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✞ ✞ ✞ Padre, en Tus manos abandono mi vida y todo mi ser, para que me vacíes de todos
los pensamientos, palabras, obras, deseos e imágenes que me separan de Ti.
Calma mi sed y sacia mi hambre, lléname de Ti. Con humildad te entrego mi intención
de consentir tu Presencia y acción en mí, sáname, transfórmame, hazme de nuevo.
Ahora mismo anhelo y te pido a nombre de tu Hijo Jesús que me des al Espíritu Santo;
pues ya dispuesta mi alma, por tu gracia y misericordia; espera la luz que abra mi
mente y mi corazón para escucharte y ahí en mi meditación dejarme encontrar,
sorprender, seducir, tocar, y guiar por Ti.
Dime lo que quieres de mi para hacer Tu voluntad y no la mía. Dame el don de la
contemplación y la gracia para ver, aceptar y perseverar sin apegos, en este camino
hacia la Gloria.
✞ ✞ ✞ Señor Jesús, que tu Espíritu, nos ayude a leer las Sagradas Escrituras en el mismo
modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús.
Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de
Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía
ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los
acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren.
Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús,
podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú
estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo
pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu.
Amén
✞✞✞
Jesús, enséñame a gustar la infinitud del Padre. Háblame, Señor Jesús, acerca del
Padre. Hazme niño para hablarme de él como los padres de la tierra conversan con sus
pequeños; hazme amigo tuyo para hablarme de él como hablabas con Lázaro en la
intimidad de Betania; hazme apóstol de tu palabra para decirme de él lo que
conversabas con Juan; recógeme junto a tu Madre como recogiste junto a ella a los doce
en el Cenáculo..., lleno de esperanza para que el Espíritu que prometiste me hable
todavía de él y me enseñe a hablar de él a mis hermanos con la sencillez de la paloma y
el resplandor de la llama (G. CANOVAI, Suscipe Domine).
“JESÚS: DAME SABIDURÍA PARA ATESORARTE”
«Llanura de Genesaret. Jesús despidió a sus oidores y siguió con sus
amigos».
«Sucede con el Reino lo que con un tesoro escondido en el campo: el que lo
encuentra lo deja oculto, vende todo lo que tiene y compra aquel campo».
«Sucede con el Reino lo que con un mercader que busca ricas perlas y que,
al encontrar una de gran valor se va a vender todo lo que tiene y la
compra».
«Sucede con el Reino lo que con una red que echan al mar y recoge toda
clase de peces; los pescadores seleccionan los buenos en cestos y tiran los
malos»
1 RITOS INICIALES
✞ ✞ ✞ Antífona de entrada Cf. Sal 67, 6-7. 36
Dios vive en su santa morada. Dios, el que hace habitar juntos en su casa, él mismo
dará fuerza y poder a su pueblo.
Monición de entrada
Nuestra sencilla comunidad que se reúne cada domingo es el memorial perpetuo del
misterio de Cristo muerto y resucitado, es el signo visible de lo que somos y seremos.
En la eucaristía se esconde el tesoro del reino de los cielos, que ya hemos descubierto y
en el que vamos penetrando, sin llegar nunca en esta vida a conocerlo del todo.
Nos reunimos en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
✞ ✞ ✞ Saludo al altar y pueblo congregado
Misa del Domingo: XVII Domingo del Tiempo Ordinario, ciclo A (Conmemoración de San
Joaquin y Santa Ana). 26 de Julio 2020
Hacer la voluntad de Dios, guardar sus mandamientos, vivir el Evangelio, vale más que
miles de monedas de oro y plata (salmo resp.). La primera lect. nos presenta como
modelo a Salomón que no le pidió a Dios ni vida larga, ni riquezas, ni la vida de sus
enemigos, sino inteligencia para atender a la justicia, para escuchar y gobernar, que era
para lo que Dios lo llamó. En otros términos, el Evangelio nos dice lo mismo, con las
parábolas de tesoro escondido en el campo y del comerciante de perlas. Por tener el
reino de los cielos vale la pena renunciar a todo, no anteponiendo nada a Jesucristo.
• Dios nos eligió hace mucho tiempo de una manera especial y nos destinó a ser
verdaderas imágenes de su Hijo, para que Jesús sea el mayor de muchos hermanos.
Que nuestro hermano Jesús esté siempre con nosotros.
• La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté
siempre con nosotros.
• Señor mío y Dios mío, concédeme la gracia de encontrar el tesoro de tu Palabra para
hacer crecer tu Reino en mi corazón. Vengo ante ti para mostrarte mi pobreza y para
pedirte que concedas lo que más necesito para serte fiel, para amarte más y para
llevarte a los demás. Concédeme una fe inquebrantable y una confianza que me haga
esperarlo todo de ti, mi único Bien.
✞ ✞ ✞ Acto penitencial
Le pedimos ahora al Señor que nos perdone porque con demasiada frecuencia nuestro
corazón no está fijo en Él, sino más bien en nosotros mismos, en las posesiones y en el
poder… (Pausa)
Señor Jesús, tú nos has traído el tesoro del amor del Padre:
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo Jesús, por tu muerte has ganado para nosotros el tesoro del perdón y de la vida:
R/ Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús, tú nos has dejado en la eucaristía el tesoro de tu presencia y de tu fuerza:
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
• Señor Jesús, Tú que eres el eterno presente, el hoy, el ahora, y que nos llamas a la
Eucaristía dominical, tiempo de renovación perpetua. Tu que no eres historia, sino, Pan
Vivo bajado del Cielo. Acéptanos indignos, pero prosternados humildemente, y
perdónanos por no aceptar tu cuerpo, tu sangre, tu alma y tu divinidad en muchas de
las misas en las que nos congregamos. O por recibirte aún sin haber perdonado a
nuestros hermanos. O comerte y beberte consciente de que no hemos tenido una
verdadera contrición en nuestro propio corazón, una confesión sincera. ! Dios Padre! en
el Nombre de tu Hijo amado, instrúyenos y concédenos por tu infinita gracia Aceptar a
Cristo como nuestro Señor y Salvador, nuestro alimento que da Vida; para morir con Él,
caminar por Él y gozar en Él. Amén.
Señor, por tu inmensa bondad perdona todos nuestros pecados. Y llévanos a la vida
eterna.
✞ ✞ ✞ Gloria a Dios.
Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu
inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos
gracias. Señor Dios, rey celestial, Dios Padre todopoderoso. Señor, Hijo único,
Jesucristo. Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre. Tú que quitas el pecado del
mundo, ten piedad de nosotros; Tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra
súplica. Tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros. Porque
solo Tú eres Santo, solo Tú Señor, solo Tú Altísimo, Jesucristo. Con el Espíritu Santo, en
la gloria de Dios Padre.
✞ ✞ ✞ Oración Colecta:
Oh, Dios, protector de los que en ti esperan y sin el que nada es fuerte ni santo;
multiplica sobre nosotros tu misericordia, para que, instruidos y guiados por ti, de tal
modo nos sirvamos de los bienes pasajeros que podamos adherirnos ya a los eternos.
Por nuestro Señor Jesucristo.
Pidamos a Dios nuestro Padre que nos dé un corazón que sepa discernir según el
evangelio. (Pausa)
Señor Dios, Padre nuestro, nuestro corazón permanece inquieto hasta que descubra la
paz que tú nos ofreces en tu Hijo Jesucristo. Ayúdanos a poner nuestra confianza y
alegría no en las cosas frágiles y perecederas, sino en tu Hijo, en su Buena Noticia de
Salvación y en el reino que vino a construir entre nosotros. Danos la gracia de ser
pobres de espíritu y receptivos, danos a cada uno de nosotros un corazón atento y sabio
que siga buscando hasta que te encontremos en Jesús y en los hermanos, que te
amemos, y que descansemos en ti. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.
2 LITURGIA DE LA PALABRA
✞ ✞ ✞ Primera lectura: 1 Reyes 3, 5.7-12
Los que buscan la sabiduría para discernir entre el bien y el mal y para hacer
la voluntad de Dios como el don más excelso son bendecidos por Dios. Ésta fue
la experiencia de Salomón.
5 Allí el Señor se le apareció en sueños a Salomón durante la noche y le dijo: - Pídeme
lo que quieras, que yo te lo daré. Respondió Salomón:
7 Y ahora, Señor Dios mío, tú me has hecho rey a mí, tu siervo, como sucesor de mi
padre, David, pero yo soy muy joven y no sé cómo gobernar
8 Tu siervo esta en medio del pueblo que tú has elegido, un pueblo numeroso, que no se
puede contar y cuya multitud es incalculable.
9 Da, pues, a tu siervo un corazón sabio para gobernar a tu pueblo y poder discernir
entre lo bueno y lo malo. Porque ¿quién, si no, podrá gobernar a un pueblo tan grande?
10 Agradó mucho al Señor esta petición de Salomón,
11 y le dijo: - Ya que me has pedido esto, y no una larga vida, ni riquezas, ni la muerte
de tus enemigos, sino Sabiduría para obrar con justicia,
12 te concederé lo que me has pedido. Te doy un corazón sabio y prudente, como no ha
habido antes de ti ni lo habrá después.
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• Un joven y un pueblo numeroso, imposible de contar. Una vez más, la Escritura nos
presenta la paradoja de Dios, tanto en su intervención soberana en la historia del
hombre como en su imprevisible juicio. Dios confía el pueblo a un joven monarca que
reinara como sucesor del gran rey David, depositario de promesas divinas y esperanzas
mesiánicas. Hay una realidad superior que destaca como garantía: entre el «joven» y el
pueblo, ambos elegidos, el único Señor es Dios. Salomón es consciente de ello, sabe que
ha sido elevado al rango de «siervo» de Dios al servicio del pueblo y que éste no es de
su propiedad: «Tu siervo está en medio del pueblo que tú has elegido» (v 8). El pueblo
es como un «primogénito» entre los demás pueblos, y el joven rey un monarca
estremecido ante la admirable grandeza del encargo. La confianza y la responsabilidad
del que es investido de poder le hacen tomar conciencia de su propia inadecuación para
el cargo. Es en este paso, de humildad, cuando nace como rey.
Y real es su ruego frente a la ayuda que el propio Dios le ofrece, acudiendo
abiertamente a su oculto azoramiento: «Pídeme lo que quieras, que yo te lo daré» (v.
5).
La súplica no versa sobre bienestar, poder o glorias terrenas: larga vida, riquezas y
muerte de los enemigos.
Todo se concentra en aquello que el hombre de por si no puede conseguir si Dios no se
lo concede: un corazón sabio e inteligente, capaz de discernir con equidad y veracidad.
Reinar como aquí se reconoce, es servir según estas altas prerrogativas: «La humildad
precede a la gloria» (Prov 15,33).
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1. El comienzo de la Sabiduría
1.1 Salomón tiene justa fama de hombre sabio, y así lo destaca el Antiguo Testamento.
Sin embargo, para comprender bien lo que significa ese elogio tenemos que hacer tres
precisiones.
