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ERIK AROLDO HERNANDEZ GOMEZ

201602277
08/05/2020
SECCION ANTIGUA

FILOSOFIA DEL DERECHO


RESUMEN DE FILOSOFIA DEL DERECHO DE HEGEL
LIC. HUGO HERNANDEZ
RESUMEN DE FILOSOFIA DEL DERECHO

INTRODUCCION

LAS INTERPRETACIONES DE LA SITUACION ALEMANA:


De comenzar por el estatuto vigente en Alemania, el resultado no pasaría de un
anacronismo, incluso si la tarea se abordase de la única manera apropiada, es
decir, negativamente. La misma negación de nuestro presente político ya no es
más que un hecho cubierto de polvo en el trastero histórico de los pueblos
modernos. Quien niega la peluca empolvada, conserva la peluca sin polvos. Quien
niega la situación alemana de 1843 apenas se encuentra según una cronología
francesa en el año 1789, cuánto menos en el centro de la actualidad. Sí, la historia
de Alemania puede estar orgullosa de una trayectoria, que ningún otro pueblo en
el firmamento de la historia le ha enseñado ni le imitará. Efectivamente, hemos
compartido las restauraciones de los pueblos modernos sin compartir sus
revoluciones. La crítica se ocupa de este contenido luchando con él cuerpo a
cuerpo, y en el cuerpo a cuerpo no se trata de si el adversario es noble, si está a
mi altura o es interesante. De lo que se trata es de darle. De lo que se trata es de
no dejarles a los alemanes ni un momento de resignación o de ilusión ante sí
mismos. La opresión real hay que hacerla aún más pesada, añadiéndole la
conciencia de esa opresión; la ignominia más ignominiosa, publicándola. Todos y
cada uno de los ámbitos de la sociedad alemana hay que describirlos como la
partie honteuse de esa sociedad. Hay que hacerles bailar a esas circunstancias
petrificadas cantándoles su propia melodía. Hay que enseñarle al pueblo a
espantarse de sí mismo, para que cobre coraje. De este modo se cumple una
apetencia insoslayable del pueblo alemán; y las apetencias de los pueblos son por
sí mismas las últimas razones de su satisfacción.

LA CONCIENCIA ALEMANA:
Si el conjunto de la evolución alemana no estuviese por encima de su evolución
política, un alemán podría tomar en los problemas del presente a lo sumo la parte
que puede tomar un ruso. Pero además, el que un individuo particular no se deje
encerrar en los límites de su nación, no le libera a ésta lo más mínimo en su
conjunto. El hecho de que Grecia tuviese un escita entre sus filósofos no les
acercó a los escitas un solo paso a la cultura griega.
La filosofía alemana del Derecho y del Estado es la única historia alemana que se
halla a la par con el presente moderno oficial. Por lo tanto, el pueblo alemán tiene
que contar esta historia suya hecha de sueños entre los elementos que componen
su situación actual; y no sólo esta situación actual sino también su prolongación en
la abstracción deben ser sometidas a crítica. El futuro del pueblo alemán no se
puede limitar ni a la negación inmediata de su real situación política y jurídica ni a
su inmediata realización, como las tiene en la idea. Y es que la negación
inmediata de su situación real se halla ya presente en su situación ideal, y la
realización inmediata de ésta se halla a su vez prácticamente superada en la
opinión de los pueblos vecinos.

