La confianza que conquista
PASAJE CLAVE: Filipenses 4.10-13 | LECTURAS DE APOYO: Juan 3.10 | Hechos 4.10-13 | 2 Corintios 3.5
Gálatas 2.20; 6.14 | Filipenses 1.6 | 1 Juan 1.9; 5.14-15
INTRODUCCIÓN:
Nuestro nivel de confianza
individual determina el éxito o el
fracaso en nuestra vida
He conocido personas de aptitud, talento,
educación, trasfondo y oportunidades increíbles
que no pudieron cumplir la voluntad de Dios
en sus vidas. ¿Por qué? No tenían suficiente
confianza en el poder divino, sus dudas les
perjudicaban. En cambio algunos otros que
carecían de muchas ventajas, lograron éxitos
inusitados, pues habían aprendido a depender del
poder de Dios que operaba por medio de ellos.
En Filipenses 4.13 Pablo escribió: “Todo lo
puedo en Cristo que me fortalece”. Aunque
este versículo es uno de los más conocidos
en el Nuevo Testamento, muchos jamás han
aprendido a aplicarlo debidamente. Algunos
creen que afirma que deben estar seguros
de sus propios recursos o que les promete
éxitos en todo aquello que decidan hacer,
sea o no conforme a la voluntad de Dios.
Sin embargo, la confianza expresada en este
versículo no proviene de las intenciones ni
de las capacidades de cada individuo sino del
Padre celestial; y tiene el propósito definido
de cumplir su voluntad para nuestras vidas.
DESARROLLO DEL SERMÓN:
La confianza de los apóstoles
Los líderes de la Iglesia Primitiva desplegaron
confianza sobrenatural en que Dios podría
investirlos de poder y protegerlos si fuera
necesario. Cuando Pedro y Juan comparecieron
ante las autoridades religiosas por predicar
el evangelio, ese cuerpo gobernante quedó
impresionado con sus respuestas, ya que
conocían que eran “hombres sin letras y del
vulgo” (Hch 4.10-13). Por su parte, Pablo expresó
su confianza en que Dios continuaría y terminaría
su obra entre los creyentes de Filipos (Fil 1.6),
en tanto que Juan alentó a la iglesia afirmando
que Dios contestaría las oraciones que fueran
formuladas conforme a la voluntad del Padre
(1 Jn 5.14-15).
Nosotros también podemos estar seguros que
sus promesas son verdaderas y dignas de nuestra
confianza. No es cuestión de ser orgullosos
ni arrogantes sino de estar completamente
persuadidos de que no cabe la menor duda que
lo que Él nos dice es cierto. La razón para decirlo
obedece a nuestra relación con Cristo, que
cumple todas sus promesas y nos permite decir:
“Yo puedo porque Él me fortalece; lo haré,
porque de Él es la fuerza”. Es decir, siempre se
basa en nuestra relación con Él, no en nuestras
habilidades ni talentos ni destrezas.
“Todo lo puedo en Cristo”
Pablo estuvo consciente de sus carencias y con
frecuencia se declaró incompetente en sí mismo
(2 Co 3.5). Pero no dudó en decir: “Con Cristo
estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo,
mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en
la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios,
el cual me amó y se entregó a sí mismo por
mí” (Gá 2.20). Dios no dio a Pablo lo que ha
preparado para nosotros ni viceversa sino que ya
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 tiene listo todo lo que necesitamos para ejecutar
lo que Él mismo planeó para cada uno de
nosotros y no por eso somos inferiores a Pablo.
En Filipenses 4.13, la palabra “todo” implica
que si Dios nos ha llamado para hacer algo
en especial, Él asume la responsabilidad de
capacitarnos y habilitarnos para obedecerle.
Resistamos, entonces, la tentación de decir: “No
puedo” o pensar que otra persona lo hará mejor
que nosotros. Además, desterremos de nuestra
mente las limitaciones que algunos perciben
en nosotros, pues el mismo Dios es quien
determina nuestro futuro y no nos comisiona
para llevar a cabo lo que nos llevará al fracaso.
Decidamos, entonces, depender de sus
promesas y olvidar los estorbos tanto del
pasado como del presente. Consideremos la
trayectoria de Pablo antes de su conversión
y el temor natural de quienes lo conocieron
como perseguidor implacable de los creyentes
para después llegar a ser víctima de los que
despreciaron a Cristo y sus seguidores, de
autoridades religiosas y gubernamentales.
Pero él confió plenamente en Cristo que lo
capacitó para discipular a los creyentes en
persona y por cartas que instruyeron y siguen
edificando a multitudes como parte del Nuevo
Testamento. No olvidemos que Dios no tiene
favoritos; lo que Él hizo como respuesta a la
obediencia de Pablo está dispuesto a hacerlo
con nosotros sin importar nuestra edad ni las
desventajas que confrontemos. Consideremos
lo que sucedió con Nicodemo a quien el Señor
indicó que debía nacer de nuevo, pese a que él
era “maestro de Israel” (Jn 3.10) en cuestiones
religiosas. No obstante, no cabe duda que él
obedeció a Cristo y después de su muerte
ayudó a José de Arimatea a sepultarlo con
toda dignidad (Jn 19.38-42), aunque por haber
muerto en una cruz Él era solo uno de tantos
malhechores.
La base firme de nuestra confianza
La promesa de Filipenses 4.13 se basa sobre
tres aspectos fundamentales. Primero, nuestra
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posición en Cristo. Si hemos aceptado su
don de salvación, somos hijos de Dios y Él
es nuestro Padre amoroso. Segundo, nuestra
percepción acerca del Señor Jesucristo. Es el
soberano, la autoridad suprema del universo
y controla todo lo que sucede. Además, es
totalmente competente para dotarnos de lo
que necesitemos para cumplir con lo que nos
asigne. Tercero, sus promesas: nuestro Señor
está siempre con nosotros invistiéndonos de
poder. Si hemos experimentado la nueva vida
en Cristo, no tenemos a nuestra disposición
mejor recurso ni mayor seguridad de triunfo y
éxito que ésta: “Todo lo puedo en Cristo que
me fortalece”.
CONCLUSIÓN:
Basándome en la realidad de nuestra relación
con Cristo le insto a echar mano de esta
hermosa promesa de Filipenses 4.13 y hacerla
suya. Crea en ella, acéptela por fe confiando
firmemente en todo lo que encierra tanto del
poder como de la persona que la originó y de
su amor inefable que ha reservado para usted
en lo personal. Si así lo hace, nuestro Padre
celestial le dará a conocer su voluntad perfecta
para su vida cotidiana.
En lugar de resistirse por temor o incerti-
dumbre, usted podrá dar pasos firmes hacia
adelante con absoluta confianza de que cuenta
con su apoyo, dirección y compañía para llevar
a cabo todo lo que Él le ordene hacer. De esta
manera tendrá la satisfacción no solo de poder
hacer frente a sus necesidades sino de ayudar
a otras personas que se beneficiarán de sus
acciones y podrán imitar su ejemplo de obe-
diencia al Rey de reyes y Señor de señores.
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