1.2 En primer lugar, la sabiduría según la Biblia es más que el simple conocimiento.
Alguien puede amontonar muchos conocimientos y no ser sabio porque ser sabio no es
tanto conocer sino saber qué hace uno con lo que conoce. Se relaciona más con saber
vivir que con saber otras muchas cosas.
1.3 En segundo lugar, esta sabiduría es un don. Salomón pidió de Dios el regalo de ser
sabio. Tenemos la imagen de que los científicos de nuestro tiempo son gente muy sabia,
pero mucho de ellos despreciaría la fe como un camino para buscar nuestra ruta en esta
vida. En la Biblia es lo contrario: la sabiduría empieza por reconocer que esta vida tiene
mayor complejidad que todo lo que quepa en mi cabeza o mis palabras. Ser sabio es
reconocer que necesito una luz más grande que la que yo me puedo dar. Nadie puede
darme más y mejor luz que Dios, mi creador y quien más me ama. Según esto, la fe y la
plegaria son caminos privilegiados para la genuina sabiduría.
1.4 La sabiduría, entendemos entonces, es patrimonio frecuente de los humildes. Tiene
mucho que ver con el conocimiento de uno mismo. Salomón reza diciendo: "Yo no soy
más un muchacho y no sé cómo actuar. Soy tu siervo y me encuentro perdido en medio
de este pueblo tuyo, tan numeroso, que es imposible contarlo. Por eso te pido que me
concedas sabiduría de corazón para que sepa gobernar a tu pueblo." En vez de
considerarse jefe de un pueblo se considera siervo de Dios. Por consecuencia, cuanto
más uno mira a quiénes tiene "debajo" y menos mira a Quién tiene "arriba," menos
sabiduría real adquiere.
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Salomón pide uno de los dones más importantes a los que debe aspirar un dirigente: un
corazón que entienda para juzgar, un corazón lleno de sabiduría y discernimiento para
buscar el bien del pueblo. Dios escucha la oración de Salomón y le concede su ruego
porque, como gobernante, no ha pedido riquezas ni poder para su provecho personal,
sino sabiduría para el bien común.
✞ ✞ ✞ Salmo
Sal 118,57.72.76-77.127-128.129-130
R/. ¡Cuánto amo tu voluntad, Señor!
Mi porción es el Señor; he resuelto guardar tus palabras. Más estimo yo los preceptos de
tu boca que miles de monedas de oro y plata.
R/. ¡Cuánto amo tu voluntad, Señor!
Que tu bondad me consuele, según la promesa hecha a tu siervo; cuando me alcance tu
compasión, viviré, y mis delicias serán tu voluntad.
R/. ¡Cuánto amo tu voluntad, Señor!
Yo amo tus mandatos más que el oro purísimo; por eso aprecio tus decretos y detesto el
camino de la mentira.
R/. ¡Cuánto amo tu voluntad, Señor!
Tus preceptos son admirables, por eso los guarda mi alma; la explicación de tus
palabras ilumina, da inteligencia a los ignorantes.
R/. ¡Cuánto amo tu voluntad, Señor!
Dios nos llama, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos e hijas.
Hermanos:
28 Sabemos, además, que todo contribuye al bien de los que aman a Dios, de los que Él
ha llamado según sus designios.
29 Porque a los que conoció de antemano los destinó también desde el principio a
reproducir la imagen de su Hijo, llamado a ser el primogénito entre muchos hermanos.
30 Y a los que desde el principio destino, también los llamo; a los que llamé los puso en
camino de salvación; y a quienes puso en camino de salvación les comunico su gloria.
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San Pablo nos exhorta a confiar en que todo lo que ocurre será, finalmente, para
nuestro bien. De un modo misterioso, que no siempre nuestros ojos alcanzan a ver, Dios
está conduciendo todo hacia la plenitud de la gloria, para que participemos de esa gloria
con Jesús.
✞ ✞ ✞ Aleluya:
✞ ✞ ✞ “Padre, dame tu bendición”: “El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que anuncies
dignamente su Evangelio en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”
El reino de Dios vale más que cualquier otra cosa en el mundo. Por él
habríamos de estar dispuestos a renunciar a todo lo demás.
Dijo Jesús a la gente:
44 Sucede con el Reino de los Cielos lo que con un tesoro escondido en el campo: el que
lo encuentra lo deja oculto y, lleno de alegría, va, vende todo lo que tiene y compra
aquel campo.
45 También sucede con el Reino de los Cielos lo que con un mercader que busca ricas
perlas y que,
46 al encontrar una de gran valor se va a vender todo lo que tiene y la compra.
47 También sucede con el Reino de los Cielos lo que con una red que echan al mar y
recoge toda clase de peces;
48 una vez llena, los pescadores la sacan a la playa, se sientan, seleccionan los buenos
en cestos y tiran los malos.
49 Así será el fin del mundo. Saldrán los ángeles a separar a los malos de los buenos
50 y los echarán al horno de fuego; allí llorarán y les rechinarán los dientes.
51 Jesús preguntó a sus discípulos: -¿Habéis entendido todo esto? Ellos le contestaron: -
sí.
52 Y Jesús les dijo: -Todo maestro de la Ley que se ha hecho discípulo del Reino de los
Cielos, es como un padre de familia que saca de su tesoro cosas nuevas y viejas.
PALABRA DEL SEÑOR. R/ GLORIA A TI, SEÑOR JESÚS.
Reflexión
Vender todo con alegría. “Vender todo lo que se tiene para comprar algo” es un modo
de proceder que refleja ciertas convicciones y actitudes. Tanto en el caso del que
encuentra el tesoro en el campo como en el del comerciante que encuentra la perla de
gran valor, el Señor refiere una característica: “totalidad”, lo venden todo. ¿Por qué?
Porque tanto el tesoro como la perla lo ameritan. Es decir, para esas personas obtener
esos bienes justifica deshacerse de todo lo que tienen pues, en ese sentido, valen más
que todo ello.
Esa disposición a “vender todo” está estrechamente unida a la conciencia del valor del
tesoro o de la perla. Y, como es obvio, no sólo del valor objetivo del tesoro o de la perla
sino de lo que éstos significan para la persona que los encuentra. Es decir, es algo
valioso que representa para ellos un bien a tal punto precioso que están dispuestos a
venderlo todo para adquirirlo.
En el caso del hombre que encuentra el tesoro, Jesús nos dice que «lleno de alegría, va
a vender todo lo que tiene y compra el campo». Un detalle muy significativo. Este
hombre no parece detenerse a pensar en todas las cosas de las que se tiene que
deshacer (vender) para poder comprar el campo. Parecería que toda su atención está
puesta en el tesoro que ha encontrado y eso lo llena de alegría. ¿Por qué la mención de
Jesús a la alegría? Tenemos ahí una veta interesante para reflexionar. ¿Cuál es el lugar
de la alegría en la vida de un cristiano, en mi vida como cristiano? ¿Ser discípulo de
Jesús cargar con la cruz que Él pone sobre nuestros hombros, extingue la alegría? ¿Es
un camino apesadumbrado y triste? ¿Hemos olvidado el gran tesoro que hemos
encontrado y nos dejamos doblegar por las dificultades de la vida?
El comerciante de perlas, por su parte, es presentado por Jesús como alguien «que
busca perlas finas». Detalle también significativo pues apunta hacia una actitud
fundamental en relación con el Reino de los Cielos: la búsqueda. En un pasaje muy
hermoso, el Catecismo vincula ambos elementos —la búsqueda y la alegría— y nos dice:
«“Se alegre el corazón de los que buscan a Dios” (Sal 105, 3). Si el hombre puede
olvidar o rechazar a Dios, Dios no cesa de llamar a todo hombre a buscarle para que
viva y encuentre la dicha. Pero esta búsqueda exige del hombre todo el esfuerzo de su
inteligencia, la rectitud de su voluntad, “un corazón recto”, y también el testimonio de
otros que le enseñen a buscar a Dios» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 30).
De muchas maneras nos interpela el Señor con estas palabras de su Evangelio. Las
actitudes de estos dos hombres (el comerciante y el que encuentra el tesoro), su
búsqueda y su alegría, su disponibilidad para venderlo todo con tal de obtener el tesoro
o la perla, nos ofrecen la ocasión de examinar nuestra actitud, nuestras disposiciones
interiores. El compromiso con Jesús es totalizante. Cuando nos encontramos con Él
muchas veces experimentamos que nos pide todo, y eso puede atemorizarnos o sembrar
dudas en nuestro corazón. El Papa Benedicto XVI recoge esta experiencia en una frase
que es casi un programa de vida y vale la pena recordar: « ¡No tengáis miedo de Cristo!
Él no quita nada, y lo da todo. Quien se da a Él, recibe el ciento por uno. Sí, abrid, abrid
de par en par las puertas a Cristo, y encontraréis la verdadera vida».
Como cristianos hemos encontrado el “gran tesoro”, la “perla de mayor valor” y esta no
es otra que Cristo mismo. El tesoro escondido, la perla más valiosa, es Jesús, el Reino
de Dios en persona, que nos ha salido al encuentro y nos invita a la comunión con Él. Es
algo que sabemos y hasta tal vez repitamos a otros. Y, sin embargo, con qué facilidad se
nos diluye el “peso” de estas palabras. Nos acostumbramos a lo que ello significa y el
paso del tiempo, la rutina, las mismas adversidades de la vida van oscureciendo lo que
debería ser la fuente de nuestra mayor alegría e incluso nos pueden impulsar a poner
nuestro corazón en otras cosas que inadvertidamente se van convirtiendo en “nuestro
tesoro”.
Jesús, que conoce nuestro corazón, nuestros anhelos y fragilidades, nos invita a
discernir y nos pregunta: ¿dónde está tu tesoro? Pregunta esencial pues allí donde esté
nuestro tesoro estará también nuestro corazón (ver Mt 6,21). Sabemos que nuestro
tesoro es Jesús. Pero también sabemos cuánto nos falta hacer eso vida cada día. El
Señor también lo sabe y por ello nos da la fuerza para buscarlo siempre, para enderezar
el camino si es que nos hemos desviado, para renovar nuestro compromiso por seguirlo
cada día.
1. Oración inicial
Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo
con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la
Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los
acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte.
Así, la cruz, que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente
de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los
acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu
palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús,
podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú
estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo
pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu.
Amén.
