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http://dx.doi.org/10.5209/RPUB.63892
Resumen. Se analiza en primer lugar el enlace que Heidegger realiza entre pólis y política para a
continuación observar el juego de esas categorías en H. Arendt y la crítica que supone del que fuera
su maestro. La gran oposición entre ambos radica en la distinta perspectiva de análisis, ontológica en
un caso y estrictamente política en otro. Se observa finalmente, cómo, a pesar de la certera crítica de
Arendt, cierta transformación del enfoque heideggeriano podría proporcionarnos un valioso potencial
crítico más necesario que nunca en nuestra crisis epocal.
Palabras clave: pólis; política; poder; praxis; poiesis.
Sumario: 1. Heidegger: mas acá de la política. 1.1. Primer paso (zôon logon echon). 1.2. Segundo paso
(zôon politikón). 1.3. Poder y política. 2. H. Arendt: política. 2.1. Pólis y juicio. 2.2. Lógos, política y
poder. 3. Propuesta final.
Cómo citar: Álvarez Yágüez, J. (2019). Pólis y política: M. Heidegger y H. Arendt, en Res Publica
22.1, 195-215
Se ha discutido mucho acerca del pensamiento político de Heidegger, lo que hoy está
siendo revisitado con motivo de la publicación de los Schwarze Hefte. Unos han esti-
mado ese pensamiento a partir de los compromisos políticos de su autor y las múlti-
*
1
FALTA CENTRO
unootrootroyotro@gmail.com
1
Entendemos que O. Pöggeler se acerca a este ángulo cuando opone el enfoque político de Heidegger al conven-
cional si bien utilizando una expresión muy poco precisa, la de “político en su sentido amplio”, y sin elaborar
teóricamente: O. Pöggeler, Filosofía y política en Heidegger, trad. Juan de la Colina, Barcelona, Alfa, 1984, pp.
13-52.
2
M. Heidegger, La autoafirmación de la Universidad alemana, trad., R. Rodríguez, Madrid, Tecnos, 1989. El
cuestionamiento o no de las posiciones sostenidas en el discurso del rectorado en los escritos posteriores es
quaestio disputata. En lo que se refiere particularmente a sus diferencias con los cursos en que reflexiona sobre
la pólis, los que aquí tendremos en cuenta, también caben interpretaciones dispares: J. Taminiaux, por ejemplo,
no ve contraposición, sin embargo sí S. Elden o P. Martínez. J. Taminiaux, La fille de Thrace et le penseur
professionnel. Arendt et Heidegger, Paris, Payot, 1992, p. 72; S. Elden “Rethinking the pólis Implications of
Heidegger’s questioning the political”, Political Geography 19, 2000, pp. 407–422; P. Martínez, “De la pólis al
Estado moderno: una aproximación al problema de lo político en Heidegger”, Anales del Seminario de Historia
de la Filosofía, 32, 2015, pp. 451-475. Arturo Leyte interpreta que en el Discurso se cierra una posibilidad al
cometer el error de identificar pólis y Estado moderno, y no ver, entonces, el inevitable fracaso de este. Solo con
el Nietzsche, se desharía definitivamente tal error, y la política, con su máxima plasmación en la democracia, no
vendría a ser sino el máximo cumplimiento de la metafísica moderna. A, Leyte, Heidegger, Madrid, Alianza,
2006, pp. 309-329.
3
M. Heidegger, Introducción a la Metafísica, trad. de E. Estiu, Buenos Aires, Nova, 1980; Parménides, trad. C.
esos cursos, pero lo principal es común y puede exponerse como constituyendo una
misma teoría.
La tematización de la pólis se presenta con motivo de la pregunta por el ser del
hombre, por su naturaleza. Como es habitual en Heidegger, toda la reflexión está
dirigida en contra de la interpretación de la metafísica moderna, y enlaza con una
especial lectura de las definiciones aristotélicas del ser humano, en particular las de
zôon logon echon y zôon politikon, unas definiciones que han servido a tantos, espe-
cialmente a la tradición republicana, para destacar la naturaleza política del hombre,
interpretación que significativamente Heidegger rechaza4. De manera que finalmente
lo que estará en juego aquí es el destino de lo político mismo.
En Aristóteles aquella primera definición (zôon logon echon), que aparece en el
libro primero de Politiká, con mucho el más importante del conjunto, y, por lo que
sabemos, escrito después de los demás como una especie de introducción que diese
coherencia a la totalidad, va unida conceptualmente a la segunda, la del hombre
como animal de pólis o político, zôon politikón5. Lo segundo (politikon) por lo pri-
mero (logon) toda vez que en la medida que es animal de logos tiene sentido de la
justicia, ordena en torno a ella la comunidad, la perfecciona, la conduce a su telos.
Pero esto solo lo hace en virtud de que pertenece a la pólis, esto es: en la relación
de pares con los otros esa misma capacidad es perfeccionada. Hay una reciprocidad
entre ambos elementos. Los animales gregarios, sin embargo, son solo sociales, tie-
nen phonê, no lógos, no sentido de justicia, pues, son apolis. De donde es evidente
la errónea y confundente traducción que se da desde la versión latina de Politica por
animal social, que fue como la adoptó Tomás de Aquino de su compañero de orden
Guillermo de Moerbeke. No vamos a entrar ahora en el destino de la interpretación
de estos pasajes de Política I, solo diremos que toda la interpretación sostenida en
los tres cursos citados está dirigida contra la interpretación dominante de esos textos
aristotélicos que es la que vendría a subyacer en toda la concepción occidental de lo
político.
