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17vo Domingo T.O. - Año Par Ciclo A (1Re 3, 5.

7-12; Rom 8, 28-30; Mt 13, 44-52)

INVOCACION DEL ESPIRITU SANTO

✞ ✞ ✞ Padre, en Tus manos abandono mi vida y todo mi ser, para que me vacíes de todos
los pensamientos, palabras, obras, deseos e imágenes que me separan de Ti.
Calma mi sed y sacia mi hambre, lléname de Ti. Con humildad te entrego mi intención
de consentir tu Presencia y acción en mí, sáname, transfórmame, hazme de nuevo.
Ahora mismo anhelo y te pido a nombre de tu Hijo Jesús que me des al Espíritu Santo;
pues ya dispuesta mi alma, por tu gracia y misericordia; espera la luz que abra mi
mente y mi corazón para escucharte y ahí en mi meditación dejarme encontrar,
sorprender, seducir, tocar, y guiar por Ti.
Dime lo que quieres de mi para hacer Tu voluntad y no la mía. Dame el don de la
contemplación y la gracia para ver, aceptar y perseverar sin apegos, en este camino
hacia la Gloria.

✞ ✞ ✞ Señor Jesús, que tu Espíritu, nos ayude a leer las Sagradas Escrituras en el mismo
modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús.
Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de
Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía
ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los
acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren.

Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús,
podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú
estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo
pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu.
Amén

✞✞✞
Jesús, enséñame a gustar la infinitud del Padre. Háblame, Señor Jesús, acerca del
Padre. Hazme niño para hablarme de él como los padres de la tierra conversan con sus
pequeños; hazme amigo tuyo para hablarme de él como hablabas con Lázaro en la
intimidad de Betania; hazme apóstol de tu palabra para decirme de él lo que
conversabas con Juan; recógeme junto a tu Madre como recogiste junto a ella a los doce
en el Cenáculo..., lleno de esperanza para que el Espíritu que prometiste me hable
todavía de él y me enseñe a hablar de él a mis hermanos con la sencillez de la paloma y
el resplandor de la llama (G. CANOVAI, Suscipe Domine).
“JESÚS: DAME SABIDURÍA PARA ATESORARTE”
 «Llanura de Genesaret. Jesús despidió a sus oidores y siguió con sus
amigos».
 «Sucede con el Reino lo que con un tesoro escondido en el campo: el que lo
encuentra lo deja oculto, vende todo lo que tiene y compra aquel campo».
 «Sucede con el Reino lo que con un mercader que busca ricas perlas y que,
al encontrar una de gran valor se va a vender todo lo que tiene y la
compra».
 «Sucede con el Reino lo que con una red que echan al mar y recoge toda
clase de peces; los pescadores seleccionan los buenos en cestos y tiran los
malos»

1 RITOS INICIALES
✞ ✞ ✞ Antífona de entrada Cf. Sal 67, 6-7. 36

Dios vive en su santa morada. Dios, el que hace habitar juntos en su casa, él mismo
dará fuerza y poder a su pueblo.
Monición de entrada
Nuestra sencilla comunidad que se reúne cada domingo es el memorial perpetuo del
misterio de Cristo muerto y resucitado, es el signo visible de lo que somos y seremos.
En la eucaristía se esconde el tesoro del reino de los cielos, que ya hemos descubierto y
en el que vamos penetrando, sin llegar nunca en esta vida a conocerlo del todo.
Nos reunimos en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
✞ ✞ ✞ Saludo al altar y pueblo congregado

Misa del Domingo: XVII Domingo del Tiempo Ordinario, ciclo A (Conmemoración de San
Joaquin y Santa Ana). 26 de Julio 2020
Hacer la voluntad de Dios, guardar sus mandamientos, vivir el Evangelio, vale más que
miles de monedas de oro y plata (salmo resp.). La primera lect. nos presenta como
modelo a Salomón que no le pidió a Dios ni vida larga, ni riquezas, ni la vida de sus
enemigos, sino inteligencia para atender a la justicia, para escuchar y gobernar, que era
para lo que Dios lo llamó. En otros términos, el Evangelio nos dice lo mismo, con las
parábolas de tesoro escondido en el campo y del comerciante de perlas. Por tener el
reino de los cielos vale la pena renunciar a todo, no anteponiendo nada a Jesucristo.
• Dios nos eligió hace mucho tiempo de una manera especial y nos destinó a ser
verdaderas imágenes de su Hijo, para que Jesús sea el mayor de muchos hermanos.
Que nuestro hermano Jesús esté siempre con nosotros.
• La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté
siempre con nosotros.

✞ ✞ ✞ Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

• Señor mío y Dios mío, concédeme la gracia de encontrar el tesoro de tu Palabra para
hacer crecer tu Reino en mi corazón. Vengo ante ti para mostrarte mi pobreza y para
pedirte que concedas lo que más necesito para serte fiel, para amarte más y para
llevarte a los demás. Concédeme una fe inquebrantable y una confianza que me haga
esperarlo todo de ti, mi único Bien.

✞ ✞ ✞ Introducción por el Celebrante.

1. ¿Qué es lo que más apreciamos?


Para comprender qué es lo más valioso para ustedes, no piensen en sus preocupaciones
y en sus ansias habituales, porque sólo están en la superficie de las cosas. Piensen en
los momentos de crisis en su vida, cuando tienen que elegir lo único que realmente
importa. ¿Qué será eso? ¿Acaso ustedes mismos, las posesiones que tienen, o el Señor?
¿Tienen ustedes el valor de hacer la elección correcta? Pidan al Señor que les ayude a
elegirle a Él y a su reino. El resto no cuenta.
2. ¿Por qué valor arriesgo todo?
La gente sueña con frecuencia en encontrar un tesoro o ganar el primer premio en la
lotería nacional. El mensaje de hoy nos pregunta: Para ustedes, cristianos, ¿es su fe, su
vida cristiana, su intimidad con Dios el tesoro de su vida? ¿Están dispuestos a arriesgar
todo por ese tesoro? El reino de Dios, el evangelio, nuestra fe son la perla y el tesoro
que tenemos que encontrar y guardar. Que el Señor nos enriquezca a todos con esos
bienes.

✞ ✞ ✞ Acto penitencial
Le pedimos ahora al Señor que nos perdone porque con demasiada frecuencia nuestro
corazón no está fijo en Él, sino más bien en nosotros mismos, en las posesiones y en el
poder… (Pausa)
Señor Jesús, tú nos has traído el tesoro del amor del Padre:
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo Jesús, por tu muerte has ganado para nosotros el tesoro del perdón y de la vida:
R/ Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús, tú nos has dejado en la eucaristía el tesoro de tu presencia y de tu fuerza:
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
• Señor Jesús, Tú que eres el eterno presente, el hoy, el ahora, y que nos llamas a la
Eucaristía dominical, tiempo de renovación perpetua. Tu que no eres historia, sino, Pan
Vivo bajado del Cielo. Acéptanos indignos, pero prosternados humildemente, y
perdónanos por no aceptar tu cuerpo, tu sangre, tu alma y tu divinidad en muchas de
las misas en las que nos congregamos. O por recibirte aún sin haber perdonado a
nuestros hermanos. O comerte y beberte consciente de que no hemos tenido una
verdadera contrición en nuestro propio corazón, una confesión sincera. ! Dios Padre! en
el Nombre de tu Hijo amado, instrúyenos y concédenos por tu infinita gracia Aceptar a
Cristo como nuestro Señor y Salvador, nuestro alimento que da Vida; para morir con Él,
caminar por Él y gozar en Él. Amén.
Señor, por tu inmensa bondad perdona todos nuestros pecados. Y llévanos a la vida
eterna.

✞ ✞ ✞ Gloria a Dios.

Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu
inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos
gracias. Señor Dios, rey celestial, Dios Padre todopoderoso. Señor, Hijo único,
Jesucristo. Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre. Tú que quitas el pecado del
mundo, ten piedad de nosotros; Tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra
súplica. Tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros. Porque
solo Tú eres Santo, solo Tú Señor, solo Tú Altísimo, Jesucristo. Con el Espíritu Santo, en
la gloria de Dios Padre.

✞ ✞ ✞ Oración Colecta:

Oh, Dios, protector de los que en ti esperan y sin el que nada es fuerte ni santo;
multiplica sobre nosotros tu misericordia, para que, instruidos y guiados por ti, de tal
modo nos sirvamos de los bienes pasajeros que podamos adherirnos ya a los eternos.
Por nuestro Señor Jesucristo.
Pidamos a Dios nuestro Padre que nos dé un corazón que sepa discernir según el
evangelio. (Pausa)
Señor Dios, Padre nuestro, nuestro corazón permanece inquieto hasta que descubra la
paz que tú nos ofreces en tu Hijo Jesucristo. Ayúdanos a poner nuestra confianza y
alegría no en las cosas frágiles y perecederas, sino en tu Hijo, en su Buena Noticia de
Salvación y en el reino que vino a construir entre nosotros. Danos la gracia de ser
pobres de espíritu y receptivos, danos a cada uno de nosotros un corazón atento y sabio
que siga buscando hasta que te encontremos en Jesús y en los hermanos, que te
amemos, y que descansemos en ti. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.

2 LITURGIA DE LA PALABRA
✞ ✞ ✞ Primera lectura: 1 Reyes 3, 5.7-12

Los que buscan la sabiduría para discernir entre el bien y el mal y para hacer
la voluntad de Dios como el don más excelso son bendecidos por Dios. Ésta fue
la experiencia de Salomón.
5 Allí el Señor se le apareció en sueños a Salomón durante la noche y le dijo: - Pídeme
lo que quieras, que yo te lo daré. Respondió Salomón:
7 Y ahora, Señor Dios mío, tú me has hecho rey a mí, tu siervo, como sucesor de mi
padre, David, pero yo soy muy joven y no sé cómo gobernar
8 Tu siervo esta en medio del pueblo que tú has elegido, un pueblo numeroso, que no se
puede contar y cuya multitud es incalculable.
9 Da, pues, a tu siervo un corazón sabio para gobernar a tu pueblo y poder discernir
entre lo bueno y lo malo. Porque ¿quién, si no, podrá gobernar a un pueblo tan grande?
10 Agradó mucho al Señor esta petición de Salomón,
11 y le dijo: - Ya que me has pedido esto, y no una larga vida, ni riquezas, ni la muerte
de tus enemigos, sino Sabiduría para obrar con justicia,
12 te concederé lo que me has pedido. Te doy un corazón sabio y prudente, como no ha
habido antes de ti ni lo habrá después.
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• Un joven y un pueblo numeroso, imposible de contar. Una vez más, la Escritura nos
presenta la paradoja de Dios, tanto en su intervención soberana en la historia del
hombre como en su imprevisible juicio. Dios confía el pueblo a un joven monarca que
reinara como sucesor del gran rey David, depositario de promesas divinas y esperanzas
mesiánicas. Hay una realidad superior que destaca como garantía: entre el «joven» y el
pueblo, ambos elegidos, el único Señor es Dios. Salomón es consciente de ello, sabe que
ha sido elevado al rango de «siervo» de Dios al servicio del pueblo y que éste no es de
su propiedad: «Tu siervo está en medio del pueblo que tú has elegido» (v 8). El pueblo
es como un «primogénito» entre los demás pueblos, y el joven rey un monarca
estremecido ante la admirable grandeza del encargo. La confianza y la responsabilidad
del que es investido de poder le hacen tomar conciencia de su propia inadecuación para
el cargo. Es en este paso, de humildad, cuando nace como rey.
Y real es su ruego frente a la ayuda que el propio Dios le ofrece, acudiendo
abiertamente a su oculto azoramiento: «Pídeme lo que quieras, que yo te lo daré» (v.
5).
La súplica no versa sobre bienestar, poder o glorias terrenas: larga vida, riquezas y
muerte de los enemigos.
Todo se concentra en aquello que el hombre de por si no puede conseguir si Dios no se
lo concede: un corazón sabio e inteligente, capaz de discernir con equidad y veracidad.
Reinar como aquí se reconoce, es servir según estas altas prerrogativas: «La humildad
precede a la gloria» (Prov 15,33).
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1. El comienzo de la Sabiduría
1.1 Salomón tiene justa fama de hombre sabio, y así lo destaca el Antiguo Testamento.
Sin embargo, para comprender bien lo que significa ese elogio tenemos que hacer tres
precisiones.
1.2 En primer lugar, la sabiduría según la Biblia es más que el simple conocimiento.
Alguien puede amontonar muchos conocimientos y no ser sabio porque ser sabio no es
tanto conocer sino saber qué hace uno con lo que conoce. Se relaciona más con saber
vivir que con saber otras muchas cosas.
1.3 En segundo lugar, esta sabiduría es un don. Salomón pidió de Dios el regalo de ser
sabio. Tenemos la imagen de que los científicos de nuestro tiempo son gente muy sabia,
pero mucho de ellos despreciaría la fe como un camino para buscar nuestra ruta en esta
vida. En la Biblia es lo contrario: la sabiduría empieza por reconocer que esta vida tiene
mayor complejidad que todo lo que quepa en mi cabeza o mis palabras. Ser sabio es
reconocer que necesito una luz más grande que la que yo me puedo dar. Nadie puede
darme más y mejor luz que Dios, mi creador y quien más me ama. Según esto, la fe y la
plegaria son caminos privilegiados para la genuina sabiduría.
1.4 La sabiduría, entendemos entonces, es patrimonio frecuente de los humildes. Tiene
mucho que ver con el conocimiento de uno mismo. Salomón reza diciendo: "Yo no soy
más un muchacho y no sé cómo actuar. Soy tu siervo y me encuentro perdido en medio
de este pueblo tuyo, tan numeroso, que es imposible contarlo. Por eso te pido que me
concedas sabiduría de corazón para que sepa gobernar a tu pueblo." En vez de
considerarse jefe de un pueblo se considera siervo de Dios. Por consecuencia, cuanto
más uno mira a quiénes tiene "debajo" y menos mira a Quién tiene "arriba," menos
sabiduría real adquiere.
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Salomón pide uno de los dones más importantes a los que debe aspirar un dirigente: un
corazón que entienda para juzgar, un corazón lleno de sabiduría y discernimiento para
buscar el bien del pueblo. Dios escucha la oración de Salomón y le concede su ruego
porque, como gobernante, no ha pedido riquezas ni poder para su provecho personal,
sino sabiduría para el bien común.
✞ ✞ ✞ Salmo

Sal 118,57.72.76-77.127-128.129-130
R/. ¡Cuánto amo tu voluntad, Señor!
Mi porción es el Señor; he resuelto guardar tus palabras. Más estimo yo los preceptos de
tu boca que miles de monedas de oro y plata.
R/. ¡Cuánto amo tu voluntad, Señor!
Que tu bondad me consuele, según la promesa hecha a tu siervo; cuando me alcance tu
compasión, viviré, y mis delicias serán tu voluntad.
R/. ¡Cuánto amo tu voluntad, Señor!
Yo amo tus mandatos más que el oro purísimo; por eso aprecio tus decretos y detesto el
camino de la mentira.
R/. ¡Cuánto amo tu voluntad, Señor!
Tus preceptos son admirables, por eso los guarda mi alma; la explicación de tus
palabras ilumina, da inteligencia a los ignorantes.
R/. ¡Cuánto amo tu voluntad, Señor!

✞ ✞ ✞ Segunda lectura: Romanos 8, 28-30

Dios nos llama, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos e hijas.
Hermanos:
28 Sabemos, además, que todo contribuye al bien de los que aman a Dios, de los que Él
ha llamado según sus designios.
29 Porque a los que conoció de antemano los destinó también desde el principio a
reproducir la imagen de su Hijo, llamado a ser el primogénito entre muchos hermanos.
30 Y a los que desde el principio destino, también los llamo; a los que llamé los puso en
camino de salvación; y a quienes puso en camino de salvación les comunico su gloria.
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• En el ser humano hay una existencia escondida; el designio divino de su deificación en


Cristo. Cinco verbos recalcan el admirable proyecto del Altísimo: conocer, predestinar,
llaman justificar y glorificar. El primero expresa una relación de tipo existencial: ¿qué
vínculo media entre el Creador y la criatura? Se trata de un «conocimiento» fundado en
una predilección de amor.
El segundo le asigna a Dios la primacía en la iniciativa de esta elección y apunta al
objetivo final, correlativo con el origen por su aprobación. Este «destino» manifestado a
priori no reduce la libertad humana, ya que conserva totalmente la facultad de adherirse
o no al proyecto divino.
El tercer verbo implica la vocación que se manifiesta en el corazón del hombre. Dios se
dirige directamente al interior del ser humano. La libertad de la persona, desde dentro,
agita el proceso de deificación en colaboración con la gracia divina.
El cuarto verbo formula con un término jurídico el concepto de recibir cuanto es debido
pero con creces, más allá del derecho. Un Dios que es amor ejerce un dominio único
sobre la creación: la vida. Referido al hombre, esto se traduce en benevolencia
profunda: misericordia.
Se entra así en el sentido pleno del quinto verbo: glorificar. Más que un deber del
hombre, reconocer y proclamar la gloria de Dios forma parte de su llamada. La alabanza
de su gloria es que el hombre viva para siempre como imagen de la santidad que
adquirió desde el principio.
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San Pablo nos exhorta a confiar en que todo lo que ocurre será, finalmente, para
nuestro bien. De un modo misterioso, que no siempre nuestros ojos alcanzan a ver, Dios
está conduciendo todo hacia la plenitud de la gloria, para que participemos de esa gloria
con Jesús.

✞ ✞ ✞ Aleluya:

Aleluya Cf. Mt 11, 25


R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Bendito seas, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has revelado los secretos del
reino a la gente sencilla.
R. Aleluya, aleluya, aleluya.

✞ ✞ ✞ “Padre, dame tu bendición”: “El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que anuncies
dignamente su Evangelio en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”

✞ ✞ ✞ Lectura del Santo Evangelio según: Mateo 13, 44-52

El reino de Dios vale más que cualquier otra cosa en el mundo. Por él
habríamos de estar dispuestos a renunciar a todo lo demás.
Dijo Jesús a la gente:
44 Sucede con el Reino de los Cielos lo que con un tesoro escondido en el campo: el que
lo encuentra lo deja oculto y, lleno de alegría, va, vende todo lo que tiene y compra
aquel campo.
45 También sucede con el Reino de los Cielos lo que con un mercader que busca ricas
perlas y que,
46 al encontrar una de gran valor se va a vender todo lo que tiene y la compra.
47 También sucede con el Reino de los Cielos lo que con una red que echan al mar y
recoge toda clase de peces;
48 una vez llena, los pescadores la sacan a la playa, se sientan, seleccionan los buenos
en cestos y tiran los malos.
49 Así será el fin del mundo. Saldrán los ángeles a separar a los malos de los buenos
50 y los echarán al horno de fuego; allí llorarán y les rechinarán los dientes.
51 Jesús preguntó a sus discípulos: -¿Habéis entendido todo esto? Ellos le contestaron: -
sí.
52 Y Jesús les dijo: -Todo maestro de la Ley que se ha hecho discípulo del Reino de los
Cielos, es como un padre de familia que saca de su tesoro cosas nuevas y viejas.
PALABRA DEL SEÑOR. R/ GLORIA A TI, SEÑOR JESÚS.

