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HISTORIA DE LOS ESTUDIOS LINGÜÍSTICOS

  Rmando que Antigua india

A pesar de que se cree generalmente que los estudios lingüísticos tienen su origen en la Grecia
antigua de los filósofos presocráticos es en la Antigua India donde se hayan los primeros textos
gramáticos pertenecientes a una protolingüística hindú que tiene su punto de origen en los  Astadhiai
(ocho libros), escritos por Panini hacia el Siglo IV A.C., dando inicio a lo que hoy se conoce como
lingüística descriptiva y lingüística generativa; este texto destaca por contener descripciones muy
rigurosas y precisas sobre diversos elementos idiomáticos del sánscrito, lo cual era un procedimiento
revolucionario para la época. En estos libros se encuentran referentes de escritos anteriores basados
en los estudios de la literatura religiosa del período védico (1200-1000 a.C.).  La razón de semejante
nivel de rigurosidad en el Astadhiai correspondía a criterios religiosos: la necesidad de preservar la
integridad lingüística del sánscrito para realizar apropiadamente las ceremonias religiosas védicas. Sin
embargo, el Astadhiai mantenía cierto apego por el análisis lingüístico desde la dimensión formal del
lenguaje, es decir, la dimensión que toma en cuenta la forma de la lengua en un plano fonético-
fonológico y morfo-sintáctico. Los estudios gramaticales hindúes profundizan en la estructura interna
de la palabra, con un avanzado conocimiento morfológico.

Mundo Griego
Se discuten dos cuestiones de carácter bastante general:

1) Natural-convencional
Hasta qué punto el lenguaje era “natural”, impuesto por la naturaleza del mundo (como afirmaba
Heráclito) y hasta qué punto “convencional” asumido tácitamente en determinadas comunidades
lingüísticas por conveniencia comunicativa (según afirmaba Demócrito).

2) Analógico-anómalo
Hasta qué punto el lenguaje está inherentemente estructurado y ordenado mediante reglas (analógico)
y hasta qué punto es irregular, variable e impredecible (anómalo).

Estas polémicas marcan el futuro de la lingüística occidental en tanto señalan los dos caminos que
ésta seguirá en su evolución: la especulación teórica por una lado, y la aplicación práctica y normativa
por otro

Platón 427-348 AC dedicó uno de sus diálogos socráticos a cuestiones del lenguaje (El Cratilo debate
el origen del significado en las palabras; sobre si éstas son naturales o si son arbitrarias ). El interés de
Platón es tomado por Aristóteles quien trató cuestiones lingüísticas relacionadas con la retórica y la
crítica literaria. En sus obras aparece un primer análisis de la estructura: onoma y rhema (FN-FV). A
partir de esta primera dicotomía asistimos a los inicios de un sistema de clases de palabras.

Los Estoicos
Estos concebían al lenguaje como la clave para llegar a comprender cómo funcionaba la mente
humana. En los años siguientes al 300 AC, miembros de la escuela estoica escribieron un número
considerable de tratados específicamente lingüísticos, y está claro que desarrollaron una teoría
general del lenguaje y, con ella, teorías sobre la fonología, la sintaxis y la semántica.

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Los estoicos tenían una inclinación mentalista y racionalista. Para ellos, la lingüística era una disciplina
aparte de la filosofía. Esta corriente desempeñó un papel muy importante en la identificación de las
categorías gramaticales relevantes del griego. Sus análisis semánticos de los verbos griegos muestran
una gran intuición y desarrollaron con éxito la división sintáctica de la oración de Platón y Aristóteles en
un sistema de cuatro- y después de cinco- distinta clases de palabras. Pero por lo que se conoce ahí
se detuvieron. La lingüística de los estoicos continúo hasta que fueron cerradas junto con otras
escuelas paganas por Justiniano en el 529, debido a su incorporación al saber cristiano.

Los Alejandrinos
Al mismo tiempo que los estoicos avanzan en sus estudios sobre el lenguaje aparecen los alejandrinos
para imponerse a través de las triunfales conquistas de Alejandro Magno.

Se crean dos famosas escuelas para la enseñanza del griego: Pérgamo y Alejandría. Los estudiosos
sentían la necesidad de preservar los niveles literarios de la gramática griega y del estilo griego
alcanzados por los grandes autores de la época clásica. Aparece en este contexto una de las
gramáticas más famosas,La Tékhne Grammatiké, cuya autoría es atribuida a Dionisio de Tracia
(año 100 a.C. aprox), es la obra pionera en utilizar una gramática formal y esquemática de la oración,
donde se examinan sus diversos elementos (nombre, verbo, participio, etc.). En esta Dionisio definía la
gramática como el estudio empírico del uso de los poetas y escritores. Ésta era una concepción de los
estudios lingüísticos muy diferente a la de sus predecesores y a la de sus contemporáneos estoicos.
La polémica se instaló entre aquellos que deseaban mantener la lingüística como disciplina filosófica
basada en los que se creían principios verdaderamente científicos y aquellos otros que eran
decididamente empiristas, acudiendo a la observación externa de las obras de los escritores como
método y justificación.

Mundo Romano
Los estudiosos romanos concebían la representación de la fonología y la gramática del latín de
manera muy similar a los griegos debido a la contaminación existente entre ambas lenguas.

Aparece un importante estudioso latino Marco Terencio Varrón (116-27 AC) en De lingua latina, donde
también explicó el proceso de creación de la lengua, así como establece una división del léxico latín en
palabras flexionadas (“productivas”) y no flexionadas (“estériles”). Varrón realizó una larga y prolija
disquisición sobre la lengua latina, en la que investigó su historia, su uso contemporáneo y su
estructura gramatical.

La Europa Medieval
Prisciano y Donato constituían la base para el estudio de la gramática en la Edad Media y para la
enseñanza del latín.

Prisciano proporcionó el material para las gramáticas escolásticas. Donato, en su Ars


Grammatica (Siglo IV d.C.), se ocupó de estudiar las partes del discurso, así como la fonética, la
métrica y la estilística latín, proporcionando asi la brevedad, concisión y disposición que facilitaba el
aprendizaje.

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A pesar de las limitaciones existentes en la edad media  se dan trabajos de gran importancia. Se
establece una reinterpretación filosófica, se justifica la gramática de Prisciano dentro de la filosofía
católica en la forma establecida por Santo Tomás de Aquino (1224-1274). Esta filosofía, conocida
como tomismo, era una síntesis de la lógica y la metafísica aristotélica y de la fe cristiana.
Roger Bacon en Opus Maius (1267) trata sobre los idiomas bíblicos (latín, griego, hebreo y árabe).

El Renacimiento: la lingüística en la Europa moderna


Las épocas del Renacimiento y de la Ilustración significaron una segunda “explosión Cámbrica de la
razón” en la ciencia. La lingüística no fue una excepción. A pesar de que la gramática del latín seguía
siendo importante (tanto como la del griego), las gramáticas de diversas lenguas, como las romances
(español, francés, etc.), tuvieron un impulso significativo, lo cual interesó a los especialistas en el
estudio de una mayor variedad de idiomas, así como en el análisis de las características generales que
las asemejan. A partir del siglo XV, el corpus de la literatura clásica, pronto estuvo disponible en forma
impresa, y los clásicos se establecieron como base de una plena educación para las clases altas de
Europa. En esta época se concedió una seria atención a la recuperación y uso de la pronunciación
adecuada del griego y del latín clásicos como en la época áurea. Erasmo de Rotterdam, una de las
figuras del Renacimiento, escribió un célebre diálogo sobre la correcta pronunciación de las dos
lenguas clásicas.

La Lingüística Comparada
Será con la llegada del romanticismo cuando se produzca un importante resurgir de todo lo que tenga
que ver con la cultura de los pueblos y de las naciones, con sus particularidades, y en consecuencia,
con lo que pudiera significar la expresión del alma del pueblo. En este contexto, uno de los aspectos
más apreciados será el de las lenguas nacionales como principal expresión del alma de los pueblos,
de ahí el resurgimiento en esta época de abundantes estudios comparativos, etnográficos y
descriptivos relacionados con la lengua. Las lenguas tienen vida, se quiere saber cómo son, por qué
cambian, para qué se usan realmente, cuál es su origen. Se busca el parentesco entre las distintas
lenguas, las leyes que expliquen las analogías, los elementos comunes y diferenciales, etc.
En 1816, en una obra titulada Sistema de la conjugación del sánscrito, Franz Bopp comprendió que
las relaciones entre lenguas parientes podían convertirse en una ciencia autónoma. Pero esta escuela,
con haber tenido el mérito indisputable de abrir un campo nuevo y fecundo, no llegó a constituir la
verdadera ciencia lingüística. Nunca se preocupó por determinar la naturaleza de su objeto de estudio.
Y sin tal operación elemental, una ciencia es incapaz de procurarse un método. Hasta 1870, más o
menos, no se llegó a plantear la cuestión de cuáles son las condiciones de la vida de las lenguas. Se
advirtió entonces que las correspondencias que las unen no son más que uno de los aspectos del
fenómeno lingüístico, que la comparación no es más que un medio, un método para reconstruir los
hechos.

La Lingüística Descriptiva y Teórica Del Siglo XX


Ferdinand de Saussure cambió por completo la manera de estudiar la lengua. Como padre de la
lingüística moderna, plasmó en su Curso de lingüística general (publicado póstumamente en 1916, a
pesar de hallarse hoy día ampliamente desbordado por las nuevas perspectivas y corrientes de
investigación, supone uno de los mayores hitos, sino el mayor, de la historia de la lingüística, por lo
que significó de cambio radical de paradigma, de métodos, de objetivos y de perspectivas) una

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propuesta teórica de corte estructuralista, en la cual concibió a la lingüística como una ciencia
totalmente diferente de la gramática o de la filología, precisamente porque su objeto es estudiar la
lengua a través de la lengua, tomando en cuenta todos sus aspectos, variaciones, significados,
hablantes, épocas, formas y medios de expresión. Además de su insistencia en que la lingüística
general comprende las distintas e igualmente esenciales dimensiones sincrónica (descriptiva) y
diacrónica (histórica). En síntesis, las lenguas deben ser observadas no como sumas de entidades,
sino como, todos estructurados, donde cada nivel, (léxico, gramatical, fonológico) los elementos
funcionan por sus relaciones con otros elementos del mismo nivel y deben definirse en esos términos.

Gramática Generativa – Transformacional.


El trabajo de Noam Chomsky ha cambiado por completo la forma de entender y de practicar
lingüística. En su perspectiva van a confluir el formalismo lógico, el desarrollo de la teoría lógico-
matemática, la filosofía del lenguaje, las nuevas perspectivas en teoría de la ciencia y teoría de la
información y, por supuesto, la lingüística clásica (desde Platón hasta Port Royal) y la lingüística
estructural americana. El punto de partida es básicamente formal, pero con un claro componente
mentalista o anticonductista: “Si el distribucionalismo había fijado como objetivo la elaboración de unas
estrategias que aplicadas a unos hechos observados permitían organizarlos y poner así al descubierto
la estructura de la lengua, el objetivo de Chomsky es definir una teoría lingüística que permitiera
elaborar gramáticas generativas para todas las lenguas naturales, como modelos explícitos de la
competencia de sus respectivos hablantes”.

BIBLOGAFIAS:
http://www.newadvent.org/cathen/13111b.htm

http://suite101.net/article/rousseau-y-el-origen-de-las-lenguas-a23435

http://books.google.com.co/books?
id=CP4_J0oKZzUC&pg=PA9&lpg=PA9&dq=ensayo+sobre+el+origen+del+lenguaje+rousseau&source=bl&ots=O
Vbny1K3aa&sig=fxVcNOXeYSJj09_OMhUFnshpv7c&hl=es&sa=X&ei=QwBCU8PiHYu40QGa3oHYBA&ved=0CD
QQ6AEwAQ#v=onepage&q=ensayo%20sobre%20el%20origen%20del%20lenguaje%20rousseau&f=false

Hay consenso entre los historiadores de la lingüística en considerar que el nacimiento de la


lingüística «científica» en el mundo occidental tuvo lugar a principios del siglo XIX. En
efecto, a lo largo de ese siglo los hechos del lenguaje se empezaron a analizar de manera
cuidadosa y objetiva, y comenzaron a ser explicados a partir de hipótesis inductivas (es
decir, hipótesis que derivaban de esos hechos).

La gramática especulativa de los escolásticos y de sus sucesores de Port Royal puede


considerarse «científica» de acuerdo con cómo se entendía en ese tiempo el «conocimiento
seguro»: sus demostraciones causales de por qué las lenguas eran como eran estaban basadas en
principios que se suponían universalmente válidos. Este modo de pensar, sin embargo, entró en
crisis a finales del siglo XVIII, cuando se produjo una insatisfacción general respecto de las
explicaciones a priori y las llamadas explicaciones lógicas, y comenzó entonces a surgir una
preferencia por el razonamiento de tipo histórico. Este cambio de «mirada» no se restringió al

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estudio del lenguaje, sino que se extendió al estudio de todas las instituciones humanas, bajo la
evidencia de que todas ellas se hallaban sujetas a evolución y cambio.

Otro aspecto sociocultural de envergadura para entender el desarrollo de la lingüística durante el


siglo XIX fue el romanticismo, que se desarrolló a finales del siglo XVIII, con epicentro en
Alemania. Tal movimiento fue una reacción contra el clasicismo y el racionalismo del siglo
precedente, y llevó a los intelectuales y estudiosos de la época a indagar en la propia historia y la
propia literatura en búsqueda de nuevos cánones de valores literarios. En Alemania, por
ejemplo, esto se reflejó en un importante interés por el estudio de las lenguas
germánicas antiguas (gótico, antiguo alto alemán, etc.). Herder (1744-1803) sostuvo que existe
una conexión estrecha entre lengua y carácter nacional, idea que profundiza W.
Humboldt (1767-1835) en su tesis acerca de que cada lengua tiene su estructura distintiva
propia, que refleja y condiciona los modos de pensamiento del pueblo que la usa.

En términos generales, puede decirse que la ciencia lingüística durante este siglo estuvo marcada
por los logros de las ciencias naturales y de la historia (romanticismo) en un primer momento;
luego será la psicología la ciencia que impacte fuertemente en la lingüística influida (en los
neogramáticos) y más tarde, entrando en el siglo XX, la sociología (Meillet/Saussure).

La tradición gramatical india

Uno de los principales factores del desarrollo de la lingüística del siglo XIX —a la que algunos
autores, como Lyons, denominan genéricamente como la «filología comparativa»— fue sin
lugar a dudas el descubrimiento y la toma en consideración de la tradición gramatical india o
hindú por estudiosos europeos.

Distintos historiadores de la lingüística coinciden en señalar que hay dos aspectos en los cuales
la lingüística india puede considerarse superior a la gramática tradicional occidental: en los
estudios sobre fonética y sobre la estructura interna de la palabra. Los estudios gramaticales
indios parecen haber tenido su origen en la necesidad de preservar intacto no solo el texto, sino
también la pronunciación de los himnos védicos, cuya precisa y segura recitación se consideraba
esencial para su eficacia en el ritual hindú. Se considera que la clasificación hindú de los sonidos
fue más detallada, segura y sólidamente basada en la observación y el experimento que
cualquier otra en Europa. Solo en las últimas décadas del siglo XIX la ciencia fonética en
Europa alcanzó relevancia por la influencia del descubrimiento y la traducción de los tratados
lingüísticos hindúes.

El más importante gramático indio fue Panini (siglo V o IV antes de Cristo), aunque parece
haber habido una extensa tradición gramatical anterior (Panini menciona en su gramática a 68
predecesores importantes, [Mounin, 1989: 70]). La gramática del sánscrito de Panini ha sido
caracterizada como claramente superior a toda gramática conocida, debido a su exhaustividad
(habida cuenta de que se restringía a la estructura interna de las palabras), su consistencia interna

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y su economía. Está constituida por 4.000 aforismos o sutra, «cuyo encadenamiento y
formulación configuran un conjunto de rigor algebraico» (Mounin: 70).

La influencia de las rigurosas descripciones fonéticas de los gramáticos indios no se hizo sentir
inmediatamente en el trabajo fonético de los europeos: el comparatismo naciente del siglo XIX
reflexionaba casi siempre sobre las letras y no sobre los sonidos. Solo entre 1850 y 1875 la
fonética recibiría consideración de la lingüística y se incorporaría decididamente en los estudios
sobre el cambio lingüístico. Tampoco influyó inmediatamente el conocimiento por parte de los
europeos de la morfología transparente del sánscrito: por ejemplo, se retomó con entusiasmo la
noción de raíz de la palabra (en tanto parte central que porta el significado madre), pero no se la
empleó para realizar descripciones más rigurosas, sino que se concibió de una manera
metafórica, determinada por el espíritu de época —las ciencias naturales, especialmente la
botánica—: la raíz es el germen vivo, fecundo. Según W. Schlegel, «las lenguas flexivas son
lenguas orgánicas porque encierran un principio vivo de desarrollo y crecimiento y porque son
las únicas (...) que tienen una vegetación abundante». En cambio, las no flexivas poseen
palabras que, si bien son raíces, «son raíces estériles, que no producen plantas ni árboles» 1.

El comparatismo

Es un hecho conocido que diferentes lenguas pueden parecerse a otras en distintos grados.

Por ejemplo, el español y el italiano son muy semejantes en vocabulario y en gramática:


evidentemente esto se debe a que son lenguas «emparentadas» que derivan de una lengua
común: el latín. Del mismo modo encontramos semejanzas entre el alemán y el inglés, muchas
más de las que podemos encontrar entre el inglés y el chino: decir que dos lenguas están
relacionadas equivale en lingüística a decir que han evolucionado de una lengua individual
anterior y que, por lo tanto, pertenecen a una misma «familia de lenguas». La mayoría de las
lenguas de Europa y algunas de Asia pertenecen a la familia indoeuropea; dentro de esa familia,
hay diferentes «ramas» o subfamilias, por ejemplo, las lenguas romances (francés, español,
italiano, catalán, rumano, portugués, etc.), las lenguas germánicas (alemán, inglés, sueco, etc.),
las lenguas eslavas (ruso, polaco, checo, etc.), etcétera.

La lingüística de la primera mitad del siglo XIX se conoce con el nombre de comparatismo, por
su interés en la comparación y el establecimiento de familias de lenguas y la búsqueda de las
lenguas primitivas. Este propósito principal de los lingüistas de este tiempo encontró una fuerte
motivación no tanto dentro de la lingüística, sino en disciplinas vecinas: el método comparativo
se había mostrado exitoso en la anatomía, la biología y la paleontología. La palabra clave de la
nueva ciencia lingüística era «organismo», que se había perfilado ya en las metáforas y
comparaciones mencionadas en el apartado anterior. El propósito de los comparatistas era, sobre
la base del conocimiento del sánscrito y de sus similitudes con el griego y el latín, extender la
comparación de las lenguas principales y poder proporcionar soluciones para dilucidar la
genealogía de las lenguas.

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Un pionero de los estudios comparatistas fue Rasmus Rask (1787-1832), un filólogo danés
cuya obra inicial fue una gramática del antiguo islandés. Puede considerarse el primer
comparatista, dado que estudió las relaciones entre el islandés, las lenguas escandinavas y
germánicas, griego, latín, lituano, eslavo y armenio. Su obra, sin embargo, permaneció por largo
tiempo desconocida y recibió poca atención, probablemente porque sus trabajos fueron escritos
en danés y no en una lengua «principal».

La figura central y que más ha trascendido es la de Franz Bopp (1791-1867), a quien se ha


denominado el «padre de la lingüística». Oriundo de Maguncia, estudió en París con filólogos de
renombre el persa, el árabe, el hebreo y el sánscrito. Su primera monografía publicada se tituló
«El sistema de conjugación del sánscrito en comparación con el del griego, latín, persa y
germánico». Consideraba la lengua como un organismo vivo, pensaba que el sánscrito no era la
lengua madre, sino solo más antigua que el griego y que el latín; postulaba la existencia de una
lengua primitiva (y única) de la que derivarían las demás lenguas. Su idea era que el sánscrito —
por su morfología cristalina— permitía remontarse al primer estado de lengua, a las primeras
palabras (que serían raíces monosilábicas). Bopp significa un corte de navaja respecto de toda la
tradición gramatical anterior: para él las lenguas merecían estudiarse por sí mismas, como objeto
y medio de conocimiento y ya no como un modo de acceso al conocimiento. Su modernidad se
hace evidente cuando se constata que este pensamiento es justamente el que cierra el Curso de
Lingüística General, de F. de Saussure: «la lingüística tiene por único y verdadero objeto la
lengua considerada en sí misma y por sí misma».2

W. von Humboldt (1767-1835) fue otra de las figuras descollantes de la primera parte del siglo
XIX. Fue diplomático, lo cual le permitió residir en distintos países, funcionario del gobierno,
alcanzó la jerarquía de ministro y, entre otros logros, fundó la Universidad de Berlín. Humboldt
fue un intelectual preocupado por todos los problemas de su tiempo y sus publicaciones reflejan
esa diversidad de intereses: solo escribió dos trabajos estrictamente técnicos, no filosóficos,
sobre el lenguaje (sobre la lengua vasca y sobre el problema del dual).

