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DÉCADA DE 1990
Introducción
El contexto colombiano de los años 1990 con énfasis en las dimensiones política,
administrativa y fiscal.
“La descentralización se diseñó, entre otras razones, como una herramienta que buscó
fortalecer a los entes territoriales para responder a los retos y demandas de la ciudadanía
por más y mejores servicios de una manera eficiente y equitativa” (Zapata, Acosta, &
González, 2001, P 3), con este objetivo fundado en los principios de la Constitución de
1991 acerca del Estado Social de Derecho, surge la descentralización como una
herramienta para empoderar a las regiones frente a la toma de decisiones sobre su
desarrollo y funcionamiento.
Dentro de esa participación política ciudadana no se hizo esperar el uso del clientelismo
como práctica política que desencadenó la corrupción en las elecciones, además de
promover grandes cifras de abstencionismo en el país ante la falta de confianza del pueblo
en la estructura gubernamental. “En lo político, la descentralización no ha tenido mejores
resultados porque se ha desarrollado en medio de la violencia y no ha reducido la influencia
guerrillera; porque se siguen presentando altos niveles de clientelismo y despilfarro”
(Pening, 2003, P 142), todo este contexto fue de igual manera manchado de sangre en
relación con la crisis presente en torno a la presencia de actores armados que tenían
incidencia y poder desde el nivel municipal hasta el nacional. Estos grupos armados
ilegales, por un lado ejercían acciones violentas como forma de presión política, además de
poseer alianzas tanto con líderes políticos, como con grupos al margen de la ley con fuerte
imponencia que brindaban apoyo político, ejemplo de esta situación son los paramilitares y
los carteles del narcotráfico, quienes patrocinaron campañas electorales en los diferentes
niveles y de la misma manera desaparecieron a los candidatos que eran opositores a sus
“apadrinados”. Consecuencia profunda de esto residió en la
crisis de legitimidad y liderazgo, sufrida por el Estado y el régimen político en las últimas
tres décadas. Esta se ha traducido en altos niveles de violencia, falta de confianza de los
ciudadanos en las instituciones públicas, y la ausencia de una clase dirigente con un
proyecto de sociedad lo suficientemente claro y amplio como para orientar la sociedad y
articular los diferentes intereses sociales. (Orjuela, 1998, P 56)
Esto tuvo gran incidencia en las personas que se abstenían de votar, la ilegitimidad, la ola
de violencia y la mirada del mundo centraban a Colombia como el país de narcotráfico
violento ante la ineficacia del Estado que no tomada acciones, sino que contribuía a esa
gran cadena de corrupción, fueron tiempos difíciles, ya que esto incidió tremendamente en
la vida económica de los colombianos índices de inflación elevados, “el incremento de la
inflación desde 1970 fue bastante notable, pasó de un 6.8% en ese año a 13.63% en 1971 y
hacia 1973 estaba en un 23.54%” (Banco de la República, 1923-1997).
Tanto el nivel local, como el nivel nacional administrativamente las instituciones del
gobierno se vieron fuertemente acusadas por parte de la opinión pública debido a la dura
situación que enfrentaba el país. Esa gestión que debía estar medida como señala
Departamento Nacional de Planeación (2002), falló, en tanto que la confiabilidad de
acuerdo al desempeño municipal, no tuvo la correspondencia que se debe tener en la
administración y consistencia que debe ser fuerte en cuanto a las medidas que se tomen de
acuerdo al desarrollo de cada municipio.
Dimensión Fiscal
La dimensión fiscal en el periodo de la década de los 90’s en Colombia se ha caracterizado
por ser imponente en cuanto a las competencias que el compendio normativo que surge con
la reforma constitucional de 1991 les otorga a los municipios frente a la creación de
recursos para su mantenimiento, en tanto que estos dejen de depender en menor medida de
los recursos provenientes del nivel nacional.