Heidegger contrarrestará esa concepción tomando apoyo en un largo, hondo y
singular comentario, que despliega en las tres cursos citados, de la Antígona sofo-
clea, especialmente de su oda coral primera (versos 332-375). En ella el hombre se
nos presenta como el más pavoroso o violento o extraño de los seres; estos adjetivos
tratarían de verter el superlativo griego deinótaton6, término que procede de deinón,
Masmela, Madrid, Akal, 2005; Hölderlin´s Hymn “The Ister”, trad. W. McNeill, J. Davis, Indiana U. Press,
1996.
4
Sobre la importancia de Aristóteles en el periodo de formación de la ontología fundamental de Heidegger: F.
Volpi, Heidegger y Aristóteles, trad. M. J. De Ruschi, Madrid, FCE, Buenos Aires, 2012. A Aristóteles sería
dedicada toda una sección el curso de Marburgo del año 1926: Conceptos fundamentales de la filosofía antigua,
trad. G. Jiménez, Buenos Aires, Waldhuter, 2014, p.171 ss; también sería abordado en el de 1924-25. Y sería
objeto central en su texto de 1922 conocido como “Informe Natorp” (ver aquí nota 74). La crítica a la definición
clásica del hombre como zôon logon echon es un lugar habitual en Heidegger, como es bien sabido: Ser y tiem-
po, trad. José Gaos, Madrid, FCE, 1971, pp. 60 ss, 184
5
Las formulaciones exactas en Politica I son: lógon de mónon anthrôpos echei tôn zôon (el hombre es el único
animal que tiene palabra) (1253a, 9-10); “anthrôpos phýsei politikôn zôon” (el hombre es por naturaleza animal
político) (1253a, 2-3); politikón o anthrôpos zôon (el hombre es un animal político) (1253a, 7-8). En la Ética a
Nicómaco aparece esta otra: leipetai dê praktikê tis tou lógon echontos, 1098a, 3-4 (“Queda, por último, cierta
vida activa propia del ente que tiene razón”, según la trad. de María. Araujo y Julián Marías, Madrid, CEC,
1985).
6
Heidegger traduce unheimlichste. Hölderlin traducía esos primeros versos de este modo: “Ungeheurer ist viel.
Doch nichts/ Ungeheurer, als der Mensch” (Monstruoso es mucho. Mas nada/ mas monstruoso que el hombre),
Hölderlin, Antígona, ed. y trad. Helena Cortés, Madrid, La Oficina, 2014, p. 65.
7
Citado en Introducción a la metafísica, op. cit., p. 183.
8
Ibidem, pp. 192-193.
9
Ibidem, p. 204-205. Sobre el estrecho vínculo entre lógos y phýsis: M. Heidegger, Los conceptos fundamentales
de la metafísica. Mundo, finitud, soledad. (1929-30), trad. A. Ciria, Madrid, Alianza, 2007, & 8b y c, pp. 51 ss.
10
Heidegger, Introducción a la metafísica, op. cit., p. 197. Toda esta comprensión en clave de un poder violento
será pronto dejada atrás. La elaboración del Nietzsche entre 1936 y 1942 marcará el cambio, que juzgamos tan
importante como la reconocida Kehre. Toda una comprensión de signo opuesto, marcada por la categoría de
Gelassenheit (serenidad), vendrá a sustituir a esta.
11
Ibidem, p. 191.
Si el nexo aristotélico entre el zôon logon echon y el zôon politikón llevado a sus
últimas consecuencias nos debiera conducir a la pólis democrática, nada más lejos
de esta otra visión de la articulación entre lógos y pólis20.
Hasta aquí quedaría puesta en cuestión la formulación primera de las definiciones
aristotélicas del ser humano, el zôon logon echon; o al menos su lectura dominante,
la que ha hecho la tradición metafísica. A veces, se nos ofrece una posibilidad de
leerla de otro modo, sin atribuir la comprensión criticada al propio Aristóteles. De
hecho se nos señala la doble cara que ofrece Aristóteles en esto, conservando por una
parte la concepción griega del lógos, pero a la vez ya distanciándose de la misma
hacia su reducción a la Lógica21.
19
Ibidem, pp. 170-171.
20
Heidegger compartía el parecer de Burckhardt respecto a la idea de que la democracia significaba el declive de
la pólis. Ver el excelente libro de R, Wolin, The Politics of Being. The Political Thought of Martin Heidegger,
Columbia University Press, 2016, pp. 87-88.
21
M. Heidegger, Introducción a la metafísica, op. cit. p. 206.
22
La expresión completa sería: pantaporos aporos ep-ouden erchetai (“por todas partes viaja, inicia caminos, pero
para llegar a nada”, o según otra versión “todos los caminos carecen de salida”). Heidegger, Introducción a la
metafísica, op. cit., p. 188.
23
Ibidem, p. 184.
24
Ibidem, p. 188-189.
25
Ibidem, p. 189.
