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i. Los documentos
Prácticamente todos los autores del NT nos hablan de la oración, pero cada uno a su
manera.
La oración del NT reposa sobre las mismas bases y los mismos principios teológicos
que la oración de Israel y el judaísmo.
- Oración como diálogo con Dios: toma como punto de partida las diversas
experiencias que ilustran el encuentro con Dios en el pasado (con los patriarcas,
profetas, etc.). Estas experiencias se enriquecen progresivamente, se transmiten
de una generación a otra. Cada generación se siente solidaria con estos
acontecimientos pasados, así como elegida y destinataria de las promesas hechas
a los ancestros. En estas experiencias Dios se revela, descubre sus designios,
manifiesta su voluntad, muestra sus caminos. Cada acontecimiento se lee como
una realización de las promesas de Dios, que guía y defiende a aquellos que le
temen y creen en Él.
- Dios se revela como lejano y próximo a la vez: Él es santo y tremendo como lo
muestran las grandes teofanías del Éxodo y de la liberación. Esta majestad tiene
un eco en el culto, en el canto de los serafines (cf. Is 57, 15 y Is 6, 3). Pero este
Dios también se muestra accesible. Defiende a los suyos, escucha sus clamores y
obra su liberación. Para Israel, es su Dios, su pastor y su Padre (Os 11, 2). Cada
uno tiene la experiencia de su providencia, su fidelidad, su bondad y su
misericordia.
- Dios se revela como ser personal: se dirige a Él el hombre como a una persona
humana. Dios conoce, ve, siente, escucha y se deja doblegar. Los grandes
mediadores (Moisés) hablan con Él ‘cara a cara’. Ejercen sobre Él una acción
real, al recordarle en la oración las promesas que Él ha hecho (cf. Gn 18, 16-33;
Ex 32, 11 ss).
- El eje teológico sobre el que giran las relaciones de Dios y su pueblo es la
Alianza: es apoyándose en la alianza que el pueblo pide, se expresa, confiesa y
adopta nuevos patrones de conducta.
- La oración en el AT presenta siempre un aspecto colectivo: en consecuencia de
la estructura social y religiosa de Israel. Pero deviene también personal.
- El objeto de la oración es la totalidad de la vida: Yahvé es el Dios de vivos, no
de muertos. El ideal común es que el espíritu de Dios sea comunicado a todo el
pueblo (Jl 3, 1); este Espíritu es el signo de la presencia de Dios. El deseo de la
proximidad de Dios se expresa por la fórmula “ver el Rostro de Dios” o
contemplar su gloria (Ex 33, 18).
- Los salmos y otras fórmulas de oración del AT se insertan en la trama misma de
la historia: los salmos no son oraciones sentimentales; son oraciones a la vez de
corazón y de acción, que vinculan a Dios y al hombre dentro de la historia santa.
- Es Jesús quien revela al Padre, quien nos da la filiación divina, quien nos enseña
y nos da la audacia de dirigirnos al Padre como hijos.
- Es esta oración la que reúne a los discípulos (Mt 18, 19-20).
- Según san Juan, Jesús es el Camino para ir al Padre: el Camino, la Verdad y la
Vida (Jn 14, 6). Es el Mediador, el intercesor, el abogado ante el Padre (1 Jn 2,
1-2).
- El vínculo esencial de la oración con la persona de Jesús hace que ella se
encuentre integrada en la historia de la salvación que ha alcanzado su plenitud
en Jesucristo. La oración se apoya en la pasión de Jesús y su resurrección, y
actualmente, en su estar sentado a la derecha del Padre, donde intercede por
nosotros (Rm 8, 34).
- La oración cristiana se caracteriza por una tensión (igual que la esperanza
cristiana) entre el anuncio evangélico de la proximidad, de la presencia del
Reino en la Persona de Jesús acogida por la fe, por la caridad, y la promesa del
advenimiento futuro del Reino en plenitud con el retorno del Señor.
o Esta tensión se manifiesta en la exhortación de Cristo a “Velar y orar”.
San Pablo: “Sed asiduos en la oración” (Col 4, 2).
o “Velar es estar desprendido de todo lo que se ve, no vivir más que de lo
invisible, vivir en el pensamiento de Cristo, que vino una primera vez y
que vendrá una segunda; aspirar a este segundo advenimiento, por el
recuerdo agradecido y afectuoso” Newman, sermón de 1837.