2. Lectura
a) Una división del texto para ayudarnos en la lectura:
Mateo 13,44: Parábola del tesoro escondido
Mateo 13,45-46: Parábola del mercader que busca perlas preciosas
Mateo: 13,47-50: Parábola de la red echada al mar
Mateo 13,51-52: Una parábola para concluir el discurso de las parábolas.
b) Clave de lectura:
En este domingo decimoséptimo ordinario meditamos las tres parábolas que componen
la parte final del Discurso de las Parábolas: el tesoro escondido, el mercader de perlas
preciosas y la red echada en el mar. Las parábolas de Jesús nos ayudan a sintonizar
nuestra mirada para percibir mejor la presencia del Reino de Dios en las cosas más
comunes de la vida. En el curso de la lectura es bueno fijar la atención a cuanto sigue:
“¿Qué cosa es para mí un tesoro escondido, un mercader en perlas preciosas o una red
echada en el mar? ¿De qué modo me ayuda mi experiencia a entender las parábolas del
tesoro, de la perla y de la red?”
c) El texto: Mateo 13,44-52
3. Un momento de silencio orante para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros
e iluminar nuestra vida.
4. Algunas preguntas para ayudarnos en la meditación y en la oración.
a) ¿Qué parte del texto ha llamado principalmente mi atención? ¿Por qué?
b) Según mi experiencia de vida, ¿qué entiendo por tesoro escondido, por mercader de
perlas preciosas o por red echada en el mar?
c) Esta experiencia mía ¿cómo me ayuda a entender las parábolas del tesoro, de la perla
y de la red?
d) ¿Cuál es la diferencia que existe entre las parábolas del tesoro y de la perla?
e) ¿Qué dice el texto sobre la misión a realizar en cualidad de discípulos de Cristo?
5. Para los que quieren profundizar en el tema
a) Contexto de las parábolas pronunciadas por Jesús:
Los evangelios contienen muchas parábolas de Jesús. Mateo llega hasta decir: “Todas
estas cosas Jesús dijo a la gente en parábolas y no les hablaba sino era en parábolas”
(Mt 13,34). Era el método usado comúnmente en aquella época para enseñar. Así era
cómo Jesús se hacía entender de la gente. En las parábolas, Jesús parte de cosas muy
comunes de la vida y las usa como términos de comparación para ayudar a las personas
a entender mejor las cosas menos conocidas del Reino de Dios. En el evangelio de este
domingo, Jesús parte de tres cosas bien conocidas de la vida de la gente: el tesoro
escondido en el campo, el mercader que busca perlas finas y la red que los pescadores
echan al mar.
b) Comentario del texto:
Mateo 13,44: La parábola del tesoro escondido
Aquí, el término de comparación para aclarar las cosas del Reino de Dios es el tesoro
escondido en el campo. Ninguno sabe que en el campo hay un tesoro. Un hombre lo
encuentra por casualidad. No sabía que lo encontraría. Lo encuentra y se alegra y acoge
con gratitud lo imprevisto. El tesoro descubierto no le pertenece todavía, será suyo sólo
si consigue comprar el campo. Así eran las leyes de la época. Por esto va, vende todo lo
que posee y compra aquel campo. Comprando el campo, se hace dueño del tesoro.
Jesús no explica la parábola. Vale aquí lo que ha dicho antes: “Quien tenga oídos oiga”
(Mt 13,9.43). O sea: “El Reino de Dios es esto. Lo habéis escuchado. ¡Ahora, tratad de
entenderlo! Si Jesús no explica la parábola, tampoco yo la explico. Es tarea de cada uno
de nosotros. Pero quisiera dar una sugerencia partiendo de lo que yo mismo he
entendido. El campo es nuestra vida. En la vida de cada cual hay un tesoro escondido,
tesoro precioso, más precioso que todas las cosas de valor. Quien lo encuentra ¿da todo
lo que posee para comprar aquel tesoro? ¿Lo has encontrado tú?
Mateo 13,45-46: La parábola del mercader en perlas finas
En la primera parábola, el término de comparación era “el tesoro escondido en el
campo”. En esta parábola, el acento es diverso. El término de comparación no es la
perla preciosa, sino la actividad, el esfuerzo del mercader que busca perlas preciosas.
Todos saben que tales perlas existen. Lo que importa no es saber que esas perlas
existen, sino buscarlas sin descanso, hasta encontrarla.
Las dos parábolas tienen elementos comunes y elementos diversos. En los dos casos, se
trata de una cosa preciosa: tesoro y perla. En los dos casos hay un encuentro, y en los
dos casos la persona va y vende todo lo que tiene para poder comprar el valor que ha
encontrado. En la primera parábola, el encuentro se sucede por casualidad. En la
segunda, el encuentro es fruto del esfuerzo y de la búsqueda. Tenemos dos aspectos
fundamentales del Reino de Dios. El Reino existe, está escondido en la vida, en espera
de quien lo encuentre. El Reino es fruto de una búsqueda y de un encuentro. Son las dos
dimensiones fundamentales de la vida humana: la gratitud de amor que nos acoge y nos
encuentra y la observancia fiel que nos lleva al encuentro.
Mateo 13,47-50: La parábola de la red echada en el mar
Aquí el Reino es semejante a una red, no una red cualquiera, sino una red echada en el
mar y que pesca de todo. Se trata de algo típico en la vida de aquéllos que escuchaban,
donde la mayoría eran pescadores, que vivían de la pesca. Una experiencia que ellos
tienen de la red echada en el mar y que captura de todo, cosas buenas y cosas menos
buenas. El pescador no puede evitar que entren cosas no buenas en su red. Porque él no
consigue controlar lo que viene de abajo, en el fondo del agua del mar, donde se mueve
su red. Sólo lo sabrá cuando tire de la red hacia lo alto y se sienta con sus compañeros
para hacer la separación. Entonces sabrán qué es lo que vale y lo que no vale. De
nuevo, Jesús no explica la parábola, pero da una indicación: “Así será al final de
mundo”. Habrá una separación entre buenos y malos.
Mateo 13, 51-52: Conclusión del discurso parabólico
En el Evangelio de Mateo, el discurso parabólico termina con un breve diálogo entre
Jesús y aquéllos que lo escuchaban que sirve de clave de lectura para todas las
parábolas. Jesús pregunta: “¿Habéis entendido todo esto?” Respuesta de la gente: “¡Sí!”
Y Jesús concluye con una frase muy bella: “Por esto todo escriba convertido en discípulo
del reino de los cielos es semejante al dueño de la casa que extrae de su arca cosas
nuevas y cosas antiguas” Esta frase final es otra pequeña parábola. “Las cosas nuevas y
las cosas antiguas que el dueño de la casa saca de su arca” son las cosas de la vida que
Jesús apenas ha propuesto en las parábolas: semillas arrojadas en el campo (Mt 13,4-
8), el grano de mostaza (Mt 13,31-32), la levadura (Mt 13,33), el tesoro escondido en el
campo (Mt 13,44) el mercader de perlas finas (Mt 13,45-46), la red echada en el mar
(Mt 13, 47-48). La experiencia que cada uno tiene de estas cosas es su tesoro. Y en esta
experiencia es donde cada uno encuentra el término de comparación para poder
entender mejor las cosas del Reino de Dios. A veces, cuando las parábolas no nos dicen
nada y no dejan libre su mensaje, la causa no es la falta de estudios. Sino la falta de
experiencia en la vida o la falta de profundidad de la propia vida. Las personas que viven
en la superficie sin profundizar en la experiencia de la propia vida, no tienen un arca de
donde extraer cosas nuevas y cosas viejas.
c) Profundizando: La enseñanza de las parábolas
Las parábolas de Jesús son un instrumento pedagógico que se sirve de la vida cotidiana
para indicar cómo ésta nos habla de Dios. Las parábolas hacen transparente la realidad,
reveladora de la presencia y acción de Dios. Convierten contemplativa la mirada de la
persona. Una parábola se refiere a cosas de la vida y por esto es una enseñanza abierta
que nos hace partícipes, que nos compromete, todos tenemos cualquier experiencia de
las cosas de la vida.
La enseñanza en parábolas hace partir a las personas de su experiencia de las cosas
comunes de la vida para poder entender el Reino: semilla, sal, luz, oveja, flor, mujer,
niños, padre, red, pez tesoro, perla etc.
Jesús no acostumbraba generalmente a explicar las parábolas. Sino que por lo general
terminaba con esta frase: “¡Quién haya oído, entienda!” (Mt 11.15; 13,9.43). O sea: “Es
esto. Lo habéis escuchado. Ahora tratad de entender”. Jesús dejaba abierto el sentido de
la parábola, no lo determinaba. Señal de que creía en la capacidad que la gente tenía
para descubrir el sentido de la parábola partiendo de su experiencia de vida. Alguna vez,
a petición de sus discípulos, explicaba su significado (Mt 13,10.36). Por ejemplo, los
versículos 36-43 explican la parábola del trigo y de la cizaña y también es posible que
estas explicaciones sean reflexiones de la catequesis que se hacían en las comunidades
de los primeros cristianos. Las comunidades se reunían y discutían las parábolas de
Jesús, tratando de comprender lo que Jesús quería decir. Así, poco a poco, la enseñanza
de Jesús comenzaba a ser asimilada en las catequesis de las comunidades que luego se
convertirán en una explicación de la parábola.
6. Salmo 19,8-15 La ley de Yahvé es perfecta.
La ley de Yahvé es perfecta, hace revivir; el dictamen de Yahvé es veraz, instruye al
ingenuo. Los preceptos de Yahvé son rectos, alegría interior; el mandato de Yahvé es
límpido, ilumina los ojos. El temor de Yahvé es puro, estable por siempre; los juicios del
Señor veraces, justos todos ellos, apetecibles más que el oro, que el oro más fino; más
dulces que la miel, más que el jugo de panales.
Por eso tu siervo se empapa en ellos, guardarlos trae gran ganancia; Pero ¿quién se da
cuenta de sus yerros? De las faltas ocultas límpiame. Guarda a tu siervo también del
orgullo, no sea que me domine; entonces seré irreprochable, libre de delito grave.
Acepta con agrado mis palabras, el susurro de mi corazón, sin tregua ante ti, Yahvé,
Roca mía, mi redentor.
7. Oración final
Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del
Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para
seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre,
podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y
reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos.
Amén.
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San Joaquín y Santa Ana.- Una antigua tradición, que arranca del siglo II, atribuye
estos nombres a los padres de la Santísima Virgen María. Los evangelios no nos hablan
de ellos. Las noticias sobre los mismos nos han sido transmitidas por los escritos
apócrifos, en particular el Protoevangelio de Santiago, del siglo II. Éste cuenta que
Joaquín contrajo matrimonio a los veinte años con Ana, perteneciente como él a la tribu
de Judá y al linaje de David. Procedentes de Galilea, se instalaron pronto en Jerusalén,
cerca de la piscina Probática, en la que Jesús curó a un paralítico. La actual iglesia de
Santa Ana recuerda esta tradición, aunque según otra, la casa de los abuelos de Jesús
estaría en Séforis (Galilea). Ser los padres de María es mucho.
