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Carlos David Reyes Ávila

Moral Bioética
P. Bernardo Quintero
II de configuradora
EVANGELIUM VITAE
1. El Evangelio de la vida está en el centro del mensaje de Jesús. Porque, uniéndolo a lo que hemos
visto en Moral fundamental, la defensa de la dignidad de toda persona humana empieza desde el
momento de la concepción. El mensaje de Jesús va más allá de puramente biológico, porque
quien está al centro en últimas es la Persona de Jesús. Jesús es la vida. La defensa de la vida es,
sobre todo, una obra Trinitaria, porque es en la «vida» donde encuentran pleno significado todos
los aspectos y momentos de la vida del hombre.
2. El hombre está llamado a una plenitud de vida que va más allá de las dimensiones de su
existencia terrena, ya que consiste en la participación de la vida misma de Dios. Esto está claro
en la antropología de base que, como se mencionó en el párrafo anterior, no se queda en el primer
plano, sino que trasciende. La vida es sagrada, porque es un don de Dios al hombre.
3. Por el misterio de la Encarnación, como se ha dicho en Moral fundamental, la Iglesia tiene el
deber de defender la vida, en la que se hacen presente las virtudes naturales y sobrenaturales que
perfeccionan al hombre. Esta defensa debe darse preeminentemente en aquellos que son
excluidos: los pobres, los indefensos los despreciados, los oprimidos, los que no cuentan, etc.,
porque todos los hombres y mujeres son “Imagen y semejanza de Dios” y Jesús afirma, como se
dice en clase que, “todo lo que le hicimos a los más pequeños, se lo hicimos a Él” (Mt 25).
4. Por desgracia, este alarmante panorama, en vez de disminuir, se va más bien agrandando. En
parte por el problema de las ciencias que, como se dice en Moral fundamental, no aceptan la
interdisciplinariedad y excluyen el mensaje de la Iglesia que es, como dice Gaudium et Spes,
experta en humanidad. En la actualidad, todo esto provoca un cambio profundo en el modo de
entender la vida y las relaciones entre los hombres. Y, sin embargo, hay que tener presente que
no todo lo civilmente lícito es moralmente válido.
5. La defensa de la vida es signo también de la unidad de la Iglesia, porque no es una tarea que
corresponda únicamente a la jerarquía sino a todos los bautizados. La finalidad de la encíclica es
una confirmación precisa y firme del valor de la vida humana y de su carácter inviolable.
6. El papa también manifiesta su intención de meditar de nuevo y anunciar el Evangelio de la vida,
esplendor de la verdad que ilumina las conciencias. Esto es fundamental en la moral, porque la
formación de la conciencia es necesaria para hacer creíble el anuncio del mensaje evangélico e
iluminar la oscuridad en la misma.
7. Como afirma la Gaudium et Spes, el hombre no es un ser para la muerte simplemente, como si
esta fuese su fin. El fin del hombre es la vida, un misterio que se esclarece a la luz de Cristo. El
misterio de la vida se deriva de la creación del hombre por parte de Dios en los comienzos (Gn
2,7). La muerte es fruto del pecado.
8. El hombre, sin embargo, frente al mal todavía puede actuar con libertad. Es decir, la tendencia al
mal es vencida con la gracia. Los celos son los que ocasionan que Caín mate a Abel, esto deja
claro que, como vimos en Moral virtudes, si no se ejercitan las virtudes los vicios toman ventaja
en el hombre hasta dominarlo. Frente a los celos de Caín que ocasiona la muerte de Abel, faltó la
virtud humana de la templanza. Y la respuesta de Caín: “¿Soy yo acaso el guarda de mi
hermano?” dejan claro el afán del hombre por dejar de lado la responsabilidad frente al mal
cometido.
9. Dios no puede dejar impune el delito (Gn 37, 26; Ez 24, 7-8). Pero la actitud de Dios y su
respuesta a la acción de Caín deja claro que ni siquiera el homicida pierde su dignidad personal y
que Dios mismo se hace su garante. Es justamente aquí donde se manifiesta el misterio
paradójico de la justicia misericordiosa de Dios.
10. La pregunta del Señor “¿Qué has hecho?”, se dirige también al hombre contemporáneo para que
tome conciencia de la amplitud y gravedad de los atentados contra la vida, que siguen marcando
la historia de la humanidad, porque sin libertad no hay acto moral. Dios respeta la libertad del
hombre, pero espera que este se responsabilice de sus actos. Hay amenazas que proceden de la
naturaleza humana, pero que son remediados por la gracia.
11. En el fondo hay una profunda crisis de la cultura, que engendra escepticismo en los fundamentos
del saber y de la ética, haciendo cada vez más difícil ver con claridad el sentido del hombre, de
sus derechos y deberes. Cuando la conciencia se oscurece deja de señalar el valor sagrado de la
vida.
12. Estamos frente a una realidad amplia, que se puede considerar como una verdadera y auténtica
estructura de pecado, caracterizada por la difusión de una cultura contraria a la solidaridad, que
en muchos casos se configura como verdadera “cultura de muerte”.
13. Frente al aborto, la misma investigación científica parece preocupada casi exclusivamente por
obtener productos cada vez más simples y eficaces contra la vida y, al mismo tiempo, capaces de
sustraer el aborto a toda forma de control y responsabilidad social.
14. También las distintas técnicas de reproducción artificial, que parecerían puestas al servicio de la
vida y que son practicadas no pocas veces con esta intención, en realidad dan pie a nuevos
atentados contra la vida. La ley civil parece, además, favorecer este tipo de prácticas que, como
vamos viendo a diario, se hacen cada vez más comunes.
