Вы находитесь на странице: 1из 12

Derrida y la escritura pública1

Iván Trujillo

Se ruega no citar sin autorización

Fue el año pasado, durante nuestra primera sesión de trabajo, en el marco del
proyecto ECOS “Resistence Urbaine Contemporaine. Luttes politiques, écritures et
appropriation”, que le propuse a Béatrice Fraenkel relacionar a Derrida con las
« escrituras expuestas”. Fue una metedura de pata de mi parte, sin duda. Una
precipitación que desencadenaba un deseo hace bastante tiempo larvado en mí en torno
a Derrida y su pensamiento de la escritura, precisamente allí donde este pensamiento se
ocupa de la problemática del texto y de los efectos textuales. De un lado, y en términos
que por comodidad llamo aquí “más amplios”, cuando se ocupa de los pensamientos
sobre los sistemas de ecrituras históricas (la ideográfica, la jeroglífica, y sobre todo la
alfabética) o sobre los pensamientos de los sistemas formales de escritura. De otro lado,
y sobre todo, cuando se ocupa de esa constelación de efecto textuales a los que Derrida
le dedica atención más de una vez: las puntuaciones, los espacios en blanco y los
silencios gráficos, los márgenes, las comillas, las citas, los títulos, las firmas, los
prefacios, los epígrafes, los corchetes, etc. etc. Hasta la fecha no conozco ningún
trabajo sobre Derrida dedicado expresamente al conjunto de estos aspectos, no
obstante toda la multiplicación de efectos textuales que, por ejemplo, se dejan observar
en los títulos de los trabajos de Derrida mismo, o en aquellos efectos que se han
producido en los títulos de las entrevistas que se le han hecho, o más ampliamente, en
el sin fin de efectos textuales que se ha producido a través del mundo entero en las
tesis, en los ensayos, en los títulos y los protocolos de discusión o de seminario, etc. etc.
Ante semejante envergadura de efectos textuales ligados al nombre de Derrida, se
entiende que diga que puede ser una metedura haber mostrado el año pasado tan vivo
interés por abordar esta dimensión del pensamiento derridiano. Pero, sin duda, ese
interés tanto tiempo dormido en mí, no se habría despertado del modo como se
despertó, sin el entusiamo y la cálida recepción de Béatrice Fraenkel. De manera que
desde ya le agradezco a Béatrice Fraenkel su confianza. Sólo espero que este primer

1 Texto borrador expuesto en el seminario de la profesora Béatrice Fraenkel, en la EHESS el 20 de


mayo de 2008.

1
bosquejo de incursión, con todas las limitaciones y los recortes que entraña el abordaje
de un tema semejante, pueda alcanzar a rendir por lo menos algo de tributo a esta
confianza.
El hecho que haya titulado esta presentación “Derrida y la escritura pública”
entraña ya un cierto desplazamiento con respecto a la preocupación de base. Las
referencias de Derrida a las escrituras llamadas “expuestas”, entendidas aquí como
escritura urbana contemporánea, me han resultado, hasta el momento, muy esquivas.
Esto al menos, en mi primer acercamiento a su obra bajo esta óptica, como también en
mi acercamiento a entrevistas que él ha sostenido y que he revisado. (Mi revisión, en
todo caso, no ha sido del todo exhaustiva. Espero en este viaje avanzar más al
respecto). Ahora bien, esto en principio podría resultar desanimante para un
investigador de las escrituras expuestas, dado que de este filósofo contemporáneo de la
escritura, se podría haber esperado algún tipo de atención, por ejemplo, al fenómeno
urbano de los graffiti, cuya práctica específica parece romper en varios puntos con la
tradición que hace de los graffiti una práctica milenaria (Fraenkel, 2001)2. Y acaso lo
más desanimante podría resultar el hecho que un día, en una entrevista sostenida con
Lucette Finas (1972), este filósofo recordaba que a la escritura de la palabra (mot)
différance, se le había considerado como una “metedura de pata un tanto cuneiforme,
como unos graffitis ‘obscenos’, según me dijeron, en un muro venerable”3. A lo que
habría que añadir también, para exacerbar un poco más el desánimo, el hecho que, un
tiempo después, en un libro dedicado a Nietzsche Eperon (1978), refiriéndose a lo que
con autoridad se profiere “desde una cátedra eminente”, va a decir en una nota al pie
que “este es el lugar apropiado para algunos graffitis suplementarios”4. Frente a estas
exiguas y autoreferenciales consideraciones sobre el graffiti, podría uno estar tentado a
descartar de plano que Derrida diga algo interesante y directo con respecto al graffiti en
general y al graffiti urbano en particular. Con cierto escepticismo tal vez, habría que
dedicarse a buscar ese texto o esos textos que nos hacen falta, donde el pensador de la
escritura se vuelve sobre el fenómeno de la escritura tal y como tiene lugar en las
escrituras expuestas. Pero, mientras tanto, si nuestro desánimo no nos invade del todo,
podemos comenzar a preguntarnos porqué a la escritura de la différance se le podría
motejar de graffitis obscenos y porqué Derrida mismo parece identificarse con la
práctica del graffitero. En lo que sigue, por tanto, no se trata ya simplemente de
suspender una investigación llamada concreta en favor de un acceso filosófico al