Oración: Señor, Dios de nuestros padres, tú concediste a san Joaquín y a santa Ana la
gracia de traer a este mundo a la Madre de tu Hijo; concédenos, por la plegaria de estos
santos, la salvación que has prometido a tu pueblo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
• Estamos delante de la máxima lección de antropología teológica: hijo de Dios
convertido en imagen, hombre divinizado al emprender su historia, alabanza de quien es
su origen y que trasciende su naturaleza. Por eso tiene una única «pre-destinación: el
Reino de los Cielos, es decir participar plenamente de la visión y de la naturaleza del
mismo Dios, Inculcada desde el principio, toda esta realidad esta crucificada como el
pecado y resucitada en la redención por Cristo, con Cristo y en Cristo. «Pre-destinar» no
significa estar obligados a recorrer una vía preestablecida con una meta ya fijada, sino,
sencillamente, estar ordenados u orientados a ella con el ajuar de todas las
potencialidades y gracias necesarias para conseguirla. Quien rechaza el proyecto
misericordioso del designio divino —y puede hacerlo— se malogra a si mismo saliéndose
fuera de la meta, se descarrila. El secreto del éxito es la humildad, e igual de oculta es
la dimensión divina sembrada en el hombre. Con insistencia, la Escritura recuerda la
lección del temor de Dios como escuela de Sabiduría (cf Prov 15,33), por el que
únicamente al hombre «le ha sido dado conocer los misterios del Reino de los Cielos»
(Cf. Mt 13,11)
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Mateo 13, 44-46. Con la alegoría de la cizaña, Mateo quiere apelar al espíritu de vigilia
de los discípulos. El Reino requiere hombres despiertos, atentos a los acontecimientos.
En efecto, el Reino es una realidad que hay que descubrir; y el hombre tiene que leer
sus huellas en la historia y en su vida personal.
Un campesino encuentra su tesoro en su campo, o un mercader de perlas encuentra la
perla rara. Son acontecimientos inesperados; la vida da muchas vueltas, y los dos
hombres intentan vender todo lo que poseen para adquirir lo que no tiene precio.
¿Harías tú lo mismo por el Reino? Si es así, eres un verdadero discípulo...
Un criado descubre un valioso tesoro cuando trabaja en el campo... Un anticuario
encuentra la piedra preciosa que no esperaba... ¡Ambos arriesgan todo para hacerse con
maravilla semejante! ¡La pasión induce a cometer locuras! Sólo podemos hablar del
Reino en términos de seducción; no se puede ser discípulo a menor precio: el Reino no
acepta los términos medios.
¿Nuestra fe una pasión? Confesemos que nuestra fe religiosa es más bien mediocre,
sin relieve. Tratamos de buscar protección: una especie de seguridad, un contrato con
Dios. Calculamos los riesgos y nos mantenemos en una prudente reserva. Al parecer,
todo exceso es nocivo: por eso somos juiciosos y elegimos la medida justa, es decir, la
medida a medias...
¡Arriesgarlo todo! Jesús tenía razón: sólo se arriesga la vida cuando se ha descubierto
un verdadero tesoro. Hacemos locuras cuando estamos dominados por una verdadera
pasión. Pero ¿tiene nuestra fe algo que ver con el amor y la locura? "Ve, vende lo que
tienes" Arriesga tu vida, pues el tesoro, desde luego, es la salvación, el amor, la pasión
que Dios siente por nosotros. Arriesga todo con la certidumbre de que acabas de
descubrir la piedra preciosa. Has encontrado el tesoro que te colma: Dios cree en ti y
sueña con tu presencia. ¡Ese es tu tesoro, ahí está también tu corazón!
¡Arriesgarlo todo! Dios lo ha hecho desde siempre. Pues su tesoro es el hombre. Dios
ha abandonado su tranquilidad, su credibilidad, su paz, para contemplar al hombre en el
hueco de su mano, perla preciosa, resplandeciente del Espíritu que animaba la arcilla
modelada. Dios ha cometido locuras a causa de su pasión: una historia siempre
renovada con un pueblo de cerviz dura. "Yo estoy lleno de amor y fidelidad, conservo mi
fidelidad hasta la milésima generación" decía ayer, al presentar su "tarjeta de visita" a
Moisés. ¡Arriesgarlo todo! Dios ha vendido todo, hasta su bien más preciado: su Hijo irá
a la cruz.
Ante semejante pasión, ¿cómo no arriesgarnos nosotros en la aventura de la fe? ¿Cómo
no sentirnos conmovidos ante tal resplandor? Después de su entrevista con Dios,
después de la revelación de su nombre, después de haber contemplado las huellas del
paso de Yahvé, Moisés baja de la montaña, transfigurado. "Nada hay más hermoso que
un rostro al que toda una existencia de luchas y combates ha vuelto transparente"
(Hermano Roger, Ta jete soit sans fin): Moisés ha sido seducido y su rostro llevará en
adelante las cicatrices de este encuentro. ¿Cómo no íbamos a sentirnos alterados por la
revelación de la pasión divina? Pues allí donde está nuestro corazón, allí está nuestro
tesoro. ¿Cómo íbamos a poder, en efecto, descubrir perla tan delicada sin ejercitar
nuestra visión y sin habernos puesto a buscar? Si no hubiéramos trabajado la tierra
para renovar el campo, si no la hubiéramos preparado amorosamente, ¿cómo íbamos a
descubrir el tesoro escondido? Dejaos, pues, trabajar por Dios y descubriréis su tesoro y
su pasión.
Mateo 13, 47-53. La orilla, el mar: el lector encuentra aquí de nuevo el marco de la
enseñanza por medio de parábolas. En efecto, para dirigirse a la multitud que estaba en
la orilla, Jesús se había sentado al borde del lago. La conclusión del discurso resume la
enseñanza que se ha ido desprendiendo progresivamente de la lectura de las parábolas.
Jesús ha proclamado el Reino, y cada hombre es ahora llamado a situarse con respecto
a él. Es invitado a "comprender", es decir, no solamente a prestar atención a la
enseñanza de Jesús, sino a comprometerse profundamente a una obediencia filial. Es
normal que el Reino desconcierte; se asemeja a un tesoro que contiene lo viejo y lo
nuevo. Las palabras de Jesús no desmienten la enseñanza tradicional de los judíos; la
renuevan de arriba a abajo, revelan la novedad que se esconde entre los viejos tejidos.
Pero la misión terrestre de Jesús ha encarnado el juicio final: quien no toma partido por
El, está contra Él.
De todas formas, la parábola de la red, como la de la cizaña, insiste en el hecho de que
Jesús no desea de momento depurar en el grupo de discípulos los elementos
indeseables. La selección se hará en los últimos tiempos. La explicación, muy alegórica,
repite, con términos que provienen de la explicación de la parábola de la cizaña, la
amenaza contra "todo lo que no vale nada". Es una invitación a tomar muy en serio la
enseñanza de Jesús, pero también a optar por la alegría más que por el llanto.
Finalmente, hay que señalar que el discurso parabólico ha mostrado que los discípulos
pertenecen a un grupo distinto del de la multitud. Su misión apostólica es así
confirmada. Son los escribas del Reino, los enseñantes de la Iglesia.
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Oración en Familia
Sacerdote: El evangelio de hoy es una invitación a salir de nuestra mediocridad y
entregarnos plenamente al Señor. Por ello le pedimos:
Todos: ayúdanos Señor a responder de manera plena y total.
Papá: Señor te pedimos por el Santo Padre Francisco y por todos nuestros obispos para
que animen continuamente a los cristianos a ser perfectos.
Todos: Dales palabras y un estilo de vida que sea una fuerte motivación para todo su
pueblo a vivir en plenitud.
Todos: ayúdanos Señor a responder de manera plena y total.
Mamá: El mundo nos propone el camino amplio que no nos lleva a la felicidad pero que
se presenta muy atractivo para nuestras familias.
Todos: Abre nuestros ojos y ayúdanos a descubrir la hermosa vida que nos ofreces en
el Reino que compraste con tu sangre.
Todos: ayúdanos Señor a responder de manera plena y total.
Hijo(a): Te pedimos muy especialmente por los hermanos tibios que aunque viniendo a
misa no dan el paso definitivo a la conversión.
Todos: Llena su corazón con la fuerza del Espíritu Santo para que inicien de forma
definitiva su camino de perfección en la fe.
Todos: ayúdanos Señor a responder de manera plena y total.
Hijo(a): Te agradecemos también Señor por todos los hermanos que han sabido
responder a tu gracia y buscan la santidad.
Todos: Mantén encendido en ellos el fuego de tu amor para que den testimonio de ti en
el mundo.
Todos: ayúdanos Señor a responder de manera plena y total.
Hijo(a): En especial te pedimos por nuestros jóvenes para que descubran la Perla
Preciosa de la vida cristiana.
Todos: Dales tu sabiduría para que no se dejen arrastrar por el oro falso de este mundo
que sólo los conducirá a la infelicidad.
Todos: ayúdanos Señor a responder de manera plena y total.
Sacerdote: Señor Jesucristo Tú que has enviado la fuerza del Espíritu a nuestros
corazones escucha benigno todas estas súplicas que elevamos hacia ti por manos de
María Santísima y concédenoslas Tú que vives y reinas y que eres Dios por los siglos de
los siglos.
Todos: Amén.
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«Sucede con el Reino de los Cielos lo que con un tesoro escondido... con un mercader
que busca ricas perlas...» Sucede también hoy encontrarse con Jesús, y éste es el
encuentro más afortunado, la cosa más bella que pueda suceder a cualquiera. « ¿Cómo
lo has encontrado, dónde, cuándo? La alegría que ilumina tu vida y la renueva me
atestigua que eres sincero...» No se trata de preguntas imaginarias: el que ha hecho
una opción fundamental por el Señor se ha visto interrogado a menudo de este modo.
Nuestro mundo, en todas sus latitudes, anda muy escaso de alegría; incluso cuando
multiplica las formas de diversión, su risa tiene el sonido estridente de la desesperación.
Sólo Jesús da la verdadera alegría, porque él es la fuente de la alegría en nosotros.
« ¿Cómo lo has encontrado...?» Alguno podrá responder, como el mercader de perlas,
que llevaba ya tiempo buscando un sentido para su propia vida, una finalidad a su
acción. Otros, en cambio -como el hombre que encuentra el tesoro escondido-, no
estaban buscando; sin embargo, han quedado fulminados por un hallazgo. Casi nunca se
trata de una visión extraordinaria; de ordinario, entrevemos al Señor Jesús en una
comunidad eclesial, en un hombre o en una mujer de Dios, en una situación de
indigencia de la que alguien se ha hecho cargo por amor a los hermanos y, después, ha
descubierto presente al verdadero pobre, al hermano que se hace cargo de todos.