LA CRÍTICA DE LA FILOSFIA DEL DERECHO:


La crítica de la filosofía alemana del Estado y del Derecho, filosofía que ha
alcanzado en Hegel su versión más consecuente, rica y definitiva, es ambas
cosas: por una parte es análisis crítico del Estado moderno junto con la realidad
que éste comporta; por la otra, es además la negación decidida de todo el tipo
anterior de conciencia política y jurídica en Alemania, cuya expresión más
distinguida y universal, elevada a Ciencia, es precisamente la filosofía
especulativa del Derecho. Sólo en Alemania ha sido posible la filosofía
especulativa del Derecho, este pensamiento abstracto y exaltado acerca del
Estado moderno, cuya realidad se queda en un más allá, aun si este más allá sólo
es un más allá del Rin. Pero también a la inversa: la concepción alemana del
Estado moderno, abstrayendo del hombre real, sólo ha sido posible porque y en
cuanto el mismo Estado moderno hace abstracción del hombre real o no satisface
al hombre entero más que imaginariamente. Los alemanes han pensado en la
política lo que los otros pueblos han hecho. Alemania era su conciencia teórica. La
abstracción y arrogancia de su pensamiento fue siempre a la par con la parcialidad
y raquitismo de su realidad. Lo mismo que el statu quo del Estado alemán expresa
la culminación del ancien régime, la culminación del aguijón en la carne del Estado
moderno, el statu quo del saber p político alemán expresa la inmadurez del Estado
moderno, su misma carne está podrida.

EL PROLETARIADO:
Por lo demás, una dificultad fundamental parece oponerse en Alemania a una
revolución radical. En efecto, las revoluciones necesitan un elemento pasivo, una
base material. Un pueblo sólo pondrá por obra la teoría en cuanto ésta represente
la realización de sus necesidades. A la enorme discrepancia entre las exigencias
del pensamiento alemán y las respuestas de la realidad alemana. El proletariado
no comienza a formarse en Alemania hasta que sobreviene el proceso de
industrialización. En efecto, aunque también la pobreza espontánea y la
servidumbre cristiano-germánica van incorporándose poco a poco a las filas del
proletariado, éste no procede de la pobreza espontánea, sino de la creada
artificialmente; no es una masa humana oprimida mecánicamente por el peso de
la sociedad, sino la masa que procede de la desintegración de la sociedad,
especialmente de la clase media. Lo mismo que la filosofía encuentra en el
proletariado sus armas materiales, el proletariado encuentra en la filosofía sus
armas intelectuales. Bastará con que el rayo del pensamiento prenda en este
ingenuo suelo popular, para que los alemanes, convertidos en hombres, realicen
su emancipación.

EN CONCLUSION:
La única liberación de Alemania que es prácticamente posible, se basa en el punto
de vista de la teoría que proclama al hombre el ser supremo para el hombre. En
Alemania, la emancipación de la Edad Media sólo es posible como emancipación
simultánea de las superaciones parciales de la Edad Media. En Alemania no se
puede acabar con ninguna clase de esclavitud, sin acabar con todas las clases de
esclavitud. La concienzuda Alemania no puede hacer la revolución sin hacerla
desde el mismo fundamento. La emancipación del alemán es la emancipación del
hombre. La cabeza de esta emancipación es la filosofía, su corazón el
proletariado. La filosofía no se puede realizar sin suprimir el proletariado; el
proletariado no se puede suprimir sin realizar la filosofía.

