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“TRATADO DE DERFGHO CONSTITUGIONAL dentro de los fundamentos que sienta, No obstante, en ciertas materias resulta todavia en exceso minuciosa, como, por ejem. plo, al establecer los sistemas de nacionalidad, las diversas pro- hibiciones parlamentarias o Ia forma de los nombramientos judiciales, materia que en otras Constituciones se confian tam. bién a la decisién del legislador. Siguiendo la tradicién predominante en el constitucionalis- mo moderno, nuestro supremo ordenamiento positive com- prendié en 1925 tanto lo institucional u organico como lo relacional o dogmatico. No s6lo consigna, en efecto, los relati- vo al establecimiento, organizacién y competencia de las distin. tas autoridades u 6rganos, sino las bases de la idea de derecho que inspira y persiguc el constituyente, consignadas principal mente en los capitulos sobre “Estado, Gobierno y Soberania” y sobre las “Garantias Constitucionales”. En cuanto al contenido preceptivo, la Carta de 1926 estd inspirada en los principios del constitucionalismo clasico. Tiene escasa originalidad en el tra- zado de las instituciones ¢ imprecisin en el régimen politico. Su ideal de derecho no corresponde integramente, sin embar go, al del liberalismo politico, porque subraya en algunas opor- tunidades la necesidad de que el Estado vele activamente por el progreso del orden social, con preocupacién por el bienes- tar de todos, y comprende que en su seno no hay sélo indivi- duos, sino que familias, asociaciones, iglesias, etc. 4. APLICACION DE LA CONSTITUGION DE 1925 (1925-1973) 62. Desde el 18 de octubre de 1925 hasta el 10 de marzo de 1981 rigié en Chile la Constitucién Politica aprobada en el plebiscito de 30 de agosto de aquel afio, Su texto, al término de su vigencia, era apreciablemente diverso del que se pro- mulgara el 18 de septiembre de 1925. Habia sido, en efecto, modificado diez veces, con toda regularidad segiin sus nor. mas, y también alterado de diversos modos por el gobierno castrense. Sintetizaremos la evolucién experimentada en nuestra ins titucionalidad basica a lo largo de la aplicacién de la Carta de 1925 antes de resumir la que sufre en virtud de la intervencion ANTECEDENTES. a ae 1973-1990. Tal recuento es, a nuestro juicio, ind Se ‘anotar antes del estudio del contenido preceptivo ‘Consticucién de 1980 y de su aplicacién hasta hoy. i se a las reglas transitorias de la Constitucién de by oe lugar, wait de octubre y el 22 de noviembre ‘mismo afio, respectivamente, las elecciones para Presi- Ye la Reptblica y para las Cémaras legislativas, triun- on aquéllas Emiliano Figueroa Latrain, quien se fara ya como Vicepresidente, en 1910, con ocasion Suesivo fallecimiento de Pedro Montt y de su Ministro Ruinterior, Elias Fernéndez Albano. La victoria del sefior oa fue holgada; de 302.142 inscritos, y concurriendo a Mcnas 260.865 ciudadanos, 186.187 sufragaron por él, en Hio'74.091 lo hicieron por el doctor José Santos Salas, Al jgreso Ilegaron, entre tanto, 9 senadores y 28 diputados ervadores, 11 senadores y 30 diputados liberalgs, 3 sena- jores:y nueve diputados de la Unién Social Republicana, 6 Bhadores y 15 diputados del Partido Liberal Democrativy, 12 Menadores y 41 diputados del Partido Radical y 4 senadores y ‘@idiputados del Partido Pega i ae Sick] sefior Figueroa incluyé en su primer gabinete, in diiele carrera de Guerra, al coronel Cars Ibdfiez del Campo, {més vigoroso impulsor de la revolucién militar del afio pre- “eedente. Los conflictos surgieron entre dicho militar y el Mi- ‘histro del Interior, Manuel Rivas Vicufia, y ellos provocaron la senuncia de éste y la designacién en su reemplazo del propio © sefior Ibafiez. El rechazo, por el presidente de Ja Corte Suprema, Javier ‘Angel Figueroa Larrain —hermano del Jefe del Estado-, de un decreto de declaracién de vacancia dé cuatro Ministros de la Corte Suprema, lev6 al Presidente de la Reptiblica a alejarse del cargo, renunciando a él con Ia aceptaci6n del Congreso, y al sefior Ibdiiez a asumir la Vicepresidencia. Este decidié luego la destitucién de Javier Angel Figueroa y nombré después cin- co Ministros del Tribunal Supremo. . ‘Actuando como Vicepresidente, el coronel Ibéfiez convocé a clecciones presidenciales, que tuvieron lugar el 22 de mayo de 1927; en ellas recibi6 228.572 sufragios de un total de 302.212 inscritos. El 21 de junio de 1927 asumié Ibafiez como titular Ja se ‘TRATADO DE DERECHO CONSTTTUGIONAL Jefatura de Estado, y habria de ejercerla hasta el 23 de julio de 1931. 64. La primera administracién del sefior Ibafiez, que hubo de enfrentarse al Parlamento elegido en 1925, no puede, a nuestro Juicio, Hegar a calificarse como una expresién de “La tiranfa en Chile”, segiin lo sostuviera la apasionada pluma de Carlos Vicuiia Fuentes en obra que lleva ese titulo (Editorial Aconcagua, San- tiago, s/a, 454 pags.). Aunque revestida su actuacién de forma dades constitucionales, su desempeiio merece indiscutiblemente definirse por lo menos como autoritarismo personalista. Su p riodo no puede, en efecto, juzgarse, no obstante esa aparienci como época en que se viviera realmente el sistema consagrado en la Ley Fundamental, pues hubo falta de efectivo imperio de las libertades pitblicas, especialmente de las referidas a la segur- dad personal y a la difusiGn del pensamiento politico; atropellos ala independencia del Poder Judicial y a los privilegios parla- mentarios; aprobacién de leyes amplisimas de delegacién, suc vamemte obtenidas bajo la presion de tal clima ciudadano; omision de la eleccién popular de diputados y senadores, ete. Esta ultima anormalidad se gest6 con motivo de que, al acercarse la fecha en que correspondia la renovacién parla- mentaria de 1930, el Presidente favorecié el consenso de las directivas politicas para hacer aplicable, en todas las circuns- cripciones electorales del pais, la norma excepcional, contem- plada en la ley respectiva, segiin la cual se hacia innecesario el acto electoral en aquella circunscripci6n en que oportunamen- te s6lo se presentara, para optar a los cargos parlamentarios correspondientes, un niimero de candidatos igual al de pues- 08 por Jlenar. Tal ¢s lo que se ha conocido como el “Congreso ‘Termal”, en atencién a que el nombre de los candidatos se determiné en conversaciones mantenidas entre los partidos y el Presidente en las Termas de Chillén. As{ renovadas las Céma- ras, el sefior Ibafiez obtuvo de ellas una ley delegatoria tan amplia (N* 4.948) que le permiticra dictar “todas las disposi- ciones legales de caracter administrativo y econémico que ex giera la buena marcha del Estado”. Lo dicho basta para poner de relieve que el marco institu. ional oficialmente en pie no importa en el fondo un gobierno segiin la Carta, sino atenido al capricho 0, por lo menos, al ANTECEDENTES 98 | personalismo del jefe castrense encumbrado por so audacia G5 otdca al slo presencia cess que se tito a fundadas criticas suscitadas por los excesos que June nen el ejercicio del poder, se ha tendido también a observer a la inversa, por otra parte, en esta primera gestion Uienor Ibdtez (1927-1981), importantes logros, como por emplo: acertadas medidas de organizacion administrativ; cree gn de la Contraloria General de la Republica, del Cuerpo de Gorabineros de Chile, de la Caja de Crédito Minero, del Insti- Gio de Crédito Industrial, etc.; ejecucién de numerosas ¢ im- vontantes obras publicas; bisqueda de solucién al problema de frentonces nuestra principal industria minera mediante la for- a on de la Compaia de Salitre de Chile, COSACH y reforma ea ‘cacional, principalmente a través del establecimiento de la Direccién General de Educacién Secundaria y de la dictacién. del Estatuto Universitario de 1931. "EJ esfuerzo mds trascendental y valioso, cuyo resultado se yincula con justicia al Presidente Ibéfiez y a su Ministro i Relaciones Exteriores Conrado Rios Gallardo, fue, sin duda, gelebracidn y ratificacién del Tratado con el Pert de 1929, que definié el problema Tacna-Arica, dejando a ésta en la sobera- nfa de Chile y a aquélla en la del Pera. - El grado de apoyo ciudadano a la gestién del sefior Ihaiiez disminuy6 ostensiblemente como consecuencia, de la crisis eco- némica mundial que estallara en Estados Unidos en 1929, y cuyas repercusiones se hicieron sentir fuertemente en nuestro pais, sobre todo en raz6n de la necesidad de pagar la cuantiosa deuda contrafda para financiar las inversiones en obras puiblicas yotrs progresos que se introdujeron en el pertodo. La criss fue tan profunda que caus6 la decisién del Primer Mandatario de reconocerse impedido para ejercer st cargo, circunstancia que, unida a la de no existir en funciones ningiin Ministro de Estado, llev6 a asumir, en calidad de Vicepresidente, a Pedro Opaso Letelier, que encabezaba el Senado, quien designé Ministro del Interior a Juan Esteban Montero Rodriguez; éste a su vez, al dia siguiente, “por estimarlo conveniente a Jos intereses puiblicos”, ‘transmitié el mando al sefior Montero. lamé a i6 sidencial des- 65. Juan Esteban Montero Iam6 a eleccién presiden s | pués de que el Congreso declarara que el seiior Ibiifiez habfa # ‘TRATADO DE DERECHO CONSTITUGIONAL abandonado el territorio nacional antes de obtener permiso para hacerlo. Es pertinente recordar que, ausente ya del pats, el ex Presi dente fue acusado de abuso de poder, por delito previsto en las normas constitucionales, al ausentarse sin Ja autorizacién exigi- da, presenténdose la acusacién por la Camara de Diputados ante el Senado, corporacién que lo declaré culpable, por 8 votos contra 1, el 26 de octubre de 1981. Al surgir como vigorosa expresin de la opinién nacional, se impuso la candidanura del propio Vicepresidente, seiior Mon- tero, quien se alejé transitoriamente de su funcién con el fin de no estar en su ejercicio durante el proceso electoral, y pas6 entonces a actuar como tal su Ministro del Interior, Manuel ‘Trucco Franzani. La victoria del sefior Montero fue indiscuti- ble; el 4 de octubre, participando 285.810 ciudadanos de un total de 388,959 habilitados para votar, 182.17 se pronuncia- ron en sti favor y 99.075 lo hicieron por el ex Presidente Artu- ro Alessandri Palma, 66. Las graves dificultades econémicas y financieras, la accién proselitista de partidarios de los ex gobernantes Alessandri e Ibafiez y la agitacién impulsada por grupos militares ansiosos de recuperar el poder, convergieron pronto a fortalecer la opo- sicién al sefior Montero, a preparar el ambiente que condujo a derrocar al gobernante legitimo y a abrir, el 4 de junio de 1982, el perfodo de anarquia institucional que caus6 la solu- cién de continuidad en a observancia de la Constitucién de 1925, tan dudosa y frégilmente mantenida, por otra parte, has- ta la citada fecha. Se sucedieron, dentro de tan breve y lamen- table lapso, diversas Juntas de Gobierno, compuestas de militares y civiles, y se proclamé la “Reptiblica Socialista”, que pas6 a presidir Carlos Davila Espinoza. ‘Terminé esta interrupcién del proceso constitucional cuan- do, el 2 de octubre de 1932, el general Bartolomé Blanche resolvié dar paso a la restauracién de la normalidad institucio- nal, delegando el mando en el Presidente de la Corte Suprema de Justicia, Abraham Oyanedel Urrutia. Fue éste quien convo- 6 a elecciones generales, presidencial y parlamentarias, el 30 de octubre de 1932, que permiticron exaltar a la Jefatura del ANTECEDUNTES %s pas ro Alessandri Palma. Desde el 24 de diciembre de ga sa éste asumié la Presidencia de la Reptiblica, la cree om fa Primera Magistratura de siete gobernantes se suc en perfecta normalidad institucional hasta que asumi6 : Sader “Allende Gossens, el 3 de noviembre de 1970. i Jble sostener, por lo dicho, que la Constitucién de Uses su plena a s6lo desde el 24 de diciembre de 1932. Dentro de los cuatro decenios que transcurrieron {esde tal Fecha hasta el 11 de septiembre de 1978, es facil di- -: forenciar etapas con caracterfsticas diversas: el segundo gobier- no del sefior Arturo Alessandri Palma (1932-1938), las gdiministraciones radicales de los Presidentes Aguirre, Rios y Gonziler. (1988-1952); el personalismo de los seftores Carlos fbfiez (1952-1958) y Jonge Alessandri (1958-1964), y, en fin, {os liderazgos ideol6gicos de Eduardo Frei Montalva (1964 1970) y de Salvador Allende (1970-1978). : No es raro que en un sistema gubernativo de supremacia piesidencial, las etapas que jalonan su, suceder se vean fuerte- frente marcadas por la particular personalidad de cada uno de los Jefes de Estado, tanto més si se considera que quienes ocu- paron ese alto cargo entre nosotros muestran perfiles aguzados ‘¢ inconfundibles. Un caudillo militar, orgulloso primero de mostrarse como taly luego, sin olvidarse de su indole, decidido a dominar sus tendencias autocraticas profundas, para probarse capaz, un cuar to de siglo més tarde, de resistir la tentacién de asestar un nuevo golpe al sistema democratico; cinco politicos que hicie- ron su carrera civica como tales y no la negaron, abogados todos ellos; un ingeniero que, no obstante haber vivido tam- bién intensamente el ajetreo ciudadano y desempefiarse como diputado, senador y Ministro de Estado sostiene, sin embargo, con convencida elocuencia, no ser politico ni abrigar ambicion de mando; un médico, en fin, que no ejercié su profesin, aunque se habia preocupado por los asuntos de salud publica, y que unié a su notoria ambicién politica el propésito de llevar a Chile al marxismo a través del sufragio popular, ocuparon la direccién del pafs durante el perfodo de plena vigencia de la Carta de 1925. E k E 9% TTRATADO DE DEREGHO CONSIITUCIONAL ANTECEDENTES o” 68. El escrutinio de las elecciones del 30 de octubre de 1932, presididas, como dijimos, por el sefior Oyanedel, arrojé el guiente resultado: Arturo Alessandri Palma. Marmaduque Grove Hector Rodriguez de la Sotta 47.207 (13,72%) 187.914 (54,64%) 60.856 (17,69%) Enrique Zafiartu Prieto 42.885 (12.47%) Elfas Lafferte Gavifio 4.128 (1,20%) Nulos y blancos 902 (0,28%) Total votantes 343,892 a No votaron 85.880 ‘Total inscritos 429.772 En la eleccién general parlamentaria de ese mismo dfa, los ‘ciudadanos aparecieron divididos en numerosas corrientes, re- cibiendo el mayor apoyo el Partido Radical (18,2%), que alcan- 26 34 diputados; el Gonservador (16,99%), que obtuvo el mismo niimero; y el Liberal, que, sumando sus cuatro denominacio- nes, consiguié 37 (18,6%). Arturo Alessandri Palma fue el primer Jefe de Estado que, bajo el imperio de la Carta de 1925, cumplié integramente su perfodo, Inicié ésta su segunda administracién con gran fervor Patridtico y deseoso de demostrar la solidez del edificio institu- cional que é1 mismo diseiiara. El sefior Alessandri desarrollé una vigorosa actividad admi- nistrativa, traducida en la estabilidad de los integrantes de su Gabinete, principalmente expresada a través de la continuidad en la Cancillerfa de Miguel Gruchaga Tocornal, en la direccién financiera confiada seguidamente por mds de cuatro afios a Gustavo Ross Santa Maria, y en la Defensa Nacional entregada a Emilio Bello Codecido, quien se mantuvo ininterrumpida- mente en esa cartera a lo largo de todo el perfodo. Durante el quinquenio del sefior Alessandri repercutieron profundamente en la politica chilena los factores derivados de Ja lucha entre los imperialismos internacionales, cuando, por una parte, se extendia el fascismo en Italia y Hider se hacfa omnipotente en Alemania, y, por otra, Stalin fomentaba la di- fusién del sovietismo y estimulaba, como instrumento para in- troducirlo, la formacién de “frentes populares”, estrategia que alcanz6 particular repercusién en Francia. ‘La agitaci6n proveniente de las causas citadas, que se proyec taba especialmente en los sectores juveniles, explica que el Presi- dente recurriera reiteradamente a la declaracin de estado de sitio y al requerimiento y aplicaci6n de la ley especial de restric- ‘ibn de las libertades piiblicas, permitida desde 1874 por la Car- ta Politica (art. 44 N* 13). Como consecuencia del clima social, se gener6 Ia iniciativa y aprobacién de la Ley N® 6.026, de 1936, sobre Seguridad Interior del Estado, que configuré varias for- mas delictivas vinculadas a actitudes de conmocién interna. En su afén de fortalecer la resistencia civil, no puede extra iar que el sefior Alessandri mirara con simpatia la organiza- cién disciplinada de ciudadanos, creada espontineamente durante la llamada Reptiblica Socialista, como reacci6n al pre- dominio militar, con el nombre de “Milicia Republicana’”, a la {que llegé incluso a proporcionar algiin armamento del Estado. Las resistencias que, como es Iégico, provocara en el seno de las Fuerzas Armadas la existencia de tal cuerpo, lev6 al Presi- dente: recomendar y obtener su disolucién, que ocurrié den- tro de su mismo periodo. Entre las reformas aprobadas a lo largo de la gestién en anilisis, se impone anotar Ia dictacién de la Ley N®5.357, de 15 de enero de 1934, que otorgé el sufragio a la mujer en las elecciones municipales; la soucién del problema salitrero, me- diante la Ley N¢ 5.384, también de ese afio, que creé la Corpo- racién de Ventas de Salitre y Yodo de Chile (COVENSA), a la que se confié el monopolio estatal de la comercializacién del producto; y el establecimiento del régimen de Medicina Pre- -ventiva por la Ley N? 6.174, de 9 de febrero de 1938. En las elecciones de 1987, que reflejaron un pluralismo partidista menos pronunciado, el Partido Conservador, con el 21,8% de los votos, eligi6 35 diputados; el Liberal, con el 20,8%, resultado de la unidad recién lograda de sus diversas corrien- tes, hizo triunfar el mismo ntimero.de representantes en la CAmara; el Radical, que alcanz6 el 18,7% del electorado, consi- guid 29 diputados, y, en fin, el Partido Socialista, con el 11,2% de los votos, logrs 19. El sefior Alessandri recibié el apoyo de radicales, conserva- dores y liberales, colectividades que se reorganizaron y recupe- 8 ‘TRATADO DE DERECHO CONSTTTUCIONAL. raron parcialmente Ja influencia perdida por la ineficacia exhi- bida al enfrentarse al caudillismo militar. La proliferacién atin excesiva de partidos politicos y los extremos del periodismo sensacionalista manifestaban, por una parte, la amplitud de la libertad ciudadana de que efectivamente se gozaba, pero exhi- ‘ian, por otra, la debilidad e indisciplina ciudadanas. El panorama civico cambié profundamente desde que se retiraron del Gabinete los Ministros radicales, en el otono de 1937, cuando la colectividad a que pertenecfa el Presidente decidié integrar el Frente Popular junto a socialistas y comu- nistas, al tiempo que resonaban vivamente en Chile las agita- ciones que conmovian al mundo. ‘Comprendiendo la opinién publica que el Primer Manda- tario se inclinaba a favorecer, para su sucesién en el mando, a Gustavo Ross Santa Marfa, surgicron serias resistencias en algu- nos sectores, € incluso al interior de la tienda conservadora, dentro de la que actuaba un grupo juvenil con el nombre de Falange; éste expres6 enérgicamente su desacuerdo con la pos- tulacion del senor Ross y s¢ separo del partido que lo cobijaba desde que éste se pronuncié oficialmente por la candidanura del Ministro de Hacienda. Contamos la historia de este conflic- to en: Una experiencia social cristiana, Editorial del Pacifico, 1949. Al final del periodo la lucha politica adquirié inusitada violencia. El Partido Socialista se habia unificado desde 1933. Habja surgido el Movimiento Nacional Socialista, liderado por Jorge Gonzalez von Marées. En 1938 se levant6 nuevamente la ‘candidatura presidencial del general Carlos Ibafiez del Campo, sostenida por una combinacién denominada “Alianza Popu- lar’, en Ia que participaban nacionalsocialistas, ibaiiistas ¢ in- dependientes. EI 5 de septiembre de 1938 el pais observaba aténito el sacrificio de sesenta y un j6venes nacionalsocialistas, quienes, al ocupar Ia casa central de la Universidad de Chile y ya rendi- dos, fueron conducidos al edificio de la Caja de Seguro Obre- 10, Moneda esquina de Morandé, y luego ultimados sin piedad. La forma de condenacién expresada por el Presidente Alessan- dri de un complot que comprometia el destino de su gestién presidencial y arriesgaba la pérdida del Estado de Derecho ~al ser traducida en palabras imprudentes (“fusilenlos a todos”), propias de su cardcter vivo-, llevé a los jefes de Carabineros, ANTHCEDENTES 9° que perdieron cl control de la situacién, a esa innecesaria ¢ jaconcebible inmolacién, ante la cual el Jefe de Estado asumié laplena responsabilidad. La tragedia del 5 de septiembre provocé el retiro de la candidatura presidencial del general Ibajiez y el fortalecimien- to de la postulaci6n del abanderado del Frente Popular, sefior Pedro Aguirre Cerda. ‘Las elecciones se celebraron el 25 de octubre de 1938 y el siguiente fue el recuento de los votos: Pedro Aguirre Cerda 222.720 (50,26%) Gustavo Ross Santa Maria 218.609 (49,33%) Carlos Ibaiiez del Campo 112 (002%) Nulos y blancos 2.447 (039%) ~~ Total votantes 443.898 No votaron 59.973 ‘Total de inscritos 503.871 69. La estrechez del triunfo del sefior Aguirre Cerda explica que los partidarios de Gustavo Ross se vieran tentados a impug- nar su resultado, pero, en definitiva, en parte como efecto del contenido de documentos emanados de las jefaturas del Ejérci- to y Carabineros, que se adelantaron a admitir el triunfo de su ‘oponente, retiré el sefior Ross la reclamacién que habia alcan- zado a presentar ante el Tribunal Calificador de Elecciones. Con la exaltacién al solio presidencial de Pedro Aguirre Gerda, inspirado bajo el lema de “Gobernar es educar”, el que