✞ ✞ ✞ “Que por el Evangelio sean perdonados nuestros pecados veniales”

Reflexión
Vender todo con alegría. “Vender todo lo que se tiene para comprar algo” es un modo
de proceder que refleja ciertas convicciones y actitudes. Tanto en el caso del que
encuentra el tesoro en el campo como en el del comerciante que encuentra la perla de
gran valor, el Señor refiere una característica: “totalidad”, lo venden todo. ¿Por qué?
Porque tanto el tesoro como la perla lo ameritan. Es decir, para esas personas obtener
esos bienes justifica deshacerse de todo lo que tienen pues, en ese sentido, valen más
que todo ello.
Esa disposición a “vender todo” está estrechamente unida a la conciencia del valor del
tesoro o de la perla. Y, como es obvio, no sólo del valor objetivo del tesoro o de la perla
sino de lo que éstos significan para la persona que los encuentra. Es decir, es algo
valioso que representa para ellos un bien a tal punto precioso que están dispuestos a
venderlo todo para adquirirlo.
En el caso del hombre que encuentra el tesoro, Jesús nos dice que «lleno de alegría, va
a vender todo lo que tiene y compra el campo». Un detalle muy significativo. Este
hombre no parece detenerse a pensar en todas las cosas de las que se tiene que
deshacer (vender) para poder comprar el campo. Parecería que toda su atención está
puesta en el tesoro que ha encontrado y eso lo llena de alegría. ¿Por qué la mención de
Jesús a la alegría? Tenemos ahí una veta interesante para reflexionar. ¿Cuál es el lugar
de la alegría en la vida de un cristiano, en mi vida como cristiano? ¿Ser discípulo de
Jesús cargar con la cruz que Él pone sobre nuestros hombros, extingue la alegría? ¿Es
un camino apesadumbrado y triste? ¿Hemos olvidado el gran tesoro que hemos
encontrado y nos dejamos doblegar por las dificultades de la vida?
El comerciante de perlas, por su parte, es presentado por Jesús como alguien «que
busca perlas finas». Detalle también significativo pues apunta hacia una actitud
fundamental en relación con el Reino de los Cielos: la búsqueda. En un pasaje muy
hermoso, el Catecismo vincula ambos elementos —la búsqueda y la alegría— y nos dice:
«“Se alegre el corazón de los que buscan a Dios” (Sal 105, 3). Si el hombre puede
olvidar o rechazar a Dios, Dios no cesa de llamar a todo hombre a buscarle para que
viva y encuentre la dicha. Pero esta búsqueda exige del hombre todo el esfuerzo de su
inteligencia, la rectitud de su voluntad, “un corazón recto”, y también el testimonio de
otros que le enseñen a buscar a Dios» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 30).
De muchas maneras nos interpela el Señor con estas palabras de su Evangelio. Las
actitudes de estos dos hombres (el comerciante y el que encuentra el tesoro), su
búsqueda y su alegría, su disponibilidad para venderlo todo con tal de obtener el tesoro
o la perla, nos ofrecen la ocasión de examinar nuestra actitud, nuestras disposiciones
interiores. El compromiso con Jesús es totalizante. Cuando nos encontramos con Él
muchas veces experimentamos que nos pide todo, y eso puede atemorizarnos o sembrar
dudas en nuestro corazón. El Papa Benedicto XVI recoge esta experiencia en una frase
que es casi un programa de vida y vale la pena recordar: « ¡No tengáis miedo de Cristo!
Él no quita nada, y lo da todo. Quien se da a Él, recibe el ciento por uno. Sí, abrid, abrid
de par en par las puertas a Cristo, y encontraréis la verdadera vida».
Como cristianos hemos encontrado el “gran tesoro”, la “perla de mayor valor” y esta no
es otra que Cristo mismo. El tesoro escondido, la perla más valiosa, es Jesús, el Reino
de Dios en persona, que nos ha salido al encuentro y nos invita a la comunión con Él. Es
algo que sabemos y hasta tal vez repitamos a otros. Y, sin embargo, con qué facilidad se
nos diluye el “peso” de estas palabras. Nos acostumbramos a lo que ello significa y el
paso del tiempo, la rutina, las mismas adversidades de la vida van oscureciendo lo que
debería ser la fuente de nuestra mayor alegría e incluso nos pueden impulsar a poner
nuestro corazón en otras cosas que inadvertidamente se van convirtiendo en “nuestro
tesoro”.
Jesús, que conoce nuestro corazón, nuestros anhelos y fragilidades, nos invita a
discernir y nos pregunta: ¿dónde está tu tesoro? Pregunta esencial pues allí donde esté
nuestro tesoro estará también nuestro corazón (ver Mt 6,21). Sabemos que nuestro
tesoro es Jesús. Pero también sabemos cuánto nos falta hacer eso vida cada día. El
Señor también lo sabe y por ello nos da la fuerza para buscarlo siempre, para enderezar
el camino si es que nos hemos desviado, para renovar nuestro compromiso por seguirlo
cada día.

1 Contexto. La palabra se ilumina.


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La parábola del tesoro, la perla y la red barredera (13,44-52). Se trata de tres


parábolas sobre el reino que son exclusivas de Mateo. En las dos primeras, el problema
hermenéutico reside en decidir si el centro de interés se encuentra en el valor ilimitado
del tesoro o de la perla, o, más bien, en el comportamiento de quienes lo venden todo
para adquirir el objeto encontrado. Este último sentido resulta claro en el relato de la
perla y, probablemente, pueda aplicarse también al del tesoro.
Estas parábolas, exclusivas de Mt, tienen un tema común. Mientras otras hablan del
reino y de sus miembros en cuanto que forman un grupo, éstas van dirigidas a la
persona como individuo. En ambas el hombre vende todo lo que tiene (cf. 19,21). El
reino exige la renuncia total (6,24; 8, 18-22; 10,37-39). Aquí se carga el acento sobre el
supremo valor del reino más que sobre la renuncia; ésta tiene su premio. Todavía es
posible encontrar ocasionalmente en Palestina pequeños tesoros consistentes en
monedas y joyas que ponen al descubierto la casualidad o la exploración arqueológica.
En el inestable mundo antiguo, en que casi siempre estaba presente el peligro de las
invasiones extranjeras o de los bandoleros, no faltaban propietarios que enterraran sus
pequeños ahorros con la esperanza de regresar alguna vez, cosa que luego nunca
hicieron. El que encontraba un tesoro no daba cuentas al propietario del campo; Jesús
no emite su juicio sobre la moralidad del autor del hallazgo, sino que toma su avaricia
como un ejemplo del celo con que el creyente debe buscar el reino a cualquier precio.
De manera semejante, el mercader de perlas invierte todo lo que tiene en un negocio
del que está seguro que le compensará espléndidamente.
44. alegría: Esta nota no debe infravalorarse: el reino es un tesoro de tan alto valor
que un entendido lo daría gozosamente todo para conseguirlo; es la gran oportunidad de
la vida. Las medias tintas no ayudan a conseguir el reino de Dios (cf. J. Dupont, «Les
paraboles du trésor et de la perle», NTS 14 [1967- 681 408-18; J. D. Crossan, Finding in
the First Act [Filadelfia 19791).
47. como una red barredera: La parábola se desarrolla en los w. 47-48 y su
interpretación en los w. 49-50. El mensaje es el mismo que el de la parábola de la
cizaña (w. 24-30) y su interpretación (w. 36-43): el reino es un cuerpo mixto que está
formado por santos y pecadores (peces buenos y malos). La criba final debe dejarse a
Dios y a sus ángeles. Mientras tanto, la tolerancia y la paciencia deben guiar la práctica
de los que están en él.
Esta parábola, exclusiva también de Mt, está muy cerca de la parábola de la cizaña (24-
30.36-43). En ésta aparece incluso más claro el tema de la presencia de buenos y malos
en la Iglesia, y es idéntica la solución escatológica. En esta parábola, sin embargo, es
posible rastrear una formulación más antigua subyacente al segundo nivel alegorizante
de interpretación. El versículo introductorio no menciona a los buenos o los malvados,
sino que dice simplemente «de todo género». El reino, por consiguiente, se presenta
como universal en su amplitud, sin excluir a nadie. La red (en griego, sagéné) es la gran
red barredera. La frase escatológica de 50a es una repetición de 42a (cf. 8,12).
Lo viejo y lo nuevo (13,51-52). Mateo ya ha utilizado la fórmula conclusiva de Mc
(13,34-35), pero pone estos versículos, que le son peculiares, al final de su colección.
51. ¿Habéis entendido? Los discípulos, corporativamente, responden afirmativamente.
Para Mateo, la comprensión es una de las características del buen discípulo (cf. Mc 8,17-
21).
52. todo escriba que se ha hecho discípulo: Este versículo es importante por
diferentes razones. En primer lugar, en el marco de su contexto inmediato se trata de
una especie de parábola que concluye el capítulo dedicado a las otras siete. Es una
parábola que trata de la elaboración de las parábolas, es decir, una metaparábola que
invita al lector oyente a entrar en el proceso parabólico mediante la creación de nuevas
parábolas que se añadan a las que ya se han dado.
La expresión del v. 52 no se refería necesariamente a las parábolas en su contexto
original. La pregunta del v. 51 alude al «entendimiento» de las parábolas; cf. 13, 19,
donde Mateo añade esta misma palabra. La pregunta puede ser una elaboración para
introducir la sentencia. En el NT no hay alusiones a escribas cristianos, pero hay que dar
por supuesto que entre los miembros de la primitiva comunidad cristiana se incluían
algunos escribas. Muchos comentaristas creen que el mismo «Mateo» era uno de estos
escribas cristianos. La sentencia es una reafirmación, con forma diferente, del principio
de las relaciones entre la Ley y el Evangelio (5,17-20). El escriba que se ha hecho
discípulo utilizará lo viejo, la Ley y los Profetas, y lo nuevo, el Evangelio. Ninguno de
estos elementos es suficiente sin los restantes, pues el Evangelio es la plenitud de la
Ley.
Nuevo y viejo: El problema de la interpretación se centra en el significado de esta
frase. La opinión más común considera que lo viejo se refiere al AT y lo nuevo a la
enseñanza de Jesús sobre el reino. Pero A. Schlatter (Der Evarzgelist Matthaus
[Stuttgart 41 9571 450-5 1) defiende que lo antiguo incluye tanto el AT como la
enseñanza de Jesús, y que lo nuevo es lo que queda por delante, es decir, la crucifixión,
etc. J. Dupont objeta que esta visión está lejos de la intención de Mateo (5,17- 19). Se
hace necesario, por tanto, que hagamos una matización: Mateo no concibe una
innovación de la ley moral (kalaká), pero practica y fomenta la narración de historias
para hacer más atractiva y comprensible la ley (hagadá). En segundo lugar este
versículo sugiere que en la Iglesia de Mateo había escribas cristianos que ejercían su
propia actividad (23,34). Y, en tercer lugar, se ha interpretado, con bastante
fundamento, como un dato autobiográfico o autorretrato del evangelista. En esto tendría
afinidades con Pablo. (Dupont, J., Etudes sur les évatlgilrs synoptiques, 2.920.28. Zeller,
D., «Zu einer jüdischen Vorlage von Mt 13,52», BZ 20 [1976] 223-26.)
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• El Reino de Israel se basaba en estructuras terrenales y remitía a la Señoría última de


Dios, tres veces santo, inefable e invisible. El Reino de Dios, en cambio, radica en un
misterio totalmente Espiritual, se revela con la llegada del Verbo encarnado, que declara
estar dentro de nosotros (cf Lc 17,21). Las parábolas de Mateo sobre el Reino se
entienden desde esta clave de lectura, donde símbolo y analogía hacen referencia a una
verdad siempre más elocuente que la intuición inmediata.
Ante todo, es como «un tesoro escondido» (v. 44), pues no es una realidad visible, ni
perceptible para todos. El término tesoro, emparejado con escondido, ofrece la idea de
un valor inapreciable. La segunda parábola presenta el Reino de los Cielos como «un
mercader que busca ricas perlas» (v. 45). Es interesante advertir que aquí la
comparación análoga no es con la perla, sino con el mercader: la perla verdadera es
este hombre. La tercera parábola pasa de la imagen de un sujeto singular a la de una
pluralidad de individuos: el Reino de los Cielos es como «una red que echan al mar y
recoge toda clase de peces... seleccionan los buenos y tiran los malos» (cf vv. 47ss). La
visión tiene una fuerte marca escatológica, y no por esto deja de ser actual. La red
simboliza una realidad inmaterial mediante la cual pasa al cedazo desde el mar de la
historia la carga de la humanidad. El Reino se manifiesta en esta realidad, perceptible y
recóndita, preciada y buscada, que se realiza en el hombre, capaz de adueñarse de ella,
una vez encontrada, y que impregna de salvación a toda la humanidad.
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Jesus ha querido hacer comprender en las parábolas precedentes que el Reino de los
Cielos es distinto de las expectativas comunes. Con la imagen del tesoro y de la perla
revela ahora el esplendor de esta realidad y su estar por encima de todo deseo. Los
elementos de convergencia entre las dos parábolas «gemelas» enfocan su significado
fundamental. El Reino es algo que se encuentra, y hay que batirse por él, no importa
que sea por casualidad o por una búsqueda precisa; en consecuencia, es una realidad ya
presente. Su fascinación y su valor son de tal naturaleza que inducen a vender todo lo
que se había adquirido precedentemente con tal de poseerlo. El tema de la alegría, del
hallazgo inesperado de una realidad maravillosa, se encuentra explícito en la primera
parábola y subentendido en la segunda; en ambas, sin embargo, se resalta la naturaleza
y casi la obviedad de tener que dejar todo lo que se posee para tener algo que,
evidentemente, vale más (vv. 44s).
El discurso parabólico concluye con la parábola de la red, afín a la de la cizaña. El
evangelista las separa brevemente para poder ratificar el tema del juicio al final de los
tiempos. Actualmente, la red de los predicadores del Evangelio recoge a todo tipo de
individuos, pero no basta con «ser del grupo»: para entrar en posesión del Reino es
preciso haber tomado una decisión clara respecto a él.
Es interesante saber que los moluscos estaban considerados peces malos: eran
comestibles, pero se despreciaban por no tener espina dorsal. Aquí, los moluscos
representan a los individuos «sin nervio» que, por no haber llevado a cabo una opción
clara y coherente, serán excluidos del Reino junto con los «malvados» (cf. v. 41).
Los vv. 51s reflejan la preocupación del Maestro porque su enseñanza sea bien
comprendida: esto no contradice la tradición precedente, sino que la ilumina con la
aportación de su incomparable novedad. El hombre instruido en las Escrituras que se
hace discípulo de Jesús se convierte en administrador de un inmenso tesoro espiritual,
porque la Palabra de la Primera Alianza se enriquece con las enseñanzas del Nuevo
Pacto.
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Mateo 13:13-33, 44-52: una colección de parábolas


Ésta es una colección de cinco o seis parábolas (dependiendo como se cuentan a vv. 51-
52) del reino de los cielos. Estas parábolas no describen al reino de una manera
sistemática, sino que nos demuestran una serie de imágenes desde perspectivas
diferentes. Ninguna es definitiva, pero cada imagen añade a nuestro entendimiento.
Éstas son las parábolas del reino – cada una incluye las palabras “el reino de los cielos
es semejante.” “Reino de los cielos” es sinónimo con “reino de Dios.” Mateo usa estas
últimas palabras por respeto a la santidad del nombre de Dios.
Podemos emparejar estas parábolas:
• Las Parábolas del grano de mostaza y levadura contrastan principios pequeños con los
grandes efectos que llegan a tener, y enfatizan el poder de la acción de Dios. Se dirigen
a las muchedumbres.
• Las Parábolas del tesoro escondido y la perla tienen que ver con objetos de gran valor
que sirven de principio para un gran compromiso. Se dirigen a los discípulos.
• La Parábola de la red y la Parábola de la cizaña (vv. 24-30 – la lectura del Evangelio
de la semana pasada) enfatizan lo abierto que está el reino a todos los que deseen
entrar y el gran juicio que se acerca cuando lo malo será separado de lo bueno.
2 Reflexión. ¿Qué nos dice Dios en el Texto? La palabra me ilumina.
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Mateo 13:44-46: parábolas de alegría.