15. No se puede pretender eliminar el dolor que se hace presente en la vida, matando a alguien,
acabando con su vida, porque, el dolor no es contrario a la vida, hace parte de él. Como se ha
afirmado en clase, citando a los padres de la Iglesia de frente al misterio de la Encarnación, “lo
que no se asume, no se redime” también aplica en estos casos de dolor y enfermedad. El dolor
redime.
16. Tampoco con la excusa de disminuir con el exacerbado crecimiento de la población se puede
pretender acabar con la vida de los más débiles y desprotegidos. Puede ser fácil la tentación de
recurrir también a los mismos métodos y atentados contra la vida en las situaciones de “explosión
demográfica”.
17. Más allá de las intenciones, en nombre de la solidaridad, estamos ante una objetiva “conjura
contra la vida”, que ve implicadas incluso a Instituciones internacionales, dedicadas a alentar y
programar auténticas campañas de difusión de la anticoncepción, la esterilización y el aborto, de
las que los medios de comunicación son cómplices.
18. Quitar la vida se presenta como un derecho, como garantía de una libertad mal entendida que, sin
embargo, atenúa la responsabilidad subjetiva y la consiguiente culpabilidad de quienes hacen
estas opciones en sí mismas moralmente malas. No este problema de la defensa de la vida
significa un problema económico para las grandes potencias y los poderosos.
19. La teoría de los derechos humanos se fundamenta precisamente en la consideración del hecho
que el hombre, a diferencia de los animales y de las cosas, no puede ser sometido al dominio de
nadie. Este tipo de documentos que proponen, como hemos visto en Moral fundamental, una
ética de mínimos, enmascara intenciones de todo tipo menos humanizadoras.
20. Si la promoción del propio yo se entiende en términos de autonomía absoluta, se llega
inevitablemente a la negación del otro, considerado como enemigo de quien defenderse.
Reivindicar el derecho al aborto, al infanticidio, a la eutanasia, y reconocerlo legalmente,
significa atribuir a la libertad humana un significado perverso e inicuo: el de un poder absoluto
sobre los demás y contra los demás.
21. Hay un eclipse del sentido de Dios y del hombre fruto del secularismo. Perdiendo el sentido de
Dios, se tiende a perder también el sentido del hombre, de su dignidad y de su vida. A su vez, la
violación sistemática de la ley moral produce una especie de progresiva ceguera de la capacidad
de percibir la presencia vivificante y salvadora de Dios.
22. Cuando se pierde el sentido de Dios, también el sentido del hombre queda amenazado y
contaminado. El hombre no puede ya entenderse como “misteriosamente otro” respecto a las
demás criaturas terrenas, porque Cristo le ha mostrado todo lo que puede ser. Este problema
manifiesta que la preocupación del hombre se centra únicamente en el hacer y descuida el ser,
cosa que es absurda, porque no hay hacer sin ser, no hay dignidad sin identidad, con se dice en
Moral fundamental. Frente al poder y el poseer también las virtudes sobrenaturales y los consejos
evangélicos son un remedio para el hombre de hoy.
23. El eclipse del sentido de Dios y del hombre conduce inevitablemente al materialismo práctico.
Los valores del ser son sustituidos por los del tener. El único fin que cuenta es la consecución del
propio bienestar material. El cuerpo ya no se considera como realidad típicamente personal, sino
como mercancía. Así se deforma y falsifica el contenido originario de la sexualidad humana, y
los dos significados, unitivo y procreativo, innatos a la naturaleza misma del acto conyugal, son
separados artificialmente. En la perspectiva materialista, las relaciones interpersonales
experimentan un grave empobrecimiento.
24. En lo íntimo de la conciencia moral, en lo que la Gaudium et Spes llama el sagrario en el que el
hombre se encuentra con Dios, se produce el eclipse del sentido de Dios y del hombre, con todas
sus múltiples y funestas consecuencias para la vida. Se pone en duda, sobre todo, la conciencia de
cada persona, que en su unicidad e irrepetibilidad se encuentra sola ante Dios. La conciencia
moral, tanto individual como social, está hoy sometida a un peligro gravísimo y mortal, el de la
confusión entre el bien y el mal en relación con el mismo derecho fundamental a la vida.
25. La sangre de Cristo, mientras revela la grandeza del amor del Padre, manifiesta qué precioso es el
hombre a los ojos de Dios y qué inestimable es el valor de su vida. Además, la sangre de Cristo
manifiesta al hombre que su grandeza, y por tanto su vocación, consiste en el don sincero de sí
mismo. Es en la sangre de Cristo donde todos los hombres encuentran la fuerza para
comprometerse en favor de la vida. La sangre de Cristo es signo de esperanza en medio de un
mundo que ha perdido todo.
26. También hay muchos signos positivos que hablan de la cultura de la vida: la vida de esposos que
se mantienen fieles a sus compromisos, familias que acogen a niños abandonados, a muchachos y
jóvenes en dificultad, a personas minusválidas, a ancianos solos. Centros de ayuda a la vida, o
instituciones análogas, están promovidos por personas y grupos que ofrecen un apoyo moral y
material a madres en dificultad, tentadas de recurrir al aborto. Grupos de voluntarios dedicados a
dar hospitalidad a quienes no tienen familia, etc.
27. Han aparecido en todo el mundo movimientos e iniciativas de sensibilización social en favor de
la vida. Estos gestos construyen en lo profundo la “civilización del amor y de la vida”, sin la cual
la existencia de las personas y de la sociedad pierde su significado más auténticamente humano.
28. Estamos ante un enorme y dramático choque entre el bien y el mal, la muerte y la vida, la
“cultura de la muerte” y la “cultura de la vida”. La opción incondicional en favor de la vida
alcanza plenamente su significado religioso y moral cuando nace, viene plasmada y es
alimentada por la fe en Cristo.

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