PRIMERA PARTE

EL DERECHO ABSTRACTO EN LA FILOSOFÍA DEL DERECHO

La primera sección de la Filosofía del Derecho se llama “el Derecho abstracto” y


se ocupa de un ordenamiento jurídico positivo basado en la noción de persona y
de derechos subjetivos. La misma elección de Hegel de llamarlo “abstracto” nos
revela que para el autor esta concepción del Derecho tendrá algo de insuficiente,
de carente de contenido. Y si vemos los contenidos de esta sección (Propiedad,
Contrato, Injusticia, violencia y delito) tampoco dudaremos en reconocer en él a
nuestro Derecho Público y Privado. Es menester señalar que Hegel no estará
criticando al Derecho Privado o al Derecho Público en sí mismos, sino que
entendiendo que la Filosofía del Derecho no es un tratado de Derecho, sino un
texto de filosofía política, lo que se pretende en él es llevar a cabo un análisis de
los elementos lógico conceptuales fundamentales a través de los cuales se piensa
lo político y lo social. Con lo cual, en el tratamiento del “Derecho abstracto” Hegel
analiza los elementos conceptuales que están a la base de toda relación jurídica
(podríamos decir social o política) de acuerdo con el Derecho tal como lo
entendemos contemporáneamente: esto es, como una relación fundada en los
conceptos de “persona” y derechos subjetivos. La descripción hegeliana de
nuestro Derecho positivo es compleja. Veamos los puntos fundamentales de esta
caracterización. Hegel comienza señalando algunos de los conceptos
fundamentales del Derecho abstracto. Entre ellas, se destaca la noción de
personalidad.
“La personalidad contiene la capacidad jurídica y constituye el concepto y el
fundamento él también abstracto del Derecho abstracto y por ello formal. El
precepto del Derecho es, por lo tanto: sé una persona y respeta a los demás como
persona”. En este sentido vemos que el Derecho abstracto se caracteriza por el
lugar ocupado por la persona, tiene el fundamento en la personalidad, en la
capacidad jurídica del individuo, en su ser sujeto de derechos. El Derecho así
presentado concibe una realidad compuesta por átomos jurídicos, individuos
aislados, figura análoga. El Estado encuentra su fundamento en los derechos
subjetivos de estos particulares, en tanto estos le dan su origen para que opere
como garante del libre ejercicio de dichos derechos.
Ahora bien, Hegel afirma que “respecto de la acción concreta y de la situación
moral y ética, el Derecho abstracto es sólo una posibilidad frente a un contenido
ulterior, por el cual la determinación jurídica es sólo un permiso o una autorización.
A causa de su misma abstracción, la necesidad de este Derecho se limita a algo
negativo: no lesionar la personalidad y lo que de ella se sigue. Sólo hay por lo
tanto prohibiciones jurídicas, y la forma positiva de los preceptos jurídicos, según
su contenido, tiene como fundamento, en última instancia, la prohibición” En esta
caracterización del Derecho abstracto, podemos encontrar dos puntos
fundamentales que se encuentran fuertemente entrelazados. Por un lado, la
descripción del Derecho abstracto como separado de cierto supuesto “contenido
ulterior”. Por el otro, una descripción de las obligaciones fundamentales del
Derecho como el mero deber de “no lesionar la personalidad” de otros, principio
que, por otra parte, es concordante con el anteriormente descrito “respeta a los
demás como persona”. De acuerdo con este último punto, el contenido del
