Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
(DÍEZPICAZO y GULLÓN, )
Las críticas formuladas y la redacción literal del Código nos podrían llevar a
considerar que en la medida en que existe una identificación puntual de los
actos que se encuentran sujetos a la regla de la unanimidad, todos ellos
independientemente de su trascendencia económica están afectos a esa regla
del mismo modo que todos los actos no comprendidos en la relación que
contiene el inc. 1 del artículo 971 deben ser considerados como actos de
administración ordinaria sujetos a la regla de la mayoría absoluta. Sin embargo,
el Código no define lo que debe entenderse por acto de administración
ordinaria y, por consiguiente, no vemos razón para no reconocer que fruto de
una corriente jurisprudencial que pudiera formarse a la luz de los criterios
económicos esbozados por la doctrina moderna no pueda entenderse que la
fuerza atractiva de la división tiene la noción de acto de administración
ordinaria y que, por tanto, quedarán sujetos a la regla de la unanimidad solo
aquellos actos que por su particular trascendencia económica (afectación al
capital fijo) no hayan podido quedar comprendidos dentro de la noción de
"administración ordinaria", será la ordinalidad económica del acto la pauta que
determine la división.
16. ¿EN QUE CONSISTE EL DERECHO DEL USO DEL BIEN COMÚN?
En que cada copropietario tiene derecho a servirse del bien común sin más
limitación que respectar el destino del bien y no perjudicar el interés de los
demás, lo que hace es configurar a la facultad de uso con el carácter de
solidaria. En ese sentido, se ha manifestado que "la naturaleza de la facultad
de uso de la cosa común impone una especie de solidaridad en el ejercicio de
la cosa misma, de modo que cada condueño podrá servirse enteramente de la
cosa y no en la proporción exacta equivalente a su cuota." (PÉREZ PÉREZ, p.
167).
El artículo 975 del Código Civil puede fácilmente imaginar que él se refiere a la
siguiente situación: Juan, Pedro y María han heredado entre otros bienes el
inmueble en el que vivía su padre hasta el momento de su fallecimiento. Todos
tienen un duplicado de la llave de ingreso, pero solo Pedro se queda a dormir
en la vivienda. Un buen día Pedro decide cambiar la cerradura de la puerta de
acceso y cuando sus hermanos intentan ingresar al inmueble se dan con la
sorpresa de que ello no es posible debido a la conducta asumida por Pedro
quien, por lo demás, no está dispuesto a permitirles el ingreso. Si eso ocurre se
podrá decir, que Pedro si bien es copropietario y estaba facultado para usar el
inmueble, su conducta en este caso dolosa ha determinado que los demás no
puedan ejercer el mismo derecho que les corresponde porque justamente
Pedro "usa el bien totalmente con exclusión de los demás". Una conducta ilícita
como la detallada debe, lógicamente, dar lugar al pago del daño padecido por
los otros copropietarios.
Al comentar el artículo 975 del Código hemos afirmado que uno de los
caracteres de los bienes patrimoniales es su polivalencia, en tanto que
puede obtenerse con cargo a ellos diversos valores, según la utilización
económica que se pretenda de los mismos. Esa diversidad de valores
ínsita en los bienes determina que sus titulares experimenten intereses
dispares respecto de la mejor manera de obtener rendimientos
económicos de la explotación de aquellos. Así, el interés de uno de los
copropietarios relativo a la explotación económica del bien común puede
radicar en el arrendamiento, mientras que para otro de los
copropietarios, la mejor forma de obtener mayores rendimientos
económicos del bien podrá estar dada por su destino a la prestación de
servicios diversos al del arrendamiento, como sería, por ejemplo, la
apertura de un local comercial conducido por todos ellos Y puede,
también, que exista algún otro copropietario que tenga el interés de usar
el bien sin destinarlo a la producción de renta, etc
Tipos de acuerdo
Los acuerdos relativos a la explotación económica de los bienes.