traté de concretar en su administracién, comenz6 un periodo de catoxce afios en el que el eje del combate civico se centré en el Partido Radical, al cual pertenecian no solo el sefior Aguirre, sino que sus dos sucesores. En Ja gestién gubernativa se puso constantemente a prueba Ia disciplina de dicha tienda politica, y su falta de solidez repercutié de modo importante en.el desempeiio de sus tres intérpretes La tarea que se abria al sefior Aguirre Cerda era ardua. Obligado a entenderse con Cémaras hostiles, se veia apoyado por una combinacién heterogénea, dentro de la cual, no obs- tante las vivas rivalidades surgidas entre socialistas y comunis- 200 tas, el Partido Radical no conformaba tampoco por su lado un sostén s6lido y compacto en auxilio del Presidente, en razén de sus disensiones internas, que dificultaban enormemente la eficacia de las directivas del Primer Mandatario. Mantuvo éste, sin embargo, la vigencia de las garantias ciudadanas, sin que debiera siquiera recurrir a los resortes de emergencia constitu. cional de restriccién a las libertades piiblicas, logrando, por otra parte, evitar los desbordes y persecuciones que se temfan, ‘Al inicio de la administracién del sefior Aguirre Cerda, el 23 de enero de 1939, un fuerte terremoto, cuyo eje fue la ciudad de Chillén, afect6 gravemente una vasta drea de la re- gidn central del pafs. Tan infausto acontecimiento, que sélo en dicha ciudad causé la pérdida de mas de quince mil vidas, explica la aprobacién, no obstante la fuerte resistencia expre- sada en las Camara, de la Ley N° 6.834, de 29 de abril de 1939, que creé tanto Ia *Gorporacién de Reconstruccién y Auxilio”, para proveer al alivio de las consecuencias de dicha catdstrofe, como “la Corporacién de Fomento a la Produccién” (CORFO), para los objetivos de su denominacin. La Goxru Impulsaria la formacién de varias instituciones de cardcter estatal (Empresa Nacional de Electricidad, ENDESA; Industria Azucarera Nacio- nal, IANSA; Compafifa de Acero del Pacifico, CAP; Empresa Na- cional del Petréleo, ENAP; Empresa Nacional de Minera, ENAMI, etc.), y se convertiria en el poderoso instrumento que levaria adelante la politica de desarrollo industrial, a base del protec- cionismo y de la sustitucién de las importaciones, que habria de caracterizar un largo periodo de nuestra direccién econé- mica. ‘Todavia en la primera etapa de su mandato, en agosto de 1989, correspondié al sefior Aguirre Cerda dominar una sub- versién militar, encabezada por el jefe de la Segunda Division del Ejército, general Ariosto Herrera Ramirez, tentativa de revuelta que fue conocida por el nombre de su lider, “el Arios- tazo”. EI interés manifestado por el Gobierno de incorporar la regién Antartica a Ia soberania nacional, levé al Presidente a confiar al Ministerio de Relaciones Exteriores el manejo politi- co de la regién polar, mediante decretos N?1.723, de 2 de noviembre de 1940, y N* 1.747, de 6 de noviembre de ese aio, que delimitaron el territorio antartico chileno. ANTECEDENTES, 10 El fortalecimiento de la vocacién democratica y el restable- ‘imiento de mejores lazos entre civiles y militares condujeron a la dictacién de la Ley N° 6.825, de 11 de febrero de 1941, flamada Ley Olavarrfa -por el apellido del Ministro del Inte- ior que Ja promulgara-, que confié a las Fuerzas Armadas la fesponsabilidad del orden y la tranquilidad en las elecciones eiudadanas. ©. Continuaba el pluralismo de las fuerzas politicas y ellas lle- EE yaron ala Camara de Diputados, en las elecciones de marzo de "4941, a 88 parlamentarios inclinados a apoyar al Gobierno y 59 ‘ila oposicién. Entre los primeros se contaban 43 radicales, 18 socialistas, 3 falangistas y 16 comunistas, y entre los:segundos, 82 conservadores y 21 liberales. En el Senado, al renovarse los sen las circunscripciones pares, se lenaron con 5 conser ‘adores, 3 liberales, 1 agrario, 2 socialistas, 6 radicales y 8 pro- resistas (comunistas). Je Los temores de ciertos sectores eclesidsticos sobre una posi- ble persecucién a la Iglesia Catdlica se disiparon en la medida © en que ala buena intencién del Presidente se un‘a la ecudnime jentacién emanada del Arzobispo de Santiago -ms adelante primer cardenal chileno- José Marfa Caro Rodriguez, quien se hacia notar por su comprensién del problema social y demostra- ba-una sincera estimaci6n a la persona del Presidente. c” Fallecié el sefior Aguirre Cerda antes de terminar su quin- quenio, el 23 de noviembre de 1941. Desde el 10 de ese mes se habia hecho cargo del Gobierno, en raz6n de la enfermedad del Presidente, el politico radical doctor Jeronimo Méndez Aran- cibia, quien, ocurtida la muerte, llamé'a eleccién de Presiden- te para el 10 de febrero de 1942; en ella se registré el siguiente resultado: Juan Antonio Rios Morales 260.034 (55,47%) Carlos Ibafiez del Campo 204.635 (43,86%) Nulos y blancos 1.838 (0,40%) Total de votantes 466.507 No votaron, 114,979 Total inscritos 581.486 02 "TRATADO DE DERECHO CONSTITUGIONAL ANTECEDENTES 1a 70, Juan Antonio Rios conquist6, en holgada mayoria ciudada- na, el cargo largamente ambicionado, obteniendo para su pos- tulacién el apoyo no s6lo del Partido Radical y de sectores que con éste formaran el Frente Popular, sino de la Falange Nacio- nal y de diversos elementos independientes. Habiéndose en- contrado con frecuencia a lo largo de su carrera en una postura dificil ante su propio partido, el sefior Rios habia sido ibaftista y connotado por Ia energia de su combate al comunismo. Du- rante su desempeiio mostré6 descontento por la débil adhesion de su partido a su obra de gobernante y se apoy6 con terque- dad en amigos personales. Las circunstancias internacionales derivadas de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) explican que el Partido Comunista no le hiciera gran oposicién. Las elecciones parlamentarias de marzo de 1945 Hevaron al Congreso a 18 senadores y a'74 diputados simpatizantes con el Gobiemo y a 12 senadores y a 73 diputados de oposicién. Entre los partidos de Gobierno, el Radical obtuvo 7 senadores 39 diputados (20% de los votos); cl Comunista, 3 senadores y 15 diputados (10,25% de los votos), y el Socialista, 2 senadores y 6 diputados (7,18% de los votos); en la oposicién el Partido Conservador alcanz6 5 senadores y 36 diputados (23,62%), y el Liberal, 6 senadores y 31 diputados (17,91%). Las repercusiones politicas y econémicas del conflicto béli- co condujeron a la dictacién de la Ley N° 7.200, de 21 de julio de 1942, entre cuyas normas se contempl6 el otorgamiento al Presidente de diversas facultades para restringir algunas liber- tades piiblicas, previa declaracién de “Zonas de Emergencia” en determinadas partes del territorio nacional, especie de esta- do excepcional cuya constitucionalidad se discutié por no estar considerada explicitamente en Ia Carta Fundamental. EI sefior Rios, asesorado por su Ministro de Justicia Oscar Gajardo Villarroel, impuls6 vigorosamente la reforma constitu- cional contemplada en la Ley N? 7.727, de 28 de noviembre de 1943, que fortalecié sustancialmente el control del Jefe del Estado sobre el manejo financiero y econémico del pats. Mantuvo el Presidente, con el acuerdo del Senado, la neu- tralidad de Chile ante la conflagracién mundial, hasta que se vio en la necesidad de romper relaciones diplomdticas con Alemania, Italia y Jap6n, por decreto de 20 de enero de 1943, y a solicitar més adelante autorizaci6n para declarar el estado de erra al tiltimo pais, que se otorgé mediante la Ley N® 8.109, de 13-de abril de 1945, formulandose dicha declaracién por decreto de ese mismo dia. Chile formé parte de los Estados que dieron nacimiento a Ia Organizacién de las Naciones Unidas por el Pacto de San Francisco, ciudad californiana en la que se suscribié el 26 de junio de 1945. El esfuerzo tan sefialado que hiciera el Presidente Aguirre Cerda para impulsar el otorgamiento a Gabriela Mistral del Premio Nobel de Literatura, vino a tener éxito bajo la adminis- tracion Rios (en 1945). El Presidente Rios falleci6 antes de terminar su periodo, el 27 de julio de 1946, y Alfredo Duhalde Vasquez, su Ministro del Interior, que pas6 a ser Vicepresidente, convocé a eleccién para el 4 de septiembre de ese aiio. El recuento de los votos fue el siguiente: Se Gabriel Gonzélez Videla 192.207 (40,10%) Eduardo Cruz Coke Lassabe 142.441 (29,71%) Fernando Alessandri Rodriguez 131.023 (27,33%) Bernardo Ibaiiez Aguila 12.114 (2,52%) Nutos y blancos 1.525 (0,44%) Total de votantes 479.810 No votaron 151.947 ‘Total de inscritos 681.257 7, Si el sefior Rios haba aprovechado para llegar al poder la adhesién del Partido Comunista, al cual siempre combatiera, su sucesor se habia confesado, entre tanto, muy cercano a dicha tendencia a lo largo de su ruta de ascenso civico, aun después de haber visto actuar a esa colectividad en Francia como repre- sentante diplomatico chileno durante el predominio del Frente Popular en el pais galo. Parecfa asf légico cl apoyo oficial que el Partido Comunista le prestara con eficacia para acceder al po- der. Luego de tres serias postulaciones en el Congreso Pleno, por haber quedado ayuno de suficiente votacién popular, Gon- Zilez Videla fue reconocido como Presidente. En su primer Ga- binete, siendo consecuente, incluyé tres Ministros comunistas vot “TRATADO DE DERECHO GONSTITUCIONAL -en las carteras de Trabajo, Agricultura y Tierras y Coloniza- cién-, que se mantuvieron en funciones desde 1 3 de noviem- bre de 1946 al 16 de abril de 1947. Durante el resto de su administracién, se movié el Presidente con agilidad, llamando a acompaiiarlo en sus diversos gabinetes pricticamente a todos los partidos 0 facciones de partido, salvo a los comunistas, de los que pasa a convertirse en decidido y enérgico adversario. La indisciplina civica llevé al Presidente a hacer uso reitera- do de sus facultades constitucionales de declarar el estado de sitio o de requerir la dictaci6n de la ley periddica de restric~ cién de ciertas libertades prevista en la Carta. Es oportuno anotar que, principalmente impulsado por di- putados radicales, se curs6 en este perfodo la tramitacién de un amplio proyecto de reforma constitucional, dirigido preferente- mente a procurar el equilibrio entre los poderes, el cual despa- chado en la Cémara de Diputados, vino a quedar sepultado en el Senado (Tratado, edicién anterior, Tomo I, N* 396, pag. 506). La fuerza con que el sefior Gonzalez se enfrent6 a los secto- res marxistas, atribuyéndoles el origen de los desordenes popu- lares, se concret6 particularmente al propiciar y conseguir, con asentimiento del Partido Radical, la aprobacién de la llamada Ley de Defensa Permanente de la Democracia, N* 8.987, de 8 de diciembre de 1948, que modificé la Ley N® 6.026, de 1987. Se veia ya muy lejana la época en que dominara el Frente Popular, porque ahora, oficialmente, de nuevo, los liberales y conservadores habfan pasado a integrar el Gabinete. Entre las disposiciones de la Ley N* 8.987 figuraba la prohi- bicién de inscribirse en los Registros Electorales y Municipales a las personas que pertenecieran a las asociaciones, entidades, partidos, facciones 0 movimientos a que ella se referia; y la cancelacién, que ordenaba, de las inscripciones en tales regis- tros de los ciudadanos miembros del Partido Comunista de Chile y de las asociaciones, entidades, partidos, facciones 0 movimientos referidos. Las normas legales mencionadas despertaron enérgica re- sistencia no sélo en los sectores que disentfan del critetio poli tico inspirador de ellas, sino también entre quienes lo aceptaban, pero reconocian al mismo tiempo que tales normas pugnaban con la Ley Fundamental, la cual, incluso a juicio de una comi- sién de juristas designada por el propio Partido Conservador, ANTECEDENTES 105 debia ser previamente modificada, a fin de hacer posible incor: porar otros motivos que los indicados cn la letra vigente de la Constitucién para adquirir, suspender o privar de Ia ciudada- nfa. Asi, pues, dentro de Ja tienda conservadora, aun estando de acuerdo en llegar a la meta propuesia, rechazaron en este punto sustancial fa ley, por estimar que requerfa previa refor- ‘ma constitucional, entre los miembros de la referida comisi6n, los sefiores Carlos Estévez, Rafael Moreno, Victor Delpiano y ‘Marcos Silva Bascufidn, al paso que, ademas, por aspectos doc- trinarios sustanciales, la rebatieron los senadores Horacio Walker y Eduardo Cruz Coke, sin contar, por supuesto, en fin, con Ja vigorosa impugnacién que provino de las colectividades parti- distas entonces en la oposicién, principalmente del diputado falangista Radomiro Tomic Romero, En las elecciones parlamentarias de marzo de 1949 el Parti- do Radical Hev6 a la Camara 34 diputados, el Conservador 31, el Liberal 33 y el Agrario Laborista 14. En el sexenio de Gonzélez Videla se desarroll6 un impor- tante estuerzo destinado a mejorar el estatuto juridico de la mujer, traducido, entre otras iniciativas, en Ia promulgacién de la Ley N? 9.292, de 8 de enero de 1949, que le dio plenitud de derechos politicos. Sfmbolo de tal tendencia fue la designacién de la sefiora Adriana Olguin de Baltra, distinguida abogada, como Ministro de Justicia, el 29 de julio de 1952, primera mujer que en nuestro pafs Hegara a integrar el Gabinete. El 4 de septiembre de 1952 se efectué la eleccién general presidencial, distribuyéndose los votos de la siguiente forma: Carlos Ibéfiez del Campo 444.439 (46,64%) Arturo Matte Larrain 265.357 (27,72%) Pedro Enrique Alfonso 190.360 (19,88%) Salvador Allende 51975 (5.48%) Nulos y blancos 2971 (0,88%) Total votantes "955.102 No votaron 149.927 Total inscritos 1.108.029 108 ‘TRATADO DE.DERECHO CONSTITUGIONAL 72, Si esta vez el general Ibafiez no consiguié su titulo directa. mente de las urnas, en un ¢lectorado dividido en cuatro blo- ques de magnitud equiparable, logré una impresionante delantera respecto de los demas postulantes. Sus adherentes provenfan de variados grupos, coordinados fugazmente por las ‘exigencias de la misma campaiia, pero incapaces de dar susten- to sdlido al ejercicio del mando. El ibaiiismo nunca fue un partido politico, sino mas bien un movimiento de opini6n in- ‘orgénico, constituido, en grado apreciable, por elementos in- dependientes, ello sin desconocer la firme adhesin que obtavo también del Partido Agrario Laborista. Las Cémaras, formadas en su mayorfa por parlamentarios afiliados a las colectividades mejor organizadas adversas al Pre~ sidente, le concedieron, sin embargo, en febrero de 1953, una ley de delegacién que le otorgaba durante un afio facultades bastante amplias (Ley N* 11.151). La renovacién del Parlamento, en marzo de ese mismo afio, efectuada bajo el lema “Un Congreso para Ibaiiez", re- gistr6 el crecimiento de las fuerzas que lo respaldaban, pero no aleanzaron éstas a conformar una combinacién compacta y disciplinada. La notable division que expresé esta consulta electoral, en la que se manifestaba la maxima dispersién par- tidista, Iev6 a la Camara de Diputados, por una parte, a 16 conservadores tradicionalistas junto a 2 socialcristianos y a 23 liberales; por otra, al Partido Radical con 19, a la Falange con 8, al Partido Socialista Popular con 19, al Agrario Laborista con 26 ya otros 25 provenientes de numerosos grupos ibaiiis- tas. Si a esa circunstancia se agrega una discontinuidad y va- riacién asombrosa del equipo gobernante, principalmente en el propio gabinete ministerial ~cuyos personeros se desplaza- ban con vertiginosa rapidez, sin mds norte aparente que el capricho del Primer Mandatario, complacido con la exalta- ci6n y luego fiicilmente resignado a la desaparicién de figu- ras, muchas de ellas'de segundo orden-, se explica el clima de desorientacién ¢ incertidumbre que reinaba en el ambien: te nacional. El sefior Ibéiiez reflejaba en el mando la fideli- dad o el cambio de sus afectos personales hacia parientes 0 amigos. Los partidos politicos mds antiguos o mejor discipli- nados se mantenfan constantemente alejados del Presidente y no conté asi éste en ningiin momento de su sexenio con la asreczoENTES 107 ‘adhesin oficial de los Partidos Radical, Liberal, Conservador o Falangista. En su Mensaje del 21 de mayo de 1954, el Presidente hizo wnotar la conveniencia de proceder a una amplia reforma de la Ley Fundamental; encargé a su Ministro de Justicia la forma- cién-de una comisién de juristas destinada a concretarla, la cual Iegé a terminar sus labores; resumié en el Mensaje de 1958 los cambios que propiciaba; en definitiva, sin embargo, ‘nd envi6 el proyecto pertinente al Congreso. Nos remitimos ara mayores detalles de esta iniciativa a la primera edicién, en 1968, de este Tratado (Tomo I, N* 896, pag. 506). 1m las filas del Ejército y de Ia Aviacién de produjeron movimientos conspirativos con pretextos de ayudar al Presi- dente, organizéndose al efecto la asociacién conocida como la #Linea Recta’. La Corte Marcial, en sentencia de 18 de abril de 1956, dictada en el proceso seguido en contra del general Ra- mén Salinas y otros, estableciendo el hecho de la formaci6n de tal movimiento, con finalidades politicas, sociales y econémicas sintegrado por oficiales de dichas ramas castrenses-, declaro que la mera existencia de tal agrupacién importaba la infrac- ‘cién de diversos deberes militares (ver Tomo III del Tratado, N® 370, pags. 346-347). La intensidad de la oposicién hecha al Presidente Ibafiez se expres6 de modo elocuente en la apasionada acusacién que, aduciendo numerosas causales, se presenté a la Cémara de Diputados; ella fue rechazada el 6 de diciembre de 1956 por 30 yotos a favor, 48 en contra y 37 abstenciones. En las elecciones parlamentarias de marzo de 1957 triunfa- ron, entre los 143 elegidos, 10 diputados del Partido Agrario Laborista, 20 del Conservador Unido, 8 del Conservador, 17 de la Falange, 30 del Liberal, 36 del Radical, 5 del Democrético y 7 del Nacional. Una caracteristica de Ja etapa final de la administracién Ibdfiez fue la constante desvalorizacién monetaria. Tratando de ordenar las finanzas, se contraté a los técnicos norteameri- canos que realizaron la Misién Klein-Sacks, Las medidas adop- tadas por insinuacién de dichos especialistas generaron um fuerte movimiento popular adverso, que culminé en cruentos des6r- denes el 2 de abril de 1957, de los que fue importante protago- nista la Gentral Unica de Trabajadores (CUT), liderada por 108 “TRATADO DE DEREGHO CONSTTTUCIONAL Clotario Blest, organizacién que habfa sido creada en 1953, Con motivo del clima de violencia reinante, el Gobierno acu- dié ala ayuda del Ejército, hubo de decretar el estado de sitio y consiguié del Congreso el otorgamiento de la ley de faculta- ‘des especiales. La unién de la Falange Nacional con el Partido Conservador Socialcristiano dio origen, poco después de la revuelta del 2 de abril, a la formaci6n del Partido Demécrata Cristiano. ‘Al final de su mandato, la estructuracién de un bloque parla- mentario favorable al Gobierno permitié la derogacién de la Ley de Defensa de la Democracia y su sustitucién por la Ley NP 12,997, de 6 de agosto de 1958 ~exenta de los reparos formu- Iados a aquélla-, ¢ importantes reformas en el régimen de ins- cripcién electoral y en el de elecciones (Ley N® 12.889, de 31 de mayo de 1958), imponiéndose en ésta la cédula tinica oficial, que reemplazé la confeccionada por los mismos partidos o can- didatos, modalidad que se prestaba a graves irregularidades. Debe anotarse que durante la segunda administracién de Ibafiez se gestaron dos reformas constitucionales dispuestas, respectivamente, por la Ley N° 12.548, de 23 de septiembre de 1957, que dio base constitucional al tratado con Espafia sobre doble nacionalidad, y por la Ley N? 13.296, que lleg6 a pro- mulgarse el 2 de marzo de 1959, firmada ya por Jorge Alessan- dri, referida a la duracién del plaro de los regidores. Elrecuento de la elecci6n presidencial del 4 de septiembre de 1958 fue el siguiente: ‘Jorge Alessandri 380,909 (31,18%) ‘Salvador Allende 356.493 (28,51%) Eduardo Frei 255.769 (20,45%) Luis Bossay 192.077 (18,86%) Antonio Zamorano 41.304 (3,30%) Nulos y Blancos 14.798 (1,20%) Total votantes 1.250.360 No votaron 247.552 Total inscritos 1.497.902 ANTEGEDENTES 108 ‘73, La campaiia presidencial de 1958 se desarroll6 mantenién- dose la polarizacién cuadripartita que ya se hizo notar, aunque cen ella se registr6 la disminucin pronunciada de Ja fuerza del radicalismo. Se explica ast que el Congreso Pleno confiriera el bastén del mando a quien conquistara apenas el 31% de los, vyotos vilidos. Apoyado oficialmente en Jas urnas por los Partidos Liberal y Conservador, Jorge Alessandri Rodriguez ~hijo del ex Presi- dente Arturo Alessandri Palma- reiteré en todo momento su falta de aficién y de ambicién politicas, y subrayé la indepen- dencia de todos los partidos con que actuaba. Formé, no obs- tante, su equipo ministerial con personeros de las colectividades partidistas que le exaltaron al mando, con prestigiosos técnicos ¢ independientes, y, mds adelante, desde 1961, con dirigentes del Partido Radical. Goberné el sefior Alessandri Rodriguez sin recurrir a decla- raciones de estado de sitio ni a impetrar la concesi6n de Ia ley de facultades especiales, ello aun cuando le correspondié re~ solver situaciones dificiles, como las consecuencias del fuerte tefremoto ocurrido en mayo de 1960, que afect6 gravemente a una amplia regién del pais, particularmente a Valdivia. Su buen entendimiento con el Parlamento le permiti6 ser favorecido al comienzo de su periodo con el otorgamiento de una ley de facultades extraordinarias, que le proporcioné amplias atribu- ciones respecto de numerosas