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ENTREVISTA CON DAVID CHARLES WRIGHT-CARR

Congreso “Guanajuato Diverso: Pasado y Presente de la Población Indígena”, 7-8 de


noviembre de 2013.

Laboratorio de Medios del Campus Celaya-Salvatierra de la Universidad de


Guanajuato.

Proyecto dirigido por Jeremías Ramírez Vasillas.

YouTube: http://www.youtube.com/watch?v=qWWzkOu8B30&feature=youtu.be

Publicada el 27 de noviembre de 2013.

Transcripción de Lucía Wright-Contreras

– ¿Por qué cree usted que es importante conocer y reconocer a los grupos indígenas?

Los grupos indígenas son nuestros vecinos. En buena medida por siglos de
discriminación racial y cultural se han tendido a invisibilizar… perdón… invisibilizar
(risa) no me está saliendo la palabra… a ver… bueno a hacerlos invisible. Sí, es un
trabalenguas.
Pues ahí están. Hay que conocerlos. Hay que ver cómo sienten, cómo son, para
entendernos y convivir en armonía.

– ¿Cuál cree usted que es el papel que tienen los grupos indígenas en el México
actual?

Bueno, los grupos indígenas tienen mucho que enseñarnos. Yo creo que ya se
acabaron los tiempos en que se consideran a las culturas indígenas como algo…
como, signo de retraso y que hay que… supuestamente “elevarlos” con una visión no
horizontal. Hay que ver a los indígenas ojo a ojo con una mirada horizontal. Tienen
mucho que enseñarnos.
La cultura moderna del mundo industrializado está llevando al planeta al borde
de… pues ya estamos en medio de una extinción masiva de especies en este planeta.
Y la cultura indígena tiene otras formas de relacionarse con la naturaleza, nada más
para citar un caso. También las formas de relaciones sociales que tienen las
comunidades tradicionales indígenas tienen mucho que enseñarnos acerca de cómo
cooperar, cómo colaborar, cómo resolver los problemas de manera conjunta; viendo la
sociedad más allá de la visión simplista de juntar recursos, de acaparar riqueza que es
el modelo actual que tenemos dentro del neoliberalismo. No pues tenemos mucho que
aprender de los indígenas. Desde que llegué al Estado de Guanajuato en 1976 he
estado aprendiendo de ellos.

– ¿Cuál es su opinión sobre los grupos indígenas en Guanajuato?


Los grupos indígenas en Guanajuato, como en algunas otras regiones, pues son
un caso distinto al Sureste del país donde hay un mayor porcentaje de la población que
habla lenguas indígenas, que se manifiestan abiertamente como indígenas. En todos
lados hay discriminación, pero aquí como estamos en lo que era en el momento de la
conquista, lo que era la frontera Norte de la civilización Mesoamericana (no quiero
menospreciar a los chichimecas, a los cazadores, porque también tenían una cultura
muy sofisticada de integración con la naturaleza y conocimiento íntimo de todo lo que
es su medio ambiente) pero aquí por eso cuando se colonizó esta región… Pues la
franja Sur de Guanajuato formaba parte del imperio purépecha, o tarasca (el término en
el siglo XVI) y la mayor parte de Guanajuato estaba en manos de cazadores y
recolectores, y se da una colonización. Y por esa situación el grupo mayoritario que
llegó a poblar las tierras de Guanajuato desde el sur son otomíes, sobre todo el Bajío
Oriental. Desde Querétaro, hasta Apaseo, Comonfort, San Miguel, Dolores… toda la
subcuenca del Río Laja, y luego hasta Querétaro dónde termina el Bajío por el rumbo
del oriente, hubo una colonización otomí. Y sí mantuvieron su identidad y su lengua
durante mucho tiempo pero en décadas recientes, y otra vez en buena parte por la
discriminación, no se tendía a manifestar—bueno la lengua se ha ido perdiendo pero
hay otras muchas manifestaciones que siguen con cierto vigor. La danza es lo más
obvio. Lo vemos en las calles en las fiestas; los concheros. Esta región tiene una gran
riqueza en este sentido. No sólo esa manifestación sino otros tipos de danza. Pues en
muchos ámbitos culturales lo vemos. Cosas tan sencillas como las tortillas pintadas,
también de la región del río Laja, que es una tradición otomí.

– ¿Usted ha trabajado con estos grupos indígenas? ¿Nos podría compartir su


experiencia?

