivel del goce y es fór-.
muTa p ara la perversión; la prim era es ser el falo, la segunda fórm u­
la en el nivel del goce es ser el objeto a. Y, en esto, introduzco otra
tesis fundam ental, debo decir que me voy a detener y... había prepa­
rado algo sobre "K ant con Sade" que querría decir al final porque
parece haber algún m alentendido sobre este texto. Trataré de llegar
allí si tienen algo de paciencia.
U na tesis que introduzco ahora rápidam ente es que si ustedes
tom an la fórm ula (que no está en Lacan) de que hay negación del
Otro en la perversión, es una falsa aproxim ación; por el contrario, el
p erv e rso necesita que el Otro exista. Por ejemplo, el perverso necesi­
ta al Otro m ucho m as que un obsesivo, un neurótico obsesivo no
necesita a nadie y es m uy difícil para un obsesivo abrirse. Y el obse­
sivo pasa m ucho tiem po hablando consigo m ism o, por ejemplo.
Intrasubjetividad, diría, y no intersubjetividad.
Q uizás no hablaré ahora de "K ant con Sade"... porque hay m ucho
que decir. Quizás, si m e dan un poco m ás de espacio del que tengo
aquí en Kent State University, disfrutaría m ucho si pudiera h acer una
lectura m uy seria de "K ant con Sade" en dos m eses en Kent. Después
de todo, es la política de Lacan. Y quizás partiendo de "K ant con
Sade" haya cosas im portantes que decir acerca de la perversión, de la
-religión, del Estado, de la filosofía. Así que no hablaré ahora de eso.
perversión

Solo les m ostraré que el Otro es necesario en la perversión. Piensen


en el exhibicionista: para el exhibicionista, el público, la audiencia,
son esenciales... Exhibir los propios genitales al espejo no tiene inte­
rés. Es verdad, el neurótico obsesivo, eventualm ente, abre la puerta
la

para m ostrar sus genitales al padre m uerto... Pero eso es abrir la


de

p uerta a nadie, porque el padre m uerto no se m aterializa com o en


H am let, así que el obsesivo le abre la puerta a ninguno.
F undamentos

Pero el exhibicionista necesita al Otro. Es interesante m ostrar los


propios genitales a una m ujer y tratar de producir vergüenza en el
Otro, la vergüenza p o r no ser igual- A sí que el exhibicionista trata de
h acer existir a la mujer, podem os decir que la mujer solo existe para
24 el exhibicionista. Y, a veces, vem os que las mujeres los aprecian
m u cho. Y el voyeurism o es tratar de ver a la mujer dedicada al goce
de su p ro p io ^cuerpo y sabiendo que aun sola es m irada por otro.
E n t o n c e s , diría, la interpretación lacaniana, la estructura lacaniana

¿ e\exhibicionism cvdel-voyeurism o es así: el exhibicionism o es hacer


aparéceren el O tro la m irada, hacerla aparecer en el Otro. Él m uestra
e[ órgano pero para hacer surgir la m irada femenina, y generalm en­
t e ía verdadera erección está de este lado.

”~"É1 voyeur pone la m irada para obstruir el agujero del Otro, pone
la m i r a d a para h acer el todo del Otro. Así, también, hay una tensión
entre perversión y sublim ación que podem os entender si la.sublim a­
ción supone que el objeto no existe y se puede crear algo, y la p er­
v e r s i ó n , al contrario, debe hacer existir al Otro para ser el instrum en­

t o d e_su _ggce7P oF^ soT ii^ H im áaón a m enudo... e s j a salvación de


la perversión. Entonces ahora no tendré tiempo de desarrollar lo que
háy allí, la función de la m ujer com o Otro; que si la m ujer es central
a la perversión es porque la mujer no solo es Otra que el hom bre sino
porque la m ujer es Otro com o tal, porque es la O tredad y por eso la
n o r m a d l o que es norm al3, es siem pre solam ente norm a-m acho para

usar una palabra llana.


Así llegaría a la perversión norm al del m acho, a la cual, a través
de Freud, hem os seguido y que estoy tratando de seguir actualm en­
te en París. En otra oportunidad desarrollaré el m asoquism o. Espero
que en Kent State University concluyam os en este punto: si el verda-
dero perverso se hace ser el objeto a, por la fórm ula de L acan pode­
mos deducir m uy sim plem ente por qué es incompatible con el análi­
sis. Como tal, el analista en la operación analítica se hace ser tal obje­
to o y debem os distinguir ai analista com o objeto a y al perverso
como objeto a. Bueno... m e detengo aquí... preguntas... M e gustarían
algunas preguntas, seguro... y espero seguir en dos meses.

P r eg u n ta : Dijo al principio algo sobre Gilíes de Rais... y m e pre­


P siquiatría

guntaba acerca de su referencia a Gillespie.

J ac q u es -A l a in M il l e r : Quizá podría decir por qué creo que hay


alguien peor que Gilíes de Rais. Creo que, si hacen el concurso del
peor perverso que se propuso, creo que el peor perverso es el juez de
y psicoanálisis

Gilíes de Rais. Quiero decir que el peor perverso es uno que habla en
nombre de la m oralidad y los verdaderos perversos... los que nunca
vlíñ ¿ñlínálisFs pueden juzgar, predicar, enseñar, precisam ente tienen
una posición de autoridad y de control del goce de los otros, y en esto
2

3. J.-A. Miller alude a nórmale, que en francés condensa los significa dos
"norma-macho" (norme y mole). [N. de la T.] 25
diría que la peor perversión es la rectitud. Y ésta es la constante lee-!
ción de Freud.
Es precisam ente lo que alimenta la conciencia m oral -exactamen-i
te la m ism a energía a la que renuncian para ejercer la satisfacción d|
la pu lsión-, es decir, no tienen a uno frente otro, el perverso criminal
y el recto juez; sino que el recto que es precisam ente el peor criminal]
Eric Laurent aludió a eso esta m añana cuando habló de la ley y ef
juez... es aquel que pretende encarnar la ley m ora quien es el verdal
dero sádico. Ustedes, por ejemplo, puede creer que "K ant con Sadel
es realm ente uñá idea forzada de Lacan, él fue a buscar eso, pero no
es Lacan quien inventó la noción de superyó sádico. N o es él quien
inventó la noción de que lo que pueden tom ar com o una encarnacióií
de la m oralidad tiene exactam ente com ponentes sádicos, y es uno de;
los secretos de "K ant con Sade", que hable de Freud con Melani|
Klein, que hable del superyó posedípico y del superyó pre-edípico de1
M elanie Klein. Pero Freud m ism o sabía m uy bien que el secreto de la
conciencia m o ral es el elemento sádico y él dijo sádico, y Freud
m ism o aludió a Kant. En "El problem a económ ico del masoquismo",!
Freud dice: "El im perativo categórico de Kant es así el heredero
directo del com plejo de Edipo". Así, es una referencia a Kant com o el
principio de la m ás alta m oralidad, y Freud dice que el complejo de
Edipo es la fuente de nuestra ética individual, nuestra m oral, y por lo
tanto de esta m oral desexualizada, pero él nota que el verdadero!
m asoquism o m oral sexualiza la m oral otra vez y alude allí al hecho!
de que la supresión cultural de los instintos retom a en gran parte al
sujeto im pidiendo que el com ponente destructivo instintual se ejerza
en la vida, volviéndolo contra el sujeto mismo. Por lo tanto, este texto
tiene una referencia al superyó sádico, el superyó aum enta su sa­
dism o contra el yo, el sadism o del superyó, etc. A sí que la idea de
leer "K ant con Sade", la originalidad de Lacan, es ir y volver a unir
K ant con Sade, pero la conexión de los dos ya es m uy clara en Freud.
perversión

Y la paradoja presentada por Lacan lo m uestra m ás lógicam ente, más


claram ente.

P r e g u n t a : Lam ento que se detuviera en el punto en que la mujer


la

se convierte en objeto porque no estoy seguro de haber entendido,;


de

m e parece que el análisis que usted hace de la perversión fue básica-'


F undamentos

m ente de la perversión tardía y que hay una gran área..., la hom ose­
xualidad, y m e gustaría m ucho que usted especificara por qué real-:
m ente se detuvo allí.

J.-A . M i l l e r : Respecto de la hom osexualidad fem enina, Lacan


26 dice lo que es clásico, que hay poca... o tienen que buscar la perver-
sión femenina donde es invisible, por ejemplo, y por eso la exposi­
ción de Jean Pierre Klotz fue interesante, el narcisism o femenino
p u e d e ser tom ado com o una perversión, es una extensión del con­
cepto. E s porque la m ujer es la Otredad com o tal, es el Otro com o tal
lo que la hace p asar tanto tiem po frente al espejo para reconocerse o
q u iz á s para reconocerse com o Otro, aun s i es un mito, es m uy im por­
tante, es un m ercado, así que lo que se puede encontrar en el narci­
sismo, en el corazón de la propia im agen es la perversión de la hem ­
bra, como lo propuso Freud en el niño usado com o objeto de satis­
facción. La m adre y el objeto, el objeto imaginario, el falo, es la m adre
como responsable de la perversión del niño varón pero, al m ism o
tiempo, usar al niño com o instrum ento del goce; luego, de acuerdo
con la fórm u la p reced en te, p ueden llam ar a eso p erversión .
Discutimos esto en París recientem ente tom ando el título de Clavreul
La pareja perversa, ¿cuál es la prim era pareja perversa? A esta conexión
L a c a n dedicó su atención en los años cincuenta. Entonces tienen un
cuerpo, el propio cuerpo, tienen al niño en el que pueden encontrar
alguna expresión secreta de perversión femenina. N o creo que esto
conduzca m uy lejos.
Y en tanto la hom osexualidad femenina elimina precisam entej;l_
instrumento fálico K a^ alguna- dificultad en ponerla en el reg istro -
propio de la perversión. Lacan notó que no tiene la im portancia
social de la hom osexualidad m asculina; ésta, para Freud, es un lazo
social fundam ental, es principal en el lazo social. La hom osexualidad
femenina no tiene esta función y puede tener una gran im portancia
cultural, pero no una im portancia social fundamental.

P r eg u n ta : Si no es una perversión, ¿cóm o la nom bra?

J.-A . M il l e r : H o m o s e x u a lid a d fe m e n in a o e v e n tu a lm e n te h e te r o -
se xu alid a d ... L a c a n p r o p o n e q u e el a m o r p o r la s m u je re s se lla m a
Psiquiatría

h e te ro s e x u a lid a d . D e b e n d is tin g u ir la h o m o s e x u a lid a d f e m e n in a e n


la h isteria, q u e p u e d e s e r c u r a d a c o m o p o r a rte d e m a g ia al e n tr a r e n
análisis. E n ta n to se p u e d e a m a r al a n a lis ta c o m o in a c ce s ib le , el a n h e ­
lo de a m o r q u e re a liz a la h o m o s e x u a lid a d fe m e n in a p u e d e in m e d ia ­
tam en te a s is tir a u n a c u r a m á g ic a y a o tra s q u e t o m a n m u c h o tie m ­
y psicoanálisis

po.

T r a d u c c ió n d e l in g l é s :

G r a c ie l a M u sa c h i
2
Perversiones y perversidad es
Acerca del diagnóstico de perversión

N ésto r Y ella ti

Hay algunas cuestiones que llaman verdaderam ente la atención


cu an d ouno interroga al DSM, no para hacer una crítica del m anual
como un todo, en su concepción com o tal, sino en la particularidad
de cada diagnóstico.
Por ejemplo, en el m anual no se usa el térm ino perversión, ha
desaparecido com o tal, el térm ino que se usa es el de parafilias. Esto
tiene su interés, pues com o verem os, el único cam po en qué el térm i­
no perversión se sigue considerando legítimo en tanto revela una
estructura, una posición de goce característica, es el psicoanálisis.
En el caso del DSM, si bien esto no es explícito, probablem ente se
trate de que el térm ino perversión implica una referencia a la norm a
en tanto perm ite establecer el límite entre lo norm al y lo patológico,
y no hay que olvidar que la perspectiva del DSM im plica el relativis­
mo cultural, es decir que los diagnósticos quedan relativizados en
función de la cultura de que se trate.
Aunque éste no es el único factor que decide el tiso de un diag­
nóstico, no solo se utiliza el térm ino parafilias sino que com o se sabe,
entre estas han quedado eliminadas la hom osexualidad m asculina y
P siquiatría

femenina, y esto tiene que ver con las presiones políticas m uy im por­
tantes que se ejercieron desde 1969 cuando surge el m ovim iento de
gays y lesbianas, que sostiene com o uno de sus objetivos el no ser
incluidos en u na clasificación que considere su posición sexual com o
un trastorno.
y psicoanális is

La lista se limita entonces a los siguientes diagnósticos: exhibicio­


nismo, fetichismo, froteurismo, pedofilia, m asoquism o sexual, sadis­
mo sexual, fetichismo trasvestista, y voyeurism o y parafilias no espe­
cificadas, de las cuales algo voy a mencionar.
Por otra parte, y com o es com ún en sus diagnósticos, la clasifica­
ción del DSM exige que durante seis meses haya fantasías recurren­
2

tes y altamente excitantes, im pulsos sexuales o com portam ientos.


m
A quí hay algo que llam a verdaderam ente la atención, esto está escri- J
to de tal form a que hay una "o " que excluye. N o dice "fantasías recu- f
rrentes, im pulsos sexuales y com portam ientos", sino que dice "o í
com portam ientos". La form a en que está dicho es excluyente, es I
decir, no es necesario que la llam ada parafilia incluya lo que se lia- í
m an com portam ientos, o sea el acto sexual, el acto que podría ser f
caracterizado por nosotros com o perverso.
A dem ás, y esto tam bién es com ún a otros diagnósticos, en todos *
los casos, la llam ada parafilia debe provocar m alestar clínicamente i
significativo o deterioro social-laboral, o de otras áreas im portantes -
de la actividad del individuo.
De esta m anera de caracterizar lo que el DSM llam a parafilias ?
-q u e excluye la posibilidad del acto perverso, o que pueda definirse i
en función de provocar m alestar clínicamente significativo—, sé des- ;
prende que en caso de ser bien tolerado, egosintónico, para decirlo í
de una m anera generalm ente aceptada, no cabría hacer el diagnósti-
co, lo que com plica bastante la cuestión, m ás bien la com plica defini­
tivam ente.
Porque si se puede diagnosticar a alguien com o parafílico, en la
m edida que tenga fantasías recurrentes y altam ente excitantes e
im pulsos sexuales, aunque no llegue al acto concreto del que se trate,
y que esto le provoque un "m alestar clínicamente significativo", es
evidente que estaríam os ante un obsesivo, cuyas fantasías perversas
pueden no concretarse nunca, y aún así provocarle un gran sufri­
m iento aunque no necesariam ente "deterioro social-laboral".
P or otra parte, si el DSM considera que si no se provoca ni m ales­
tar clínico, ni deterioro social, etc., entonces tam poco se puede hacer
el diagnóstico de parafilia, estam os ante otra perspectiva que contra­
dice la clínica.
Porque la posición perversa, llam em os a las cosas por su nombre,
la verleugnung, la desm entida de la castración, la escisión subjetiva
y perversidades

que im plica, tiene com o consecuencia posible que el goce del pedófi-
lo, del exhibicionista o del sádico, sea sin angustia y sin culpa. Por
supuesto que esto no es absoluto, derivam os en este punto de m ane­
ra inevitable en. la clínica del caso por caso, pero sin duda, sabem os
que el acto perverso consiste en hacer aparecer la división subjetiva
en el Otro.
Es decir, para ubicar la perversión, la "parafilia" sin "m alestar",
P erversiones

alcanza con el m aterial que proveen los diarios cuando anuncian que
se ha desm ontado una red pedófila en los m ás altos niveles de
gobierno (Bélgica, España) o cuando se descubren los m illones de
dólares que utilizó el clero católico en EE.U U . para ocultar la pedofi-
32 lia de cantidad de sus miembros.
podem os decir algunas otras cosas ya a título de curiosidad; en
o tras p a r a f i l i a s aparece el llam ado parcialismo, que es la atención
c e n tr a d a exclusivam ente en una parte del cuerpo.
T r a d u c i d o sería: la fetichización del cuerpo, donde la pulsión que
eS parcial se satisface en una parte del cuerpo, ya que la sexualidad
h u m a n a no adm ite totalidades. Es probable que dicho "parcialism o"
se encuentre m ás en hom bres, lo que perm itió que Lacan pudiera
caracterizar al am or en el hom bre en tanto fetichista. Es decir, no se
trata de parafilia sino de sexualidad hum ana.
O tro diagnóstico de interés es el "com portam iento trasvestista
tra n s ito rio relacionado con el estrés". Esto tiene su im portancia para
n o s o tro s , porque L acan en el Seminario 5 y también en los Escritos
hace una crítica y un análisis exhaustivo de un caso que no duda en
¡ l a 'm a r de perversión transitoria, y que es consecuencia de la direc­
ción de la cura en un sujeto voyeurista. En el diagnóstico D S M tam ­
bién e x is te esta posibilidad de transitoriedad, pero se la relaciona con
el e s tré s , con lo que nos da una buena oportunidad de pensar la dife­
re n cia entre angustia y estrés. Justam ente, en el caso que presenta
L a c a n , íó interesante es localizar la angustia, el m om ento de su sur­
gimiento, cuál es el real convocado en ese análisis para confrontarlo
córTIo que es llam ado un estrés sin duda dem asiado relacionado con
la r e a l id a d .
' Por último está el transexualism o, que no está en esta lista inicial
porque figura bajo el acápite de "trastornos de la identidad sexual",
y que en casos extrem os im plica la cirugía.
Hasta aquí el com entario respecto de la clasificación de m anual,
que es la que nos guste o no prevalece en el discurso psiquiátrico
actual.
Pasemos entonces al psicoanálisis.
Freud tam poco dice "perversión" en "Tres ensayos sobre una teo­
ría sexual"; habla de aberraciones sexuales, donde la cuestión está
P siquiatría

definida a partir de cóm o se obtiene el goce sexual. La clasificación


que hace, y que ustedes recordarán, trata del cam bio de objeto, el
cambio de zona, o cuando el goce sexual queda subordinado a cier­
tas condiciones.
No voy a h acer ningún desarrollo respecto de lo que dice Freud
y psicoanálisis

-entre otras cosas porque lo considero suficientemente co n o cid o -


pero sí voy a extraer un fragm ento de "Tres e n sa y o s...", página 134
de la versión de A m orrortu, porque allí está sintetizada claram ente la
perspectiva freudiana, lo subversivo del psicoanálisis respecto de la
concepción psiquiátrica y a partir de lo cual hay que pensar la cues­
tión de la sexualidad.
2

Cuando llega a algunas conclusiones acerca de lo que en "Tres *33


e n sa y o s..." llam a los invertidos, o sea la hom osexualidad, dices
" ...e s ta indagación nos permitió inteligir algo que puede llegar gj
resultarnos m ás im portante que la solución de la tarea indicada..!
Param os m ientes que concebíamos dem asiado estrecho el enlacd
entre la pulsión sexual y el objeto sexual, la experiencia recogida poj
los casos considerados anorm ales nos enseña que entre pulsióij
sexual y entre objeto sexual no hay sino una soldadura, que corría^
m os el riesgo de no ver a causa de la regular correspondencia del
cuadro norm al, donde la pulsión parece traer consigo al objeto. EllJ
nos prescribe que debem os aflojar en nuestra concepción los lazos!
entre pulsión y objeto. Probablemente la pulsión sexual es al comien-j
zo independiente de su objeto y tam poco debe su génesis a los encané
tos de éste".
El térm ino que siempre me llam ó la atención es " soldadura ", uti-¡
lizado en otras ocasiones aunque no m uchas, porque rom pe clara­
m ente con una concepción natural de la sexualidad hum ana. Lo que
aparece com o natural en realidad es algo -n o se~sTesé]~mejor térmi-|
no a u tilizar- artificial, dado que soldadura remite a la artificialidad,
a algo que debe producirse y no de una sola m anera. Lo que se expo­
ne com o norm al y acorde a la naturaleza no es m ás que una solda­
dura, y creo que este párrafo sintetiza m uy bien la perspectiva freu­
diana. Sobre esta se construye toda la concepción psicoanalítica de la
sexualidad, inclusive todos los desarrollos posteriores de Lacan,
h asta sus fórm ulas de la sexuación.
Freud dice otras cosas que de alguna m anera norm alizan la per­
versión, no solo al hacerla form ar parte de la constitución normal,
sino tam bién al incluirla en los preliminares del acto sexual, en los
síntom as neuróticos, y al hacer esa definición clásica que es: "L a neu­
rosis es el negativo de la perversión", con lo cual la referencia para
concebir la neurosis es la perversión.
Voy a hacer una pequeña digresión porque creo que es el m om en­
y perversidades

to; si ustedes leen el Seminario 4, Lacan invierte todo el tiem po esta


frase diciendo: " La perversión es el negativo_de la neurosis". De allí
en m ás fue citada de las dos m aneras, al m enos en nuestro medio.
Que yo sepa esto no fue nunca com entado, aunque es posible. Pero
sin du da la frase freudiana textual sigue siendo decisiva en la medi-,
d a en que refiere la neurosis a la perversión, hace de la sexualidad ■
u na sexualidad perversa, en tanto siem pre se satisface parcialm ente
P erversiones

y fundam enta al síntom a neurótico en el fantasm a perverso.


A hora, solo m ucho m ás adelante se encuentran en la obra freu­
diana los textos que perm iten concretar una teoría m ás precisa acer­
ca de la perversión: "L a organización genital infantil" y "E l fetichis-
34 m o ", en los que se establece una teoría que se deduce de la posición
Ap] sujeto rpspprtn del ¿alo-V^-la-castracián, y esa posición es la de la
uerieusnung. la d esmentida.
'^Precisamente Lacan parte de ahí, porque retom a ese punto y esa
perspectiva, organiza las tres estructuras en función de la relación al
falo y a la castración, a partir de lo cual el fetichismo se constituye
—en ese m om ento de la enseñanza de Lacan y a partir de esos textos
de Freud- en el p aradigm a de la posid fo .R erv etsa. Porque el esta­
blecimiento del falo en tanto significante por parte de Lacan, el falo
como semblante, perm ite no solo dar cuenta anticipadam ente del
"no hay relación sexual", en la m edida que los sexos se vinculan solo
a través de la m ediación del falo, sino que al m ism o tiempo destitu­
ye el mito de la genitalidad com o la culminación natural de la rela­
ción entre los sexos. El ser parlante solo puede aspirar a la satisfac­
ción de una pulsión parcial cuyo objeto está determ inado en form a
contingente. Eso sería lo que Lacan tom a de Freud y constituye su
primera enseñanza, dicho esto obviamente de m anera m uy sum aria,
como una simple y elemental guía de textos, pero tam bién p ara hacer
una distinción neta con los posteriores desarrollos que hace Lacan
donde lo que prevalece sin dudas es el texto "K ant con Sade".
También están los desarrollos que hace en el sem inario De un Otro
al otro, donde lo decisivo es la localización en el cam po de las per­
versiones del objeto a, lo que abre una perspectiva totalm ente dife­
rente sustituyendo al fetichismo por el m asoquism o en tanto para­
digma de la perversión, que es lo que -ap rovech em os para recordar­
lo- ubica Freud com o fantasm a en su texto "Pegan a un niño". Texto
princeps que com o se sabe Lacan utiliza para dar cuenta del estatuto
del fantasma, pero que Freud subtituló "Contribución al estudio de
las perversiones".
Lacan parte de la no com plem entariedad entre exhibicionism o,
voyeurismo, m asoquism o y sadism o, tal com o podría desprenderse
de cierta lectura de "Pulsiones y destinos de pulsión", aunque Freud
Psiquiatría

en ese punto es explícito: no se trata de un texto sobre perversiones


sino que da cuenta del estatuto de la pulsión.
La perversión en este m om ento de la enseñanza de Lacan impli­
ca una forma peculiar del lazo con el Otro, que es un Otro castrado y
vaciado de goce, lo que implica concebir el goce en tanto goce del
y psicoanálisis

Otro, un goce perdido, de cuya recuperación se va a hacer cargo el


perverso.
Por eso Lacan utiliza esa form a quizás irónica al referirse al p er­
verso, cuando dice que es un cruzado en tanto cree en Dios, cree en
el Otro, en un Otro com pleto. Es com o un auxiliar de Dios, un defen­
sor de la fe, porque su posición perversa es en el acto perverso, com ­
2

pletar al Otro en el punto m ism o donde este ha sido vaciad o de goce. ^


El desarrollo que hace Lacan de esto en su sem inario De un OfI
al otro aclara esta perspectiva, pero si la llamó irónica es porque sol
a él podría ocurrírsele hacer del perverso, en tantos casos condena®
desde la m oral com ún, un "auxiliar de Dios, un defensor de la fe" j
Por otra parte, cuando preparé el tema de hoy vi que había heclf
u n a separación un poco arbitraria, porque hay una concepción de 1
perversión organizada en relación al falo y a la castración, despul
h ay un concepto de perversión que incluye la cuestión del objeto,!
en realidad, el esfuerzo y trabajo que uno tiene que hacer es no m al
tener estas perspectivas deslindadas entre sí. I
Me pareció en ese sentido que el ejemplo princeps de Freud eq
m uy interesante, porque en "El fetichismo" ustedes recordarán q j
hay una referencia a ese particular fetiche que era "un brillo en I
nariz", que a m í siem pre me llamó m ucho la atención porque es |
artículo donde Freud dice de m anera más explícita que el fetiche «
el falo en tanto es el pene que la mujer nunca tuvo, por eso el falí
representa algo que siempre estuvo ausente, es el significante de I
falta. Da un ejemplo raro para ejemplificar esta perspectiva, que es I
del hom bre que se siente atraído sexualm ente hacia una m ujer solo I
esa mujer tiene cierto brillo en la nariz, brillo que solam ente ve él, j
que Freud interpreta en función de la lengua de origen del sujetü
-q u e aunque había nacido en In glaterra- era el alemán, y donde está
ba la hom ofonía entre el glance, que en alemán sería brillo y que el
inglés es m irada. De lo que se trata es de una m irada en la nariz. |
Después de leerlo la cantidad de veces que uno lee estos texto|
m e pareció que verdaderam ente estaba presente el objeto m irada d«
m anera clara, es decir, la segunda frase se puede leer a la letra: de 1<|
que se trata es de una m irada en la nariz. Es decir, el sujeto localiza
el objeto a m irad a en la nariz de la mujer, o de algunas mujeres. Uní
m irada que es un brillo, o en todo caso es lo que él supuestam ente ve
Es el ejemplo que apunta a dar cuenta de la perversión fetichista
y perversidades

del operador que es el falo, y no im pide de ninguna m anera ubica


ahí algo que precisam ente tiene que ver con el objeto. Y concretá
m ente el objeto es m irada, es algo que lo mira, y que lo captura, d<
m anera -p o r su p u esto - velada, com o debe ser en el fetichismo ei
tanto el objeto fetichista se inscribe en un velo. Podríam os interpre
tar entonces el brillo com o un velo en el cual se inscribe el objeto. ;
Bueno, hay otras cosas que no quiero dejar de decir, pero tampo
P erversiones

co quiero ocupar el espacio de nuestro invitado de hoy.


Para dar cuenta de la poblem ática de la perversión en nuesta
época, es im portante saber qué se dice de la sexualidad, cuáles soi
los discursos, cuál prevalece.
36 Tomé dos perspectivas que están en los extrem os de una polari
d S e x u a l i d a d hoy es lo que dice el suplem ento del New York Times

3e t^ e el diario Clarín los sábados.


El título dice: "Deseo, descifran los misterios del sexo en el labo­
r a to r io " , y luego otro artículo: "Los genes dictan la compleja danza
d e la atracción"; esta es la perspectiva con la que se nos bom bardea
c o t i d i a n a m e n t e , concretam ente de lo que se trata es que el deseo
e n tre los sexos -n o s venim os a en terar- no es un asunto de elección,
p o rq u e los hombres heterosexuales tienen circuitos nerviosos que los
im p u ls a n a buscar mujeres, y los circuitos de los varones hom ose­
x u a le s los llevan a buscar a otros hombres.
Esto apunta a que el órgano sexual fundam enta] -e s tá dicho así,
no es un chiste- es el cerebro, y se puede distinguir cerebro de mujer,
ce re b ro de hombre, cerebro de hom osexual. Es m uy serio. Leo: "El
libreto está escrito en los genes". Esto sería un éxito en el plano evo­
lutivo que explica estas cuestiones en función de lo que es beneficio­
so para la evolución y la supervivencia, de lo cual se desprende que
los europeos tienen un problem a genético gravísim o porque quieren
tener un solo hijo, y lo bueno para la evolución es que el deseo sea
entre hombre y m ujer para poder tener m uchos hijos. Debe haber
habido una m utación genética m asiva en los españoles e italianos.
Otra cosa a subrayar es que el hecho de que el cerebro del hom bre
heterosexual esté orientado hacia las mujeres com o objeto de deseo
tiene como prueba concluyente los casos de accidentes de circunci­
sión en que bebés varones perdieron el pene, y que siendo criados
como niñas, de todos m odos, al crecer, siguieron deseando a mujeres.
Como se ve, la ciencia o mejor dicho la seudociencia de hoy, cree
tener resuelta la cuestión de la sexualidad hum ana m ediante hipóte­
sis no probadas que hacen del cerebro el órgano sexual decisivo.
Esto no es en absoluto nuevo, ya figuraba en los "Tres en say o s..."
de Freud com o hipótesis no probadas. Pero se supone que se sabe
algo más al respecto.
P siquiatría

Bien, esta es una perspectiva a la que m e parecía im portante refe­


rirme. La otra que voy a m encionar es probable que nos resulte m ás
interesante, podríam os decir que es antagónica pero al m ism o tiem ­
po su incidencia en el pensam iento com ún es m ucho menor.
La anterior es "la sexualidad oficial", la de los grandes m edios de
y psicoanálisis

difusión, la que de tanto insistir va a lograr convencer a todo el


mundo de que las cosas son así.
Por el contrario la teoría Queer, para m encionarla por su nombre,
tiene un lugar m arginal y la tom é porque m e resultó m uy interesan­
te para pensarla desde el psicoanálisis, en particular con lo que desde
la orientación lacaniana llam am os la época del O tro que no existe.
2

La teoría Queer, que quiere decir raro en inglés, establece una dife- ”37
rencia clara entre lo que es el sexo y el género, y dice que "el género!
—que no se limita a masculino y femenino de ninguna m anera, sinoí
que incluye los otros géneros (gay, lesbiana, transexual, hermafrodi -1
ta, trasvestista, e tc .)- es "una construcción social". N o hay papeles!
sexuales biológicam ente o naturalm ente determ inados. Es im portan-!
te determ inar cóm o se piensa esta cuestión de la construcción sexual!
ya presente en el libro de Simone de Beauvoir, El segundo sexo, una!
referencia de gran im portancia así com o también los estudios cultu-
ralistas de M argaret Mead. §
De todas m aneras rom pen con la idea de una sexualidad natural,?
lo que recuerda al térm ino freudiano de soldadura, lo que no está?
dado, sino que debe advenid tratándose entonces de determinar;
cóm o se produce la sexualidad hum ana. f
Por otra parte, y esto nos interesa en tanto uno de nuestros ejes de!
trabajo es el diagnóstico y la clasificación, vem os que la teoría Queer -
rechaza las clasificaciones en térm inos de utilizar categorías univer-j
sales lim itadas. Ni siquiera acepta una serie, una clasificación de¡
género que tenga un límite, y decir entonces que no existen dos sino
diez. N o se trata de eso. Los géneros no solamente pueden au m en tad
pueden cam biar según la cultura de la que se trate, sino que también
pueden asum irse géneros diferentes a lo largo de la vida de un
m ism o sujeto.
Pero lo interesante es que los teóricos Queer no solo se oponen a l;
establecimiento o aceptación de una norm a que dijera qué es lo ñor- ¡
mal y lo patológico, sino que hacen de la heterosexualidad supuesta- ;
m ente norm al el producto de un discurso hegem ónico que la liga al
ser blanco y protestante. Obviam ente hay una referencia a la socie­
dad estadounidense.
De lo que se trata entonces no es de determ inar qué es lo normal
y lo que no lo es, sino de partir del principio de que toda identidad
sexual es anóm ala.
perversidades

Voy a decir dos cosas más, para dar cuenta de porqué pensar la
teoría Queer desde la perspectiva del tiempo del Otro que no existe:
lo que se denom ina la auto-designación del género y un uso del len­
guaje determ inado que rechaza su uso tal com o está establecido.
¿Q ué quiere decir auto-designación? Doy un ejemplo. En un tras­
torno de la identidad sexual con disforia, es decir, tener un cuerpo
y

m asculino y concebirse a sí m ism o com o mujer, el deseo de cam biar


P erversiones

de estado civil y de nombre implica la obligatoriedad de transform ar


el cuerpo quirúrgicam ente. Esto puede no coincidir con el deseo del
sujeto, quien no siempre quiere hacerlo.
Esto es considerado desde la teoría Queer com o disciplinamiento,
38 tom ando el térm ino de Foucault. Es una de las m anifestaciones más
[aras de com o h ay un Otro que existe y se impone, y ese Otro "dis-
C toador" es el que es rechazado.
Existen dos países donde no se exige que se transform e el cuerpo,
^aSta con que el sujeto asum a por sí mismo una determ inada identi­
dad sexua^' y entonces esa identidad es aceptada legalm ente. Pero
hacer entrevistas con profesionales que determ inen la legitim i­
dad de ese Pedido. La perspectiva Queer es que "el género se auto-
¿esigna"/ y va m ás allá de la autorización o legalización que puede
jiaCer un otro, es el sujeto m ism o el que tiene que poder designar su
0pjo género e inclusive m odificarlo si así desea hacerlo.
Para concluir diré que el uso del lenguaje ya es criticado desde el
jgjjynismo cuand o se utiliza un único término, "to d o s", el universal
para referirse al conjunto de los hum anos que estam os divididos en
hom bres y m ujeres. Entonces la perspectiva feminista im plica que
haya "todos" y "tod as".
Para la teoría Queer se trata de una dualidad no aceptable, porque
reduce el n úm ero de géneros a dos: hombre y m ujer; aunque a partir
de ahí, el discurso hegem ónico y bipolar hom bre-m ujer perm ita un
uso no sexista del lenguaje -s o n térm inos fem inistas- utilizando el
todos y todas. C om o decía, la reducción a dos géneros es algo a lo
que se opone la perspectiva Queer. Porque en el lenguaje escrito
podría sustituirse por una @, y de hecho así se hace en tanto hay una
"a" que está incluida en una "o " y estarían las dos vocales.
Estamos en la m ism a problem ática. La forma de escribir "tod o s"
en Queer, es "to d (x )s". En el lugar de la vocal una x, y en el lugar de
la x puede ir un núm ero indeterm inado de géneros aunque no infi­
nito. Esa es otra de las m anifestaciones actuales de la teoría del géne­
ro en los tiem pos del Otro que no existe.
Espero que esta breve introducción perm ita d ar cuenta del porqué
déla desaparición del térm ino "perversión".
En un caso se trata del cerebro, sus estructuras y alteraciones, en
P siquiatría

el otro, la perversión no existe, se trata de construcción e identidad.


Para el psicoanálisis la perversión existe y no hay posibilidad de
una teoría de la sexualidad que excluya al goce, no hay localización
de este en ninguna estructura neuronal.
Por otra parte si una teoría de la identificación es necesaria para
y psicoanálisis

lar cuenta de la identidad sexual, la últim a enseñanza de L acan v a


■nás allá de esta para introducir com o propio de la sexualidad húm a­
la la sexuación.
2
DSM IV. M anual D iagnostico y Estadístico de Trastornos M entales.
B u t l e r , Judith, Deshacer el género, Paidós, B a r c e lo n a , 2 0 0 6 .
FREUD, S. "Tres ensayos sobre una teoría sexual", en: Obras Completas,
A m orrortu, Bs. As., 1978.
F r e u d , S. "L a organización genital infantil", op. cit.
F r e u d , S. "El fetichism o", op. cit.
L a c a n , J. El Seminario, Libro 5, Las formaciones del inconsciente, Paidós, Bs. As.(
1999.
L a c a n , J. El Seminario, Libro 16 , De un Otro al otro, Paidós, Bs. As., 2008.
y perversidades
P erversiones
Conversación

G l o r i a A k s m a n : U n com entario sobre "Tres e n sa y o s...". Com -


rto el tema de la soldadura desde la posición de Freud, porque es
aleo que él repite en fantasías histéricas y su relación con la bisexua-
lidad desplegando de qué se trata la soldadura desde la pulsión y la
fantasía, es allí donde la ubica. Pero recordaba que es en "Tres ensa­
yos " donde él dice que esta llam ada norm alidad hay que interro­
garla en el punto que tam poco se sabe -salv o lo que acabás de leer
del New York Times- por qué un hombre se vería atraído por una
mujer o una m ujer por un hombre. La llam ada norm alidad no tiene
ninguna suposición de que eso sea así, no reciba o m erezca una inte­
rrogación . Se puede explicar m ás lo patológico por el rasgo de per­
versión que lo llam ado norm al.

A d r i a n a L u k a : E s u n m u y b re v e c o m e n ta rio r e s p e c to d e e s to q u e
traías de la c a n tid a d d e g é n e r o s q u e e s tá n in c lu id o s p o r la te o ría
Queer, lo qu e e m p ie z a a in q u ie ta r a lo s n iñ o s, p o r q u e c o m o la te le v i­
sión no tien e n in g ú n v e lo y a p a re c e to d o , lo s n iñ o s p r e g u n ta n
m ucho. P a s a n d e la c u rio s id a d d e m ir a r a la a m ig u ita a m ir a r al tra -
vesti, y creo q u e e ste es to d o u n te m a .

N. Y e l l a t i : Entiendo que es tal cual com o lo decís. Porque cuan­


do uno lee los diarios y ve com entarios de personas que se llaman a
sí mismos psicoanalistas y plantean esta problem ática que m encio-
nás, lo hacen desde la perspectiva del respeto a los derechos. Es una
cuestión de derechos hum anos, y de que hay que respetar al otro en
su manifestación, que no hay que ser segregativo; pero esto soslaya
la problemática, porque la cuestión es que cuando el niño pregunta
por el travestí, la respuesta lo lleva a concluir que la sexualidad no es
P siquiatría

para procrear, que no se trata solo de papá y m am á, hom bre y mujer


y procreación. La naturalidad queda rota por el solo hecho de que
haya manifestaciones públicas de que hay otros, que no se llam an a
sí mismos hom bre o mujer, y que m anifiestan un goce evidente que
no encuadra con la m oral convencional.
y psicoanálisis

Respecto de las fantasías sexuales y que Freud habla tam bién allí
de una soldadura, entiendo que lo hace para plantear que hay un
autoerotismo que luego se liga, se suelda a una fantasía, pero que en
el origen no está ligado. Entonces plantea la perspectiva que retom a
claramente Lacan, donde dice que la pregunta que hay que hacerse
2

es ¿por qué un Otro?, cuando lo que originariam ente hay es autoero­


tismo, la pura satisfacción de la pulsión. H ay que partir de allí para
5
p reguntarse cóm o se establece el lazo al O tro, y es d e s d e esa pregun­
ta que aparecen todas las cuestiones que actualm ente se enuncian.

A d r iá n S c h e in k e s t e l : Com o ven estam os en un v erd ad ero Babel


de lenguas y de térm inos. Yellati arrancó con K rafft-Ebing, la lista de
perversiones, Freud, Lacan, finalmente p ara hablar de lo Queer, los
raros, esta sexualidad que se nom bra a sí m ism a y sugiere u n a espe­
cie de com unidad donde todos som os excepcionales, p o r así decirlo,
todos som os únicos y excepcionales. En ese sentido, y tratán d ose de
la cuestión de las perversiones, esto m e parece que pone m ás en
carne viva la cuestión de esta Babel que m enciono y p o r lo cual, lo
que va a continuar ahora com o trabajo propuesto en el dep artam en ­
to no va a ser una excepción, porque va a haber que h acer un cierto
esfuerzo en relación a esto que estam os tratan d o de ubicar com o el
hábitat contem poráneo y actual de lo que sería el diagnóstico de la
perversión y esto que hoy nos trae O svaldo D elgado. Es u n gusto
tenerlo aquí en el departam ento y que haya acep tad o la invitación a
trabajar con nosotros un caso clínico de u n sujeto en análisis.
O svaldo Delgado es analista m iem bro de la EO L y es profesor
titular de la C áted ra de Psicoanálisis I en la Facu ltad de Psicología de
la U BA . El traerá el caso de un perverso, o u n su p u esto perverso, lo
vam os a discutir, y bajo determ inadas co ord en ad as. P o r eso habrá
que hacer un cierto esfuerzo en pasar de estas clasificaciones que
estam os haciendo y cóm o ubicar la p erversión hoy, y esto que v a a
ser un fragm ento clínico.
y perversidades
P erversiones
Un homosexual en análisis
O s v a l d o L. D e l g a d o

M uchas gracias por la invitación. A los am igos y com pañeros del


departam ento, es un gusto poder com partir esta reunión de trabajo.
Voy a suprim ir toda la prim er parte para que haya tiempo para el
debate y tam bién A drián pueda hacer las puntuaciones pertinentes
respecto al m aterial. Toda esa prim era parte tiene que ver con una
articulación lógica-m atem ática, el acto analítico, la gram ática estruc­
tural y la cuestión del tiempo en H eidegger articulado al valor del
corte de la sesión. Simplemente un pequeño párrafo, porque las
intervenciones que voy realizando en el m aterial clínico están soste­
nidas desde esta elaboración.
El corte de la sesión desarticula tiem po y duración, se desanuda
el inconsciente com o defensa sostenida en la repetición y se estructu­
ra la sesión com o unidad asem ántica.
El m aterial clínico da cuenta de cuatro recortes de un período de
análisis de dos años.
Roberto, 40 años, hom osexual, eterno estudiante, vive en pareja
P siquiatría

con Juan desde hace 20 años. Juan es un destacado analista 25 años


m ayor que él. Siempre lo m antuvo económ icam ente. Roberto simul­
táneam ente a su relación m atrim onial con Juan tiene lo que él llama
su "actu ar sexu al", y que consiste en frecuentes encuentros m astu r­
batorios en baños públicos en form a com pulsiva.
y psicoanálisis

Su inhibición laboral profesional siempre fue significada en análi­


sis anteriores -v ie n e con una trayectoria de m uchos años de análisis-
com o una cuestión de no poder superar al padre, jugado especial­
m ente en la figura de Juan desde hace tantos años.
Roberto se ocu pa de cuidar la im agen pública de señor m ayor de
Juan, que no trascienda su hom osexualidad, ya que Juan es un p er­
2

sonaje público m u y im portante intem acionalm ente.


El trabajo de reducción analítica, o sea la o p eració n an alítica que
voy realizando, va a producir com o efecto la d esap arició n de los
encuentros clandestinos y la creación de un ju eg o por in tern et que es
el guión básico de su "actu ar sexual". Se v an ubican d o cu áles son los
significantes que insisten en cada una de estas m últiples escenas, se
encuentra cuál es el elem ento repetitivo y efectivam en te esto p ro d u ­
ce una operación de reducción, o sea, el conjunto de to d as las escenas
tenían un guión básico.
En la m edida en que se ubicó este guión básico, h ay u n a caíd a de
este "actu ar sexu al", una ganancia m uy im p o rtan te tanto terap éu ti­
cam ente com o en los peligros que en la actu alid ad hay en los en cu en ­
tros en los baños públicos, porque no es lo m ism o que quince años
atrás. Es decir que los riesgos de toda índole son m u y im p ortan tes.
Al reducir todo esto se despeja entonces, un guión b ásico m ed ian ­
te un juego por internet. Él lo crea. Le hace creer al partenaire virtual
-siem p re un señor m a y o r- que él es una niña que goza siendo viola­
da. Esta es la constante del conjunto de las actuaciones. En to d as las
escenas en los baños públicos estaba en juego esto m ism o. C u an d o él
logra decir esto, por efecto de la reducción en tanto op eración analí­
tica, dice: "esta es mi perversión, decirlo m e p rod u ce un g ran v acío ".
A llí se produce el corte de sesión.
Retom o u na p róxim a sesión en relación a ese corte. Él llega triste
y angustiado y nuevam ente el relato del juego p o r internet. Insiste en
estos relatos. A h í localizo una segunda intervención donde le h ago
una doble pregunta: "¿C óm o sabe que el otro es un señor m a y o r?" y
"¿C óm o sabe cóm o goza una niña siendo v io lad a?". E stas dos pre­
guntas no están ordenadas desde una cuestión del orden de la reali­
dad sino que apuntan a conm over su certidum bre de goce ¿C óm o
sabe él eso? A hí produzco un corte de sesión, en relación a ese punto,
la reducción de lo que insistía com o evitación, porque él lo presen ta­
ba com o del orden de lo que sabía.
En la p róxim a sesión dice: "M e doy cuenta de que no puedo av an ­
zar profesionalm ente porque Juan es el límite, mi lím ite". Yo tenía la
referencia de las intervenciones significadas com o límite p o r no
p od er su perar al padre. En los análisis anteriores, y la intervención
que realizo cu an d o él dice que Juan es su límite es otra pregunta:
"¿Sin él serías ilim itad o ?". Ahí, el corte de sesión. Se retira m areado,
con sensación de vértigo, olvidándose el abrigo, con sólo una cam isa
en pleno invierno, se va cam inando h asta la casa y solam ente cuan­
do liega a la casa se encuentra con que se había olvidado el abrigo,
no había sentido el frío.
P ró xim a sesión. La puesta en correlación del llam ado "actu ar
sexual" -c o m o él lo llam ab a- con la inhibición laboral hace em erger
un recuerdo infantil. Un recuerdo que jamás había aparecido en los
análisis anteriores y tam poco en el curso del análisis que él estaba
realizando conm igo. Dice: "M i m adre me dio la teta hasta los cuatro
años, me agarraba y no me dejaba mover, no podía hacer yo otra
co sa , igual que con el "actu ar sexual"; yo estaba parado entre sus
piernas, todo el tiem po parado ahí entre sus piernas. U na vez se me
paró el p ito ". C orte de sesión.
Son cuatro cortes. El prim ero: "Esta es mi perversión, decirlo m e
produce un gran vacío ", opera respecto al vacío de ser dicha la sig­
nificación de goce y es una operación convergencia de la reducción.
El punto insistente a nivel significante es la localización del S 2 que
com andaba la posición de goce.
El segundo corte: "¿C óm o sabés que es un señor m ayor y cóm o
sabes cóm o goza una niña siendo violada?". Conm ueve la certeza de
goce, de saber sobre el goce, y la condición de goce de su elección
amorosa. El señor m ayor de la im agen hetera.
El tercer corte: el de "¿ Serías ilimitado ...?", hace caer la significa­
ción de referencia paterna, entre comillas, que había adquirido preg-
náñcí^jusfám erité a partir de intervenciones desde el N om bre del
Padre, y opera sobre la consistencia im aginaria del cuerpo. Este corte,
por la conm oción de la consistencia im aginaria del cuerpo, es el
em brague de la em ergencia del recuerdo infantil de la próxim a
sesión donde se revela la significación del "actuar sexual". Los am a­
m antam ientos m ediante interminables estudios, análisis, m anuten­
ción económ ica, etc. La em ergencia del recuerdo infantil con la
m adre revela, com o todo recuerdo encubridor freudiano, su estatuto
de construcción de la escena de fijación de goce y el tiem po de su
identificación com o "soy eso", en la doble intersección de sujeto y
Otro, y de código y mensaje. Es, entonces, elj-ecuerdo-constm cción
de la escena de fijación de goce y_su identificación com o "soy eso".
É l s ie m p re h a b ía re la ta d o e n to d o s lo s a n á lis is y e n el a c tu a l q u e
P siquiatría

su h o m o s e x u a lid a d se p ro d u c e a p a rtir d e u n a e s c e n a d e lo s o c h o
a ñ o s d o n d e fu e v io la d o p o r u n v e c in o q u e e r a u n s e ñ o r m a y o r, u n a
im a g e n h e te ro . É l s ie m p re h a b ía s ig n ifica d o q u e el c o m ie n z o d e su
h o m o s e x u a lid a d te n ía q u e v e r co n e sa e s c e n a d e lo s o c h o a ñ o s .
y y psicoanálisis

S ie m p re h a b ía te n id o e sa e s c e n a el v a lo r d e " c a u s a l " d e su o rie n ta -


•.ció n s e x u a l, e n su h is te riz a c ió n . R e v e la el d e ta lle d e s u c a p a c id a d fija­
d o r a e n u n p u n to . L a p re g u n ta q u e su rg ió a h í fu e q u e si él s ie m p re
h is to riz ó su h o m o s e x u a lid a d p a rtie n d o d e la e s c e n a d e los o c h o
a ñ o s, ¿ c u á l e r a la re la c ió n d e e sta e s c e n a c o n la e s c e n a q u e se p r o d u ­
ce a p a r t ir d e o p e r a c io n e s a n te rio re s, la e s c e n a d e lo s c u a tr o a ñ o s ? Se
2

r e v e la la re la c ió n e n tr e u n a e s c e n a y o tr a e n el d e ta lle d e la c a p a c id a d
fija d o ra e n el n o m b r e d e p ila d el se ñ o r m a y o r q u e e s u n a n a g r a m a 45
del nom bre de la m adre. La revelación de ese detalle hace caer la
serie e introduce el agujero de la lógica secuencial.
Esta reconstrucción anagram ática escupe todo su sentido sexual
restando com o m aterialidad de letra. Se revela su posición de falo
m aterno, "soy eso, lo que está parado entre sus piernas". Condición
de goce y dificultad con el tener, la actuación sexual y lo que él lla­
m aba su inhibición respecto al tener: ganar dinero, cuestión laboral,
etc.
Por lo tanto es la identificación al falo, com o objeto im aginario, a
lo m aterno, y ser el objeto a nivel del goce. M odalidad de h acer exis­
tir al Otro, O tro am am antador.
Yellati en su intervención planteaba la cuestión de ser un cru za­
do de estos pacientes, a estos sujetos religiosos, al servicio de soste­
ner un Otro com pleto a partir de su propia posición.
El últim o corte es cuando él relata la escena de los cuatro años.
Dice: "U n a vez se me paró el pito". Este corte sanciona el clivaje del
ser y el tener, en el "u n a vez se m e p aró ". El acto analítico tiene su
chance en lo posible que hace caer lo necesario inscripto en una con­
tingencia de goce. La apertura del tener haría m entir lo real de otra
m anera, la producción de ese recuerdo de los cuatro años, m arca una
división que conm ueve su identificación al falo im aginario y a su
posición de objeto a nivel del goce. División que resuena en el aguje­
ro secuencial de la revelación del detalle anagram ático.
A ctualm ente, Roberto acaba de alcanzar un título universitario, y
según sus palabras está feliz pero a la vez triste y extrañado. La som ­
bra del aspecto m ortífero de su goce cedido cae sobre sí, siguiendo
las coordenadas del duelo. Q uizás esté en el horizonte del análisis de
Roberto hacerse de su actividad actual profesional, que es la investi­
gación social de la m arginalidad. Q uizás se trata en su actividad
actual, profesional, en su investigación, hacerse un nom bre desde el
cual pueda exhibir su erudición en el tem a.
perversidades
y
| P erversiones
Comentario
A d r iá n S c h e in k e s t e l : Yo basé mi com entario en algunas de las
partes que quedaron excluidas en tu trabajo, pero voy a hacer refe­
rencia a una de ellas para que se entienda, y me parece que no va a
complicar dem asiado las cosas, que es la referencia que hacés, en el
escrito que no leiste, al tiempo futuro anterior. Al "habrá sido", este
tiempo verbal al que L acan acudió bastante en todo un período de su
enseñanza en el sentido de un tiempo verbal que es anticipatorio o
previo a otro. Y este m om ento previo al que le sucede luego otro
puede ocurrir tanto en tiempo futuro, com o en tiempo presente,
como en tiem po pasado. Ese es uno de los intereses decisivos de tra­
bajar sobre este tiem po verbal, que es el tiempo del su je to d e l in co n s­
ciente, que tiene q u e v e r con este efecto retroactivo, este efecto aprps
’cóup que O svaldo nos ha señalado respecto a ciertos tiem pos dialéc­
ticos que se producen a partir de los cortes de sesión.
Entonces, este futuro anterior -m e parece que está descrito en el
caso- com o un tiem po en el que la contingencia tiene su chance en la
experiencia analítica, es lo que habré sido para lo que estoy llegando a ser,
esta acción venidera que anticipa otra acción venidera, es la tem po­
ralidad que corresponde al sujeto psicoanalitico.
La presentación de este caso, con su secuencia de cortes, ubica que
a este futuro anterior hay que ponerlo en forma. H ay que producir­
lo. Esta producción - a mi m odo de v e r - m arca el clivaje entre el "yo
soy eso" de la identificación en la que la significación fálica se anuda
a una fijación de goce. El clivaje entre el "y o soy eso" y el "tu eres
eso" com o resto de la operación analítica en el final de análisis.
Hacem os esta diferencia entre esta auto-identificación "y o soy esto"
y este "tu eres eso" que, m ás bien, resta de un análisis hacia el final
del análisis de todo lo que fueron la serie de las identificaciones falli­
das o identificaciones que fueron cayendo en la experiencia analítica.
P siquiatría

Voy a tratar de decirlo de la form a m ás simple posible. El "tu eres


eso", esto que intento diferenciar del "y o soy esto", en el final del
análisis com o un efecto de advenim iento, de atravesam iento.
Otro sesgo en el que este trabajo de Osvaldo aborda la tem porali­
y

dad de la identificación es esta cuestión que trataré de resum ir com o


la diferencia que hay entre serie y secuencia. Distinción esencial para
psicoanálisis

la práctica analítica.
Tenemos la serie, por un lado, esa sucesión contable que es el esta-
tuto m ism o del significante. Su aparición y desaparición, su presen­
cia representable y el poder de su ausencia en la eficacia simbólica,
que da estatu to a j a falta. __
2

Esta es la eficacia de la m etáfora paterna y su significación fálica. 47


Esta es la sucesión de significantes Sp S2, y así sucesivam ente. Esto
por el lado de la serie.
P or el lado de la secuencia podem os ubicar 0, 1, 0, 1. . . , una
secuencia de este orden, que da su o portunidad a la topología y la
ubicación del agujero. Se trata del objeto a en su presencia, sin ley, no
arbitraria. Lo arbitrario nos reconduciría n u evam en te a la cuestión
de la ley del padre y a una posición de rebeldía. Efectivam ente, el
analista, a partir de su acto, se hace p roducir com o objeto a, ya que la
operación que lo perm ite es la separación. Separación del d eterm i­
nism o de lo necesario que rechaza la secuencia, la consecuencia del
acto, reprim e el consentim iento -e s to es una cita, en realid ad del tra­
bajo de O svaldo-.El caso construido en este trabajo resulta m u y alec­
cionador porque perm ite diferenciar dos p sicoanálisis.
U no el reaccionario, aqueí que intenta restituir los prestigios del
padre, su consistencia. Es el que trad u ce las inhibiciones in telectu a­
les y profesionales com o u n no poder su p erar al padre, que es lo que
pasa en los análisis anteriores. Toma la inhibición co m o im potencia,
en relación a la potencia del padre. Esta orientación deja de lado el
plus de goce que queda deslocalizado, pagando, p ara sostener la j
im agen paterna, el prestigio del padre. I
O tro psicoanálisis, p o r el otro lado y que h ay que rein v en tar •
cad a vez, que em puja, pulsa en la dirección de la co n stru cció n de la ¡
segu n d a escena, aquella que surge con la confesión del a m a m a n ta ­
m iento p ro lo n gad o de la falicización del cu erp o to d o escenificado
p or la inm ovilidad de este hijo entre las p iern as de su m ad re. El
vacío que aco m p añ a al ser dicha la significación del g o ce -c u a n d o
él habla sobre esa escena de g o c e - m u estra de m an era ejem p lar que
el goce es inconfesable. H ay una confesión y resta lo inconfesable.
E sto es, a mi m o d o de ver, lo que tiene que v e r co n la p ro d u cció n
de este sentim iento de v acío y tristeza. O sea, que no es la d escarg a
de la confesión, él no q u ed a aliviad o o d escarg ad o de eso que lo
y perversidades

tenía tan m ortificado. A l m ism o tiem p o se reco rta el v a lo r hetero,


extrañ o de la erección del pene, su au to n o m ía: se le p aró el pito. Y
a p a rtir de ahí quedó el to d o del sujeto d esm in tien d o su d im en sión
hetero. Se p o d ría p en sar que son los d o s p rim ero s co rte s los que
p ropician - l o que llam aríam os con L a c a n - u n a rectificació n subjeti­
va, p a ra m ás bien con el tercer corte, q u ed ar p osib ilitad o el análisis
con la co n stru cción del recu erd o encubridor, m o m en to ev id en te­
P erversiones

m ente freudiano. Finalm ente, la revelación del detalle a n a g ra m á ti­


co y el bord eam ien to del agujero sitú a las co o rd en ad as p rin cip ales
de la estru ctu ra en juego. M od alid ad de h a ce r existir al O tro, co m o
otro am am an tad or, y p o r otro lado fetiche co m o objeto del fantas-
48 m a p atern o.
Vamos a abrir el espaci 0 p a r a p re g u n ta s o com entarios. Ya sea del
caso clínico com o de lo que propUSo al com ienzo N éstor Yellati.

Conversación
A d r ia n a L u k a : M uchas gracias Osvaldo. Estaba tratando de v er
si podía articularlo con 10 que trajo Néstor en la prim era parte y
pensé que podríam os dividirlo así: por un lado está lo que es la
hom osexualidad de este paciente donde no hay ninguna pregunta,
más bien es cierta preocupación por la im agen del Otro, quizás res­
tos de ese análisis anterior con la figura del padre y el resguardo,
como decía A drián. Y después está este juego que él inventa, donde
a partir de la pregunta tuya algo se le desarm a y esa certeza cae, él
pone en Internet la pantalla y un goce allí. Estoy tratando de situar
qué estatuto darle a esto y qué estatuto darle a esos encuentros en los
baños. Si esos encuentros en los baños podríam os pensarlo com o un
rasgo de perversión, es decir, la hom osexualidad de un neurótico por
un lado, y por otro lado este rasgo de perversión; y luego estaba tra­
tando de ver cóm o podem os situar todo este arm ado que hace del
juego por Internet.

E rn esto P é r e z : El caso en m uy interesante. Lo que m e interesaría


preguntarte es lo que justam ente Adriana recién insinuó y es acerca de
ubicar cóm o lo podem os tratar en el diagnóstico diferencial. Es decir,
si se trata de un rasgo de perversión dentro de una neurosis, en ese
caso el diagnóstico diferencial giraría en torno a la histeria m asculina,
o si el m uchacho presenta lo que se llama una perversión. En el tra­
bajo planteaste una ubicación en relación al objeto y arrojar del lado P siquiatría

del Otro la consistencia de otro gozador completo. De todas m aneras,


mi opinión es que yo ubicaría, com o lo plantea Lacan en "K ant con
Sade", el arrojar la división subjetiva en el cam po del Otro, es decir
que el sujeto perverso se identifica a una ley obscena, feroz, dividien­
do al otro y colocándolo siempre en un punto de goce con angustia.
y psicoanálisis

Cosa que en este caso no veo, es decir, yo restringiría ahí el lado de


perversión en este sentido. A veces las fantasías pueden ser de lo m ás
perversas y el sujeto ser neurótico, y a veces un sujeto que no tiene
fantasías está im plicado desde el punto de vista de la perversión;
puede ser un golpeador que angustia al otro y es un perverso.
2

N éstor Y el l a t i : Una m anera de abordar esta cuestión es desde e l ___


diagnóstico: perverso, no perverso, rasgo de perversión, etc. Pero acá 49
tenemos que pensar en el diagnóstico y en el análisis. Porque hay un
diagnóstico sin psicoanálisis y otro con psicoanálisis. Es evidente que
en el sujeto se ha producido una transform ación m uy im portante. Si
tom am os lo que dijo Adriana: "el tem a de los baños ubica u n rasgo cla­
ram ente perverso", vem os que se transform a, se m odifica ese rasgo. Y
hay un pasaje de lo que podem os llamar el acto perverso, ese que p er­
mite definirlo, a la fantasía, porque lo que hace en Internet es eliminar
el cuerpo, siendo su actividad puram ente fantasm ática. Es decir, no
aparece en juego el goce del cuerpo como en los baños. Porque él dice
que tiene la fantasía de ser una niña violada y pasa a otro plano. Es lo
mismo que hablábamos antes. N o es lo m ismo el autoerotism o puro,
por llamarlo de alguna manera, que el autoerotism o soldado, ligado a
la fantasía. Cuando aparece algo del orden de la fantasía se trata de
otro orden de cosas y nos quedamos sin aquello que nos perm ite el
diagnóstico de perversión. Sabemos que las fantasías neuróticas son
fantasías perversas. Esto es efecto del análisis que entiendo referís
com o algo del orden de la pérdida de goce en este sujeto. La frase final
en ese sentido es magistral, es extraordinaria, porque parece contra­
dictoria pero no lo es, él dice: "Feliz, pero triste y extrañado". El suje­
to es siempre feliz, dice Lacan, la pulsión de alguna m anera se va a
satisfacer, y en ese nivel siempre será feliz, pero al m ism o tiempo está
triste y extrañado porque ha habido una pérdida de goce. Él gozaba en
los baños de una m anera que ha sido perdida. Por eso entiendo que
vos estés haciendo una referencia al duelo. Él tiene que hacer el duelo
por el goce perdido. Por otro lado, el recuerdo infantil -e s Freud p u ro -
es la constitución misma del sujeto. Cuando vos decías falo de la
m adre, es com o si al m ismo tiempo se hubiera constituido él mismo
com o fetiche. Él es un fetiche, y es el fetiche del señor grande.

M ig u e l F u r m a n : M e llam ó la atención cuando leim os el m aterial


tu planteo acerca de si él se considera ilim itado, y tiene una respues­
perversidades

ta que m e parece que es una suerte de despersonalización, cuando se


v a del consultorio y se olvida el abrigo en pleno invierno. Cóm o
entender esa respuesta del sujeto a la intervención. Eso nos hizo
d u d ar un poco del diagnóstico también. Pero bueno, es para discutir.

O sv a ld o D e l g a d o : Les contesto. Ernesto Pérez trata de situar bien


y

la cuestión del diagnóstico, porque él tiene un caso de perversión


P erversiones

m uy intéresante que sería m uy bueno que lo presente aquí. Es m uy


interesante y está m uy bien trabajado.
H ay una identificación a la posición de objeto de goce, una identi­
ficación a la posición del falo m aterno y una identificación fallida.
50 H ay un punto cuando él dice en un m om ento "se m e paró el pito".
Este en un clivaje fundam ental; en las coordenadas de la identifica­
ción, la posición absoluta de falo materno, es un fetiche fallido. Esta
cuestión es fundam ental, adem ás, este recuerdo -c o n el estatuto que
el recuerdo tiene de construcción- se produce posteriorm ente a la
operación del "sin él sería ilim itado". Efectivamente, cuando él tiene
- a partir de esa intervención m ía - esta conm oción de la consistencia
im aginaria porque cam ina veinte y pico de cuadras sin sentir frío, está
afectada la consistencia im aginaria del cuerpo. Ahí podría haber dife­
rentes tipos de respuesta. La respuesta de este sujeto a esa conm oción
del m odo en que el im aginario anuda simbólico-real es la producción
de un recuerdo. Es un recuerdo que va a situar la relación con la esce­
na de los ocho años en su dimensión anagramática: del m ism o nom ­
bre del señor m ayor al de la madre. Efectivamente, lo que se produce
en él, el "se m e paró el pito", esto que yo digo que es el punto de falla
en su identificación absoluta con el falo m aterno, es cóm o pudo el
sujeto responder a ese "se me paró el pito" en ese m om ento, a esto
hétero com o bien decía Adrián. ¿De qué m anera? Com o una inhibi­
ción, com o un m odo de respuesta donde tenía que quedar inhibido
todo el tiem po el cam po del tener, permanentemente, porque efecti­
vam ente el cam po del tener entraba directamente en conexión con el
"u na vez se m e p aró". ¿Se entiende? El modo de tram itación del suje­
to del "un a vez se m e paró", fue a través de esa inhibición en el cam po
del tener. Por eso, lo que ocurre es que primero hay pérdida del goce
m ortífero que estaba articulado al compulsar, el riesgo de Sida, de que
lo maten. Es decir, hay una pérdida de ese goce oscuro, y la produc­
ción de la operación analítica va a hacer que él pueda haber alcanza­
do el título, o sea el tener -e sta cuestión que N éstor situaba m uy b ien -
que por un lado está feliz pero al mismo tiempo triste y extrañado, la
conjunción absoluta de la posición del sujeto. Y el horizonte del suje­
to no es una cuestión respecto a la elección de objeto hom osexual, sino
que la pulsión adquiera otro destino, que en vez de estar por los baños
P siquiatría

en esa práctica exhibicionista con el riesgo coordinado por ese goce


oscuro mortífero, que el sujeto ponga en juego la cuestión de la exhi­
bición, pero haciéndolo en los lugares profesionales com o un erudito
sobre las cuestiones de la m arginalidad social. Esta es la operación
sintom ática a producir como horizonte en el análisis.
y psicoanális is

G l o r ia A k s m a n : Una cuestión sobre esto. ¿ A qué llam am os rasgo


de perversión?, porque dicho así es la construcción del fantasm a neu­
rótico. Eso es rasgo, no es estructura.
Segunda cuestión. N o escucho en el m aterial que él esté ofrecido
com o sabiendo, en las escenas que monta, con qué goza el Otro, m ás
2

bien hay algo del orden del límite, el saber con qué goza el Otro
s
resulta que qued a del lado de la fantasía, no en la escena. C on lo cual
tam bién está ahí la cuestión de tener que distinguir si se trata de un
rasgo de perversión en el punto donde no se v a a diferenciar de otro
neurótico. Pero ahí hay algo que m e hace problem a.

O s v a ld o D e l g a d o : Ernesto Pérez citó u n a cuestión que es funda­


m ental, que es la posición de goce del sujeto, no es u n a posición de
goce que apunte a la división en la angustia del O tro. Este es u n dato
crucial.

I n t e r v e n c ió n : Entonces estam os en la m ism a línea. N o p u ed o


pensarlo sino com o un rasgo de perversión, porque u n a cosa es la
escena y otra cosa es que no la haya.

O sv a ld o D e l g a d o : Efectivam ente. N o es lo m ism o que el sujeto


solo fantasee con esto, a cuando él llegó al análisis con esta m ultipli­
cación de las escenas, que incluso habría que p reg u n tarse -e s tá en el
horizonte de m i interrogación—, si las escenas no fueron efecto de la
operación de alguno de los análisis al co n m o ver la posición de inhi­
bición en la cual el sujeto estaba, y si una op eración analítica fallida
no estaría en el origen del lanzam iento del sujeto a la m ultiplicidad
de estas escenas. Esto no puedo decirlo por ahora.

B ea t r iz S c h l ie p e r : M e había parecido esto últim o que v o s plan ­


teabas co m o algo del orden de la sublim ación. E sta tran sform ación
donde él se convierte en u n erudito.

O sv a ld o D e l g a d o : S í, sí. Es una afectación del destino pulsional.