materias administrativas (Ley 1N? 13.305, de 6 de abril de 1959). Aplicando este sustancioso cuerpo autorizante, se dict6, entre muchos otros, el D.EL. N® 2, tédavia vigente, que dio facilidades a la construccién de vivien- das econdémicas. Contribuy6 a los avances progresistas de su gestin la forma en que se levaron las relaciones entre el Presidente y el Parti- do Comunista, el cual, siguiendo su estrategia, no consideré necesario enfrentarse directamente al Primer Mandatario. El sefior Alessandri, no obstante su preferente preocupa- cién por ef manejo interno del pais, se vio impelido a pronun- ciarse sobre importantes cuestiones internacionales que inquietaban al continente. La revolucién cubana, de fines de 1958, provocé Ia V Reunién de Cancilleres de la Organizacién de Estados Americanos (GEA), inaugurada en Chile el 12 de agosto de 1959, en la que el Jefe del Estado afirmé la solidari- no ‘TRATADO DE DERECHO CONSTITUGIONAL, dad del pais ante los problemas por ella creados, pero no favo- recié el rompimiento de las relaciones diplométicas con aquel pais. En dicha reunién, a la que concurrié como Canciller German Vergara Donoso, se adoptaron acuerdos sobre defensa de la democracia, concepto éste tiltimo que se definié en esa oportunidad de modo explicito. EI Presidente de Estados Unidos de Norteamérica, John Kennedy, impuls6 la “Alianza para el Progreso”, a partir de la Carta de Punta del Este, de agosto de 1961, inspirada en la idea central de que el crecimiento econémico, la igualdad so- cial, la estabilidad politica y la democracia constitucional de- bian ser, simulténeamente, promovidos en Latinoamérica. Sélo sobre tales bases se fortaleceria, segdin la Alianza, Ia postura de Estados Unidos en su combate a la Unién Soviética, en aquella época cumbre de Ia “guerra fria” entre ambos imperialismos. Alessandri impuls6 varias reformas, entre ellas Ja agraria, aco- giendo en parte el espiritu de la Alianza para el Progreso (Re- forma constitucional, Ley N* 15.295, de 1963). Las elecciones parlamentanas de 1961 Mevaron al Partido Demécrata Cristiano a conquistar 28 diputados, al Conservador 17, al Radical $9, al Comunista 16, al Liberal 28, al Democratico ‘Nacional 12 y al Socialista 12. Los 147 cargos se distribuyeron entre 7 colectividades, lo que exhibié una clara tendencia a la concentraci6n de las fuerzas politicas. La administracién del sefior Alessandri se vio absorbida por la inquietud en el manejo econémico. Las alteraciones del cam- bio internacional, mantenido invariable durante tres afios y que sufriera luego caida stibita y espectacular, quebranté la politica de estabilidad de precios que él estimaba esencial en su gesti6n, y a la que contribuyera una disciplina notable de los sectorés asalariados, cuyas remuneraciones quedaron legalmente blogiieadas tras ese objetivo. Mientras en los cuatro primeros aiios del sexenio logré mantener la inflacién en cifras inferio- res'al 10%, en eliltimo ésta registt6 el 38,5%. Los efectos de Ja-desvalorizacién monetaria crearon un ambiente de descon- tento que afecté el prestigio del Presidente. ‘74, En los mensajes anuales del Presidente al Parlamento, en- viados en cuimplimiento de su obligacién constitucional, fue poniendo de manifiesto aquél la necesidad de reformar el sis- ANTEGEDENTES m tema gubernativo y de acoger, para ello, los cambios constitu- cionales que insinuaba. La proposicién fue wraducida en inicia- tiva formal mediante mensaje dirigido al Congreso el 7 de julio de 1964, iniciativa cuya aprobacién no impuls6, sin embargo, explicando al efecto: “No tendré el honor de ser yo quien dé a Chile la reforma constitucional que se requiere como elemen- to fundamental para acelerar su progreso y satisfacer las legiti- mas aspiraciones de los mas humildes, pero me quedara la jnmensa satisfaccién de haber formado una sélida e irresistible conciencia nacional sobre esa necesidad, en forma que mu- chos:que hasta hace poco rasgaban sus vestiduras en presencia de mis declaraciones, ante el peso de esa opinién, empezaron a hablar timidamente al principio, para hacerlo hoy dia sobre algunos aspectos de ella en forma abierta, dejando de mano Jos duros ataques de que me hicieron victima”. El Presidente, a través de su Ministro de Justicia, Enrique Ortézar Escobar, procuré difundir los aspectos fundamentales dela reforma propuesta, exponiéndola en seminario dirigido por el protesor de Derecho Constitucional Jorge Guzman Di- nator o en conversaciones televisivas (Nueva sociedad. Vieja Cons- titucién, Orbe, 1964, 260 pags.). La amplitud de los cambios sugeridos explica que incidieran en numerosos preceptos de la Carta. 'En diversas e importantes materias, la sustancia de las re- comendaciones del Presidente coincidfa con proposiciones que habria de hacer suyas, a su turno, el Presidente Frei al comienzo de su mandaio, y que se acogerfan después en la Constitucién de 1980. Puede decirse que los cambios pedidos buscaban limitar el derecho a huelga y dar paso al arbitraje de tribunales especiales para la solucién de los conflictos del trabajo; introducir en la Carta el principio de la irretroactivi- dad de la ley; alterar las normas sobre incompatibilidades, incapacidades ¢ inhabilidades parlamentarias, para afirmar la separacién en el ejercicio de tal funcién de las actividades de la administracién publica y del sector econémico privado; res- tringir el alcance de la inviolabilidad parlamentaria; introdu- cir el cuociente nacional como base de la integracién de la ‘Cémara de Diputados; incorporar al Senado a 30 miembros elegidos por votacién directa en colegio tinico, a los ex Presi- dentes de la Repiiblica y a otros 14 miembros que contaran ne. “TRATADO DE DERECHO CONSTITUCIONAL, ANTECEDENTES, us con determinadas calidades; incrementar las materias reserva- das a Ia iniciativa legislativa exclusiva del Presidente de la Re- piiblica; posibilitar la dictacién de leyes de delegaci6n; autorizar al Presidente de la Repdblica para convocar a plebiscito frente a discrepancias con las Camaras en asuntos legislativos; perfec- cionar las reglas relativas a las legislaturas; permitir al Presiden- te la disolucién del Congreso Nacional una vez dentro del perfodo; extender Ia facultad de la Corte Suprema relacionada con la inconstitucionalidad legal, tanto en raz6n de la forma de su generacin como de su contenido, requerible a peticion de cualquier ciudadano y en términos que, al pronunciarse Ia inconstitucionalidad del precepto cuestionado, produjera la de- claracién efectos generales desde la publicacién de la senten- cia; elevar el quérum para la aprobacién de reformas constitucionales que se refirieran al régimen democratico re- presentativo o a las garantias constitucionales, 75. La proximidad de la jornada electoral, en la que corres- pondia reemplazar al sefior Alessandri, centro la preocupacion Giudadana en la selecci6n de los postulantes a recoger su suce- sidn, Salvador Allende no oculté su deseo de participar una vez més en la competencia. Parecfa claro que el Partido Demécra- ta Cristiano insistiria en presentar, por segunda vez, a Eduardo Frei Montalva. Como consecuencia de la ya observada division tripartita que demostraba entonces la opinién nacional, y del temor con que la derecha liberal-conservadora y la mayorfa del radicalismo observaban una eventual victoria del socialismo marxista, se explican las vacilaciones observadas en ambos sec- tores en cuanto a presentarse juntos o divididos en la cercana contienda. El Partido Radical decidié evar como postulante al senador Julio Durén Neumann. Gran trascendencia revistié la pérdida sufrida por el pre- tendiente a la diputacién por Curicé, apoyado por las tiendas derechistas, en la eleccién complementaria realizada en marzo de ese’afio, jornada en la que triunfé el socialista Oscar Naran- jo Urrutia. Tal acontecimiento, al que se llamé “el Naranjazo”, por el apellido del ganador, generé en los indicados sectores la conviccién de que resultaba ineludible unirse con el Partido Radical para evitar el triunfo del abanderado de inspiracién marxista. Se explica asi que Eduardo Frei conquistara el apoyo tanto de los sectores de la derecha como del radicalismo y de ‘otras fuerzas independientes. La contienda electoral arrojé el siguiente resultado: Eduardo Frei 1.409.012 (65,67%) Salvador Allende 977.902 (38,64%) Julio Durén, 125.233 (4.95%) Blancos y nulos 16.550 "Total votantes 2.580.697 Total inscritos 15.121, 76, Eduardo Frei Montalva accedi6 a la Primera Magistratura sus- tentando un programa de gobierno que, bajo el lema de “Revolu- in en Libertad’, incorporaba un vasto plan de reformas politicas, econémicas y sociales explicado por él con tanta elocuencia y sostenido con tal vigor que lo llevaron a contesar que no cambia- ria ni una sola letra de é1a cambio de un millén de votos. Demostrando su 4nimo de instar, con la mayor consecuen- cia y energfa, por los cambios propiciados, y como prueba del grado de estudio y preparacién en que se encontraban ya las iniciativas impulsadas, envié al Congreso, en el mismo mes en que asumié su cargo, un vasto proyecto de reformas a la Carta dé.1925, que recogia en su articulado aspiraciones ya reitera- damente expresadas por diversos sectores, contempladas mu- chas de ellas en el proyecto de su antecesor, pero que se extendfan a diversas otras materias. Halléndose pendiente el indicado proyecto de reforma cons- titucional, cuando cursaba éste su ptimer trémite en la Camara de Diputados, tuvo lugar, en marzo de 1965, la renovacién general parlamentaria, En ella el 42,3% de los sufragantes pre- firié a los candidatos comprometidos con el programa presi- dencial, levando asi a 82 de ellos a la Camara de Diputados, ‘compuesta entonces por 147 miembros, y 13 al Senado. Por su parte, los socialistas obtuvieron 15 diputados, los comunistas 18, los radicales 20, los liberales 6, los conservadores 3 y el Padena 8. La holgada mayorfa favorable al sefior Frei obtenida en la Cémara de Diputados no se logré en la Alta Camara, aun ne ‘TRATADO DE DERECHO CONSTITUCIONAL ANTECEDENTES ns agregando los senadores democratacristianos que continuaban en el desempeiio de sus cargos. En la consulta de 1965 llega- ron al Senado 11 democratacristianos, 3 radicales, 2 comunis- tas, 3 socialistas y 1 demécrata nacional. No pudo sorprender que el firme éxito electoral y la nueva integracién de Ia Cémara de Diputados llevaran a ésta a con- cordar, en sus aspectos sustanciales, con Ia reforma de la Carta de 1925 propuesta por el Ejecutivo. No estimamos neccsario sintetizar aqui la sustancia de los cambios aceptados, que coin- ciden en amplia proporcién con aquellos que en definitiva serén acogidos en la Ley N* 17.284, que vendrd a aprobarse al término de su administracién, muchos de ellos reiterados, por Jo demas, en la Carta de 1980. Cursando ya su segundo tramite, fue objeto el menciona- do proyecto de reforma constitucional de detenido y prolon- gado examen en la Comisién de Constitucién, Legislacién y Justicia del Senado, iniciado el 19 de octubre de 1965. Pre- viéndose una dilatada tramitacién y tomando en cuenta el apremio del Ejecutivo por modificar pronto el estatuto cons- titucional referido al derecho de propiedad, a fin de hacer posible la implantacién de la profunda Reforma Agraria, pro- pulsada también por el Presidente, se produjo acuerdo para que esta proposicién especifica, incluida en el proyecto en trémite, se concretara en una mocién separada, que hicieron suya algunos senadores. Desglosada asi dicha materia, su tex- to fue aprobado en general y luego en particular en ta Alta Corporacién y pasado en seguida para su segundo tamite a la Cémara de Diputados. El despacho de esa particular mo- cidn se vino a completar en su quinto trémite constitucional. La ratificacién por el Congreso Pleno se efectud el 16 de octubre de 1966, por 137 votos en favor y 11 en contra, posi- biliténdose de tal modo la promulgacién de la Ley N? 16.615, de 20 de enero de 1967, sobre cuya base se pudo dictar el denso cuerpo normative que contuvo la Ley N* 16.640, de 28 de julio de 1967. Se explica, por todo lo dicho, que, entre tanto, el amplio proyecto de cambios institucionales que el Presidente Frei ambicionaba imponer desde el primer dia quedara suspendido en su tramitacién en el Senado. Para imponerse en detalle del proceso de gestacién de la reforma practicada mediante la Ley N* 16.615 y disponer de un buen anilisis de su preceptiva, puede recurrirse al estudio del profesor de Derecho Constitucional Enrique Evans de la Cuadra, quien, como Subsecretario de Justicia, intervino acti- vamente en su formacién. Su ensayo lleva el titulo Estatuto Constitucional del Derecho de Propiedad en Chile, Editorial Juridica de Chile, 1967, 439 pags. ‘77; Las resistencias que generara, primero, la gestaci6n, y Ine- go la aplicacién de la Ley de la Reforma Agraria, acrecentada por la debilidad del apoyo del Presidente en el Senado, expli- can los poderosos obstaculos que hubo de enfrentar para se- (ir adelante tras la concrecién de su programa. Exhibicién del-apasionado combate civico fueron, por ejemplo, la negati- va del Senado a dar permiso al Jefe del Estado para concurrir a reunirse-en Washington con e] Presidente de los Estados Uni- dos, y el rechazo, también por esa Corporacion, de Pedro Jestis Rodriguez Gonzalez para ocupar la Embajada de Chile en Lima, sin otro motivo real que haber sido el postulante, como Minis- tro de Justicia, el principal gestor de dicha retorma. La oposicién politica proveniente de los partidos de inspi- racién marxista tendié a sobrepasar los limites del ordenamiento juridico y de la practica democratica, para convertirse en mo- tor de la agitacion social inspiradora y sostén de grupos arma- dos, entre los cuales se contaba el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), responsable de actos de indole abierta- mente terrorista, Desde el interior del partido del Presidente se levantaron fuertes criticas en orden a que éste no impulsaba con suficien- te energia y la necesaria rapidez el programa por él anunciado. Tales reparos alcanzaron tan amplio eco dentro de la propia colectividad del Presidente que sus mas leales intérpretes con- siguieron integrar la mayoria de su mesa directiva. Se provocé entonces en el seno de la Democracia Cristiana una viva polé- mica en torno a la procedencia de configurar y sintetizar su ideario describiéndolo como una “via no capitalista para el desarrollo”, concepto cuyo sentido y proyecciones se debatian vivamente. Mas adelante, como al interior de los organismos superiores de la Democracia Cristiana prevaleciera una postura cercana a la del Jefe del Estado, sectores minoritarios de esa colectividad conformaron, primero, el Movimiento de Accién ue “TRATADO DE DERECHO CONSTITUCIONAL. Popular Unitaria (MAPU) y, més adelante, durante el gobierno de Salvador Allende, la Izquierda Cristiana (IC). Contribuy6 ala agitacién cfvica experimentada en el tiltimo periodo de Ja administracién Frei la inquietud universitaria, proyeccién del movimiento juvenil que tuvo su expresin maxi ma en mayo de 1968 en Francia y que desconcert6 al propio Presidente De Gaulle. Parecia una reaccién provocada por la crisis generada en las naciones mas avanzadas de la civilizacién occidental y que, entre muchas causas, pudo deberse a la con- tadiccién que se hacia notar, por una parte, entre las satisfac- ciones de cardcter material ~manifestadas en la tendencia a un consumismo ilimitado € inracional- y, por otra, en el debilita- miento de la fuerza de los valores superiores, que habfan con- tribuido a caracterizar esa civilizaciGn. Reflejo de este fendmeno fue la desorientaci6n juvenil y fa carencia de definiciones con- cretas y constructivas encaminadas a disipar ese profundo des- 4nimo e intranquilidad. Se coincidia sustancialmente en que la generacién que tenia la responsabilidad no estaba preparando él futuro de una manera que contuviera una promesa de poner término a ese vacio. El fenémeno se extendié por diversas na- ciones curopeas y por Estados Unidos. Llegé al pais en condi- ciones que coincidian, de modo muy definido, en la necesidad de una profunda reforma universitaria, que recayera tanto en el contenido de la ensefianza como, sobre todo, en los métodos que se empleaban y, de modo particularmente decidido, en Ia Participacién de todos los estamentos en la gestion. Seria largo ‘registrar las diversas incidencias que en una y otra universidad por esta causa se produjeron o hacer un balance de las conse- ‘cuencias que se generaron. Anotemos, no obstante, por la tras- cendencia y continuidad de sus efectos, el movimiento gremial que luché en el seno de la Universidad Catdlica, bajo el dina- mismo de Jaime Guzman, y el encauzamiento del proceso por Fernando Castillo Velasco, elegido como nuevo rector por la comunidad universitaria. EI debilitamicnto del fervor ciudadano por la Democracia Cristidna se tradujo al recoger ésta sdlo el 35,63% de los votos en las elecciones municipales de abril de 1967 y el 29,68% en la renovacién parlamentaria de 1969. Con motivo de esta ultima consulta popular, la colectividad politica gobernante, al quedar con sélo 55 diputados, perdié la mayoria absoluta de que antes ANTECEDENTES a7 dispusiera en la Cémara y tampoco la alcanz6 en el Senado, a cuyo seno s¢ incorporaron 13 representantes, que se unieron a Jos 10 de la misma filiacién con que ya contaba. En esa renova- én parlamentaria, entre tanto, el Partido Socialista mantuvo 15 diputados, el Comunista subié 2 22, el Radical obtavo 24 y el Partido Nacional ~proveniente de la fusién, el 11 de marzo de 1966, de los partidos Liberal y Conservador- logré 34. 78. El rasgo mas definido de la conducci6n politica ejercida por el Presidente Frei se halla, a nuestro juicio -sin olvidar la energia con la que se jugé tras la reforma agraria-, en Ja multi- ‘tud de iniciativas por las cuales pretendia hacer viva y efectiva la participacién de los diversos sectores de la comunidad na- cional en la solucién de sus problemas. Es asf cémo se consi- guié durante su gesti6n un indiscutible enriquecimiento de la vitalidad social, favorecido por la aprobacién de reformas lega- les que habrian de servir de instrumento, con diversos grados de eficacia, hacia tal objetivo. Es del caso mencionar especifica- mente en {al sentido las numerosas leyes que crearon diversos colegios profesionales; la Ley N* 16.625, de 29 de abril de 1967, sobre sindicacién campesina, y la N* 16.880, de 7 de agosto de 1968, llamada de “Promocién Popular”. Esta thtima distinguia dos tipos de organizaciones: las de caracter territorial y las de tipo funcional, siendo “las primeras, las juntas de vecinos, ex- presién de solidaridad y organizacién del pueblo en el ambito territorial, y las comunitarias, como centros de madres, de pa- ares y apoderados, culturales y artisticas, organizaciones juveni- les, deportivas, grupos corales, cooperativas y otras que tuvicran cardcter similar, que representen y promuevan valores especifi- os de la comunidad vecinal”. La politica habitacional generé un amplio aumento de las construcciones, apoyada en cuerpos normativos que las promovieron y facilitaron, en especial me~ diante el establecimiento del Ministerio de la Vivienda y Urba- nismo, por la Ley N* 16.391, de 16 de diciembre de 1965, y la creacién de la Caja Central de las Asociaciones de Ahorro y Préstamo, por la Ley N® 16.807, de 20 de julio de 1968. En materia educacional, su orientaci6n y extensién en todos los, niveles se veran influidas por el impulso del Presidente. Dada la importancia que para el pafs revestia el mejora- miento de Ja industria cuprifera -y que el Presidente situaba ne ‘TRATADO DE DERECHO CONSTITUCIONAL, entre los objetivos basicos de su programa, procuré el enten- dimiento con las grandes compaiiias extranjeras productoras del mineral, y asf impuls6 y consiguié la aprobacién de las leyes N° 16.425, de 25 de enero de 1966, y N° 16,624, de 15 de mayo de 1967, sobre “chilenizacién del cobre”. Con esta inicia- tiva el Estado chileno adquirié gradualmente el 51% de las empresas de la Gran Mineria del Cobre, se aument6 su pro- duccién, se comenz6 a refinar el metal en el pais, se incorporé la industria chilena a la comercializacién internacional y se mejoré la situaci6n de los trabajadores del sector. En cuanto a la gestidn econémica del Presidente, los aspec- tos decididamente favorables se registraron en los primeros tres aiios de su mandato, en los que se logr6 una clara tenden- cia al control de la inflacién, crecimiento de la ocupacién, incremento del comercio exterior, mayor produccién de bie- nes de consumo, progresos en las obras puiblicas, especialmen- te de aquellas referidas a la infraestructura del pats, etc. La agitacién social que se experiment6 en el segundo trienio de sul mandato provocé, por desgracia, un debilitamiento de los avances impulsados. 