Вы находитесь на странице: 1из 4

La Sociedad de la Alegría

1. Alegres con Don Bosco


Los chicos que vivieron con Don
Bosco estaban llenos de alegría. ¿A
nosotros, qué nos impide estar ale-
gres? ¿Cuándo nos sentimos feli-
ces y contentos?

2. Mensajes de móvil
Organizamos un concurso de tex-
tos de mensajes de móvil origina-
les y creativos, sobre temas varia-
dos: amistad, pacifismo, solidari-
dad… situaciones de la clase.

3. Un mundo sin sonrisas


Escribid un relato de Ciencia Ficción
compartido que responda a la si-
guiente trama:
· La Tierra se ha tornado un plane-
ta triste. Todo el mundo se olvidó
de reír: ¿Por qué? Señalad los mo-
tivos y las causas…
· Vuestro grupo tiene la oportuni-
dad de recuperar la alegría: ¿Cómo
hacéis para que la gente vuelva a
sonreír?
· ¿Qué remedios ponéis para que
todo el mundo pueda vivir alegre?

4. Nosotros somos la tele


Pasamos muchas horas ante la TV.
Frecuentemente estamos callados
ante ella. Pero podemos pasarlo
bien... Para ello:
Escenificamos, de forma crítica, un
programa de tele-basura… Cuida-
mos los detalles y ensayamos la
puesta en escena. Posteriormente
valoramos aquellos programas de
TV que vemos con más frecuencia.

sdb valencia
www.salesianos.edu
La Sociedad de la Alegría
En estas cuatro primeras clases aprendí, bien que a mi costa, a tratar con los compañeros. Yo les tenía
divididos en tres categorías: buenos, indiferentes y malos. A estos últimos debía evitarlos del todo y
siempre, apenas los localizara; con los indiferentes bastaba un trato de cortesía y convivencia; con los
buenos podía entablar amistad, siempre y cuando fueran verdaderamente tales.

Y como quiera que los compañeros que querían arrastrarme al desorden eran los más descuidados en sus
deberes, también ellos empezaron a venir conmigo, para que hiciera el favor de dictarles o prestarles los
temas escolares. Disgustó tal proceder al profesor, pues mi equivocada benevolencia favorecía su pereza,
y me lo prohibió severamente. Acudí entonces a un medio más ventajoso, es decir: explicarles las dificul-
tades y ayudar también a los más atrasados. Así agradaba a todos y me ganaba el bienquerer y el cariño
de los compañeros. Empezaron a venir para jugar, luego para oír historietas y para hacer los deberes
escolares y finalmente, venían porque sí, como los de Murialdo y Castelnuovo.
Para darles algún nombre, acostumbrábamos a denominar aquellas reuniones «Sociedad de la Alegría»,
nombre que venía al pelo, ya que era obligación estricta de cada uno buscar buenos libros y suscitar
conversaciones y pasatiempos que pudieran contribuir a estar alegres; por el contrario, estaba prohibido
todo lo que ocasionara tristeza, de modo especial las cosas contrarias a la ley del Señor. En consecuencia,
era inmediatamente expulsado de la Sociedad el blasfemo, el que pronunciase el nombre de Dios en vano
o tuviera conversaciones malas.

Así, colocado a la cabeza de una multitud de compañeros, se pusieron de común acuerdo estas bases:
1. Todo miembro de La Sociedad de la Alegría debe evitar toda conversación y toda acción que desdiga
de, un buen cristiano.
2. Exactitud en el cumplimiento de los deberes escolares y religiosos.
Todo esto contribuyó a granjearme el aprecio, al extremo de que en 1832 mis compañeros me honraban
como a capitán de un pequeño ejército. Por todas partes me reclamaban para animar las diversiones,
hacerme cargo de alumnos en sus propias casas, y también para dar clase y hacer repasos a domicilio. De
este modo me facilitaba la divina providencia la adquisición de cuanto necesitaba para ropas, objetos de
clase y demás, sin ocasionar ninguna molestia a mi familia.
Memorias del Oratorio. nº 15

Durante la semana, la Sociedad de la Alegría se reunía en casa de uno de los socios para hablar de
religión. A esta reunión iba libremente el que quería; Garigliano y Braia eran de los más asiduos. Nos
entreteníamos un poco en ameno recreo, con charlas piadosas, lecturas religiosas, oraciones, dándonos
buenos consejos y avisándonos de los defectos personales que uno hubiese observado o de los que
hubiera oído hablar a alguien.
Sin que entonces lo supiese, practicábamos aquel aviso sublime: «Dichoso quien tiene un monitor», y
aquello de Pitágoras: «Si no tienes un amigo que te corrija las faltas, paga un enemigo para que te haga
este servicio».
Memorias del Oratorio. nº 16

Por aquel tiempo desarrolló Juan Bosco una interesante idea que, aún hallándose en germen, ya marcaba
la orientación que en futuro dio a sus actividades educativas. Se trataba de compaginar alegría y expe-
riencia cristiana.
Esta idea puede parecernos normal en la actualidad. Pero Don Bosco vivió en una época histórica en la
que ser cristiano era, con frecuencia, sinónimo de grandes penitencias y actitudes severamente serias.
El jansenismo, que subraya peligrosamente la indignidad de la persona humana ante Dios, había estado
muy en boga. Frente a esta forma de entender la vida cristiana, Don Bosco subrayó la alegría que brota
de sentirnos hijos de un Dios que es Padre que nos invita a hacer el bien a los demás.

sdb valencia
www.salesianos.edu
La sociedad de la Alegría

sdb valencia
www.salesianos.edu
sdb valencia
www.salesianos.edu

Вам также может понравиться