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Forma del Contrato

¿Cómo se forma un contrato?, ¿de qué está compuesto?: a esto los llamamos elementos.
La doctrina divide a los elementos del contrato en esenciales, naturales, y accidentales.
La doctrina tradicional establece que si se consiguen estos elementos habrá contrato.
Elementos esenciales: consentimiento (que esta dado por los sujetos); objeto; causa; a
veces la forma (porque únicamente será un elemento esencial del contrato cuando la
forma es exigida por el código ad solemnitatem -es ad solemnitatem porque lo hace bajo
pena de nulidad, ej., el art. 1810 del Cód. Civ.-). Sin embargo el art. 1 de la ley 23.091
(ley de locaciones urbanas), se refiere a la forma, no como requisito ad solemnitatem,
sino como requisito ad probationem, es decir, para facilitar la prueba, no del contrato en
ejecución, sino de la celebración. Cuando el artículo 1810 exige la escritura pública bajo
pena de nulidad, es un requisito esencial del contrato, puesto que de otra manera el
contrato no existiría, o mejor dicho, sería nulo.
Art. 1810.— [Según ley 17.711, art. 1, inc. 86] Deben ser hechas ante escribano público, en la forma ordinaria los
contratos, bajo pena de nulidad:
1) las donaciones de bienes inmuebles;
2) las donaciones de prestaciones periódicas o vitalicias.
Respecto de los casos previstos en este artículo no regirá el art. 1185.
Las donaciones al Estado podrán acreditarse con las constancias de actuaciones administrativas.

Ley 23.091, Art. 1.— Los contratos de locaciones urbanas, así como también sus modificaciones y prórrogas,
deberán formalizarse por escrito. Cuando el contrato no celebrado por escrito haya tenido principio de ejecución, se
considerará como plazo el mínimo fijado en esta ley y el precio y su actualización los determinará el juez de acuerdo
al valor y práctica de plaza.
En todos los supuestos, los alquileres se establecerán en moneda de curso legal al momento de concertarse. Será nula,
sin perjuicio de la validez del contrato, la cláusula por la cual se convenga el pago en moneda que no tenga curso
legal. En este caso, el precio quedará sujeto a determinación judicial. [V. res. 144/93 en p. 1105].