A d r iá n S c h e in k e s t e l : Q uería agrad ecerles la presencia a tod os


u sted es e invitarlos para el 14 de m ay o; el título de la presentación v a
a ser "L a p erversión en la interfase p siquiatría-psicoan álisis".
G racias

A continuación se encuentra la primera parte del trabajo de Osvaldo


Delgado que este cita, y que es comentada por Adrián Scheinkestel. Se exclu­
ye el caso clínico dado que formó parte de la presentación.
El futuro anterior y la identificación*

- 1-

Eric Lauren t en el Capítulo IX de su texto Posiciones femeninas del


ser, aborda la cuestión de la lógica del tiempo en psicoanálisis.
Introduce prim eram ente una referencia de Miller respecto a la
oposición entre la serie (0 , 1 , 2 ) que aspira al todo; y la secuencia (0 ,
1 , 0 1 ) que introduce un agujero.
L a teoría de la secuencia la va a articular a la lógica del tiem po
tom ando el texto hom ónim o de Jean Louis Gardies.
Si el pasado es lineal, la suposición del sujeto, im plicará "en carar
el futuro sobre el m odelo de la linealidad del pasado", "es una supo­
sición lógica que adm ite que el eje del pasado y del futuro son hom ó­
logos, en espejo, com o dicen los mismos lógicos" (Laurent).
Es una suposición que no admite que una contingencia haga posi­
ble algo distinto a lo que se im pone com o necesario.
Es desde aquí que se desprende la fórmula de que todo análisis
debe hacerse en futuro anterior, en cuanto la m odalización que éste
implica perm ite que la clínica psicoanalítica se despliegue secuen-
cialmente. Cuestión que pone en tensión el curso del tiem po y la
dim ensión del instante, tensión que introduciendo la continencia
futura hace caer la hom ologación pretendida.

-II-

E1 futuro anterior es en castellano el futuro perfecto, tiem po v er­


bal que enuncia una acción venidera anterior a otra que tam bién se
cum plirá en el futuro. Su rasgo fundam ental es que incluye el valor
m odal de probabilidad, y su peculiaridad es que puede funcionar
P siquiatría

con el valor tem poral del pretérito perfecto com puesto, ya que el
acontecim iento, anterior al otro acontecim iento futuro, puede ocurrir
en el futuro, estar ocurriendo en el presente o haber ocurrido ya.
Aristóteles ya estaba concernido por este problem a bajo el princi­
.. y p s i c o a n á l i s i s

pio del tercero excluido, tal com o es form ulado en el capítulo nueve
de "Sobre la interpretación" en su Organon. Este principio dice que
dada una proposición y su negación, una al m enos es necesariam en­
te verdadera; y esto vale para todos los acontecim ientos futuros
com o un determ inism o absoluto.
2

* Trabajo realizado como efecto del Cartel que integró junto a Susana Amado,
Lucía Blanco, Oscar Sawicke y cuyo más Uno es Vera Gorali. 53
Si esto fuera así, dice Aristóteles, ya no habría nada que deliberar
ni de qué inquietarse.
"L a preocupación por conservar en su lu g ar la cap acid ad de deci­
sión hum an a obligaría, así al Estagirita a lim itar la validez del terce­
ro excluido a los acontecim ientos pasados o presentes, así co m o a los
acontecim ientos futuros únicam ente en el caso de que fuesen efecto
de un determ inism o conocido" (Gardies).
Esta decisión es posible en lógica tom ista, en tanto pasaje de la
potencia al acto, ya que se presupone el acto en el agente que cau sa
este acto.
El acto analítico tiene su chance en lo posible de la caída de lo
necesario, que se inscribió contingentem ente, com o una respuesta a
lo imposible.
Lo necesario aspira a la serie, rechaza la secuencia, ad o ra el deter­
m inism o, reprim e el consentim iento.
El futuro anterior o nuestro futuro perfecto, introduce en la serie
gram atical de los tiem pos verbales, el agujero del valor m od al de
probabilidad, situando un futuro que puede valer com o p re té rito -
com puesto.

- III -

M artín H eidegger en Ser 1/ Tiempo, en el p arágrafo 6 8 , llam ad o "L a


tem poralidad del estado de abierto en general", va a abordar la tem ­
poralidad del habla: "Ú nicam ente partiendo de la tem p oralid ad del
habla, es decir, del 'ser ahí' en general, puede aclararse el origen de la
significación y hacerse ontológicam ente com prensible la posibilidad
de la form ación de conceptos" (M. H.).
Esta tem poralidad del habla se va a presentar en el p arág rafo 79
bajo la m odalidad del curarse del tiempo.
Si el "en ton ces" m arca el "y a n o ", el "lu ego " indica el "aú n n o ", y
éstos dos (entonces y luego) se los com prende m irando sim ultánea­
m ente a un "a h o ra ". El "presentar" tiene un peso peculiar, porque
este presente-presentar retiene el pasado y está a la exp ectativa del
futuro, interpretándose a sí m ism o: "lo interpretado que se expresa
en el ahora es lo que llam am os tiem po" (M. H.).
A este texto de 1927, H eidegger le va a responder en 1962 con la
conferencia "T iem po y Ser".
"Tiem po y Ser" tienen una determ inación recíproca, pero de tal
m odo que el "se r" no puede ser apelado com o tem poral, ni el "tiem ­
p o " com o un ente, im plican el desocultar, el "traer a lo abierto" en el
"dejar-estar presente".
¿Por qué es esto? Porque "ser" solo quiere decir estar presente,
"dejar estar presente".
Pero presente y ahora no son sinónimos sino por el contrario, rem o­
tamente distintos, y m ás aún el presente no es determ inado por el
"ahora".
El "presente" atañe solo a los hum anos: gegenwart (aguardam os, a
nosotros, los hum anos) Gegemvart (presente).
Por lo tanto, no todo estar presente es el tiem po Presente.
"A dvenir com o todavía no presente, extiende y aporta sim ultánea­
mente lo ya no presente, el pasado y a la inversa éste, el pasado, se
extiende hasta alcanzar el futuro. La relación de cam bio de am bos
extiende y aporta sim ultáneam ente al Presente".
Pero esto va a im plicar una no tridimensionalidad (pasado - p re­
sente - futuro) del tiempo, sino el carácter tetradimensional del tiempo
auténtico. Esta cu arta es en Heidegger, la prim era, ya que determ ina
todo, aporta el estar presente que le es propio al pasado, al presente
y al futuro.
Esta cuarta dim ensión "los mantiene esclarecedoram ente separa­
dos y los m antiene también juntos en la cercanía".
El tiem po auténtico -tetrad im en sión - es la cercanía de la triple
unidad del don de "se da el tiem po". Es lo cuádruple de lo abierto,
donde se revela la recíproca co-pertenencia del tiempo y el ser. Co-
pertenencia que se llama acaecim iento (das ereignis).
"E n la m edida en que 'tiem po' y 'ser' solo se dan en el apropiar, a
este últim o pertenece lo peculiar que trae al hom bre a lo-que él tiene
de propio com o aquel que se percata del ser, m ientras persiste en el
interior del tiem po auténtico. A sí apropiado pertenece el hom bre al
acaecim iento apropiador".

- IV -
P siquiatría

"D igam os prim ero: el acto - a se ca s- ha lugar de un decir, cuyo


sujeto cambia. Es acto porque anda, pero no solo por decir 'eso anda'
y ni siquiera 'an dem os', sino haciendo que 'a ese llegué yo' se verifi­
que en él". (J. Lacan, "Reseñas de Enseñanza").
Este acto que ha lugar de un decir es solo posible a partir de que
y

el analista se haga producir de objeto a tal com o es form ulado por


psicoanálisis

Lacan en la m ism a reseña del sem inario sobre El acto psicoanalüico.


Este a es el que da espesor al presente, espesor que proviene de la
libido, produciendo una consistencia, que parafraseando a San
Agustín, lo lleva a Miller en su La erótica del tiempo, a decir: "El pre­
sente del futuro es la espera y el presente del pasado, el recuerdo. ¿En
2

qué lugar se desarrolla el presente? En el alm a". "M isteriosa exten- 55


sión del alm a, que hace presente lo qv.e le falta al futuro, en la espe­
ra; y lo que le falta al pasado en el recuerdo" (Miller).
Es por este sesgo por donde entram os al m od o en que Jorge
A lem án aborda el a y la tetradim ensionalidad.
En su elaboración el a no será la cuarta dim ensión sino lo que
m arca lo que falta a las otras tres dim ensiones. El a localizado en el
centro del nudo “d a" tiempo.
"E sta tetradim ensión dice de un presente que no es un ahora, en
tanto presencia com o ausencia es el cuarto térm ino que reúne a las
tres d im en sion es del tiem p o en una e stru ctu ra cu a te rn a ria "
(A lem án).
Efectivam ente, al m odo del futuro anterior o perfecto, en donde la
acción futura anterior, puede estar tanto en el pasado, com o en el pre­
sente, com o en el futuro y con su carácter de probabilidad abrir a una
continencia, que no se creía posible desde lo necesario.
"A l llevar al analizante al discurso analítico, el psicoanalista hace
que el objeto a ocupe el lugar del semblante. Al sem blar, el objeto a
da tiem po al ser" (A lem án).
A su vez, la tetradim ensión heideggereana da cuenta de un tiem ­
po no lineal, continuo, sino com o él m ism o dice: agujereado. N o
com o serie, sino com o secuencia. Secuencia que objeta al determ inis-
m o ya que no hay otro ser que el del decir, según H eidegger, y en ese
decir hay consentim iento.
"L o que se realiza en m i historia no es el pretérito definido (en el
sentido de lo que fue), no es perfecto, no es lo que he sido en lo que
yo soy, es futuro anterior, es lo que habré sido p ara lo que estoy lle­
gando a ser; esta acción venidera que anticipa a otra acción ven id era
es la tem poralidad que corresponde al sujeto psicoanalitico, en clara
resonancia con la fórm ula heideggereana del adviniendo sido pre­
sen tado" (J. Lacan, "Función y cam po de la palabra y del lenguaje en
psicoanálisis").
El futuro anterior dando cuenta del aprés-coup, im plica la caída
del sentido del tiem po, com o un continuo. Tal com o lo form u la J.-A .
M iller en "Sesión y serie". H ay una serie que se inscribe en la lógica
del todo y la excepción, y está la del no-todo, que es "fu era de la ley ",
pero no arbitraria.

El corte de la sesión desarticula tiem p o y d u ración . Presen-


tificando al prim ero com o agujereado, y alcan zan d o el m ás allá, de lo
que el N om bre del Padre aseguraba. De este m o d o se d esan u d a al
inconsciente com o defensa, sostenida en la repetición, y estru ctu ra la
sesión com o unidad a-sem ántica. Lo ilustrarem os co n u n a viñ eta clí­
nica.
Eric Laurent en "L a identificación: topología y tiem po", da cuen­
ta de las coord enad as de lo que llamam os "el tiem po que hace falta
para la identificación".
El "y o soy eso ", se deriva de la lógica del juicio y da cuenta com o
pulsación tem poral del efecto identificatorio con estatuto inaugural
com o participio pasivo o pretérito del siijeto.
Esto es posible en la m edida en que hay "u n código constituido
de mensajes sobre el código, y de un mensaje reducido a lo que en el
código indica en m ensaje".
Esto es posible porque el sujeto y el Otro deben concebirse con
una intersección y no com o exterioridad, y a su vez la intersección
del código y del m ensaje, en tanto que "y a en el m ensaje hay código,
y ya en el código h ay m ensaje".
Cuando en térm inos de Laurent se cree atrap ar el código ya ahí
hay un mensaje.
L a desarticulación de tiem po y duración con el corte de sesión,
afecta la identificación com o participio pasivo. Desidentifica, abrien­
do la perspectiva del valor m odal de probabilidad, del futuro ante­
rior com o posible.

Bibliografía

A lem án , Jorge y L a r r i e r a , Sergio, El inconsciente: existencia y diferencia sexual,


Síntesis, Madrid, 2001.
A r i s t ó t e l e s , Organon, Porrúa, México, 2004.
G a r d i e s , J. L., Lógica del tiempo, Paraninfo, Madrid, 1970.
H e i d e g g e r , Martin, El Ser y el Tiempo, Fondo de Cultura Económica, México,
1983.
H e i d e g g e r , M., Tiempo y Ser, Tecnos, Madrid, 1999.
L a c a n J., "Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis",
P siquiatría

Siglo XXI editores, México, 1984.


L a c a n , Jacques, "Reseñas de enseñanzas". Inédito
L a u r e n t , Eric, "Posiciones Femeninas del Ser", Ed. Tres Haches.
M i l l e r , Jacques-Alain, La erótica del tiempo, Tres Haches, Bs. As., 2001.
M i l l e r , Jacques-Alain y otros, Perversidades, EOL-Paidós, Bs. As., 2001.
Si esto fuera así, dice Aristóteles, ya no habría nada que deliberar
ni de qué inquietarse.
"L a preocupación por conservar en su lugar la cap acid ad de deci­
sión hu m ana obligaría, así al Estagirita a lim itar la validez del terce­
ro excluido a los acontecim ientos pasados o presentes, así co m o a los
acontecim ientos futuros únicam ente en el caso de que fuesen efecto
de un determ inism o conocido" (Gardies).
Esta decisión es posible en lógica tom ista, en tanto pasaje de la
potencia al acto, ya que se presupone el acto en el agente que cau sa
este acto.
El acto analítico tiene su chance en lo posible de la caída de lo
necesario, que se inscribió contingentem ente, com o u n a respuesta a
lo imposible.
Lo necesario aspira a la serie, rechaza la secuencia, ad o ra el deter­
m inism o, reprim e el consentim iento.
El futuro anterior o nuestro futuro perfecto, introduce en la serie
gram atical de los tiem pos verbales, el agujero del valor m od al de
probabilidad, situando un futuro que puede valer com o p re té rito -
com puesto.

-III-

M artín H eidegger en Ser y Tiempo, en el p arágrafo 6 8 , llam ad o "L a


tem poralidad del estado de abierto en general", va a abordar la tem ­
poralidad del habla: "U nicam ente partiendo de la tem poralidad del
habla, es decir, del 'ser a h f en general, puede aclararse el origen de la
significación y hacerse ontológicam ente com prensible la posibilidad
. de la form ación de conceptos" (M. H.).
Esta tem poralidad del habla se va a presentar en el p arág rafo 79
bajo la m odalidad del curarse del tiempo.
Si el "entonces" m arca el "y a no", el "lu ego" indica el "aú n n o ", y
éstos dos (entonces y luego) se los com prende m irando sim ultánea­
m ente a un "a h o ra ". El "presentar" tiene un peso peculiar, porque
este presente-presentar retiene el pasado y está a la exp ectativa del
futuro, interpretándose a sí m ism o: "lo interpretado que se exp resa
en el ahora es lo que llam am os tiem po" (M. H.).
A este texto de 1927, H eidegger le va a responder en 1962 con la
coníerencia "Tiem po y Ser".
"Tiem po y Ser" tienen u n a determ inación recíproca, pero de tal
m odo que el "se r" no puede ser apelado com o tem poral, ni el "tiem ­
p o " com o un ente, im plican el desocultar, el "tra e r a lo abierto" en el
"dejar-estar presente".
¿Por qué es esto? Porque "ser" solo quiere decir estar presente,
"dejar estar presente".
Pero presente y ahora no son sinónimos sino por el contrario, rem o­
tamente distintos, y m ás aún el presente no es determ inado por el
"ah ora".
El "presente" atañe solo a los hum anos: gegenwart (aguardam os, a
nosotros, los hum anos) Gegenwart (presente).
Por lo tanto, no todo estar presente es el tiempo Presente.
"A dvenir com o todavía no presente, extiende y aporta sim ultánea­
mente lo ya no presente, el pasado y a la inversa éste, el pasado, se
extiende hasta alcanzar el futuro. L a relación de cam bio de am bos
extiende y aporta sim ultáneam ente al Presente".
Pero esto v a a im plicar una no tridimensionalidad (pasado - p re­
sente - futuro) del tiempo, sino el carácter tetradimensional del tiempo
auténtico. Esta cuarta es en Heidegger, la prim era, ya que determ ina
todo, aporta el estar presente que le es propio al pasado, al presente
y al futuro.
Esta cuarta dim ensión "los mantiene esclarecedoram ente separa­
dos y los m antiene también juntos en la cercanía".
El tiem po auténtico -tetrad im en sión - es la cercanía de la triple
unidad del don de "se da el tiem po". Es lo cuádruple de lo abierto,
donde se revela la recíproca co-pertenencia del tiempo y el ser. Co-
pertenencia que se llama acaecim iento (das ereignis).
"E n la m edida en que 'tiem po' y 'ser' solo se dan en el apropiar, a
este últim o pertenece lo peculiar que trae al hom bre a lo. que él tiene
de propio com o aquel que se percata del ser, m ientras persiste en el
interior del tiem po auténtico. A sí apropiado pertenece el hom bre al
acaecim iento apropiador".

- IV -
P siquiatría

"D igam os prim ero: el acto - a se ca s- ha lugar de un decir, cuyo


sujeto cam bia. Es acto porque anda, pero no solo por decir 'eso anda'
y ni siquiera 'an dem os', sino haciendo que 'a ese llegué yo' se verifi­
que en él". (J. Lacan, "Reseñas de Enseñanza").
Este acto que ha lugar de un decir es solo posible a partir de que
y
psicoanálisis

el analista se haga producir de objeto a tal com o es form ulado por


Lacan en la m ism a reseña del sem inario sobre El acto psicoanalitico.
Este a es el que da espesor al presente, espesor que proviene de la
libido, produciendo una consistencia, que parafraseando a San
Agustín, lo lleva a Miller en su La erótica del tiempo, a decir: "El pre­
sente del futuro es la espera y el presente del pasado, el recuerdo. ¿En
2

qué lugar se desarrolla el presente? En el alm a". "M isteriosa exten- 55


La psicopatía. Una perspectiva histórica

H o r a c io V o m m a r o

M ig u e l F u r m a n : Están com o invitados en esta m esa Ernesto


Sinatra, psicoanalista, conocido por ustedes, y el doctor H oracio
Vommaro com o psiquiatra.
En la segunda parte de la reunión, la parte clínica, presentaré un
caso y creo que Ernesto Sinatra también, es decir, vam os a hacer la
actividad en conjunto.

H o r a c io V o m m a r o : Buenas noches a todos y gracias por la invi­


tación. En particular le agradezco a N éstor Yellati, am igo con el que
nos unen m uchos años de trabajo conjunto.
Quiero decir algo que m e parece im portante dejar en claro. Me he
form ado en el cruce de la psiquiatría con el psicoanálisis: lo que se
denom inó psiquiatría dinámica.
Este cruce im plica un criterio de abordaje del sufrim iento psíqui­
co que en mi opinión se ha ido perdiendo en los últim os tiempos: el
rescate de la clínica psiquiátrica, de los m aestros de la clínica psi­
quiátrica, en el cruce con el psicoanálisis que le dio la palabra al
P siquiatría

paciente y generó un cambio profundo en los criterios de salud m en­


tal.
Estos grandes m aestros, si bien fueron grandes sem iólogos de la
clínica, tem an descripciones clínicas en m uchos casos m aravillosas,
pero eran ellos los que sabían y decidían por sobre el paciente.
y psicoanálisis

El psicoanálisis le da la palabra al paciente porque entiende que el


paciente sabe algo respecto de porqué sufre.
Este cruce se ha perdido en el últim o tiempo y y o creo que se per­
dió por varias razones.
El DSM IV es una expresión de esta pérdida en tanto es utilizado
com o un m anual de clínica.
2

Predom ina el diagnóstico por el trastorno, por el algoritm o (pro- ” 59


ceso de cálculos que perm ite arribar a un resultado final), e incluso
se m edica p o r algoritm o.
U n diagnóstico que yo no com parto, pero que lo voy a decir por­
que es de uso habitual com o es el de "ataque de pánico”, es una
m anifestación de una clínica que sustituyó las definiciones concep­
tuales por definiciones operacionales.
L a indicación de m edicación está ya diseñada: un IRSS y una ben-
zodiacepina, de elección el clonazepan.
Es decir, si la psiquiatría deja de ser una bisagra entre las ciencias
psicosociales y las ciencias biológicas, peligra el futuro de la psiquia­
tría.
C uando hablo con residentes de psiquiatría no dejo de m anifes­
tarles que la clínica va m ás allá de la enferm edad con su strato bioló­
gica, para estar vinculada a cuestiones antropológicas y sociales.
Porqué 6 o 7 años de Facultad, 4 de residencia, es decir, 11 años de la
vida p ara ser técnicos del cerebro y no "artífices" de subjetividad;
m ejor h acer u na tecnicatura de un par de años. Para m ed icar con esta
lógica no hace falta tanto estudio ni tanta clínica.
E sta introducción la considero necesaria p ara lo que v o y a desa­
rrollar a continuación.
Es interesante hacer un recorrido de la categoría clínica que en la
psiquiatría clásica se denom inó psicopatía. Inicialm ente la psicopatía
tuvo la característica de referirse a las personalidades diferentes a la
m ay or parte de la población. Es decir, no eran ni locos ni cuerdos,
sino que de alguna m anera tenían una co n d u cta que los sep arab a del
resto. Que los hacía distintos. Aquí cabe u n a p rim era reflexión:
¿cóm o desde la antigüedad se definían los criterios de n o rm alid ad -
anorm alidad?
L os criterios de salud y enferm edad se han ido m od ifican d o en los
diferentes m om entos histórico-sociales. C ad a sociedad h a tenido y
desarrollado distintos criterios, saberes y creencias sobre la relación
perversidades

salud-enferm edad. Sin los conceptos de norm al y p ato ló g ico el p en ­


sam iento y la actividad m édica no serían com prensibles. P ara definir
qué es lo norm al y qué es lo anorm al se definen rangos, criterios y
postulados básicos. Lo que no se corresponda con el ran g o definido
com o norm al p asa a ser categorizado com o an orm alid ad . E n la a ctu a­
lidad, en Salud M ental, este criterio se ha m odificad o, no h a y u n a sola
y

estructura que garantice un buen posicionam iento en el m u n d o .


Perversiones

C om o dijim os, la norm alidad y la p sico p ato lo gía so n efecto s de


m últiples factores, y su entidad se constituye d e acu e rd o a co n d icio ­
nes históricas y culturales. M uchas veces la p sico p ato lo g ía se p re ­
senta cuan d o el sujeto se ve im posibilitado de resp o n d er a las exi-
50 gencias de la cu ltu ra predom inante o se ve d esb o rd ad o p o r las m is­
m as. El concepto de n o rm alid ad y anormalidad transitó durante
m ucho tiem po y fue definido de acuerdo a cada cultura. C ada cultu­
ra no tuvo el m ism o criterio en cuanto al tema norm alidad y anor­
m alidad , o el tem a de salud-enferm edad.
La segunda reflexión es historizar el desarrollo de cóm o se enten­
dió la categoría de psicopatía. Pinel, al no encadenar a los "locos"
que se encontraban asilados, colocó el padecimiento m ental en el
terreno m édico, ya que antes no formaba parte de este terreno. Este
es un hecho a tener en cuenta. Pinel adhirió a la Revolución Francesa.
En el ancienne regime la decisión de insana o no de una persona era
p atrim o n io del rey. E sta p otestad se abolió en la A sam b lea
C onstituyente de 1889 y pasó a ser de los m édicos. Los m édicos, de
alguna m anera, h eredam os esa potestad del rey que se denom inó
tutoría.
Pinel m anifiesta que la causa de estas personalidades anorm ales,
com o la psicopatía, era la falta de educación. Ubicaba la causa en el
terreno sociocultural, y sus escritos proponían que la cura pasaba por
adecuar a estas personas a las ideas de la Revolución Francesa, es
decir, a las n u evas ideas de la sociedad francesa.
Propuesta que extendió al sufrimiento psíquico en general.
Subrayo de esta propuesta terapéutica la exterioridad etiológica;
no ubica una etiología interna, sino que la desarrolla com o p rove­
niente de la exterioridad. Pinel genera el concepto de "locura m oral"
Es interesante porque su discípulo Esquirol siguió en la m ism a
línea, y vale la pena aclarar que en esa época los jueces no declaraban
insano a este tipo de personas porque no tenían com prom iso del inte­
lecto. N o son enferm os de la "inteligencia".
M orel, en otra dirección m antiene la m ism a idea, y refiere la psi­
copatía -re co rd e m o s que su referencia básica era la religión- a un
desviam iento de la perfección de Dios.
Kraepelin, en A le m a n ia , otra gran escuela de la psiquiatría junto
P siquiatría

a la francesa, m anifiesta que se trata de personas que chocan con los


parám etros sociales imperantes.
Es decir, que de distintas escuelas, todo lo refieren a una exterio­
ridad causal.
• y psicoanálisis

K raepelin decía que no se trataba de un enferm o, sino de un anor­


m al que b u sca al otro com plem entario. L a p sicop atía —decía
K raepelin- debe ser observada por los otros.
Esto es interesante de rescatar, porque no está en el DSM IV, ya
que si leen el trastorno antisocial de la personalidad de estos autores
no queda nada.
En general hubo tres posiciones fundam entales en la psiquiatría:
2

una es lo que se llamó la escuela m ás constitucionalista que se refería


£
m ás a los factores constitucionales com o determ inantes. La otra es la
escuela social, m ás vinculada con la clínica que proponía un factor de
la exterioridad sociocultural. Y el psicoanálisis en relación a la sexua­
lidad.
Se han ido diferenciando dos criterios im portantes:
a ) L a psicopatía de la conducta antisocial.
b) L a conducta antisocial de la crim inalidad.
R ecordem os que en el DSM III había u n a sim ilitud de psicopatía
con conducta antisocial y crim inalidad.
En una breve síntesis de lo que la psiquiatría fue describiendo
sobre psicopatía, se observa que el patrón es el desprecio h acia los
dem ás, y algunos denom inadores com unes: arrogancia, falta de
rem ordim iento, ausencia de em patia en las relaciones personales,
m anipuladores, conflictos en las conductas de su infancia, p adres
cóm plices.
L a familia, en general, es cóm plice de una co n d u cta antisocial en
la vida adulta, im pulsividad, ausencia de autocontrol, irresponsabili­
dad.
Es fundam ental rem arcar la diferencia del antisocial con el psicó­
pata. El antisocial en su acto coercitivo atraviesa lo íntim o, lo p riv a­
do y lo público sin pedir perm iso; el psicópata b u sca la com plicidad
u obtener el consentim iento del otro.
Clerem bault, que se destacaba por la observ ació n clínica m in u ­
ciosa de los pacientes, ubica casi com o antíp od as al p sicó p ata y al
neurótico obsesivo. Es decir, el neurótico obsesivo sería quien trata
de no salirse de la norm a pero sufre porque es lo que b u sca p e rm a ­
nentem ente; el psicópata sería alguien a quien no le im p o rta la
norm a.
¥ H enry Ey, para tom ar al últim o de los clínicos en psiquiatría,
reitera m uchas de las características antes en u n ciad as, y ag rega que
son individuos de aplicación caprichosa y falsead a de la ley.
L o dicho es una síntesis de la opinión de distin tos p siq u iatras co n
respecto a la psicopatía, que ya m ás av an zad a la seg u n d a m itad del
siglo XX m uchas veces se la utilizó com o sinónim o de p erversión . L a
psicopatía y la perversión son denom inaciones que co rresp o n d en a
desarrollos teóricos diferentes. La p erversión es estru ctu ral y la psi­
copatía es parte de la psicopatología dinám ica. L a p sico p atía es p ato ­
logía de carácter y la perversión una estru ctu ra clínica.
A m í m e ayudó que ustedes m e invitaran p o rq u e m e llevó a h acer
este recorrido donde se encuentran algu n os p u n to s que d esp u és
tom a el psicoanálisis, en particular Lacan.
I s cierto que la psiquiatría clásica den tro d e la categ o ría del p si­
cópata incluyó grupos m uy heterogéneos, m ien tras que d en tro del
psicoanálisis no aparece com o una categoría m uy estudiada, com o sí
lo son las perversiones.
Pero se pueden rem arcar algunos aspectos que están relacionados
con los m ecanism os dinám icos del psicópata. En el psicoanálisis el
superyó acosa al neurótico con reproches y rem ordim ientos, en el
psicópata hay una ausencia de culpabilidad.
Lacan refiere que m ientras al neurótico le gusta hacerse dem an­
dar, el psicópata es el que dem anda. U n rasgo com ún con la psiquia­
tría es el de la cosificación del otro y la ausencia de angustia. Yo creo
que es interesante pensar estos cruces, sin pretender hacer un
"m inué".
Estas posibilidades tan enriquecedoras se pierden con el DSM IV.
H acer de la clínica un m anual de conocim iento algorítm ico o un
enunciado de trastornos tiene com o efecto que priva a la clínica de su
especificidad, de sus características conjeturales y de la incertidum -
bre que m uchas veces generan las distintas problem áticas singulares
a disolver.
La misión perversa
E r n e s t o S in a t r a

Com o sabía que el tem a propuesto era perversión, la cuestión que


me planteé era si atenerm e o no a la norm a en este caso. Y lo he hecho
a medias, es decir, que se suponía que yo iba a hablar teóricam ente
de la perversión y que no iba a presentar un caso. Pero sucede que
creo que va a ser m ás interesante el caso del que voy a hablarles, ya
que es a partir del cual aprendí sobre perversión. Me gustaría en
estos escasos m inutos transmitirles algo que para m í fue realm ente
esencial en mi form ación analítica. Se trata de un caso m uy difícil que
me permitió entender una serie de cuestiones com plicadas plantea­
das por Lacan en el Seminario 16, De un Otro al otro, donde -c o m o
ustedes sab en - intenta en cuatro clases dar cuenta de -lo que yo
llam o- nuestro vadem écum de perversión.
Se trata de mi encuentro com o novel analista con un hom bre de
mediana edad que había llegado a mi consulta profiriendo las
siguientes palabras: "A partir de ahora usted tiene una m isión"; le
pregunto a qué se refería y m e contesta: "L a misión que usted tiene
P siquiatría

es la de salvarm e la vida". A continuación, y ante m i sorpresa, agre­


ga: "Pero quiero que usted sepa m uy bien que yo en cam o las fuerzas
del m al": ésta fue su presentación.
El m otivo de consulta para este hombre era m uy claro, afirmaba
y

que él quería seguir viviendo, pero que hacía ciertas cosas que se lo
impedían. C uando com encé a preguntar por esas 'cosas', descubrí
psicoanálisis

que era un hom bre que frecuentemente se alcoholizaba, que consu­


mía todo tipo de drogas -e n especial drogas duras que combinaba
con lo que denom inaba sus drinks (era una persona que había antici­
pado ciertos hábitos de consum o, ya que estoy hablando de m uchos
años atrás).
2

En tanto quiero ir al punto, les anticipo lo que ya se imaginan: la


extrem a dificultad de las entrevistas, dado el peso de la responsabili­
d ad que recaía sobre el novel practicante de psicoanálisis -q u e yo
e r a - al tener que responder a una misión que era -n i m ás ni m e n o s -
salvarle la vida, y que si bien uno sabe que com o analista el fu ro r
sanandis no puede ser un objetivo en la cura (sino m ás bien: to d o lo
contrario), en este caso se trataba de un límite al cual había que ate­
nerse y al cual había que responder.
Yo no sabía si tenía con qué, pero me parecía que era válido inten­
tarlo, porque adem ás era una persona que había hecho to d a u n a tra­
yectoria clínica, pasando por distintas clínicas con internaciones,
(sobre todo por su adicción), pero no m enos por casi todo tipo de tra­
tam ientos psicológicos, psicoterapéuticos, psicoanalíticos... p o r lo
que adem ás tenía una relación con el lenguaje 'psi' —com o se im agi­
narán—harto pródiga.
Su form a de hablar era elíptica, desafiante, un discurso de difícil
ceñim iento, lleno de alusiones. Había un elem ento que -d e s p u é s
ap ren d í- era diferencial en relación al diagnóstico: u n deslizam iento
m etoním ico constante donde era m uy difícil entender el sentido de
lo que refería. H asta que, luego de m uchas vueltas, com enzó a hablar
con bastantes reticencias de su 'consum ición'; para que esta p erso n a
llegara a hablar en el sentido de lo que denom inábam os la palabra
plena, hubieron de transcurrir m uchas entrevistas. Si bien p o r u n
lado estaba el haberm e encom endado la misión, había u n coqueteo
con los térm inos del psicoanálisis y una apuesta para v er si el analis­
ta era lo suficientemente digno -e n un m om ento así lo d ic e - com o
para efectivam ente aceptar esa puesta a prueba.
Com o no voy a relatar todo el caso, voy a ir a una conclusión a la
que llegué luego de seis m eses de difíciles entrevistas. Finalm ente
apareció una secuencia que encuadraba su 'consum ición' -d e n o m i­
naba de este m odo a su relación corTlas drogas y el alco h o l- cifrada
e n u n a se cu e n cia de ocho"paSasríos que tenían m uy precisam ente un
y perversidades

rasgo: una cóFfelacíon ordinal necesaria del paso uno al ocho, no se


podía saltear ninguno de esos pasos. Lo que no quería decir que - e n
casos de interrupción de la secuencia, por ejem plo- tenía que em p e­
zar p or el prim ero, no, él podía em pezar por el tercero, el cu arto o el
segundo. {Se escuchan cuchicheos de la audiencia) Por favor, ah o ra no
intenten entender nada, escuchen lo que les digo y ya v erán p o r qué.
Parecería que el orden en esta secuencia sería un elem ento dife­
P erversiones

rencial del diagnóstico de obsesión, pero y a verem os porqué no se


trata de ello. Vamos a llegar al diagnóstico diferencial co m p aran d o el
caso con la obsesión y luego con las psicosis, y verem os su especifi­
cidad a partir de allí.
66 ~ Cuando el D octor Vom maro hablaba de 'perversión' habló indis­
tintam ente de 'psicopatía'; para nosotros, desde la orientación laca­
niana, el de 'psicopatía' es un antecedente histórico (dem asiado cen­
trado en lo fenom énico, a m i parecer) del concepto de 'perversión'.
Inclusive en vuestro program a, la reunión de dentro de quince días
va a tratar específicam ente sobre las psicopatías com o una pregunta:
"¿Existen las psicopatías?". Vemos que cada uno de los tem as, se
enlaza al otro.
Entonces, seguim os con el caso, ya tenemos un rasgo para consi­
derar: no se trata de ningún ritual, no son ocho pasos que habría que
realizar siem pre de la m ism a m anera -co m o sería el caso en un suje­
to obsesivo-, se trataba allí de una lógica de hierro que circunscribía
m uy precisam ente sus condiciones de goce; ya que había sí una
secuencia -q u e no fue dada así n o m ás-, una secuencia que hubo que
construirla, y este proceso duró m ucho tiempo. Esta secuencia tenía
que ver -n a d a m ás y nada m en o s- con la m anera de este hom bre de
establecer su relación con las mujeres, su difícil relación con las muje­
res (especialm ente para ellas, pero no menos para él). Los pasos eran
éstos: prim ero el m om ento de seducción, lo que llamaba el m om ento
mágico, donde se producía la captura de la 'presa', éstas eran sus
palabras. Segundo m om ento, enamoramiento, la fascinación de él con
su objeto, pero -so b re to d o - se trataba en este punto de causar el ena­
m oram iento en la mujer, y lo hacía a partir del em pleo del saber, de
su particular form a de referirse al Otro con el saber. C uando ya esta­
ba consolidada esa posición de enam oram iento -co m o él m ism o lo
refería, "cu and o la víctim a ya estaba en mis m a n o s"- venía el tercer
paso: desprecio, es decir que esa persona -idealizada, en un prim er
m om en to - pasaba a ser un objeto caído, un objeto de desprecio, y
com enzaba a dirigirse a ellas de una m anera m uy cruel.
H asta aquí podem os ver un elemento similar con la obsesión, y
vam os a ver cóm o en esta m ism a secuencia situarem os los rasgos
patognom ónicos que van a dar lo diferencial del diagnóstico.
P siquiatría

El cuarto punto - y aquí ya entram os a dividir las aguas con la


obsesión- es la coerción: esa mujer ya cansada del desprecio se va, se
retira, lo deja. Pero eso no era tan simple, nunca una m ujer pudo des­
prenderse de él inm ediatam ente -é l se jactaba de e s o - porque sabía
perfectamente cóm o hacer para coaccionarlas. Él m ismo decía: "Yo sé
y

tocar en el punto flojo de una mujer y sé hacer para que ella respon­
psicoanálisis

da, se cóm o hacer para que se sensibilice. Las mujeres son así, son
seres etéreos", decía. Quinto punto: provocar terror en ellas. Es decir,
cuando la m ujer quedaba en una situación de no poder desprender­
se, él encontraba la form a de aterrorizarla para que se quedara con él.
Ya vem os cóm o a partir del cuarto punto, pero especialm ente en el
2

quinto, salim os en acto de los carriles de la obsesión.


El sexto punto: arrepentimiento. Luego de haber consum ado su tra­
yecto pasional venía el arrepentimiento, allí cam biaba su ropaje: de
haber sido lobo, pasaba a ser cordero, y lloraba pasionalm ente la pér­
dida de esa mujer o lo que le estaba haciendo a esa mujer, 'tan buena
que era'. '¿C óm o podía ser, yo que tanto la quiero, que le esté hacien­
do esto?'. U n a alternancia del ser, un cam bio de posición verd ad era­
m ente notable; uno lo escuchaba y parecían dos personas diferentes.
El séptim o paso es el de la entrega. Si la m ujer resistía y continuaba
allí, es decir, si no había logrado desprenderse de este hom bre, lo que
seguía era la entrega. Volvía sobre esta mujer, se le ofrecía, le pedía
perdón e intentaba ser recibido de todas m aneras por ella. U stedes se
dan cuenta que la condición para que esto acontezca es la presencia
de la mujer. Por eso el último paso es el de la humillación. C uando
lograba que la mujer lo recibiera quería hacerle saber -q u e ella enten­
d ie ra - la "b asu ra" que él era (es el térm ino que em pleaba) y -p o r
su p u esto - tenía que perdonarlo. En verdad a él ya no le im portaba si
ella se quedaba o no con él, lo im portante era que ella tenía que escu­
charlo, recibirlo y -d e ser posible- humillarlo. Se evidenciaba que la
posición de él era la de quedarse allí com o un desecho, co m o objeto
de deyecto del Otro, haciéndose m altratar.
U stedes verán que era m uy difícil que estos ocho pasos se cu m ­
plieran todos, a veces llegaba h asta el quinto, o tras h asta el
sexto...p o rq u e efectivamente tenía que tener enfrente a una presencia
que aguantara. Él necesitaba, com o Sade, un partenaire que resistiera,
y él lo decía en estos términos: "Yo necesito una m ujer fuerte, y de eso
no hay así n om ás", así lo decía directam ente. N o hay, quería decir,
quien pudiera soportar(lo). Es decir, alguien que pudiera so p o rtar la
angustia a la que confrontaba a las mujeres con las que p ro d u cía su
circuito de goce, conduciéndolas siem pre a los lím ites de su s recursos,
ya que cad a vez -se g ú n avanzaba en ese circu ito - hay m en os posibi­
lidades de escapar, porque cad a vez la presa está m ás aco rralad a. E ra
perversidades

verdaderam ente un cercam iento, el acorralam iento de u n a presa.


Y acá vam os a hacer un salto a la teoría para ubicar có m o co n cep -
tualizaba Jacques Lacan a la perversión. L acan tiene dos definiciones
de lo que es la perversión.
L a p rim era está d ad a en el Seminario 10, y es que el p erv erso tien­
de a suscitar las angustia en el Otro. Es decir que tiende a p a sa r la
y

división del lado del Otro. El que se angustia es el otro, n u n ca él.


P erversiones

Pero en el Seminario 16, siete años después, lo que h ace L a c a n es


d ar tina vu elta m ás. Él dirá que el p erverso es u n cru zad o . E s aq u el
que se destina y que trabaja -v erd ad eram en te tra b a ja - p a ra h a ce r
___e x istir el goce en el Otro. Es decir, p ara d em ostrar que el g o ce existe,
68 y que es posible; entonces dedica su v id a a hacerlo existir.
Solam ente desde este punto de vista se puede entender la 'volun­
tad de goce' en la secuencia que acabo de situar para ustedes, que
concernía m uy precisam ente a la m anera que tenía este hom bre de
dirigirse al Otro, y m uy especialmente, al Otro femenino.
Com o no se trata de explicitar todo el caso, sino de situar a partir
del caso la estructura, debo decirles que estuve tentado de llam ar a
esta presentación "L a transferencia perversa", es decir, ¿qué hace el
analista frente a este tipo de personas que tienen una falla ética?, por­
que de eso se trata: una falla ética. ¿Cóm o responder? ¿Qué hacer?
En este caso, debo decirles, que la transferencia hizo su juego
(com o era de esperar), en el m om ento en el que esta secuencia fue
trabajada, luego localizada, finalmente aislada. Justo allí, donde uno
podría esperar con eso un efecto terapéutico, incluso podríam os pen­
sar que el sujeto se fue concernido por el goce que lo responzabiliza-
b a ... pero no: hubo otra vuelta.
Trató entonces de instalar la secuencia en el análisis, ahora sobre
la persona del analista. Esto es algo bastante habitual en el manejo de
la perversión. Este hom bre continuaba con sus hábitos alcohólicos
(porque la función del tóxico aquí era sostener y apoyar todo este cir­
cuito de goce), entonces com enzó a hacer llam adas - a horas desusa­
d a s - a mi núm ero particular, diciéndome: "¿Y la misión cóm o
anda?", por ejemplo. "¿Q ué estam os haciendo para curar a Don
Juan? -ta l el nom bre por el que se hacía llamar. "¿U sted acaso,
Sinatra, está a la altura de las circunstancias?"; "¿m e va a poder
cu ra r? ", h a sta term in ar exigiendo: "¡Tiene que ay u d arm e y a
m ism o!", "¡Y a tiene que darm e una sesión!".
Entonces, ¿qué se hace cuando son las tres de la m añana y cuan­
do uno, dorm ido, sólo atina a m anotear a tientas para alcanzar el
teléfono? Responder, sí; pero no sabía qué responder. Porque respon­
der con una orden era, efectivam ente, ir a la confrontación y ofrecer­
m e a la consumición, precisam ente, a la que yo sabía estaba a punto de
P siqui atría

ser destinado por esta persona, porque el objeto a ser consum ido
siempre es el otro para el sujeto perverso.
Lo único que se m e ocurrió decirle - a la cuarta vez que llam ó en
esa m ism a n o ch e - fue que "lam entablemente, si seguía así, iba a
f

tener que suspenderle las entrevistas". En ese m om ento le corté y no


y psi coanálisi s

llamó m ás. U stedes podrán decir '¡zafó!'.


Al otro día llegó ... alcoholizado, y en ese m om ento tuve la opor­
tunidad de decirle que se fuera, pero me di cuenta que eso se iba a
tener que repetir hasta que tuviera que ech arlo... com o una escoria;
es decir, exactam ente del m odo en el que el quería ser tratado con su
fantasma. Sabía a esa altura m uy bien que yo estaba tom ado en la
2

m ism a secuencia de goce, que yo había sido cazado com o -p recisa- ”59
m e n te - el pez en el anzuelo (y en el m ism o redil que las m ujeres).
Entonces, ¿qué hacer?, ¿tom arlo o no tom arlo?
Ven que ahí pueden aparecer cuestiones de las que podríam os lla­
m ar de las variables estándar, ¿qué hacer?, ¿hay que to m ar o no a
alguien en una entrevista cuando está alcoholizado?, ¿sí o no?, ¿bus­
car una norm a, general, que valga para todos los casos? Bien.
Sabem os que eso no sirve para nada. Sin saber bien qué hacer, deci­
d í hacerlo pasar.
De esa m anera, esta persona pudo term inar de d ep u rar la posi­
ción de goce en la que se centraba. Luego de que lo hice v olver varias
veces en el m ism o día, finalmente m e dijo: "¡M u y bien! ¡U sted está
así, esperándom e! , ¡yo quiero que usted se quede aquí esperándo­
m e ... hasta la m uerte". El goce de dejar plantado al otro, consum ir al
otro de esa m anera, darlo vuelta com o el envés del guante, era la
satisfacción que perseguía. Es lo que quería h acer Sade con sus vícti­
m as, ¿recuerdan esa m áxim a de Sade?: "H e tenido entre m is m anos
la piel del im bécil", dar vuelta, precisam ente, el saco de piel.
Debo ir finalizando... Com prueban ustedes hasta qué punto la
secuencia fantasm ática de goce con las m ujeres se repetía con el ana­
lista bajo transferencia.
L a brecha entre saber y goce -q u e parecía establecerse en ciertos
m om entos de las entrevistas, m om entos esenciales en los que volvía
sobre sus actos para ubicarse en torno de su resp o n sab ilid ad - volvía
a cerrarse no bien se abría.
L a interrogación final con la que decidió interpelarm e p o r un
corte de entrevista - "¿p ero quién se cree que es usted p ara hacerle
esto a D on J u a n ? " - decía la verdad de la transferencia en cuanto
equivocación del sujeto supuesto saber.
El últim o recurso al que había echado m ano había sido el de
intentar convencer a u n a m ujer —una v ez m ás—p ara que ella retorna­
ra a él por la m ediación de u n niño, al que había aleccionado m uy
y perversidades

precisam ente p ara 'en g atu sarla'. E sa m ujer era estéril, y él sabía el
im p acto que ejercería sobre ella usando este recurso.
Fu e en ese m om ento cuand o decidí suspender las entrevistas,
haciéndole saber a esa persona las razones por las que no le daría
en trad a en análisis: él pretendía una y o tra v ez rechazar su respon­
sabilidad respecto de los actos que realizaba en su vida, utilizando
cualquier recu rso p ara lograrlo. D esde m i posición, yo no podía con­
P e rv e r s i on e s

v alid ar esa falla ética.


"¿P ero quién se cree que es usted p a r a ...? " . N o existe ninguna
obligación p ara que alguien deposite u n saber fuera de sí, en cam an ­
do en otra person a (el analista) u n a interrogación respecto del lugar
70 que ocu pa en el goce que lo habita. O en térm inos m ás sim ples: efec­
tivam ente, el análisis perm ite la equivocación -o , com o tam bién
decía Lacan, el error sobre la propia p erson a- que posibilita que otro,
por el tiem po que sea necesario, ocupe el lugar de las series psíqui­
cas de un sujeto p ara operar desde allí en algo que va m ás allá de la
persona de ése que está en función-analista, para co-adyuvarlo a des­
prenderse de sus inhibiciones, síntomas y angustias.
Ese hom bre dijo así la verdad de la transferencia.
Su llam ado, m edia hora después de su últim a entrevista, dejando
grabada su voz en el contestador telefónico diciendo en form a am e­
nazante: "Todo m uy bien, p ero ... ¿no se habrá asustado?", daba el
tono final que ratificaba su posición de goce, es decir: su misión.
N o voy a concluir con una moraleja, sino que voy a dejar para que
ustedes m ism os saquen sus conclusiones.

P si qui atrí a
y p s i c oa ná l i s i s
2 ;;
Un rasgo zoofílico en una psicosis
M ig u e l F u r m a n

Com entaré algunas cuestiones acerca de un paciente que está en


tratam iento hace algunos años y que en el curso del m ism o se pre­
sentaron dos crisis agudas con síntom as psicóticos que luego descri­
biré.
Consulta por prim era vez a los veinticinco años y viene acom pa­
ñado por su m adre, quien dice que su hijo hace unos días está extra­
ño, no quiere hablar, está perdido, no quiere ir a trabajar, y se queda
encerrado en su cuarto todo el día.
Luego la m adre se retira y él se queda en silencio un rato m iran­
do el piso, pero enseguida dice que estuvo pensando m ucho y que le
parece que se siente m al porque tiene la impresión de estar "usando"
a los prim os, ya que con uno de ellos tiene ideas hom osexuales, y
ellos no lo saben. A dem ás le dijo a su novia que él se siente indefini­
do respecto de su orientación sexual, confesión que provocó una cri­
sis de pareja.
A los quince años ya tenía dudas sobre si era gay o no, y estas
ideas que lo atorm entaban se acrecentaron cuando dejó de concurrir
P si qui atrí a

a reuniones religiosas con los testigos de Jehová.


Tuvo un episodio en un tren donde un hom bre le tocó los genita­
les, pero no p asó nada más, y otro episodio en el baño de la Facultad
donde un com pañero le m ostró los genitales incitándolo a tocarlo.
El lo rechazó porque le parecía que el m odo de invitarlo era per­
y p s i c oa ná l i s i s

verso, porque sintió angustia ante una posible actitud violenta o


som etedora.
N unca tuvo una experiencia hom osexual y le parece, aunque no
tiene certeza de ello, que con esta situación él lastim a a la familia y a
su novia.
En el prim er período del tratam iento se presentaba con un dis­
2

curso que parecía obsesivo ya que planteaba dudas acerca de todo, e s ----
^ ^ jcAuauuau, ae su trabajo, de la relación con la novia y de
la relación con sus amigos.
De adolescente tuvo una operación en la pierna que lo dejó con
cierta dificultad para caminar, por eso se consideraba "petiso, feo y
re n g o ".
Su atracción por los hombres le provocaba culpa y angustia, y no
encontraba un fundam ento a estas fantasías hom osexuales. Se fue
despejando la idea de que esa atracción se fundaba en el deseo de
buscar en ellos los rasgos o atributos que él consideraba que no tenía,
pero com o una fascinación digam os, fetichizada del falo. Efectiva­
m ente, reconocía que le atraían hombres con características determ i­
nadas: rubios, corpulentos, altos, y de genitales que supuestam ente
serían m ás dotados que los de él.
Lam entaba no haber podido establecer una relación m ás estrecha
con el padre, quien había fallecido cuando él era adolescente de cán­
cer de pulm ón. Él tem ía m orir de lo m ism o ya que era u n fum ador
com pulsivo, siempre le parecía que la m adre se interponía entre
ellos, la consideraba una mujer intrusiva, autoritaria y m anejadora,
inclusive de la em presa y de los lazos familiares.
Tenía dificultades para estudiar ya que estaba m uy p reocupado y
pensativo respecto de su orientación sexual. A dem ás del hecho de
que él m ism o postergaba recibirse, su novia era m uy exigente y le
im pedía estudiar porque quería estar continuam ente con él; por otra
parte ella tom aba m ucho y lo instaba a tomar.
Frente a la problem ática que presentaba parecía dispuesto a ubi­
car su responsabilidad subjetiva y a orientarse hacia una suposición
de saber acerca de sus síntomas, dudas y com pulsiones.
En el curso del tratam iento se recibe, deja a la novia, com ienza a
poner ciertos límites a su m adre, establece nuevos lazos de am istad,
y sale con otras mujeres, pero generalm ente en relaciones de am istad.
El tem a de su supuesta hom osexualidad queda un poco de lado,
y perversidades

entonces se tratan y parecen asumirse las im posibilidades, las d esar­


m onías y las diferencias estructurales en las relaciones.
También parece aliviarse la exagerada idealización de los rasgos
que él no tenía, buscados en otros hom bres.
Al cabo de dos años de tratam iento surge una crisis ag u d a que
sorprende por el hecho de que se presentan síntom as paranoicos.
Decía que lo perseguían en el trabajo, en la calle y que sabían
P e rv e r s i on e s

cuestiones íntim as de él y también que los com pañeros del trabajo


intuían sus pensam ientos hom osexuales. N o quería ir a trabajar ni
salir de su casa y no podía dormir.
La crisis com ienza con un m utismo absoluto, la m irada perdida y
con un estado de dispersión importante. Se lo m edica con risperido-
na en dosis de tres m iligram os diarios y rápidamente se estabiliza.
Luego, recuerda la crisis de los días anteriores a ser m edicado,
com o un episodio lejano en el tiempo, y argumenta que se desenca­
denó porque estaba m uy exigido en el trabajo y en la Facultad por el
esfuerzo que hizo para recibirse.
El episodio rem itió rápidam ente y siguió tom ando m edicación
durante unos m eses.
Las cuestiones que se estaban tratando continuaron siendo traba­
jadas pero con m ás cautela respecto del modo de orientar el trata­
miento posible.
Luego surgió una preocupación por su cuerpo e hizo un régim en
que le perm itió bajar de peso y verse m ás saludable y m ás atractivo
frente al espejo.
Parecía estabilizarse consistentemente, pero cuando su herm ano
m ayor casado, adopta una hija, se genera un estado de angustia y
nuevam ente se deprim e y com ienza a "enlentecerse" en sus pensa­
mientos y en sus m ovim ientos, a tal punto que cuando viene al con­
sultorio cam ina com o un autóm ata y tarda varios m inutos en subir al
ascensor. N uevam ente no habla y está perplejo, cam ina despacio y se
detiene en el um bral de todas las puertas por algunos m inutos.
Aunque lentam ente, luego de un tiempo, puede hablar, y dice que
cree que su familia lo quiere asesinar y que tiene m iedo de entrar al
consultorio porque quizás alguien lo podía em pujar desde una ven­
tana y m atarlo.
También creía que las conversaciones que escuchaba durante el
viaje eran alusivas a su persona; las personas se sonreían o hacían
gestos que denotaban que ellos sabían lo que le pasaba; finalmente
luego de una crisis de llanto, com enta algo que nunca había dicho a
nadie. Desde los catorce años tiene juegos sexuales con su perro, y
estas relaciones com enzaron un tiempo después de la m uerte de su
padre y se agudizaron cuando dejó a su novia.
P si qui atrí a

A pesar de que estuvo con otras m ujeres siem pre le resultaba difí­
cil acercarse y seducirlas sexualm ente, y es p o r eso que los lazos con
ellas eran solo de am istad, y era m ás fácil ten er relaciones con el
perro ya que no había rechazo u oposición.
Com o él tiene un concepto devaluado de sí m ism o, tener relacio­
y ps i c oa ná l i s i s

nes con su perro le parece que es lo que se m erece, es decir, "ser tra­
tado com o un perro som etido sexu alm en te", p ero tam bién para él el
perro, en algún sentido, es som etido p orq u e n o puede elegir.
Si bien esta últim a descripción p arece m o stra r un fantasma per­
verso, los m om entos anteriores y posteriores a ese acto tienen carac­
terísticas im portantes de despersonalización y perplejidad.
2

Pero según el sujeto, luego de estos ep iso d io s con el perro, es que "7 5
sufre las crisis que padece, porque siente angustia, culpa, v erg ü en za
y bronca, que se transform an en ideas persecutorias.
Sin em bargo las sensaciones paranoicas que describe en cad a u n a
de las crisis tienen un valor de certeza a considerar. C om o se pu ed e
apreciar se trata de un caso difícil respecto del diagnóstico, que se fue
revelando en el curso del tratam iento com o un caso de psicosis. P o r
otra parte es de destacar que los episodios p erversos son difíciles de
caracterizar.
Surgen algunas preguntas que podem os hacer:
¿Los actos perversos son desencadenantes de los síntom as psicó­
ticos tal com o lo describe el sujeto, o m ás bien se ubican co m o rasg o
de perversión o síntom a perverso, o com o pere-versión, es decir, una
versión del N om bre del Padre forcluido en una estru ctu ra psicótica,
de m odo tal que el rasgo de perversión funcionaría com o suplencia?
¿C óm o ubicar a la angustia, la culpa y la v ergü en za posteriores al
acto perverso?
¿El acto perverso, en este caso, im plica la identificación del sujeto
al objeto com o resto y la división del lado del otro p roduciend o
angustia en el partenaire, com o clásicam ente se entiende la p erv er­
sión? ¿C óm o pensar la utilización de antipsicóticos com o en este caso
donde los síntom as rem iten rápidam ente con dosis m ínim as?
Creo que el caso que les presenté es duro, difícil. Traté de sacarle
—si p o d ía - el patetism o del acto perverso con el perro, pero bueno, es
inevitable m encionarlo. Tiene m ás características que no las v oy a
describir, y m e parece que tiene alguna relación con el caso que pre­
sentó Ernesto, en el punto del diagnóstico diferencial obsesión-per­
versión, u obsesión-psicosis.
Conversación
C a t a l i n a B o r d ó n : Quería preguntarle a Ernesto Sinatra, ¿cóm o
terminó ese tratam iento? En realidad la pregunta m ás precisam ente
sería ¿em pezó, hubo entrada en análisis? Porque m e parece que eso,
en todo caso, nos va a perm itir situar la cuestión diagnóstica.
Creo que Miller -e n Introducción al método psicoanalítico- dice que
"los perversos son inanalizables". N o hay perverso en análisis, en
tanto y en cuanto esto que vos traías, incluso lo pensaba desde el
Seminario 10, "E l perverso es el que pasa la división al cam po del
O tro". Y ahí m e parece que está lo inanalizable. Y después, en cuan­
to al caso que presentó Miguel Furm an, a m í me parecía que efecti­
vam ente se trataban de rasgos perversos en una estructura psicótica.
Me parece que lo del perro tiene una literalidad, esto de ser tratado
com o un perro, en tanto es lo que él considera que se m erece.

N é s t o r Y e l l a t i : En esta reunión pasaron varias cosas de lo m ás


interesantes. Porque hay un equívoco inicial. C uando invité a
Horacio Vom m aro le dije "¿querés venir al D epartam ento a hablar de
psicopatías?", y él m e contestó "¿Psicopatías?, perversiones". A claré
que se trataba de psicopatías pero com o luego hubo un cam bio de
fechas, en realidad, a él le tocaba hoy hablar de perversiones, y psi­
copatías quedaba para la vez que viene. Entonces, m e parece m uy
interesante el equívoco, porque él hizo una interesante introducción
psiquiátrica a la cuestión de las psicopatías, pero en determ inado
mom ento dijo: "esto que a partir de determ inado m om ento histórico
comenzó a llam arse perversiones".
Me parece que lo que se presentó hoy es m agnífico para poder
discutir este tipo de cuestiones. Y para establecer otro lazo m ás desde
el punto de vista histórico. En la introducción te referiste a Pinel y la
Revolución Francesa, y nuestro conocido Sade también hace a una
P siqui atría

perm anente referencia de su posición sadiana en relación a los prin­


cipios de la Revolución; para ejemplo está su libelo "u n paso m ás
franceses y seréis republicanos". H ay que leerlo para sorprenderse
por los fundam entos políticos que da de lo que m e atrevería a llam ar
una perversión generalizada.
y psi coanálisi s

El caso que presentó Ernesto Sinatra m e parece extraordinario,


porque es un caso donde no hay una práctica sexual perversa locali-
zable de m anera precisa en tanto tal, cuando desde un punto de vista
psiquiátrico -au n q u e en el DSM no aparezca el térm ino p erv ersió n -
se diría que en un perverso hay que localizar la práctica sexual p er­
2

versa, y definirla sí está o no en relación a la norm a.


Los psicoanalistas no lacanianos han trabajado la cuestión de la 77
perversión históricam ente en nuestro país, y creo que dirían que este
sujeto es un gran psicópata, por la capacidad de m anipulación que
tiene del otro. Es un m anipulador en el sentido que desde principio
a fin trata de inducir al otro a actuar: cuando m an d a al sobrino, o
cuand o le dice al analista lo que debe o no debe hacer.
Desde esa perspectiva ¿qué pensás de la posición canalla, tal
com o la define Lacan? Él dice que el canalla se pone en el lugar del
Gran Otro, en relación al sujeto. Y el m om ento clave es cuando él
dice: "¿Q uién es usted para creerse el gran O tro de mí? U sted es psi­
coanalista. El único gran Otro soy yo m ism o". Lo entiendo de esa
form a cuand o hacés referencia a la cuestión transferencial.
De todas m aneras, desde la perspectiva de la perversión, hay una
cosa que m e llam a la atención, son los ocho pasos. ¿Es él el que pone
los ocho pasos o vos com o analista? Porque si es él quien los puso,
m e parece que esa es una práctica del m asoquista, es el m asoquista el
que im pone los pasos a seguir y hace cum plir el contrato.

I n t e r v e n c i ó n : Si m e permitís intervenir. Estaba pensando que


hasta el paso cuarto, creo, hasta la coerción y el temor, es un sádico,
y después se transform a en un masoquista.

N é s t o r Y e l l a t i : Sí. H asta el terror. Y después se hace humillar.

Respecto del caso de Miguel Furm an, no dudaría dem asiado en


decir que es un psicótico, uno puede -e n su discurso inicial y en su
problem ática de pensam ientos hom osexuales- ubicar algo del orden
de la psicosis en su discurso. Lo que llamó la atención es cuando él
dice que a partir de las ideas que tiene está usando a los prim os. Y
después dice que pensar lastima a la familia. Ese es el extraordinario
poder de los pensam ientos. N o son los pensam ientos del obsesivo,
que sufre él de sus pensam ientos. A cá, él cree que sus pensam ientos
hacen sufrir al otro de una m anera que él conocerá. A partir del
y perversidades

desencadenam iento esto se invierte, es el otro el que lo hace padecer


a él, y m e parece que eso es francam ente psicótico.

A d r i á n S c h e i n s k e s t e l : Unos breves apuntes en relación a las


cosas que se están discutiendo.
U na es la cuestión que Vommaro ubicó com o esta etiología exter­
n a de Pinel relacionada a estos casos, que me parece que ya desde esa
P erversiones

época orientaba a lo que hoy día podríam os decir en relación al co n ­


cepto de pulsión, que creo que com o tal está en la base y el m arco
conceptual de lo que estam os trabajando.
Este concepto freudiano tan difícil que nos lleva directam ente a la
78 cuestión de ese borde entre lo interno y lo externo, o aquello que em pu­
ja desde afuera del mismo psiquismo. Esta es la etiología externa.
Otra cuestión de Clerem bault que también había m encionado
Vommaro; m e interesó esa diferencia que hacía entre psicopatía y
neurosis obsesiva, que es subrayada después por H enry Ey en rela­
ción a esa interpretación caprichosa de la ley del psicópata. Pero
habría que decir que esto que aparece com o diferencia quizás no lo
sea tanto, porque en la obsesión, bajo el ropaje de la hiperresponsa-
bilidad, en realidad lo que se juega ahí por parte del obsesivo es
seguir su propia ley. Es decir, el obsesivo m ismo es capaz de pagar un
sobreprecio m uy alto con tal que no sea el precio que le viene del
Otro, o de lo que está, de alguna forma, anticipado por la ley o por
cierto contrato.
En ese sentido hay una correspondencia entre esta especie de des-
responsabilización por un lado y de hiperresponsabilidad del otro, y
me parece que hay un punto que toca a estas dos posiciones: la psi­
copática y la obsesiva.
Por último, m e parece que los casos conm ueven los abordajes tra­
dicionales que tenem os acerca de distintas patologías, y m ás en la
actualidad, y tienen que ver con cierta posibilidad de respuesta ética
de parte del analista, o del psiquiatra mismo. Frente a las consultas,
a las entrevistas, siempre está la cuestión de si se le da o no la pala­
bra, o si la palabra está prescripta o proscripta. Me parece que eso es
un tem a, en esta época donde la palabra está lejos de ser proscripta
com o en la época de Freud. H ay en nuestra época un empuje a la
palabra, a decirlo todo, etc. Es cuando esta cuestión está m ás en el
candelero en el sentido de pensar bien en qué casos se prescribe y en
que casos se proscribe la palabra.
Me queda solo una cuestión. Pensaba preguntarle a Ernesto
Sinatra, no teniendo en cuenta la psicosis, pero sí abriendo el diag­
nóstico com o el de debilidad mental, esas patologías que agrupó
Lacan en el Seminario 11 con relación a la holofrase, m e resonó lo de
P si qui atrí a

la "consum isión" con esto que estaba tan en el centro de la propues­


ta en el contrato perverso o pseudoperverso; era esta m isión que te
fue encom endada. ¿Si en esa form a de presentación o de dem anda no
se jugaba algo del orden de alguna holofrase, en el sentido de una

frase que no está debidamente articulada?


y p s i c oa ná l i s i s

S i l v i a V o g e l : Me resultó m uy clara la presentación del Dr.


Vommaro porque me ayudó a ubicar desde la psiquiatría, claram en­
te, esto de ni locos, ni cuerdos, sino un trastorno de la conducta. Y
que sirve para pensar los dos casos, tanto el de Miguel Furm an com o
el de Ernesto Sinatra, en el punto donde en uno hay una dignidad y
2

una responsabilidad sobre el sufrimiento, y en el otro m e parece que 79


no. Si bien en los dos aparece el tem a del Otro, en el caso de F u rm an
es una posición responsable sobre el sufrimiento del Otro, vive con
culpa; m ientras que del otro lado h ay una cosa distinta que es el arre­
pentim iento p ara seguir los pasos perversos. Y m e parece que en la
psiquiatría y a estaba ubicado el lugar del Otro en esto.

E r n esto S in a t r a : M uchas gracias por las intervenciones. Lo que


preguntaba Catalina Bordón. ¿Qué pasó? Este fue el final. A hora, res­
pecto del aserto de Miller acerca de los perversos inanalizables.
Podem os responder con W ittgenstein: "L o s perversos son inanaliza­
bles cuando son inanalizables", lo cual quiere decir que no p od em os
adscribir la perversión com o categoría ontológica, sino debem os
entender que hay parlétres ubicados en una estructura clínica que lla­
m am os perversión, que llegan a consulta no p ara poner en juego su
práctica p erversa, sino, com o fue exactam ente en este caso, lo que se
escapa de la práctica perversa, lo que no puede -c o m o fue el c a s o -
controlar de esta secuencia y se le iba del goce, m ás allá del goce cal­
culado, y puesto en regla.
Porque - a c á paso a la pregunta de Y ellati- h ay datos que no he
incluido, hay prácticas perversas de las que él no quería h ablar y está
articulado precisam ente al m asoquism o. H ay escenas sexuales m aso-
quistas donde el contrato reglado aparece, y de lo que la secu en cia da
la m edida. P or eso está bien escuchado, está p u n tu alm en te escu ch a­
do, lo que ubica N éstor Yellati.
Lo que aconteció es que de eso él no venía a hablar. Dijo: "Sí, yo
hago eso, pero no me interesa hablarlo con usted. Yo quiero h ab lar de
lo otro. Su m isión no es m eterse con mi vida sexual, e n tié n d a lo ". Esas
eran sus palabras cada vez que yo intentaba saben qué p asab a ahí.
Lo que este caso enseña tam bién es cóm o el saber p u ed e ser un
m edio de goce. Porque uno podría decir, allí donde estaba a p u n to de
soltarse ese trayecto, ese circuito de goce, y donde estab a la posibili­
perversid ades

dad de -p re cisam en te- resolverse lo que su p u estam en te en el caso de


una neurosis hubiera sido la fuente de las inhibiciones, sín to m as y
angustias, justo allí se volvió a reencausar en el circu ito p erv erso . Se
volvió a infiltrar goce en el saber. Y se relanzó la ap u esta. E sto es u n
elem ento de diagnóstico im portante.
Por eso tam bién está clara la cuestión de la can allad a, está trab a­
y

jada la canallada, donde efectivam ente él está en el lu g a r del O tro


P erversio n es

aunque no siem pre. Pero él se coloca en el lu gar del Sl7 que es el que
dom ina la escena. Y tam bién la escena sexual. P o r eso él -c o m o dice
L acan en el Seminario 2 1 - es el am o del juego. E so es el m a so q u ista en
tanto perverso, él es la v o z del amo.
80 Y en este caso justam ente es im presionante la p re se n cia del obje­
to voz. En ese sentido, si bien él aparece com o el Otro del otro, al
m ismo tiem po es aquel instrum ento que tiende a hacer existir el goce
en el Otro. H ay una doble función del perverso en esta cara m aso­
quista. Por eso los ocho pasos son el índice de la posición m asoquis­
ta en la p ráctica sexual. Pero ya están ahí indicados. Esa era m i supo­
sición, adem ás, m e alegro de haber transm itido eso. Porque fue exac­
tam ente lo que m e llevó después a intentar ubicar algo m ás.
Por supuesto que aquí está claro cóm o el saber acerca del goce no
elimina, necesariam ente, el goce que está en juego. En tanto nos per­
mite entender cóm o puede ser el saber mismo m edio de goce. La arti­
culación difícil entre el lenguaje y Mengua, que hace L acan en su últi­
m a enseñanza, se entiende acá claramente. N o lo varnos a desarrollar
ahora pero sería un tem a interesante para tratar y voy a lo que plan­
teaba A drián Scheinkestel.
L a cuestión de la holofrase es algo que no tom ó Lacan después,
pero sí situó determ inadas m aneras que tienen ciertas estructuras clí­
nicas no tradicionales para tratar el lenguaje. Cuál es el tratam iento
de goce del lenguaje que se hace. M uy bien, la m etonim ia que hace
precisam ente el funcionamiento de la holofrase da cuenta de ese pro­
ceder, no lo he pensado así, pero m ás bien m e llevaría a situar lo que
aquí aparece en tanto el manejo m etoním ico del lenguaje. Com o des­
lizamiento del goce en el lenguaje. Es cierto que ahí está "la m isión",
pero no m e arriesgaría a dar sentido a eso. Lo que podría ser un ver­
dadero problem a clínicamente. Sirve, tal vez, com o quien intenta leer
Finnegans Wake, que uno se siente a veces desposeído tanto del senti­
do que tiende a dárselo al texto. Y a veces el texto está ahí p ara bur­
larse de nosotros. Y este hombre se burlaba del otro, constantem ente.
Y no sé si esa cuestión de la 'consum ición' no está en juego ahí, una
vez más, com o un efecto de un análisis anterior.
H ay que recordar que este hombre viene de m uchos análisis.
Tenía m ás de veinticinco años de tratam iento. Había que estar adver­
P si qui atrí a

tido de que no era un pez que se cocinaba en el prim er hervor.

