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A 100 años de las Revolución del ¿Qué hacer?

Algunas reflexiones para pensar la transformación revolucionaria de la Argentina

Luego de analizar la formación económica social rusa en “El desarrollo del Capitalismo en Rusia”, explicando la
combinación de formas de producción en la geografía política particular de este país, y de discutir con todas las
tendencias de la socialdemocracia y el populismo ruso, Lenin escribe “¿Qué hacer?”.

No se trataba de hacer política para lograr poder en el Estado o en la sociedad civil y acrecentar una estructura; ni de
“analizar” correctamente como las clases dominantes Rusas venían expoliando sistemáticamente al campesinado y
los trabajadores rusos. El “¿Qué hacer?” se plantea la necesidad de construir una fuerza que pueda transformar
revolucionariamente Rusia.

Y de alguna manera, muy particular, muy rusa, se transformó en el libro que organizó esa gran batalla. Su
generalización, como manual irrenunciable de cualquier revolucionario, se parece mucho a la pretensión de los libros
de auto ayuda que procuran, con las mismas fórmulas genéricas, convertir a un hombre pobre en un empresario
exitoso.

Partiendo de la base de dichas tesis organizativas basadas en discusiones políticas y teóricas, intentaremos pensar
las preguntas particulares de una organización para la revolución argentina y latinoamericana.

El tradeunionismo argentino

El tradeunionismo alude a la política de la clase trabajadora bajo el capitalismo. Una política que reproduce el
sistema, y negocia con él las mejores “tajadas”.

Este concepto proviene del tradeunionismo inglés, expresión que alude a la clase trabajadora que quería gozar de
los privilegios que le daba ser “miembro” del imperio inglés, el cual se enriquecía a partir de la extracción de las
riquezas coloniales. Lxs trabajadores tendían a negociar con el sistema, a “integrarse” con él.

Lenin utiliza esta categoría para pensar que la revolución no es un hecho irremediable que surja espontáneamente
en la conciencia de la clase trabajadora. El contexto es claro: en Inglaterra, país imperialista, el tradeunionismo como
ideología, alinea a la clase trabajadora con la burguesía imperialista y con el capitalismo mundial, por eso los
socialistas revolucionarios debían oponerse a ella.

¿Podemos encontrar similitudes entre ese tradeunionismo ingles con el argentino? ¿Es lo mismo ser tradeunionista
en una potencia imperial, que serlo en un país colonial? ¿Quiénes lo son en la Argentina, y que implica su programa?
¿Se oponen a las tareas políticas de una fuerza que pretenda revolucionar la Argentina?

De alguna manera la conciencia tradeunionista en la Argentina es la conciencia del sindicalismo peronista: estos
reflejan la conciencia de la clase trabajadora registrada que quiere que la rueda económica siga girando, dejando de
lado que sin una transformación profunda del régimen de propiedad en nuestro país, su trabajo- y/o su sindicalismo-
no van a existir.

Por decirlo de algún modo, hoy el imperialismo no necesita ni sindicatos, ni clase trabajadora, en la semicolonias.
Menos en las semicolonias donde la clase trabajadora ha demostrado ser un elemento aglutinante y revolucionador
de la realidad. Ya aprendió la lección: necesita ruleta financiera y economía informal.
El rol de una izquierda realmente nacional, realmente latinoamericana, es construir un diálogo con el sindicalismo
peronista, para discutir con él que no hay soberanía política, independencia económica, ni justicia social, si no se
construye una fuerza que ponga el acento en los trabajadores y en el Estado como centro del país.

Nuestro que hacer es descubrir que no tenemos que mostrar las diferencias con el economicismo tradeunionistas,
sino pensar las formulas políticas que construyan una alianza con dichas fuerzas en contra del imperialismo.

¿Nueva clase social? ¿La clase trabajadora o las clases trabajadoras?

Corresponde aquí una breve pero necesaria reflexión sobre la situación de la clase trabajadora en la Argentina y en el
mundo.

Muchos compañerxs sostienen que, así como Lenin se encargó de denunciar el papel funcional de la “aristocracia
obrera” en la mantención del statu quo de los países centrales, en nuestro país el sindicalismo peronista representa a
una clase trabajadora que le suelta la mano al resto de fracciones de clase, sobre todxs aquellxs que están en la
economía informal, con tal de quedarse dentro del sistema.

Otra de las explicaciones sostiene que “el nuevo sujeto de la economía popular” es el más dinámico y capaz de
sostener una disputa contra el sistema. Este planteo también nos dice que “la economía social” viene para quedarse.
No niega que los que la integran sean elementos de la clase trabajadora. Pero afirma, en última instancia, que la
fuerza del sistema es tal que no puede transformarse para integrar a esos miles de argentinxs. Hay que organizarlxs
y llevarlxs a la pelea por cambiar el sistema.

Este planteo, del nuevo sujeto, solo cristaliza la tendencia natural que el sistema tiene de fragmentar a la clase
trabajadora. De alguna forma, ideologiza esa diferencia.

El sistema siempre fragmentó a la clase trabajadora, y a diferencia de lo que pensaban los integrantes de la primera y
segunda internacional acerca de la unidad automática de dicha clase, la fragmentación dentro de la misma siempre
fue un problema político para la izquierda y el socialismo.