Derecho abstracto está dado exclusivamente en una forma negativa, en la
prohibición de dañar al otro, mientras que todo su contenido positivo se limita a ser
una mera posibilidad, el ejercicio libre de los derechos sin afección a terceros.
El Derecho abstracto sólo puede dar un entramado básico para el libre desarrollo
en sociedad, pero no puede ofrecer nada más. El mero principio negativo y el
mero reconocimiento de derechos no determina qué es lo justo, qué debe hacerse,
cómo conformar las instituciones necesarias para la supervivencia de la sociedad
ni cómo conducirnos. Por este motivo, Hegel caracteriza al Derecho como
abstracto frente a “la acción concreta y la situación moral y ética”. Hegel se refiere
con moral y ética a dos momentos posteriores del desarrollo de la razón en este
plano político. En dichos momentos, nos encontramos con un sujeto ya introducido
en contextos sociales concretos, en instituciones sociales que determinan un
cierto contenido axiológico o normativo.
Como hemos podido ver, según la Filosofía del Derecho el Derecho abstracto se
caracterizaba por una normatividad de muy bajo nivel, según la cual sólo se
imponían meros mandatos de carácter negativo. El estado jurídico, concordante
en parte con el Derecho abstracto, presentado en la Fenomenología del espíritu
era el producto emergente de la insuficiencia de la figura jurídico-política griega.
Habiendo anulado todo reconocimiento al individuo la figura griega caía y dejaba
su lugar al mundo romano, cuyo ordenamiento jurídico se sostenía en los
conceptos de persona y derechos subjetivos.
Ambas figuras, Derecho abstracto y estado jurídico, en las que se concibe lo
jurídico y lo político sobre el fundamento de la persona y sus derechos, se
mostraban insuficientes por varias razones. La primera de ellas, tenía que ver con
el carácter formal y abstracto del Derecho. Su consistencia en meras normas
negativas. La segunda implicaba que los principios jurídicos negativos no
conducían a la formación de una sociedad articulada, sino la entendían como el
mero campo de batalla en el que chocan entre sí los átomos guiados por sus
deseos personales. La tercera crítica apuntaba al hecho de que la postulación de
un ordenamiento jurídico basado sólo en la noción de persona y sus derechos, en
la pretensión de enaltecer las libertades individuales, conducía paradójicamente a
su eliminación, al instaurarse un soberano que ocupaba el lugar de un particular.
En este conjunto de críticas al “Derecho abstracto” o al “estado jurídico”, Hegel no
pretende objetar la existencia de un ordenamiento jurídico basado en las nociones
de persona y sus derechos, sino señalar la insuficiencia de esta figura conceptual
para comprender lo político en su verdadera complejidad. Esta crítica puede
entenderse en su verdadero sentido si la analizamos teniendo en mente el
carácter dialéctico que caracteriza al pensamiento hegeliano. El despliegue de la
razón en Hegel es dialéctico, lo que significa que las figuras que el pensamiento
alcanza para pensar la realidad, en este caso lo político, llegan a producir
contradicciones en tanto a través de ellas como figuras parciales pretende
pensarse la totalidad. A través de estas contradicciones revelan la necesidad de
ser integradas con otros elementos lógico-conceptuales conformando así una
estructura lógica más compleja capaz de superar dicha contradicción y pensar
más íntegramente la totalidad o lo absoluto.
SEGUNDA PARTE