IN T E R V E N C IÓ N : Para que me quede claro. Habría en la perversión


dos posibilidades: un perverso si va a tratar a lo del analista su goce
perverso sería psicoanalizable; y si va a tratar lo que resta de su goce,
y p s i c oa ná l i s i s

eso que no puede controlar, sería inanalizable.

E r n e s t o S i n a t r a : N o quisiera llegar a eso. Es lo que dije al


comienzo. U n perverso es inanalizable si es inanalizable, y esto hay
que tom arlo al pie de la letra. N o es una tautología lo que estoy
diciendo. El prim er inanalizable no vale lo m ism o que el segundo. Es
2

decir, hay que poner cada caso a funcionar para saber si la persona
5
que está ahí no se puede analizar o sí. Sabem os, y con eso nos tran­
quilizamos, que podem os analizar a un perverso respecto de lo que
hay de neurótico en él. Todo eso perm ite aproxim arnos a quienes lle­
gan con cuestiones bizarras, sin ser psicóticos -au n q u e a veces pare­
cen se rlo - y no sabem os m uy bien com o m aniobrar. Y si adem ás, la
barra tiende a ser tirada para el lado del analista - y que a veces es el
reservorio de la angustia del Otro, es aquel que se h a instrum entado
p ara que el Otro g o c e - es una cuestión sum am ente com pleja.
Lo que podem os hacer entonces de la m ejor m anera es recibir a
cada quien y analizar hasta donde se puede.
En este caso que Ies acabo de contar se avanzó hasta un punto,
hasta donde no podía convalidar esa falla ética, porque sabía que se
había caído absolutamente lo que de transferencia había. La transfe­
rencia que le había posibilitado a él que fuera el com pañero de ruta
hasta que hubiera podido situar lo que él situó, estos pasos, esta
secuencia de la relación al Otro. Pero m ás allá no quería saber nada.
Solamente quería seguir gozando e incluir al analista com o ese m ism o
objeto. Entonces, ¿ahí cóm o seguir? Les cuento el final para ubicar
alguna cuestión m ás a Catalina Bordón por lo que preguntaba.
Todo parecía quedar totalm ente tranquilo. El lobo que había apa­
recido conm igo en el m om ento que le digo: "Se acabó. Esa falla ética
no la puedo validar. Que usted use a un niño para h acer eso, no lo
voy a v alid ar", él aceptó, entendió perfectam ente. Pero a la hora
suena el teléfono y deja un mensaje: "Entendí Sinatra, pero adem ás
¿usted no se habrá asustado?".

H o r a c i o V o m m a r o : Y o creo que el tem a de la analizabilidad o ina-


nalizabilidad es riesgoso que esté predeterm inado, porque sino sería
partir de un prejuicio. Creo que lo hacem os todos; están las entrevis­
tas prelim inares donde efectivamente pueden ser tantas com o sean
deseables y necesarias, y ahí vam os haciendo un diagnóstico y vien­
PERVERSIONES Y PERVERSIDADES

do la posibilidad o no de entrada en análisis de un paciente. Me pare­


ce que no es una cosa previa a determinar, porque efectivam ente cae­
ríam os en una totalidad con la que no estaría de acuerdo.
Sobre el paciente que presenta Ernesto Sinatra hay algunas cosas
que m e parecen m uy interesantes a tener en cuenta. Porque cuando
él señala la falla ética, estaba pensando en la m isión: "Salvarm e la
v id a", "Encarno las fuerzas del m al". De alguna m anera, en esa falla,
lo que se plantea es el en cam ar las fuerzas del m al, es decir, co n tra­
pone lo que el paciente dijo de inicio, lo de cum plir u n a m isión, y de
alguna m anera tu respuesta va a ese punto directo. Ceo que esto es
una cosa interesante, y qué efectos puede producir esto en esta per-
¡2 sona, aunque sin duda algún efecto puede llegar a tener.
La otra cuestión es que el prim er paso es capturar la presa, captu­
ra la presa pero no la suelta, es decir, hay una cosa que es distinta de
la del Don Giovanni de M ozart, porque en Don Giovanni, de alguna
m anera el goce en él estaba en la conquista y la seducción de la mujer,
pero no en poseerla; cuando llegaba eso iba a otra, a otra y a otra.
Tendría bastante que ver con la cultura actual que es la sociedad
de consum o, porque en definitiva tiene la m ism a m ecánica. Es decir,
en la sociedad de consum o el objetivo no está en poseer el objeto que
quiero, sino que apenas lo tengo ya rápidam ente busco otro. Y lo que
se repite perm anentem ente es esto. Pero fíjense que él no la suelta, y
ahí es donde se desliza una posición masoquista, cuando él no la
suelta em piezan los otros puntos: el arrepentimiento, el terror, la
entrega, la hum illación. Es decir, si él la soltase puede ser que no
cum pla algunos de estos pasos y estaríam os ante otra situación. N o
soltarla hace que se deslice a esta situación m asoquista, y aparece el
contrato que N éstor Yellati dijo bien.
La otra cuestión que m e parece im portante es que cuando yo
planteaba lo de Clerembault, lo hacía en el sentido de las descripcio­
nes. Pero es cierto que cuando Freud hablaba que el negativo de la
neurosis es la perversión, el obsesivo es el paradigm a. Es decir, cuan­
do se adentra en las fantasías sexuales que el obsesivo puede tener
-e sto ya es avanzado un análisis- aparece efectivam ente u n p erver­
so. Esto es a tener en cuenta.
Creo que en el otro caso que presenta Miguel Furm an es m ucho
m ás claro. P o r lo m enos a m í me despierta m enos interrogantes; efec­
tivam ente estam os ante un psicótico que tiene algunos rasgos de per­
versión, pero no es una estructura perversa; creo que es un psicótico
y, sin hacer de eso una cuestión también de causa efecto, creo que un
neuroléptico com o la risperidona, con tres m iligram os, si hizo efecto,
de alguna m anera tam bién tiene que ver con el diagnóstico de estruc­
tura. Yo no creo que al paciente de Ernesto Sinatra, le dieras lo que le
P si qui atrí a

dieras, hubiese cam biado su posición.


Y la otra cosa es lo de proscripta o prescripta la palabra. En mi
experiencia, a veces me llegan pacientes con una cultura psicoanalí-
tica de lo que les pasa admirable, pero que en la práctica no m odifi­
caron nada. Están tal cual em pezaron en su m om ento. Y ahí, una de
y ps i c oa ná l i s i s

las cosas, hablando de proscribir o prescribir la palabra, es cuando yo


m e pongo m ás en el idioma de la "lleca", es decir, no le hablo en nin­
gún lenguaje psicoanalitico. Me pongo más en hablarle al estilo de la
"lleca", porque efectivam ente creo que tiene que v er con el goce de la
palabra, gente que tiene todo un saber y puede hacer descripciones
m aravillosas y que puede escribir textos sobre esto, pero que no está
2

involucrada y, efectivam ente, no hay un cam bio. 83


G l o r ia A Una de las cuestiones que pensab a, u n a v ez m ás,
k sm a n :
y m e parece interesante, es qué entendem os p o r rasg o s de p e rv e r­
sión, porque m e parece que una cuestión es la p ráctica p erv ersa y
otra cosa es el rasgo de perversión. El rasgo es el que está p resen te en
el fantasm a neurótico, y no necesariam ente p ro d u ce u n a p ráctica
perversa. Digo, el rasgo siem pre es perverso, to m a siem p re ese sesgo.

A d r i a n a L u k a : Por supuesto agrad ezco a los p articip an tes de la


m esa, realm ente un lujo. Ya se dijeron m u ch as co sas así que diré m u y
pocas, p or ahí repitiendo algo, com o p ara ir cerran d o .
Evidentem ente, respecto al caso de E rn esto Sinatra, p o d ríam o s
hablar de una estructura perversa con una posición canalla. P orq u e
lo canalla está. A hora, pensaba -c u a n d o él te v u elv e a llam ar y te dice
"se asustó", supuso que ya había llegado con v o s h asta p ro v o ca rte el
terror. Cóm o va llevando los pasos a la transferen cia. Pero cu an d o
revisé el m aterial veo que dice "lo asusté", es decir, p ro v o có el terror.
N o tenía el partenaire con el que podía seguir, porque ahí dijiste basta.
En el caso de M iguel Furm an. Estam os to d o s de acu erd o en que
es una psicosis, y con respecto a este punto de los rasg o s o co m o los
llam em os. Tal com o es el título que salió en la o rien tación lacan ian a:
Perversidades, com o una cosa m ás general que tenem os que ir situ an ­
do, si se trata de un fantasm a, que com o todo fan tasm a es p erv erso ,
si es un rasgo o si es una estructura. R ealm ente es el trabajo de este
año. Y por supuesto, cuando el Dr. V om m aro hablaba de la p sico p a­
tía y lo juntó con la perversión, esta relación p sico p atía-p erv ersió n ,
¿se trata de una posición? El caso de Ernesto es claro en el p u n to que
está la estructura y está la posición. L acan la llam ará canalla.

M a r y P i r r o n e : Sim plem ente, ¿puede haber u n a e stru ctu ra no p er­


versa con una práctica perversa? -e s tru ctu ra p sicó tica con u n a p rá c ­
tica p e rv e rsa - y, ¿cóm o puede haber una estru ctu ra p e rv e rsa , in clu ­
so sin práctica perversa? Después surgió esto de la po sició n m a so ­
quista de este paciente, pero podría no tenerla, p o rq u e ya, de tod os
m odos, p or lo que apareció en la puesta en fo rm a en la transferen cia,
no cabía duda que era una estructura p erversa. E sto de "c a d a cual
con su m isión ". Pero m e parecía interesante esta cu estión , es decir
-re to m a n d o - estructura y práctica, esta cuestión del ra sg o 'm e p arece
que introduce com plicaciones, porque cu án tas v eces v e m o s p rácticas
p erversas en estructuras psicóticas.
La perversión en la época actual

Fa b i á n N a p a r s t e k

N É S T O R Y e l l a t i : Invitam os a Fabián N aparstek por su trabajo


acerca del tem a de la perversión, y él nos va a com entar cuáles son
sus ideas al respecto, y luego discutiremos, harem os una conversa­
ción sobre eso. En segundo lugar, Luis Salamone, que es otro de los
responsables del D epartam ento de Toxicomanías y Alcoholism o y
miembro de la EOL, va a traer un caso clínico que es precisam ente
donde está en juego la cuestión diagnóstica, la cuestión de la perver­
sión y también el de la psicopatía, que es un tem a que estuvim os tra­
b a j a n d o este año. Le doy la palabra entonces a Fabián.

Buenas noches, en prim er lugar quiero agradecer la invitación a un


trabajo entre departam entos, esperemos, recién decía en chiste, que no
sea una reunión de consorcio, que siempre son m uy aburridas; a veces
se discute fuerte pero no son los temas interesantes a discutir; y por
otra esperam os que tenga continuidad; seguram ente tendrem os opor­
tunidad nosotros también de invitarlos a participar en el TYA.
Respecto del tem a de la repercusión en la actualidad del tem a lo
Psiquiatría

he trabajado fundam entalm ente respecto de la cuestión del padre en


relación con el C ongreso de Roma, y revisando las notas creo haber­
le dado una vuelta a la cuestión, ya que en su m om ento no había cap­
tado un cambio que hace Miller m ism o al respecto, de cuál es el lugar
que tiene la perversión.
y psicoanálisis

Miller escribe por prim era vez en El Otro que no existe y sus comi­
tés de ética, en 1996, algo respecto del lugar del objeto, en la página 82,
donde se refiere a la prevalencia del a sobre el ideal, leyendo de esa
m a n e r a esa frase de L acan que a partir de Miller se hace bastante
conocida: "el objeto a en el cénit de la civilización", referida a la
manera en que él lee la caída de los ideales y la prevalencia del obje­
2

to a. 85
A dos años de haber trabajado este seminario con Eric Laurent,
escribe en El hueso de un análisis respecto de los térm inos femenino y
m asculino, diciendo que uno de los problemas para el cam po feme­
nino es la caída del amor, y cómo ciertas mujeres se ubican del lado
m asculino, de alguna m anera fetichizando a los hombres, y en este
caso en vez de plantear la prom oción del objeto a propone la prom o­
ción del fantasma. Textualmente: "L a desvalorización del amor, la
piom oción del fantasma y esos fenómenos están principalmente
situados del lado m asculino".
Entonces sería necesario que las mujeres despertasen, despertasen
de la buena m anera,que no sería la m ism a m anera que la de los hom ­
bres:
- la m ujer es llevada a hacerse fetichizar en la relación de pareja,
es llevada a sintom atizarse, se ve forzada a velarse, a enm ascararse y
a acentuar su semblante. Mientras que ella hace de su pareja un A
barrado, com porta igualmente que de su goce ella nada sepa.
- que el hom bre por un lado fetichiza a la m ujer al precio de eclip­
sarse en su fantasm a, un hombre sabe m ucho m ás de su goce que una
mujer, él sabe m ucho m ás sobre los detalles que condicionan su goce
pero evidentem ente eso es mucho menos interesante.
- Cuando está diciendo esto se está refiriendo principalm ente a la
relación fantasm ática de un sujeto en relación con el objeto a. Lo que
Miller allí indica entonces es que cuando el hombre ubica a la mujer
en el lugar del objeto a dice "es aburrido", porque es repetitivo, pero
finalmente el hombre está totalmente orientado sobre qué quiere res­
pecto del otro sexo, a tal punto que, cuando lo consigue, tenem os la
imagen cinem atográfica de tocar el botón y que la m ujer se v aya de
la cama porque se consiguió todo. N o es m ás que una form a perver­
sa de enfrentar la relación de los sexos, porque el fantasm a no des­
cribe m ás que una forma perversa; es todo un m om ento de Miller en
el que pone las cosas en térm inos de una revalorización o mejor, un
¡2 énfasis en el fantasma.
< Sin em bargo, tiempo después, fundam entalmente en C om anda- ,
£a: tuba, cuando retom a la m ism a indicación de Lacan habla allí de los
> desorientados. Es interesante porque en este caso tenem os la orienta­
se ción total, la orientación por lo m asculino y en cam bio en
>- Com andatuba retom a la m ism a indicación de Lacan que es el objeto
¡2 a al cénit de la civilización para hablar de los desorientados. Miller
o hafcla de la ruptura de la familia, de los lazos familiares, pareja, etc.,
¡2 y tem a com o tem a a los desbrujulados, que m ás bien hay que pensar
> como desorientados, y allí no lo cita a Lacan pero hay una indicación
!l muy precisa y sobre la cual m e quiero detener.
¡g~ Es posterior a la "Proposición del 9 de octubre", y es una charla
que Lacan da a los psiquiatras que se llama "Pequeño discurso a los
psiquiatras", en donde retom a esta cuestión de una m anera m uy pre­
cisa con varios puntos de importancia.
Es m uy interesante cóm o retom a el tema de la com prensión res­
pecto de Jaspers y lo critica; anteriorm ente había puesto el acento en
la cuestión im aginaria de la comprensión, pero acá el pone énfasis en
la relación con el objeto a. Es m uy interesante como hay algo de la
comprensión que está sostenido en el plus de goce, ligando la com ­
prensión a la segregación com o una forma de segregación. "Pequeño
discurso a los psiquiatras" es de 1968, no está publicada, la traduc-
.ción que existe es m uy mala, y la cita apunta a pensar la locura, la
psicosis, en relación, por un lado, con el Otro, y por el otro, con el
objeto a.
Era una lógica m uy precisa en la que vuelve a su vieja indicación
de que loco es el hombre libre, una especie de ironía lacaniana por­
que la locura había sido en la historia de la psiquiatría la alineación
mental, y él viene a decir que el loco es el hombre libre, es decir que
hay allí una ironía hacia toda la psiquiatría.
Lo justifica de la siguiente manera: el loco es el que tiene el obje­
to a en su bolsillo y por eso no le reclama el objeto a al Otro, que es lo
que hace el neurótico. Plantea que com o el loco tiene el objeto a en su
bolsillo -d a el ejemplo de las v o ces- entonces no precisa del Otro, es
libre respecto del Otro, pero al mismo tiempo está totalmente inva­
dido por esos objetos a. Uno diría que no hay sujeto más tom ado por
los fenómenos de la palabra que el psicótico, sin embargo lo que está
diciendo es que tiene libertad respecto del Otro, por no tener que
reclamarle ese objeto, e inm ediatam ente que da esta indicación sobre
la psicosis, habla de la época. En la época de la universalización,
ahora diríamos, globalización, cuanto más se somete a las transfor­
m aciones de la ciencia, m ás dom ina todo en nuestra vida cotidiana,
hasta la incidencia de nuestros objetos a. Si hay uno de los frutos m ás
P si qui atrí a

tangibles que ahora se puedan tocar todos los días, lo que deviene de
los progresos de la ciencia es que los objetos a se meten en todas par­
tes, aislados, solos y siempre listos a sorprendernos en el prim er
encuentro. Solo hago alusión aquí a la existencia de lo que se llama
los mass-tnedia, a saber esas m iradas errantes y esas voces capricho­
y ps i coa ná l i s i s

sas por las cuales están destinados muy naturalmente a estar rodea­
dos cada vez m ás. Es el sujeto de la ciencia el cual se mete por los ojos
y por las orejas, y es interesante porque com para al sujeto de la época
con el psicótico en tanto nos m eten el objeto a en el bolsillo. Pero el
punto que m e interesa subrayar es que no se trata del objeto a en el
fantasm a , cuando él dice "aislado y solo", más bien lo que m uestra
2

es la desorientación de la época, esos objetos a no están ligados sin- ~%j


gularm ente en una fórmula en el fantasma. Es lo que m uestra el suje­
to psicótico, que ese objeto a que invade no tiene las características
del objeto a en el fantasma, en otros términos, no hace perversión, tira
abajo a la perversión. A los desorientados hay que entenderlos com o
desorientados sexuales, m ás allá de pensar que quizás la época ten­
dería m ás hacia la perversión, porque la gente se libera m ás hacia la
perversión, pero esa liberación de la sexualidad no ha llevado a
fom entar el fantasm a com o formas únicas y repetitivas del goce
sexual, sino que ha llevado a jóvenes que están totalm ente desorien­
tados respecto de la sexualidad.
En su m om ento he presentado alguna viñeta clínica donde se vis­
lum braba esta cuestión, pero es de la clínica de todos los días, se tra­
taba de un joven que lo decía de esta m anera: "Yo en la sexualidad
parto de cero", es decir, que no tenía ninguna orientación. El ejemplo
que m e gusta dar es que si voy a com prar un zapato sé cual es el que
m e gusta, pero no sé cuál es mi horm a. Es interesante el ejemplo que
da el paciente, porque es la horm a perversa y entonces esto tenía con­
secuencias en su vida porque entonces tenía que salir a probar y bus­
car travestís, relaciones heterosexuales, hom osexuales, etc. Casi a la
inversa del fantasm a que Freud llama fetichista, porque Lacan decía
que "la mujer es un sueño del hom bre", algunas van y otras no van,
aquellas que hacen consonancia con el inconsciente del hombre.
Yo utilizaba otro ejemplo, el del príncipe y la cenicienta, donde el
príncipe que v a con el zapato buscando la m ujer que encaje en esa
horm a, un buen ejemplo para ubicar la condición fetichista de los
hombres. Si hubiera sido un verdadero fetichista se hubiese quedado
con el zapato y no saldría a buscar a nadie, ya que la idea de Freud
es que el verdadero fetichista se queda con el zapato en la m ano, en
cam bio salió a buscar una mujer que encaje y es la posición por exce­
lencia m asculina, se ve lo orientado que está ese hom bre, donde es
tan simple com o hacer encajar a una mujer en ese zapato y si encaja,
es la m ujer adecuada. Después viene el am or para encubrir eso, pero
finalmente lo que m uestra el psicoanálisis es que eso está determ ina­
do por esa horm a de ese zapato, y lo interesante de lo que decía este
m uchacho era que le faltaba la horm a, "no sé cuánto calzo", y en ese
sentido, es la época la que prom ociona la caída de la perversión. A mi
gusto esto tiene una explicación m uy precisa, y es que el m ercad o
actual capitalista no va de la m ano con la perversión, porque el feti­
chista quiere siem pre el m ismo zapato viejo y sucio, y el m ercad o
quiere ven d em os un zapato nuevo cada vez.
Bueno, un último paso sobre esta cuestión es tratar de articular el
padre con el objeto a, y esta no es m ás que la form a en que piensa
Lacan al padre com o perversión, la versión del padre. Es decir que la
respuesta lacaniana a este problema de la época es cóm o ligar el padre
ya no con el ideal sino con el padre y el objeto a, haciendo de esa liga­
zón algo singular, porque la idea de Lacan es que el padre de la per­
versión es lo que lleva al padre síntoma, lo que liga al padre con el
goce, porque si hubo cierta tensión en la fundamentación del lugar del
padre a lo largo de la enseñanza de Lacan es que el padre iba por un
lado y el goce iba por el otro, y por supuesto tenemos en el comienzo
antecedentes com o el protopadre. El protopadre es donde se ligaban
el goce y el padre, porque para hablar del padre había que suponerlo
muerto y una vez que está m uerto, tenemos lo vivo del padre que es
lo que quedó en ese mom ento, versión que vivifica al padre y busca
un rasgo singular del padre para situar lo singular del sujeto. Para mi
gusto esta es una respuesta de Lacan al problema de la época, y uno
puede tom arlo com o una respuesta a su propia formulación, a su pro­
pia pregunta sobre cómo ligar al padre con el goce, que el padre y el
goce no sean el agua y el aceite que nunca terminaban de m ezclarse,
que el goce siempre estaba por un lado y el padre siempre com o per­
turbador del goce; había que ubicarlo del lado ideal, por lo que el goce
siempre era clandestino respecto del padre, es decir, por fuera del
padre, etc. H ay una respuesta en Lacan, hacer de eso un síntoma y
poder ligarlos de una m anera m uy particular, pero a la vez es una res­
puesta de la época, es decir que frente a una época que intenta quitar
la singularidad del goce de cada quien, el psicoanálisis empuja en el
tratamiento a que encuentre allí algo de lo singular de su goce a par­
tir de la perversión. En ese sentido el psicoanálisis va en contra de la
época, porque si la época empuja por fuera de la perversión, el psico­
análisis empuja h a d a esa perversión, nocom p era entendida antigua­
mente no es que empuja al fetichismo, empuja a la perversión que
implica la ligazón del padre con el objeto a
No es que empuja a la repetición universal de las perversiones
que es siem pre lo m ism o, lo aburrido que destaca Miller en El hueso
Psiquiatría

de un análisis cuando dice el hombre sabe lo que quiere perfectam en­


te pero eso no tiene nada de divertido, Bien, es mi idea del asunto,
que en la época actual hay una caída de la perversión entendida en
los térm inos del fantasm a perverso, y eso deja más bien a los sujetos
totalmente desorientados respecto de la sexualidad, aunque por
y psicoanálisis

supuesto de m uchas otras cosas en la vida.


2
Conversación
N é s t o r Y e l l a t i : Me parece que tenemos tiempo para conversar
u n poco al respecto. Es interesante porque estaba pensando que
desde la perspectiva del Departam ento de Psiquiatría y Psicoanálisis
el tem a de la perversión surgió en tanto diagnóstico com o una pre­
gunta acerca de cuándo utilizamos el término perversión. Inclusive
está el hecho que me llam a la atención de que no es dem asiado fre­
cuentem ente usado com o tal, sin embargo tiene una caracterización
m uy precisa, por lo m enos en el Lacan de la prim era época. En el
m ism o curso que citaste, El Otro que no existe y sus comités de ética,
Miller dice que para el psicoanálisis de la época de Freud el paradig­
m a era la neurosis obsesiva, el psicoanálisis en torno al paradigm a de
la neurosis, y que hoy vivim os los tiempos de la perversión. Es-desde
ahí que tom am os nuestro punto de partida, así com o también la ten­
dencia a la desaparición del término m ism o de perversión fuera de lo
que es nuestro cam po, porque tanto en el cam po de la psiquiatría
-q u e es la que está en vigencia, la del DSM -, no figura el término per­
versión, y las teorías m ás actuales respecto de la sexualidad, también
hacen desaparecer el término perversión y nosotros de alguna m ane­
ra Jo sostenem os. Me parece que es interesante lo que dijiste de carac­
terizar a la época actual com o una época que tira abajo la perversión,
y entiendo que la manifestación clínica de eso es que precisam ente
los sujetos llegan desorientados respecto de la sexualidad, y sin esa
certeza que se espera de la posición perversa, pero de la perversión
en sentido amplio, respecto de la certeza que el sujeto puede tener en
relación a su goce, cóm o lo localiza bajo la forma del rasgo de per­
versión, en ese punto precisamente lo que se advierte es lo contrario
de lo que se podría esperar de una época en la que pulularía la per­
versión.

M i g u e l F u r m a n : Quería preguntarte porqué planteás la caída de


la perversión, o sea la perversión com o la solución en la que el sínto­
m a sería perverso. Me parece que tal vez habría que precisar un poco
si no se trata de la caída del fantasma perverso, en el sentido de la
pulsión, el fantasm a perverso com o una form a de procesar el objeto
a, y de esa m anera al caer el fantasma perverso aparece el objeto a, sin
la relación que establece el rombo del fantasm a. El riesgo es que se
eleve a la perversión a la dignidad de algo un poco particular com o
solación, y entiendo que lo que tratás de m arcar es la caída de la fan-
tasm ática en general, entonces eso lleva al objeto a al cénit de la civi­
lización, al objeto a en su multiplicación.
G l o r i a A k s m a n : Va en el m ism o sentido, m e parece que se trata
de una dignificación del fantasma. Serían varias cosas a plantear: una
es qué entendem os por fin de análisis, y justamente cuando se habla
de la travesía del fantasm a no se trata de que los sujetos queden suel­
tos como objetos a estallados en el m undo, sino que en esa travesía
de lo que se trata es de esta posición fantasmática, por eso digo es ele­
var al fantasm a a la dignidad de la perversión, es decir, una cosa es
más allá del fantasm a respecto a la dimensión de engaño del fantas­
ma, y otra cosa es esta posición en la cual se trata de la perversión en
esta ligazón del padre, al rasgo que ya no implica un rasgo pletórico
de sentido sino que cada vez implica la dignidad del fantasma.

F a b i á n N a p a r s t e k : El psicoanálisis tiene un lugar central en todo


esto. Pensaba en el DSM, cuando se arma toda la disputa por el tema
de la hom osexualidad, si iba a entrar o no en el DSM y si se puede lla­
mar así, la corporación hom osexual puede salir del lado de la perver­
sión. El argum ento que utiliza es un argumento freudiano, es poder
separar la hom osexualidad de la perversión para la época, y en esto el
psicoanálisis es determinante, los hom osexuales no son enfermos.
Respecto de lo que plantean Miguel Furm an y después Gloria
Aksman, tom ando la perversión en el sentido freudiano, uno tendería
a pensar que liberar la sexualidad sería m ostrar lo que la neurosis no
muestra. Sin em bargo lo que se produce es un efecto de ruptura del
sujeto al objeto en el fantasma, y ésta es la consecuencia que hoy tene­
mos y es lo que de alguna m anera acerca la época a la locura en el sen­
tido fuerte del término. Se piensa la época com o si fuéram os hombres
libres porque el Otro no existe, es puro semblante, que es lo que le
pasa a la psicosis, que el objeto a invade por todos lados, sigue la
misma lógica de la psicosis. Es la ruptura del sujeto con el objeto por­
que allí está la consistencia del Otro para el neurótico, la consistencia
del Otro está articulada en el fantasma, la ligazón fuerte que hay del
P siqui atría

objeto y el sujeto, y entendemos en el psicoanálisis el fantasma per­


verso en las perversiones, com o m anera alienante por cierto, pero a la
vez que orienta.
Estoy destacando el aspecto de solución fundam entalm ente res­
pecto de la relación entre los sexos, la respuesta por excelencia en la
y psi coanálisi s

época victoriana, de que es un sexo y que es el otro sexo, o cóm o se


relacionan los sexos com o respuesta por excelencia del fantasma.
Vivimos en una época donde esa respuesta ha caído, lo que no quie­
re decir que todo el m undo vaya sin fantasma por la vida, pero me
parece que tenem os que estar advertidos de esto. A veces todo el tra­
tamiento no es m ás que tratar de establecer una orientación para un
2

individuo, es lo que pasa en la clínica habitualmente. Entiendo que 91


esta respuesta lacaniana del padre de la perversión tiene claras con­
notaciones p ara pensar el fin de análisis en un análisis puro, pero a
m i gusto es una herram ienta fundam ental en el psicoanálisis aplica­
do también. U na vez que caen los ideales de ninguna m anera se trata
de volver al viejo padre del ideal. En el TYA le hem os dado m uchas
vueltas a este asunto de cóm o interviene el padre de la perversión en
la cura de un toxicóm ano. La otra vertiente que tiene esto, es que la
relación del a con el padre que supone una limitación del goce, la
cuestión del padre del aperitivo, Lacan m uestra m uy claram ente que
se trata de un goce m uy bien limitado versus la expansión, de la inva­
sión de goce p or todos lados, y esa es una herram ienta central para
el psicoanálisis aplicado.
L a locura de esta época sin juicio, que ha perdido el juicio, p asa­
m os del juicio al perjuicio y los prejuicios com o esa orientación que
efectivam ente tenia antes en relación al ideal, antes cuando se decía
asocie libremente, deje de lado los prejuicios, los psicoanálisis juicios
sostenidos por el padre, juicios que venían desde el pasado en rela­
ción al lugar del padre. Se produce un pasaje de esa época a esta en
donde este prejuicio cambió y de lo que se trata es de probar cad a
vez, y que cad a prueba no esté som etida por un juicio en cuanto a
una cierta posición.
Probar todo, en este probar todo hay algo de la no responsabili­
dad nosotros hacem os responsables al sujeto de ese m odo particular
de goce del probar todo, es un punto delicado, entre aceptar todo y
ver com o orientar sin descuidar la cuestión de que hay una respon­
sabilidad del sujeto en este probar todo, donde a todo se le da el
m ism o valor y no se detiene en algo para hacer una pregunta.
Tratamiento de un toxicómano
Luis Sa la m o n e

Vamos a presentar a alguien que se llama Roberto, es un caso que


hem os discutido en el departam ento de TYA (Toxicom anía y
Alcholismo). Roberto pone sobre el tapete uno de los principales obs­
táculos clínicos que solemos encontrar en casos de sujetos que con­
sumen drogas, la dificultad diagnóstica. El consum o de cocaína,
como suele ocurrir, hace que presente un cuadro con cierta fenom e­
nología paranoica. Se queda horas pegado a la cerradura de una
puerta, manifiesta celos delirantes, rasgos de perversión que son una
constante de su vida sexual.
Roberto será consecuente en revelar las múltiples funciones que
cumple el tóxico; en principio dice que consume com o un acto de
rebeldía y para olvidar las presiones. Lucha contra el sida, contagió a
su ex mujer con la cual tiene dos hijas y afirma que por un lado sigue
escrupulosam ente el tratamiento, pero por otro se "m ata". Liga el
consumo a lo sexual, y en relación con ambas cosas se coloca com o
"desenfrenado", significante que representa su m anera de m anejarse
en el m undo sin poder p a ra r... del paraíso al infierno de la droga.
P si qui atrí a

Antes lograba liberarlo de la culpa, ahora se siente m uy culpable;


luego de tom ar no puede tapar el dolor, afirma que con la droga bus­
caba el delirio, desengancharse de la realidad.
Por otra parte no soporta el hecho de estar solo sin droga, es
decir, esta le perm ite realizar ese impasse sobre el O tro que resulta
y p s i c oa ná l i s i s

característico en el consum o de sustancias. Luego de consum ir tenía


un hábito, salir a manejar. El significante "desenfrenado" cobraba su
accionar, podía ir y volver a M ar del Plata sin parar, podía llegar a
estar hasta 12 horas del día manejando a toda velocidad. Recorto otro
significante que lo acom paña en su vida, "acelere", acelere que m arca
su relación con el trabajo, con las mujeres, con las drogas. Plantea que
2

comienza a sentirse culpable por prim era vez, afirma que vivía "d e
^_____ u en ia tram pa, lo suyo fue cam ­
biar las mujeres por la droga m atando el aburrim iento/ pero com ete
un fallido y dice "m atando el aburrido". Se interrum pe la entrevista
subrayando lo que es una sanción del inconsciente.
Antes de atenderlo a él había venido un chico que había arm ado
un barquito con una nuez y había puesto en la vela una calavera, y
m e había pedido probarlo en el baño, dejándolo ahí. El paciente m e
pide perm iso p ara ir al baño y encuentra ese dibujo infantil de una
calavera recostada en un barquito y sale del baño aterrado, diciendo
que esa visión lo pone en relación con la m uerte y que eso lo angus­
tia terriblemente.
Eí ser acelerado se vinculará al evadirse, a no enfrentar las cosas
escapando a toda velocidad con el riesgo de m atarse. La droga al
igual que las mujeres le hacían perder la cabeza, y jugaba con las
mujeres com o con la muerte. Julieta, su actual pareja, le puso un lími-
:e, es quien lo m andó a que se analice, y así el acelere encuentra otro
/ínculo, el m iedo a m orirse, salir a matarse. La droga tam bién es pen­
cada com o si se tratara de algo norm alizados tapa el agobio, le per-
nite disfrutar de una fantasía, ahora siente que no vale la pena estar
:oIgado, en su vida se ha boicoteado y no se refiere solo al consum o,
'a que tiene un juicio penal por estafa al que se le sum a uno por
laños por un accidente automovilístico, por lo cual puede term inar
n la cárcel y se pregunta qué culpa está pagando.
Una prim era respuesta es el haber contagiado a su ex mujer, el
ccidente autom ovilístico que él provoca yendo de contram ano y
íego del cual m odifica la posición del auto, antes de que llegue la
olicía. El sujeto estuvo un tiempo bastante largo en el hospital, vuel-
e a consumir, y ante la presión de su pareja que concurría a un
rupo de familiares de alcohólicos, va a Alcohólicos A nónim os prác-
cam ente todos los días a dos grupos diferentes, y le sirve.
L a debilidad cobra el estatuto de un significante m ostrando una
.entificación al padre, trabajada en relación con las mujeres, con las
•ogas, con el m eterse en problem as, con el sentirse im potente. Se
?nte enganchado con la debilidad al no tener patrones, valores,
?nte que le faltó la im agen de un hombre, es uno de estos deso-
jntados que com entaba Fabián. Se corrige, su padre era débil para
•n su m adre, era alcohólico. U na vez su m adre le había puesto un
nite pero tenía u na tendencia a la autodestrucción.
Em pieza a tener problem as en A. A., no lo aceptan por no ser alco-
'lico, y esto lo ata m ás al grupo, ocupa el lugar que dice ocupar en
familia, el de la oveja negra. Al dejar de drogarse dice "m e conec-
con la m aquinaria infernal de la v id a", y se suceden sueños en los
e la d roga em pieza a jugar un papel; cuando consum e drogas
empieza a soñar que consume, incluso en un sueño quiere consum ir
y se le acaba, se despierta desesperado, luego sueña que consum e y
se siente mal, y en otro pega un saque": dice que no se quiere poner
mal y lo tira al inodoro. Son todos sueños que nos m uestran la rela­
ción con el objeto droga en una secuencia que se observa a lo largo
del análisis, prim ero consum e, luego se le acaba y se desespera, des­
pués se siente mal. La droga no le alcanza para eliminar su malestar.
Decide tirarla al inodoro m ostrando una separación del objeto al cual
se había referido en varias oportunidades haciendo alusión a la m ate­
ria fecal, y el goce anal no tardará en ponerse en juego en el análisis,
la ansiedad es canalizada por la m asturbación, y afirma que la merca
viene disfrazada de m ujer pero com ienza a hablar de sus relaciones
con los hombres, se refiere a la infancia, a un hom osexual que le daba
cigarrillos si accedía a dejarse tirar la gom a y a que en una oportuni­
dad lo penetrara.
Más tarde trabajó en un boliche gay, luego surge el exsocio con el
que tiene una relación que define com o dependiente durante cuatro
años y que no tardará en revelarse co m o hom osexual. N o se perdona
un acto de zoofilia con una yegua antes de debutar con una mujer,
pero lo que le m olestó fue vender la d roga, ayudaba a "equilibrar esa
porquería , tapaba esa responsabilidad que no podía asumir, cosas
sin resolver com o su separación.
El padre cobra im portancia en su d iscu rso , habla de un duelo que
le quedaba por realizar, recuerda que em p ezó bebiendo de m ás, des­
pués pasó a la droga quizás para d iferenciarse, pero ya no encuentra
diferencia con su padre, lam entándose de haberlo rebajado com o lo
hizo. El tem a de su m adre no lo tenía resu elto , y allí sitúa su inma­
durez, los días que pasa sin co n su m ir so n m uchos pero vuelve a
hacerlo cada tanto. La droga le p erm ite "sen tir dolor sin dolor", el
significante que insiste ahora es irrita d o ", algo no encaja y no sabe
de qué se trata.
P siqui atría

Su posición con respecto a la ca stra ció n cam bia, tiene los celos que
tenía cuando se drogaba pero sin d ro g as, tien e desconfianza, relacio­
nándola con un recuerdo infantil.
U na vecina herm osa que tenía u n m a r id o enferm ero, al volver a
casa lo encuentra con otro. La d e sco n fia n z a com ienza a vincularse
y p s i c oa ná l i s i s

con el no ser querido, con el rechazo d e su m a d re , la falta de apoyo,


finalmente con su accionar, busca la m e n tira en el otro porque no
soporta la m entira en él, paga una v e z m á s p o r su culpa, tom a y se
siente culpable.
Dice haberse dado cuenta que en su f a n ta s ía busca a la mujer. Esta
búsqueda es un significante que n o m b ra a la m ujer. Roberto buscaba
2

donde no podía encontrar, en el fa n ta se o p r o v o c a d o p or la cocaína no 95


podía hacer nada, se da cuenta que últim am ente tom a cad a vez que
habla con su m adre. Le produce algo negativo, pero el problem a es
su voz, no lo que dice. El objeto pulsional irrum pe en una voz que lo
em puja al goce, se em pieza a cuidar, está dispuesto a presentar bata­
lla, A lcohólicos A nónim os por prim era vez deja de resultarle tan
im portante, ya no se trata de "cam biar una arm ad u ra p o r o tra".
Decide dejar el tratam iento luego de varios m eses sin consum ir y
pasar varias crisis económ icas m otivadas por los juicios.
Vuelve cinco años después a consultar a la persona que m e lo
derivó que tam bién es m iem bro del TYA, con la cual tiene dos o tres
entrevistas, donde sim plem ente manifiesta querer hacer un trata­
m iento pero finalmente desiste porque tiene un ataque cardíaco,
según dice m otivado por los rem edios que tuvo que tom ar para el
HIV.
Sigue sin drogarse pero ahora su adicción prim ordial es m astur-
barse. M anifiesta la intención de hacer un tratam iento, pero a pesar
de que com p ra unas propiedades dice no poder afrontarlo.
Conversación
N ÉST O R Y e l l a t i : Bien, es un caso m uy interesante porque trata la
roblem ática de la toxicom anía, pero además hay episodios que
odríam os llam ar perversos, desde lo hom osexual en la infancia al
acto de zoofiüa que parece que no se perdona.
Lo que le m olestó fue venderse, o sea que fue taxiboy, lo que no
aoarece relatad o es que también tenía prácticas swingers, y si bien no
es lo que está resaltado en el trabajo desde la perspectiva de los tem as
nue vam os viendo en el curso del año en el departam ento, hay un
aspecto que a m í m e parece interesante y es que adem ás estafa. Es
decir se refiere a sí m ismo com o alguien que vive de tram pa, vive de
trampa y la estafa también lo lleva al riesgo de ir a la cárcel, y eso no
necesariam ente tiene que estar vinculado con la toxicom anía pero
está referido a la cuestión de la psicopatía y de la perversión.

A D R IA N A L U K A : Quería tom ar del caso la cuestión de los rasgos de


perversión que aquí trabajamos bastante en los m ódulos de investi­
gación y es uno de los temas que nos preocupan, la cuestión entre la
estructura, el rasgo y lo que se refiere al fantasma que, com o todo
fantasma es perverso, y tratar de ver las diferencias.
Coincido también con Yellati, aunque sea un término que no u sa­
mos habitualm ente, en la psicopatía, la cuestión de la estafa y la falta
de responsabilidad, porque en el accidente pretende ocultar su cul­
pabilidad. Tam poco se hace cargo de sus hijas siendo la respuesta
que las hijas no se interesan en él.
Podríam os decir que entre actos delictivos y estafas está buscan­
do un castigo que finalmente no llega, aunque lo que sí le llega es el
pago que tiene que hacer. Se va quedando sin plata por tener que
pagar aunque finalmente decide no pagar las sesiones.
P si qui at ría

Intervención: A rticulando lo que sería la perversión con el dis­

curso del capitalista, pensé en qué es lo que cam bia en relación al


discurso del am o. Lo que se escucha es que lo que está en prim er
lugar es el goce que intenta vender, la publicidad, com o si fuera el
sujeto en prim er lugar. Pero para m í a lo que apunta en relación con
y psicoanálisis

el discurso del capitalista, cuando Lacan invierte la b arra de la


represión y el significante am o abajo y pone el sujeto por sobre la
b arra de la represión donde supuestam ente no hay un padre.
M uchas veces pensamos que el discurso capitalista está caracteriza­
do p or no haber un padre, y lo que m e parece es que vela otro tipo
2

de relación, que el padre aparece debajo de la b arra de la re p re sió n __


no com o el padre de la prohibición del ideal, ese padre prohibidor 97
p or ejemplo que aparece en Freud, sino el p ad re m ucho m ás del
lado del superyó.

IN T E R V E N C IÓ N : Me interesaba saber qué pasa con el sida y su tra­


tam iento, porque no parece por sus recursos económ icos un hom bre
que vaya al hospital Muñiz; adem ás cuando decís que deja de dro­
garse y se m asturba, Lacan dice que en la m asturbación hay un
divorcio con el hace-pipí.
Y Freud por otro lado habla de m atrim onio, que el alcohólico está
casado con la botella. Me llamó la atención que este hom bre em pe­
zara a m asturbarse, com o si em pezara a haber allí un goce fálico.

I n t e r v e n c ió n : Mi pregunta es respecto de lo que el psicoanálisis


ha tocado en este paciente. Es decir quisiera que desplegaras un poco
m ás si consideras que el dejar la droga tiene que ver con algo que el
psicoanálisis ha tocado en ese sentido.

Luis S a l a m o n e : Me parece que hay que deslindar algunas cues­


tiones. U na cosa es el fantasm a perverso que Lacan describe m uy
bien com o el fantasm a fetichista, el fantasm a perverso, y otra cosa es
la estructura perversa
Fabián N aparstek antes hablaba de la estructura y de cóm o la
época desarticula esa posibilidad de localización del goce en el fan­
tasm a, pero no creo que desarticule la perversión, todo lo contrario,
yo pienso que fom enta el fantasma perverso. A diferencia de la
estructura perversa lo fom enta sim plemente. Si abrim os Internet un
m inuto, hasta se declara públicamente "v ay a y goce perversam ente",
v aya al swinger, a la hom osexualidad, al travestism o
L a otra cuestión es lo que decía A driana Luka, la referencia de
Freud a los que delinquen por sentimiento de culpabilidad. Para mí,
tiene m ucho que ver con el caso, ya que él dijo varias veces que se
escapaba de la realidad, no se anclaba en nada, se drogaba para esca­
parse. Tengo com o trasfondo una secuencia que es la segunda parte
de la pregunta, es el período hom osexual, todo un período de esca­
parse con la droga, con el auto, con la estafa, buscando sanciones del
O tro de la ley e ir preso.
Voy a intentar tom ar todas las preguntas. Algo que hace un tiem ­
po trabajó M auricio Tarrab sobre unas conferencias de Miller que se
llaman "Patologías de la ética", precisamente lo que este sujeto m ues­
tra es eso, una falta absoluta de responsabilidad, esto es lo que les
puedo contestar desde lo que planteaba ya A driana, y tam bién una
culpa m uy fuerte que también es una patología de la responsabilidad.
U na de las cuestiones que el argum enta es que se escapa de esto,
y q u e e sa c u lp a ta m b ié n tie n e q u e v e r c o n su re s p o n s a b ilid a d .
S e g u ra m e n te ta m b ié n c o n su re la c ió n co n la s e x u a lid a d , p o r q u e él
sig u e u n tr a ta m ie n to d e H IV y n o le p a g a b a el tra ta m ie n to a la e x
m u jer q u e él m is m o h a b ía c o n ta g ia d o , y c o n la c u a l te n ía d o s hijas.
E n to n ce s a h í v e m o s c ó m o a p a re c e eso , y c o n r e s p e c to a lo q u e p la n ­
te a b a G lo ria A k s m a n , m á s allá d el te m a d e la s d ro g a s .
De todas m aneras me parece que ha habido cierto cambio en la
relación que este sujeto tiene con el goce, porque se contacta con la
muerte, con la culpa, caen significantes que son bastante im portantes
para él y en ese sentido yo diría que en un punto puede frenar aun­
que un poco tarde.
Una de las cosas que com entábam os antes de em pezar con
Néstor, es que lo que suele suceder es que los sujetos que consum en
em piezan a cruzar barreras por m ás que sean sujetos neuróticos que
sin droga no hubieran cruzado nunca. Pero una vez que la cruzaron
tienen una relación que nos hace vacilar en relación al diagnóstico.
Yo le com entaba que este caso sería uno de los inclasificables, pero
cuando lo presenté hace unos años en el TYA tuvimos todos los diag­
nósticos posibles de diferentes personas que para m í todos son refe­
rentes en relación a estas cuestiones.
Es verdad lo que plantea Fabián, el fetichismo es un paradigm a
freudiano de la perversión, y yo preguntaba por el paradigm a laca-
niano que sería el masoquism o, dado que este caso aparece com o
ofreciendo su goce al Otro.

NÉSTOR Y e l l a t i : Com o a m í m e llegó el trabajo antes, tengo algún


elemento m ás dado que Luis resumió la segunda etapa porque el
paciente no le llega a él. Pero a m í m e parece de lo m ás interesante lo
que sucede cuando tiene el infarto, porque noto cóm o toda la prime­
ra parte hay tantos argum entos por parte de él en torno a la función
que cum ple el tóxico, donde uno no sabe m uy bien cuánto hay de
P si qui atrí a

discurso yoico y dónde aparece un poco la verdad del sujeto, y ver­


daderam ente m e resultaba un poco complejo hacer distinciones al
respecto; en cambio, la segunda etapa me parece que es bastante
reveladora, su segunda consulta.
Voy a tom ar una sola cosa de la primera parte cuando dice que de
y ps i coa ná l i s i s

lo que se trata es de m atar el aburrimiento, y ahí se desliza un falli­


do, y dice: "m atando el aburrido", m e parece que sintetiza bastante
bien su posición. El infarto lo angustia enorm em ente porque tiene
que em pezar a m overse con m ucho cuidado, tiene miedo de sus
dolores de pecho y que se le reitere y dice "m e ab u rro ". Lo único que
le interesa es hacer plata, y en eso le fue m uy bien, pero ahora lo que
2

le falta es el vértigo de la noche. 99


Es interesante mencionar que Lacan cita a Sartre en su texto El ser
y la nada donde se refiere a la mirada, pero no se trata de la mirada
com o objeto a, tal como se va a desarrollar en los seminarios La angus­
tia o Los cuatro conceptos..., es la mirada en tanto que algo signifique al
sujeto que algún otro puede estar allí mirándolo; esta cuestión es recí­
proca, porque el otro también sabe que soy un objeto que se sabe visto.
Por otra parte para Lacan las m anifestaciones perversas están
lejos del reconocim iento de una relación simbólica, y en este sem ina­
rio las ubica com o basadas en la relación intersubjetiva im aginaria.
Se pregunta también ¿qué es la perversión? Y dice que no es solo
aberración respecto de criterios sociales, buenas costum bres, o cues­
tiones sexuales, sino que la perversión se sitúa en el límite del reco­
nocim iento, siendo que es precisam ente este límite lo que la fija y la
estigm atiza. A dem ás dice que: "Estructuralm ente la perversión tal
com o la he delineado en el plano im aginario solo puede sostenerse
en un estatuto precario que a cada instante y desde el interior es
im pugnado por el sujeto " . 1
Es decir, en síntesis, que en este seminario la perversión es situa­
da en una dim ensión de pasión im aginaria

Perversión falo y fetiche

En el texto la "L a significación del falo" Lacan plantea que la cas­


tración tiene una función nodal, en tanto participa de la estructura­
ción dinám ica de los síntomas en el sentido analítico del térm ino, en
el sentido de lo que es analizable en las neurosis, en las perversiones
y en las psicosis
E s decir, las tres estructuras clínicas tienen una relación con la
castración y consecuentem ente con la cuestión fálica, ya sea que haya
0 no significación fálica, com o ocurre en las neurosis y psicosis res­
pectivam ente, o que el falo funcione com o fetiche, com o en el cam po
de la perversión.
R ecordem os que Freud en su artículo de 1927 "E l fetichism o"
m uestra la función del fetiche com o sustituto del falo de la m adre, es
decir que el fetiche es el m odo en que el sujeto fetichista ubica allí
una función que vela la castración en el Otro, vela la falta de la
m adre.
Si el neurótico retrocede con angustia frente a la castración en el
O tro y no retrocede frente a su propia castración haciendo de su cas­

1 El seminario, Libro 1, Los escritos técnicos de Freud, Paidós, Bs. As.,


L a c a n , J .:
1990, pág. 322.
tración lo que le falta al Otro, el sujeto perverso vela; por decir así,
por la vía del fetiche el S (X ), esto es la castración en el Otro.
Uno de los ejemplos que Freud trata en el texto m encionado, es el
del caso de un sujeto que tenía com o fetiche el brillo de la nariz, les
r e c u e r d o que en alem án brillo sobre la nariz se d ic e : glanze auf der
nase, y com o este sujeto había sido criado en Inglaterra Freud desci­
fra el fetichismo del sujeto creado desde su infancia desde el inglés,
es decir: glance in the nose, es decir m irada sobre la nariz, por lo cual
F r e u d concluye que el fetiche era la nariz, con la lógica de que ésta
como falo vela la castración en la mujer.
Lacan avanza sobre la cuestión de la perversión con la lectura de
la m isma a partir de la lógica y la topología del objeto a.
Entonces podríam os decir que con el punto de vista del objeto
mirada, el ejemplo anterior podría entenderse com o el m odo en que
la nariz com o falo-fetiche conlleva el objeto a m irada, dicho de otra
m a n e r a , el fetichista m uestra la condición objetal del falo.
Cuando el neurótico transform a el objeto a en postizo, es decir en
cp, el perverso por el contrario, "atraviesa el cp hacia el objeto a".

Perversión y objeto a
En el sem inario La angustia encontram os varias precisiones acerca
de la perversión com o estructura desde la perspectiva del objeto a,
orientación que avanza al considerar la perversión m ás allá de la
cuestión falo-castración-fetiche.
En efecto, Lacan parte déT apregunta de qué es el fantasm a plan­
teando que decir que el mismo es un anhelo, es bastante ingenuo, y
entonces propone lo que considera la estructura del fantasm a en el
perverso y en el neurótico, que se diferencian, ya que el objeto en el
caso del perverso está de su lado, en cambio en las neurosis el fan­
P siquiatría

tasma se constituye en el cam po del Otro, y tanto él objeto com o el


sujeto barrado se ubican del lado del Otro
Por otra parte, Lacan también parte de la pregunta de porqué en
las neurosis hay angustia de castración y en las perversiones no.
Desde Freud en las neurosis la angustia está articulada a la cas­
tración, es decir la angustia es de castración, en cambio si bien el per­
y psicoanálisis

verso se enfrenta a la castración, com o lo m encionam os anteriorm en­


te a propósito del nudo inaugural de las estructuras clínicas, la cas­
tración en la perversión no queda articulada a la angustia porque,
precisámenTé^ aFesFar el sujeto perverso en posición de objeto: "Se
ofrece lealmente al goce del O tro"2, de m anera que el fetiche en la
2

2
3

L acan, J.: El seminario, Libro 10, La angustia, Paidós, Bs. As., 2006, pág. 60.
perversión está del lado del sujeto perverso, en cambio en las neuro­
sis el fetiche o su cara real, el objeto a, está del lado del Otro.
Si bien el neurótico tiene fantasmas perversos no significa que lo
sea estructuralm ente; en realidad el fantasm a le sirve para defender­
se de la angustia, es un cebo, ya que transform a el objeto a en posti­
zo, es decir en menos qp. En el campo de la perversión, al contrario se
transform a el -<p en objeto a.
Para Lacan el fetiche revela en forma velada al objeto com o causa
de deseo, es decir el fetiche representa al objeto a, es un cp que sin ser
el objeto de la pulsión propiamente dicha, lo representa.
Según Lacan: "el fetiche causa el deseo y ese deseo se engancha
donde p u ed e"3, de tal m anera que por ejemplo en el caso del fetiche
del zapato no es necesario que la mujer porte el m ism o sino que el
zapatito puede estar en los alrededores.
Los ejemplos que desarrolla para argum entar acerca del objeto
com o causa son el sadism o y el m asoquismo, proponiendo un esque­
m a aplicable tanto al sadism o com o al m asoquism o, partiendo del
objeto a com o causa de angustia
El sujeto sádico trata de im poner al partenaire su deseo, pero como
voluntad de goce, se identifica al objeto a, y vía la voluntad de goce
divide y angustia al partenaire.
No se trata tanto de hacerlo sufrir sino de angustiarlo, la angustia
del otro es lo que el perverso intenta hacer aparecer com o im perati­
vo y voluntad de goce.
El perverso no se divide subjetivamente ni se angustia, ni hace
inhibiciones, él es el objeto causa, él m ismo es el puro fetiche negro.
Sade era m uy claro en la descripción del acto sádico y Lacan arti­
culó el im perativo Kantiano con el im perativo de goce sadiano, en su
texto "Kímt con Sade".
También el m asoquista se identifica con el objeto a, pero esta iden­
tificación aparece en una escena, en un rito.
perversidades

El m asoquista intenta dem ostrar que el deseo del Otro hace la ley,
y el efecto de esta cuestión es que el m asoquista queda en la función
de resto, de deyecto, "echado a los perros", a los despojos, a la basu­
ra.
Por otra parte la posición del m asoquista en su fantasm a de ser
objeto de la voluntad de goce del sádico, enm ascara su propia volun­
y

tad de goce y su posición de objeto donde él m ism o es resto, y al serlo


P erversiones

vela el objeto de angustia del otro.


Es decir que el m asoquista busca en el Otro producir la angustia
por su posición de desecho.

3 Ibíd., pág. 116 .


g
Lacan lo com para con la posición sacrificial de Cristo, en el senti­
do de que el sacrificio de Cristo para el padre, tendría com o intensión
producir la angustia en Dios. Cristo se hace el alma de Dios y el alma
según Lacan debe situarse con relación al objeto a.
El fantasm a del sádico, com o hem os m encionado, es hacer angus­
tiar al otro, es condición que la víctim a se angustie.
Tanto en el caso del sádico com o en el del m asoquista lo esencial
es la relación que se establece entre el objeto a y la angustia, pero
Lacan critica la teoría del sadismo y el m asoquismo, en el sentido
imaginario, es decir uno com o reverso del otro.
La posición del m asoquista no es la de ser el partenaire del sádico,
ambos necesitan identificarse al objeto para angustiar al otro, enton­
ces el partenaire del perverso es el neurótico.

Perversión y rasgo

Sería un tanto contradictorio plantear que hay rasgos de perver­


sión en las estructuras clínicas si consideram os que la perversión es
una estructura clínica, quizás habría que dejar el concepto de rasgo
de perversión para las neurosis y psicosis.
Frangois Leguil dio unas conferencias acerca de los rasgos de per­
versión, y allí diferencia el rasgo de perversión del síntom a plante­
ando que: “U n rasgo de perversión es una garantía para el sujeto.
Cuando este se enfrenta al Otro sexo encontrará allí lo mismo que
aporta. U n síntom a es ponerse a merced del Otro. Un rasgo de per­
versión es poner al Otro a m erced de uno".4
Por otra parte dice que un rasgo de perversión implica ponerse al
servicio de un goce que hace existir al Otro, en cambio el síntom a es
enfrentarse a lo que en el Otro no anda.
En fin hay un esfuerzo de Leguil de diferenciar síntoma de rasgo
P siqui atría

que m e parece que es aplicable al cam po de las neurosis o psicosis;


además, si consideram os a la perversión com o estructura clínica,
entonces, ¿por qué no considerar al fenómeno perverso com o un sín­
tom a?
y ps i c oa ná l i s i s

Perversión y suplencia

P ara concluir con este recorrido panorám ico acerca de la perver-


2

4 Legui l , F.: "R asgo de perversión" , en: Escansión nueva serie, Manantial,
Bs. As., 1986.
<=>
sión, m encionem os algunas cuestiones acerca de la relación entre
perversión y suplencia.
Com o es sabido hay un pasaje en la enseñanza de Lacan del
Nom bre del Padre com o m etáfora, al N om bre del Padre com o fun­
ción lógica, y finalmente al Nombre del Padre com o síntom a o sint-
home.
La pluralización de los Nombres del Padre im plicaría una plura-
lización de las suplencias, es decir, el N om bre del Padre no sería el
único elem ento que cumpliría la función de suplencia, ya que puede
haber varios elem entos que cumplan la función suplem entaria del
padre.
Del m ism o m odo se puede decir que dada la falla estructural del
nudo, o dicho de otra m anera, dado el lapsus del nudo, no habría una
sola form a de anudam iento que haya que referir solo a la función del
padre.
Evidentem ente cuando se considera esta cuestión lógica y topoló-
gica se trata de ubicar el Nom bre del Padre com o un m odo m ás de
anudam iento o de suplencia, y en este sentido las suplencias, por
ejemplo en las psicosis, no serían solo del N om bre del P ad re forclui-
do, sino suplencias del desanudam iento de los tres registros.
Se podría decir que el desanudam iento estructural es equivalente
a los conceptos de forclusión generalizada, no hay relación sexual, y
al significante del Otro tachado.
En el m arco del seminario Le sinthome L acan se refiere al m od o de
lazo tetrádico del nudo borrom eo, planteando que: "P erv ersión solo
quiere decir versión hacia el padre" -h a y una llam ada al pié de pági­
na en el sem inario, donde se aclara que perversión es hom ofónico
con pere-version (padre versión) y 'vers' significa h a c ia - entonces, "en
sum a el padre es un síntoma, o un sinthome".5
¿Se podría entonces plantear que la perversión es un m odo de la
versión del padre y en cuanto tal una versión sintom ática que hace
cuarto nudo o suplencia?

L acan, J.: El seminario, Libro 23, El sinthome, Paidós, Bs. A s., 2 0 0 7 , p ág. 20.
Conversación
E rn esto P é r e z : M e parece m uy interesante esta cuestión del desa­
nudamiento de los tres registros, y en ese sentido clínicamente se ve
muchas veces que una posibilidad de suplencia es la perversión.

M ig u el F u RMAn : Incluso más. Francoise Leguil plantea - y esto lo


menciona Ernesto Pérez en su trabajo que va a presentar lu e g o - que
un rasgo de perversión puede ser una suplencia para la psicosis.

E rn esto P é r e z : Claro. De hecho eso se ve en la clínica. Lo que me


parece osado o a trabajar es si la perversión es una suplencia. Me
parece válido y clínicamente comprobable que m uchas veces la per­
versión va al lugar de la suplencia. Es m uy distinto a pensar la per­
versión com o una suplencia.

M ig u el F u r m a n : Sí, estoy de acuerdo. El planteo que m e hago es


que si la perversión es una estructura clínica, por lo tanto com o cual­
quier estructura tiene síntomas, y si tiene síntomas y el síntom a es
una suplencia, porqué no entender que puede funcionar com o sínto­
ma supletorio en algunos casos en otras estructuras clínicas.
Pero estoy de acuerdo con la advertencia que haces.

E rn esto P é r e z : M e p a re c e u n te m a c o m p lic a d o el s ín to m a e n la
p e rv e rsió n c o m o e s tr u c tu r a ¿n o ? P o rq u e , p o r lo q u e v e n im o s v ie n d o ,
el h e ch o d e la d ific u lta d p a ra el an álisis en la p e rv e r s ió n d o n d e ju s ­
ta m en te se tra ta d e la p re g u n ta p o r el sín to m a , e s d u d o s o , n o se c ó m o
u b icarlo ahí.

M ig u el F u r m a n : Sí, es com plicado. Incluso más, Lacan, decía que


el perverso no se inhibe ni se angustia, y no hay síntom a en la per­
P si qui atrí a

versión.

G lo ria A k s m a n : Veía la fórm ula escrita de a, flecha hacia el suje­


to, y pensaba que así se escribe la parte superior del discurso del ana­
lista y la parte superior de lo que podríam os escribir de la psicosis.
y ps i c oa ná l i s i s

Con lo cual, también tenem os que hacer esa diferencia. ¿Qué clase de
objeto está en juego? M uchas veces, en la clínica con la psicosis se
trata de que la angustia queda del lado del analista, y no se trata de
una perversión.
2 S

E rn esto P é r e z : Me parece que el materna es el m ism o que el del


discurso del analista, pero en ese caso el analista tendría que ser un
perverso. Es decir, tendría que utilizar su posición de objeto como
dominio, y desde ahí operar la división del otro. Podríam os dar ejem­
plos, porque me parece que muchos analistas, sin darse cuenta, están
en esa posición; quiero decir cuando alguien afirm a el goce que está
en juego en la transferencia y lo deposita en el paciente, y el pacien­
te queda dividido; no haciendo la contraria que sería que el paciente
haga el depósito, aloje en el otro el objeto y que el analista lo sosten­
ga, haga semblante.

M ig u e l F u r m a n : M e parece que lo que dijo Gloría Aksm an es


claro. Creo que en el caso del perverso está identificado al objeto a, y
con lo cual, com o instrumento, divide al partenaire y lo angustia. En
el caso del discurso analítico, el analista no está identificado al obje­
to « sino que está en el lugar del objeto a. En el caso de la psicosis -d ecía
G loria- el objeto a divide al analista y lo angustia, es cierto, y adem ás
el objeto si bien en la psicosis el sujeto lo "porta en su bolsillo" y es
causa sui, el sujeto psicótico no lo utiliza com o m odo de generar
voluntad de goce en el otro.

E r n esto P é r e z : Está bien, esto es lo que quería aclarar. En el lugar


de la psicosis yo diría que el sujeto psicótico está en el lugar del obje­
to y generalm ente hay que sacarlo de ahí. Y cuando ocurre esto de
que sale de ahí y se transform a en $, ya es un m om ento distinto de la
cura porque hay alguna suplencia de la cura que está operando. Pero
adem ás quería plantear lo que dijiste en cuanto al síntom a y rasgo. A
m í m e parece que en un perversión el síntoma no está en el lugar del
rasgo, esto es lo que hay que tener en cuenta, lo específico por donde
se juega en el perverso su rasgo de perversión. Quiero decir, el lugar,
por ejemplo el lugar del brillo en la m irada, el lugar del fetiche, eso
no tiene interpretación, no es síntoma, pero ese sujeto puede sufrir
p or otro lado, por ejemplo porque tiene un problem a por su partenai­
re, es decir, no ha logrado para nada una adecuación a la felicidad y
a veces viene a análisis -e s mi opinión- cuando algo de esto falla y es
interpretable com o síntoma dentro de la perversión pero no el lugar
específico.

M a r y P ir r o n e : Cuando se trabaja el Seminario 10 no es lo m ismo


que el Seminario 17, advirtam os que no estam os hablando de lo
m ism o cuando Lacan trata en el seminario de La angustia de situar el
lugar del a, cuando ya no habla de estructura sino de la estructura
discursiva, y tom a el discurso analítico.
Lo m ismo que si estam os hablando de anudam ientos o desanu­
dam ientos, ¿es lógico que m antengam os la noción de estructura?,
¿podem os hacer esa m ezcla? Creo que tenemos que estar m uy adver­
tidos de esto. Es algo a ser trabajado porque me parece que no es lo
mismo la función del objeto en el esquema de la perversión que en el
del discurso analítico.

M ig u e l F u r m a n : Creo que la advertencia respecto al Seminario 10


y al Seminario 27 es correcta, ahora, la pregunta acerca de si se puede
mantener la noción de estructura, me parece que sí, porque la estruc­
tura es una respuesta, precisamente, al desanudam iento estructural.

A d r i a n a L u k a : H ace m ucho años, creo que algunos de ustedes


estuvieron en una conferencia de Miller, aquí en Argentina, en los
primeros años, donde él planteó la cuestión del discurso analítico en
su línea superior, si justamente eso no era una perversión. Y me
acuerdo que él hizo todo un recorrido para explicarlo. Pero, m e pare­
ce, que si lo tom am os a la altura de los discursos y también con rela­
ción a lo que sería un final de análisis para un analizante en la rota­
ción de los discursos, para una vez elaborado y reconocido cuál es su
plus de goce, haga que ese objeto sea causa sin identificarse a su pro­
pio plus de goce. Es decir, que el estatuto es totalm ente diferente.
Ahora, es cierto que puede haber analistas que operan desde ahí y,
bueno, sería una catástrofe.