Los temas de Humboldt son diversos: por un lado, la descripción del organismo de las lenguas,
al que denomina también estructura. Sus escritos permiten descubrir un interés tipológico, el
deseo de una clasificación de lenguas de acuerdo con sus estructuras. Por otro lado,
esencialmente le interesa la formación de las lenguas, el poder remontarse a sus orígenes, a lo
cual, en su pensamiento, puede llegarse más por consideraciones metafísicas que lingüísticas.

Para Humboldt el lenguaje es un don natural, una propiedad innata, específica del hombre
(hombre y lenguaje nacen a la vez). Por otra parte, considera que la lengua es el órgano que
forma el pensamiento, que expresa y conforma el espíritu nacional, la visión de mundo propia de
ese pueblo, convicción que refleja con nitidez su ideología netamente romántica. Así, la
diversidad de las lenguas es una prueba de la diversidad de las mentalidades.

Un lingüista sobresaliente del siglo XIX fue Schleicher (1821-1867), quien fue el primero en


aplicar sistemáticamente la técnica de la reconstrucción de lenguas, que explicamos más

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adelante. Schleicher cerró el período dominantemente comparatista y fue reconocido por el rigor
de su método, por la concepción de la fonética real (es decir, aquella que efectivamente se
refiere a las articulaciones y ya no a las letras) y por haber proporcionado por primera vez en la
historia de la lingüística un estudio descriptivo e histórico de una lengua popular no literaria —
el lituano— analizada a partir de sus formas orales.

Schleicher tiene un lugar central en los estudios comparatistas por sus trabajos de reconstrucción
del indoeuropeo: la técnica empleada para reconstruir una forma del indoeuropeo consistía en
reunir todas las formas de una palabra sobrevivientes en las lenguas indoeuropeas, por ejemplo:
sánscrito, ašvas, griego, hippos, lat. equus, iranio, aspa, etc., luego en aplicar las leyes de
correlación establecidas de una lengua a otra: sánscrito š = latín qw; etc., para después
determinar las formas que representan los estadios más arcaicos, basándose en leyes de
evolución fonética.

Schleicher, que fue en primer lugar botánico y que encarnó de manera paradigmática la
impronta de las ciencias naturales en la lingüística, llevó la tesis de la lengua como organismo a
su formulación más fuerte: para él, la lengua era una obra de la naturaleza, un organismo
natural; por lo tanto, la lingüística no era una ciencia humana, sino una ciencia natural. Por otra
parte, es importante destacar que este estudioso asimiló rápidamente la teoría de la evolución de
las especies de Darwin (1859) y la trasladó y aplicó en su concepción biologista de la lengua:
esta evoluciona como un organismo, es decir, las lenguas nacen, se desarrollan, declinan y
mueren. Esta concepción ha sido objeto de justificada crítica, debido a que entraña la exclusión
de lo social, en tanto aspecto constitutivo de las lenguas, y a su empleo para justificar la
postergación y extinción de lenguas minoritarias o en peligro. 

Los neogramáticos

El nombre de «neogramáticos» (estrictamente, «jóvenes gramáticos» —Junggrammatiker—) era


un apodo de raíz política que adoptaron un grupo de jóvenes lingüistas que trabajaban en
Leipzig (Alemania). El apodo designaba en el argot estudiantil a los oyentes reacios a las
enseñanzas de un renombrado filólogo de la época, Curtius. La crisis con la lingüística anterior
se debió a la insatisfacción respecto de los modos de explicar las faltas de correspondencia entre
los sonidos de un estado de lengua a otro: frecuentemente los cambios se podían explicar en
términos de «leyes fonéticas»; sin embargo, cuando tales correspondencias no se daban, las
anomalías se explicaban mediante hipótesis indemostrables, generalizaciones sin consistencia o
referencias al sánscrito, al que, según los jóvenes lingüistas, se le concedía una atención
excesiva.

La esencia de la teoría de los neogramáticos fue presentada de manera sumaria en un artículo


programático incluido en una publicación fundada por dos de sus mayores representantes, H.
Osthoff (1847-1909) y K. Brugmann (1849-1919). En ese famoso artículo, afirmaron que
todos los cambios fonéticos, en tanto procesos mecánicos, ocurren a partir de reglas que no

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tienen excepción dentro del mismo dialecto, y que el mismo sonido se desarrollará en el mismo
contexto siempre de la misma manera. Es decir, que dieron a las leyes fonéticas un carácter
absoluto; las excepciones pueden explicarse también a partir de reglas, que solamente tienen que
ser descubiertas. Así la fonética recibió un gran impulso en esta etapa, impulso que se vio
potenciado por el énfasis de los neogramáticos en las lenguas vivientes y en su posición tajante
respecto de la inadecuación de las letras para dar información acerca de la pronunciación de las
lenguas muertas.

Un nombre que es preciso citar dentro de este movimiento es el de Hermann Paul (1846-1921)


y su obra Principios de la historia de la lengua (1880), que mereció varias ediciones hasta 1920.
Con este nombre debe asociarse la segunda tesis de los neogramáticos: para ellos la lingüística
es una ciencia histórica. De allí que, junto con un interés explícito por la aplicación rigurosa de
las leyes fonéticas, se otorgue una importancia capital a la investigación de todos los estados de
lengua intermedios entre un punto de partida y un punto de llegada determinados, y no ya a la
búsqueda de la lengua originaria o los períodos más antiguos.

Las afirmaciones de Schleicher acerca de los períodos prehistóricos e históricos de las lenguas y
sus metáforas sobre la «juventud» y «vejez» de las lenguas son blanco de críticas virulentas por
parte de los neogramáticos. Para estos la lengua no es un organismo supraindividual con
impronta biológica —como en Humboldt y en Schleicher— sino que simplemente tiene
existencia en los individuos que conforman una comunidad de habla. Por último, debe
mencionarse el psicologismo de los neogramáticos: para ellos la psicología, que se convirtió en
la «ciencia estrella» de las ciencias humanas de la época, es un instrumento de investigación
para estudiar las relaciones entre lengua y pensamiento y para dar cuenta de la psicología del
individuo creador aislado.

La obra de los neogramáticos, por último, fue relevante en el campo de los estudios
dialectológicos, que se convirtieron en un campo central de estudio, debido a que las variantes
regionales pueden ayudar a explicar el cambio lingüístico, en tanto representan la última etapa
en la diversificación de la gran familia indoeuropea. Es interesante notar que, sin embargo,
fueron investigadores de la dialectología, como H. Schuchardt y J. Gilliéron (responsable del
atlas lingüístico de Francia) quienes formularon las críticas más importantes a la concepción
universalista de las leyes fonéticas de los neogramáticos: los cambios en las formas fonéticas de
las palabras, sostuvieron, pueden ocurrir por factores que no afectan categorías de sonidos sino
palabras individuales: las palabras pueden desviarse de su desarrollo fonético esperable
por diversos factores como el choque homonímico, la extensión o reducción excesiva, cercanía o
coincidencia con palabras tabús, etimologías populares o falsas, préstamos de dialectos de
mayor prestigio, etc. Tales sucesos son individuales y altamente variables y su conocimiento y
sistematización solo puede explicarse a partir del conocimiento de los factores contextuales, que
no pueden predecirse.

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La escuela idealista o estética

Los llamados miembros de la escuela idealista o estética enfatizaron el papel del hablante
individual como originador y difusor de los cambios lingüísticos. Su líder era K. Vossler, de la
Universidad de Munich, quien adscribía a las ideas sobre la naturaleza del lenguaje de Humboldt
y del filósofo italiano B. Croce. Como Humboldt, enfatizaba el carácter individual y creativo de
la competencia lingüística de los hablantes.

Los idealistas compartían con los neogramáticos la orientación histórica en el estudio de las
lenguas, pero explicaban la evolución a partir de criterios muy diferentes: todos los cambios
lingüísticos comienzan con innovaciones en los hábitos lingüísticos individuales y estas
innovaciones pueden dar lugar a alteraciones, que son imitadas por otros y difundidas. Los
idealistas, a diferencia de los neogramáticos, que insistían en la «necesidad ciega» de los
cambios fonéticos, destacaron el papel consciente del individuo en estos procesos de cambio. La
lengua es primariamente expresión del individuo y el cambio lingüístico es el trabajo consciente
de los individuos, que generalmente está motivado por consideraciones estéticas.

Recapitulación

La lingüística comparativa e histórica del siglo XIX es considerada la etapainicial de la ciencia


lingüística porque fue capaz de elaborar una teoría y una metodología de investigación a partir
de las cuales estudiar la historia de las lenguas. Si bien estuvo muy concentrada en la
investigación de la gran familia indoeuropea, el trabajo de los lingüistas de este siglo
proporcionó un marco de análisis que —más allá de las críticas— dio importantes resultados
para el conocimiento de otras familias de lenguas. Además, se produjeron importantes avances
en el campo de la fonética, especialmente, el reconocimiento teórico y práctico del principio de
que las letras (en el sistema de escritura alfabética) son meramente símbolos para los sonidos en
la lengua hablada correspondiente. Por último, a partir del siglo XIX, se avanzó hacia un
entendimiento más correcto de la relación entre lenguas y dialectos: el estudio intensivo de la
historia de las lenguas clásicas y modernas de Europa dejó en claro que los varios «dialectos»
regionales no son versiones imperfectas y distorsionadas de las lenguas literarias estándar, y que
las diferencias entre «lenguas» y «dialectos» estrechamente relacionados eran en su mayor parte
más políticas y culturales que lingüísticas.

1 Mounin, 1989, p. 164.

2 Saussure, F., Curso de Lingüística General, p. 364.

Historia de la lingüística
1. Antecedentes históricos.
Aunque suele situarse el origen de la lingüística en la Grecia clásica, que abordaremos enseguida, es
habitual afirmar que los primeros textos gramáticos pertenecen a una protolingüística hindú que tiene su
punto de origen en los Ocho libros de Panînî (s. V a.C.) sobre el sánscrito. En estos libros se recogen

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incluso referencias a trabajos previos basados en el estudio de la literatura religiosa del período védico
(1200-1000 a.C.). Los estudios gramaticales hindúes profundizan en la estructura interna de la palabra, con
un avanzado conocimiento morfológico.

Sin embargo, será la cultura griega la que inaugure la tradición lingüística occidental. Suele considerarse
que el momento del nacimiento de la reflexión lingüística se produce en el seno de la filosofía presocrática..
Heráclito, dicen los testimonios, defendió el origen divino del lenguaje frente a Demócrito, para quien “el
lenguaje (...) es de origen puramente convencional, debido a la necesidad comunicativa de los hombres”.
Con ellos nace una polémica que cruza toda la lingüística occidental. Platón y Aristóteles son considerados
como los máximos impulsores de esta polémica en al concepción naturalista y la concepción arbitrarista del
lenguaje. Paralela a esta polémica, circulará también la discusión entre la relación analógica o anómala
entre el lenguaje y la naturaleza. Estas polémicas marcan el futuro de la lingüística occidental en tanto
señalan los dos caminos que ésta seguirá en su evolución: la especulación teórica por una lado, y la
aplicación práctica y normativa por otro.

Los estudios gramáticos griegos son los que establecen las categorías gramaticales y la clasificación de las
palabras tal y como las conocemos hoy en día. Las aproximaciones gramaticales de la época
postalejandrina y helenísticas en las escuelas estoica y neoplatónica establecen un fuerte lazo de unión
entre la lingüística griega y la latina y sientas las bases de toda la lingüística occidental hasta la Edad
Moderna.

Roma, como en tantas otras cosas, adapta el sistema griego a sus estudios gramaticales. La gramática,
casi completamente perdida, de Varrón es una excelente resumen de los logros acumulados ya en siglo I
a.C.,  pero la culminación de la tradición grecolatina serán los trabajos de Donato y Prisciano.

Todas estas gramáticas, que serán fielmente imitadas a lo largo de toda la Edad Media, constan de (Marcos
Marín, 1994):

o una introducción especulativa (que aborda las polémicas antes señaladas).


o una gramática, que incluye: Prosodia, Etimología, Analogía y Sintaxis. La parte llamada Analogía
correspondería a nuestra Morfología y en ella se reconocen ya todas las partes de la oración:
nombre, verbo, participio, pronombre, adverbio, preposición, interjección y conjunción, además de
los accidentes gramaticales.
o Un apéndice de Retórica .

2. La Edad Media.

Durante toda la Edad Media, la lingüística de orientación más descriptiva y normativa se dedicará
básicamente seguir el modelo marcado por las gramáticas latinas. La Gramática – con mayúscula – se
considera una forma de arte, de la forma que la etimología, por ejemplo, adquirió una enorme importancia,
como demuestra la monumental obra de Isidoro de Sevilla. En el ámbito de la aplicación, por otra parte, se
produce un importante trabajo de planificación lingüística en los diferentes reinos medievales (Alfonso X El
sabio, por ejemplo) que culminará a la larga con la consolidación de las diferentes lenguas romances.

A la vez, sin embargo, se desarrolla una interesante tarea lingüística de tipo especulativo-teórico gracias a
los modistae, que aúnan la descripción gramatical con la filosofía neo-aristotélica. La teoría modista
considera que cada parte de la oración se caracteriza por representar una parte de la realidad de
un modo determinado. A partir de esta premisa, abordan cuestiones de enorme interés en el ámbito de la
sintaxis, la morfología o la semántica, como la función metalingüística del lenguaje, el concepto de
“significado”, o los binomios intensión-extensión y connotación-denotación.

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Considerando, además, que para los modistae todas las lenguas tienen una e idéntica esencia, dan el
primer paso hacia las teorías universalistas que tanta importancia tendrán en el futuro.

3. El Renacimiento (siglos XVI y XVII).

En el ámbito de la aplicación, el Renacimiento supone una verdadera revolución de los estudios


gramaticales, no tanto por un cambio de modelo – que no se dio, ya que se seguirá imitando el modelo de
las gramáticas grecolatinas, aunque con innovaciones como las aportadas por Scaligero (1540) – como por
la aparición de las primeras gramáticas de las lenguas romances.

La gramática del castellano de Antonio de Nebrija (1492) es la primera de esta nueva corriente, a la que
pronto se sumarán Trissino y su gramática del italiano (1529), de Oliveira con la del portugués (1532) y
Meigret con la del francés (1550). Estas gramáticas suelen mostrar una evidente intención normativa y de
fijación de la lengua, así como un espíritu claramente didáctico, vinculado a la política de expansión del
reino. En esa voluntad de fijación normativa, cabe destacar la enorme importancia que dio Nebrija a la
ortografía.

Está línea descriptiva y/o normativa tendría su continuación, en lo que al castellano se refiere, a lo largo de
estos años, en las obras de el conde de Viñaza, la gramática anónima de Lovaina, las gramáticas de
Villalón y Jiménez Patón, o la original e imprescindible Arte kastellana de Gonzalo Correas, con su
revolucionaria propuesta ortográfica (no tan diferente de la que propuso García Márquez en un reciente
congreso de la lengua española).  También debemos mencionar el Diálogo de la Lengua de Juan de
Valdés, reflejo de las preocupaciones lingüísticas de tipo práctico de los intelectuales renacentistas, de
especial interés por su reflexión sobre la distancia entre lengua oral y lengua escrita. En el ámbito de los
diccionarios, en 1611 aparece el curioso Tesoro de la lengua castellana o española de Sebastián de
Covarrubias, verdadera amalgama de conocimientos lexicográficos, folclóricos, enciclopédicos e históricos.
 
En el ámbito de los estudios especulativos, además de mencionar el trabajo poco conocido y peor
estudiado de Juan Luis Vives – autor de una verdadera teoría semántica  en De censura veri -, la figura
más destacada es sin lugar a dudas Francisco Sánchez de las Brozas, el Brocense, autor de
una Minerva (1587) que ejercería enorme influencia en la lingüística racionalista de la época (vid. infra). El
punto de partida del Brocense no es la norma, la autoridad, como en Nebrija, sino la razón. Y por eso
escribe una gramática del latín, porque busca, desde la razón, la base gramatical última de todas las
lenguas. El Brocense esboza el primer intento serio de una sintaxis no descriptiva, sino explicativa. Su
sintaxis, que modifica las categorías gramaticales de la tradición grecolatina, es una antecendente muy
importante de la gramática de constituyentes, ya que establece dos grandes grupos: nominal y verbal,
sujeto y predicado (Marcos Marín, 1994; 70), y se convierte en objetivo último de la gramática, dejando un
lugar muy secundario para la semántica. Destaca asimismo su teoría de la elipsis, que, a través de Port
Royal (vid. infra) tendrá enorme importancia en las corrientes generativistas del siglo XX.

La corriente más importante de la época, sin embargo, es la lingüística racionalista francesa que culminaría
en la Grammaire genérale et raisonnée de Port Royal (1660) y que tendría enorme peso en las teorías
chomskianas trescientos años más tarde. La gramática de Arnauld y Lancelot tiene, como la del Brocense,
una marcada tendencia universalista, basada en métodos demostrativos y logicistas
 
4. La ilustración (s. XVIII).

Las ideas lingüísticas del siglo XVIII, encuadradas entre los últimos estertores de la antigua tradición
escolástica y la explosión de la lingüística histórico – comparativa del XIX, suelen quedar en cierto modo
algo olvidadas en las historias de la lingüística al uso. A lo largo de todo el siglo, como señala Marcos
Marín, la reflexión sobre la lengua se verá marcada por la polémica entre empirismo y racionalismo.
Abundan las elucubraciones sobre el entendimiento humano, influenciadas sobre todo por la obra
de Locke y Leibniz, en las que suele primar la concepción arbitrarista del lenguaje, aunque con

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considerables diferencias entre el inglés - que considera la experiencia imprescindible en la formación de
las ideas en la mente - y el alemán - férreo defensor de las ideas innatas, que llega en algún momento a
rozar el naturalismo platónico-. Será el francés Condillac quien lleva esta perspectiva hasta sus últimas
consecuencias, rompiendo toda relación entre concepto y referente, entre signo y objeto. Otro francés
famoso, en cambio, se situará en el polo opuesto al reivindicar una concepción completamente naturalista
del lenguaje: “el primer lenguaje del hombre es el grito de la Naturaleza” (Rousseau).
                       
En la tradición de las gramáticas generales de la época, destacan las obras de Beauzée, Condillac y sobre
todo, James Harris, que publicó su Hermes en 1751, obra en la que, a pesar de vacilar inconsistentemente
entre racionalismo y empirismo, puede leerse lo que Marcos Marín considera la primera historia de la
gramática y puede encontrarse un modelo gramatical y un criterio científico que anticipa con acierto la
revolución de la ciencia lingüística que estaba por llegar.
 
5. La Lingüística en el siglo XIX.

A la luz de la revolución científica del siglo XX y del éxito de las teorías evolucionistas y positivistas, la
lingüística histórico - comparativa, cuya inauguración se sitúa tradicionalmente en la conferencia de sir
William Jones de 1786 – en la que se establecía por primera vez una relación de parentesco lingüístico
entre varias lenguas indoeuropeas -, será la gran corriente a lo largo de todo el siglo en los estudios sobre
el lenguaje. 
Al hablar de lingüística comparada es fácil que los primeros nombres en los que se piense sean
Schlegel, Humboldt, Herder, Bopp. No es este el lugar para tratar con detenimiento la ingente cantidad de
trabajos y descubrimientos de los comparatistas, pero sí merece la pena recordar al menos algunos de los
aspectos que mayor importancia conservan para la lingüística actual.
 
De los estudios histórico – comparatistas proceden las primeras investigaciones de tipo científico sobre
fonética (Schleicher,  Leskien, Brugmann) así como la formulación de sus leyes de evolución (fonéticas y
fonológicas). También fueron fundamentales para el estudio posterior del sistema lingüístico los trabajos
sobre analogía  (sobre todo morfológica, pero también fonética) de autores como Meyer-Lübke o A.
Castro.  La clasificación de las lenguas en familias y tipos, las primeras investigaciones sobres universales
gramaticales, la clasificación  morfológica de las lenguas (aislantes, aglutinantes, flexivas) proceden de esta
tendencia lingüística. Los primeros estudios científicos sobre el significado de la mano de Reissig,
Darmetester y, sobre todo, Bréal, asientan las bases de la semántica como parte integral del estudio del
lenguaje, si bien lo hacen desde un punto de vista diacrónico, como es de suponer.
 