Dentro de este apartado se puede evidenciar cómo a pesar que se les han dado todas las
facultades necesarias para el desarrollo de sus funciones frente al apartado financiero, en
muchas ocasiones estas responsabilidades fueron tomadas a la ligera por los entes
territoriales, por lo cual para la los primeros años del siglo XXI el Estado Colombiano optó
por ir disminuyendo las potestades que en materia fiscal se les había otorgado a las
entidades a nivel local desde la reforma de 1991.
En las características destacables que deja este ejercicio se encuentra que del monto de las
transferencias del nivel central a las regiones aumenta de acuerdo con cifras del informe de
Acosta, González & Zapata (2001) el 2.1% del porcentaje total del PIB entre 1990 y 2000,
de la misma forma, el situado fiscal aumenta un 0.4% dentro del mismo periodo de tiempo.
Por otra parte, Pening (2003) en su estudio expone que de 1993, año en que nace la Ley 60
–que reglamenta la distribución de competencias y atribución de recursos a las regiones por
parte del nivel central–, hasta 1995, el porcentaje del PIB que representa el situado fiscal
aumenta en un 7%, y en el periodo 1995-2000 aumenta alrededor del 31%.
Otro indicador importante es el gasto público total del país, que durante los años 90 se
reforzó en una tendencia creciente frente a la participación del gasto público en el PIB,
especialmente en los rubros de capital humano, defensa, seguridad y justicia y otros gastos
sociales (Posada & Gómez, SF). El gasto público destinado a capital humano (educación y
salud general y de niños) e infraestructura equivale durante los 6 años comprendidos entre
1996 y 2001 ha tenido un aumento de casi el doble con respecto al año de 1990, así mismo
pasa con los gastos de la infraestructura.
Este proceso de expansión del gasto territorial tiene como contrapartida fiscal las
transferencias del nivel nacional. Las transferencias aumentaron pasando del 29.55% de los
Ingresos Corrientes de la Nación en 1993 al 41.47% en 1999. Como porcentaje del PIB, las
transferencias han pasado del 3.88% a 5.69% en el mismo período, es decir, un poco menos
de dos puntos porcentuales del PIB, es decir que en estos casos la descentralización ha
beneficiado en materia fiscal al país (Pening, 2003, 131)
Por otra parte, el porcentaje de participación municipal aumenta tenuemente frente a los
gastos en los que incurre el nivel central para financiarle, en donde desde 1990 a 1995 este
porcentaje sólo creció en 0.01%, aunque para el periodo 1995-2000 creciera alrededor del
0.39%, de la misma forma, dentro de lo que se va a desarrollar sobre la importancia relativa
de las transferencias sobre los ingresos tributarios de las entidades territoriales en cuanto al
porcentaje del PIB, se refleja en las cifras utilizadas por Pening (2003) que los porcentajes
de las transferencias van a ser constantemente mayores a los de los propios ingresos de que
las instituciones a nivel municipal y departamental van a desarrollar para su manutención,
en donde de 1990 a 1995 el porcentaje de ingresos tributarios territoriales sólo va a
aumentar de 2.2% a 2.3%, solamente en un 0.1%, en tanto que las transferencias a entes
territoriales va a incrementar en igual medida de 3.9% a 4%, subiendo sólo en un 0.1%;
esta situación varía para el periodo 1995-2000, en donde el porcentaje de ingresos
tributarios territoriales aumenta de 2.3% a 2.7%, en total sólo el 0.4%, crecimiento
considerable en relación con la temporalidad anterior, aunque para el caso de que las
transferencias a entes territoriales, el porcentaje aumenta en mayor medida de 4% a 5.7%,
un total de 1.7%, lo que refleja que para la segunda mitad de la década analizada, los
municipios ya no podían o no querían generar los recursos por sí solos, razón por la cual el
Estado central tuvo que intervenir a comienzos del año 2000 para “salvar” a la “periferia”
de su fin.
Conclusiones
Bibliografía