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El trabajo y su relación con el proceso de hominización, la cultura y la condición

humana
Benjamin Romero Ureiro

Para comprender íntegramente este ensayo es imprescindible establecer algunos


términos clave que utilizo de manera constante a lo largo del trabajo. Los términos clave son
los siguientes:
TRABAJO: Actividad práctica del hombre que se caracteriza por ser transformadora y
productora de bienes materiales para su uso.[1]
PROCESO DE HOMINIZACIÓN: “Por hominización entendemos un complejo número
de procesos que hicieron posible el surgimiento del hombre a partir del reino animal”.[2]
CULTURA: “Cultura o civilización en sentido etnográfico, es aquel todo complejo que
incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y
cualesquiera otros hábitos y capacidades adquiridos por el hombre en cuanto miembro de la
sociedad.”[3]
CONDICIÓN HUMANA: La condición humana es la “vita activa, la cual designa tres
actividades fundamentales: labor, trabajo y acción. Son fundamentales porque cada una
corresponde a una de las condiciones básicas bajo las que se ha dado al hombre la vida en
la tierra”.[4]
Según el pensador alemán Federico Engels en su trabajo inconcluso intitulado “El
papel del trabajo en la transformación del mono en hombre” el trabajo “es la condición
básica y fundamental de la vida humana”[5] e incluso se puede considerar que este “ha
creado al propio hombre”.[6] En esta referencia podemos percibir como nuestro autor
considera que el trabajo es un factor de primer orden en la vida de todo ser humano. Dentro
del proceso de hominización, el trabajo se constituyó como el fundamento material que
afianzó la evolución humana al favorecer la transición o la transformación gradual del mono
en hombre.
Sin embargo, el trabajo no fue el único factor que facilitó el proceso de hominización ni
éste surgió por generación espontánea. Para que fuera posible el surgimiento del trabajo fue
condición necesaria que previamente se dieran otros fenómenos como la posición erecta, la
marcha bípeda y la liberación de la mano. Engels considera que la posición erecta “fue el
paso decisivo para el tránsito del mono al hombre”.[7]Otro acontecimiento clave fue cuando
“la mano se hizo libre y podía adquirir ahora cada vez más destreza y habilidad; y esta
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mayor flexibilidad adquirida se transmitía por herencia y se acrecía de generación en
generación”.[8]
La liberación de la mano propició su empleo, primero, en operaciones sencillas y luego
poco a poco en actividades más complejas que tuvieron como consecuencia el
perfeccionamiento cada vez mayor de las manos. Por ello es que se afirma que el trabajo es
la actividad práctica que desarrollaron los homínidos en el devenir del proceso evolutivo
donde las manos no sólo representaron al órgano del trabajo por excelencia, sino que ellas
mismas fueron un producto del trabajo.[9]
Por otra parte, para efectos del desarrollo de mi disertación me permito hacer la
siguiente distinción: Un descubrimiento es un hallazgo de algo que ya existe y que es
realizada por el hombre. En cambio, un invento es una creación humana material o inmaterial
de algo que hasta ese momento nunca ha existido. Así por ejemplo, el descubrimiento del
fuego es un ejemplo de la primera distinción, es decir, un ejemplo de descubrimiento. Por el
contrario, las herramientas de trabajo son un ejemplo de la segunda distinción, es decir, un
ejemplo de inventos.
Cuando Engels afirma que “el trabajo creó al hombre”[10] nos hace pensar en la
pregunta ¿y dónde estaba el trabajo?, con ello se puede interpretar que se sostenía que el
trabajo fue un descubrimiento o un hallazgo, es decir, algo que ya existía y que sólo fue
necesario encontrarlo. Sin embargo, en este ensayo planteo que el trabajo no estaba, ni
nunca estuvo allí, el trabajo no fue un descubrimiento o un hallazgo; el trabajo fue una
genuina y original invención, es decir, una autentica creación de aquellos seres
humanos en potencia. Dicha invención debió ser concebida a partir de una idea primitiva en
el cerebro primitivo de los homínidos. De manera que parafraseando y complementando a
Engels diríamos que “el hombre en potencia creó el trabajo y el trabajo creó al hombre
en acto”en un proceso largo e ininterrumpido y con la mediación del entorno ambiental. Este
proceso, que fue una interrelación sui generis entre hombre y trabajo tuvo consecuencias
reciprocas para ambos. El hombre, al inventar el trabajo lo mejoro, lo perfeccionó y lo
complejizó; el trabajo al sufrir estas consecuencias estaba paralelamente contribuyendo
enormemente a que el homínido acelerara su transformación en hombre. Esta interacción
entre hombre-trabajo y trabajo-hombre fue un fenómeno de ayuda mutua o de influencia
recíproca.