79. A medida que se acercaba el término de su sexenio, el Presidente Frei orient6 sus esfuerzos a introducir una reforma constitucional que, aun cuando no comprendiera todas las ma- terias a Jas que se refiriera su proyecto de 1964 —que suftiera las vicisitudes ya narradas-, se concretara por lo menos en aquellos puntos a cuyo respecto no se habian observado fucr- tes resistencias de parte de la opinién nacional, en muchos de los cuales se constataban incluso parciales coincidencias sus- tantivas con los que, por su lado, propiciara, segiin dijimos, el Presidente Jorge Alessandri durante su desempeno. Fue asf como, el 17 de enero de 1969, hizo legar el Presi- dente Frei-Montalva a la Camara un nuevo proyecto, y pidié su urgencia el 20 de marzo. El texto fue aprobado en general el 9 de abril, por 77 votos contra 25, y en particular el 16 de ese mismo’mes. Pasé a segundo tramite al Senado el 29 de julio, en circunstancias que habia entrado a desempefiar el Ministe- tio de Justicia Gustavo Lagos Matus. Comprendiendo la conveniencia de agilizar el proyecto, a fin de que Megara a despacharse por Ja Alta Cémara en la AxrecepENTES: ne egislatura ordinaria en curso, se acogié la declaracién de sim- ple urgencia para su tramitaci6n, y es asi como se logré su Aprobacién en general el 4 de septiembre, por 25 votos contra 98; El 10 de ese mes se aprobé, en particular, aceptindose los aspectos sustanciales de la iniciativa y rechazdndose, de aque- los propuestos por el Gobierno, tan sélo el establecimiento de ‘un Consejo Econémico y Social, la creacién de un sistema de eyes normativas y la posibilidad de delegacién de facultades legislativas en materias previsionales del sector privado. ‘Al pasar a su tercer tramite en la Camara de Diputados, y encontrandose ya comenzada la legislatura extraordinaria si- guiente, se decidi6, de acuerdo con una disposicién reglamen- taria, que el proyecto, por tratarse de un asunto tramitado como de simple urgencia, no pasara nuevamente al estudio de comisién. De tal manera se posibilit6 la aprobacién definitiva en tercer trémite sin modificaciones, y asf, corrido el plazo constitucional, se confirmé por el Congreso Pleno el 29 de diciembre de 1969, circunstancia que llev6 a la promulgacién de la Ley N* 17.284, de 23 de enero de 1970. Satisfecho el Presidente con el éxito alcanzado, inspiré él mismo la publicaci6n de un libro en el cual algunos profesores estixdiamos los principales cambios introducidos por la reforma, ‘comentarios que son precedidos por exposiciones redactadas por el propio Jefe del Estado y por su Ministro de Justicia (La teforma constitucional de 1970, Eduardo Frei, Gustavo Lagos, Ser- gio Molina, Enrique Evans, Alejandro Silva y Francisco Cumpl- do, Editorial Juridica, 1970, 300 pags.). El andlisis de las reformas fue también objeto de un particular trabajo del profesor Guiller mo Piedrabuena Richard, asesor juridico del Ministerio de Justi- cia durante su tramitacién (La reforma constitucional. Historia de la Ley N* 17.284, sus principales aleances y posicién de los partidos politi- ‘0s, Ediciones Encina, 1970, 265 pags.). 80. Los dias finales del perfodo del Presidente Frei se caracteri- zaron por una intensa actividad politica y por la preocupacién que se observ6 en el ambiente nacional en torno a la prepara- cién de la proxima contienda civica, destinada a escoger quién habria de sucederle en la Primera Magistratura. Las expresio- nes del sentir colectiyo exhibfan una pronunciada divisién en tres sectores de equiparable fuerza que podia explicar la pro- 120 ‘TRATADO DE DEREGHO GONSTITUCIONAL ANTECEDENTES a2 clamacién de igual mimero de postulantes. Se levantaron asi las candidaturas de Jorge Alessandri Rodriguez por el Partido Nacional, de Radomiro Tomic Romero por la Democracia Cris- tiana y de Salvador Allende Gossens por la Unidad Popular, integrada ésta, entre otras organizaciones de inspiracién mar- xista, por el Partido Socialista, al cual siempre habia perteneci- do el postulante y del que fuera abanderado también en las dos contiendas precedentes. Los temores de que al alcanzar sélo la primera mayoria relativa de los votos validos se generara en los partidarios del sefior Allende una presién colectiva dirigida a forzar su inme- diato reconocimiento como triunfante, explican que surgiera en diversos sectores el reconocimiento de la necesidad de una pronta modificacién de la Ley Fundamental encaminada a in- troducir, para tal hipstesis, la obligacién de convocar a una segunda elecci6n. Esta idea fue enfaéticamente desechada por los partidarios del sefior Alessandri, quien se manifest6 dis- puesto por su lado a admitir, para tal evento, que ocupara el soo presidencial quien Ilegara a ser favorecido tan solo con un voto de mayoria respecto del postulante que le siguiera en el favor ciudadano. La votaci6n recogida el 4 de septiembre de 1970 arrojé el siguiente recuento: Salvador Allende 1.070.384 (36,22%) Jonge Alessandri 1.031.159 (34,89%) Radomiro Tomic 821.801 (27,81%) Nuos y blancos 31.505 (1,08%) Tora 2.954.799 81. Desde que se conocié la votacign que diera la primera mayoria relativa al seiior Allende, se hizo presente (como se temia) entre los dirigentes de la Unidad Popular la exigencia del reconocimiento sin mas tramite de su victoria, sosteniendo que ésta no podia menos de ratificarse en el Congreso Pleno, ¢ invocando al efecto los precedentes que s¢ habrian configura- do al decidir, en tal sentido, en oportunidades anteriores seme- jantes. El sefior Alessandri anuncié en esos dias su animo de yenunciar a la Primera Magistratura si el Congreso Pleno lo proclamaba, para que, como consecuencia de su dimisi6n, pro- cediera una nueva contienda presidencial, en la que sus parti- darios se pronunciarfan por la candidatura del sefior Frei. De tal manera se daria paso a un nuevo periodo presidencial del sefior Frei, autorizado por la Carta, ya que su texto prohibfa la reeleccién tan s6lo para el periodo inmediatamente siguiente. Tales antecedentes se unieron a la inquietud colectiva refle- jada en vivas polémicas acerca de cual deberia ser, en la coyun- ura presentada, la posicién que correspondia a las Fuerzas ‘Armadas, El Comandante en Jefe del Ejército, general René Schneider Farifia, habia declarado que, en evento de esa espe- ie, a ellas s6lo competfa respetar lo que el Congreso decidie- ra. Encontrandose el pais en ambiente dominado por tal preocupacién, se vio conmovido por el secuestro del general Schneider, en cuya tentativa se caus6 su muerte, hecho del que més adelante fueron sindicados como autores, y por ello con- denados, algunos ex oficiales del Ejército y jévenes de ultrade- recha. Los acontecimientos relatados abrieron un dificil problema al Partido Demécrata Cristiano, puesto que, si sus parlamenta- rios no concurrfan con sus votos en favor del sefior Allende en el Congreso Pleno, no podia conseguir éste el Mando Supre- mo y con ello podria estallar Ia agitacién popular con que se amenazaba. Prevalecié, en definitiva, en el seno del maximo organismo directivo de esa tienda, luego de prolongada re- flexién y por escaso margen, el criterio favorable a proporcio- nar su votacién parlamentaria al seiior Allende, siempre que ste, por su parte, se comprometiera ~introduciéndose al efec- to las modificaciones pertinentes a la Carta Politica~ a aprobar un Estatato de Garantias Constitucionales, que asegurara la intencién del nuevo gobernante de respetar el régimen institu- cional. Los razonamientos que condujeron a la Democracia Cristiana a tomar tal decisién fueron resumidos por ella en comunicacién que envi6 al candidato. “El Partido Demécrata Cristiano reafirma ~dice ese texto- que si el sefior Allende otorga de un modo real y eficaz las garantias necesarias que tenemos el deber de solicitarle en algunas materias vitales, puede esperar una decisién favora- ble”. Enuncia luego el documento los aspectos que estima fun- ree "TRATADO DE DERECHO CONSTITUCIONAL ANTECEDENTES 1 damentales, como eran la mantencién del pluralismo politico, el reconocimiento de la existencia y libertades de los partidos, el derecho de éstos y de las universidades a mantener medios de comunicaci6n, la amplia libertad de prensa y de expresi6n, Ja plena vigencia del Estado de Derecho, la independencia de os poderes publicos fundamenales, la necesidad de que “las Fuerzas Armadas y el Cuerpo de Carabineros sigan siendo una garantfa de muestra convivencia democratica”, la prescindencia de toda orientacién ideoldgica oficial de la educaci6n y respe- to de la autonomia de las universidades y, en fin, la existencia libre de organizaciones sindicales y sociales. Después de una respuesta del postulante, que la Democracia Cristiana no considers satisfactoria, acepté en definitiva el sefior Allende las exigencias de esa colectividad y dio su consentimien- to a la formacién de una comisi6n conjunta, integrada por re- presentantes suyos y por otros de la Demoeracia Cristiana, Esta preparé el texto de la reforma que con facilidad se aprobé en ambas ramas del Parlamento y que, ratificada en el Congreso Pleno, se convirtera en la Ley N® 17.398, publicada cl 9 de ene- ro de 1971 y conocida como “Estatuto de Garantias”, Es de advertir que, al debatirse el proyecto de reforma en el Senado, el propio sefior Allende, que integraba la Alta Corporacién, rei- ter6 en forma solemne el compromiso que contraia. 82, Ascendié Allende al Mando Supremo suscribiendo el progra- ma de la Unidad Popular, que él trataba de definir como un “Socialismo a la Chilena’, a través del cual se buscaba conducir al pais hacia su implantacién dentro del respeto a la institucionali- dad democratica, y cuyas bases y caracteristicas explicara mas ade- lante el mismo Presidente en mensajes enviados al Parlamento. Una de las preocupaciones iniciales del Primer Mandatario fue proponer la reforma constitucional sobre el Régimen de la Propiedad Minera y sobre la nacionalizacién de la Gran Mine- ria del Cobre. Lo hizo en el Mensaje del 28 de diciembre de 1970, en el que se hacia eco de los reparos que merecia la politica de chilenizacién de la industria cuprifera levada a cabo por el Presidente Frei. La tramitacion de esta nueva ini- ciativa de reforma constitucional resulté expedita. Fue aproba- da en general en el Senado los dias 19 y 20 de enero de 1971, y en particular, el dia 10 de febrero; tales decisiones se acorda- ron, respectivamente, en la Camara de Diputados, el 11 de marzo y el 7 de abril; el tercer tramite se practicé en el Senado los dias 20 y 21 de abril; el cuarto en Ia Camara, el 6 de mayo, y el tiltimo en la Alta Corporacién el 12 del mismo mes, siendo ratificado en el Congreso Pleno el 11 de julio de 1971 por la unanimidad de 148 votos. El proyecto de reforma se convirtié en la Ley N* 17.450, publicada el 16 de julio de 1971, Muy pronto la opinién piiblica se informé de que en los sectores politicos lamados a dar cimiento sélido a la gestion presidencial surgfan vivas discrepancias al calificar la conduc- Gién ejercida por el Primer Mandatario, criticas que revestian acento mas profundo y violento en el interior del mismo Parti- do Socialista, en el que predominaba sin contrapeso el lideraz- go de su secretario general, senador Carlos Altamirano Orrego. La politica social, encaminada a hacer més intensa y drasti- ca la aplicaci6n de la Ley de Reforma Agraria y a fortalecer las reivindicaciones de empleados y obrerns, agudizando los con- flictos de éstos con los empresarios industriales, provocé no sélo las naturales reacciones adversas de los voceros de intere- ses afectados, sino que el aumento de la oposicién politica y, ademds ~en raz6n de los procedimientos usados-, graves pug- nas del Presidente con los poderes piiblicos fundamentales. Se explica asf que, con motivo de la dictacin de decretos supremos que disponian intervenciones inmediatas de la auto- fidad en numerosas industrias, al no tomar raz6n de ellos la Contraloria General de la Repiiblica -por formular ésta fuertes reparos desde el punto de vista constitucional-, se recurriera constantemente al resorte de los “decretos de insistencia” para proseguir, sirviéndose de tal recurso, actuaciones que podian juagarse con raz6n inadmisibles dentro del ordenamiento juri- dico vigente y en verdad meros “resquicios legales". El enfrentamiento del Presidente con el Poder Judicial se hizo agudo con motivo de que, con frecuencia, las resoluciones de la magistratura no se ejecutaban, al no proporcionar la auto- ridad administrativa dependiente del Poder Ejecutivo la fuerza ptiblica necesaria para imponer su forzado cumplimiento. Fue- ron elocuentes las reacciones de la Corte Suprema, tribunal que, en polémica directa con el Jefe del Estado, le representara reite- radamente la gravedad de tales actuaciones. Cabe sefialar, como particularmente significativos al respecto, el oficio de 12 de ju 14 ‘TRATADO DE DERECHO CONSTITUGIONAL. ANTECEDENTES 125 nio de 1978 del Presidente de la Repiiblica al de la Corte Supre- ma, y Ia respuesta de éste a aquél por oficio de 25 de junio siguiente, la cual fue devuelta por el Jefe del Estado. Pueden encontrarse estos documentos, por ejemplo, en la Revista de Dere- choy Jurisprudencia, Tomo LXX, septiembre-octubre de 1973, N° 7- 8, con el titulo de “Antecedentes Hist6ricoJuridicas relacionados con el cambio de Gobierno en Chile”. 83, Para apoyar el fundamento juridico en que descansarfan los cambios que el Presidente pretendia introducir en el orden econémico y social, propuso ¢ impulsé una reforma constitu- cional destinada a fijar distintas dreas de la economia, estable- ciendo al efecto en el texto un estatuto diferente segiin se tratara de bienes que recayeran, respectivamente, en la esfera privada, en la estatal o en la mixta. El proyecto de reforma que perseguia tal objetivo fue aprobado en sus aspectos sustancia- les en ambas ramas y en su oportunidad confirmado por el Congreso Pleno. Con motivo de las observaciones hechas por €l Presidente al proyecto ya ratiticado, el Senado se pronuncié sobre ellas en una forma que, a juicio de aquél, no s6lo resulta- ba contraria a su parecer sobre la sustancia de lo aprobado, sino que en pugna con los preceptos constitucionales del pro- cedimiento de reforma. Basado en su particular punto de vista, el Jefe del Estado se resisti6 a promulgar el proyecto ratificado por el Congreso Pleno, no obstante que a Contraloria le mani- festara la obligacion que tenfa de disponerlo. No concordando el Presidente con el criterio del organismo contralor, recurrié al Tribunal Constitucional, cl cual, disintiendo del parecer del Ministro Adolfo Veloso Figueroa, por sentencia de 80 de mayo de 1973, rol N° 15, reconocié su propia incompetencia para pronunciarse sobre el caso. Sostuvo el Tribunal que la Ley Fundamental no le permitia pronunciarse, porque ésta sélo le otorgaba facultad para resolver una cuestién de inconstitucio- nalidad surgida en la tramitacién de las lees y no sobre un problema de esa naturaleza que se presentara con motivo de la tramitacién de una reforma constitucional. Mas adelante expone- mos el punto de técnica juridica envuelto en la discrepancia. 84. Muchos aspectos conflictivos de su gestién, unidos a las desinteligencias del Presidente con los otros poderes piiblicos fundamentales, concurrieron a exacerbar la oposicién ciuda- dana, en momentos en que la colectividad nacional se veia afligida por las alzas constantes del precio de los productos basicos. La pronunciada elevacién del costo de vida, generada por una aguda inflacién monetaria, y la escasez consiguiente de los articulos alimenticios y de los combustibles, ev6 a im- joner su racionamiento y a la formaci6n de largas colas para adquirirlos. La actuacién discutible de las Juntas de Abasteci- miento y Precios (JAP), atribuida a los abusos, ciertos o supues- tos, de sus funcionarios, suscit6 asimismo fuerte resistencia. La presentacién por el Ejecutivo de algunos proyectos de ley sir ¥i6 de base también a criticas apasionadas, como las que se dirigieron en contra de la iniciativa de establecer la Escuela Nacional Unificada (ENU) 0 la que propiciaba la formacién de tribunales vecinales. Tampoco puede omitirse anotar las reac- ciones surgidas a causa de la actuacién del oficioso Grupo de ‘Amigos Personales del Presidente (GAP). : Se explica, por otra parte, que, por esas y muchas otras circunstancias, apareciera la oposicion politica recibiendo en esos dias creciente apoyo, sin duda muy superior al de que disfrutara al comienzo del mandaio presidencial. La Democra- cia Cristiana, que se manifestara al principio dispuesta a actuar siempre como imparcial observadora, prometiendo conducirse con moderacién y pronunciarse tan sélo seguin el contenido mismo de las medidas que se fueran adoptando, y que aun negara a adherirse a las acusaciones constitucionales en contra de los Ministros de Estado propuestas por los partidos oposito- res, se distancia del Gobierno después del asesinato del ex Ministro del Interior del Presidente Frei, Edmundo Pérez Zu- Jovic, ocurrido en junio de 1971, y cambia categéricamente su postura al unirse al Partido Nacional y formar con éste la Con- federacién Democratica (CODE). En ese clima colectivo tuvo lugar la renovaci6n parlamenta- ria de marzo de 1973, conformandose el Congreso del siguien- te modo: Partido Radical, 7 diputados y 5 senadores; Partido Nacional, 84 diputados y 8 senadores; Partido Socialista, 28 diputados y 8 senadores; Partido Comunista, 25 diputados y 9 senadores; Democracia Cristiana, 50 diputados y 19 senadores; otros partidos, 8 diputados y 1 senador. Al darse a conocer el resultado de Ia jornada electoral, el 186 “TRATADO DE DERECHO CONSTITUCIONAL ANTECEDENTES 1 Presidente Allende se sintié, por una parte, contando siempre con el apoyo de una mayorfa parlamentaria, aunque no tan amplia como él la esperaba, y autorizado por eso para conti- nuar, procediendo con mayor cautela, el proceso de marcha hacia el socialismo, pero forzado a tomar en cuenta, por otra, que en vastos sectores de la oposicién cundia el desdnimo al constatar ésta la dificultad de conseguir una pronta rectifica- cidn en la direccién del Estado. Manifestacién del 4nimo que predominaba en Ia oposicién era, por ejemplo, el desconoci- miento en circulos de extrema derecha de la pureza misma del acto electoral, el que era atribuido en grado determinante a la intervencién gubernativa y en especial a maniobras oportuna- mente efectuadas en el proceso de inscripcién ciudadana, Ex- presi6n, asimismo, del ambiente en que la oposicién se movia en esos dias fueron los incidentes que reflejaban el deseo de algunos sectores de obtener la intervencién de las Fuerzas Ar- madas y su desacuerdo con el parecer de] Comandante en Jefe del Ejército, general Carlos Prats Gonzalez, firmemente adver- 50 a tal intervencion y a quien se consideraba, por otro lado, muy comprometido con fa postura del Presidente y, en todo caso, enérgicamente inclinado a mantenerse leal al gobierno legitimo. Es oportuno anotar que personeros de las diversas ramas castrenses habfan integrado ya, asumiendo varias carteras mi- nisteriales, los gabinetes cl 6 de abril y 2 de noviembre de 1972, y los dias 31 de enero, 9, 18 y 28 de agosto de 1978. 85. Presentandose el panorama politico recién descrito, se dio a conocer la intencién del Presidente de dialogar con la Democracia Cristiana. Fundado en tal espiritu, el Arzobispo de Santiago, Cardenal Ratil Silva Henriquez, invit6 al Primer Mandatario a conversar en su casa con el jefe de dicho parti- do, senador Patricio Aylwin Azécar. Sobre esas bases, y soste- nido por la directiva de su colectividad, el sefior Aylwin dio a entender su disposicién a tal didlogo, explicando los motivos que para ello le animaban en la sesién del Senado del 11 de junio de 1973. Dos reuniones se celebraron, en efecto, el 30 de julio de 1978 en la casa del Cardenal, sin otra consecuencia que la proposicidn del sefior Allende de constituir comisiones espe- ciales entre el Gobierno y la Democracia Cristiana, encargadas de estudiar los medios apropiados para llegar a consenso en Jos puntos en desacuerdo y generar las proposiciones que, aco- igidas, se someterfan a la aprobacién de uno y otra. El sefior Aylwin ~consnltada su colectividad— contests por escrito a tal proposicin, exponiendo los motivos por los que, a su juicio, no resultaba viable acogerla, en raz6n de la misma gravedad y apremio de la situacién y de existir ya consenso mayoritario en cl pais, en lo fundamental, en cuanto a la solucién que debfa darse a las cuestiones en discrepancia. Insisti6 por ello el sefior ‘Aylwin en su punto de vista en orden a que el Presidente Allen- de “afianzaria su autoridad constitucional y preservarfa la insti- tucionalidad de la Republica si constituyera un ministerio con participacién institucional de las Fuerzas Armadas, con pode- res suficientes, en mandos supremos y medios, para asegurar el efectivo cumplimiento de las decisiones de Vuestra Excelencia, dentro del marco de la Constitucién y las leyes, aplicadas a todos por parejo”. El sefior Allende envié, el 1* de agosto, una nueva carta al senador Aylwin, proponténdole esta vez traznitat “una Reforma Constitueional que declare un régimen de ex- cepcién, en cuanto a que no se requerira insistencia para en- tenderse aprobado el proyecto de areas de la economia y tenencia de tierras y 1a promulgacién conjunta de todos los proyectos en discusi6n”; y expresando también que con tal reforma quedaria “abierto el camino para abordar los proble- mas econémicos, sociales y politicos que hoy estén amenazan- do la paz interna y Ja unidad nacional frente a presiones extranjeras”. 