En lo que atañe a la primera de las etapas, cada copropietario
podrá someter a consideración del resto su propuesta acerca de
la actividad económica que considere más rentable o conveniente
para todos. Una vez presentadas las propuestas cada quien
sustentará las mismas con el propósito de convencer a los demás
que la propuesta que sostiene o apoya es la que permitirá la
obtención de las mayores utilidades posibles a costa de un menor
desgaste de los bienes comunes
La designación de un administrador de la facultad de disfrute
Así como los copropietarios están legitimados para adoptar los
acuerdos relativos a la forma en que deben explotarse los bienes
comunes, del mismo modo, ellos podrán librar la conducción de
dichos bienes en uno de los copropietarios o en un tercero
c) La facultad de disfrute como percepción de los rendimientos obtenidos
(ALBALADEJO, ).
ALESSANDRI, p. 54).
Para el tema que nos ocupa nos interesa el inciso 2 del artículo 1599 del
Código Civil, conforme al cual tienen derecho de retracto entre otros, "...EI
copropietario, en la venta a tercero de las porciones indivisas". De más está
decir que las cuotas ideales deberán concernir a bienes muebles inscritos (por
ejemplo, un automóvil) o a inmuebles (por ejemplo, un predio o un buque), de
forma tal que, por una evidente ficción de la ley, la cuota ideal tendrá la
naturaleza mobiliaria o inmobiliaria que corresponda al bien común sobre el
cual ella recaiga.
21. DESCRIBE EL EJERCICIO DEL COPROPIETARIO A GRAVAR SU
CUOTA IDEAL
(AREÁN, p. 349).
En nuestro país tal como se desprende de la lectura del Código Civil, no existe
previsión normativa sobre el problema planteado. Solo se dice que el
copropietario puede gravar su cuota, pero no qué sucede después con dicho
gravamen.
También podemos inferir del artículo en mención que el mismo puede ser útil
tanto para regular el reclamo por mejoras de un "tercero poseedor a los
copropietarios, como el reclamo por mejoras que se formule entre
copropietarios; pero fácilmente se advertirá que, en el primer caso, la
regulación contenida en los artículos 916 al 919 será la que defina los derechos
del reclamante y lo único que determinará el artículo 980 del Código Civil será
la proporción en la que los copropietarios estarán obligados a solventar el pago
respectivo, cosa que por cierto de no existir el artículo indicado quedaría
cubierta por la regla general del artículo 970 del Código Civil, conforme a la
cual los copropietarios participan en los beneficios y en las cargas derivadas de
la situación de copropiedad en proporción a la cuantía de su respectivo
derecho individual (cuota ideal). En cambio, para las relaciones entre
copropietarios, el artículo 980 del Código Civil sí resulta útil y necesario toda
vez que, por aplicación del mismo, quedará establecido que la obra necesaria o
útil, en la que consista la mejora, pertenece a todos (descartándose así la
posible invocación de las normas sobre accesión) y que, a su vez, al estar
obligados todos a responder proporcionalmente por los gastos en que se haya
incurrido, será factible que quien haya asumido el costo pueda demandar a los
demás el reembolso proporcional.
Existe evicción, según el artículo 1491 del Código Civil, "cuando el adquirente
es privado total o parcialmente del derecho a la propiedad, uso o posesión de
un bien en virtud de resolución judicial o administrativa firme y por razón de un
derecho de tercero, anterior a la transferencia".
Si uno de los copropietarios fuese privado de la propiedad de un bien que le fue
adjudicado en la partición, entonces tendrá derecho a reclamar de sus demás
ex copropietarios, el cumplimiento de la obligación de saneamiento de la que
trata el artículo 1495 del mismo Código, conforme al cual el copropietario
afectado podría reclamarles que le abonen, en forma proporcional a las cuotas
que ellos tenían en la copropiedad, los siguientes conceptos:
(iii) los frutos devengados por el bien durante el tiempo que lo poseyó de buena
fe o su valor, siempre y cuando él hubiere sido obligado y a devolverlos.