R a fa e l S k ia d a r esis : Para term inar un poco la cuestión del discur­


so analítico y el a que barra al sujeto dividido.
En el Seminario 10, Lacan también dice que ser el objeto del propio
deseo es siempre masoquista. Es decir, que la posición del analista
roza el lugar de la perversión y acuerdo con Ernesto Pérez que se
trata de qué voluntad de goce ponga en eso y qué dirección ejerza de
esa cuestión. Y por otro lado, a pesar de todas las fórmulas que hay
en el pizarrón y lo que planteaba Miguel Furm an que da para discu- ^
tir m ucho, tenem os que tener en cuenta que la perversión, hoy en día, o
es una cosa generalizada, está cada vez más insertada en el plano 5
social y la tenem os en distintos niveles, y ya estam os conviviendo 5
con ella. De m ás está decir que hay zonas de Buenos Aires, por ejem- >
pío acá Pueyrredón y Santa Fe, que es la zona de la hom osexualidad. -<
Hoy en día, hablar de hom osexualidad como perversión nos puede £
llevar a un gran escándalo, porque efectivamente seríam os hom ofó- g
bicos si planteáram os que esta cuestión es perversa. A sí que tenem os §
que ver cóm o tem atizar esto, que por un lado tiene una pata social P
m uy im portante donde hay reconocimiento y búsquedas de identi- ^
dades nuevas en este m undo y m uchas tienen ese rasgo perverso, y Nj
hay sujetos que defienden eso de una m anera m uy intensa. Siempre -j09
tenem os que decir que el psicoanálisis hace de la estructura perversa
un punto de estudio para el psicoanálisis, y que esto no es mucho
m ás extenso que eso.
Un caso de travestismo
E r n esto P érez

A g r a d e z c o n u e v a m e n te al d e p a rta m e n to , e s p e c ia lm e n te a N é s to r
Yellati q u e tu v o la g e n tile z a d e in v ita rm e . T en g o q u e a g r a d e c e r a
O sv a ld o D e lg a d o ta m b ié n , p o rq u e a tra v é s d e él v in e a c á y m e fu e ­
ro n p re s e n ta d o s u s te d e s .
E sp e re m o s q u e este caso y e s ta s p e q u e ñ a s r e f le x io n e s s ir v a n p a r a
lo este t i e m p o .
q u e u s t e d e s e s t á n t r a b a ja n d o e n
El caso que voy a presentar es m uy actual, com o decía Rafael, ya
que tal vez hace algún tiempo este tipo de casos no se presentaban en
nuestros consultorios. Es un caso que se presenta en la Clínica
Campi, que yo dirijo, y es un tem a de actualidad. Yo le he puesto “La
ceremonia del espejo" como título, se trata de un caso de travestism o.
El caso tiene que ver con el tem a de la perversión y el diagnósti­
co diferencial que va a estar en juego, porque ahí van a poder verse,
o diferenciarse, o poder discutirse las tres estructuras clínicas. N o sé
si llamarlo caso ya que la construcción de un caso im plica el estable­
cimiento de la transferencia, cosa que aquí no ocurrió porque el
paciente abandona el tratam iento en las entrevistas preliminares,
situación que suele ocurrir con cierta frecuencia en la clínica de las
perversiones, concurren cuando algo no anda bien con su partenaire
P s iq u ia t r ía

y luego abandonan el tratamiento. Lo llamativo es que el partenaire


que no funciona bien en este caso, es su madre.

Primera entrevista
y
p s ic o a n á l is is

J.C., lo vam os a llamar así, tiene diecisiete años en el m om ento de


la consulta. Viene acompañado de su m adre quien com enta con gran
ansiedad que no sabe qué hacer con su hijo, que lleva una vida anor­
mal, que así ella no puede vivir y refiere directam ente el problema:
"A él le gusta vestirse de m ujer". Comenta que ella no lo deja y que
2

de todas m aneras él lo hace, y que va a bailar con ropa m asculina


pero que después se cambia y se viste de mujer. Es decir, lleva la ropa
^
en un bolso y en el baño del baile se cambia y aparece con todo su
esplendor femenino.
J.C. se m antiene callado, casi indiferente, m irando atentam ente
cada detalle del consultorio y al analista.
Cuando le pregunto a él si tiene algo que decir contesta que no y
se m antiene en silencio. Su m adre vuelve a tom ar la palabra y sigue
diciendo que así ella no puede vivir, que esta situación la está enfer­
m ando. Refiere problemas de presión arterial, etc.
Fropongo que en la próxim a entrevista venga el paciente solo.

Segunda entrevista
J.C. es un adolescente afeminado, usa pelo largo m u y cuidado, lo
m isino que todo su aspecto personal. Com ienza diciendo: "A h o ra mi
m adre sabe que soy travestí. H ace dos años m e destapé y m e em pe­
cé a vestir de mujer. Me gusta salir así, especialm ente a bailar, pero a
todos lados, que me miren y se me acerquen por lo que so y ".
Constantem ente utiliza la función de la m irada p ara que lo m iren
com o mujer: en el colectivo, en todos lados hace esta experiencia.
Yo le pregunto sobre algo de la pareja y él me dice que no se siente
atraído por los sexos, "lo único que quiero es transform arm e en mujer,
incluso pienso en operarm e", dice. Hasta ese mom ento no había tenido
ni relaciones sexuales, ni pareja. "Yo vengo por m í m adre, no por mi,
yo no quiero cambiar, estoy bien así. Quiero que ella no sufra, me
angustia que diga todo el tiempo que no puede vivir m ás así".
Cuenta que es el m enor de tres herm anos, que vive con su m adre
y el herm ano de veintitrés años. La herm ana m ay or vive en el piso de
arriba.
C uando le pregunto por su padre dice: "N o se n a d a ". Le vu elv o a
preguntar nuevam ente cóm o se llama, si vive: "N o se, no se", m e
repit*. Llegado a este punto le digo que averigüe de su padre para la
próxim a entrevista.

Tercera entrevista
Llega puntualm ente con su aspecto seductor al igual que en las
anteriores entrevistas y dice: "Estuve averiguando co m o usted m e
pidió. Según mi m adre perdí a mi padre a los tres años. A p artir de
ese m om ento dorm í con ella hasta m ás o m enos los doce años. Mi
m adre es bellísima. M e encantaba salir con ella a cam inar y hablar de
todo, siempre fuim os m uy am igos y salíam os juntos a todos lados
h asta ahora".
Vuelvo a retom ar el tem a del padre, porque él hablaba de la
madre. Él entonces saca una foto y me la muestra. "M e la dio mi
mamá, me contó que se llamaba Jesús y después de su m uerte me lle­
vaba al cem enterio". Veo la foto. Están el padre y el hijo (que es,él)
tomados de la m ano. "Q ué raro -le d ig o - que haya olvidado tantas
cosas". "M ire -m e d ic e - no insista, él no significa nada para mí. Es
un tema ce rra d o ". Desvía la vista y se pone a m irar por la ventana en
silencio, pero en pose, com o para ser visto, como un artista que busca
el mejor ángulo p ara ser mirado.

Cuarta entrevista
J.C. llega sonriente y seductor, desenvuelto con los m ovim ientos
de su cuerpo. Dice: "A ntes no era así, era vergonzoso y re-tímido,
porque a los siete años se m e cae una pared encima de una pierna y
repetí el grado. Me dejó una m arca -la señala- y me escondía de tími­
do y me quedaba desde afuera espiando a los dem ás". Yo le pregun­
to qué m iraba y contesta: "M e quedaba m ucho tiempo m irando,
especialmente, cóm o m am á se vestía y se arreglaba. En varias opor­
tunidades m e puse frente al espejo y me maquillaba. Me ponía tam ­
bién su ropa. Lo m ás excitante era su ropa interior y la de mi herm a­
na. Esto, a partir de los doce años, se hace habitual, casi cotidiano.
Sentía verdaderam ente placer al hacerlo. Lo m ás im portante era ves­
tirme de mujer, 'travestizarm e' -utiliza este térm ino-, todavía no soy
mujer mujer, pero pienso en viajar a Chile para operarm e. Por ahora
no me interesan los m uchachos, después veré, nunca tuve relaciones
sexuales con nadie, no m e interesa". Entonces le pregunto por la ope­
ración y por qué piensa que todavía no se decidió, y m e dice: "Es por
mi madre. Ella sufre del estóm ago y de alta presión y, una vez, por
un problem a con mi herm ano tomó pastillas y estuvo internada".
Le pregunto por otros recuerdos de esa edad y m e dice que
recuerda que a los doce años se enam oró de una chica de su m ism a 2?
edad: "M i m adre m e obligó a dejarla porque el ambiente donde ella ^
vivía era m alo, era perjudicial para mí. A partir de aquí yo m e dije £¡
por qué no puedo ser un travestí y com encé a construirm e com o tal", ~
palabras textuales.
Hice un resum en del resto de las entrevistas.
El paciente estuvo un mes y pico, casi dos m eses en tratam iento. ^
La función de la m irada es estructurante durante las entrevistas, g
constantem ente se pone en pose para ser m irado com o un artista que g
busca el perfil que lo favorece. Trata de capturar la m irada del otro
para construir su im agen que siempre intuye ideal. Es vendedor de ^
cosméticos, de lo cual se considera un especialista. En las entrevistas ^
refiere que lo m ás im portante es travestizarse, vestirse de mujer, lie- 113
gar a operarse su pene y agregarse pechos y nalgas con inyección de
siliconas, práctica que ha realizado ya, pero quiere mejorar.
"Travestizarse", verbo que deja traslucir su posición subjetiva,
pues dice no interesarle los m uchachos porque todavía no se consi­
dera m ujer mujer.
Creo de todas formas, con respecto al pasaje al acto de la opera­
ción que él lo tom aba seriamente, no se trataba de una provocación.
Esto m e parecía m uy im portante para el diagnóstico, es decir, saber
si con esto m e provocaba o si realmente tenía una idea seria de lle­
varlo adelante.
Es con el tem a de la operación donde el sujeto choca con el sufri­
miento de su m adre. Es decir, para seguir su carrera de m ujer mujer
él vino al tratam iento. Una m adre que le plantea un conflicto, porque
si bien ella se opone concientemente a esta transform ación, es ella la
que lo obliga a dejar a esa chica de la cual estaba enam orado. Según
contó en otras entrevistas, la muchacha que la m adre prohíbe tenía el
pelo deslum brante com o a él le gusta. Su madre, poco tiempo después
de esta prohibición, lo abandona, comienza a salir con un hom bre con
quien sale también en la actualidad. Este abandono lleva al sujeto a la
Cerem onia del Espejo, a la ropa de mujer, a "travestizarse", com o una
m anera de retener a su madre, y a pensar en la operación.
D urante las entrevistas no toleraba los silencios y se defendía tra­
tando de incom odarm e, hacía algún adem án y preguntaba cóm o lo
veía. En este punto de desinterés se interrum pen las entrevistas, tal
vez cuando se entera que su m adre estaba mejor, porque a su vez
había iniciado un tratam iento en la m isma institución.
Bueno, para term inar y ordenar un poco lo que acabo de contar.
Habría que hacer varias escansiones de acuerdo a su historia.
A los tres años, con la m uerte del padre, em pieza toda una pro­
m iscuidad con la m adre que im plica dorm ir con ella h asta p ráctica­
m ente los doce años.
A los siete años, el acontecimiento traum ático de la pared que se
le cae sobre una pierna fue im portante porque pierde el año lectivo,
está m ucho tiem po en cam a, y a partir de ahí queda m uy aislado,
com enzando su actividad escoptofílica con la m adre y su herm ana en
su intimidad.
A los doce años, la m adre lo saca de la cam a de su lado y ahí es
donde em pieza la cerem onia del espejo: travestism o declarado. El
había jugado a vestirse, desvestirse, con ropas fem eninas, pero nunca
lo había m anifestado así com o él lo llama: el destape, "travestizarse".
A los quince años la m adre empieza a tener una pareja, entonces
aparece este síntom a transexual, del pasaje al otro sexo.
H asta acá las consideraciones del caso.
Comentario
G loria A k s m a n : Buenas noches. Creo que efectivam ente se trata
de hacer un diagnóstico de estructura. Y también estoy de acuerdo en
que debemos discutir si se trata de una perversión, un anudam iento
perverso, o bien lisa y llanamente del empuje a la m ujer en una
estructura psicótica.
En algún lugar del escrito leí -coincido con E rn esto - que no hay
demanda de parte de quien concurre a las tres entrevistas, la dem an­
da es m aterna, y esta m adre parece pedir que le saquen este proble­
ma de encim a ahora que está saliendo con otro hombre, porque hasta
los doce años no había ningún problema. A hora hay que sacarse el
problema de encim a ya que ella así no puede vivir. Y sitúa que el pro­
blema de ella es que el hijo se viste de mujer.
Ernesto cree conveniente citar al joven J.C., de diecisiete años, a
una entrevista a solas. Es allí que J.C. se presenta con un dicho de su
no relación con el goce sexual, y esto me pareció interesante. A él
-que es travestí- no le interesan los sexos. "N o m e siento atraído por
los sexos", dice, m odo particular de nom brar su posición: los sexos.
Y veremos que esta es una m anera, al menos intento probar esto, de
restarse de la m étrica fálica. Es decir, hay algo del enigm a por ser
hombre o ser mujer que no aparece en esta presentación.
Entonces, les llamo la atención a ustedes - y lo escribí para recor­
dárm elo- que él no dice que no le interesa el sexo, la relación sexual,
él dice "los sexos".
Travestí no deja de ser en este discurso un significante que nom ­
brando su ser no dice nada respecto del goce sexual. Dice que nunca
tuvo relaciones sexuales con nadie ni le interesa. El neologism o que
Ernesto m arca - y que aparecerá m ás tarde, "trav estirm e"- es donde
el sujeto deja ver el trabajo de lo que -s o ste n g o - tiene que ver con el
empuje a la mujer.
P si qui atrí a

El otro de la escena en el consultorio, en este caso Ernesto, debe


dirigir su m irada hacia ese trabajo que él está haciendo. Es en el espe­
jo en el que el sujeto se mira. Ahí es una función que está en la m ism a
línea de la m adre y la novia, es decir, el espejo donde el sujeto se
mira.
y ps i coanáli si s

¿Cuál es la lógica del travestí?, si vam os a decir que esa es su posi­


ción. Ya vem os que hay algo del orden de lo que no cuaja respecto del
goce sexual. En la lógica del travestí, lo que im porta es justam ente lo
que traía Miguel Furman, la condición de fetiche que su vestimenta
deja entrever. El goce sexual implica como condición necesaria - y
cito a Catherine Millot en e sto - la preocupación por conservar bajo el
2

vestido eso con qué pasm ar al prójimo. Esa es la condición del tra- Tt?
vestí. Es en esto que el pene no se confunde con el órgano tal como
sucede en el transexualismo al decir de Lacan cuando habla del error
com ún del transexual, que es confundir el pene com o órgano en
lugar de la investidura fálica, confundir el falo con el órgano.
¿No es el caso entonces de J.C.? El significante travestí, es un sig­
nificante que apela solamente a una imagen. En lugar de ropas de
hom bre ropas de mujer. Y es por ello que vam os a decir que estruc­
turalmente hablando - y también en el mismo sentido en que lo pre­
sentó antes Miguel F u rm an - J.C. no es un perverso, porque el per­
verso no se abstiene de la escena sexual, m ás aún, es allí donde la fór­
m ula instrum ento del goce del Otro cobra el valor conceptual. El res­
tituirle el objeto al Otro, entonces, no prescinde de la escena, y más
aún, ella es condición. Quiero decir que instrum ento del goce del
Otro es la fórm ula de goce sexual.
Piera Aulagnier, en una clase m aravillosa que les invito a leer del
Seminario 9, La identificación, donde Lacan pondera esta exposición de
ella, la invita a hablar, y ahí me anoticié que el térm ino instrum ento
del goce del Otro es de ella y que Lacan lo tom a luego para el tem a
de la perversión. Dice ella: "Perversión es a nivel del goce, poco
im porta la parte corporal puesta en juego para obtenerlo, pero tiene
que estar en juego para obtenerlo. Si com parto la desconfianza de
Lacan sobre lo que se llama la genitalidad es que es m uy peligroso
h acer el análisis de la perversión com o una cuestión anatóm ica. Esto
es decir que es un perverso porque es hom osexual o decir que es un
perverso porque se viste de m ujer", y agrega: "habría que situar la
cuestión del lado estrictam ente de la im plicancia del cuerpo en ese
goce".
En segundo lugar direm os que J.C. parece haberse confrontado
con el tem a de la sexualidad bajo la form a de lo que llama, en una
prim era escena, el estar enam orado. Y cuya resolución ante la prohi­
bición m aterna de seguir viéndola, no es la pregunta por el qué m e
quiere el Otro, qué me quiere mi m adre, sino m ás bien que la res­
puesta anticipada bajo la form a del empuje a la m ujer es lo que se
manifiesta. Ubiquém onos en el diálogo con la m adre respecto del
encuentro con la chiquita de doce años: la m am á le dice "es una chica
que no te conviene", y él dice "entonces, por qué no ser un travestí".
Cuestión que se repite cuando afirma que la m adre lo abandona; allá
conno aquí la cerem onia del "travestizarse" construye la im agen de la
m ujer que en el futuro se redoblará mujer-mujer.
Es que en la relación con la m adre, el sujeto se encuentra en u n a
posición de objeto -d ice Piera A ulagnier- del propio m etabolism o de
la m adre, dice ella, y agrega: "es necesario que la m adre haya podi­
do ella m ism a asumir su propia castración, es necesario que desde
ese m om ento, desde esa relación dual, el tercer térm ino, el padre esté
presente en tanto referencia m aterna. Solo en este casó -q u e esté el
padre p resen te- lo que ella buscará en el niño no será una satisfac­
ción al nivel de una erogeneidad corporal -equivalente fálico- sino
una relación que, constituyéndola com o m adre la reconozca a la vez
como m ujer de un padre, cosa ausente en el caso. Y dice de la m adre
del psicótico respecto del lugar que tiene el hijo para ella: "Él es para
su m adre este objeto propio del metabolismo y en donde la partici­
pación paterna es para ella negada, inaceptable, él es desde ese
m om ento y durante todo el em barazo el objeto parcial que viene a
colmar una falta fantasm ática a nivel de su cuerpo y el rol que le será
por ella asignado será el de testigo de la negación de su propia cas­
tración."
Es decir, que en esta m adre donde la relación de la palabra del
padre no es vehiculizada, nos perm ite articular que J.C., a falta de
haber sido sim bolizado por el Otro, será llevado a hacer coincidir en
su respuesta simbólico y real. Es esto lo que Catherine M illot habla
respecto del transexualism o.
La relación especular con la novia de los doce años y con la
m adre, nos recuerda a lo que Lacan trabaja en el Seminario 3 en la
identificación "com o si", es decir, aquella que suple la falta del signi­
ficante del N om bre del Padre.
Lo interesante -señ ala Millot en el libro El empuje a la m ujer- es
que no hace falta en este tipo de casos el cataclismo im aginario para
identificar el fenóm eno del "empuje a la m ujer", que responde en el
lugar del agujero que deja la falta de significante. Es lo que sucede en
ambas oportunidades -c re o que hasta hubo una tercera- donde la
respuesta del paciente es desde este empuje a la mujer. Es decir, que
cuando el Nom bre del Padre es convocado al lugar donde no puede
responder, el empuje a la mujer es con lo que J.C. responde cada vez,
aún en el consultorio cuando convoca la m irada de Ernesto. J.C.
P si qui atrí a

busca la m irada del Otro que lo feminice, la busca a los doce años, la
busca en su m adre, en el espejo, en Ernesto: "Q ue los otros m e vean
com o s o y ".
Es así que en nuestro sujeto la m etáfora delirante en la que se
encuentra estabilizado dice que está construyéndose com o mujer.
y p s i c oa ná l i s i s

Antes, los ropajes de su m adre y su herm ana, donde se producía exci­


tación por la sola im agen. Recuerden que él dice que había una situa­
ción m uy excitante que era la im agen en el espejo. En el futuro, digo
yo asintóticamente, él será mujer mujer, y después verá si le intere­
san los m uchachos.
Queda la pregunta: ¿cuál es el goce que nos perm itiría indicar que
2

se trata de una suplencia?


~
Conversación
A d r iá n S c h e in s k e s t e l : Me quedó un tem a de la discusión anterior
a la presentación del caso, con relación a esta diferencia entre la posi­
ción del analista y la posición perversa. Porque se hablaba del dis­
curso del analista, lo escribí para que quede claro, dentro de los cua­
tro discursos que trabaja Lacan, esa ubicación en la parte superior en
donde queda del lado del agente -e l objeto- y del otro lado el sujeto,
y en ese sentido coincidiría con esa posición perversa de la que se
hablaba.
Lacan m ism o dijo que el psicoanálisis no había sido tan creativo
com o para crear una nueva perversión, y efectivam ente, no lo ha con­
seguido. Yo no conozco otra com plicación en esa posición del analis­
ta que no sea la de superponer este discurso a su reverso, o sea el dis­
curso del am o -q u e es exactam ente al rev és-, es decir, superponer el
lugar del objeto de la gente al lugar del Sp o sea, al lugar del signifi­
cante amo. Superponer y confundir, en ese sentido, usar o aprove­
char la sugestión o el poder que le da esa posición. Porque si el ana­
lista es un im postor es porque está en el lugar del Otro, así se arm a el
dispositivo. Entonces, sería no usar y abusar ese lugar donde a y S1
se confundirían, que es lo propio de la hipnosis. Volveríamos, ya
habiendo pasado por Freud, Lacan y lo d e m á s- a esa posición que
tenía Charcot de ir a curar síntomas a partir de ese poder hipnótico.
N o está mal que el analista sugiera, está m al que sugestione. A m í me
parece que un analista m uchas veces tiene que sugerir cosas, pero
otra cosa es sugestionar.
El objeto m irada es un objeto prevalente en el caso y m uestra bien,
sirve com o ejemplo para dem ostrar que el objeto a es asexual. El obje­
to a no es un objeto sexual. Me parece que si bien está m uy jugado el
com entario p or el lado de la psicosis, quizás se puede ubicar el
empuje a la mujer, que es un concepto lacaniano, pero que en un sen-
^ tido puede ser transclínico. N o sería propio de la psicosis. A hí nació
!¡ y ubicam os el empuje de la mujer en el dom inio de la psicosis, pero
2 si lo ubicam os en relación a este único Otro sexo que ubica L acan
» -h a y un solo sexo y ese es el fem enino- tanto en el hom bre com o en
l la m ujer hay esta tendencia a exteriorizar o ubicar esa otredad en
- otro. Porque digam os, hay empuje a la m ujer en la histeria m ism a.
1 Dora ubica la femineidad de un m odo neurótico. También hay una
\ m odalidad psicótica.
u
l A d r i a n a L u k a : A gradezco com o todos mis colegas a Ernesto
l Pérez y a Gloria por este trabajo que nos hace pensar.
8 Me gustaría tom ar la cuestión de cóm o este joven se presenta
desde su ser. "Ser travestí". Cuántas veces se presentan com o "soy
anoréxica" o "soy fóbica". Me parece m uy interesante en la dirección
de la cura, com o no hay ningún cuestionam iento a lo que la m adre
q u e r ía que se cuestione, que era ese, vestirse de mujer. Es ella la que
demanda, porque para ella es una preocupación corregir eso. Y com o
el analista se m antiene siguiendo lo que el joven viene trayendo de
esa construcción, ese ser travestí que él va m arcando, y que él insiste
cuando dice "que m e miren como soy". Es decir que ahí hay una
cuestión en relación al ser m uy fuerte. Dejo com o pregunta el diag­
nóstico.

M a r t a D e T o r o : Cuando te estaba escuchando recordé que cuan­


do me acerqué al psicoanálisis en Campi, habías presentado -e n un
momento en donde las operaciones no tenían las frecuencias de
ahora- un caso clínico con esta m ism a interrogación, m uy parecido.
Y en ese m om ento habíamos leído Las memorias del Conde de Choyssí,
y me parece que ahí se articula que este conde dice "pienso, luego
existo", y Lacan lo transfiere y dice "pienso ahí donde me visto de
mujer". Donde hay una dimensión del ser, del existo.
Entonces recordando un poco los comentarios sobre el Seminario
1, recuerdo que en el último o anteúltimo capítulo que Lacan se refie­
re a las articulaciones posibles de los registros y de las pasiones; y
dice de la hiancia posible o cresta pasional entre el registro de lo real
y de lo simbólico es la ignorancia. Que es lo que daría lugar y posi­
bilidad de esa pasión -e l odio, el amor, habla de las pasiones de la
ignorancia- y en el párrafo siguiente dice: "Pasión generalm ente
olvidada im portante para que se instituya la transferencia". La pre­
gunta es en relación a la madre. ¿Es una m adre afálica? ¿O como
madre fálica cuando se presenta la posición para el perverso o el psi-
cótico?
Psiquiatría

N é s t o r Y e l l a t i : Respecto del caso. Este m uchacho de diecisiete


años. Yo m e preguntaría cuál es su posición de certeza y cuál es su
posición de no certeza aún. Lo plantearía en estos términos, porque
es un m uchacho m uy joven aún que se presenta con una posición de
certeza respecto de su posición sexuada. N o entiendo que sea lo
y psicoanálisis

m ismo que decir "soy anoréxica", etc. Porque el ser anoréxica, bulí-
m ica, es presentarse en tanto enfermo. En cambio él se presenta con
una certeza de goce, y es eso lo que nos hace pensar en perversión. A
tal punto que será el partenaire m adre la dividida, la angustiada por
la posición de certeza de él. Es com o pregunta que lo planteo, no me
queda caro que sea así, pero podría ser, en tanto partenaire, ese sujeto
2

dividido y angustiado. Algunos significantes que m e llaman la aten- 779


ción y que m e parecen indicativos: "bellísim a". Es lo que dice de la
m adre y es una de las formas de poner de manifiesto el no reconoci­
m iento de la castración del Otro, porque la castración del O tro es la
castración de la m adre y ahí hay un velam iento estético, es la barre­
ra estética ante la castración, es su form a de negar la castración
m aterna, y esto apunta para el lado de la perversión. Pero si bien hay
un saber por parte de él respecto del goce, el punto donde no sabe o
n o quiere saber es el padre, no cabe duda.
Ahora, le faltan dar unas cuantas vueltas a este m uchacho para
decidir su posición, me parece, porque la operación transexual no
consiste en agregarse pechos y nalgas, eso ocurre, pero no es agregar­
se, es quitarse, lo que no está mencionado. Porque lo que contribuye
m ucho a decidir la posición psicótica o no, es la relación al órgano, es
precisam ente cuando el órgano no. está falicizado, y cuando hay un
goce intolerable que se llega a la determinación de eliminarlo de algu­
n a forma, y yo no encuentro referencias claras respecto de su posición
al órgano, porque cuando se habla de forclusión del falo com o lo pro­
pio de la psicosis, esto tiene consecuencias en la relación del sujeto a
su propio órgano, y es eso lo que m uchas veces decide, en el caso tran­
sexual, la operación. Por lo menos, por lo que pude escuchar, no me
pareció una posición plenamente decidida por parte de él. Sí parece
una posición decidida respecto de que hay un goce trasvestista, un
goce exhibicionista que se manifiesta a cada m om ento.

G lo r ia A k s m a n : Se trata de diferenciar la posición del a y del suje­


to en el discurso. Lacan dice, en la apertura de la Sección Clínica, "si
fuera m ás psicótico sería mejor analista", entonces, cóm o se escribe
eso: a $, pero así se escribe también la posición del analista, efecti­
vam ente en el discurso depende del lugar donde está, y entonces ya
sabem os que si el a está com o referente habrá que hacer una diferen­
cia entre la psicosis y la función del analista. Fue m ás bien una cues­
| PERVERSIONES Y PERVERSIDADES

tión de que no nos quedemos con la im agen de que a —> $, así se escri­
ba la perversión solamente. Depende de donde ubiquemos los tér­
minos.
El tem a del empuje a la mujer. Me parece que una cosa es el fenó­
m eno elem ental que se llama "empuje a la m ujer", lo cual no está pre­
cedido de pregunta alguna en la estructura. N o es la posición histé­
rica que se pregunta acerca de la mujer, por ejemplo, D ora en la posi­
ción de hacer el hombre. En este caso, el empuje a la m ujer está tom a­
do com o el fenómeno elemental que se anticipa justam ente en los
m om entos donde el sujeto queda confrontado, a la m anera de lo que
el neurótico quedaría confrontado a -p o r ejem plo- "cóm o, después
20 de tanto tiem po m e abandona, qué soy para el otro". En ese sentido,
yo, no m e anim aría a llam ar empuje a la mujer a la pregunta neuró­
tica sobre el Otro sexo.
Respecto de la intervención de Adriana Luka, sim plem ente decir
que él aparece com o "ser travestí" en lo que dice ser, no en lo que se
espera que haga de su goce sexual, con lo cual parece que es un sig­
nificante que le organiza algo. Y respecto de lo que plantea Néstor,
que efectivam ente su posición es de certeza, pero no se si de goce en
ese punto. Me parece que esto que él dice "y a veré", hay algo de lo
asintótico allí para pensar: "C uando sea mujer mujer, ya veré".

E rn esto P é r e z : E n general coincido con lo que está planteando


Gloria A ksm an acerca del caso. Mi posición también fue la misma.
Pero he pasado en el m ism o por m uchas reflexiones acerca de si se
trata de un travestism o perverso, si es una histeria m asculina que
está en acting, y que toda esta ceremonia sería un acting. Da para
poder pensar algún tipo de diferencia.
Cuando Lacan plantea la famosa fórmula de "K ant con Sade"
-q u e Miguel Furm an puso en el pizarrón- donde a se dirige a la
voluntad de goce, esa voluntad de goce también es señalada por
Miller en algunos esquem as com o Sv tomando este tem a del planteo
que se hizo del lugar del amo. Quiero decir que hay una voluntad de
amo ahí. U na voluntad de amo que va al otro sexo, al otro lugar. U no
podría decir que ahí hay una voluntad de encontrar el goce del otro,
y lo que lo va a dividir al otro es que, justamente, el perverso tiene
m ucha claridad por dónde encontrarlo.
En este caso, no se trataba de un travestí que iba al baile para
levantarse un m uchacho, llevárselo a la cama y que el chico se lleva­
ra una sorpresa. N o le interesaba. N o estaba falicizado este órgano
com o para producir este elemento. Yo no sé si lo plantee bien en el
caso, pero operarse para él era cortarse el miembro, éste era el tem a
loco que estaba jugando en su cabeza, porque implica una m utilación
personal, de su esquema, que llamativamente sí creo que se trata acá o
de un tem a de empuje a la mujer. Porque nosotros el fenóm eno ele- 5
m ental de Schreber, en su transform ación en mujer, pero él vive deli- 5
rantem ente esa transform ación. Esto sería un empuje a la m ujer ayu- >
dado por el desarrollo científico tecnológico, lo cual es un tem a para <
pensar también: el empuje a la mujer en esta época actual. Porque en
otras épocas no tenían esta posibilidad de ser mujer m ujer así. Yo no g
sé qué pasaría con este chico sin esa posibilidad, m ás allá de que lo §
haga o no, m ás allá de que lo decida o no. Histeria yo lo descarto por- ^
que no se dirige a otra mujer. También podem os pensar que el em pu- S
je a la mujer en la histeria es la relación que tiene con otra mujer, de NJ
todas m aneras es en relación al deseo ¿no? En este caso no aparece la 121
intriga femenina, él podría traer algo de este tema, ser mujer mujer
com o cuál, o que habló con fulana de tal, etc. Él es un solitario.
Recordando aquellas conversaciones con M arta De Toro de aquel
libro que yo traje además, Vestido de mujer, que Lacan nom bra en el
Seminario 13, lo que me había llamado la atención en aquel momento
es algo que m e hizo pensar que el travestism o no necesariam ente es
hom osexual, porque en este caso era heterosexual. Es decir, hay tra­
vestís heterosexuales, quiero decir que la posición travestí no define
una posición sexual respecto al otro sexo. Lo que cuenta este hombre
que es un travestí es que lo que le encanta es tener relaciones con
mujeres. Esto cambió un poco la idea del travestism o que era rela­
cionado inm ediatam ente con la hom osexualidad. Y m e parece que es
una posición que creo que es la de él, es decir, hay una satisfacción de
él en esa posición para que no se le derrum be el im aginario identifi-
catorio ¿no?, esta es la sensación que yo tenía con este chico, que era
m uy frágil, estaba allí, frágil arm ándose. N o se si hay alguna cosa
que se m e escapa de las preguntas pera hasta acá era lo que quería
comentar.

G l o r ia A k s m a n : En todos los textos en los que aparece el tem a del


transexualism o efectivamente no se trata sino de preguntam os, tal
cual se preguntan ellos, qué quiere decir que alguien piense que un
m iem bro de su cuerpo sobra. A nadie se le ocurre, por ejemplo, que
un brazo sobre, que sobre la pierna. H ay algo de esto que estructu­
ralm ente tiene que decirnos.

M arta d e T o r o : Para m í es claramente una psicosis y el ser mujer


mujer es su intento de ir estabilizándose. Me parece exacto cuando
decís pasaje al acto, la operación en el futuro, y no hago m ás que
recordar alguna vez un trabajo sobre qué pasaba después de las ope­
raciones con estos pacientes: de diez pacientes ocho se suicidan, con
lo cual m e parece que esto es interesante para completar.
La perversión como suplencia de la psicosis
G l o r ia A k s m a n , M a r í a M a r t a S c o r t ic a t t i ,
G a b r i e l a B o r d ó n , V iv ia n a P a z

M ig u el F u r m a n : N éstor les va a com entar algunas ideas del pro­


grama de proyecto de trabajo para el año que viene.

N éstor Y e l l a t i : El tem a que estuvim os analizando com o el que


puede resultar de interés para investigación el año que viene es Los
afectos y las estructuras clínicas. Esto surgió un poco a partir de que en
los diagnósticos, en el trabajo clínico, nos resultaba de interés volver
a poner sobre la m esa la cuestión de los afectos. N osotros, en nues­
tra práctica, estam os bastante acostum brados a centrar m ucho la
cuestión del afecto en la angustia, en tanto la angustia es el que no
miente; el afecto en la m edida que tiene ese carácter -d esd e la ense­
ñanza de L a ca n - engañoso, que ha hecho que, de alguna m anera,
quede dejado de lado en la caracterización que uno hace del caso y
de la dirección de la cura misma. Entonces esa es una perspectiva
para tom ar en cuenta el tem a del afecto com o central.
Por otra parte, en la m edida que som os un departam ento que tra­
baja la articulación psiquiatría-psicoanálisis, la cuestión del afecto
tiene en este m om ento una presencia im portante en todo lo que es la
investigación neurobiológica, que es la que incide decisivam ente en
P si qui atrí a

el uso de psicofármacos. Hay una teoría neurobiológica del afecto y


se pueden leer los trabajos y también en los diarios, porque es una
cosa de aparición casi cotidiana el tratar de dar cuenta de esto.
Ayer, en la Ñ, salió la cuestión de la moral, por ejemplo, el origen
neurobiológico de la moral.
y ps i coa ná l i s i s

Vamos a ver qué tiempo le dedicam os a la cuestión neurobiológi­


ca, porque nuestra experiencia dem uestra que al plantear estos temas
neurobiológicos, por lo general, lo que provoca es cierto alejamiento
de la gente. N osotros queremos lograr lo contrario. A sí que vam os a
ver en qué tiempo y de qué forma introducim os esta cuestión. N o va
a ser intensivo, pero desde el psicoanálisis es interesante contrastar,
2

confrontar, responder a esa perspectiva porque hay m ucho dicho ^ 2 3


acerca de los afectos en nuestro cam po, y en el cam po de la psiquia­
tría no DSM, también. Me parece que es la hora de rescatar un poco
lo que ha dicho y hecho la tradición psiquiátrica respecto de los afec­
tos; lo que dice el psicoanálisis, porque tam bién tiene m ucho para
decir, y ver qué tipo de articulación o discusión podem os plantear en
to m o a las perspectivas m ás actuales que son la de fundam ento neu-
robiológico, y entonces se tom ará la tristeza, la alegría, el entusiasmo,
el buen humor, el mal humor, la cólera, la apatía, etc., y los que se
puedan ir sum ando com o afectos y que a veces son predom inantes
en los casos.

R a f a e l S k ia d a r essis : Vamos a com enzar la m esa de esta noche


acerca de la perversión com o suplencia de la psicosis. En la m esa van
a participar Gloria Aksman, Catalina Bordón, Viviana Paz y también
participó del trabajo -aunqu e no está aq u í- M aría M arta Escorticatti.
El tem a es interesante y podríam os decir que no ha tenido m ucho
acercam iento en la clínica; no sé si me equivoco, pero quizás el trata­
do m ás integral de psiquiatría sobre las perversiones fue el de Krafft
Ebing, ya hace bastante tiempo, el m ism o que usó Freud, y no ha
vuelto a aparecer nada sobre lo mismo.
Es cierto que, desde el psicoanálisis, siempre hem os abordado el
tem a y podríam os decir que, hasta ahora, lo que encontrábam os era
que la psiquiatría solo hacía una participación diagnóstica, m ientras
que el psicoanálisis trataba de hacer una lectura de los casos que
pudieran ir m ás allá de la cuestión diagnóstica para ver las caracte­
rísticas estructurales, discursivas, del goce.
Quizás, hoy en día, tengam os en poco tiem po nuevas experien­
cias sobre eso, porque voy a m encionar que el Dr. Carofile está lide­
rando una experiencia en el Borda, donde se intenta cam biar la cara
de la U nidad Carcelaria N úm ero 20 del hospital, dándole un criterio
distinto y buscando hum anizar -aunque m e parece una palabra no
m uy in ap ropiad a- el tratam iento y buscando la posibilidad de
estructuras clínicas que allí se encuentran y que antes eran pasadas
por el terreno legal y no por el médico. Por eso decía que tal vez, en
un futuro próxim o, podam os tener casos que puedan tener que ver
con verdaderas perversiones, porque efectivam ente, en general, lo
que la literatura ha presentado en el sentido jurídico y policial del
térm ino han sido los casos fundam entalm ente de sádicos donde en
m uchos se ha descubierto una psicosis por detrás o de grandes m aso-
quistas, pero estos no llegan a la consulta. Se hace de esto una clíni­
ca que podem os encontrar en lugares m ás bien m édico-legales.
N o obstante, me parece im portante abordar el tem a y dada la
hora dejo en uso de la palabra a Gloria Aksman.
G lo r ia A k s m a n : N osotros nos dedicamos a tratar de pensar el
tema del rasgo de perversión a partir de un trabajo que cayó en nues­
tras manos de un com entario de Maleval acerca de una psicosis con
un anudamiento perverso. U na vez que tuvimos ese m aterial, que
era un com entario que salió en Freudiana, conseguim os el caso de
Demusán, que es quien trató a este paciente.
A m edida que íbam os haciendo el trabajo, nos dimos cuenta que
nos interesaba situar, también, esto que terminó por llamarse la per­
versión en la clínica. Es decir, aquello que nos interrogó respecto del
rasgo de perversión en la clínica m ás allá de la cuestión de la psico­
sis; por eso el trabajo tiene dos partes: la primera, donde vam os a tra­
bajar la cuestión del rasgo y luego, particularmente, el caso que se
llama el Sr. M. donde hay algunas cosas posibles de contar, porque en
realidad es bastante difícil poder hablar del testim onio que brinda
este sujeto.
El tema es la perversión en la clínica.
En las escenas sexuales de la película Casanova, de Fellini, siempre
hay una jaula con un pájaro m ecánico que debe estar. La jaula es el
objeto que cuida com o a sí mismo. En todas sus peripecias podrá
dejar todo m enos la jaula. Casanova tiene gran am plitud en el des­
pliegue de esas escenas: pueden ser mujeres viejas, jóvenes, monjas.
La fijeza está en la presencia de la jaula, objeto que él m ism o es, de
donde obtiene el empuje y su certeza. Puede que en las escenas
sexuales que fabrica no se encuentre nada raro, es decir, ninguna
práctica extraña, la exigencia está en la presencia de ese objeto que
él es, esa jaula. Perfecta resolución de la angustia, él avanza sin inhi­
biciones, ni síntom as, ni angustia.
Este m odo de avanzar de Casanova nos da pie para situam os en
la cuestión diferencial en la que nos interesó trabajar y vam os a pre­
sentar siguiendo algunas consideraciones del texto de Leguil, del
Sexto Encuentro, acerca del rasgo de perversión, y de acuerdo con el
P si qui atrí a

autor vam os a definir primero el rasgo de perversión: son todas las


particularidades de que da testimonio el sujeto y que tienen que ver
con su vida sexual, siempre y cuando esta vida sexual no esté limita­
da a su vida genital. Es un fenómeno clínico que se presenta en las
estructuras con particularidades distintas en cada una de ellas. La
y p s i c oa ná l i s i s

hipótesis a investigar - y todavía es algo abierto para n o so tro s- es si


es posible clínicamente dejar de hablar de estructura perversa y
pasar a hablar de pere-versión tal la última enseñanza de Lacan y, por
otro lado, ubicar las prácticas perversas -co m o verem os en el ca s o -
como m odo de estabilización en la psicosis. Es decir, una forma de
anudam iento que hace suplencia.
2

Este eje de investigación, que ubica el rasgo en las diferentes ^25


estructuras, tiene distintos estatutos. Tomaremos tres índices: la rela­
ción al Otro, el m odo de goce y el estatuto del cuerpo.
La perversión no se puede definir por el contenido de las fantasí­
as, esta es una versión cultural, ideológica, toda fantasía es perversa,
con ella se rellena que no hay relación sexual. La novedad genial de
Lacan es situar, com o centro de la cuestión diferencial, la angustia y
el objeto.
Es la repartición de los términos del fantasma, no su contenido, lo
que nos perm ite diferenciar estructura. Sabemos que la perversión
invierte la fórmula.
Dice Miller en un texto sobre "K ant con Sade": "M ientras que las
fantasías neuróticas son un espectáculo privado, es decir que man­
tienen distancia del fantasma com o lugar de elaboración, como
m edio de goce, la perversión nos m uestra el fantasm a de m anera
abierta, no es pensar en ese, es hacerlo."
Recordem os el caso del paciente que presentó C atalina B ordón la
vez pasada, donde la fantasía perversa era desplegada en u n ver y
hacerse ver por el Otro en su acto m asturbatorio en el cine. "G oce del
idiota -d irá L a ca n - que prescindiendo del partenaire culm ina inte­
rrogando al sujeto por su compulsión, m om ento en que este neuróti­
co obsesivo queda a m erced de la angustia que, com o sab em o s- sitúa
la pregunta por qué m e quiere, com o retorno de un deseo goce adju­
dicado al otro de la dem anda".
Al referirse al deseo perverso, Lacan lo expresa com o voluntad de
goce que es su ley, posición en la que Casanova aborda la escena del
encuentro sexual, no se interesa por el deseo ni por g ozar del cuerpo
del Otro, solo se interesa por el acto sexual m ism o: quiere que el Otro
goce.
U bicar la certeza en la angustia que produce en su partenaire, le
perm ite ofrecerse com o instrum ento del goce del Otro, m o d o de
solucionar la falta. Es decir, la solución perversa.
y perversidades

Por otra parte, el neurótico no quiere saber nada sobre el goce del
Otro, con su síntoma tapona esa posibilidad y esa es la distancia que
m antiene del fantasma, no lo acepta. Pero esa no aceptación m ism a
es el rasgo de perversión que le perm itirá entonces encam inarse
hacia el encuentro de su pareja sexual.
L a angustia que el neurótico intenta eludir con esa m aniobra le
perm ite m antener velada su posición de objeto nacido en el cam po
P erversiones

del Otro, ésta es la revelación subjetiva a la cual se confronta en el


m om ento de la vacilación del fantasma, lo que él realm ente es.
Am bas posiciones -la perversa y la n eu ró tica- están situadas en
el m arco del fantasma, ubican la diferencia del tratam iento dado el
126 objeto y, por esta vía entonces, nos preguntam os si no cabe p ensar a
la perversión o a la neurosis solo com o versiones hacia el padre: la
padre versión o la pere-versión.
Dice Leguil: "El rasgo de perversión funciona en la neurosis solo
si el sujeto no se implica allí com o pregunta". Él habla de pacientes
que vienen posicionados con sus rasgos perversos y, en realidad, lo
que hay que h acer es el esfuerzo de sintomatizar eso. U na cosa es
venir con el rasgo perverso casi identificado a eso y ver si eso se
puede sintomatizar, y otra cosa es venir con el síntoma. Esto es lo que
nos preguntam os respecto a las dos estructuras.

Psicosis y perversión
A partir de un diagnóstico de masoquismo perverso de Michelle
Demusán y releído com o psicosis por Jean-Claude M aleval, aborda­
mos el tem a del rasgo de perversión en la psicosis.
Destacam os de la propuesta de Maleval el poner en serie la per­
versión, los fenómenos psicosom áticos y la escritura com o form as de
estabilización en la psicosis, y esta es la línea que nos interesa tomar.
Es decir, la perversión com o una forma de estabilización. Pero entién­
dase bien, perversión com o prácticas perversas.
El caso al que nos referimos es el de un paciente de 65 años que
testimonia ante una analista Demusán, sus prácticas m asoquistas
sostenidas durante casi 26 años. En la actualidad -cu an d o tiene 6 5 -
es un apacible jubilado que vive con su familia adoptiva sin que ellos
estén enterados de su pasado.
El testimonio se suscita a raíz de ser enviado por un m édico radió­
logo. Se llevó a cabo en dos entrevistas y Dem usán decide no conti­
nuar por la angustia y el horror que le provocan.
Dice en uno de sus párrafos: "E s sorprendente que su organism o
haya soportado sin perjuicio la ingestión diaria de orina y de excre­
P siquiatría

m ento durante varios años". El tem a del cuerpo, entonces, pasa así a
ocupar el prim er plano. El testimonio brindado por el paciente inten­
ta ofrecer un verdadero ejemplo de goce masoquista, dado que toda
la literatura a ese respecto e investigada por este sujeto lo deja pro­
fundam ente insatisfecho.
y psicoanálisis

Dice esperar un destino de humillación de su propio testimonio.


Nos hace ver, entonces, un cuerpo atormentado por una serie de las
más despiadadas y horrorosas prácticas perversas en donde el dolor es
el medio de goce. Él y su pareja, una prima mucho menor que el sujeto
y con la que se ha casado se dedican, en esas prácticas, a ser tratados
2

como verdaderos objetos de desecho por uno o dos hombres que siste­
máticamente les infringen toda clase de mutilaciones monstruosas.
5
Vamos a ubicar algunas que se puedan decir: el lugar de la vícti­
m a lo ocupaban tanto M. com o su mujer; ella soportaba tales tortu­
ras, se siente a tal extrem o dom inada por la exigencia de perversión,
que toda su energía se pierde en ello.
Él tenía tatuado todo su cuerpo y los tatuajes decían: "Soy una
puta, sírvanse de m í com o una hembra, gozarán bien, soy una puer­
ca, culéenme, soy un retrete vivo, no soy ni varón ni m ujer sino una
puerca, una puta". Las cicatrices y los rastros de ese vicio no son
m enos sobrecogedores: la tetilla derecha ha desaparecido, literal­
m ente, quem ada con un hierro al rojo vivo, atravesada con púas,
arrancada, el ombligo ha quedado transform ado en una especie de
cráter, le introdujeron plom o fundido y lo m antuvieron m ediante un
palo m etálico calentado al rojo. El aparato genital, esto es im portan­
te, no había escapado a las prácticas, un anillo de acero de varios cen­
tímetros de diám etro había sido colocado de m anera fija en la extre­
m idad de la verga, después de haber hecho del prepucio u n a especie
de cojín relleno de parafina.
Lo llam ativo es que durante ocho felices años que duró el m atri­
m onio -ta l com o dice este sujeto, dada la tem prana m uerte de ella-
las relaciones sexuales entre ellos estaban bien diferenciadas de este
tipo de prácticas, siendo que eran m antenidas al m odo de lo que se
llam a la sexualidad norm al."
Com enta Claudio Godoy en la revista Ancla, que es donde salió
publicado el caso: "D estacam os tam bién el m odo enigm ático en que
las prácticas perversas cesan, a la vez que se disipa la fantasm ática
que las acom pañaba m ientras el sujeto iniciaba una vida conform is­
ta, de apacible jubilado inserto en el seno de una familia adoptiva.
Solo destina las m arcas en su cuerpo en un particular exhibicionismo
a la m irada ocasional de los m édicos y al testim onio que le dirige a
D em usán", y culm ina diciendo: "C om o el trabajo de M aleval lo des­
taca, estos casos dem uestran no ser tan aislados. N o obstante - y aquí
y perversidades

lo que nuestra hipótesis intenta so sten er- resulta im portante distin­


guir aquellos en los que las prácticas sadom asoquistas extrem as
-hom icidios, auto y heterom utilaciones, canibalismo, necrofilia, e t c -
se dan en sujetos con una psicosis desencadenada y clínicam ente
com probada de aquellos otros en los que las prácticas operan com o
suplencia en la psicosis".
Desde esta perspectiva, podem os ubicar que la perversión es una
P erversiones

práctica que da su sello a la estructura psicótica funcionando com o


anudam iento. En la neurosis todo rasgo de perversión queda en m ar­
cado en la lógica del fantasm a, y desde esa propuesta -ig u a l que en
la p erv ersió n - es una versión al padre. U na pere-versión.
128 Bien, podem os em pezar una charla con ustedes. Ven que el caso
es sum am ente extrem o, donde efectivam ente ya hay algo de dejar
caer el cuerpo y, com o decía Lacan, eso es un diagnóstico de psicosis.
Este sujeto no se ha exim ido de nada en cuanto a esa posibilidad.
Maleval tam bién destaca algo m ás allí y es que no solam ente él esta­
ba en una posición m asoquista sino que él era el que podía controlar,
a partir de eso, la posibilidad del goce de los otros, y que lo hacía
como una form a de dom inio entregando su cuerpo para poder dom i­
nar en la situación de la escena sexual.

R a fa e l S k ia d a r essis : H ay una gran diferencia en lo que m arcaba


Gloria con el trabajo com partido acerca de un rasgo de perversión y
la perversión en sí m isma. ¿Qué serían los neuróticos sin un rasgo de
perversión?

G lo r ia A k s m a n : A drede no hablamos de las cuestiones estructu­


rales para que queden en el debate y poder responder. Pero simple­
mente agrego que en estas prácticas donde los dos se ofrecían a uno
o dos sádicos, lo cierto es que había un m om ento en que estos hom ­
bres retrocedían. Con lo cual me parece que queda dem ostrado que
"el verdadero sádico es el m asoquista", como afirmaba Lacan, "él es
el amo de la escena".

M ig u el F u r m a n : Habría que definir un poco de qué m anera enten­


demos la suplencia, si la comprendemos como la suplencia de la for-
clusión del Nom bre del Padre, o si la entendemos como la suplencia
del no hay relación sexual, o si -p o r ejem plo- tomamos el cuarto nudo
como suplencia. Para tener alguna variedad de cuestiones.
A m í m e parece que cualquier síntoma puede funcionar com o
suplencia en la m edida en que un síntoma puede funcionar com o
anudamiento.
Pero m e gustaría conversar con ustedes y pensar qué significaría
P siquiatría

en el caso de la psicosis, en particular. ¿Por qué un acto perverso fun­


ciona com o suplencia y de qué m anera eso sirve de anudam iento?
No m e queda m uy claro el tema.

I n t e r v e n c ió n : Y o me quedé pensando en lo que se planteó res­


y

pecto de la caída del cuerpo en tanto lo que plantea L acan respecto


psicoanálisis

de Joyce. El cuerpo se le cae como la cáscara de una fruta, pero en el


sentido del desapego, de la indiferencia, porque en vez de quedarse
lleno de odio el afecto es ninguno. ¿Qué estatuto tendría este cuerpo?
Porque parecería que es un cuerpo entronizado más que dejado caer.
2

N éstor Y e l l a t i : Siguiendo lo que decía Miguel Furm an sería inte- 729


resante v er por qué en este caso se dio una suplencia y có m o enten­
dem os la suplencia allí, porque si esa suplencia no existiera lo que
habría es una psicosis clínica.
Sería interesante introducirnos m ás p ara ver por qué p en sar eso
de este caso.
Supongo que la idea es localizar esa suplencia en el caso p o r caso
porque existe el perverso, y la perversión no es ninguna suplencia, es
u n a posición perversa. En ese caso hay que h acer la distinción allí,
porque no todo perverso está haciendo una suplencia en la psicosis
p or m ás terrorífica que sea su perversión.

INTERVENCIÓN: Coincidiendo con Furm an y con Yellati pienso que


el tem a de la suplencia es un tem a al que hay que darle algunas vu el­
tas. En este caso, una de las cosas que a m í m e llam a la aten ció n es el
enigm a de esta tranquilidad a la que este hom bre entra y d o n d e no
se conoce nada de todo este m om ento. ¿A hí está estabilizad o? Si
decíam os que esta perversión le hacía de suplencia y m ás o m en o s lo
estabilizaba. M e pregunto cóm o puede prescindir de esto y en tra en
una cuestión donde solo queda la m ostración de su cuerpo, d on d e
eso insiste, todo el m asoquism o m arcado en su cuerpo y es m o strad o
al otro. A hí algo queda pero es en una situación particular: cu an d o v a
al m édico. ¿Es así?

G l o r ia A k s m a n : Sí, él cada tanto va a los m édicos, se repite co m o


aquel acto.
Lo que nosotros estuvim os pensando -n o es una co n clu sió n - fue
prim ero la suplencia en tanto no hay ninguna m anifestación de la
psicosis clínica. N o hay neologismos, no hay voces, no h ay n a d a del
orden de lo que uno puede situar com o trastorno del lenguaje.
D em usán no dice que él es un psicótico, el que dice eso es M aleval.
D em usán dice que es un m asoquista perverso. Él v a a ubicar el tem a
de la psicosis en algo con lo que acuerdo con M aleval y que no
K tK Vt«5IU H U C D

podría decir m ucho más.


Prim ero que esta form a de lo que se llam a suplencia p erv ersa, que
p ara m í tiene que ver con la forclusión del N om bre del P ad re y n o se
p or qué eso no tendría que ver con la suplencia de la no relación , m e
p arece que en la psicosis hay cierta cuestión que se juega del m ism o
Y

£ m odo. Quiero decir, no es que hay relación sexual en la psicosis, ahí


o tam p oco porque habla, ahí hay algo que ha quedado perd id o.
£ N os dio la im presión -leyéndolo desde la estab ilización -, que h ay
g elem entos p ara pensarlo com o suplencia.
x L a mujer se murió y él quiso otra partenaire después, y se casó
30 con u na prostituta pensando que de ese m odo él iba a p o d er segu ir
sus prácticas y resultó que la prostituta tenía una serie de problemas
policiales y él se divorció, es decir, que no pudo tener un partenaire
idéntico a sí m ism o—logró la construcción de un cuerpo a través de
las prácticas, delirante sí, pero un cuerpo al fin. Este cuerpo que él
después va a ofrecer a los médicos.

C a ta lin a B o r d ó n : Todo lo que presenta Maleval es con relación a


por qué -p a r a é l- es una psicosis y no un m asoquista perverso, com o
parecía en Dem usán. Él tom a varias cuestiones y tengo algunos
apuntes en relación a eso.
La extrañeza del cuerpo, un cuerpo ajeno. La falta de im agina­
ción, donde no hay ese halo de la fantasía en’ la práctica misma. Un
reconocimiento de filiación solo en el plano biológico, com o si lo sim­
bólico allí no estuviera. Otra cuestión: un todo cuerpo, un goce todo
cuerpo, en relación a que no hay una preservación del órgano, cosa
que sí hay en la perversión. En la perversión entendida com o tal no
hay preservación del órgano. El órgano está puesto en juego: m utila­
do, flagelado, com o un cacho de carne más.
Estos son los puntos del por qué sí es una psicosis.

G lo r ia A k s m a n : Hay algunas cuestiones que es necesario que


sepan. Él tenía una hija de la cual no sabe nada y en realidad se
desentiende absolutamente, y adopta a un hijo de la m ucam a que tra­
bajaba en la casa, y en realidad esa es la familia adoptiva con la que
vive, no hay filiación.
Otra característica -descripta por Lacan y otros autores que escri­
ben sobre las perversiones- donde se destaca el cuidado que el per­
verso pone de su partenaire respecto del órgano sexual, que es into-
cado por la práctica perversa. En este caso es exactam ente lo contra­
rio.
P siquiatría

C a ta lin a B o r d ó n : Él no consulta. Él llega a hacerse unos estudios,


con esta cosa que tenía de pasar de m édico en médico, se enferm a, y
una radióloga le sugiere y le pide que lo vaya a ver a Dem usán. Y
Demusán le tom a solo dos entrevistas porque no pudo soportar más.
y

V iv ia n a P a z : Veíamos que él puede soportar este despojamiento


psicoanálisis

del cuerpo en este tema de que él está identificado, de que es el obje­


to a, entonces es esta la manera en que vem os un acotam iento a los
efectos de la forclusión del Nombre del Padre, no podría soportar de
otro m odo los significantes que le vendrían abrum adoram ente por
esa forclusión. Por eso el anudamiento.
2
I n t e r v e n c ió n : Ya e s tá casi contestada, pero voy a hablar un poco
de lo s que habías hablado vos.
El anudam iento en el caso de psicosis sería el anudam iento de lo
im aginario a través del cuerpo, com o vem os, por ejemplo en los
casos de fenómeno psicosomático donde se desengancha lo imagina­
rio y allí -e n el fenómeno psicosom ático- se anuda aquello que no
estaba.
Pero este hombre es un masoquista, es decir, que sufre. Yo tengo
una paciente -q u e voy a presentar para las Jo rn ad as- que hace un
anudam iento justamente con el fenómeno psicosom ático, y donde
antes no sentía dolor, allí ella se extraña enorm em ente y em pieza a
sentir dolor. H ay un desanudamiento com o en el caso de Joyce cuan­
do ya no siente las palizas, donde vem os el desanudam iento del
cuerpo.
¿Pero qué pasa en este caso? Porque acá es todo un cuerpo ¿no?,
¿es eso lo que anuda?

R a fa e l S k iad aressis : L o complicado del caso es que hay tan poca


práctica de esto, que no podem os dar una conclusión de dónde se
anuda una psicosis en una perversión. Y esto es lo interesante. Vere­
m os si podem os avanzar un poco esta noche.

G er a r d o H e u m a n n : Me resultó m uy difícil entender esto. Rafael,


recién hiciste un com entario acerca de que el sujeto no solo dom ina­
ba su cuerpo - o algo a sí- sino que decía poder dom inar al objeto de
su goce.

R a fa e l S kiad a ressis : .. .estas escenas llevando su cuerpo hasta las


últimas consecuencias. Entonces, se suponía que este extrem o del
cuerpo llevado a las m ás grandes mutilaciones y transform aciones
eran una form a de poder controlar absolutamente un goce todo.

G er a r d o H e u m a n n : Porque uno podría haberse quedado con la


id e a de que el paciente tuvo un delirio: "Yo puedo hacer con el otro
lo que se m e d a la gana".
La otra cosa que me hace pensar esto es eso que Gilíes Deleuze
desciibe en "C óm o hacer un cuerpo sin órganos", lo describe com o
una cosa bien loca. Adem ás de ese cuerpo que él tiene parece que
arm a una relación particular con partes de personas, no con perso­
nas, Las personas adoptivas. Yo retrocedo a m i form ación kleiniana y
d iría que es u n spliting, un estallido de pedazos de personas, él
m ism o y la relación con los demás.
C a t a l i n a Bordón: Dem usán duda todo el tiempo m ientras le hace
el relato: "¿esto es, no es, es un delirio?". Pero después ella vio que
a d e m á s esto estaba escrito en el cuerpo.

V A dem ás estaban las radiografías que testim oniaban


iv ia n a Pa z :
la flagelación del cuerpo: púas que seguían estando dentro de su
cuerpo. En los testículos, abertura del ano al tam año de una vagina,
etc.

G l o r i a A k s m a n : Una cuestión que le quería contestar a Néstor: no


se trata de que nosotros pensam os que las perversiones son psicóti-
cas. Lo que pensam os es que las prácticas perversas extrem as están
en psicosis desencadenadas, o bien son psicosis donde esto ha fun­
cionado para no desencadenar. Porque sabemos que uno dice "no
hay clínica de la perversión".
Esta es la pregunta del trabajo, es por la clínica: ¿clínicamente, que
es lo que aparece? Por eso rescatam os el com entario de Godoy.
Lo único que sabemos clínicamente es de la práctica perversa,
porque la perversión nosotros no la atendemos porque o no consulta
por ello, o es un canalla tal com o lo describe Lacan. Él diferencia m uy
bien cuando dice "no se trata del goce del objeto, sino que de lo que
goza es del título". Si goza del título, goza del significante y no del
objeto, y si goza del título es un canalla: "Y a los canallas no los aten­
demos".
Para tirar fuerte de la soga de la perversión: cuando decim os
"bueno, perversos hay", entonces hay que ver a qué estam os llam an­
do perverso en nuestra práctica. ¿Es a un rasgo que podem os sinto­
matizar, com o lo plantea Leguil?, o se trata de estas prácticas que no
podemos decir m ás porque tienen un lugar estructural, es decir que
funcionan en la estructura. Pero resulta que donde funcionan, donde
aparecen y donde hay casuística es en las psicosis. Entonces lo núes- -o
tro no es una conclusión, es una pregunta al respecto. o
>
B e a t r iz Hablábamos con Alfonso la posibilidad de que 3
S c h l ie p e r :
fuera una esquizofrenia y que lo que buscara fuera localizar el goce >
en el cuerpo, pero no es m ás que una simple pregunta. _<
"O
l/l

S i l v i a V o g e l : Quería preguntar. S i la hipótesis es que la práctica g


perversa anuda un cuerpo, ¿cóm o entender las relaciones sexuales §
que él m antenía con su esposa?
v/*>
I n t e r v e n c i ó n : Yo le agregaría más. ¿Cóm o entender eso y cóm o nj
entender que puede soltar la práctica perversa? ~133
G l o r ia A k s m a n : Bueno, pero hay una adopción y una filiación
que es justo contraria a la biológica y es simbólica.

I n t e r v e n c ió n : No es simbólica, es im aginaria en todo caso, por­


que es la señora que está ahí en su casa.

G l o r ia A k s m a n : Bueno, vos le atribuís poco sim bolism o a eso,


pero en el hablante no hay nada que se pueda interpretar com o bio­
logía. A su hija no la reconoce y reconoce un otro que le da lo que
suponem os es la estabilidad en su vejez. Ese es el trastorno psicótico;
luego la pregunta es cóm o pensar que alguien tiene una práctica
perversa y le estam os suponiendo a esto el anudam iento; por otro
lado hace una vida aparentem ente con un cierto fantasm a para tener
una relación sexual.

M a r y P ir r o n e : Yo pensaba en el riesgo de hacer reglas, porque m e


parece que una psicosis se puede anudar y estabilizar de cualquier
m anera. Es decir, com o vos bien dijiste, por la escritura, por u na p rác­
tica perversa, p or tejer crochet, etc.
Pensarlo al revés es lo que m e parece riesgoso, es decir, pensar en
el rasgo perverso anudado a la psicosis, porque m e parece que es el
riesgo de hacer reglas.
M uy probablem ente lo pensaría com o un esquizofrénico que
anudó a través de una práctica perversa. Porque en la discusión se
deslizaba a la cuestión de pensar la perversión, o la práctica p erver­
sa con relación a la ’psicosis, es decir al revés.

G lo r ia A k s m a n : En realidad la pregunta que nosotros nos h ace­


m os es por qué la perversión es pere-versión en la obra de Lacan. N o
habla m ás de estructura perversa, esta es una cuestión. Eso es lo que
nosotros ponem os al trabajo con lo de Leguil cuando él habla de este
rasgo de perversión.
L acan seguram ente también se lo preguntó en algún m om ento y
creo que la apuesta de Lacan es: hay clínica o no hay clínica.
En el Seminario 20 dice: "Las fórm ulas de la sexuación hom bre-
m ujei es para cualquiera que quiera ubicarse en cualquier lad o ", y
posteriorm ente, en el Seminario 24 dice: "H istéricas: m ujeres". Esto
qué quiere decir sino hablar de la clínica.
Lo que nosotros nos preguntábam os es que tenem os, por un lado,
los elem entos de las psicosis donde clínicamente sabem os que el psi-
cóticc suelta m uy rápido su objeto: si le decís a un psicótico que "tal
cosa no debe hacerla", él la deja de hacer.
P or otro lado, está el neurótico que es -c o m o dice L a c a n - "el que
anda arrastrando su objeto toda la vida y a final tiene que hacer un
duelo".
Entonces, en este punto se trata de la referencia nuestra y la que
intentamos situar - y desde allí nos interrogam os- desde la clínica.

N éstor Y e l l a t i : Es bastante compleja la cosa.


Yo tengo una preocupación perm anente respecto a la cuestión
diagnóstica y es que todo, finalmente, va desem bocando en el cam po
de la psicosis desencadenada o no desencadenada. Entonces se nos
van quedando en el cam ino los diagnósticos de neurosis, de perver­
sión, etc. La psicosis ordinaria genera ese tipo de problem áticas por­
que al final todos son psicóticos ordinarios. Y a un perverso com o
este se lo puede suponer com o una suplencia eficaz, con dificultades
para sostener eso por la clínica m isma que él presenta.
Esa es una preocupación. Que de repente deje de haber neuróti­
cos y deje de haber perversos, y entonces la clínica de las suplencias
vendría a dar cuenta de todo en términos -ju stam en te- de una
suplencia que evita la manifestación clínica de la psicosis.
También depende de donde uno se ubica en la obra de Lacan, por­
que a m í m e gustaría llegar al Seminario 16 y no seguir m ás adelante
para pensar a este sujeto. En el Seminario 16 Lacan es m uy preciso res­
pecto de la posición perversa en términos de objeto, y m e parece que
lo que éste sujeto dice se puede dar cuenta m uy bien desde este
Seminario 16: "Él está en posición de objeto", y se ve claram ente cóm o
quien lo flagela es un m ero instrumento, se ve cóm o retrocede ante
determ inada exigencia, se ve cóm o impone su voluntad de goce a ese
otro para que lo flagele; queda él reducido a objeto en todo el senti­
do del térm ino, es objeto com o causa de, pero adem ás porque term i­
na hecho un desecho. Por ese lado, uno lo podría pensar com o un
verdadero m asoquista.
Ahora, respecto de la cuestión del cuerpo, también m e resulta difí­
P siquiatría

cil pensarlo en térm inos de psicosis, porque son cuerpos m uy dife­


rentes el de la neurosis, el de la perversión y el de la psicosis, no exis­
te m ucha posibilidad de un uso del cuerpo que pueda ser perverso
como suplencia para un sujeto psicótico con un cuerpo de esquizofré­
nico. Esto es lo que m e resulta difícil. El cuerpo del esquizofrénico está
y

totalmente som etido al goce del Otro y las irrupciones de goce en su


psicoanálisis

cuerpo son, precisamente, irrupciones de goce del Otro.