Bueno, la experiencia inició, más que con el trabajo, con la convivencia. Llegué
como estudiante de artes plásticas para estudiar en San Miguel de Allende. Y desde la
llegada vi, estaban alrededor de mí, personas indígenas. Y convivía con ellos. Tomaba
con ellos en las cantinas e incluso íbamos caminando en el campo; me enseñaban de
las plantas. Y estaba yo en plan de convivir y aprender de la gente y encontré una gran
apertura entre la gente indígena… una disponibilidad de convivir, de compartir, de dar
su amistad. Y estando en eso pues conocí a una joven otomí que venía para estudiar la
Prepa desde el Valle de Mezquital, Hidalgo (dónde es todavía más fuerte la raíz otomí).
Y acabamos casándonos cuando tuve yo 22 años, ella 20 años. Entonces fui adoptado
por una familia otomí y eso abrió las puertas del México profundo porque ya no es lo
mismo. Ya siendo miembro de la familia pues uno participa de una manera mucho más
fuerte en la cultura, en las tradiciones.
Y en todo eso hubo un momento culminante. Ya había empezado a investigar
sobre el pasado de los otomíes. Me interesaba mucho desde hace décadas… Y un día
me llegó un fax firmado por el pueblo otomí. Así decía: un fax del pueblo otomí. Bueno,
tenía nombres de personas también. Pero decía que se iban a reunir en un intento de
constituirse como pueblo en 1996, recién firmados los acuerdos de San Andrés. En ese
contexto, iban a ponerse de acuerdo para mandar una delegación al Congreso
Nacional Indígena, que fue la gran reunión en ese año, el 12 de octubre, y los días que

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estaban alrededor de esa fecha. Y me pedían su historia, que les platicara de su
historia, que sentían que a ellos les había sido arrebatada. Y lo necesitaban en ese
proceso de construcción de su identidad como pueblo. Y dije, ¡Ah caray! Pues aquí hay
una necesidad social y puedo hacer algo más que publicar artículos y jugar el juego
académico, que es importante también, la ciencia básica, pero también involucrarse
con el pueblo… servir al pueblo pues. Más ahora que trabajo en la Universidad de
Guanajuato, pues es una institución pública y estamos todos los que trabajamos en la
Universidad como servidores públicos y con la idea de dar algo al pueblo que nos
mantiene, que nos da de comer, a través de sus impuestos.

– ¿Cuáles son los principales problemas, desde su experiencia, que tienen los grupos
indígenas en México?

Los problemas, pues, creo que el problema principal, y eso implica otros
problemas, o causa otros problemas, es la discriminación, la falta de aceptación de
alguien que sea diferente. Y no es que la gente sea mala. Es el resultado de las
políticas del Estado, especialmente después de la revolución: el crear la identidad
nacional, la “cultura mexicana”. Se habla mucho todavía en los medios de la “cultura
mexicana”. Pues la “cultura mexicana” no existe. Son las culturas mexicanas. No sé
qué tanto tienen en común un empresario cervecero regiomontano, por ejemplo, con un
indígena chontal de la llanura tabasqueña, si los juntamos en un espacio… los dos van
a hablar el castellano, quizás… no, pues sí, seguramente, pero de una forma bastante
diferente. Tal vez los dos van a saber la letra del himno nacional. Quizás los dos van a
ser católicos, aunque lo más probable es que el chontal ya sea protestante. ¿Y qué
más? ¿Qué tendrían en común?

– ¿Qué debe hacer la sociedad para cambiar la relación y el conocimiento que se tiene
sobre los grupos indígenas?

Pues es difícil que yo diga que debe de hacer la sociedad. Pues yo puedo hacer
acciones personales, tratar de influir de alguna manera en la sociedad, como lanzar
piedritas al agua y ver cómo se extienden los anillos. Hay otras personas con ideas
similares de fomentar el respeto hacia los grupos indígenas y ayudarles pero con lo que
ellos quieren hacer. Ese fue el problema, por eso fracasó el indigenismo del Estado
posrevolucionario y digamos que hasta 1980 o 90 que empezó a cambiar la política
paternalista hacia otro tipo de política… que no se ha logrado del todo pero hay pasos
muy importantes en permitir a los pueblos indígenas, a las comunidades indígenas,
reunirse con un proceso dentro de sus propios usos y costumbres y decir: “Esto es lo
que nosotros queremos; ser, tener, hacer.” Y facilitar los recursos, no solamente
económicos, sino que expertos en cosas que necesiten. La tradición indígena con su
amor a la naturaleza ya tiene una base muy fuerte, pero también se necesita ciencia,
por ejemplo, para sanear las aguas, etc., mil cosas. Pues la sociedad en general,
según el sector social, el sector académico, pues en lo posible, nos podemos poner al
servicio de las comunidades indígenas y ayudarles con nuestros conocimientos a hacer
lo que ellos quieren hacer. El gobierno desde luego tiene grandes responsabilidades de
poner recursos y también su conocimiento de las instituciones gubernamentales que

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también tienen investigadores y personas especializadas en la resolución de mil tipos
de problemas.