LA MORALIDAD

Hegel expone en Principios de la filosofía del Derecho simultáneamente los


procesos que la voluntad realiza para determinar al hombre como ser individual y
como ser social. En primer lugar podemos decir que la esfera de la moralidad
justifica el enlace necesario entre estas dos dimensiones del hombre. De ahí que
en la estructura de la obra, la moralidad sea la transición necesaria entre la esfera
de legalidad y la esfera de la etnicidad. Se parte de la exterioridad que domina la
esfera de la legalidad, para llegar a la interioridad que domina la esfera de la
moralidad. En la primera la voluntad ha constituido al individuo, en la segunda,
deberá constituir al ciudadano.
La esfera de la moralidad determina la diferencia entre la primera y la segunda
naturaleza a que alude Hegel, y que no es otra que la diferencia que existe entre
los ámbitos individual y social del hombre. La primera naturaleza de la libertad la
pone el individuo por un querer individual, la segunda naturaleza la pone el sujeto
por un querer universal.
La unidad de espíritu y naturaleza que es inmediata en la legalidad o primera parte
del espíritu objetivo, en la constitución del hombre como ser social, será mediada
por la moralidad que es la esfera de la subjetividad o movimiento del espíritu
consigo mismo. Esto quiere decir que estando la voluntad mediada por sí misma,
la libertad llegará a su grado más elevado para acercar la distancia que la
voluntad, en el ámbito de la exterioridad, ha puesto entre la naturaleza y el espíritu
en virtud de las relaciones de las voluntades respecto a las cosas.
Hegel concibe al hombre como un ser vivo pensante; pero además como producto
del medio cultural en que vive. La esfera de la moralidad es la esfera por
excelencia de la voluntad donde el espíritu alcanza su máxima expresión como
razón y donde la voluntad puede concebir simultáneamente las dimensiones
individual y social del hombre, lo que impone la máxima exigencia a la voluntad, la
de determinarse para la acción.
La moralidad es el momento de la existencia del espíritu porque le exige a la
subjetividad que sea. La libertad que se tiene y se sabe en el primer momento de
la legalidad exige ser ejercida para que sea concreta. No basta con la mera
idealidad o libertad en su “indigencia” como saber absoluto, sino que necesita la
relación de las libertades para que produzcan un saber real y por eso “absoluto”.
La moralidad es el momento de la transformación de la voluntad abstracta para la
voluntad concreta o momento preparatorio de la transformación de la voluntad
formal en voluntad real, de razón teórica en razón práctica, de voluntad particular
en voluntad política. La voluntad que fundamentalmente es querer individual, en la
esfera de la moralidad deberá transformarse en querer universal.
En la esfera de la moralidad la voluntad debe efectuar la síntesis de los dos
extremos de la naturaleza y el espíritu, multiplicar la unidad del concepto y
comprender a su vez la necesidad de unificación de la multiplicidad de su
manifestación.
Este es el momento en que la voluntad es autoconciencia; voluntad que ahora
existe, no como mera idealidad porque además de saberse a sí misma libre, no
puede prescindir de la objetividad del mundo, lo que le impone la búsqueda de un
medio que le indique cómo deponer los intereses meramente particulares como
fines, a un fin unificador de las libertades.
Finalmente, en la moralidad, Hegel comienza la crítica a la filosofía moral kantiana,
atacando el formalismo de la moralidad como fundamento de su filosofía política e
instaurando así una nueva mirada filosófica de la fundamentación de la filosofía
política. Sólo en el mundo social la voluntad puede encontrar contenido adecuado
a la libertad, mientras tanto, la libertad sólo puede ser formal.
El tema central de la esfera de la moralidad es la acción humana para la libertad
política, que la voluntad concibe como realizable; para esto, la voluntad deberá
referir la acción a la objetividad o realidad del mundo. En esta referencia a la
objetividad, la voluntad, sin embargo, seguirá considerando la libertad aún como
concepto, porque la actividad que la voluntad se desarrolla en su interioridad. Por
tal razón, la acción humana será considerada por la voluntad de manera abstracta.
Podemos decir, en este sentido, que la esfera de la moralidad analiza la acción
humana de forma teórica o que la voluntad aún permanece en la abstracción, pero
ahora la voluntad es deliberante consigo misma; tal es el momento de la reflexión
de la voluntad.

COMIENZA LA OBJETIVIDAD:
La subjetividad de la voluntad, sin embargo, reconoce que todas las voluntades
ponen en sus contenidos la satisfacción de sus necesidades particulares y hacen
lo propio con sus determinaciones, pero así mismo también poseen la
universalidad inmanente. La existencia de las demás voluntades es la realidad
objetiva del mundo. La subjetividad se verá entonces confrontada con la
objetividad del mundo y lo que Hegel desarrollará a partir de la segunda parte del
capítulo II es, en general, el derecho de la objetividad. En tanto la objetividad
contiene a todas las subjetividades, tiene por sí misma la fuerza que da la
preeminencia a la objetividad como lo que es o ser siendo de la objetividad en la
realidad del mundo. Esta preeminencia no se da porque se trate de mayoría frente
a la subjetividad individual, sino porque es.

LA ELEVACIÓN DEL CONTENIDO PARTICULAR A LO UNIVERSAL:


La elevación del contenido particular de la voluntad a lo universal sólo puede
hacerse refiriéndolo a la objetividad. Es el momento donde la voluntad trasciende
la diferencia. Para superar el bienestar particular puesto como fin universal por la
subjetividad, la objetividad exige de la subjetividad un contenido de la acción que
tenga un referente valorativo incondicionado e indeterminado pero determinable.
Dicho referente debe corresponder con la libertad concreta en el espacio y en el
tiempo, lo cual constituye la vida del sujeto actuante. La voluntad sigue siendo
abstracta, esto es, posibilidad, pero ahora referida a la objetividad requiere una
determinación realizable.