26
M. Heidegger, Introducción a la metafísica, op. cit, p. 189; Parménides, op. cit, p. 117; Hölderlin´s Hymn “The
Según esto, la actividad política esencial sería aquella por la que se generan las
condiciones de toda actividad −incluidas las del poetizar, construir, etc.−, pues la pólis
32
M. Heidegger, Hölderlin´s Hymn “The Ister”, op. cit., p. 83.
33
M. Heidegger, Parménides, op. cit., p. 124.
34
M. Heidegger, Hölderlin´s Hymn “The Ister”, op. cit., pp. 80, 85.
35
M. Heidegger, Parménides, op. cit., p. 124.
36
M. Heidegger, Introducción a la metafísica, op. cit., p. 226. La cercanía entre estas actividades es manifestada
por Heidegger en varios textos de esa primera mitad de los treinta, aparte de los citados: Los himnos de Hölder-
lin “Germania” y “El Rin”, trad. Ana C. Merino, Buenos Aires, Biblos, 2010, pp. 57-58.
37
M. Heidegger, Introducción a la metafísica, op. cit., p. 226.
38
M. Heidegger, “El origen de la obra de arte”, en Caminos de bosque, trad. H. Cortés, A. Leyte, Madrid, Alianza,
2010, p. 45. Reparemos en que Arendt estimaba la actividad de fundación de ciudades como pre-política. Ver
el magnífico trabajo de Dana R. Villa, Arendt and Heidegger. The Fate of the Political, New Jersey, Princeton
University Press, 1995, p. 221 ss. La relación entre política y poesía, ambas como apertura al ser, es lo que da pie
a Lacoue-Labarthe a hablar, del esteticismo político del Heidegger inmediatamente posterior al Rektoratsrede,
que tendría en el nazismo una versión vulgar como “nacionalesteticismo”. Al entender la política como obra de
arte, como construcción creativa del Estado, Heidegger proyectaría la poiesis sobre la praxis, incurriría en el
error platónico, con cuya poiética, entonces, la tradición occidental del pensamiento político vendría finalmente
a entroncar. Ph. Lacoue-Labarthe, La ficción de lo político. Heidegger, el arte y la política, trad. M. Lancho,
Madrid, Arena, 2002, p. 68 ss; Dana R. Villa, op. cit., p. 246 ss, 253.
39
En los textos posteriores a la guerra, la figura del “fundador de Estado” desaparece muy significativamente de su
mención al lado de poetas y pensadores, por ejemplo en la Carta sobre el humanismo (trad. H. Cortés, A. Leyte,
Madrid, Alianza, 2000, p. 11): “El lenguaje es la casa del ser. En su morada habita el hombre. Los pensadores
y los poetas [Die Denkenden und Dichtenden] son los guardianes de esa morada”. F, Duque llama la atención
sobre este extremo en En torno al humanismo, Madrid, Tecnos, 2002, pp. 87, 91.
40
M. Heidegger, Hölderlin´s Hymn “The Ister”, op. cit., p. 82.
41
Una circularidad que hemos encontrado otras veces en Heidegger y que remite a que el pensar desocultante,
que se abre al Ser requiere en cierto modo estar ya en la apertura para que pueda darse; el pensar nos sitúa
en la apertura, pero para ello ya hay que estar de algún modo en ella. Esta circularidad tiene que ver con la
inextricable unión de lo que podría, un tanto impropiamente, denominarse relación teoría-praxis, o del pensar
entendido en relación con (o como) una forma de vida: solo cuando actuamos y vivimos de una determinada
manera se facilita el pensar y este posibilita aquel vivir. No hay modo de salir de este círculo. Ver las reflexiones
de R. Schürmann sobre el nexo en Heidegger entre a priori práctico y pensamiento, en Le principe d´anarchie.
Heidegger et la question de l´agir, Paris, diaphanes, 1982, cap. V, p. 339 ss.
42
M. Heidegger, Introducción a la metafísica, op. cit., p. 234.
sis está puesto en el “hacer”. Aquí lo político, entendido como cálculo y aplicación,
ya ha dejado atrás el sentido de posibilidad histórica43, del acontecer que tendría
lugar en la pólis. La concepción moderna es consistente con su metafísica dominada
por la conciencia, por la subjetividad, la búsqueda de certeza, la imposición del lógos
como lógica.
Esa conciencia que desea estar cierta de la historia tiene que ser por tanto una con-
ciencia que planee y actúe. El Estado es la fundamental forma moderna en que la
específicamente moderna autoestructurante autoconciencia del ser humano ordena
todos los seres. Por esta razón lo “político” llega a ser la definitiva autocerteza
de la conciencia historiográfica (…). Lo político es el modo en que la historia es
realizada44.
Y tal rasgo no podía ser más opuesto al propio de la pólis por cuanto ella no deja
de cuestionarse enteramente a sí misma, es: “lo más enteramente merecedor de cues-
tionamiento”47. Pero precisamente ese mismo cuestionarse es lo que le llevaría a su
destrucción. En efecto, el nómos, que tiene el mismo sentido del lógos, de reunir, de
mantener unido, da pie a la unidad de la pólis, que se distinguiría de otras comuni-
dades, en que su nómos es expresión de un lógos, que prohíbe o permite, se ajusta
al ser de las cosas. En el nómos, que se dará siempre escrito, se aprende lo común,
lo que rige para todos. De ahí la idea de comunidad. La tematización viene por los
sucesivos cuestionamientos del nómos, de sus cambios, lo que acentúa la conciencia
de comunidad, de lo que la sustenta y de lo que carece de sustento o suelo; de lo que
está justificado en el lógos y lo que no, de quien pertenece a ella y quien no, de sus
límites. Por eso, en la propia estructura pólis está ya incoada su destrucción, ya que
los continuados intentos de dominarla, de imponer un nuevo nómos conducen a su
43
Ph. Lacoue-Labarthe, op. cit., p. 30.
44
M. Heidegger, Hölderlin´s Hymn “The Ister”, op. cit., p. 94.
45
Ibidem.
