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Son demasiado estrechos porque implican que las relaciones de poder en general se
pueden analizar en términos de (o ser reducidas a) relaciones de poder económico
mientras que una premisa central de este libro es que el poder económico es solo
una forma de poder. Esto implica que si el poder económico se utiliza como
categoría central en el análisis de los fenómenos sociales vinculados a las relaciones
jerárquicas (en el hogar, el trabajo, etc.), o en la discusión sobre cuestiones de
“identidad” racial o cultural, está destinada a conducir a interpretaciones
inadecuadas o excesivamente simplificadas.
Son anacrónicos porque, como veremos más adelante, utilizarlos para interpretar la
“globalización” actual lleva a la absurda conclusión de que el mayor fenómeno de
nuestros tiempos no es un fenómeno nuevo –e incluso se puede ver como un
“mito”, o una “ideología” para justificar algún tipo de complot capitalista!
Así pues, es evidente que la crisis multidimensional actual no se puede analizar
fructíferamente dentro del marco teórico que implican los conceptos anteriores. Por
supuesto, esto no significa que la categoría central utilizada en este libro, “la
economía de mercado”, sea, por si misma, suficientemente amplia para interpretar
adecuadamente todo tipo de fenómenos sociales. Con todo, precisamente el hecho
de que esta categoría se utilice para explicar solo una parte de la realidad, el ámbito
económico, sin pretender que este ámbito determina (ni siquiera en “última
instancia”) a los otros ámbitos, permite la flexibilidad suficiente para el desarrollo
de interpretaciones interdisciplinares adecuadas de la realidad social.
Es obvio, por lo tanto, que el término “economía de mercado” se utiliza aquí para
definir el sistema concreto que surgió en un lugar específico (Europa) y en un
momento particular (hace dos siglos) y no como una categoría histórica general de
un planteamiento que pretende mostrar la evolución del sistema económico a lo
largo de la Historia, como supuestamente hace el concepto marxista de modo de
producción. El planteamiento metodológico adoptado en este libro se basa en la
premisa de que es imposible derivar teorías “generales” sobre la evolución social o
económica que estén basadas en perspectivas “científicas” u “objetivas” de la
realidad social. (ver capítulo 5)
En segundo lugar, hay lo que podemos llamar controles sociales en sentido amplio,
los cuales, aunque su propósito principal es proteger de la competencia extranjera a
las élites económicas que controlan la economía de mercado, pueden aún tener
algunos efectos indirectos que podrían ser también beneficiosos para el resto de la
sociedad. Uno de los principales ejemplos de este tipo de controles fueron las
distintas medidas proteccionistas que tenían el propósito de proteger las
mercancías nacionales y los mercados nacionales de capitales (tarifas, controles de
importación, controles de cambio, etc.). Las élites que controlan las principales
economías de mercado (lo que llamamos el “Norte”, es decir, el club de las
economías de mercado avanzadas) fueron especialmente aficionadas a introducir
dichos controles en el momento de su industrialización. Sin embargo, una vez
alcanzaron este objetivo, comenzaron paulatinamente a eliminar tales controles,
exigiendo al mismo tiempo a los países periféricos, que no lograron “desarrollarse”
a tiempo, que hicieran lo mismo, condenándoles por tanto, de hecho, a estar
permanentemente fuera de su “club”.
El paso a la modernidad
Por regla general, tanto el sistema económico antiguo como el feudal estuvieron
arraigados en relaciones sociales y la distribución de los bienes materiales estuvo
regulada por motivos extra-económicos. Los bienes de la vida cotidiana, incluso en
la temprana Edad Media, a menudo no se compraban y vendían en el mercado.
Esto, combinado con el hecho de que antes de la Revolución Industrial ni el trabajo
ni la tierra estaban mercantilizados, pone de manifiesto que el proceso de
mercantilización no había comenzado antes del advenimiento de la
industrialización. Por tanto, fue solo a comienzos del siglo XIX cuando se creó un
sistema de mercado autorregulado, el cual, por primera vez en la historia de la
humanidad, estableció la separación institucional de la sociedad en una esfera
económica y una esfera política. Ni bajo condiciones tribales, ni feudales ni
mercantiles hubo, en la sociedad, un sistema económico separado.
Por tanto, el elemento crucial que diferencia la economía de mercado de todas las
economías del pasado (donde los mercados eran también auto-reguladores, puesto
que todos los mercados tienden a establecer precios que equiparan la oferta y la
demanda) fue el hecho de que, por primera vez en la historia de la humanidad,
surgió un sistema de mercado auto-regulador –un sistema en que se desarrollaron
mercados incluso para los medios de producción, esto es, el trabajo, la tierra y la
moneda. El control del sistema económico por parte del mercado, según Polanyi,
“significa nada menos que el funcionamiento de la sociedad como un apéndice del
mercado: en lugar de que la economía esté arraigada en las relaciones sociales
(como en el pasado), las relaciones sociales están arraigadas en el sistema
económico” (5). La competencia, que era la fuerza motriz del nuevo sistema, hizo
que sus dinámica se caracterizaran por el principio de crecer-o-morir. Estas mismas
dinámicas implican que la economía de mercado, una vez instaurada, acabará
siendo inevitablemente una economía de mercado internacionalizada.
Sin embargo, la “liberación” del comercio llevada a cabo por el Estado simplemente
lo liberó del localismo; los mercados eran aún un rasgo accesorio de un sistema
institucional regulado más que nunca por la sociedad. Hasta la Revolución
Industrial, no hubo un intento de establecer una economía de mercado en forma de
un gran mercado auto-regulador. De hecho, fue al final del siglo XVIII cuando se
completó la transición de los mercados regulados a un sistema de mercados auto-
regulados –una evolución que marcó la “gran transformación” de la sociedad, esto
es, el paso hacia una economía de mercado. Hasta ese momento, la producción
industrial en Europa Occidental, y particularmente en Inglaterra donde nació la
economía de mercado, era un simple accesorio del comercio.
NOTAS
[1] Ver por ejemplo Robert Pollin, “Financial Structures and Egalitarian Economic Policy”, New Left
Review, nº 214 (Nov-Dic. 1995).
[2] Para más detalles ver HDI, cap.1.
[3] Karl Polanyi, The Great Transformation, the Political and Economic Origins of Our Time (Boston:
Bacon Press, 1944/1957), pp. 43.44 y 55-56
En español: La Gran Transformación, los orígenes políticos y económicos de nuestro tiempo (México:
Fondo de Cultura Económica de España, 1944/2007)
[4] ibid., p. 71
[5] ibid., p.57
[6] Como señala Polanyi, citando a Pirenne: “ Sería natural suponer, a primera vista, que una clase mercantil
creció poco a poco en medio de la población agrícola. Sin embargo, nada da crédito a esta teoría”.Karl
Polanyi, The Great Transformation, p.275
[7] Ibid., pp. 63-65
[8] Petr Kropotkin, (Cambridge and London: Massachussetts Institute of Technology, 1970), pp. 245-53
[9] Henry Teune, Growth (London: Sage Publications, 1988), p.13.
[10] E.M Wood, Democracy Against Capitalism (Cambridge: Cambridge University Press, 1995), pp. 214-
15)
En español: Democracia contra capitalismo. La renovación del materialismo histórico (México DF: Siglo
XXI).
[11] John Dunn, Democracy, the Unfinished Journey, 508 BC to AD 1993 (Oxford: Oxford University Press,
1992), p.251
En español: Democracia. El viaje inacabado 508 a.C. 1993 d.C., (Barcelona: Tusquets, 1992)
[12] Wood, Democracy Against Capitalism, p.216