86, La Camara de Diputados adopts, el 22 de agosto, un acuer- do de trascendental importancia. Reconocié el documento en sus considerandos “que es un hecho que el actual Gobierno de la Reptiblica, desde sus inicios, se ha ido empefiando en con- quistar el poder total...” (5%) y “que para lograr ese fin el Go- biemo no ha incurrido en violaciones aiskadas de la Constitucién las leyes, sino que ha hecho de ellas un sistema permanente de conducta, llegando a los extremos de desconocer y atrope- ar sistematicamente las atribuciones de los demés poderes del Estado, violando habitualmente las garantias que la Constitu- cién asegura a todos los habitantes de la Repiiblica, y permi- 128 “TRATADO DE DERECHO CONSTITUCIONAL tiendo y amparando la creacién de poderes paralelos ilegiti- mos...” (6%). Contintia el acuerdo de la Camara precisando sus afirmaciones en relacién particularmente al Congreso Nacio- nal, al Poder Judicial, a la Contralorfa, a las garantias y dere- chos fundamentales, a los grupos sediciosos y a los cuerpos armados (considerandos 7 a 12%). Luego afirma en los consi- derandos 13° y 14°: “13 Que al constituirse el actual Ministerio con paiticipa- cion de alto miembros de las Fuerzas Armadas y del Guerpo de Carabineros, cl Excmo. sefior Presidente de la Republica lo denominé “de seguridad nacional” y le sefzalé como tareas fundamentales las de “imponer el orden politico”, e “imponer el orden econémico”, Jo que sélo es concebible sobre la base del pleno restablecimiento y vigencia de las normas constitu- cionales y legales que configuran el orden institucional de la Repitiblica”. “14° Que las Fuerzas Armadas y el Cuerpo de Carabineros son y deben ser, por su propia naturaleza, garantia para todos lo chilenos y no solo para un sector de la Nacién 0 para una combinacién politica. Por consiguiente, su presencia en cl Go- bierno no pucde prestarse para que cubran con su aval determi- nada politica partidista y minoritaria, sino que debe encaminarse a restablecer las condiciones de pleno imperio de Ia Constitu- cién y las leyes y de convivencia democratica indispensable para garantizar a Chile su estabilidad institucional, paz civil, seguri- dad y desarrollo”. El acuerdo de la Camara asf fundamentado leg a las si- guientes conclusiones: “primERo. Representar a S.E. el Presidente de la Reptiblica y a los scores Ministros de Estado, miembros de las Fuerzas ‘Armadas y del Cuerpo de Carabineros, el grave quebranta- miento del orden constitucional y legal de la Republica que entrafian los hechos y circunstancias referidos en los conside- randos N 5 a 12 precedentes”. “SEGUNDO. Representarles, asimismo, que, en raz6n de sus funciones, del juramento de fidelidad a la Constitucién y a las leyes que han prestado y, en el caso de dichos seftores Minis- tros, de la naturaleza de las instituciones de las cuales son altos miembros y cuyo nombre se ha invocado para incorporarlos al Ministerio, les corresponde poner inmediato término a todas AxereceDENTES 19 Jas situaciones de hecho referidas, que infringen la Constitu- cién y las leyes, con el fin de encauzar la accién gubernativa por las vias del Derecho y asegurar el orden constitucional de nuestra patria y las bases esenciales de convivencia democrati- ca entre los chilenos". “TERCERO. Declarar que, si asf se hiciere, la presencia de dichos sefiores Ministros en el Gobierno importaria un valioso servicio a la Reptiblica. En caso contrario, comprometerfan wemente el cardcter nacional y profesional de las Fuerzas ‘Armadas y del Cuerpo de Carabineros, con abierta infracci6n a lo dispuesto en el articulo 22 de la Constitucién Politica y con we deterioro a su prestigio institucional”. “CUARTO. Transmitir este acuerdo a S.E. el Presidente de la iblica y a los sefiores Ministros de Hacienda, Defensa Na- cional, Obras Pablicas y Transportes y Tierras y Colonizacién”. 87. El Presidente Allende, en manifisto de 24 de agosto, respondi6 extensamente al acuerdo de la Camara de Diputa- dos y en él sostuvo, entre muchas afirmaciones, que el tinico camino que debi6 seguir era la acusacién constitucional y que “pedir a las Fuerzas Armadas y Carabineros que leven @ cabo funciones de gobierno al margen de la autoridad y di- recci6n politica del Presidente de la Reptiblica es promover el golpe de Fstado”. “Tres dias después, el 29 de agosto, el Consejo General del Colegio de Abogados, que habfa representado de diversos mo- dos y reiteradamente las graves irregularidades que observara en el estricto cumplimiento del ordenamiento juridico, des- pués de hacer una sintesis de sus apreciaciones, sostuvo que las, circunstancias producidas “crean impedimentos que dificultan el desempeiio del Presidente de la Reptiblica en los términos, con las prerrogativas y con la dignidad que la Constitucion Politica del Estado le confiere al cargo” y que *sélo el Congre- 50 se encuentra en condiciones de resolver si dichos impedi- mentos revisten el cardcter que exige la norma del N°4 del art. 48 de la Carta Fundamental”. Se explica con tales antece- dentes que, ya producida Ia crisis constitucional, en extenso documento, dicho Colegio, junto con lamentarlo, explicara los motivos que lo generaron (“Quiebre del Estado de Derecho durante el régimen marxista de Salvador Allende y adhesion 10 ‘TRATADO DE DERECHO CONSTITUGIONAL, del Colegio de Abogados al nuevo Gobierno de Chile”, octu- bre de 1973, Imprenta y Litografia Roma, 60 pags. y “El Cole- gio de Abogados y el nuevo Gobierno de Chile”, en RD, tomo LXX, I* parte, pag. 282). Con fecha 4 de septiembre, el Consejo Nacional de la De- mocracia Cristiana, refiriéndose al acuerdo de la Camara de Diputados de 22 de agosto, anuncié que la acusacién constitu. cional a los ministros responsables de las infracciones repre- sentadas por la Camara deberia interponerse a comienzos de la semana siguiente, y que la Mesa Directiva quedaba facultada para designar una comisién de diputados y juristas que la re- dactaran. Mas tarde, el 9 de ese mismo mes, se dio a conocer la decisién de los presidentes provinciales del partido de propi- ciar la renuncia de sus parlamentarios para que, junto con la dimisin de los congresales de los demas partidos y de la del propio Presidente de la Repiiblica, se hiciera posible al pueblo chileno elegir un nuevo Presidente y un nuevo Congreso, en un proceso democritico cuya correccién deberia garantizarse por las Fuerzas Armadas (documentos recopilados por El Mer- curio de 2 de marzo de 1986). Reiteradas afirmaciones de personeros muy cercanos al Pre- sidente Allende han afirmado que el 11 de septiembre de 1973 el Jefe del Estado se aprestaba justamente a anunciar, por los diversos medios de comunicacién social, su decisién de convo- car al pais a un plebiscito, a fin de que se pronunciara éste acerca de la discrepancia juridica surgida en relacién al pro- yecto de reforma constitucional sobre la fijacién de las distin- tas areas de la economia. 88. Conviene, a nuestro juicio, incluir en esta sintesis de la evolucién institucional del pais una apreciacién tocante a lo que significé la Constitucién de 1925 y a si debe o no atribuir se fundamentalmente a sus defectos y limitaciones la causa determinante del quiebre de la institucionalidad sufrido el 11 de septiembre de 1973. Un juicio acerca del tema recién propuesto requiere adver- tir previamente que, segiin creemos, no ha de tomarse como base para plantearlo tan sélo la sustancia normativa que con- templaba el texto inicial de 1925, ya que éste experiments las diversas reformas que quedaron anotadas. 89, Es del caso tener en cnenta, desde luego, que el legislador no cumplié en asuntos relevantes los encargos que le hiciera el constituyente. Si en 1925 se vivia, en efecto, en un Estado fuertemente unitario, pero que propendia a la descentralizacién funcional y territorial, el gobierno central, por su lado, desarrollé y aun exageré desde entonces su gravitacién, tanto por el incremen- to de las funciones estatales generado por la gestién econémi- ca como por no dictarse la ley que estableciera las Asambleas Provinciales previstas en la Carta, provocando con ello Ia desfi- guracién del régimen territorial, que debi6 quedar vinicamen- te conformado por los municipios, con el debilitamiento consiguiente de la autonomfa provincial que tal omisién ha- bria de. generar. Se falt6, asf, en forma abierta también a la voluntad de la Carta de que las leyes procedieran a la descen- tralizaci6n del régimen administrativo interior (arts. 94 y 107). Por otra parte, la defensa del particular afectado ante las de- masfas de la Administracién se vio dificultada al no cumplirse tampoco con la misién dada al legislador de organizar los ti- bunales administrativos (art. 87). La reparacién de la arbitra: riedad judicial, prevista, asimismo, por la Ley Fundamental, se hizo imposible al no dictarse la legislacién que se requeria para hacer efectiva la obligacién del Estado de indemnizar ala persona absuelta o sobresefda en el proceso penal (art. 20). Las omisiones del legislador recién citadas revistieron espe- cial gravedad si se tiene presente que el modelo norteamericano del gobierno presidencial se proyecté para el federalismo, en cl que los estados o regiones integrantes gozan de amplia autono- mia, en tanto que, en un Estado unitario, el conjunto de atribu- ciones del Jefe del Estado tiende a adquirir tal potencialidad intensidad que se tornan excesivas. Mas grave resulta, en rela- cién a los gobernados, el incumplimiento del citado art. 87, si se piensa que, frente a las poderosas facultades del Poder Central, carecen los particulares de la proteccién que les proporciona un sistema de jurisdiccién contenciosa administrativa, que los wibu- nales ordinarios, en general, no se atrevieron a asumir por la carencia de un llamado explicito del legislador. 90. La Constituci6n de 1925 no puede ser juzgada, segtin diji- mos, con s6lo tomar en cuenta su letra inicial, si se tiene pre- se ‘TRATADO DE DERECHO CONSTITUCIONAL, sente también que a lo largo de su aplicacién ~principalmente en los perfodos en que con mayor fidelidad se respet6 el ideal democratico— fueron imponiéndose precedentes, en vista de la redaccién defectuosa de determinados preceptos, que contri- buyeron a esclarecer varias de sus ambigtiedades, salvindose algunas de sus carencias y afirmando su inspiracién. Veamos algunos ejemplos que abonan nuestra afirmacién, que revisten significaci6n especial si se considera que, a 1a inversa, la institu- cionalidad juridica se mostré, por desgracia, incapaz. de supe- rar del modo elevado y pacifico demostrado en las situaciones que recordaremos el conflicto interpretative que mds adelante se produce sobre la aprobacién de la ley destinada a diferen- iar dreas en la economia. 91. Mencionemos, en primer término, por su trascendencia, que, en tanto la mas sélida interpretacién de Ia letra de la Carta y de los antecedentes generados en el pasado institucio- nal, debieron conducir al rechazo de la promulgacién de toda ley que permitiera al Jefe del Estado disponer por decreto en materia legislativa, fueron no obstante imponiéndose amplias leyes delegatorias. En la primera edicién de este Tratado revisa- ‘mos con amplitud tal cuestién (Tomo Il, Ne* 153 a 157, pags. 154 a 165). Nos parece importante sintetizar aqui, sin embar- go, los aspectos basicos del problema que fuera motivo de tan- tas polémicas a lo largo de nuestra vida republicana. El texto primitivo de la Constitucién de 1838 sefialaba, como facultad exclusiva del Congreso, autorizar al Presidente el otor- gamiento de atribuciones extraordinarias “debiendo sefialarse expresamente las facultades que se le conceden, y fijar un tiempo determinado a la duracién de esta ley” (art. 36 N® 6), en tanto que, declarado algtin punto del pafs en estado de sitio, se sus- pendia el imperio de la Constituci6n en el territorio compren- dido en la declaraci6n (art. 161). Tales preceptos posibilitaron no sélo la restriccién de libertades permitida por la declara- cién del estado de sitio, sino la promulgacién de tan amplisi- nas leyes de delegaci6n como la de 1837 -origen de las lamadas Leyes Marianas-, que habilitaba al Presidente “para usar de todo el poder que en su prudencia hallara necesario para con- ducir el Estado”. La reforma de 1874 quit6, por una parte, al estado de sitio la vastedad de efectos que Ia letra primitiva le ANTECADRNTES ass seftalaba, limiténdolo a determinadas restricciones de la liber tad personal, y contempl6, por otra, la posibilidad de dictar leyes excepcionales, de duracién transitoria, que en graves ca- sos permitieran resiringir la libertad personal y la de imprenta y suspender o restringir el derecho de reunién. “Fuera de los ‘casos previstos en este inciso ~agregé dicha reforma— ninguna ley podra dictarse para suspender- o restringir las libertades o derechos” asegurados en el art. 12 de la Carta. La Constitucién de 1925 reprodujo en términos muy seme- jantes el marco que en 1874 precisara tanto el émbito del estado ide sitio como el de la ley de facultades especiales (arts. 72 N° 17 y 44 N° 18). Tan categérica ratificacién de ambos aspectos se hizo tras el rechazo con que se recibié, al debatirse dicha Carta, la proposicién del Presidente Arturo Alessandri Palma de que se incorporara, entre las materias de ley, la autorizacién al Congre- so para delegar en el Presidente sus facultades legislativas. ‘Ya en vigor la Constituei6n de 1925, el Presidente Tbaiiez obtuvo, no obstante, amplisimas leyes de delegacién, que se las concedié tanto el Congreso elegido en 1926 con el cual hubo de entenderse al comienzo de su primer periodo y que le des- paché autorizaciones tan vastas como las contenidas en las le- yes N° 4.113 y 4.156~ como el llamado Congreso Termal, del que obtuvo en 1931 la Ley N° 4.945, tal vez la més exagerada de todas las autorizaciones que se dieron bajo el imperio de aquella Carta. ‘Arturo Alessandri Palma, que conocfa mejor que nadie la prohibicién constitucional, no recurri6, entre tanto, en mo- mento alguno a impetrar el otorgamiento de facultades ex- traordinarias durante su segunda administracién (1932-1938). No ocurtié lo mismo en los perfodos presidenciales que le siguieron, y asf, al sefior Rios se le dieron las facultades con- templadas en las leyes No“ 7.200, de 1942, y 7.747, de 1943; al sefior Gonzalez Videla, las de la Ley N° 8.837, de 1947; al schior Thafiez, durante su segunda administracién (1952-1958), las de la Ley N? 11.151, de 1958, y, en fin, al sefior Alessandri Rodri- guez, la no menos amplia contemplada en la Ley N® 13.305, de 1959, En sintesis, si en las diversas oportunidades se reproducfan vigorosamente s6lidos argumentos para recordar que el consti- tuyente no autorizaba esta forma de legislacién, Hegado el mo- 1 “TRATADO DE DERECHO CONSTTTUCIONAL mento de la votacién del proyecto respectivo, la mayorfa parla. mentaria accedia, una y otra vez, al requerimiento de los Jefes del Estado, llegando a conformarse asi una costumbre contra. ria a la Constitucién, en relacién a la cual, en Ja préctica, resultaba imposible oponerse. Sélo en 1970, en virtud de la reforma dispuesta por la Ley N° 17.284, vino a darse base cons- titucional a las leyes de delegacidn. 92. El debate sobre si la Constitucién de 1925 permitfa o no dar paso a establecer otros estados excepcionales de restric. cidn de las garantfas ciudadanas, ademas de aquellos previstos directamente en la propia Carta, fue cuestién que surgié con motivo de la dictacién de Ia Ley N° 7.200, de 1942, cuyo art. 23 concedia al Presidente la facultad de declarar “zonas de emer gencia” en casos de “peligro de ataque exterior o de invasion de actos de sabotaje en contra de Ia seguridad nacional”. Fun. dandose en la declaracién pertinente, podfan adoptarse no sélo las medidas de restriccién contempladas para los casos de estado de sitio o las comprendidas segiin la ley de facultades especiales (arts. 44 N°18 y 72 N°17), sino dictarse ademés medidas encaminadas a mantener el secreto sobre obras y noti- cias de carécter militar 0 movimiento de barcos. ‘Ala instituci6n de tales zonas de emergencia se le dio carée- ter permanente al incorporarse los arts. 88.2 36 a la Ley N° 12.997, de Seguridad Interior del Estado (1958), preceptos que autori- zaron la declaracin de lo que se Ilamé “estados de emergen- ia”. La introducci6n de esta especie de tipo de restriccién de Jas garantfas ciudadanas no parecié a muchos comentaristas que cabia en la letra de Ia Carta, la que, como recordamos, al regl- menuar la ley de “facultades especiales” —conocida entonces de modo inapropiado como de “facultades extraordinarias’- preci- 86 categéricamente, como ya se dijo, que, fuera de ella, “ningu- na otra ley podfa dictarse para suspender o restringir las libertades ‘© derechos” que la Constitucién asegura. Desarrollamos ampliamente este tema en la primera edi- cién de este ‘Tratado y a ella remitimos ahora a quien requiera mayores antecedentes (Tomo IT, N° 388 a 390, pags. 369 a 374). 98. Desde el inicio de la aplicacién regular de la Constitucién de 1925, o sea, segtin dijimos, durante la segunda gestin del ANTECEDENTES, 188 Presidente Alessandri Palma, surgieron dudas en orden a la jnterpretacién que correspondia dar al inciso 2° del art. 17, que disponfa: “En caso de conmocién interior, la declaracién de hallarse uno 0 varios puntos en estado de sitio, corresponde al Congreso; pero, si éste no se hallare reunido, puede el Presi- dente hacerlo por un determinado tiempo. Si a la reunion del Congreso no hubiere expirado el término sefialado, la declara- cién que ha hecho el Presidente se entenderé como una pro- posicion de I Como en 1986 se decretara un estado de sitio cuyo plazo de vigencia no estaba atin vencido al reunirse el Congreso, y ya éste en funciones continuaran, sin embargo, ordenéndose rele- gaciones en uso de tal decreto, se acus6 al Ministro del Interior Luis Salas Romo. La acusacién fue rechazada, precisindose =por Ia Comision de Legislacién y Justicia de la Camara de Diputados y en seguida por el pleno de ésta~ que la declara- ci6n del estado de sitio debfa entenderse siempre vigente no obstante estar ya reunido el Congreso y mientras durara el plazo por el cual se habfa decretado. Poco después, la Cmara represent6 al Ejecutivo su parecer de que, en esa situacién, se producfa la automatica suspensi6n del estado de sitio decreta- do por el Presidente, por la mera circunstancia de que el Con- greso se reuniera. Esta doctrina tuvo suerte variable en la jurisprudencia, aunque prevalecié, por sentencias de Ja Corte ‘Suprema, la interpretaci6n favorable a estimar que, en tal hi- pétesis, continuaba el estado de sitio decretado por el Presi- dente mientras regfa el plazo todavia en curso a reunirse el Congreso y hasta su vencimiento. Qued6 asf abierto el debate. Entre tanto, durante la segunda administraci6n de Carlos Ibaiiez ocurrié que, transcurriendo los tiltimos dias de la legisla- tura ordinaria de 1954, dict el ejecutivo los decretos de 20 y 21 de septiembre, que declararon en estado de sitio a casi todo el territorio nacional, fundados en el temor de una tramitacién dilatoria de la ley de facultades especiales que el Primer Manda- tario habfa Solicitado. Al darse cuenta de dichos decretos en la Jegislatura extraordinaria siguiente se suscitaron nuevamente du- das sobre cudl debia ser Ia recta interpretacién que correspon- dia dar al precepto constitucional. Para aclararlas se pidié informe a la Comision de Constitucién, Legislacién y Justicia de la Caéma- ta de Diputados. Como en el Senado se propusiera y aprobara 16 ‘TRATADO DE DERECHO CONSTITUCIONAL por su lado la designacién de una comisién mixta especial para estudiar la misma materia y esta medida fuera también apoyada en la Cémara de Diputados, se emitié un informe de la comisién mixta asf formada el 28 de-noviembre de 1954, Este dictamen fue aprobado al dia siguiente por ambas Cémaras, las que luego rechazaron el estado de sitio decretado por el Presidente. Tal actuaci6n de las Camaras fue estimada invalida por el Ministro del Interior Arturo Olavarria Bravo, en raz6n de no haberse pronunciado ellas sobre la ley delegatoria que, segiin él, corres- pondia dictar. Asf, pues, el Gobierno siguié considerando que el estado de sitio que él decretara continuaba vigente, a pesar del acuerdo de las Cémaras que categéricamente habfan rechazado su declaraci6n. Esta reaccién del Kjecutivo dio origen a una acusacién constitucional que se interpuso ante la Camara en contra del mencionado Ministro de Estado, enviada al archivo slo cuando el Gobierno estuvo dispuesto a respetar la decisién del Congreso. Bl Presidente Ibatiez, no obstante, simulando obe- diencia firmé un decreto que ponfa término, pero s6lo desde Ia fecha de él, a su declaracion de estado de sitio, sin reconocer que éste estaba ya caducado por la decisién del Congreso. El Contralor General de la Repitblica represent6 la inconstitucio- nalidad de los términos del decreto presidencial y lo devolié al Ejecutivo. El vivo episodio, que inquiet6 a Ia ciudadania, termi- n6 con Ia renuncia del Ministro seiior Olavarria y con el recono- cimiento por el Gobierno de que Ja cesacién del estado de sitio se habia producido de inmediato desde el acuerdo del Congreso. Las consecuencias de este conflicto se recogieron en el art. 37 de la Ley N® 12.927, sobre Seguridad Interior del Estado, pre- cepto que acogié la mayorfa de las conclusiones a las que, en detenido estudio y con diversas discrepancias, habfa llegado la comisién mixta anteriormente mencionada. Los acontecimientos narrados representaron una crisis po- Iitica de inusitada gravedad, que pudo Hevar a la ruptura de la institucionalidad misma si no bubiera predominado Ia recta intencién y el patriotismo de todos los actores. La Constitucién de 1980 recoge en su texto la ensefianza que arrojé la incidencia recordada (art. 40 N® 2 Habiamos narrado minuciosamente los diversos aspectos de esta polémica en la primera edicién de este Tratado (Tomo II, NN 861 2 373, pags. 345 a 359). ANTECEDENTES ws 94, El uso de la facultad concedida por la Carta a la mayoria en ¢jercicio de una u otra Camara de convocar a legislatura extraor- dinaria ~que en tal caso abria la posibilidad de tatar de todos Jos asuntos de incumbencia del Congreso— fue causa también de una grave desinteligencia entre el Ejecutivo y las Cémaras. Jorge Alessandri Rodriguez propicié y obtuvo la promulga- cién de una ley que aumentaba en un 15% las remuneraciones del sector piiblico y, en el curso de la tramitacién simultnea de otro proyecto andlogo aplicable al sector privado, las directivas politicas que sustentaban su gobierno decidieron apoyar un au- mento de un 25%. En tal circunstancia, el Presidente resolvis retirar su proyecto de la legislatura extraordinaria ¢ hizo un llamado a los empresarios a que se adelantaran a dar voluntaria- mente el alza del 15%. Después de larga gestién politica, el Presidente consiguié que su proyecto se aprobara en la Camara del modo como él lo deseaba, pero en el Senado se impuso el aumento del 25%. Al pasar la iniciativa en tercer trémite a la Camara de Diputados, el Ejecutivo volvié a retirar el negocio de Ja convocatoria. En tales circunstancias, la mayorfa del Senado requiri6, por su parte, al presidente de la Alta Cémara la convo- catoria a la legislatura extraordinaria por el Congreso. El Presi- dente del Senado, Hugo Zepeda Barrios, resolvi6 no dar curso a a. convocatoria pedida por su corporaci6n, en razén de encon- trarse convocada ya a legislatura por el Presidente de la Republi ca. La mayorfa de la Alta Cfmara estimé, entre tanto, que con esa actitud el sefior Zepeda infringia la Constitucién, por lo cual éste present6 la renuncia a su cargo. Pendiente la decision del Senado tocante a la admisi6n o rechazo de la dimisién de su presidente, los comités de los partidos que representaban la mayoria de la Cmara de Diputados manifestaron al Primer Man- datario que estaban dispuestos a aprobar el proyecto en la forma que se habia presentado en el primer tramite, 0 sea, como él lo deseaba. Con tal fundamento, el sefior Alessandri envié el pro- yecto por tercera vez. En definitiva, en sesién de 15 de enero de 1968, fue desechada la renuncia del sefior Zepeda, el proyecto curs6 sus tiltimos trémites y se convirtié en ley de la Republica en las términos que el Presidente propiciara. Efecto de tan agitada incidencia fue la formacién de una comisién mixta de senadores y diputados, llamada a informar sobre si podian coexistir 0 eran excluyentes la convocatoria se “TRATADO DE DERECHO CONSTTIUGIONAL por el Presidente de la Reptblica y la autoconvocatoria del Congreso; si en la legislatura extraordinaria el Ejecutivo podia tratar de otros asuntos o si éstos debfan ser materia de nuevas convocatorias; si un proyecto que figuraba ya en la convocato- ria podia el Ejecutivo retirarlo por su sola y exclusiva voluntad; yssi el Jefe del Estado, también por su exclusiva decisién y atin pendiente Ia tramitacién de los proyectos, podia clausurar la legislatura extraordinaria que é1 mismo habfa convocado. En ka primera edicién de esta obra nos referimos extensamen- te a este conflicto interpretativo, que incidfa en el art. 57 de la Constitucién de 1925 (Tomo I, N 898 a 404, pags. 508 a 520). La Constitucién de 1980 recoge la leccién emanada de este debate, en su art. 52. 