No podemos dejar el siglo XIX sin mencionar, al menos, algunos trabajos precursores de la nueva
lingüística que nacería con el siglo XX. Trabajos como los de William Withney (que formuló ya la teoría de la
lengua como conjunto arbitrario de signos), Baudain de Courtenay (que ideó el concepto de fonema como
equivalente psíquico del sonido), Meillet (al que se considera creador de la Lingüística general), Vossler
(precursor de las perspectivas psicológicas e idealistas,...) así como los arriba mencionados demuestran la
intensa actividad en la que se sumergieron los estudiosos del lenguaje del siglo XIX, cuya productividad
abrió el camino para la confirmación definitiva de la lingüística como auténtica ciencia.
 
6. La lingüística como ciencia: el siglo XX

El Curso de lingüística general de Ferdinand de Saussure se publica en 1916. Y la lingüística cambia para
siempre. Como volverá a hacerlo en 1957, cuando Chomsky publique Estructuras sintácticas e inicie el
camino de las gramáticas generativas, con una novísima perspectiva sobre la capacidad lingüística del ser
humano. En la década de los setenta, un nuevo punto de vista genera una nueva rama de la lingüística con
una perspectiva más funcional y aplicada gracias a los trabajos de M.A.K. Halliday, de la que se derivarán
la lingüística crítica (Fowler, Hodge, Kress) y el análisis del discurso, todas ellas estrechamente asociadas a
las corrientes pragmáticas iniciadas también en los 60 por los estudios de Austin y Searle. En estas últimas
décadas, gracias al desarrollo tecnológico e informático, cobran también enorme fuerza la lingüística

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computacional y la lingüística de corpus. En este sección, no podemos permitirnos más que una brevísima
introducción a los rasgos fundamentales de algunas de estas corrientes. No es, ni puede ser, nuestra
intención ser exhaustivos, ni siquiera minuciosos.

6.1. El estructuralismo.

El estructuralismo abre el camino a la lingüística como ciencia autónoma, libre ya del historicismo y el
naturalismo (biologismo) de las perspectivas decimonónicas. Los trabajos de Ferdinand de
Saussure establecen al fin la perspectiva sincrónica como base del estudio de la lengua, considerada como
sistema de signos organizado en base a unas relaciones internas cuya naturaleza será el objeto último de
estudio del lingüista. El Curso de lingüística general, a pesar de hallarse hoy día ampliamente desbordado
por las nuevas perspectivas y corrientes de investigación, supone uno de los mayores hitos, sino el mayor,
de la historia de la lingüística, por lo que significó de cambio radical de paradigma, de métodos, de objetivos
y de perspectivas.

En dicha obra, publicada póstumamente por sus estudiantes a partir de los apuntes tomados en clase,
Saussure establece la semiología (semiótica) como estudio general de los signos, entre los cuales incluye
el sistema lingüístico. El signo lingüístico se diferencia de todos los demás por su carácter arbitrario (no
motivado, social), lineal y discreto. De aquí parte la división de todo signo en signitificante (la forma) y
significado (el concepto, la realidad mental a la que aluda el significante). Dichos signos se organizan en
una lengua, que no es más que un sistema de relaciones (sintagmáticas o paradigmáticas) entre ellos
(valor), y que puede ser estudiada diacrónicamente (históricamente) o sincrónicamente, opción esta última
por la que opta el lingüista suizo. En la dicotomía entre lengua (sistema) y habla (uso), luego revisada por
Hjemslev y por Coseriu, y finalmente superada por la propuesta de Chomsky, Saussure se propone estudiar
la lengua como sistema de comunicación social, más allá de su manifestación concreta en el habla
cotidiana (al contrario de la tendencia actual, mucho más volcada sobre ella).

Las teorías sausserianas dieron lugar a amplísima corriente estructuralista cuya influencia en la lingüística
posterior sería enorme. Dicha corriente se dividió en diferentes escuelas que nos limitaremos a
mencionar. En el continente europeo, la corriente más continuista sería la Escuela de Ginebra, en la que
destacan los antiguos alumnos de Saussure,como Balley, Sechehaye o Frei.

La Escuela de Praga, por otra parte, desempeña una papel fundamental en el desarrollo de la fonología y la
fonética (parte de la lingüística especialmente accesible desde las teorías estructuralistas). Trubetzkoy
establece el concepto de fonema como unidad mínima sin significación pero capaz de producir una
variación de significado en la lengua (equivalente al sonido en el habla). El fonema se define en relación a
otros fonemas, esto es, por oposición. Por su lado, Jakobson desarrolla la teoría de los rasgos distintivos
fonológicos. El elemento distintivo del sistema no es el fonema sino la oposición, la cualidad diferencial, que
se organiza en una estructura binaria de rasgos diferenciales. Su clasificación de rasgos es aplicable a
cualquier lengua, a los universales fonológicos: (no) consonántico, (no) vocálico, grave-agudo, (no) difuso,
(no) compacto, (no) bemolizado, sostenido-normal, nasal-oral, tenso-suave, sordo-sonoro, continuo-
interrumpido, estridente-mate, (no) glotizado. Su trabajo se extiende luego a la morfología, la sintaxis y las
funciones del lenguaje. Del trabajo de Martinet, el autor con mayor influencia sobre el funcionalismo
español, surge el concepto fundamental de la doble articulación (monemas-fonemas). De Danes
y Mathesius procede la distinción entre enunciado y oración así como el modelo de esquemas oracionales y
la organización estructural en tres niveles: sintáctico, semántico y comunicativo.  Es en esta escuela donde
se empieza a desarrollar una cierta perspectiva funcional de la oración.

En la Escuela de Copenhague, en tercer lugar, destacan los trabajos de Hjemslev en su  Glosemática o


estudio de la lengua como álgebra matemática, esto es, como puras relaciones entre valores. “Todas las
unidades lingüísticas se definen por sus funciones o relaciones de dependencia sin referencia alguna a la
sustancia fónica o conceptual”. Hjelmslev parte del binomio expresión – contenido y lo extiende a todos los
ámbitos de la lengua, distinguiendo en ambos planos la forma de la sustancia, desplazando así el centro de

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trabajo de la teoría lingüística del plano sintagmática al paradigmático. Del Estructuralismo inglés, por
último,. hay que hacer mención de los trabajos de Firth y su teoría contextual de la lengua: “el significado es
la función en su contexto”. Su trabajo, así como el de Harris, serán un antecedente fundamental de los de
Halliday, que por su evolución posterior hacia modelos más comunicativo-funcionales veremos más abajo.

En los Estados Unidos, por otro lado, serán de fundamental importancia los trabajos de E. Sapir. Su
perspectiva pre-estructuralista está directamente ligada a la hipótesis Sapir-Whorf, una forma de relativismo
lingüístico que vincula el sistema lingüístico a los hábitos de pensamiento, la cultura y la sociedad. La
lengua, desde este punto de vista, es un proceso mental que se manifiesta en el sonido y que modela (en la
hipótesis fuerte) la concepción del mundo del hablante. De los trabajos de Sapir partirá el método
estructural de la Tagmémica, una perspectiva sintáctica y semántica que tiene en cuenta los factores
culturales. Alejada del distribucionalismo que se describe más abajo, su unidad elemental es el Tagmema
(unidad gramatical equivalente a una función y a los valores que pueden desempeñar esa
función). Language (1933) de Leonard Bloomsfield es el trabajo fundacional del distribucionalismo
antimentalista americano. Esta perspectiva propone una aproximación mecanicista y puramente formal (la
semántica no se considera parte de la gramática), con clara voluntad científica y fuertemente influenciada
por el conductismo o behaviorismo. El método del distribucionalismo es taxonómico: en primer lugar,
identificar las unidades; en segundo lugar, descubrir su combinatoria y establecer normas de las secuencias
(de la distribución). Así, sólo se tienen en cuenta las regularidades que permiten establecer un orden, una
jerarquía, una clasificación de las unidades lingüísticas. Su sistema de análisis distingue dos unidades, el
fonema y el morfema, en los que se agrupan los alófonos y alomorfos. La teoría de los constituyentes
inmediatos será, por su parte, la columna vertebral del análisis sintáctico. Los trabajos de C. Hockett, K.
Pike, E. Nida o Z. Harris (maestro de Chomsky) desarrollarán las teorías de Bloomfield de suerte que los
diagramas arbóreos de Harris serán un claro precedente de los de la gramática generativa.

Un modelo aparte, de raíz estructuralista o funcionalista pero con un desarrollo particular, es el de las
gramáticas de valencias o dependencias, cuyo máximo representante en estos años es L. Tesnière, claro
antecedente de las gramáticas de casos del generativismo (Fillmore) o de las estructuras argumentales
(Aronoff, Grimshaw, Jackendoff).

6.2. Gramática generativa – transformacional.

El trabajo de Noam Chomsky ha cambiado por completo la forma de entender y de practicar lingüística. En
su perspectiva van a confluir el formalismo lógico, el desarrollo de la teoría lógico-matemática, la filosofía
del lenguaje, las nuevas perspectivas en teoría de la ciencia y teoría de la información y, por supuesto, la
lingüística clásica (desde Platón hasta Port Royal) y la lingüística estructural americana. El punto de partida
es básicamente formal, pero con un claro componente mentalista o anticonductista: “Si el distribucionalismo
había fijado como objetivo la elaboración de unas estrategias que aplicadas a unos hechos observados
permitían organizarlos y poner así al descubierto la estructura de la lengua, el objetivo de Chomsky es
definir una teoría lingüística que permitiera elaborar gramáticas generativas para todas las lengs naturales,
como modelos explícitos de la competencia de sus respectivos hablantes”, como señala Robins.

A lo largo de su desarrollo, la teoría chomskiana ha pasado por diversas fases en las que se han creado
diferentes modelos, desde la GGT original hasta el programa minimalista de los noventa, pasando por la
constante revisión de las reglas transformacionales, las reglas de estructura de frase, el diseño del lexicón,
el modelo de principios y parámetros. Además, de la escuela generativista surgen infinidad de
ramificaciones, tendencias, corrientes que no podemos, ni de lejos, describir aquí. Nos limitaremos, por lo
tanto, a una voluntariamente breve introducción a las bases teóricas del primer generativismo.

El objetivo de la gramática generativa transformacional (en adelante, GGT), es elaborar un sistema de


reglas capaz de generar todas y cada una de las oraciones gramaticales de una lengua.  Es decir, crear un
modelo de la COMPETENCIA, definida como el conocimiento implícito que el hablante tiene de su lengua y
que le permite producir y comprender una cantidad ilimitada de oraciones nuevas, además de reconocer las

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construcciones agramaticales y reinterpretarlas. La ACTUACIÓN, o aplicación concreta en una contexto
determinado de la competencia queda fuera del modelo, y por lo tanto al alcance de las teorías
comunicativas o del discurso que surgirán con fuerza en los setenta. Establecido este objetivo, la teoría
chomskiana se definirá necesariamente como innatista y universalista, pues si lo que se pretende describir
es la competencia, ésta debe concebirse como una capacidad innata y universal en el ser humano, de ahí
el interés del lingüista americano por los procesos de aprendizaje de la lengua materna.  Si se acepta tal
capacidad lingüística como algo innato (Chomsky va, de hecho, más allá, pues para él también es innata
una inclinación natural a la creatividad y productividad lingüísticas), también debe aceptarse que existe una
gramática universal (GU) que forma parte de la herencia genética de todo ser humano.

En Aspectos de teoría de la sintaxis (1965) se formula la teoría estándar de la GGT que, como se ha dicho,
ha sido reformulada en múltiples ocasiones. En ella se presentaba la que en principio era la herramienta de
análisis más potente de la GGT: las reglas transformacionales que permitían pasar de la estructura
profunda (representación mental abstracta de un mensaje) a la manifestación concreta o estructura
superficial. Tras la polémica sobre el papel de la semántica del primer lustro de los setenta, la GGT se
reformula separando semántica de sintaxis y potenciando la teoría de las huellas. La Semántica generativa
(Fillmore, Lakoff, Postal) seguirá su propio camino, considerando que la estructura profunda es una
representación semántica y no sintáctica. Su concepto de Lexicón es el fundamento de muchas
perspectivas gramaticales actuales y ha sido incorporado incluso por gramaticales formales con
implementación en lingüística computacional o inteligencia artificial.

Las gramáticas formales herederas del logicismo generativista se han convertido en herramientas
fundamentales para el desarrollo de la lingüística computacional, las redes semánticas y otras aplicaciones
informáticas. El auge del innatismo y el mentalismo propiciados por el éxito de las teorías de Chomsky han
originado, por otra parte, una fuerte corriente muy alejada del formalismo gramatical: la lingüística cognitiva
y las ciencias cognitivas de corte interdisciplinar.

6.3. Lingüística funcional y modelos comunicativos.

Una gramática funcional, desde la perspectiva de M.A.K. Halliday, se entiende como una gramática no
formal,  diseñada desde la concepción de la lengua como un sistema de interacción, objetivo al que se
dedican todas y cada una de las partes del sistema lingüístico. Las gramáticas funcionales están
orientadas, por lo tanto, al fenómeno comunicativo, a la interacción, son gramáticas antiformalistas y
alejadas de lo cognitivo ya que consideran que la lengua se adapta a las necesidades sociales. Suelen
tener una orientación lexicalista, aunque no desde la perspectiva modular del generativismo, sino partiendo
de la interrelación de los niveles lingüísticos como respuestas a las necesidades comunicativas del
hablante. En todas ellas existe un manifiesto interés por los elementos supraoracionales, lo cual las ha
convertido en base teórica fundamentales para los estudios sobre el discurso. Entre las gramáticas
funcionales, ha tenido enorme repercusión el trabajo de Halliday por su evidente vocación discursiva, pero
no deben olvidarse otras corrientes como la Gramática Funcional Tipológica de T. Givon, la Gramática del
Papel y la Referencia de Foley y Van Valin o la interesantísima Gramática Funcional – de orientación
semántica – de Simon Dik.

El desarrollo de perspectivas gramaticales que empezaban a descender de los niveles de abstracción


propios de las tendencias más formalistas para atender también al USO, ha desplazado el centro de interés
de muchos estudios lingüísticos hacia este campo, de ahí la proliferación reciente de estudios sobre el USO
o la actuación, desde la pragmática hasta el análisis de la conversación, pasando por la lingüística crítica, el
análisis del discurso, el análisis crítico del discurso. Sobre éstas últimas corrientes y metodologías, se
hallará información en nuestra sección Discurso.
 
 
Bibliografía elemental.
Arens, Hans. La lingüistica. Gredos, Madrid, 1976. 2 vols.

16
Botha, Rudolf P. Twentieth century conceptions of language. Blackwell, Oxford, 1992.
Malmkiaer, Kirsten. The Linguistics encyclopedia. Routledge, London & New York, 1991.
Marcos Marín, F. Introducción a la lingüística: historia y modelos. Síntesis, Madrid, 1994.
Robins, R.H. Breve historia de la lingüística. Paraninfo, Madrid, 1984.
Tusón, Jesús. Aproximación a la historia de la lingüística. Arco. Madrid, 1984.

Gramática Tradicional

GRAMÁTICA TRADICIONAL
El termino gramática tradicional es de por si vago y poco claro, hay un consenso general de que,
por él se entienden básicamente las orientaciones de platón y  Aristóteles sobre la naturaleza del
lenguaje ejemplificados en el trabajo de los griegos y romanos  las disquisiciones de los
medievales  y el acercamiento prescriptivo del siglo xviii. 

•           Aportes de la India:
La lingüística hindú,  fue un poco anterior a la griega, esta, ofrece un par de puntos paralelos:
1. Está relacionado con la controversia entre naturaleza y convención.
2. Versa sobre la prelación del lenguaje escrito sobre el oral, preocupación constante de filósofos
y gramáticos hindúes.
Los hindúes estudiaron y describieron  con mucho detalle los sonidos del sánscrito (lengua
perfecta por etimología).  Se desarrolló la gramática de Panini.

•Aportes  de Grecia: esta gramática tuvo un gran avance debido a los múltiples expositores.
 La gramática de Dionisio de tracia es importante no debido a su extensión sino por constituir el
primer cuerpo de doctrina Gramatical que se conoce.
Distinguieron cuatro tipos principales de oración:
•Afirmativa
•Interrogativa
•Imperativa
•De súplica

 Aristóteles:
Distinción entre género y tiempo.
Mencionó: “las palabras escritas son símbolos de las palabras habladas”.
Da una base de denominación de lo que hoy se  denomina universales  lingüísticos así como
específicos lingüísticos.

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Introdujo también la conjunción. 

Gorgias recomendó  el uso  de ciertas figuras literarias:


•           Metáforas
•           Analogías
•           El apóstrofe

•           Hipias estudió aspectos fonéticos de la lengua griega.


•           Hubo una controversia entre convención y naturaleza.
El aporte de los griegos ofrece  los términosONOMA (nombre, nominal y posteriormente como
sujeto) y RHEMA (verbo, verbal y predicado)
Se dan las primeras consideraciones lingüísticas de naturaleza semántica con las unidades
anteriormente mencionadas.

Estoicos:
Dividieron las categorías primarias y secundarias.
Desglosaron  3 aspectos del lenguaje: el signo, el significado y el objeto externo.
Establecieron los diferentes niveles de la lengua.
Estudiaron en la fonética: acentos y junturas
Introdujeron la sílaba como unidad estructural.
Cometieron el error de creer que la lengua era la que producía el sonido y no las cuerdas vocales.
Distinguieron entre la voz pasiva, activa y media mediante lo sintáctico.
Adoptaron un punto de vista entre la anomalía y la analogía.
Introdujeron dos categorías gramaticales:
1. Categoría primaria: sintaxis (nombre –verbo-conjunción-artículo).
2. Categoría secundaria: morfología (número-caso-voz-modo-tiempo).

Aportes de Roma:
Al igual que la gramática griega esta también tuvo Numerosos expositores tales como:

 Marco Terencio Varrón: escribió una obra llamada la lengua latina en donde dividió la lingüística
en etimología, morfología y sintaxis, manifestándose prioritariamente en la morfología. Realizó
también una división de los tiempos verbales en perfectos e imperfectos, hace una distinción de
las terminaciones gramaticales y los sufijos lexicales, identificó cuatro partes de la oración:
nombre, verbo, participio, adverbio.

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Donato: Fue el primero en escribir textos gramaticales para los estudiantes romanos, además,
realizó una investigación acerca de los pronombres: definidos e indefinidos.

Palemón: tradujo al latín la obra gramatical del Dionisio de Tracia, adicionándole la interjección


como parte de la oración.

 Prisciano: fue el  Principal gramático romano, cuya  obra se basó en el trabajo de los griegos que
obtuvo una clara influencia                                                                     en la edad media y el
renacimiento. 

Apolonio Díscolo: clasificó la oración en ocho partes: nombre, verbo, participio, articulo,


pronombre, adverbio, conjunción, preposición.

 Gramática General de Port Royal ¿cómo se definen las partes de la oración –sustantivo,


verbo, adjetivo-?
En la gramática se entiende por:
Sujeto lo que hoy se conoce como sustantivo
Atributo lo que se conoce como adjetivo
Y el verbo no tuvo ninguna variación.
Definiciones
Sujeto:
Objeto de nuestro pensamiento.
Designación de los objetos del mundo físico (objeto de nuestro pensamiento)
Aquello de lo cual se afirma
Atributo:
Objeto de nuestro pensamiento
Es lo que se afirma
Verbo:
Indica la acción
Palabra cuyo uso es significar la afirmación.

4. Los intereses de los neogramáticos fueron: fundamentados en las leyes que rigen los
cambios sonoros, es así, como nacen sus aportes que fueron:
las lenguas son productos colectivos creados por las diferentes comunidades en su
evolución (Saussure dirá treinta años después que la lengua es un producto social).

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Buscaron las leyes que regían los cambios sonoros, tomando como principio básico el
enfoque sincrónico.
Se centraron más en la explicación de los fenómenos que en la descripción de estos.
Su fonología proponía indagar por un nivel más abstracto de representación y suponer en
él una configuración fonética distinta.

Método Comparativo
 
El método comparativo es un procedimiento de búsqueda sistemática de similaridades léxicas y
fonéticas en las lenguas con el objeto de estudiar su parentesco y eventualmente reconstruir
la protolengua que dio lugar a las dos o más lenguas comparadas en el procedimiento.
Sólo tenemos una manera de demostrar que un fenómeno es causa de otro; es comparar los casos en que
están simultáneamente presentes o ausentes y buscar si las variaciones que presentan en estas diferentes
combinaciones de circunstancias prueban que uno depende del otro. Cuando pueden producirse
artificialmente, según el deseo del observador, el método es de experimentación propiamente dicha.
Por el contrario, cuando no está a nuestra disposición la observación de los hechos y sólo podemos
relacionarlos tal como se producen espontáneamente, el método empleado es el de la experimentación
indirecta o método comparativo.

