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Universidad Politécnica Salesiana.

Estudiante: Carlos Largo.

Tema: Resumen.

Acerca de la utilidad de la filosofía.

Hace un cierto tiempo tuvo lugar en España una importante polémica


desencadena por las decisiones gubernamentales que buscaban reducir al mínimo
la asignatura de filosofía en los planes de estudio. Pocos filósofos se preguntaban:
¿Por qué la filosofía ha llegado a ser considerada por la mayoría como algo
arbitrariamente inútil?

La filosofía, entendida en sentido amplio, como aquella actividad por la que el


hombre busca de forma lúdica y reflexiva comprender la realidad y orientarse en
ella, ha formado parte de la raíz de toda civilización. Todas las grandes
civilizaciones se han asentado, entre otros, en unos cimientos de naturaleza
filosófica. Esto proporcionaba una forma de mirar la realidad y de estar en el
mundo, y daba respuestas a las cuestiones más básicas y radicales, como las de
quien es el ser humano y cuál es su destino. Los demás saberes y las demás
artes orbitaban en torno a esta sabiduría y era esta ultima la que definía el
correcto lugar, el sentido último de dichos artes y saberes.

A la filosofía no se le considera como uno de los ejes de nuestra cultura ya que la


filosofía ya no impregna la vida ni la sociedad pues se han relegado a los ámbitos
académicos especializados. Hoy los gobernantes demandan especialistas en
estadística y tecnócratas, no pensadores. Pero tan grave como esto es que la
misma filosofía cierre los ojos ante este hecho y no se dé cuenta de lo poco que
tiene es decir; que no reflexionar sobre por qué se ha llegado a considerar tan
irrelevante su aportación.

La filosofía no se puede suprimir, cosntituye el entramado más íntimo de la cultura.


Pero cuando esto no se reconoce abiertamente. El pensamiento pasa a ser
ideología que nos reconoce abiertamente el pensamiento pasa a ser ideología que
nos penetra de modo indirecto, sin darse a conocer como tal, eludiendo la crítica,
es decir de modo impositivo. Una sociedad en que la filosofía la reflexión crítica no
tiene un lugar central y explico, es siempre una sociedad adocenada, un caldo de
cultivo de toda forma manipulada.

Si la filosofía ya no ocupa un lugar central en nuestra cultura es, en gran medida,


porque ha perdido aquello que le conferida un papel vital en el desarrollo del
individuo y de la sociedad; su dimensión transformadora, terapéutica; en otras
palabras, porque ha dejado de ser maestra de vida y el conocimiento filosófico ya
no es aquel saber que era, al mismo tiempo, plenitud y libertad; porque la
esterilidad de muchas de las especulaciones denominadas filosóficas han llegado
a ser demasiado manifiesta.

Podríamos decir que el filósofo es aquel que se consagra desinteresadamente a la


verdad; quien investiga, a través de una actitud interior de disponibilidad y
atención lúcida, las claves de la existencia. Las actividades filosóficas son
desinteresada pues quiere la verdad por ella misma, no por su posible provecho,
por sus resultados o frutos.

La indagación de la verdad es un impulso acorde con nuestra naturaleza humana


es indisociable de esta, un impulso que nos distingue de otros seres animados y
nos eleva sobre ellos. Todo hombre ansia profundamente ver, comprender, y
experimentar como una degradación la ignorancia y el engaño, es decir el
conocimiento de la verdad es tan valioso en sí mismo como indeseables son la
ceguera y el error.

La filosofía no es útil en el sentido que ordinariamente damos a esta palabra, es


decir, no es instrumental útil; como tampoco, por ejemplo, lo es el arte. En otras
palabras, ambas son actividades libres, pues competen a la dimensión más
elevada del hombre: aquella que también es libre, y que le dota de cierto dominio
sobre los aspectos de sí mismo y de la vida condicionados por la necesidad, por
las urgencias utilitarias de la vida.

Lo que solemos denominar filosofía en nuestra cultura se ha apartado tanto de


aquel saber transformador y liberador, máximamente útil, que originalmente llevo
ese nombre que, de cara a apuntar a este último quizás convenga acudir a nuevas
expresiones. Una de estas bien puede ser la de sabiduría, pues todo el mundo
asocia este término tanto al conocimiento profundo de la realidad como a la
evolución hacia una vida autentica.

La disociación entre filosofía y transformación ha llegado a ser tan aguda en


nuestra cultura, que en lo que entendemos habitualmente por filosofía poco queda
de sabiduría, de filosofía esencial. La crisis actual de la filosofía está causada en
gran medida por la pérdida de su virtualidad transformadora; por que ha
pretendido seguir teniendo validez como camino hacia la verdad tras desligarse de
lo que constituye sus sello de autenticidad y la raíz de su utilidad superior; su
capacidad para posibilitar nuestro crecimiento esencial y nuestra liberación interior
[CITATION Cav06 \p 25-46 \l 12298 ].

Bibliografía
Cavallé, M. (2006). La Sabiduría Recobrada (Filosofía como Terapia). Madrid:
Ediciones Martínez Roca, S.A.

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