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TEMA 4. LA PROSA.

Introducción

Se inicia aquí el estudio de la prosa del siglo XVI, que se desarrollará a lo largo de tres
temas y que concluye en el Quijote, culminación y síntesis de varias de las líneas
genéricas de la ficción que se desarrollan a lo largo del siglo, y punto de partida para la
novela moderna. Este tema inicial estará dedicado a la prosa que podríamos llamar de
“pensamiento”, que en su vertiente ensayística es una de las modalidades más
características del nuevo siglo, resultado del desarrollo de las tesis humanistas en el
medio cultural de la imprenta. Por eso, aunque los géneros históricos, en particular los
de la historia de Indias, tuvieron mucha importancia, se dedicará más atención a la prosa
propiamente humanista y a la prosa espiritual encarnada en Teresa de Jesús.

Resultados de aprendizaje asociados a los contenidos


En este tema se adquirirá una visión global de la prosa de pensamiento en el siglo XVI:
sus orígenes, géneros y autores más destacados. Servirá para reflexionar sobre los fines
de la literatura en la sociedad de la época y su ineludible vínculo a las ideologías
dominantes. La literatura no desempeña solo una función lúdica, sino que tiene una
repercusión social importantísima que compromete a los autores con la enseñanza, el
adoctrinamiento, la propaganda y la mejora de la sociedad.

Materiales de estudio (básicos y complementarios)


Este tema se estudiará en los epígrafes desarrollados en esta guía, que resume o
reproduce diferentes manuales y estudios particulares a los que se remite en cada caso y
cuya consulta personal se recomienda para una visión más amplia y matizada.

Contenidos previos a repasar


Recuérdese lo estudiado en el curso pasado a propósito del humanismo y los orígenes
del Renacimiento y los contenidos del capítulo 6 y 7 de la asignatura “Textos literarios
del Siglo de Oro”, que se refieren a autores y géneros, como el diálogo, la sátira o la
historiografía indiana, que aquí se dan por asimilados. En algunos aspectos este tema
establece un continuum con los dedicados a la prosa de pensamiento del siglo XV en la
asignatura Literatura española medieva. Además se recomienda consultar información
básica (puede hacerse on line) sobre Erasmo de Rotterdam, porque es una figura clave
en la Europa y la España del siglo XVI, y sobre otros autores mencionados, como
Montaigne, Luciano de Samósata, etc. En lo que se refiere a la historiografía de Indias,
esta asignatura se complementa con Literatura hispanoamericana: siglos XVI-XIX,
también del segundo curso (segundo semestre).

ESQUEMA

1. Características generales de la prosa humanística.


2. La epístola
2.1. El nacimiento de la epístola familiar
2.2. Características de la epístola familiar
2.3. Antonio de Guevara
3. El diálogo. Características del género
3.1. El diálogo en España
3.2. Alfonso de Valdés
3.3. Viaje de Turquía
4. Las misceláneas. La Silva de varia lección de Pedro Mexía
5. Literatura espiritual
5.1. Teresa de Jesús
5.1.1. Ser autor en femenino
5.2.2. Las obras de Teresa de Jesús

1. Características generales de la prosa humanística.

El siglo XVI es seguramente uno de los períodos cumbres de la prosa de


pensamiento en nuestra historia literaria. Ni antes ni después encontraremos una época
donde se produzca una renovación y un conjunto de obras maestras tan significativo.
Esta eclosión fue posible gracias en especial al Humanismo, al que se agregó la
influencia del pensamiento y la obra de Erasmo de Rotterdam (1465-1536).
El humanismo no era solo un saber basado en la antigüedad clásica, sino un
sistema de referencias y un estilo de vida asociado a esos conocimientos, que servía
para distinguir a las elites. El conjunto de valores que trae el Renacimiento 1 quebraba en
cierta medida los estamentos cerrados y daba paso a una nueva movilidad social en la
que el hombre dependía de su valía, y por tanto donde la formación, el saber y los
modos a ella asociados servían a esa necesidad de distinguirse socialmente: la cultura no
es solo un modo de vida, sino que define también el estatus social. El humanista, el
hombre de letras, se asocia a las oligarquías y desempeña funciones de preceptor,
secretario, cronista, etc., a la vez que pone al servicio de esas clases y para su prestigio
los saberes de la antigüedad clásica adaptados a las necesidades de su mundo. A esta
búsqueda de prestigio se vinculó la burguesía urbana, entre cuyas filas tienen sus
orígenes y su mercado lector muchos de los hombres de letras que se estudian en este
tema. Entre ellos se encuentran esencialmente los destinatarios de todas esas formas de
la prosa que parten del saber erudito en latín para divulgar conocimientos entre los
menos letrados y reformar las costumbres mejorando a los hombres. La fe de estos
escritores en una literatura útil al progreso de la sociedad y en que el hombre puede
perfeccionarse a través del conocimiento explica la existencia de gran cantidad de obras
pensadas para la formación individual y para hacer propuestas de mejora colectiva.
Una de las figuras claves del renacimiento europeo fue Erasmo de Rotterdam (h.
1469-1536), intelectual cuyas obras se convirtieron en referente ideológico y estético
en todos los países, entre los que por supuesto se encontró España. Esta influencia de
gran peso es lo que la crítica y la historiografía denominan erasmismo y abarca
esencialmente, aunque con muchos matices y diferencias, varios aspectos: la ideología
religiosa, los moldes genéricos y los temas literarios. En lo religioso Erasmo puede
considerarse equidistante del movimiento luterano y del catolicismo, si bien a partir de
los años veinte esa situación se le hizo casi imposible y en España fue un autor
censurado y sospechoso desde los años cuarenta, aproximadamente. Lo esencial de las
concepciones religiosas de Erasmo es el rechazo a una religiosidad exterior, hecha de
formas y ceremonias, pues considera que la religión está en el espíritu; la crítica al clero
por la corrupción de sus costumbres; y la necesidad de extender la práctica profunda y