(iv) las costas y costos del juicio de evicción que le hayan sido cobrados;
(v) los tributos \y gastos del contrato que hayan sido de cargo de dicho
copropietario, en este caso será preciso individualizar los tributos y gastos que
conciernen específicamente al bien que el copropietario ha perdido o, en su
defecto, deducir dichos conceptos en forma proporcional al valor del bien que
ha perdido el copropietario;
¿Es verdad que la partición implicará siempre reparto? ¿Existen otras formas
de hacer partición de los bienes comunes y, de ser así, deben ellas estar
excluidas de la definición? Al respecto tenemos que el propio Código Civil, en
su artículo 988, ubicado dentro del subcapítulo en el que se trata de la
partición, señala que tratándose de bienes indivisibles se podrá acabar con la
copropiedad mediante la adjudicación en común del bien (lo que en el caso de
un solo bien necesariamente supone compensar en dinero a quienes no
resultan adjudicatarios del bien) o, a falta de acuerdo, mediante la venta
contractual o en subasta pública del bien (lo que necesariamente supone
repartir el dinero obtenido).
(i) Partición con estricto reparto de partes del bien o bienes comunes
(artículo 983);
(ii) el bien distinto a la porción material del bien común que puede
recibir el copropietario no necesariamente estará constituido por dinero,
a veces, será solamente un crédito que deba hacerse valer
oportunamente contra el adjudicatario del bien común y, en garantía del
cual, nuestra ley establece una hipoteca o prenda legal (ver inc. 1 del
artículo 1118 y artículo 1065 del Código Civil, respectivamente).
Así por ejemplo, si uno de los copropietarios adeuda una suma de dinero
por los tributos que gravan al bien y otro que se adjudica el bien acepta asumir
esa deuda, nada impedirá que el acreedor cobre la deuda a quien es su deudor
y que este se vea después en la necesidad de repetir lo pagado contra quien
aceptó asumir dicha deuda; otro caso es el de quien gravó su participación
sot)re uno de los bienes comunes y después no se le adjudica el bien, pudo
haber acordado con los demás que quien reciba el bien seguramente por un
valor menor tendrá la carga de pagar la deuda que motiva el gravamen, caso
en el cual de ejecutarse el mismo, el que se había adjudicado el bien nada
podrá reclamarle; pero también pudiera ser que el que gravó el bien se haya
comprometido a solventar la deuda de la que deriva el gravamen, si eso
ocurriera, el acreedor seguirá considerando como su garantía al bien gravado
y, en caso de llevar adelante la ejecución, el que sOp0rtó la ejecución podrá
reclamar una indemnización de quien debió pagar la deuda y no lo hizo.
Para la teoría que comentamos, uno es el acto del que deriva la situación de
copropiedad y otro es el acto de adjudicación en virtud del cual se deviene en
propietario exclusivo del bien que se le adjudica a cada copropietario. Si el acto
de la partición es un acto traslativo se requiere plena capacidad de ejercicio
para llevarlo a cabo, y si interviene el representante legal de un incapaz, este
requiere de una autorización judicial similar a la que requiere, en general, para
practicar actos de disposición sobre los bienes de su representado.
(ii) Los gravámenes constituidos sobre todo el bien común por todos los
copropietarios y los que se pudieran haber constituido sobre el derecho
individual que se ostentaba respecto de determinados bienes comunes,
se mantendrán independientemente de que el bien sea adjudicado a uno
de los copropietarios, vendido a un tercero para el reparto del precio
obtenido o, en su caso, adjudicado a un copropietario distinto a aquel
que gravó su derecho individual. Esta es una consecuencia lógica del
hecho de haberse adoptado la teoría traslativa de la partición, la cual se
hace extensiva a los embargos que hubieren sido trabados sobre el
derecho individual de los copropietarios durante el estado de indivisión.