95. Habiéndose incorporado a la Constitucién de 1925 la modi- ficaci6n dispuesta por la Ley N® 17.284, que comprendié el esta- blecimiento del Tribunal Constitucional, surgié la duda de si un Ministro ~en el caso fue el de Interior sefior José Toha Gonzd- lez, estando suspendido en su cargo por haberse acogido en Ia ‘Camara de Diputados acusacién deducida en su contra, podia ser designado en otra cartera y permanecer en ella. Presentada la cuestién al Tribunal Constitucional, por el niimero de senadores requerido, para que esa jurisdicci6n de- clarara que el sefior Toh no habfa podido ser designado como nuevo Ministro, dicho Tribunal no dio lugar al requerimiento, sosteniendo fundamentalmente que “no existe disposicién ex- presa que consagre Ia inhabilidad” (fallo de 10 de febrero de 1972, rol N° 30). Dicha sentencia fue acordada en contra del parecer de su integrante Ministro de la Corte Suprema Rafael Retamal Lépez, quien, en extenso voto de minorfa, estimé que debfa darse lugar a tal requerimiento. En relacién con el fun- damento 26 del fallo, el sefior Retamal dejé en claro que, a su juicio, la suspensién producida por el acuerdo de Ja Cimara ‘acarreaba no s6lo la imposibilidad de continuar desempefian- do el cargo en relacién al cual se dedujera, sino que le impe- dia, mientras duraba tal suspensi6n, acceder a funciones similares, como eran las de Ministro de Estado en otra cartera. El tema deberd ser replanteado cuando se analicen las con- secuencias de la suspension dispuesta por la Cémara en la Cons- titucién en vigencia (art. 48 N° 2, inciso final). ANVTECEDENTES 180 96. La primera de las reformas introducidas a la Carta de 1925 se gest durante el gobierno del Presidente Juan Antonio Rios, fue reclamada vigorosamente por su Ministro de Justicia Oscar Gajardo Villarroel y acogida por la Ley N* 7.727, de 23 de noviembre de 1943. La reforma persiguié tres objetivos basicos: a) Disminuir el Ambito de la libertad de iniciativa legislativa confiada a los parlamentarios y entregar a la exclusividad del Presidente de la Republica las proposiciones de ley en materias, de alteracién de la divisién politica o administrativa, creacién de nuevos servicios piiblicos o empleos rentados y concesin 0 aamento de sueldos y gratificaciones al personal de la Adminis- fracién Paiblica, de las empresas fiscales y de las instituciones semifiscales (art. 45). De tal modo se incorporé a la preceptiva de Ja Carta una idea desechada en 1925 (Actas, pags. 226, 351, 411). Hubo en Amnplios sectores de la ciudadania tendencia a atribuir el desor- den administrative y econémico principalmente a la aproba- én de iniciativas de ley provenientes de los congresales, que, segtin sus criticos, se inspiraban en afanes demagégicos de con- quista del electorado y reflejaban su despreocupacién por la suerte de los negocios del Estado y de sus finanzas. b) Dar jerarqufa constitucional a la Contraloria General de la Repblica, organismo que tenia desde mucho antes existen- ia puramente legal, y seiialar sus principales atribuciones, y, entre éstas, el control de juridicidad del ejercicio de la potes- tad reglamentaria (art. 21). c) Extixpar la extendida corruptela de permitir al Presiden- te de la Republica el giro de gastos no amparados por autoriza- cién legal, ordenados mediante el abuso de los decretos de insistencia, sustituyéndolo por la facultad que se le otorg de que, en determinadas situaciones y cumpliendo ciertos requisi- 10s, pudiera decretar pagos no autorizados por la ley, para los efectos también sefialados, y hasta por el 2% del presupuesto de gastos aprobados (art. 72 N® 10). Se originaron asi los la- mados “decretos de emergencia econémica”, que habrén de conservarse en el texto de 1980. Estos perfeccionamientos institucionales se confirmaron en. laCarta de 1980 (arts. 32 No 22, 62, 87 y 89). ve re Mo “TRATADO DE DERECHO CONSTITUCIONAL, ANTECEDENTES 1 97. Por segunda vez se modificé la Carta al promulgarse la Ley N? 12.548, de 30 de septiembre de 1957. Se inspir6 ésta en el propésito de facilitar la adquisicién de la carta de nacionaliza- cién, sin renuncia de la nacionalidad precedente, por los naci- dos en Espaiia que cumplieran las condiciones que el texto precisaba (arts, 5° N*3 y 6? N® 1). Se introdujo, ademés, un recurso especial de reclamacién, sometido al conocimiento y fallo de la Corte Suprema como jurado, en contra de la cance- lacién de la carta de nacionalizacién y se prohibi decretar ésta respecto de las personas que estuvieran ejerciendo cargos de eleccién popular (art. 6® N® 2). Se establecié, en fin, que no se perdia la nacionalidad chilena en los casos en que, a virtud de disposiciones legales o constitucionales de otros paises, los chilenos residentes en ellos debieran adoptar la nacionalidad del pais en que residfan como condicién de su permanencia (art. 6°, inciso final). Los cambios enunciados se ratificaron con algunas variacio- nes en 1980 (arts. 10a 12). 98. La tercera alteracin de la Ley Fundamental, dispuesta como la anterior durante el segundo periodo de Ibdfiez, se acogié en la Ley N* 13.296, de 2 de marzo de 1959. Su objeti- vo fue extender de tres a cuatro afios la duracién del manda- to de los regidores (art. 102) e imponer asi la alternancia, cada dos aiios, de la eleccién de regidores, por una parte, y de la eleccién general de diputados y senadores, por la otra (10* norma transitoria) 99. La cuarta reforma se contemplé en la Ley N® 15.295, de 8 de octubre de 1968. Fue propuesta por Jorge Alessandria fin de llevar a ejecucién la Ley N* 15.020, de 27 de noviembre de 1962, que declaraba de utilidad piblica, y por lo tanto expro- piables, los predios que se necesitaran para realizar la Refor- ma Agraria, encaminada al cumplimiento del deber del Estado de propender a la conveniente divisién de la propiedad. Tal modificaci6n se imponfa en atencién a que el art. 10 N° 10 de la Constitucién obligaba al pago de justa indemnizaci6n al expropiado, el cual debia ser integro y previo, como lo habia confirmado la jurisprudencia. Ahora bien, la elevada cuantia del valor econémico que podian tener los predios expropia- ples y la falta en el Estado de recursos suficientes para pagar el justo precio antes de hacer efectivo el desposeimiento, provo- vaban la imposibilidad real de efectuar la expropiacién autori- zada por el legislador. En virtud de la reforma constitucional se permitié al juez autorizar la toma de posesién material del bien expropiado, después de dictada la sentencia de primera instancia, cuando se tratara de expropiaciones para obras pti- blicas de urgente realizacién o de predios risticos, siempre que s6lo se hubiere reclamado por parte del expropiado del monto de la indemnizacién y se diera previamente al duefio el total o la parte de ella definida por el nuevo precepto. La reforma configuraba, en fin, una situacién especial en cuanto a la expropiacién de predios risticos abandonados o manifies- tamente mal explotados. 100. El propésito de la quinta reforma, contemplada en la Ley /— N? 16.615, de 20 de enero de 1967, fue, a su vez, hacer posible la ejecucién del plan del Presidente Frei tendicnte a efectuar una reforma agraria mucho més extensa e intensa que la dis- puesta con anterioridad por la citada Ley N° 15.020. ‘Los aspectos fundamentales recayeron en las siguientes fi- nalidades: : ‘a) Asegurar el derecho de propiedad en sus diversas es- ecies. ) Encargar a la ley la determinacién del modo de adquirir la propiedad, de usar, gozar y disponer de ella y las limitacio- nes y obligaciones que permitan asegurar su funcién social y hacerla accesible a todos, determinando qué es lo que com- prende la funcién social del dominio. ; c) Permitir a la ley establecer la reserva al Estado del domi- nio exclusivo de recursos naturales, bienes de produccién u owes que declare de importancia preeminente para la vida social, cultural 0 econémica del pais. 4) Precisar las bases de la determinacién y pago de la indem- nizacién al expropiado, entre las cuales se comprendié una nor ma especial aplicable a la expropiacién de predios risticos. ) Confiar a la ley la facultad de reservar al dominio nacio- nal el uso ptiblico de todas las aguas existentes en ¢l territorio nacional y la de expropiar, para incorporarlas a dicho domi- nio, las que fueran de propiedad particular, oo ue ‘TRATADO DE DEREGHO CONSTITUGIONAL, 4) Declarar que la pequefia propiedad nistica habitada por su duefio no podrfa ser expropiada sin previo pago de indem- nizacién. Oportunamente, al estudiar el N® 24 del art. 19 de la actual Constitueién, se analizara hasta qué punto la nueva norma recoge o altera el régimen de dominio que fuera definido por la Ley N? 16.615. 101. Por sexta vez, y esto por segunda ocasién dentro de la presidencia del senior Frei Montalva, se modificé la Carta de 1925 por Ley N 16.672, de 2 de octubre de 1967, a fin de elevar a diez las circunscripciones senatoriales (art. 40), inclu yendo, al efecto, las normas transitorias pertinentes para hacer efectivo ese cambio. 102. La séptima reforma se introdujo asimismo durante el pe- riodo de Frei Montalva, a través de la Ley N° 17.284, de 23 de enero de 1970. Las materias de mayor relevancia a las cuales se extiende son, en sintesis, las siguient a) Conceder derecho a voto a los mayores de 18 afios y a los analfabetos (arts. 7° y 27) b) Facilitar la salida del Presidente de la Reptiblica y de los Ministros de Estado fuera del territorio nacional (arts. 39, 43y 67). c) Permitir al Presidente dictar decretos con fuerza de ley, previa delegacién de facultades por el legislador, y establecer el marco de la respectiva autorizaci6n y la forma de control de os cuerpos normativos que se dictaren (art. 44 N? 15). 4) Enwregar a la exclusividad del Presidente de Ia Reptbli- ala iniciativa legal en materia econémica y social (art. 45). e) Reglamentar, en orden al proceso de formacién de la ley, la calificacién de las urgencias (art. 46), disponer que las adiciones o correcciones y las observaciones a un proyecto s6lo se admitan si dicen relacién con sus ideas matrices © funda- mentales (arts. 48 y 53), posibilitar la creacién de comisiones mixtas de diputados y senadores para facilitar el acuerdo de las Cémaras en la formaci6n de la ley (art. 51) y fijar plazos para su promulgacién y publicacién (art. 55). ) Crear un Tribunal Constitucional compuesto de cinco ministros reelegibles, tres de ellos designados por el Presiden- ANTEOEDENTES us te de la Reptiblica con acuerdo del Senado y dos por la Corte Suprema de entre sus miembros (art. 78 a). Las atribuciones del Tribunal comprendieron resolver las cuestiones sobre cons- titucionalidad en la tramitacién de los proyectos de ley y de Jos tratados; la constitucionalidad de los decretos con fuerza de ley y la de la convocatoria a plebiscito; resolver sobre las inhabilidades constitucionales y legales de los Ministros de Estado; pronunciarse sobre los reclamos en caso de que el Presidente no promulgue una ley cuando deba hacerlo o pro- mulgue un texto diverso del aprobado y, en fin, decidir las cuestiones de competencia que determine la ley (art. 78 b). Contra las resoluciones del Tribunal Constitucional no proce- deria recurso alguno; las disposiciones que el Tribunal decla- rara inconstitucionales no podrfan convertirse en ley, y, resuelto que un precepto era constitucional, la Corte no podia decla- rarlo inaplicable por el mismo vicio materia de la sentencia (art. 78 c), g) Permitir al Presidente, en materia de reforma constitu: cional, consultar a los ciudadanos en plebiscito, tanto cuando un proyecto presentado por él fuera rechazado por el Congre- so como cuando éste hubiere rechazado total o parcialmente las observaciones formuladas por el Presidente de la Repitblica (arts. 108 y 109). ‘Al estudiar la preceptiva de Ia Carta de 1980 se podré aqui- latar el alcance de Ia influencia que ella recibi6 de parte de la reforma més amplia que logré introducir a la Constitucién precedente el Presidente Eduardo Frei Montalva. oe 103. La octava reforma se implanté por la Ley N° 17.398, de 9 de enero de 1971, llamada, segiin se dijo, “Estatuto de Garan- tias”, convertido éste en condicién para la entrega de la Presi- dencia por el Congreso Pleno a Salvador Allende, quien hubo de promulgarla. Todos sus preceptos son de trascendental na- turaleza sustantiva y s6lo cabe aqui anotar los aspectos mas fundamentales: a) La Constitucién asegura a todos los ciudadanos el ejerci- cio libre de los derechos politicos, dentro del sistema democré- tico y republicano y, a su vez, todos los chilenos pueden agruparse en partidos politicos, a los que se les reconoce la calidad de personas juridicas de derecho pubblico y cuyos obje- us TRATADO DE DERECHO CONSTTTUGIONAL tivos son concurrit de manera democrética a determinar la politica nacional. A los partidos se les reconocen, consecuente- mente, diversas libertades y se les asegura el acceso a los distin- tos medios de difusién (art. 9°). b) La libertad de opinién se extiende a la television; se establece que “no podrd ser constitutivo de delito o abuso sus- tentar o difundir cualquier idea politica’. Se da jerarquia cons- titucional al derecho de rectificacién y se establecen varias normas encaminadas a fortalecer esa libertad (art. 10 N° 8). c) La educacién es una funcién primordial del Estado, que se cumple a través de un sistema nacional, del cual forman parte las instituciones oficiales de 1a enseijanza y las privadas que colaboren en su realizacién, ajustindose a los planes y programas establecidos por las autoridades’ educacionales; la educacién que se imparta a través del sistema nacional seré democratica y pluralista y no tendré orientacién partidaria ofi- cial; se da rango constitucional a la Superintendencia de Edu- cacién y se consagran las bases del estatuto de las universidades (art: 10 N°). 4) La libertad de trabajo y su proteccién. Toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre eleccin de éste, a una remuneracién suficiente que asegure a ella y a su familia un bienestar acorde con la dignidad humana y a una justa partici- pacién en los beneficios que de su actividad provengan. Se asegura el derecho sindical y el de huelga (art. 10 N® 14). e) El derecho a la seguridad social. El Estado adoptara todas las medidas que tiendan a la satisfaccién de los derechos sociales, econémicos y culturales necesarios para el libre des- envolvimiento de la personalidad y de la dignidad humanas, para la protecci6n integral de la colectividad y para propender a uma equitativa distribuci6n de la renta nacional (art. 10 N° 16). ) El derecho a participar activamente en la vida social, cultural, cfvica, politica y econémica con el objeto de lograr el pleno desarrollo de la persona humana y st incorporacién efectiva a la comunidad nacional. El Estado debe remover los obstaculos que limiten, en el hecho, la libertad de las personas Y grupos. g) La fuerza piiblica esta constituida tinica y exclusivamen- te por las Fuerzas Armadas y el Cuerpo de Carabineros, institu- ciones profesionales, jerarquizadas, disciplinadas, obedientes y ANTECEDENTES 18 no deliberantes. S6lo en virtud de una ley podrd fijarse la dota- cidn de estas instituciones. La incorporacién de tales dotacio- nes a las Fuerzas Armadas y a Carabineros s6lo podré hacerse a través de sus propias instituciones especializadas, salvo la del personal que deba cumplir funciones exclusivamente civiles (art. 22). Los preceptos de esta reforma constitucional seran toma- dos en cuenta, sin duda, aunque en varios aspectos apartindo- se de sus contenidos, en las labores de la Comisién Ortiizar y en algiin grado repercutirén en el contenido de la Gonstitu- cién de 1980. 