El camino a la plenitud
de la vida
PASAJE CLAVE: Proverbios 4.10-13 | LECTURAS DE APOYO: Salmo 23.6 | Isaías 48.17 | Jeremías 33.3
Juan 14.6 | Romanos 8.28
INTRODUCCIÓN:
La vida es como un camino y cada
quien tiene su propia ruta
A veces ese camino es difícil, demandante
y peligroso, aunque en otras todo parezca
favorable. En efecto, es casi seguro que
tropezaremos con obstáculos, decepciones,
angustias y dolor, porque la senda de la vida
no es nada fácil. Es más, el Señor no nos ha
garantizado una vida tranquila, pero sí nos ha
prometido que Él nos guiará a cada paso.
No obstante, Cristo está con nosotros en todo
momento (Sal 23.1-6), pues así ha prometido
a los que le aman y le han recibido como su
Salvador. Esto implica que cada día nosotros
debemos someternos a su voluntad para que Él
nos dirija (Is 48.17).
DESARROLLO DEL SERMÓN:
La mejor opción para dirigir
nuestros pasos: depender de Dios
■ Poniendo atención a su Palabra. En nuestro
pasaje clave encontramos recomendaciones
específicas en las que se nos indica que debe-
mos escuchar los consejos sabios del Señor a
fin de no tropezar siendo víctimas de nuestra
imprudencia (Pr 4.10-12). Luego nos insta a
retener el consejo y guardarlo “porque eso es tu
vida” (v. 13) pues, en su sabiduría, Dios tiene el
mejor plan para nosotros.
■ ¿Quién debe guiarnos? El Señor Jesucristo es
el único guía fiel porque Él mismo nos dijo que
es “el camino, la verdad, y la vida” (Jn 14.6). Él
está dispuesto a guiar a quienquiera que lo desee,
pero a veces nosotros nos resistimos a seguirlo
porque podemos experimentar adversidad y
dolor. Pero debemos recordar que aunque el
camino sea difícil, Él ha prometido que todas las
cosas ayudarán para nuestro bien (Ro 8.28).
Para ayudarnos a seguir los caminos
de Dios necesitamos
■ Tener mente clara y corazón puro. Son dos
requisitos indispensables pues nuestro entorno
empaña nuestra percepción de las realidades
que confrontamos. Pero el Espíritu Santo nos
habilita para discernir entre lo bueno y lo malo,
lo mejor y lo superior.
■ Un horario equilibrado. El Señor tiene
derecho a controlar nuestras actividades
cotidianas gracias a su sabiduría inefable. Tal
control nos impulsa a mantener:
• Un tiempo devocional en la mañana, para
leer la Biblia y hablar con Él en oración.
• Aprecio por nuestro trabajo. Agradecer a
Dios por el empleo que tenemos y ejercerlo
con nuestro mejor esfuerzo.
• Descanso adecuado. Debemos dormir y
descansar el tiempo necesario.
• El tiempo necesario con familiares y
amistades. Considerarlo como una prioridad.
• Control en nuestras finanzas. Vigilar nuestras
actividades financieras.
■ Cuidar la salud. Como nuestros cuerpos son
templos del Espíritu Santo, somos responsables
de cuidarlos. Aunque la enfermedad es parte de la
vida y casi siempre es imposible evitarla, debemos
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 esforzarnos por mantenernos saludables para
llevar a cabo todo lo que Dios nos encomiende. Si
estamos débiles o no trabajamos eficientemente,
no tendremos:
• Energías para las tareas cotidianas
• Habilidad para mantenernos enfocados
debidamente.
• Disposición para acometer nuevos desafíos.
• Capacidad para terminar cualquier tarea.
• El mismo nivel de entusiasmo.
• Deseos de arriesgarnos a correr riesgos.
• Dinamismo para operar al máximo de nuestras
fuerzas.
■ Relaciones personales. Puesto que las
personas que conocemos influyen en lo que
pensamos o hacemos, es importante pedir a
Dios que nos dirija al elegir nuestras amistades.
Si ignoramos sus indicaciones, las personas
con quienes nos asociemos podrán inducirnos
a tomar decisiones imprudentes; pero los
verdaderos amigos nos ayudarán a mantenernos
en la senda que el Señor nos haya preparado
con anterioridad. Por nuestra parte, nosotros
podremos ayudar a nuestros amigos a elegir el
camino más acertado.
■ El valor para confiar en Dios y
someternos a su voluntad. La confianza y la
obediencia son esenciales para alcanzar lo mejor
que el Señor ha preparado para nosotros. Ambas
nos ayudarán porque Él puede demandarnos que
hagamos algunas cosas aparentemente absurdas
o que nos causen dolor. Pero podemos confiar
en que Él confrontará todas las consecuencias.
No olvidemos que obedecer sus órdenes
siempre resulta en mayores bendiciones de
las que podamos imaginar. A veces vienen
inmediatamente a fin de que nosotros las
disfrutemos aquí sobre la tierra, pero si eso no
concuerda con su plan, estamos seguros de que
estarán esperándonos en el cielo.
Si no podemos entender lo que el Señor está
haciendo o hacia dónde está dirigiéndonos, no
debemos titubear. En lugar de eso necesitamos
confiar y sujetarnos a su voluntad, ya que Él
estará fielmente a nuestro lado en cada situación,
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suplirá todo lo que necesitemos y nos capacitará
para hacerles frente con toda confianza y
resolución. Si lo obedecemos no podremos
fracasar, pues Él nos enseñará “cosas grandes y
ocultas” que nosotros no conocemos (Jer 33.3).
Entonces nosotros:
• Podremos llegar adonde antes jamás habíamos
podido.
• Lograremos lo que jamás habíamos imaginado.
• Daremos mucho más de lo que habíamos
planeado.
• Renunciaremos a lo que nos habíamos
aferrado.
• Amaremos a quienes nos había sido difícil
aceptar.
• Perdonaremos a quienes nos habían ofendido
profundamente.
• Confiaremos en Dios como nunca antes
habíamos podido hacerlo.
• Llegaremos a ser lo que jamás habíamos
imaginado.
CONCLUSIÓN:
La plenitud de la vida es un camino en el que
transitamos asidos de la mano de nuestro Guía,
el Señor Jesucristo.
A lo largo del recorrido aprenderemos
a entregarle nuestra vida, escuchar su voz
y seguir su ejemplo. No obstante, jamás
podremos experimentar estas bendiciones si
insistimos en seguir por el camino que nos
hemos trazado para lograr nuestras metas. No
importa dónde nos encontremos en la senda
que hemos elegido, nunca es demasiado tarde
para enmendar nuestros pasos y seguir a nuestro
Maestro con la plena certeza de que Él es “Dios
nuestro eternamente y para siempre; Él nos
guiará aún más allá de la muerte” (Sal 48.14).
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