Lo relevante, en todo caso, desde el punto de vista de los efectos en
cuanto a los copropietarios, serán los pactos internos que, con ocasión
de la partición, ellos puedan establecer entre sí a fin de determinar si la
afectación que sobrevenga por la ejecución de dichos gravámenes será
un hecho que deba ser soportado por el adjudicatario o si el mismo
puede dar lugar a una repetición de lo pagado o al pago de una
indemnización por la pérdida sufrida.
Es por ello que el legislador ha venido a establecer a través de esta regla que
siempre que alguien pueda probar la existencia de una situación de
copropiedad respecto de determinados bienes, será factible acudir a los
tribunales para pedir su extinción por medio de la partición, sin importar el
tiempo que haya transcurrido desde la constitución de la situación de
copropiedad. Siendo ello así, la única forma en que la facultad de partición
puede extinguirse es por la extinción íntegra del derecho de copropiedad,
acontecida, por ejemplo, por la destrucción total del bien, puesto que en tal
caso habrá dejado de existir el referente objetivo en torno del cual se estructuró
la titularidad del derecho y, obviamente, la de las facultades que integraban su
contenido.
Al respecto, dentro de los artículos que el Código Civil prevé para regular la
partición de los bienes comunes, no se contempla regla alguna que sea
aplicable al supuesto en cuestión. La omisión de una normatividad específica
para la partición judicial de los bienes comunes no es producto de una falta de
prefiguración del legislador de la presencia de posibles conflictos en la etapa de
la división de los bienes comunes como lo haría suponer el artículo que
comentamos, porque en realidad cuando el artículo 984 del C.C. establece la
"obligación" de los copropietarios de hacer partición no quiere decir, en
absoluto, que, de todas formas, aquellos deban llegar a un acuerdo unánime
respecto de la división y posterior atribución de los bienes comunes puesto
que lo que, inicialmente, implica la citada disposición normativa es solamente la
concurrencia de los condóminos, una vez instada la partición, para la formación
de la reglamentación que regulará esta fase final de la comunidad. Pero no
debe olvidarse que, a su vez y en segunda instancia, el artículo 984 supone
que si no hay acuerdo, la imperatividad de la partición facultará a cualquiera
para instar la misma en la vía judicial.
El otro aspecto viene dado por la oportunidad en la cual debe ser ejercido, pues
el código vigente a considerado que el derecho de preferencia de los
copropietarios se encuentra circunscrito exclusivamente al caso de la pública
subasta. Es preciso aclarar que la venta en subasta pública puede ser evitada
mediante el ejercicio del derecho de preferencia, solo es aquella que se refiere
a los bienes que no son susceptibles de división material.
PÉRDIDA DEL DERECHO DE PROPIEDAD DE LOS COPROPIETARIOS
El pacto de indivisión es una restricción del dominio, en la medida en que los
titulares del derecho no podrán hacer partición, lo cual implica la realización de
un acto de transferencia de dominio. Siendo así, la indivisión tiene un carácter
excepcional y temporal, por ello se regula un plazo máximo no mayor de cuatro
años.
La norma contiene una presunción juris tantum, es decir que admite prueba en
contrario. El propietario que ha levantado la pared que lo separa de otro predio,
debe hacerlo constar en la declaración de fábrica del bien. De tal manera que,
si este inscribiera su derecho, deviene en inconmovible frente a terceros
porque está sustentado en la fe registral.
Que los gastos de quien haga uso de los derechos anteriormente señalados,
serán de su responsabilidad, incluyendo aquellos de conservación, de
reparación y cualquier otro que exija la mayor altura de la pared.