En cambio en el caso él ejerce dominio sobre el Otro para poder
lograr un goce que de alguna forma está calculado por parte de él,
porque él le ordena al otro lo que le debe hacer. Son posiciones m uy
diferentes.
2
G lo r ia A k s m a n : L o que decís me hace pensar que si es una
suplencia, si funciona com o estabilización, acota el goce del Otro, no
es un goce del Otro que se le viene encima.
En Schreber vem os cóm o el goce del Otro se le venía encim a con
su exigencia de transform ación en mujer, se le viene encim a en la
desestabilización. Hasta que él se amiga con esa idea y entonces será
la m ujer de Dios en el futuro, recién ahí se ha acotado algo.
Pienso que cuando funciona algo com o suplencia, es suplencia de
algo que no funciona com o m odo de acotam iento del goce de Otro.
En el caso que presentam os hoy, si es suplencia, funciona de ese
m odo. Este es el punto.

V iv ia n a P a z : Por eso yo decía que, justam ente, con esta particula­


ridad de ser el objeto a, se puede decir que acota el efecto devasta­
do» de la forclusión del Nom bre del Padre.

M ig u e l F u r m a n : Para definirlo como perverso: m asoquista o sádi­


co a este sujeto -y o tam poco leí el ca so - tiene que producir angustia
en el partenaire. Ellos buscan quien los convierta en desecho, pero no
tienen un partenaire que se angustia. Ninguno de los dos -e n espe­
cial el h o m b re- en tanto tal su deseo es producir voluntad sujeto, ¿en
qué sujeto? El gráfico del fantasma del m asoquista y del sádico
-L a ca n , sem inario La angustia- es m uy preciso en este sentido. El
planteo es el siguiente: "E l perverso se identifica al objeto para, de
esa m anera, causar voluntad de goce en el cam po del Otro con su
deseo perverso", es decir, en el sujeto que se divide y que se trans­
form a en sujeto del goce.
Entonces, ¿dónde está en el caso la voluntad de goce dirigida al
partenaire para producir angustia? No está. Y com o no está es posi­
ble pensar en una cuestión psicótica, es decir, que no sea un verda-
d e rc perverso. Porque los dos sádicos que los flagelan no se angus­
tian.
N o está el destino de la angustia del Otro, no está dirigido el acto
perverso a que el otro se angustie, condición necesaria para cual­
quiera de las dos perversiones. Entonces esto es lo interesante, que el
sujeto persigue cortarse el cuerpo, m arcarse el cuerpo, entonces es
introducir algo de borde en el cuerpo, es hacer que su cuerpo se
transform e en desecho. A su vez el dolor tam poco es condición de
perversión, el dolor del sujeto perverso tiene que producir angustia
en el partenaire y acá tam poco se da esa condición.
E)e m odo tal que hay algo de intento de estos sujetos de producir
un ffcrte para m arcar el cuerpo, introduciendo aquello que en algún
text® decía Collete Soler: "E n estos casos, com o no hay castración, el
sujeto se produce en la automutilación, en el corte, la castración en el
cuerpo".
Estos son los dos argum entos que a m í se me ocurrían com o m ás
cercanos para pensar -independientem ente de la fenomenología,
más estructurales, independientemente incluso de suponer la cues­
tión referida a la forclusión del Nombre del P ad re- un argum ento
referido a la psicosis.

A d r ia n a L u k a : En una sola oportunidad él provoca la angustia


del Otro, que es en el analista que no lo puede atender. Es el único
m om ento en que ocurre.

G lo r ia A k s m a n : Pero él no busca eso. Lo encuentra.

S i l v i a V o g e l : E s m uy polémico porque ustedes han elegido algo


que tiene solo dos entrevistas y un com entario. Siguiendo lo que dice
M. Furm an, que m e parece interesante, acerca de lo dicho por Colette
Soler sobre el tratam iento real de lo real para esa m arcación en el
cuerpo. Pero, ¿a eso le podem os llam ar suplencia? Para m í está loco
si quiere tratar lo real con lo real.

M i g u e l F u r m a n : En ese acto de corte general y de sufrimiento del


cuerpo, tam bién hay un intento de extracción, de algo que se extrae
del cuerpo; en la psicosis -p recisam en te- el objeto está del lado del
sujeto, de m odo tal que el corte apuntaría no solo a una m arcación
simbólica. Tratar lo real por lo real es eso. O introducir un corte en el
cuerpo implica extraer algo del cuerpo, cosa que no está extraída en
la psicosis: el objeto a.

M a r y P ir r o n e : E s interesante lo que planteaba Gloria A ksm an


cuando hablaba de estructura y de la perversión en los últim os sem i­
P siquiatría

narios. Yo m e acordaba que Lacan plantea esta cuestión m u y tem ­


pranam ente.
Creo que a nosotros nos vino m uy bien lo de estructura p ara orde­
n ar algo que creo que dio rigidez m ás que nada.
Tem pranam ente, cuando estaba la cuestión del orden simbólico
y psicoanálisis

en "Subversión del sujeto...", cuando él tom a al neurótico y al p er­


verso. Y dice: "L o s dos están sometidos a la prohibición en relación
al deseo. Lo único que pasa es que el perverso com o el neurótico está
bajo la égida de la prohibición y del deseo. El perverso lo subvierte,
está tan tom ado com o el neurótico".
2

G A : Esto es lo que seguimos en el trabajo. Justam ente.


5

l o r ia k sm a n
Si el rasgo de perversión no hay que entenderlo en el sentido no de
reducirlo, es decir de que es lo mismo, porque en ese sentido estoy
con lo que decís vos Néstor, no es lo mismo. La noción del diagnós­
tico diferencial es válida siempre. O se es neurótico o se es psicótico,
¿y el perverso?, dem ostrám elo clínicamente.
P or eso, el punto está en que nosotros nos dirigim os fuertem ente
a la cuestión clínica y sobre todo, situam os que el tem a del rasgo de
perversión es que el sujeto tiene que dar testim onio, no es algo que
se dice. Es lo que se hace con eso.
Entonces, ahí es donde uno va a decir hay un tal rasgo de perver­
sión.
Por otra parte, m e parece que, aún hablando de suplencias, no se
trata de barrer con las diferencias neurosis-psicosis, se trata de cóm o
se piensa la diferencia -e n este trabajo por lo m enos lo intentam os
tran sm itir- del rasgo de perversión en cada una com o diferencia.

R a f a e l S k ia d a r essis : Apelaba al trabajo que se está haciendo en la


unidad 20 del Borda para ver ahí la posibilidad de encontrar casos
que puedan tratar mejor esta posibilidad.
Frente a la cuestión de la no relación sexual -c o m o dice L a c a n -
hay dos form as de tratarla: una por la perversión y otra por el rasgo
de perversión. La psicosis, en todo caso, no trata eso y es lo que m e
parece que en el caso tiene que ver -junto a todo lo que ustedes dije-
r o n - con pensar que hubiera un algo esquizofrénico que estuviera
situando al sujeto.

ALFONSO C a r o f il e : Me llama la atención la banalidad de la vida


de este hom bre. Una vida tan com ún de jubilado y que por una casi
casualidad aparece esta cuestión de la perversión.
Por otro lado. U no se fija en Internet y está plagado de este tipo
de casos. Toda la perversión sadom asoquism a y fetichista inunda
Internet, así que no es tan extraño este caso en sí.
Con respecto a la Unidad 20, en realidad, los perversos no tienen
casos dem asiados extraños. Están todos en la oscilación entre la vida
com ún y el m al, vam os a decirlo así. Son com unes, no llegan a ser lla­
m ativos, com o este caso que se presentó hoy aquí.
M ódulo de investigación: Perversidades

I n t e g r a n t e s : S il v ia F is c h m a n , S il v in a L a u r a G a r r e t a ,
A d r ia n a L a f o g i a n n is , A n a L ia M a y o , A d r ia n a P a g e ,
E l e o n o r a S p in o s o , A m a l ia R a c c ia t i , X im e n a U r iz
C o o r d in a c ió n : A d r ia n a L u k a

La propuesta de este m ódulo se centró en poder diferenciar la


estructura perversa, de los rasgos de perversión, tom ando algunos
casos clínicos tanto publicados co m o d e la práctica de los integrantes
del m ódulo. En ellos pudim os ubicar fantasmas que llevados al acto
suelen confundirse con verdaderas perversiones.
También hem os recurrido a la literatura. Un cuento -"W ally el
asesino ag rario "1- nos sirvió para nuestro trabajo y nos remitió en
algunos párrafos a Sade y sus escritos. La diferencia radicó en que de
su autor no tenem os datos ni fue nuestra intención tenerlos para ana­
lizarlo.
Tanto los recortes clínicos com o los elementos que tom am os del
cuento dan cuenta de lo que Miller dice respecto de la perversión en
"Fundam entos de la perversión"2: "L a perversión com o estructura es
altamente compleja, el perverso sigue siendo un sujeto durante todo
el tiempo de su satisfacción".
Si tom am os la perversión com o concepto clínico (freudiano) toda 5
clase de com portam iento aberrante o norm al es una perversión. Se >
puede llam ar así a todos los problemas de relación con el otro sexo, 5.
con la salvedad de que, si el neurótico es el que tiene fantasías per­
versas, esto no puede tomarse para hacer un diagnóstico de perver- -<
sión sino para hacer su diferencia respecto de la dim ensión del acto «j
del perverso. o
2
>•
1 C. C hernon : "Wally el asesino agrario", en: Amores brutales, Súdame- C
ricana, Colección Narrativas Argentinas, Bs. As., 1992, págs. 13-30. ^
2 M iller, Jacques-Alain: "Fundamentos de la perversión", en: Perversida- NJ
des, Paidós, Bs. As., 2001, pág. 23 .
Recordem os que en el neurótico el m ecanism o es la represión,
m ientras que en el perverso es la denegación, deniega la castración.
El fetichism o evidencia la cuestión, al hacer del fetiche, el sustituto
del falo faltante.
El neurótico se pregunta, en el perverso hay ausencia de pregun­
ta y asum e la posición de objeto instrum ento de la voluntad de goce
del Otro, se hace ser el objeto a, por eso dice Miller3 que es incom pa­
tible con el análisis porque es el analista el que está en ese lugar en el
dispositivo analítico com o objeto a en el discurso.
Respecto del fantasm a, todo fantasm a en cuanto a su estructura
puede ser llam ado perverso, en tanto hay un objeto causante de la
división del sujeto, objeto causa de deseo. $ 0 a.
En el perverso en cam bio tenem os a O$, se sitúa com o objeto de la
pulsión, objeto al servicio del goce del Otro, "es objeto instrum ento
de la voluntad del Otro, está enteram ente ocu p ad o en el goce del
O tro".

Recorte clínico. Entre la violencia y la perversidad

Se trata de un paciente que llega a la adm isión del servicio de psi-


copatología de un hospital de la provincia de Buenos Aires, derivado
por el servicio de gastroenterología.
En la entrevista, el paciente dice que hace dos o tres años le detec-
:aron colon irritable. Es el gastroenterólogo quien pide una intercon-
rnlta con psiquiatría, debido al nerviosism o y dificultades para dor-
n ir que relata el paciente.
Llega a la adm isión m edicado con Fluoxetina (20 m g) com o anti-
.iepresivo y Rivotril (2 mg). La psiquiatra m antiene esa m edicación y
o deriva a un tratam iento psicológico.
Los datos que aparecen registrados en la historia clínica de dicha
idmisión son: problem as de pareja, violencia, internación por intole-
ancia. El diagnóstico, según DSM IV trastorno bipolar m aníaco
inico.
Relata que hay violencia con su esposa, m otivo por el cual la psi-
[uiatra tam bién cita a la esposa, y le señala que si se produce otro
■pisodio de violencia ella deberá hacer la denuncia. L a esposa dice:
yo no vine p ara eso", quedando claro que su esposa no lo quiere
lenunciar. H ay entonces una nueva indicación de la psiquiatra para
¡ue el paciente realice un tratam iento en form a particular, debe
>agar, por ese m otivo se le da la baja del tratam iento en el hospital.

Ibid., pág. 36.


Es necesario aclarar que el paciente se encontraba en ese m om en­
to en entrevistas que son interrum pidas por esta indicación.
A los cinco m eses el paciente regresa solicitando un nuevo turno
con la m ism a licenciada alegando que no podía pagar en privado. La
institución accede con la condición de que pase nuevam ente por una
admisión del servicio de dicho hospital. H ay cambio de psiquiatra.
Durante el período que fue atendido, se anunciaba a la puerta de
un m odo m uy particular, con cuatro golpecitos con ritm o y cuando
llegaba fuera de horario no se lo atendía, y se m ostraba molesto, pero
aceptaba volver a la próxim a entrevista.
Se refiere a la analista como "la petisa es brava", con un gesto pro­
vocador, m anteniéndose expectante respecto del efecto que pudiera
causar, m odalidad que se repite en su m odo de referirse a ella.
Historia familiar: nació en la provincia de San Juan, vivió en el
campo, es el m enor de siete hermanos, y su tarea era ir a buscar las
ovejas al cam po.
A rm ó una familia allí caracterizada por la violencia; tiene dos
hijas, que calcula tendrán ahora entre 15 y 17 años, a las que no vol­
vió a ver porque se fue de allí.
Trae un recuerdo que mantiene su pregnancia, de cuando tenía 12
años con una yegtiita petiza, con la cual m antenía relaciones sexua­
les. Con su segunda pareja se repitieron las escenas de violencia y se
separan.
Con su actual pareja se repite la violencia, cuenta que se separa­
ron varias veces pero ella vuelve o él la va a buscar. Dice: "Sin N.
(esposa) yo no sé qué hacer, no los quiero perder". Cada vez qtie nos
separamos no m e levanto, no tengo ganas de nada". Se le pregunta
acerca de la violencia y dice: "Ella me provoca, no se calla, la sigue, y
cuando em piezo a discutir no puedo p arar hasta que me voy a las
manos, y después terminamos en una relación sexual".
Luego de una discusión m uy fuerte y con m ucha violencia, el
P siquiatría

paciente cuenta que "N . decide irse a la casa de su herm ana con los
hijos", y a partir de ahí decae su presencia física y su desem peño
laboral.
Relata que ahora que su mujer se fue con sus hijos se angustia
mucho, y dice: "M e masturbo en forma incontrolable, no puedo
y

parar, voy a jugar al bingo y gasto todo lo que gano, y ella se enoja
psicoanálisis

porque no tengo nada para darle a los chicos".


Com enta que en los encuentros con una cuñada se excita cuando
la ve o fantasea en ciertas posiciones corporales (ejemplo: cuando la
ve agachada).
Otro hecho que relata: un compañero de trabajo tenía en su celu­
2

lar una foto de una mujer muy linda que estaba en una pose para "i
5
tener relaciones sexuales con un caballo. Dice: "Eso m e disparó, me
hizo acordar a m is tiempos cuando yo tenía la yegüita petiza, y me
desesperé, yo m e doy cuenta de que mi problem a es sexual".
En otra entrevista agrega: " Yo me doy cuenta que algo le pasa a
la doctora (psiquiatra), ella se pone nerviosa cuando em piezo a
h a b la r"... La analista interviene: "H ay que ver qué dice usted cuan­
do habla".
"Yo soy m uy morboso, ella me pregunta cóm o ando con mi mujer,
le cuento que nos peleam os y que después term inam os en una rela­
ción sexual, la veo que se pone incóm oda, yo no sé porqué".
La psiquiatra que lo atiende (la doctora a la que él se refiere) cam ­
bia la m edicación. Le indica Valcote y Clonazepan. El paciente se
niega a tom arla, m otivo por el cual la doctora decide no atenderlo
m ás.
Trae este episodio com entando que va a volver al hospital donde
ya había sido atendido, pero no sabe cóm o hacer porque el psiquia­
tra es hom osexual, "lo que pasa es que soy m uy m orboso y em piezo
a pensar, que puedo ser hom osexual, y lo que haría". Intervención:
"P ero usted no va a ver al hombre, va a ver al m édico", y responde
"Claro, claro, yo voy a continuar con usted".
La analista le dice que si la doctora no lo atiende, ella tam poco
podrá hacerlo. A nte la intervención de la analista el paciente respon­
de, "usted sí que m e sabe llevar".
El tratam iento queda interrum pido desde la institución, debido a
que no es posible continuar con este tratam iento sin la atención de la
psiquiatra. El paciente insiste en el pedido de un nuevo tu m o , que le
es denenegado.
Comentario

El com entario de este recorte clínico se hace en el m arco de los ejes


trabajados en el departam ento. El eje institucional, diagnóstico, y de
medicación.
Precisamos algunos m ovimientos. En relación a la institución
hubo algunas indicaciones y contraindicaciones, m archas y contra­
marchas, qtie están asociadas a la dificultad de este paciente de poder
realizar un tratam iento. Las norm as no son aceptadas, ni por los pro­
fesionales, ni por el paciente, que m uestra no soportar la norm a, en
su modo de relacionarse con los Otros. Se presenta no pudiendo
ceder nada, insistiendo tanto con la analista com o con la psiquiatra,
en una posición de provocación.
La transferencia no termina de instalarse, queda en un nivel im a­
ginario con la intencionalidad de dividir al otro, no suponiéndole
saber al analista. Allí podem os ubicar lo singular de este paciente en
torno a la violencia, y al no poder parar.
Esto, junto a lo que ubica él mismo com o lo sexual, localiza el
tema que nos convoca.
En cuanto al diagnóstico, sus impulsiones son leídas desde el
DSM IV com o m anías, se lee en su historia clínica un diagnóstico de
"trastorno bipolar m aníaco único".
Desde el psicoanálisis, podem os pensar ese "no poder p arar"
como un m odo de cierta incom odidad respecto al goce, pero a dife­
rencia del síntom a su no división consiste en m antener la barra sobre
el Otro.
Entonces, bajo esta línea, se puede leer como rasgo de perversión,
o también llam ado perversidad en el departam ento.
La m edicación siguiendo el recorte clínico no pareciera tener rele­
vancia, ya que el paciente viene m edicado, pero sin efectos en cuan­
to al apaciguam iento de sus impulsos de violencia, y justam ente
P siquiatría

cuando se le intenta cam biar la medicación el paciente se niega a


hacerlo, ubicándose de la m ism a m anera que en otras oportunidades
donde se resistía a querer entrar al dispositivo, tanto psiquiátrico
com o de las entrevistas. El paciente insiste, tanto con la psiquiatra
com o con la analista, en la provocación, no pudiendo entrar en la asi­
y

metría generada por el dispositivo.


psicoanálisis

Entonces nos preguntam os... cóm o poder llevar adelante un tra­


tamiento, dirigir una cura con este tipo de pacientes, donde el m ismo
modo de la presentación hace obstáculo.
2
Articulaciones teóricas acerca del caso
"Entre el dolor y la satisfacción"

Este es un caso de A driana Luka publicado en El Caldero de la


Escuela N° 614.
U n hom bre de edad m adura, que se presenta com o un hom ose­
xual en busca de una relación afectiva estable, dem anda análisis al
atravesar una crisis amorosa.
La analista nos dice: "U na relación de pareja que com ienza bajo la
m odalidad del amor, evidencia al poco tiempo que la elección, por su
síntoma, es un estrago para este sujeto. El reconocim iento de una
posición subjetiva de sometimiento al Otro por la vía del dolor y del
sufrimiento, puso en m archa un análisis en el que se verifica cóm o
u na red de síntomas cruzados entre la m adre y él, lo deja instalado
del lado m ujer hum illada y sufriente. Dolor y humillación lo interro­
ga acerca de la satisfacción oculta, satisfacción de la que no puede
sustraerse. El recorrido de su novela familiar perm ite situar que la
hum illación ligada al sufrimiento es parte de este sujeto pasiva y acti­
vam ente".
El analizante dice en relación al partenaire: "Lloro de dolor pero no
digo nada por m iedo a que se de cuenta" -" Y o estimulé los peores
instintos"—"Él busca llegar al límite y yo acepto".
Juego perverso, insistente y repetitivo que su com pañero encuen­
tra en este sujeto con un fantasma masoquista. Com enta que en una
conversación con su pareja, éste le confesó sus fuertes fantasías de
m atarlo durante las prácticas sádicas. Fantasías que condicen con lo
que la analista ubica a partir de un sueño, com o la im agen fantasm á-
tica en este sujeto: "U na m ujer sufriente hasta el límite de la m uerte".
En "R asgos de perversión y vida am orosa"5, Leguil se pregunta:
¿cóm o diferenciar neurosis de perversión a nivel fantasm ático?
Com enta que Freud desde 1905 pensaba que la diferencia radica­
ba en la posición del sujeto en relación al fantasma.
Desde Lacan, concebimos el fantasm a com o el montaje donde el
neurótico, sujeto de la castración, puede concordar desacordándose
con el objeto del goce. En él se realiza la división del sujeto. En tanto
en la perversión se realiza un efecto inverso; ya no la división del
sujeto sino la identificación del mismo con el objeto de la pulsión, y
es el objeto el que le señala el camino del goce.

4 Luka, Adriana: "Entre el dolor y la satisfacción ". El Caldero de la Escuela


Nro. 61, Escuela de la Orientación Lacaniana, junio 1998.
5 L e g u i l , F. "Rasgos de perversión y vida amorosa", en: Escansión . Nueva
Serie, Manantial, Bs. As., 1998.
Voluntad de goce en acto. A cto que no es consecuencia de lo
prohibido, el p erverso no es un trasgresor; su verdad es dem ostrar
que el límite es la verdad del acto mismo y de ello nos habla el ana­
lizante respecto de su partenaire cuando dice: "El busca llegar al lími­
te y yo ace p to ".
Aceptación a g ozar que se transform a en sufrimiento. L a signifi­
cación fálica sobre la cual el sujeto, com o efecto del significante,
intenta concentrar su relación al goce no le es suficiente; por tanto la
insistencia en el síntom a de un goce que no puede ser referido al falo,
interroga al sujeto y hace que se dirija a un Otro al que le atribuye un
saber acerca de la verdad sobre la causa de su sufrimiento.
Es a partir del encuentro con un nuevo partenaire, la analista, que
algo de su posición fantasm ática se pone en cuestión. Dice la m isma:
"com o efecto de los prim eros meses de análisis, hay una decisión
subjetiva de no dejarse som eter a prácticas sádicas que le provoquen
daño corporal y com ienza a limitar las respuestas incondicionales".
Él sabe que puede perder-se. Comenta que vía Internet una mujer
pide que alguien la m ate y lo encuentra, y en relación a ello dice:
"Podría haber encontrado yo, com o esta mujer, mi asesino".
En cambio su potencial asesino a quien lo une el am or y el espan­
to, por estructura se ubica en el lugar donde no hay nada que perder,
haciéndose cada vez instrum ento del goce del Otro.

"Wally, el asesino agrario"

Al gordo Wally le costaba m ucho encontrar su sexo. N o solo por­


que, en un sentido literal y groseramente anatómico, estaba perdido
bajo capas y delantales de grasa, sino más bien porque nada lo exci­
taba. N o existía objeto conocido por él capaz de provocarle una erec­
ción. Él siem pre se preguntó por qué la ausencia de deseo sexual le
P siquiatría

producía tanta infelicidad, no recordaba haber gozado con esa zona


nunca en su vida. Su desarrollo sexual fue tardío, a tal punto que a
los 17 años aún no sabía si algún día se transform aría en hombre.
Con cierto pesim ism o suponía que iba a perm anecer aniñado para
siempre, en ese estado indefinido entre nene y mujer. La ínfima cuota
y
psicoanálisis

de rebeldía adolescente que practicó fue sofocada por su madre.


Para su cum pleaños 23 todavía era virgen. Probó con prostitutas y
afrodisíacos pero nada de esto le dio resultado. Com er era su único
interés visible. Cultivaba su pasión hasta llevarla al nivel de un arte.
Su lengua era el órgano con el cual exploraba el m undo. Comía de
2

todo: cosas vivas y m uertas, basura, tierra, m adera, yeso. Degustaba


lo podrido. Apuntaba sus observaciones en un cuaderno titulado
"D iario de alguien que com e". Al gordo Wally lo inquietaba una idea:
¿Qué pasaría si un día dejaba de interesarle la com ida? A lgunos atis­
bos de esto ya habían aparecido, m uchas veces no sentía el gusto de
los alimentos. Era terrible quedarse sin ningún placer. Por las fechas
en que aparecieron sus primeros crímenes ya había cum plido 29 años.
Todo com enzó un día en que un m endigo flaco, que decía no
com er hace dos días, le pide plata en la calle de form a agresiva. A
pesar de sentir miedo se niega por orgullo; finalmente aunque lo odia
se le ocurre invitarlo a almorzar. Lo lleva a su casa donde le sirve un
banquete, que el m endigo traga com o desesperado m ientras le niega
algo para beber. Entre tanto exceso Wally lo presiona para que coma
un ají chile. Apenas lo m astica se le llenan los ojos de lágrim as, grita,
corre com o desaforado al jardín y toma directam ente de la m anguera.
Wally se ríe, m ientras el m endigo tom a y tom a agua, m ás de la que
puede contener, hasta que sobreviene un incontenible dolor. Se abre la
camisa rom piendo los ojales y desabrocha el pantalón. Em erge el
vientre tenso y reluciente, cae de rodillas agarrándose las tripas infla­
m adas. Lo que hasta ese m om ento significaba para el anfitrión la ale­
gría por el éxito de la venganza se transform a de golpe en excitación;
el gordo siente que su pene asoma por debajo de la panza, crece. Es la
p rim era vez que experim enta una erección estando despierto.
Inexplicablemente, a la par de la hinchazón de esa barriga sufriente y
brillosa, se alza su pene y debe acabar con la excitación entre sus
m anos. La sensación de felicidad y triunfo de ese prim er orgasm o es
lo m ás fuerte que sintió hasta ese m om ento. Estaba sorprendido por
com pleto. Junto con la excitación sexual descubrió otra cosa: no le
im portaba que el hombre hubiese m uerto (aunque sí le preocupaba
asum irse com o un desalmado). Era extraño no sentir rem ordim ientos.
Wally estaba m uy ansioso por repetir la experiencia, su corazón latía
enloquecido cada vez que la recordaba. Sobre todo porque al no sen­
tir culpa no había precio a pagar. A la vez se encontraba extraño, per­
turbado, enfermo. Se m antuvo expectante a la pesca de alguna presa.
Disfrutaba por anticipado, por lo insólitas que resultarían sus inten­
ciones para el otro. Le encantaba tener un deseo tan raro y secreto. La
cara de asombro de la víctim a le parecía esencial. Su próxim a víctim a
fue un taxista. Lo drogó y luego lo embuchó de com ida hasta llevarlo
al punto en que apareciese su objeto fetiche: el vientre tenso y relu­
ciente. E ra la señal esperada, el gordo com enzó a m asturbarse m ien­
tras a la vez le m ostraba triunfante su pene al taxista.
L a víctim a, casi m oribunda ya com prendía por com pleto de qué
se trataba y esto enardecía aún m ás al gordo. N o contaba con que la
culpa le im pediría dormir. M ientras vivió la escena la excitación
; sexual no dejaba sitio para el rem ordim iento, pero en frío advertía lo
monstruoso del acto ejecutado. Luego se fue aplacando, se acostum ­
bró a la idea de que era un asesino.
Se justificaba diciendo "por algo lo habré hecho". Culpaba al azar
que lo hizo to p arse con el m endigo que le proporcionó su prim er
goce sexual. El no tenía la culpa por su destino y se com padecía por
tener que soportarse. En esta nueva etapa de su vida el sexo lo tortu­
raba con fruición. Antes, cuando no conocía otro placer que la com i­
da, su vida era m elancólica; ahora, la urgencia por tener un nuevo
orgasmo lo volvía loco. Este deseo lo gobernaba com o a una m ario­
neta. Su pene no se conform aba con los recuerdos de los asesinatos,
ya que no lo estim ulaban lo suficiente; com o un dios antiguo le exi­
gía sacrificios hum anos: quería carne fresca. A lo largo de los años lo
fue invadiendo un cinismo triste, no podía evitar la com pulsión de
matar y sufría por ser tan monstruoso. Experim entaba una p erm a­
nente sensación de extrañeza por el giro insólito que había tom ado su
vida. D urante una época la culpa y el exhibicionismo lo llevaron a
dejar evidencias. Para Wally el tratamiento siempre era el mismo,
una y otra vez seguía idéntico procedimiento. Resultaba evidente
que la diferencia entre hombres y mujeres no influía en sus gustos.
También com prendió que la sexualidad es la m ás m onótona y repe­
titiva de las acciones hum anas. Él confió, en algún m om ento, en que
los asesinatos serían una form a aberrante de curación de su im po­
tencia. Sin em bargo aunque varió sus intereses, perdió m ucho peso y
prácticam ente dejaron de atraerle sus actividades de gourm et, nunca
tuvo erecciones espontáneas. Tres años y dieciséis cadáveres después
ya no era un gordo tímido. Se había convertido en un cazador que
aterrorizaba a sus presas. Era un hombre flaco, atorm entado por su
horroroso vicio. No tenía calm a pero tam poco se entregaba a la poli­
cía. Suponía que la cárcel le haría perder m ucha intensidad -p lacen ­
tera y sufriente- a su vida. Sin em bargo los años y la repetición de los
asesinatos habían em botado su sentimiento de culpa; en realidad -o
sentirse atorm entado aum entaba su goce; no sufría por sus víctim as, 5
estaba inm unizado contra el dolor ajeno. Wally todavía lucha con -
todas sus fuerzas para no ser descubierto. Por las noches se duerm e |
llorando, pero aún invita gente a com er a su casa. >
<
TJ

Comentario del cuento: "Wally, el asesino agrario" |


>
2
>
Introducción £
Harem os un breve com entario del extracto del cuento que se ha nj
leído, tomándolo com o si se tratase de un caso clínico, para así poder
pensar la teoría con él. Destacamos algo de lo que fue el efecto de su
lectura que tom ó la forma de rechazo, de hacerse difícil el continuar
con su lectura por la repulsión que generaba, lo que dio elementos
para pensar un diagnóstico posible del personaje.

Algunas cuestiones que hemos trabajado


Pensam os el tem a del diagnóstico, del rasgo, y de la estructura
perversa. El prim ero se nos presenta ya desde el comienzo.
Leem os: Wally, "...C o m ía todo: cosas vivas y m uertas, basura, tie­
rra, m adera, yeso". Aquí hay algo de la no regulación fálica en tanto
significante, hay un sin límite, que lo lleva a "com er todo". Nos pre­
guntam os entonces: si estam os frente a una estructura psicótica; la
perversidad que se pone de manifiesto, ¿sería una suplencia para el
sujeto, brindándole estabilidad?
Dice Leguil "U n rasgo de perversión es una garantía para el suje­
to ( ...) se trata de servirse de la falta allí mismo donde el neurótico se
queja".
Para nuestro personaje lo azaroso del encuentro con el m endigo y
con su necesidad es lo que lo lleva a descubrir para su sorpresa, su
condición de goce, sexual. Punto de partida para el desarrollo de su
perversión.
No se trata de la m uerte del otro como objetivo, sino que es una
consecuencia del sin límite al que lo lleva su voluntad de goce.
Wally divide al Otro con su acto, y se interesa por los efectos que
provoca, se interesa por la cara de asombro de las víctimas. Busca
producir la división.
El personaje del cuento no se siente angustiado. La castración en
la perversión no está anudada a la angustia; el sujeto perverso se
ofrece objetalmente al goce del Otro. En nuestro caso hasta llevarlo a
la m uerte. Wally tiene necesidad del Otro para que su acto le procu­
re la excitación buscada. Y en esta búsqueda, continúa con lo que la
psiquiatría llamaría su conducta psicopática, transform ándose en un
asesino serial. Su acto perverso se repite y se sostiene en el tiempo. Y
por fuera de estos m om entos de voluptuosidad, lo que se corrobora
es la apatía.
Al personaje no le importaba la m uerte de sus víctim as; su auto-
didactism o lo había llevado a encontrar un saber hacer con su goce y
es por ello que estaba ávido por llevar adelante su acto una y otra
vez, de form a rutinaria y monótona. Repetía la escena hasta el punto
en que em ergiera el "vientre tenso y reluciente". El cual tom a el valor
de objeto fetiche . Y revela velad ámente el objeto de la pulsión, repre­
senta al objeto a, y es causa para el sadismo.
Como decíam os el perverso trata de angustiar al otro com o im pe­
rativo y voluntad de goce. Ubicándose com o instrum ento del goce
del Otro. La particularidad sádica está dada por el m atiz de colocar­
se como instrum ento del goce de un Dios, de ese Dios oscuro a quien
S a d e servía en su porfiada búsqueda de la segunda m uerte.
La asociación de la estructura psicótica a prácticas perversas es un
dato que la clínica perm ite constatar con frecuencia, dice M aleval.6
Si bien este cuento no responde a un hecho de la clínica nos acer­
camos a pensarlo desde esta perspectiva.

P siquiatría
\ y psicoanálisis
2

M a le v a l, "Suplencia p e r v e r s a en un sujeto psicótico". Inédito.


Psicopatías
El diagnóstico de psicopatías

R a f a e l S k ia d a re s s is

En un pasaje de la ópera Wozzeck el capitán canta "E l hom bre nor­


mal no tiene coraje, el canalla tiene coraje". Este término psicopatía
es un término antiguo difícil de encuadrar, pero que no obstante ha
circulado y circula en la psicopatología y en el lenguaje popular. A sí
psicópata, m anipulador, canalla (com o lo llama J. Lacan), trastorno
explosivo intermitente, consum idores de sustancias, circulan por este
mundo rozando la perversión y dejando víctim as en su camino.
El término acuñado por Evon Fentchetersleben aparece en 1845,
siendo esta una enferm edad mental que "no ha de ser deducida, ni de
la mente, ni del cuerpo, sino de la relación entre am bos". E. Kraepelin
en 1904 las llam ó "personalidades psicopáticas". A sí se desarrolló
para designar trastornos ni delirantes, ni alucinatorios, donde se con­
servaba lucidez y en su ambigüedad también se la conoció com o locu­
ra lúcida. Entonces las psicopatías agrupan trastornos no clasificables
para algunos, de carácter genético, pudiendo describírselas com o
estados lábiles que fácilmente estallan en crisis agudas atípicas donde
no falta la agresividad com o correlato de la impulsividad.
P siquiatría

El psicoanálisis generó el concepto de neurosis de carácter, donde


el conflicto no se traduce por la formación de síntomas, sino, por ras­
gos de carácter (avaricia, pereza, indiferencia, timidez, explosividad,
etc), que son patológicos cuando son desm esurados en la organiza­
ción de la personalidad y causan conflictos al individuo y a su entor­
y
psicoanálisis

no.
Esta expresión también se utiliza para designar cuadros neuróti­
cos que no presentan síntomas, sino, dificultades repetidas o cons­
tantes en relación con el ambiente. W. Reich también aportó al tem a
con la "coraza caracterial" conjugando la relación con los objetos, la
2

econom ía libidinal y el superyó.


L a neurosis de carácter sería una perturbación global del sujeto,
«
que lo conducen a una defensa "global atípica", quedando colocada
por diversos autores entre las neurosis y las psicosis.
Por otra vertiente se abordó el estudio en las psicopatías desde el
punto de vista fenomenológico, generando una categoría descriptiva
llam ada "personalidades psicopáticas", cuyo autor m ás destacado
fue K urt Schneider, quien incluía a las personalidades desviadas de
la m edia a las psicopatías que son "aquellas que sufren por su anor­
m alidad, o debido a ello hacen sufrir a la sociedad".
Estas personalidades no remiten a enferm edades orgánicas, aun­
que K. Schneider admite una disposición congénita no hereditaria.
O tra m anera de pensar las psicopatías, es verlas com o un trastor­
no de la com unicación, hay una dificultad para el discurso, inven­
tándose códigos de significación particulares, llevando esto a una
tendencia a la acción.
Esta acción puede ser la de ejercer influencia sobre alguien indu­
ciéndolo a tom ar decisiones, o tener com portam ientos hasta incluso
opuestos a la voluntad, y en esto no hay consentim iento del otro y
siem pre conlleva un tinte agresivo.
Pero tam bién está la acción agresiva que no es una reacción, por
el contrario un acto planificado ejecutado sin pasión, donde no se
trata de un descontrol impulsivo. Estos sujetos no buscan tratam ien­
to sino que llegan al ámbito institucional traídos por la justicia o
algún familiar.
Debemos m arcar adem ás las diferencias entre psicopatías y per­
versiones, dado que se encuentran desplazam ientos notorios entre
ambas. En la perversión los actos no son caóticos ni se hilan desor­
denadam ente, por el contrario se reúnen en cerem onias o rituales,
donde el perverso es el oficiante para otro completo.
A sí com o m uchas veces se confunden deberíam os destacar que
un psicópata puede ser perverso, pero un perverso raram ente es un
psicópata.
Volviendo a la com unicación podríam os decir que hay tres nive­
les im plicados: el cuerpo, lo im aginario y lo simbólico, es decir la
palabra, y así se podrían destacar psicopatías con predom inancia
verbal, im aginaria (ante la m irada del otro) o corporales, es decir de
acción, o también podrían conjugarse los tres niveles en el m ismo
sujeto.
, El psicópata actúa y hace actuar, porque inocula la com plem enta-
E riedad, es decir los mensajes del psicópata no buscan respuesta, sino
[ ecos com plem entarios; esta com plem entariedad es en espejo, donde
; el psicópata hace hacer al otro lo que él no asume.
’ Así, por ejemplo, usa un mensaje impreciso, para no ser descu-
4 bierto, se enm ascara en una aparente autoridad, cam bia sobre la m ar­
cha sus opiniones para descolocar a su interlocutor, no asu m e la res­
ponsabilidad de lo que dice, trata de dominar al otro, reduce por el
misterio, etc.
Esto genera un increm ento de la dem anda ya que el psicópata
n e c e s i t a del otro, del cual está en constante dependencia y m uestra
una desarticulación del deseo en beneficio del reclam o; juega así en
un límite donde la presencia de la pulsión de m uerte puede llevarlo
al suicidio, toxicom anías, actuaciones peligrosas para sí y para otros.
Esta desarticulación del deseo converge con una defectuosa rela­
ción a la ley, lo que le produce un rechazo de las norm as sociales, ais­
lándolo de los grupos, ya que estos rechazan las conductas perturba­
doras, pero aún así el psicópata se ve impulsado al grupo, ya que es
el lugar que no puede lograr. Esto es especialmente observable en ios
grupos de adictos donde encuentran en el "ser adictos" una identifi­
cación posible para llevar a cabo acciones en conjunto.
H oy en día la psicopatía ha sido reem plazada en el DSM IV por el
trastorno de personalidad antisocial donde se integra a este indivi­
duo inestable, irresponsable, insensible, desleal, agresivo, m anipula­
dor y falto de cautela. Así el DSM ha absorvido también la clasifica­
ción de K Schneider que los catalogaba como P. abúlicos, P (hoy
absorbido en el trastorno obsesivo compulsivo), P. asténicos, P.
depresivos (el DSM lo propone com o trastorno a ser investigado), P.
desalm ados (trastorno antisocial de la personalidad), P. explosivos
(para el DSM trastorno explosivo intermitente), P. fanáticos.
En cuanto a la terapéutica el espectro es amplio y se han usado
con regu lar éxitos fárm acos com o antipsicóticos (Risperidona,
Halopedinol), antirecurrenciales (Litio, Divalproato), antidepresivos
(Fluoxetina); en general orientados a tratar el aspecto agresividad-
im pulsividad de estos sujetos.
En cuanto el abordaje institucional, este podría también desde lo
psi am plio individual, grupal y familiar modificar manifestaciones
P siquiatría

patológicas.
En relación al psicoanálisis J. Lacan ha desaconsejado el trata­
miento del canalla; pero no obstante es un campo donde las ofertas
del capitalism o genera y, a veces, fomenta formas psicopáticas de
vida sobre las que el psicoanálisis junto a los otros recursos terapéu­
y psicoanálisis

ticos siempre tendrán algo que decir y hacer.


2
C h ía l e , Graciela y H u s m a n n , Gloria: "L a tram pa de los m anipuladores", Del

N uevo Extrem o, Bs. As., 2008.


G oldchluk , Aníbal: "Tratam iento farm acológico de la agresión predatoria",
Polem os, Bs. As., 2008.
L a c a n , Jacqu es: "P sicoan álisis: R adiofonía y T elevisión", A n ag ram a,
Barcelona, 1977.
Saurí, Jorge J .-.Enciclopedia de Psiquiatría, El Ateneo, Bs. As., 1979.
S t a g m a n , Juan C.: Revista Vertex n" 18, Polemos, D iciembre 1994, Enero
Febrero 1995.
S t i n g o , N éstor R.: Diccionario de psiquiatría y psicología forense, Polem os, Bs.
A s., 2006.
Ps ic o p a t ía s
¿Medicar las psicopatías?
S a n t i a g o L e v ín

Psicopatía es un término bastante difícil de delimitar desde la psi­


quiatría, un térm ino m uy atravesado por el control social, por la idea
de la parte hegem ónica de la sociedad de cómo debería ser el ciuda­
dano feliz, consum idor en los shoppings, que no m oleste a los veci­
nos y saque la basura a la calle a la hora permitida. Esto da para una
larga discusión. Cuántos de los rasgos psicopáticos son diagnostica­
dos desde un ideal discutible de cóm o debería ser un ciudadano en
este m undo occidental.
Ustedes saben que la psicofarmacología m oderna es una discipli­
na m uy nueva, y es m ucho más lo que no se sabe que lo que sí se
sabe. El prim er psicofárm aco m oderno fue la clorprom acina, el pri­
m er antipsicótico, que se descubrió por casualidad en Francia, en
m om entos en los que se estaba experim entando en la farm acología
pre-anestésica, y ahí surgió esta droga. Esto fue en el año 1952. Es
decir que no tenem os m ucho más que cincuenta años de psicofarm a­
cología m oderna, y eso es m uy poco.
Paralelam ente estam os bom bardeados por una propaganda de la
cual es difícil sustraerse y que nos intenta convencer de que los psi-
P siquiatría

cofárm acos sirven para casi todo.


Fuera de los usos establecidos, donde se conoce que hay una efi­
cacia y un balance pro-contra favorable a la adm inistración de un psi­
cofárm aco, también vivim os en un m undo occidental inundado de
psicofárm acos. Los clínicos psiquiatras nos vem os m uchas veces
y psicoanálisis

dem andados p or los propios consultantes para prescribir, y cuando


esto no se hace, en países com o el nuestro, hay un m ercado negro al
que es m uy sencillo acceder para com prar psicofárm acos -bastante
económ ico por otro lad o -
De m anera que m uchas veces pasa que nos encontram os con
pacientes com o el que trae M aría M arta esta noche y que sirve para
2

discutir este tema.


S
Por ejemplo, Rafael Skiadaresis m encionó la neurosis obsesiva o
el trastorno obsesivo com pulsivo en el DSM IV. Ese es un ejemplo
m uy claro de cóm o un cuadro clínico -q u e en su m om ento fue muy
prom etedor para la industria farm acéutica- fue abandonado justa­
m ente por falta de resultados clínicos exitosos. Tanto es así que en la
literatura anglosajona, si uno hace un estudio bibliométrico, en los
últim os diez años ha ido desapareciendo de todas las revistas espe­
cializadas.
Con respecto a los trastornos de personalidad y en particular a las
psicopatías, hubo una época en la década del 60 en que eran sinóni­
m os -n o so tro s no los estam os tom ando com o sinónim os aquí, y esto
agrega m ás confusión a la discusión- y se está viendo en los últimos
pocos años intentos de formalizar el tratam iento de la im pulsividad
-h ab rán leído esto por allí- como una de las dim ensiones posibles de
ser abordadas farmacológicam ente.
También es un problem a definir "im pulsividad" (aunque h ay que
reconocer que en psiquiatría es un problem a definir cualquier cosa).
Pero la im pulsividad es m uy difícil de definir porque tam bién ahí
hay un com ponente social im portante, de prejuicio, p ara definir
cóm o debería ser un sujeto para ser considerado no im pulsivo o per­
tinente.
En el caso de los psicópatas es bastante claro que lo que define el
cuadro es el daño que generan alrededor junto a la egosintonía en la
que viven. También son útiles a la hora del diagnóstico algunas con­
sideraciones contratransferenciales. Pero, en general, son sujetos que
n o vienen convencidos a la consulta, ni psicoterapéutica ni psicofar-
m acológica, que perm anecen poco tiempo en tratam iento, y que en
este poco tiempo hacen m ucho daño en el vínculo y en el propio pro­
fesional, configurando situaciones clínicas de las que es m uy difícil
salir aunque el terapeuta haga todo lo posible. Eso es lo que conver­
sábam os en el pasillo antes de empezar.
Resum o en dos m inutos la síntesis de lo que se puede h acer con
psicofárm acos de m anera general con esta clase de sujetos. Los sín­
tom as im pulsivos. Se discute m ucho qué es la im pulsividad y cóm o
se trata. No existe un tratam iento farm acológico establecido p ara la
im pulsividad. En general lo que se term ina haciendo -u tilizan d o los
térm inos de Freud del "P ro y e cto ..."- es m odificar hacia abajo la q.
Esto trae m uchos inconvenientes porque estos son pacientes que en
Ps ic o p a t ía s

general no toleran el chaleco farm acológico, por lo tanto, lo que


ahora en la literatura se llama adherencia, o compliance, o cum pli­
m iento del tratam iento, es bastante malo. Son pacientes que no cum ­
plen con las indicaciones farm acológicas y que m uchas veces pasan
158 largos períodos sin tom ar la m edicación diciendo que sí la tom an, o
consumiendo grandes cantidades de otras cosas que no están indica­
das. ¿Qué significa entonces el tratam iento de la im pulsividad?
Cuando los síntom as de im pulsividad no obedecen a un cuadro
psicopatológico de base (afectivo, psicótico) es m uy difícil que se
tenga éxito en el tratam iento farmacológico. Se utilizan los antide­
presivos del g ru po de los IRSS (el prim er IRSS fue la fluoxetina, alre­
dedor de 1980), que han dem ostrado ser los mejores "antiim pulsi­
vos" hasta el m om ento. A pesar de la relativa eficacia clínica en la
dimensión de la im pulsividad, siguen siendo hoy la principal alter­
nativa terapéutica cuando lo que se intenta es disminuir, o atem perar
los episodios de im pulsividad. No los rasgos, sino los episodios de
impulsividad.
El tratam iento farm acológico de estos pacientes es sintom ático, es
dimensional, no hay fárm acos que den cuenta del cuadro com pleto
sino sim plem ente de algunas dimensiones. El éxito terapéutico es en
general pobre, pero tiene sentido una intervención de este tipo cuan­
do hay al m ism o tiem po un proceso psicoterapéutico, y esto puede
servir para generar las condiciones mínimas para que se pueda llevar
adelante una psicoterapia.
Com o decía Rafael hace un rato, estos no son pacientes con sínto­
mas psicóticos llam ativos -lo que ahora se llaman síntom as positi­
vos- con delirios y alucinaciones. N o son, en principio, pacientes que
se presentan com o un síndrome depresivo, con ideas de ruina o de
culpa, ni sujetos que consultan porque viven su realidad com o pro­
viniendo de alguna cosa que anda mal dentro de sí m ismo. De m ane­
ra que el abordaje es bastante complejo, y esto va desem bocando en
el cuadro clínico que hoy discutiremos.
Distintos son los pacientes con rasgos psicopáticos o los pacientes
con cuadros abordables desde el punto de vista psicofarm acológico
que tienen defensas psicopáticas pero que no son los pacientes de los
que estam os hablando hoy.
P siquiatría

M ientras Rafael Skiadaresis hablaba y m ientras yo leía la viñeta


clínica que trajo M aría M arta Scorticati, me vinieron a la cabeza dos
o tres pacientes que he visto recientem ente y que ya no veo m ás por
distintas razones, en donde pasaron exactam ente este m ism o tipo de
cuestiones. En la clínica, ustedes sabrán, es bastante com ún que haya
y

con estos sujetos cortísim as lunas de miel, en donde el paciente de


psicoanálisis

repente m ejora - y no es una m ejora transferencial- luego rápida­


mente em peora, después de una idealización exagerada de funciona­
miento psicótico -p e ro no en u n a psicosis clínica- viene un ataque
muy fuerte a la persona, al vínculo, etc., con todos los reproches psi­
copáticos: "con todo lo que yo estoy pagando esto no está dando
2

resultado". Por otro lado estos so n pacientes sensibles a los efectos


S
adversos. Estoy hablando del psicópata com pleto, pacientes con los
que hay que tener cuidado de no adm inistrar fárm acos que produz­
can un aum ento excesivo de peso, por ejemplo. De m an era que es
bastante difícil. Yo, realmente, no conozco éxito terapéutico con psi­
cofárm acos con estos pacientes.
P ara term inar, antes de pasarle la palabra a M aría M arta
Scorticati, quería cerrar con una cosa m ás general.
Yo estoy cada vez m ás convencido de que la psicofarm acología es
un arte noble. Con bastante m odestia y utilizando los psicofárm acos
-n o necesariam ente los m ás m o d ern os- se puede ayudar bastante a
dism inuir algunas clases de sufrimiento agudo, siem pre y cuando se
tenga en cuenta que no existen tratam ientos etiológicos en psicofar­
m acología, es decir, que ataquen la causa. La m edicina no ha podido
todavía desem barazarse del m odelo infectológico, desde Virchow en
adelante, en donde el paradigm a de la enferm edad es la sífilis, la
tuberculosis, donde hay un agente causal. La psiquiatría estuvo m uy
cerca de eso con la parálisis general progresiva donde, al encontrar­
se que uno de los cuadros psiquiátricos m ás graves de fines de siglo
xix -ju n to con las histerias- tenía una causa m icrobiológica, esto dis­
paró el pensam iento positivista dentro de lo nosografía psiquiátrica.
Pueden lograrse im portantes éxitos terapéuticos en alguno cua­
dros m uy definidos, por ejemplo una psicosis esquizofrénica, una
depresión mayor, un trastorno bipolar. La eficacia de una interven­
ción farm acológica disminuye cuando nos m etem os en el farragoso
m undo de los trastornos de la personalidad y de las psicopatías.
Estos son los típicos pacientes de los que estam os hablando hoy
con los cuales uno, cuando es invitado a hacer un com entario psico-
farm acológico, no tiene m ucho que decir. H ay que ver caso por caso,
y m ás bien las discusiones son hacia adentro sobre cóm o m edicar
m enos a este tipo de pacientes y no sobre cóm o m edicar m ás. L a eva­
luación del riesgo suicida en este tipo de pacientes es particularm en­
te delicada. U na vez m ás es un tema que sirve para discutir. M ás allá
de la psicom etría y de los test que ahora están m uy en boga —sobre
todo en la psiquiatría anglosajona am erican a- es prácticam ente
imposible determ inar qué paciente va a intentar quitarse la vida. Se
puede hacer una clasificación m uy grosera de pacientes con un ries­
go elevado o sin un riesgo elevado. La im pulsividad, en este tipo de
pacientes puede producir m uertes parasuicidas, accidentes de auto,
Psicopatías

p or ejemplo.
También se utilizan antipsicóticos para el tratam iento de la im pul­
sividad, con resultado dispar.
___ Lam ento no haber traído ninguna buena noticia. Sin em bargo,
163 acabo de recordar algo que no quisiera omitir. Rafael decía -l o cual
es estrictam ente cie rto - que el diagnóstico de psicopatía proviene
originalmente de la literatura alemana. Esto es m uy interesante
d e s d e el punto de vista socioantropológico por varios m otivos. Uno
hasta podría hacer una conexión entre esta clasificación con tufillo
racista y lo que pasó en A lem ania poco tiempo después. Pero tam ­
bién sirve para orientarse dentro de la fauna en la que todos nos
movemos. Escuché a residentes de psiquiatría de un hospital en el
que trabajan los especialistas en Leonhard, Kleist y Wernicke decir
"nosotros vem os psicópatas todos los días", y a otros de un hospital
cercano sorprenderse por no verlos nunca. Esto es interesante para
ver cóm o la teoría determ ina la m irada clínica. N o todo paciente
agresivo, im pulsivo, violento, m aleducado, enojado, es un paciente
psicópata. Yo m ás bien diría que para contextuarlo en el m edio nues­
tro, un paciente que va al hospital público a las siete de la m añana y
que es atendido a las once y m edia durante cuatro m inutos, y no
rompe una puerta con la m ano, ahí estaríam os hablando de la otra
parte del problem a social que es el control social de la agresividad de
los pacientes que no tienen m ás remedio que atenderse en el hospital
público. N o siem pre una persona enojada es un psicópata y m enos
en una guardia.
A s í q u e a v e c e s u n o sa b e , s e g ú n d e q u é h o s p ita l v ie n e n , d o n d e
p u e d e lle g a r a e s ta r el s e s g o d ia g n ó s tic o .

N éstor Y e l l a t i : Quería decir algo ahora porque luego no va a


tener cabida cuando veam os el caso.
Yo podría agregar algo respecto del psicoanálisis/ porque me
resultó interesante esta anécdota referida a cómo se diagnostica
según la teoría que sustente el diagnóstico, porque en el cam po del
psicoanálisis no lacaniano, el término psicópata tuvo un desarrollo
muy im portante en el psicoanálisis argentino. Está el fam oso libro
Psicoanálisis de la m anía y la psicopatía, con psicoanalistas de la -o
APA de gran prestigio en ese momento. También el libro de Joel Zac, o
especialista en psicopatía. Y lo interesante era cóm o se podía usar ese 5
diagnóstico. En épocas del encuadre psicoanalitico -q u e todavía per- 5
d u ra - no hacía falta rom per una puerta, alcanzaba con no respetar el >
encuadre. Por ejemplo, si una paciente histérica le hacía un regalo a .<
su analista, en la m edida de que eso está fuera del encuadre, podía 3
ser supervisado por un analista de control en térm inos de una con- g
ducta psicopática, en la m edida que lo que pretende es inducir en el i
analista ciertas respuestas, o sea, manipular al otro. Es m uy intere-
sante ver a qué puede responder un diagnóstico de psicopatía, o al ^
m enos de conducta psicopática, yendo de los extrem os m ás violentos NJ
del ejercicio de la acción a otros que no lo son en absoluto. Ti?
S a n t ia g o L e v ín : E s in te re s a n te . Se m e o c u r r e a h o r a , e n este
m o m e n to y n o se si y o e s to y e n c o n d ic io n e s d e h a c e rlo , p e r o m e p a re ­
ce u n ejercicio tr a ta r d e p e n s a r q u é c o s a n o e s u n a p s ic o p a tía . M á s
q u e lo c o n tr a rio .
Porque estás m encionando la tradición kleiniana m ás ortodoxa.
Yo les recuerdo el viejo chiste kleiniano que todos conocem os del
paciente que va a llegar tarde y llama al analista y le dice: "Doctor,
voy a llegar 15 m inutos m ás tarde pero usted v aya em pezando sin
m í". Allí donde todo es el encuadre, cualquier pequeño desliz hace
que uno transform e al paciente en un psicópata. Pero no todas las
personas que a uno le caen mal son psicópatas. Y del otro lado, yo no
puedo dejar de decir esto, habría también que hablar de la psicopa­
tía de la psiquiatría, de la psicopatía del psiquiatra y de la m edica­
ción punitiva, en donde el psicópata es el profesional, en donde el
que objetivizá al sujeto es el profesional, el que quiere que no lo
m olesten es el profesional, y el que tom a todo síntom a llam ativo
com o una m olestia es el profesional, de m anera que también podría­
m os hablar aparte de qué cosa no es psicopatía, cuando nosotros -lo s
profesionales- somos los psicópatas por acción o por omisión.
| Psicopatías
¿Rasgo psicopático o perversión?
M a r í a M a r t a S c o r t ic a t t i

El paciente, al que llamé M., consulta para tratar lo que él llama


su depresión. Concurre a su prim era entrevista un día después del
turno que le había sido dado. Frente a lo que aparenta una confusión
le informo del m al entendido para la misma hora y día en que había
sido citado, pero la próxim a semana.
Viene diciendo que su problema es la depresión, com enta que
tuvo una m uy buena im presión de m í cuando lo atendí en la puerta
y que por eso volvió, y anuncia que éste iba a ser un tratam iento
donde él iba a decir todo. A grega entonces que siente haber vivido
una vida de m entira, siempre pareciendo norm al y m anteniendo
oculta una faceta de su personalidad. Me aclara que había ejercido la
homosexualidad desde la infancia hasta los 17 años. Después fue
heterosexual, se casó, tuvo dos hijas, y después de varios años de
separado y de haber m antenido parejas heterosexuales, em pezó una
vida hom osexual con D. Tal com o lo prometió, intentó decir todo en
la primera entrevista, estaba verborrágico, presentaba un discurso
sin escansiones. Consum ía alprazolam casi com pulsivam ente y aún
P siquiatría

así no podía d o rm ir...


Organizo entonces el plan farm acológico, cam biando el alprazo­
lam por clonazepan y le m arco que no se puede decir todo en una
entrevista, y lo cito para la próxim a semana. En ese m om ento me dice
que había pensado en suicidarse. "A veces la gente se suicida", digo,
y psicoanálisis

pero él m e aclara que la idea le resultaba tan poco estética que la


desechó y agrega: "P ara m í la estética es todo".
Hay, durante todas las entrevistas que tuvimos, una m arcada difi­
cultad; para que deje los enunciados y pase a tratar un tem a en par­
ticular, pasa de un tem a a otro en una deriva m etoním ica ocupando
todo el espacio de la sesión, cuarenta minutos por reloj. Su pasaje de
2

la práctica hom osexual a la heterosexual, al com ienzo de la edad


S
adulta, es relatado com o un "no se por qué pero em pecé a tener rela­
ciones con m ujeres".
En la segunda entrevista dice continuar m uy angustiado y que
esto se debe a las m entiras de D., no soporta que le m ientan, y es tan
poco lo que soporta la frustración, que ha "llegado a robar por no
soportar no tener", según sus propias palabras.
Al final de esa entrevista me quiere m ostrar un mensaje de texto
de D., pedido que no acepto diciendo: "no se trata de que yo vea".
Habla entonces de su madre, alguien a quien "se le caían los
hijos". Su herm ano m ayor fue criado por su abuela y a él le dijeron
siem pre que estaba acá porque estaba m uy agarrado, y dice:
"Supongo que habrá intentado conmigo también un aborto. Siempre
la llamé m adre, nunca pude decirle m am á. Siempre esperé un gesto
de cariño. Ella siempre estaba como en otro m undo, era m uy genero­
sa con todos los pobres pero mi casa era una ruina. Ropa de prim era
y m uy bien planchada, impecable, en una casa que se caía a ruinas.
La llamaba 'la mujer que sufre'".
Su padre, contrabandista de cigarrillos y alcohol, lo usaba a él de
cam pana, y supone que para disimular su actividad lo llevaba a él en
el camión. Ante mi intento de hacer jugar el significante contra­
bando obtengo una sonrisa de respuesta y una aclaración: "D espués
se convirtió en vendedor de droga. Estuvo preso por narcotráfico.
Ahí se me derrum bó mi papá". Su padre había sido policía exonera­
do de la m ism a. "C on él sí pude tener una relación afectiva una vez
que él ya era grande. Después de la prisión. Nunca me voy a olvidar
la palidez de mi viejo la primera vez que lo fuimos a ver a la cárcel.
A am bos los amaba y a ambos los odiaba".
Al final de la tercera entrevista deja deslizar el chiste: "A l final me
voy a term inar enam orando de una m ujer". Yo le sum o a ese chiste
otro: "Yo no tendría nada que ver".
Viene a la próxim a entrevista diciendo que volvió con su antigua
novia. El sabe que no la quiere pero que se la puede presentar a sus
hijas y en su trabajo, m ientras tanto continúa su relación con su pare­
ja hom osexual. Se queja de los engaños y m entiras de éste, dice que
es alguien m uy codicioso y que quiere crecer económ icam ente, y usa
p ara esto los favores de sus amantes. Dice que con él no lo va a lograr
porque él está advertido.
El único punto de apaciguam iento es su paternidad. Dice que por
Psicopatías

sus hijas él es capaz de ser padre, m adre, tío. Com enta que una de sus
hijas, de dieciséis años, dijo que creía que él era capaz de curarse
hasta del cáncer. Esto m e lo cuenta com o ejemplo de la im agen que
él les da a sus hijas. "Q ue todo lo puedo, hasta curarm e de un cán-
154 cer". Se describe com o un padre dador, com prensivo, amable, atento.
"Un padre p ara sus hijas", digo. Cuenta, entonces, todo lo sufrido
d esp u és de separado, m om ento en el cual pierde todo y vuelve a
habitar un cuarto derruido en la casa de sus padres.
Ahí em pezaron los robos. Prim ero fueron pequeños objetos, des­
pués fueron objetos de valor: "Yo ganaba bien y gastaba todo lo que
ganaba. Lo que no alcanzaba a pagar o era m uy caro, lo robaba. Iba
a una galería, por ejemplo, y estudiaba cóm o y cuándo iba a hacerlo.
Después de haber logrado el hecho, la insatisfacción, sensación que
desaparecía con el próxim o plan. Hasta que m e pescaron robando
dos camisas. Tengo una probation, tengo que asesorar com o abogado
en una iglesia. Yo no soy un tipo bueno, pero 'soy un buen tipo', agre­
ga, y decido cortar ahí la entrevista. Prim era escansión que pude
hacer.
De las relaciones con mujeres dice ser m uy seductor, "pero en m í
siempre funcionaba lo otro, el deseo por un hom bre". Le pregunto
entonces por sus relaciones antes de los diecisiete años y habla de J.,
un hombre que de niño lo sentaba sobre sus rodillas y tenía con él
cierto juego am oroso aunque no recuerda penetración. J. era para él
una figura afectiva fuerte. Después, otro J., un m uchacho vecino m ás
grande que él desde los siete u ocho años hasta los diecisiete, y dice
no haber sentido eso nunca m ás. Pregunto sobre eso y aclara: "que el
sexo lo cubra todo".
Es en la casa de su abuela que se inicia como hom osexual. N unca
habló de su inicio sexual en la infancia com o abusado por el otro.
Siempre en prim era persona dice: "Yo em pecé con las relaciones
hom osexuales a los siete años". El sospecha que su padre era hom o­
sexual y esto lo basa en la idea de que su m adre no era una mujer
satisfecha, no hay otros datos al respecto salvo un dicho del padre
sobre él: "A este no le gustan las chicas".
En relación a la transferencia, en un prim er m om ento, m e pareció
que quería asustarm e am enazando con suicidarse.
P siquiatría

Ocupé el lugar de la única que sabe sobre su verdad, sobre los


objetos robados, sobre su sexualidad, sobre su angustia insoportable
cuando lo dejan plantado. "De niño m e dejaban en lo de m i abuela,
y yo esperaba que m e vinieran a buscar y no venían".
Otro punto inquietante durante las entrevistas eran sus intentos
y psicoanálisis

de fam iliarizar el trato, quería que el trato fuera m enos formal, pro­
pone el tuteo - a lo que m e n eg u é- así com o a responder algunas pre­
guntas sobre mi subjetividad que dejé caer sin contestar.
Deja entonces su relación tanto con su pareja hom o com o con su
pareja heterosexual. Viene regular y puntualm ente a las entrevistas,
que em pieza a llam ar "m i análisis".
2

A la tercera vez que nom bra así esas entrevistas decido aclarar lo
S
institucional de ese tratamiento, haciendo referencia en el m arco de
una prepaga, que sí tenían orientación psicoanalítica, pero que un
análisis era otra cosa. "Entre otras cosas el pago", respondo.
A la próxim a sesión falta sin aviso, y a la próxim a vez le pregun­
to qué pasó y él me dice que no me preocupe, que m e lo v a a pagar.
Le digo entonces que no todo es dinero, que se trata tam bién de otra
cosa. Me dice que había pensado en dejar de venir y que yo tendría
que ser m osca para verlo. Le digo que com o no puedo ser m osca
entonces m e cuente lo que yo tendría que ver. Se siente un exitoso
total, que eso lo hace sentir m uy bien, y m e aclara que él se puede
relacionar con el otro solo de dos m aneras: "O quererm e m ucho o
sufrir por m í". Su problema es que no puede ser el m ejor pero tam ­
poco puede dejar de serlo, agrega, y cuenta lo que yo entiendo es su
verdad: "A veces m e resulta difícil seguir". Le m arco esa frase y él
agrega: "N unca m ás pude sentir eso que yo sentía cuando tenía sexo
de chico". Que "el sexo tapa todo hasta llegar a la inconsciencia", y
agrega, "si yo no tengo éxito no m e quiero". Recorto sus dos frases:
"A v e ce s me resulta difícil seguir" y "si no tengo éxito no m e quiero",
y lo invito a seguir para tratar eso que aparece en esas frases. Que si
él está dispuesto yo lo espero el lunes en su horario de siem pre. Al
irse, y nuevam ente en chiste me llam a "tortu rad ora".
Al próxim o lunes su secretaria m e avisa que se había ido de viaje.
U n lunes después, dos mensajes en el contestador. E n el prim ero
m e dice que había decidido no seguir con el análisis y un segundo
mensaje en el que m e aclara, de m uy buen hum or: "sig o pensando
que soy el único, mi nombre e s ..." . Y allí me aclara quien es.
Psicopatías
Conversación
S a n t i a g o L e v ín : Com o com entario farm acológico m e parece que
este es un excelente ejemplo de lo poco que puede servir una inter­
vención farm acológica. El cambio de un ansiolítico por el otro está
perfecto, es de buena práctica, porque el alprazolam se presta m ás al
consumo excesivo y al abuso. Yo pongo en duda que el paciente lo
haya aceptado, de hecho venía tom ando sin prescripción m édica el
alprazolam, y tam bién queda bastante claro que el com entario de
ideas suicidas era un com entario psicopático y no una confesión
desde una posición depresiva auténtica, con lo cual me parece exce­
lente lo que la terapeuta le devuelve: "A lguna gente se suicida", lo
cual es estrictam ente cierto y enseguida eso se da vuelta. A hí hubie­
ra sido la ocasión de una intervención fallida. Era una tram pita m ás
de todas las tram pitas que hay en el caso. Es com o cam inar por un
terreno m inado: donde uno le da la m ano al síntoma, estalla.
Este es un paciente con el que yo no hubiera hecho ninguna cosa
distinta farm acológicam ente hablando, ni una sola, porque no hay
ninguna otra cosa para hacer.

G lo r ia A k s m a n : Lo que escuché de este paciente es que tiene un


problema con el todo, "todos" tenemos problemas con el todo, pero
en el tratam iento se ve eso. Él iba a decir toda la verdad y la analista
introduce que no se puede decir todo. Él no puede no tener todo
entonces roba, o sea, hay un tratam iento donde otra vez no se puede
tener todo. Y respecto del sexo perdió todo, porqtte ya no sentía eso
que era el punto donde el sexo tapa todo.
Ahora bien. También hay un tratam iento de la m entira m uy par­
ticular. Él dice que su vida fue una mentira e inm ediatam ente dice
que no soporta que le mientan. N o escucho que hayas contado -n o se
si m e lo p e rd í- alguna contradicción. No hay nada del orden de lo
P siquiatría

que puede haber del lado de la responsabilidad, está claro, él cuenta


todo lo que sufrió. Y por esa veta, por todo esto que él cuenta de todo
lo que sufrió, del odio y del amor, etc., ahí dice "tortu rad ora". Esa es
mi curiosidad sobre lo transferencial.
y psicoanálisis

M a r ía M arta S co rticatti : A m í me parece que durante todo el


tiempo, desde la prim era vez que él toca el timbre, veinticuatro horas
después en un turno que no es el de él, por alguna cuestión le doy la
prim era vez un turno el m ism o día, el mismo horario, una sem ana
después. Creo que no solamente yo decía que no se podía todo, sino
2

todo el tiempo m arcaba la falta, me parece que esta es la tortura que


yo le impongo. Cuando yo le m arco en las dos frases en donde apa-
«
jece algo en el orden de su falta y le digo: "sobre eso hay que traba­
ja r", ahí es donde él m e dice "torturadora", porque no caigo en nin­
guno de sus encantos. Esa es la causa por la que m e abandona. Él me
dice claram ente: "Yo puedo relacionarm e con el otro de dos maneras:
o m e ama, o m e tem e", y yo no estaba en ni lo uno ni lo otro. N o sabía
cuánto tiempo m ás iba a poder sostenerme en ni lo uno ni lo otro.
C uando N éstor Yellati me dijo ¿tenés algún paciente psicópata?, me
acordé de él y dije: "Sí, tengo uno".
Por alguna razón pude no dejarme tom ar por este paciente. Si no
uno sabe perfectam ente cuándo tiene un psicópata en el consultorio.
Lo recuerda todo el tiempo. Esta vuelta m e parece que no.