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Hasta ahora, hemos esgrimido algunas razones por las que consideramos que el
trabajo como actividad productiva constituye un factor clave del proceso de hominización.
Ahora debemos decir que si antes del surgimiento del trabajo existieron condiciones previas
que lo hicieron posible; a su vez, este se convirtió en causa de otros fenómenos, es decir, en
factor para el desencadenamiento y desarrollo de nuevos procesos como el dominio de la
naturaleza, el lenguaje, el desarrollo cerebral, el desarrollo y el perfeccionamiento de los
órganos de los sentidos, la sociedad, la elaboración de instrumentos y herramientas
rudimentarias, el sedentarismo, la caza, la pesca, la dieta mixta (vegetales y carne), el uso
del fuego, la cocción de alimentos, la domesticación de animales, la ganadería, la
agricultura, el hilado y el tejido, la metalurgia, la alfarería, la navegación, el comercio, los
oficios, las artes, las ciencias, las naciones, los Estados, el derecho, la política, la religión,
etc.[11]
Entonces, el trabajo ha jugado un papel clave en nuestro proceso de hominización.
Dicho papel clave consiste en haber contribuido a la transformación del mono en hombre, en
ser causa de fenómenos posteriores de nuestra evolución como el surgimiento de la cultura,
la sociedad, la civilización y por ultimo, en convertirse en uno de los componentes de nuestra
actual condición humana, es decir, en una actividad que nos caracteriza a los seres humanos
y que nos distingue de los animales, ya que el hombre “se diferencia de los animales por su
característica habilidad para fabricar y utilizar instrumentos de trabajo. El trabajo desempeñó
un importantísimo oficio en la formación y desarrollo del hombre. En efecto, pues fue en los
procesos laborales donde se formó el hombre a sí mismo, donde aparecieron y se
desarrollaron las manifestaciones de su organización social”.[12]
Afanasiev nos sugiere que fue en la actividad práctica donde el hombre se formó y
creó las primeras expresiones de civilización como la cultura y la vida en comunidad. Por su
parte, Pérez-Tapias considera que el homo sapiens sapiens es el protagonista del
gran despegue cultural de la humanidad, la cual se condensa en la revolución neolítica,
que tiene lugar, con variaciones según los casos, en torno al año 10,000 a. C. La cultura es
algo propio y exclusivo del hombre, tanto que es definitoria y constituyente suyo. Hay hombre
donde hay cultura y viceversa. Sólo el hombre crea la cultura y la relación entre ambos es un
proceso dialéctico entre ambos polos.[13] Antes del homo sapiens sapiens no existe cultura
y a ciertas actividades como la fabricación de los primeros instrumentos y herramientas
(primeros productos materiales del trabajo) las podemos denominar como protocultura, del