1
Esos valores nunca son independientes de las condiciones económicas, técnicas o políticas del
momento.
los conocimientos religiosos a los laicos, porque todo cristiano está obligado a conocer
y practicar de forma profunda y sincera esos principios, por lo que escribe varios
tratados (el Enchiridión entre ellos) para su formación.
En el aspecto estético hay algunas obras de Erasmo que tuvieron una influencia
clave:
- Los Adagia (1500), una extensa recopilación de refranes y cuentecillos de
origen latino junto con su explicación.
-Los Familiarum colloquiarum (1º ed. 1518), conjunto de diálogos que son el
resultado de aplicar las concepciones socráticas del diálogo a la enseñanza; inicialmente
tenían temas escolares, pero en las sucesivas revisiones se fueron ampliando a todo tipo
de materias, con el mismo propósito didáctico o divulgador.
- El Elogio de la locura (1511), un texto satírico, que se apoya en la tradición
clásica de Luciano de Samósata, donde se critican muchas prácticas religiosas del
momento por medio del elogio que de ellas hace la locura.
Que Erasmo tuviera una influencia muy importante en España no significa que
todos estos rasgos aquí señalados tuvieran en él su único referente, ni mucho menos.
Erasmo fue un humanista, por lo que su obra y pensamiento deben ser considerados
como una muestra más de esa corriente, que en España ya estaba asentada y que
también recibía una gran influencia italiana. Por otro lado solo Erasmo no explicaría la
presencia de esos temas o géneros en nuestra literatura, hay que considerarlo como un
catalizador y un referente importante para unos géneros y temas que ya anteriormente
tenían su propio arraigo.
Erasmo y los humanistas coinciden, entre otras cosas, en rechazar la literatura de
evasión y la ficción meramente lúdica. La obra literaria debe tener un propósito de
utilidad, lo que no significa renunciar a hacer un discurso atractivo. A partir de esta
intención educativa como su rasgo más relevante, muchos manuales etiquetan toda esta
literatura como “didáctica”, si bien Asunción Rallo, especialista en la materia, rechaza
este calificativo y prefiere emplear el rótulo de “prosa ensayística” 2, porque defiende
que estas obras también comparten otros rasgos, que identifica como propios del
ensayo, según se configura a partir de los Essais de Montaigne (1580). Las
características de esta literatura (proto)ensayística en la España del siglo XVI son:
- Tratamiento personal del tema por parte del autor, cuya presencia en la obra
puede ser explícita.
- Propósito divulgativo. El escritor es un “mediador” que traslada a lectores no
iniciados una cultura antes reservada a los eruditos y que la actualiza para
uso del hombre de su tiempo.
- Desplazamiento del latín al romance.
- Gran variedad temática, que abarca contenidos sociales, morales, éticos,
científicos, prácticos, noticieros, curiosidades, etc.
- Intención de formar al lector.
- Búsqueda del interés de los lectores por medio de la amenidad, lo que incide
en no solo en los contenidos sino en el tipo de géneros.
- Uso de un lenguaje estilísticamente natural, alejado de lo oratorio (salvo en
Antonio de Guevara).
- Reivindicación del refrán, el cuentecillo, la anécdota o los apotegmas.

2
Obsérvese que, a pesar de lo que defiende en sus páginas, el título de unos de sus libros es La prosa
didáctica en el siglo XVI (Madrid: Taurus, 1987), lo que demuestra lo difícil que resulta cambiar ciertas
etiquetas críticas muy asentadas.
Estos rasgos se plasman en varios géneros de prosa, entre los cuales hay que destacar
las epístolas, el diálogo y las misceláneas, precursores cercanos del ensayo.
Literariamente hablando el más importante es el diálogo, por su impacto, la cantidad y
variedad de obras, así como la calidad de muchas de ellas.