46
Ibidem
47
Ibidem, pp. 94, 86, 80.
pérdida; los sucesivos nomoi irán estableciendo medidas igualitarias que acabarán
por desdibujar los límites de la comunidad y con ello producir su desaparición48; tal
es hacia lo que apuntaría la mencionada expresión del texto de Antígona: “hýpsípolis
ápolis”. La tematización conduciría igualmente a la pérdida del sentido del ser, de
su diferencia con el ente, de ese fondo del que proviene; el ser entonces aparecerá ya
como ente sin más.
Ese mismo cuestionamiento, con el riesgo (tolma) que siempre implica, de salida
de lo familiar, de incursión en lo extraño sería lo que convertiría a la pólis en algo
pavoroso (Burckhardt), conforme al proceso esbozado en el enunciado pantoporos
aporos, lo que, por lo demás, vendría a confirmar aquella visión trágica de la esencia
humana.
El “poder” sólo puede ser inquirido metafísicamente en su esencia; y aun esto tan
sólo cuando la esencia de la metafísica ya ha sido reconocida y experimentado su
comienzo (inicio), con ello su acabamiento.
Entonces se desoculta el poder como esenciarse de la maquinación y ésta como
oculta esencia de la “eficiencia” en sentido metafisico, que está enraizada en la
interpretación del ser como idea-poiesis (physis-ousia)51.
48
Cf. F. Martínez Marzoa, La cosa y el relato. A propósito de Tucídides, Madrid, Abada, 2009, cap. 3 y 6; “Estado
y pólis”, en M. Cruz (comp.) Los filósofos y la política, Madrid, FCE, 1999, pp.101-115.
49
Los parágrafos esenciales de ambas obras para esta cuestión han sido traducidos por Dina V. Picotti, con el título
“La esencia del poder”, en Nombres. Revista de Filosofía, Córdoba, Argentina, 25, 2011, pp. 207-230. Ver Bret W.
Davis, Heidegger and the Will: On the Way to Gelassenheit, Evanston, Nortwestern Univ. Press, 2007, p. 98 ss.
50
M. Heidegger, “La esencia del poder”, trad. Dina V. Picotti, en Nombres. Revista de Filosofía, Córdoba, Argen-
tina, 25, 2011, p. 214 (EP). Ver también el parágrafo XXIV de la conferencia “Dépassement de la metaphysi-
que”, M. Heidegger, Essais et confërences, trad, A. Préau, Paris, Gallimard, 1993, p. 104.
51
M. Heidegger, “La esencia del poder” op. cit., p. 210.
Para Heidegger no hay diferencia entre poder y poiesis, entre estrategia y fa-
bricación o instrumentalidad. Por eso puede decir que el poder ha devenido en la
modernidad la esencia del ser, el dominio de la tierra, “incondicional devastación”
y “planetarismo”52. “En que el poder esencialmente es meta, objetivo, medio y me-
diación disputa la consistencia esencial de lo que en general pertenece al producir
que dispone y a la facticidad. Demuestra en ello su rasgo fundamental, constituir la
esencia de la eficacia como realidad”53.
Los efectos de toda esta operación de interpretación desde la ontología, redundan
finalmente en una condena general de la categoría misma de política cuyos rasgos
esenciales son los de Poder, Cálculo y Estado, condensados los tres en un tipo de
acción de naturaleza técnica que trasluce, por lo demás, la subjetividad característi-
ca de la metafísica moderna. La distancia, entonces, que habría que tomar respecto
de la categoría de política, sería la misma que respecto de toda la ontoteología. Ni
que decir tiene que ello supone una crítica respecto de C. Schmitt, toda vez que en
él el Estado es categoría central de lo político, por mucho que este no se reduzca a
él; pero también de la democracia como tal si se considera que nace con lo político
mismo siendo su más emblemática expresión, politika remite a demokratía como a
isonomía54.
Por otro lado, un planteamiento de esta clase permitiría a su autor distanciarse de,
al menos, una versión del nacionalsocialismo55, que compartía todo ese sentido de lo
político y una determinada visión de los griegos, ambos aspectos aquí rechazados.
Pero en la medida en que lo político queda descartado como tal, por cuanto es una
consecuencia de la metafísica moderna, las diferencias entre liberalismo o america-
nismo, bolchevismo, nacionalsocialismo quedarían disipadas ante aquel subsuelo
profundo que los une56; todos ellos juzgados unitariamente desde una específica con-
cepción de Grecia y de lo que representó la pólis, y en particular de una lectura del
libro I de Política de Aristóteles.
52
Ibidem, p.219.
53
Ibidem, p. 217.
54
Este importante extremo lo hemos desarrollado en “Democracia y nacimiento de la política”, en A, Leyte (ed.),
La Historia y la Nada. 14 ensayos a partir del pensamiento de Felipe Martínez Marzoa, Madrid, La Oficina,
2017, pp. 219-246.
55
Heidegger, Hölderlin´s Hymn “The Ister”, op. cit., p. 80. Recuérdese la sarcástica crítica que Heidegger dirigía
a los que consideraban a los griegos como aquellos para los que la política lo determinaba todo, tal y como
hacían intelectuales nacionalsocialistas. Por otra parte, en el curso Parménides (op. cit., p. 177) criticará los con-
ceptos de nación y de pueblo como vinculados a la subjetividad moderna . O. Pöggeler enfatiza la distancia crí-
tica de Heidegger en el curso sobre los himnos de Hölderlin Germania y El Rin respecto de destacados autores
nazis del momento como lo eran A, Rosenberg y Kolbenheyer: O. Pöggeler, Filosofía y política en Heidegger,
op. cit., pp. 18-20. Sobre las confrontaciones con cierto nacionalsocialismo, ver el imprescindible trabajo de H.
