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Análisis
Uno de los mejores momentos de La vuelta de Martín Fierro, la secuela de El gaucho Martín Fierro,
que José Hernández escribió en 1879, está marcado por la presencia del Viejo Viscacha (tal la
denominación que le da el autor y no “Vizcacha”, como se empeñan en denominarlo muchos
docentes, críticos y reseñistas).
El Viejo Viscacha personifica al gaucho bandido y ladino que aprovecha cualquier circunstancia
para obtener una ventaja y que no duda en practicar el robo o el engaño para salirse con la suya. A
este viejo sinvergüenza le otorgan el cuidado, en calidad de tutor, de uno de los hijos de Martín
Fierro y es en el relato de éste cuando aparece resumida la vida y la obra de Viscacha. Dividido en
cinco cantos – “El Viejo Viscacha”, “Consejos del Viejo Viscacha”, “Muerte del Viejo Viscacha”, “El
inventario de sus bienes” y “El entierro”- los sucesos referidos sobre este personaje constituyen un
auténtico libro dentro del texto mayor que los presenta.
El inicio:
y le llamaban Viscacha”,
ya presenta al personaje en cuerpo y alma y deja entrever que nada bueno puede salir de tamaña
criatura. Aun así, Hernández se las ingenia para mostrar el mejor costado del Viejo Viscacha a
través de lo que, hoy en día, es uno de los momentos más recordados de La vuelta de Martín
Fierro: los consejos que al hijo del protagonista le da el Viejo.
se divertía en escarbar
y hacer marcas con el dedo;
me empezaba a aconsejar”.
Los consejos del Viejo Viscacha son un muestrario de la sabiduría del hombre de campo y revelan
su poderosa capacidad de observación, traduciéndola en una suerte de refranes o moralejas que
arrojan, como no, muchas verdades. Cada una de las estrofas se cierra con una sentencia, muchas
de las cuales se han convertido en dichos populares en Argentina y Uruguay. Algunos ejemplos:
se atrasa en la parición”.
es el modo de mamar”
“A mi me gusta mojarme
Los consejos del Viejo Viscacha son la única herencia que este particular tutor le dejará al hijo de
Fierro ya que, como nos cuenta en algún momento, era tan malvado y cabortero que, en más de
una oportunidad, lo echó del rancho para hacerlo dormir a la intemperie, bajo la más cruda de las
heladas. La imagen con la que el hijo de Fierro cierra el relato de los consejos, es patética en la
semblanza de un sabio decadente, pero tiene, también, algo de enternecedora:
educándome seguía,
Sigue al relato de los consejos del Viejo, la relación de su prolongada agonía y posterior deceso. A
través de varias noches, el hijo de Fierro asiste a la muerte lenta de Viscacha: el moribundo se
sabe condenado pero su propia dureza y las rispideces de una vida entregada a las felonías y el
bandidaje, parecen no dejarlo morir, como si en la maldad el viejo hubiera encontrado una
cobertura natural que lo hace más fuerte. Dice el hijo de Fierro:
como si a un endemoniado
Muerto Viscacha, su estela se deja sentir en las acciones que emprenden los vivos –el Alcalde y un
puñado de vecinos- que, ante la mirada de simple testigo del hijo de Fierro, proceden a revisar y
repartirse las pertenencias del viejo. Este canto, “El inventario de sus bienes”, enseña, entre otras
cosas, que el carácter oportunista y ventajero no sólo es propiedad del viejo bandido sino,
también, de los supuestos hombres de bien. A lo largo de su prolongada vida de raterías, el Viejo
Viscacha había acumulado de todo en su guarida, de tal forma que ésta se había convertido en una
suerte de cueva de Alí Babá.
Mientras el alcalde y los vecinos encuentran y se reparten las cosas robadas por Viscacha, van
deslizando detalles de su biografía, sucesos que definen al viejo y que no lo dejan, precisamente,
bien parado.
primero lo maldecía,
La seguidilla de vituperios y anécdotas negativas que aquellos hombres comienzan a dejar salir
ante el cadáver del viejo, terminan indignando al hijo de Fierro que reflexiona:
El último canto dedicado al Viejo Viscacha refiere algunos pormenores de su muerte. Acá
Hernández, por boca del hijo de Martín Fierro, echa mano a algunos recursos tétricos y caros a un
buen relato de terror:
ninguno lo acompañó
ni lo velaron siquiera;
“Y me ha contao además