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No resistí compartir este tesoro. Estoy seguro que el tema será de tu interés. Intenté hacer un "resumen" de
un capítulo del libro EL REGRESO DE LOS BRUJOS (L. Pauwels y J. Bergier, Plaza & Jane editores S. A. <1985>,
traducción de J. Ferrer Aleu), que por cierto es de lo más interesante. Lástima que no sea mío. Debo entregarlo
dentro de poco. Es un libro para releerlo y meditarlo por un buen tiempo.
Leí un cuento de Jorge Luis Borges ( El Aleph, de 1949) que aparece al final del capítulo (cuento que no
incluyo aquí), y quedé con la boca abierta. El argumento es de lo más genial. Trata de un hombre de unos 42
años que tiene casi toda su vida escribiendo un poema que parece infinito. Siempre ha vivido en la casa en que
nació. La casa es propiedad de unos comerciantes que tienen una tienda de confites al lado. A los propietarios
les va muy bien con su negocio y les da por ampliar su local. Quieren que el hombre desaloje la casa para
demolerla. Éste entra en pánico. Hay un personaje, encargado de la narración, al que el hombre tiene
fastidiado, leyéndole fragmentos del poema y haciendo comentarios presumidos acerca de su obra. El hombre
le confiesa a este personaje que la casa es indispensable para continuar con su poema, que siendo niño
descubrió en el decimonono escalón de la escalera del sótano, un Aleph (en breve sabrás, si es que ya no lo
sabes, de qué se trata). Claro que esto que consigno es sólo un tosco esbozo del cuento, que es mucho más rico en
Al término de este "resumen" incluyo un comentario final que es la razón primordial de mi arrobamiento y mi
TERCERA PARTE
CAPÍTULO IX
En los capítulos precedentes he querido dar una idea de los estudios posibles sobre la realidad de otro estado
de conciencia. En este otro estado, si es que existe, todo hombre dominado por el demonio del conocimiento
encontraría tal vez una respuesta a la pregunta siguiente, que siempre acaba por formularse:
<<¿Es que no puede encontrarse un lugar, en mí mismo, desde el cual todo lo que me ocurre sea explicable
inmediatamente, un lugar desde el cual todo lo que veo, sé o siento, pueda descifrarse enseguida, ya se trate del
movimiento de los astros, de la disposición de los pétalos de una flor, de los movimientos de la civilización a que
pertenezco, o de los movimientos más secretos de mi corazón? ¿Es que esta inmensa y loca ambición de
comprender, que arrastro como a despecho de mí mismo al través de todas las aventuras, no puede ser, un día,
enteramente y de golpe saciada? ¿Es que no hay nada en el hombre, en mí mismo, un camino que conduzca al
conocimiento de todas las cosas del mundo? ¿Es que no reposa en el fondo de mí la llave del conocimiento total?
>>
André Breton, en el segundo manifiesto del Surrealismo, creyó poder responder definitivamente a esta
pregunta: <<Todo induce a creer que existe un cierto punto del espíritu, desde el cual la vida y la muerte, lo real
y lo imaginario, el pasado y el futuro, lo comunicable y lo incomunicable, lo alto y lo bajo, dejan de ser
percibidos contradictoriamente.>>
La frase de André Breton: <<Todo induce a creer…>> data de 1930. Alcanzó un éxito extraordinario. Todavía
hoy se la cita y comenta sin cesar. Y es que, en efecto, uno de los rasgos de la actividad del espíritu
contemporáneo es el interés creciente por lo que se podría llamar: el punto más allá del infinito.
Este concepto puebla las tradiciones más antiguas, igual que las matemáticas más modernas. Llenaba el
pensamiento poético de Valéry, y uno de los más grandes escritores vivientes, el argentino Jorge Luis Borges, le
ha consagrado su más bella y sorprendente novela, dando a ésta el título significativo de El Aleph. Este nombre
es el de la primera letra del alfabeto de la lengua sagrada. En la Cábala, designa el En-Soph, el lugar del
sus causas y de su sentido. Se dice, en numerosos textos, que esta letra tiene la forma de un hombre que
muestra el cielo y la Tierra para indicar que el mundo de abajo es el espejo y el mapa del mundo de
arriba. El punto Más Allá del Infinito es este punto supremo del segundo manifiesto del Surrealismo, el punto
Omega del padre Teilhard de Chardin y el remate de la Gran Obra de los alquimistas.