2 Fraenkel, B., “Graffiti: Un mauvais genre?”, en Illetrismes et cultures, Jil Poneyto (éd.), L’Harmattan,
París, 2001, p. 131-150.
3 Entrevista con Lucette Finas. En: Ecarts. Quatre esais à propos de Jacques Derrida, Anexo II, Fayard,
1973, pp. 301-312.
4 Derrida, J., Éperons. Les styles de Nietzsche, Flammarion, 1978, p. nota. .

2
problema, al que no le concierne más que verdades últimas o generales, sino que de lo
que se trata es de un intento por reconocer en qué medida el pensamiento derridiano
constituye una oportunidad para enfocar el problema de la escritura expuesta. Esto en
el entendido que la investigación concreta, con no menores derechos y exigencias que la
filosofía, debe poder mantenerse vigilante ante verdades últimas o presuposiciones que,
a ella misma, le impiden un acceso a una problemática consecuente de la escritura.
Procederé en primer término, y de modo muy provisional, acercando la
problemática del graffiti a la escritura de la différance, en el sentido no ya solo de la
palabra (mot) différance, sino ante todo al concepto de escritura que la différance hace
aparecer. Haré esto no sin apoyarme en unos escritos de Béatrice Fraenkel en torno a
las escrituras expuestas, al graffiti y al problema de su especificidad. Aislaré tres
aspectos que solo trataré después: la firma, el secreto y el espacio público. Antes que
eso, enunciaré muy esquemáticamente bajo el subtítulo “fenomenalidad y escritura”,
tres aspectos que, excediéndolas, atañen tanto a la semología como a la fenomenología.
Luego intentaré tematizar, de manera muy apretada, qué es lo que podría ser el secreto
público de una firma anexacta toda vez que lo que la da a leer en secreto es lo que
puede ser llamado espacio público.

I.

Contexto: Decía más arriba que la frase: “graffitis obscenos... en un muro venerable”, a
propósito de la escritura de la différance, es una frase cuya existencia Derrida consigna en
el marco de una entrevista con Lucette Finas (en 1972: “Avoir l’oreille de la
philosphie”). Entrevista que gira en torno a dos textos aparecido el mismo año (La
dissémination y Marges – De la philosophie). Debo reconocer que no puedo determinar
todavía quién y en qué circunstancia profirió originalmente semejante frase. Pero el
contexto institucional inmediato al que se hace alusión en la entrevista a propósito de la
différance, es bastante conocido: la ocasión de una conferencia titulada “La différance”,
proferida ante la Sociedad Francesa de Filosofía el año 1968 (luego recogida en Marges,
después de una especie de introducción que lleva por título “Tympan”). Como no viene
al caso aquí reconstruir la configuración harto compleja y difícil de la problemática de la
différance en Jacques Derrida tal y como ha sido expuesta en dicha conferencia, la que
además debe ser de sobra conocida por ustedes, comenzaré formulando unas preguntas
concernientes a las llamadas “escrituras expuestas” para enseguida ir abriendo la
posibilidad de reflexionar sobre éstas a partir de una cierta problemática de la “escritura
pública” en Jacques Derrida