En cualquiera de estos casos, es precisamente a Jesús a quien se encuentra a través de
estas realidades y estas personas, no cabe duda de ello. Por eso, como los primeros
discipulos, como Pablo y el ejército innumerable de los santos, también nosotros
consideramos todo lo demás como si de nada se tratara y nos ponemos con entusiasmo
tras las huellas de aquel que nos ha hecho entrever un resplandor de su incomparable
belleza y ha encendido en nosotros una chispa de su divina caridad. Eso no significa que
todos los que han encontrado a Jesus hayan entrado en un convento o se hayan
marchado a las misiones; muchos se han limitado a transformar su prestigio, sus
posesiones o sus aptitudes en ocasiones de servicio. Y de este modo ha entrado el Reino
de los Cielos en una industria, en un hospital, en una escuela. Su alegría se ha irradiado,
se ha propagado como una onda sonora... Que el Señor nos dé oídos para escuchar y
continuar su canto que transforma la vida en una fiesta: la fiesta del encuentro con
Cristo y su Reino.
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Petición
Jesus manso y humilde de Corazón, haz mi corazón semejante al tuyo. Haz que mis
sentimientos sean los tuyos, que mis pensamientos sean los tuyos y que mi voluntad
sea la tuya para agradarte a ti y edificar a los demás.
Meditación
Cada uno de nosotros somos un negociante de perlas finas. En la vida vamos buscando
las más bellas y las mejores. Las buscamos en la felicidad, en nuestras relaciones con
nuestros familiares y amigos, en el trabajo y también en el éxito de cada una de
nuestras obras. Pero estas joyas carecen de valor cuando descubrimos que sólo una las
supera en belleza y precio. Ese diamante precioso de valor incalculable será siempre
Dios, que brilla en cada uno de sus lados: su Palabra en el Evangelio, su gracia, sus
dones, sus virtudes, la vida eterna.
Si somos buenos comerciantes, seremos capaces de vender todo con tal de adquirir el
campo donde hemos encontrado la joya que verdaderamente vale. Y en términos de
inversiones, la herencia por la que hay que luchar en la vida es la eterna: ¡hay que
invertir en el cielo! San Pablo nos dice que si hemos resucitado con Cristo, busquemos
las cosas de arriba, donde no hay ni ladrones ni polilla que pueda corroer nuestro
tesoro.
¿Cuáles son nuestras joyas? ¿Dónde está nuestro tesoro? ¿Dónde está nuestro corazón?
¿Dónde queremos que esté? Puesto en lo que no pasará, porque no queremos cosas que
perecen y se acaban. Deseamos llevarnos lo único que podemos tener después de la
muerte: nuestras buenas obras y el amor con que hemos vivido y que hemos
transmitido a los demás. Por este motivo, hay que escoger, como dice el pasaje del
Evangelio, lo bueno y tirar lo malo. Hay que desechar de nuestra vida lo que no agrada
a Dios, lo que hiere a las demás personas que nos rodean y guardar lo que realmente
sirve, en el “cesto” que llevaremos con nosotros mismos y que presentaremos delante
de Dios. ¿Ya está lleno o aún falta? Pues comencemos a trabajar por este Reino porque
aún es tiempo de merecer.
Reflexión Apostólica
Cristo trata de ilustrar con ejemplos y escenas de la vida diaria lo que podría
compararse con el Reino de los cielos al que Él se refiere. La gente de entonces lo
entendía bien porque se dedicaban a esos menesteres. Hoy también entendemos los
ejemplos de Jesús, pero el materialismo, el hedonismo y la falta de sentido no nos dejan
aplicarnos a trabajar por este Reino de los cielos. Parece que entendemos mucho pero
trabajamos poco.
Hay que trabajar para la eternidad. San Pablo dice que “quien sembrare en su carne, de
la carne cosechará la corrupción; pero quien siembre en el Espíritu, del Espíritu
cosechará la vida eterna” (Gal 6, 8). Este es el tesoro que todos buscamos: gozar de
Dios en la felicidad eterna, pero que no acertamos a encontrarlo porque para poseerlo,
primero hay que creer en él sin verlo. Quien encuentra el tesoro escondido, es capaz de
dejarlo todo por conseguirlo; quien encuentra la perla fina, nunca la vuelve a dejar;
quien ha obtenido el trabajo de una buena pesca, sabrá desechar lo malo y quedarse
con lo bueno. Los santos han constatado que esto es real y verdadero. Si buscamos, hay
que estar seguros de que encontraremos, porque el comenzar a buscar a Dios es
haberlo encontrado ya (cfr. San Agustín).
Propósito
Al final del día haré un breve balance para ver en qué cosas he buscado a Dios y en
cuáles me he buscado a mí mismo. De este modo presentaré a Dios lo las buenas obras
y pediré perdón por las que le pudieron haber ofendido.
Diálogo con Cristo
Oh sacratísimo Corazón de Jesús que estás inflamado de amor por mí, concédeme
abrirte mi corazón para que lo enciendas de amor por ti. Ayúdame, Señor, valorar mi
vida de cara a la eternidad, para que así no pueda menos que trabajar por tu gloria y
buscar las cosas del cielo, donde me tienes un lugar que me has ganado por tu pasión,
muerte y resurrección. Quiero encontrarte, Señor, sé Tú mi tesoro por el cual venda
todo mi pecado a cambio de tu gracia. Quiero poseerte, se Tú mi piedra preciosa, mi
pesca milagrosa y el puerto seguro al que me lleve tu mano amorosa para gozar de ti
por toda la eternidad.
www.BibliaStraubinger
44. El tesoro es la fe y la gracia que vienen del Evangelio, como lo dice Benedicto XV.
El mismo Pontífice aplica esta parábola a los que se dedican al estudio de la Sagrada
Escritura y alega como ejemplos a los dos grandes Doctores Agustín y Jerónimo, que en
su dicha de haber encontrado el tesoro de la divina Palabra se despidieron de los
placeres del mundo (Encicl. “Spiritus Paraclitus”). Véase 6, 21 y nota.
45. Perla fina es llamada el reino de los cielos para indicar que quien lo descubre en el
Evangelio, lo prefiere a cuanto pueda ofrecer el mundo. Otra interpretación de gran
enseñanza espiritual es que Jesús dio todo lo que tenía por la Iglesia y por cada alma
(Ga. 2, 20) que para Él es una perla de gran valor (Jn. 10, 39; Cf. 4, 1; 7, 11 y notas).
Así se ha dado también a estas parábolas un sentido profético, aplicando la perla
preciosa a la Iglesia y el tesoro escondido a Israel, por cuya caída Él extendió su obra
redentora a toda la gentilidad. Cf. Rm. 11, 11 y 15.
47. La red es la Iglesia visible con sus apóstoles encargados de reunir en uno a los hijos
de Dios (Jn. 11, 52), pescando en el mar que es el mundo. En esta parábola nos
muestra Cristo, como en la del banquete (22, 8-14), la existencia de buenos y malos
dentro de esa Iglesia, hasta el día en que los ángeles hagan la separación y Jesús,
celebrando sus Bodas con el Cuerpo místico, arroje del festín a los que no tenían el traje
nupcial.
49. Santo Tomás dice que es de notar que Jesús expone la parábola sólo en cuanto a los
malos, y luego observa que esos malos están entre los buenos como está la cizaña en
medio del trigo (y la levadura en medio de la masa), tratándose por tanto aquí de los
que no están separados de la Iglesia por diversidad de dogmas sino de los que hacen
profesión de pertenecer a ella. Vemos así que no es ésta una repetición de la parábola
de la cizaña, pues allí el campo no es la Iglesia sino todo el mundo (v. 38), mientras que
aquí la red de pescar se refiere a la Iglesia apostólica formada por aquellos que
“echaban la red en el mar, pues eran pescadores” (4, 18), y a quienes Jesús hizo
“pescadores de hombres” (ibid. 19).
51 s. ¿Habéis entendido todo esto? Santo Tomás muestra cómo, según Jesús, la
inteligencia de todas esas parábolas –más misteriosas de lo que parecen– es necesaria
para “todo escriba que ha llegado a ser discípulo del Reino” (v. 52; cf. vv. 19 y 23 y
notas; Mc. 4, 13). De esa manera será semejante al Dueño de casa, que es el mismo
Jesús, a quien deben parecerse sus discípulos (10, 23) y el cual saca de su tesoro (v.
52) eternas verdades del Antiguo Testamento y misterios nuevos que Él vino a revelar,
tanto sobre su venida a predicar el “año de la reconciliación”, cuanto sobre su retorno en
el “día de la venganza” (Lc. 4, 17-21; Is. 61, 1 s.). El mismo Jesús confirma esto en Lc.
24, 44. Por donde, dice San Agustín, debéis entender de modo que las cosas que se leen
en el A. T. sepáis exponerlas a la luz del Nuevo. Vemos, pues, aquí el conocimiento que
el cristiano y principalmente el apóstol han de tener de todos los misterios revelados por
Cristo y que se refieren tanto a sus padecimientos cuanto a su futuro triunfo (1 Pe. 1,
11).
http://www.ciudadredonda.org
Discernir el Reino de Dios. La Escritura nos cuenta que Dios a veces se sirve de los
«sueños» para ponerse en contacto con las personas. Es el caso del joven Salomón:
«Pídeme lo que deseas que te dé».
Si a mí me ofreciese Dios algo así, no sé muy bien lo que le pediría. No sé si para mí o
para otros: capacidad para poner en marcha una empresa exitosa, encontrar una pareja
que merezca le pena, inteligencia para obtener buenas titulaciones académicas... ¡qué
sé yo! Acabar con el hambre en el mundo, capacidad para sanar tantas enfermedades,
habilidad para consolar tantos sufrimientos y curar tantas heridas del corazón... Lo que
cada uno llega a ser depende radicalmente de las elecciones que haga. Porque lo que
elige lo va convirtiendo en un tipo concreto de persona.
El joven Salomón, consciente de su poquedad y de las responsabilidades que le esperan,
pendiente de las personas a las que debe guiar y atender... pide «un corazón atento
para juzgar (hacer justicia) a tu pueblo y discernir entre el bien y el mal». Y Dios le
concede «un corazón sabio e inteligente».
Cada palabra es importante. Y la suya es una oración conveniente y necesaria para
todos los bautizados, porque todos (cada cual según su vocación) tenemos la tarea de
cuidar de "inmenso" pueblo de Dios (la Iglesia, pero no sólo: el pueblo de Dios es
también la humanidad). Un corazón «atento», que sepa hacer «justicia» (era ésta una
tarea especialmente querida por Dios para sus reyes), y «discernir» el bien del mal.
Del discernimiento se ha ocupado repetidamente el Papa Francisco, porque seguramente
es una urgencia hoy en el mundo y en la Iglesia: son dones del Espíritu: sabiduría y
discernimiento. Tomo algunas ideas de su exhortación apostólica Gaudete et Exsultate
(167-169):
Hoy día, el hábito del discernimiento se ha vuelto particularmente necesario. Porque la
vida actual ofrece enormes posibilidades de acción y de distracción, y el mundo las
presenta como si fueran todas válidas y buenas. Sin la sabiduría del discernimiento
podemos convertirnos fácilmente en marionetas a merced de las tendencias del
momento.
