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Si Londres termina por refugiarse en las salas de cine, como válvula de escape a la
tensión internacional, los daneses adoptan posiciones ligeras y Copenhague pierde su
prestigio antes de ser vetada comercialmente por los países aliados. En el bando
opuesto, Berlín ve expandir su estética pre-expresionista y aparatosos sistemas de
producción, con piezas artísticas de innegable autoría.
Al final, una decena de piezas maestras en la historia del séptimo arte referidas, con
mayor o menor extensión, a este nefasto período. Obligatorio destacar los aportes de
Renoir, Kubrick, Huston, Attenborough y Spielberg, entre otros grandes directores y
especialistas de puestas en escena.
Hegemonía estadounidense
Los Ángeles, 1914. El 4 de julio se inició el rodaje de El nacimiento de una nación, por
D.W. Griffith, a partir de una mediocre novela (The Clansman) del reverendo Thomas
Dixon. Polémica superproducción y éxito financiero, que levantó una polvareda mundial
por el contenido altamente racista y reaccionario de su apología al oscuro Ku Klux Klan,
en contra de los derechos civiles otorgados a la población afro-americana. Desde
Europa, tal paradigma de reconstrucción histórica, que incluía el asesinato de Lincoln,
solo se presentó en Londres al final de las hostilidades; prohibido en Francia, pudo
finalmente verse tres años después del armisticio. Con la declaración de guerra en
Europa y el estallido incuestionable de Griffith, Estados Unidos de América asumió la
delantera de la industria cinematográfica mundial. “Una nueva era del cine se abría y El
nacimiento de una nación permitió el próximo nacimiento de Hollywood”. 1.
La guerra puso fuera de combate a sus rivales franceses, daneses e italianos; se cerró
el mercado de filmes americanos en Europa Central y se estableció la hegemonía de
Los Ángeles sobre las ruinas del dominio francés. Mientras que las discordias europeas
aumentaban, Intolerancia de Griffith coincidía con el pacifismo militante y exponía las
contradicciones ideológicas de una falsa caridad cristiana, además de referirse a la
explotación de los obreros. Cuadros tranquilizadores, apoyados por el entonces popular
comediante Chaplin, bajo la efervescencia del drama mundano The Cheat
con el sofisticado sello DeMille. La pantomima visual se derivó hacia el absurdo y lo
trágico, los westerns estaban en ascenso, aquellos seriados cómicos de Keystone y la
tropa Sennett continuaron, Mabel Normand era la estrella y Harold Lloyd una
sensación.
Declive francés
Entre 1914 y 1919 decae la producción de dramas mundanos y París deja de ser la
capital mundial del cine para abrir las puertas al chauvinismo y el patriotismo anti-
alemán4.. Pathé, el más grande industrial de Europa en particular, se enfrenta al trust de
Edison, Kodak, Eastman y el germanófilo Hearst. Abundan las cintas extranjeras
provenientes del otro lado del Atlántico, Italia y Dinamarca. “En una nación en guerra, el
cine como distracción frívola estaba condenado a la inactividad”, concluye Sadoul. La
figura sobresaliente del burlesco Max Linder y defensores de la virtud como Rigadin
alternaban junto al panegírico J’acusse! de Abel Gance, o la impotencia frente a los
horrores pasados, con las notables influencias americanas de Ince y Griffith.
Censura zarista bastante rigurosa para propiciar los temas exclusivamente fantásticos y
misteriosos, espejos quizás trágicos de la guerra continuada y una revolución
anunciada. Cuando brillantes actores como Chaliapine y Mosjukin se acoplaron al
gusto elitista, el gran Stanislavski prohibió a sus actores trabajar en el cine (hasta
1915). Del realismo teatral a las estilizaciones o puestas en escena a lo Meyerhold,
claramente opuestas al método escénico del ya citado maestro. Eran los tiempos
del avant-garde y el Simbolismo: lujos y excentricidades, esteticismo decadente y
horror sutil5.