La Parábola del tesoro escondido y la Parábola de la perla son parábolas de
descubrimiento, alegría, y acción. El mercader está activamente buscando perlas,
mientras que el otro hombre simplemente se encuentra un tesoro en un campo. Ambos,
sin embargo, reconocen el valor asombroso de su descubrimiento, y venden todo lo que
tienen para poder comprarlo. Ninguno de estos casos menciona un sacrificio – tener que
dejar algo precioso – tener que tomar una decisión difícil. Ninguno está triste al tener
que vender todo, porque rebosa de alegría por su descubrimiento y la posibilidad de
poseer tal tesoro. Son como los discípulos, que dejaron todo para seguir a Jesús (4:18-
22; 19:27-30) – y Pablo, que pensaba de todo lo demás como una pérdida “por el
eminente conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor” (Phil. 3:8). No son como el joven
regidor rico que “se fue triste,” porque no soportaba dejar muchas de sus posesiones
(19:16-26).
Hay dos lecciones que aprender aquí:
• Una es lo que nos exige el Evangelio. Gracia no es gratis, sino que requiere
acción. No podemos vacilar – tratar de servir a dos amos (6:24). Ningún hombre
hubiera obtenido el tesoro si no hubiese estado dispuesto a pagar su precio. Además,
esta parábola empieza con la Parábola del segador (13:1-9), en la que la semilla no
encuentra lugar para tomar raíz en tres de los cuatro tipos de tierra. Jesús dice, “No os
hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompe, y donde ladrones minan y
hurtan; Mas haceos tesoros en el cielo, donde ni polilla ni orín corrompe, y donde
ladrones no minan ni hurtan: Porque donde estuviere vuestro tesoro, allí estará vuestro
corazón” (6:19-21).
• La segunda es que la alegría, no el deber, es lo que lleva a estos hombres a
actuar. No venden todo para comprar el tesoro porque han de hacerlo, sino porque sus
corazones lo exigen. Al presentar el Evangelio, haríamos bien en enfatizar alegría –
proclamar Buenas Noticias en lugar de malas. Condenación convence a pocas personas.
Llamadas de cumplimiento a menudo no entran por oídos tapados. Llamadas de alegría,
en vez, hacen que queramos responder.
Mateo 13:44: la parábola del tesoro escondido
No era raro que en esa época y lugar gente enterrara sus posesiones más valiosas, dado
que no existían bancos seguros para cuidarlos. Pequeñas aldeas no podían prevenir el
saqueo de bandoleros, y soldados tenían la libertad de tomar lo que necesitaran. El
entierro proveía la mayor seguridad, pero no ofrecía garantías. Una persona podía morir,
llevándose a su tumba el secreto de su tesoro. Gente podía dejar su hogar y más
adelante encontrar que no podía volver. Ley rabínica judía proveía que “Estos tesoros
pertenecen al que los encuentre – si un hombre encuentra fruta esparcida, dinero
esparcido… éstos pertenecen al que los encuentre” (Barclay, 94).
Hasta hoy, gente descubre tesoros escondidos y compra propiedades antes que otros
puedan descubrirlo y subir el precio. Inmediatamente se nos ocurren el oro y el petróleo,
pero algunos tesoros están escondidos a plena vista. Personas astutas compran una
granja al darse cuenta que el precio pedido no toma en cuenta un huerto de nogales –
árboles que pueden valer más que el terreno. Otros compran el control de una compañía
después de determinar que el valor de romperla excede el de sus acciones.
No debemos distraernos preguntando si este hombre debía haber revelado el tesoro al
dueño del campo. Éste es un cuento sencillo con un punto sencillo – el poder del reino
aumenta más y más – y no le hacemos ningún favor a nadie al complicarlo.
La NRSV dice, “que alguien encontró.” El griego dice “que un hombre (anthropos)
encontró.” Dada la referencia a una mujer en la parábola que precede (v. 33), quizá
haríamos bien en dejar la referencia masculina aquí.
Mateo 13:45-46: la parábola de la gran perla
“En el mundo antiguo las perlas ocupaban un lugar muy especial en el corazón de los
hombres. Gente deseaba poseer una bella perla, no solo por su valor monetario, pero
por su belleza también” (Barclay, 96). “Relatos antiguos cuentan de perlas que valen
millones de dólares en moneda actual” (Keener, 246).
Mercaderes compran para vender, pero como podemos comprender por esta corta
parábola, este mercader quiere la perla por el placer que le da poseerla. Quizá algún día
circunstancias pueden causar que la venda, pero sabemos que hasta que lo que pueda
ser una venta provechosa, él la venderá con gran aversión.
Mateo 13:47-50: la parábola de la red
Esta parábola tiene esencialmente los mismos puntos que la Parábola de la cizaña (vv.
24-30). Las lecciones son que:
• El juicio pertenece, no a los discípulos, sino que a Dios.
• El juicio vendrá.
En esta parábola, una red recoge todo tipo de peces, buenos y malos. Lev. 11:9-12
prohíbe el uso de criaturas sin escamas o aletas, por eso, los pescadores echaban fuera
los peces inútiles. En las aldeas cerca del Mar Galileo era algo común ver a pescadores
separando su pesca.
“La cual estando llena” (v. 48) “corresponde con… ‘al fin del siglo’ (v. 49), y así insinúa
un cumplimiento escatológico… El demonio, falsos discípulos, experimentarán el juicio
escatológico… Mateo nunca se cansa de avisar a sus lectores de la realidad del juicio y,
por lo tanto, la importancia de ser un discípulo genuino. Es un aviso que ambos el
mundo y la Iglesia necesitan” (Hagner).
“Anote las palabras se sentó: la división es callada, deliberada, y sin ninguna
oportunidad para errar” (Buttrick, 422). “La mención del juicio final recuerda a los
oyentes y a los lectores de las parábolas que ser discípulo no es un juego de ‘vamos a
hacer como si…’; sino que es un asunto de vida o muerte” (Brueggemann, 424).
“Esta parábola alienta a la iglesia a adoptar un método abierto y libre al evangelismo”
(Long, 158) – un método muy diferente del de los fariseos, que actuaban como porteros
y jueces. Un método abierto reúne en la red a los indeseados tanto como a los
deseados, pero esta parábola nos dice que ésta es la manera de Dios. Algunos
indeseados llegarán a ser verdadera gente del reino, y otros que parecían prometedores
en un comienzo traicionarán a Dios al final. Dios no nos hace responsables de mantener
a los indeseados fuera, sino que delega la separación entre lo malo y lo justo a los
ángeles al final del siglo.
Esta parábola no nos dice que ignoremos pecados graves. Unos capítulos más adelante,
Jesús establecerá procedimientos para castigar a los pecadores y para ex-comunicarles
si no arreglan su comportamiento (18:15-20).
Mateo 13:51-52: tesoro nuevo y viejo
Es importante comprender este Evangelio, y fue mencionado antes en este capítulo
(13:10-17). “‘Comprender’… es una calidad esencial para ser un discípulo auténtico”
(Senior, 158). La respuesta valiente de los discípulos “Sí,” sin embargo, nos deja
pensando. El tipo de pregunta que Jesús normalmente preguntaba, generalmente,
recibía una respuesta afirmativa. Los discípulos, sin embargo, comprenden solo en
parte. Solo después de la resurrección quedarán sus ojos verdaderamente abiertos.
“Todo escriba docto en el reino de los cielos” (v. 52). Jesús compara a sus discípulos con
los escribas – aquéllos calificados para enseñar el significado de la escritura. “Mateo
puede estar pensando de los discípulos de Jesús, como piensa de otros escribas, llenos
de sabiduría, autoridad, el correcto entendimiento de la ley, y quizá poseedores de
alguna inspiración profética” (Blomberg). Estos discípulos “se basan en la gran herencia
bíblica de la antigua Israel (que es vieja). Pero, interpretan la palabra antigua según la
revelación final de Dios a través del mensaje de Jesús y su ministerio (que es nuevo)”
(Gardner).
Escribas se preparan para el reino de los cielos por medio del estudio de la escritura. La
imagen es la de una persona reverente y disciplinada, dispuesta a cumplir la Palabra de
Dios. Esto es lo que Mateo espera de los discípulos. Jesús dice que tal persona “es
semejante a un padre de familia, que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas.”
“Tesoro puede referirse al recipiente en el que se guardan las cosas de valor o al tesoro
mismo (como en v. 44); aquí claramente se refiere al recipiente” (Morris, 363). El padre
de familia tiene una caja o un cuarto del que saca lo nuevo y lo viejo – en reversa del
orden esperado – así, se enfatiza la importancia de lo nuevo.
Mientras que lo viejo y lo nuevo no están claramente definidos, parece que lo viejo se
refiere a las Escrituras Hebreas y que lo nuevo se refiere a las enseñanzas de Cristo. “En
efecto, lo que Jesús está diciendo es esto: ‘Podéis comprender, porque vinisteis a mí con
unos antecedentes… Pero después de haber sido instruidos por mí, tenéis la sabiduría,
no solo de lo que ya sabíais, sino también de cosas que no sabíais antes’” (Barclay,
100). “El escriba cristiano… debe poder usar lo viejo y lo nuevo juntos para traer
claridad y entendimiento al mensaje del reino y su aplicación al presente. Lo viejo y lo
nuevo del escriba cristiano son los dos indispensables para el evangelio” (Hagner).
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1. Oración inicial
Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo
con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la
Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los
acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte.
Así, la cruz, que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente
de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los
acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu
palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús,
podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú
estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo
pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu.
Amén.
2. Lectura
a) Una división del texto para ayudarnos en la lectura:
Mateo 13,44: Parábola del tesoro escondido
Mateo 13,45-46: Parábola del mercader que busca perlas preciosas
Mateo: 13,47-50: Parábola de la red echada al mar
Mateo 13,51-52: Una parábola para concluir el discurso de las parábolas.
b) Clave de lectura:
En este domingo decimoséptimo ordinario meditamos las tres parábolas que componen
la parte final del Discurso de las Parábolas: el tesoro escondido, el mercader de perlas
preciosas y la red echada en el mar. Las parábolas de Jesús nos ayudan a sintonizar
nuestra mirada para percibir mejor la presencia del Reino de Dios en las cosas más
comunes de la vida. En el curso de la lectura es bueno fijar la atención a cuanto sigue:
“¿Qué cosa es para mí un tesoro escondido, un mercader en perlas preciosas o una red
echada en el mar? ¿De qué modo me ayuda mi experiencia a entender las parábolas del
tesoro, de la perla y de la red?”
c) El texto: Mateo 13,44-52
3. Un momento de silencio orante para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros
e iluminar nuestra vida.
4. Algunas preguntas para ayudarnos en la meditación y en la oración.
a) ¿Qué parte del texto ha llamado principalmente mi atención? ¿Por qué?
b) Según mi experiencia de vida, ¿qué entiendo por tesoro escondido, por mercader de
perlas preciosas o por red echada en el mar?
c) Esta experiencia mía ¿cómo me ayuda a entender las parábolas del tesoro, de la perla
y de la red?
d) ¿Cuál es la diferencia que existe entre las parábolas del tesoro y de la perla?
e) ¿Qué dice el texto sobre la misión a realizar en cualidad de discípulos de Cristo?
5. Para los que quieren profundizar en el tema
a) Contexto de las parábolas pronunciadas por Jesús:
Los evangelios contienen muchas parábolas de Jesús. Mateo llega hasta decir: “Todas
estas cosas Jesús dijo a la gente en parábolas y no les hablaba sino era en parábolas”
(Mt 13,34). Era el método usado comúnmente en aquella época para enseñar. Así era
cómo Jesús se hacía entender de la gente. En las parábolas, Jesús parte de cosas muy
comunes de la vida y las usa como términos de comparación para ayudar a las personas
a entender mejor las cosas menos conocidas del Reino de Dios. En el evangelio de este
domingo, Jesús parte de tres cosas bien conocidas de la vida de la gente: el tesoro
escondido en el campo, el mercader que busca perlas finas y la red que los pescadores
echan al mar.
b) Comentario del texto:
Mateo 13,44: La parábola del tesoro escondido
Aquí, el término de comparación para aclarar las cosas del Reino de Dios es el tesoro
escondido en el campo. Ninguno sabe que en el campo hay un tesoro. Un hombre lo
encuentra por casualidad. No sabía que lo encontraría. Lo encuentra y se alegra y acoge
con gratitud lo imprevisto. El tesoro descubierto no le pertenece todavía, será suyo sólo
si consigue comprar el campo. Así eran las leyes de la época. Por esto va, vende todo lo
que posee y compra aquel campo. Comprando el campo, se hace dueño del tesoro.
Jesús no explica la parábola. Vale aquí lo que ha dicho antes: “Quien tenga oídos oiga”
(Mt 13,9.43). O sea: “El Reino de Dios es esto. Lo habéis escuchado. ¡Ahora, tratad de
entenderlo! Si Jesús no explica la parábola, tampoco yo la explico. Es tarea de cada uno
de nosotros. Pero quisiera dar una sugerencia partiendo de lo que yo mismo he
entendido. El campo es nuestra vida. En la vida de cada cual hay un tesoro escondido,
tesoro precioso, más precioso que todas las cosas de valor. Quien lo encuentra ¿da todo
lo que posee para comprar aquel tesoro? ¿Lo has encontrado tú?
Mateo 13,45-46: La parábola del mercader en perlas finas
En la primera parábola, el término de comparación era “el tesoro escondido en el
campo”. En esta parábola, el acento es diverso. El término de comparación no es la
perla preciosa, sino la actividad, el esfuerzo del mercader que busca perlas preciosas.
Todos saben que tales perlas existen. Lo que importa no es saber que esas perlas
existen, sino buscarlas sin descanso, hasta encontrarla.
Las dos parábolas tienen elementos comunes y elementos diversos. En los dos casos, se
trata de una cosa preciosa: tesoro y perla. En los dos casos hay un encuentro, y en los
dos casos la persona va y vende todo lo que tiene para poder comprar el valor que ha
encontrado. En la primera parábola, el encuentro se sucede por casualidad. En la
segunda, el encuentro es fruto del esfuerzo y de la búsqueda. Tenemos dos aspectos
fundamentales del Reino de Dios. El Reino existe, está escondido en la vida, en espera
de quien lo encuentre. El Reino es fruto de una búsqueda y de un encuentro. Son las dos
dimensiones fundamentales de la vida humana: la gratitud de amor que nos acoge y nos
encuentra y la observancia fiel que nos lleva al encuentro.
Mateo 13,47-50: La parábola de la red echada en el mar
Aquí el Reino es semejante a una red, no una red cualquiera, sino una red echada en el
mar y que pesca de todo. Se trata de algo típico en la vida de aquéllos que escuchaban,
donde la mayoría eran pescadores, que vivían de la pesca. Una experiencia que ellos
tienen de la red echada en el mar y que captura de todo, cosas buenas y cosas menos
buenas. El pescador no puede evitar que entren cosas no buenas en su red. Porque él no
consigue controlar lo que viene de abajo, en el fondo del agua del mar, donde se mueve
su red. Sólo lo sabrá cuando tire de la red hacia lo alto y se sienta con sus compañeros
para hacer la separación. Entonces sabrán qué es lo que vale y lo que no vale. De
nuevo, Jesús no explica la parábola, pero da una indicación: “Así será al final de
mundo”. Habrá una separación entre buenos y malos.
Mateo 13, 51-52: Conclusión del discurso parabólico
En el Evangelio de Mateo, el discurso parabólico termina con un breve diálogo entre
Jesús y aquéllos que lo escuchaban que sirve de clave de lectura para todas las
parábolas. Jesús pregunta: “¿Habéis entendido todo esto?” Respuesta de la gente: “¡Sí!”
Y Jesús concluye con una frase muy bella: “Por esto todo escriba convertido en discípulo
del reino de los cielos es semejante al dueño de la casa que extrae de su arca cosas
nuevas y cosas antiguas” Esta frase final es otra pequeña parábola. “Las cosas nuevas y
las cosas antiguas que el dueño de la casa saca de su arca” son las cosas de la vida que
Jesús apenas ha propuesto en las parábolas: semillas arrojadas en el campo (Mt 13,4-
8), el grano de mostaza (Mt 13,31-32), la levadura (Mt 13,33), el tesoro escondido en el
campo (Mt 13,44) el mercader de perlas finas (Mt 13,45-46), la red echada en el mar
(Mt 13, 47-48). La experiencia que cada uno tiene de estas cosas es su tesoro. Y en esta
experiencia es donde cada uno encuentra el término de comparación para poder
entender mejor las cosas del Reino de Dios. A veces, cuando las parábolas no nos dicen
nada y no dejan libre su mensaje, la causa no es la falta de estudios. Sino la falta de
experiencia en la vida o la falta de profundidad de la propia vida. Las personas que viven
en la superficie sin profundizar en la experiencia de la propia vida, no tienen un arca de
donde extraer cosas nuevas y cosas viejas.
c) Profundizando: La enseñanza de las parábolas
Las parábolas de Jesús son un instrumento pedagógico que se sirve de la vida cotidiana
para indicar cómo ésta nos habla de Dios. Las parábolas hacen transparente la realidad,
reveladora de la presencia y acción de Dios. Convierten contemplativa la mirada de la
persona. Una parábola se refiere a cosas de la vida y por esto es una enseñanza abierta
que nos hace partícipes, que nos compromete, todos tenemos cualquier experiencia de
las cosas de la vida.
La enseñanza en parábolas hace partir a las personas de su experiencia de las cosas
comunes de la vida para poder entender el Reino: semilla, sal, luz, oveja, flor, mujer,
niños, padre, red, pez tesoro, perla etc.
Jesús no acostumbraba generalmente a explicar las parábolas. Sino que por lo general
terminaba con esta frase: “¡Quién haya oído, entienda!” (Mt 11.15; 13,9.43). O sea: “Es
esto. Lo habéis escuchado. Ahora tratad de entender”. Jesús dejaba abierto el sentido de
la parábola, no lo determinaba. Señal de que creía en la capacidad que la gente tenía
para descubrir el sentido de la parábola partiendo de su experiencia de vida. Alguna vez,
a petición de sus discípulos, explicaba su significado (Mt 13,10.36). Por ejemplo, los
versículos 36-43 explican la parábola del trigo y de la cizaña y también es posible que
estas explicaciones sean reflexiones de la catequesis que se hacían en las comunidades
de los primeros cristianos. Las comunidades se reunían y discutían las parábolas de
Jesús, tratando de comprender lo que Jesús quería decir. Así, poco a poco, la enseñanza
de Jesús comenzaba a ser asimilada en las catequesis de las comunidades que luego se
convertirán en una explicación de la parábola.
6. Salmo 19,8-15 La ley de Yahvé es perfecta.
La ley de Yahvé es perfecta, hace revivir; el dictamen de Yahvé es veraz, instruye al
ingenuo. Los preceptos de Yahvé son rectos, alegría interior; el mandato de Yahvé es
límpido, ilumina los ojos. El temor de Yahvé es puro, estable por siempre; los juicios del
Señor veraces, justos todos ellos, apetecibles más que el oro, que el oro más fino; más
dulces que la miel, más que el jugo de panales.
Por eso tu siervo se empapa en ellos, guardarlos trae gran ganancia; Pero ¿quién se da
cuenta de sus yerros? De las faltas ocultas límpiame. Guarda a tu siervo también del
orgullo, no sea que me domine; entonces seré irreprochable, libre de delito grave.
Acepta con agrado mis palabras, el susurro de mi corazón, sin tregua ante ti, Yahvé,
Roca mía, mi redentor.
7. Oración final
Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del
Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para
seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre,
podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y
reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos.
Amén.
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San Joaquín y Santa Ana.- Una antigua tradición, que arranca del siglo II, atribuye
estos nombres a los padres de la Santísima Virgen María. Los evangelios no nos hablan
de ellos. Las noticias sobre los mismos nos han sido transmitidas por los escritos
apócrifos, en particular el Protoevangelio de Santiago, del siglo II. Éste cuenta que
Joaquín contrajo matrimonio a los veinte años con Ana, perteneciente como él a la tribu
de Judá y al linaje de David. Procedentes de Galilea, se instalaron pronto en Jerusalén,
cerca de la piscina Probática, en la que Jesús curó a un paralítico. La actual iglesia de
Santa Ana recuerda esta tradición, aunque según otra, la casa de los abuelos de Jesús
estaría en Séforis (Galilea). Ser los padres de María es mucho.
Oración: Señor, Dios de nuestros padres, tú concediste a san Joaquín y a santa Ana la
gracia de traer a este mundo a la Madre de tu Hijo; concédenos, por la plegaria de estos
santos, la salvación que has prometido a tu pueblo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
• Estamos delante de la máxima lección de antropología teológica: hijo de Dios
convertido en imagen, hombre divinizado al emprender su historia, alabanza de quien es
su origen y que trasciende su naturaleza. Por eso tiene una única «pre-destinación: el
Reino de los Cielos, es decir participar plenamente de la visión y de la naturaleza del
mismo Dios, Inculcada desde el principio, toda esta realidad esta crucificada como el
pecado y resucitada en la redención por Cristo, con Cristo y en Cristo. «Pre-destinar» no
significa estar obligados a recorrer una vía preestablecida con una meta ya fijada, sino,
sencillamente, estar ordenados u orientados a ella con el ajuar de todas las
potencialidades y gracias necesarias para conseguirla. Quien rechaza el proyecto
misericordioso del designio divino —y puede hacerlo— se malogra a si mismo saliéndose
fuera de la meta, se descarrila. El secreto del éxito es la humildad, e igual de oculta es
la dimensión divina sembrada en el hombre. Con insistencia, la Escritura recuerda la
lección del temor de Dios como escuela de Sabiduría (cf Prov 15,33), por el que
únicamente al hombre «le ha sido dado conocer los misterios del Reino de los Cielos»
(Cf. Mt 13,11)
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Mateo 13, 44-46. Con la alegoría de la cizaña, Mateo quiere apelar al espíritu de vigilia
de los discípulos. El Reino requiere hombres despiertos, atentos a los acontecimientos.
En efecto, el Reino es una realidad que hay que descubrir; y el hombre tiene que leer
sus huellas en la historia y en su vida personal.
Un campesino encuentra su tesoro en su campo, o un mercader de perlas encuentra la
perla rara. Son acontecimientos inesperados; la vida da muchas vueltas, y los dos
hombres intentan vender todo lo que poseen para adquirir lo que no tiene precio.
¿Harías tú lo mismo por el Reino? Si es así, eres un verdadero discípulo...
Un criado descubre un valioso tesoro cuando trabaja en el campo... Un anticuario
encuentra la piedra preciosa que no esperaba... ¡Ambos arriesgan todo para hacerse con
maravilla semejante! ¡La pasión induce a cometer locuras! Sólo podemos hablar del
Reino en términos de seducción; no se puede ser discípulo a menor precio: el Reino no
acepta los términos medios.
¿Nuestra fe una pasión? Confesemos que nuestra fe religiosa es más bien mediocre,
sin relieve. Tratamos de buscar protección: una especie de seguridad, un contrato con
Dios. Calculamos los riesgos y nos mantenemos en una prudente reserva. Al parecer,
todo exceso es nocivo: por eso somos juiciosos y elegimos la medida justa, es decir, la
medida a medias...
¡Arriesgarlo todo! Jesús tenía razón: sólo se arriesga la vida cuando se ha descubierto
un verdadero tesoro. Hacemos locuras cuando estamos dominados por una verdadera
pasión. Pero ¿tiene nuestra fe algo que ver con el amor y la locura? "Ve, vende lo que
tienes" Arriesga tu vida, pues el tesoro, desde luego, es la salvación, el amor, la pasión
que Dios siente por nosotros. Arriesga todo con la certidumbre de que acabas de
descubrir la piedra preciosa. Has encontrado el tesoro que te colma: Dios cree en ti y
sueña con tu presencia. ¡Ese es tu tesoro, ahí está también tu corazón!
¡Arriesgarlo todo! Dios lo ha hecho desde siempre. Pues su tesoro es el hombre. Dios
ha abandonado su tranquilidad, su credibilidad, su paz, para contemplar al hombre en el
hueco de su mano, perla preciosa, resplandeciente del Espíritu que animaba la arcilla
modelada. Dios ha cometido locuras a causa de su pasión: una historia siempre
renovada con un pueblo de cerviz dura. "Yo estoy lleno de amor y fidelidad, conservo mi
fidelidad hasta la milésima generación" decía ayer, al presentar su "tarjeta de visita" a
Moisés. ¡Arriesgarlo todo! Dios ha vendido todo, hasta su bien más preciado: su Hijo irá
a la cruz.
Ante semejante pasión, ¿cómo no arriesgarnos nosotros en la aventura de la fe? ¿Cómo
no sentirnos conmovidos ante tal resplandor? Después de su entrevista con Dios,
después de la revelación de su nombre, después de haber contemplado las huellas del
paso de Yahvé, Moisés baja de la montaña, transfigurado. "Nada hay más hermoso que
un rostro al que toda una existencia de luchas y combates ha vuelto transparente"
(Hermano Roger, Ta jete soit sans fin): Moisés ha sido seducido y su rostro llevará en
adelante las cicatrices de este encuentro. ¿Cómo no íbamos a sentirnos alterados por la
revelación de la pasión divina? Pues allí donde está nuestro corazón, allí está nuestro
tesoro. ¿Cómo íbamos a poder, en efecto, descubrir perla tan delicada sin ejercitar
nuestra visión y sin habernos puesto a buscar? Si no hubiéramos trabajado la tierra
para renovar el campo, si no la hubiéramos preparado amorosamente, ¿cómo íbamos a
descubrir el tesoro escondido? Dejaos, pues, trabajar por Dios y descubriréis su tesoro y
su pasión.
Mateo 13, 47-53. La orilla, el mar: el lector encuentra aquí de nuevo el marco de la
enseñanza por medio de parábolas. En efecto, para dirigirse a la multitud que estaba en
la orilla, Jesús se había sentado al borde del lago. La conclusión del discurso resume la
enseñanza que se ha ido desprendiendo progresivamente de la lectura de las parábolas.
Jesús ha proclamado el Reino, y cada hombre es ahora llamado a situarse con respecto
a él. Es invitado a "comprender", es decir, no solamente a prestar atención a la
enseñanza de Jesús, sino a comprometerse profundamente a una obediencia filial. Es
normal que el Reino desconcierte; se asemeja a un tesoro que contiene lo viejo y lo
nuevo. Las palabras de Jesús no desmienten la enseñanza tradicional de los judíos; la
renuevan de arriba a abajo, revelan la novedad que se esconde entre los viejos tejidos.
Pero la misión terrestre de Jesús ha encarnado el juicio final: quien no toma partido por
El, está contra Él.
De todas formas, la parábola de la red, como la de la cizaña, insiste en el hecho de que
Jesús no desea de momento depurar en el grupo de discípulos los elementos
indeseables. La selección se hará en los últimos tiempos. La explicación, muy alegórica,
repite, con términos que provienen de la explicación de la parábola de la cizaña, la
amenaza contra "todo lo que no vale nada". Es una invitación a tomar muy en serio la
enseñanza de Jesús, pero también a optar por la alegría más que por el llanto.
Finalmente, hay que señalar que el discurso parabólico ha mostrado que los discípulos
pertenecen a un grupo distinto del de la multitud. Su misión apostólica es así
confirmada. Son los escribas del Reino, los enseñantes de la Iglesia.
www.fraynelson.com