Ott, Martín Heidegger. En camino a su biografía, Trad. Helena Cortés Gabaudan, Madrid, Alianza, pp. 298-309.
56
Cf. “El rectorado, 1933-1934”, Madrid, Tecnos, 1989, p. 26.; también: “Dépassement de la metaphysique”,
op. cit., p. 112. Igualmente desparecería la singularidad del holocausto, por cuanto no sería sino un efecto del
dominio de la técnica; las cámaras de gas y la agricultura industrial obedecerían a lo mismo. “Agriculture is
now a motorised food industry, in its essence the same thing as the production of corpses in the gas chambers
and extermination camps, the same thing as blockades and the reduction of countries to famine, the same thing
as the production of hydrogen bombs” (Heidegger, Bremer und Freiburger Vorträge, Gesamtausgabe Band 79.
Frankfurt am Main, Klostermann.1994, p. 27; tomo la cita de S. Elden, op. cit., p. 418.
2. H. Arendt: política.
57
E. Young-Bruehl, Hannah Arendt, trad., M. Lloris Valdés, Valencia, Alfons El Magnanim, 1993, p. 414.
58
El proyecto de una “Introducción a la política” habría sido contratado por la editorial Piper en 1956; los escritos
fueron editados por Ursula Ludz en 1993, en Piper, con el título de Was ist Politik?. Fragmente aus dem Nachlass
(trad. español de R. Sala: ¿Qué es la política?, Barcelona, Paidós, 1997. Ver las precisiones de Jerome Kohn en la
“Introducción” a H. Arendt, La promesa de la política, trad, E. Cañas, F. Birulés, Barcelona, Paidós, 2008, p. 12.
En todo caso, La condición humana es frecuentemente interpretada como una contestación a Heidegger, y cierta-
mente uno podría entenderla como una respuesta a la concepción ontológica del Dasein y su relación al ser, hecha
desde la política, lo que supondría una total transformación filosófica al romper el análisis solipsista, introducir
la pluralidad, desontologizar, etc. Ver Taminiaux, op. cit., p. 26 . Bibliografía, balance y una visión ecuánime del
nexo intelectual entre Arendt y Heidegger: S. Forti, Vida del espíritu y tiempo de la pólis. Hannah Arendt entre
filosofía y política, trad, I. Romera Madrid, Cátedra, 2001, cap. II. La primera confrontación directa con el pensa-
miento de Heidegger la realiza Arendt en su texto de 1946, ¿Qué es la filosofía de la existencia?, en: H. Arendt,
Ensayos de comprensión, 1930-1954, trad. A. Serrano de Haro, Madrid, Caparrós, 2005.
59
Al respecto mantuvo un intercambio epistolar por la recensión crítica del libro hecha por D. Sternberger; ver el
polémico libro de E. Faye, Arendt et Heidegger, Paris, Albin, 2016, p. 326 ss.
Esto es confirmado por la idea arendtiana de que el fenómeno pólis viene anti-
cipado por la experiencia del mundo homérico en que los pares, los jefes en la gue-
rra de Troya se reúnen para deliberar y decidir; la isonomía e isegoría reinan entre
ellos así como la multiplicidad de perspectivas, esa misma por la que se caracteriza
60
“Antes de que los hombres comenzaran a actuar, tuvo que asegurarse un espacio definido y construirse una
estructura donde se realizaran todas las acciones subsecuentes, y así el espacio fue la esfera pública de la pólis
y su estructura la ley”. H. Arendt, La condición humana, trad. R. Gil, Barcelona, Paidós, 1993, p. 218; ¿Qué es
la política?, op. cit., pp. 121-122.
61
H. Arendt, La condición humana, op. cit., p. 221. La cita que hace Arendt, de la que no da la referencia acaso sea
de Tucídides, VII, 77, 4. En otro lugar de La condición humana, op. cit., p. 222, se dice: “El espacio de aparición
cobra existencia siempre que los hombres se agrupan por el discurso y la acción, y por lo tanto precede a toda
formal constitución de la esfera pública y de las formas de gobierno, osea, las varias maneras en las que puede
organizarse la esfera pública”.
62
H. Arendt, ¿Qué es la política?, op. cit., pp. 75, 108 ss.
63
Estas palabras parecen estar escritas con Heidegger en la mente, como en general todo el libro al que pertenecen:
“ya que la acción es la actividad política por excelencia, la natalidad, y no la mortalidad, puede ser la categoría
central del pensamiento político, diferenciado del metafísico” (La condición humana, op. cit., p. 23). Sobre el
nexo del concepto de natalidad con Heidegger: P. Birmingham, “Heidegger and Arendt. The Birth of Political
Action and Speech”, en F. Raffoul and D. Pettigrew, Heidegger and Practical Philosophy, New York, State
University of New York, 2002, pp. 191-202.
64
Enfatizamos este aspecto porque Arendt rechaza un planteamiento basado en el esquema de relaciones entre un
yo y un tu, como el que se daría en el concepto de “verdad comunicativa”, por otra parte tan prometedor, de su
admirado K. Jaspers. En él aun no está contenida la pluralidad propia de la esfera pública, aun se presenta mar-
cado por el aislacionismo del sujeto propio de la filosofía tradicional. “Los límites de la filosofía de Jaspers en
términos políticos son los límites de toda la filosofía en su historia: considerar al hombre en singular ahí donde
la política no se podría ni siquiera concebir, si los hombres no existieran en plural” (cita en S. Forti, op. cit., p.