3
Preguntas preliminares: ¿qué es un graffiti?, ¿qué es un grafiti obsceno?, ¿puede
un graffiti aparecer en un muro venerable sin ser obsceno? ¿Y porqué la escritura de la
différance, dado que de esto se trata, no es considerada un tag? ¿Qué es un tag? ¿Puede
ser distinto un graffiti de un tag? ¿Puede un tag ser obsceno? ¿Y un tag escrito en un
muro venerable debe o no ser tratado de obsceno? Todas estas preguntas pueden ser
respondidas, no cabe duda.
Un caso: se puede consignar la existencia de graffitis obscenos o de amor,
identificando su tema. Y esto se puede hacer cuando los graffitis están sobre cualquier
tipo material con el cual esté hecho un muro: de piedra, de ladrillo o de hormigón; e
incluso si no está en un muro, pues los graffitis con sus temas están pueden aparecer en
muchas partes: en cortinas de hierro o de madera, etc. En todo caso, sobre cualquier
superficie que haga visible su tema. Si es que tiene un tema identificable, dado que hay
graffitis menos temáticos o, incluso, sin mensaje. Situación por la cual “el lectorado”
(lectorat), de un lado, se escinde entre los miembros del grupo de los gaffiteros y las
masa indistinta de personas, pero de otro lado, el lectorado indistinto se ve atraido por
el deseo de lectura que suscita el graffiti, al punto de poder acceder a un nuevo código
desconocido (el de la antroponimia ecriptada) si rehusa a descifrarlo (En esto recién
dicho, sigo aquí a Fraenkel). Estamos, en este caso, según entiendo, en el espacio del
tag. Entonces, cuando no se trata ya sólo de saber qué es lo que se está leyendo, cómo
es aquello que se está leyendo o en relación con qué cosa, se trata de formar parte de ese
espacio. Ligado al “escándalo semántico”, una escritura se ha tomado el espacio público
para producir su espacio. Pero en esa toma gráfica, habrá que preguntarse si los
graffiteros han logrado hacer su espacio.
Del tema a su contexto: acerca de lo que se puede y de lo que no se puede
escribir en un muro. Si con esto de la obscenidad, pasamos del tema al contexto de
aparición de un graffiti o de un tag, tendríamos que poder discriminar, en primer lugar.
En efecto, hablar de grafitis obscenos, es hablar al mismo tiempo e implícitamente de
graffitis no obscenos. No sería lo mismo hacer uno u otro. Y no sería lo mismo porque
hay graffitis no solo no obscenos, sino incluso bellos y hasta escénicos o decorativos.
La frase: “unos grafitis obscenos en un muro venerable” parece presuponer esta
distinción. Implícitamente, al menos, la hace valer. Distinguiendo así, implícitamente,
entre grafiti y grafiti, lo cual no es nada inusual, abre la posibilidad de que en un muro
venerable haya un grafiti no obsceno, el que por supuesto también puede ser calificado
de improcedente o impropio, pero no ya calificado como obsceno. O para decirlo de
otro modo: esta frase parece hablar de un muro que, al menos implícitamente, parece
haber aceptado ya al graffiti, sólo que no está dispuesto a que haya uno sobre él, y sobre
todo si son obscenos. Los grafiteros saben, para ben o para mal, de esta aceptabilidad
del graffiti. Saben que hay aquí y allá más de un muro que acepatría gustoso su