Método Hipotético-Deductivo
El método hipotético-deductivo es el procedimiento o camino que sigue el investigador para hacer de su actividad
una práctica científica. El método hipotético-deductivo tiene varios pasos esenciales:observación del fenómeno a
estudiar, creación de una hipótesis para explicar dicho fenómeno, deducción de consecuencias o proposiciones
más elementales que la propia hipótesis, y verificación o comprobación de la verdad de los enunciados
deducidos comparándolos con la experiencia. Este método obliga al científico a combinar la reflexión racional o
momento racional (la formación de hipótesis y la deducción) con la observación de la realidad o momento
empírico (la observación y la verificación).
Hipotético: Solución provisional para un problema dado o con algún propósito investigativo.
Deductivo: Opuestamente al razonamiento inductivo en el cual se formulan leyes a partir de hechos observados.

Método Dialéctico
Dialecto-Dialegomai-Dialogo
Es un proceso de pensamiento y comunicación basado en el cambio a través del conflicto de fuerzas opuestas.
Características:
*Todo esta unido, hay una conexión universal
*Todo cambia. La realidad esta en constante transformación. El cambio es debido a la lucha de fuerzas
contrarias en la esencia de las cosas.

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Ejemplo: Síntesis- Nueva síntesis- Reiniciación
Ir al cine-Ir al teatro- Ir al cine y luego al teatro.
Hubo comparaciones, respeto hacia los expositores, responsabilidad, se dieron ejemplos y la
actitud fue buena.
 
9/Octubre/09
Método Fenomenológico
El método fenomenológico no parte del diseño de una  teoría, sino del mundo conocido, del
cual hace un análisis descriptivo en base a las experiencias compartidas. Del mundo conocido
y de las experiencias intersubjetivas se obtienen las señales, indicaciones para interpretar la
diversidad de símbolos. A partir de allí, es posible interpretar los procesos y estructuras
sociales. En este método se trata, en primer lugar, de eliminar los elementos casuales, a
través de la reducción fenomenológica. Por medio de la reducción y la interpretación, el
fenómeno cobra sentido. La gente posee una acumulación de conocimientos, a partir de los
cuales interpreta las nuevas experiencias.
No obstante estas críticas, el método fenomenológico aporta ciertos elementos para el método
de investigación participativa. Estos elementos son la intersubjetividad y el empleo de la
intuición en la comprensión de los fenómenos sociales.

El método fenomenológico se trata de describir la realidad tal y como es y no argumentarle


más cosas que no son, no se trata de inventar o querer hablar más de lo que no es sino que
es describirlo en su pureza.

En este método al igual que en los otros hubo respeto, responsabilidad, se dieron varios
ejemplos, también se dio intercambio de ideas. La actitud de mis compañeros fue tolerante y
escuchamos todos los temas con mucho respeto.

Método Científico

El método científico es el conjunto de procesos que el hombre debe de emplear en la


investigación y demostración de la vida.
Está sustentado por dos pilares fundamentales. El primero de ellos es la reproducibilidad, es
decir, la capacidad de repetir un determinado experimento en cualquier lugar y por cualquier
persona. Este pilar se basa, esencialmente, en la comunicación y publicidad de los resultados
obtenidos. El segundo pilar es la falsabilidad. Es decir, que toda proposición científica tiene

21
que ser susceptible de ser falsada. Esto implica que se pueden diseñar experimentos que en
el caso de dar resultados distintos a los predichos negarían la hipótesis puesta a prueba.
Este método es el más rígido porque no nos podemos saltar ningún paso sino  que  debemos
seguirlo estrictamente en orden. Hubo respeto, responsabilidad, hubo comparaciones y la
actitud fue tolerante.

El descubrimiento del sánscrito: tradición y novedad en la lingüística


europea
Alberto Bernabé Pajares

Universidad Complutense

El «giro del sánscrito»


Es ya un tópico en la mayoría de los manuales de historia de la lingüística la afirmación de que el
descubrimiento del sánscrito por parte de la ciencia europea condicionó de un modo decisivo el espectacular
desarrollo de la lingüística histórica y comparada del siglo XIX. El conocimiento del sánscrito por los lingüistas
de Occidente vendría así a convertirse en la puerta de entrada a la Lingüística con mayúsculas, antes de la cual
sólo habría especulaciones de corte logicista, desbordada imaginación para la etimología y acumulación más o
menos desordenada de datos en manos de una legión de aficionados, carentes de método alguno, entre los cuales
unos pocos privilegiados habrían alcanzado a vislumbrar aquí y allá algún que otro atisbo de verdad perdido en la
hojarasca de los errores o las improvisaciones.
Corresponde el honor de haber abierto esa puerta de entrada a un funcionario de Su Majestad Británica, al
juez de Calcuta Sir William Jones, quien en una comunicación a la Royal Asiatic Society de Calcuta, en 1786,
incluía un párrafo revelador, reproducido en todas las historias de la lingüística, en el que, tras pregonar las
excelencias de la lengua sánscrita, apuntaba la posibilidad de un parentesco entre ella y el griego, el latín y las
lenguas germánicas.
El efecto beneficioso del descubrimiento del sánscrito sobre la ciencia europea, siempre según la opinión
común de los historiadores de la cuestión, habría sido doble. De un lado, habría abierto rápidamente paso al
fulgurante y rápido desarrollo de la lingüística, al brindar una nueva lengua, emparentada con las clásicas
tradicionales (griego y latín) y con las lenguas cultas europeas, lo que favorecía la constitución de la hipótesis
indoeuropea y, por ende, la configuración de los métodos de la lingüística histórica y comparada. De otro, habría
puesto ante los ojos atónitos de los lingüistas occidentales la sabiduría secular de los gramáticos indios, que
habían logrado elaborar una gramática de alto nivel y sobre bases muy distintas de las que habían configurado la
lingüística europea, esto es, las postuladas por los gramáticos griegos (cf., por ejemplo, Leroy, 1969: p. 27;
Robins, 1974: p. 135; Meillet, 1937: p. 456).
Los tópicos siempre tienen, claro está, su parte de razón, pues de no ser así no se admitirían con tanta
facilidad, pero la ciencia no puede edificarse sobre la base de los tópicos. No es por ello extraño que en los
últimos años se hayan alzado una serie de voces discordantes ante este planteamiento de los hechos y se haya
avanzado bastante en el esfuerzo por cerrar esta brecha fronteriza entre el XVIII y el XIX (particularmente
significativo en este contexto Hymes, ed., 1974). En otras palabras, tanto en estudios parciales como en otros de
corte más general, se tiende a una valoración más positiva de los precedentes y pioneros de los siglos XVII y
XVIII y a una consideración menos «revolucionaria», más continuista, del XIX, hasta el extremo de que algún

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historiador de la lengua ha llegado a tildar de «falacia de la historia de la lingüística» y de fable convenue la
sobreestimación del XIX (Hoenigswald, 1974: p. 346).
Ya que la Sociedad de Lingüística tomó el acuerdo -el buen acuerdo- de que en el XII Simposio se volviera
la vista a la historia de nuestra ciencia para tratar de iluminar nuestro presente con las viejas aportaciones, creo
que es buena cosa que nos asomemos a los albores de la lingüística moderna en un intento de ponderar el influjo
real que tuvo el descubrimiento del sánscrito en Europa, cuestión indisolublemente unida, por todo lo que hasta
ahora he expuesto, al problema de si la lingüística decimonónica significa una verdadera revolución respecto de la
del siglo precedente.

Algunas confusiones sobre la cuestión


Antes de avanzar por este camino quisiera poner de manifiesto que hay una cierta confusión de principio que
enturbia no poco la claridad de ideas respecto de esta cuestión. Me refiero a la forma como se entremezclan con
demasiada frecuencia conceptos afines y que en el XIX marchan juntos, pero que no son necesariamente
indisolubles. Se piensa que comparación lingüística es sinónimo de gramática comparada y ésta de gramática
histórica, y que todo ello es asimismo inmediatamente solidario de una concepción científica del cambio
lingüístico que permite una etimología científica y, por ende, la reconstrucción lingüística. La confusión en la
práctica de todos estos elementos, que se hallan, desde luego, presentes en la última lingüística decimonónica, en
los Neogramáticos, por ejemplo, pero que ni se ponen en marcha todos a la vez, ni todos por primera vez en el
siglo XIX, ni todos por causa del descubrimiento del sánscrito, hace que se pueda llegar en ocasiones a posiciones
sumamente peregrinas. Así por ejemplo en el excelente tratado de Mounin (Mounin, 1968), se analizan de forma
breve, pero lúcida, las aportaciones de los siglos XV al XVIII y especialmente el desarrollo durante el siglo
XVIII «de la actitud (se refiere a la histórica), cada día más firme, que va a desembocar en la gramática
comparada del siglo XIX»(Mounin, 1968: p. 152). Obsérvese cómo se afirma que una actitud histórica propicia
un método comparado como hechos naturalmente correlativos. Con todo, el capítulo dedicado al siglo XIX
comienza con un apartado titulado «El giro del sánscrito» (160), en el que se afirma que  «la toma en
consideración del sánscrito es sin discusión posible el hecho principal de los años 1786 a 1816».  Tras esta rotunda
afirmación, el autor reconoce, primero, que el contacto de los lingüistas europeos con la excelente descripción
articulatoria de los gramáticos hindúes no tiene influencia inmediata sobre la observación fonética (160); luego,
que el contacto de la joven lingüística europea con la morfología «transparente» del sánscrito tampoco
revoluciona su reflexión gramatical (161); más tarde, que la descripción de lenguas ignora también en el cambio
de siglo el descubrimiento del sánscrito (163), para terminar diciendo (163) que «a decir verdad, el hecho,
importante de la época no es el descubrimiento del sánscrito».Sorprendente. ¿Dónde está, pues, el «giro del
sánscrito»? Todo parece como si Mounin tuviera la idea de que la lingüística decimonónica es un desarrollo
natural de la del dieciocho, de modo que la referencia al «giro del sánscrito» es una concesión a lo comúnmente
admitido, al tópico.
Ante este conflicto entre la consideración de la lingüística decimonónica como heredera de la del XVIII o
como «revolucionaria», a partir del detonante del descubrimiento del sánscrito, me parece interesante tratar de
analizar cuánto hay de lo uno y de lo otro: cuantificar en lo posible lo que esa lingüística pionera del XIX debe al
descubrimiento del sánscrito y cuánto a la tradición europea. Para ello creo que el método más seguro es huir de la
confusión metodológica a la que antes me he referido, de meter en un mismo saco elementos tan dispares como la
tradición lingüística hindú, la gramática comparada, la comparación lingüística, la lingüística histórica, la
concepción científica del cambio, la etimología científica o la reconstrucción de lenguas perdidas. Intentaré poner
un cierto orden metodológico en este revoltijo y trataré de valorar lo que hay de tradición y lo que hay de
revolucionario dentro de cada uno de estos apartados.

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Filología y acopio de materiales
Ante todo, antes de pasar a examinar desarrollos de metodologías creo importante destacar que hay dos
componentes importantes para el desarrollo de la lingüística decimonónica, que proceden claramente del siglo
anterior y sin los cuales ésta no habría sido sencillamente posible: el auge de la filología y el interés por el acopio
de materiales lingüísticos.
La filología ha sido tradicionalmente motor de la lingüística: no olvidemos que los gramáticos griegos
surgen de los filólogos que tratan de hacer inteligible a Homero, igual que el interés de Schlegel era aún el de
conocer «la lengua y la sabiduría» de los indios, como reza el título de su conocida obra (Schlegel, 1808). Fue
pues el interés por los textos antiguos, promovido por una inclinación hacia la historia, el que motivó la necesidad
paralela de conocer suficientemente las lenguas en que estaban escritos los viejos textos. Las novedades respecto
a las grandes filologías tradicionales, es decir, la grecolatina y la hebrea, serán fundamentalmente dos: una, el
interés despertado por el desarrollo de los nacionalismos hacia la búsqueda de señas de identidad en los
testimonios escritos del pasado, lo que promueve el estudio, por ejemplo, de las lenguas germánicas antiguas.
Otra, y posterior, será la admiración por la sabiduría de Oriente, que no se manifiesta sólo en la que producirán los
textos indios; piénsese en la expedición bonapartiana a Egipto a comienzos del siglo y en el revuelo despertado
con la publicación en 1824 del Précis de Champollion, que abría las puertas a la comprensión de los textos
egipcios.
Como apunte adicional hay que señalar que, además de promover su desarrollo por el interés que despiertan
los viejos textos, la filología ha legado a la lingüística algunos logros metodológicos, fruto de su experiencia. Así,
se ha señalado cómo el modelo del árbol genealógico para la clasificación de las lenguas debido a Schleicher no
se basa tanto en los modelos biológicos de Linneo como en los stemmata codicum propios de la crítica textual
(Hoenigswald, 1974: pp. 352-353).
En cuanto al acopio de materiales lingüísticos es una actividad muy antigua, ya iniciada en el Renacimiento
en obras tan importantes como el primer Mithridates, el de Gessner, de 1555. El descubrimiento y conquista de
América propició el interés por el conocimiento de nuevas lenguas indígenas, pero es en el siglo XVIII, cuando
este interés aumenta cuantitativa y cualitativamente, ahora con el añadido de un nuevo frente, Rusia, donde a
partir de Pedro el Grande se investiga en la historia y antropología de la variedad racial e idiomática del imperio
ruso, actividad a la que, como se sabe, no fue ajena la intervención de Leibniz. Así Messerschmidt estudia desde
1720 a 1727 las lenguas de Siberia por encargo del zar, y en su expedición participa también Strahlenberg, autor
de un catálogo de lenguas en 1730, de considerable importancia (Strahlenberg, 1730). Continuaron su labor otros
varios investigadores (cf. Gulya, 1974: pp. 260-265), de entre los cuales el más conocido es Pallas, ya en el
reinado de Catalina de Rusia, que publica entre 1787 y 1789 dos versiones, en ruso y latín, de un vocabulario
comparativo «de las lenguas de todo el orbe», un año después reeditado con adiciones y correcciones por de
Miriewo.
En este contexto es de suma importancia un nombre español, el de Lorenzo Hervás (v. Hervás, 1784, 1800),
sobre cuyas contribuciones al establecimiento de las varias familias lingüísticas había atraído la atención Coseriu
(Coseriu, 1978). Tovar ha estudiado recientemente a Hervás, primero en un artículo sobre su aportación al estudio
de las lenguas indias de América del Norte y su influjo sobre Adelung y Vater (Tovar, 1981a), luego en un trabajo
sobre la posición de Hervás en la víspera del descubrimiento del indoeuropeo (Tovar, 1981b).
Cierra este período, como canto de cisne de esta actividad recopiladora, Adelung, con su nuevo Mithridates,
que comenzó a publicarse en 1806 y del que su autor sólo pudo ver publicado el primer volumen.
Toda esta extraordinaria documentación condiciona la facilidad para la comparación e incluso da pie a
hipótesis como la indoeuropea en Hervás (Tovar, 1981b) o la fino-ugria en Strahlenberg (Gulya, 1974: p. 240).
Resultado de su recogida -además de los materiales, ya de por sí un aporte fundamental-, es un embrión de
metodología, tanto para la clasificación de afinidades como para el estudio etimológico, un buen número de
problemas que resolver, y el haber atraído a la opinión pública científica hacia estos temas (Gulya, 1974: p. 266).

24
Rasgos de la lingüística del XIX
Tras el somero análisis de estos dos condicionamientos básicos e imprescindibles para percibir en toda su
magnitud la multiplicidad y variedad en el tiempo y en el espacio del hecho lingüístico, pasemos a examinar e n
qué marco se desarrolla la metodología decimonónica, que acomete el estudio de estos materiales desde una
perspectiva científica. Los rasgos de la lingüística del XIX, los considerados «revolucionarios» son, en síntesis,
primero, que es histórica; segundo, que es comparada; tercero, que se interesa por el parentesco de las lenguas y
de sus relaciones genealógicas, y cuarto, que trata de explicar el cambio lingüístico en términos de regularidad o,
lo que es lo mismo, que confiere a la etimología un carácter científico. De acuerdo con el objetivo que nos hemos
propuesto, analicemos uno a uno estos rasgos para determinar qué hay de legado de los siglos anteriores y qué de
aporte producido por la nueva perspectiva abierta por el descubrimiento del sánscrito en cada uno de ellos.

La consideración histórica
Comencemos, pues, por la concepción histórica de la lingüística, que había estado totalmente ausente, tanto
de la gramática grecolatina como de la hindú. Es en el Renacimiento, con su vuelta a la Antigüedad, cuando
comienza a desarrollarse una mentalidad histórica también en lingüística, primero referida al problema de
determinar el modo en que unas lenguas derivan de otras. Naturalmente los estudiosos de una Europa confesional
intentan hacer esta indagación compatible con la revelación bíblica. Resultado de este intento de compromiso son
obras tan conocidas como las de Postel (Postel, 1538) o Bibliander (Bibliander, 1548), investigaciones sobre el
origen de las lenguas basadas en hechos de vocabulario que tratan de apoyar la hipótesis de la monogénesis del
hebreo, que tanto predicamento conocería hasta su refutación por Leibniz (Leibniz, 1710). Pero esta tendencia no
se dirige sólo a tales intentos de conciliar la ciencia con la religión, sino que trata de extender su ámbito al de las
lenguas romances, terreno en el que florecen en el XVII y XVIII los numerosos Orígenes propuestos. Por citar
algunos especialmente importantes dentro de nuestro propio ámbito cultural, destacan los de Aldrete (Aldrete,
1606) y Mayans (Mayans, 1737), con una aportación metodológica de nivel bastante aceptable (para
Mayans, cf. Tovar, 1982). Si bien el método de comparaciones de vocabulario da pie a los parentescos casuales y,
de ahí, a múltiples conclusiones más que pintorescas, no es menos cierto que se comienza a mejorar en aspectos
concretos como en la búsqueda de fuentes para estadios antiguos de la lengua y en la formulación de reglas para
garantizar la validez de una evolución propuesta -tema sobre el cual he de volver luego-. En todo caso está claro
que la consideración histórica no es originaria del siglo XIX, si bien es cierto que en siglos anteriores no se halla
defendida por una metodología solvente que permita discernir los numerosos aciertos que se postulan de los no
menos numerosos espejismos o despropósitos asimismo propuestos.