80).
65
“Gracias a la ley que la limita e impide que se disperse en un inabarcable y siempre creciente sistema de relacio-
nes la acción recibe la figura permanente que la convierte en un hecho cuya grandeza, esto es, cuya excelencia
pueda ser conservada y recordada” (Arendt, ¿Qué es la política?, op. cit., p. 127). En este juego de pólis- ac-
ción- desmesura podemos leer otra versión del “hypsípolis apólis” sofocleo (Cf. Heidegger, Introducción a la
metafísica, op. cit., p. 189).
Estar privado de esto [el espacio de aparición, la esfera pública] significa estar
privado de realidad, que humana y políticamente hablando, es lo mismo que
aparición. Para los hombres la realidad del mundo está garantizada por la presen-
cia de los otros, por su aparición ante todos; «porque lo que aparece a todos, lo
llamamos Ser», y cualquier cosa que carece de esta aparición viene y pasa como
un sueño, íntima y exclusivamente nuestro pero sin realidad66.
66
H. Arendt, La condición humana, op. cit., pp. 221-222; ¿Qué es la política?, op. cit., p. 79.
67
Ibidem, p. 111.
68
Ibidem, p. 113.
69
La oposición verdad/opinión, que será pronto la de filosofía/pólis, tendría como emblema, según la interpre-
tación de Arendt, la figura de Sócrates, condenado por la ciudad. H. Arendt, “Sócrates”, en La promesa de la
política, op. cit., pp. 43-76.
70
Establecería este punto de manera desarrollada ya mucho más tarde, en 1970, en unas conferencias en la New
School for Social Research de New York, editadas por R. Beiner en 1992: Lectures on Kant´s Political Philo-
sophy, University of Chicago Press, pp. 43, 71-74. Ver también: Arendt, ¿Qué es la política?, op. cit., p. 112,
donde se establece una continuidad entre la visión aristotélica y la kantiana.
71
H. Arendt, “La preocupación por la política en el reciente pensamiento filosófico europeo”, en Ensayos de com-
prensión 1930-1954, trad. Agustín Serrano de Haro, Madrid, Caparrós, 2005, pp. 515-538. Sobre la crítica a este
punto en Heidegger: P. Bourdieu, La ontología política de Heidegger, trad. C. de la Mezsa, Barcelona, Paidós,
1991.
heideggeriana del lenguaje es muy significativa al respecto, tal como se revela, por
ejemplo, en “El origen de la obra de arte”, donde se hacía una radical contraposición
entre el decir poético, tenido como auténtica praxis, y el lenguaje meramente co-
municativo. Comunicación, publicidad, pluralidad serían determinaciones descon-
sideradas por Heidegger y, por el contrario, como hemos indicado, centrales para su
ex-discípula72. Por otra parte, el concepto de la phrónesis había sido tratado por el
Heidegger de los años veinte pero, como mostraba en su curso dedicado a El sofista
(1924-25), era interpretado de manera solipsista y orientado platónicamente hacia la
theoría más que hacia la praxis.
Llegados aquí, cabría sugerir la puesta en contraste de la relación que Arendt es-
tablece entre libertad y juicio en el medio de la pólis con la sostenida por Heidegger
entre libertad y verdad. La pólis en ambos autores es, por decirlo de algún modo,
espacio cognitivo, de verdad en sentido fuerte para el primero, débil o meramente
de opinión razonable para la segunda. Claro que pólis, como indicamos, no tiene el
mismo significado para ambos. Mientras que en la pensadora judía es entendida en
clave eminentemente política (pluralidad), en el filósofo de Messkirch se hace en
clave ontológica (solipsismo), lo que supone resultados radicalmente distintos. La
clave política con la que Arendt enfoca los viejos temas filosóficos, en parte propor-
cionados por su maestro, ofrece sin duda un rendimiento nuevo.
Siendo esto así, Arendt se mantiene fiel al Aristóteles de Política I cuando vincula
las definiciones del ser humano como ser de lógos y ser político. Aceptaría, efecti-
vamente, las mismas reservas hechas por Heidegger respecto a la traducción de la
primera como animal rationale, y discreparía también de la versión no infrecuente
de la segunda como animal sociale; pero mantendría el sentido político esencial sin
retrotraerlo a una interpretación ontológica. Precisamente, la condición de ser de
lógos, esto es, de palabra, de discurso, lexis, que a su vez está asociado a la acción
(praxis), convertía al hombre en zôon politikón. La explicación de esta segunda for-
mulación estaba pues en la primera, en el zôon logon echon73.