4
emplazamiento. Lo que, de nuevo, parece depender de su apariencia y/o de su tema.
Esta rápida asimilación entre tema y apariencia parece ser lo que le ha brindado mucha
legitimidad pública al graffiti. Asimilación que está ligada a un arte de la figuración que
requiere muchas veces bastante oficio. Un grafitero puede tomarse su tiempo sobre un
muro y hacer un graffiti muy escénico. Puede ser considerado un pintor. Incluso puede
pintar por encargo. En algunos muros de las casas de las poblaciones de Santiago, el
graffitero y no solo el muralista puede hacer aparecer al dueño de casa, de manera tal
que éste le solicita que haga un graffiti en su muro. (Habrá que preguntarse cuál es la
frontera entre un mural y un graffiti en los grafiteros de Santiago). Pero, al parecer, otra
cosa sucede cuando se trata de un tag. A veces, su apariencia no temática y no
figurativa, su trazo económico, su anonimato y codificación, su carácter autográfico,
etc., lo vuelven bastante inasimilable al espacio público. Más que como una obscenidad,
son tratados a veces como como una pura cochinada.
La escritura de la différance: En primer término, podríamos decir que al ser
tratada la différance como graffiti obsceno, se le trata como algo perfectamente
identificable. En particular como una “escritura expuesta”, en la medida en que ésta
última engloba, según Béatrice Fraenkel a un conjunto muy variado de inscripciones,
entre las cuales, están los “graffitis obscenos o de amor”. Suponiendo que un graffiti
de amor pueda no ser obsceno y que un graffiti obsceno pueda no tener nada o muy
poco que ver con el amor, se entiende, como decía antes, que puede haber más de un
tema en los graffiti. Y si por tal cosa, se puede decir que la escritura de la différance es
un graffiti obsceno puesto sobre un muro venenerable, se puede entender que tal cosa
se la considere muy impropia y que, un buen día, alguien, de alguna “cátedra eminente”,
embargado por la “ciudad-acontecimiento” de la que habla Béatrice Fraenkel5, mande a
limpiar o a borrar esta indecencia. Ahora, en principio, resulta claro que al llamarla
“escritura expuesta”, hablo aquí analógicamente. Y esto, incluso, si un día nos
encontramos a la palabra différance rayada con aerosol sobre un muro venerable. En el
sentido estricto que hablamos aquí de “escrituras expuestas”, la escritura de la differance
no es un graffiti. Es como un graffiti. Por eso es que, en principio, en vez de hablar
sobre Derrida y la escritura expuesta, preferí hablar de Derrida y la escritura pública.
Sin embargo, en lo estricto (strict: estrecho / también rigoureux: riguroso) de este
sentido, se pueda hallar a la escritura expuesta (vulnerable). Y por eso, incluso, a la
llamada “escritura expuesta”. O para decirlo de otra manera: no habría escritura
expuesta, digamos aquí, incluso, teoría de la escritura expuesta, tal y como por ejemplo
Béatrice Fraenkel la elabora en su texto “Actes d’écriture: quand écrire c’est faire”, sin el

5 Fraenkel, B., “Las escrituras de la catástrofe. Práctica de la escritura y de la lectura en la ciudad de


Nueva York en septiembre 2001”, Rev. Actuel Marx Intervenciones, N°6, Lom Edicones/UNiversidad
Bilivariana, Primer Semestre, 2008.

5
sentido de una apelación más estricta a la exposición, al hecho que, los “écriteaux” son
escritos y están “posés en certains lieux”6. Esta estrictura por la cual puede haber
“escritura expuesta” en el sentido en que habla Fraenkel, señala también la posibilidad
que pueda no haberla, por ejemplo, si no se delimita el debate entre Austin, Benveniste y
Searl. (Obviamente, esa esta delimitación lo que hace BF). Lo cual significa también: si
no se reconocen en el análisis actos de escritura, centrándose nada más que en actos de
lenguaje. Según esto, en la medida en que la escritura expuesta parece alcanzar su
sentido estricto, es decir, logra sacar a la escritura del confinamiento oral y logra
concebirla en un plano pragmático, está en mejores condiciones de dimensionar la
estrechez o la restricción de lo estricto. Una escritura más general despunta en este
movimiento. Y despunta incluso si se trata también de un movimento del sentido. De
aquello por lo cual no habría escritura más que en estricto sentido.
Pues bien, Derrida parece haber hecho de la estrictura, de la posibilidad de lo
imposible, la marca de la différance. Y acaso sea esta marca, la más intratable, en la
medida en que sea esta obscenidad gráfica impresentable la que escriba no sólo el sentido
de la diferencia entre un graffiti y un tag, sino también el sentido de la frase que se refiere
a la differánce como graffitis obscenos en un muro venerable. Que en uno y otro caso,
pueda no haber ni uno ni otro caso, es lo que en cada caso podría ser llamado escritura si
hubiese una escritura sin sentido. Lo que, por supuesto, no es posible. Ahora bien,
porque la escritura de la différance es ese concepto de escritura que parece exponer
(presentar y vulnerar) como nunca la escritura del concepto, es decir aquello que siempre
la subordina al sentido, ella también expone (abre y empuja) el sentido a su estrictura, al
alineamiento estricto de un punto de fuga que se resta (reste) mientras se queda (reste).
Dicho de otra manera: no hay escritura sin sentido, pero es porque hay escritura que
hay sentido. O más rigurosamente (volveremos sobre esta palabra): porque no hay sentido
es que hay sentido. Posible porque imposible. Lo que hay con la différance es este
pensamiento. Por eso es que quizá la escritura de la différance, como escritura pública,
pertenezca a ese “vasto campo de fuerzas gráficas en competencia, inestables e
imprevisibles”, a la “edad de oro del escrito público”, de los cuales habla Béatrice
Fraenkel7.
Preguntémonos por el momento: ¿Qué tipo de escrito público sería la
différance? ¿Qué hay de la différance y lo público? ¿Sería como un tag cuya firma
secreta su nombre en público? ¿Produciría como éste un espacio del secreto? ¿O más