La comparación lingüística
En cuanto a la comparación lingüística, no fue tampoco practicada ni por los gramáticos griegos ni por la
tradición hindú. Sí que existe en cambio en la tradición europea posterior un temprano interés por ella. Dejando
aparte algunos precedentes aislados, como Dante, hay varias formas de ejercer la comparación lingüística en los
siglos XVI al XVIII. Comparativa es a su modo la gramática de Port-Royal, que buscaba conceptos semánticos
universales, considerando las categorías de las diferentes lenguas como puras variantes de un sistema general y
universal (Diderichsen, 1974: p. 287). Comparativos en cierta medida son los Mithridates con una muestra
idéntica en varias lenguas (el padrenuestro). Pero la forma más frecuente de ejercer la comparación en estas
épocas es el empleo de la «palabra única» (como hace Escalígero con la palabra «dios») para la búsqueda de
agrupación de lenguas. En efecto, es éste el objetivo fundamental de la actividad comparatista de los siglos XVI al
XVIII: el hallazgo de criterios, generalmente de vocabulario, para determinar parentescos lingüísticos . Salvo las
conocidas aportaciones de Escalígero, nada de esto habría de llamar nuestra atención, de no ser por las vigorosas
reacciones contra la comparación de elementos azarosos que plantea De Laet en sus  Notae contra Grotius (De
Laet, 1643, 1644) por su peregrina teoría de que las lenguas amerindias del norte procedían del noruego. Contra

25
tal despropósito De Laet propuso una metodología que garantizara un tanto la validez de una propuesta. Pero es a
finales del XVII cuando se inicia una etapa mucho más seria en la que destaca el nombre del sueco Jäger, quien
en 1686 presenta una hipótesis que, en líneas generales, sigue siendo aún válida respecto al indoeuropeo, esto es,
que existió en tiempos una lengua primitiva (a la que llama «escita»), hablada en la zona del Caúcaso y extendida
luego por sucesivas migraciones de sus hablantes por Europa y Asia. Tal lengua, en su forma original, se habría
perdido, pero habría sido «madre» de otras, a su vez «madres» de otras, entre las que se cuentan el persa, el
griego, el itálico, el eslavo, el celta, el gótico y otras lenguas germánicas. Asimismo está ya presente en Jäger la
terminología e imaginería usada posteriormente por los primeros comparatistas decimonónicos, la «arbórea»
(Jäger habla de una lengua radix y sus rami, los dialectos) o la «familiar» (lenguas «madres», «hijas» y
«hermanas»; Jäger, 1686: p. 18). Un caso como el de Jäger no puede considerarse precisamente como una de esas
voces aisladas que atinan más o menos por azar con una verdad o parte de una verdad, pero que no son
representativas del pensamiento de su tiempo o que carecen de influjo sobre los autores posteriores. No sólo está
inserto en una corriente bastante amplia, especialmente cultivada en el norte de Europa (Metcalf, 1974: pp. 233-
278), sino que un siglo más tarde de su primera edición, la obra es aún reeditada (Oelrichs, 1774: 2, pp. 1-64), lo
que indica la gran repercusión obtenida por sus ideas.
Junto al nombre de Jäger cabe destacar el de Stiernhielm, que compara el paradigma del verbo
gótico haban con el del verbo latino habeo. Esta última propuesta ha sido especialmente denostada y citada como
muestra de hasta qué extremo pueden cometerse errores por falta de una metodología segura, ya que la semejanza
entre ambas raíces es casual y no existe verdadero parentesco entre ellas. En honor a la verdad hay que decir que
la similitud entre ambas raíces constituye sólo una parte de la aportación de Stiernhielm, quien establecía una
comparación completa entre ambos paradigmas verbales, para deducir que el gótico y el latín eran lenguas
emparentadas, y en este punto sí que tenía toda la razón (Stiernhielm, 1671, citado por Diderichsen, 1974: p. 284).
El siglo XVIII es particularmente fecundo en aciertos en la clasificación de lenguas por criterios genéticos, y
la lista de nuevas aportaciones es larga. Por citar los hallazgos más significativos, mencionaría el nombre de
Ludolf, que establece la relación entre hebreo, árabe, sirio y etíope, con interesantes innovaciones metodológicas
(Ludolf, 1702); el de Lhuyd y su emparentamiento de las lenguas célticas de Bretaña, Gales e Irlanda (Lhuyd,
1707); el de Lambert Ten Kate, que desarrolla en el primer cuarto del siglo su hipótesis sobre el parentesco del
gótico y el holandés (Ten Kate, 1723), y el de Leibniz, con su organización de familias lingüísticas y sus
aportaciones metodológicas que, por conocidas, no merece la pena mencionar (Leibniz, 171, cf. la excelente
selección de textos de Arens, 1975: pp. 135-139), así como los ya citados de Hervás y Mayans en nuestro país,
pero sobre todo, los de Sajnovics y Gyarmathi, el primero de los cuales establece el parentesco entre el húngaro y
el lapón (Sajnovics, 1770), y el segundo, el que existe entre el húngaro y el finlandés (Gyarmathi, 1799). Pero no
sólo se trata de una agrupación acertada. El método de Gyarmathi es básicamente el comparativo, utilizado sin
duda alguna con mayor solidez científica que la de Bopp, ya que sus aseveraciones y etimologías son básicamente
correctas en un alto porcentaje (Zsirai, 1951: p. 14). Es asimismo notorio su influjo sobre Rask, que lo cita
apreciativamente en más de una ocasión.
En este terreno la lingüística decimonónica se encuentra, pues, con un inmenso camino recorrido antes del
reconocimiento del indio por los estudiosos occidentales: una más que incipiente clasificación de las lenguas,
numerosas aportaciones metodológicas, copiosos materiales reunidos y ya colacionados y un interés generalizado
por el tema en el ambiente científico general.

La etimología científica
Queda pues por considerar sólo el último aspecto que señalábamos: la creación de una etimología científica,
cuya acta de nacimiento suele situarse en las Etymologische Forschungen, de Pott, cuya primera edición data de
1833 a 1836. No obstante, también en este punto hemos de limitar un tanto el carácter revolucionario del nuevo
método. Dejando aparte sorprendentes apuntes de ley fonética como el de Tolomei (1555, citado por Arens, 1975:
p. 104) o incluso aciertos ocasionales como los que aparecen en las etimologías de Giambullari (recientemente
valoradas por Coseriu, 1977: p. 103 y ss.), que evidentemente son hechos aislados y sin continuadores, podemos
señalar el comienzo de una línea ininterrumpida hacia la configuración de una etimología científica en Abraham

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Mylius, quien en 1612 rompía con la caprichosa etimología clásica (cuyos rasgos resume excelentemente
Diderichsen 1974: p. 280), primero, por la distinción fundamental entre préstamos y palabras heredadas, y
segundo, por su propuesta de dar por buenos tan sólo los cambios que pueden atestiguarse en dialectos de la
misma lengua o fases temporales de la misma, como por ejemplo, el cambio de f a h que se registra entre
latín filius, español hijo, o el cambio entre t y ss que hay entre flamenco water, alto alemán wasser (Mylius, 1612:
pp. 21-23, citado por Metcalf, 1974: p. 244 y ss.).
Años más tarde Schottelius introduce un nuevo factor de limitación: tras practicar en la palabra una división
entre Stammwort (literae radicales), Hauptendung (terminatio derivandi) y Zufällige Endung (literae
accidentales), considera admisible tan sólo la comparación de raíces con raíces o de desinencias con desinencias
(Schottelius, 1663: pp. 68-71).
Otro paso más lo dará en 1737 Wachter, quien afirma que los cambios deben estar fisiológicamente
motivados y además dialectalmente limitados, esto es, sólo se admitirán aquellos que comprobadamente se dan en
la misma lengua, no los que se dan en cualesquiera otras (Wachter, 1737: sec. III).
En otro orden de cosas hay intentos de presentar listas de cambios de sonidos en numerosos autores. Por
referirme sólo a nuestro país, ya alude a algunos cambios Nebrija, pero las listas son particularmente interesantes
en Aldrete (1606), recogidas luego por el Tesoro de Covarrubias y continuadas por Mayans (1737), para una serie
de aportaciones etimológicas, todas ellas utilizadas con provecho por Diez, el fundador de la Romanística
moderna (Malkiel, 1974: p. 318 y ss.).
Todos estos puntos de vista, así como otros aportes menos fundamentales, que no recojo aquí
(cf. Diderichsen, 1974), se codifican y sintetizan en el interesantísimo artículo «Etymologie» de la Encyclopédie
Française (Turgot, 1756), donde pueden leerse, entre otras muchas, afirmaciones tan avanzadas como la
pretensión de regularidad y exhaustividad de cada cambio fonético en cada lengua, en medio de un extenso
número de criterios para apreciar la exactitud de una etimología. Aquí nos hallamos ya muy lejos de la etimología
acientífica que se achacaba tradicionalmente a la lingüística anterior al siglo XIX. Y no puede decirse tampoco,
evidentemente, que la Enciclopedia, obra en que tales afirmaciones se vierten, fuera obra de poca difusión o de
escasa repercusión. Sabemos, por ejemplo, que Rask cita y, por tanto, conoce, este artículo de Turgot.
Se trata, por tanto, de una actitud generalizada: desde comienzos del XVII se había iniciado en la
investigación lingüística europea una línea continua de progreso que intentaba sustituir la antigua etimología
grecolatina (búsqueda, al estilo platónico, del e/tumoj lo/goj o sentido auténtico original, en la idea de que las
palabras eran originariamente designación natural de las cosas), por una modesta búsqueda de orígenes, de formas
antecesoras, desprovistas de esa cuasi sacralidad del étimo, pero sometida a controles científicos progresivamente
más precisos. En este aspecto, el descubrimiento del sánscrito viene solamente a aportar nuevos materiales y a
ampliar el espectro comparativo.

Situación al advenimiento del XIX


Ésta es, pues, en sus líneas generales, la situación en la que se adviene al siglo XIX: una hipótesis
relativamente extendida sobre la existencia primitiva de una lengua ya dejada de hablar, pero que había producido
una serie de grupos lingüísticos de Asia y Europa, esto es, lo que luego será llamado indoeuropeo; otros grupos
lingüísticos correctamente establecidos (amerindio, finougrio, semítico, etcétera), un concepto básicamente
correcto de la progresiva dialectalización de grupos lingüísticos mayores en otros menores, un interés por el
origen de las lenguas actualmente habladas y el reconocimiento del valor de la comparación lingüística para
perfeccionar nuestro conocimiento sobre las mismas, así como unos mínimos, pero progresivamente más precisos,
recursos metodológicos para determinar la manera en que deben compararse palabras o segmentos de las mismas
y para distinguir qué semejanzas se deben a un origen común y cuáles a meros préstamos.
Al llegar a ese punto, en el que parece que todas las condiciones estaban dadas para facilitar un salto
cualitativo, ¿qué importancia tiene el descubrimiento del sánscrito en los posteriores desarrollos? Quisiera
detenerme, antes de ponderar esta influencia, en un caso particularmente significativo, el de Rasmus Rask, para
tratar de hallar en el análisis de su personalidad lingüística el punto de partida para posteriores conclusiones.

27
Rask, entre el XVIII y el XIX
No voy a entrar aquí a estimar en detalle las aportaciones de una figura tan compleja y multiforme como la
de Rask, durante años valorado tan sólo por sus aportaciones a la lingüística histórico-comparada, desde los 50 y
especialmente por obra de Hjelmslev (Hjelmslev, 1951), reivindicado como un precursor de teorías lingüísticas
mucho más modernas y recientemente mejor estudiado como totalidad (especialmente por Diderichsen, 1960,
1974). Menos aún me interesan las numerosas y bizantinas discusiones sobre quién fue antes, si Bopp o Rask. No
creo que en la historia de la ciencia sea fundamental una prioridad de seis meses. No se trata de una competición
deportiva. Sólo quiero referirme a un aspecto de la personalidad de Rask: que de hecho llegó a formulaciones
histórico-comparadas tan correctas o más que las de Bopp, antes o al tiempo que él (ya en una carta de 1809
declara Rask haber hallado una «fundamental coherencia» entre griego, latín, islandés, gótico y germánico), a
partir de presupuestos del XVIII y desde luego sin conocimiento del indio. Sus puntos de partida son conocidos:
cita el trabajo de Turgot en la Enciclopedia Francesa, conoce y sigue las teorías evolucionistas de Locke, Leibniz
y Adam Smith, consulta la bibliografía sobre genealogía lingüística del XVIII y cita apreciativamente a Sajnovics
y Gyarmathi (Diderichsen, 1974: p. 296 y ss.).
Sus aportaciones son asimismo reconocidas. Ya Pedersen entendía que su Gramática islandesa «puede ser
llamada una gramática comparada indoeuropea en embrión» (cf. Pedersen, 1962: pp. 248-254 citado por
Diderichsen, 1974: p. 298); Meillet lo considera «más riguroso y más moderno que Bopp» (Meillet, 1937: p. 460).
Baste aquí un detalle que creo suficientemente significativo. Grimm publicó la primera edición de su  Deutsche
Grammatik en 1819; agotada en un año, se disponía a preparar la segunda cuando conoce la Undesøgelse de Rask,
lo que le hace retrasar hasta 1822 la segunda edición, que pasa de 662 páginas a 1082 (del influjo de Rask sobre
Grimm y, a través de él, sobre Bopp y Pott, cf. Tonnelat, 1912: pp. 316-327, 383-387; Diderichsen, 1960: p. 132 y
ss.; Pedersen, 1931: 38, pp. 254-264 citado por Diderichsen, 1974: p. 301). Rask es, pues, la mejor prueba de que
la continuidad entre el XVIII y el XIX es un hecho, y demostración viva de la posibilidad de que la lingüística
comparada pudo llegar a desarrollarse sin la aportación del sánscrito (cf. Pedersen, 1962: 12; Mounin, 1968: p.
175).

La «vía sánscrita» al comparativismo


Todo lo dicho hasta aquí no debe interpretarse, sin embargo, como un intento por mi parte de negar la
enorme influencia que el descubrimiento del sánscrito tuvo en la evolución (que no en la revolución) de la
lingüística del XIX. Hay, en efecto, una «vía sánscrita» al comparativismo. Pero en ella, lo primero, creo, que
debemos puntualizar un tanto, es la importancia de Sir William Jones. Es ya archisabido que Jones no fue el
primero en observar las semejanzas del indio con las lenguas europeas, antiguas o modernas (los nombres de
Sasseti y Coeurdoux son, entre otros, repetidamente citados al respecto). Merecería destacarse Jones sobre sus
antecesores si su observación hubiera estado fundamentada en un sólido método, o en un número particularmente
considerable de hechos lingüísticos observados, pero no es ése el caso. Su aportación carece en absoluto de una
base lingüística medianamente aceptable. Apenas pasa del párrafo que recogen las historias de la lingüística, que
no es siempre el mismo por casualidad, sino porque es prácticamente el único pertinente para el tema, dentro de
una comunicación cuyo interés central era muy otro. Sacado de su contexto adquiere un valor que, dentro de él,
disminuye notablemente. Pero sobre todo es de señalar que ni siquiera se trata de una observación totalmente
original: se ha establecido inequívocamente el influjo que sobre él ejercieron las ideas lingüísticas de su
compatriota Halhed, de quien proceden incluso algunas expresiones casi textuales de Jones (Rocher, 1980).
La llegada al comparativismo por la vía del estudio del sánscrito se produce, ya con toda claridad, en
Alemania, de la mano de Schlegel, quien en 1808 publica su famosa monografía sobre la lengua y la sabiduría de
los indios, y sobre todo, de la de Franz Bopp, en quien la afirmación generalizada de la importancia del estudio
del indio para el desarrollo de la lingüística comparada tiene su confirmación (y sería absolutamente cierta de no

28
ser por la existencia de Rask, en quien se demuestra la posibilidad de la otra vía, la de la continuidad con el
XVIII). En efecto, Bopp llega a la metodología lingüística de forma casi casual y a partir de presupuestos bien
distintos. Es ya tópica, en este caso por su profunda verdad, la afirmación de Meillet (1937: p. 458) de que
Bopp «se encontró con la gramática comparada intentando explicar el indoeuropeo como Cristóbal Colón
descubrió América buscando la ruta de las Indias».
Con todo, incluso en Bopp hay numerosos aportes del pasado, como son, por ejemplo, su intento de llegar,
por la vía del indoeuropeo, al origen del lenguaje, tema tan del gusto del XVIII. En ese camino, intentó encontrar
concomitancias entre el indoeuropeo y las lenguas caucásicas, melanesias y polinesias. Asimismo son propios del
siglo anterior al suyo su concepto de la evolución lingüística como «degradación» o su continuo empeño por
hallar en los tiempos verbales la presencia de la raíz es-, del verbo «ser», conforme al postulado logicista de Port-
Royal de que el verbo debía analizarse en cópula y predicado (Meillet, 1937: p. 457; Mounin, 1968: p. 177).
Es en Alemania donde se le da primero al sánscrito ese gran valor para la lingüística comparada, y donde se
estudia sistemáticamente desde ese punto de vista. Los pioneros tuvieron que aprenderlo fuera de Alemania, ya
que los estudios del sánscrito en Europa se iniciaron primero en Inglaterra, como metrópoli del Imperio, y en
Francia, al hilo de sus intereses imperialistas y dentro del ambiente del nuevo interés por Oriente despertado por
Napoleón, pero fue en Alemania donde el sánscrito estuvo íntimamente relacionado con la actividad
comparativista, lo cual creo que debe hacernos pensar que el descubrimiento del valor del sánscrito para el
comparativismo no es algo cuasi automático como parecen dar a entender las historias de la lingüística (no se dio
ni en Inglaterra ni en Francia), sino que tiene que ver con la peculiar situación de Alemania en la cultura de su
tiempo. ¿Por qué los historiadores de la lingüística han valorado, pues, tanto al sánscrito como detonante y punto
de arranque fundamental de la nueva lingüística? O en otros términos, ¿por qué se ha elevado a la categoría de
única la «línea Bopp» y se ha minusvalorado la «línea Rask»? ¿Y por qué ese empeño en resaltar el carácter
revolucionario de la nueva lingüística? Creo importante tratar de contestar a esas preguntas haciendo un análisis
somero de las condiciones en que se desarrolló esta forma de hacer lingüística, ya que esas condiciones son, en mi
opinión, las que explican también las valoraciones posteriores sobre esos propios orígenes.

Condiciones para la creación de una «historia»


Se ha puesto, con razón, de manifiesto cómo lo que hace a Bopp fundar un paradigma no es el mérito
científico de sus investigaciones, sino los intereses sociales y culturales que motivaron y sustentaron una obra de
ese tipo en esa ocasión (Gulya, 1974: p. 272). Es éste el momento histórico en que se desarrolla el nacionalismo
alemán, que intenta reaccionar contra el clasicismo francés, de la mano de un historicismo romántico que busca la
alternativa de una cultura primitiva considerada «natural», no encorsetada por las reglas clásicas. En el terreno
que nos ocupa, una ideología como ésta se manifiesta en una serie de medidas prácticas. Así Humboldt desde su
puesto en el Gobierno, dota en Alemania una serie de cátedras de sánscrito. Una medida como ésta facilita la
especialización y la dedicación a este terreno concreto de una serie de investigadores (Bopp, el primero de ellos),
y asimismo favorece la continuidad de la investigación, que se asienta sobre una enorme masa de materiales ya
recogidos. Esta «apropiación cultural» del terreno indoeuropeo por los investigadores alemanes es clara: un
ejemplo típico es la denominación de la nueva lengua que se pretende reconstruir, «indogermánico» (término que,
por cierto, Bopp rechazaba). Sus efectos duran durante mucho tiempo, de forma más o menos consciente. Resulta
muy curioso, a este respecto, traer aquí a colación dos citas de Arens, quien, todavía en 1955, sin corregir en la
edición de 1969, afirma, de un lado:
Todo el mundo coincide en afirmar que el mérito de haber puesto estos
cimientos (sc. los de la gramática comparada) corresponde a Franz Bopp.

(Arens, 1979: p. 235).       

29
a pesar de que ya eran numerosas las referencias (por ejemplo, de Pedersen) a la fundamental aportación de Rask,
pero luego añade:
Parece como si la Lingüística comenzase siendo una ciencia germánica,
pues el único sabio no alemán que hay que citar en esta época es el danés
Rasmus Kristian Rask.

(Arens, 1975: p. 257).       