– ¿Qué le ha llamado más la atención de los movimientos sociales de los grupos


indígenas?

Pues desde luego, un parteaguas en la historia es el movimiento zapatista, el


primero de enero de 1994. Afortunadamente, intervinieron grupos de la sociedad civil
para calmar la violencia y se convirtió el movimiento en algo que pudiera funcionar
dentro de otras estructuras a través del diálogo. Causó un despertar muy grande. Entre
los indígenas, la idea de que, “bueno sí me han discriminado pero yo soy quien soy y
con orgullo”, hay un nuevo orgullo. Se nota por todos lados; el uso de la lengua,
prácticas que antes quizás por pena fuera de la comunidad no se manifestaran... ahora
hay más voluntad de manifestarlas. Noté el cambio. Creo que todo el mundo notamos
el cambio a lo largo de la segunda mitad de la década de los noventas. Eso por una
parte. En la sociedad en general también hubo un mayor reconocimiento y respeto. Se
puso en la mesa de diálogo el tema y los problemas de los indígenas.
En el ámbito académico se vio. Hasta personas conversas se entusiasmaron y…
un ejemplo, en la historia, Enrique Florescano, ve todo eso, se anima y empieza a
sacar libros buscando la memoria indígena, las raíces profundas. Ya había gente antes
trabajando, pero se multiplicaron los investigadores, en el ámbito de las ciencias
sociales particularmente con interés en el tema indígena.

– ¿Cuál es el papel que debería tomar el Estado y los gobiernos con respecto a estos
grupos indígenas?

Pues otra vez no me siento calificado para dictar medidas al gobierno, pues el
gobierno emana del pueblo y hay procesos democráticos. Solamente una sugerencia,
mucha gente lo entiende, otros quizás no tanto… es respetar la autonomía, la voluntad
de las comunidades indígenas. En lugar de suponer que la gente de “razón” (ese
terrible término que heredamos desde la época colonial), la gente de cultura europea
básicamente… de suponer que sepan hacer las cosas mejor, y de que el indígena es
pobre y retrasado porque es diferente a como nosotros hacemos las cosas. Por
ejemplo, los índices de pobreza: si no tienen esto son pobres, si no tienen esto lo
otro… y vemos, y a veces son aspectos de la vida cotidiana tradicional que no son tan
importantes. En algunos sentidos la pobreza tiene ventajas, incluso, mayores
libertades. Lo vi con mis parientes otomíes del Valle del Mezquital. Cuando los conocí,
en 1978, tenían caños de riego, milpas, árboles frutales… se me hacía un vergel.
Las casas eran de adobes o carrizo, incluso, sacábamos agua de un pozo para
bañarnos, se cocinaba con leña todavía (no había estufa de gas). Había bastantes
animales, 30, 40, entre borregos y chivos, un puerco, gallinas, guajolotes... Y eso es
independencia. Si no hay trabajo, pues se produce la comida. Si bien no hay una
cuenta en el banco, si hace falta dinero se lleva un borrego al mercado el lunes y se
vende y ya hay dinero para zapatos, para útiles escolares o para lo que fuera
necesario. Quitamos todo eso, como se ha quitado, en el barrio de San Nicolás, en el
municipio de Ixmiquilpan; ahora llenaron los caños de riego, pavimentaron (para meter

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coches, ya hay coches). Hay mucho dinero que viene por la migración, por los dólares
del norte, por el trabajo, la mano de obra. Y ya no tienen eso. Ya no producen, ya no
hay milpas. Algunas de las personas mayores de edad que ahora tendrían 70 u 80
años siguen con algunos animales, pero ahora dependen de una economía del
mercado de producción del modelo neoliberal. Las casas están llenas de objetos y
artículos de consumo, pero pienso que estaban más felices antes. Y me pregunto,
¿cómo se mide la pobreza? Mejor vamos a medir la felicidad, o lo positivo de las
relaciones sociales… la fortaleza de la estructura básica que es la familia. Eso era una
gran riqueza que no se ha perdido pero se ha debilitado con la introducción del
consumismo, del modelo de copiar lo que sucede al norte de la frontera.