6 Franekel, B., “Actes d’écriture: quand écrire c’est faire”, p. 106.


7 Fraenkel, B., “Las escrituras de la catástrofe. Práctica de la escritura y de la lectura en la ciudad de
Nueva York en septiembre 2001”, Rev. Actuel Marx Intervenciones, N°6, Lom Edicones/UNiversidad
Bilivariana, Primer Semestre, 2008.

6
bien produciría un secreto del espacio? (Todo podría depender aquí de la articulación
entre “escribir” y “cribar”)

II.
(Fenomenilidad y escritura)

Es casi imposible no hablar de fenomenología cuando se habla de Derrida. Es uno de


sus recursos más tempranos y permanentes. Y digo recursos, dado que sería abusivo
decir que Derrida es un fenomenólogo. En cualquier caso, su recurso al análisis
trascendental es algo a lo que jamás dejó de apelar, como también a su reelaboración.
La fenomenología francesa hoy en día está más que informada, incluso al nivel de sus
impulsos teóricos, del impacto producido por Derrida sobre la fenomenología.
Lo que interesa destacar aquí es que es en este recurso original a la
fenomenología que parece tener lugar ese aspecto intratable (insoportable, difícil) de la
escritura de la différance a la que aludía más arriba. Pongamos esto en perspectiva.
En el texto más temprano de la L’écriture et la différence (1967), ““Genèse et
structure”” et la phénoménologie”(1959), Derrida va a comenzar por examinar, dentro
de cierto cierre estructural de la fenomenología ligado a la trascendentalidad pura de la
conciencia, una abertura vinculada a la objetividad fenomenológica. Tratándose de una
ciencia eidética la objetividad fenomenológica no puede, por principio, ser exacta,
puesto que eso atañe a ciencias idealidades son abstractas, derivadas, como las
matemáticas. La descripción de esencias, en cambio, puede ser rigurosa (rigoureuse).
Derrida va a añadir que la ciencia descriptiva es, en ese sentido, “anexacta” (anexacte)8.
Cabe recordar aquí que el libro de Husserl de 1911 se titula “Der philosophie als
strenge Wissenchaft”, en francés: “La philosophie comme science rigoureuse”. Derrida
va a destacar enseguida es que como ciencia anexacta, la fenomenología va a mostrar
“la imposibilidad por principio, la imposibilidad esencial, estructural, de cerrar una
fenomenología estructural. [[Es la abertura infinita de la vivencia, significada en
diversos momentos del análisis husserliano por medio de una referencia a una Idea en el
sentido kantiano, irrupción de lo infinito ante la conciencia, que permite unificar el flujo
temporal de ésta, de la misma manera en que ella unifica el objeto y el mundo, por
anticipación y a pesar de un inacabamento irreductible. Es la extraña presencia de esta