Art. 1185.— Los contratos que debiendo ser hechos en escritura pública, fuesen hechos por instrumento particular
firmado por las partes, o que fuesen hechos por instrumento particular en que las partes se obligasen a reducirlo a
escritura pública, no quedan concluidos como tales, mientras la escritura pública no se halle firmada; pero quedarán
concluidos como contratos en que las partes se han obligado a hacer escritura pública.
En otras palabras el 1185 dice que los contratos que debiendo ser hechos por escritura
pública, fueran extendidos por instrumentos privados firmados por las partes, no
quedarán concluidos como tales, sino como una obligación de hacer escritura pública.
Pero el art. 1810 es tan solemne, que no permite la aplicación del 1185, porque la razón
es proteger al donante. El código se dedica en diversos artículos, a la protección de los
actos altruistas, ya sea el del testador, el del donante, y cualquier otra disposición de
última voluntad, o inclusive las disposiciones que tienden a la donación de la
universalidad de los bienes, que el código la prohíbe, salvo que el donante se reserve el
usufructo.
El artículo 1185 no puede referirse al 1810 sin perjuicio de que el art. 1810 elimine la
aplicación del 1185.
La doctrina tradicional dice que además de los elementos esenciales están los elementos
naturales, es decir, los que surgen naturalmente de la contratación que ni siquiera se
precisan decir. Por ej., que se puede resolver el contrato por incumplimiento de las
partes (pacto comisorio tácito del 1204 Cód. Civ.); la non adimpleti contrtactus (art.
1201). Y además, los elementos naturales, como no son esenciales, se pueden derogar
por las partes. Evicción: es la garantía del vendedor de responder por los defectos en el
título. Vicios redhibitorios: son aquellos vicios que debe responder el vendedor y que
están ocultos, y que de haberlos sabido el comprador, no lo hubiese adquirido o hubiera
dado un precio menor por ello. Estos se pueden derogar por las partes, por ej., llevate el
auto pero no respondo por vicios redhibitorios. Se pueden derogar estos elementos
naturales porque no son esenciales.
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Los elementos accidentales son los pactos que las partes hacen, como por ejemplo, el
pacto de retroventa (aquella persona que vende la casa porque necesita hacerlo, pero no
quiere, entonces se reserva la facultad de que si el que la compra la vuelve a vender, ser
reserva la primera oferta); non petendo (prohibición de vender algo a persona
determinada -art. 1364-).
En definitiva, si tenemos que indagar sobre los elementos del contrato, podríamos decir
que el contrato tiene tres elementos fundamentales, el consentimiento, el objeto y la
causa. Cuando tenemos estos elementos reunidos, tenemos un contrato. Y a partir de
que tenemos el contrato, éste comienza a surtir efectos o consecuencias. Una
consecuencia será, de que yo puedo demandar la resolución, la garantía de evicción,
vicios redhibitorios, cumplimiento (art. 1201), etc.
Lo que la doctrina llama elementos naturales no son nada mas que la consecuencia de
un contrato ya formado, y si el contrato ya se formó con estos tres elementos
(consentimiento, objeto y causa), no puede decirse que las consecuencias del contrato ya
formado también sean elementos. O sea que si hay consentimiento, causa y objeto, el
contrato ya esta formado, a partir de ahí empiezan a surtir consecuencias (que se
cumpla, que no se cumpla, que se responda por vicios, etc.).
Algunos códigos (como el francés, el uruguayo y el chileno) incorporan como un cuarto
elemento, a la capacidad. En realidad no es un elemento del contrato, sino un
presupuesto de validez del consentimiento.
Ciertos contratos especiales o particulares tienen elementos esenciales particulares (ej.,
la compraventa tiene además de los elementos esenciales del contrato, sus elementos
esenciales propios, que son la cosa y el precio).
Determinación de los elementos esenciales:
El consentimiento no es la yuxtaposición de dos negocios jurídicos unilaterales, sino la
resultante negocial unitaria proveniente de las declaraciones de voluntad de dos o más
personas. Esto quiere decir que el consentimiento nace de ese chispazo que producen la
voluntad de las partes cuando se juntan, cuando los dos dicen sí, se forma el
consentimiento. Esas voluntades tienen que estar libremente expresadas, sin vicio.
El objeto, a pesar de que Sago haya sostenido que eran las obligaciones, no es así, ya
que la obligación a su vez tiene como objeto a la prestación, y la prestación tiene como
objeto dar, hacer o no hacer algo, por lo tanto jamás puede ser el objeto del contrato la
obligación asumida en éste, puesto que un elemento no puede ser la consecuencia. No
puede ser elemento y objeto a la vez. Las obligaciones son las consecuencias de un
contrato ya formado, por lo tanto no pueden ser objeto de los contratos.
El objeto es la operación jurídica considerada por las partes, variable hasta el infinito,
gracias al principio consensualista que rige en materia de contrato (ej., un contrato de
compraventa, de locación, etc.). Entonces el objeto del contrato es lo que se quiere en el
momento, el quid debetur (“lo que se quiere”), y la causa es el cur debetur (“para qué se
quiere el contrato”, es el motivo determinante).
No hay nada más explicativo que la nota del 1143:
1143.— …“Suponed, dice, que dos vecinos, cada uno de los cuales no tiene sino un buey, convienen que el uno se lo preste al otro
durante una semana para trabajar su campo, y que este último le dará el suyo a su turno la semana siguiente. Esta convención no es
un alquiler, porque el precio no es dinero; no es tampoco un préstamo, porque tal contrato no es a título gratuito de una y otra parte;
tampoco es un cambio, porque la propiedad no es traspasada; ni sociedad, porque el convenio es hecho en mira de intereses distintos
y separados. Sería un contrato innominado. Suponed ahora que el buey del uno ha perecido en poder del otro por una culpa levísima.
En tal caso no se pueden aplicar los principios ni del comodato, ni del mutuo, ni de ninguno de los contratos que tienen nombre; y
aquel en cuyo poder el buey ha perecido, no será responsable de la pérdida, sino en el caso de una culpa que traiga responsabilidad
en los contratantes interesados por una y otra parte”.
Entonces el objeto son los antecedentes constitutivos del contrato. Ver art. 1148.
Art. 1148.— Para que haya promesa, ésta debe ser a persona o personas determinadas sobre un contrato especial, con
todos los antecedentes constitutivos de los contratos.
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En este artículo está el objeto, no en el art. 1168 ni en el 1169. Y el verdadero objeto lo


dice Vélez (distinto a lo que dijo en el art. 1168 y 1169) en el art. 1175.
Art. 1175.— No puede ser objeto de un contrato la herencia futura, aunque se celebre con el consentimiento de la
persona de cuya sucesión se trate; ni los derechos hereditarios eventuales sobre objetos particulares.
Art. 500.— Aunque la causa no esté expresada en la obligación, se presume que existe, mientras el deudor no
pruebe lo contrario.
En el art. 500 Vélez comete un error, porque tendría que haber puesto “Aunque la causa
no esté expresada en el contrato…” y no “…en la obligación…”.
La frase del art. 500 que dice “…se presume que existe…” refiriéndose a la causa, es lo
que hecha por tierra a las teorías anticausalistas.
Spota (anticausalista) niega la existencia de causa en los actos jurídicos, por ende
también en el contrato, sin embargo establece como elementos de los contratos, al
consentimiento, al objeto y a veces la forma. Sin embargo al objeto lo hace bifurcar en
dos acepciones: un objeto fin social y un objeto fin individual (motivo determinante, o
sea, para qué se quiere). Esto a lo que se refiere último (objeto fin individual) es
justamente la causa. La mayoría de las disquisiciones de la doctrina respecto de la
existencia de la causa se basan en problemas conceptuales.
Vélez en el art. 499 se refiere a la causa fuente, y en el art. 500, 501 y 502 se refiere a la
causa fin (finalidad, motivo).

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