– ¿Hay algo que quisiera expresar sobre los grupos indígenas, que no le hayamos
preguntado?

Pues un tema que me ha interesado desde hace mucho es el asunto lingüístico,


el fortalecimiento de las lenguas indígenas. Hay pasos importantes. Recuerdo en 1996,
otra vez ese año, ése fue un año importante… PEN Club (una asociación de escritores
que defiende la libertad de expresión, entre otras cosas) formó una comisión (ya había
trabajado dos años) y me tocó la suerte de trabajar con ellos. Los catalanes lo
lideraron: la lucha por los derechos lingüísticos, y el intento de definir los derechos
lingüísticos. Se sacó un documento que se llama la Declaración Universal de los
Derechos Lingüísticos. Con eso en mente, cuando fuimos a Barcelona a firmar esa
declaración, y llegó gente representando a grupos minorizados (se podría decir) de
todo el planeta… no me imaginaba que siete años después íbamos a tener aquí en
México la Ley General de los Derechos de los Pueblos Indígenas de México, que es de
los más avanzados de las Américas, si lo comparamos con la situación en otros países.
Ahora hace falta luchar para hacerlo realidad.
Es parte de mi campaña permanente… cuando la gente se digne a escucharme,
pues aprovecho la plataforma para fomentar eso de, a ver qué medidas podemos tomar
para no perder esta enorme riqueza cultural que tenemos que se nos está yendo de las
manos por la discriminación… porque es de menor prestigio social, relativamente
hablando, una lengua indígena que el castellano… porque los españoles los dominaron
y sigue siendo la lengua de la hegemonía y del poder. Pero las lenguas indígenas son
muy importantes, ahí encierran muchos factores de identidad. Sí, hay que hablar las
dos; y aparte inglés, y francés, y todas las lenguas que se puedan. Aprender, según las
circunstancias de cada individuo. La lucha ahora es por… parcialmente ganada ya
empezamos en la Universidad de Guanajuato, Campus Guanajuato, en el
Departamento de Lenguas… tengo años tratando de convencer a mis compañeros, así
de que: “Fíjense, no soy yo, hay una ley, tenemos la obligación de hacer investigación,
difusión, enseñanza de las lenguas indígenas, y no tenemos programas.” Metí un
programa en el Departamento de Historia, que salí de ahí y ya nadie (de lo que yo
sepa) lo está continuando… enseñar a los historiadores a traducir documentos en
náhuatl. Recién había aprendido yo, por necesidad, por estar estudiando los códices.
Entonces ya varias generaciones aprendieron a traducir los textos antiguos en náhuatl.
En el Departamento de Lenguas, pues convencí a mi esposa, que habla otomí,
que diera un taller informal, sin que le pagaran… como prueba, como programa piloto,

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a ver si se juntaba el grupo. Y sí, hay mucho interés en las lenguas indígenas. Y de ahí,
la directora del Departamento de Lenguas, Luz María Muñoz de Cote, consiguió,
cabildeando, insistiendo en que se aprobaran, todavía no una plaza (modestamente se
empieza, ¿verdad?)… con unas veinte horas para clases formales ya de otomí.
Entonces están en planeación, buscando la persona idónea. Ya hubo una convocatoria,
así es que ya plantamos la semilla ahí. Y así pues hay que multiplicar los esfuerzos.
Cada quien… nadie solo puede hacer mucho, pero… cada quien puede hacer un poco
y si forman redes…

– Si cada quien pone su granito de arena se puede lograr algo.

...y con redes como esta que hemos organizado con los compañeros de la
Universidad de Guanajuato, nos fortalecemos, aparte de crecer y entender, y saber
más cada quien a través del trabajo de los demás, con una visión interdisciplinaria,
multidisciplinaria, y aún, transdisciplinaria, ya fundiendo todo. Estamos tratando de
tomar pasos, y pues los pasos se están dando. Y espero que se sigan dando y pues
que hagamos alguna contribución desde la Universidad.

– Bueno, pues agradecemos su presencia y toda la información que nos ha


proporcionado. Muchísimas gracias.

No, muchas gracias a ustedes por la invitación y por la plataforma.

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