Es cierto que hoy en día la clase trabajadora tiene una porción de excluidos que no pueden ser explicados solo por el
concepto de “ejército de reserva”. Pero en Argentina y Latinoamérica, a diferencia de las economías desarrolladas y
autocentradas, este mundo de desclasados es típico del desarrollo atrofiado de su sistema semicolonial. No se trata
solo, al igual que en Europa, de generar un reordenamiento de las horas de trabajo, para generar jornadas de 6 hs o
4 hs, sino que se trata de poner en marcha un cuerpo social atrofiado por la injerencia oligárquica e imperialista.

No se trata aquí de una nueva clase social, o una fracción de clase vanguardista, sino de la necesidad de una política
revolucionaria que integre a toda la clase social. La tarea del partido o fuerza revolucionaria es poder sintetizar la
dispersión de la clase y llevarla a una alianza con el resto de los sectores nacionales, en post de un programa de
desarrollo latinoamericano.

Por otra parte, como resaltamos a través del concepto tradeunionista, la clase trabajadora, la porción que participa
de la economía en blanco, sin ideología liberadora, solo intenta sobrevivir. Los revolucionarios son los responsables
de construir un andamiaje político que pueda unificarnos en post de la liberación nacional y social.
La política revolucionaria

Los viejos esquemas de la izquierda trasplantada nos aíslan de los movimientos reales que el pueblo argentino
llevo/lleva adelante en su historia.

Según nos marcaban esos esquemas “la enseñanza” de octubre rojo era que cualquier alianza con el nacionalismo
y /o reformismo llevaba a la traición y a la derrota. Por eso se multiplicaban los folletos de Lenin cuestionando las
tendencias reformistas y/o populistas, en Rusia sobre todo, pero también en la segunda internacional.

Dichas lecturas se toman sin tener en cuenta ese contexto histórico en el que fueron generadas. Es decir en el marco
de una política revolucionaria para la formación económica social semicolonial específica. En la mayoría de las
oportunidades se seleccionaban libros de Lenin o Trotsky que enfrentaban irreconciliablemente al nacionalismo y el
socialismo. Como si todo el mundo fuera una gran Europa, y todo lo que en ella acontecía, podría aplicarse sin
ningún problema en el resto del mundo.

El asedio mundial, y una política excesivamente enfocada en la defensa irrestricta de la Rusia soviética, llevaron a la
caída de dicho bloque en el `89. Dicha caída en términos mundiales, impuso una agenda para los movimientos de
liberación del tercer mundo y de Latinoamérica en particular, muy acotada. Tan acotada que ni siquiera
determinadas medidas de nacionalización, eran contempladas a dichos programas. El sistema se acepta aunque su
tendencia financiera, impide el crecimiento económico de la economía mundial.

Cabe destacar que las experiencias latinoamericanas de los últimos 12 años, en la práctica, lograron vencer el límite
entre el socialismo y el nacionalismo, articulando tareas y planteado posiciones y acciones superadoras del mero
captialismo, sobre todo en las gestiones del MAS, Ecuador y el Chavismo.

La política revolucionaria debe unir a todos los sectores interesados por desarrollo autocentrado latinoamericano,
mostrando que es la única salida que tienen nuestros países para generar una vida digna para todos sus pueblxs.

Necesidad de un marco de discusión estratégico, entre las distintas corrientes de la izquierda, socialismo y
nacionalismo revolucionario en nuestro país

De alguna manera la genialidad de Lenin, su capacidad para sintetizar y conducir la revolución hasta el fin, son fruto
de su conocimiento profundo de la sociedad rusa, de su historia, de las clases que acompañarían la revolución
(proletariado y campesinado) pero también producto de las reflexiones acerca de las discusiones entre distintas
vertientes de las clases subalternas europeas. Más de 200 años de discusiones sobre las luchas de las clases
subalternas europeas- es decir de las vertientes socialistas, anarquistas y populistas- frente al orden feudal y a las
clases burguesas.

Las distintas vertientes de la izquierda, el socialismo y el nacionalismo revolucionario en la Argentina y


Latinoamérica, hablan distintos idiomas, se aíslan entre sí. Tienen el prejuicio que el sistema azuza para describir a la
perfección cada una de las equivocaciones teóricas y/o prácticas de dichas corrientes, pero en ninguna instancia se
busca la posibilidad de discutir entre sí.

Como si fuera un macartismo de izquierda, se cristalizan posiciones, pero no se buscan comprender el origen social
de las mismas. Así se multiplican las sectas, hasta que logra construirse otra gran fuerza, que tarde o temprano,
reproduciendo la vieja lógica europea entre reforma y revolución, volverá a dividirse y de vuelta a empezar.

Cada una habla su idioma. Al igual que el mercado actual, se fragmenta a los grupos que quieren una transformación
profunda de la sociedad Argentina. Como no se logra constituir una fuerza unitaria de izquierda nacional y popular,
todos los grupos actúan como satélites. Satélites que atraídos y rechazados por la marea del nacionalismo popular
argentino, el peronismo, nunca pueden entablar un dialogo de iguales con este. O el peronismo es el lugar donde
hay que construir, orientándolo hacia la izquierda. O el peronismo hay que destruirlo porque es el mayor de los
males que tuvo la Argentina.

La izquierda argentina, la izquierda popular y nacional argentina, necesita construir espacios de discusión que la
vayan construyendo en un bloque de poder, en disputa con el bloque oligárquico e imperialista, y como posible
aliado del peronismo si este está dispuesto a enfrentar las fuerzas sociales que pretende destruirlo desde el año 46.

Nuestro quehacer debe emanar de dichas confluencias, donde todos los sectores puedan discutir, acordar y
construir herramientas para que el pueblo argentino pueda deshacerse de la oligarquía y el imperialismo que lo
separan de su gran destino latinoamericano.

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