8 Derrida, J. L’écriture et la différence, Seuil, Paris, 1967, p. 241.

7
Idea lo que permite además todo paso al límite y la producción de toda exactitud”9.]]
[[p. 242]]
Esta anexactitud o rigor (rigueur), ligado a lo que en ese mismo texto llamará
“trascendentalidad de la abertura”, vale decir, aquello que es “a la vez condición de
posibilidad y una cierta imposibilidad de toda estructura y de todo estructuralismo
sistemático”10, es lo que llevará a Derrida a mirar de conjunto tanto el cierre estructural
de la fenomenología como el de la semiología. Siempre que Derrida evalúa ambos
cierres y su pretensión de enfocarse sobre una unidad pura, sobre “una cara
rigurosamente identificable del sentido o de significado”11, lo que está en juego es
precisamente la imposibilidad de dicho cierre. Así, por ejemplo, frente a la
representación del lenguaje como expresión (“expresivismo”), como la traducción hacia
afuera de lo que se había constituido en un interior, la exigencia de una abertura se
planteará “con todo su rigor”. Un entrelazamiento o encadenamento se impondrá
contra la esencia fenomenológica o semiológica del sentido. Una no-expresividad
tendrá carácter significante porque, con todo rigor, sólo hay significación si hay síntesis,
texto o différance: “D'autre part, et inversement, je dirais que, si l'expressivisme n'est pas
simplement et une fois pour toutes dépassable, l'expressivité est en fait toujours déjà dépassée,
qu'on le veuille ou non, qu'on le sache ou non. Dans la mesure où ce qu'on appelle le
“sens” (à “exprimer”) est déjà, de part en part, constitué d'un tissu de différences, dans
le mesure où il y a déjà un texte, un résau de renvois textuels à d'autres textes, une
transformation textuele dans laquelle chaque “terme” prétendûment “simple” est
marqué par la trace d'un autre, l'intériorité présumée du sens est déjà travaillée par son
propre dehors. Elle se porte toujours déjà hors de soi. Elle est déjà différante (de soi)
avant tout acte d'expression (...) De ce point de vue, il en faudrait peut-être pas se
demander dans quelle mesure la non-expressivité serait signifiante. Seule la non-
expressivité peut être signifiante parce qu'en toute rigueur, il n'y a de signification que
s'il y a synthèse, syntagme, différance et texte”12.
Como se ve, esta abertura de la estructura (fenomenológica o semiológica) está
lejos de un más allá del sentido o de la significación que faculta la estructuración de su
cierre. Que no haya fuera de texto nunca ha querido decir otra cosa que no hay ese

9 Derrida, J., op. cit., p. 242. Ver también, y más recientemente, la relación que Derrida establece
en Husserl entre rigor (rigueur) y calculabilidad (calculabilité), en Jacques Derrida, Vouyous, Galilée, Paris, 2003,
185s.

10 Ibídem. La problemática de una abertura de la estructura es tratada también a propósito de la


antropología de Levi-Strauss a título de “estructuralidad de la estructura”. Cfr. “La estructura el signo y el
juego en las ciencias humanas” (Ibíd., pp., pp. 383-401).

11 Derrida, Positions, De Minuit, Paris, 1972, p. 43.


12 Op. cit., pp.45-46.

8
texto que cuenta con su cierre (y con su afuera). Por eso es que Derrida va a decir
tempranamente: “Lo que no puedo comprender jamás, en una estructura, es por qué no
está cerrada”13. La cuestión, entonces, es qué puede implicar sostener un concepto de la
escritura cuya ausencia de referente pueda ser des-estructurante. He aquí el punto quizá
más intratable de la escritura de la différance: la iterabilidad como lógica que liga la
repetición a la alteridad. “Cette itérabilité (iter, derechef, viendrait de itara, autre en
sanskrit, et tout ce qui suit peut être lu comme l’exploitation de cette logique qui lie la
répétition à l’altérité) structure la marque d’écriture elle-même, quel que soit d’ailleurs le
type d’écriture (pictographique, hiéroglyphique, idéographique, phonétique,
alphabétique, pour se servir de ces vieilles catégories)”14.
Enfoquémonos, pasando al otro punto, en este breve intervalo, en esta extraña
fenomenalidad que abre este umbral de la iterabilidad.