USUFRUCTO
b) Contrato o acto jurídico unilateral. En este caso la fuente del derecho vendría
a ser la voluntad, ya sea de una sola parte en el caso de un acto jurídico
unilateral o de dos o más partes, en el caso del contrato. De esta manera, la
constitución del usufructo puede resultar de un acto a título oneroso como la
compraventa o la permuta, o de un acto a título gratuito, es decir, sin que exista
contraprestación a cargo del beneficiario de la cesión de la nuda propiedad o
del usufructo.
Nuestro Código Civil establece como plazo máximo para el caso de personas
jurídicas beneficiarias del derecho de usufructo, el de treinta años.
De otro lado, cabe advertir que el artículo 1002 no solo contempla el caso de la
transferencia del usufructo, sino también la posibilidad de gravarlo, es decir de
imponer un gravamen o una garantía (como podrá ser, por ejemplo, la
constitución de una hipoteca), debiendo dejar constancia de que al igual que en
el caso de la transferencia el gravamen no recaerá evidentemente sobre los
bienes usufructuados en sí mismos, sino sobre el derecho de uso y disfrute
que temporalmente ha sido conferido al usufructuario en virtud del usufructo.
En opinión de Lucrecia Maisch von Humboldt, esta regulación que tenía como
fuente el artículo 1043 del Código Civil mexicano era más apropiada que la
fórmula de los artículos 946 y 947 del Código de 1936, pues según ella, la idea
central no era un reemplazo automático del usufructo por la indemnización,
sino la obligación que tenía el nudo propietario quien como dueño del bien
expropiado recibía la indemnización y, en consecuencia, debía compensar al
usufructuario por la extinción de su derecho sobre el bien.
Arias Schreiber (p. 175) sostiene que se trata de un cuasi usufructo, porque el
dinero es "un bien jurídicamente consumible, que se desplaza de mano en
mano". Como se puede advertir, esta afirmación parte del carácter consumible
del dinero, pues "si bien una moneda, considerada como objeto material,
subsiste y conserva su naturaleza sin importar cuántas veces haya sido
utilizada. No obstante, ese uso la destruye para quien la haya empleado; en
consecuencia, el dinero solo puede servir una vez, como sólo podemos
servimos una vez de una sustancia alimenticia. Por tanto, la moneda
empleada, aun cuando todavía existe en mano de otro, se ha perdido para
aquel que la haya empleado".
En tal virtud, el carácter esencial del cuasi usufructo no radica en la naturaleza
consumible del bien, sino en que este sea efectivamente consumido a su
primer uso, estableciéndose la obligación del usufructuario de efectuar la
restitución.
El primer párrafo del artículo 1022 es similar al numeral 945 del Código Civil de
1936. No obstante, y a diferencia del cuerpo legal derogado, el artículo bajo
comentario hace expresa referencia a la figura denominada usufructo plural
sucesivo. En tal hipótesis, el gravamen se prolonga en el tiempo y solo
concluirá con el fallecimiento del último de los usufructuarios. Como hemos
manifestado con anterioridad (ARIASSCHREIBER, p. 246), esta solución
parece discutible dado que en la práctica tiene el efecto de alargar el plazo del
usufructo hasta límites que van más allá de la vida normal de una persona. Ello
no hace sino perpetuar en el tiempo la desmembración de la propiedad, con
todos sus inconvenientes. Seríamos partidarios, por ello, de una limitación a la
regla citada, de forma tal que en ningún caso el usufructo pudiera extenderse
por un plazo mayor, por ejemplo, de treinta años.
En cuanto a la segunda parte del artículo, ésta constituye una novedad,
disponiendo que en el usufructo plural conjunto, la muerte de uno de los
usufructuarios acrecerá el derecho de los demás. La regla es una lógica
consecuencia del carácter personal del usufructo, que al no ser hereditario, no
integra el haber sucesorio del usufructuario que fallece. Por ello nada más
acertado que establecer que el derecho se distribuya entre los demás
usufructuarios. Cabe anotar que este usufructo también se extingue con la
muerte del último usufructuario sobreviviente.