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El Documento Notarial es el Documento Público por excelencia; de hecho, ha sido siempre el

principal objeto de atención de la teoría general del documento. Buen ejemplo de lo que
decimos lo constituyen los artículos 1216 y siguientes del Código Civil, reguladores del
Documento Público, cuyas redacciones están pensando fundamentalmente en el Documento
Notarial. Además, su interés general es mayor o más amplio que el de los restantes
Documentos Públicos, judiciales y administrativos, con un ámbito interno dentro del
funcionamiento de dichas Administraciones.

Para que todo Documento o Instrumento Público Notarial ostente la condición de tal es
necesaria la concurrencia de los requisitos que el artículo 17. bis de la Ley del Notariado -según
redacción dada por Ley 24/2001, de medidas fiscales, administrativas y del orden social-
establece como indispensables:

1) El Notario debe dar fe de la identidad de los otorgantes, es decir, de que son quienes
afirman ser.

2) Así mismo debe dar fe de que, a su juicio, tienen capacidad legal y legitimación para otorgar
el acto o negocio jurídico de que se trate. Deberá comprobar tanto su capacidad natural para
celebrarlo, como su capacidad jurídica y legitimación, especialmente, cuando se trate de un
representante, comprobando que tiene facultades suficientes para ello.

3) Debe dar fe también, de que el consentimiento de los otorgantes al acto o negocio jurídico
ha sido libremente prestado, es decir, falto de los vicios del consentimiento que lo invalidarían.

4) Igualmente debe dar fe de que el otorgamiento se adecua a la legalidad. O sea, debe ejercer
un juicio de legalidad, que le obliga a calificar el acto o contrato celebrado y comprobar que
reúna los requisitos que la Ley impone. De hecho, el Notario es el redactor del documento y el
conformador del mismo.

5) Debe dar fe de que los otorgantes han expresado su voluntad debidamente informada, por
lo que deberá leerles el documento y explicarles las consecuencias jurídicas que produce,
asegurándose de que las entienden. Ello implica asesorarles y aconsejarles acerca de los
medios jurídicos más adecuados para el logro de los fines lícitos que se proponen alcanzar. E,
incluso, sin quiebra de su imparcialidad, debe prestar especial asistencia a la parte más débil
del contrato, ejerciendo así una función equilibradora.

Ahora bien, la función notarial va mucho más allá de la mera dación de fe, como testigo pasivo
de los actos o contratos que se celebran en su presencia, es un documentador activo que,
además, tiene la obligación de asegurarse de que el acto o contrato celebrado sea plenamente
legal y que los otorgantes lo lleven a cabo con conocimiento de sus efectos y consecuencias.

Todo ello, sin olvidar las importantes funciones de colaboración con los poderes públicos que
al mismo se le encomiendan, fundamentalmente en el suministro de información, de cara a
prevenir y detectar fraudes fiscales y operaciones que encubran el blanqueo de capitales.

Es por todo lo expuesto que los efectos del Documento Notarial son múltiples:
- Los Instrumentos Notariales gozan de fe pública, lo que produce unos importantes efectos
probatorios.

- Su contenido se presume veraz e íntegro, de acuerdo con lo dispuesto en las leyes.

- Sus efectos sólo podrán ser negados o desvirtuados por los Jueces y Tribunales.

- El Documento Público Notarial constituye título ejecutivo (artículo 517 de la Ley de


Enjuiciamiento Civil), a efectos del procedimiento de ejecución.

- Y actúan como título legitimador para el tráfico jurídico cuando el documento contiene la
adquisición de un derecho.

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