104, La novena reforma, concretada en la Ley N° 17.420, de 317— de marzo de 1971, tuvo por finalidad darles derecho, en la eleccién de regidores, a los extranjeros mayores de dieciocho afios que hubieren residido por mas de cinco en el pais. 105, La décima y ttima reforma incorporada a la Carta de “2 1925 -tercera promulgada por el Presidente Allende, que se realizé mediante la Ley N? 17.450, de 16 de julio de 1971, tuvo ‘como objetivos sustanciales: a) Permitir que, cuando el interés de la comunidad nacio- nal as{ lo exigiere, la ley pueda no solo reservar al Estado el dominio exclusivo de recursos naturales, bienes de producci6n u otros que declare de importancia preeminente para la vida econ6mica, social 0 cultural del pafs ~como lo haba dispuesto a Ley N® 16.615-, sino también la posibilidad de nacionalizar tales bienes (art. 10 N® 10, inciso 3°). ’b) Modificar el régimen de la propiedad minera, haciendo descansar ésta en concesiones que garanticen al beneficiario derechos a la concesién y no directamente a la riqueza minera (art. 10 N° 10, en los incisos que contimian al 3°). ¢) Consagrar reglas especiales para cuando se wate de la nacionalizaci6n de actividades o empresas mineras que la ley califique como “Gran Mineria” (art. 10 N° 10, después de los incisos 5° y 7°) 4) Pronunciarse sobre los llamados “contratos leyes” en los siguientes términos: “En los casos en que el Estado o sus orga- nismos hayan celebrado o celebren con la debida autorizacién oaprobacién de Ia ley, contratos o convenciones de cualquiera M6 “TRATADO DE DEREGHO CONSTITUGIONAL clase en que se comprometan a mantener en favor de particu. lares determinados regimenes legales de excepcion o tratamien- tos administrativos especiales, éstos podran ser modificados o ‘extinguidos por la ley cuando lo exija el interés nacional”. “En casos calificados, cuando se produzca como consecuencia de la aplicacién del inciso anterior, un perjuicio directo, actual y efectivo, la ley podré disponer una compensacién a los afecta- dos” (incisos finales agregados al art. 10 N° 10). ¢) Mediante una norma transitoria se nacionalizan y se declaran, por tanto, incorporadas al pleno y exclusive domi- nio de la Naci6n, las empresas que constituyen la Gran Mine- rfa del Cobre, las cuales se definen, preciséndose la forma de dar la adecuada indemnizacién en relaci6n a elas (17* regla transitoria), 106. Resulta adecuado y pertinente, después de esta revision del curso de la institucionalidad chilena ajustado a la Constitu- cién de 1925, formular algunas observaciones vinculadas, por ‘una parte, a los avances experimentados por la sociedad nacio- nal que pudieran atribuirse a méritos de su preceptiva 0, por Jo menos, no perturbados por ésta, y, por otra, a las deficien- cias exhibidas por el régimen gubernativo trazado por ella, por ‘cuya causa pudiera explicarse en algin grado la generacién de la crisis institucional de 1973. Las reflexiones que persigan los objetivos sefialados no po- dran desconocer Ia influencia de factores cuya ponderacién escapa a la especialidad del constitucionalista, por adentrarse més bien en la profundidad misma de la comunidad nacional, en su raiz historica y socioldgica. Nuestro punto de vista ha de respetar ademds las exigen- cias de objetividad ¢ imparcialidad inherentes a toda aprecia~ cin de cardcter cientifico, virtudes que resultan, por cierto, de més dificil observancia en un campo como el de la ciencia politica, condicionado tal vez mas que cualquier otro a la rela- tividad que rodea todo lo humano ajeno al dogma revelado. Pues bien, aun observando tales precauciones, es del caso admitir, ante todo, que no es razonable atribuir virtudes o de- fectos a la Constitucién de 1925 en relacién al periodo anor- mal que transcurriera desde su promulgacién hasta el advenimiento, el 24 de diciembre de 1932, de la segunda admi- nistraci6n de Arturo Alessandri Palma, Es el sefior Alessandri l tercer Jefe de Estado elegido segiin esa Ley Fundamental y llega al solio presidencial junto con Ia segunda jornada electo- ral de senovacién parlamentaria -si se descuenta el Congreso ‘Termal~ que tiene lugar bajo el imperio de dicha Carta y con 4nimo de respetar fielmente un documento que en tan alto grado proviniera de su propia acci6n. 107. Fueron cuarenta afios (1982-1973) en los que se sucedie- ron con perfecta regularidad ocho Presidentes de la Reptblica dos de los cuales fallecieron en el desempefio del mando- y ocurrieron también, con esa misma normalidad, once renova- ciones generales parlamentarias y doce elecciones municipales. ‘Alo largo de la aplicacién de la Constitucién de 1925 la poblacién chilena subié de 4.084.000 2 9.860.611 habitantes y el cuerpo electoral creci6, por su lado, de 302.142 a 4.510.060 inscritos, 0 sea, se elevé dicho cuerpo de 7,3% a 45,7% de los habitantes, incremento, como se ve, muy superior al aumento de la poblacién. El notable crecimiento del electorado ha de atribuirse no sdlo al factor demogréfico y a la difusin de Ia cultura, sino a la concesién del sufragio femenino, por las re- formas legales de 1934 y 1948, y al llamado a la ciudadania de los mayores de dieciocho aiios y de los analfabetos, que vino a disponerse en los tiltimos dias de vigencia de la Carta, por la Ley N* 17.284, de 23 de enero de 1970. La pureza de las consultas electorales se fue afirmando al mitigarse paulatinamente la influencia de Ia intervencién gu- bernativa en su preparacién y ejecucién mediante el perfeccio- namiento constante del régimen electoral; al resguardarse por las Fuerzas Armadas la tranquilidad en la realizacién del pro- pio acto electoral, como consecuencia de la aplicacién de la llamada Ley Olavarria, N° 6,825, de 1941, y al eliminarse del todo la prictica del cohecho, como resultado del progreso de la conciencia civica y de Ja implantacién de la cédula tinica oficial por Ley N° 9.292 (1958). La seriedad de los procedi- mientos observados en las jornadas civicas se robustecié tam- bién por la actuacién del Tribunal Calificador de Elecciones, que conquisté la confianza de la colectividad nacional. Este organismo recogié en su jurisprudencia el avance surgido como reaccién frente a la dolorosa experiencia proveniente de los us ‘TRATADO DE DERECHO CONSTITUCIONAL ANTECEDENTES. 9 abusos que otrora mancharon las jornadas populares. Respecto de este organismo jurisdiccional, cabe recordar, sin embargo, la crisis producida en 1961, a la que se puso término mediante el rechazo por la Camara de Diputados de la acusaci6n que se entablara en. contra de los Ministros de la Corte Suprema, inte- grantes del Tribunal Calificador, sefiores Osvaldo lanes Be tez y Miguel GonzAlez Castillo; los antecedentes de esta crisis quedaron expuestos ampliamente en la primera edicién de este Tratado (Tomo II, N® 188, pags. 192 a 194). Las ensefian- zas recogidas de ese conflicto serén tomadas en cuenta al co- mentar los actuales articulos de la Carta, La continuada aplicacién del sistema de votacién de repre- sentacién proporcional, configurado de acuerdo con Ia fijacion de la cifra repartidora segiin Ia formula creada por Victor D'Hondt, registr6 el multipartidismo propio de Ia cultura nacio- nal, aunque fue afirméndose Ia tendencia a convertirse en un pluripartidismo cada vez menos acentuado, ya que, esponténea- mente, en las tiltimas consultas anteriores a 1973, gran parte del clectorado se distribuyé en cinco grandes colectividades. No vacilamos en anotar también entre los aspectos positi- vos que se observan y se afirman a lo largo del perfodo 1932- 1973 los siguientes: ~ La preservaci6n y vigor no s6lo de las libertades ptiblicas que se proyectan directamente en el campo politico, sino que de todas las demés libertades, derechos, garantfas y recursos contemplados por la Carta que fueron manifestindose y con- cretndose a través de una copiosa legislacién, que dio paso a una estructura social mucho més rica y a instituciones destina- das a buscar e imponer soluciones de justicia social. Incluso los ctiticos mas severos del sistema politico reconocieron a Chile, en el pais y en el extranjero, como una de las naciones del continente que mas habfa avanzado hacia una democracia efec- tiva y auténtica. Tal reconocimiento provenfa también de quie~ nes, extremando sus posiciones, admitfan, por lo menos, que constitufa una democracia que decfan formal, la cual les per- mitia, sin riesgos, formular juicios exagerados y disponer de todos los medios de proyeccién sobre la opinién nacional para que acogiera sus puntos de vista. ~ La existencia de buenas relaciones entre el Estado y la Iglesia Catdlica, subsecuentes a la separacién amistosamente convenida por ambos poderes y constatada en el propio texto constitucional, contribuyé a un sdlida colaboracién mutua y efectiva tolerancia en materia religiosa. La pretensién de unifi- car en una sola tienda politica a quienes deseaban hacer valer Jas conclusiones derivadas de sus creencias en el campo civico perdié su fuerza con Ia formacién de la Falange Nacional (1938). Desgajada ésta del Partido Conservador ~que abogaba, entre tanto, por tal unificacién dificultando la libertad civica de los cat6licos-, afirmé la existencia de expresiones politicas varia- Gas entre quienes profesaban los mismos ideales religiosos y dio origen, mas adelante, al Partido Demécrata Cristiano (1957). = Ia seriedad del funcionamiento del Congreso Nacional con regularidad y disciplina, pocas veces alterada en mas de un. siglo y medio de existencia independiente, dio fundamento sdlido a su prestigio institucional y procuré ser intérprete del sentir nacional y tribuna en que se debatieran, generalmente con clevacin y a menudo.con inflamnda elocuencia, los gran- des problemas colectivos, de lo cual era muestra convincente el interés con que se seguian los debates, difundidos en su ver- sin integra por los diarios més lefdos. ~ La independencia con que cumplié sus tareas el Poder ‘Judicial, no obstante las escasas remuneraciones de los magis- trados virtuosos y austeros. Estas deficiencias dieron lugar a quejas constantes de no ser destinados medios suficientes para financiar su adecuado funcionamiento; se explica asi el estalli- do de una huelga de estos servidores en el perfodo de Eduardo Frei, a la que se dio pronto término. Sera el Colegio de Aboga- dos, nacido al tiempo de gestarse la Constitucién de 1925 ~cuyo prestigio se reconoce a lo largo del periodo, sirviendo de modelo cuando Ia ley fue estableciendo cucrpos andlogos en relacién a otras profesiones-, el organismo en el cual se registra viva preocupacién por el robustecimiento de los valo- res confiados a la magistratura, al velar por el correcto desem- peiio de la abogacia, al intervenir de diversos modos en la propia generacion de la judicatura y en la calificacién de los Jjueces, y, en fin, al dar a conocer de mode constante su pare- ‘cer sobre las labores cumplidas por los jueces. = Es indiscutible la dignidad con que se condujeron las relaciones internacionales, propugnando el robustecimiento de los fundamentos en que se afirman la paz y la mejor conviven- 130 ‘TRATADO DE DERECHO CONSTITUCIONAL ANTECEDENTS 181 cia de los pueblos. Contribuy6 Chile a la formacién de la Orga- nizacién de las Naciones Unidas y fue integrante, al tiempo que colaborador decidido, de los diversos organismos creados © sostenidos por esa asociacién universal de Estados. La pres- tancia y entusiasmo con que se desempeiié nuestro pais en el escenario internacional condujeron a conquistarle una influen- cia mucho mayor que la que podfa naturalmente esperarse de un Estado pequefio situado en el extremo del hemisferio. Los vinculos de Chile con las naciones vecinas, a pesar de los per- manentes motivos de inquietud que provocaban, se desarrolla- ron de modo que no estallé ningtin conflicto bélico. Fue, por lo demés, puramente formal la declaracién de guerra al Japén, consecuente con el rompimiento de relaciones diplomdticas con las potencias del je durante la segunda conflagracién mundial. En relacién a nuestra posicién antértica, la politica de nuestro pafs fue oportuna, previsora, acertada y fecunda. — Las Fuerzas Armadas eecutaban con fidelidad y patriotis- ‘mo sus deberes. Su preparacin profesional no sélo les con- quist6 respeto y admiracién en el campo interno, sino que explica su ascendencia ¢ influencia en los ambientes castrenses de los demas pafses del continente. Los contactos de los jefes militares con los poderes piiblicos nacionales, en cumplimien- to de la misién que les confiaba la Ley Fundamental, se Tleva- ban en un clima de respeto y de comprensién. Las incidencias que se produjeron en este campo revistieron felizmente un cardcter puramente epis6dico y adquirieron trascendencia s6lo al final de la época que comentamos. — La labor desarrollada por la Contraloria General de la Repiiblica, institucién que adquirié relevancia en el perfodo, fue valiosa en la satisfaccién del encargo que se le dio en res- guardo de la juridicidad del ejercicio de la potestad reglamen- taria. La funcién encomendada a la Contraloria mitigé, en parte, la carencia ~causada por la falta de la legislaci6n perti- nente deseada por la Carta, que ya hemos representado- de un sistema de contencioso administrative y de jurisdiccién espe- cial para resolver esta especie de controversias. Lo anterior debe admitirse sin perjuicio de reconocer que el decreto de insistencia no impedfa que en el hecho Megaran a despacharse actos administrativos violatorios de los preceptos de la Ley Fun- damental. La actitud vacilante de la magistratura judicial, al declararse con frecuencia impedida, a falta de ley expresa, de proaunciarse sobre los conflictos suscitados entre los adminis- trados y los érganos piiblicos, fue, indiscutiblemente, un factor de debilidad en nuestro ordenamiento juridico. 108. Revistié poderosa influencia en la provocacién de la crisis, que condujo al 11 de septiembre de 1978 la circunstancia de quedar sin resolverse un grave conflicto interpretativo referen- te a preceptos de la Constitucién incorporados a ella en 1970, por la Ley N° 17.284. Los senadores Juan Hamilton y Renan Fuentealba presi taron un proyecto de reforma de la Carta, que corrié con faci dad todos sus trmites hasta aprobarse por el Congreso Pleno €1 19 de febrero de 1972. Las modificaciones que tal iniciativa pretendia introducir buscaban poner fin a los conflictos que suscitaban los métodos empleados por el Presidente Salvador Allende para conducir al pais hacia la realizacién de sus objetivos de reformas econdmi- cosociales. “£1 Presidente de la Repiiblica -explicaba al efecto la expo- sicién de motivos de la mencionada proposicién parlamenta- ria- ha prometido reiteradamente ajustar la accién de su Gobierno al principio de la legalidad e impulsar los cambios que el Gobierno quiere llevar a cabo introduciendo las modifi- caciones que sean necesarias a la legalidad vigente dentro de Tas normas establecidas.” “No obstante esta seguridad -agregaba la mocién de los scnadores nombrados-, el Gobierno del sefior Allende ha esta- do realizando un proceso destinado a traspasar al dominio del Estado diferentes industrias y actividades econémicas, a través de procedimientos de dudosa legalidad 0 contemplados en la ley para fines distintos a los de su actual aplicacion, o ¢l em- pleo de recursos destinados a la creacién de nuevas fuentes de trabajo, mediante “expropiaciones’, “requisiciones”, “interven- ciones” o “compras de acciones o derechos”, Los cambios propuestos, aprobados, segiin se dijo, por las, Cémaras y ratificados en el Congreso Pleno, perseguian, en sintesis, distinguir en la economfa tres areas, designadas, res- pectivamente, como social, mixta y privada; reservar al Estado numerosas actividades econémicas; establecer como obligato- 182 ‘TRATADO DE DEREGHO CONSTITUGIONAL, rio el derecho de los trabajadores a participar, del modo que la ley determinara, en la administracién de las empresas de las distintas areas; incluit, en fin, entre las materias de ley, Ia auto- rizacién de transferencia de empresas del drea privada a la social o a la mixta o, a la inversa, entre ellas. Mediante normas transitorias se definian las circunstancias que posibilitaban las expropiaciones que se dispusieran a base del Decreto Ley N* 520, de 1932, 0 las requisiciones o intervenciones de un estableci- miento industrial 0 comercial o de explotaci6n agricola, de- biendo practicarse éstas mediante decreto supremo fundado y dentro de los plazos que la ley estableciera; se precisaba que ninguna ley vigente a la fecha en que habria de regir el nuevo texto podria interpretarse ni aplicarse en el sentido de que autorizaba al Estado u organismo dependiente a estatificar 0 incorporar a las dreas social y mixta empresa productoras de bienes y servicios; y se disponta, por tiltimo, a la letra: “Declé- ranse nulos y sin valor alguno los actos o convenios ejecutados © celebrados por el Estado, los organismos o entidades que lo integran, que estén bajo su control o que de él dependen, a contar del 14 de octubre de 1971, para adquirir acciones 0 derechos de o en personas juridicas de derecho privado con el fin de nacionalizar o estatificar empresas productoras de bie- nes 0 servicios, que no hubieran sido expresamente autoriza- das por ley dictada en conformidad a lo prescrito en el N° 16 del art. 44 de la Constituci6n Politica del Estado”. En cuanto se comunicé al Presidente la ratificacién de la reforma, el 21 de febrero de 1972, en lugar de disponerse éste a promulgarla, advirtié publicamente que formularia observa- ciones a ella a través de vetos supresivos o sustitutivos, frente a Jos cuales, en caso de ser ellos rechazados, las Cémaras queda- ban obligadas, a su juicio, a insistir por los dos tercios de sus micmbros si pretendian mantener las normas precedentemen- te aprobadas, y previno finalmente que, si el Congreso desco- nocia su parecer, recurriria al Tribunal Constitucional en demanda de la correcta interpretacién. Los parlamentarios que en el Senado y en la Cémara ha- bfan concurrido con sus votos a la aprobacién del proyecto de reforma, al tiempo que explicaron, el 2 de marzo, en extensa declaracién pitblica, la razon y alcance del proyecto, puntuali- zaron el error de la interpretacién que hacia el Presidente de ANTECEDENTS 18 jas normas constitucionales. A esta declaracién presté su pleno apoyo, él 17 de ese mes, el ex Ministro de Justicia Gustavo Lagos Matus, representando el papel que le habia correspondi- do en la generacién de los preceptos que procedia aplicat. Contradijeron, entre tanto, por su lado, la declaraci6n referida Jos presidentes de los partidos politicos de la coalicién enton- ces gobernante. Por oficio de 6 de abril, el sefior Allende hizo llegar, en efecto, a las Cémaras las observaciones que habia anunciado, no siendo acogidas todas ellas en ambas ramas. Luego de re- chazarse algunas de las observaciones, las Camaras no votaron, como el Jefe del Estado lo pedia, si insistian o no en los textos que con anterioridad habjan aprobado, requisito que sin duda se contemplaba explicitamente en cuanto a la tramitacién de los proyectos de ley ordinarios. ‘Tal como Jo anunciara, el Jefe del Estado planted el fondo de la controyersia al Tribunal Constigicional, sosteniendo la facultad de éste para resolverla por revestir el proyecto, en su opini6n, el cardcter de ley para los efectos de a competencia del érgano jurisdiccional. El Tribunal Constitucional acogi6, por mayoria, el 80 de mayo, la excepcién de incompetencia absoluta que se le habfa formulado conjuntamente por la Cé- mara de Diputados y por el Senado. El extenso fallo contuvo consideraciones particulares favorables a su decisién de parte de Enrique Silva Cimma y también una extensa prevencion de Jacobo Schaulsobn, cuya postura fue que en el Tribunal habria ‘debido dilucidarse, como previa, la cuestién de si correspondia que declarara Ja improcedencia actual del requerimiento y su consiguiente inadmisibilidad. Considerd, en efecto, el sefior Schaulsohn que el Tribunal estaba impedido de pronunciarse sobre la competencia, por cuanto, si lo hacia en ese momento, podrian provocarse consecuencias en relacién a los pronuncia- mientos que habrfan de competer al propio Tribunal cuando correspondiera con motivo del plebiscito que se decretara. La sentencia se dict6, en fin, en contra del parecer del Ministro ‘Adolfo Veloso Figueroa, quien estuvo por el rechazo de Ia in- competencia y por resolver, en consecuencia, el fondo de la cuestién promovida. : Rechazadas por las Camaras las observaciones anunciadas por el Presidente, en conocimiento éste de la sentencia del 154 “TRATADO DE DERECHO CONSIITUCIONAL ‘Tribunal Constitucional y vencido ya el plazo para recurrir a plebiscito, dicté un decreto promulgatorio de la reforma, en ‘enyo texto se omitian deliberadamente las normas por él esti- madas como irregularmente despachadas. Tal decreto no fue cursado por la Contraloria, reparticién a la cual, por lo demés, se advirtié que no podia hacerlo, en oficio conjunto, por el presidente del Senado, Eduardo Frei Montalva, y por el de la ‘Camara de Diputados, Luis Pareto. Se dijo que el mismo 11 de septiembre de 1973 se apresta- ba el Presidente para anunciar el llamado a un plebiscito desti- nado a buscar resolver la discrepancia que en esta materia se habia generado entre el Parlamento y él 109. Nos correspondi6, como reaccién andloga a la que tuvie- ron muchos otros profesores, expresar piiblicamente una opi- nién adversa a la interpretacidn que defendia el Jefe del Estado, Es procedente reflexionar hoy, lejos de los acontecimien- tos, desde el prisma de la técnica constitucional, acerca de si puede o no atribuirse el origen de la polémica suscitada a la ‘oscuridad o deficiencia de la preceptiva entonces en vigor. Se impone, para ello, presentar el fondo de la discrepancia. La Constitucién de 1925 establecfa: Art, 108: “La reforma a las disposiciones constitucionales se someterd a las tramitaciones de un proyecto de ley, salvo las excepciones que a continuaci6n se indican: “El proyecto de reforma necesitard para ser aprobado en cada Cémara, el voto conforme de la mayoria de los Diputados © Senadores en actual ejercicio”. Después de contemplar la intervenci6n del Congreso Pleno en términos andlogos a los reproducidos en la actual Ley Fun- damental, el texto primitivo de la Carta de 1925 disponia: “El proyecto s6lo podré ser observado por el Presidente de la Republica, para proponer modificaciones 0 correcciones a las reformas acordadas por el Congreso Pleno” “Si las modificaciones que el Presidente de la Repiiblica propusiera fueren aprobadas por ambas Cémaras, se devolverd cl proyecto al Presidente para su promulgacién” “Si las dos Cémaras desecharen todas o algunas de las ob- servaciones del Presidente de la Repiiblica e insistieren por los dos tercios de sus miembros presentes en Ia totalidad o parte ANTECRDENTHS ss del proyecto aprobado por ellas, se devolveré al Presidente para su promulgacién, o para que, si éste lo estima convenien- te, consulte a la Naci6n, dentro del término de treinta dias, los, puntos en desacuerdo, por medio de un plebiscito. El proyecto que se apruebe en el plebiscito se promulgara como reforma constitucional”. ‘Ahora bien, la reforma constitucional que dispuso la Ley N? 17.284, de 1970, introdujo dos cambios que resulta necesa- rio registrar para entender la divergencia interpretativa: uno, tocante al procedimiento mismo de reforma; el otro, a las fa- cultades otorgadas al Tribunal Constitucional establecido por ‘esa misma ley. Ha de considerarse, en efecto, en primer término, que la Ley N° 17.284 concedié a dicha jurisdiccién la facultad de “re- solver las cuestiones sobre constitucionalidad que se susciten durante la tramitacién de los proyectos de ley y de los tratados sometidos a la tramitacién del Congreso”, no precisando, pues, si tal atribuci6n se extendia también a los proyectos de refor- ma de la Carta. Ha de recordarse, en segundo término, la agregacién, en el art. 108, luego de confirmarse la funcién del Congreso Pleno, de los siguientes incisos: “El proyecto aprobado por el Gongreso Pleno no podra ser rechazado totalmente-por el Presidente de la Reptiblica, quien s6lo podr4 proponer modificaciones o correcciones, o reiterar ideas contenidas en el mensaje 0 en indicaciones validamente formuladas por el propio Presidente de la Reptiblica”. “Si las observaciones que formulare