III.
(Escritura, secreto y espacio público)

Al final del punto dos, me había preguntado por el tipo de escrito público que sería la
différance. Y me apresuraba a sugerir que su comportamiento fuera el de un tag, cuya
firma secreta su nombre en público. Me preguntaba entonces si, como éste, produciría
un espacio secreto o más bien produciría un secreto espacio público. Citemos un pasaje
de “Signature Evenement Contexte”: “Imaginons une écriture dont le code soit assez
idiomatique pour n'avoir été instauré et connu, comme chiffre secret, que par deux «
sujets ». Dira-t-on encore que, à la mort du destinataire, voire des deux partenaires, la
marque laissée par l'un d'eux est toujours une écriture ? Oui, dans la mesure où, réglée
par un code, fût-il inconnu et non linguistique, elle est constituée, dans son identité de
marque, par son itérabilité, en l'absence de tel ou tel, donc à la limite de tout « sujet »
empiriquement déterminé. Cela implique qu'il n'y a pas de code — organon d'itérabilité
— qui soit structurellement secret”15.
Derrida viene de decir que une “écriture qui en serait pas structurellement lisible
-iterable- par-delà la mort du destinataire ne serait pas une éscriture”. Sin este valor
testamentario de la escritura, que incluye a cualquiera, presupuesto incluso en un
concepto clásico de escritura, no se podría pretender leer los textos antiguos escritos en
sus lenguas de origen, ni siquiera el testamento que un día, alguien, haya dejado a su

13 Derrida, J., L’écriture et la différence, op. cit, p.238.


14 Así en Derrida, J., “Signature Evenement Contexte”, en Marges – de la philosophie, Minuit, Paris,
1972, p. 375.
15 Jacques Derrida, “Signature Evenement Contexte”, en Marges – de la philosophie, De Minuit, Paris,
1972, p. 375.

9
pariente. Cuando San Agustín escribía sus confesiones dirigiéndose a Dios que sabía de
antemano lo que él le confesaba, se exponía, también de antemano, a que cualquiera de
nosotros los leyera. Tal la secreta confesión de la escritura. Así, por muy idiomático que
sea el código de una escritura, la marca iterable que ella es, rompe el lazo empírico con
un sujeto determinado. Lo cual también significa que, desde que hay escritura, no hay
código que pueda mantenerse en secreto. Tal el secreto público de la escritura.
Con respecto a una especie de “porosidad del código”, una inevitable exposición
del código al exterior, según la lógica de una cierta perversión virtualmente inevitable o
pervertibilidad, Derrida va a decir lo que sigue en un texto relativamente reciente sobre
el espacio público: “Cette porosité absolue, cette accesibilité sans limite des dispositifs
techniques destinés à garder le secret, à chiffrer, à assurer la clandestinité, etc., c'est la
loi, la loi de la loi: plus on code, plus on chiffre, plus on produit de ette itérabilité
opératoire qui rend accessible le secret à protéger. Je en peux cacher une lettre qu'en
m'en séparant et donc en la livrant au-dehors, en l'exposant à autrui, en l'archivant,
document dès lors accessible dans l'espace de la consignation”16.
En el umbral de toda producción de escritura, lo público. Pero también su
secreto. El secreto público de una escritura cuya “unidad de forma significante no se
constituye más que por su iterabilidad, por la posibilidad de ser repetida en ausencia no
solo de su “referente”, lo que es obvio, sino en la ausencia de un significado
determinado o de la intención de significación actual, como de toda intención de
comunicación presente”17. Por esta iterabilidad la forma significante rompe todo
comprimiso absoluto con un determinado contexto. Pudiendo engendrar, en su
citacionalidad, infinitos nuevos contextos nuca saturables. Lo que no quiere decir que
una marca valga fuera de contexto, sino que, desde que hay marca significante, no hay
contexto que pueda contenerla (en el marco de la cita n° 6).
¿Y no habíamos hablado del tag? Mucho antes habíamos dicho que en el caso
del tag, cuando no se trata ya de leer su firma, se trata de formar parte de su espacio.
Digamos ahora que mientras el tag se toma gráficamente, secretamente, el espacio
público, también secretamente, gráficamente, el espacio público le arranca (quita) su
secreto. Siempre que un nuevo lector comienza a formar parte del espacio secreto del
tag, el tag comienza a exponer su secreto, a producir públicamente su secreto.
Para Derrida una firma escrita implica una cierta no presencia. Esta no
presencia, explica él (en el marco de la séptima cita), está dada en relación con un ahora
en general (maintenant en générale), pues se supone que tratándose de la firma de
alguien, se dice ahora (en presente) que alguien ya firmó (en el pasado, que como tal era
su ahora, su presente) y que esa firma tiene futuro (en un futuro que será también un
16 Anne Dofourmantelle et Jacques Derrida, De la hospitalité, Calmann-Lévy, France, 1997, p. 61.
17 Derrida, Marges, op. cit., p. 378.