I n t e r v e n c ió n : Venía a colación con lo que estaba diciendo María


M arta porque la pregunta era sobre el final. Este "y o soy fulano de
tal". ¿Qué lectura vos hacías de eso? Me preguntaba si era en relación
a este descubrimiento del vacío que él hace en esta serie de entrevis­
tas, donde ya nada lo completa, ya nada lo ubica en el lugar del todo.

M a r ía M arta S co rticatti : M e p a re c e q u e e s a fu e la ú n ic a p o sib i­


lid a d . C u a n d o m e d eja el m en saje lo h a c e sin d e c ir q u ié n es, y algo
d e e s to le h a c e r u id o y m e d ice: " C o n m i fo r m a y o s ig o p e n s a n d o que
s o y el ú n ic o " , y se ríe y d ice: "S o y fu la n o d e ta l" . E l p r im e r m e n sa je
n o d e c ía q u ie n e ra , d e s p u é s se n o m b ra .

A d r ia n a L u k a : Para retom ar esta cuestión de ser el único. Ser el


que se puede curar de un cáncer, porque lo dicen las hijas pero lo dice
él ¿no? Me preguntaba sobre la veta hipom aníaca de este paciente.
Digamos, que también tiene -h a y que ver cóm o está m ezclado el cua­
d ro - un verborragia, un discurso sin escansión, y esta cosa de que
aparece com o el único, el que puede hasta curarse de un cáncer con
un poder y que term ina al final diciéndote: "C on mi form a sigo pen­
sando que soy el único". H ay varias intervenciones de él com o apun­
tando a una cosa hipom aníaca en este cuadro que tiene otras carac­
terísticas.

M a r Ia M arta S co rticatti : A mí me parece que para hacer ese


diagnóstico psiquiátrico, y esta es mi opinión de hipom anía, no se
sostiene en el tiempo. Digamos, la hipomanía es un estado del ánimo
Psicopatías

que tiene estas cuestiones grandilocuentes pero se sostienen en el


tiempo y no hay posibilidad de barrar. A m í m e parece que este es el
rasgo que yo usé para decir no es ni un hipom aníaco ni un bipolar.
Perque, entre que viene deprim ido y que es el único, podríam os pen-
158 sar que fuera un bipolar ciclador rápido, rapidísim o, porque es en la
m i s m a sesión que da la vuelta de un lado hacia el otro. Me parece que
sí, es posible, que m ucho de estos pacientes estén diagnosticados con
el rasgo de hipom aníacos o ciclador rápido. Desde mí escucha no
caigo tam poco ahí, porque yo le podría haber dicho: "Lo que a usted
je pasa es que tiene una enferm edad hipom aníaca", lo m edicaba, y él
me iba a venir a dem ostrar al otro día que se trataba de otra cosa.

Adriana L u k a : A ver si m e hago entender. N o es para decir: "E s


un hipom aníaco". Sino que m e llama la atención dentro del cuadro
esta faceta. Porque uno no le cree m ucho la depresión a este hombre,
j u s t a m e n t e p or e l cuadro que tiene. En ningún m om ento aparece lo
depresivo. Pero sí lo hipom aníaco.

Intervención: U na cosa con respecto al caso. Yo lo escuché m ás


como omnipotencia que com o hipomanía. Y podem os agregar en el
todo que no renuncia ni a tener sexo con mujeres ni a tener sexo con
hombres. Todo.

N ÉSTO R Y e l l a t í : Para m í hay una intervención crucial. Quería


retomar lo de la psiquiatría, porque este paciente sería un psicópata
para la psiquiatría porque roba, porque miente, porque usa, porque
engaña, porque se aprovecha. Porque el tem a de la hom o y heterose-
xualidad por supuesto que es una cuestión de ser el todo, pero ade­
más, en el curso de las entrevistas, busca a la novia del pasado y no
se trata de una cuestión de infidelidad, se trata de que está con una
pareja hom osexual al m ismo tiempo, y seguram ente no le dijo nada
a la chica que no aceptaría esa condición.
Ahora, quiere decir que desde el pLinto de vista psiquiátrico no es
muy com plicado enfocarlo por el lado de la psicopatía, pero uno se
puede preguntar para qué consulta, porque es cierto lo que decía
Adriana Luka, "el paciente no está deprim ido". Yo diría que el
P siquiatría

momento clave es cuando el analista le dice "esto no es un análisis",


ese es el m om ento. El paciente viene a hacer semblante de analizan­
te y pregunta ¿por qué no es un análisis? Respuesta: "Porque el aná­
lisis se p aga". Entonces decirle a quien roba, quien sustrae y se ufana
de ello, que para poder analizarse hay que ceder, hay que ceder goce,
y psicoanálisis

ceder el objeto, fue absolutamente determ inante, es el m om ento en


que surge que ella es una mosca, lo que evoca la cuestión del dinero.
Se produce entonces la interrupción, hace llam ar por la secretaria
diciendo que no va a venir más y culmina diciendo "y o soy fulano de
tal". Yo soy el que soy. Y eso determina el límite que tiene él y el aná­
lisis en este tipo de estructuras.
2
D a n ie l A k s m a n : D os cosas. Una sobre la intervención anterior,
que en esos análisis donde se jugaba la cuestión del encuadre tam ­
bién estaba m uy sobre el tapete la cuestión de la contratransferencia.
Y la contratransferencia es la paranoia del analista en ese punto, por­
que gira todo alrededor de las consecuencias que tienen para el yo
del analista las cuestiones que va diciendo el paciente, qué siente,
qué le pasa, y eso inevitablemente desem boca en un diagnóstico con
un m atiz paranoide. Si le pedían un cigarrillo es porque le querían
hacer tal cosa, si llegaba tarde es porque le quería hacer tal otra. En
ese sentido era m ás sabia una anécdota chistosa de un analista -o tro
chiste voy a co n ta r- donde viene un analizante a la sesión, toca el
timbre, el analista abre la puerta y está con un revolver en la m ano y
le dice "analista, vengo a m atarlo", y el analista le dice "tod av ía no
es su hora". Me parece m ás sabia esa posición. Es decir, la creencia
m ás en el inconciente y no en la paranoia del yo. Es una form a exa­
gerada de plantear esa cuestión. Pero la teoría de la contratransfe­
rencia es im portante recordarla para ese punto.
Respecto al caso. A m í me parece que hay dos cuestiones. U na es
que no escuché para nada una cuestión especular. Las intervenciones
m e parecieron atinadas. Me pareció que el analista fue escuchando
las escansiones que el paciente iba trayendo y eso le perm itió un alo­
jamiento. La prim era cuestión es la de la m edicación, porque le per­
mitió a él una cierta apuesta al espacio, de que alguien se iba a hacer
cargo de una intervención y de ir introduciendo una escansión y no
p arar esa m etonim ia con la m edicación. Si hizo caso o no de la indi­
cación no lo sabemos pero, en principio, lo que sí sabem os es que el
paciente continuó viniendo. Es decir que podem os juzgar que esa
intervención a él le permitió seguir viniendo. M ás allá de si hizo caso
o no, la intervención de decirle "la m edicación la vam os a cam biar, la
tiene que tom ar en tales y tales horas", a él eso le resonó p ara conti­
nuar. O sea que venía a buscar cierto tratam iento, com o decía Gloria,
"del todo". Yo coincido con esa apreciación. Y te faltó el to d o de la
m edicación, que también está escondido ahí.
Creo que a partir de ahí, él se dispuso a h acer un tratam iento del
todo en el análisis. N o solamente que él no sabía com o tratar el todo
del análisis, sino que se dispuso a hacer un tratam iento del to d o en
el análisis. Porque él te dice, en un m om ento, "creo que v oy a decir
todo", y todo se puede tom ar com o decirlo todo o com o decir solo la
Psic o p a t ía s

palabra todo. El todo puede querer decir m uchas cosas. Vos le abrís
el juego y comienza.
Y m e parece que efectivamente algo del todo bacilo en esa inter­
vención que decía Néstor, cuando vos le decís "esto es u n a p rep aga,
170 esto no es todo -u s á s ese significante- hay que p a g a r". "N o es tod o"
puede sonar de mil m aneras. Cuando él viene a tratar el todo, decir­
le "no es to d o ".
Estos son los problem as que también tenemos los analistas cuan­
do trabajamos ligados a ciertos dispositivos institucionales. Mi pre­
gunta con relación a esta última intervención era, ¿cóm o pensás tu
inclusión en un dispositivo de prepago? ¿Cuando estam os ejerciendo
bajo ese p aragu as no estam os haciendo análisis? ¿Cóm o te ubicás
ahí?

I n t e r v e n c i ó n : N o creo que este paciente haya venido a buscar


algo -d iscúlpen m e el adverbio- genuinamente, trayendo un sufri­
miento. Creo que vino a hacer uso. Y creo que con todos los límites
que eso tiene contratransferencialm ente este es un paciente que yo,
personalmente, no querría atender. Es un paciente que se queda m ás
con el psiquiatra, en tanto psiquiatra, porque viene a buscar la rece­
ta. Entonces uno queda enganchado por un tiempo indefinido.
Una de las preguntas que m e hago es si el paciente que viene a
utilizar de esta m anera, uno lo tom a o no lo toma. Entonces aparece
allí el problem a de la prepaga, donde la transferencia es triangular,
en donde a veces uno no puede no tom ar a un paciente -c o m o en una
p rep aga- porque uno aceptó las reglas de juego. Es un poco un pacto
mefistofélico, uno pone la firma y después no sabe en lo que se metió.
En otras prepagas uno puede evitarlo. Cuando se llega a un equi­
po de prepaga se sabe que en los primeros m eses uno va a recibir esta
clase de pacientes que ya son conocidos en el sistema. Generalmente
son viejos usuarios y van rebotando de un lugar al otro. Yo no se si
yo tom aría este paciente.

M a ría M a rta S co r tic a tti : Quiero contestar las preguntas antes


de que se vaya el tiempo. Me parece que sí quizás haya caído en un
montón de tram pas. Esto sí. Me parece que estuve m uy advertida al
P siquiatría

final y no caí en la tram pa de suponer que yo estaba siendo un ana­


lista para este señor.
Por otro lado m e parece que algo se alivia. Él tenía -R afael
Skiadaresis habló de algo especular- problemas de especularidad
con su pareja hom osexual cuando consulta conmigo. Esto se alivia
y psicoanálisis

con mi presencia, y por eso cuando él m e dice que se va a term inar


enam orando de una m ujer no lo hace com o com entario, lo dirige a
mí, con lo cual le cierro la ventana a propósito y bien fuerte diciendo
que no voy a tener algo que ver. Le tuve que aclarar que no iba a ser
yo si bien podría no haber no contestado nada. La siguiente sesión el
2

me trae la mujer que sí era su ex com pañera con la cual em pieza a


tener una relación m ientras mantiene la relación hom osexual.
5
Después parece que decido institucionalizar esto porque lo que
quería era no entrar en la tram pa de "esto es mi análisis". Soy psi­
quiatra y psicoanalista, y trabajando en una prepaga entro en ese
lugar tan difícil donde medico, y hago tratam ientos de los pacientes
graves en general que me los derivan. Entonces cada caso en parti­
cular yo lo pienso en diferente m anera, y en este caso lo que yo pensé
es que no podía quedar entram pada suponiendo que este señor esta­
ba haciendo un análisis. Y entonces hago referencia al otro, a la insti­
tución, digo que esto es un tratamiento en una prepaga que le garan­
tiza treinta sesiones.

G l o r ia A k sm a n : Para m í es un perverso freudiano. Él no tiene ya


eso, pero podría tenerlo. Es decir, "ahora tengo dos". Voy a dejar de
m entir porque esta es mi barradura, "pero podría no hacerlo". "Voy
a decir todo", "pero podría no hacerlo". " A ú n así, quiero h acer un
análisis, aunque no quiera hacerlo".
Cuando uno lo pone en duda, y este es el punto de la interven­
ción, ahí decide la estructura de la forma que sea.

I n t e r v e n c ió n : En principio estaba en consonancia con lo que


decía N éstor Yellati de que no se sabía m uy bien a qué venía. Por lo
m enos es lo que que pareció todo el tiempo en el relato, excepto por
una sola cuestión, y esta es la pregunta. Me pareció que acentuaste
algo de lo em otivo en él, aparecía en relación a la sexualidad cuando
él era un niño. Por un m om ento me dio la sensación de que algo ahí
quedó m arcado a fuego y que no pudo recuperar nunca m ás. ¿A vos
te pareció que algo de esto realmente pasaba? ¿Si algo de cierta cas­
tración se jugó ahí, en ese goce que no pudo recuperar nunca m ás a
pesar de que lo intentó de m uchas m aneras y haciendo objeto todo lo
que se encontraba en el cam ino? Si esto es así también agregaría un
elem ento respecto de pensar cuestiones de psicopatía y perversión, y
que tiene que ver con la posición subjetiva.
Por otro lado creo que hay algo del orden del síntom a que no está,
y eso no alcanza. U n goce perdido no alcanza para ser un síntoma,
pero sí m e parece que indica alguna posibilidad desde donde posi-
cionarse. Adem ás, lo digo porque esto ubicaría si un analista en un
lugar m ás allá de sí es especular o no es especular, le daría otra posi­
bilidad de colocarse.
| PSICOPATIAS

I n t e r v e n c ió n : Creo que hay una disposición del paciente a tratar


su goce y una disposición del analista a escucharlo. Yo creo que esas
dos cosas son verificables en el texto y no solo por el com entario de
72 persona que m e antecedió, efectivamente la cuestión del goce de
su infancia, sino tam bién por la m utación en su goce que se verifica
en el transcurso de estas entrevistas.
Hay una m u tación, un desplazam iento, un abandono de la pareja
homosexual o de la pareja heterosexual, una búsqueda, hay una serie
de desplazam ientos de su goce que se em piezan a verificar, a adm i­
nistrar, a sugerir en el análisis. H asta que llega ese m om ento crucial
de "esto no es un análisis". Yo creo que efectivamente este es un
punto donde la cuestión se detuvo.

M aría M a rta S c o r tic a t t i : Para m í el m omento crucial es donde


me dice "to rtu ra d o ra". Me parece que de eso que le propongo tratar
él no quiere hablar. Yo no creo que haya una gran m odificación del
goce, sí quizás m utaciones pequeñas en este punto donde él me acla­
ra, siempre en su estilo, y m e dice quien es. Antes no me hubiera acla­
rado quién era. H ubiera dado por sentado que yo tenía claro que él
era él.
Le propongo trabajar sobre dos frases que él no escucha cuando
dice: "A veces m e resulta difícil seguir", y "si no tengo éxito no m e
quiero". A hí es donde le propongo trabajar esas dos cosas y eso es lo
que él no quiere tram itar. Me parece este tratam iento com o un fraca­
so más allá de que el final no fuera una cuestión ideal. Creo que com o
mujer me sentí expuesta a este tipo de psicópatas m uchas veces y
nunca salí tan íntegra.
Para m í son logros que avalan que estaba mejor posicionada esta
vuelta que otras.
Tenía un mejor saber hacer, que el señor calmó su angustia especu­
lar que tenía con su relación homosexual -e n lo que tiene que ver con
entrar en estas entrevistas p si- y no estaba dispuesta a hablar de eso
que uno le percibe al psicópata que es su cercanía a la pulsión de m uer­
te. Porque esto es lo que estaba en juego cuando yo le digo estas dos
cuestiones de "si no tengo éxito no me quiero" y "a veces me resulta
P siquiatría

difícil seguir"; de lo que habla es de la cercanía a la pulsión de muerte.

A drián S c h e i n k e s t e l : Lina breve reflexión con relación al analista


engañado o desengañado. Sin llegar a hacer de esto una apología, es
■ y psicoanálisis

evidente que -sob re todo si seguimos a Lacan en el Seminario 11, Los


cuatro c o n c e p t o s fundamentales en psicoanálisis, donde dedica una parte a
la cuestión del engaño del analista- se podría decir que no hay posibi­
lidad de la función, de la operatividad analítica, de la posición analíti­
ca, si no existe la posibilidad del engaño del lado del analista. Lacan
dice que "los no incautos yerran". Esto contraindica toda posibilidad
-hago esta reflexión para establecer la diferencia con el caso que esta­
2

mos tratando h o y - de comienzo de análisis, si no hay ese punto en ^73


donde el analista puede ser engañado, llamémoslo así, en ese discur­
so, y tal es así que Lacan da el ejemplo de todas las prevenciones que
tom an determinados pacientes, analizantes, que, por ejemplo, pregun­
tados acerca de por qué no dijo tal dato en relación a su historia res­
pecto de una parálisis, dicen: "Bueno, no se lo dije doctor en ese
mom ento porque usted podía pensar que se trataba de una PGP, etc.".
Todo esto va en el sentido de si hay posibilidad de suponerle un
saber al Otro o no. Esa es la cuestión. Es en ese sentido que se juega
esa dialéctica, sobre todo en el com ienzo de un análisis, en donde
existiría esa posibilidad en ese engaño que finalmente es am oroso, de
suponerle -a l m enos durante un tiem p o- un saber al Otro.
En este caso me parece que esto justam ente m uestra claramente
que se trata de otra cosa. Por eso m ismo que decía antes, sería impo­
sible analizarse con alguien que no está sujeto a ser engañado en
algún punto, sería realmente una propiciación a la paranoia en
donde se trataría de que el analista ya sabe siempre antes todo.
Enlonces, m e parece qué se trata de un caso en donde de entrada
se despliegan las condiciones de goce de una u otra forma, entre lí­
neas, de este sujeto, en las cuales él acepta de alguna forma la expe­
riencia y hay un m om ento en que cuando se establece la diferencia
"esto no es un análisis", él dice: "¿C uál es la diferencia?". Allí tam ­
balea la cuestión de si se puede ceder, si se puede ubicar algo del
orden del saber en el cam po del Otro.

A d r ia n a L u k a : Tomando la cuestión que traían A ksm an y Levín


respecto de los pacientes que llegan a las prepagas y cóm o se instala
el analista. En su prim era entrevista él no venía com o alguien que ya
ha pasado por varías prepagas y que cuando se acaban las treinta
sesiones o cuando tienen que pagar se van. H ay una pregunta que
quiero hacer y es si él venía de algún otro tratam iento de prepaga.
L a otra cuestión es que el m om ento de poner al trabajo algo es
cuando vos le repetís las dos frases, y ese es el m om ento en que él ya
no quiere saber nada.

M a r ía M a rta S c o r tic a tti : Ahí tiene que pagar con todo, y enton­
ces no lo tolera. Es ahí donde él me pone en el lugar del Otro que
goza, y p or eso me nom bra 'torturadora', no me pone en cualquier
otro lugar. C uando m e nom bra torturadora le pone un goce a mi
P s ic o p a t ía s

intervención, con lo cual abro la puerta y no viene más.


Igual que cuando le digo que la diferencia con un análisis es pagar
y a la otra sesión no viene; cuando le pregunto porqué no vino y no
avisó, me dice que me quede muy tranquila, que me va a pagar, con lo
174 cual tam poco me engancho y le contesto que no se trata solo de dinero.
Me parece que de alguna m anera o el señor se em pezaba a preo­
cupar porque él no se quería si no tem a éxito y hablaba sobre eso, o
se retiraba. N o había m uchas opciones.

N ésto r Y respecto del diagnóstico desde el discurso del


e l l a t i: E s

sujeto y no desde lo m acro de la psiquiatría. Porque para tom ar el


tema del recuerdo infantil, m e pregunto qué es lo propio de este
recuerdo infantil que lo diferenciaría de un neurótico: no aparece la
dimensión del traum a sexual. Es decir, el es un gozador desde su
infancia, es un gozador desde que nació, donde una histérica diría:
"El otro m e g ozó ", o donde encontraríam os el plus de goce de un
obsesivo que es experim entado com o traum a y culpa, él sim plem en­
te goza. En esta referencia al goce es m uy interesante que cuando el
goce quedó localizado en M aría M arta bajo la form a de torturadora,
ahí es donde se rom pe el lazo. El siempre ha sido un gozador, que es
una m anera psicoanalítica de definir un poco la posición -d ig á m o s­
lo de m anera am b ig u a- perverso-psicopática.

S a n t ia g o L e v ín : Para concluir. Yo no soy tan optim ista en mi


comentario. C uando iba leyendo aum entaba mi preocupación, y
cuando vi en el final que el paciente no volvió m e alegré por la cole­
ga. Creo que estos pacientes que tienen -e n térm inos winnicottianos—
un falso self tan m arcado, son imposibles de analizar. Por lo m enos
esta es mi opinión. Creo que uno tiene que salir lo m enos golpeado
posible, no hacer daño, porque son situaciones en las que sin querer
sale el puñetazo. En términos médicos, no m edicar punitivam ente.
Pero no tengo ese optimismo. Sí creo que el trabajo de M aría M arta
fue excelente y que salió indemne, com o dice ella, y creo que es a lo
que uno puede aspirar en estas situaciones: salir uno entero sin dejar­
se arruinar dem asiado.
P siquiatría

R a f a e l S k ia d a r esis : Bien vam os a cerrar este herm oso caso de per­


versión, porque creo que no se trata - y vuelvo con la pelea que no
cedí hoy entre psicopatía y p erversión- de psicopatía en este caso,
creo que es un perverso com pleto y absoluto, con una relación al Otro
muy bien m arcada. Podem os concluir que en relación a la posición
y psicoanálisis

del analista el pez no m ordió el anzuelo. Si te engañan probable­


mente te lleven a la angustia, como en m uchos casos hospitalarios
que he tenido que supervisar donde al principio todo era m uy am a­
ble, m uy seductor, y terminaba siendo un derrotero de angustias del
terapeuta. Y el sujeto un canalla.
De todas m aneras, acá, se trata de un caso de un perverso típico.
2

Gracias, hasta la próxima. 175


Psicópata, antisocial, canalla

N ésto r Y ella ti

Este año fue tratado el tema de la psicopatía, lo tom ó Rafael


Skiadaressis, pero m e pareció que se justificaba volver sobre el tema
de m anera de hacer un uso de los significantes lo m ás preciso posi­
ble, dado que el térm ino mismo y el diagnóstico de psicopatía tienen
existencia en el m edio psiquiátrico y en el psicoanalítico no lacania-
no.
H ay un concepto de psicopatía y tendríamos que preguntam os si
los así llam ados psicópatas son los m ismos de siempre, si son iguales
a sí mismos, o si han cam biado a través del tiempo. Esa es una pre­
gunta que nos podem os hacer porque la psicopatía tuvo su fecha de
nacimiento, y bajo esa denominación quedaron agrupados distintos
tipos clínicos.
Por eso cuando leemos diferentes historizaciones del concepto
todas com ienzan considerando o ubicando por prim era vez al psicó­
pata en Pinel, lo que él llamó la m onom anía sin delirio, que era el
sujeto con trastornos de conducta pero sin síntomas psicóticos.
En 1835, es Pritchard quien usa el término Moral Insanity, insano
P siquiatría

moral, para referirse a esos pacientes que coinciden en su descripción


con el psicópata, tal como se lo caracteriza en nuestros días.
Cuando hizo su intervención, Rafael había recordado que el tér­
mino personalidad psicopática es de Kraepelin y que su alumno,
Schneider, desde una perspectiva constitucionalista, definió a la psi­
y psicoanálisis

copatía com o una desviación cuantitativa respecto de una m edia nor­


mal, com o una personalidad que sufre o hace sufrir.
También vim os en ese mom ento que esta es una definición lo sufi­
cientemente am plia com o para abarcar gran parte de los sujetos que
nos llegan a la consulta de una u otra manera, y que en últim a ins­
tancia, todo el m undo sufre y tiene también su m anera de hacer sufrir
2

a los otros. Esto nos llevaría a un "todos psicópatas", por lo que


£
habría que ser un poco m ás precisos con respecto a qué se refiere ese
sufrimiento.
Para tom ar la insoslayable cuestión del DSM digam os que el tér­
m ino psicopatía no está presente, desaparece. En 1952, con la prime­
ra versión del DSM, figura el término sociópata, lo que es interesan­
te porque lo sociopático está referido a la cuestión social, m ás preci­
sam ente la relación individuo-sociedad a la que m e voy a referir con
cierta extensión. Pero el sociópata incluía originariam ente al antiso­
cial, el disocial, el adicto y el desviado sexual. Esa era la clasificación
de la prim era edición del manual.
El térm ino -a h o ra tan difundido- de personalidad antisocial es
incorporado en 1968, y con él se hace hincapié en com portam ientos
anteriores a los 15 años que perduran posteriorm ente. Después está
el desarrollo posterior de lo que es la personalidad antisocial con sus
variaciones del DSM III y DSM IV, y también se confeccionó una
Escala de H air que consta de cuarenta ítems, que se realizó a partir
de una población carcelaria belga y que perm ite m edir los grados de
psicopatía. Esta escala es actual, aún se usa.
Es decir que el término psicópata en determ inados m edios se
sigue usando.
En lo que respecta a la llam ada psiquiatría clásica podem os resu­
m ir los rasgos propios del psicópata en los siguientes términos.

Impulsividad. Indudablemente se trata de lo im pulsivo en tanto


antisocial, porque una bulímica o un obsesivo tam bién tienen im pul­
sos a realizar determ inados actos que no pueden evitar.

La frialdad afectiva. El psicópata no siente, no manifiesta afectos,


por lo general es llam ativa la ausencia de culpa y de angustia. Pero
conviene resaltar que fundam entalmente lo desafectivizado es lo que
podem os llam ar el acto psicopático, no así los lazos habituales. Esto
se resum e diciendo que desafectiviza el acto pero no la vida. El pro­
blem a de los afectos es de gran im portancia para nosotros, no solo
porque Lacan haya ubicado a la angustia com o el único afecto que no
engaña por lo que los dem ás sentimientos mienten, lo que es una
perspectiva que Freud señaló m uy tem pranam ente, sino porque la
ausencia de afectos, la indiferencia, el aplanam iento afectivo, no son
privativos de la psicopatía. De allí la im portancia de relacionar la 11a-
5 ma¡da "frialdad" con el acto.

^ Agresividad. El ejercicio de la violencia en distintas formas, lo que


i asocia tan frecuentem ente la psicopatía a la criminalidad, es conside-
1 _ rado un rasgo común. Pero hay que diferenciar al violento en un
8 determ inado contexto y el violento puro que va m ás allá de las ñor-
mas ejerce la violencia contra cualquiera y en cualquier situación.
El tem a de la violencia es de gran complejidad, pero com o vere­
mos en un ejem plo de violencia colectiva, el diagnóstico de psicopa­
tía puede estar al servicio de patologizar el hecho social, lo que en el
fondo está al servicio de la segregación. Probablemente lo que m ás ha
c a r a c t e r i z a d o a la personalidad psicopática es el actuar, lo que en el
medio psicoanalitico no lacaniano, en nuestro país, fue llam ado cor-
tocicuito entre el pensar y el actuar. H ay un libro que fue clásico, no
se si tiene vigencia hoy para los psicoanalistas de la IPA, escrito por
Joel Zac, que desarrolla esa perspectiva. Desem polvarlo m e deparó
un m om ento divertido, ya que cuando tiene que caracterizar el
actuar psicopático utiliza el m odelo de la crisis epiléptica, lo que sin
duda tiene su aspecto lamentable; se supone que se trata de un texto
p s i c o a n a l i t i c o de orientación kleiniana.
En lo que respecta a Freud se puede ubicar el término, lo encon­
tré una sola vez pero no para referirse al diagnóstico que es de nues­
tro interés, es el caso de "Personajes psicopáticos en el teatro", donde
introduce una perspectiva vinculada a la personalidad.
El "actu ar" en Freud se puede ubicar en "Recordar, repetir y ree-
laborar", es la form a en que se tradujo el agieren, pero si recordam os
la lógica de ese escrito es evidente que no conduce a ningún actuar
patológico sino que queda enlazado a la m em oria, el paciente bajo
transferencia ya no recuerda sino que actúa, en definitiva ese actuar
es su forma de recordar.
Es Lacan quien retom a el agieren para desdoblarlo en acting out y
pasaje al acto y poner ambos en serie con el acto. En el Seminario 10
habla de una zona de actuación, pero tam poco ubica al sujeto actua-
dor bajo un concepto determ inado, se trata del m om ento de su ense­
ñanza en que aún considera las tres estructuras clásicas: neurosis,
psicosis y perversión. Esto tiene consecuencias en el cam po lacania­
no el term ino psicópata desaparece, cae fuera de uso y por lo tanto
P siquiatría

deja de ser un diagnóstico. Por supuesto que todas estas referencias


merecen un desarrollo m ás extenso, pero mi intención es solam ente
ubicar el uso y también el desuso del término psicopatía en el cam po
psiquiátrico y psicoanalitico.
y
psicoanálisis

Lo "antisocial"

La referencia a la violencia colectiva a la que m e referí m ás arriba


es considerada por Eric Laurent, y no es casual que la haga él porque
2

considera la realidad de Francia, parte de sucesos que están m uy pre­


sentes en el cam po de la salud m ental de ese país.
R
Lo que sucedió allí en el año 2005 - y es a lo que él se refiere—fue­
ron las revueltas populares que hubieron en los barrios periféricos de
París, donde com o se sabe, hubieron alzamientos im portantes con
incendios de autos, lo que se extendió luego a ciudades del interior
provocando una conm oción m uy fuerte dentro de Francia. U na con­
secuencia fue la convocatoria a lo que se llama una audiencia públi­
ca con el título cuya traducción sería: "H acerse cargo de la psicopa­
tía" . Consiste en llamar a una cantidad m uy im portante de psiquia­
tras, sociólogos, profesores de psicología y un par de psicoanalistas
(ninguno lacaniano) que hacen sus exposiciones respecto de lo que se
entiende por psicopatía. Son unas 250 páginas que no he leído en
detalle pero que sí transité y donde pude verificar que hay de todo:
desde las versiones m ás conservadoras y ortodoxas a intervenciones
m ás interesantes, m ás cuestionadoras de la utilización del diagnósti­
co psiquiátrico para dar cuenta de los fenómenos sociales.
De todas m aneras lo que m e parecía de interés es la plena vigen­
cia del diagnóstico DSM, aunque en Francia se lo tome para ejercer
una crítica sobre el mismo, y que al m ismo tiempo aparezca en la
convocatoria el térm ino psicopatía, una entidad de gran consistencia
de la que hay que "hacerse cargo".
Entre las intervenciones m ás interesantes se puede rescatar el tra­
bajo de un profesor de psicología llamado Frangoise Caroli, quien
dice que hay una dificultad en abordar el tem a de la psicopatía y que
esta reside en que en su descripción quedan asociadas una semiolo­
gía social y una semiología clínica, ambas ligadas, y con cierta fre­
cuencia haciendo de la prim era una causa de la segunda. Él critica
que entre lo social y las manifestaciones clínicas individuales se esta­
blece una relación de causalidad, y que eso m ismo complejiza la pro­
blem ática diagnóstica, y no se sabe si uno se está refiriendo a un suje­
to que tiene determ inadas características, o si estas son productos de
u n cierto contexto social. Inversamente, se está obligado a hablar
siempre de lo social cuando se trata de la psicopatía, toda vez que
esta tiene m anifestaciones que pueden ser individuales, que pueden
ser colectivas, pero que siempre tienen incidencia directa en el
medio.
Lo social también aparece en el trastorno antisocial de la persona­
lidad que, si bien no se superpone o al menos no lo hace plenamente
, con lo que se entiende por psicopatía, de alguna manera está relacio-
; nado.
í De lo que se trata en prim er lugar entonces es de dar cuenta del
¡ complejo lazo individuo-sociedad, que com o es obvio no se limita
. solam ente a los casos extrem os en que la gente sale a la calle y quema
0 autos por circunstancias histórico-sociales.
Esta cuestión no es nueva en absoluto, y le fue planteada a Lacan
por estudiantes m arxistas, y se puede leer en un pequeño texto de
1967: "R espuesta a unos estudiantes de filosofía sobre el objeto del
psicoanálisis".
La pregunta inevitable se dirigió precisamente a relacionar enfer­
medad m ental y sociedad y concretam ente dice así: "Esto plantea el
problema de la función social de la 'enferm edad m ental' y del psico­
análisis" .
Es una pregunta entre otras, quizás no tenga solo una evidente
orientación m arxista, Foucault ya había publicado su Historia de la
locura y la antipsiquiatría que pretendía fundam entarse en el exis-
tencialismo sartreano que tem a plena vigencia. Pero m ás allá de eso
nos interesa la respuesta de Lacan, esa famosa intervención que tuvo
muchas consecuencias en nuestro campo. Lacan hace del esquizofré­
nico el paradigm a del enfermo mental y dice: "L a función social de
la enfermedad es la ironía. Cuando tengan práctica en el trato esqui­
zofrénico sabrán con qué ironía está armado, ironía que va a la base
de toda relación social".
El "enferm o m ental" esquizofrénico ataca la base de toda relación,
quizás convenga decir de todo lazo. Esto va a tener una versión pos­
terior que sería "el esquizofrénico está fuera de discurso", y Lacan
entiende que su función social es tener una posición irónica, y al iro­
nizar se m antiene fuera del lazo social.
Creo entonces que hay que extender la problem ática del sujeto y
la sociedad y no reducirla al psicópata o al llamado trastorno antiso­
cial. Con todos los recaudos que m erece el término, lo que se consi­
dera "enferm edad m ental" excede bastante lo que se pudo llam ar
"psicopatía", y tenem os este ejemplo que da Lacan en el cam po pro­
pio de la psicosis, el de la esquizofrenia con su posición irónica.
Por el lado de lo antisocial del psicópata podem os decir que de
alguna m anera también ataca a la relación social. Pero no ya desde
P si qui atrí a

una posición irónica sino canalla, cínica, o ambas enlazadas. A ntes de


tratar de dilucidar en qué consisten estas posiciones quisiera hacer
un com entario respecto del DSM.
Si tom am os específicamente la problemática del niño, el famoso
ADD que invade los diagnósticos en la infancia, el trastorno de la aten­
y p s i c oa ná l i s i s

ción con o sin hiperactividad, vemos que está ubicado haciendo serie
con el TOP (Trastorno de oposición con provocación) y el trastorno
disocial del niño. No se me ocurre sufrir ni hacer sufrir con la lectura
del DSM en este momento, basta con recordar que el problema del
niño con déficit de atención es que no presta atención suficiente, que
no mantiene la atención, que no escucha cuando se le habla, que no
2

sigue las instrucciones, que se distrae, que no hace los deberes, que no
»
llega a tiempo, que se retrasa, etc.; y cuando es hiperactivo porque no
se queda en el lugar en el que debe estar. Sin entrar en m ás detalles. El
que se opone, es el Trastorno Negativista Desafiante, discute con adul­
tos, desafía a los adultos, rehúsa cumplir sus demandas, acusa a otros
d e sus errores, es colérico y resentido, es rencoroso, es vengativo. Es lo
que podríam os llamar un "pichón de psicópata".
Si bien el disocial continúa la serie, evidentem ente un límite es
atravesado en tanto pasa al acto de m anera violenta, la palabra deja
de ser barrera y m ediación, hay agresión a personas y animales, des­
trucción de la propiedad, fraudulencia o robo, violaciones grav.es de
norm as, ataques al otro, a la propiedad del otro, al cuerpo del otro.
Me parece que toda esta descripción del DSM, se podría reducir
perfectam ente a lo que podríam os llam ar las patologías del lazo al
Otro; agreguen al Otro social, que es una m anera de referim os al
Otro ya no limitado a la m adre com o gran Otro.
En todos estos casos hay una patología, una confrontación del
sujeto con el Otro, pero obviamente las manifestaciones no son las
m ism as. La m ás benigna es no atender, distraerse, no concentrarse o
ponerse hiperactivo y bastante molesto. Pero hay otros que se con­
frontan de m anera m ucho m ás directa, no se trata de no atender ni de
ponerse inquieto: dicen no, dicen que no lo van a hacer, enfrentan y
se oponen al Otro. El llamado disocial directam ente lo ataca, puede
tom ar contacto violento con su cuerpo. Por qué no pensar esta pro­
blem ática com o las patologías del lazo al Otro y que son, en definiti­
va, distintas m anifestaciones de esa perturbación que tiene cada
quien con la sociedad en la que le ha tocado vivir en las instituciones
por la cuales habitualmente debe circular, y que en el caso del niño
será fundam entalm ente, el colegio.
Desatender, escapar, oponerse, atacar a quien encarne el discurso
del am o en tanto indica lo que se debe hacer para que todo ande.
H ace ya bastantes años los colegas del TyA convocaron a Colette
Soler para hablar de la posición del toxicóm ano, la posición canalla,
la posición cínica, o la posición cínico-canalla del toxicóm ano, y ella
dijo allí algo que me sorprendió: "El toxicóm ano es un objetor de
conciencia al goce universalizado de la civilización".
¿Qué quiere decir esto?, "rehúsa entrar en el goce fálico si se
entiende por este lo que implica la com petición social, no entra en la
carrera, hace huelga del falo". El toxicóm ano com o un sujeto que dice
Psicopatías

"y o en esa no entro". A m í m e pareció que eso estaba perfectam ente


adecuado a estos diagnósticos, inclusive hasta m ás adecuado que en
relación a la problem ática de la toxicom anía. Desde esa perspectiva,
el trastorno antisocial, su antecedente infantil (TOP), son las form as
182 directas, violentas - a v e ce s- de rechazo a ese goce universalizado.
Mucho m ás claro es el ADD en el niño, y com o también se lo pudo
pretender en el adulto. Porcjue se sabe que com o la m edicación no
dió resultados en este, el diagnóstico de ADD en el adulto ha caído
un poco en desuso, pero se ejerció bastante presión para im poner
igualmente com o diagnóstico ei trastorno de atención en el adulto.
Cuando se lee la descripción es bastante cómica, porque es lo m ism o
que en el niño pero en un grande: llega tarde al trabajo, no cumple,
no responde a las consignas, pierde el trabajo con facilidad, es
reprendido por sus superiores.
Es un rechazo evidente al amo actual y no sorprende que la m edi­
cación haya sido inútil.
Volviendo a la definición de C. Soler hay huelgas del falo que son
más pasivas o m ás activas, pero en definitiva todas lo son. Es decir,
no se responde al am o de m aneras distintas, pero no se responde. Un
amo, m uchas veces, canalla.

Lo canalla

¿Qué es el canalla? Este es un término que tiene una aparición muy


puntual en la enseñanza de Lacan, no hace grandes desarrollos al res­
pecto, está en El saber del psicoanalista, tiene un antecedente porque ya
en el seminario de La ética... habla del intelectual de derecha canalla,
pero sin precisar mucho de lo que se trata. Cuando lo tiene que defi­
nir, se refiere a la posición canalla en tanto el sujeto ocupa el lugar del
gran Otro en relación a los pequeños otros. Esa sería la definición. Es
algo que se superpone un poco con la descripción clásica de psicópa­
ta, en el sentido de que al psicópata se le atribuye esa capacidad para
manipular al otro, como se decía clásicamente, hacerlo pensar, hacerlo
actuar, hacerlo sentir. Si lo queremos decir en términos más psicoana-
líticos, el psicópata tiene la capacidad -ocupando el lugar del gran
P siqui atría

Otro- de m andar sobre el deseo y el goce del pequeño otro, y es eso lo


que permitiría -e n p arte- superponer el canalla lacaniano con lo que
clásicamente se refiere en términos de psicópata.
Esa es la posición canalla, pero hay otra referencia im portante y es
la posición perversa, que también se superpone con lo que habitual­
y p s i c oa ná l i s i s

mente se llama psicópata, que es la posición que implica dividir al


otro y hacer surgir la angustia. El sujeto dividido y la angustia con­
comitante.
Me parece interesante, porque es una perspectiva diferente que la
posición canalla en tanto ocupa el lugar del gran Otro en relación al
otro. Por el contrario, la posición perversa es la de objeto, el perverso
2

se posiciona com o objeto para hacer surgir en el cam po del Otro al 183
sujeto barrado cuya manifestación más evidente y cierta es la angustia.
En ese sentido, podríam os decir que cuando hablamos de psicó­
pata nos referim os un poco al canalla, pero también nos referimos a
lo que llam am os perverso, pero la distinción estructural se puede
hacer y es conveniente hacerla: ¿está en posición de gran Otro o en
posición d e objeto? Eso perm ite ubicar p or decir de alguna m anera el
lado perverso del psicópata o su lado canalla, que son diferentes.
Les voy a leer lo que dice Miller de la posición canalla. Esto se
encuentra en uno de los libros que están dirigidos a la opinión ilus­
trada que se llama La ternura de los terroristas, donde tom a una figura
paradigm ática de la época en el comienzo de los ataques suicidas a
los que ahora estam os acostum brados.
Miller dice que "el terrorista es un idealista, es un loco, no un
canalla", y cita a Lacan en su texto "Ciencia y verdad": "D e nuestra
posición de sujetos som os siempre responsables, llamen a eso terro­
rismo donde quieran".
C uando Miller define al canalla tom a un ejemplo extrem o, para­
digm ático, casi inigualable y del cual podem os aprender en tanto
aprendem os de los paradigm as: Stalin, el gran canalla. "Ningún
escrúpulo, ninguna decencia, sin vacilación, sin falta en ser, el hom ­
bre de acero, «1 perfecto canalla, intocable, cerrado sobre sí mismo, el
esplendor del canalla, su articular brillo maléfico proviene de que no
posee alteridad. El canalla -a c á introduce una cierta v ariació n - no
acepta al O tro con m ayúscula, él es el Otro con m ayúscula. Él no
tiene Otro con m ayúscula, no acepta a Otro con m ayúscula que no es
m ás que ficción -é l no es ninguna ficción-, ni a los pequeños otros
que no valen nada. N o se trata de narcisismo, porque a N arciso le
hace falta la escena del espectador. Tampoco podem os llam arlo cinis­
mo, elevada ascesis espiritual e higiénica... Fue un gran canalla pero
no fue un terrorista, porque el terrorista pone su vida en juego acep­
tando perderla por una significante ideal".
Evidentem ente podem os encontrar m uchos m ás canallas que
Stalin, pero para Miller es el paradigm a del canalla. Tenemos el gran
canalla com o tenemos la psicosis extraordinaria, pero también están
los pequeños canallas.

B ib liografía
DSM IV. Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales.
P sicopatí as

I acan , J. " R e s p u e s t a a u n o s e s t u d ia n t e s d e f ilo s o f ía s o b r e e l o b je to d e l p s i ­


c o a n á li s is " . In é d it o .
I a Ca n , J. Seminario El saber del psicoanalista. Inédito.
M ille r , J.-A. La ternura de los terroristas y otras cartas, EOL, Bs. As., 2001.
------ F h a r m a C O N 4 /5 , Instituto del Campo Freudiano, 1995/1996.
184
Conversación
I n t e r v e n c i ó n : Y o p e n s a b a q u e e n lo q u e e x p u s is te se v e c la ro q u e
estos su jeto s a ta c a n al la z o so cial, o sea, a ta c a n a los c u a tro d is c u rs o s .
A ta ca n al d is c u r s o d el am o ta m b ié n . En ese se n tid o p e n s a b a q u e h a y
que se r específico con el tem a respecto d e cóm o u b ic a r al c a n a lla o al
p sicó p ata, q u e n o se u b ic a n como g ra n Otro o como amo, sin o q u e e s
un a ta q u e ta m b ié n al d is c u rs o d e l amo.

I n t e r v e n c i ó n : En relación a la posición de la ironía. La diferencia


entre la ironía del esquizofrénico -q u e pone fuera de vigencia el dis­
curso es decir que descree que el ser pueda tener un fundam ento en
el significante- y la ironía del psicópata, ¿en qué se diferencia con la
del esquizofrénico si también está fuera del discurso?

N éstor Y e l l a t i : Y o n o p re te n d í d e c ir q u e el p s ic ó p a ta e s tu v ie r a
fu era d e d is c u rs o . E s cie rto lo q u e d e c ís re s p e c to d e la p o s ic ió n iró n i­
ca d el e sq u iz o fré n ic o , q u e a v e c e s se triv ia liz a c u a n d o se la p ie n s a e n
térm in o s d e q u e u tiliz a a lg ú n ju e g o d e le n g u a je e m p a r e n ta d o c o n lo
que se lla m a iro n ía , q u e es la iro n ía c u a n d o c o n siste - p r e c i s a m e n t e -
en cie rta u tiliz a c ió n d el le n g u aje, y n o se tra ta d e e so , e s s u p ro p ia
p osición e n ta n to e sq u iz o fré n ic o la q u e iro n iz a , a ta c a el fu n d a m e n to
del la z o so cia l, lo q u e im p lica m a n te n e r s e p o r fu e ra d e lo s d is c u rs o s .
Habría que hacer la diferencia porque com o vos decís el psicópa­
ta ataca pero lo hace de otra m anera. N o pretendí decir que el psicó­
pata también tuviera una posición irónica. Más bien hay que pensar­
lo como posición canalla o cínica. Es decir, lo que siempre se dijo del
psicópata es que pasa al acto, y hay que caracterizar de una m anera
más precisa de qué se trata la actuación psicopática, porque es el
punto en el que, precisamente, nosotros nos quedam os un poco en
ascuas cuando Lacan hace esa caracterización tan precisa del acting
P siquiatría

out, del pasaje al acto y del acto. Allí las personalidades de acción no
quedan incluidas, cualquier estructura puede caracterizarse desde la
perspectiva de si está produciendo un acting o si realizó un pasaje al
acto, pero en el cam po de lo que llam am os la psicopatía uno tiene
que precisar el carácter de lo que es el actuar. La psiquiatría y el psi­
y psicoanálisis

coanálisis no lacaniano han propuesto lo propio de ese actuar sin dis­


tinguirlo de la actividad motora, pero señalando que es sin afecto y
sin pensamiento.

A d r i a n a L u k a : Respecto del actuar del psicópata. En realidad,


muchas veces también incita al otro a actuar. Él queda bien y hace
2

actuar. Esto, m e parece que se verifica.


£
Después, quería recordar que la otra referencia de Lacan al cana­
lla está en "Televisión", donde dice que no hay que tom ar un canalla
en análisis, sobre todo si quiere o pretende ser analista, que lo único
que se puede conseguir es convertirlo en un bobo, o un tonto.
U na tercera cuestión, en varios de los casos que se presentaron acá
discutim os si se trataba de perversión o psicopatía, y m e parece que
hoy vos aclaraste un poco, que también tiene que ver con la posición.
Es desde donde tenemos que operar para decir de qué se trata.

M a r y P ir r o n e : Estoy de acuerdo contigo pero yo no creo que esté


fuera de discurso, creo que trata de cuestionar y tam bién socavar, no
solo al Otro sino a los distintos discursos.
Recordando la conferencia que dio C. Soler, pensaba en torno a
otra cosa que ella también decía y que tiene que ver con algo que
decía A driana recién: no solo que el psicópata actúa sino que también
hace actuar. El otro día, en una supervisión de un caso de un psicó­
pata en Lanús, y tratando de ubicar si había ahí síntom a o no, lo que
situábam os era el hacerse: el hacerse internar, el hacerse pegar, el
hacerse m altratar. Entonces lo pensaba com o una form a de satisfac­
ción de la pulsión. El neurótico tiene su m étodo sustitutivo de satis­
facción de la pulsión que es su síntoma, es com o si el psicópata atra­
vesara la cuestión sintomática.
También me hacía recordar algo en tom o al perverso, cuando
Lacan, en "Subversión del sujeto...", dice que no es que el perverso
esté por fuera del deseo, es la lógica del deseo y la prohibición. Lo
que hace es tratar de transgredirla. H ay algo de esto, m e parece, para
m í está consolidado el gran Otro en el psicópata o en el canalla, el
tem a es que trata continuamente de socavarlo. Me gustó lo de TOP,
oposición y provocación, está tan pendiente del gran Otro que conti­
nuam ente se tiene que oponer y provocarlo.

N éstor Y e l l a t i : A continuación Catalina Bordón v a a com entar su


caso.
Psicopatías
Un espectador solitario
C a t a l in a B o r d ó n

E stab a p e n s a n d o m ie n tra s h a b la b a s q u e, ju s ta m e n te , el c a s o q u e
v oy a p re s e n ta r n o e s e s p e c ia lm e n te u n ca s o q u e h a g a h u e lg a d el
falo.
A mí me gustó, antes de em pezar a leer el material, cóm o el depar­
tamento difundió el caso vía mail y los afiches porque pusieron: caso
clínico. "U na perversión ordinaria". Y me pareció un concepto inno­
vador que habría que investigar pero, en este sentido, lo que sí puedo
adelantarles es que efectivamente no se trata de una perversión
extraordinaria, pero que sí lo podríam os pensar com o perversión
ordinaria.
Otra cuestión antes de la lectura es que no se trata de un caso clí­
nico sino de un material clínico, diferencio esto porque acá hay un
tiempo, hay un inicio, hay una trayectoria y hay un cierre de ciclo.
Esto es im portante porque, en todo caso, también me gustaría abrir a
la discusión cuáles fueron las consecuencias de este trayecto para
este sujeto, de este tiempo para este sujeto.
Lo llamé "Giros del goce, un espectador solitario".
P siquiatría

M. concurre a la institución donde yo trabajo derivado por su


obra social, hace tres años atrás, con varias interrupciones.
En aquel momento, al inicio, su mujer consulta en la m ism a insti­
tución por crisis de angustia. La extrem a sensibilidad de ella, llantos
inmotivados que nadie logra apaciguar, lo coloca a él com o causa de
y

esa sensibilidad. Él cree eso. El se define com o siendo "el que explo­
psicoanálisis

ta", muy nervioso, impulsivo, "m e descontrolo". Dice que quiere fre­
narse más.
Viene, entonces, por la pareja. Conviven hace cuatro años y llevan
seis meses de casados. Sin em bargo, relata, que es el m om ento de su
vida en el que quiere evaluar lo que le pasa y ahí com ienzan una serie
2

de entrevistas donde él va relatando todo este escenario.


Su vida, dice él, fue cambiando m uy aceleradam ente. Se casa a los
J9 años. De ese matrim onio nace un hijo. Su separación la ubica a
partir de infidelidades propias y recurrentes, com o así tam bién deu­
das económ icas que le resultan m uy difíciles de abordar y que aún,
cuatro años después, sigue pagando.
Se va instalando en el tiempo una lógica, en el transcurso de las
entrevistas, en relación a lo que él concluye diciendo: "M i vida es una
deuda, trabajo de más, m uchas horas para pagarlas". Este circuito
tiene que v er con com pras compulsivas, ir a un shopping y gastar
sabiendo que gasta m ás de lo que puede pagar, con lo cual, esto hace
que se endeude con las tarjetas de crédito. Le pide ese dinero a algu­
na gente y, por lo tanto, esto lo lleva a trabajar m ás para pagar eso
que "nu n ca term ina de pagar".
Su trabajo conlleva el rasgo de su m odo particular de establecer el
lazo, el taxi está relacionado con lo inmediato: dinero todos los días.
El trayecto es un circuito libre: ir por donde quiere. El dominio: del
tiem po y del dinero. La soledad: condición de goce com o verem os
m ás adelante.
Dos contingencias de su vida m arcan en él un límite posible, su
freno. La prim era sucede en la cuarta entrevista, se trata de la inter­
nación de su padre. Se refiere a él com o violento, alcohólico, llegaba
al punto de la violencia física con su m adre. Relata su historia olvi­
dada: "Mi m adre trabajaba com o em pleada en la casa de él, y él deci­
de irse al su r", refiriéndose a su padre biológico. "M i m adre conoce
a mi padre estando em barazada de m í" -a q u í se trata del padre
ad op tiva-. "Él me dio su apellido". Dos años después nace su her­
m ano: "P ara mi padre, él siempre fue su hijo, éram os una familia
m uy humilde, tuve que trabajar a los doce años".
Es ese el m om ento en que confiesa aquel que fue el secreto de
toda su vida, poniendo a ese secreto en el lugar de causa de su goce
actual: a los trece años, un cliente del com ercio donde trabajaba lo
violó; al principio fue una escena violenta, pero luego gozosa, que
p erduró en el tiempo. Dura varios años de su vida. Intenta, a partir
de allí, relaciones del tipo homosexual, pero se define por las muje-
m s. A los 19 años se casa. Las infidelidades referidas a su prim era
esposa siempre fueron con mujeres. Luego de la separación con ella
y de encontrar su actual trabajo, una nueva m odalidad de goce se
instala en M.: cines pornográficos. Su actual trabajo es el taxi.
Psico patías

Concurre en ese tiempo de las entrevistas asiduam ente a los cines,


relata que se le aparece la idea estando en el taxi. La idea se im pone
y no puede frenarla. Es el m om ento en que se aísla: "N adie puede
encontrarm e, apago el celular y nadie sabe donde estoy". Es en los
188 cines en los que, algunas veces, arm a encuentros hom osexuales. Allí
se le acercan otros hom bres en busca de contacto físico, pero m uchas
veces él los rechaza.
Su m odo habitual es el m asturbatorio y no soporta/ en ese
momento, que nadie se le acerque a su asiento, ni que le hablen.
Circula entonces por los asientos del cine escapando de los que se le
van sentando: "Tiene que ser en soledad". Ese es para él m om ento de
pleno goce. El cine funciona para M. como su auto clausura, su for­
taleza. U n refugio, sustraerse del cam po del Otro. Porque adem ás
esta era la condición, que nadie lo fuera a encontrar.
Se le presentifica, entonces, com o lo que no anda y lo que perm a­
nece fuera de su control, aunque había intentado dominarlo.
Al principio, su intento de dominación había pasado por el arm a­
do de un nuevo m atrim onio; dice que con su actual mujer tiene m uy
b u en as relaciones sexuales y que incluyen las prácticas m asturbato­
rias, y m uchas veces, refiere que ha tratado de aum entar las frecuen­
cia de esas relaciones sexuales para evitar ir al cine, pero no le ha
dado resultado: la idea se im pone y ya.
Luego, un nuevo intento de dominación por la vía de la religión;
le resultaba incompatible pero aún así inevitable.
El tiempo de las entrevistas transcurre. Las intervenciones apun­
taban a desconsistir al Otro y a instalar una pregunta en torno al
modo particular de goce; ahí donde el neurótico arm a una pregunta
es porque el sujeto no se entrega por completo a ese goce. Y ese fue
un trabajo decidido para él en el tiempo de ese análisis.
Con el tiempo yo no trataba de dom inar con artificios o intercep­
tar aquello que denom inaba com o sus escapadas al cine.
En la m edida en que se va delimitando Otro barrado para M.,
unido a los avatares de su vida -la m uerte del padre, cuestiones del
orden de "m i padre hizo lo que pudo", la m udanza de él a la casa de
la madre donde em pieza a haber en la madre signos claros de psico­
sis como alucinaciones francas, aunque él lo refiere com o "esa mujer -o
no está bien de la cabeza", cam bios de trabajo, el poder situar lo de o
su mujer com o algo que le concierne a ella, la caída de una im agen en p
relación a una m adrina de confirmación, e tc .- el cine va cayendo, ya 3
no es el m ismo goce y por lo tanto va disminuyendo la frecuencia. >
Dos años después, segunda contingencia. Sale un día del cine y lo -<
para la policía, lo lleva a un interrogatorio, algo grave pasa en ese 5
lugar aunque no le dicen qué. Lo dejan dem orado, lo tratan com o un 9
delincuente -lo dice é l- y le preguntan por qué se m ovía tanto aden- ^
tro del cine. C ám aras lo filmaban. Le piden las pertenencias. A sí lar-
gas horas hasta que le dicen que se vaya pero que nunca m ás vuelva S
a pisar ese lugar. Se lo dice aquel policía que tiene un discurso m ás M
paterno. Había dos, como siempre, uno era el bueno y el otro el m alo. J s 9
El m alo era realm ente terrible: "Qué hacías ahí, estás casado, sos un
pajero de m ierda, qué carajo estabas haciendo, y encim a saltando de
butaca en b utaca". Le devuelven todo cuando se va: "A ndate, anda-
te, no te querem os ver m ás", y se quedan con la alianza. Éste es el
corte para él, el límite último a este recorrido y el cine, efectivamen­
te, cae.
Les com ento algo más. Las obras sociales tienen un tiempo de
atención institucional, está por finalizar ese tiem po de su cobertura
social y M. decide no continuar. Hasta que ocurre el m om ento del
corte no había vuelto a concurrir al cine, pero yo concluí el trabajo
tam bién con esta pregunta: "¿U n nuevo giro del goce se abrirá para
él?".

NÉSTOR Y e lla t i : El com entario lo iba a hacer hoy Silvia Vogel pero
no pudo venir por inconvenientes personales, por lo que voy a seguir
en la m esa y a decir un par de cosas respecto del caso.
Me resultó de lo m ás agradable que hayas leído en el anuncio que
nosotros hacem os vía mail y cartel la referencia a tu caso com o pre­
gunta, pero en términos de perversión ordinaria, porque en realidad
no es casual. Me gustó, adem ás, porque si el significante tiene efectos
es porque refleja algo de la clínica, refleja algo de la práctica. ¿A qué
apunta eso?, evidentem ente responde al m odelo que viene de la psi­
cosis y la caracterización que hace Miller de la psicosis en tanto extra­
ordinarias y ordinarias.
Al respecto debo decir que no sabemos m uy bien qué es porque
no logram os ponem os de acuerdo. Cada vez que nos reunim os con
colegas y hablam os de psicosis ordinarias decim os cosas diferentes,
así que no hay m ucho acuerdo al respecto. De todas m aneras hay una
idea que me parece que puede ser verdaderam ente com partida sobre
la psicosis extraordinaria y cuyo paradigm a es Schreber; y esas
pequeñas psicosis que circulan por el m undo inadvertidas com o tales
y que en esa m edida se las llama ordinarias, que surgen en el cam po
de la clínica de m anera sorpresiva y que no im piden esa circulación
por el m undo, aunque con determ inadas restricciones. Me pareció
que en el cam po de la perversión se trata de lo m ismo, porque cuan­
do Lacan hizo una teoría de la perversión recurrió a la literatura, a
Sade y su obra, y ese es el perverso extraordinario.
¿Pero cóm o no concebir que están las pequeñas perversiones?,
raiLUKAI JAi

esas que p asan también m ás o menos desapercibidas salvo que se


tenga la m ala suerte de que caiga la policía en el lugar y m om ento
precisos.

10 I n t e r v e n c ió n : O d e e s ta r c o n s u lta n d o a u n a n a lista .
N ésto r Y Claro, tiene que darse esa condición. Lo cual no
e l l a t i:

quiere decir que h a y a que caracterizar a este sujeto com o perverso.


Me parece que es interesante abrir un poco la discusión en tom o
al rasgo p erverso, la perversión, si es que creem os que hay algo de
este orden. De to d a s m aneras creo que hay una determ inada prácti­
ca por parte del p acien te que no puede evitar y que aparece en deter­
minada co y u n tu ra vital, es una práctica fundam entalm ente m astur­
batoria que no h a ce e n cualquier lugar. Una pregunta que haría es si
las películas eran heterosexuales, homosexuales o de otro tipo.
Porque quizás iba a v e r fundam entalm ente películas pornográficas
homosexuales. E s in teresan te que el paciente no iba a buscar el lazo
al otro, no buscaba u n partenaire, es más, buscaba escaparse del parte-
naire. Esto hace s u rg ir fundam entalm ente la pregunta -q u e es la que
hace L acan - ¿cóm o p a s a r del autoerotismo al lazo al Otro? Es decir,
la posición fu n d a m e n ta ] parece ser autoerótica, y de lo que se trata es
de explicar por qué la ab an d o n a y cómo el sujeto logra elegir un par-
tenaire en relación al c u a l no va a haber relación sexual.
Este hom bre p a r e c e h ab er estado en esa coyuntura. Cóm o ceder
esa posición a u to e ró tic a . Y la pregunta que haría yo antes de darle la
palabra a los d e m á s e s a ce rc a de lo que contaste del episodio de la
policía, el trato que re c ib ió y si implicó un corte, porque se quedan
con el anillo. E v id e n te m e n te los policías no quieren hacer ninguna
interpretación, ni h a c e r u n acto, pero quizás lo produjeron. Se que­
dan con el anillo p o r q u e es de oro, pero para él tiene un valor sim­
bólico decisivo p o r q u e e s la alianza, es la relación al partenaire.
Entonces tenem os o la m a stu rb ació n o el lazo, y lo que hace la poli­
cía es quedarse co n e l s ím b o lo de ese lazo.
Sería interesante q u e v o s digas qué efecto produjo eso, si es que lo
produjo.

I n t e r v e n c ió n : M e p a r e c e interesante la diferencia que hace


Catalina Bordón r e s p e c t o d e lo que ella llama un caso clínico y un o
material clínico, y c r e o q u e , efectivam ente, sitúa la cuestión del lado 5
de si hay tratam ien to b a j o transferencia o no. La cuestión de la clíni- »
ca ahí donde lla m a m o s u n c a s o , me parece que tiene que ver con que >
si hay intervención y s i H a y este lazo particular que instala el discur- -<
so analítico, y si h a y p a s a j e d e discurso. La pregunta es, si decir un 3
material y decir u n c a s o a lu d e a esta cuestión transferencial. Si hay g
alg ° que ha p o d id o s e r san cion ad o com o una intervención bajo ^
transferencia.
La otra cuestión e s r e s p e c t o de la hom osexualidad y la heterose- £
xualidad de él. P o r q u e p a r e c e que el encuentro hom osexual de la
infancia es un e n c u e n t r o re ch a z a d o pero aceptado, hay com o esta 191
doble cuestión, donde está violado pero busca después encuentros
hom osexuales. Y algo de esto parece reproducirse en el cine, porque
allí él busca estar solo pero hay encuentros hom osexuales. Sí hay
encuentros casuales. H ay como cierta reproducción de esto a lo que
se escapa y a lo que se acerca.
Y después m e preguntaba por el estatuto del Otro en la escena
final. El que se queda con la alianza, ¿qué estatuto tiene este Otro por
fuera de lo imaginario que termina produciendo un corte?

G l o r ia A k s m a n : N éstor Yellati planteaba m uy sutilmente si se tra­


taba o no de una perversión o si era un rasgo perverso, tam bién podí­
am os pensar si no es un neurótico obsesivo, donde hay algo de ape­
lación al padre. Lo digo para poner en juego esta cuestión que me
pareció m uy bien subrayada: “el más padre". Porque ahí hay algo del
orden del padre que hace corte.

A d r i a n a L u k a : Sí, m e parece que es un neurótico con una m oda­


lidad de goce. Me pareció m uy bien el térm ino que usas, porque no
son m ás que m odalidades de goce. Ahora, la cuestión es que, en la
segunda m odalidad de goce que él trae, hay toda una escena. Esta es
la diferencia. La escena del cine tiene condición, eso hace condición
del goce en él. Entonces ahí podem os hablar de un rasgo de perver­
sión, porque está bien circunscrito a determ inada escena. En cuanto
a su goce, es un goce m asturbatorio fálico, totalm ente claro y descri­
to por Lacan com o autoerótico. Pero a m í me interesa rem arcar la
cuestión de la escena: es m irando una pantalla que es una ventana,
podem os decir que hay algo fantasmático ahí que se juega, y en
donde es condición de goce. Es com o la actuación de un fantasm a. Y
es algo que venim os discutiendo bastante en el módulo, acerca del
tem a de perversidades, porque me parece que acá es totalm ente dis­
tinta una de las m odalidades de goce de la otra.

A d r i á n S c h e i n k e s t e l : Esta cuestión de qué fue lo que produjo el


corte a esta continuidad gozosa en la que él estaba incluido, ¿qué fue
lo que hizo corte, si es que en realidad lo hubo? En ese sentido, me
parece que hay algo de esta sorpresa desagradable de que ahí donde
él se supone dueño de la escena y de donde él maneja todos los hilos
—esté en el balcón o en la tribuna- de pronto bruscamente se encuen­
Psicopatías

tra situado en el centro de la escena donde está siendo visto. A hí me


parece que se produce una fractura en ese punto. Me hizo acordar a
una película llamada Match Point, de W oody Alien, donde está plan-
__ teada la cuestión del azar: si la pelotita de tenis cae de un lado o del
192 o tro d el c a m p o d e ju e g o , si p a s a la re d o n o la p a sa , fin a lm e n te la e sce -
na e s tá reproducida justam ente -d eb e haber sido mi enlace incons­
ciente- con que esa pelotita está reem plazada en el final por una alian­
za, en donde el hecho de que esa alianza no haya ido a parar a donde
se suponía, es recogida por un ladrón en el río, y hay toda una situa­
ción que lleva al sujeto a no ser investigado. Hay algo azaroso.
Se podría pensar qué hubiese pasado si esto no hubiera sucedido.
En realidad, si no hubiera sido esto sería otra cosa, eso está en el pro­
g r a m a m ism o. La película, lo que claramente m uestra, es que caiga
donde caiga la pelotita las cosas siguen igual, no hay una cuestión de
azar. Se ve en la película cóm o sigue la vida de este sujeto: todo sigue
igual. H ay un determ inism o.
En ese sentido quería ver si se podía aplicar esto. Si eso que lla­
mamos azar no es, m ás bien, objeto de un determinismo m uy rígido
o program ado.

I n t e r v e n c ió n : Estoy totalm ente de acuerdo de que se constituye


ahí una escena, y m e parece que se complem entan los com entarios de
Adriana y el de Adrián, porque en esa escena donde él hace las veces
de voyeurista -p o rq u e es un goce voyeurista- hay que ver que si se
completa la m ism a se nota que viene con la interrupción del otro, es
decir, no es solam ente ver sino también ser visto. Y él produce esa
escena en un lugar donde es perm anentem ente interrum pido por
tipos que van a buscar el contacto hom osexual y que, generalm ente,
él rechaza. Pero se produce una escena final, m ucho m ás contunden­
te en ese sentido, que es la irrupción de la policía y todo lo dem ás. Si
tomamos la escena voyeur clásica -q u e es la que tom a Lacan de
Sartre- del sujeto m irando por el ojo de la cerradura, la pregunta es
cuándo se presentifica el objeto m irada, que es a lo que tenemos que
tratar de responder cuando hablamos del goce voyeur, la presentifi-
cación de la m irada se da en el m omento en que el sujeto escucha un
ruido que le dem uestra que está siendo visto, que él es observado en -a
su acto a través del m irar por el ojo de la cerradura. La escena com - o
pleta es esa: m irar por el ojo de la cerradura la escena erótica, pero al f
mismo tiempo, la aparición de otro que presentifica el objeto a m ira- 3
da y constituye esa escena en tanto escena voyeur. >
-<
C a ta lin a B o r d ó n : En principio, lo que voy a decir es sobre lo que 5
yo llamo esta segunda contingencia, porque es algo que le viene 9
desde fuera. Si él no hubiera estado en este tiempo de su tratam ien- |
to lo hubiera dejado arrasado. En este tiempo de tratam iento donde
el trabajo era a partir de las intervenciones puntuales de hacer des- £
consistir al Otro, hubiéramos vuelto -e s una hipótesis porque el NJ
paciente deja de v e n ir- al primer tiempo de la escena gozosa de Otro TíjT
gozador, porque todo lo que él arm a es para sustraerse de ese campo.
Si esta escena de los policías hubiera entrado por la vía de Otro
gozador, nuevam ente para él, podrían pasar dos cosas: o queda efec­
tivam ente en la actuación de un fantasm a en form a ya perm anente y
fijada, o queda realm ente arrasado. Porque en este prim er tiem po él
relata "fui violado y luego me gustó". Lo intrusivo del Otro, que es
la m ism a escena que con la policía: lo agarran en la calle y lo hum i­
llan. Lógicam ente estaba m uy angustiado, pero no estaba arrasado
por la situación.
Respecto de la alianza, fue m uy interesante, porque todo su pro­
blem a era qué le iba a contar a su esposa, porqué le faltaba la alian­
za. Dijo: "Le voy a tener que m entir".