el Presidente de la Re- piiblica en conformidad al inciso anterior fueren aprobadas por la mayoria que establece el inciso segundo (0 sea, la mayo- ria de los senadores 0 diputados en ejercicio), se devolvera el proyecto al Presidente para su promulgaci6n”. Y procede tener presente, en fin, el total reemplazo del art. 109 por el siguiente, cuyos cuatro primeros incisos dispu- sieron: “Bl Presidente de la Repiblica podra consultar a los ciuda- danos, mediante un plebiscito, cuando un proyecto de reforma constitucional presentado por él sea rechazado totalmente por el Congreso, en cualquier estado de su tramitacién. Igual con- vocatoria podré efectuar cuando el Congreso haya rechazado 156 “TRATADO DE DERECHO CONSTITUCIONAL total o parcialmente las observaciones que hubiere formulado, sea que el proyecto haya sido iniciado por mensaje o mocién’” “Sin embargo, esta facultad no podra ejercerla respecto de reformas constitucionales que tengan por objeto modificar las normas sobre plebiscito prescritas en este articulo”, “La convocatoria a plebiscito deberd efectuarse dentro de los treinta dias siguientes a aquel en que una de las Cémaras 0 el Congreso Pleno deseche el proyecto de reforma o en el que el Congreso rechace las observaciones y se ordenard mediante decreto supremo que fijard la fecha de la consulta plebiscitaria, la que no podré tener iugar antes de teinta dias ni después de sesenta contados desde la publicacién de ese decreto. Transcu- rrido este plazo sin que se efectie el plebiscito, se promulgara el proyecto que hubiere aprobado el Congreso”. “El decreto de convocatoria contendré, segtin corresponda, el proyecto del Presidente de la Repiiblica rechazado por una de las Cémaras por el Congreso Pleno, o las cuestiones en desacuerdo que aquel someta a la decisién de la ciudadania. En este tiltimo caso, cada una de Jas cuestiones en desacuerdo dcberd ser votada separadamente en la consulta popular”. La postura del Presidente se fundaba sustancialmente en que, como permanecia vigente el inciso 1° del art. 108, segiin el cual la reforma se someteria “a las tramitaciones de un pro- yecto de ley, salvas las excepciones que a continuacién se indi- can” y entre estas excepciones no se mencionaba expresamente el requisito de la insistencia, ésta se mantenfa respecto de la reforma constitucional. Presentaba, en el plano légico, a nuestro juicio, un peso muy superior la interpretacién adversa a la propugnada por el sefior Allende, porque si la voluntad del constituyente hubiera sido mantener el mecanismo de Ia insistencia en tal hipétesis, hubiera debido disponerlo explicitamente, puesto que reque- ria incorporar numerosos preceptos que esclarecieran lo que ocurriria en las diversas alternativas que en ese caso tendrian inevitablemente que surgir. Resultaba claramente incongruente que, después de apro- bados por las dos Cémaras preceptos de un proyecto de refor- ma, concurriendo la mayoria de los parlamentarios en ejercicio de una y owa, y de rechazadas las observaciones formuladas por el Presidente en relaci6n al texto ratificado en el Congreso ANTECEDENTS a Pleno, vinieran a exigirse tan sdlo los dos tercios de los presen- tes, ntimero que eventualmente podia ser inferior a la mayoria en ejercicio, para entender que s6lo asf Iegaba a prevalecer la voluntad del Parlamento. Creemos que al Presidente Allende no se habia abierto otra alternativa que recurrir oportunamente a la consulta plebisci aria, La decisin que adopté, de promulgar parcialmente el texto ratificado por el Congreso Pleno, no tenfa asidero consti- tucional, y fue justificada por ello la negativa de la Contraloria a cursar el decreto promulgatorio. En las circunstancias creadas, el sefior Allende tuvo el pro- pésito de recurrir, frente al rechazo del Contralor, a la dicta- cién de un decreto de insistencia para promulgar parcialmente el proyecto de reforma. ‘Como el problema quedara asi indefinidamente sin resol- ver, publicamos en El Mercurio, el 24 de julio de 1973, un ar- ticulo en que pusimos de manifiesto cémo, a nuestro juicio, el resorte del decreto de insistencia, establecido en ejercicio de la potestad reglamentaria, no podia usarse cuando correspondia el cumplimiento del deber propio del Poder Ejecutivo de pro- mulgar normas juridicas constitucionales o legales, ambas de jerarquia superior a dicha potestad. 110. Es del caso expresar ahora nuestro parecer tocante a la declaraci6n de incompetencia acogida por el Tribunal Consti- tucional, fundada en que la reforma de la Ley N* 17.284 no concedia a éste de modo explfcito atribucién para conocer de cuestiones de constitucionalidad de los proyectos de modifica cién de la Ley Fundamental. ‘No podfa, en verdad, sostenerse que, implicitamente, no obstante, se le otorgaba tal facultad, por la sola circunstancia de que segtin el inciso 1° del art. 108 la reforma de las disposi- ciones constitucionales se someterfa a las tramitaciones de un proyecto de ley, salvas las excepciones precisadas. Los proyectos de reforma, tan s6lo por via de esa asimilacion procesal, no podfan entenderse sustancialmente como proyec- tos de ley, por cuanto se contemplaban en un Capftulo ~el X de la Carta~ diferente del IV, relativo al Congreso Nacional, en que figuraba el parrafo sobre la formacién de las leyes. Debia, entre tanto, observarse que mientras el Congreso Nacional en 188 ‘TRATADO DE DERECHO CONSTITUCIONAL el proceso de la legislacién actuaba como colegislador, en el de modificacin de la Carta integraba, entre tanto, junto con el Presidente de la Reptiblica y eventualmente con ei cuerpo elec- toral, el Poder Constituyente Instituido 0 Derivado, estructura- do por el Poder Constituyente Original. Las atribuciones confiadas al Tribunal Constitucional debian entenderse asi li- mitadas a aquellas que explicita, categérica e indiscutiblemen- te se le otorgaban. Cierto es que la Constitucién de 1980 ha venido a conceder también al Tribunal Constitucional la facultad de resolver “las cuestiones de constitucionalidad que se susciten durante la tra- mitacién de los proyectos de... reforma constitucional”, ello, sin duda, como consecuencia de la controversia en andlisis, y levando de tal modo al Tribunal Constitucional a convertirse en cierta forma en integrante del Poder Constituyente. Tal solucin esté llamada, por una parte, a resolver conflictos de poderes, como el que surgié en relacién al proyecto sobre areas de la economia, pero este cambio no deja de hacer po: ble, por otra parte, el surgimiento de problemas juridicos com- plejos sobre el émbito y alcance de la nueva facultad, que habrin de analizarse oportunamente en nuestro Tratado. 111. Sintctizados los aspectos basicos de la controversia que surgiera entre el Presidente Allende y el Congreso, referida a la tentativa de reforma constitucional sobre las areas de la eco- noma, es del caso dilucidar, en fin, si revistié un cardcter es- trictamente juridico 0, mas bien, fue de indole politica. En tanto el Presidente estimé tal conflicto como basica- mente juridico y, por ello, en lugar de recurrir al plebiscito, quiso apoyarse en el parecer del Tribunal Constitucional, pen- samos, por nuestra parte, que fue una expresién mds de la pugna que no podia menos de estallar entre el Jefe del Estado y la mayorfa parlamentaria, en la medida en que aquél queria hacer prevalecer a toda costa su criterio sobre el del Congreso y sobre la mayorfa del electorado, al cual, en el fondo, no uiso acuair, temeroso, con raxén, de no ser tampoco apoyado por él. 112. Indiscutiblemente la cuestién constitucional que también contribuy6 a preparar la crisis politica fue la vinculada a la ANTECEDENTES 180 facultad concedida al Congreso-Pleno en caso de que ningtin candidato a la Presidencia de la Repiiblica alcanzara la mayorfa absoluta de los sufragios vilidos. El Partido Demécrata Cristiano, en ejercicio de esa facul- tad, dio sus votos en el Congreso Pleno a Salvador Allende. De tal modo se pronuncié en una alternativa cuyo riesgo caleulara, y que procuré, hasta donde estaba a su alcance, evitar a través de la aprobacién simultdnea del llamado Esta- tuto de Garantias. “Tal riesgo era perfectamente previsible y su produccién no puede atribuirse, a nuestro parecer, a la Constitucién de 1925, sino a todos los sectores de la comunidad nacional. En la primera edici6n de este Tratado advertimos que lo que en definitiva sucedi6 podria ocurrir. Después de citar las situaciones presentadas en las eléccio- nes en que recibieron la Primera Magistratura los sefiores Ga- briel Gonzdlez Videla, Carlos Ibdiiez del Campo y Jorge Alessandri Rodriguez, afiadfamos: “Estimamos que tales precedentes no pueden llegar a coar tar en el futuro la libertad del Congreso Pleno para determi- narse en otras ocasiones en una forma distinta, porque, mientras no se derogue el texto constitucional, que es de profunda légi- ca democratica, debe éste aplicarse fielmente, y guardar, por lo tanto, el Congreso en forma efectiva la facultad que le esté confiada por la Constituci6n para resolver, en cada caso, cual es Ia exigencia del bien comtin, que puede no siempre coinci- dir con Ia eleceién del ciudadano que ha logrado la més alta mayorfa, si por la dispersién de votos o por el rechazo de las demas fuerzas politicas representa una porcién decididamente minoritaria del pats. Estd, por lo demas, advertida la Nacién entera que, si se muestra incapaz de decidir el electorado, es el Congreso el 6rgano que debera hacerlo en lugar suyo. La Cons- titucién da confianza al Congreso, eno podré darsela la ciuda- danfa que lo ha elegido?” “Después de la jornada electoral del 4 de septiembre de 1958, el Ministro de Defensa, general don Luis Vidal Vargas, pidi6 Ja tranquilidad para ‘cuando corresponda al Congreso Pleno ratificar la soberana resolucién del pueblo de Chile, ex- presada en el resultado de Jas urnas’. Esos términos fueron, a nuestro juicio, con raz6n considerados como impropios, ya que, 10 “TRATADO DE DERECHO CONSTITUCIONAL en cl caso, al Congreso competfa no s6lo ratificar sino que dlegiz, como dice la Carta Fundamental, por lo menos realmen- te escoger, porque no se produjo resolucién del pueblo". “Consideramos que no puede prolongarse la situacién am- bigua que proviene de mantener, por una parte, en vigencia tun precepto categérico de la Ley Fundamental que exige més, de la mitad de los sufragios validamente emitidos para que se entienda realizada la eleccién por el pueblo, y sostener, por otra, que en fuerza de lo resultados de las jornadas de 1946, 1952 y 1958, se ha creado un precedente que obliga al Congre- so Pleno a proclamar al candidato que logra en las unas ma- yor ntimero de sufragios”. “La lucha de 1964 y siguientes no debe darse con ese equi- voco, sino que previo reconocimiento del vigor del precepto constitucional 0 la oportuna modificacién explicita de la regla en el sentido, por ejemplo, de reconocer el triunfo de quien alcance més alta votacién” (Tratado, Tomo III, N® 238, pags. 231 a 238). En términos semejantes nos referfamos en el Tomo II N®70, pag. 68. Eso escribiamos a fines de 1963. Eduardo Frei Montalva fue favorecido con holgada mayorfa absoluta en el cuerpo electoral, de modo que el Congreso Pleno no tuvo dificultad alguna en conferirle el titulo de mando. Entre tanto, la situacién que se creé en 1970 se presents muy compleja. Salvador Allende pretendfa, en efecto, una transformacién profunda del régimen econémico-social del pafs que s6lo po- dfa impulsar obteniendo previamente una autorizacién indis- cutible de parte de la mayoria ciudadana, la cual no quedaba politicamente asegurada con la sola decisién del Congreso Ple- no. El cuerpo electoral, renovando las Cémaras en marzo de 1973, siguié negando en ellas mayorfa al Presidente, haciendo asf inevitable la pugna del Jefe del Estado con la mayorfa del pais. La Constitcién de 1980, al introducir la segunda vuelta, impide que se genere nuevamente una cuestién tan conflictiva. El problema, segiin lo dicho, no puede imputarse a la letra de la Carta de 1925, porque ésta se limitaba a recoger, con toda l6gica, uno de los rasgos t{picos de la democracia estrictamen- te representativa y del concepto de la soberania nacional, y aNTEceDENTES, 181 ello lo decidfa en una época en que la sociedad gobernada en nuestro pais, y en muchos otros, no mostraba todavia el empu- je, mucho después manifiesto, de hacerse presente directamente ‘en la direccién de la vida politica, producto de una evolucién que se fue gencrando por la extensidn del sufragio, el fortale- jento de las libertades pitblicas, el aumento de la cultura y la presion ejercida sobre el Estado para dar pronta y eficaz solucién a los problemas colectivos. No. es, pues, el constituyente de 1925 el responsable de la crisis que se produjo, sino nuestro sistema politico. No debid en éste mantenerse vigente un precepto constitucional si ha- bian cambiado a tal punto las convicciones civicas que predo- minaban en la opinién nacional; Ia apreciacién de que se baba transformado en precedente una interpretacién que debié con- siderarse inadmisible, porque reconocerla significaba quebran- tar profundamente la raz6n y el espfritu de la Carta de 1925. 118, Innumefables circunstancias ajenas a la sustancia precep- tiva de una Constitucién Politica determinan en uno u otro grado el éxito 0 el fracaso de la construccién que establece; so no pudo menos de aplicarse a la de 1925. La precisién de los variados factores de influencia no der vados de la misma Ley Fundamental se vineula, desde luego, sin duda, a la orientacién que fue prevaleciendo en los distin- tos perfodos de su real aplicacién: el de los veinte afios que corren durante Ja segunda gestion Alessandri Palma y los go- biernos radicales (1932-1952); el del personalismo de los sefio- res Ibdfiez y Alessandri Rodriguez (1952-1964), y el de los Presidentes ide6logos Frei Montalva y Allende (1964-1973). Si el régimen gubernativo, con todas sus deficiencias, pre- sentaba valores consistentes, la impotencia que demostr6 como instrumento eficaz para avanzar al perfeccionamiento demo- cratico se debié a las debilidades del régimen politico, en el gue operan factores imposibles de ser manejados simplemente por la estructura del poder. Excederfa el marco de las observa- ciones que en este punto deseamos formular ~mas propias de la materia reservada a la ciencia politica incorporar aqui un andlisis de fondo del régimen politico chileno en el lapso a que nos referimos (1932-1973). Anotemos, por lo menos, algu- nos rasgos. 162 ‘TRATADO DE DERECHO CONSFTTUCIONAL A medida que la estrategia y las técticas de los imperialismos internacionales fueron impulsando, a través de su proyeccién en, el combate politico nacional, las pretensiones del Frente Popu. lar, inspirado desde el exterior, y las del Partido Comunista chi- leno, servilmente sometido a la directiva fordnea y generalmente secundado por las varias corrientes socialistas, la funci6n de go- bernar a los chilenos se fue convirtiendo en una tarea muy com. pleja si la mayorfa deseaba mantenerse dentro de los caracteres de una democracia auténtica. Tales sectores se servian, infortu. nadamente en efecto, de las facilidades proporcionadas en un gobierno libre para debilitar el sistema institucional. Persegu‘an dichos sectores construir Ja sociedad misma sobre bases sustan- cialmente incompatibles con las que informaran la secular tradi- cién chilena del liberalism politico, conformada seguin las caracteristicas de la cultura occidental moderna, y cuyas norma- les expresiones se proclamaban incapaces de configurar ¢ impo- ner soluciones de justicia colectiva. Por otra parte, el fortalecimiento de la estructura social, traducido en la formaci6n de infinidad de cuerpos interme. dios tras sus particulares intereses y objetivos ~con creciente vigor de Iideres y de medios a su servicio-, puso en juego cada vex mas poderosas y contundentes formas de presion sobre el aparato estatal, carentes de cauces aptos para procesar sus re- querimientos. Tal fendmeno se observaba al tiempo que, para- lelamente, se notaba el debilitamiento del espiritu piiblico y del civismo, evidenciado en la débil estructura, limitado ascen- diente ¢ indisciplina de los partidos politicos. Aparecian éstos impotentes para articular debidamente las peticiones de los diversos sectores y conseguir que hicicran valer sus legitimos intereses sélo en cuanto fueran compatibles con las exigencias superiores del bien colectivo. Se explica asi que los intereses afectados, al apremiar medidas que les favorecieran, se enfren- taran a los departamentos ministeriales y que en los gabinetes, y no en el Parlamento, se generaran los compromisos que ha- brian de traducirse en proyectos, luego transformados en co- piosa legislacién sectorial, En un ambiente social que exhibia las caracteristicas anota- das se imponia la necesidad de una direccién de la comunidad nacional apta para concebir, planificar y hacer primar una ade- cuada y sostenida concepcién de bien comin. A la realizacion ANTECEDENTES cS de éste, infortunadamente, no contribuian tampoco de modo Satsactorio y eficiente los érganos fundamentales del poder pilblico. Los Jefes de Estado, que quérian ser consecuentes con fos programas expuestos a la ciudadania y acogidos por las commentes de opinién que, apoyandolos, los exaltaran al solio presidencial, se sentian sin el respaldo indispensable en las Camaras, por el pluralismo ¢ indisciplina de los partidos y por ja inestabilidad y falta de concordancia en la actuacién de las combinaciones formadas por ellos. Ni el radicalismo dio sus- tento sélido a los sefiores Aguirre Cerda, Rios y Gonzélez Vide- Ja, ni la Democracia Cristiana a Frei Montalva, ni el socialismo a Allende. Ello explica el surgimiento de las posturas indepen- dentistas de los Presidentes Carlos Ibafiez y Jorge Alessandri, sin fe en las colectividades partidistas y sin inclinacién a favore- cer su estructura y fortalecimiento. El recurso a la acusacién de los Ministros de Estado ante las, Camaras, si pocas veces eg6 a la destitucién de ellos, repre- senté casi siempre para la clase politica una perniciosa distrac- ‘cin de su deber primordial de promover decisiones acertadas para la soluci6n de los problemas nacionales. Los factores mencionados y, por cierto, muchos otros que podrian registrarse y ponderarse en un ensayo destinado espe- Cificamente a definirlos y aquilatarlos, fueron acumuléndose para crear un clima en que parecia dominar la conviccién de la debilidad de la democracia, que algunos tachaban de pura- mente formal, en la que, siguiendo el lenguaje de David Eas- ton, los inputs proyectados sobre el sistema politico no resultaban acertadamente satisfechos, en calidad ¢ intensidad, a través de los outputs concretados en las soluciones favorable- mente procesadas, que se consideraban, no obstante, insufi- cientes 0 incompletas. La exacerbacién de la contienda politica, agudizada por las disputas ideologizantes y por el confesado propésito de secto- res socialistas de forzar el recorrido de una senda en la cual la mayorfa no quiso caminar ~por lo menos con la celeridad que- rida por sus proponentes- hizo que en los tiltimos tres aftos det perfodo en andlisis primara el ambiente de violencia, inseguri- dad y anarquia que hizo crisis ¢] 11 de septiembre de 1973. No puede, a nuestro parecer, atribuirse a deficiencias del texto de 1925 lo que éste no pudo prever, por derivar directa- 108 ‘TRATADO DE DEREGHO CONSTITUCIONAL mente de causas que se generaron mas adelante en el devenir de la sociedad politica, como fueron las ya recordadas. En sintesis, una Carta Orgénica de corte liberal estricta- mente representativa fue mantenida intocada en aspectos que requerian cambios. Ellos eran necesarios para adaptarla a una democracia que habfa sufrido una profunda transformacién, Requeria, por ello, adecuar Ia preceptiva a fin de que corres- pondiera 2 un gobierno auténticamente popular, en que los acentos de social y participativo se imponfan como consecuen- cia del ejercicio efectivo de las libertades ptiblicas, de Ia nota- ble ampliacién del sufragio, del enriquecimiento estructural y del progreso de su cultura. 5. LA INTERVENCION MILITAR (1978-1990). GENESIS DE LA CONSTITUCION DE 1980. EL PERIODO TRANSITORIO 114, Puede estimarse légico que la exposici6n del ordenamien- to constitucional de un determinado pais se haga consideran- do la aplicacién del texto de la Ley Fundamental que lo haya regido desde el comienzo mismo de su puesta en vigencia, en nuestro caso, desde el 11 de marzo de 1981. Tan indiscutible indicacién no resulta, sin embargo, ade- cuada respecto del Chile vivido bajo la actual Constitucién. Durante los primeros nueve aiios de aplicacién de la Carta de 1980 tuvieron vigor s6lo algunos de sus preceptos perma- nentes, pero, en verdad, estos tiltimos, unidos a las numerosas reglas transitorias que ella también contuvo, configuraron un sistema propio diferente que representa por sf una unidad juridica ¢ institucional imposible de confundir y de identificar ‘con la construccién definitiva que quiso imponer el constitu- yente para que tuviera vida una vez corrido el término de tran- sitoriedad. El perfodo constitucional transitorio fue, en efecto, ideado por las Fuerzas Armadas para levarlo adelante bajo la respon- sabilidad exclusiva de ellas, ya que el documento que se hizo aceptar por el electorado se limité a ratificar la direccién cas- trense ~de tal modo que dicha etapa formara parte de la inter vencién militar-; incluso los preceptos de cardcter permanente

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