2. La epístola
2.1. El nacimiento de la epístola familiar

Seguramente es Jamile Trueba Lawand quien con más sencillez y claridad ha expuesto
los aspectos más relevantes de la epístola en el Renacimiento 3: “En el Renacimiento, la
epístola no tiene sólo un fin misivo, sino que también tiene otro literario. El género
epistolar es el medio de expresión elegido por los humanistas, que lo cultivan para
exponer tanto su erudición como sus sentimientos y vivencias. El primer caso produce
la epístola erudita y literaria llamada humanística, que es más bien una especie de
tratado. El segundo, la familiar, como expresión íntima y personal de temas de
actualidad, sin ser excesivamente erudita. Mientras que el primer tipo sigue más de
cerca las reglas formales y el estilo de las cartas oficiales del ars dictaminis, este
segundo tipo de epístola está en las líneas de las cartas de Cicerón o Plinio, cuyos
textos, escritos en sermo, servían como modelos a imitar. Los cambios sociales y
políticos en el siglo XVI contribuyeron a que hubiera una revolución en la educación.
La necesidad de unos profesionales educados y hábiles para cumplir cargos
oficiales se traduce en el gran número de estudiantes que realizan estudios profesionales
de tipo legal en la universidad. Pero la necesidad de saber latín, como lengua de
comunicación, también promueve los studia humanitatis, de carácter filológico y
literario. El saber latín y conocer a los clásicos no sólo era necesario para obtener
puestos en el gobierno y la Iglesia, sino también se convirtió en una señal de status
social («la nobleza de la toga»). Muchos humanistas ocupaban cargos oficiales. Para
ello, debían saber componer documentos, cartas y discursos públicos. Además, en su
actividad literaria, la mayoría de los escritos en prosa de los humanistas que se
conservan son discursos y epístolas.
De entre las cartas escritas por los humanistas, es necesario distinguir entre las
oficiales, que seguirían las reglas formalizadoras establecidas por los dictatores
medievales, y las privadas, de intercambio personal entre amigos ausentes. Ya Cicerón
hizo esta distinción entre ambos géneros de cartas (Ad familiares, II, 4). Según él la
carta personal era el medio para hacer desaparecer esa distancia entre los amigos, siendo
la amistad la motivación para escribir. Esto también se aplica al Renacimiento, donde se
cultivaba la amistad mediante la correspondencia. Este tipo de carta personal florece en
el Renacimiento con los humanistas. El primero en darse cuenta de las posibilidades de
la epístola familiar fue Petrarca. Habiendo descubierto el manuscrito de las Epistolae ad
Atticum de Cicerón en 1345, e inspirándose en el modelo del orador, Petrarca escribió
numerosas epístolas, que editó en 1361 en su Familiariunr rerum libri […] Las
coleccionó y editó, desechando algunas, revisando otras, posiblemente incluso creando
algunas de nuevo. Después de su muerte, fueron también editadas sus Senilium rerum
libri y Epistolae Variae. Llenas de datos de la vida cotidiana, las epístolas de Petrarca
nos ofrecen un retrato del autor en su época. Gracias a su gusto por la introspección,
Petrarca “ofrece a sus correspondientes el retrato más completo que existe de la vida
interior y exterior de un hombre medieval” (Morris Bishop, 1966, v). Según Fumaroli,

3
Trueba Lawand, Jamile, El arte epistolar en el renacimiento español, Londres: Boydell & Brewer Ltd,
1996, pp. 43-46.
ya en la correspondencia de Petrarca se perfilan las características que hacen la epístola
familiar precursora del ensayo moderno: la expresión íntima y personal de temas de
actualidad, sin ser excesivamente erudita.
Imitando a Petrarca muchos humanistas italianos del siglo XV recopilaron y
difundieron como una obra sus cartas y también lo hicieron escritores castellanos, como
Diego de Valera, Fernando de la Torre, Fernando del Pulgar, Juan Álvarez Gato. Sin
embargo, como ha señalado Jeremy Lawrance (1988), en Castilla los cambios que sufrió
el género epistolar a lo largo de siglo XV no dependen de antecedentes italianos, ya que
en la Península no se conservan epistolarios humanísticos y las preceptivas italianas no
llegaron a España hasta finales del siglo XV, por tanto el desarrollo de la epístola en
Castilla debe ser independiente de estas influencias. Sin embargo el desarrollo del
género fue similar e ambas áreas culturales y, como muestran las Letras de Fernando de
Pulgar y algún otro epistolario conservado, como el de Fernando de la Torre (1416-
1475), a fines de la Edad Media la epístola ya no es un ejercicio retórico, sino que se
conceptúa como un diálogo amistoso, apto para tratar temas muy diversos sin los
requisitos formales de los tratados escolásticos; por tanto, la epístola era adecuada para
dirigirse a lectores cortesanos y burgueses de poca formación. El desarrollo de este
género tendrá su máximo exponente en Antonio de Guevara.