I n t e r v e n c ió n : Creo que en cuanto a la estructura, es una neurosis


obsesiva con rasgos de perversión.

C a ta lin a B o r d ó n : El problema es que en la neurosis obsesiva con


rasgos de perversión, pueden quedar fijados allí. Es com o si la elec­
ción fuera entre el síntom a y el rasgo perverso, com o si todo el tiem­
po se estuvieran debatiendo. Com o bien decían, el síntom a es la sus­
titución, y en él estaba la cuestión de la deuda que no term inaba de
pagar. En este punto podría haberse fijado allí y no se qué m ás ingre­
dientes hubiera agregado.

I n t e r v e n c ió n : En la película que m encionaba A drián el sujeto, me


parece, es un psicópata. Lo podem os tom ar com o ejem plo de lo que
estábam os hablando antes. El es el gran Otro y ni el azar m odifica su
posición. Si cae de un lado o del otro la pelotita o la alianza, él sigue
siendo u n psicópata.

S ilvia F is h m a n : Estaba pensando en esto de hacer un diagnóstico


diferencial y pensar si ahí hay un rasgo perverso o u n a cuestión de
una neurosis obsesiva. Porque traías en el m aterial que en su segun­
do casam iento él lo utiliza com o un m odo de acotar ese plus de goce.
U na persona que hace operaciones para acotar ese goce está en una
posición distinta al que lo hace con otro grado de im punidad o que
se autoriza de eso. Y que aparte algo de lo sufriente aparece acá, y
que esto de endeudarse y joderse trabajando m ás p ara pag ar esa
Psicopatías

deuda, o de padecer con esto de term inar siem pre en los cines p o m o
y achacarse de esto, no jactarse.

C a ta lin a B o r d ó n : Sí, hay algo de lo sufriente en él, y de querer


194 intentar, todo el tiempo, dom inar algo de esto que no puede dominar.
I ntervención : L o c o m p u ls iv o e stá m u y cla ro en el r e c o r r id o q u e
vos h iciste , a lg o d e lo q u e n o p u e d e p a ra r: las d e u d a s , el tra b a jo , e tc .;
todo d el o r d e n d e lo co m p u ls iv o .

Intervención: Lo que a m í m e interesaba es que aparece la con­


tingencia del lado de la aparición de estos policías, pero que él la sig­
nifica de una m anera m uy particular, y que m e parece m uy intere­
sante para el diagnóstico: porque él dice "el m ás p adre", lo cual es
a b s o lu ta m e n te freudiano, porque aparece algo del orden del padre y
del complejo paterno com o en El hombre de las ratas, incluso con la
deuda. Esto es lo interesante, cóm o él significa esa contingencia, por­
que la contingencia, de hecho, podría haber sido cualquiera.

I ntervención : A m í m e p a re c e u n a n e u ro sis o b s e s iv a c o n ra s g o s
p e rv erso s, p e ro p a r a c o m e n ta r p o d ría m o s h a c e r d e to d o el c a s o la
elecció n d e o b jeto se x u a l d e u n su jeto q u e q u e d ó s u s p e n d id o p o r a lg o
del o rd e n d e lo tra u m á tic o . Él d e cid e la h e te ro s e x u a lid a d y se c a s a .
D ecisión y a cto , tien e u n a v id a e n d e u d a - " t o d a m i v id a e s u n a
d e u d a " - y d o n d e él trab aja p a ra tra ta r d e cu b rir e s o q u e lo p o n e s ie m ­
p re e n m e n o s e n re la ció n al v a lo r q u e h a y qu e te n e r p a ra . Y d e sp u é s
de h a b e r p a s a d o p o r el p a d re q u e le su s tra e alg o lo q u e te p re g u n ta es
"¿ q u é se le d ic e a u n a m u je r? " , c o n lo cu al n o sé si h a b ría m o tiv o s p a r a
se g u ir u n tra ta m ie n to , m á s allá d e q u e lo q u e se te rm in a so n lo s tie m ­
p o d e la o b ra so cial. Me p a re c e q u e e stá te rm in a d o el re c o rrid o .

I ntervención : Voy a retom ar la intervención de A driana que me


parece fundam ental, para diferenciar cuando hablam os de rasgo de
perversión, o de neurosis obsesiva. L a neurosis obsesiva tiene un fan­
tasma que es un rasgo de perversión, pero lo particular es que una
cosa es el rasgo de perversión fantasmático -c o n lo cual cada uno
elige partenaire- y esto de que necesita m ontar una escena. Por esto
P siquiatría

uno diría cuál es el estatuto por fuera de cualquier rasgo de perver­


sión propio del fantasma. El montaje de la escena m e parece lo parti­
cular de este sujeto.

I ntervención : Si me perm iten haré una asociación libre, un


y psicoanálisis

recuerdo. L a escena del cine tranquilamente puede ser pasada al


pasado y qué varón no se encontró alguna vez en una escena de un
baño en situación similar ante la posibilidad de ser descubierto en
alguna práctica de ese tipo. Que de pronto sea descubierto y que todo
eso devenga en angustia m e parece -incluso con el efecto de que esa
2

práctica cese por un tiem p o- que es la m anera m ás simple de leer la


escena.
I n t e r v e n c i ó n : Y o pensaba en el corte también. Me parece que ahí
hay algo del orden de cierto régimen de la angustia de castración en
juego. Prim ero que él rechaza los actos hom osexuales, y la otra cues­
tión es que es descubierto en esa práctica m asturbatoria y deja de
hacerlo. H ay algo de la angustia de castración que podríam os decir
que funcionó.
L a pregunta que quería hacerle a Catalina es por el saldo. ¿Qué
quedó de saldo del abuso que él tuvo en la infancia en el discurso de
él?, ¿eso estaba sintomatizado, estaba puesto en palabras? Porque esa
no es una escena de seducción sino algo m uy diferente.

C a ta lin a B o r d ó n : Yo lo situaba en relación al otro gozador, y un


goce que no se termina de anudar y que lo lleva perm anentem ente a
la búsqueda del dominio de, y pareciera ser que, cuanto m ás lo inten­
ta dominar, con más fuerza aparece. Ese es el tema.
Psicopatías

D r . A l f o n s o C a r o f il e

Pareciere que la agresión maligna no forma parte de la disposición


con la que el sujeto es arrojado al mundo. Esta se aprende lentamente en
los primeros años de la vida, estimulada por los ingredientes crueles del
medio social, hasta llegar a formar parte de los rasgos del carácter. Hoy
día estos sujetos son clasificados dentro de las "nuevas patologías". Esta
nueva patología es la "personalidad de nuestro tiempo", que ha encon­
trado en el DSM IV un fuerte apoyo descriptivo. Sin embargo, la impo­
sibilidad de un tratamiento "eficaz" (farmacológico, se entiende) hace
que cada vez más, se tienda a acotar los capítulos dedicados a los tras­
tornos de la personalidad en los nuevos manuales planetarios. El "tras­
torno de personalidad" se va centrando en una masa de marginalidad
flotante, de delincuentes con fuertes rasgos psicopáticos, "depredado­
res", casi en el sentido etológico, llamados personalidades antisociales.
Con dificultad se ubican en este rango los "psicópatas de cuello blanco",
de la criminología americana, que rara vez ingresan al circuito penal o
psiquiátrico. Los recientes casos muy resonantes relacionados según los
medios, con el narcotráfico son un paradigma de estos últimos. Desde
la clínica observamos personalidades antisociales, ingresados al circuito
a través de órdenes judiciales, nuevas formas de "norm alización" de la
postmodernidad. Estos sujetos llegan a establecer algún vínculo perm a­
P siquiatría

nente, en algunos casos con los profesionales de salud. Estos "neopa-


cientes", aun los más graves, observamos, tienen una curva vital en la
cual "naturalmente" realizan una mejoría conductal pasados los 40
años. Dejan de producir actos impulsivos-agresivos de una manera lla­
mativa: ¿efectos de la desvaída relación terapéutica, de la medicación o
y

de la natural maduración de la personalidad?


psicoanálisis

Decía Gabriel Deshaies, psiquiatra clásico francés, que conviene


conservar cierto rigor intelectual en estas cuestiones, con el fin de no
moralizar la psiquiatría ni psicologizar la vida. El hecho de que la psi­
copatía com o trastorno grave de la personalidad tenga u n a existencia
fáctica, sea una entidad nosológica, hace que deba describirse lo m ás
2

precisamente posible, buscar su etiología, su evolución y tratam iento.


S*
Lo que encontramos en el DSM IV, a través del Eje II de trastorno de
la personalidad, es una vulgarización, que implica cierta banalización
de la clínica y de la nosografía proveniente de las psiquiatrías alemanas
y francesas. El término viene de la psiquiatría alemana, una psiquiatría
de raigambre kantiana. Los franceses no hablaban de psicopatía; en el
último texto de la modernidad, que es el de Henri Ey, vemos que se
refiere a "desequilibrios de la personalidad". Ya diferenciamos por lo
menos dos campos. La cuestión de la personalidad antisocial no es muy
clara. ¿Qué relación tiene la personalidad antisocial con el término psi­
copatía? Pues en el DSM IV no figura el término psicopatía, sí los tras­
tornos de la personalidad del Eje II, introducidos por fuerte presión por
los psicólogos americanos. En la pelea política que hubo por los distin­
tos ejes, con respecto al Eje I no hubo discusión, pues todos los psiquia­
tras se pusieron de acuerdo. El Eje II es confuso y sus categorías total­
mente arbitrarias, pues han hecho desaparecer la neurosis histérica y la
neurosis obsesiva, pilares de la llamada Psicopatología dinámica. Vemos
que a veces se confunden conceptos. Por ejemplo: "personalidad de
acción" con "personalidad antisocial", tal como se ve en algunos textos.
Personalidad de acción: con rasgos del carácter impulsivos, no necesa­
riamente es una psicopatía. El invento proviene de los psiquiatras ame­
ricanos, sobre todo de Hervey Cleckley, fallecido recientemente, quien
publica en 1955 su The Mask of Insanity, donde afirma que las personas
con este trastorno están "aparentemente intactas, muestran un funcio­
namiento periférico excelente, pero con un déficit central o una incapa­
cidad expresada de tal modo que las capacidades... no pueden utilizar­
se consistentemente con fines sanos o prevenir conductas regularmente
autodestructivas y provocan otros resultados patológicos serios". La
personalidad antisocial se ordenaría en una serie de signos agrupados
de manera jerárquica construyendo un pretendido síndrome productor
de afectación social. Pues el DSM IV en su banalización de la clínica y de
la nosografía pretende justificarse en perfiles y escalas (cuantitativas)
que no agregan nada a la definición inicial. Aquí se olvidan totalmente
las estructuras subjetivas y se habla desde el punto de vista de la afec­
tación social. Por ejemplo: síndrome de la mujer golpeada, del hombre
bulímico, del jugador, etc. La conducta antisocial sería uno de estos sín­
dromes que tienen una serie de ítems (A, B, C, D, etc.) que de cumplir­
se en el 80% formarían el trastorno antisocial de la personalidad.
A hora bien, anteriorm ente la psiquiatría alem ana había construi­
P sicopatí as

do el term ino Personalidades Psicopáticas a través de la Escuela de


Heidelberg con su representante Kurt Schneider. Dice este autor que:
"Psicópatas son aquellas personas que sufren por su trastorno, pero
sobre todo aquellos que hacen sufrir a los dem ás". Definición ambi-
198 gua y dem asiado amplia. Kurt Schneider describe diez tipos de "p er­
sonalidades anorm ales", no patológicas, que aun se siguen usando
paradigm áticam ente en los peritajes judiciales. Su base es una tipo­
logía de tipo caracterológico asistemática. Allí figuran los asociales,
los psicópatas que cam inan sobre cadáveres. Dice Schneider: "Son
amorales, desalm ados, que no tienen en cuenta a los demás, im pul­
sivos, con carencia o con m uy pocos sentimientos de culpa o rem or­
dimiento; carentes de vergüenza, de compasión y de p udor".
Otros psicópatas, com unes a la m edicina forense, aparte de los
antisociales, son los "necesitados de estim ación" que deberían lla­
marse en realidad "afanosos de estim ación", pues necesitados somos
todos los seres hum anos... Son psicópatas clínicamente cercanos a las
c a r a c t e r o p a t í a s histéricas, a veces "pseudologos fantásticos", h íb r i­
dos -d ice K urt Schneider- de m entiras y autoengaños. También apa­
recen psicópatas anancásticos similares a los que llam aríam os hoy
neurosis obsesivas o trastorno obsesivo com pulsivo según el DSMIV.
Completan esta descripción caracterológica los m itóm anos, descrip-
tos m agistralm ente por Dupré, que incurren en denunciánim o, habi­
tuales bebedores de alcohol y propensos al igual que los psicópatas
"poiquiloterm os" a las "m alas influencias" del ambiente.
El térm ino poiquilotermo alude a aquellos anim ales que cam bian
la tem peratura corporal según la tem peratura del m edio natural.
Otros son explosivos, propensos a las reacciones prim itivas, por
ejemplo: actos en corto circuito ante una m ínima ofensa, y también
los hay hipom aníacos, fanáticos, y de carácter som brío y m alhum o­
rado. Esta clasificación pintoresca, todavía usada en el m undo foren­
se, parte de la idea de la existencia de una personalidad normal,
medida estadísticam ente y diferenciada de la personalidad anormal,
no necesariam ente patológica. Aquí ya debemos contrastar una
noción de persona o personalidad derivada del psicoanálisis en
correlación con modelos antropológicos y lingüísticos que se afirman
en la oposición significante, con otros psicológicos-psiquiátricos fun­
P siquiatría

dados en el individuo com o referente empírico.


Para la escuela francesa la clínica también indica la presencia de
anomalías de tipo caracterológico, desequilibrados, los llama Henri Ey.
Para Deniker uno de los inventores de los psicofárm acos: "L a psi­
copatía no es una psicosis, ni u n a presicosis ni una neurosis y en caso
y psicoanálisis

de complicaciones, aparecen ráfagas delirantes polimorfas, crisis de


depresión, excitación o cuadros confusionales".
Para Henri Ey las enferm edades mentales serían crónicas o agu­
das, del ser o de la conciencia. Estos pacientes caracterópatas cróni­
cos presentarían episodios agudos que deberían ser diferenciados de
las estructuras psicóticas. A quí el diagnóstico diferencial se hace
2

imprescindible.
§>
Com o vem os la cuestión de las personalidades anorm ales se
rem onta m uy atrás en la historia. Recordem os que el psicoanálisis
puso en cuestión la m ism a noción de personalidad. L acan afirma: "El
sujeto prom ovido por el discurso freudiano, no es ese sujeto unifica­
do e integrado de la personalidad: es el sujeto del síntom a, está divi­
d id o .... El inconsciente freudiano escapa a este círculo de certeza en
el que el hom bre se reconoce com o y o ".
Sin em bargo ya en 1835, Pritchard, m édico inglés, se ve compeli-
do, a causa de la necesariedad de explicitar ante la ley la conducta de
algunos sujetos que: "E n estas personas los principios m orales y acti­
vos de la m ente están fuertemente pervertidos o depravados, el
poder de autogobierno se ha perdido o está en gran m edida deterio­
rado, y se advierte que el individuo es incapaz, no de hablar y razo­
nar acerca de cualquier tem a que se le proponga, sino de conducirse
con decencia y decoro en los asuntos de la vida". Esta es la definición
de Pritchard, que en realidad no ha cam biado dem asiado.
Tomemos una viñeta clínica actual. Dice un sujeto exam inado en la
admisión del Hospital Borda: -"Yo no le voy a mentir vengo de penal
en penal... hice una caída y zafé una vez m ás... esta vez por robo agra­
vado... siempre nos ponem os de acuerdo con el abogado y zafo...".
En la historia clínica hay una larga carrera de prisionizado, desde
adolescente. En una oportunidad estando en admisión se le permitió
salir al parque y regresó al servicio alcoholizado, fumando un "porro"
y vociferante, y hubo que inyectarlo. Fuera de eso su estado mental y
la ausencia de enfermedad psiquiátrica de ingreso determinó que no se
le suministrara ningún plan de medicación. En la actualidad no está
m edicado ni se observan síntomas de productividad psicótica. Según
él: "Está a la espera de que el SEDRONAR le otorgue una vacante".
A quí no solo vem os un trasgresor sino también una trasgresión
legal a la que el Estado le responde. La ley penitenciaria contem pla un
"régim en de progresividad" para el tratam iento de los delincuentes,
pero no contem pla esto para los inimputables. De facto se usa el hos­
pital psiquiátrico civil, com o régimen de progresividad para inim pu-
tafcles. La iatrogenia hacia los enfermos mentales internados e iner­
m es y hacia el "psicópata" dominado por la defusión pulsional es
doble. Las patologías del acto, las patologías relacionadas con la falta
de control sobre los impulsos parecen extenderse. Junto al acto rápi­
do, hábil, sin dudas ni pensamientos, casi autom ático, aparece la falta
g |Psicopatías

de angustia del paciente, que es inyectada al partenaire o a los grupos


sociales depositarios. M uchos de estos pacientes vienen del circuito
penal (Unidad Penal Penitenciaria) y los clasificamos com o m argino-
patías o pseudopsicopatías. M arginados por estar excluidos de la rela­
ción económ ica, pero no excluidos de la lengua. Son seres parlantes y
tratamos de que sean escuchados. Sin embargo sus códigos son de
acción, de violencia, o m ás bien de agresión depredatoria. Contra ellos
aparecen políticas de "m an o dura" o de "gatillo fácil", tecnologías de
la violencia, que genera un círculo de violencia (esta violencia gira en
redondo, escribió Frantz Fanón en Los condenados de la tierra). Son víc­
timas de graves carencias, de privaciones afectivas y económicas, fal­
tos de lazo social. Solo les queda el cuerpo, sobre el que intentan
tatuar su historia, regresan a la biología, a la "nuda vida" de
Agamben, y sobre este cuerpo actúan las nuevas tecnologías, el bio-
poder (Foucault). El cuadro clínico está fuertemente atravesado por lo
social, por el pasaje de estos sujetos por reformatorios, cárceles y hos­
pitales psiquiátricos. Estos dejan trastornos sobre la personalidad vul­
nerable, m arcas profundas, tales com o cierta pasividad, regresión,
encanecimiento emocional, rigidez, facilitada para el pasaje al acto,
todo producto de la larga prisionización. Muchos nos hacen pensar en
las psicosis ordinarias, com o le dicen ahora a la estructura, aunque
esto de ordinaria suena a ordinariez y no nos agrada m ucho.
La deprivación, el parto en m alas condiciones sanitarias, la hipo-
nutrición, llevan a lesiones del sistem a nervioso central y esto al fenó­
meno im pulsivo-agresivo y al pasaje al acto. Según los forenses estos
pacientes tienen una imposibilidad de crítica sobre las consecuencias
de su acto y esto los lleva a com eter graves delitos, y a su vez,
muchas veces a ser segregados com o inimputables.
Hoy día, la imagenología, esa semiología "icónica" (Castilla del
Pino) y la neuropsicología, descubren lesiones funcionales im pensa­
bles con la clínica común, pero también hacen aum entar innecesaria­
mente el diagnóstico de "sim ulación" en una vuelta al m ás rancio
positivismo. El avance de la tecnociencia afirma el diagnóstico de
psicopatía secundaria. ¿Será la im pulsividad un m ero fenómeno de
la organicidad?
¿Será un trastorno del control de los impulsos, tal como lo refirió
P siquiatría

Aníbal Goldchuk en este espacio, la base de la psicopatía? ¿Cóm o


influye la prisionización y el m undo circundante en el destino de
estos in dividu os? A gregaríam os lo que m arca Lacan en su
"Introducción teórica a las funciones del psicoanálisis en criminolo­
gía" (1950), donde señala la trascendencia que adquieren para futu­
y psicoanálisis

ras conductas criminógenas del sujeto, fenómeno com o la apertura


("D ehiscencia") del grupo familiar en el seno de la sociedad en la
que... "L a autoridad que se le ha dejado al padre... se m uestra, de
hecho, cada vez m ás inestable, caduca, y las incidencias psicopatoló-
gicas de situación tales se deben relacionar tanto con la endebles de
las relaciones de grupo que le asegura al individuo, com o con la
2

ambivalencia, cada vez m ayor de su estructura".


Todas estas cuestiones nos invitan a pensar la dificultad de diag­
nóstico de la psicopatía, que no puede identificarse m ecánicam ente
con la estructura perversa. Nos queda el DSM IV y su llam ado al
diagnóstico conductual que olvida la estructura subjetiva. A través
de este m anual aparece la definición com o un com portam iento anti­
social m antenido en el tiempo. Ya no son síntomas, son signos de un
com portam iento desviado en el que cabe descartar otras patologías
com o las esquizofrenias, los trastornos afectivos, neurológicos o la
intoxicación por drogas. Esta conducta ha de provocar una reacción
social para que el sujeto sea tratado, castigado o puesto bajo vigilan­
cia. Si no se produce la reacción social, y si el sujeto es inofensivo,
excéntrico, extravagante o idealista apasionado, que no m olesta a
nadie, generalm ente elude los circuitos legales y psiquiátricos.
Vimos que el tratam iento de pacientes antisociales en el sistema
de Salud M ental es negativo. Básicamente por el rechazo que el equi­
po de salud tiene hacia el sujeto a causa de su persistente compulsión
a la conducta desviada. M uchos sujetos de estas características usan
el hospital psiquiátrico com o "aguantadero" para com eter delitos, y
abusan de otros pacientes frágiles com o los psicóticos, a los que usan
para transportar drogas produciendo continuas situaciones de con­
flictos. La m ejor respuesta sigue siendo el hospital psiquiátrico peni­
tenciario sobre todo durante sus "Pousses" y ráfagas delirantes, cua­
dros polim orfos descriptos por la psiquiatría clásica. Una vez yugu­
lado este cuadro deberían pasar a una institución interm edia no exis­
tente todavía. A lgunos países com o EE.U U ., China y Rusia han
resuelto el problem a de una m anera radical. Allí sufren la suerte
com ún de la delincuencia y sus acciones, aunque sean episódicas,
son penadas usando el m ism o código que a los otros prisionizados.
En este último año y medio estamos trabajando con una Comisión
dependiente del Ministerio de Justicia y Seguridad y DDHH para la
transform ación de la U nidad 20, que es una Unidad penitenciaria
para pacientes psicóticos. Llegam os a la conclusión m uy llam ativa de
que la U nidad 20 necesita transform arse en un espacio psiquiátrico.
Era anteriorm ente un lugar penal en el que solam ente se castigaba.
Pensam os que hay que transform arlo al estilo pineliano, en un espa­
cio de tratam iento de pacientes gravem ente perturbados. Tenemos
que hacer lo contrario de lo que hacem os en el hospital psiquiátrico,
que sería desm anicom ializar, despsiquiatrizar, etc. A cá habría que
Psicopatías

introducir un dispositivo psiquiátrico en el sistem a penal para poder


realizar alguna transform ación. Esto fue algo a lo que llegam os des­
pués de m uchos estudios y avatares, y en eso estam os con suerte
variada, pues la cooptación por parte de la institución total no es
202 p ara nosotros vina cuestión teórica.
III

El niño disocial
El niño que dorm ía parado

G im e n a B a r a n d e l a

A d r iá n S c h e in k e s t e l : Ya llevam os más de dos m eses de no ver-


nos luego de este largo receso de invierno.
Como saben estam os desplegando y trabajando el sem inario de
este año en relación al concepto de personalidad. "L a personalidad y
sus diagnósticos" o "Patologías de la personalidad".
Para hoy hem os anunciado una actividad que titulamos "El niño
disocial". Creo que es la prim era vez que vam os a tener una activi­
dad en el departam ento que se refiere a la práctica con niños. En este
caso un niño casi adolescente.
Habitualm ente hacem os una introducción teórica y luego hay un
segundo m om ento clínico, pero hoy vam os a anudar estos dos regis­
tros con un dispositivo distinto; primero van a presentar dos casos
clínicos M aría Eugenia Serrano y Gimena Barandela. Ellas desplie­
gan parte de su práctica en el Tobar García.
Por otro lado vam os a contar después con dos com entarios. U no
del sesgo de la psiquiatría a cargo de Paola Grabow, quien también
trabaja en el Tobar García, y su comentario va a ser en relación a los
casos, en particular sobre el trastorno disocial de la personalidad. Es
un diagnóstico que está en el DSM y que divide el tem a en trastorno
P siquiatría

antisocial de la personalidad para m ayores de 18 años, y trastorno


disocial de la personalidad para m enores de 18 años.
Y finalmente contam os con la presencia de Silvia Baudini, quien
va a hacer un segundo com entario de los casos. Ella estuvo presente
entre nosotros en un par de oportunidades.
y

Yo escribí unas líneas, a m anera de introducción, en relación a la


psicoanálisis

interfaz psiquiatría psicoanálisis: "El orden público y el orden priva­


do aparecen com o las condiciones previas a todo tratam iento posible
del goce en juego en dos sujetos, un niño y un adolescente. Ese orden
no se efectúa fuera de un discurso. La puesta en form a de los recur­
sos simbólicos precisan el m arco de la angustia y su tratam iento".
2

En prim er lugar le doy la palabra a Gimena Barandela.


G lM E N A B a r a n d e l a : Diego, de cuatro años, y su herm ana Sofía, de
cinco, llegan a la consulta de la m ano de Silvia, su abuela m aterna.
H ace ocho m eses que viven con sus abuelos ya que su padre está
preso y su m adre se declaró, en la carta que dejó junto con los niños,
incapaz de hacerse cargo de su cuidado. Ella trabajaba de noche y los
niños quedaban solos. Su abuela aclara: “Estaban solos y lo sabían".
N inguno de los dos niños estaba escolarizado, y am bos portan el
apellido m aterno ya que su padre estaba preso cuando nacieron.
En el caso de Diego, m otiva la consulta la inquietud perm anente,
la dificultad p ara cumplir consignas simples y el constante desafío de
las m ism as. Su inserción escolar fue difícil, "estaba com o un anima-
lito d escarriad o ".
Sofía siempre se encargó de cuidarlo, "estaban m uy pegoteados",
aclara su abuela y agrega: "Sofía hablaba por los dos".
Diego presenció el último arresto de su padre, y le cuenta a su
abuela que su papá era chorro, que se lo llevaron dos policías porque
robaba.
Silvia no duda de hacerse cargo del cuidado de sus nietos, sin
em bargo no deja de enunciar de diversas m aneras que estos niños
son un "paquete que le ha caído com o peludo de regalo".
A cepto a Diego en tratamiento. Los prim eros m eses lo traen a
cada entrevista con una suerte de parte diario que relata las fechorías
de este niño, siempre escrito en una cantidad de papeles: "Insultó a
la herm ana, no obedece, prende la estufa, corre cuando se lo llama,
cortó el m antel con una tijera". También hay inform es firm ados por
m aestras, directoras, psicólogas del gabinete escolar. En el jardín
empuja, pega, insulta a m aestras y com pañeros, no se queda sentado
ni para tom ar la merienda, se va de la sala sin perm iso.
De esos escritos se recortan situaciones que se repetían en casa, en
la escuela y, con sus variantes, en el consultorio.
Diego corre cuando lo llamo, corre para que lo persigamos, quiere
jugar al juego de la persecución. A la señora que lo cuida le pide:
"Juguem os al bebé Facundo", que es el nombre del hijo de esta señora.
A dem ás, toca aquello que no debe y que podría lastim arlo -c o m o
la estufa o la co cin a - y anuncia que su abuela no le perm ite hacer eso.
C ada vez que Diego llega a la institución todos nos enteram os. El
U lb U L lA L

habla indiscrim inadam ente con las recepcionistas, los pacientes de la


sala de espera, toca todo, salta por las escaleras, se m ete en los con­
sultorios. Sube al consultorio corriendo y se esconde debajo de un
banco. El prim er m om ento de cada encuentro debo buscarlo. Me
IMMMU

m uestro siem pre afligida ante la posibilidad de no encontrarlo.


En la prim era etapa del tratam iento se destaca la dificultad para
LL

)6 jugar. N o adm ite que los personajes hablen: "N o -d i c e - los autos no
hablan, eso lo dije yo", o "no, es un muñeco, él no lo hizo, esto lo hice
yo". Es imposible poner distancia y arm ar alguna ficción con estos
objetos. Luego, estos objetos pasan a ser m altratados, castigados, y me
impide que intervenga cuidándolos de sus ataques o me engaña para
que yo los entregue a su cuidado y luego los golpea. En ocasiones los
objetos son efectivamente dañados. Ese es el límite que pongo: "Si se
rompe ya no es juego, si nos lastim amos ya no estam os jugando".
Se inicia entonces un período de juegos m ás sostenido. Com ienza
a anticipar el final del encuentro, ya no saca todos los juguetes sino
que elige algunos para jugar ese día.
Diego y su herm ana ven a su m adre en form a irregular. Los abue­
los reclam an que ella vaya porque necesitan un descanso. A su vez,
en cada encuentro, verifican que Gabriela -m a m á de los ch ico s- no
sabe, o no quiere, o no puede cuidarlos.
No hay un lugar para Diego. El alojamiento en casa de los abuelos
es siempre transitorio, en el horizonte se vislumbra la posibilidad de
que vuelvan con su m adre y a su vez intuyen que esto no va a ocurrir.
Silvia, especialmente, se queja porque no puede disfrutarlos com o
abuela, y señalo que tam poco se decide a brindar los cuidados m ater­
nos.
Diego no dem ostraba ningún interés por actividades gráficas,
pero de a poco com ienza a utilizar la plastilina, m aterial sobre el que
deja distintas m arcas, y luego las tém peras, con las que dejó sus
manos grabadas en una hoja. Escribo su nombre, su edad, la fecha en
que las hicim os y propongo guardarlas. Por prim era vez en el con­
sultorio Diego accede a escribir su nom bre.
El tratam iento se torna discontinuo, no lo traen o llegan tarde, y
ya no lo trae su abuelo sino su tía Luciana. Cuando la veo por pri­
m era vez le pregunto si es la m am á y responde: "N o, ¡por Dios!".
Diego com ienza a decir algunas cosas sobre su m adre, habla de
ella y de M artín, su novio. Pregunto por su padre y me cuenta que
P siquiatría

está en la cárcel porque robó y que no lo extraña porque es m alo: "M e


pegaba cuando m e portaba mal y cuand o m e portaba bien tam bién".
Se inaugura un tiempo de robar. Diego se lleva del jardín m ateriales
de trabajo alegando que eran para su herm ana. Cuenta en sesión,
nuevam ente, que su padre robaba pero con la diferencia de que
y psicoanálisis

"robó para quedárselo él".


Pregunto por el nombre de su papá: Gastón. Señalo que él tam ­
bién lleva ese nombre ya que es su segundo nombre y contesta que
no, que ese es su apellido. Me pide que le m uestre en la historia clí­
nica dónde está escrito el nombre de su padre. Cuenta entonces un
extraño castigo que él le imponía: cuand o peleaba en la cam a con su
2

herm ana lo m andaba a dorm ir parado. ¿C óm o es dorm ido y parado? 207


Sus respuestas apuntan a relatar los m odos en que evadía tal castigo.
Roba nuevam ente, pero esta vez unas pajitas para que su tío le
enseñe a escupir papeles, y me pide que no cuente que él escupe
papeles.
C ada vez al term inar la sesión y bajar la escalera, Diego lo hace
pisando la parte más pequeña del escalón. Siempre al borde de caer.
C ada vez bajo tom ándolo de la m ano y recordándole que no perm i­
tiré que se lastim e y que si lo hace no tendré con quien jugar la sem a­
na próxim a y que eso m e entristecerá. Cada vez, él accede a bajar por
e l otro lado del escalón.
Diego term ina el preescolar. Ese verano su abuela m e inform a que
no van a visitar por un tiempo a su m am á, ya que cada fin de sem a­
na volvían "desorganizados" -a s í lo nom bra la ab u ela- y con lesio­
nes en el cuerpo. Algunas porque les pegaban y otras porque se las­
tim aban entre los herm anos y nadie lo impedía.
En m arzo de este año com ienza prim er grado. El prim er día de
clase regresa con el cabello cortado, no copia ninguna tarea en el cua­
derno, se va del aula, la celadora del m icro se niega a seguir lleván­
dolo ya que su conducta durante el viaje es peligrosa, porque se saca
el cinturón, abre las ventanillas, escupe a los autos. Silvia, la abuela,
es citada por la dirección de la escuela y se asienta en actas que Diego
se pone en riesgo y pone en riesgo a sus com pañeros. La m aestra
guarda com o prueba un pedazo de plato que se había roto en el
com edor y que Diego guardó en su bolsillo "p ara ser usado com o
arm a", según la m aestra, y "p ara m ostrarle a la m aestra que el plato
se rom pió", según Diego.
En sesión, m ientras jugam os una y otra vez a arm ar casas con los
bloques y recorridos entre ellas, Diego cuenta que su m adre es m ala
p«rque le hace m irar películas feas. Supervisión m ediante, señalo
q«e ella es m ala con él por m uchas cosas más.
A nuestro último encuentro viene con un m uñeco de una Tortuga
Nanja. Me cuenta que fue a com er y le dieron dos tortugas para que
elija y que cuando no veían se guardó una en la m ochila. Le digo
entonces: "ah , sos un chorro". Diego se sorprende y com ienza a
negar la historia que contó, diciendo que le perm itieron quedarse con
los dos, porque vieron que se la guardó y no dijeron nada. Le pre-
5 gunto dónde está la otra tortuga, "en casa, todavía en la bolsita arri-
o b a del escritorio". Señalo entonces que debe devolverla. Diego habla
Q d * su papá y retom a el relato del extraño castigo: "M e m andaba a
,§ d erm ir parado porque a Sofi y a m í nos gustaba quedarnos parados,
2 n© -s e co rrig e - hablando en la cam a". Cóm o se hace para dorm ir
lu parado: "C uando él no veía m e acostaba y dorm ía".
El joven de la ventanilla
M a r í a E u g e n ia S e r r a n o

Presentaré a continuación el recorte de un tratam iento breve, siete


m eses en total, concluido recientemente, y que se desarrolló en una
institución psicoanalítica dedicada a la atención de urgencias subjeti­
vas, que probablem ente conozcan y que se llama Pausa.
Una de las particularidades de este caso es que se trató de un tra­
tamiento escandido por una interrupción por parte del paciente y un
cambio de terapeuta luego de su reanudación. Este cambio fue por
una licencia de una terapeuta.
M antuve entrevistas con este joven en lo que podría llam ar la
segunda parte de su recorrido. Nuestros encuentros se desarrollaron
luego de tres m eses de trabajo con otro terapeuta y la interrupción
m encionada. Distingo en el m aterial tres elementos, tres pequeñas
piezas que no necesariam ente encajan, sino que por el contrario pare­
cen superponerse, modificarse unas a otras.
Tres pequeñas piezas que parecen funcionar m ás a la m anera de
calidoscopio que de un rom pecabezas. U na de ellas es la del desm o­
ronam iento, aparentem ente paulatino e im púdico, de la subjetividad
P siquiatría

m aterna. La otra contiene la severidad del padre que oculta burda­


mente su im potencia para velar, aunque m ás no sea un poco, ese des­
m oronam iento. P or último, la pieza que encarna el joven de la ven­
tanilla, un joven algo decidido a quedarse capturado en la celda de
sus síntom as y de su goce evitándose, así, el encuentro con las pro­
y

blemáticas propias de su edad.


psicoanálisis

L., de catorce años, es traído a la consulta por su padre. Éste seña­


la que su hijo le está arruinando la vida. Habla de las dificultades del
joven pero principalmente lo que él nom bra com o "las m entiras de
su hijo". Concluye: "L. es un delincuente, oculta desde chico, miente,
roba, m anipula. Es un lobo vestido de cordero. ¿Qué hay que hacer?,
2

¿Encerrarlo en un instituto, llamar a la policía?".


Este joven roba pequeños objetos desde sus ocho o nueve años de
edad, pero cad a vez deja sus marcas, sus pistas, no es prolijo. El auti-
to de colección, el minúsculo reproductor de m p3, el m oderno celular,
siempre quedan relucientes a la vista. Siempre cuenta las m ism as fic­
ciones sobre el origen del objeto brilloso, "eso es mío, me lo prestaron,
m e lo encontré en el aula". Siempre el m ism o policía que descubre
finalmente al atorm entado ladrón, siempre la m ism a confesión repe­
tida. "N o pude controlarme, me tenté". Siempre el m ism o calabozo.
L. no solo oculta m al pequeños objetos sino tam bién algunas ver­
dades. Exám enes desaprobados, incidentes escolares, inventa una y
otra vez torpes ficciones que term inan siendo descubiertas y severa­
m ente castigadas.
Este sujeto parece jugar a un poliladron sin suspenso con su padre
m ientras am bos, por otra parte, disfrutan en sus respectivos encie­
rros de novelas policiales. Los dos son bastante fanáticos de este tipo
de novelas.
Durante los prim eros m eses de tratam iento, antes de la interrup­
ción, él expresa su dificultad para dirigirse a su padre en particular y
a los adultos en general. Con respecto a su padre señala: "N o puedo
decirle la v e rd a d ". Habla del tem or que siente hacia él, de su rigidez,
de su m altrato. Com enta: "M i papá dice cosas que duelen". Habla a
su vez de su padre com o hijo, de la severidad de su abuelo paterno,
de que su padre estuvo internado de niño en un colegio pupilo y de
que lo m andaron a trabajar a los catorce años.
Desliza la hipótesis de que la severidad de su padre para con él
está en íntim a relación con la de su abuelo para con su padre.
Por otra parte, ya en los finales de su tratam iento, conversará con
gran interés de una gran colección de soldaditos de plom o de su
abuelo paterno. Colección celosamente custodiada, que "se m ira
pero no se toca", según su frase. Colección de la que su padre
com ienza a sustraer piezas para vender, una por una, cuando este
abuelo enferm a gravem ente y no puede darse cuenta.
L. despliega, también en los inicios, algunas coordenadas familia­
res. Cuenta que sus padres se separan a sus siete m eses de vida y que
vive con su m adre hasta los doce años de edad. Tiene, por p arte de
su m adre, dos m edias herm anas m enores que él y, por parte de su
disocial

padre, un m edio herm ano también m ás pequeño.


Desde los siete m eses hasta los doce años de edad m antiene un
contacto asiduo con su padre, pasa con él y su nueva esposa la m ayor
parte de los fines de sem ana y también las vacaciones.
E l niño

De lo que es posible reconstruir de sus escasos dichos, asiste,


observa y m ira desde m uy pequeño la historia de consum o de dro-
210 g as y prom iscuidad de su m adre. Historia que encuentra su expre­
sión literal en una serie de m udanzas cada vez m ás al límite de la
civilización, instalándose en una casilla de una villa de la zona sur de
la Ciudad de Buenos Aires, teniendo com o límites un descam pado,
la nada y el río.
L. pasa un a sola noche en la villa con su m adre y sus herm anas,
dice que no durm ió bien esa noche, que todo lo im pactaba. Al día
siguiente, su padre lo retira de un cumpleaños y le inform a que ya no
vivirá con ellas, que a partir de esa tarde así, con lo puesto, vivirá con
él en un departam ento de un barrio cualquiera de la ciudad. L. seña­
la, "m e m udé con mi papá y em pezó otra etapa, se acabó la infancia".
Cuando inicia el tratam iento en Pausa tenía escaso contacto con su
familia m aterna. N om brar siquiera a su madre, pero más especial­
mente a su m edia herm ana, dos años menor que él, le provocaba una
intensa angustia.
En el transcurso de las entrevistas vuelve a visitar a su m adre una
vez por sem ana; la prim era vez lo acompaña su papá y luego lo hace
solo. Paralelamente, su trabajo en el tratamiento en torno a la relación
con su padre -sob re todo el tem a del temor que se trató en la prim era
parte del tratam ien to- sosegó la rudeza paterna y limitaron las m en­
tiras y los robos. Conozco a L. en este punto de su recorrido. Habían
pasado las vacaciones de verano, continuaba en contacto con su
madre y había m ejorado el vínculo con su padre, a pesar de que había
sido inevitable que repitiera de año y que lo cambiaran de escuela.
Desde nuestros prim eros encuentros me llama la atención su sigi­
lo, su aspecto aniñado, su extrem a timidez y también la em ergencia
de una intensa angustia cuando habla de las visitas a su m adre. Su
apariencia, de un extrem o desam paro, se yuxtaponía paradójicam en­
te con los dichos de su padre acerca de sus actos delictivos.
Refiere en una prim era entrevista conmigo que consultó porque le
iba m al en el colegio y que no sabía cómo decírselo a su papá, y que
entonces se lo ocultaba. R etom a la cuestión del miedo y m anifiesta
P siquiatría

que las cosas con él han m ejorado, sin embargo, lo que le preocupa
ahora es la situación de su m adre y su deseo de verla m ás veces por
semana.
Interrogado, en esta prim era entrevista, por lo que hace durante
los viajes de su casa a la casa m aterna -tiene que tom ar tres colecti­
y
psicoanálisis

vos porque es un viaje de m ás de dos h o ra s- el efecto es de sorpresa


inicialmente, luego la respuesta es "nada, miro por la ventanilla",
para concluir con un llanto incontenible.
Su frase y la angustia posterior me hacen pensar que se encuentra
detenido en la observación de la escena materna, que nada aún ha
2

puesto tope a una m irad a obscena que, por otra parte, retiene su inte­
rés y le sirve de excusa p a ra no hacer lazo con otros de su edad.
£
A partir de aquí se trabajará con lo poco que él puede decir sobre
lo que ve, y le solicito que dibuje planos del lugar donde su madre
vive. Planos que luego junto y que con él escribo sus referencias. La
prim era casa de su m adre, la segunda, la tercera, el río, el descam pa­
do, la zona m ás peligrosa, la parada de colectivo, etc. Paralelamente
expresa un pedido que le hace a su padre y al que éste se niega a
acceder: L. quiere quedarse a dormir allí con su madre. Exijo que dé
sus razones de este pedido y minimizo su explicación de querer que­
darse m ás tiem po allí, y concluyo: "m ás no es m ejor". Finalmente
dirá: "Le pido eso porque sé que me va a decir que no".
Estas entrevistas se ven intercaladas por los prim eros relatos tími­
dos acerca de fiestas de quince y elecciones de representantes estu­
diantiles de la escuela. Finalmente, un episodio escolar confuso con
una preceptora exige que asista al día siguiente con su padre a la
escuela. Lo oculta una serie de días, falta al colegio y se queda duran­
te horas jugando en un cyber, y tam poco asiste a su tratam iento. El
padre se entera por un llam ado de la vicerrectora. L. dirá: "A h ora no
puedo salir del cuarto, me parece bien que no m e deje". Sus m enti­
ras, sus ocultam ientos, ¿son llamados dirigidos al padre para que
intervenga?
M antengo por prim era vez una entrevista con el padre del joven.
Se trabaja con él la necesidad de que L. asista acom pañado a ver a su
m adre, alguien que vele, aunque m ás no sea, esos traslados. El padre
accede, con gran dificultad, a ir a buscarlo y a h acer juntos el viaje de
vuelta luego de estas visitas.
L. puede, después de esta intervención que pareció aliviarlo,
hablar no solo del tem or al padre, sino de lo que L. enuncia com o su
necesidad de llam ar su atención. Ubica el com ienzo de sus m entiras
y robos en el m om ento del nacimiento de su m edio herm ano, hijo de
su padre y de su nueva pareja. Dice: "M i papá de bebé me m iraba
todo el tiem po".
Al preguntarle cómo es posible llamar la atención de su padre a
través del ocultamiento, dice: "Sí, porque cuando se enteraba era
m ucho peor". Describe que los castigos paternos siempre consistie­
ron en el encierro en su cuarto y en un aum ento del control y la vigi­
lancia.
D oy por concluido el tratam iento de este joven hacia el final de las
vacaciones de invierno. Sus últimos relatos, si bien algo escuetos,
hacen referencia a salidas con com pañeros de la escuela.

A d r iá n Sch A hora va a hacer sus com entarios Paola


e in k e s t e l :

Grabow, que es m édica psiquiatra y tengo entendido que hizo la


especialidad de pediatría también.
Comentarios
P a o l a G r a b o w : La idea es introducir algunas cuestiones que des­
criben lo que es el trastorno disocial para poder hacer com entarios
acerca de estos dos casos que presentan características disocíales.
El trastorno disocial está dentro del DSM IV en lo que serían los
trastornos de la infancia, niñez y adolescencia, en el apartado de tras­
tornos del com portam iento, y constituye una patología que se clasi­
fica, en el DSM IV, en el eje 1. Esta es la prim era diferencia que yo
quería m arcar con respecto a lo que se considera el trastorno antiso­
cial de la personalidad, que pertenece a la patología de los adultos y
como todo trastorno de la personalidad se diagnostica a partir de los
dieciocho años, si bien lo prim eros síntomas pueden em pezar en la
infancia o adolescencia. Y, además, el trastorno antisocial de la p er­
sonalidad del adulto corresponde al eje 2.
El trastorno disocial, en inglés, no incluye la palabra disocial, sino
que se llam a trastorno de com portam iento, y se caracteriza por un
patrón persistente y repetitivo en la conducta. El DSM insiste m ucho
con que las cosas tienen que ser persistentes, repetitivas, com o para
que uno lo pueda considerar una característica fuera de lo norm al.
En este caso, m ás allá de la m aldad infantil o la rebeldía adolescente.
Este patrón persistente, en el trastorno disocial, es una violación
sistemática de los derechos básicos de los dem ás o norm as im por­
tantes para la sociedad según lo esperable para la edad del sujeto. Y
los divide en cuatro grandes grupos de com portam ientos donde
están los com portam ientos agresivos, que van a causar daños físicos
o am enazan con causar daños físicos a otras personas o a animales;
com portam ientos agresivos que causan pérdida o daño de la propie­
dad de los dem ás, fraudes o robos; violaciones graves de las norm as.
Después se establece cuántos criterios tienen que cum plirse para
que se pueda hacer este diagnóstico. Con un solo criterio el diagnós- J?
tico no se hace. Tres criterios por lo menos. -o
Lo que dice respecto del trastorno disocial es que los niños o ado- >
lescentes suelen iniciar com portam ientos agresivos, o reaccionar 2.
agresivam ente hacia alguna situación, y que en general tienen una >
conducta intim idatoria o pueden utilizar un arm a, o provocar un -<
daño físico grave o ser crueles físicamente con personas o animales, 5
robos con enfrentam iento a la víctim a, aunque en algunas ocasiones o
considera el robo sin enfrentamiento pero de cosas de valor, y el for- z
zar a otra persona a una actividad sexual. Los casos m ás extrem os c
considera, la posibilidad de violación, asalto u hom icidio y habla ^
m ucho de lo deliberado de la conducta: prender fuego con la inten- M
ción de provocar daño a la propiedad de otro, rom per vidrios de 213
autos, pinchar neum áticos, actos de vandalism o en la escuela.
También se considera la m entira sistem ática o rom per prom esas con
la finalidad de obtener un bien a su favor o evitar una obligación, o
una deuda.
Las violaciones de norm as se refieren a norm as familiares o a nor­
m as escolares.
Dentro de las familiares está escaparse de la casa en horas noc­
turnas, cuando no está perm itido, m ás de una vez -tien e que haber
por lo m enos una reiteración-, también tienen que ser fugas de la
casa fuera del contexto de que el chico haya sido víctim a de violen­
cia física o sexual. O sea que si el chico se escapa porque se vive una
situación violenta en la casa no se sum a com o criterio.
En la escuela, la violación de norm as incluye lo que llam an en el
DSM IV "hacer novillos", que sería ratearse. Pero también en eso
pone una especificidad, tiene que haber em pezado con esa conducta
antes de los trece años, es decir que después de esa edad inicie algu­
na vez una rateada puede ser la rebeldía adolescente, pero si em pe­
zó de antes se puede tratar de un criterio para disocial.
Una de las cosas que se describen com o m uy característica, si bien
no es un criterio diagnóstico, es que estos pacientes suelen tener m uy
p oca preocupación por los sentimientos, los deseos, el bienestar de
los dem ás. Suelen tener m uy poca empatia. En general, perciben m al
la intención de los dem ás e interpretan que se los han querido am e­
n azar o que se ha sido hostil con ellos, y reaccionan justificando su
com portam iento agresivo com o si el otro se lo m ereciera. Incluso dice
en el DSM IV que pueden llegar a ser m uy insensibles y carecer de
culpas y de rem ordim iento por lo que hacen, y pueden acusar a otras
personas de lo que han hecho.
Dentro de lo que se puede considerar com o trastornos m entales
asociados, el DSM IV nom bra m uchos trastornos que pueden pre­
sentarse en asociación con el disocial, com o ser el trastorno por défi­
cit de atención con hiperactividad, trastornos de aprendizaje, de
ansiedad, de estado de ánimo y el trastorno relacionado con sustan­
cias.
Lo que plantea com o factores predisponentes para el desarrollo
del trastorno disocial es el rechazo y abandono por parte de los
padres, tem peram ento infantil difícil, prácticas educativas incohe­
rentes con disciplina dura, abusos físicos o sexuales, o carencia de
supervisión, prim eros años de vida en instituciones, cam bios fre­
cuentes de cuidadores, familia num erosa, asociación a un grupo de
com pañeros delincuentes, o ciertos tipos de psicopatología familiar.
Una de las cosas que aclara m ucho el m anual es que no se consi­
dere trastorno disocial a aquellos casos en los que el ambiente del
patrón de com portam iento indeseable es a veces un factor protector
para la supervivencia. Tiene que ser algo que sea disruptivo con el
nivel socio ambiental del paciente y que esto traiga una consecuencia
para su desarrollo emocional, social, académico. O sea, si estas cosas
son parte obligada de la supervivencia en un m edio hostil hay que
tener m ucho cuidado en considerarlas
Nom bra que los prim eros com portam ientos suelen ser los m enos
graves, y que luego hay una escalada y van creciendo hacia las con­
ductas m ás graves. Persistiendo en la edad adulta form an parte ya
del trastorno antisocial de la personalidad
Suele ser m ás frecuente en varones
Divide en dos tipos de trastornos disocial que son el de inicio
infantil, donde los prim eros síntom as aparecen antes de los diez
años, y el de inicio adolescente, con un inicio p o s te r io r a los diez
años.
Bueno, básicam ente eso es o que el DSM describe com o trastorno
antisocial.
En los casos clínicos que se presentaron hoy, y em pezando por el
primero, este niño de cuatro años al m om ento de iniciar el trata­
miento viene de una familia de p adres bastante ausentes, adictos a
las drogas los dos, lo cual probablem ente im plica que haya habido
consumo durante la gestación de este chico con la consecuente lesión
a nivel cerebral, no necesariam ente anatóm ica, pero quizás sí funcio­
nal. El padre golpeador, con con d u ctas antisociales, preso y una
m adre poco contenedora, desorganizada, desorganizadora para los
chicos, falta de escolaridad y exposición a estím ulos inapropiados
para su edad com o las películas. La m adre tam bién violenta, según
dice la abuela, que volvían lastim ados
Lo que yo hice con este caso fu ero n notas tom ando la inform ación
que, para mí, com o psiquiatra, m e orienta hacia algún diagnóstico
presuntivo. Y lo que m e llam a m ás la atención fue la inquietud per- tj
manente. Esa inquietud que llam a tan to la atención y que el chico no o
puede controlar, no tiene por qué e sta r presente en un trastorno diso- 5
cial, entonces, en prim er lu gar u n o tiene que plantearse que hay »
cuestiones disocíales en este chico, p ero que hay otra cosa más. N o >
tiene por qué m overse así un chico disocial. Este niño se va de la sala, <
corre cuando se lo llama, no p e rm a n e ce sentado ni siquiera durante 5
el m omento de com er o m eren d ar, to ca todo, salta por la escalera, g
ingresa a los consultorios, etc. T od os estos so n síntom as de hiperacti- z
vidad que yo fui sacando de los d istin to s relatos que hace pero, creo,
pertenecen todos a la esfera de la in q u ietu d y la hiperactividad. S
El desafío perm anente de n o r m a s y reglas incluye el tocar o pren-
der la estufa, a pesar de que sab e q u e eso no se hace, cortar el m an- 215
tel, cortarse el cabello, no copiar tareas, sacarse el cinturón de seguri­
dad durante los traslados, escupir autos. Él parece com prender lo
indebido de la conducta pese a lo cual él desafía las norm as.
La dificultad para lograr el cumplimiento de consignas simples,
parece tam bién im plicar una dificultad para planificar o p ara organi­
zar su conducta. Dificultades para la inserción escolar: no obedece,
insulta, pega, empuja. Habla excesivam ente e indiscrim inadam ente
con todo el m undo y parecería una expresión de una im pulsividad a
nivel del lenguaje o de la m ism a hiperactividad a nivel del lenguaje.
También no poder esperar a que finalice una pregunta y apresurarse
a dar una respuesta.
La destrucción de juguetes a veces es intencional y otras veces me
parece que no. ¿Siempre fue intencional? Si es así, entonces lo tom a­
m os com o criterio. Esta es una de las cosas que me parecieron a favor
de él, y es que ante una intervención del terapeuta él puede cambiar
su actitud y puede organizar el juego, sostener m ás tiem po la orga­
nización del juego.
La falta de actividad grafoplástica, me parece a mí, que tiene más
que ver con poca posibilidad de experim entar este tipo de activida­
des, porque el nivel cognitivo parece adecuado a pesar del m uy poco
tiempo de escolaridad, porque si a los cuatro no iba al jardín y a los
cinco en preescolar ya escribe su nombre, creo que no tiene que ver
con retraso mental.
L a exposición a situaciones de riesgo. Él se pone en el borde de la
escalera, cruza la calle corriendo, no m ira, también creo que tiene que
ver con im pulsividad.
Y las conductas disocíales, habría que ver si sum an y si son de la
gravedad adecuada com o para que sean criterios de trastorno diso­
cial. U na presunta intención de dañar a los com pañeros con un plato
roto, aunque él lo niega y no lo llegó a hacer, podría ser un criterio si
eso se constatara, es decir, si él efectivam ente tenía intención de
dañar o llegara a concretar una acción de ese tipo.
Los robos de objetos que él realiza m e parece que son escasos en
valor m aterial y creo que tiene un objetivo de lograr algo para él o
p ara su herm ana. Creo que no se trata del daño intencional para la
propiedad de los dem ás y, por lo tanto para mí, no llega a sum ar
d is o c ia l

características de trastorno disocial, aunque sí se trata de rasgos diso­


cíales que de no hacer alguna intervención van a evolucionar segu­
ram ente a un trastorno disocial.
La dificultad para aceptar los límites y el desafío a los adultos y a
E l niño

sus dem andas, creo que es lo que lo ayudó a él a evadir el castigo


paterno, y cuando el padre no m iraba él se iba y dorm ía y evadía
2i6 cualquier autoridad.
Si yo tu viera que decir un diagnóstico presuntivo de este pacien­
te, o por lo m en os cuáles son los diagnósticos diferenciales para la
psiquiatría, habría que pensar en el trastorno por déficit de atención
con hiperactividad con un trastorno negativista desafiante que, en
realidad, es com o em piezan los trastornos disocíales. C uando se
agravan los síntom as y adquieren m ayor im portancia, las con d u c­
tas disruptivas evolucionan a un disocial. Com o diagnóstico dife­
rencial parecía im portante a descartar la bipolaridad, que p o r la
inquietud p erm anente y la conducta un poco d esorganizada se
podía considerar. Pero en este caso yo no veo que h ay a alteraciones
de sueño, ni del ánimo, ni afectivas, ni la irritabilidad y los berrin­
ches que tiene un bipolar, ni cuestiones de grandiosidad o expansi-
vidad.
También, en algún m om ento, haciendo una prim era lectura m uy
rápida, me pareció que había elementos psicóticos también. Pero me
parece que ese es el sesgo del Tobar García. Que la hiperactividad
fuera un com prom iso m otor de la psicosis y que estuviera la con­
ducta m uy desorganizada, y las agresiones, y la baja tolerancia a la
frustración, pero m e parece que no es el caso.
El segundo caso, un chico de catorce años. Para lo que es el tras­
torno disocial, este caso tiene algo que a m í no m e cerró de entrada
totalm ente y es que este chico se angustia dem asiado, cosa no m uy
habitual en un disocial. Y siempre se angustia ante determ inados
tem as que tienen que ver con su m am á, con su herm ana que dejó en
la villa, y con la im potencia que siente hacia ese papá tan hostil con
él y al cual le tiene tanto miedo.
Lo que evaluaría es por qué no puede sostener un lazo social, si
esto es un retraim iento emocional, si hay un rasgo esquizoide en él.
En relación a lo disocial de este chico puedo decir que tiene com o
síntom as m u y exteriorizados, desde lo que dice el padre acerca que
desde los ocho años miente, roba, manipula, oculta fracasos escola­
P siquiatría

res. En este punto, si uno tiene que sum ar para disocial, robar y m en­
tir son cosas que puntúan, pero me parece que el resto de las cosas
graves del trastorno no las tiene.
Se escapó del colegio un par de veces pero no es algo sistemático.
N o parece estar culpando a los dem ás de lo que él hace e incluso,
y psicoanálisis

a veces, dice que se tentó y que no se pudo resistir. Y sí reconoce el


tem or profundo que tiene al padre, lo cual nos m uestra que m ucho
desafío a la autoridad no tiene lugar.
Lo que vería con él, si lo tuviera que evaluar, sería un poco de his­
toria evolutiva. La m adre también consumía drogas: em barazo, pri­
m era infancia, m aduración, todo lo que tiene que ver con el desarro­
2

llo em ocional. ¿Y qué hacía él en su infancia con la m adre? Porque él


£
nom bra com o el fin de su infancia el hecho de irse con el papá. ¿Qué
tan buena infancia tenía con la m adre?, ¿qué tan m ala infancia tuvo
con el padre? Lo que está claro es que el padre representa los límites
y una rigidez m uy extrem a y hostil, porque a él le duele m ucho todo
lo que el padre le hace o le dice.
Por eso, p ara mí, en este caso hay que ver cuál es la patología que
está internalizada. N o lo que externaliza sino algo que esté m ás inter­
nalizado com o alguna alteración del estado de ánimo, algún trastor­
no adaptativo. Los trastornos adaptativos, en el DSM IV, están en
algunos casos descriptos con com prom iso de la conducta y de las
em ociones, y habla de algunas conductas disocíales en estos trastor­
nos adaptativos, que se desarrollan frente a un estresor. H abría que
ver el tem a de la psicosis también. El aislamiento social, el m al ren­
dim iento escolar, las conductas extrañas que no se pueden explicar,
un afecto inapropiado si es que hay, evaluar todas estas cosas y ver si
está desinteresado o apático.
Si hay cosas disocíales ver qué criterios cumple. Lo m oderado
sería el hecho de que sustrae cosas de valor com o un celular. N o sé si
los incidentes escolares fueron vandálicos.
Esta es m i opinión.

A d r iá n S c h e in k e s t e l : Tengo que reconocer que en la reunión pre­


via que tuvim os con Paola pude sacar la conclusión de que puede
haber un buen uso del DSM IV, existe esa posibilidad.
Le voy a dar la palabra a Silvia Baudini que es analista m iem bro
de la EOL.

Comentario
S ilvia B a u d in i : Yo ubico un poco este com entario en el m arco de
un texto de J. Lacan del 22 de octubre de 1967, que son pocos días
después de la "Proposición del 9 de octubre", titulado "A locución
sobre la psicosis del niño", durante una jom ad a sobre ese tem a.
Me interesó este texto prim ero porque es un texto en el que Lacan
hace una interlocución con la psiquiatría, especialm ente con la antip­
disocial

siquiatría d e Cooper, por lo m enos en la prim era parte, y porque va


a ubicar fuertem ente la cuestión de lo social tal com o él lo entiende
en ese m om ento.
Este texto está publicado en los Otros escritos y, en castellano, en
E l niño

un viejo tom o de Paidós de la colección H orm é, que se llam a Psicosis


infantil, donde hay trabajos de varios autores junto a este texto de
218 Lacan.
Lacan está hablando al com ienzo de la cuestión de la libertad, que
es un tem a que plantea la antipsiquiatría que tiene que ver con la ins­
titución, con lo que Basaglia después va a efectivizar abriendo los
manicom ios en Italia, y toda la posición de Cooper en relación a la
libertad del loco.
Está la fam osa frase de Lacan donde dice que el único libre es el
loco, y que el sujeto tiene a la locura com o el límite de su libertad.
Dice lo siguiente: "Aquello con lo que tendrem os que vérnosla, en
relación con el cuestionam iento de todas las estructuras sociales por
el progreso de la ciencia -L a ca n está ubicando todos los rem odela-
mientos y cam bios que va a haber en las estructuras sociales por el
progreso de la ciencia de la cual el DSM es una m u estra- y no solo en
nuestro dom inio com o psiquiatras, sino tan lejos com o se extienda
nuestro universo. Es siempre, y de m odo cada vez m ás aprem iante,
aquello con lo que tenemos que vérnosla: la segregación".
Me parece que estos dos casos dan cuenta m uy fuertem ente de lo
que Lacan nom bra aquí, la segregación, y que voy a tratar de trans­
mitir tal com o la entiendo.
Lacan continúa diciendo y ubicando la diferencia entre el viejo
imperio y los im perialismos, que es lo que hoy llam am os la globali-
zación, y dice para m í una frase que está en la base del tem a que nos
ocupa hoy y que es, ya no el niño disfuncional o disocial, sino el esta­
tuto del niño com o sujeto de pleno derecho, y que m e parece que es
el niño que recibimos en un análisis: "¿C óm o hacer para que m asas
hum anas entregadas al mismo espacio -h o y m ás que n u n ca - no solo
geográfico, sino familiar, perm anezcan separadas?". Esta es una frase
fundam ental de este texto y que a m í me sirvió para pensar estos dos
casos, porque la segregación es justam ente esto, m asas hum anas que
no perm anecen separadas en relación con el goce.
Es decir, hay el uso de la diversidad. C uando estaba trabajando
estos dos casos recibo por mail un adelanto de la reunión que se va
hacer pasado m añana en la Biblioteca N acional, en la que va a estar o
Jorge Alem án, y que será una m esa redonda llam ada Multicultura- ^
lismo, subjetividad y diferencia, y se tratará justam ente este tem a dicien- 2,
do que un uso de la diversidad que difiere pudiendo conducir a cier- >
tos usos en los que se genera una segregación autoafirm atoria de <
cada m inoría. ¿Qué sería esto de una segregación autoafirm atoria de 3?
cada m inoría? Lo escucho cuando recién nos refería el DSM IV, esta- g
ría bien si eso le sirve para la supervivencia. H ay algo allí donde en §
ese gueto lo que estaría mal si ese chico viene a Belgrano y lo hace en
Belgrano, no estaría mal si lo hace en C iudad Oculta. Porque hay un £
código, un gueto que permite ciertos usos diferentes d,e esa diferen- N>
cia. El, aquí, se ubica en la cuestión de un im pulso hacia posiciones 219
individualistas que dan consistencia a verdaderas identidades de
goce. Ya no es el goce propio de cada uno sino un goce identitario.
Lo que supone la anulación del semejante devenido, en esta cir­
cunstancia, presencia m olesta y am enazante. Quiere decir que en este
m ovim iento de lo social vam os hacia eso. Y eso no es un trastorno, es
com o la vida misma, porque si lo que se em pieza a organizar son
guetos de identidades de goce, efectivamente el Otro es una entidad
am enazante al que hay que combatir. Vivimos en un m undo donde
sabem os que esto ocurre todo el tiempo.
La otra cuestión que Lacan ubica allí y que m e pareció interesan­
te, es la cuestión entre el niño generalizado y las personas m ayores,
cuando él dice que estam os en un m undo en el cual podem os hablar
de niño generalizado, y tom a una frase que no recuerdo si era de
Laurent, donde dice que ya no hay personas m ayores, y entiendo lo
de personas m ayores com o esto que les decía del analizante de pleno
derecho. En ese sentido, un niño es una persona m ayor en ese punto,
y no es m uy seguro que una persona m ayor no sea un niño generali­
zado cuando viene a la consulta.
El caso de Gimena, "El niño que debía dorm ir p arad o", me pare­
ce que el título mismo del caso nos abre a la otra cuestión que va a
plantear Lacan en 1969, que es el niño com o objeto y ya no como
ideal, tal cual lo planteaba Freud com o ideal de la pareja parental.
Pero Lacan dice más: "N o es solo objeto de la pareja parental sino
objeto de la civilización". Por eso hoy surge el tem a de la adopción y
si el niño se adopta o no, si la pareja hom osexual, etc., toda la cues­
tión de la circulación del niño como un objeto de la civilización.
M e parece que en este caso se abre la cuestión de la posición de
objeto que este niño ocupa en la constelación familiar y social. Pero
Diego no se queda pasivo frente a esta posición, es agente de una
inquietud perm anente. La pienso así, no com o un padecer, dado que
la am enaza también es perm anente. Si uno escucha lo que acaban de
decir hay cierta correlación entre la am enaza y la inquietud.
El otro recurso segregativo, en el sentido en que venim os ubican­
do la segregación, es el pegoteo con su herm ana. Los dos allí identi­
ficados en este grupo de goce víctimas de m altrato. Perfectam ente
estos chicos llegan a un hospital y pueden ser, no ocurre en este caso,
disocial

llevados al com ité de ética por niños m altratados con juez de por
medio, etc, etc. U n m altrato, por supuesto, realizado, porque no es un
fantasm a de m altrato, es un m altrato realizado. ¿Cóm o hacer enton­
ces para que estos niños perm anezcan con su abuela juntos, pero
niño

separados? La indicación del tratamiento para Diego es una apuesta


El

ética en ese sentido, porque le dicen Diego y no dicen herm anitos.