EL BIEN O DEBER SER FORMAL:


El bien es ahora esencia de la voluntad, que se pone como fin y es impulso de ser
real como tarea realizable autoimpuesta por la voluntad en su reflexión. El bien así
determinado, sin embargo, es abstracto y la voluntad quiere realizarlo como fin
concreto; para darle concreción a través de la acción lo convierte en mandato para
la voluntad: Un deber que precede a la acción.

OBJETIVIDAD DEL JUICIO:


Las certezas de las diferentes subjetividades son sólo particulares, pertenecen a la
subjetividad o al pensamiento y por eso son formales. Para el verdadero juicio de
la acción, la subjetividad necesita examinar el hecho, esto es el contenido
concreto de la acción que se propone realizar. La verdad como absoluta necesita
ser real y necesita un referente que unifique los juicios de acuerdo con el concepto
de lo bueno en la objetividad.

ADECUACIÓN DE LA CONCIENCIA MORAL Y EL BIEN:


Los juicios de la conciencia moral por sí y ante sí o derecho de apreciación en su
totalidad, no son el objeto de la exposición de Hegel, algunos de ellos son objeto
de otros ámbitos que no atañen al contenido político de la exposición hegeliana en
el texto que nos ocupa. La conciencia moral referida a la realización del bien en la
libertad, es la que interesa a Hegel. Destaca esta parte de la exposición, de nuevo,
la positividad de la acción en oposición a la inacción. En ésta la voluntad
permanece en sí misma, meramente formal. La acción ética, por el contrario,
impone a la voluntad la determinación bajo la exigencia de ser adecuada a la
voluntad en libertad.