2.2. Características de la epístola familiar

Las características de la epístola familiar, tal como se practica en el


Renacimiento, derivan esencialmente de los modelos clásicos de Cicerón (Epistolas
Familares) y Séneca (Epistolas a Lucilio) y el medieval de Petrarca. Aunque la carta
había sido ampliamente desmenuzada en los tratados de Artes dictaminis medievales, la
nueva epístola familiar pronto encontró su formulación teórica en manuales, en Italia
desde luego, pero también en otros lugares de Europa y en España, donde tuvieron
especial impacto los tratados de Erasmo (De conscribiendis epistolis, 1512), el de Luis
Vives, con el mismo título (1536), o el de Gaspar de Tejada (Primero libro de Cartas
mensajeras, 1553). Estos evolucionarán hacia la modalidad del libro de cartas, donde se
ofrecen cartas para situaciones diversas, entre las que también se pueden incluir algunas
de las ya famosas. Parte de estas cartas para situaciones precisas (carta de consolación al
desterrado, carta sobre la vejez o sobre el matrimonio, …) proceden ya del siglo XV y
muestran la existencia de tópicos y el proceso de constitución del género. A esta
consolidación y expansión contribuyeron también los epistolarios impresos en Italia,
con autores tan influyentes como Pietro Aretino para las cartas burlescas.
La estructura de la carta dividida en cinco partes venía establecida de antiguo
por las artes dictaminis: salutatio, captatio benevolentiae, narratio, petitio y condusio o
en palabras de Antonio de Torquemada, en su Manual de escribientes (1574): el
principio, la narración, la división, la confirmación y la contradicción, y la conclusión.
Sin embargo la diferencia fundamental con la carta medieval venía dada por los
contenidos y el estilo, que pretende ofrecer una descripción de caracteres, ser un retrato
del alma de quien escribe 4. Para ello se vale de diversos recursos o modalidades tópicas:
- La carta se dirige a un personaje concreto, cuya personalidad modula
incorporando reflexiones y soliloquios que se comparten con ese
corresponsal.

4
Véase Trueba Lawand, p.24.
- Abre la puerta a comunicarse con todo tipo de personas, incluidos autores
célebres de la antigüedad, como hizo Petrarca la escribir a Homero para
hablarle de la senectud.
- Siguiendo el modelo de Cicerón, traslada una imagen doméstica o íntima de
quien escribe, pero al hacerlo en el marco de un texto de transmisión privada,
no implica una petulancia o promoción del yo-autor. Para ello incorpora lo
cotidiano, a través del reflejo del estado anímico del yo, sus anécdotas,
confesión de problemas.
- Séneca en sus cartas proyecta un cuadro de costumbres que sirven al
didactismo, ofreciendo consejos y transformando la carta en textos
provechosos. Así la carta, al tratar circunstancias particulares, puede
conformar un repertorio de modelos de conducta, en cualquier plano,
espiritual, social, moral.
- En el plano expresivo se recurre generalmente al estilo medio, donde
predomina la sencillez, la franqueza y el ingenio, aunque la pesonalidad del
emisor y el receptor sea determinante en este aspecto.

Aunque se han planteado numerosas clasificaciones de las cartas (por temas,


estilos, intención, ámbito de difusión…), la mayoría de ellas son escasamente
satisfactorias, ya que desembocan en una casuística atomizada poco convincente o en
grandes grupos que resultan escasamente descriptivos. Por ello en este epígrafe se
abordará muy sucintamente el uso y presencia de la carta como parte de la literatura del
siglo XVI.
La carta familiar, personal, fue durante toda la Edad Moderna (siglos XVI a
XVIII) un texto de circulación particular, pero raramente íntimo tal como lo entendemos
hoy. Las cartas transmitían información valiosa y escasa que se compartía con el círculo
cercano, ya fuera por razones personales, prácticas o políticas. Eso no significa, ni
mucho menos, que todas las cartas acabaran difundiéndose en público o pasando a la
imprenta. El paso de la carta particular al ámbito público se produjo principalmente
entre los estudiosos y escritores por medio de la colección de sus epístolas (también
antologías), en las cuales se denota una voluntad de estilo, ya que “parece bien una carta
bien escrita y en ella se conoce mucha parte de la discreción de las gentes", según
afirma un personaje del Manual de escribientes de Torquemada 5. Estas colecciones no
tienen por qué ser siempre compendios de cartas reales, es decir, escritas para ser
enviadas a destinatarios históricos, por más que su constitución las presente como tales.
Este proceso de compilación y publicación “supuso que durante los siglos XV y XVI se
produjera un desarrollo importante del género. Los humanistas eligieron la epístola
como el vehículo de comunicación privilegiado y las relaciones culturales e
intelectuales se implantaron en Europa mediante las correspondencias en latín” 6. Sin
embargo, no todos los compendios epistolares fueron de la misma naturaleza, por lo que
hay que distinguir entre las cartas literarias y las domésticas, ya que las primeras tienen
una voluntad de estilo, están compuestas bajo una estrategia retórica y han sido
pensadas (o refundidas) para su difusión pública, mientras que las segundas son cartas
personales domésticas 7 que por circunstancias externas a los propios textos se han