Y es asimismo casi patético su afán por magnificar la aportación de Bopp, incluso en sus principios más
discutibles. Hay, pues, mucho de patriotero en esta visión parcial de la historia.
El hecho es que, por intereses culturales y medidas de gobierno que favorecen la continuidad en la
investigación, en Alemania se sintetizan la línea que venimos llamando «sánscrita» y la tradicional, esto es, la de
Rask. Vemos operada esta síntesis en Grimm, cuya ley de mutación consonántica (que, no olvidemos, deriva de
Rask) y cuya metodología gramatical marcan un sendero que va a tener ya muy pocas alteraciones sustanciales
hasta los Neogramáticos. Es entonces cuando la nueva lingüística comparada, ya constituida, da una importancia
fundamental al estudio del sánscrito que suministra materiales de primer orden para la comparación. Así Max
Müller dice en 1868 que «un filólogo sin conocimiento del sánscrito es como un astrónomo sin conocimiento de
las matemáticas» (citado por Collado, 1973: p. 82). Esta sobrevaloración del indio para la comparación pesa
durante muchas décadas, incluso con efectos negativos. Así por ejemplo, los primeros comparativistas se
empeñaron en atribuir al indoeuropeo el sistema vocálico del indio. Asimismo durante muchos años el sistema
nominal y verbal del indio se ha proyectado sobre la reconstrucción del indoeuropeo y se consideraba sin análisis
que las múltiples lenguas que presentaban sistemas más reducidos habían perdido todas las categorías que no
poseían en comparación con las del indio. El descubrimiento de los textos tocarios y sobre todo el desciframiento
del hetita, con sus sistemas nominal y verbal mucho más elementales pese a tratarse de una lengua
inequívocamente arcaica, originó una nueva forma de interpretación del indoeuropeo que sólo a duras penas y en
medio de enormes discusiones se va abriendo paso en la moderna lingüística, sin que haya dejado de desempeñar
un papel importante en esta resistencia conservadora el peso del prestigio de la gran lingüística alemana del XIX.
De otra parte, la mayoría de los muchos progresos que el conocimiento del sánscrito podía haber aportado
son ignorados durante todo el siglo XIX. Discuto, y mucho, el postulado archirrepetido de que el descubrimiento
de los textos gramaticales indios influyó enormemente sobre la ciencia europea del siglo pasado. Es una de esas
afirmaciones que se heredan de unos autores a otros, pero que nunca se ha materializado en precisiones concretas.
Tal pretendido influjo, si se analiza la cuestión de cerca, no va mucho más allá de algunas mejoras en la
organización de materiales en las gramáticas sánscritas o en la terminología. No creo necesario insistir aquí, por lo
sabido, en que la lingüística hindú es sincrónica, en que se preocupa por cuestiones de lingüística general, en que
nos ofrece una magnífica descripción articulatoria o hallazgos tan «modernos» como los alomorfos o el signo cero
(ver por ejemplo Robins, 1974: p. 136 y ss., o la comunicación de Rosa Pedrero al XII Simposio), y que nada de
todo ello se aprovecha en una lingüística empeñada en marchar por el camino supuestamente revolucionario de la
lingüística exclusivamente histórica y comparada.
Puede por todo ello decirse, sin exagerar demasiado, que el influjo del sánscrito es importante en el siglo
XIX sólo en calidad de material para la comparación y como tal, sí, pieza clave de la lingüística indoeuropea.
Como consecuencia de ello la historiografía de este período ha tomado un efecto, el de la importancia del
sánscrito para la comparación, como una causa desencadenante de un proceso, la configuración de la lingüística
histórico-comparada que en realidad llevaba siglos en marcha. La apropiación por los indoeuropeístas (junto con
los romanistas) de la lingüística del XIX y la natural tendencia de todo movimiento a considerarse novedoso y
rupturista con el pasado han condicionado una visión histórica injusta de la importancia de sus predecesores. Creo
que un par de síntomas bastarán para apoyar lo que afirmo. Los síntomas a menudo son más reveladores, en lo
que tienen de manifestación típica de una realidad general, que una acumulación de testimonios. Cuando
Pedersen, un indoeuropeísta e historiador de la lingüística, analiza la aportación de Gyarmathi al método
comparado, no puede menos que reconocer su importancia, pero señala (Pedersen, 1962: p. 241) que era

30
imposible para la lingüística desarrollarse primero (se entiende primero que en el indoeuropeo) en el campo fino-
ugrio. Sus razones son infantiles y han sido adecuadamente desautorizadas (Gulya, 1974: p. 268 y ss.). Se deben a
un cierto «complejo de superioridad indogermanístico» respecto de los estudiosos de los demás grupos
lingüísticos.
El segundo síntoma al que me refería es la afirmación de Mounin de que Rask, dada su visión
sistemática, «pertenece sin duda mucho más al siglo XVIII que al XIX a pesar de las apariencias» (Mounin, 1968:
p. 175). Por la misma razón habría sido posible afirmar que es más bien un hombre de nuestro siglo, pero no, se le
relega al pasado. Parece como si inconscientemente se admitiera la ecuación «lingüística del XIX = lingüística
alemana = lingüística indoeuropea y romanística». Lo demás carecería, ante esto, de valor, sería prehistoria,
improvisación, casi casi, barbarie. Se ha insistido en abrir la brecha con el siglo XVIII (que es una lingüística, no
se olvide, en que la aportación alemana es mínima, por no decir, casi inexistente) y convertir la lingüística
decimonónica en original, nueva, revolucionaria. Se olvidan piadosamente las monstruosidades metodológicas
que sirven de base a la teoría lingüística de Bopp y se magnifican sus logros: se insiste en los desaciertos del
XVIII y los muchos hallazgos y aportaciones al desarrollo de la lingüística procedentes de este siglo se toman
como voces clamando en medio del desierto, sin continuidad, sin importancia, pura casualidad, aciertos de
aficionado.
Todo lo dicho creo que puede ser instructivo para confirmar algunas perogrulladas que todo el mundo admite
en teoría, pero que no siempre se tienen presentes en el análisis científico: la primera, el principio general de la
continuidad de la ciencia, que nunca se alza sobre el vacío, sino que, pese a que los propios innovadores no lo
perciban a veces en su plenitud, se asienta firmemente en las aportaciones del pasado. La segunda, la absoluta
inadecuación del «siglo» como unidad clasificatoria o periodizadora cerrada. La tercera, la comprobación de que
la proximidad a los hechos y especialmente los intereses de escuela o de mera patriotería desvirtúan la historia
más o menos inconscientemente. Y la cuarta y última, la resistencia de los tópicos a ser negados, o siquiera
analizados. Quisiera que estas palabras mías introdujeran al menos un factor de contraste ante los tópicos
históricos que habitualmente hallamos en las interpretaciones sobre los inicios de la lingüística moderna, y que
sirvieran -junto con las aportaciones de un número ya bastante crecido de autores- para ponerlos en tela de juicio,
proseguir en su discusión y, si es procedente que así se haga, negarlos o, al menos, matizarlos.

Del comparativismo a la neogramática (informe).doc


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Las disciplinas tradicionales (I).
Del Comparativismo a la Neogramática
Ignasi-Xavier Adiego

El comparativismo

La lingüística histórico-comparativa surge en el siglo XIX como disciplina científica, en tanto pretende establecer
una metodología de estudio de manera sistemática sobre un corpus de lenguas de diversas familias. Será a
finales del siglo XVIII donde comenzará a desarrollarse esta ciencia, con el aporte de Sir William Jones, quien
constató las afinidades existentes entre una serie de lenguas de origen europeo y asiático, lo cual daría cuenta
de un origen en común compartido por ellas. Estas lenguas serán reconocidas en su origen común como lenguas
indoeuropeas.

31
Las semejanzas existentes entre las lenguas indoeuropeas serán el motivo que conducirá al estudio sistemático
histórico-comparativo, en tanto pretende argumentar la gran cantidad de semejanzas existentes entre lenguas
de Europa y Asia.

A partir del aporte de Jones, a mediados del siglo XIX se publicarán dos estudios que fundarán lo que conocemos
como comparativismo lingüístico: Rasmus Rask y Franz Bopp serán los autores a cargo de esta labor.

Rasmus Rask publica su premiado trabajo en 1814, "Investigaciones sobre el origen de la lengua nórdica o
islandesa antigua", y establece las bases del comparativismo a partir de tres ideas fundamentales: primero,
señala que en el proceso de establecimiento de relaciones de parentesco entre las diversas lenguas, se le debe
otorgar prioridad a las coincidencias gramaticales sobre las léxicas, puesto que las coincidencias léxicas son más
susceptibles de caer en contactos lingüísticos con otras lenguas, mientras que la forma o la flexión de las lenguas
es más resistente al contacto.

En segundo lugar, es preferible centrarse en el léxico básico de las lenguas a compararse, entendiendo por ello
nombres de parentesco, numerales, partes del cuerpo, ya que esa área del vocabulario es mucho más resistente
a la influencia de otras lenguas. En tercer lugar, destacó la importancia del carácter sistemático y regular de las
correspondencias entre sonidos, lo cual ejemplificó con una primera versión de la llamada "ley de Grimm", que
explicaremos más adelante.

En 1816, Franz Bopp publicó su obra de extensa titulación: "Sobre el sistema de conjugación de la lengua
sánscrita, en comparación con los de las lenguas griega, latina, persa y germánica, junto a episodios del
Ramayana y el Mahabharata en traducciones métricas ajustadas a partir del texto original y algunos pasajes de
los Vedas". En este trabajo, Bopp inaugura uno de los caminos más provechosos del comparativismo
indoeuropeístico con la inclusión del sánscrito, la lengua clásica de la India, que constituye el punto referencial
de la comparación. Junto con el planteamiento de Rask, Bopp también le atribuye mayor importancia a la
comparación gramatical sobre la comparación léxica.

Bopp comienza su estudio estableciendo hipotéticamente el origen común de parentesco que las diversas
lenguas del indoeuropeo guardan entre sí, y a partir de esa afirmación pretende explicar los cambios que
diversificaron estas lenguas de origen común; las divergencias de los sistemas verbales de cada lengua. Al centro
de su estudio se sitúa al sánscrito, pues para Bopp es una lengua que posee un complejo sistema flexivo, de
manera que constituye el instrumento clave para entender la estructura gramatical de las demás lenguas
indoeuropeas.

En el año 1819 y 1822 Jacob Grimm publica dos volúmenes de la "Gramática alemana" (Deutsche Grammatik),
en donde presenta la llamada "ley de Grimm", uno de los hitos en la historia de la gramática comparada. En
primer lugar, compara el sistema de las oclusivas griegas y de las oclusivas y fricativas latinas con las del
germánico (ejemplificado por el gótico) y con el del antiguo alto alemán, un dialecto que presenta un estado
ulterior de evolución de sonidos. En la ley, Grimm establece que se pueden comparar sonidos diferentes y
atribuirles un mismo origen si las correspondencias entre ellos son claras, de manera que permite relacionar
formas que son aparentemente muy distantes entre sí. La lingüística histórico-comparativa prefiere relacionar,
mediante comparaciones, formas que en apariencia son muy diferentes, pero que tienen un origen común,
como es el caso de la comparación del latín "frater" con el inglés "brother", preferible antes que el inglés

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"fraternal", pues esa apariencia es engañosa y en muchos casos es el resultado de préstamos lingüísticos. La ley
de Grimm presenta principios evolutivos que afectan a sonidos diferentes pero que aun así comparten rasgos,
en este sentido, lo que hace es trascender el simple cambio sonido a sonido para establecer principios más
generales que afectan a ciertas clases de sonidos: las oclusivas sordas se fricativizan, las oclusivas sonoras se
ensordecen, etc. De esta forma, la ley de Grimm establece la noción de cambio fonético al asumir que tanto el
latín como el griego son estadios anteriores al del germánico (representado por el gótico), y éste es asimismo
anterior al del antiguo alemán.

Con el tiempo la ley de Grimm se vuelve insuficiente e imperfecta en tanto carece de precisión fonética, pues no
es capaz de establecer con exactitud los tipos de sonidos que hay detrás de los grafemas griegos, latinos y
góticos. Cae en confusiones que restan peso a su postulación. Sin embargo, con el desarrollo posterior de la
fonética sobre bases científicas, la ley de Grimm logró establecer su verdadera naturaleza.

La segunda generación de comparatistas preneogramáticos


En las décadas del treinta y cuarenta del siglo XIX, en paralelo a las investigaciones de Bopp, surgen nuevas
obras de lingüistas comparatistas, entre ellos August Pott, Georg Curtius, Rudolf von Raumer, Friedrich Diez y
August Schleicher. A Pott se le atribuye la creación de la investigación etimológica moderna, pues él vio lo que el
estudio etimológico ofrecía para la investigación comparativa. Por su parte, Curtius fue el primer autor que
observó los resultados fructíferos del comparativismo en el estudio de las lenguas clásicas como el latín y el
griego, enfoque que hasta hoy se mantiene vigente en la filología clásica pues el estudio de la fonética y
morfología del latín y el griego bajo la perspectiva diacrónica aun se desarrolla. Por otra parte, von Raumer fue
el primero en señalar la relevancia de la precisión fonética en el estudio comparativo de las lenguas.

Friedrich Diez es considerado el fundador de la lingüística románica, debido al interés que le suscitaron las obras
de la literatura románica medieval, dedicándoles algunas de sus obras, en relación al fenómeno trovadoresco:
"Die Poesie der Troubadours" y "Leben und Werke der Troubadours". Se inspiró en la obra de Grimm,
"Gramática de las lenguas románicas" (1836 - 1843). Ante el modelo de Grimm, Diez supo diferenciarse en su
perspectiva romanista, a partir de la utilización del latín como base instrumental de su investigación
comparativa, puesto que el latín constituye una fuente de documentación empírica que permite argumentar el
origen común de las lenguas. De esta forma, Diez estableció la continuidad existente entre la lengua latina y las
lenguas románicas que surgen de ella.

En 1853 publica el primer diccionario etimológico de las lenguas románicas, "Etymologisches Wörterbuch der
romanischen Sprachen", en donde establece las bases del estudio científico léxico románico, para el cual es
necesario someterse a las reglas de la fonética. Para Diez el aporte de otras lenguas distintas al latín es un
hecho, sin embargo siempre intentará encontrar el origen latino de las palabras romances, independiente del
aporte léxico de lenguas ajenas a las romances. Finalmente, en el año 1875, se publica una última obra de Diez,
que no es del todo considerada, llamada "Creación léxica románica" en donde plantea una serie de problemas
que serán profundizados pertinentemente por los investigadores romanistas posteriores. Lo que hace es
presentar una serie de conceptos ordenados por campos semánticos, encabezados con los términos designados
en latín, con el fin de analizar las palabras con las que las lenguas románicas designan tal concepto. Esta forma
permite iluminar de forma intuitiva algunas formaciones, renovaciones y evoluciones del léxico románico, con

33
sus causas diversas. A pesar de los errores e inexactitudes del estudio, éste da inicio a una serie de ideas que
alcanzarán su desarrollo posteriormente en el área romanística.

Dentro del período comparatista preneogramático es August Schleicher quien, a partir de sus contribuciones da
un paso importante, pues encamina su objeto de estudio desde la comparación hacia la reconstrucción.
Propugna el origen común por medio de una protolengua (Ursprache) que puede reconstruirse a partir de los
testimonios de las lenguas comparadas. A él se le debe la introducción del asterisco (*) para señalar las formas
reconstruidas. Es el primero en explicar el parentesco de las lenguas indoeuropeas, al proponer que la
protolengua se ha ido escindiendo. Es así como llega a postular el "modelo del árbol genealógico"
(Stammbaum), con el fin de reconstruir el sistema fonológico y morfológico de la lengua madre, el indoeuropeo.

Sin embargo, su modelo se volvió insuficiente, como expondrán los neogramáticos posteriormente, debido a la
falta de explicación en los resultados documentados de las diversas lenguas indoeuropeas.

Posteriormente, un alumno de Schleicher, llamado Hugo Schuchardt escribe la obra "El vocalismo del latín
vulgar", en dos volúmenes publicados en los años 1866 y 1868. Schuchardt busca reconstruir el latín vulgar,
considerado la fase originaria -supuesta- de las lenguas románicas, la cual no coincide exactamente con el latín
clásico. La consideración del latín vulgar en el estudio comparativo de las lenguas, significa un enorme aporte,
debido al nivel de complejidad que aporta el sustrato vulgar de la lengua latina. A partir de la vasta
documentación latina, Schuchardt rastreó las huellas del latín vulgar en las lenguas románicas, que daban
cuenta de una articulación mucho más compleja que la del modelo binario esquemático de Schleicher. De
manera que Schuchardt postuló una primera formulación de la "teoría de las ondas" desarrollada cabalmente
por los neogramáticos. Aquel modelo da cuenta de los efectos provocados por los cambios lingüísticos, que al
producirse se difunden lentamente sobre el área lingüística completa, como sucede con las ondas circulares que
se forman al lanzar una piedra al agua. Este modelo privilegia las relaciones espaciales y el contacto lingüístico
entre áreas cercanas, de una manera jamás antes formulada, en especial frente al modelo esquemático del árbol
genealógico de Schleicher.

Si bien ambos modelos en su momento se excluían, en la actualidad se mantienen vigentes al interpretarse


complementariamente en términos de los cambios lingüísticos y la diferenciación dialectal.

Universidad de Chile
Facultad de Filosofía y Humanidades
Lingüística Románica
Profesora: Soledad Chávez

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  REVISTA ELECTRÓNICA DE ESTUDIOS


FILOLÓGICOS

LA FUNDACIÓN DE LA HISTORIA DE LA LINGÜÍSTICA


POR THOMSEN EN 1902
 
Xavier Laborda Gil
(Universidad de Barcelona)
 
Resumen
Vilhelm Thomsen publicó en 1902 la obra fundacional de la historia de la lingüística, bajo el
paradigma comparativista. Estuvo de actualidad hasta 1963 y pasó luego al olvido con el
paradigma de la lingüística estructural. Thomsen fue un gran investigador en neogramática
y el precursor de la nueva disciplina. La historiografía reciente pone en valor su
obra. Historia de la Lingüística es un modelo de estilo conciso y contenido original que ha
influido en sus sucesores.

Palabras clave.– Vilhelm Thomsen, historia de la lingüística, historiografía, fundador,


paradigma, 1902.

Reconocimiento y olvido del precursor


La historia de la lingüística es una disciplina que ya ha cumplido un siglo de vida con una
abundante producción narrativa.[1] Su fundador es el lingüista danés Vilhelm Thomsen,
que vivió entre 1842 y 1927. Fue profesor en la universidad de Copenhague y destacó como
excelente investigador en el campo de la neogramática. Thomsen publicó en 1902 la
obra Historia de la Lingüística; una exposición concisa (Sprogvidenskabens historie; en
kortfattet fremstilling).

La contribución de Thomsen tiene un gran valor, como reconoce la historiografía. Se trata


de la primera historia de la lingüística y el texto más conocido de su autor, por encima de
sus brillantes trabajos en gramática comparada. Con motivo del centenario del nacimiento
de Thomsen, Louis Hjelmslev glosó así la Historia de la Lingüística en un homenaje póstumo
de la Universidad de Copenhague a su compatriota.
Entre los especialistas, es también con toda seguridad la obra de Vilhelm Thomsen usada
con mayor profusión y frecuencia; es conocida por cualquier estudiante de lingüística, que la

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guarda al alcance de la mano como guía y manual. Por extraño que parezca, constituye la
única exposición de conjunto de toda la historia de la lingüística que jamás haya visto la luz.
(1942:32)

Hjelmslev comparó la composición del libro con la complejidad de una dirección orquestal y
valoró el resultado con dos afirmaciones exultantes: “El campo de la lingüística cubre la
tierra entera; su riqueza es inmensa, su historia es tan rica como la propia humanidad”. Sin
embargo, el tiempo transcurrido desde su redacción y la evolución que ha experimentado la
lingüística han reducido la obra de Thomsen a una referencia erudita y obsoleta. El
reconocimiento que recibe es honorífico y su futuro puede ser el olvido. La razón es que,
como reconoce Georges Mounin, esa y otras obras históricas son demasiado antiguas y
nosotros no vemos las cosas como ellos; tal es lo que ocurre con Thomsen, lo mismo que
con Meillet, Saussure, Jespersen y Bloomfield, e incluso con Pedersen. (1967:10)

En el razonamiento de Mounin destaca la contradicción que supone homenajear a los


predecesores y al mismo tiempo renunciar a sus enseñanzas porque son anticuadas. A este
propósito, el sino de la historia de la lingüística es una paradoja y una anomalía entre las
ciencias históricas porque –añade Mounin– “en historia siempre se toma prestado de los
predecesores”. El principio de la historia no se cumple en la historia de la lingüística.
Al releer la primera cita de Mounin, reparamos en la relación de autores que cofecciona:
Thomsen, Meillet, Saussure, Jespersen, Bloomfield, Pedersen. Son las máximas figuras de
esta etapa de la lingüística. Para la mayoría de ellos la atención a la historia de la lingüística
se redujo a un capítulo de una obra teorética. Así sucede con los someros relatos de
Saussure y Bloomfield o bien con las notas sólo centradas en el comparatismo de Meillet y
Jespersen. De los mencionados sólo Holger Pedersen (1924) elaboró un libro de
historiografía, El descubrimiento del lenguaje,  que trata de la lingüística comparatista.[2]

Conviene subrayar una vinculación directa entre los tres autores daneses que menciona
Mounin. Se trata de Thomsen, Jespersen y Pedersen. Vilhelm Thomsen fue su profesor. Y
Pedersen sucedió a Thomsen en 1914 en la Universidad de Copenhague (Malmberg
1991:325). Considerando la atención a la perspectiva histórica de los tres académicos
daneses, cabe afirmar que “en historia siempre se toma prestado de los predecesores”. Ello
es así por lo menos en aquellas generaciones de investigadores que desarrollan sus trabajos
bajo el mismo paradigma.