El concepto de lógos, que maneja Arendt no es el de Heidegger, no es entendido
como directamente relacionado al desvelamiento del ser, alêtheia, y por ende a la
theoría, es tan solo palabra, esa con la que el hombre acuerda con otros iniciar algo,
eso que le vinculaba, pues, a la pólis, de manera que a los que quedaran fuera de ella
pudiera suponerseles aneu logou, como a los esclavos o a los bárbaros. El lógos de
Arendt está unido desde el principio a los otros, como hemos indicado al referirnos a
72
M. Heidegger, “El origen de la obra de arte”, op. cit., p. 53. La crítica arendtiana al solipsismo del Dasein,
fue una constante desde el principio: “¿Qué es la filosofía de la existencia?”, op. cit., pp. 223-225. Sin duda
un punto capital de disensión entre los dos pensadores radica en la diferente manera de considerar ese lógos,
lenguaje, propio del hombre o del Dasein, pues si en Arendt es el lazo consustancial con los otros con los que
se emprende la acción, en Heidegger es “el más peligroso de los bienes”, que nos aporta cercanía a los dioses,
testimonio del Ser, aptitud para el mando. Un ejemplo, entre los muchos que pueden espigarse, lo constituyen
los cursos sobre los poemas de Hölderlin, en particular: Los himnos de Hölderlin “Germania” y “El Rin”, op.
cit., pp. 63 y ss. En un determinado momento se explicita cual es el adversario de su posición: “¡Cuán lejos está
esto de la caracterización del lenguaje según su habitual función expresiva y su rol de medio de comunicación
y de entendimiento!” (Ibidem, p. 69).
73
H. Arendt, La condición humana, op. cit., pp. 40-41, 38.
74
J. Taminiaux, op. cit., pp. 121-123. Ver el Prólogo de Jesús Adrián Escudero a su edición del llamado “Infor-
me Natorp” que en 1922 redactó Heidegger para optar a la plaza de profesor extraordinario en Marburgo: M.
Heidegger, Interpretaciones fenomenológicas sobre Aristóteles, Madrid, Trotta, 2002, p.18. S. Forti, destaca
en ese contexto la importancia de la Ética a Nicómaco para la elaboración de la ontología fundamental de Ser
y Tiempo, op. cit., pp. 56-58. Sobre el punto ver también el magnífico trabajo de: S. Benhabib, The Reluctant
Modernism of Hannah Arendt, London, Sage, 1991, pp. 114-117.
75
En otro lugar, Arendt reprocharía a Heidegger una concepción del ser humano como ente aislado, que sólo
cuando habría querido establecer su lazo social (Mit-sein), no habría hecho sino un añadido mecánico que to-
maría cuerpo de la peor manera con el Blut und Boden. Ver la crítica sobre este extremo en H. Arendt, “¿Qué es
la filosofía de la existencia?” (1946), op. cit., p. 225. Ver S. Benhabib, op cit., pp. 104-107. Podría decirse que
al Mit-sein heideggeriano le ocurre lo que a la caritas agustiniana que se invalidan ab origine para constituir
una verdadera comunidad por su carácter en realidad no mundano, transcendente, situado bien en un más allá
(Agustín), bien en un más acá (Heidegger). Una tercera forma de fundamento no mundano de la comunidad
sería la romántica del sentimiento. Recuérdese la crítica de Arendt a la caritas en La condición humana, op.
cit, p. 62. En “¿Qué es la filosofía de la existencia?”, op. cit., p. 218, se apunta a un paralelismo de la conducta
política de Heidegger con el Romanticismo alemán. Respecto al romanticismo: H. Arendt, R. Varnhagen. vida
de una mujer judía, trad, D. Najmías, Barcelona, Lumen, 2000.
76
H. Arendt, ¿Qué es la política?, op. cit., p. 46.
política77. Un concepto de poder que, como puede verse, está muy lejos del conven-
cional de Heidegger.
3. Propuesta final.
Que Arendt afirme, entonces, la condición política del ser humano, además de sig-
nificar una réplica a la posición heideggeriana, comporta, por su planteamiento, un
cambio relevante en las categorías que Heidegger utiliza: pólis, lógos, política, ac-
ción y poder.
Por eso, aunque coinciden en buena parte en su diagnóstico sobre la moderni-
dad78, su categorización es distinta: Desde el punto de vista de Arendt, no es política
lo que impera precisamente en la modernidad, por cuanto la política stricto sensu
no está definida por la violencia o la acción técnica, que implicarían en realidad su
desaparición. No es el poder lo que se impone, sino el dominio. Lo que se entiende
como “política” queda subordinado como mero medio para un fin distinto, a la vida
(biopolítica), al ámbito de las necesidades, a la productividad social, a aquello que
antes sería propio del oíkos. La política deja de ser el campo de la libertad, que tiene
un fin en si misma.
Arendt puede aceptar, en el contexto de esta problemática, que la transformación
en la comprensión del lógos occidental supone un mal, pero este no vendría dado
sino por su pérdida de condición de palabra vinculada a la acción; en ese proceso el
lógos queda ligado a lo que era solo un momento de la acción, al archein (agere), el
momento del principio o guía, adquiriendo un carácter ahora de gobierno o mando,
mientra que lo que constituía también parte de aquella, el prattein (gerere), realiza-
ción, se convierte todo él en la acción misma, que vendrá a ser mero cumplimiento
de lo primero79. La praxis, en consecuencia, se transforma en poiesis, la desaparición
de la acción significará la de la política misma; logos y pólis perderán, entonces,
su nexo, que no sería el relativo al ser sino a la política como tal. La única acción
relativa a la política que Heidegger consideró en todo momento fue, en realidad, la
acción técnica, por lo que, consecuentemente, atribuyó su fijación y extensión a la
modernidad.
El contraste de esa crítica al mundo moderno lo constituye para ambos autores,
Grecia. La modernidad implica esencialmente la pérdida de todo lo que pólis signi-
fica.
Finalmente, mientras que el enfoque heideggeriano parece arrasar toda posibili-
dad de política, la concepción arendtiana la salva en el plano de la teoría y le deja una
puerta abierta en el campo de la historia, esa por la que irrumpirían, por ejemplo, los
consejos de la revolución húngara o el movimiento civil americano por los derechos.