5
Apud Rallo Gruss, Humanismo, p. 139. Véase más adelante cómo actúa Antonio de Guevera con sus
Epístolas familiares.
6
A. Rallo, ibidem., p. 139.
7
Se utiliza aquí este término para poder diferenciar entre las cartas comunes faltas de voluntad de estilo o
de interés público, frente a las llamadas familiares, que es el nombre con que eran conocidas en la época
las literarias de tono familiar.
convertido en un documento de interés y se trasladan al dominio público, como sucedió
con las de Hernán Cortés (publicadas a partir de 1522) o santa Teresa al ser publicadas
en 1658 por vez primera.
Además de presentar una visión del mundo privado de quien las escribe, ya
desde las cartas de Séneca a Lucilio la epístola se convirtió en un medio muy versátil
para el discurso didáctico. Esta función fue especialmente destacada para la literatura
espiritual, y tuvieron gran éxito en romance las epístolas de san Jerónimo, con múltiples
ediciones desde 1526, además de las epístolas de Catalina de Siena 8, traducidas al
castellano, las del franciscano fray Francisco Ortiz (1552, 1554) o el Epistolario
espiritual (1579), tratado teológico y doctrinal "para todos los estados" de Juan de
Ávila. Una modalidad específica fue la de consejos de padres a hijos, que se inicia con
la que Carlos V dirige a Felipe II y que también redactaron otros personajes de las elites
militares o diplomáticas. Aunque eran cartas de carácter privado su difusión fue amplia
y el modelo resultaba reconocible en la época, porque las imita Cervantes en los
consejos que don Quijote da a Sancho cuando va a tomar el gobierno de la ínsula
Barataria 9.
La carta constituyó asimismo un recurso literario muy versátil y fue utilizada por
diversos géneros de la ficción: “La epístola fue recurso narrativo en la novela
sentimental, en la pastoril, y en los últimos libros de caballerías; si el Lazarillo es una
cana dirigida a Vuesa Merced, letras y misivas aparecen en muchas novelas hasta
constituirse en elemento único de algunas concebidas a modo de epistolarios ficticios
(Processo de cartas de amores de J. de Segura, 1555). En el teatro sustituyen a
monólogos y sirven para dar a conocer al espectador aquello que la acción omite,
aunque de por sí no sean elemento constitutivo. En cambio sí coincide plenamente la
epístola con la finalidad y recursos propios del ensayo ("discurrir a lo libre") desde sus
objetivos divulga-tívos y/o didácticos hasta la posible presentación irónica. Así, la gran
mayoría de los epistolarios, desde los de la Antigüedad, como el de Séneca, encajan
como modalidad del género ensayístico.” 10

2.3. Antonio de Guevara (h. 1481-1545) 11


En Antonio de Guevara se aúnan la personalidad de un cortesano y la de un
fraile: el cortesano escribe desde la experiencia de la vida mundana y se dirige a un
público cuyas necesidades, debilidades e intereses conoce muy bien; el fraile antepone
la finalidad de adoctrinar, educar o llevar por el buen camino a otros objetivos y utiliza
su formación en oratoria eclesiástica para conformar la estética de sus discursos. A
pesar de que como escritor empezó a una edad que podríamos considerar tardía, porque
escribió su primera obra con casi cuarenta años, después de 1528 sus publicaciones, en
total ocho libros en prosa, se sucedieron con mucha rapidez y conocieron un enorme
éxito en España y en Europa, donde se hicieron numerosas traducciones.
Su primera obra fue el Libro áureo de Marco Aurelio, escrito entre 1518 y 1524
e impreso clandestinamente en 1528 en Sevilla, Lisboa y Zaragoza. Guevara le había
prestado la obra a Carlos V para su entretenimiento y corrió de mano en mano hasta