Inglaterra se prepara
El peligro del espionaje alemán — una denuncia antes de la primera batalla del Marne
— , Gran Bretaña sostiene a sus amigos, La guerra es una realidad desagradable y
Las autoridades le dan gran importancia al cine como medio para elevar la moral de las
tropas y nacen en Berlín los studios más modernos del continente europeo, al fundarse
hacia 1918 la poderosa productora estatal UFA 8.. Es entonces cuando el género
político, específicamente alemán, adoptó el formato de los seriados detectivescos,
entre asesinatos misteriosos y detectives mundanos. Así germinó una magnífica era
expresionista que tuvo su primer exponente en Paul Leni, antes pintor y decorador. Joe
May, en 1915, se convirtió en el principal realizador del complejo cine alemán de
aquellos años realmente turbulentos. Con el fulgor de estrellas danesas como Asta
Nielsen y Viggo Larsen, una Pola Negri, llegada de Varsovia, la Henny Porten hecha
fetiche no obstante ser distante y fría, el colosal Emil Jannings en su debut y las
presencias de Ossi Oswalda, Werner Krauss o Conrad Veidt. Solo queda por registrar
la brillante aparición del no menos exquisito Ernst Lubitsch, con Los ojos de la momia
— un sombrío melodrama policíaco — .
Sarah Bernhardt
París, 22 de octubre, 1845 – París, 27 de marzo, 1923
De no ser por su descomunal talento como actriz, que la llevó a dominar la escena del
teatro francés durante 50 años, rodeada de leyenda, su historia personal se hubiera
mantenido en los límites del mundo cortesano del París del que su madre hacía parte.
Pero desde el internado de monjas, donde Sarah Bernhardt descolló al representar una
obra escrita por la madre superiora, el público la adoró por su voz cristalina y la
perfección de su actuación, que desarrolló en el Conservatorio de Arte Escénico de la
capital francesa, a los 15 años. Marcel Proust la inmortalizó como ‘La Berma’, gran
actriz trágica, personaje de En busca del tiempo perdido. Realizó 125 actuaciones
dramáticas alrededor del mundo –sin contar las películas–, en las que muchas veces
interpretó papeles masculinos, entre ellos Hamlet. Con su estilo natural, se opuso a la
sobreactuación y al excesivo histrionismo. Entre sus actuaciones más recordadas
estuvieron La dama de las camelias de Alejandro Dumas (hijo) y Ruy Blas de Víctor
Hugo. La famosa actriz no suspendió la actividad ni siquiera luego de la amputación de
su pierna derecha, como consecuencia de un accidente ocurrido en la infancia.
También fue empresaria de teatro. En 1914 le fue concedida la Legión de Honor por su
papel destacado en la cultura francesa. La personalidad excéntrica y caprichosa la llevó
a viajar con un zoológico completo en siete vagones de tren, y a hacerse fotografías,
acostada en un ataúd. Los afiches de Sarah Bernhardt y de sus obras teatrales,
elaborados por el artista Alfons Mucha, uno de sus tantos protegidos, se convirtieron en
referencia del Art Nouveau francés. En 1870, durante la guerra franco-prusiana, la
actriz habilitó el Teatro Odeón como hospital para convalecientes, donde cuidó con
dedicación a los heridos de guerra. En 1915, una vez recuperada de la amputación,
hizo una gira a las trincheras francesas con actuaciones para animar a las tropas, para
las que también reunió fondos. A su entierro en el Père-Lachaise, asistió una multitud
de 150.000 personas.
Sin novedad en el frente (All Quiet on the Western Front, Lewis Milestone, Estados
Unidos, 1930). Impecable visualización de la novela literalmente vivida por Erich María
Remarque, sobre aspectos fatídicos e infernales de trincheras y campos de batalla.
La gran ilusión (La grande illusion, Jean Renoir, Francia, 1937). Mientras que los
prisioneros galos luchan por sobrevivir y sueñan con escaparse, algunos oficiales de
alto rango hablan de paz y reconciliación. En busca de la libertad, se organiza una fuga
de víctimas para llegar a la frontera de un país aliado o neutral. Solidaridad patriótica
en apariencia e imposibilidad de convivencia de las clases sociales; soldados rasos
como carne de cañón, en contraposición a los de mejor familia.
¡Oh, que linda guerra! (Oh! What a Lovely War, Richard Attenborough, Reino Unido,
1969). Parodia basada en la recreación de El juego de la guerra (Games of War). Al
incorporar milicianos irlandeses al conflicto, se recrean tristemente célebres e infames
incidentes históricos. Sus invitados: Laurence Olivier, Edward Fox, Dirk Bogarde, John
Gielgud, Michael y Vanessa Redgrave, Ralph Richardson, Susannah York, Maggie
Smith y Jean-Pierre Cassel.