10
ahora). Siendo así, un ahora general es lo que mantiene el ahora (maintenant) en medio
de una no presencia que logra dividirlo (en tres). Luego este ahora general se mantiene
(trascendentalmente) porque no se mantiene. De ahí que lo trascendental sea una forma
de la maintenance. La maintenance general (esta no presencia del presente, este no
mantenerse del ahora) está a penas sujeta (épinglée) en la puntualidad presente de la
forma de firma. ¿Por qué? Porque la firma a penas se firma. Vale decir, para ligar la
singularidad absoluta de una firma a su firmante, es preciso (il faut) que firme, que
pueda repetir su firma singular. Sucede entonces que sólo hay ese acontecimiento
singular si puede no haberlo. Solo es posible si imposible. Alterando la identidad y la
singularidad de la mismidad se divide el sello o la marca (sceau). Luego, si se dice que
“para ser legible, una firma debe tener una forma repetible, iterable, imitable; debe
poder despegarse de la intención presente y singular de su producción”, entonces quizá
esto quiera decir que: “para ser legible” en su singularidad, una firma debe poder no ser
singular, debe ser un signo, sin intención presente. Dicho de otra manera: para ser
legible una firma debe, en cierto modo, hacer imposible lo que ella confirma. La firma
singular, dividida consigo misma, es hasta cierto punto y necesariamente ilegible. Por lo
tanto: si la firma debe dividir su sello (marca) para ser firma, entonces ella no está
obligada a ser firma, no tiene modelo que no sea ella misma. Y desde que no hay
modelo que ella misma no produzca, ella no puede depender de un modelo al que pueda
asemejarse o asimilarse. Es decir, porque el modelo es ella misma, porque ella debe
imitarse a sí misma para ser ella misma, ella es ella misma solo si difiere de sí misma,
solo si ya no es idéntica consigo misma. O dicho más brevemente: lo que hace que una
firma sea identificable es una inexactitud de la firma, la que depende siempre de un
nuevo acto de firma, es decir de una diferencia. Tal es el secreto público de una firma,
digamos, anexacta. “En su rigurosa pureza”.
Quizá todo proyecto de una escritura general, de la escritura de la différance, por
cierto, pero también, de la hipótesis sobre el carácter pragmático de la escritura
(expuesta), dependa siempre del paso por la estrictura filtrante de una criba, lugar de
articulación entre la escritura y el espacio público, escribir como cribar. “Notre
hypothèse, dit Béatrice Fraenkel, doit donc être passée au crible de ces écritures “sans
qualité”18. Lugar de paso o de estrictura. Producción de lo público como producción
críptica o de scriptura que da a leer. Como sentido, claro está. Pero también, como ese
velamiento (voilement) al que se refiere Derrida en Scribble, el de “un passage continu,
graduel, insensible”: “La catastrophe cryptique semble n'avoir jamais lieu dans un
événement. Le retournement même n'y est apparent. Ce non-évenement ne devrait pas
avoir, s'il en est bien ainsi, de lieu propre. Il n'y a pas lieu. Il se signale pourtant, à

18 Fraenkel, op. cit., p. 105.

11
l'analyse, laisse prise à une situation stricte, la stricture produisant précisément un effet
de lieu...”, Jacques Derrida, Scribble, préface à l'Essai sur les hiéroglyphes de Warbunton,
Aubier-Flammarion, 1978, p. 29.

12

Вам также может понравиться