2. Cosas Nuevas y Cosas Antiguas.


2.1 Los que se tenían y eran tenidos por sabios en tiempos de Jesús eran los escribas.
Llevaban ese apelativo porque sabían leer y escribir, cosas escasas en la época, y por
esta capacidad podían entablar elevadas discusiones sobre las posturas de los distintos
comentadores de la Escritura.
2.2 Tal vez llevados por esa seguridad en su propio saber, los escribas en general fueron
hostiles a la enseñanza de Cristo. Lo veían como un entrometido y como alguien que
exhibía demasiada confianza con Dios, hasta el punto de llamarlo "mi Padre." Casi
siempre que vemos que se habla de escribas en los Evangelios, el tono es de polémica
con Jesucristo (Marcos 3,22-29; Lucas 20,46) o de estar asociados con adversarios
suyos (Lucas 15,2; 23,10; Juan 8,3); aunque hay excepciones, como cuando Cristo hizo
callar a los saduceos (Lucas 20,27-39). Uno pensaría que es casi imposible que un
escriba se abra al mensaje novedoso y poderoso del Reino de Dios anunciado por
Nuestro Señor.
2.3 Sin embargo, hubo casos de escribas que aceptaron a Jesús de corazón, e incluso
recordamos el caso de uno que no dudó en presentarse como discípulo suyo haciendo lo
que los discípulos hacían con sus maestros en las escuelas rabínicas, a saber, repetir la
lección (Marcos 12,28-34).
2.4 El evangelio de hoy nos presenta ese cuadro: ¿qué sucede cuando un escriba cree
en el mensaje del Mesías? ¿Qué pasa con todo lo que sabía? ¿Se pierde simplemente?
No es esa la opinión de Cristo. Cuando un hombre que tiene muchos conocimientos
acepta el Evangelio, todo lo que sabía se vuelve parte de su tesoro, y de ese tesoro
podrá sacar cosas antiguas, las que ya sabía, pero ahora desde otra luz, y cosas nuevas,
las alhajas propias de la gracia y la redención que ha recibido últimamente.
www.elmisericordioso.me-Pildorasdefe.net

Conversando con el amor


Señor, gracias por todas las bendiciones que a lo largo de este día voy a vivir. Dame hoy
la capacidad de ser comprensivo con todos aquellos que están a mi lado. Que aprenda a
darles todo el amor que Tú me das a mí. Que aprenda a perdonar así como soy
perdonado por Ti. Amén.
Señor nuestro, muéstranos tus favores y regálanos abundante paz. Aumenta en
nosotros la fe y la confianza, Ten misericordia y llénanos de tu gracia para que seamos
conducido hacia la verdadera esperanza, la fe y la caridad. Llévanos por senderos
seguros y que podamos caminar confiados de abandonarnos en tus brazos. Lo pedimos,
a través de nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo, un Dios, por siempre y para siempre. Amén.
Reflexión del Papa Francisco
Cuando pensamos en el regreso de Cristo y su juicio final, que revelará, hasta sus
últimas consecuencias, lo que cada uno haya hecho o dejado de hacer durante su vida
terrena, percibimos que estamos ante un misterio que nos supera, que ni siquiera
podemos imaginar. Un misterio que despierta casi instintivamente en nosotros un
sentimiento de temor, y quizás incluso trepidación.
Sin embargo, si pensamos con atención acerca de este hecho, sólo puede agrandar el
corazón de un cristiano y ser una gran fuente de consuelo y confianza.
[…] Si pensamos en el juicio desde la perspectiva de la espera de Jesús, el miedo y la
duda desaparecen y dejan espacio a la espera y a una profunda alegría: será el
momento en que seremos juzgados finalmente, listos para ser revestidos con la gloria
de Cristo, como con un vestido nupcial, y llevados al banquete, imagen de la comunión
plena y definitiva con Dios.
[…] ¡Qué hermoso saber que en ese momento, además de Cristo, nuestro Paráclito,
nuestro Abogado ante el Padre, podremos contar con la intercesión y buena voluntad de
tantos de nuestros hermanos y hermanas que nos han precedido el camino de la fe, que
han dado su vida por nosotros y que continúan amándonos de manera indescriptible!
“El que cree en él no es condenado; pero el que no cree ya ha sido condenado, porque
no ha creído en el unigénito Hijo de Dios”. (Jn 3,17-18)
Esto significa que aquel juicio final ya está en marcha, que empieza ahora en el curso de
nuestra existencia.
Este juicio se pronuncia en cada momento de la vida, como reflejo de nuestra aceptación
con fe de la salvación presente y operante en Cristo, o con nuestra incredulidad, con el
consiguiente cierre en nosotros mismos.
Pero si nos cerramos al amor de Jesús, somos nosotros mismos los que nos
condenamos. La salvación está en abrirse a Jesús, y Él nos salva; si somos pecadores, y
todos lo somos, le pedimos perdón y si vamos a Él con el deseo de ser buenos, el Señor
nos perdona.
Somos nosotros, pues, los que podemos llegar a ser, en cierto sentido, los jueces de
nosotros mismos, auto condenándonos a la exclusión de la comunión con Dios y con los
hermanos.
No nos cansemos, por lo tanto de velar por nuestros pensamientos y nuestras actitudes,
para gustar ya ahora con anticipo la calidez y la belleza del rostro de Dios y esto va a
ser hermoso, lo contemplaremos en la vida eterna en toda su plenitud. (Audiencia
general, 11 de diciembre de 2013)
Oración de sanación
Señor, te agradezco el don que me has dado de saber actuar en medio de tanta
confusión en el mundo, y dirigir mis pasos hacia Ti con decisión.
Quiero llenarme de tu poder renovador. Tu fuerza me va restaurando poco a poco, me
va cincelando y modelando como Tú quieres que yo sea.
Confío en tus promesas, en que, en aquel día, vendrás como Juez justo y darás a cada
uno según sus obras, según cómo han dirigido sus vidas.
Ven Señor, continúa trabajando en mi corazón para que lo hagas tan dócil como el tuyo.
Quédate a vivir en él para no apartarme de tus bendiciones.
Quiero encontrarte en aquellos que más les hace falta tu amor, porque sé que en cada
uno de ellos estás vivo, esperando por mi compañía y atención.
No permitas que mis emociones se vean turbadas y me dominen con temor. Cuento con
tu mano generosa para seguir luchando por mi salvación.
Te entrego mis situaciones, todos mis problemas y mis angustias para que me ayudes a
mantener estable y saber vivir apegado a tu justicia y tu verdad.
Confío en que Tú me sostienes y me ayudas a vencer todos los obstáculos para que, en
libertad, pueda proclamarte como mi Rey y mi Señor. Amén
Propósito para hoy
Leer el capítulo 26 del Libro de Proverbios y extraer una frase con la que se identifiquen
tus emociones en este momento. Medítala
Frase de reflexión
“Custodiar el sacro tesoro de toda vida humana, desde la concepción hasta el final, es el
mejor modo de prevenir cualquier forma de violencia”. Papa Francisco
www.evangelizacion.org.mx

Oración en Familia
Sacerdote: El evangelio de hoy es una invitación a salir de nuestra mediocridad y
entregarnos plenamente al Señor. Por ello le pedimos:
Todos: ayúdanos Señor a responder de manera plena y total.
Papá: Señor te pedimos por el Santo Padre Francisco y por todos nuestros obispos para
que animen continuamente a los cristianos a ser perfectos.
Todos: Dales palabras y un estilo de vida que sea una fuerte motivación para todo su
pueblo a vivir en plenitud.
Todos: ayúdanos Señor a responder de manera plena y total.
Mamá: El mundo nos propone el camino amplio que no nos lleva a la felicidad pero que
se presenta muy atractivo para nuestras familias.
Todos: Abre nuestros ojos y ayúdanos a descubrir la hermosa vida que nos ofreces en
el Reino que compraste con tu sangre.
Todos: ayúdanos Señor a responder de manera plena y total.
Hijo(a): Te pedimos muy especialmente por los hermanos tibios que aunque viniendo a
misa no dan el paso definitivo a la conversión.
Todos: Llena su corazón con la fuerza del Espíritu Santo para que inicien de forma
definitiva su camino de perfección en la fe.
Todos: ayúdanos Señor a responder de manera plena y total.
Hijo(a): Te agradecemos también Señor por todos los hermanos que han sabido
responder a tu gracia y buscan la santidad.
Todos: Mantén encendido en ellos el fuego de tu amor para que den testimonio de ti en
el mundo.
Todos: ayúdanos Señor a responder de manera plena y total.
Hijo(a): En especial te pedimos por nuestros jóvenes para que descubran la Perla
Preciosa de la vida cristiana.
Todos: Dales tu sabiduría para que no se dejen arrastrar por el oro falso de este mundo
que sólo los conducirá a la infelicidad.
Todos: ayúdanos Señor a responder de manera plena y total.
Sacerdote: Señor Jesucristo Tú que has enviado la fuerza del Espíritu a nuestros
corazones escucha benigno todas estas súplicas que elevamos hacia ti por manos de
María Santísima y concédenoslas Tú que vives y reinas y que eres Dios por los siglos de
los siglos.
Todos: Amén.
www.evangeliodeMateo.GiorgioZevini

«Sucede con el Reino de los Cielos lo que con un tesoro escondido... con un mercader
que busca ricas perlas...» Sucede también hoy encontrarse con Jesús, y éste es el
encuentro más afortunado, la cosa más bella que pueda suceder a cualquiera. « ¿Cómo
lo has encontrado, dónde, cuándo? La alegría que ilumina tu vida y la renueva me
atestigua que eres sincero...» No se trata de preguntas imaginarias: el que ha hecho
una opción fundamental por el Señor se ha visto interrogado a menudo de este modo.
Nuestro mundo, en todas sus latitudes, anda muy escaso de alegría; incluso cuando
multiplica las formas de diversión, su risa tiene el sonido estridente de la desesperación.
Sólo Jesús da la verdadera alegría, porque él es la fuente de la alegría en nosotros.
« ¿Cómo lo has encontrado...?» Alguno podrá responder, como el mercader de perlas,
que llevaba ya tiempo buscando un sentido para su propia vida, una finalidad a su
acción. Otros, en cambio -como el hombre que encuentra el tesoro escondido-, no
estaban buscando; sin embargo, han quedado fulminados por un hallazgo. Casi nunca se
trata de una visión extraordinaria; de ordinario, entrevemos al Señor Jesús en una
comunidad eclesial, en un hombre o en una mujer de Dios, en una situación de
indigencia de la que alguien se ha hecho cargo por amor a los hermanos y, después, ha
descubierto presente al verdadero pobre, al hermano que se hace cargo de todos.
En cualquiera de estos casos, es precisamente a Jesús a quien se encuentra a través de
estas realidades y estas personas, no cabe duda de ello. Por eso, como los primeros
discipulos, como Pablo y el ejército innumerable de los santos, también nosotros
consideramos todo lo demás como si de nada se tratara y nos ponemos con entusiasmo
tras las huellas de aquel que nos ha hecho entrever un resplandor de su incomparable
belleza y ha encendido en nosotros una chispa de su divina caridad. Eso no significa que
todos los que han encontrado a Jesus hayan entrado en un convento o se hayan
marchado a las misiones; muchos se han limitado a transformar su prestigio, sus
posesiones o sus aptitudes en ocasiones de servicio. Y de este modo ha entrado el Reino
de los Cielos en una industria, en un hospital, en una escuela. Su alegría se ha irradiado,
se ha propagado como una onda sonora... Que el Señor nos dé oídos para escuchar y
continuar su canto que transforma la vida en una fiesta: la fiesta del encuentro con
Cristo y su Reino.
www.catholic

Petición
Jesus manso y humilde de Corazón, haz mi corazón semejante al tuyo. Haz que mis
sentimientos sean los tuyos, que mis pensamientos sean los tuyos y que mi voluntad
sea la tuya para agradarte a ti y edificar a los demás.
Meditación
Cada uno de nosotros somos un negociante de perlas finas. En la vida vamos buscando
las más bellas y las mejores. Las buscamos en la felicidad, en nuestras relaciones con
nuestros familiares y amigos, en el trabajo y también en el éxito de cada una de
nuestras obras. Pero estas joyas carecen de valor cuando descubrimos que sólo una las
supera en belleza y precio. Ese diamante precioso de valor incalculable será siempre
Dios, que brilla en cada uno de sus lados: su Palabra en el Evangelio, su gracia, sus
dones, sus virtudes, la vida eterna.
Si somos buenos comerciantes, seremos capaces de vender todo con tal de adquirir el
campo donde hemos encontrado la joya que verdaderamente vale. Y en términos de
inversiones, la herencia por la que hay que luchar en la vida es la eterna: ¡hay que
invertir en el cielo! San Pablo nos dice que si hemos resucitado con Cristo, busquemos
las cosas de arriba, donde no hay ni ladrones ni polilla que pueda corroer nuestro
tesoro.
¿Cuáles son nuestras joyas? ¿Dónde está nuestro tesoro? ¿Dónde está nuestro corazón?
¿Dónde queremos que esté? Puesto en lo que no pasará, porque no queremos cosas que
perecen y se acaban. Deseamos llevarnos lo único que podemos tener después de la
muerte: nuestras buenas obras y el amor con que hemos vivido y que hemos
transmitido a los demás. Por este motivo, hay que escoger, como dice el pasaje del
Evangelio, lo bueno y tirar lo malo. Hay que desechar de nuestra vida lo que no agrada
a Dios, lo que hiere a las demás personas que nos rodean y guardar lo que realmente
sirve, en el “cesto” que llevaremos con nosotros mismos y que presentaremos delante
de Dios. ¿Ya está lleno o aún falta? Pues comencemos a trabajar por este Reino porque
aún es tiempo de merecer.
Reflexión Apostólica
Cristo trata de ilustrar con ejemplos y escenas de la vida diaria lo que podría
compararse con el Reino de los cielos al que Él se refiere. La gente de entonces lo
entendía bien porque se dedicaban a esos menesteres. Hoy también entendemos los
ejemplos de Jesús, pero el materialismo, el hedonismo y la falta de sentido no nos dejan
aplicarnos a trabajar por este Reino de los cielos. Parece que entendemos mucho pero
trabajamos poco.
Hay que trabajar para la eternidad. San Pablo dice que “quien sembrare en su carne, de
la carne cosechará la corrupción; pero quien siembre en el Espíritu, del Espíritu
cosechará la vida eterna” (Gal 6, 8). Este es el tesoro que todos buscamos: gozar de
Dios en la felicidad eterna, pero que no acertamos a encontrarlo porque para poseerlo,
primero hay que creer en él sin verlo. Quien encuentra el tesoro escondido, es capaz de
dejarlo todo por conseguirlo; quien encuentra la perla fina, nunca la vuelve a dejar;
quien ha obtenido el trabajo de una buena pesca, sabrá desechar lo malo y quedarse
con lo bueno. Los santos han constatado que esto es real y verdadero. Si buscamos, hay
que estar seguros de que encontraremos, porque el comenzar a buscar a Dios es
haberlo encontrado ya (cfr. San Agustín).
Propósito
Al final del día haré un breve balance para ver en qué cosas he buscado a Dios y en
cuáles me he buscado a mí mismo. De este modo presentaré a Dios lo las buenas obras
y pediré perdón por las que le pudieron haber ofendido.
Diálogo con Cristo
Oh sacratísimo Corazón de Jesús que estás inflamado de amor por mí, concédeme
abrirte mi corazón para que lo enciendas de amor por ti. Ayúdame, Señor, valorar mi
vida de cara a la eternidad, para que así no pueda menos que trabajar por tu gloria y
buscar las cosas del cielo, donde me tienes un lugar que me has ganado por tu pasión,
muerte y resurrección. Quiero encontrarte, Señor, sé Tú mi tesoro por el cual venda
todo mi pecado a cambio de tu gracia. Quiero poseerte, se Tú mi piedra preciosa, mi
pesca milagrosa y el puerto seguro al que me lleve tu mano amorosa para gozar de ti
por toda la eternidad.
www.BibliaStraubinger