220^Este real realizado del m altrato afecta su posibilidad de ficcionalizar,
es decir, no es lo m ism o un fantasm a de maltrato que un m altrato
efectivo. Todo es lo que es, no hay espacio para el semblante, para el
mal entendido, y sin em bargo, hay un principio de esto en el escon­
derse, que aún no adquiere el estatuto de juego ya que la analista
debe estar realm ente afligida ante la posibilidad de no encontrarlo,
porque m e im agino que había m iedo de que en algún m om ento se
cayera por una escalera, lo perdieran. Es cierto que la desaparición
real de Diego no es un juego, ya que corrió riesgos m uy altos: que­
darse solo por la noche al cuidado de una herm ana de cinco años.
El límite que el analista m arca es justamente ese. Me parece que la
cuestión del N om bre del Padre, de la función paterna, es dicha por
Laurent así: "Se trata de ponerle un freno al goce, es también poder
abrir al sujeto una vía que no sea la de un empuje a gozar m ortal,
autorizar una relación confiable con el goce". Me parece que cuando
el analista le dice "eso no", "no se atacará al cuerpo, no se rom perán
los juguetes", está diciendo algo de esto. Vía esos juguetes se com en­
zará a procurarle a Diego un cuerpo vivo y pasible de obtener algu­
na satisfacción.
Recordem os que "p ara gozar -d ice L a ca n - hace falta un cuerpo,
un cuerpo sintom atizado". La analista apunta así al síntom a, y
entiendo síntom a com o una nominación posible del sujeto, lo que
abre a sostener el cuerpo de Diego gracias a que una palabra lo nom ­
bra. Por supuesto que en el cam ino está la vida cotidiana, las ausen­
cias, la m adre que no puede, la abuela que claudica y vuelve a em pe­
zar, en fin, la vida m isma.
Pero el análisis está en otra parte, en un lugar que hace una pausa
a esa vida cotidiana, un paréntesis, un refugio.
Es así com o Diego puede em pezar a hablar, ceder algo de esa
posición de puro objeto inquieto y hablar de su padre, de su m adre,
de su historia. De allí en m ás la novela va a llevar a la identificación,
tiempo de robar, com ienza a haber un uso fálico de los objetos com o
P siquiatría

escupir pajitas, que adem ás es un uso secreto también, "no se lo digas


a nadie"; algo de la privacidad se instala, pero cada nuevo encuentro,
cada nueva vuelta de tuerca será para Diego un m om ento de angus­
tia, soledad y rechazo, y lo llevará al punto de su propia desapari­
ción.
y

Pero el sujeto abre un espacio, que m e parece im portante, que es


psicoanálisis

poder sustraerse a la m irada del Otro, sostener su propio espacio,


separado.
"¿C óm o hacer -d e cía L a ca n - para perm anecer separado?", esta
pregunta que Lacan responde de algún m odo en este texto es que es
el propio goce com o fundamentalm ente éxtimo y fuera de cualquier
2

identificación identitaria, segregativa, porque perm ite al sujeto cons-


^
truir su propio espacio. U n goce que admite lo hétero de la diferen­
cia absoluta, lugar que el analista encarna en tanto hace valer el sig­
nificante del Otro barrado.
El segundo caso, "El joven de la ventanilla", es un caso que tengo
la oportunidad de conocer porque lo hem os conversado en las
m añanas de viernes de Pausa con María Eugenia, quien quiso invi­
tarm e y a quien le agradezco junto al agradecim iento para el depar­
tam ento.
Se trata de un niño -q u e ya está dejando de serlo - traído por su
padre. Es el decir de su padre el que lo anuncia. De entrada, el padre
lo pone en el banquillo, no com o sujeto -c o m o en algún lugar dice
L a ca n - sino com o parte de un conjunto, de un grupo, el de la m adre,
que se connota en el caso com o desm oronam iento paulatino e im pú­
dico de la subjetividad m aterna, y que el analista revela que es la
m ism a posición paterna la que habilita esa im pudicia. L a pregunta-
respuesta del padre es encerrarlo, ponerlo en el cam po de concentra­
ción. Lobo vestido de cordero, hay que buscarle un corral.
L. trata de estar en el m ism o corral que su padre, siendo él tam ­
bién un ladronzuelo, tal su padre, que le roba a su vez a su propio
padre los soldaditos policías a los que recurre para apalear su propia
im potencia: este hombre se m antenía económ icam ente robándole los
soldaditos al padre.
¿Cuál es la infancia que se termina para L.? Quizás es esa que per­
mite no ver la miseria del otro familiar, es esa infancia que permite
-p o r el propio m ovimiento de la no asunción de la responsabilidad
frente a la relación sexual, que ocurre en la adolescencia- velar el
horror de la m adre que se devela cuando el padre lo saca de allí. Es
decir, com o dice Lacan en "Televisión", "p ara situar el extravío de
nuestro goce hay que estar separado del O tro", sino el goce no está
extraviado, está en un lugar de identidad. En la segregación siempre
hay una respuesta, "gozo así porque", porque estoy identificado,
porque pertenezco a tal grupo, cuando el goce está separado no hay
u na respuesta o en todo caso la respuesta hay que construirla.
Es cierto que acaba esa infancia para él, eso es verdad, y em pieza
una etapa en la cual m irará por la ventanilla de lejos y con el m arco
d e su propio fantasm a el goce materno,
í Es la intervención del padre -d igam os algo bueno de este hom -
o b re - la que perm ite que este m arco se constituya, es decir, lo saca de
5 ahí. De todos m odos el m arco vacila -p o r eso L. llega a la co n su lta-
,§ y la angustia irrum pe en el relato en sesión. "L a angustia -n o s dice
2 L a ca n - es el sentimiento que surge de esa sospecha que nos em barga
lIj de que nos reducim os a nuestro cuerpo", ahí hay un punto donde el
¡22 sujeto ya no puede segregarse con nadie, es su cuerpo, uno, el que
surge en esa angustia. Y con esa angustia se pone en juego la relación
del sujeto con u n sujeto privilegiado que es la m irada.
Es interesante porque en ambos casos aparece la relación con la
mirada. En un caso el sustraerse a la m irada del padre: "cuando no
me veía m e iba a acostar", y en este caso es la m irada puesta en esta
función gozante de ver por la ventanilla.
El trabajo en análisis consiste en arm ar un m arco a esa m irada, un
marco significante que perm itirá un anudamiento im aginario por la
vía del dibujo, un anudam iento -d iría m o s- de ese real sin ley con el
que el sujeto se topó y lo extrajo bruscam ente de lo que llama infan­
cia.
La prim era casa de su m adre, la segunda, la tercera, el río, el des­
campado, la zona m ás peligrosa, la parada del colectivo, arm an una
serie que lo deja por fuera pero no suelto, sino agarrado a un objeto
ahora regulado p or el m arco analítico. Es así com o la intervención del
analista puede abrir a lo simbólico de la función paterna, en el "al
menos uno que dice que no", lugar al que L. convoca a su padre y
que éste, lejos de ver com o una solución, lo ubica com o un problem a.
Es cierto que falta otra cuestión que es habilitarlo a un goce m enos
mortífero. L acan dice en el Seminario 5, "el padre que dice que no,
pero el que dice que sí, tam bién".
La analista avala el no paterno diciendo que "alguien vele aunque
más no sea esos traslados", a lo que el padre accede. L. puede saber
finalmente qué m irada era convocada: la de su padre que, distraído
por lo que él ubica com o m irando al bebé, no m ira al niño que está
convirtiéndose en lobo adolescente y que em pieza a tener el empuje
de la sexualidad. ¿Y qué es lo que evita con sus síntom as? Diremos
que es el síntom a el evitado por los acting out, la postración al padre
que no le perm ite asum ir su lugar sexuado y acercarse a la diferen­
cia, eso que el encierro y la segregación ahorran al sujeto, y que Lacan
nombra com o personas m ayores. Lo que poco tiene que ver con la
P siquiatría

cronología etaria y m ucho con la ética del goce.

A d r iá n S c h e in k e s t e l : M uchas gracias Silvia. Bien, ahora tenem os


unos veinte m inutos para conversar en relación a lo que ha sido
expuesto.
y psicoanálisis
2
Conversación
N ésto r Y ella t i : H ay m ucho para decir. Respecto del DSM yo me
hago la siguiente composición, porque es efectivam ente com o Paola
Grabow dice. H ay cosas que hacen pensar en ADD con hiperactivi­
dad, el trastorno negativista desafiante, si es o no disocial, etc. ¿Por
qué no tom ar lo que decía Silvia? Son tres guetos. Esos tres diagnós­
ticos son tres guetos y son tres posiciones diferentes qtie estos chicos,
así clasificados, adoptan en relación a un determ inado discurso que
podem os llam ar del amo, en la m edida que le dice lo qiie se debe
hacer, y las posiciones que adoptan en relación al mismo. Porque el
ADD, que se distrae, que no presta atención, que no cum ple con su
trabajo, que falta, que se ausenta y al cual se le puede sum ar una
hiperactividad que impide que esté quieto en un lugar y que se esca­
pe a todas partes, es una m anera de enfrentar, sería la m anera evasi­
va de enfrentar un determ inado discurso. H ay una progresión, por­
que el trastorno negativista desafiante es negativista, es hostil y desa­
fía al Otro, y lo desafía y le dice que no va a hacer eso, no es que se
distrae sino que dice que no lo va a hacer. N o es que no cum ple con
la tarea sino que dice que no la va a hacer. La diferencia con el diso­
cial, cuando uno lee esta descripción en el DSM, es que el disocial es
un violento porque pasa a la acción y ejerce la violencia directa con­
tra el Otro. Este niñito, de cuatro años, ejerce la violencia, y esa es una
diferencia verdaderam ente notable, y que yo pienso que m arca lo
decisivo de su posición. Es una m anera de leer el DSM.
Respecto de los dos casos me parece que sería m uy útil -n o sé si
vam os a poder h acerlo - pensar, por ejemplo, el estatuto de los robos
en ambos casos. Son diferentes. Desde una perspectiva descriptiva,
diríam os am bos roban, y sin embargo no es lo mismo el robo en un
caso que en el otro.
A cuerdo con lo que decía Silvia con respecto de la violencia reali-
2 ada por parte del padre, esto no es el fantasm a de "p eg an a un
niño", es un niño pegado en la realidad, y eso m arca una diferencia
notable porque habla de su incapacidad para ficcionalizar y de las
consecuencias que tiene el ejercicio directo de la violencia sobre un
niño.
d iso c ia l

El otro, es totalmente diferente. Si yo tuviera que m arcar xana dife­


rencia entre am bos casos: en uno un niño es pegado, y en el otro un
adolescente es hablado, no es pegado, pero es m al hablado, es com o
si fuera un adolescente m aldecido. Él dice que las palabras del padre,
E l niño

que efectivam ente existen, le duelen. Es ahí donde aparece la cues­


tión de la angustia. Y si tuviera qtie decir la orientación del segundo
224 caso respecto del robo, m ás bien parece de los que roban por sentí-
miento de culpa, es un chico que busca el castigo. H ay una necesidad
de castigo y esto vincula el robo y la "delincuencia" a la vieja carac­
terización freudiana del delincuente por sentimiento de culpa, y ahí
se puede m arcar una diferencia notable de estructura entre el niñito
-m á s allá de la diferencia de e d a d - y el adolescente que se angustia.

R a q u e l V a r g a s : El com entario de Silvia respecto de la ventanilla


y del m arco que se ofrece en el caso de María Eugenia Serrano, me
hizo pensar un poco m ás en el caso que presenta Gimena Barandella,
en donde aparece este extraño castigo que le da título al trabajo y que
es dorm ir p arado. El psicoanálisis conoce una forma de dorm ir p ara­
do que es el fantasm a, y yo m e preguntaba sobre la construcción del
fantasm a en él, del déficit respecto de la construcción de esto que es
lo que hace pensar también a Paola respecto del diagnóstico.

I n t e r v e n c ió n : Podés aclarar lo del fantasm a y lo de dorm ir p ara­


do.

R a q u e l V a r g a s : La tesis freudiana respecto del sueño es que se


sueña para seguir durm iendo y, Lacan lo completa, uno se despierta
para seguir durm iendo en el fantasm a. Entonces la cuestión de dor­
m ir en el fantasm a es una de las form as que conocem os en que
alguien pueda andar por la vida durm iendo. M e parece que en el
caso de él falta el sosiego que da la posibilidad de andar con el fan­
tasma. Es una forma también de andar separado con los otros. El
buen funcionam iento del fantasma perm ite una forma de estar sepa­
rado del Otro. En el caso que presenta Gimená se ve un poco el fra­
caso y la dificultad de que esto ocurra, no está verificada la construc­
ción, por eso no es tanto pegan a un niño porque acá no está esa cons­
trucción, está, m ás bien, "soy pegado por mi padre y por m i m adre
cuando m e porto bien y cuando m e porto m al", no está la cobertura
P siquiatría

y la frase gram atical, no es una construcción, está dem asiado devela­


do eso com o tal.
Lo de la ventanilla es m ás claro. La distancia que hay de lo que él
m ira con ese m arco que vacila. Pero una cosa es que haya un m arco
que vacila y otra la dificultad de instaurar ese m arco en sí m ismo. Es
y

cierto que Gimena ve a este nene hace dos años y del animalito que
psicoanálisis

trajo la abuela al chico que nos presenta ahora hay una distancia m uy
grande. Se trate o no de una psicosis, la responsabilidad que él va
adquiriendo a lo largo del tratam iento -p o rq u e yo creo que sí hay
una responsabilidad en los niños y él la to m a - es m uy im portante. El
2

diagnóstico de psicosis en el DSM me parece que lo contem pla bas­


tante bien, que ubica la posibilidad de una psicosis, no m e parece tan 225
claro en el caso de M aría Eugenia con este m uchachito que vive
dem asiado angustiado, que es lo que señala Paola cuando dice
"d em asiad a angustia para un disocial", es decir, nos acerca m ás a lo
que consideram os la perversión.

M a rta d e l T o r o : Prim ero, m uy agradecida porque los casos fue­


ron m uy claros, m uy ricos y m e parece que dan para m ucho m ás. En
relación a tu anterior com entario yo había pensado cóm o en el pri­
m er caso del niño, que no es lo m ismo que alguien adolescente que
está saliendo del Edipo, no podem os hablar de que se constituyó tal
o cual fantasm a, en todo caso, será una lectura ciprés coup, es un tra­
bajo en el tiempo. A m í me parecía que desde lo descriptivo del dis­
curso del am o que desobedece al padre porque cuando no lo m ira se
duerm e, ahí hay una posibilidad de apertura desde una escucha psi-
coanalítica, porque tiene la posibilidad de darse el espacio de dorm ir
y, por lo tanto, de soñar. A m í me parece que ahí sí estaba la posibili­
dad de que se estableciera la subjetividad. El problem a sería si este
chico sigue con tanta violencia al punto de desaparecer, porque se
puede caer por la escalera porque obedece a lo que oye de tener que
-realm en te, en lo re a l- dorm ir parado.

M ig u el F u r m a n : Pensaba que la segregación y el desam paro lle­


van al sujeto a identificarse al objeto, es decir, llevan a los dos chicos
-e n este ca s o - a identificarse al objeto, porque no hay lugar en el
cam po del Otro. Entonces el chico se identifica al objeto porque es
dejado caer, en los dos casos, y el acting es un intento de solución a
esa caída del objeto que norm alm ente debería estar en el cam po del
Otro. H ablam os del objeto de la pulsión de cad a uno de los niños pre­
sentados hoy. Esos objetos no están en el cam po del Otro, están en el
cam po del sujeto, de los dos niños, de m odo tal de que los dos inten­
tan con el acting reubicar el objeto en el cam po del Otro, y el robo está
preciosam ente trabajado por Lacan en el caso de M argaret Little, en
el sem inario de La angustia, cuando dice que el m odo de la clepto­
m anía es un m odo también de acting.

I n t e r v e n c ió n : Algo en relación a los pequeños robos. Yo recordé


disocial

esos párrafos de Lacan que son m uy breves sobre la cleptom anía,


porque hay una diferencia también en cóm o se sacan las cosas.
Cuando vos le das cierta identidad: "A h!, sos un chorro", ahí y a tiene
otro estatuto.
E l niño

S ilvia B a u d in i : Estaba pensando en esta cuestión, que hem os tra-


226 bajado el año pasado en relación con el Congreso de R om a sobre el
Nombre del Padre, acerca de que en el hecho m ism o de no ubicar la
m etáfora paterna com o la única solución posible, sino en esto que yo
les leía del texto de Laurent que se llama "El niño, objeto a liberado"
-lo que com entaba recién Miguel F u rm an - que habla de que este
poner un freno al goce ya no es solo la m etáfora paterna la que puede
lograrlo. C uando dice que la fundón del Nom bre del Padre puede
ser sostenida por otros personajes diferentes de la familia, que es una
función del tipo poner freno al goce, pero no es una función que se
desprende sim plem ente de la prohibición, sino abrir una vía que no
sea la de un empuje a gozar m ortal. Eso no tiene tanto que ver con si
es neurótico, psicótico o perverso. Me parece que no es lo m ism o san­
cionar a un niño y decir que es un trastorno disocial, y m edicarlo con
ritalina o algo así, que un analista que apuesta a jugar con él y pasar
por todas la vicisitudes y peripecias de la angustia. Me parece que
abre a la vía m ás civilizada que no sea un empuje al gozar m ortal,
que es la vía que ofrece hoy el discurso.
Cuando Laurent dice "la sobredosis", no es solo la adicción, es
también m atarse trabajando, son los deportes de riesgo, etc. Esto es
lo que el discurso hoy nos prom ete, nos ofrece. Me parece que en ese
punto no es tan significativo el diagnóstico de neurosis o psicosis
-p o r lo m enos en el caso del niño de cuatro añ o s- el análisis se ubica
en esta vía de frenar este empuje.

A d r iá n S c h e in k e s t e l : Gracias por las contribuciones y a ustedes


por la presencia.

P siquiatría
y psicoanálisis
2
IV
Los pacientes judicializados
Personalidad y m arginalidad

A d r ia n a L u k a

El tem a "Personalidad y m arginalidad" requiere un enfoque m ul-


tidisciplinario. A los efectos del interés del Departam ento de estudios
de Psiquiatría y Psicoanálisis del CICBA, solo haré algunas referen­
cias para detenerm e en la interrelación entre discursos, el jurídico y
el analítico, en relación a los "m enores en conflicto con la Ley penal".
El térm ino m arginalidad se com enzó a usar en referencia a las
características ecológicas urbanas que degradan las condiciones
ambientales y que inciden en la calidad de vida de ciertos sectores de
la población que term inan segregados en viviendas im provisadas y
sin las m ínim as condiciones de salubridad, en terrenos generalm en­
te ocupados ilegalmente.
Se extiende su uso en relación a posibilidades de trabajo y al nivel
de vida de esos sectores, cuya m ayoría no puede satisfacer sus míni­
mas necesidades.
N o podem os dejar de considerar que son producto también de la
sociedad m oderna, del capitalism o salvaje que aum enta cada día la
llam ada delincuencia juvenil y ya podem os decir, infantil (se lee en el
diario: "U n chico de lla n o s hirió a un comerciante al cual intentaba
P siquiatría

robarle)".
El adolescente m arginal estructura su m odo de vida entonces en
espacios sociales desfavorables, con privaciones y pocas posibilida­
des de acceder a otra experiencia de vida en m edio de situaciones
familiares conflictivas, de violencia, abuso, etc.
y

En consecuencia buscan por medio del robo, la violencia, las dro­


psicoanálisis

gas, etc., aquello de lo que se carece, salida siempre fallida.


A sí llegan a los Centros de detención o program as que los nom ­
bran com o "m enores en conflicto con la Ley penal"
Analistas interesados en estas problemáticas les dan la oportuni­
dad de ser escuchados en sus sufrimientos subjetivos, al tiempo que
2

los responsabilizan de sus actos y de su posición subjetiva extensiva


5
a la ley y la norm a. Sabemos del interés de Lacan en relación a la ley
y el deseo.
Estos analistas "desde la interpretación, diferente al Derecho pero
qu« al igual que él partiendo de la palabra, acentúan la vertiente de
la singularidad y no la referencia a los h ech o s"1.
A lgunos autores hablan de "personalidad m arginal" consideran­
do que, cuando se cierran las posibilidades de integración de estas
subculturas, pasan a ser contraculturas, con consecuencias tanto en la
cultura m arginadora com o en la contracultura m arginada exagerán­
dose las diferencias. Definen como rasgos de carácter del marginal,
tina conciencia de solidaridad con su subgrupo, una gran sensibili­
dad respecto del juicio del grupo dominante, habiendo también una
aceptación inconsciente de los valores de éste, que lleva a adoptar
u n a actitud crítica respecto de los defectos de su propio grupo, inclu­
yendo odio y desprecio hacia sí mismo. Es un punto de vista psico-
sociológico.
Desde el punto de vista de la psiquiatría son ubicados en el DSM
IV com o "trastorno disocial de la personalidad".
"Todo abordaje de la personalidad desde una perspectiva no psi-
coanalítica, deriva inevitablemente en condiciones adaptativas, de
relación a la n orm a", dice N éstor Yellati en la clase inaugural del
D epartam ento.
JL-A. M iller2 dice: "N uestros diagnósticos, a diferencia del DSM,
que refiere cada individuo a una clase patológica, es un arte, arte de
juzgar un caso sin regla y sin clase preestablecida".
Del DSM IV destaco dos de los ítems que se tom an com o posibles
para diagnosticar un "Trastorno de Personalidad Disocial": 1) la agre­
sión a personas; 2) el inicio de peleas físicas, para relacionarlo con lo
que señala Eric Laurent3, "es importante poder diferenciar desde
nuestra perspectiva la agresividad de la pulsión de m uerte". Por un
lado la pelea imaginaria, o vos o yo, del goce pulsional en juego.
Señala en ese m ismo artículo también la im portancia del psicoa­
nálisis de dialogar con el discurso jurídico: "L a lengua jurídica es una
lengua que perm ite evaluar cualquier tipo de práctica, perm ite dia­
loga* entre las disciplinas, sobre sus efectos" .4

1 SiAWICKE, Oscar:"Psicoanálisis del orden público", en: Psicoanálisis del


ckrecho de la personas, Tres Haches, Bs. As., 2000, pág. 44.
2 M i l l e r , Jacques-Alain: "El ruiseñor de Lacan", en: Del Edipo a la sexuación,
Paidós, Bs. As., 2000.
3 L a u r e n t , Eric: "El sujeto del inconciente y el enigma de las normas".
Conferencia dictada en el Cien Argentino el 19/9/99.
4 IMd.
En el sem inario A un Lacan habla del origen jurídico del térm ino
verdad. "A l testigo se le pide que diga la verdad, solo la verdad y es
más, toda, si puede, pero por desgracia ¿cóm o va a poder? .. .Pero en
realidad m ás que en cualquier otro en el testimonio jurídico es ¿con
qué poder juzgar lo tocante a su goce? La m eta es que el goce se con­
fiese y precisam ente porque puede ser inconfesable. Respecto a la ley
que regula el goce, esa es la verdad buscada".
Laurent nos recuerda que, en un m om ento de su enseñanza,
Lacan en "Introducción teórica a las funciones del psicoanálisis en
criminología" reflexiona sobre el psicoanálisis y la ley señalando que
el interés por las ficciones jurídicas se debe a que la instancia del yo
está ligada al acercam iento del sujeto a la verdad.
Sabemos adem ás que si el sujeto del psicoanálisis se vincula al
sujeto del derecho, lo es en tanto sujeto responsable de sus actos,
siendo nuestro interés poder m arcar la verdad del goce en juego en
esos actos.
El Dr. M ariano Ciafardini, en una conferencia dada en Rosario5
señala que hay un consenso general en considerar "que el único dere­
cho al castigo que puede admitirse es el derecho penal en acto por el
que nadie puede ser castigado si no es en función de un acto com eti­
do y probado". Señala que está el derecho penal de autor, por el que
puede ser castigado por ser de determinada m anera, tiene que ver
con lo predecible, va a hacer tal cosa y por eso es peligroso y hay que
controlarlo y no se necesita que haga nada para dem ostrarlo.
Por último, ¿qué se entiende por delito? Delito es un acto que
tiene que ser típico, antijurídico y culpable. Típico es ese acto o con­
ducta que se adecúa a una descripción legal, las reglas están claras.
Lo antijurídico quiere decir que no puede ser adm itido com o legíti­
m a defensa o estado de necesidad. Si es típico y antijurídico se ade­
cúa a una prohibición. Culpable significa que es reprochable, por
ejemplo: violó una norm a, hizo eso en lugar de otra cosa.
P siquiatría

El otro punto que me interesa tom ar para los casos llam ados "de
jóvenes delincuentes", es la inimputabilidad, dado que la edad se ha
bajado de 18 a 16 años, y hay un debate entre los constitucionalistas
respecto del tem a frente al empuje social al castigo. A lgunos están de
acuerdo en bajarla y otros consideran que hay que atacar las causas
y

de la delincuencia cada vez m ás tem prana, considerando que es peor


psicoanálisis

la detención del m enor en institutos con las consecuencias que se


verifican.
Los inimputables son aquellos a los que no se les puede reprochar
2

5 C i a f a r d in i , M ariano: "La peligrosidad en el cam po jurídico". Conferen­


cia dad en Rosario 3 0 / 8 / 9 7 . 233
el acto porque no tienen capacidad psíquica para com prender la
prohibición de la norm a. De este m odo, sin em bargo, hay un m enos­
cabo de sus derechos en cuanto que no hay form a jurídica o m édica
que indique cuándo em pieza y cuándo term ina la peligrosidad.
Ciafardini considera que hay un cierto paralelism o entre la tutela
de los m enores y el tratam iento de los m ayores inimputables.
Voy a finalizar con unas frases de Lacan publicada en Autres ecrits:
"El psicoanálisis del criminal tiene sus límites, son exactam ente
aquellos en que com ienza la acción policial, cam po en el cual debe
rehusarse a entrar. Es porque ella no se ejercerá sin pena, aun ahí
donde el delincuente, infantil por ejemplo, sea beneficiado por una
protección de la Ley.
Pero es precisam ente porque la verdad que se busca es la verdad
de un sujeto, que no puede m ás que m antenerse la noción de res­
ponsabilidad sin la cual la experiencia hum ana no com porta ningún
progreso".

Referencias
Lacan, J.: El sem inario, Libro 20, Aún, Paidós, Bs. As., 1999, pág. 111.
L acan,J.: "Prem isas a todo desarrollo de la crim inología", en: Autres Ecrits,
Seuil, París, 2001.
Psicoanálisis e instituciones carcelarias
J uan Ca r lo s Fern án d ez

¿Qué lugar para el psicoanálisis y los psicoanalistas en las institu­


ciones carcelarias?6
Las entrevistas son el espacio necesario para el posible encuentro
con el psicoanalista si su acto lo funda7. Él puede estar allí, aún para
aquellos que, com o el caso a relatar, no lo piden y nos obligan a pen­
sar la necesidad del analista en la institución.
El caso es el de un joven de 17 años, un "m enor en conflicto con
la ley penal" para algunos, "u n delincuente" para el com ún de la
gente, que prefiere el de "chorro" cuando se encuentra con sus com ­
pañeros de encierro.
A nte los profesionales que lo atendían no se trataba m ás que de
"cosas que hizo y que no hará m ás".
Patricio, por darle un nombre un poco acorde a cierta im agen de
sí, estaba en un instituto "cerrad o" de m enores, privado de libertad
por unas ocho causas de robo en diferentes grados y consum o de
drogas, había pasado por varios lugares de los denom inados "abier­
tos" (con escasas m edidas de segtiridad) fugándose de todos ellos y
reincidiendo en los delitos.
P siquiatría

Se lo asignan atm nuevo psicólogo (Patricio ya tenía tres sem anas


de ingresado al establecimiento y era atendido por otro profesional),
"encom endándoselo", com o se dice, al mejor estilo de otras institu­
ciones argentinas, com o por ejemplo los Hospitales, que asignan los
casos en acuerdo con la dificultad.
y

Se trata de alguien que no responde al denom inador com ún de los


psicoanálisis

jóvenes encerrados, del silencio o por lo m enos de la escasa com uni­


cación, sí a la ausencia de dem anda y lo asintom ático, excepto claro
está, la queja por el encierro.
6 M iller, Jacques-Alain: "L e clivage psychanalyse et psychotherapie", en
2

Mental 9, París, Juin 2001. ___


7 L a u r e n t , Eric: en Psicoanálisis y salud mental, Tres H aches, Bs, As., 2002. 235
Él se presenta a las entrevistas m uy respetuoso y comunicativo,
m ostrando su urbanidad y haciendo un pequeño esfuerzo por apare­
cer dócil e interesado. Se define como una "buena persona", un joven
"que hace deportes", "alguien que hace una vida sana", y ciertam en­
te, tenía un buen estado físico y exhibía un cuerpo con m usculatura
resultado del ejercicio con pesas. N o se identifica con sus pares inter­
nados a los que desprecia porque son "chorros" y "drogadictos".
A m edida que transcurren las entrevistas y tom a confianza, su flui­
da com unicación se torna verborrágica y los pedidos pasan de insis­
tentes a urgentes dem andas que deben ser satisfechas. "Debe dársele
una oportunidad", vocifera de todas las m aneras en una exigencia de
derecho am parada en: ser un m enor de edad y no saber cuanto tiem­
po se lo va a tener en esta condición, tener un hijo del cual debe ocu­
parse, una m adre que lo quiere egresar, etc. Está de m ás decir que de
este hijo no sabía casi nada y nunca se ocupó de saber algo.
Dice no tener "problem as", refiriéndose a las dificultades de con­
vivencia con sus com pañeros de sector de internación, que él no es
"m alo", y por supuesto que "los demás sí", que "son los dem ás los
que lo m olestan", y con relación a las causas, que "com etió un error
pero que ya fue", y por supuesto que "no lo volvería a hacer".
Tam poco reconocía conflictos familiares, porque aunque ubicaba
sus conductas com o el emergente por ejemplo de la separación de
sus padres, esto no configuraba algo digno de preocupación.
También en cada hecho que es m encionado por él (o por el que se
lo interroga buscando algo que perm ita avanzar en algún sentido),
para probar su inocencia, lo abierto se cierra sin m as, m uchas veces
con un "p ero eso ya fue", indicando su estatuto de pasado al m odo
del realism o ingenuo y su falta de lugar en su (rechazando toda posi­
bilidad) subjetivación.
Si Patricio llegaba a suponer que se ponía en cuestión alguna de
estas afirm aciones que realizaba, u otras del m ism o estilo que por
g cierto podían ser perfectamente contradictorias entre sí, com o en el
“ ejemplo del señor del caldero que da Freud, no dem oraba una res-
ü puesta en la que desde el enojo podía pasar a la furia en una escala-
í da sin solución de continuidad, incluidos los im properios retirándo-
5 se de las entrevistas. Bueno, evidentemente este no era el camino.
^ En el tiem po que llevaba de internación, unos meses, con su acti-
£ tud general había logrado producir un indubitable m alestar en casi
2 todos aquellos con los que entraba en contacto, al punto que las auto-
< ridades del establecimiento se dirigieron al profesional que lo aten­
dí día inquiriéndole gentilmente por los planes de destino del sujeto en
_i cuestión. Claro está, en varias ocasiones.
236 A la par de sus dem andas/exigencias, im precaciones a la persona
del juez y todo aquel que sigue en la línea del encierro y exclam acio­
nes de lo injusto de ello, con sus compañeros se aprovechaba de su
contextura física, robándoles, maltratándolos y generando situacio­
nes difíciles, al punto que el personal de seguridad tuvo que interve­
nir cuando casi toda la sección (cerca de veinte jóvenes) intentaron
atacarlo.
En fin, la posición de Patricio es la de alguien que no puede dejar
de dem andar al otro un reconocim iento de su ser de excepción al
tiempo que le miente.
Toda intervención por parte del analista era prácticam ente igno­
rada, ni aún cierto silencio com placiente a las m entiras o la acepta­
ción de ellas con el fin de que dieran pié a alguna interrogación logra­
ban m overlo un m ilím etro de su postura de queja y lo justo de sus
reclamos; no aparecía forma de implicación a lo que podríam os defi­
nir com o su propia parte en el desorden.
En este im passe m e hallaba. Allí recurro a la lectura de su legajo
[una sum a de inform ación judicial, psicológica, social, etc., en un
riguroso desorden tópico, ya que el criterio es la cronología, que se
inicia cuando un m enor ingresa al sistema] buscando referencias de
su historia [lo que no se sospecha de m uy ortodoxo, en fin, a tono con
el resto] que pudieran orientar mis intervenciones. Surge de esa lec­
tura que en una internación anterior sus entonces com pañeros habrí­
an intentado violarlo, de lo cual no había hecho m ención alguna.
Otro dato, esta vez proporcionado por la m adre en las entrevistas,
es su abandono escolar a los diez años para em pezar a trabajar con
su padre, obligado por este. Padres separados desde hacía tres años,
"él bebía", dice ella.
También agrega que Patricio retorna "siem pre" (aclara) a su casa,
a la casa m aterna, dado que vivir con su progenitor le resultaba difí­
cil de sostener.
La hipótesis que se em pieza a configurar es la de alguien que en
P siquiatría

el pasado habría sido "injustam ente" tratado, y que en la actualidad


no puede dejar de decir esta m entira verdadera, que esta persona que
tom aba el rol de opresor había estado sufriendo malos tratos y que
este era el eje de su posición.
En la siguiente entrevista interrum po en un m om ento la habitual
y psicoanálisis

catarata verbal indicándole que efectivam ente él era una víctima.


[H asta ese preciso m om ento la víctima había sido yo]
E l e fe c to in m e d ia to fu e q u e P a tr ic io n o m e in te rr u m p ie r a a n te s d e
c o n c lu ir (lo c u a l e ra y a a lg o ), es m á s , se q u e d a e n sile n cio u n m o m e n ­
to y lu e g o r e la ta lo q u e h a b ía h e c h o su p a d re , el m a ltr a to y a b a n d o ­
2

n o q u e le in flig ió a s í c o m o d e l s e n tim ie n to p e rm a n e n te d e s e r u s a d o
p a r a fin es e c o n ó m ic o s . 237
En lo que sigue de las entrevistas Patricio deja de quejarse y
dem andar en form a querellante salidas, al tiem po que com ienza a
relatar situaciones de su historia con su padre.
En una de las entrevistas com enta en tono de revelar un secreto,
el intento de violación que sufriera en otra internación, lo que sum a­
do a lo anterior configura un cierto encadenam iento de escenas.
Com enta am argam ente el cambio sufrido por su padre a partir de
que éste hubo estado preso, de cómo lo obligó a dejar la escuela e ir
a trabajar m uchas veces sin com er en todo el día, etc.
El aprovecharse del otro y el m altrato en sus diversas form as -q u e
él repite con sus com pañeros- denuncia la identificación, lo que
adm ite alguna vez ante un señalamiento con un silencio que otorga,
pero que no alcanza para cesar de repetir aunque en form a atenuada.
Luego de una salida dispuesta por el juzgado de la cual retorna,
m e aborda en un pasillo, en un estado de visible ansiedad solicitán­
dom e urgentem ente hablar, y sin dilación relata ahí m ism o una falla
viril que ocurre ante la situación de encuentro sexual.
Tomando en cuenta que Patricio era un fuerte consum idor de
cocaína y que obviamente sabía de los efectos que esta produce, es
dable suponer que intentó otra cosa, es decir, ir al encuentro sexual
com o alternativa al consumo, priorizando un goce, sexual, sobre el
otro, el del tóxico. Dicho esto, de inmediato m e conm ina a que le
"diga que esto no va a volver a suceder".
De buena m anera trato de indicarle que no puedo asegurarle eso
pero Patricio parece nuevam ente no querer escuchar otra cosa que lo
que solicita, retirándose con m uestras de frustración.
A los pocos días el juzgado lo egresa. Se pudo saber que evalua­
ron una m ejora que perm itía su egreso quedando al cuidado m ater­
no.

Bibliografía
Lacan, Jacques, El seminario, Libro 17, El reverso del psicoanálisis, Paidós, Bs.
As., 1992.
L a c a n , Jacques, El seminario, Libro 20, Aun, Paidós, Bs. As., 1982.
A u c r e m a n n e , Jean Louis, "L'enfance inadaptée' ce que répondait Auguste
A ichorn", en Les feuillets du Courtil N ° 11 -O c t 1995 - Belgique et Lille.
V i g a n o , Cario, "U ne nouvelle question preliminare: l'exem ple de la toxico-
m anie", en M ental 9, París, 2001.
R u e d a , Félix, "Pathologies du trasfert dans les troubles de la personalité", en
Mental 9, crp. cit.
D avid, Pedro, Sociología criminal juvenil, Depalma, Bs. As., 1968.
B r o u s s e , M arie-H éléne, Los cuatro discursos y el Otro de la modernidad, Letra,
Santiago de Cali, 1999.
Caracteropatías
Las caracteropatías

A d r iá n S c h e in k e s t e l

El carácter es uno de los nombres de lo imposible en nuestra expe­


riencia.
Una lectura crítica de la práctica que se realiza, a partir de cierto
estado actual, dividido, en que se encuentra el síntoma, devenido
trastorno, nos conduce a pensar que la psiquiatría trata lo real del
síntoma, sinsentido, a partir de la bioquímica, que es un tratamiento
fuera de sentido, mientras que por otro lado tenemos el tratamiento
psicológico, del lado del sentido: el tratamiento por la palabra y su
escucha. Este último, asumiendo la función de apoyo o acompaña­
miento de la operación que se cumple en lo real por el lado del medi­
camento.
O también, la escucha de puro semblante en la práctica autorita­
ria y protocolar de las terapias cognitivo-comportamentales.
Entonces tenemos, por un lado la medicalización de la práctica, y
por otro, la utilización del poder de la palabra para complementar
esa otra práctica; o sino en su dimensión imperativa que busca eli­
minar lo que está desordenado, trastornado en la conducta y en la
vida de los pacientes. ™
Tomar hoy como tema el carácter, y luego reflexionar sobre una c
práctica singular que agrupa algunos pacientes incurables o refracta- h
ríos a todo tipo de tratamiento en un servicio de Salud Mental de un >
Hospital Público, es en cierto sentido proponemos pensar otro trata­
miento para la subjetividad de la época. ^
Es cuestionar, preguntarnos por otra relación posible entre lo real ^
y el sentido; entre la satisfacción pulsional y la satisfacción que se §
produce por vía de lo simbólico. >.
¿Se puede incidir en lo real desde lo simbólico? £
Esta es una pregunta central para la práctica analítica, ya que si ^
esto no es posible, el psicoanálisis deviene una estafa. —
241
El éxito inaugural del psicoanálisis se debió a la sorpresa que pro­
dujo en el mundo el descubrimiento de una segunda intencionali­
dad. Estaba la intención, la voluntad de los pacientes, para realizar o
no determinados actos. A esto se añadió, en el descubrimiento freu­
diano, otra intencionalidad de la que el sujeto no tenía la menor idea.
Esta segunda intención es posible descubrirla a través de la interpre­
tación.
Esta inter-pretación exige el "dos", exige la intervención del Otro.
Y este fue el inconsciente que tuvo su momento de gloria hasta
1915-1920. Y que luego Lacan en su primera enseñanza revitalizó con
sus téorizaciones acerca de la supremacía acerca de lo simbólico, y su
inconsciente estructurado como un lenguaje.
El esquema simple que se puede hacer de esta operación es aso­
ciando al Sj, significante imperativo, significante amo que comanda
una cadena, asociarlo al S2, significante asociativo que por retroac­
ción da sentido al Sj insensato.
Todo este capítulo del psicoanálisis que tuvo su vigencia y que
aun hoy también la tiene en algunos tramos de la cura, es el que toma
como referencia fundamental al síntoma.
El síntoma como un elemento discreto, localizado, que se pone en
cruz con el resto de la vida del sujeto.
Si ustedes quieren, es el síntoma terapéutico, ya que permite en su
discontinuidad con el resto de la personalidad, seguir la vida con
cierta estabilidad; es eso que llamamos neurosis.
A este síntoma, primero Freud y luego Lacan en sus primeras
enseñanzas, se lo ubica en relación, en correlación con otras forma-
ciones del inconsciente: lapsus, actos fallidos, chistes, olvidos; no
compartiendo con ellos, su fijeza, su no fugacidad.
El carácter era un concepto que Freud había elaborado especial­
mente a raiz del carácter anal; es el carácter relacionado al erotismo
anal y sus rasgos de meticulosidad, avaricia y perseverancia que por­
tan determinados sujetos.
Estas teorizaciones de 1908, "El carácter y el erotismo anal", luego
con "Trasmutaciones de las pulsiones, en particular la del erotismo
anal", de 1915, y finalmente, "Algunos tipos de carácter dilucidados
^ por el trabajo analítico", de 1916, que abarca: 1) los excepcionales, 2)
í los que fracasan al triunfar y 3) los criminales por sentimiento de
í culpa, fueron retomados por los seguidores del maestro, Jones, Reich
2 y otros que utilizaron estos conceptos para hacer frente a una prácti-
3 ca que les empezaba a resultar adversa y que para una parte de ellos
i implicó el desarrollo de la ego-psychology, especialmente en los
j_ EE.UU.
\l Los pacientes ya no respondían tan bien a la interpretación psico-
analítica y la resistencia a la continuidad de los tratamientos se hacía
cada vez más patente.
Es así que el síntoma, y su lugar especial, comenzó a sufrir una
extensión a todas las conductas de la vida de los pacientes (el agieren
-a c tu a r- freudiano).
Eso llevó a Freud a construir una segunda tópica, con su yo-ello-
superyó; donde el yo tiene una parte inconsciente, es una instancia
que tiene conexiones con las pulsiones (el ello), con el superyó (ins­
tancia ligada a la moral y las identificaciones ideales).
Pero la ego-psychology tomó más bien la dirección de la indepen­
dencia y la autonomía del yo, en lugar de su dependencia.
En Freud, esa segunda tópica, su conceptualización, era correlati­
va del lugar que tomó el "m ás allá del principio de placer", la pulsión
de muerte y el inconsciente no reprimido.
Es decir que, siguiendo con la orientación que nos da Jacques-
Alain Miller sobretodo en su curso La experiencia de lo real, esa reac­
ción de Lacan en sus primeros tiempos a las desviaciones del descu­
brimiento freudiano, la desestimación del síntoma como formación
del inconsciente, ocultó de alguna manera que esos desvíos también
se debieron a obstáculos reales con los que se encontraron los practi­
cantes del psicoanálisis, los obstáculos en la experiencia de lo real; en
la dificultad de todo aquello que no quedaba subsumido por lo sim­
bólico, por el discurso del Otro, por el discurso del inconsciente; por
la imposibilidad de encontrar un sentido a todos los impasses de la
vida del sujeto y de los avatares de la práctica misma del psicoanáli­
sis. Todo esto que mencionamos, no constituye un discurso; no hay
discurso de lo real; y a falta de él, nombramos esto como experiencia
de lo real.
El co n ce p to d e real es alg o que v a g a n a n d o e sp a cio a lo la rg o d e la
e n se ñ a n z a d e L acan .
Hay un desplazamiento que va de la verdad, el lugar eminente
P siquiatría

que tiene la verdad en su retorno a Freud, a lo real. Lo real como lo


imposible, como lo imposible de ser subsumido a lo simbólico, a las
relaciones simbólicas que constituyen la verdad, las que hacen la ver­
dad.
Esta mutación sobre todo comienza a producirse a partir del
y psicoanálisis

Seminario 17, a. fines de los años 60, donde Lacan habla de la impo­
tencia de la verdad.
Hacer verdad del inconsciente, es solo una parte de la práctica,
que deja un resto sin sentido, o fuera de sentido, que es necesario tra­
tar de otra manera. Hacer algo con él, manipularlo, encontrarle un
2

uso posible. ___


La interpretación (que pertenece al registro, de alguna manera, 243
del "d e a d o s") da lugar al uso, y este nuevo tratam iento es correlati­
vo a lo que Lacan denom inará com o sinthome.
Miller propone al sinthome com o la reunión del síntom a con el
carácter, que es su extensión, son dos m odalidades de satisfacción de
la pulsión.
Entonces tenemos dos experiencias:
• La de la spaltung (división), que es el reconocim iento del incons­
ciente com o tal,
• y la de lo real.
Otto Fenickel (1945) llama en su manual "personalidad" a este
ordenam iento global respecto del cual el síntoma aparece com o una
perturbación local, localizada, súbita de alguna m anera.
Perturbación súbita que se manifiesta por acciones o impulsiones
notables por su inadecuación a un ordenam iento previo.
Se trata de la m alform ación de la personalidad misma.
Él llam a "personalidad" a lo que se llamó carácter, esto es, el esti­
lo habitual, el estilo ordinario del com portam iento de un sujeto.
En Lacan se trata de pensar la extensión del inconsciente, sin
renunciar a la estructura del síntoma (Seminario 5).
Estructuró el síntoma de una m anera que perm ite incluir todas las
:onductas del sujeto y lo amplió a todo lo que se puede considerar el
destino hum ano.
Miller dice: "Sería lo propio del significante, im prim ir al incons-
riente, esta contingencia, que se vuelve necesidad, que a continua­
r o n ya no cesa de seguir escribiéndose a lo largo de la vida del suje-
:o. Transita a través de él y el sujeto es de alguna m anera 'vivido' por
a determ inación significante necesaria".

Sim bólico Real


Síntoma Carácter
Represión Defensa
Deseo Goce
Inconsciente Pulsión

Interpretación

Descifram iento Perturbación (de la defensa)


Sinthome

Es porque el principio de la práctica lacaniana, tal com o nos la


an a presentar a continuación Emilio Vaschetto y Jorge Faraoni es el
eso falla", que es posible intentar un diálogo, aunque sea un diálo-
o de sordos, con la ciencia. La ciencia tiene gran pregnancia en la
civilización actual, m ás allá de cierta decepción creciente que produ­
ce. Tiene gran pregnancia sobre todo a través de los progresos tecno­
lógicos que invaden los m ercados y nos hace consum idores... consu­
midos. Este empuje progresista da cuenta del "eso m archa" de todas
m aneras. Podríam os escribirlo, con Miller, de esta m anera: Sx S2,
com ando y ejecución. Por otro lado, escribimos el "eso fracasa" com o
« —* $ .
El fracaso del que hablam os no es un fracaso necesario, no es un
fracaso com o destino, un fracaso incluido en un program a cuyo des­
cifrado encontraríam os en la novela familiar del neurótico, en la
estructuración edípica neurótica.
Ese es el tem a que aborda Freud en su contribución sobre el carác­
ter: "los que fracasan al triunfar". Ahí él ilustra, especialm ente con
ejemplos de la literatura, la sobredeterminación en estos sujetos, que
cuando llegan a buen puerto en alguna em presa de la vida, cuando
tienen éxito, fracasan. Se arruina eso que fue largam ente esperado,
deseado.
Este es un fracaso que a partir de ciertas contingencias de la vida
(novela familiar del neurótico) se vuelve necesario. Transforma lo
contingente en necesario; lo cual sucede m uy frecuentemente en los
encuentros am orosos y es lo que Freud denominó 'repetición', con­
ductas estereotipadas, respuestas similares del sujeto en determ ina­
dos encuentros.
Este otro fracaso, que aquí abordam os, intenta dar cuenta de lo
m ás singular del sujeto, y requiere de alguna m anera de cierta inven­
ción. Es un fracaso fuera de program a.
El escritor Samuel Beckett decía: "trata de nuevo, trata mejor, fra­
casa m ejor", y ubica al artista com o aquel que osa fracasar com o
nadie lo ha hecho antes.
Es un fracaso que intenta m antener viva la relación con lo im po­
sible, imposible que hay que probar, verificar, cada vez.
P siqui atría
y ps i coa ná l i s i s
2
Del no-grupo al residuo singular
A tres años de una experiencia inédita
con pacientes "refractarios"

E m ilio V a s c h e t t o y J o r g e Fa r a o n i

Clínica del fracaso


La historia se rem onta a tres años atrás donde decidim os poner en
funcionamiento un dispositivo en un hospital general denom inado
"grupo de pacientes refractarios". Se trata de un espacio dispuesto a
alojar a todos aquellos pacientes que no respondieron a las diferentes
ofertas de tratam iento institucional y que, por su posición respecto
de la cura (rechazo de saber, irresponsabilidad, ausencia de dem an­
da, reivindicación, cristalizaciones del carácter, etc.), no son pasibles
de respuesta terapévitica, generando los conocidos efectos contra-
transferenciales (rechazo del tratante, impotencia, empuje a la deri­
vación o a la m edicalización).
Se im plem ento este dispositivo,1 que funciona com o un Witz den­
tro de la institución, reuniendo a todos aquellos a quienes esta insti-

* Autores: L i m a Q u i n t a n a , Delfina, Concurrente del Hospital Central de San


Isidro (HCSI); G ó m e z Q u a r e l l o , Ramiro, Concurrente del HCSI; F a r a o n i ,
P si qui atrí a

Jorge, Miembro de la EO L y la AMP, C oordinador del G rupo de pacientes


m on ositom áticos de A taque de pánico (R elator); V a s c h e t t o , Em ilio,
M iembro de la EO L y la AMP, Coordinador del G rupo de pacientes refracta­
rios, Más uno del cartel institucional homónimo.
1 El grupo de pacientes refractarios, inicialmente fue pensado com o un
grupo de reflexión tom ando el relevo de los conocidos "grup os operati­
y p s i c oa ná l i s i s

vos" ideados p or el psiquiatra argentino Pichón-Riviere. Según la expe­


riencia realizada en N oruega: "grupo reflexivo (...) para esto pensam os
en el significado de la palabra en francés, que por lo que nosotros enten­
díam os, estaba cerca de réplica. En francés la palabra réflexion tiene el
mismo significado que la noruega refleksjon, es decir: algo que es oído,
aprehendido y pensado antes de dar una respuesta". ANDERSEN, T., El
2

equipo reflexivo. Diálogos y diálogos sobre los diálogos. Prefacio: Jurgen


Hargens. Pág.21. Colección terapia familiar. Editorial Gedisa. Barcelona, Abril 247
tución no podía darles una respuesta. Su nominación como "pacien­
tes refractarios" (o incurables, de manera informal) sirvió como un
modo de juntar en la institución aquello que viene a poner en cues­
tión la institución misma.
Decir grupo es ser muy optimista puesto que más bien se trata de
un no-grupo, lo cual podríamos pensar como un agrupamiento
imposible, en el sentido de que "tres no hacen uno" -com o bien lo
refiere uno de los integrantes. O en los dichos de otro: "Es notorio
que el grupo no tiene interés como grupo".
En un trabajo anterior, publicado en Psicosis actuales2, utilizába­
mos la experiencia nacida en el Reino Unido llamada la postpsiquia­
tría, que daba cuenta de la agrupación autónoma de personas que
presentaban un rasgo común y que los dejaba por fuera del lazo
social. La red de escuchadores de voces3, que ha tomado una rele­
vancia notoria en aquellos países, presenta un desafío notable al
miope abordaje psiquiátrico4.
En esta oportunidad, decidimos tomar la experiencia foránea del
reconocido grupo de música Reynolds, como un no-grupo. "Los inte­
grantes de Reynols proponen una lógica donde lo que comúnmente
es entendido como error o disfunción, es valorado como libertad y
originalidad y respetado como una forma distinta de ver el mundo.
Esta postura sumada a su singular imagen heredada de la cultura

de 1994.Quizás sería la ocasión para recordar la referencia de Jacques


Lacan, en La psiquiatría inglesa y la guerra, al trabajo de Bion donde el psi­
quiatra inglés resalta en la tarea del grupo: como" una cotistruccióti creati­
va para las relaciones sociales "y el carácter "flexible" del mismo (B ion, W.R.,
Experiencias en grupos, p. 26, Editorial Paidós, 1980, Buenos Aires); cues­
tión de la cual nos hicimos eco.
2 L im a Q u i n t a n a , D., G ó m e z Q u a r e l l o , R., F a r a o n i , J., V a s c h e t t o , E .,
"Incurables", en: Psicosis actuales, E m ilio V a s c h e t t o (comp.), Grama edi­
ciones, Rs. As., 2008.
3 Hearing voices netu’ork (Red de escuchadores de voces). Los objetivos de
la red son: aumentar la conciencia de la voz audible, de las visiones, las
sensaciones táctiles y otras experiencias sensoriales; dar los hombres
mujeres y niños que tienen estas experiencias, la oportunidad de hablar
aractero patías

libremente sobre esto en grupo; para apoyar a nadie con estas experien­
cias hay que entender, aprender y crecer con ellos a su manera. Ver:
www.hearing-voices.org.
4 Cf. B r a c k e n , R, T h o m a s , R, Postpsychiatry, Oxford Medical Publications,
2005 y el artículo de los mismos autores, Postpsychiatry: a neiv direction for
mental health, British Medical Journal, 2001; 322:724-727. Citado por
£ |C

M a t u s e v ic h , D., en su trabajo: Postpsiquiatría, presentado en el XXI


Congreso Argentino de Psiquiatría de la APSA, Abril 2003.
rock, convierten al grupo en un constante foco de controversias."5
Miguel Tomasín, líder de la banda y quien padece de síndrome de
Down, imprime a las canciones grabadas o en vivo un repertorio caó­
tico y anárquico cuyo leivmotiv no es nada más que la pura improvi­
sación. Un saber hacer en el momento, lo que hace que cada escucha
sea única e irrepetible. Del lado del oyente, introduce una cierta per­
plejidad, lo cual conduce a posturas fanáticas (por ejemplo, los que
hablan de "música de culto") o devastadoras (esto es una estafa o la
utilización de un enfermo con fines espúreos o publicitarios). Su
único disco editado en la Argentina se titula "desmaterializado", y
viene a ser una caja de CD sin nada adentro. Su música, que fue cata­
logada como de tipo experimental, y denominada por ellos mismos
como la no-música.
Entonces, al día de hoy nos seguimos preguntando cómo es que
puede producirse un agrupamiento de personas que concurren al
servicio de salud mental, pero cuyo rasgo es hacer fracasar cualquier
ideal de salud psíquica.

Efecto "comunidad de vida"


Hemos verificado, luego de la experiencia, que muchos de estos
sujetos, más que ser pasibles de una terapéutica vienen a autorizarse
en sus soluciones sinthomáticas. Por ello, el no-grupo provee un espa­
cio no terapéutico sino de verificación de las soluciones singulares.
Soluciones que hay que entender que no son por la vía de un psicoa­
nálisis aplicado (el cual sabemos, no es para todos), ni por ninguna
otra herramienta terapéutica (psicofarmacología, grupos, etc.) sino
por la insistencia de un real que han podido nombrar a partir de una
inclusión en un dispositivo que está excento, por su mismo espíritu,
P si qui atrí a

del furor por curar. Cuestión que no es tan fácil de leer en los otros
dispositivos que participan del servicio. J.-A. Miller en La erótica del
tiempo da cuenta de una doble dimensión del tiempo para la constitu­
ción del lugar de sujeto supuesto saber. Es desde este lugar desde
donde el analista tradicionalmente opera. La pregunta es si un tera­
peuta puede sobrellevar una tarea que de antemano se encuentra tan
y ps i coa ná l i s i s

advertido de la dificultad de la instalación de la transferencia y que de


instalarse será el final de la participación del paciente en el no-grupo.
A partir de allí, hemos podido observar, que una salida de la
errancia fue el efecto que llamamos "comunidad de vida", y no de
"lazo social", pues este último es cuestionable.
2

5 Fuente: diario Hoy, La Plata, 10 de mayo de 2005.


§
El hecho de introducir a priori la premisa de no ser una terapia de
grupo, ni un grupo terapéutico, nos demostró que cuando se insta a
una "terapia" los pacientes lo pueden hacer mejor que nosotros. Así
empezaron a juntarse por fuera del dispositivo, incluso a uno que
había incurrido en una importante ingesta de psicofármacos una
compañera prácticamente le salvó la vida, a otra le consiguieron tra­
bajo, a otro novia, etc... Vale decir, todas aquellas quejas que no hacen
al nudo del asunto, pero que son moneda corriente en las reuniones,
son despejadas por ellos mismos sin la intervención nuestra -lo cual
nos ahorra mucho trabajo. Mientras que el punto de incurable sigue,
por supuesto, en pie y orientando nuestro deseo.
Decíamos antes, "efecto comunidad de vida", y no de lazo social
ya que estos sujetos no impresionan haber superado la relación
dual6, están por fuera de lo que Miller llama "el acto de fe en la socie­
dad"7.

La paciente L. nombra su padecimiento dando una definición


contundente: "el peso de la prolongación de la vida es la depresión",
generando un eco en sus compañeros: "depresión", "no poder salir",
"miedo"... Mientras en otra reunión una paciente daba algunas defi­
niciones de su padecimiento, L sorprendió con manifestarse, en esta
instancia, con cierta "creencia" respecto de su futuro. Al encuentro
siguiente se decidió el pasaje a un tratamiento individual.
Una de las versiones de la errancia que pudimos escuchar, estuvo
caracterizada por la idea de libertad. En palabras de uno de los inte­
grantes: "acá es un lugar donde puedo decir lo que quiero, me sien­
to muy libre acá". Es decir, una falla en las relaciones de dominio que
instauran la posibilidad del lazo social. "Solo te podés curar si que-
rés", dijo otro, dando cuenta de que la libertad de curar es la del
hombre libre, que como el loco, anda con el objeto en el bolsillo8, que
en esta versión postpsicopatológica no da cuenta de la estructura
sino de la fractura del lazo social.
Caracteropatías

6 "La sociedad es lo simbólico, implica tener que superar el estadio del


espejo: hay lazo social a partir del momento en que se supera la relación
d u al....". M iller, J.-A., "Psicoanálisis y sociedad", Revista Freudiana 44,
Barcelona.
7 Ibid.
8 L acan, ]., Escritos 1, "Acerca de la causalidad psíquica", Siglo XXI, Bs.
250 As., 1993.
El residuo
A decir verdad, estos sujetos habían sido relegados a la categoría
de residuo o de resto, por estar por fuera del ideal de salud. Nuestra
operación fue sencillamente poder escuchar eso que está en primer
plano y que sorprende por ser la respuesta más lacaniana: lo duro no
enunciable.
Los encuentros configuraron en algunos integrantes la posibili­
dad de reducir eso de lo que no van a poder curarse, pero que a su
vez se impone por su insistencia.
Una de las pacientes había definido "el miedo" como aquello que
nunca había sido posible de "curar" ni con altas dosis de medica­
mentos ni con las diferentes terapias. Sin embargo es en este espacio,
donde bajo el significante miedo, logró acotar algo de ese mismo
"incurable". El tratamiento que hizo de esta palabra, logró poder
localizar momentos muy precisos de emergencia del goce del Otro,
una especie de angustia señal que le evita el estupor, para finalmen­
te "lograr arrancar" -según su decir.
Otra paciente, durante los primeros encuentros no paró de hacer
lo que hizo en todos sus tratamientos: llorar a mares, casi sin lágri­
mas, como también no evitar repetir que se encontraba "sola" luego
de que sus hijos emigraron a otro país, señalando que su problema
es el "nido vacío". Pensamos como hipótesis que quizás esa fijeza al
sintagma "nido vacío", que hasta entonces no había podido ser con­
movida por todos los terapeutas que había atravesado, parecería
más bien una solución sinthomática a la que había arribado; crei­
mos que sería importante verificar esto en su tratamiento indivi­
dual.
Durante varias entrevistas, la paciente relató diversas situaciones
complicadas que habían entrado en juego durante su vida; entre ellas
abusos sexuales en su infancia, la convivencia con un marido violen­
P siqui atría

to, su adicción al alcohol durante 30 años, problemas sexuales con


hombres... Pero fundamentalmente, dijo no haber superado el suicidio
de su marido, en un dolor que no está referido precisamente a su
muerte sino a que "no nos quiso ver más"; y un dolor que continúa
en su cuerpo, el "desgarro" que siente en el vientre que le recuerda
y ps i coanáli si s

al modo en el que "le sacaron a sus hijos de la panza" en sus partos.


"Lo mío no es sencillo, lo mío es duro", dirá en nuevos encuentros,
en relación a aquello, que pese a desplegar en su estereotipia discur­
siva ("nido vacío") y conductual (llanto sin lágrimas), se va redu­
ciendo cada vez más a lo indecible, al vacio.
2

Nuestra investigación nos posibilitó un modo de entender la


errancia, propia de estos pacientes, en consonancia con su carácter de 251
excéntricos9, es decir, aquello periférico que no se deja atrapar por la
fascinación propia del ideal central que rige la institución. Partir de
los obstáculos propios a todo tratamiento (la falta de una respuesta
donde es esperada), nos ayudó a interrogamos en dos planos: el pri­
mero, el lado analista, como aquel que porta el rasgo de "inadaptado
social"10 -lo que lo lleva a alojarse en una Escuela-; el lado refracta­
rio, como clínica del fracaso, lo irreductible a toda norma, lo que no
anda ni para atrás ni para adelante. Es allí donde creemos haber
encontrado una orientación.11
a r a c t er o p a tía s

9 La referencia a lo "excéntrico" pertenece a una conferencia dictada por


Jorge Alemán en el hospital de San Isidro en setiembre de 2007.
10 M iller, J.-A., El banquete de los analistas, Paidós, Bs. as., 1989, pág. 35.
11 La orientación lacaniana, como aquella orientación que no es un sentido,
C

sino que apunta a lo real. Ver: L acan, J., El seminario, Libro 23, El sintho­
me, Paidós, Bs. As., 2007.
§}
LOS AUTORES
JACQUES-ALAIN MILLER. Psicoanalista. Profesor regular de la Univer­
sidad de París VIII. Analista Miembro de la Escuela de la Orientación
Lacaniana (EOL). Analista Miembro de la Asociación Mundial de
Psicoanálisis (AMP). Dicta en París desde el año 1982 el "Curso de la
Orientación Lacaniana" del cual han sido publicados varios volúmenes
(Paidós, Buenos Aires). Autor de numerosos libros y artículos en revistas
nacionales e internacionales.

ALFONSO CAROFILE. Médico psiquiatra. Subdirector del Hospital Borda.


Vicepresidente del Capítulo "Psiquiatría y Psicoanálisis" en la Asociación de
Psiquiatras de la Argentina (APSA).

MIGUEL FURMAN. Médico especialista en Psiquiatría. Psicoanalista. AME


de la Escuela de la Orientación Lacaniana (EOL) y de la Asociación Mundial
de Psicoanálisis (AMP). Miembro de APSA. Responsable del Departamento
de Estudios sobre Psiquiatría y Psicoanálisis del Centro de Investigaciones
del Instituto Clínico de Buenos Aires (CICBA).

ADRIÁN SCHEINKESTEL. Médico especialista en psiquiatría. Psicoana­


lista. Psicoanalista AME de la Escuela de la Orientación Lacaniana (EOL) y
de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP). Miembro de APSA.
Responsable del Departamento de Estudios sobre Psiquiatría y Psicoanálisis
del Centro de Investigaciones del Instituto Clínico de Buenos Aires (CICBA).

RAFAEL SKIADARESSIS. Médico Psiquiatra. Psicoanalista. Miembro de la


Escuela de la Orientación Lacaniana (EOL) y de la Asociación Mundial de
Psicoanálisis (AMP). Secretario del Capítulo de Psiquiatría y Psicoanálisis en
APSA. Responsable del Departamento de Estudios sobre Psiquiatría y
Psicoanálisis del Centro de Investigaciones del Instituto Clínico de Buenos
Aires (CICBA).

NÉSTOR YELLATI. Médico especialista en psiquiatría. Psicoanalista. AME


de la Escuela de la Orientación Lacaniana (EOL) y de la Asociación Mundial
de Psicoanálisis (AMP). Presidente del Capítulo de Psiquiatría y
Psicoanálisis en APSA. Responsable del Departamento de Estudios sobre
Psiquiatría y Psicoanálisis del Centro de Investigaciones del Instituto Clínico
de Buenos Aires (CICBA).

ADRIANA LUKA. Lic. en Psicología. Psicoanalista. AME de la Escuela de la


Orientación Lacaniana (EOL) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis
(AMP). Responsable del Departamento de Estudios sobre Psiquiatría y
Psicoanálisis del Centro de Investigaciones del Instituto Clínico de Buenos
Aires (CICBA).
EMILIO VASCHETTO. Miembro de la Escuela de Orientación Lacaniana
(EOL) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP); miembro del
Centro Descartes; Presidente del Capítulo de Epistemología e Historia de la
Psiquiatría de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA); Médico psi­
quiatra del Hospital Central de San Isidro, Buenos Aires, Argentina.

FABIÁN NAPARSTEK. Psicoanalista. Miembro de la Escuela de la


Orientación Lacaniana (EOL) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis
(AMP). Profesor Regular de la UBA y Master en Psicoanálisis Universidad
París VIII.

ERNESTO PEREZ. Médico psiquiatra. Psicoanalista. Docente de la Facultad


de Psicología de la UBA. Director de CAMPI (Centro de Atención Médico
Psicológico Integral).

GLORIA AKSMAN. Psicoanalista. Miembro de la Escuela de la Orientación


Lacaniana (EOL) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP). Prof.
Adjunta coordinadora de la Práctica Profesional "El sujeto en la clínica -
vicisitudes y obstáculos" - Facultad de Psicología de la UBA. Subsecretaría
de Posgrado de la Facultad de Psicología de la UBA.

SILVIA BAUDINI. Psicoanalista. AME de la Escuela de la Orientación


Lacaniana (EOL) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP).
Miembro de la Comisión de Garantía de la Escuela de la Orientación
Lacaniana (EOL). Supervisora de PAUSA. Docente de CENARESO.

ERNESTO S. SINATRA. Psicoanalista, AME de la Escuela de la Orientación


Lacaniana (EOL) y del Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP);
Coordinador General de Enseñanzas del ICBA.

SILVIA VETRANO. Psicoanalista, Lic. en Psicología, Directora de un Centro


de Atención a las Adicciones del Ministerio de Salud de la Provincia de
Buenos Aires.

LUIS DARÍO SALAMONE. AE de la Escuela de la Orientación Lacaniana


(EOL) y la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP). Co-director del TyA
(Departamento de Toxicomanías y Alcoholismo del CICBA). Doctor en
Psicología Social. Profesor Asociado del Departamento de Psicoanálisis y el
Master en Psicoanálisis de la Univ. Arg, J. F. Kennedy.

PAULA GRABOUW. Psiquiatra Infanto Juvenil.

M ARÍA EUGENIA SERRANO. Psicoanalista. Ex-Jefa de Residentes de


Psicología, Htal. Infanto Junenil "Dra. Carolina Tobar García".

___ OSVALDO DELGADO. AME de la Escuela de la Orientación Lacaniana


254 (EOL) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP). Director del
Departamento de Psicoanálisis y Filosofía del CICBA. Docente del ICBA y el
IOM. Profesor Regular Titular de la Cátedra Psicoanálisis: Freud. Miembro
de la Comisión y docente de la Maestría en Psicoanálisis. Facultad de
Psicología (UBA).

HORACIO VOM M ARO. Médico Psiquiatra. Psicoanalista. Jefe de


Psiquiatría de INEBA (Instituto de Neurociencias Buenos Aires). Docente de
la carrera de especialista en psiquiatría de la UNBA). Director del Curso de
Posgrado de Psiquiatría y Neurociencias de INEBA. Secretario General de
APSA (Asociación de Psiquiatras de la Argentina).

JOSÉ MARÍA FERNÁNDEZ. Psicoanalista, PAIDA, Programa de Adiccio­


nes de la SENNAF.

JORGE FARAONI. Miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana


(EOL) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP), Integrante del
Servicio de Salud Mental del Hospital Central de San Isidro, Integrante del
Departamento de estudios Psicoanalíticos sobre la Familia - Enlaces (ICF-
ICBA).

DANIEL ABRAHAM AKSMAN. Psicoanalista. Miembro de la Escuela de


la Orientación Lacaniana (EOL) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis
(AMP). Operador del equipo de Libertad Asistida de la Secretaría Nacional
de Niñez, Adolescencia y Familia. Responsable revista "Puentes del Sur" y
del IOM conurbano Sur.

CATALINA BORDÓN. Psicoanalista. Docente UBA. Integrante de docencia


e investigación y coordinadora del equipo de adultos de APE.

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