Y con todo, aun admitida la pertinencia de la crítica que supone todo el plantea-
miento de Arendt consideramos que cabría la posibilidad de enfocar de otro modo el
esquema heideggeriano de la relación entre pólis y política, sin necesariamente por
77
Ibidem, p. 80. La distinciones sobre fuerza, violencia y poder se comentan especialmente en el texto “Sobre la
violencia”, en Crisis de la República, trad. G. Solana, Madrid, Taurus, 1973, p. 146 ss.
78
Sobre la convergencia en la crítica de la modernidad: R. Wollin, Los hijos de Heidegger, Madrid, Cátedra, p. 106
ss; S. Benhabib, op. cit., p. 22 ss.
79
H. Arendt, La condición humana, op. cit., p. 212.
ello tener que admitir todos los presupuestos de su autor80. Este enfoque tendría que
seguir las pautas de la relación planteada en la Carta sobre el humanismo entre êthos
y ética. Allí se nos hablaba de una proto-ética o “ética originaria”81 cuyo núcleo
yacería en lo que en sí representaba el êthos como modo de relación al ser. La ética
aparecía, entonces, como algo derivativo, la reflexión sobre la normatividad sería se-
cundaria, dependiente de la intelección previa del êthos. Esa misma relación habría,
entonces, de ser trasladada al nexo entre pólis y política. Y si allí se encontraría una
ética originaria, aquí podría hablarse de algo semejante, de una proto-política, o,
como preferimos decir, infrapolítica.
Las ventajas de este planteamiento vendrían dadas no solo porque evitaría la
liquidación de lo político por parte de Heidegger, sino y ante todo porque evitaría
que se condenara su posición en función de esta consecuencia con la consiguiente
pérdida de la carga crítica en extremo valiosa que nos aporta. En el contexto de la
crisis epocal (Schürmann) en que hace tiempo nos hallamos se hace necesario pro-
ceder a dar ese paso atrás que nos sugiere el enfoque de Heidegger, hacia la pólis
o hacia el êthos, esto es, hacia algo que es previo, que, diríamos, está por debajo,
infra, algo más hondo que lo político o que las habituales formulaciones de la ética,
y que constituye un fondo determinante de lo ético-político. Habría que plantearse
hoy, conforme a ello, una política consciente de ese ante, reflexiva respecto a los
efectos ontológicos, una política que de algún modo asumiese la crítica de la onto-
teología, de la posición del hombre respecto al ser, que incluyera en su plano central
de reflexión y acción la cuestión de la estructura de nuestra instalación en el mundo.
Nuestras condiciones necesitan una modificación más honda que la habitualmente
reclamada desde el plano político convencional, una que implique una radical trans-
formación de nuestra manera de relacionarnos con lo otro, no sólo el otro, con la
naturaleza, con los animales, con lo que de otro hay en nosotros; cambio en nuestra
forma de valorar y de la naturaleza de lo que entendemos por valor, cambios en nues-
tra subjetividad y respecto a eso que toma la forma de sujeto, cambios en la mirada
que dirigimos a las cosas, en el lugar de la verdad, en nuestros modos de pensar.
Así enfocado, sí necesitaríamos del rendimiento del giro ontológico aplicado a los
“asuntos humanos”. Estimamos que ahí se encuentra un enfoque que nos plantea un
“más acá de la política” del que hoy ninguna política responsable puede prescindir.
Ese enfoque es el que denominamos infrapolítico82. Esa es la carga política enorme
80
Por otra parte, la concepción de otro tipo de acción que no tuviera las características de la tékhnê habría sido
ya impulsada por el mismo Heidegger. Como ya apuntamos, Heidegger había expuesto las diferencias entre
distintos tipos de acción en sus cursos tempranos de los años veinte con motivo de textos de Aristóteles, y que
contaron alguno con la presencia de una joven fascinada Hannah Arendt; como en el de 1924-25, en que se
comentó las diferencias entre la praxis vinculada a la phronesis y la poiesis asociada a la téchnê (Libro VI de
la Ética a Nicómaco y IX de la Metafísica). Ver también la diferenciación entre obrar (pro-ducere) y efectuar
contenida en la Carta sobre el humanismo. op. cit., p. 11. Por lo demás, habría que recordar que el concepto
de pólis le permite a Heidegger una pregunta sobre lo político que las ideologías de la primacía de lo político
evitaban, dejando con ello sin cuestionar los presupuestos de aquel, y en qué medida está ya tocado por el mal de
una civilización. O. Pöggeler, El camino del pensar de Martín Heidegger, trad. Félix Duque, Madrid, Alianza,
1986, pp. 241-242.
81
M. Heidegger, Carta sobre el humanismo, op. cit., p. 78.
82
Sobre infrapolítica ver los dossieres en las revistas: Debats, 128, 2015; Transmodernithy 5.1, 2015, Papel má-
quina, 10, 2016, Pensamiento al margen, especial “Infrapolítica y democracia”, 2018; ver también: J. Álvarez
Yágüez, “Infrapolítica” en A. Moreiras, J.L.Villacañas (eds.), Conceptos fundamentales del pensamiento políti-
co latinoamericano, Madrid, Biblioteca Nueva, 2017, pp. 351-368.
de esta otra filosofía de la praxis que fue la de Heidegger; en ningún otro lugar de su
pensamiento ha de buscarse.