44. El tesoro es la fe y la gracia que vienen del Evangelio, como lo dice Benedicto XV.
El mismo Pontífice aplica esta parábola a los que se dedican al estudio de la Sagrada
Escritura y alega como ejemplos a los dos grandes Doctores Agustín y Jerónimo, que en
su dicha de haber encontrado el tesoro de la divina Palabra se despidieron de los
placeres del mundo (Encicl. “Spiritus Paraclitus”). Véase 6, 21 y nota.
45. Perla fina es llamada el reino de los cielos para indicar que quien lo descubre en el
Evangelio, lo prefiere a cuanto pueda ofrecer el mundo. Otra interpretación de gran
enseñanza espiritual es que Jesús dio todo lo que tenía por la Iglesia y por cada alma
(Ga. 2, 20) que para Él es una perla de gran valor (Jn. 10, 39; Cf. 4, 1; 7, 11 y notas).
Así se ha dado también a estas parábolas un sentido profético, aplicando la perla
preciosa a la Iglesia y el tesoro escondido a Israel, por cuya caída Él extendió su obra
redentora a toda la gentilidad. Cf. Rm. 11, 11 y 15.
47. La red es la Iglesia visible con sus apóstoles encargados de reunir en uno a los hijos
de Dios (Jn. 11, 52), pescando en el mar que es el mundo. En esta parábola nos
muestra Cristo, como en la del banquete (22, 8-14), la existencia de buenos y malos
dentro de esa Iglesia, hasta el día en que los ángeles hagan la separación y Jesús,
celebrando sus Bodas con el Cuerpo místico, arroje del festín a los que no tenían el traje
nupcial.
49. Santo Tomás dice que es de notar que Jesús expone la parábola sólo en cuanto a los
malos, y luego observa que esos malos están entre los buenos como está la cizaña en
medio del trigo (y la levadura en medio de la masa), tratándose por tanto aquí de los
que no están separados de la Iglesia por diversidad de dogmas sino de los que hacen
profesión de pertenecer a ella. Vemos así que no es ésta una repetición de la parábola
de la cizaña, pues allí el campo no es la Iglesia sino todo el mundo (v. 38), mientras que
aquí la red de pescar se refiere a la Iglesia apostólica formada por aquellos que
“echaban la red en el mar, pues eran pescadores” (4, 18), y a quienes Jesús hizo
“pescadores de hombres” (ibid. 19).
51 s. ¿Habéis entendido todo esto? Santo Tomás muestra cómo, según Jesús, la
inteligencia de todas esas parábolas –más misteriosas de lo que parecen– es necesaria
para “todo escriba que ha llegado a ser discípulo del Reino” (v. 52; cf. vv. 19 y 23 y
notas; Mc. 4, 13). De esa manera será semejante al Dueño de casa, que es el mismo
Jesús, a quien deben parecerse sus discípulos (10, 23) y el cual saca de su tesoro (v.
52) eternas verdades del Antiguo Testamento y misterios nuevos que Él vino a revelar,
tanto sobre su venida a predicar el “año de la reconciliación”, cuanto sobre su retorno en
el “día de la venganza” (Lc. 4, 17-21; Is. 61, 1 s.). El mismo Jesús confirma esto en Lc.
24, 44. Por donde, dice San Agustín, debéis entender de modo que las cosas que se leen
en el A. T. sepáis exponerlas a la luz del Nuevo. Vemos, pues, aquí el conocimiento que
el cristiano y principalmente el apóstol han de tener de todos los misterios revelados por
Cristo y que se refieren tanto a sus padecimientos cuanto a su futuro triunfo (1 Pe. 1,
11).
http://www.ciudadredonda.org

Discernir el Reino de Dios. La Escritura nos cuenta que Dios a veces se sirve de los
«sueños» para ponerse en contacto con las personas. Es el caso del joven Salomón:
«Pídeme lo que deseas que te dé».
Si a mí me ofreciese Dios algo así, no sé muy bien lo que le pediría. No sé si para mí o
para otros: capacidad para poner en marcha una empresa exitosa, encontrar una pareja
que merezca le pena, inteligencia para obtener buenas titulaciones académicas... ¡qué
sé yo! Acabar con el hambre en el mundo, capacidad para sanar tantas enfermedades,
habilidad para consolar tantos sufrimientos y curar tantas heridas del corazón... Lo que
cada uno llega a ser depende radicalmente de las elecciones que haga. Porque lo que
elige lo va convirtiendo en un tipo concreto de persona.
El joven Salomón, consciente de su poquedad y de las responsabilidades que le esperan,
pendiente de las personas a las que debe guiar y atender... pide «un corazón atento
para juzgar (hacer justicia) a tu pueblo y discernir entre el bien y el mal». Y Dios le
concede «un corazón sabio e inteligente».
Cada palabra es importante. Y la suya es una oración conveniente y necesaria para
todos los bautizados, porque todos (cada cual según su vocación) tenemos la tarea de
cuidar de "inmenso" pueblo de Dios (la Iglesia, pero no sólo: el pueblo de Dios es
también la humanidad). Un corazón «atento», que sepa hacer «justicia» (era ésta una
tarea especialmente querida por Dios para sus reyes), y «discernir» el bien del mal.
Del discernimiento se ha ocupado repetidamente el Papa Francisco, porque seguramente
es una urgencia hoy en el mundo y en la Iglesia: son dones del Espíritu: sabiduría y
discernimiento. Tomo algunas ideas de su exhortación apostólica Gaudete et Exsultate
(167-169):
Hoy día, el hábito del discernimiento se ha vuelto particularmente necesario. Porque la
vida actual ofrece enormes posibilidades de acción y de distracción, y el mundo las
presenta como si fueran todas válidas y buenas. Sin la sabiduría del discernimiento
podemos convertirnos fácilmente en marionetas a merced de las tendencias del
momento.
Cuando aparece una novedad en la propia vida, hay que discernir si es el vino nuevo
que viene de Dios o es una novedad engañosa del espíritu del mundo o del espíritu del
diablo. En otras ocasiones las fuerzas del mal nos inducen a no cambiar, a dejar las
cosas como están, a optar por el inmovilismo o la rigidez. Entonces impedimos que
actúe el soplo del Espíritu. Somos libres, con la libertad de Jesucristo, pero él nos llama
a examinar lo que hay dentro de nosotros -deseos, angustias, temores, búsquedas- y lo
que sucede fuera de nosotros -los "signos de los tiempos"- para reconocer los caminos
de la libertad plena: "Examinadlo todo; quedaos con lo bueno" (1 Ts 5,21).
El discernimiento no solo es necesario en momentos extraordinarios, o cuando hay que
resolver problemas graves, o cuando hay que tomar una decisión crucial. Es un
instrumento de lucha para seguir mejor al Señor, para estar dispuestos a reconocer los
tiempos de Dios y de su gracia, para no desperdiciar las inspiraciones del Señor, para no
dejar pasar su invitación a crecer.
El discernimiento espiritual no excluye los aportes de sabidurías humanas, existenciales,
psicológicas, sociológicas o morales. Pero las trasciende. Ni siquiera le bastan las sabias
normas de la Iglesia. Recordemos siempre que el discernimiento es una gracia. Se trata
de entrever el misterio del proyecto único e irrepetible que Dios tiene para cada uno y
que se realiza en medio de los más variados contextos y límites. No está en juego solo
un bienestar temporal, ni la satisfacción de hacer algo útil, ni siquiera el deseo de tener
la conciencia tranquila. Está en juego el sentido de mi vida ante el Padre que me conoce
y me ama, el verdadero para qué de mi existencia que nadie conoce mejor que él. El
discernimiento, en definitiva, conduce a la fuente misma de la vida que no muere, es
decir, conocer al Padre, el único Dios verdadero, y al que ha enviado: Jesucristo (cf. Jn
17,3). No requiere de capacidades especiales ni está reservado a los más inteligentes o
instruidos, y el Padre se manifiesta con gusto a los humildes (cf. Mt 11,25).
Me parece suficiente apuntar estas claves... que darían de sí para una más larga
reflexión y comentario. Cada cual vea la conveniencia y el modo de hacerlo. Sí que
importa qué caigamos en la cuenta de la relevancia de las elecciones (u omisiones) que
vamos haciendo en nuestro seguimiento del Señor, en la búsqueda de su voluntad. Lo
que voy eligiendo me va «haciendo» o me va «alejando» de lo que estoy llamado a ser.
Podemos enlazar aquí con el contenido del Evangelio. En él encontramos a alguien que
tiene que discernir qué hacer cuando encuentra «por casualidad» un tesoro en un
campo. Un comerciante que, "buscando" perlas finas, encuentra una especialmente
valiosa. Y unos pescadores que, después de echar la red, tienen que «discernir» entre
los peces buenos y los malos. Sirven a Jesús estos ejemplos para seguir hablando del
Reino:
*El Reino de Dios o de los cielos es «aquello que pertenece a Dios» y que se nos
propone como proyecto, como sentido, como objetivo para nuestra existencia. Es todo
un «contenedor» de valores que nos vienen de Dios... para que vayamos discerniendo y
construyendo el andamio de nuestra vida personal y de nuestra sociedad aquí en la
tierra.
*El Reino de Dios significa cómo son las cosas cuando Dios anda por medio, cómo son
las personas cuando se dejan hacer y guiar por Dios. Es decir: cómo es el mundo
cuando nada se opone a la voluntad de Dios. Por eso podemos identificar perfectamente
el Reino con la persona de Jesús: alguien que es pura voluntad y obediencia al Padre.
*O sea que hablar del Reino es lo mismo que hablar de la «felicidad profunda» a la que
aspira cualquier ser humano, y que Dios mismo ha tomado como su primera ocupación y
su principal empeño y objetivo. Y nos importa mucho conocer cómo es ese Reino de
Dios, cómo es ese proyecto de Dios, cómo puedo encontrarme con el Dios que me busca
y se preocupa por mi plenitud/felicidad aquí, y también después. ¡Esto sí que es un
tesoro, o una perla preciosa!
Algunos apuntes y criterios para ir discerniendo el Reino: «Todo lo estimo basura, con
tal de conocer a Cristo y el poder de su resurrección" «A los que aman a Dios todo les
sirve para el bien». «Hemos sido predestinados a reproducir la imagen de su Hijo, para
que Él fuera el primogénito entre muchos hermanos» (San Pablo). Para conseguir el
tesoro o la perla especial... hay que deshacerse, renunciar, prescindir: sólo puedo
«comprar» si me deshago de lo que tengo (y que vale menos). Y que lo que encuentro
tan valioso... y me hace renunciar a todo... no lo vivo como una renuncia, pues, me
llena de alegría, precisamente porque es lo más valioso.
Para terminar, me permito recoger unas afirmaciones de Fernando Cordero, sscc, sobre
esas ocasiones en que nos encontramos por sorpresa con el Reino presente,
invitándonos a reconocer y encontrar tantas más: hay tanto reino escondido por esos
campos de Dios... incluido el campo que yo soy...
“El reino de los cielos se parece a aquel enfermo que, en medio de la crisis del Covid-19,
llenó de esperanza a todos los que tenía a su alrededor”.
“El reino de los cielos se parece a aquella madre que saca adelante a sus hijos ella sola”.
“El reino de los cielos se parece a aquella misionera que, a pesar de sus años, atiende
como enfermera a las personas de un poblado de África”.
“El reino de los cielos se parece a aquella empresaria generosa que actúa más con el
corazón que con los criterios de la empresa”.
“El reino de los cielos se parece a aquel dibujante que, cuando la pandemia azotaba a la
población, él seguía repartiendo esperanza y alegría”.
“El reino de los cielos se parece a aquella mujer que busca encontrar unos días para irse
de retiro”.
“El reino de los cielos se parece a aquel matrimonio que comparte su estupendo ático
para que otros puedan ver las vistas desde su casa”.
“El reino de los cielos se parece a tantos capellanes que, a pesar del riesgo de contagio,
no dejaron a un lado a los enfermos de Covid-19”.
Y ahora, seguid, vosotros…
http://www.aqplink.com/roguemos

Mateo 13, 44-52 – el Reino de los Cielos.


¿Por dónde empezar esta reflexión? El Señor no puede ser más claro respecto al Reino
de los Cielos. Se trata de un tesoro por el cual debíamos estar dispuestos a dejarlo todo.
No hay nada en este mundo que merezca tanto la pena como el Reino de los Cielos.
De eso quiere convencernos y de eso debíamos estar convencidos como seguidores de
Cristo. Y efectivamente muchos lo estamos, sin embargo nos cuesta ser consecuentes
en el tiempo. Es decir que no lo manifestamos en nuestro día a día, cada segundo de
nuestras vidas.
Tal vez eso sea lo más difícil: ser consecuentes. Se nos ocurre en este momento que es
como estar asidos a una cuerda sobre un precipicio. ¡No podemos soltarnos porque
caeríamos y moriríamos! ¡Nosotros lo sabemos! Además, es evidente ante nuestros ojos.
Todo lo que tenemos que hacer es subir, sin desprendernos de la soga, lo que es
posible, aun cuando a veces represente cierta dificultad. Debemos resistir. Es nuestro
peso el que debemos cargar y estamos preparados para ello. Peo hay momentos en que
la fatiga nos invade.
Entonces, en vez de subir, estamos tentados a dejarnos caer. Más aun, a saltar sobre
unas burbujas de aire multicolores que suben ante nuestros ojos, que nos invitan a
llevarnos cómodamente instalados a otro lugar.
Sabemos que su ofrecimiento es engañoso, porque vemos a cada nada explotar las
burbujas y caer a sus ocupantes al vacío, haciéndose añicos en el fondo. Pero algunas
parecen perderse en el horizonte. Se pierden, es verdad, pero ¿si fuera cierto que
alcanzan el descanso y la felicidad eterna?
Eso es lo que nosotros queremos, porque estamos fatigados. Nuestros brazos no
resisten y aunque podemos ver el final de nuestro recorrido allí sobre nuestras cabezas,
a veces se nos antoja interminable. Estamos cansados. Tentados de dejar lo único
cierto, concreto y definitivo: la cuerda de la que pendemos, que nos conduce al Cielo.
El Señor nos habla de lo que hay allí arriba. Él mismo sube por una cuerda similar a la
nuestra, enseñándonos que es posible, que ese es el Camino. Esa es la Verdad. Lo
demás es engaño e ilusión. Él nos lo dice y le creemos. Nos ha dado señales para
hacerlo.
¡Tenemos que seguir adelante! ¿Estamos solos en este esfuerzo? ¿Es más descomunal
que nuestra capacidad? ¿Finalmente seremos vencidos? ¿Es que se nos propone un reto
inalcanzable? ¿Será que Dios goza con nuestro padecimiento y los peligros que
afrontamos?
¿Qué nos dice Dios a través de Jesucristo su Hijo, su Enviado y nuestro Salvador?
Primero, que Él es nuestro Padre. Que nos ha creado por amor. Que solo quiere el Bien,
la Felicidad y la Vida Eterna para nosotros.
Que nos ha dado todas las cualidades necesarias para alcanzar el propósito para el cual
fuimos creados. Que somos nosotros, en el uso de nuestra libertad, los que decidimos
abandonar el Paraíso, extraviándonos y exponiéndonos a la muerte eterna.
Que fue en tal situación, estando por perderos para siempre, que Dios Padre,
Infinitamente Misericordioso envía a Su Propio Hijo a Salvarnos. Él nos enseña cómo.
¡Hemos de hacer lo que Él nos manda! ¿Y qué nos manda? ¡Amarnos los unos a los
otros! Esa es la cuerda a la que debemos asirnos, la única que nos conducirá a la Vida
Eterna para la cual fuimos creados.
La tomamos o la dejamos. Es nuestra única opción. Tomarla exige coherencia y un
esfuerzo continuo, cada día, cada segundo, por todo el resto de nuestra existencia. No
es fácil, pero tampoco imposible. Fuimos creados para amar, como las aves para volar y
los peces para nadar.
¿Quién lo dice? Jesucristo nos lo revela. Es un asunto de fe. ¿Le creemos o no? Si le
creemos, nos esforzaremos por subir por esta cuerda, sin desprendernos. Además Él
ofrece ayudarnos, haciendo nuestra carga ligera. Solo hay que creer en Él y seguir
adelante fortalecidos por la fe.
El que logra vislumbrar la Verdad, la encuentra más valiosas que cualquier tesoro, que
cualquier perla, que cualquier cosa en el Universo, lo deja todo y apretando dientes y
ojos, sigue adelante, ofrendando su vida por alcanzarlo.
El que así lo hace, el que da su vida por el Reino, alcanza la Vida Eterna. ¡Vale la pena el
esfuerzo! El Señor nos ha dejado Su Cuerpo y Su Sangre como verdadera Comida y
Bebida para ayudarnos y fortalecernos en este esfuerzo.
Sabemos dónde vamos. Sabemos que hay al final. Tenemos todo lo que necesitamos.
Pidamos perseverancia y coherencia para no desistir. El Camino es pendiente y está
lleno de tentaciones, pero no es imposible de seguir para quien tiene amor y fe.
Oracion. Padre Santo, te pedimos que fortalezcas nuestra fe, que nos des perseverancia
en el amor para finalmente alcanzar el Reino de los Cielos, que por tu Santa Voluntad
tenemos a nuestro alcance. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor…Amén.
http://www.caminando-con-jesus.org