Cuando aparece una novedad en la propia vida, hay que discernir si es el vino nuevo
que viene de Dios o es una novedad engañosa del espíritu del mundo o del espíritu del
diablo. En otras ocasiones las fuerzas del mal nos inducen a no cambiar, a dejar las
cosas como están, a optar por el inmovilismo o la rigidez. Entonces impedimos que
actúe el soplo del Espíritu. Somos libres, con la libertad de Jesucristo, pero él nos llama
a examinar lo que hay dentro de nosotros -deseos, angustias, temores, búsquedas- y lo
que sucede fuera de nosotros -los "signos de los tiempos"- para reconocer los caminos
de la libertad plena: "Examinadlo todo; quedaos con lo bueno" (1 Ts 5,21).
El discernimiento no solo es necesario en momentos extraordinarios, o cuando hay que
resolver problemas graves, o cuando hay que tomar una decisión crucial. Es un
instrumento de lucha para seguir mejor al Señor, para estar dispuestos a reconocer los
tiempos de Dios y de su gracia, para no desperdiciar las inspiraciones del Señor, para no
dejar pasar su invitación a crecer.
El discernimiento espiritual no excluye los aportes de sabidurías humanas, existenciales,
psicológicas, sociológicas o morales. Pero las trasciende. Ni siquiera le bastan las sabias
normas de la Iglesia. Recordemos siempre que el discernimiento es una gracia. Se trata
de entrever el misterio del proyecto único e irrepetible que Dios tiene para cada uno y
que se realiza en medio de los más variados contextos y límites. No está en juego solo
un bienestar temporal, ni la satisfacción de hacer algo útil, ni siquiera el deseo de tener
la conciencia tranquila. Está en juego el sentido de mi vida ante el Padre que me conoce
y me ama, el verdadero para qué de mi existencia que nadie conoce mejor que él. El
discernimiento, en definitiva, conduce a la fuente misma de la vida que no muere, es
decir, conocer al Padre, el único Dios verdadero, y al que ha enviado: Jesucristo (cf. Jn
17,3). No requiere de capacidades especiales ni está reservado a los más inteligentes o
instruidos, y el Padre se manifiesta con gusto a los humildes (cf. Mt 11,25).
Me parece suficiente apuntar estas claves... que darían de sí para una más larga
reflexión y comentario. Cada cual vea la conveniencia y el modo de hacerlo. Sí que
importa qué caigamos en la cuenta de la relevancia de las elecciones (u omisiones) que
vamos haciendo en nuestro seguimiento del Señor, en la búsqueda de su voluntad. Lo
que voy eligiendo me va «haciendo» o me va «alejando» de lo que estoy llamado a ser.
Podemos enlazar aquí con el contenido del Evangelio. En él encontramos a alguien que
tiene que discernir qué hacer cuando encuentra «por casualidad» un tesoro en un
campo. Un comerciante que, "buscando" perlas finas, encuentra una especialmente
valiosa. Y unos pescadores que, después de echar la red, tienen que «discernir» entre
los peces buenos y los malos. Sirven a Jesús estos ejemplos para seguir hablando del
Reino:
*El Reino de Dios o de los cielos es «aquello que pertenece a Dios» y que se nos
propone como proyecto, como sentido, como objetivo para nuestra existencia. Es todo
un «contenedor» de valores que nos vienen de Dios... para que vayamos discerniendo y
construyendo el andamio de nuestra vida personal y de nuestra sociedad aquí en la
tierra.
*El Reino de Dios significa cómo son las cosas cuando Dios anda por medio, cómo son
las personas cuando se dejan hacer y guiar por Dios. Es decir: cómo es el mundo
cuando nada se opone a la voluntad de Dios. Por eso podemos identificar perfectamente
el Reino con la persona de Jesús: alguien que es pura voluntad y obediencia al Padre.
*O sea que hablar del Reino es lo mismo que hablar de la «felicidad profunda» a la que
aspira cualquier ser humano, y que Dios mismo ha tomado como su primera ocupación y
su principal empeño y objetivo. Y nos importa mucho conocer cómo es ese Reino de
Dios, cómo es ese proyecto de Dios, cómo puedo encontrarme con el Dios que me busca
y se preocupa por mi plenitud/felicidad aquí, y también después. ¡Esto sí que es un
tesoro, o una perla preciosa!
Algunos apuntes y criterios para ir discerniendo el Reino: «Todo lo estimo basura, con
tal de conocer a Cristo y el poder de su resurrección" «A los que aman a Dios todo les
sirve para el bien». «Hemos sido predestinados a reproducir la imagen de su Hijo, para
que Él fuera el primogénito entre muchos hermanos» (San Pablo). Para conseguir el
tesoro o la perla especial... hay que deshacerse, renunciar, prescindir: sólo puedo
«comprar» si me deshago de lo que tengo (y que vale menos). Y que lo que encuentro
tan valioso... y me hace renunciar a todo... no lo vivo como una renuncia, pues, me
llena de alegría, precisamente porque es lo más valioso.
Para terminar, me permito recoger unas afirmaciones de Fernando Cordero, sscc, sobre
esas ocasiones en que nos encontramos por sorpresa con el Reino presente,
invitándonos a reconocer y encontrar tantas más: hay tanto reino escondido por esos
campos de Dios... incluido el campo que yo soy...
“El reino de los cielos se parece a aquel enfermo que, en medio de la crisis del Covid-19,
llenó de esperanza a todos los que tenía a su alrededor”.
“El reino de los cielos se parece a aquella madre que saca adelante a sus hijos ella sola”.
“El reino de los cielos se parece a aquella misionera que, a pesar de sus años, atiende
como enfermera a las personas de un poblado de África”.
“El reino de los cielos se parece a aquella empresaria generosa que actúa más con el
corazón que con los criterios de la empresa”.
“El reino de los cielos se parece a aquel dibujante que, cuando la pandemia azotaba a la
población, él seguía repartiendo esperanza y alegría”.
“El reino de los cielos se parece a aquella mujer que busca encontrar unos días para irse
de retiro”.
“El reino de los cielos se parece a aquel matrimonio que comparte su estupendo ático
para que otros puedan ver las vistas desde su casa”.
“El reino de los cielos se parece a tantos capellanes que, a pesar del riesgo de contagio,
no dejaron a un lado a los enfermos de Covid-19”.
Y ahora, seguid, vosotros…
http://www.aqplink.com/roguemos
✞ ✞ ✞ Profesión de Fe
Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su
único Hijo, nuestro Señor,
Se inclina levemente la cabeza en señal de respeto.
Que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen.
Se finaliza la inclinación de la cabeza.
Padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a
los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado
a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y
muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos,
el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.
3 LITURGIA EUCARISTICA
Sacerdote: Orad hermanos para que este sacrificio, mío y vuestro, sea
agradable a Dios, Padre todopoderoso.
Todos: El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria
de su Nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia. (→ Este es el
Compendio de la Misa)
✞ ✞ ✞ Oración sobre las Ofrendas
*** Se llevan al altar los dones; el pan y el vino. *** Acepta, Señor, nuestro corazón contrito y nuestro
espíritu humilde; que éste sea hoy nuestro sacrificio y que sea agradable en tu presencia, Señor, Dios
nuestro. *** Lava del todo mi delito, Señor, limpia mi pecado.
Recibe, Señor, las ofrendas que te presentamos gracias a tu generosidad, para que
estos santos misterios, donde tu poder actúa eficazmente, santifiquen los días de
nuestra vida y nos conduzcan a las alegrías eternas. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Señor Dios nuestro: crea entre ti y nosotros una santa comunión de amor. Ven a
nosotros en Jesucristo en esta eucaristía y en nuestra vida diaria. Reina en nosotros,
toma posesión de nosotros para gobernar y perdonar, para santificar e iluminar, para
conducirnos y renovarnos por tu gracia. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. R/
Amén.
• Con Jesús damos gracias al Padre por el tesoro que nos ha dado en nuestra fe y en la
perla de su reino.
a) Acción de gracias
El Señor esté con vosotros. R/ Y con tu espíritu. Levantemos el corazón R/ Lo tenemos
levantado hacia el Señor. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R/ Es justo y necesario.
Prefacio VII dominical del tiempo Ordinario. La salvación, fruto de la
obediencia de Cristo.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en
todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque tu amor al mundo fue tan misericordioso que nos enviaste como redentor a tu
propio Hijo, Y en todo lo quisiste semejante a nosotros, menos en el pecado, para poder
así amar en nosotros lo que amabas en él. Con su obediencia has restaurado aquellos
dones que por nuestra desobediencia habíamos perdido.
• Gracias, Jesús, por mostrarme una vez qué hermoso es el camino de la Luz. Quiero
avanzar por ese camino de la mano de tu Madre, la Sierva humilde y pura a quien se le
reveló la grandeza del amor de Dios. Quiero, Señor, ser portador de la luz verdadera
para mi familia, mis amigos y para todos aquellos con los que pueda compartir la
inmensa alegría de creer en Ti. Amén
Por eso, Señor, nosotros, llenos de alegría, te aclamamos con los ángeles y con todos
los santos, diciendo:
b) Santo: con esta aclamación toda la asamblea, uniéndose a las jerarquías celestiales, canta o recita
las alabanzas a Dios.
Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu
gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el
cielo.
c) Epíclesis Se implora el poder divino para que los dones se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de
Cristo, y para que la víctima inmaculada que se va a recibir en la comunión sea para salvación de quienes
la reciban.
Santo eres en verdad, Padre, y con razón te alaban todas tus criaturas, ya que por
Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas
todo, y congregas a tu pueblo sin cesar, para que ofrezca en tu honor un sacrificio sin
mancha desde donde sale el sol hasta el ocaso. Por eso, Padre, te suplicamos que
santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para ti, de manera
que se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, que
nos mandó celebrar estos misterios.
d) Narración de la institución y consagración. Con las palabras y gestos de Cristo, se
realiza el sacrificio que él mismo instituyó en la última cena. Momento más solemne de la Misa; es la
transubstanciación: pan y vino desaparecen al convertirse en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de
Cristo. Dios se hace presente ante nosotros con todo su amor. ¡Bendito Jesus en el Santísimo sacramento
del Altar!
Porque Él mismo, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y dando gracias te
bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen y coman todos de él,
porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por ustedes".
Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, y, dando gracias te bendijo, y lo pasó a
sus discípulos, diciendo: "Tomen y beban todos de él, porque éste es el cáliz de mi
Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por
muchos para el perdón de los pecados. Hagan esto en conmemoración mía".
e) Anámnesis. La Iglesia, al cumplir este encargo que, a través de los Apóstoles, recibió de Cristo
Señor, realiza el memorial del mismo Cristo, su Reactualización, recordando principalmente su
bienaventurada pasión, su gloriosa resurrección y la ascensión al cielo.
Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia, en el
domingo, día en que Cristo ha vencido a la muerte y nos ha hecho partícipes de su vida
inmortal. Reúne en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el
mundo.
