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Claro que sí, este tipo de documentales le cambia a uno a perspectiva de ver la
vida y el entorno como tal, debido a que muchas veces nos sumergimos en
nuestras vidas, viviendo el día a día sin darnos cuenta lo maravillosa que es la
naturaleza y lo que nos ofrece. Ver la transición que tienen los pingüinos para
poder darle vida a su propia especie es realmente impactante, ver todo lo que
sufren y lo que tienen que aguantarse para poder preservar su especie, su nivel
de organización es algo de admirar, como la naturaleza y su instinto les permite
sobrevivir.
Resulta preocupante que por las acciones de los seres humanos se vean
afectadas muchas especies y más particularmente las especies que viven en
los polos. Nosotros no nos vemos afectados en el presente, pero por nuestras
acciones hasta nuestra propia especie puede llegar a desaparecer, si no
cuidamos el ambiente que nos rodea. Entonces, es ahí donde todos los seres
humanos con pequeños actos podemos ayudar a la preservación de la especie,
cuidando la naturaleza, no contaminando los ríos, respetando su espacio, no
talando árboles, reciclando y entre otras acciones que pasamos por alto.
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Este documental hace reflexionar acerca de la fragilidad que puede tener una
especie, con respecto a los cambios que se puedan generar en su entorno, ya
que se han adaptado a pervivir durante mucho tiempo en un ecosistema de
características tan particulares, por lo que si el ser humano afecta de alguna
manera el equilibrio natural en esos lugares, disminuye la posibilidad de
sobrevivir para esta especie.
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Los pingüinos emperador son un gran ejemplo cuando de cuidar las futuras
generaciones se trata, son capaces someterse a condiciones extremas y
arriesgar sus propias vidas para la preservación de la especie, por el contrario
la mayoría de los seres humanos suelen preocuparse por satisfacer sus
placeres individuales consumiendo y degradando la naturaleza, sin advertir las
terribles consecuencias a mediano y largo plazo.
Así las cosas, es necesario estar más atentos en el uso de la energía eléctrica
y si detectamos errores en las actividades diarias, corregirlos instantemente
para que se convierta en un estilo vida.
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El Pingüino …
Barbosa, A. (2011). Efectos del cambio climático sobre pingüinos antárticos.
Ecosistemas 20(1):33-41
Los pingüinos son aves adaptadas a la vida marina que sólo habitan en el
hemisferio sur, con colonias en Sudáfrica, Sudamérica, Antártida, Australia y
Nueva Zelanda. Las 18 especies actuales, especializadas en el buceo para
alimentarse, surgieron entre 10 y 40 millones de años atrás a partir de un
ancestro que era un ave voladora, aunque ninguna de las actuales puede
hacerlo. Los registros muestran que el fósil más antiguo data de unos 55
millones de años. Su tamaño puede ser muy variable, desde el Pingüino Azul
de Australia y Nueva Zelanda, con sólo 30 cm de altura y un kilogramo de
peso, hasta el Emperador, que vive en la Antártida y puede alcanzar hasta 1.40
metros de altura y 40 kg. Acorde a su pequeño tamaño, el Pingüino Azul bucea
a poca profundidad, mientras que el Emperador puede alcanzar profundidades
de hasta 500 m, para lo cual permanece sin respirar por 23 minutos. Los
pingüinos son animales muy gregarios: se congregan en colonias donde
construyen sus nidos, ponen sus huevos y crían a sus pichones hasta que
alcanzan la edad para independizarse y alimentarse por sí mismos. Las
diferentes especies viven en ambientes muy diversos, desde las Islas
Galápagos hasta la Antártida, y ocupan islas y continentes a lo largo del
hemisferio sur. Sus nidos pueden ubicarse en desiertos, bosques, sobre hielo o
roca descubierta, debajo de arbustos e inclusive dentro de túneles de lava
volcánica consolidada o construidos bajo tierra por ellos mismos. Las
características de la historia de vida que los pingüinos comparten con la