Prestigio científico y social de Thomsen


Vilhelm Ludwig Peter Thomsen (Copenhague, 1842-1927) finalizó sus estudios de
licenciatura en la Universidad de Copenhague en 1867. Se doctoró en 1869. Fue profesor de
griego en centros de secundaria. Y a partir de 1875 fue profesor de lingüística comparada
en la Universidad de  Copenhague.
Las contribuciones de Thomsen a la neogramática son de primer orden. Fue pionero en el
estudio de los préstamos lingüísticos que recibió el finés –una lengua no indoeuropea– de
lenguas germánicas y lenguas bálticas (Malmberg 1991:349). La novedad del planteamiento

38
de los préstamos léxicos y la permeabilidad de las lenguas supuso un giro en la lingüística
histórica. Hasta la publicación de las investigaciones de Thomsen, en 1868 y 1890, se
observaba el desarrollo lineal de una lengua en sí misma considerada, sin cuidar de las
acciones ejercidas sobre ella desde fuera (Hjelmslev 1942:43-4).
Thomsen estableció otro hito en 1893 al descifrar las inscripciones en un alfabeto
desconocido. Estaban grabadas en dos monumentos de piedra aparecidas junto al río
Orkhom, en Mongolia. Con ese logro demostró el parentesco de la lengua de las
inscripciones con determinadas hablas del turco. Y aportó así a la turcología datos
fundamentales para la historia del turco antiguo (Hjelmslev 1942:44-5).
En la figura de Thomsen se reúnen no ya una, sino múltiples pruebas del prestigio social
que puede suscitar la filología. Entre otras distinciones, la ciudad danesa de Randers –en la
península de Jutlandia– donde transcurrió su infancia, le nombró hijo predilecto y bautizó
una plaza con su nombre. También Copenhague rinde tributo con un monumento dedicado a
Thomsen junto con otros tres pioneros de la lingüística, Rasmus Rask, N.L. Westergaard y
Karl Verner. Y en Ankara, la capital de Turquía, la avenida donde está la Biblioteca Nacional
lleva el nombre de “Wilhelm Thomsen Caddesi” o calle Vilhelm Thomsen, en reconocimiento
de una contribución a la turcología, porque supuso un acicate para la identidad nacional del
nuevo estado turco.
Estos tres reconocimientos refieren el prestigio social del lingüista. Resumamos ahora su
figura científica. El mayor mérito de Thomsen fue realizar investigaciones sobre hechos
positivos. Su rigor empírico se extendió a la aplicación de un método preciso. Y así pudo
introducir una nueva perspectiva en la neogramática al formular el factor del préstamo
lingüístico (Malmberg 1991:412).
El lingüista Antoine Meillet resume el valor del danés con este juicio. “Toda la lingüística
actual lleva la marca de las ideas de Thomsen” (1926-1938:184). Y en una obra actual
sobre la historia de la lingüística urálica, Bo Wickman (1988:808) le dedica este vivo elogio:
“El investigador danés  Vilhelm Thomsen (1842-1927) ha sido uno de los mayores lingüistas
de la historia. Se ocupó de un número asombroso de disciplinas lingüísticas, y fue magistral
por igual en todas ellas.” Entre esas ocupaciones, como prueba de versatilidad y de acierto,
se halla la fundación de la historia de la lingüística.

Fundación de la historia de la Lingüística


El inventario de obras sobre historia de la lingüística se inicia a comienzos del siglo XX con
el libro de V. Thomsen. La exploración que al respecto hace G. Mounin (1967:8-9) en siglos
anteriores resulta infructuosa, salvo por algunas publicaciones de autores del XIX, a
propósito de una historia de la filosofía del lenguaje centrada en aspectos de lógica.[3] Por
ello Mounin concluye que la fundación de la disciplina se produce con el libro de Thomsen en
1902.
La obra de Wilhelm [sic] Thomsen es de hecho la primera tentativa de historia de la
lingüística, verdaderamente moderna en más de un aspecto, aunque escrita desde el punto
de vista de la lingüística histórica de 1900. (Mounin 1967:9)

39
Como señala Mounin, hay una limitación inevitable en el punto de vista. Es obvio que
Thomsen no participe de las perspectivas estructuralista, generativista o sociolingüística,
porque son hijas del siglo XX. La apostilla de Mounin expresa no tanto la crítica de una
insuficiencia como la admiración ante un lingüista fundador, del cual se podría esperar
incluso la anticipación a un futuro intenso y cambiante como ha tenido la lingüística.
Por su parte, Javier de Echave-Sustaeta, autor de la traducción al castellano y prologuista
de la Historia de la lingüística de Thomsen presentaba la obra con alabanzas. La edición
castellana, realizada por Labor en Barcelona, es de 1945. En el prólogo el traductor califica
la obra con los términos de “primera” o fundacional y “de primer orden”.
Primera y, dentro de su extrema sencillez, de primer orden. Digo primera, porque nadie se
adelantó al sabio danés en el orden del tiempo. Vió la luz a primeros de siglo, cuando no
contaba esta ciencia con compendio alguno de su completo desarrollo. Y añado de primer
orden, tanto por el relieve del autor, uno de los primeros lingüistas de nuestro tiempo, a
juicio del egregio maestro francés Meillet, como por la calidad de la obra. (Javier de Echave-
Sustaeta 1945:5)
El comentario del prologuista, tan elogioso, es coherente con el momento de su redacción
en los años cuarenta. Entonces el paradigma historicista era preponderante en la filología.
Este panorama cambió a principios de la década de los sesenta con el desarrollo del
estructuralismo, los estudios de semiótica y la novedad de la gramática generativa. Y
precisamente ese giro lingüístico tuvo dos efectos en la historia de la lingüística. Por una
parte avivó el interés en la disciplina, porque las nuevas propuestas ampliaron con sus
progresos la perspectiva histórica y el afán por conocer mejor los antecedentes. Y, por otra
parte, supuso la obsolescencia de la obra de Thomsen y el inicio de otra etapa, que justificó
la publicación de nuevos títulos sobre historia de la lingüística. En ese punto se sitúa el libro
de Georges Mounin y a ello se debe su crítica.
Ya la madurez como académico Thomsen publicó Sprogvidenskabens historie; en kortfattet
fremstilling (Historia de la Lingüística; una exposición concisa). La obra se editó en la
imprenta de la Universidad de Copenhaguen (G.E.C. Gadd) realizó la edición[4]. El
momento y la circunstancia en que apareció el libro son dignos de una leyenda. De su
veracidad dio noticia Hjelmslev (1942:32):
El 8 de abril de 1902, la universidad de Copenhague publicó el programa de su fiesta anual
con ocasión del aniversario del rey Christian IX. El estudio que incluía tenía por autor al
profesor Vilhelm Thomsen, entonces rector de la Universidad, y se titulaba Historia de la
lingüística.

La festividad brindó a la publicación de Thomsen un escenario público excepcional. Supuso


una ocasión solemne y propicia para el estreno de la nueva concepción historiográfica. Para
mayor realce de la publicación, la Historia de la lingüística era la primera entrega de una
colección titulada “Introducción a la lingüística”.
Las primeras palabras que dirigió Thomsen al lector, antes de justificar la investigación de la
historia, constituyen un elogio del lenguaje y de la comunicación humana.
De todas las manifestaciones vitales del hombre, no cabe duda de que el lenguaje es la que,
en todo tiempo, ha parecido ser la más milagrosa. El lenguaje es, no sólo aquello por lo que

40
el hombre se revela de modo más inmediato como un ser dotado de razón y pensamiento,
en oposición al resto de las criatura terrestres, sino también, y en virtud de su diversidad,
cambiante hasta el infinito, la expresión más evidente de todo cuanto, en el tiempo y en el
espacio, reúne o separa razas y sociedades en distintas nacionalidades.[5]

Y a continuación Thomsen (p. 11) da cuenta de la necesidad de la historia de la lingüística:


“Apenas se da objeto que invite más que éste a la investigación, en general y en particular,
y en pocos terrenos puede el investigador volver como en éste la vista a tan remoto
desarrollo”.
Sprogvidenskabens historie es un libro poco extenso. Consta de tres páginas de créditos –
con el título, el autor y los datos de la edición– y de 87 páginas más de texto[6]. Cabe
notar una particularidad formal de la redacción. El contenido del libro no está organizado en
capítulos ni secciones. Discurre como una unidad sin cortes desde su inicio hasta su final. Es
más, en las 87 páginas de texto no aparece ningún título ni epígrafe. Sí contiene, sin
embargo, abundantes notas a pie de página. Son 135 notas, que se reparten a partes
iguales las funciones de ubicación de fuentes bibliográficas y también de ampliación de
contenidos. Y no hay una sección final de bibliografía.
Llama la atención que se prescinda de un sumario, un índice de materias y nombres
propios, así como de una división de los contenidos en capítulos, entre otras referencias
útiles para la lectura. Una composición tan austera podría tenerse hoy por un artículo de
investigación, profusa y extensamente anotado. En realidad la edición era congruente con
un formato de conferencia. El texto recogía el discurso del profesor como si fuera un
registro de su alocución.

El programa fundacional
Thomsen compuso una Sprogvidenskabens historie o Historia de la Lingüística que llevaba
el subtítulo de En kortfattet fremstilling, esto es Una exposición concisa[7]. Manifestó con la
aclaración del subtítulo su propósito de redactar no ya un tratado sino un compendio. En las
primeras líneas del texto explicó que deseaba “echar una rápida ojeada a los principales
problemas de su historia, desde las primeras huellas perceptibles hasta el exuberante
desarrollo de esta ciencia al cabo del pasado siglo” (p. 11). Justificó así que su presentación
de las fases principales, las teorías y los autores fuera “a grandes trazos”.

Escogió una redacción ágil y breve para establecer un programa fundacional. Ese programa
aportó un corpus de autores y obras –los existentes y ocurrentes, en terminología de
Barthes (1967).  Y legó a sus sucesores un canon lingüístico compuesto de fuentes de la
tradición literaria, filosófica y filológica, así como de tópicos sobre el signo lingüístico y la
tipología de las lenguas.
Para ofrecer aquí una noticia escueta sobre el contenido de la Historia de la Lingüística
distinguimos los siguientes aspectos temáticos y de organización:

a)    Extensión temporal.- La historia se inicia con el Antiguo Testamento, a partir del siglo IX
aC, y concluye con la neogramática, a finales del siglo XIX.

41
b)   Etapas.- De un modo indirecto o no explícito el autor distingue las etapas de Grecia
clásica, Roma, cristianismo y Edad Media, Renacimiento, siglo XVIII, comparatismo y
neogramática.
c)    Autores citados.- La nómina de autores es abundante y provechosa para estudios de
especialización ulteriores. Los que tiene mayor relevancia en el texto son Platón, Aristóteles,
el estoico Crisipo, Dionisio el Tracio, Varrón, Julio César y José Justo Scalígero, Petrus
Ramus, Iacobus Mathiae, Leibniz, Lorenzo Hervás y Panduro, Adelung, Jones, Schlegel,
Bopp, Grimm, Bredsdorff, Humboldt, Schleicher, Paul y Wundt.
d)   Reparto del texto.- La primera mitad del texto (concretamente el 44%) trata de la
historia hasta el s. XVIII inclusive, mientras que la segunda (el 56%) se ocupa de la “nueva
lingüística” del siglo XIX.

La renuncia de Thomsen a ofrecer referencias de la organización de su obra dificulta nuestra


tarea de informar sobre su contenido. Por fortuna, disponemos de un recurso excepcional,
por su calidad y por la libertad editorial que entraña. El traductor al castellano del libro,
Javier de Echave-Sustaeta, elaboró un índice y dispuso los siguientes capítulos en la edición
que Labor publicó en 1945 (p. 9-10).

I. El lenguaje. Aportación del Antiguo Testamento. La ciencia del lenguaje en la India.


Pânini.
II. La ciencia del lenguaje en Grecia. Platón. La etimología. Aristóteles. Los epicúreos. Los
estoicos. Anomalía y analogía. Gramáticos alejandrinos. La morfología. La prosodia.
III. La ciencia del lenguaje en Roma. Varrón. La etimología en los gramáticos latinos.
IV. Limitación de la aportación de la Antigüedad a los estudios del Lenguaje. Sus causas. El
Cristianismo. Su influjo fecundo. La Edad Media.
V. El Renacimiento. Impulso a las lenguas semíticas. Julio César y José Justo Scalígero.
Petrus Ramus. Iacobus Mathiae. Aportaciones a las lenguas románicas y nórdicas.
VI. El hebraísmo primitivo. Guichard. Sus detractores. Leibniz. Período decisivo en la
historia de la lingüística. Catalina II de Rusia y sus «Linguarum totius orbis vocabularia.
comparativa». El P. Hervás y Panduro. Adelung. Vater.
VII. Carácter de la nueva lingüística. Rask.
VIII. Conocimiento del sánscrito. Jones, Schlegel, Bopp.
IX. El aspecto histórico. Grimm. Bredsdorff. La lingüística general. Humboldt. Madvig.
X. La lingüística histórica comparada. Continuadores de la obra de Bopp. Pott. Kuhn. El
estudio del sánscrito. Benfey. Westergaard. Pugna entre la filología y la lingüística. Curtius.
Influencia entre ambas ciencias.
XI. Interés por las lenguas romances. F. Diez. Romanistas francescs. Ascoli. Las lenguas
eslavas. El lituano. Las lenguas célticas. Aplicación a otros troncos lingüísticos de los
métodos del indoeuropeo.
XII. Augusto Schleicher. Su árbol genealógico. Schleicher y Bopp. Reconstrucción del
indoeuropeo. Los nuevos investigadores.
XIII. Oposición entre la antigua y moderna orientación. Aportaciones psicológicas. Paul.
Wundt Teoría sobre la transmisión de las lenguas. Valoración de la influencia analógica.

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XIV. Desarrollo de la fonética. Consonantismo. Vocalismo. Las leyes fonéticas. Limitación de
la lingüística.

El índice que Echave-Sustaeta redactó para la edición castellana supuso un cambio notable
de la organización original. Realizó una interpretación del contenido y estableció a su criterio
signos de organización. Dotó así a la publicación de un orden más informativo y coherente
con el formato de libro.
Por otra parte, con la intervención del editor castellano se puso de manifiesto una acción del
autor. Nos referimos a cómo se distribuye el discurso en el manuscrito original. Se observa
que Thomsen dedicó los seis primeros capítulos a los períodos que van de la Antigüedad a la
Ilustración, mientras que los ocho restantes se ocuparon del historicismo del s. XIX.
Thomsen estableció una relación profundamente asimétrica entre el tiempo estudiado y el
tiempo que destinó a cada parte.
Este tratamiento es común en las obras de historia. Sucede que, a medida que el historiador
se acerca a su tiempo, incrementa el tiempo del discurso que produce. Sin embargo, en
este caso el reparto es muy contrastado. Thomsen indicó de manera redundante, con los
espacios asignados y con la cualificación expresa de las etapas, un estadio científico de la
lingüística, el del siglo XIX, y un estadio previo que constituye el camino hacia la ciencia del
lenguaje. [8]

Representación de la historia
La historiografía o teoría de la historia concibe el discurso histórico como una elaboración
ideológica, una representación de lo real. Y tiene como principal cometido conocer cómo
elabora la representación de la historia (Barthes 1967, Lozano 1987, Laborda 2002:189).
Entre otros aspectos, considera las fuentes, los tópicos y los episodios con que encabeza
cada parte del relato su autor. [9]
Las fuentes de que se vale Thomsen en Sprogvidenskabens historie son de cuatro tipos:
literatura, filosofía, gramática y lingüística histórica. Tienen un papel desigual, con
preponderancia de la gramática y la lingüística histórica, que van copando las páginas a
medida que progresa el relato. Los documentos literarios y filosóficos son útiles en la etapa
clásica y medieval para referir teorías míticas y lógicas, respectivamente.

1. Literatura.- Las referencias al libro del Génesis, del Antiguo Testamento, ejemplifican el


modelo mítico de explicación de la creación del lenguaje y la diversidad de lenguas.
Thomsen presentó esos relatos no ya como razonamientos verosímiles sino como indicios
del interés por dar respuesta a preguntas que jalonan la historia de la lingüística, tal como
se lee en el siguiente párrafo:
Si de momento nos hemos detenido en las sencillas referencias del Antiguo Testamento, ello
ha sido, no sólo porque en él hallamos algunas de las más remotas muestras de esta
búsqueda del espíritu del hombre, sino también porque más adelante nos veremos
precisados a insistir en las mismas ideas, que en época mucho más reciente ejercieron tan
hondo influjo en la evolución lingüística. (cap I, p. 13)

43
2. Filosofía.- El primer tópico que recogió Thomsen de la filosofía es el debate sobre la
naturaleza del signo lingüístico, en el diálogo Cratilo de Platón.
Ocupaba la cuestión, según se dice, a Heráclito y a Demócrito, de los cuales pasa aquél
como defensor de “fisis”, éste de “nomos”, sin que contemos con más datos sobre el
particular. Parece que también tratan de ella los sofistas (Protágoras), y en tiempo de éstos
era probablemente tema general de discusión.
La primera obra literaria en que se enfoca este problema es el maravilloso diálogo de
Platón, «Cratilo», en el que se tratan exclusivamente cuestiones referentes a este tema. A
más de Sócrates, entran en el diálogo dos personajes: Hermógenes y Cratilo. Éste defiende
que cada uno de los nombres, tanto en la lengua griega como en las bárbaras, por
naturaleza entraña y debe entrañar acabada correspondencia con el objeto designado, y no
pasa por reconocer como nombres y palabras de la lengua cuantos acuerdan algunos
emplear. Hermógenes, por el contrario, opina que no se da otra correspondencia en una
denominación que el uso. (cap II, p. 20)

La elección de este debate sobre la teoría del signo fue un éxito. Es un tópico que figura en
todos los manuales de historia de la lingüística. Sin embargo es inusual que las obras
posteriores a la de Thomsen concluyan de un modo tan crítico sobre el sentido del diálogo
platónico como lo hace el maestro
Divididas estuvieron las opiniones sobre si estas páginas de Platón-Sócrates están escritas
en serio o en broma. Tiénese más bien la impresión de que se trata sólo de parodiar, de
burlarse del tono que se daba a la discusión de estos problemas en general; mas en
principio apenas difiere éste del que hallamos en Platón. (cap II, p. 21)

3. Gramática.- La gramática como metalenguaje brinda numerosas páginas en la historia de


la lingüística. En el fragmento reproducido a continuación Thomsen describió la contribución
del gramático renacentista Pierre de la Rammée.
Valiosos elementos para un nuevo método, más empírico, de la ciencia del lenguaje aporta
Petrus Ramus (Pierre de la Rammée, nacido en 1515 y muerto en la noche de San
Bartolomé, 1572), conocido principalmente como filósofo. La pugna que sostuvo en filosofía
contra la lógica aristotélica y la escolástica, la continuó en gramática, y así, la gramática
francesa que publicó en 1562 bajo el lacónico título de Gramère, y que contiene (…)
diversas consideraciones agudas, en especial sobre fonética y sobre la división de la
morfología. (cap V, p. 51)

4. Lingüística histórica.- La “nueva lingüística”, como la calificó Thomsen, se nutre de la


gramática histórico-comparatista. Esta es la fuente principal de la obra. Su valor se cifra en
la descripción de un período en el que Thomsen participó de manera directa y muy
destacada.
Rask, Bopp y Grimm han contribuído, cada cual a su modo, a iniciar un nuevo desarrollo en
la lingüística y a cimentar la ciencia comparada de las lenguas: Rask, en primer lugar,
merced a sus investigaciones sobre las lenguas nórdicas, en especial del islandés, (…) y
también mediante sus estudios de las diversas relaciones de parentesco y puntos de mutua

44
dependencia de éstas y otras muchas lenguas; Bopp, por su característico modo de servirse
del sánscrito en el cotejo de las lenguas de nuestro tronco lingüístico y por sus ingeniosas
disquisiciones anatómico-genéticas (…); Grimm, finalmente, por sus tratados de las lenguas
góticogermánicas y su sólida manera de aplicar a su estudio los puntos de vista históricos.
(cap IX, p. 85)

En el siguiente pasaje sobre las teorías del alemán Jakob Grimm (1785-1863) y el danés
Rasmus Rask (1787-1832), el historiador anotó informaciones y valoraciones en las que
atesora un conocimiento extraordinario.
La causa de que Grimm y Rask, que al principio habían mantenido correspondencia
relativamente amistosa, a pesar de sus destacadas discrepancias en el terreno científico,
incurrieran en abierta hostilidad en la última parte de su vida, estriba, en parte, en que
Rask no podía penetrar en el terreno histórico, especialmente cuando llega a la ordenación
sistemática de las distintas flexiones y en casos análogos. En este punto, el desarrollo
posterior de la lingüística ha dado a Grimm la razón en todo frente a Rask. (cap IX, p. 82

Thomsen aportó un juicio ponderado sobre los autores de los que trató. Se atuvo a factores
objetivos y a aspectos particulares, como la nacionalidad de los lingüistas. Este mismo rigor
le dio pie a proclamar la valía de su compatriota y discípulo de Rask, J. H. Bredsdorff. Lo
equiparó a las grandes figuras del comparatismo, Rask, Bopp y Grimm. Por el interés que
tiene se disculpará la reproducción del extenso párrafo dedicado a Bredsdorff.
Desearía se me permitiera colocar al lado de estas tres figuras de la lingüística al danés J.
H. Bredsdorff (1790-1841), uno de los iniciadores de la nueva época, investigador
extraordinariamente genial y profundo. De sus diversos tratados lingüísticos, exceptuando
aquellos que tratan de fonética, debemos destacar aquí la obra Sobre las causas de las
variaciones de los idiomas, editada como trabajo escolar en Roskilde, en 1821, cuya nueva
edición corrió a mi cargo en 1886, la cual, dentro de su modestia, se nos revela como una
sucinta obra maestra por el don de observación y la agudeza de visión de su autor, a pesar
de la frecuente inconsistencia de su material lingüístico, representa en toda su manera de
ver un avance de medio siglo sobre su tiempo. Mas por desgracia, en parte por esta razón,
en parte por la forma de publicación, pasó por entero inadvertida, sin poder ejercer en la
evolución lingüística el menor influjo, lo que fué muy de lamentar. (cap IX, p. 85)

Es interesante este pasaje porque muestra aspectos de la enunciación, es decir, las marcas
del historiador en la creación historiográfica. El autor se designó a sí mismo e intervino
como un personaje o “existente” del relato. En primer lugar, pidió permiso para realizar lo
que podía tomarse como una licencia al poner en la máxima categoría a Bredsdorff. Y en
segundo lugar señaló su responsabilidad como editor en la transmisión de las enseñanzas
del compatriota.
Si tomamos distancia respecto de este homenaje a J. H. Bredsdorff y examinamos su influjo
en posteriores obras de historia de la lingüística, el balance es muy escaso[10]. Pero ésta
página particular del nacionalismo es incomparable con el efecto que ha tenido Thomsen en

45
la historiografía. Son tópicos fundamentales las controversias sobre la naturaleza motivada
o convencional del signo y sobre la anomalía o analogía de la lengua como código.
La vigencia de Thomsen tiene también otras causas. Su perspectiva, vinculada a la
gramática comparada, aportó el interés por la tipología lingüística. Ese fue un criterio que
permitió valorar como relevantes documentos del Renacimiento y de los siglos XVII y XVIII.
Una muestra de ello es la sección que dedicó al gramático renacentista Scalígero.
Hagamos resaltar que adeudamos al genial y polifacético filólogo José Justo Scalígero
(1540-1609), hijo de Julio César Scalígero, el primer ensayo de agrupación de las lenguas
de Europa, a pesar de su brevedad, extraordinariamente claro y completo. Redúcelas a once
troncos de lenguas «matrices», con multitud de dialectos o «propagines». (cap V, p. 50)

Y las gramáticas misioneras son otro ejemplo de cómo la tipología es un problema que
interesa a la lingüística. Las preguntas sobre tipología permiten rastrear el pasado y
redactar una historia.
He aquí tal vez la causa de la extrema importancia del siglo XVII, y todavía más del XVIII,
en la historia de esta ciencia, a saber: la ampliación cada vez mayor de sus dominios, a lo
que contribuyen dos circunstancias principalmente: el afán de viajar y el celo por la
expansión de la religión de Jesucristo. Aparecieron gramáticas de multitud de lenguas de
otras partes del mundo, en especial de Asia y América, todas ellas según el esquema de la
gramática latina, y a su vez léxicos que insertaban con frecuencia versiones de trozos más o
menos amplios de la Biblia. ( cap VI, p. 56-7)

Estos párrafos muestran algo más que la consideración de la gramática de las causas de
Scalígero y las gramáticas misioneras. Indican una realidad general de la obra, esto es que
la tipología, junto con la descripción gramatical, forma el eje de La Historia de la
Lingüística de Thomsen. Su discurso alcanza una clara unidad y continuidad a partir del
Renacimiento. A las aportaciones ya mencionadas de esta época suma las de Leibniz,
los Linguarum totius orbis vocabularia, en tiempos de Catalina II de Rusia, y Lorenzo Hervás
y Panduro.