A nuestros hermanos difuntos y a cuantos murieron en tu amistad recíbelos en tu reino,
donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria, por Cristo, Señor
nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes.
Padre eterno, te ofrecemos la Preciosísima Sangre de Jesús, con todas las
Misas celebradas en el mundo en éste día, por las benditas Almas del
Purgatorio. Y Concédeles, Señor, el descanso eterno y brille para ellas la luz
perpetua. Amén.
h) Doxología final. Se expresa la glorificación de Dios y se concluye y confirma con el amen del
pueblo.
Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del
Espíritu Santo, todo Honor y toda Gloria por los siglos de los siglos. Amén
✞ ✞ ✞ Rito de la comunión
Significa "común unión". Al acercarnos a comulgar, además de recibir a Jesús dentro de nosotros y de
abrazarlo con tanto amor y alegría, nos unimos a toda la Iglesia en esa misma alegría y amor.
a) Introducción al Padrenuestro
Con las palabras de Jesús nuestro Señor oremos al Padre de todos para que su reino venga a cada
persona de la tierra.
• Con Jesús nuestro Señor, oramos antes que nada a nuestro Padre en el cielo para que
venga su reino y para que sepamos cumplir su voluntad.
• Unidos en el amor de Cristo, por el Espíritu Santo que hemos recibido, dirijámonos al
Padre con la oración que el Señor nos enseñó:
R/ Padre nuestro…
b) Rito de la Paz
Los fieles imploran la paz y la unidad para la iglesia y para toda la familia humana y se expresan
mutuamente la caridad antes de participar de un mismo pan.
Líbranos, Señor.
Líbranos, Señor, de concentrarnos en necesidades materiales y en seguridad humana y
haz que nos preocupemos realmente de buscar siempre tu voluntad y de trabajar por la
venida de tu reino. Guárdanos libres del desaliento cuando tardan en llegar tu justicia y
tu verdad, y mantén viva nuestra esperanza para que un día veamos la venida plena
entre nosotros de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
R. Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una Palabra tuya
bastará para sanarme.
c) El gesto de la fracción del pan: Significa que nosotros, que somos muchos, en la comunión
de un solo pan de vida, que es Cristo, nos hacemos un solo cuerpo (1 Co 10,17)
d) Inmixión o mezcla: el celebrante deja caer una parte del pan consagrado en el cáliz.
Antífona de comunión Sal 102, 2
Bendice, alma mía, al Señor y no olvides sus beneficios.
O bien: Mt 5, 7-8
Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios
de corazón, porque ellos verán a Dios.
✞ ✞ ✞ Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos
de los siglos. R/ Amén.
¡Cristo, Rey nuestro! R/ ¡Venga tu Reino!
Consagración a María
Pidámosle a María que nos acompañe siempre:
Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las oraciones que te
dirigimos en nuestras necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, ¡oh Virgen
gloriosa y bendita! Amén.
✞ ✞ ✞ Bendición
Hermanos: Al final de esta celebración quizás hemos logrado una respuesta clara
a nuestras preguntas del principio: ¿Qué es lo realmente importante en nuestra vida?
¿Dónde se asienta nuestra auténtica y permanente alegría? ¿Es en Dios, en su reino, en
el amor y misericordia que Él nos muestra en Cristo su Hijo? Sabemos que le damos una
alegría estando aquí juntos como su pueblo. Que Él sea también nuestra alegría y
nuestro tesoro ahora y por los siglos de los siglos.
Para ello, que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda
sobre nosotros, sea fuente de su felicidad y nos acompañe siempre.
R/ Amén.
Podéis ir en paz, aleluya, aleluya.
R. Demos gracias a Dios, aleluya, aleluya.
✞ ✞ ✞ Abba Padre, gracias te doy por enseñarme a Cristo histórico. Y ahora, por tu gracia
y Espíritu Santo concédeme fortalecer la fe, para caminar con Cristo, por Cristo y en
Cristo, ya no histórico, sino Pan vivo bajado del cielo.
«Tú eres Cristo, el Hijo de Dios Vivo» Mt 16, 16
Papa Francisco
ÁNGELUS. Domingo 30 de julio de 2017.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El discurso de las parábolas de Jesús, que reúne siete parábolas en el capítulo 13 del
Evangelio de Mateo, se concluye con las tres similares de hoy: el tesoro escondido (Mt
13, 44), la perla preciosa (Mt 13, 45-46) y la red de pesca (Mt 13, 47-48). Me detengo
en las dos primeras que subrayan la decisión de los protagonistas de vender cualquier
cosa para obtener eso que han descubierto. En el primer caso se trata de un campesino
que casualmente tropieza con un tesoro escondido en el campo donde está trabajando.
No siendo el campo de su propiedad debe adquirirlo si quiere poseer el tesoro: por tanto
decide arriesgar todos sus bienes para no perder esa ocasión realmente excepcional. En
el segundo caso encontramos un mercader de perlas preciosas; él, experto conocedor,
ha identificado una perla de gran valor. También él decide apostar todo a esa perla,
hasta el punto de vender todas las demás.
Estas similitudes destacan dos características respecto a la posesión del Reino de Dios:
la búsqueda y el sacrificio. Es verdad que el Reino de Dios es ofrecido a todos –es un
don, es un regalo, es una gracia– pero no está puesto a disposición en un plato de plata,
requiere dinamismo: se trata de buscar, caminar, trabajar. La actitud de la búsqueda es
la condición esencial para encontrar; es necesario que el corazón queme desde el deseo
de alcanzar el bien precioso, es decir el Reino de Dios que se hace presente en la
persona de Jesús. Es Él el tesoro escondido, es Él la perla de gran valor. Él es el
descubrimiento fundamental, que puede dar un giro decisivo a nuestra vida, llenándola
de significado.
Frente al descubrimiento inesperado, tanto el campesino como el mercader se dan
cuenta de que tienen delante una ocasión única que no pueden dejar escapar, por lo
tanto venden todo lo que poseen. La valoración del valor inestimable del tesoro, lleva a
una decisión que implica también sacrificio, desapegos y renuncias. Cuando el tesoro y
la perla son descubiertos, es decir cuando hemos encontrado al Señor, es necesario no
dejar estéril este descubrimiento, sino sacrificar por ello cualquier otra cosa. No se trata
de despreciar el resto, sino de subordinarlo a Jesús, poniéndole a Él en el primer lugar.
La gracia en el primer lugar. El discípulo de Cristo no es uno que se ha privado de algo
esencial; es uno que ha encontrado mucho más: ha encontrado la alegría plena que solo
el Señor puede donar. Es la alegría evangélica de los enfermos sanados; de los
pecadores perdonados; del ladrón al que se le abre la puerta al paraíso.
La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de aquellos que se encuentran
con Jesús. Aquellos que se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza,
del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría (cf
Exort. ap. Evangelii gaudium, 1). Hoy somos exhortados a contemplar la alegría del
campesino y del mercader de las parábolas. Es la alegría de cada uno de nosotros
cuando descubrimos la cercanía y la presencia consoladora de Jesús en nuestra vida.
Una presencia que transforma el corazón y nos abre a la necesidad y a la acogida de los
hermanos, especialmente de aquellos más débiles.
Rezamos, por intercesión de la Virgen María, para que cada uno de nosotros sepa
testimoniar, con las palabras y los gestos cotidianos, la alegría de haber encontrado el
tesoro del Reino de Dios, es decir el amor que el Padre nos ha donado mediante Jesús.
ÁNGELUS, Domingo 27 de julio de 2014
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Las breves semejanzas propuestas por la liturgia de hoy son la conclusión del capítulo
del Evangelio de Mateo dedicado a las parábolas del reino de Dios (Mt 13, 44-52). Entre
ellas hay dos pequeñas obras maestras: las parábolas del tesoro escondido en el campo
y la perla de gran valor. Ellas nos dicen que el descubrimiento del reino de Dios puede
llegar improvisamente como sucedió al campesino, que arando encontró el tesoro
inesperado; o bien después de una larga búsqueda, como ocurrió al comerciante de
perlas, que al final encontró la perla preciosísima que soñaba desde hacía tiempo. Pero
en un caso y en el otro permanece el dato primario de que el tesoro y la perla valen más
que todos lo demás bienes, y, por lo tanto, el campesino y el comerciante, cuando los
encuentran, renuncian a todo lo demás para poder adquirirlos. No tienen necesidad de
hacer razonamientos, o de pensar en ello, de reflexionar: inmediatamente se dan cuenta
del valor incomparable de aquello que han encontrado, y están dispuestos a perder todo
con tal de tenerlo.
Así es para el reino de Dios: quien lo encuentra no tiene dudas, siente que es eso que
buscaba, que esperaba y que responde a sus aspiraciones más auténticas. Y es
verdaderamente así: quien conoce a Jesús, quien lo encuentra personalmente, queda
fascinado, atraído por tanta bondad, tanta verdad, tanta belleza, y todo en una gran
humildad y sencillez. Buscar a Jesús, encontrar a Jesús: ¡este es el gran tesoro!
Cuántas personas, cuántos santos y santas, leyendo con corazón abierto el Evangelio,
quedaron tan conmovidos por Jesús que se convirtieron a Él. Pensemos en san Francisco
de Asís: él ya era cristiano, pero un cristiano "al agua de rosas". Cuando leyó el
Evangelio, en un momento decisivo de su juventud, encontró a Jesús y descubrió el
reino de Dios, y entonces todos sus sueños de gloria terrena se desvanecieron. El
Evangelio te permite conocer al verdadero Jesús, te hace conocer a Jesús vivo; te habla
al corazón y te cambia la vida. Y entonces sí lo dejas todo. Puedes cambiar
efectivamente de tipo de vida, o bien seguir haciendo lo que hacías antes pero tú eres
otro, has renacido: has encontrado lo que da sentido, lo que da sabor, lo que da luz a
todo, incluso a las fatigas, al sufrimiento y también a la muerte.
Leer el Evangelio. Leer el Evangelio. Ya hemos hablado de esto, ¿lo recordáis? Cada día
leer un pasaje del Evangelio; y también llevar un pequeño Evangelio con nosotros, en el
bolsillo, en la cartera, al alcance de la mano. Y allí, leyendo un pasaje encontraremos a
Jesús. Todo adquiere sentido allí, en el Evangelio, donde encuentras este tesoro, que
Jesús llama "el reino de Dios", es decir, Dios que reina en tu vida, en nuestra vida; Dios
que es amor, paz y alegría en cada hombre y en todos los hombres. Esto es lo que Dios
quiere, y esto es por lo que Jesús entregó su vida hasta morir en una cruz, para
liberarnos del poder de las tinieblas y llevarnos al reino de la vida, de la belleza, de la
bondad, de la alegría. Leer el Evangelio es encontrar a Jesús y tener esta alegría
cristiana, que es un don del Espíritu Santo.