mayoría de las aves marinas indican que existen pocas maneras de sobrevivir
y reproducirse exitosamente en un ambiente oceánico cambiante. Las
principales estrategias incluyen la monogamia, el cuidado biparental, la
madurez sexual retardada, la longevidad y una relativa flexibilidad en la
fenología reproductiva para adaptarse a la impredecible disponibilidad de
alimento. Una diferencia fundamental con el resto e las aves marinas es que
los pingüinos no vuelan y su rango de forrajeo se ve sustancialmente
restringido, principalmente cuando deben regresar a una sitio fijo para incubar y
criar pichones. Es por esto que sus colonias deben ubicarse próximas a
regiones de alta productividad marina. Las especies que habitan regiones con
una marcada estacionalidad se caracterizan por ser grandes migradores. Este
es el caso del pingüino de Magallanes, la especie más abundante en Argentina:
algunos llegan a recorrer más de 4500 km desde sus colonias en Patagonia
hasta la costa central de Brasil. Pueden viajar más de 170 km por día y a lo
largo de un año nadan casi 16 mil kilómetros. A pesar que los pingüinos suelen
vivir en áreas remotas del planeta, las actividades antrópicas ejercen un
marcado impacto sobre sus poblaciones. Los primeros exploradores de
Antártida y Patagonia se alimentaron de adultos, pichones o huevos para
sobrevivir, mientras que otros los mataban por su aceite. Actualmente, los
pingüinos poseen un estado de conservación particularmente frágil. De las 18
especies, 11 están consideradas como amenazadas o vulnerables por la Unión
Internacional de la Conservación de la Naturaleza (IUCN, por su sigla en
inglés) y 14 especies han sido elevadas a una categoría más severa de
conservación en los últimos 24 años. Entre los principales problemas de
conservación se encuentran el cambio climático, la contaminación marina, el
mal manejo de las pesquerías comerciales, la degradación de su hábitat de
reproducción, la introducción de depredadores y el disturbio humano.
en los últimos años, algunos estudios han sugerido que la Antártida ya no es
un entorno prístino debido a la aparición gradual de ciertos contaminantes de
diversas fuentes [ 3, 4 , 5], que se han medido en diferentes matrices
ambientales [ 6 , 7 ]. Teniendo en cuenta las causas antropogénicas, el origen
del aumento de la concentración de estas sustancias químicas puede deberse
al transporte a larga distancia, es decir, los contaminantes persistentes
transportados desde otras partes del mundo [ 3 , 8 , 9 ], o pueden ser el
resultado de actividades locales como Como pesca, turismo o investigación
[ 5 , 10 ]. Se han reportado niveles relativamente altos de concentraciones de
metales en varios sitios de la Antártida marítima, en parte como resultado de la
actividad geoquímica natural que ocurre en esta región [ 3 , 11 , 12], pero
también podrían ser una consecuencia de la actividad humana acumulada
[ 13 ]. El aporte natural puede haber sido amplificado por actividades
antropogénicas globales y locales como la industrialización global y la
contaminación del aire a través de la circulación y deposición atmosférica y
oceánica, así como por el transporte marítimo regional, derrames de petróleo,
escombros, aguas residuales y combustión de combustibles, entre otros
[ 14 ]. En la actualidad, la región antártica marítima concentra una gran
cantidad de actividades humanas en comparación con el resto de la Antártida,
como la presencia de muchas estaciones científicas, así como las operaciones
de vuelo y navegación [ 1 ] relacionadas principalmente con la investigación
científica y el turismo ( Fig. 1). La entrada de contaminantes de estas fuentes,
aunque parece ser muy baja en un contexto continental, podría tener un efecto
significativo en la bioacumulación de la biota local, que ya afecta a algunas
especies endémicas [ 5 ]. Por lo tanto, la cuantificación de los niveles de
referencia naturales de los metales en el medio ambiente antártico se convirtió
en un tema importante para la comunidad científica internacional [ 15 ]. En línea