TERCERA PARTE

LA ETICIDAD

Bajo la sombra de semejante conclusión, Hegel habría destruido los mejores


esfuerzos de su "Sistema de la Eticidad", ya que, después de colocar al monarca
en una posición privilegiada en cuanto al todo social, la idea de comunidad
política, constitutiva de la sociedad o Sittlichkeit, de hecho, era sacrificada. Por
demás, con ello se anulaba la importancia, el sentido y el significado dados por
Hegel a la Sociedad Civil, la cual es concebida en su obra como el conjunto de
actividades que surgen de la necesaria relación de los hombres entre sí y a partir
de la cual estos entran en una múltiple interdependencia, en medio del complejo
proceso objetivo de la sociedad por ellos mismos creada. Esta concepción de la
sociedad civil venía definida como "el sistema de las necesidades y, al mismo
tiempo, como esfera de la administración de la justicia, de la asistencia social y de
sus instituciones (a las que denomina "corporaciones"). Con ella, Hegel superaba
el prejuicio característico de la filosofía política moderna, a saber: no llegar a
entender al Estado más que como gendarme del Derecho de propiedad,
atribuyéndole al Estado responsabilidades que, para Hegel pertenecen a la
Sociedad Civil. La Sociedad Civil se transformaba, en la obra de Hegel en el punto
de mediación ente la familia en cuanta comunidad humana elemental y el Estado
como comunidad autorregulada y autosuficiente en el "lado negativo" o, para
decirlo con Marx, en el "lado malo" sin que el salto cualitativo hacia la separación
de la comunidad familiar primitiva, hubiese sido imposible. "Por esta dialéctica
suya dice Hegel la sociedad civil es empujada más allá de sí misma".
De éste modo, la relación de oposición del derecho con la moralidad resulta en la
afirmación de un "nuevo" derecho, esto es: la eticidad, mediado por el movimiento
que hace posible su resultado, que, empero, es determinante de un nuevo
derecho en cuanto es negación del movimiento mismo. Tal es el tránsito del
derecho abstracto a la moralidad y a la eticidad. Esto es lo que Hegel quiere
significar cuando, en otra conocida fórmula de la Fenomenología señala que la
verdadera confrontación de un principio es su plena realización: confutar el
derecho abstracto significa, en el ámbito de la Filosofía del Derecho, mostrar como
la configuración del derecho abstracto sanciona, de suyo, y precisamente a través
de su plena realización, su carácter parcial, esto es, abstracto. En otros términos,
la configuración dialéctica de derecho abstracto no es, a diferencia de la tradición
iusnaturalista, el lugar en el cual se viene ampliando el campo de aplicación de los
principios originarios y constitutivos del derecho, sino que, más bien, es la
fundamentación de su límite, del campo de su vigencia y aplicación y, a la vez, la
determinación, vía reflectionis, de un nuevo concepto o estructura de la realidad.
Para Hegel "abstracto" no significa "verdadero" o "falso" a secas; significa, en todo
caso, que se trata de una determinación indispensable, pero incompleta, y que,
por ello mismo, debe ser suprimida en lo que tiene de abstracto al tiempo de
conservarla asignándole una función positiva dentro del entramado orgánico del
proceso, en este caso, del derecho. En tal sentido, puede decirse, que la Filosofía
del Derecho es una fenomenología de la voluntad libre del hombre, la cual,
desarrollando sus formas particulares, vale decir, sus determinaciones, no sólo
conquista su la superación de las abstracciones, sino que, por ello mismo, va
dilatando su círculo procesal hasta conquistar su cometido al punto de exigir la
realización práctica de la voluntad libre de los hombres.
El ser humano es esencialmente político, como ya lo había afirmado Aristóteles.
Descubierta su propia particularidad, debe vencer la tentación de pretender
realizarse como un ser aislado. Sólo socialmente, en relaciones intersubjetivas,
puede hacerlo. Hegel dice que la moralidad sólo puede realizarse en el seno de la
eticidad, que es “la idea de la libertad en cuanto bien viviente que tiene en la
autoconciencia su saber, su querer y, por medio de su actuar, su realidad, así
como este actuar tiene en el ser ético su base en sí y para sí y su fin motor, el
concepto de libertad que se ha convertido en mundo existente y en naturaleza de
la auto conciencia” (Hegel, 1993: § 142).
Dialécticamente esta definición puede presentarse de la siguiente manera:
 Autoconciencia – Saber__________ Ser ético – Idea de la libertad
 Obrar ___________ Bien viviente – Mundo existente
El ser ético o la eticidad es el mundo del pueblo con sus costumbres, sus valores,
sus leyes, sus instituciones, su idioma, su religión, su arte.
Es la “idea de la libertad” en el sentido ya aclarado, o sea, es la libertad real, es el
“bien viviente”, en la medida en que como “real” la libertad significa realización,
potenciación del individuo que de esa manera amplía sus espacios de opción y
acción. Es el “mundo existente”, el ámbito en el que se individualiza y realiza el
sujeto.
El ser ético o eticidad es obra del individuo o sujeto. Es éste quien la crea, pero no
puede hacerla sin suponerla, a su vez, como fundamento. Desde siempre el sujeto
está en el ámbito de la eticidad, que lo crea a él, y a la que él crea. Es un continuo
juego dialéctico entre el fundamento ético y la acción del individuo. No se trata de
ver cuál es primero y cuál segundo. No hay primero ni segundo, sino proceso
dialéctico.
En la Fenomenología del espíritu, el ser ético o eticidad es la polis, el Estado en el
cual según afirmaba Hegel desde sus escritos de juventud los hombres vivían
completamente compenetrados de sus dioses, de sus leyes, de sus instituciones,
en la medida en que eran obra suya. Adoraban a dioses que ellos mismo habían
creado, obedecían a leyes que ellos mismos se habían dado, hacían la guerra que
ellos mismos habían declarado. Es decir, vivían completamente integrados a su
ethos.