Borges, en su novela, utilizó los trabajos de la Cábala, de los alquimistas, y las leyendas musulmanas. Otras
leyendas, tan antiguas como la Humanidad, evocan este Punto Supremo, este lugar Privilegiado. Pero la época
en que vivimos tiene la particularidad de que el esfuerzo de la inteligencia pura, aplicada a una investigación
ajena a toda mística y a toda metafísica, nos ha llevado a conceptos matemáticos que nos permiten racionalizar y
Resumiremos, a grandes rasgos, el pensamiento de Cantor. Imaginemos, sobre esta hojas de papel, dos
puntos, A y B, distantes un centímetro uno de otro. Tracemos el segmento de recta que une A a B. ¿Cuántos
puntos hay en este segmento? Cantor demuestra que hay más que un número infinito. Para llenar
completamente el segmento, se necesita un número de puntos mayor que el infinito: el número aleph.
Este número es igual a todas sus partes. Si se divide el segmento en diez partes iguales, habrá tantos puntos
en una de las partes como en todo el segmento. Si se construye un cuadrado, partiendo del segmento, habrá
tantos puntos en el segmento como en la superficie del cuadrado. Si se construye un cubo, habrá tantos puntos
en el segmento como en el volumen del cubo. Si se construye, partiendo del cubo, un sólido de cuatro
dimensiones, un tessaract, habrá tantos puntos en el segmento como en el volumen de cuatro dimensiones
del tessaract. Y así sucesivamente, hasta el infinito.
En esta matemática del transfinito, que estudia los aleph, la parte es igual al todo. Es una perfecta locura, si
adoptamos el punto de vista de la razón clásica; sin embargo, es perfectamente demostrable. Igualmente
demostrable es el hecho de que, si se multiplica un aleph por no importa qué número, se llega siempre
al aleph. Y he aquí como las altas matemáticas contemporáneas coinciden con la Tabla de Esmeralda de Hermes
Trismegisto (<<lo que está arriba es como lo que está abajo>>) y la intuición de los poetas como William Blake
(todo el Universo contenido en un grano de arena).
No existe más que un modo de pasar más allá del aleph, y es elevarlo a la potencia aleph (sabido es que A
a aleph dos, corresponde a un número que sería mayor que todo lo que se puede concebir en el Universo. No
existen en el Universo objetos en número bastante para que, al contarlos, se llegue a un aleph dos. Y los aleph se
extienden hasta el infinito. El espíritu humano logra, pues, desbordar el Universo, construir conceptos
que el Universo no podrá llenar jamás. Es un atributo tradicional de Dios, pero jamás se había imaginado
que el espíritu pudiese apoderarse de este atributo. Probablemente fue la contemplación de los aleph más allá
especiales que no tienen plano tangente y que la técnica no puede realizar eficazmente. Pero la mayoría de los
especialistas entienden que esta inconcebible operación es teóricamente aceptable, en el sentido de que, si bien
estas superficies no pertenecen al Universo manejable, los cálculos efectuados sobre ellas se manifiestan justos y
eficaces en el Universo de la física nuclear. Los neutrones se desplazan en las pilas según curvas que no tienen
tangente.
Los trabajos de Banach y Tarski llegan a conclusiones que coinciden, de manera alucinante, con los poderes
que se atribuyen los iniciados hindúes de la técnica Samadhi: declaran que les es posible crecer hasta
alcanzar el tamaño de la Vía Láctea o contraerse hasta la dimensión de la menor partícula concebible. Más
espacios infinitos!>>
Si los matemáticos revolucionarios tienen razón, si las paradojas del transfinito son fundadas, se abren
extraordinarias perspectivas ante el espíritu humano. Se puede concebir que existan en el espacio puntos aleph,
como el descrito en la novela de Borges. En estos dos puntos se encuentra representado todo el continuo
espacio-tiempo, y el espectáculo se extiende desde el interior del núcleo atómico hasta la galaxia más lejana.
* * * * * * *
Este capítulo del libro me fascinó sobremanera. Estuve todo el día en las nubes, flotando extasiado. Y no es
para poco. Encontré en un correo que escribí hace tiempo una semejanza asombrosa con la teoría de
los aleph. El hallazgo me puso la piel de gallina. No sé si se trata de mera casualidad o de una verdadera
intuición poética. Me inclino por la segunda opción. Me sentía como si, en efecto, hubiera encontrado un
verdadero aleph. Quise decirlo a todo el mundo, pero comprendí que comunicar este tipo de ideas no es cosa
fácil.
To: normal1978@hotmail.com
Subject: ¿Qué pasó, mierda?
Parece que he descubierto algo nuevo: una soltura desconocida en el teclado. No hablo de la agilidad de mis
dedos. Se trata de una soltura de pensamiento. Las ideas fluyen con naturalidad. Sólo necesito una excusa para
explayarme sobre cualquier incidente trivial. Y es que en la trivialidad, en la vida cotidiana, hay un
número infinito de historias. Por ejemplo, el recorrido que haces desde tu casa al trabajo, contiene todos
los componentes del universo. Claro está, se requiere de cierta concentración y observación para notarlo.