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En lo que concierne a los documentos, se puede decir que significación es mucho más extensa

de lo que uno podría pensar a priori. En efecto, de acuerdo con lo dispuesto por el artículo 233º
del Código Procesal Civil, el documento es todo escrito u objeto que sirve para acreditar un
hecho. De esta forma, se puede afirmar que todo documento tiene dos virtudes esenciales, que
son: ser tangibles y que sustentan un hecho. En esta línea, son infinitas las posibilidades para
que un escrito o un objeto puedan ser catalogados como un documento; así, a modo de
ejemplo, podemos decir que constituyen documentos, siempre y cuando acrediten un hecho:
una cinta de video, una prenda de vestir, un cabello, un arma blanca, una piedra, entre otros [7].

Al referirse a los documentos, el Código Procesal Civil efectúa una distinción importante al
clasificarlos en públicos y privados.

Documento público viene a ser aquel otorgado por funcionario público en ejercicio de sus
atribuciones, así como la escritura pública y demás documentos otorgados ante o por notario
público, según la ley de la materia. También tiene la calidad de documento público y con el
mismo valor la copia obtenida del original en la medida que esté certificada por el auxiliar
jurisdiccional respectivo, notario público o fedatario, según corresponda.

Por otra parte, el documento privado es el que no tiene las características del documento
público, es decir, los documentos privados son aquellos que no reúnen las características para
ser calificados como documentos públicos. Sobre el particular, es importante recalcar que la
legalización o certificación de un documento privado no lo convierte en público.

Es importante efectuar la diferencia entre el escrito u objeto y el contenido de ellos, pues


definitivamente no son lo mismo. Es por esa razón que el artículo 237º del Código Procesal
Civil señala que son distintos el documento y su contenido, indicándose que el contenido podría
subsistir a pesar de que el documento sea declarado nulo.

Entendemos que con ello se busca privilegiar la sustancia del documento y no la forma, de
manera tal que si posteriormente el documento es declarado nulo, su contenido se mantendrá
incólume, debido a que es de vital importancia para resolver el conflicto de intereses o la
incertidumbre jurídica. Al respecto, consideramos que dicha norma es equivocada, pues
contraviene el principio de que lo accesorio sigue la suerte de lo principal; sin embargo,
rescatamos su ratio legis, puesto que percibimos perfectamente que lo que se pretende es
salvaguardar el valor probatorio de la forma al margen de su forma.

Ahora bien, con relación a la pericia, puede señalarse que ella “es la consulta técnica a la que
recurre el juez para complementar o integrar sus conocimientos; se trata de un testigo técnico;
complementan la limitación del saber del juzgador pese a ser considerado el juez el perito de
los peritos, convirtiéndose en un auxiliar extraordinario y no ordinario (caso del secretario) de la
justicia. El consultor no opera independientemente del juez sino a través de él, proponiéndole
noticias y nociones que finalmente admitirá o rechazará según su entender” [8].

La pericia necesariamente debe ser realizada por personas con especiales conocimientos, a
quienes se les denomina peritos. Se ha dicho que “el perito es la persona con conocimientos
científicos o artísticos de los que el juez por su especial preparación jurídica, puede carecer y
que es llamada al proceso para apreciar algún hecho o circunstancia que ha sido adquirido con
anterioridad por otros medios de averiguación, y sean de interés o necesidad para la
investigación”[9].

Es preciso indicar que “en materia laboral la pericia es esencialmente contable, […], y es
practicada por peritos inspectores judiciales dependientes de los juzgados de trabajo” [10].

En este contexto, podemos afirmar que la pericia tiene por finalidad presentar al órgano
jurisdiccional la información obtenida de los libros y documentación contable que sirvan para
calcular los montos de los beneficios en litigio. Es decir, la pericia tiene por objeto contabilizar,
calcular o corroborar determinados datos numéricos que son de mucha complejidad, requieren
especiales conocimientos y que por su propia naturaleza le tomarán mucho trabajo al juez.
Para que la pericia tenga validez, no solo se requiere que esta haya sido realizada por un
perito, sino, además, que este sea hábil para ejercer el encargo, situación que se presenta con
las nóminas periciales que cada colegio profesional otorga a las Cortes de los distritos
judiciales poniendo a los miembros de su orden a fin de que puedan ser escogidos cuando se
requiera de su auxilio. Asimismo, la pericia no se realiza de oficio, sino que tiene su origen en el
pedido que ordena la ejecución de la prueba pericial con el encargo preciso de qué aspecto
técnico ha de merecer la atención del perito. También es importante tener en consideración que
para que el perito asuma el encargo en un proceso judicial, previamente deberá juramentar y
acreditar que no tiene ningún impedimento para ejercer su cometido y ser responsable por su
dictamen ante los litigantes y el mismo juzgador. Igualmente, antes de iniciar el encargo, antes
de iniciar su misión deberá señalar sus honorarios y respetar el plazo consignado por el juez
para evacuarlo[11].

Por último, en lo que respecta a la inspección judicial, debemos indicar que esta tiene por
finalidad la corroboración in situ de ciertos hechos, que por su naturaleza no pueden ser
llevados al lugar del juzgado. La inspección judicial procede cuando subsistan las
circunstancias materiales que debían constatarse. En casos excepcionales y en virtud de
resolución fundamentada, el juez puede encargar a la autoridad administrativa de trabajo la
realización de una inspección de carácter especial, señalando con precisión los aspectos a ser
constatados.

Acertadamente se ha manifestado que “la inspección judicial, en su significado genérico, es la


actividad dirigida a percibir los hechos en que consistan las razones y las pruebas; es una
percepción visual estatuida a través de los sentidos. Puede en ella presentarse la audición de
las partes e inspección de las pruebas”[12].

Por consiguiente, lo que se busca con la inspección judicial es tomar muestras, recoger,
documentar o extraer ciertos elementos que puedan tener valor probatorio con la finalidad de
que el juzgador pueda tener una mejor apreciación de los hechos y con ello se pueda lograr
una sentencia que se acerque lo más posible a lo justo.

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