8
Epístolas muy provechosas y muy devotas, 1501 y 1512.
9
Quijote, parte II, caps. 42 y 43. Véase Nieves Baranda (1998), “Los nobles toman cartas en la educación
de sus vástagos”, Actas del IV Congreso de la Asociación Internacional Siglo de Oro (AISO), ed. de M.ª
C. García de Enterría y A. Cordón, Alcalá de Henares: Universidad, t. I, pp. 215-223.
https://cvc.cervantes.es/literatura/aiso/pdf/04/aiso_4_1_018.pdf
10
A. Rallo, ibidem., p. 141.
11
Este epígrafe resume A. Rallo, La prosa didáctica, pp. 61-79, que se recomienda consultar
directamente.
llegar sin su consentimiento a la imprenta. La elección de Marco Aurelio como modelo
de príncipe para el emperador se basaba en su origen español y con condición de
estoico, a pesar de ser pagano 12. Aunque en el prólogo afirma haber traducido el libro
con grandes esfuerzos y desvelos ingratos 13, la obra es una creación propia, una
biografía compuesta sobre diversas fuentes e inventada en muchos de sus pasajes. Se
divide en dos partes: la primera con la biografía de Marco Aurelio y la segunda con una
recopilación de diecinueve cartas de contenido variado, que da al personaje cercanía y
autenticidad.
La dimensión educativa del Marco Aurelio queda subrayada y amplificada
cuando Guevara lo incorpora al Relox de príncipes, que publica precipitadamente al año
siguiente (1529) para aguarle el negocio a las ediciones pirateadas. El Relox consta de
tres libros: «en el primero se trata que el Príncipe sea buen cristiano, en el segundo
cómo el príncipe se ha de haber con su mujer e hijos, en el tercero cómo ha de gobernar
su persona y república». Aquí recurre a otras fuentes morales de la antigüedad, viejos
conocidos de la literatura didáctica (Plutarco, Valerio Máximo..), de la cristiandad (san
Isidoro) e incluso más modernos como Boccaccio. “En general la obra refleja una
mayor habilidad técnica (colocación más acertada de ejemplos, oposición contrastiva de
los personajes), que también le lleva a eludir detalles concretos que antes cerraba
demasiado el paralelismo” 14. El Relox conoció un éxito inmediato, que multiplicó las
ediciones (once hasta 1550) y produjo traducciones en Francia, Inglaterra, Alemania o
al latín. Este éxito se explica porque “fue una auténtica novedad despertadora de
posibles caminos y formas literarias, una fórmula bastante perfecta de abordar asuntos
contemporáneos desde la perspectiva personal, y en el juego de a antigüedad-
modernidad, erudición-moralismo”. (Rallo, p. 70).
En 1539 Guevara da a la imprenta Las obras del illustre señor don Antonio de
Guevara obispo de Mondoñedo 15, una compilación formada por cuatro obras: 1)
Década de Cesares, también llamada Vida de diez emperadores; 2) Aviso de privados y
doctrina de cortesanos (luego conocida como Despertador de cortesanos), 3)
Menosprecio de la corte y alabança de la aldea; 4) y el Libro de los inventores del
marear (conocido como Arte de marear). Si bien son obras que en sus contenidos son
muy diferentes, responden todas ellas a modulaciones genéricas que ya estaban
presentes de uno u otro modo en el Relox:
-La Década de Cesares es un conjunto de biografías de personajes célebres, con
antecedentes clásicos e hispánicos, porque renueva el modelo de las generaciones y
semblanzas 16 bajo el signo del mundo antiguo.
- El Aviso de privados es un manual práctico para comportarse dignamente y
medrar en la corte, con normas sobre el vestido, las visitas, el comportamiento ante el
rey o con las mujeres, por ejemplo. Aunque emplea fuentes clásicas u otras, la ora se
basa principalmente en su propia experiencia, convertida en materia literaria, lo que le