LA SOCIEDAD CIVIL, LA ECONOMÍA POLÍTICA Y LOS PROBLEMAS


SOCIALES:
La sociedad civil –buürgerliche Gesellschaft- está constituida por individuos
independientes a los que, en cuanto sociedad civil, sólo los unen por un lado sus
necesidades, especialmente las necesidades materiales, y por el otro lado las
leyes, el derecho, que pertenece al universo formal del entendimiento, destinado a
proteger la seguridad de las personas y la propiedad. Conforma lo que Hegel
denomina un Estado exterior, una defensa frente a lo externo. Se interiorizará y
superará en el Estado. Es el momento de la particularización, del individuo como
individuo, que ahora, rompiendo con la unidad sustancial de la familia, decide su
profesión, su vocación, su carrera, sus actividades. Se afirma como particular. El
universal permanece en su momento de abstracción. Los individuos entran en
contradicciones de tal manera que “la sociedad civil ofrece en estas
contraposiciones y en su desarrollo asimismo el espectáculo del vicio, de la
miseria y de la corrupción a la vez físico-social y ética” (Hegel, 1993: § 185). Hegel
no es ciego frente a las desigualdades e injusticias propias de la sociedad civil
sobre las que ya había se había explayado Rousseau en el célebre “Discurso
sobre el origen y los fundamentos de las desigualdades entre los hombres”.

EL ESTADO ÉTICO:
“El Estado es la realidad de la idea ética”. Se trata de la realidad en sentido fuerte,
de la idea ética, es decir, de la eticidad en su plenitud, en su máxima realización.
La plenitud de la eticidad se realiza plenamente en el Estado, al que no hay que
concebir como aparato, sino como universal concreto, plena realización
intersubjetiva, en la plenitud del mutuo reconocimiento. La idea ética es el “espíritu
ético”, es decir, el sujeto ético, el cual es “voluntad clara”, porque la voluntad es
pensamiento, es razón. Es el mismo sujeto ético el que es voluntad o razón, o
voluntad racional. En consecuencia, se auto conoce. Es necesario ver el espíritu
ético que es el Estado en dos niveles, el de la inmediatez o de las costumbres, el
primer momento del ethos, y el de la mediatez, es decir, de la autoconciencia y la
acción. El espíritu ético, o en otras palabras el pueblo, se asienta sobre
determinadas costumbres, es decir, determinados valores vividos en forma
inconsciente o subconsciente. Éstos se encuentran profundamente arraigados en
el sentimiento. Sobre ellos se elevan el saber y el actuar.

EL DERECHO POLÍTICO INTERNO:


La libertad concreta sólo puede realizarse en el Estado, en el cual se dialectizan y
en consecuencia se superan los ámbitos de la particularidad y la universalidad: “El
principio de los Estados modernos tiene esta inmensa fuerza y profundidad:
permitir perfeccionar el principio de la subjetividad hasta el extremo autónomo de
la particularidad personal, y al mismo tiempo retrotraerlo a la unidad sustancial, y
así conservar a ésta en él mismo” (Hegel, 1993: § 260). Filosóficamente Hegel
plantea de esa manera el gran problema alrededor del cual giran la práctica y la
teoría política moderna, la relación entre el individuo como particular, como sujeto
individual, y el universal de la sociedad concretizado en el Estado. Somos seres
particulares-universales y sólo nos podemos realizar en la medida en que ambos
momentos encuentren la manera de dialectizarse. Hegel sostiene que el Estado
moderno encontró la manera de realizarlo. La particularidad del individuo
encuentra su ámbito propio de realización en la sociedad civil. Frente a ella el
Estado aparece como Estado externo, como policía que pone límites, como
necesidad externa. Pero esta necesidad externa aparece también como fin
inmanente de la sociedad civil. Ello significa que la sociedad civil, o el conjunto de
individuos que la forman, no tienen sentido sin el Estado, sin el espíritu objetivo
formado por una intersubjetividad plena de mutuo reconocimiento.

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