Tradición de la obra de Thomsen


La difusión de la obra de Thomsen ha contado con ediciones en danés y en otras lenguas.
Esta buena acogida editorial se ha producido a lo largo del siglo XX. Y algunas ediciones han
completado las páginas del fundador con apéndices sobre la historia reciente de la
lingüística.
La imprenta de la Universidad de Copenhague publicó en 1902 Sprogvidenskabens historie.
Como se ha dicho, formaba parte de la colección sobre lingüística. Se reimprimió en 1908. Y
se incluyó más tarde en el primer tomo de las obras completas de Thomsen, que apareció
en 1919.
La traducción al alemán apareció en 1927 (Halle, Niemeyer), en el mismo año de la muerte
de Thomsen. Corrió a cargo de Hans Wolfgang Pollak y se tituló Geschichte der
Sprachwissenschaft bis zum Ausgang des 19. Jahrhunderts. Kurzgefasste Darstellung der
Hauptpunkte (Historia de la lingüística desde los ínicios hasta el siglo XIX. Breve descripción

46
de los principales puntos). Reeditó la versión alemana la editorial Ferdinand Enke, de
Stuttgart, en 1940. La misma traducción alemana de H. Pollak, junto con el prólogo
de Christoph Gutknecht, en 1979 una nueva edición de la editorial P. Lang, en Berna.
Del Extremo Oriente proceden las versiones al japonés y el chino. En 1937 apareció la
traducción al japonés de Hisanosuke Izui y Shinʼichi Takaya, Gengogakushi: sono shuyōten
o tadorite, publicada en Tokio por Ko-bundo-shobo. Y una reedición de esta versión,  en
1998, corrió a cargo de la editorial Yumani Shobo en la capital nipona. En 1960 Zhenhua
Huang realizó la traducción al chino. Se publicó en Pekín, a cargo de la editorial Ke xue chu
ban she, con el título Shi jiu shi ji mo yi qian de yu yan xue shi.
Una edición muy interesante es la versión castellana, que se distingue por la organización
del texto y la inclusión de escritos complementarios. En efecto, en 1945 se publicó la
traducción al castellano de Javier de Echave-Sustaeta: Historia de la Lingüística. La edición
de Labor se incluyó en la colección de “Ciencias literarias”. Estaba ilustrada con fotografías
del autor y de lingüistas contemporáneos, como Bopp, Saussure y Meillet (p. 171-4). Javier
de Echave-Sustaeta, que era profesor de latín de la Universidad de Barcelona, tradujo el
texto a partir de la versión alemana de 1927 de H. Pollak. Como se ha dicho, dividió la obra
en catorce capítulos y los encabezó con un sumario del contenido; también prescindió de
algunas notas del texto original que consideró de menor interés. E incluyó un prólogo para
glosar la figura de Thomsen y presentar la traducción.[11]
Echave-Sustaeta también redactó un extenso epílogo de 33 páginas (p. 133-165) para
cubrir el período de cuarenta años que media entre el original de Thomsen y la edición
española. El apéndice resume los principios de la gramática comparada, añade una
bibliografía y presenta las figuras de finales del XIX y principios del XX. Reseña las ideas de
Saussure y su “escuela sociológica”, si bien considera que su orientación no es apropiada. Y
elogia la aportación de la escuela parisina de Meillet porque es afín a la neogramática, un
paradigma en el que se reconocía el latinista Echave-Sustaeta. [12]

Con Internet y la edición digital el libro de Thomsen ha conseguido un nuevo canal de


difusión en el siglo XXI. El proyecto de la Open Library consiste en la difusión de los fondos
históricos de bibliotecas universitarias. En virtud de ello, se ofrece en la red la edición
facsimilar de dos ejemplares de Sprogvidenskabens historie que pertenecen a las bibliotecas
de Michigan (USA) y de Toronto (Canadá). Han aparecido en 2007 y 2009, respectivamente
(véase la nota 4).
La tradición de una obra se basa en la preservación de su contenido mediante la edición y la
propagación de sus ideas en los trabajos de autores posteriores. Es usual la cita de
Thomsen en obras generales de historia de la lingüística, si bien suele ceñirse a una
mención en la bibliografía. Las excepciones son Hjelmslev (1942) y Mounin (1967) –a
quienes ya hemos hecho referencia–, Tusón (1982), Malmberg (1991) y Lepschy (1992).
[13] Las menciones que hace J. Tusón de Thomsen toman en consideración su historia de
la lingüística, mientras que los comentarios de Malmberg y Lepschy se refieren a las
aportaciones del danés al comparatismo. Son valiosos los dos puntos de vista porque
significan un reconocimiento como lingüista e historiador.

47
Tusón tiene en cuenta los juicios de Thomsen para criticar el enfoque neogramático del
precursor y para compararlo con el corte axiomático que brinda el estructuralismo y el
generativismo. Lo interesante es que realiza esta operación de cotejo en cada etapa de la
historia, de manera negativa en las primeras y positiva en las últimas. Sobre la Antigüedad,
señala como exagerado el reproche de Thomsen a los gramáticos latinos, que sólo se
interesaron por el latín. De la Edad Media destaca el silencio sobre los escolásticos modistas
y, ya en el siglo XVII, otro tanto sobre la gramática de Port-Royal. Recoge el elogio que
hace Thomsen del ilustrado español Lorenzo Hervás y Panduro como avanzado del
historicismo. Y apunta el tratamiento que hace Thomsen de las leyes fonéticas de Grimm.
De todo ello importa la presencia recurrente de Thomsen en el discurso del nuevo
historiador, a quien toma como referencia fundamental, pero sujeta a una perspectiva
limitada.

El valor del precursor


La figura de Thomsen es conocida en la historiografía pero ello no implica que esté
reconocida. Se tiene su aportación a la historia de la lingüística por primeriza y elemental.
Su libro parece demasiado breve para abarcar con perspicacia una tradición milenaria. Y se
le reprocha su sesgo hacia el comparatismo.
No obstante, la contribución de Vilhelm Thomsen a la historiografía merece mucha más
atención de la que ha recibido. Es fácil reconocer las diferencias entre Sprogvidenskabens
historie y sus secuelas, hasta el punto de que esa apreciación sugiera que las obras
posteriores no están motivadas por la primera. Pero hay suficientes afinidades entre la de
1902 y las actuales como para considerar su influencia. Thomsen centró su atención en
unos autores de los que ha surgido un corpus clásico. Ello es especialmente apropiado en el
período de la Antigüedad. Más aún, por encima de los nombres propios estableció unos
temas con los que delimitó un trayecto expositivo que se sigue en la actualidad. Esos temas
son el discurso del mito y de la argumentación, la escritura y la cultura griega, la naturaleza
del signo lingüístico, la lengua como anomalía o analogía y los repertorios multilingües,
entre otros.
Conviene señalar la predilección de Thomsen por la etapa del historicismo en el siglo XIX.
Como se ha dicho, más de la mitad de la Historiade la  lingüística trata de la gramática
comparada. Hay aquí un fenómeno notable de asimetría temporal, que sin embargo justifica
con una exposición precisa y relevante. A su relato le asiste el mérito del erudito historiador
y del investigador comparatista.[14]
Da sentido cabal a la obra un programa coherente. Su progreso requiere tres etapas. La
primera elabora la gramática como instrumento empírico de descripción de la lengua, con
Varrón y Dionisio el Tracio, entre los antiguos, y Scaligero y Ramus entre los renacentistas.
A continuación sigue una etapa de exploración de las lenguas y sus relaciones, con las
gramáticas misioneras y los repertorios multilingües. Y la tercera etapa se centra en la
cartografía y genealogía de las lenguas, así como en el estudio de su tipología e historia.
[15]

48
Este programa historiográfico, que se alumbró bajo el paradigma histórico-comparativo,
resultó no sólo coherente sino enriquecedor. Con el advenimiento del paradigma
estructuralista o axiomático han emergido nuevos autores y asuntos, como la gramática de
Por-Royal y su aplicación de la teoría del signo, o John Wilkins y la creación de lenguas
artificiales. Y más tarde, con el paradigma hermenéutico y de la variación lingüística, se ha
producido otra renovación, de modo que resultan significativos para el pensamiento
lingüístico la sofística, la retórica de B. Gracián o la distopía futurista de G. Orwell.[16]
El avance de la lingüística estructural auspició en los años sesenta la aparición de muchos
libros de historia de la lingüística[17]. La actualidad de la obra de Thomsen se prolongó
hasta esa década. Sentó cátedra durante sesenta años. A su vez, los manuales que le
relevaron han sido desplazados a partir de los años noventa por nuevas obras, que han
surgido de un paradigma de especialización en la historiografía[18].
Hubo una etapa fundacional, con la figura única de Thomsen, que aportó la matriz de
etapas, obras y asuntos. Le siguió otra de profusa actividad, con el esplendor de la
lingüística como paradigma de las ciencias. Es la que se ocupó de ampliar y matizar la
recopilación de los hechos memorables del pasado. Y le ha sucedido luego otra que refina la
metodología y se abre a una perspectiva compleja del pensamiento lingüístico. En esa
perspectiva amplia se acomodan el programa filológico y el hermenéutico.
Desde la perspectiva actual de la historiografía, la obra de Vilhelm Thomsen recobra un
nuevo sentido. Su Historia de la Lingüística; una exposición concisa  aparece como un texto
que no sólo tiene mucho interés como objeto de investigación sino también como modelo de
relato. Es un modelo por su estilo conciso y sobrio. Y también lo es por su contenido sagaz y
original. Ese modelo surgió de una mirada nueva a la historia.
La mirada que Thomsen dirigió al pasado concibió una disciplina nueva. En 1902 compuso
una obra que recogía una sugestiva investigación sobre la historia. “Apenas se da objeto
que invite más que éste a la investigación”, escribió en el inicio del libro, “y en pocos
terrenos puede el investigador volver como en éste la vista a tan remoto desarrollo”. Con
este manifiesto proclamó la Historia de la Lingüística.

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<HTTP://IA351417.US.ARCHIVE.ORG/1/ITEMS/SPROGVIDENSKABE00THOMGOOG/SPROGVIDENSKA
BE00THOMGOOG.PDF>. Traducción al alemán de Hans Wolfgang Pollak: Geschichte der
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Hauptpunkte [Historia de la lingüística desde los ínicios hasta el siglo XIX. Breve descripción de
los principales puntos], Halle, Niemeyer, 1927; 101 p., 23 cm.;  Stuttgart, Ferdinand Enke,
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Gutknecht.  Traducción al japonés de Hisanosuke Izui y Shinʼichi Takaya, Gengogakushi: sono
shuyōten o tadorite, 言 語 学 史  : そ の 主 要 点 を 辿 り て  /¸ Tokyo: Ko-bundo-shobo, 1937; Tokyo:
Yumani Shobo, 1998. Traducción al castellano de Javier de Echave-Sustaeta: Historia de la
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51
[1] El presente artículo recoge una investigación que participa del proyecto FFI2009-10424,
"Globalización, intercomunicación y lenguas propias en las comunidades lingüísticas
medianas", financiado por MEC (0FIL).
[2] H. Pedersen publicó en 1924 en danés El descubirmiento del lenguaje. Ciencia
lingüística en el siglo XIX. La traducción al inglés corrió a cargo de J. W. Spargo en 1931
(Harvard University Press) y en 1962 se reeditó (Bloomington, Indiana University Press).
[3] Un antecedente parcial, puesto que se circunscribe a la Antigüedad clásica, se halla en
la obra de 1863 de Heymann Steinthal, Geschichte der Sprachwissenschaft bei den
Griechen und Römern: mit besonderer Rücksicht auf die Logik (Berlin, F. Dümmler's
Verlagsbuchhandlung). (Mounin 1967:2; Arens 1969:1022)
[4] En el fondo “Internet Archives” de la Open Library se puede consultar una copia digital
de la edición original en
danés  <WWW.ARCHIVE.ORG/DETAILS/SPROGVIDENSKABE00THOMGOOG>. El ejemplar impreso
que se ha reproducido pertenece a la biblioteca de la Universidad de Michigan (USA). En
marzo de 2007 Googel Books realizó la edición digital. La página es de acceso libre y ofrece
el archivo del libro de Thomsen en diversos formatos, entre ellos como documento de texto
(211 K):
<WWW.ARCHIVE.ORG/STREAM/SPROGVIDENSKABE00THOMGOOG/SPROGVIDENSKABE00THOMGO
OG_DJVU.TXT>;
como documento facsimilar en pdf (4,46 Mb):
<HTTP://IA351417.US.ARCHIVE.ORG/1/ITEMS/SPROGVIDENSKABE00THOMGOOG/SPROGVIDEN
SKABE00THOMGOOG.PDF>;
o para la lectura en red, con buscador de términos:
<HTTP://WWW.ARCHIVE.ORG/STREAM/SPROGVIDENSKABE00THOMGOOG >.
También como documento pdf (5,92 Mb), un ejemplar de la Universidad de Toronto
(Canadá) digitalizado en febrero de 2009:
<HTTP://IA331430.US.ARCHIVE.ORG/1/ITEMS/SPROGVIDENSKABEN00THOMUOFT/SPROGVIDE
NSKABEN00THOMUOFT.PDF>
Y en formato de
texto: HTTP://WWW.ARCHIVE.ORG/STREAM/SPROGVIDENSKABEN00THOMUOFT/SPROGVIDENSKA
BEN00THOMUOFT_DJVU.TXT
[5] Página 1, en la edición original; la versión procede de Hjelmslev (1943:35). El resto de
citas de Thomsen proceden de la edición castellana de J. Echave-Sustaeta (Madrid, Labor
1945), que tiene una paginación más extensa por la división del manuscrito en capítulos.
[6] Como referencia sobre la extensión del texto –además del número de páginas–, cabe
indicar que se compone de unas 32.000 palabras.
[7]  Hjelmslev (1942:32) ofrece una variación del subtítulo que no aparece en la edición
original, Una exposición concisa de sus hechos esenciales (En kortfattet fremstilling af dens
hovedpunkter).
[8] Un grado similar de reparto asimétrico puede verse en la antología de textos de Hans
Arens, La lingüística (1969). Dispone el material anterior al siglo XIX en 200 páginas –
recogido en la parte “El camino hacia la ciencia del lenguaje”–, mientras que el siglo XIX
ocupa 300 páginas y, finalmente, los sesenta años del siglo XX que estudia suponen 500
páginas más.
[9] La historiografía distingue entre la enunciación, el enunciado y la representación. La
enunciación presenta las acciones del autor, como las referencias a sí mismo (el yo autoral)
o el modo cómo organiza el discurso en partes. Corresponden al enunciado las fuentes, los
autores y obras citadas. Y se refiere a la representación el sentido que se da al relato
histórico, es decir, el canon o modelo de lingüística que se promueve.
[10] Aparecen dos referencias breves a Bredsdorff en H. Pedersen (1924, en la edición
inglesa de 1931, p. 260, nota 1) y en M. Leroy (1964, en la edición castellana de 1969, p.
29). En otro lugar del libro, en defensa de autores nacionales, Thomsen también distingue a
un gramático danés del Renacimiento, Jacobo Madsen Aarhus (Iacobus Matthiae, 1538-

52
1586), autor del compendio sobre fonética De litteris libri duo  publicado en 1586 (cap. V,
p. 51).
[11] El arte de la traducción ofrece variaciones tan curiosas como la que podemos apreciar
e n dos versiones vertidas al español. Comparemos la traducción de la primera frase del
libro de Thomsen. En la edición de Echave-Sustaeta dice así: “”Fuerza es considerar el
lenguaje como la manifestación del espíritu humano tenida por más digna de admiración a
lo largo de los tiempos”. Y la cita de la frase en Hjelmslev (1942:32), con traducción de
Alejandro Cánovas en 1987, reza del siguiente modo: “De todas las manifestaciones vitales
del hombre, no cabe duda de que el lenguaje es la que, en todo tiempo, ha parecido ser la
más milagrosa”. En ambos casos los traductores no han trabajado el manuscrito en danés
sino que han partido de traducciones del alemán y el francés, respectivamente. Por otra
parte, la fecha de la traducción –1945 y 1987, respectivamente– y la moda expresiva del
momento puede explicar unas diferencias estilísticas tan notables.
[12] El epílogo se compone de siete partes con el siguiente contenido: Renovación de la
lingüística. Aportaciones de la gramática comparada. Principios innovadores. La escuela
sociológica. La escuela parisiense. La lingüística romance. La escuela idealista.
[13] Tuson (1982:31 –n. 8-, 40, 62, 75, 89 –n. 31-, 177), Malmberg (1991:312, 325, 349,
351, 352, 412), Lepschy (1992:15, 227, 273, 280, 402).
[14] Junto a la asimetría temporal también hay asimetría local, en sentido de que ciertos
autores que le son más cercanos en el espacio aparecen más; es el caso de la lengua y los
gramáticos daneses, a los que hace referencia de manera preferente.
[15] Véase la afinidad de este programa con el plan histórico que propone P. Swiggers
(1997:V-VII)
[16] En relación a este paradigma contextual, véase Beuchot (1998) y Laborda (2005)
sobre la sofística y la retórica; y Joseph, Love y Taylor (2001) sobre Orwell y Bruner, entre
otros autores. Hay en Koerner y Asher (1995:3.8) una crítica frontal contra la historia de la
lingüística como “mera anotación de las investigaciones” sobre este campo, es decir contra
las etapas precedentes.
[17] En los años sesenta y posteriores hay una producción historiográfica considerable con
Ivic (1963), Leroy (1964), Robins (1967), Mounin (1967), Arens (1969), Tagliavini (1969),
Sebeok (1975), Parret (1976), Tuson (1982), Serrano (1983), Harris y Taylor (1989),
Marcos (1990),  Malmberg (1991) o Cerný (1996).
[18] Auroux (1989-2000), Lepschy (1992), Koerner y Asher (1995), Swiggers (1997),
Joseph, Love y Taylor (2001), Law (2003).

53

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