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cual son exponentes los primeros representantes del homo habilis. Son muchas las primeras
manifestaciones de la cultura que se dan con el homo sapiens, pero un ejemplo lo
constituyen las pinturas rupestres que los hombres primitivos elaboraron en el interior de las
cavernas. Asumiendo que el punto de partida de la cultura se inicia con el homo sapiens
sapiens, es indudable que el trabajo coadyuvo a su creación, tal vez no como factor único
pero sí como un factor importante. El papel del trabajo en el surgimiento de la cultura se dio
de manera indirecta con la intervención del hombre, pues fue la actividad práctica la que creó
las primeras manifestaciones materiales de la cultura como la escultura, la pintura, la
arquitectura, la literatura, etc. Sin embargo, la cultura también tiene sus componentes o
manifestaciones inmateriales o espirituales como la religión, la moral, etc. En estos últimos
casos, considero que el trabajo sigue teniendo influencia pues, el trabajo intelectual, con el
cual se ideó la religión y la moral sigue siendo una especie de trabajo. Por ello, decimos que
la cultura es también una creación auténticamente humana y si es una invención humana,
entonces debió ser hecha con trabajo humano (manual e intelectual) tanto en sus
manifestaciones materiales e inmateriales.
Ahora bien, con las consideraciones hasta aquí esbozadas espero que sea
comprensible mi afirmación sobre el carácter transformador del trabajo. El trabajo de los
homínidos se caracterizó por ser transformador de la naturaleza para beneficio propio y en
ser un agente transformador del homínido mismo hacia la dirección que ya he mencionado y
cuyo último ejemplar del proceso evolutivo es representado por el Homo Sapiens (hombre
pensante).
Por otra parte, ya hemos dicho que el trabajo es un componente de nuestra condición
humana, es una característica común que compartimos todos los seres humanos del mundo
y que nos diferencia de los animales. El filosofo francés Jean Paúl Sartre considera que no
es lo mismo la naturaleza humana que la condición humana. De hecho, sostiene “que no
existe la naturaleza humana en el sentido de que poseamos rasgos fijos que determinen el
ámbito de posibles comportamientos o el de posibles características que podamos
tener”. Como Sartre se deshace de la noción de naturaleza humana se ve en la
necesidad de que en su obra “El existencialismo es un humanismo” introduzca el
concepto de condición humana que define como “el conjunto de los límites a priori que
bosquejan su situación fundamental en el universo”. Estos límites a los que se refiere Sartre
son comunes a todos los hombres y constituyen el marco general en el que invariablemente

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se desenvuelve la vida humana, que a saber son los siguientes: Estar arrojado en el
mundo, tener que trabajar, vivir en medio de los demás y ser mortal.[14] Por lo tanto,
según Sartre, el trabajo es uno de los límites y forma parte del marco o la estructura fija en la
que se desenvuelve la vida humana. En otras palabras, el trabajo es un elemento constitutivo
esencial de nuestra condición humana. Considero que ésta es la forma principal en que el
trabajo se relaciona con la condición humana en general.

[1] Definición propia.


[2] Francisco Camero. De la naturaleza al hombre. México, Ediciones Quinto Sol, 1988. p.
103.
[3] Edward Tylor. (Antropólogo).
[4] Hannah Arendt. La condición humana. Barcelona, Paidós, 1993. p. 21.
[5] Federico Engels. El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre. México,
Colofón, 2005. p. 166.
[6] Ídem.
[7] Ídem.
[8] Op. cit. p. 168.
[9] Ídem.
[10]Esta sentencia de Federico Engels revela que tenía más influencia de Juan Bautista
Lamarck que de Carlos Darwin al parafrasear uno de sus postulados con que Lamarck
contribuyo a la teoría de la evolución: “La necesidad crea el órgano”.
[11] Op. cit. p. 169-176.
[12] Víctor G. Afanasiev. Fundamentos de filosofía marxista. México, Editores Mexicanos
Unidos, 1978. p. 235.
[13] José Antonio Pérez-Tapias. Filosofía y crítica de la cultura. Madrid, Trotta, 2001. p. 154-
157.

[14] Ídem.

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