El verdadero Tesoro. Con el evangelio en la mano, no entiendo cómo se puede hablar


de que ser cristiano es difícil y costoso. Es verdad que hay que dejar cosas –muchas
más de las que dejamos–, es verdad que hay que morir al pecado que todavía reside en
nosotros, pero todo esto se hace con facilidad, porque hemos encontrado un Tesoro que
vale mucho más sin comparación. Más aún, las renuncias se realizan «con alegría»,
como el hombre de la parábola, con la alegría de haber encontrado el tesoro, es decir,
sin costar, sin esfuerzo, de buen humor y con entusiasmo.
Si todavía vemos el cristianismo como una carga, ¿no será que no hemos encontrado
aún el Tesoro? ¿No será que no nos hemos dejado deslumbrar lo suficiente por la
Persona de Cristo? ¿No será que le conocemos poco, que le tratamos poco? ¿No será
que no oramos bastante? El que ama la salud hace cualquier sacrificio por cuidarla y el
que ama a Cristo está dispuesto a cualquier sacrificio por Él. Cristo de suyo es
infinitamente atractivo, como para llenar nuestro corazón y hacernos fácil toda renuncia.
El mejor comentario a este evangelio son las palabras de san Pablo: «Todo eso que para
mí era ganancia, lo consideré pérdida comparado con Cristo; más aún, todo lo estimo
pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús mi Señor. Por Él
lo perdí todo, y todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo» (Fil 3,7-8). El que de
verdad ha encontrado a Cristo está dispuesto a perderlo todo por Él, pues todo lo estima
basura comparado con la alegría de haber encontrado el verdadero Tesoro.
• Jesús concluye su discurso en parábolas haciendo una observación sobre la sabiduría.
El discípulo, que a su vez es maestro (escriba para otros), sabrá enseñar con lo nuevo,
combinando lo antiguo y lo nuevo. Jesús, en su sabiduría, supo enseñar con el mensaje
del Antiguo Testamento y ofrecer a su vez la novedad que él traía.
1. Un tesoro escondido en un campo
Flaviano Josefo, historiador Judío (La Guerra de los Judíos), nos narra que por temor a la
guerra muchas gentes escondían objetos preciosos. En el Talmud, también se relatan
historias de buscadores de tesoros escondidos en los patios de las casas, los entramados
(vigas) y entre medio de las paredes, etc.
Jesús les narra a la multitud una parábola donde compara al Reino de los Cielos con un
tesoro escondido en un campo, donde un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y
lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo.
2. Vende todo lo que se tiene para adquirir el campo
La enseñanza que da Jesús nos explica como por un tesoro que se encuentra se vende
todo lo que se tiene para adquirir el campo en el que se oculta. Así también para
adquirir el Reino, la persona se ha de desprender y debe vender todo lo que sea
obstáculo para obtenerlo y entonces ingresar en él.
En efecto el que encuentra un tesoro como este, el Reino de los Cielos, debe dejarlo
todo por él, y renunciar con alegría a lo que tiene terrenalmente, es indudable, que no
podemos comparar los bienes terrestres con la posesión de Dios, “Ustedes no pueden
servir al mismo tiempo a Dios y al Dinero” (Mt 6-24).
3. Las perlas finas
Jesús también nos agrega esta parábola; “El Reino de los Cielos se parece también a un
negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue
a vender todo lo que tenía y la compró.”
El Reino de los cielos no es semejante al negociante, sino a la perla. Esta, en la
antigüedad, era “el summum del precio de todas las cosas.” El negociante en un día, en
su búsqueda, encuentra una excepcional, y vende todo lo que tiene para comprarla.
La enseñanza de Jesús, al igual que la parábola anterior, nos enseña que hay que dejar
todo lo que sea obstáculo para ingresar en el Reino. Esto tiene un tono especial: se
busca positivamente lo bueno; pero el reino es lo mejor.
En la primera parábola, el tesoro se halla fortuitamente y en la segunda, se encuentre
buscando la perla, que por lo demás no deja ser algo casual, sin embargo lo que prima
en esta enseñanza es que se debe dejar todo lo que impida ingresar en el Reino.
4. Para poseer a Dios, debemos despojarnos de todo
Ambas parábolas nos muestran que merece mucho la pena hacer un gran esfuerzo por
conseguir algo muy valioso, como el Evangelio, como el amor de Cristo, como el Reino
de Dios. Con fe, veremos que la valoración de la posesión de Dios, que es el tesoro que
nos habla Jesús, no puede tener ninguna comparación.
Pero para poseer a Dios, debemos despojarnos de todo, especialmente de lo que no
somos, y de mucho de lo que somos y de cuanto aprisiona nuestro corazón. Es decir,
nuestros afectos a lo mundano, las inclinaciones frívolas, pasiones e instintos, esto es,
todo cuanto nos impida la posesión de Dios. Si vaciamos el corazón de nosotros mismos,
este podrá ser ocupado por Dios.
5. Para la adquisición del Reino de los Cielos, tenemos que renunciar con
alegría a todo
Un muy buen negocio nos propone Jesús, el mejor de los trueques, un intercambio o
entrega de cosas de poco precio, por otras valiosísimas, es así, como nos pone el
ejemplo de un negociante, para indicarnos que es un hombre que conoce el valor de las
cosas, y se desprende de todo por una perla fina.
Es así, como nos invita, pero también nos condiciona, que para la adquisición del Reino
de los Cielos, tenemos que renunciar con alegría a todo, porque la renuncia a lo material
tiene el mejor de los premios, como es la posesión de Dios y participar del Reino de los
Cielos
6. Una red que se echa al mar
“El Reino de los Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge toda
clase de peces.” Esta parábola que relata Jesús, su escena se emplaza en las actividades
propias del lago de Genezaret, es algo corriente sentarse para el recuento y clasificación
de los peces después de una jornada de pesca. Se sabe que el lago era rico en variedad
de peces, pero entre ellos había algunos que se consideraban impuros.
Así es como Jesús, estando en medio de los pescadores, a la orilla de lago y entre redes
y barcas, les habla de algo que es sumamente familiar. En efecto, Jesús les habla con el
mismo lenguaje de la actividad diaria de los pescadores, es así como las enseñanzas del
Maestro no solo entran al corazón por los oídos, también por los ojos.
7. “Toda clase de peces”
La comparación parabólica es integral, es sobre la separación de “malos” y “buenos”, y
es lo que sucederá también al final de los tiempos, enfatizándose más la obra sobre los
“malos”, ya que el destino para los buenos se da por sabido.
Cuando dice el Señor que; “El Reino de los cielos se parece también a la red que los
pescadores echan en el mar y recoge toda clase de peces.” Es como en nuestra Iglesia,
somos muchos los que por el bautismos le pertenecemos, pero no todos viven con
fidelidad a ella, es así como tiene muchos fieles que participan, algunos los hacen
activamente, otros según como les acomode, otros resultan perjudicial, y muchos
bautizados nunca se han sentido sus miembros.
La expresión “toda clase de peces”, nos enseña que nadie está excluido, ni por origen,
cultura o raza, tampoco por su nivel de bondad, compasión o maldad, ni por su clase,
condición económica o educación, esto es, se alude a la universalidad del Reino. Cuando
el pescador lanza sus redes al mar, sabe que en sus redes vendrá una diversidad de
peces.
8. Ponen los buenos en canastos y tiran los malos
Jesús continúa enseñando: “Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y,
sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve.” Nosotros somos los
peces, y no nos corresponde decir quiénes son los buenos y los malos, del mismo modo
no concierne juzgar quien debe entrar o no al Reino, así entonces, conviviremos unos
con otros, a fin de que los buenos, busquen la santidad entre los malos, y los malos
viendo la actitud de los buenos, encuentren un estímulo para cambiar de vida.
Es así, como no solo con las palabras debemos demostrar que somos buenos cristianos,
además nos obligamos hacer que todas nuestras actitudes, conductas y modo de vida,
sean cristianas, pero no a nuestro modo personal de ver, si no como Jesús nos enseñó
en los evangelios.
9. Vendrán los Ángeles, separarán a los malos de los buenos
Jesús nos dice además; “Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán
a los malos de entre los justos, para arrojarlos en el horno ardiente.” Allí será el llanto y
la desesperación. Así es, la separación de los buenos y los malos no se hace en este
mundo y tendrá lugar en el día del juicio, en ese minuto quedará sellada definitivamente
la suerte de cada uno de nosotros. Nuestra tarea ahora es llegar a ser seleccionado de
entre los buenos, pero también nos corresponde ayudar a los demás a ser considerado
dentro de los justos, Jesús se ha reservado para sí, la elección de quien cumple el
calificativo de bueno o justo.
10. ¿Han entendido todo esto?
La parábola termina con la pregunta de Jesús: “¿Comprendieron todo esto?”. “Sí”, le
respondieron. Entonces agregó: “Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los
Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo”. Jesús
no excluye a nadie, el mismo dice que enviará profetas, sabios y escribas a Israel (Mt
23; 34), sin embargo no parece que el texto se refiera a un escriba judío que se haga
discípulo del Reino, el argumento parece indicar que se refiere a los apóstoles, que con
la preparación que están recibiendo quedarán habilitados como verdaderos doctores e
intérpretes del Evangelio.
11. Saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo
Y para que vean lo que esto significa, les pone una comparación, y al decir que va
sacando de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas, quiere referirse a ese baúl donde se
guardan las cosas mejores, las cosas que se atesoran o necesarias del hogar. El hombre
rico provisto no sólo guarda en sus baúles las cosas viejas y heredadas, aunque de
valor, sino que se surte y repone con las cosas nuevas y así se halla perfectamente
provisto.
El tesoro que tenemos es la Palabra de Dios del Antiguo Testamento, de allí vamos
sacando las doctrinas nuevas que nos ha enseñado Cristo, que se van armonizando con
el Nuevo Testamento. Jesús nos dijo: No crean que he venido a suprimir la Ley o los
Profetas. He venido, no para deshacer, sino para llevar a la forma perfecta. (Mt 5, 17)
12. ¿Hemos entendido lo que nos dice Jesús?
Nosotros, ¿Hemos entendido lo que nos dice Jesús? Ante de responder ahora,
examinemos nuestra fe, pues no basta pertenecer a la Iglesia de Jesucristo, es preciso
poseer el Espíritu de Jesucristo, y obrar en conformidad a él. Revisemos entonces si en
nuestro modo de vida asimilamos el espíritu del Evangelio.
Así es como, para alcanzar la gloria del Reino, no lo haremos por la simple pertenencia
de la Iglesia, sino por la fidelidad al espíritu y exigencia del Evangelio enseñado por
Jesús.
Y cuando acabó de decir estas parábolas, Jesús se marchó de allí.
3 Para la reflexión personal
– (Haz silencio en tu interior y pregúntate:)
1.- ¿Qué me dice el evangelio que he leído?
2.- ¿Cómo ilumina mi vida?
3.- ¿Qué tengo que cambiar para ser más como Jesús?
4.- ¿Qué me falta para ser más como Él?
5.- ¿Qué parte del texto ha llamado principalmente mi atención? ¿Por qué?
6.- Según mi experiencia de vida, ¿qué entiendo por tesoro escondido, por mercader de
perlas preciosas o por red echada en el mar?
7.- Esta experiencia mía ¿cómo me ayuda a entender las parábolas del tesoro, de la
perla y de la red?
8.- ¿Cuál es la diferencia que existe entre las parábolas del tesoro y de la perla?
9.- ¿Qué dice el texto sobre la misión a realizar en cualidad de discípulos de Cristo?
4 Oración. ¿Qué le decimos a Dios? La palabra se convierte en Oración.
1 Dios y Padre nuestro, tú has depositado en nuestras manos una perla fina: tu alianza
y el futuro de tu promesa. ¡Que este don transforme nuestra existencia! Danos la alegría
de los que han descubierto el secreto de la vida; así, cada hombre participará del tesoro
que tú le permitas descubrir. Te alabamos, Padre de ternura, por Jesús, resplandor de tu
gloria e imagen viva de tu benevolencia. Él es la alegría incomparable de quienes lo
buscan sin descanso y descubren su presencia en lo más hondo de sí mismos. Para
aquellos que le conocen no hay más tesoro en el mundo, ya que sólo Él puede colmar su
esperanza. Por eso, con todos los que han sido transfigurados por semejante luz, te
alabamos, Dios de nuestra Alianza. www.Dioscadadía.Bastin,Pinkers,Teheux
2 Dios mío, envuelve y traspasa mi alma con el fulgor de tu santidad y como el sol con
sus rayos ilumina, purifica y fecunda la tierra, así tú ilumina, purifica y santifica mi ser.
Enséñame a contemplarme en ti, a conocerme en ti, a considerar mis miserias a la luz
de tu perfección infinita, a abrir mi alma a la irrupción de tu luz purificadora y
santificadora (G. R., una consagrada de nuestro tiempo). www.santaclaradeestella.es
3 Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad
del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para
seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre,
podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y
reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos.
Amén. www.ocarm.org
4 ¡Cómo quisiéramos ser como tú, Jesús! ¡Cómo quisiéramos que toda nuestra vida
estuviera recogida y concentrada en torno a ese centro que unificaba toda tu vida! Por
desgracia, nosotros nos dejamos seducir por muchas otras cosas que nos atraen.
Estamos constantemente sacudidos de aquí para allá como por las olas del mar. Nuestro
corazón está con frecuencia en otra parte, no allí donde se encuentra el tesoro que tú
habías encontrado. No buscamos siempre el Reino de Dios, no amamos de una manera
suficiente la «vida abundante» para todos.
Ayúdanos tú, Señor. Si, como hiciste un día con tus discípulos, nos miras a los ojos y
nos dices: «Sígueme», nos quedaremos fascinados por tu voz y por tu propuesta y te
seguiremos. Si nos lo dices una vez más, con vigor, seremos capaces de seguirte
todavía y siempre. Y también nuestro rostro estará radiante de alegría e iremos detrás
de ti con valor, confiando sólo en tu Palabra de vida, y nos dejaremos quemar en
nuestro interior por el fuego de tu Espíritu y de tu amor. (De la Pagina de Caminando
con Dios) www.dario.res
5 Señor Jesus, tú mismo eres el Reino y nuestra alegría. Concede a los que te han
encontrado un impulso siempre nuevo para seguirte por los caminos de la caridad con
un corazón libre y pobre, y haz que por su testimonio puedan encontrarte muchos,
porque tú eres el tesoro escondido de la existencia humana, el todo por el que vale la
pena dejar cualquier cosa. www.evangeliodeMateo.GiorgioZevini
5 Contemplación. ¿Cómo interiorizamos la palabra de Dios? La palabra en el
corazón de los Padres.
Cada uno de nosotros puede resplandecer con resplandores que deslumbren al mismo
sol, levantarse sobre las nubes, contemplar el cuerpo de Dios, ascender hacia él,
unírsele en supremo vuelo y mirarle por fin en el más dulce reposo. El coro de los
buenos servidores circundará a su Señor cuando aparezca en el cielo. Y resplandeciendo
él, les comunicara sus mismos resplandores. ¡Qué espectáculo ver una admirable
muchedumbre de antorchas resplandecientes sobre las nubes, hombres que se entregan
a una fiesta sin ejemplo, un pueblo de dioses alrededor de Dios, hermosos en presencia,
servidores en tomo a su Señor, que no envidia a los siervos la participación de sus
esplendores ni estima disminución de su gloria la asociación de muchos al trono de su
realeza, como sucede en los hombres, que, aunque entreguen a los súbditos cuanto
poseen, no sufren ni por ensueño que participen del cetro!
Y es que él no los considera siervos, ni los honra con honores de siervos; los estima
como amigos y observa con ellos las leyes de la amistad que él mismo estableció desde
el principio: la comunidad absoluta. En consecuencia, no les da esto o aquello, sino que
los hace participes de la realeza y les ciñe su misma corona.
¿No es esto lo que dice el bienaventurado san Pablo cuando escribe que somos
herederos de Dios y coherederos de Cristo (Rom 8,17) y que reinarán con Cristo los que
participaron de sus penas? (1 Tim 2,12).
¿Qué hay tan agradable que pueda rivalizar con esta visión? ¡Coro de bienaventurados,
pueblo de los que se alegran!
Él bajó resplandeciente de los cielos a la tierra. Y la tierra hace levantar otros soles que
suben hacia el Sol de justicia, invadiéndolo todo con su luz (N. Cabasilas, La vida en
Cristo, Madrid 1999, 282-284; traducción, Luis Gutiérrez Vega y Buenaventura García
Rodríguez). www.santaclaradeestella.es
Puesto que el tesoro, que está escondido bajo las divinas Escrituras, me había sido
indicado por un santo hombre, no tarde en levantarme, buscarlo y verlo. Más aun, tras
haber invocado a este santo que me ayudara, abandone cualquier otra actividad de la
vida y me fui al lugar donde aquel hombre bueno me había indicado que se encontraba
el tesoro, y -con gran fatiga y pena, noche y día- no pare de excavar y cavar, de echar
fuera la tierra y ahondar el agujero, hasta que el tesoro empezó a brillar. Y así lo
contemplo ahora completamente desplegado ante mis ojos. Al verlo, no paro de gritar,
dirigiéndome a los que no creen y no quieren cansarse excavando: «Venid y ved todos
vosotros, que no creéis en la divina Escritura». Hago esto porque creo de verdad a
Salomón, que dice: «La aprendí con sencillez, sin envidia la comparto» (Sab 7,13); por
esa razón grito a todos: «Venid y aprended que no solo en el futuro, sino ya ahora, en
cualquier parte, se encuentra ante vuestros ojos, en vuestras manos, a vuestros pies, el
tesoro inexpresable que esta "por encima de todo principado, potestad, poder y señorío"
(Ef 1,21). Venid y creed que este tesoro del que os hablo es la "luz del mundo" (Jn
8,12)».
Y no digo esto de mi propia cosecha (cf. Jn 14,10), sino que es el mismo tesoro quien lo
ha dicho y lo dice: «Yo soy la resurrección y la vida» (Jn 11,25), yo soy el grano de
mostaza (cf. Mt 13,31) escondido en la tierra (cf. Mt 13,44), soy la perla que los fieles
deben comprar (cf. Mt 13,46), yo soy el Reino de los Cielos escondido en medio de
vosotros (cf. Lc 17,21; Jn 1,26). También aquí abajo, aunque por naturaleza nada puede
contenerme, estoy contenido, no obstante, en vosotros según la gracia, de invisible me
hago visible. Yo soy la levadura: el alma me coge, me pone en su naturaleza, que, al
fermentar, se hace enteramente semejante a mi (cf. Mt 13,33). Me he convertido, para
mis siervos, en paraíso. Soy la fuente luminosa de la corriente y del rio inmortal. Soy el
sol que sale a toda hora (Simeón el Nuevo Teólogo, Le catechesi, Citta Nuova, Roma
1995, 491-494, passim). www.evangeliodeMateo.GiorgioZevini
6 Acción. ¿A qué me comprometo con Dios? Para custodiar y vivir la palabra.
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «Se puede definir al hombre como el
que busca la verdad» (Juan Pablo II).
Repite a menudo y vive esta Palabra: «Sucede con el Reino de los Cielos lo que con
un tesoro escondido» (Mt 13,44).
7 Para la lectura espiritual. Caminar con la palabra.
La vida que Dios da al hombre es original y diferente de la de los demás criaturas
vivientes, o que el hombre aunque proveniente del polvo de la tierra (cf Gn 2,7; 3,19;
Job 34,15; Sol 103,14; 104,29), es manifestación de Dios en el mundo, signo de su
presencio, resplandor de su gloria (cf Gn 1,26-27; Sol 8,6). Al hombre se le ha dado una
altísima dignidad, que tiene sus raíces en el vínculo íntimo que lo une o su Creador: en
el hombre se refleja la realidad misma de Dios.
En la vida del hombre, la imagen de Dios vuelve o resplandecer y se manifiesta en toda
su plenitud con lo venida del Hijo de Dios en carne humana: «Él es Imagen de Dios
invisible» (Col 1 ,15), «resplandor de su gloria e impronta de su sustancia» (Heb 1,3). Él
es la imagen perfecta del Padre... La plenitud de la vida se da a cuantos aceptan seguir
a Cristo. En ellos, la imagen divina es restaurada, renovada y llevada a perfección. Este
es el designio de Dios sobre los seres humanos; que «reproduzcan la imagen de su Hijo»
(Rom 8,29). Solo así con el esplendor de esta imagen, el hombre puede ser liberado de
lo esclavitud de lo idolatría, puede reconstruir lo fraternidad rota y reencontrar su propio
identidad (Juan Pablo II, carta encíclica Evangelium vitae, nn. 34.36). www.santaclaradeestella.es
La raíz de donde brota toda la experiencia cristiana es, obviamente, Jesucristo. En el
lenguaje cristiano, también en el habla común, hay algunas palabras importantes,
riquísimas en contenido, palabras fuertes y orientadoras que, no obstante, se han
echado a perder, han palidecido y se han vaciado por el uso.
Una de ellas es la palabra evangelio, reducida ahora a significar únicamente los cuatro
libritos que cuentan la vida de Cristo. Demasiado poco. Su significado es, sin embargo,
muy profundo. Evangelio significa alegre noticia. En la base de todo -como aparece
tanto a partir de una lectura bíblica como a partir de nuestra misma experiencia
personal- se halla precisamente el encuentro con un «evangelio», una «alegre noticia»,
una noticia sorprendente y esperada que cambia el sentido de toda la vida, que cuando
la oyes te ensancha el corazón y te vuelve a dar deseos de vivir.
En los textos bíblicos de vocación y de misión hay siempre un mandato divino: ve, grita,
anuncia, te envío. Pero se trata de un mandato que hay que entender bien. Nadie se
convierte en un cristiano serio y comprometido por orden o por imposición exterior, sino
siempre y únicamente bajo el impulso que nace del interior, del corazón. Es verdad,
existe un imperativo en los textos de misión, pero el imperativo de Dios nace de dentro.
Hay dos pequeñas palabras que ilustran muy bien todo lo que estamos diciendo:
«Sucede con el Reino de los Cielos lo que con un tesoro escondido... con un mercader»
(Mt 13,44).
En primer lugar, un hombre descubre un tesoro: es el momento del descubrimiento y de
la sorpresa, es decir, el encuentro con la «alegre noticia», que proyecta una luz nueva
sobre la vida y sobre todas las cosas. A continuación, el hombre toma conciencia de lo
que ha encontrado y pasa a la acción: vende todo lo que tiene. Es el momento del
desprendimiento, de la conversión. Por último, el hombre que lo ha vendido todo para
tener aquel tesoro queda atado por completo a su tesoro: toda su vida está en función
del aquel tesoro.
Es en esta rica experiencia -de descubrimiento, de conversión y de alegre posesión-
donde se arraiga el dinamismo apostólico, a saber: el deseo de decir a todos que hay un
tesoro, que vale la pena buscarlo, por el que incluso vale la pena venderlo todo para
poseerlo, porque una vez que lo posees te das cuenta de que tienes en tu mano todo lo
que da sentido a la vida. La alegre noticia es que, en Jesús, Dios se ha acercado tanto a
nosotros que se ha hecho hombre, nuestro hermano; se ha sumergido en la historia,
implicado en nuestra aventura sin posibilidad de arrepentirse. Esta alegre noticia está
cerca, al alcance de la mano, pero es preciso alargar la mano para cogerla (B. Maggioni,
II tesoro nascosto, Ancora, Milán 1997, 7-10, passim). www.evangeliodeMateo.GiorgioZevini
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✞ ✞ ✞ Profesión de Fe

Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su
único Hijo, nuestro Señor,
Se inclina levemente la cabeza en señal de respeto.

Que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen.
Se finaliza la inclinación de la cabeza.

Padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a
los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado
a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y
muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos,
el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.

✞ ✞ ✞ Intenciones (Oracion de los fieles)


Oremos a Dios Padre con confianza filial.
- Por los que han recibido la misión de anunciar el Evangelio del reino de Dios y de
educar en la fe a los creyentes. Roguemos al Señor.
- Por la paz y el progreso de las naciones. Roguemos al Señor.
- Por los que no se sienten capaces de optar por los bienes del reino de Dios. Roguemos
al Señor.
- Por todos nosotros, llamados a preferir sobre todo el reino de Dios. Roguemos al
Señor.
Que te agraden, Señor, nuestras súplicas, como te agradó la súplica del rey Salomón.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
• El ministerio que se nos ha confiado a nosotros, a la Iglesia, es rogar por todos y cada
uno de nuestros hermanos, para que descubran el tesoro de la fe. Respondamos a cada
petición: R/ Escucha a tu pueblo, Señor.
- Por todos los cristianos, para que aprecien profundamente su fe y su vida en Cristo y
sigan viviendo según sus convicciones, roguemos al Señor: R/ Escucha a tu pueblo,
Señor.
- Por los hombres y mujeres del mundo entero, para que abran sus ojos y sus corazones
a la Buena Noticia de salvación de Jesucristo, roguemos al Señor: R/ Escucha a tu
pueblo, Señor.
- Por los líderes de las naciones, para que, cuando trabajen por la prosperidad y el
progreso, no pierdan de vista lo que es esencial, es decir: las personas, y los valores
humanos más profundos, roguemos al Señor: R/ Escucha a tu pueblo, Señor.
- Por los que son ricos en posesiones y en talentos, para que pongan sus dones y sus
bienes al servicio de sus hermanos, roguemos al Señor: R/ Escucha a tu pueblo, Señor.
- Por los enfermos y los pobres entre nosotros, para que descubran en el cuidado
cariñoso de los hermanos un algo de la bondad de Dios, roguemos al Señor: R/ Escucha
a tu pueblo, Señor.
- Por nuestros jóvenes -ellos y ellas-, para que sus padres y la Iglesia les transmita su
fe viva y el espíritu para servir bien a Dios y a los hermanos, roguemos al Señor: R/
Escucha a tu pueblo, Señor.
Señor, te damos gracias porque en ti hemos encontrado el tesoro que convierte nuestra
vida en digna de vivirse. Guárdanos en tu amor, ahora y por los siglos de los siglos.

3 LITURGIA EUCARISTICA
Sacerdote: Orad hermanos para que este sacrificio, mío y vuestro, sea
agradable a Dios, Padre todopoderoso.
Todos: El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria
de su Nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia. (→ Este es el
Compendio de la Misa)
✞ ✞ ✞ Oración sobre las Ofrendas

*** Se llevan al altar los dones; el pan y el vino. *** Acepta, Señor, nuestro corazón contrito y nuestro
espíritu humilde; que éste sea hoy nuestro sacrificio y que sea agradable en tu presencia, Señor, Dios
nuestro. *** Lava del todo mi delito, Señor, limpia mi pecado.

Recibe, Señor, las ofrendas que te presentamos gracias a tu generosidad, para que
estos santos misterios, donde tu poder actúa eficazmente, santifiquen los días de
nuestra vida y nos conduzcan a las alegrías eternas. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Señor Dios nuestro: crea entre ti y nosotros una santa comunión de amor. Ven a
nosotros en Jesucristo en esta eucaristía y en nuestra vida diaria. Reina en nosotros,
toma posesión de nosotros para gobernar y perdonar, para santificar e iluminar, para
conducirnos y renovarnos por tu gracia. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. R/
Amén.

✞ ✞ ✞ Plegaria eucarística (Prefacio)

Introducción a la plegaria eucarística


Centro y el culmen de toda la celebración. Es una plegaria de acción de gracias y de consagración. El
sentido de esta oración es que toda la congregación de fieles se una con Cristo en el reconocimiento de
las grandezas de Dios y en la ofrenda del sacrificio.

• Con Jesús damos gracias al Padre por el tesoro que nos ha dado en nuestra fe y en la
perla de su reino.
a) Acción de gracias
El Señor esté con vosotros. R/ Y con tu espíritu. Levantemos el corazón R/ Lo tenemos
levantado hacia el Señor. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R/ Es justo y necesario.
Prefacio VII dominical del tiempo Ordinario. La salvación, fruto de la
obediencia de Cristo.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en
todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque tu amor al mundo fue tan misericordioso que nos enviaste como redentor a tu
propio Hijo, Y en todo lo quisiste semejante a nosotros, menos en el pecado, para poder
así amar en nosotros lo que amabas en él. Con su obediencia has restaurado aquellos
dones que por nuestra desobediencia habíamos perdido.
• Gracias, Jesús, por mostrarme una vez qué hermoso es el camino de la Luz. Quiero
avanzar por ese camino de la mano de tu Madre, la Sierva humilde y pura a quien se le
reveló la grandeza del amor de Dios. Quiero, Señor, ser portador de la luz verdadera
para mi familia, mis amigos y para todos aquellos con los que pueda compartir la
inmensa alegría de creer en Ti. Amén
Por eso, Señor, nosotros, llenos de alegría, te aclamamos con los ángeles y con todos
los santos, diciendo:
b) Santo: con esta aclamación toda la asamblea, uniéndose a las jerarquías celestiales, canta o recita
las alabanzas a Dios.
Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu
gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el
cielo.
c) Epíclesis Se implora el poder divino para que los dones se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de
Cristo, y para que la víctima inmaculada que se va a recibir en la comunión sea para salvación de quienes
la reciban.

Santo eres en verdad, Padre, y con razón te alaban todas tus criaturas, ya que por
Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas
todo, y congregas a tu pueblo sin cesar, para que ofrezca en tu honor un sacrificio sin
mancha desde donde sale el sol hasta el ocaso. Por eso, Padre, te suplicamos que
santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para ti, de manera
que se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, que
nos mandó celebrar estos misterios.
d) Narración de la institución y consagración. Con las palabras y gestos de Cristo, se
realiza el sacrificio que él mismo instituyó en la última cena. Momento más solemne de la Misa; es la
transubstanciación: pan y vino desaparecen al convertirse en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de
Cristo. Dios se hace presente ante nosotros con todo su amor. ¡Bendito Jesus en el Santísimo sacramento
del Altar!

Porque Él mismo, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y dando gracias te
bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen y coman todos de él,
porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por ustedes".
Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, y, dando gracias te bendijo, y lo pasó a
sus discípulos, diciendo: "Tomen y beban todos de él, porque éste es el cáliz de mi
Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por
muchos para el perdón de los pecados. Hagan esto en conmemoración mía".
e) Anámnesis. La Iglesia, al cumplir este encargo que, a través de los Apóstoles, recibió de Cristo
Señor, realiza el memorial del mismo Cristo, su Reactualización, recordando principalmente su
bienaventurada pasión, su gloriosa resurrección y la ascensión al cielo.

Éste es el sacramento de nuestra fe. R/ Anunciamos tu muerte, proclamamos tu


resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!
f) Oblación. La asamblea ofrece al Padre la víctima inmaculada, y con ella se ofrece cada uno de los
participantes.

Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la pasión salvadora de tu Hijo, de su


admirable resurrección y ascensión al cielo, mientras esperamos su venida gloriosa, te
ofrecemos, en esta acción de gracias, el sacrificio vivo y santo.
Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia y reconoce en ella la Víctima por cuya
inmolación quisiste devolvemos tu amistad, para que, fortalecidos con el Cuerpo y la
Sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un
solo espíritu.
Que Él nos transforme en ofrenda permanente, para que gocemos de tu heredad junto
con tus elegidos: con María, la Virgen Madre de Dios, los apóstoles y los mártires, (san
N.: santo del día o patrono) y todos los santos, por cuya intercesión confiamos obtener
siempre tu ayuda.
Te pedimos, Padre, que esta Víctima de reconciliación traiga la paz y la salvación al
mundo entero. Confirma en la fe y en la caridad a tu Iglesia, peregrina en la tierra: a tu
servidor, el Papa N., a nuestro Obispo N., al orden episcopal, a los presbíteros y
diáconos, y a todo el pueblo redimido por ti.
g) Intercesiones. Con ellas se da a entender que la Eucaristía se celebra en comunión con toda la
Iglesia, celeste y terrena, y que la oblación se hace por ella y por todos sus miembros, vivos y difuntos.

Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia, en el
domingo, día en que Cristo ha vencido a la muerte y nos ha hecho partícipes de su vida
inmortal. Reúne en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el
mundo.
A nuestros hermanos difuntos y a cuantos murieron en tu amistad recíbelos en tu reino,
donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria, por Cristo, Señor
nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes.
Padre eterno, te ofrecemos la Preciosísima Sangre de Jesús, con todas las
Misas celebradas en el mundo en éste día, por las benditas Almas del
Purgatorio. Y Concédeles, Señor, el descanso eterno y brille para ellas la luz
perpetua. Amén.
h) Doxología final. Se expresa la glorificación de Dios y se concluye y confirma con el amen del
pueblo.

Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del
Espíritu Santo, todo Honor y toda Gloria por los siglos de los siglos. Amén
✞ ✞ ✞ Rito de la comunión
Significa "común unión". Al acercarnos a comulgar, además de recibir a Jesús dentro de nosotros y de
abrazarlo con tanto amor y alegría, nos unimos a toda la Iglesia en esa misma alegría y amor.

a) Introducción al Padrenuestro
Con las palabras de Jesús nuestro Señor oremos al Padre de todos para que su reino venga a cada
persona de la tierra.

• Con Jesús nuestro Señor, oramos antes que nada a nuestro Padre en el cielo para que
venga su reino y para que sepamos cumplir su voluntad.
• Unidos en el amor de Cristo, por el Espíritu Santo que hemos recibido, dirijámonos al
Padre con la oración que el Señor nos enseñó:
R/ Padre nuestro…
b) Rito de la Paz
Los fieles imploran la paz y la unidad para la iglesia y para toda la familia humana y se expresan
mutuamente la caridad antes de participar de un mismo pan.

Líbranos, Señor.
Líbranos, Señor, de concentrarnos en necesidades materiales y en seguridad humana y
haz que nos preocupemos realmente de buscar siempre tu voluntad y de trabajar por la
venida de tu reino. Guárdanos libres del desaliento cuando tardan en llegar tu justicia y
tu verdad, y mantén viva nuestra esperanza para que un día veamos la venida plena
entre nosotros de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

R/. Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.


Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: "La paz les dejo, mi paz les doy", no
tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra,
concédele la paz y la unidad. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos. R/.
Amén.
La paz del Señor esté siempre con ustedes. R/. Y con tu espíritu.
Dense fraternalmente la paz.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. R. Ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. R. Ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. R. Danos la paz.
Invitación a la Comunión
• Éste es Jesucristo, el Señor, que siembra en nuestros corazones la buena semilla de
su mensaje. Dichosos nosotros de escucharle y de recibirle como nuestro pan de vida.
• Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la
cena del Señor.

R. Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una Palabra tuya
bastará para sanarme.
c) El gesto de la fracción del pan: Significa que nosotros, que somos muchos, en la comunión
de un solo pan de vida, que es Cristo, nos hacemos un solo cuerpo (1 Co 10,17)

d) Inmixión o mezcla: el celebrante deja caer una parte del pan consagrado en el cáliz.
Antífona de comunión Sal 102, 2
Bendice, alma mía, al Señor y no olvides sus beneficios.
O bien: Mt 5, 7-8
Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios
de corazón, porque ellos verán a Dios.

✞ ✞ ✞ Oración después de la Comunión

Hemos recibido, Señor, el santo sacramento, memorial perpetuo de la pasión de tu Hijo;


concédenos que este don, que él mismo nos entregó con amor inefable, sea provechoso
para nuestra salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh Dios, Padre nuestro, En esta celebración eucarística nos has dado de nuevo a tu
propio Hijo Jesús. Que él nutra en nosotros el crecimiento de tu reino. Que abra
nuestros ojos a la bondad y, también al valor relativo de las cosas de esta tierra. Que él
nos ayude a percatarnos de que nuestra personalidad y existencia humanas no son más
que la manera concreta por la que respondemos a tu llamado y construimos tu reino. Te
lo pedimos en el nombre de Jesucristo el Señor. R/ Amén.
4 RITO DE CONCLUSION
Consta de saludo, bendición sacerdotal, y de la despedida, con la que se disuelve la asamblea, para que
cada uno vuelva a sus honestos quehaceres alabando y bendiciendo al Señor.

✞ ✞ ✞ Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos
de los siglos. R/ Amén.
¡Cristo, Rey nuestro! R/ ¡Venga tu Reino!

Consagración a María
Pidámosle a María que nos acompañe siempre:
Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las oraciones que te
dirigimos en nuestras necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, ¡oh Virgen
gloriosa y bendita! Amén.

Oracion a San Miguel Arcángel.


San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha. Sé nuestro amparo contra la perversidad
y acechanzas del demonio. Que Dios manifieste sobre él su poder, es nuestra humilde
súplica. Y tú, oh Príncipe de la Milicia Celestial, con el poder que Dios te ha conferido,
arroja al infierno a Satanás, y a los demás espíritus malignos que vagan por el mundo
para la perdición de las almas. Amén

✞ ✞ ✞ Bendición

Hermanos: Al final de esta celebración quizás hemos logrado una respuesta clara
a nuestras preguntas del principio: ¿Qué es lo realmente importante en nuestra vida?
¿Dónde se asienta nuestra auténtica y permanente alegría? ¿Es en Dios, en su reino, en
el amor y misericordia que Él nos muestra en Cristo su Hijo? Sabemos que le damos una
alegría estando aquí juntos como su pueblo. Que Él sea también nuestra alegría y
nuestro tesoro ahora y por los siglos de los siglos.
Para ello, que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda
sobre nosotros, sea fuente de su felicidad y nos acompañe siempre.
R/ Amén.
Podéis ir en paz, aleluya, aleluya.
R. Demos gracias a Dios, aleluya, aleluya.

