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El viento
EL VIENTO DEL ESPÍRITU SANTO:
NOS MUDA Y NOS TRASLADA – El viento del Espíritu Santo puede sacarnos
de nuestros peores lugares para llevarnos a nuestra bendición, sanidad,
multiplicación, etc.
La palabra de Dios nos enseña que sin la constante renovación y vivificación del
Espíritu que imparte vida, el creyente no podría sobrevivir. Nos dice Ezequiel 37.7-
10
También al patriarca Job dijo: "El Espíritu de Dios me hizo, Y el soplo del
Omnipotente me dio vida" Job 33.4. Entonces la obra del Espíritu Santo como
viento es traer vida y renovación.
Fuego
“Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras
mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os
bautizará en Espíritu Santo y fuego”
PALOMA
La paloma como símbolo del Espíritu de Dios: Mateo 3:16.
“Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí cielos le
fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía
sobre él”
El interés de Dios en este suceso es evidente por el hecho que se registra en los
cuatro evangelios. Una tradición judía traduce Génesis 1.2. de la siguiente
manera: "El Espíritu de Dios como una paloma cobijaba el haz de las aguas".
Cristo instruyó a los creyentes de ser "sencillos como palomas", Mateo 10.16. El
tener al Espíritu Santo morando dentro como paloma es saber que uno está en
paz con Dios, pues hemos sido justificados en Cristo.
EL SELLO
La Biblia es muy clara cuando dice que todos al nacer de nuevo, somos sellados por el Espíritu
Santo hasta el día de la Redención y que el Espíritu Santo es el sello de la promesa (Efesios 1:13-
14, y 4:30).
Pero veamos primero lo que es un sello. Un sello es un instrumento que se utiliza para poner una
impresión o marca. Pero sello también es la marca en si misma, que se pone para certificar la
autenticidad de un documento, sin el cual no tendría ninguna validez.
Ahora bien, cuando decimos que al nacer de nuevo, el Espíritu Santo nos sella, significa que es a
través de Él que somos certificados y autenticados como hijos de Dios. Que ya le pertenecemos a
Cristo, que Jesús es el dueño y Señor de nosotros, porque fuimos adquiridos o comprados por Él a
través de su sangre. Significa que el Espíritu Santo es el instrumento que Dios utiliza para
sellarnos.
Pero el Espíritu Santo además sella o marca en nuestros corazones y nuestra mente la Ley de
Dios y sus principios. Si en el Antiguo Pacto las leyes estaban escritas en tablas, ahora y a través
del Nuevo Pacto, estas son impresas o marcadas por el Espíritu Santo en nuestra mente y nuestro
corazón, como lo anunció Dios en el libro de Jeremías 31:33: “Pondré mi ley en su mente y la escribiré
en su corazón; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo”.
Así pues los mandamientos de Dios no fueron abolidos con el Nuevo Pacto, sino que simplemente
fueron cambiados de lugar, y puestos en nuestro interior, y es solo a través del Espíritu Santo que
podemos ser obedientes a ellos.
Dada nuestra condición pecaminosa, los seres humanos carnales e imperfectos, no tenemos ni la
facultad ni el poder para obedecer. Solo cuando Cristo viene y entra a morar en nosotros es que
cambia nuestro corazón. Es el Espíritu Santo de Dios quien nos empodera y nos capacita para
evitar el pecado, santificarnos y vivir una vida en obediencia a Dios.
Es ese corazón nuevo que el Señor nos prometió desde el Antiguo Testamento, el que nos hace
diferentes: “Os daré un corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra
carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré
que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra”, Ezequiel 36:26-27, pero
para eso es necesario nacer de nuevo como lo dijo Cristo:
“De cierto de cierto os digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”, Juan 3:3, y
nacer de nuevo es nacer en el espíritu. Es solo a través del nuevo nacimiento que nuestra
condición carnal puede cambiar y tiene que cambiar para poder agradar a Dios.
Porque los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en
cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad
pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad
pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven
según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios”, (Romanos 8:5-8 NVI).
Y esa naturaleza pecaminosa se traduce según Gálatas 5:19-21 en “adulterio, fornicación,
inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones,
herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas, de tal manera que los que
practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”, y no tienen el sello del Espíritu Santo.
Es solamente el Espíritu Santo el que nos santifica y nos lleva a una vida de obediencia y sumisión
a Dios, dejando atrás todos esos hábitos pecaminosos. El Espíritu Santo es el único que puede
transformarnos de una naturaleza carnal a una espiritual, pero solo si lo dejamos trabajar en
nosotros, porque definitivamente, el que no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él (Romanos 8:9).
Pero ahora veamos cuál es el fruto del Espíritu y analicemos si en verdad dicho fruto es parte de
nuestra vida diaria : amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza, Gálatas
5:22-23.
Si nosotros dejamos que sea Cristo el que dirija cada uno de nuestros actos, vamos a llevar una
vida que honre y glorifique a Dios, porque lo que es imposible para el hombre que es obedecer la
Ley de Dios, ahora a través de Cristo en el Nuevo Pacto sí es posible. Cristo pone su Santo Espíritu
dentro de nosotros para que andemos en sus mandamientos, guardemos sus estatutos y los
pongamos por obra como lo demanda Dios. Es pues el Sello de Dios en la vida de todo creyente.
LAS ARRAS