con esta creciente necesidad, se han realizado varios estudios de elementos
traza en la Antártida en diferentes compartimentos ambientales (agua, suelos,
sedimentos, nieve y biota), generando un conocimiento básico sobre los
valores de fondo y el impacto de las actividades humanas con respecto a este
tema
Klein ES, Hill SL, Hinke JT, Phillips T, Watters GM (2018) Los impactos del
aumento de la temperatura del mar en el kril aumentan los riesgos para los
depredadores en el mar de Escocia. PLoS ONE 13 (1):
e0191011. https://doi.org/10.1371/journal.pone.0191011
Si la Tierra fuera una lavavajillas, según el ejemplo del biólogo español Miguel
Delibes, estamos en un momento en el que nos empiezan a aparecer piezas
que no se sabe para qué sirven. Cada ecosistema destrozado, cada especie
desaparecida (entre diez y cien cada día, no hay acuerdo), es como una pieza
que nos encontramos en la cesta de los cubiertos de la lavavajillas y cuyo uso
desconocemos. Como el lavaplatos sigue andando y la cubertería queda
razonablemente limpia (aunque ya no como al principio) no le damos mucha
importancia al tornillo caído. Más tarde aparece una gomita, otra tuerca, un
enganche... hasta que el lavaplatos se estropea definitivamente. El técnico,
entonces, nos explica que la cosa viene de hace tiempo, que faltan muchas
piezas, que si hubiera venido antes... y que mejor comprar una nueva. Sólo que
quizá no encontremos una nueva Tierra lista para ser habitada entonces.
Así que ya hay una buena razón para conservar, con el añadido de que en el
Antartico la mayoría de las especies locales son endémicas, por ejemplo,
ochenta y tres por ciento de los peces. Además, aún es mucho lo que se
desconoce de los ecosistemas antarticos y que, si no se protegiesen, podrían
desaparecer. Eso quiere decir que nos perderíamos el conocimiento -y sus
posibles aplicaciones-, sobre, por ejemplo, productos químicos potencialmente
importantes. No se puede olvidar que la cuarta parte de los productos que se
despachan en las farmacias son medicamentos que incluyen compuestos
químicos procedentes de plantas silvestres.
Por otra parte, la Antártida es el sumidero del clima del planeta. Lo que pasa
allí nos afectará a todos con relativa rapidez si pensamos en términos humanos
y a velocidad de vértigo si lo expresamos en términos geológicos. La Antártida
se mantiene fría por el frío que hace allí. Dicho en otras palabras, si empieza a
hacer menos frío dejará de hacer frío completamente. El hielo de la Antártida
(incluido el que en invierno cubre el mar próximo al continente y se deshiela en
primavera) refleja la radiación solar y eso hace que no se absorba calor. Esa es
una de las razones del frío antartico, aunque los investigadores están
empezando a notar que cada vez hay menos hielo. Los glaciares (de hielo
dulce) retroceden y la superficie anual del hielo marino (salado), está variando
debido a las fluctuaciones en las corrientes de El Niño y La Niña. Y si hay
menos superficie cubierta de hielo, el mar absorberá más radiación so- lar, lo
que quiere decir más calor, lo cual acabaría modificando los habitáis marinos y
afectándolo todo.
Si, como resulta cada vez más evidente, la temperatura media está subiendo a
un ritmo nunca antes conocido, lo que pase en la Antártida será un buen
adelanto del futuro. Si, como aseguran otros, el número de especies que se
extinguen cada año supone una tasa de desaparición mayor que cuando
ocurrieron las cinco famosas catástrofes de la vida en la Tierra, entonces
estamos ya ante la sexta extinción y esta vez el meteorito somos nosotros. Si,
por último, el modelo de conservación implantado en la Antártida funciona,
será necesario mirar con más atención al Sur.
REFERENCIAS
IPCC 2007. Climate change 2007: The physical science basis. Contribution of
working group I to the fourth assessment report of the IPCC. En: Solomon, S.,
Qin, D., Manning, M., Chen, Z., Margus, M., Averyt, K., Tignor, M.M.B., Miler,
Jr. H.L. (eds.). Cambridge Univeristy Press for the Intergovernmental Pannel of
Climate Change, Cambridge Univeristy Press, Cambridge. UK.