Queridos hermanos y hermanas, la alegría de haber encontrado el tesoro del reino de
Dios se transparenta, se ve. El cristiano no puede mantener oculta su fe, porque se
transparenta en cada palabra, en cada gesto, incluso en los más sencillos y cotidianos:
se trasluce el amor que Dios nos ha donado a través de Jesús. Oremos, por intercesión
de la Virgen María, para que venga a nosotros y a todo el mundo su reino de amor,
justicia y paz.
DIRECTORIO HOMILÉTICO
Ap. I. La homilía y el Catecismo de la Iglesia Católica
Ciclo A. Decimoséptimo domingo del Tiempo Ordinario.
No se puede ignorar el pecado original para discernir la situación humana
407 La doctrina sobre el pecado original - vinculada a la de la Redención de Cristo -
proporciona una mirada de discernimiento lúcido sobre la situación del hombre y de su
obrar en el mundo. Por el pecado de los primeros padres, el diablo adquirió un cierto
dominio sobre el hombre, aunque éste permanezca libre. El pecado original entraña "la
servidumbre bajo el poder del que poseía el imperio de la muerte, es decir, del diablo"
(Cc. de Trento: DS 1511, cf. Hb 2, 14). Ignorar que el hombre posee una naturaleza
herida, inclinada al mal, da lugar a graves errores en el dominio de la educación, de la
política, de la acción social (cf. CA 25) y de las costumbres.
Escoger según la conciencia, en acuerdo con la voluntad de Dios
EL DICTAMEN DE LA CONCIENCIA
1777 Presente en el corazón de la persona, la conciencia moral (cf Rm 2, 14-16) le
ordena, en el momento oportuno, practicar el bien y evitar el mal. Juzga también las
elecciones concretas aprobando las que son buenas y denunciando las que son malas (cf
Rm 1, 32). Atestigua la autoridad de la verdad con referencia al Bien supremo por el
cual la persona humana se siente atraída y cuyos mandamientos acoge. El hombre
prudente, cuando escucha la conciencia moral, oye a Dios que habla.
1778 La conciencia moral es un juicio de la razón por el que la persona humana
reconoce la cualidad moral de un acto concreto que piensa hacer, está haciendo o ha
hecho. En todo lo que dice y hace, el hombre está obligado a seguir fielmente lo que
sabe que es justo y recto. Mediante el dictamen de su conciencia el hombre percibe y
reconoce las prescripciones de la ley divina:
La conciencia es una ley de nuestro espíritu, pero que va más allá de él, nos da órdenes,
significa responsabilidad y deber, temor y esperanza… La conciencia es la mensajera del
que, tanto en el mundo de la naturaleza como en el de la gracia, a través de un velo nos
habla, nos instruye y nos gobierna. La conciencia es el primero de todos los vicarios de
Cristo (Newman, carta al duque de Norfolk 5).
1779 Es preciso que cada uno preste mucha atención a sí mismo para oír y seguir la voz
de su conciencia. Esta exigencia de interioridad es tanto más necesaria cuanto que la
vida nos impulsa con frecuencia a prescindir de toda reflexión, examen o interiorización:
"Retorna a tu conciencia, interrógala… retornad, hermanos, al interior, y en todo lo que
hagáis mirad al Testigo, Dios" (S. Agustín, ep. Jo. 8, 9).
1780 La dignidad de la persona humana implica y exige la rectitud de la conciencia
moral. La conciencia moral comprende la percepción de los principios de la moralidad
("sindéresis"), su aplicación en las circunstancias dadas mediante un discernimiento
práctico de las razones y de los bienes, y en conclusión el juicio formado sobre los actos
concretos que se van a realizar o se han realizado. La verdad sobre el bien moral,
declarada en la ley de la razón, es reconocida práctica y concretamente por el dictamen
prudente de la conciencia. Se llama prudente al hombre que elige conforme a este
dictamen o juicio.
1781 La conciencia hace posible que se asuma la responsabilidad de los actos realizados.
Si el hombre comete el mal, el justo juicio de la conciencia puede ser en él el testigo de
la verdad universal del bien, al mismo tiempo que de la malicia de su elección concreta.
El veredicto del dictamen de conciencia constituye una garantía de esperanza y de
misericordia. Al hacer patente la falta cometida recuerda el perdón que se ha de pedir,
el bien que se ha de practicar todavía y la virtud que se ha de cultivar sin cesar con la
gracia de Dios:
"Tranquilizaremos nuestra conciencia ante él, en caso de que nos condene nuestra
conciencia, pues Dios es mayor que nuestra conciencia y conoce todo" (1Jn 3, 19-20).
1782 El hombre tiene el derecho de actuar en conciencia y en libertad a fin de tomar
personalmente las decisiones morales. "No debe ser obligado a actuar contra su
conciencia. Ni se le debe impedir que actúe según su conciencia, sobre todo en materia
religiosa" (DH 3).
LA FORMACIÓN DE LA CONCIENCIA
1783 Hay que formar la conciencia, y esclarecer el juicio moral. Una conciencia bien
formada es recta y veraz. Formula sus juicios según la razón, conforme al bien
verdadero querido por la sabiduría del Creador. La educación de la conciencia es
indispensable a seres humanos sometidos a influencias negativas, y tentados por el
pecado de preferir su juicio propio y de rechazar las enseñanzas autorizadas.
1784 La educación de la conciencia es una tarea de toda la vida. Desde los primeros
años despierta al niño al conocimiento y la práctica de la ley interior reconocida por la
conciencia moral. Una educación prudente enseña la virtud; preserva o cura del miedo,
del egoísmo y del orgullo, de los insanos sentimientos de culpabilidad y de los
movimientos de complacencia, nacidos de la debilidad y de las faltas humanas. La
educación de la conciencia garantiza la libertad y engendra la paz del corazón.
1785 En la formación de la conciencia, la Palabra de Dios es la luz que nos ilumina; es
preciso que la asimilemos en la fe y la oración, y la pongamos en práctica. Es preciso
también que examinemos nuestra conciencia atendiendo a la cruz del Señor. Estamos
asistidos por los dones del Espíritu Santo, ayudados por el testimonio o los consejos de
otros y guiados por la enseñanza autorizada de la Iglesia (cf DH 14).
Discernir la voluntad de Dios expresada en la Ley en las situaciones difíciles
1786 Ante la necesidad de decidir moralmente, la conciencia puede formular un juicio
recto de acuerdo con la razón y con la ley divina, o al contrario un juicio erróneo que se
aleja de ellas.
1787 El hombre se ve a veces enfrentado con situaciones que hacen el juicio moral
menos seguro, y la decisión difícil. Pero debe buscar siempre lo que es justo y bueno y
discernir la voluntad de Dios expresada en la ley divina.
1788 Para esto, el hombre se esfuerza por interpretar los datos de la experiencia y los
signos de los tiempos gracias a la virtud de la prudencia, los consejos de las personas
entendidas y la ayuda del Espíritu Santo y de sus dones.
1789 En todos los casos son aplicables las siguientes reglas:
- Nunca está permitido hacer el mal para obtener un bien.
- La "regla de oro": "Todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también
vosotros" (Mt 7, 12; cf. Lc 6, 31; Tb 4, 15).
- La caridad actúa siempre en el respeto del prójimo y de su conciencia: "Pecando así
contra vuestros hermanos, hiriendo su conciencia… pecáis contra Cristo" (1Co 8, 12).
"Lo bueno es… no hacer cosa que sea para tu hermano ocasión de caída, tropiezo o
debilidad" (Rm 14, 21).
La separación del bien y del mal en el juicio final
1038 La resurrección de todos los muertos, "de los justos y de los pecadores" (Hch 24,
15), precederá al Juicio final. Esta será "la hora en que todos los que estén en los
sepulcros oirán su voz y los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida, y los que
hayan hecho el mal, para la condenación" (Jn 5, 28-29). Entonces, Cristo vendrá "en su
gloria acompañado de todos sus ángeles,… Serán congregadas delante de él todas las
naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de las
cabras. Pondrá las ovejas a su derecha, y las cabras a su izquierda… E irán estos a un
castigo eterno, y los justos a una vida eterna." (Mt 25, 31. 32. 46).
1039 Frente a Cristo, que es la Verdad, será puesta al desnudo definitivamente la
verdad de la relación de cada hombre con Dios (cf. Jn 12, 49). El Juicio final revelará
hasta sus últimas consecuencias lo que cada uno haya hecho de bien o haya dejado de
hacer durante su vida terrena:
"Todo el mal que hacen los malos se registra, y ellos no lo saben. El día en que "Dios no
se callará" (Sal 50, 3)… Se volverá hacia los malos: "Yo había colocado sobre la tierra,
dirá El, a mis pobrecitos para vosotros. Yo, su cabeza, gobernaba en el cielo a la
derecha de mi Padre - pero en la tierra mis miembros tenían hambre. Si hubierais dado
a mis miembros algo, eso habría subido hasta la cabeza. Cuando coloqué a mis
pequeñuelos en la tierra, los constituí comisionados vuestros para llevar vuestras buenas
obras a mi tesoro: como no habéis depositado nada en sus manos, no poseéis nada en
Mí" (San Agustín, serm. 18, 4, 4).
1040 El Juicio final sucederá cuando vuelva Cristo glorioso. Sólo el Padre conoce el día y
la hora en que tendrá lugar; sólo El decidirá su advenimiento. Entonces, El pronunciará
por medio de su Hijo Jesucristo, su palabra definitiva sobre toda la historia. Nosotros
conoceremos el sentido último de toda la obra de la creación y de toda la economía de la
salvación, y comprenderemos los caminos admirables por los que Su Providencia habrá
conducido todas las cosas a su fin último. El juicio final revelará que la justicia de Dios
triunfa de todas las injusticias cometidas por sus criaturas y que su amor es más fuerte
que la muerte (cf. Ct 8, 6).
1041 El mensaje del Juicio final llama a la conversión mientras Dios da a los hombres
todavía "el tiempo favorable, el tiempo de salvación" (2Co 6, 2). Inspira el santo temor
de Dios. Compromete para la justicia del Reino de Dios. Anuncia la "bienaventurada
esperanza" (Tt 2, 13) de la vuelta del Señor que "vendrá para ser glorificado en sus
santos y admirado en todos los que hayan creído" (2Ts 1, 10).
Dios no predestina a nadie a ir al infierno
1037 Dios no predestina a nadie a ir al infierno (cf DS 397; 1567); para que eso suceda
es necesaria una aversión voluntaria a Dios (un pecado mortal), y persistir en él hasta el
final. En la liturgia eucarística y en las plegarias diarias de los fieles, la Iglesia implora la
misericordia de Dios, que "quiere que nadie perezca, sino que todos lleguen a la
conversión" (2P 3, 9):
"Acepta, Señor, en tu bondad, esta ofrenda de tus siervos y de toda tu familia santa,
ordena en tu paz nuestros días, líbranos de la condenación eterna y cuéntanos entre tus
elegidos" (MR Canon Romano 88).