12
Edición del texto en http://www.filosofia.org/cla/gue/guema.htm
13
“Traduziendo este libro, muchas vezes me espantava ver la Divina Providençia que en juizio de un
gentil tantas cosas ponía. Sacarle de griego en latín, y de latín en nuestro vulgar, y de vulgar grosero
ponerle en estilo alto y suave, quántos sudores en el enojoso verano, quántos fríos en el encogido
invierno, quánta abstinencia aviendo de comer, quánto trasnochar aviendo de dormir, quánto cuidado
aviendo de descansar iúzguelo el que lo experimentare si a mí no me creyere. La intençión de mis
trabajosos trabajos offrezco a la Magestad Divina, y a Vuestra Magestad de rodillas presento la presente
obra”.
14
Rallo, ibídem, pp. 68-69.
15
Valladolid: Juan de Villaquirán, 1539. Se sugiere consultar alguna reproducción de las primeras
ediciones on line.
16
Véase el programa de Literatura española medieval.
da un particular interés, porque refleja el mundo interior de la corte carolina, llegando a
detalles que lo han conectado con la visión de la picaresca 17.
- El Menosprecio de corte trata un tema de gran alcance en la cultura y la
literatura europea del período. A pesar de su condición de cortesano Guevara defiende
la vuelta a la naturaleza desde un aparente biografismo, sin embargo sus planteamientos
están en la línea de la corriente estoica y tienen antecedentes clásicos.
- El Arte de marear es también una obra dirigida a cortesanos, pero con la
intención de convertirse en un divertimento por medio de una actitud irónica basada en
la propia experiencia y exagerando las situaciones que se puede encontrar quien viaja en
barco. Además de los diferentes aspectos de la vida a bordo contiene capítulos eruditos
sobre inventos e inventores, filósofos que despreciaron el mar y piratas famosos.
Al igual que las obras anteriores las Epístolas familiares, publicadas en 1539 con
una segunda parte en 1541, se vincula con el Marco Aurelio, en tanto que amplía la
experiencia adquirida desde las cartas de ficción para desarrollar ahora su propia
personalidad 18. Siguiendo la moda de las compilaciones de cartas personales ya bien
asentada, Guevara afirma en el prólogo que se trata de las cartas que escribió a sus
amigos y que ha llegado a veces a ver publicadas y atribuidas a otros, así que a pesar de
que no las había escrito para publicar decidió recuperarlas y darlas a la imprenta,
aunque no sin revisar 19: “muchas de las quales van impresas como a la letra fueron
escriptas, y otras dellas también fueron castigadas y polidas, porque muchas cosas se
suelen escrebir a los amigos que no se han de publicar a todos”. Esta reelaboración
explicaría el tono atrevido que Guevara emplea con algunas personas de cargos o
condición muy elevada, ya que posiblemente no fueron enviadas así originalmente:
“habían sido previamente desprivatizadas y transformadas mediante la tergiversación de
las fechas (creando la acronía) y la utilización de receptores ya muertos. La auténtica
carta variaba así hacia la ficción literaria” 20.
Guevara no oculta sus fuentes y cita modelos clásicos como Séneca, Cicerón o
Plinio, también se observa coincidencia de temas y algunos recursos con las Letras de
Hernando del Pulgar, pero tiene la habilidad de ampliar los temas pensando en satisfacer
la curiosidad de un público semiletrado. La variedad es enorme, pero Jones las ha
clasificado como eruditas (historia, arqueología, medicina), morales, políticas y
familiares o correspondencia privada. A pesar de esta variedad forman un conjunto
cohesionado al emplear reiteradamente los mismos recursos: “La existencia del otro
para el que se escribe da lugar a la esfera del corresponsal (con sus enfados, sus
tardanzas, sus exigencias o sus gustos), el autor se encarna en una personal real que
escribe en unas circunstancias concretas que determinan un tipo de texto” 21. También
comparten el uso de la noticia, la historia o la anécdota, que a veces se convierte en el
eje de la carta.

Quizá de lo anteriormente expuesto se ha llegado a la conclusión de que fray


Antonio de Guevara era un humanista, pero eso está lejos de la realidad. Guevara fue
ante todo un clérigo cuyo principal propósito al escribir fue crear una obra útil,
adoctrinar y persuadir al lector de que adoptara conductas éticas o morales:

17
Se recomienda la lectura siquiera curiosa de esta obra por el interés divertido de la información que
ofrece. Está fácilmente accesible on line en la web recomendada.
18
Además escribió dos obras religiosas, de las que no se tratará aquí: Oratorio de religiosos y ejercicio de
virtudes (1542) y Monte calvario (1545, con una segunda parte publicada en 1549.
19
Una edición on line de la obra en http://www.biblioteca.org.ar/libros/131733.pdf
20
Rallo, 1986, p. 77.
21
A. Rallo, ibidem, p. 79.
“atreviéndose a escribir con la apariencia de humanista, le presta una finalidad moral al
uso de la erudición. Desde su formación religiosa, para él en parte el fin justifica los
medios. Se entiende así que mezcle la cita verdadera con la falsa y con la transformada
[…] La antigüedad ofrecía un caudal inagotable de sentencias, anécdotas y facecias,
pero ni garantizaba su certinidad ni era aprovechable sin una mutación que la hiciera
viva tantos años después […] Esa antigüedad lejana le brindaba ante todo la
oportunidad de construir un mundo moralmente ejemplar que contraponer a la
actualidad … Autores y personajes del pasado respondías más a una propuesta ideal que
a una referencia histórica, y con ese sentido eran aducidos” 22. Asimismo, frente al idea
de sencillez estilística que más adelante veremos en Juan de Valdés, a pesar de ser
parcialmente coetáneos, el estilo de Guevara es heredero de los instrumentos oratorios
del sermón, que emplea sobre todo una retórica de la amplificación acumulativa.