✞ ✞ ✞ Abba Padre, gracias te doy por enseñarme a Cristo histórico. Y ahora, por tu gracia
y Espíritu Santo concédeme fortalecer la fe, para caminar con Cristo, por Cristo y en
Cristo, ya no histórico, sino Pan vivo bajado del cielo.
«Tú eres Cristo, el Hijo de Dios Vivo» Mt 16, 16

Papa Francisco
ÁNGELUS. Domingo 30 de julio de 2017.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El discurso de las parábolas de Jesús, que reúne siete parábolas en el capítulo 13 del
Evangelio de Mateo, se concluye con las tres similares de hoy: el tesoro escondido (Mt
13, 44), la perla preciosa (Mt 13, 45-46) y la red de pesca (Mt 13, 47-48). Me detengo
en las dos primeras que subrayan la decisión de los protagonistas de vender cualquier
cosa para obtener eso que han descubierto. En el primer caso se trata de un campesino
que casualmente tropieza con un tesoro escondido en el campo donde está trabajando.
No siendo el campo de su propiedad debe adquirirlo si quiere poseer el tesoro: por tanto
decide arriesgar todos sus bienes para no perder esa ocasión realmente excepcional. En
el segundo caso encontramos un mercader de perlas preciosas; él, experto conocedor,
ha identificado una perla de gran valor. También él decide apostar todo a esa perla,
hasta el punto de vender todas las demás.
Estas similitudes destacan dos características respecto a la posesión del Reino de Dios:
la búsqueda y el sacrificio. Es verdad que el Reino de Dios es ofrecido a todos –es un
don, es un regalo, es una gracia– pero no está puesto a disposición en un plato de plata,
requiere dinamismo: se trata de buscar, caminar, trabajar. La actitud de la búsqueda es
la condición esencial para encontrar; es necesario que el corazón queme desde el deseo
de alcanzar el bien precioso, es decir el Reino de Dios que se hace presente en la
persona de Jesús. Es Él el tesoro escondido, es Él la perla de gran valor. Él es el
descubrimiento fundamental, que puede dar un giro decisivo a nuestra vida, llenándola
de significado.
Frente al descubrimiento inesperado, tanto el campesino como el mercader se dan
cuenta de que tienen delante una ocasión única que no pueden dejar escapar, por lo
tanto venden todo lo que poseen. La valoración del valor inestimable del tesoro, lleva a
una decisión que implica también sacrificio, desapegos y renuncias. Cuando el tesoro y
la perla son descubiertos, es decir cuando hemos encontrado al Señor, es necesario no
dejar estéril este descubrimiento, sino sacrificar por ello cualquier otra cosa. No se trata
de despreciar el resto, sino de subordinarlo a Jesús, poniéndole a Él en el primer lugar.
La gracia en el primer lugar. El discípulo de Cristo no es uno que se ha privado de algo
esencial; es uno que ha encontrado mucho más: ha encontrado la alegría plena que solo
el Señor puede donar. Es la alegría evangélica de los enfermos sanados; de los
pecadores perdonados; del ladrón al que se le abre la puerta al paraíso.
La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de aquellos que se encuentran
con Jesús. Aquellos que se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza,
del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría (cf
Exort. ap. Evangelii gaudium, 1). Hoy somos exhortados a contemplar la alegría del
campesino y del mercader de las parábolas. Es la alegría de cada uno de nosotros
cuando descubrimos la cercanía y la presencia consoladora de Jesús en nuestra vida.
Una presencia que transforma el corazón y nos abre a la necesidad y a la acogida de los
hermanos, especialmente de aquellos más débiles.
Rezamos, por intercesión de la Virgen María, para que cada uno de nosotros sepa
testimoniar, con las palabras y los gestos cotidianos, la alegría de haber encontrado el
tesoro del Reino de Dios, es decir el amor que el Padre nos ha donado mediante Jesús.
ÁNGELUS, Domingo 27 de julio de 2014
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Las breves semejanzas propuestas por la liturgia de hoy son la conclusión del capítulo
del Evangelio de Mateo dedicado a las parábolas del reino de Dios (Mt 13, 44-52). Entre
ellas hay dos pequeñas obras maestras: las parábolas del tesoro escondido en el campo
y la perla de gran valor. Ellas nos dicen que el descubrimiento del reino de Dios puede
llegar improvisamente como sucedió al campesino, que arando encontró el tesoro
inesperado; o bien después de una larga búsqueda, como ocurrió al comerciante de
perlas, que al final encontró la perla preciosísima que soñaba desde hacía tiempo. Pero
en un caso y en el otro permanece el dato primario de que el tesoro y la perla valen más
que todos lo demás bienes, y, por lo tanto, el campesino y el comerciante, cuando los
encuentran, renuncian a todo lo demás para poder adquirirlos. No tienen necesidad de
hacer razonamientos, o de pensar en ello, de reflexionar: inmediatamente se dan cuenta
del valor incomparable de aquello que han encontrado, y están dispuestos a perder todo
con tal de tenerlo.
Así es para el reino de Dios: quien lo encuentra no tiene dudas, siente que es eso que
buscaba, que esperaba y que responde a sus aspiraciones más auténticas. Y es
verdaderamente así: quien conoce a Jesús, quien lo encuentra personalmente, queda
fascinado, atraído por tanta bondad, tanta verdad, tanta belleza, y todo en una gran
humildad y sencillez. Buscar a Jesús, encontrar a Jesús: ¡este es el gran tesoro!
Cuántas personas, cuántos santos y santas, leyendo con corazón abierto el Evangelio,
quedaron tan conmovidos por Jesús que se convirtieron a Él. Pensemos en san Francisco
de Asís: él ya era cristiano, pero un cristiano "al agua de rosas". Cuando leyó el
Evangelio, en un momento decisivo de su juventud, encontró a Jesús y descubrió el
reino de Dios, y entonces todos sus sueños de gloria terrena se desvanecieron. El
Evangelio te permite conocer al verdadero Jesús, te hace conocer a Jesús vivo; te habla
al corazón y te cambia la vida. Y entonces sí lo dejas todo. Puedes cambiar
efectivamente de tipo de vida, o bien seguir haciendo lo que hacías antes pero tú eres
otro, has renacido: has encontrado lo que da sentido, lo que da sabor, lo que da luz a
todo, incluso a las fatigas, al sufrimiento y también a la muerte.
Leer el Evangelio. Leer el Evangelio. Ya hemos hablado de esto, ¿lo recordáis? Cada día
leer un pasaje del Evangelio; y también llevar un pequeño Evangelio con nosotros, en el
bolsillo, en la cartera, al alcance de la mano. Y allí, leyendo un pasaje encontraremos a
Jesús. Todo adquiere sentido allí, en el Evangelio, donde encuentras este tesoro, que
Jesús llama "el reino de Dios", es decir, Dios que reina en tu vida, en nuestra vida; Dios
que es amor, paz y alegría en cada hombre y en todos los hombres. Esto es lo que Dios
quiere, y esto es por lo que Jesús entregó su vida hasta morir en una cruz, para
liberarnos del poder de las tinieblas y llevarnos al reino de la vida, de la belleza, de la
bondad, de la alegría. Leer el Evangelio es encontrar a Jesús y tener esta alegría
cristiana, que es un don del Espíritu Santo.
Queridos hermanos y hermanas, la alegría de haber encontrado el tesoro del reino de
Dios se transparenta, se ve. El cristiano no puede mantener oculta su fe, porque se
transparenta en cada palabra, en cada gesto, incluso en los más sencillos y cotidianos:
se trasluce el amor que Dios nos ha donado a través de Jesús. Oremos, por intercesión
de la Virgen María, para que venga a nosotros y a todo el mundo su reino de amor,
justicia y paz.

Papa Benedicto XVI


ÁNGELUS, 24 de julio de 2011
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy, en la liturgia, la lectura del Antiguo Testamento nos presenta la figura del rey
Salomón, hijo y sucesor de David. Nos lo presenta al principio de su reinado, cuando era
aún jovencísimo. Salomón heredó una tarea muy ardua, y la responsabilidad que pesaba
sobre sus hombros era grande para un joven soberano. Lo primero que hizo fue ofrecer
a Dios un solemne sacrificio —«mil holocaustos», dice la Biblia—. Entonces el Señor se le
apareció en una visión nocturna y prometió concederle lo que pidiera en la oración. Y
aquí se ve la grandeza de alma de Salomón: no pide larga vida, ni riquezas, ni la
eliminación de sus enemigos; dice, en cambio, al Señor: «Concede, pues, a tu siervo un
corazón atento para juzgar a tu pueblo y discernir entre el bien y el mal» (1 R 3, 9). Y el
Señor lo escuchó, de modo que Salomón llegó a ser célebre en todo el mundo por su
sabiduría y sus rectos juicios.
Por tanto, pidió a Dios que le concediera «un corazón atento» ¿Qué significa esta
expresión? Sabemos que el «corazón» en la Biblia no indica sólo una parte del cuerpo,
sino el centro de la persona, la sede se sus intenciones y de sus juicios. Podríamos
decir: la conciencia. «Corazón atento» significa entonces una conciencia que sabe
escuchar, que es sensible a la voz de la verdad y, por eso, es capaz de discernir el bien
del mal. En el caso de Salomón, la petición está motivada por la responsabilidad de
guiar una nación, Israel, el pueblo que Dios eligió para manifestar al mundo su designio
de salvación. El rey de Israel, por consiguiente, debe tratar de estar siempre en sintonía
con Dios, a la escucha de su Palabra, para guiar al pueblo por los caminos del Señor, el
camino de la justicia y de la paz. Pero el ejemplo de Salomón vale para todo hombre.
Cada uno de nosotros tiene una conciencia para ser en cierto sentido «rey», es decir,
para ejercitar la gran dignidad humana de actuar según la recta conciencia, obrando el
bien y evitando el mal. La conciencia moral presupone la capacidad de escuchar la voz
de la verdad, de ser dóciles a sus indicaciones. Las personas llamadas a tareas de
gobierno tienen, naturalmente, una responsabilidad ulterior, y por lo tanto —como
enseña Salomón— tienen aún más necesidad de la ayuda de Dios. Pero cada uno tiene
que hacer su propia parte, en la situación concreta en que se encuentra. Una mentalidad
equivocada nos sugiere pedir a Dios cosas o condiciones favorables; en realidad, la
verdadera calidad de nuestra vida y de la vida social depende de la recta conciencia de
cada uno, de la capacidad de todos y de cada uno de reconocer el bien, separándolo del
mal, y de tratar de llevarlo a cabo con paciencia, contribuyendo así a la justicia y a la
paz.
Pidamos por eso la ayuda de la Virgen María, Sede de la Sabiduría. Su «corazón» está
perfectamente «atento» a la voluntad del Señor. Aun siendo una persona humilde y
sencilla, María es una reina a los ojos de Dios, y como tal nosotros la veneramos. Que la
Virgen santísima nos ayude también a nosotros a formarnos, con la gracia de Dios, una
conciencia siempre abierta a la verdad y sensible a la justicia, para servir al reino de
Dios.

DIRECTORIO HOMILÉTICO
Ap. I. La homilía y el Catecismo de la Iglesia Católica
Ciclo A. Decimoséptimo domingo del Tiempo Ordinario.
No se puede ignorar el pecado original para discernir la situación humana
407 La doctrina sobre el pecado original - vinculada a la de la Redención de Cristo -
proporciona una mirada de discernimiento lúcido sobre la situación del hombre y de su
obrar en el mundo. Por el pecado de los primeros padres, el diablo adquirió un cierto
dominio sobre el hombre, aunque éste permanezca libre. El pecado original entraña "la
servidumbre bajo el poder del que poseía el imperio de la muerte, es decir, del diablo"
(Cc. de Trento: DS 1511, cf. Hb 2, 14). Ignorar que el hombre posee una naturaleza
herida, inclinada al mal, da lugar a graves errores en el dominio de la educación, de la
política, de la acción social (cf. CA 25) y de las costumbres.
Escoger según la conciencia, en acuerdo con la voluntad de Dios
EL DICTAMEN DE LA CONCIENCIA
1777 Presente en el corazón de la persona, la conciencia moral (cf Rm 2, 14-16) le
ordena, en el momento oportuno, practicar el bien y evitar el mal. Juzga también las
elecciones concretas aprobando las que son buenas y denunciando las que son malas (cf
Rm 1, 32). Atestigua la autoridad de la verdad con referencia al Bien supremo por el
cual la persona humana se siente atraída y cuyos mandamientos acoge. El hombre
prudente, cuando escucha la conciencia moral, oye a Dios que habla.
1778 La conciencia moral es un juicio de la razón por el que la persona humana
reconoce la cualidad moral de un acto concreto que piensa hacer, está haciendo o ha
hecho. En todo lo que dice y hace, el hombre está obligado a seguir fielmente lo que
sabe que es justo y recto. Mediante el dictamen de su conciencia el hombre percibe y
reconoce las prescripciones de la ley divina:
La conciencia es una ley de nuestro espíritu, pero que va más allá de él, nos da órdenes,
significa responsabilidad y deber, temor y esperanza… La conciencia es la mensajera del
que, tanto en el mundo de la naturaleza como en el de la gracia, a través de un velo nos
habla, nos instruye y nos gobierna. La conciencia es el primero de todos los vicarios de
Cristo (Newman, carta al duque de Norfolk 5).
1779 Es preciso que cada uno preste mucha atención a sí mismo para oír y seguir la voz
de su conciencia. Esta exigencia de interioridad es tanto más necesaria cuanto que la
vida nos impulsa con frecuencia a prescindir de toda reflexión, examen o interiorización:
"Retorna a tu conciencia, interrógala… retornad, hermanos, al interior, y en todo lo que
hagáis mirad al Testigo, Dios" (S. Agustín, ep. Jo. 8, 9).
1780 La dignidad de la persona humana implica y exige la rectitud de la conciencia
moral. La conciencia moral comprende la percepción de los principios de la moralidad
("sindéresis"), su aplicación en las circunstancias dadas mediante un discernimiento
práctico de las razones y de los bienes, y en conclusión el juicio formado sobre los actos
concretos que se van a realizar o se han realizado. La verdad sobre el bien moral,
declarada en la ley de la razón, es reconocida práctica y concretamente por el dictamen
prudente de la conciencia. Se llama prudente al hombre que elige conforme a este
dictamen o juicio.
1781 La conciencia hace posible que se asuma la responsabilidad de los actos realizados.
Si el hombre comete el mal, el justo juicio de la conciencia puede ser en él el testigo de
la verdad universal del bien, al mismo tiempo que de la malicia de su elección concreta.
El veredicto del dictamen de conciencia constituye una garantía de esperanza y de
misericordia. Al hacer patente la falta cometida recuerda el perdón que se ha de pedir,
el bien que se ha de practicar todavía y la virtud que se ha de cultivar sin cesar con la
gracia de Dios:
"Tranquilizaremos nuestra conciencia ante él, en caso de que nos condene nuestra
conciencia, pues Dios es mayor que nuestra conciencia y conoce todo" (1Jn 3, 19-20).
1782 El hombre tiene el derecho de actuar en conciencia y en libertad a fin de tomar
personalmente las decisiones morales. "No debe ser obligado a actuar contra su
conciencia. Ni se le debe impedir que actúe según su conciencia, sobre todo en materia
religiosa" (DH 3).
LA FORMACIÓN DE LA CONCIENCIA
1783 Hay que formar la conciencia, y esclarecer el juicio moral. Una conciencia bien
formada es recta y veraz. Formula sus juicios según la razón, conforme al bien
verdadero querido por la sabiduría del Creador. La educación de la conciencia es
indispensable a seres humanos sometidos a influencias negativas, y tentados por el
pecado de preferir su juicio propio y de rechazar las enseñanzas autorizadas.
1784 La educación de la conciencia es una tarea de toda la vida. Desde los primeros
años despierta al niño al conocimiento y la práctica de la ley interior reconocida por la
conciencia moral. Una educación prudente enseña la virtud; preserva o cura del miedo,
del egoísmo y del orgullo, de los insanos sentimientos de culpabilidad y de los
movimientos de complacencia, nacidos de la debilidad y de las faltas humanas. La
educación de la conciencia garantiza la libertad y engendra la paz del corazón.
1785 En la formación de la conciencia, la Palabra de Dios es la luz que nos ilumina; es
preciso que la asimilemos en la fe y la oración, y la pongamos en práctica. Es preciso
también que examinemos nuestra conciencia atendiendo a la cruz del Señor. Estamos
asistidos por los dones del Espíritu Santo, ayudados por el testimonio o los consejos de
otros y guiados por la enseñanza autorizada de la Iglesia (cf DH 14).
Discernir la voluntad de Dios expresada en la Ley en las situaciones difíciles
1786 Ante la necesidad de decidir moralmente, la conciencia puede formular un juicio
recto de acuerdo con la razón y con la ley divina, o al contrario un juicio erróneo que se
aleja de ellas.
1787 El hombre se ve a veces enfrentado con situaciones que hacen el juicio moral
menos seguro, y la decisión difícil. Pero debe buscar siempre lo que es justo y bueno y
discernir la voluntad de Dios expresada en la ley divina.
1788 Para esto, el hombre se esfuerza por interpretar los datos de la experiencia y los
signos de los tiempos gracias a la virtud de la prudencia, los consejos de las personas
entendidas y la ayuda del Espíritu Santo y de sus dones.
1789 En todos los casos son aplicables las siguientes reglas:
- Nunca está permitido hacer el mal para obtener un bien.
- La "regla de oro": "Todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también
vosotros" (Mt 7, 12; cf. Lc 6, 31; Tb 4, 15).
- La caridad actúa siempre en el respeto del prójimo y de su conciencia: "Pecando así
contra vuestros hermanos, hiriendo su conciencia… pecáis contra Cristo" (1Co 8, 12).
"Lo bueno es… no hacer cosa que sea para tu hermano ocasión de caída, tropiezo o
debilidad" (Rm 14, 21).
La separación del bien y del mal en el juicio final
1038 La resurrección de todos los muertos, "de los justos y de los pecadores" (Hch 24,
15), precederá al Juicio final. Esta será "la hora en que todos los que estén en los
sepulcros oirán su voz y los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida, y los que
hayan hecho el mal, para la condenación" (Jn 5, 28-29). Entonces, Cristo vendrá "en su
gloria acompañado de todos sus ángeles,… Serán congregadas delante de él todas las
naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de las
cabras. Pondrá las ovejas a su derecha, y las cabras a su izquierda… E irán estos a un
castigo eterno, y los justos a una vida eterna." (Mt 25, 31. 32. 46).
1039 Frente a Cristo, que es la Verdad, será puesta al desnudo definitivamente la
verdad de la relación de cada hombre con Dios (cf. Jn 12, 49). El Juicio final revelará
hasta sus últimas consecuencias lo que cada uno haya hecho de bien o haya dejado de
hacer durante su vida terrena:
"Todo el mal que hacen los malos se registra, y ellos no lo saben. El día en que "Dios no
se callará" (Sal 50, 3)… Se volverá hacia los malos: "Yo había colocado sobre la tierra,
dirá El, a mis pobrecitos para vosotros. Yo, su cabeza, gobernaba en el cielo a la
derecha de mi Padre - pero en la tierra mis miembros tenían hambre. Si hubierais dado
a mis miembros algo, eso habría subido hasta la cabeza. Cuando coloqué a mis
pequeñuelos en la tierra, los constituí comisionados vuestros para llevar vuestras buenas
obras a mi tesoro: como no habéis depositado nada en sus manos, no poseéis nada en
Mí" (San Agustín, serm. 18, 4, 4).
1040 El Juicio final sucederá cuando vuelva Cristo glorioso. Sólo el Padre conoce el día y
la hora en que tendrá lugar; sólo El decidirá su advenimiento. Entonces, El pronunciará
por medio de su Hijo Jesucristo, su palabra definitiva sobre toda la historia. Nosotros
conoceremos el sentido último de toda la obra de la creación y de toda la economía de la
salvación, y comprenderemos los caminos admirables por los que Su Providencia habrá
conducido todas las cosas a su fin último. El juicio final revelará que la justicia de Dios
triunfa de todas las injusticias cometidas por sus criaturas y que su amor es más fuerte
que la muerte (cf. Ct 8, 6).
1041 El mensaje del Juicio final llama a la conversión mientras Dios da a los hombres
todavía "el tiempo favorable, el tiempo de salvación" (2Co 6, 2). Inspira el santo temor
de Dios. Compromete para la justicia del Reino de Dios. Anuncia la "bienaventurada
esperanza" (Tt 2, 13) de la vuelta del Señor que "vendrá para ser glorificado en sus
santos y admirado en todos los que hayan creído" (2Ts 1, 10).
Dios no predestina a nadie a ir al infierno
1037 Dios no predestina a nadie a ir al infierno (cf DS 397; 1567); para que eso suceda
es necesaria una aversión voluntaria a Dios (un pecado mortal), y persistir en él hasta el
final. En la liturgia eucarística y en las plegarias diarias de los fieles, la Iglesia implora la
misericordia de Dios, que "quiere que nadie perezca, sino que todos lleguen a la
conversión" (2P 3, 9):
"Acepta, Señor, en tu bondad, esta ofrenda de tus siervos y de toda tu familia santa,
ordena en tu paz nuestros días, líbranos de la condenación eterna y cuéntanos entre tus
elegidos" (MR Canon Romano 88).

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