3. El diálogo. Características del género 23

El diálogo es un género que florece en todo el occidente europeo en la época moderna,


por más que los tiempos sean diferentes según los países. Aunque la Edad Media
conoció y desarrolló formas dialógicas variadas para la enseñanza, las novedades
introducidas en el siglo XV con la recuperación de nuevos modelos clásicos
(Quintiliano) fueron las de presentar el diálogo en términos naturales y creíbles,
razonando de forma convincente con recursos adaptados a un lector al que hay que
persuadir y conmover, un participante activo, que al asistir a la argumentación puede
madurar su propia opinión 24. Los interlocutores del diálogo no llegan a ciegas a una
conclusión, sino que se les induce a alcanzarla por ellos mismos, el discípulo aprende
razonando a la manera socrática. Aunque no solo lo practicaron los humanistas, fue el
humanismo la corriente que lo llevó a su madurez como género al conectar con las
aspiraciones de la sociedad de su tiempo por: sus componentes didácticos, su
versatilidad para acoger cualquier tipo de materia y sus fórmulas de indagación
compartida en un ámbito de iguales, que son a la vez actores y espectadores. Dado que
solo tardíamente surgieron teorizaciones sobre el diálogo, la mejor fuente para
reflexionar sobre el género son los propios textos, que hacen sus consideraciones ya sea
en prólogos o en el interior de las obras. Según se desprende de estos testimonios, los
principales objetivos de los diálogos hispanos son “el entretenimiento y la enseñanza a
través de una forma influyente y de abolengo clásico o patrístico, que convierte los
temas abstrusos y las materias difíciles en comprensibles y agradables gracias al empleo
de técnicas decididamente ficticias: el retrato verosímil de personajes o situaciones
comunicativas y el tono de una conversación familiar. Es una época que confía en sus
procedimientos de pensar y en su eficacia ética para censurar y enseñar” […] Pero esta
enseñanza es más fácil de asimilar si se hace más amena, por eso “introducir recursos de
entretenimiento en un diálogo equivale a multiplicar la eficacia de la enseñanza y a
hacer más profunda su huella.” 25

22
A. Rallo, ibidem, p. 63.
23
Epígrafe basado principalmente en Ana Vian (2010), introducción a Diálogos españoles del
Renacimiento, Madrid: Almuzara. Este extenso estudio introductorio traza un panorama muy detallado
del género y resultará útil para ampliar cualquiera de los puntos aquí expuestos. También resulta muy útil
A. Rallo, Humanismo y Renacimiento, pp. 142-149.
24
Sobre las formas dialógicas medievales y su evolución en el siglo XV, vid. Vian, ibídem, pp. LXV-
CXXI.
25
Vian, ibídem, p. CXXV.
Un género que tuvo una trayectoria cronológica de varios siglos y multitud de
obras a duras penas puede ser delimitado a través de algunas características generales,
sin embargo, sin pretensión de abarcar todo el conjunto se puede hacer referencia a
rasgos que se pueden considerar muy frecuentes:
- El diálogo consta de dos grandes partes: la presentación y la controversia. En la
primera se da cuenta de los personajes, el lugar, el momento y el motivo de inicio del
coloquio. Este marco a veces contiene un resumen de lo que se va a tratar, también
puede estar constituido por una pequeña conversación que escenifica el encuentro
entre los personajes.
- La parte principal de un diálogo la forma la controversia o intercambio de
proposiciones y réplicas, donde se abre la posibilidad de enfrentar los argumentos
desde diversos puntos de vista, tantos como interlocutores existan en el diálogo, con
el fin de hacer surgir la posición vencedora, que nace de esa confrontación
personalizada.
- En los diálogos del siglo XVI tiende a predominar la forma de enunciación
dramática, en que los interlocutores entran directamente en conversación creando un
efecto de verosimilitud y objetividad. Existe también otra modalidad en que el autor
desarrolla un marco introductorio en primera persona (que eventualmente vuelve al
final), donde el narrador describe y explica los datos pertinentes de circunstancias,
espacio, tiempo y caracterización de los interlocutores para cederles luego la palabra
siempre a través de su instancia narradora.
- El número de interlocutores presenta una gran variedad y puede llegar a superar la
decena, pero en esos casos, para evitar la cacofonía, se suelen escindir en grupos
menores. Siguiendo las normas de Horario (Ars poetica) es raro que hablen más de
tres en un mismo contexto.
- Frente al diálogo en la Edad Media en el Renacimiento los interlocutores se
individualizan y se desarrollan los aspectos ideológicos y afectivos de cada uno de
ellos, así como su contexto, con lo que esas circunstancias pueden ser motivo de
discusión y reflexión distendida, dándoles el sentido de comunicarse en la realidad.
- Predomina el tono afable y cooperativo, a veces francamente amistoso, entre los
personajes y los litigios nunca son excesivos ni derivan en conflicto.
- El punto de vista del autor suele proyectarse en la voz magisterial, aunque
excepcionalmente puede no hacerlo, o no en exclusiva. En todo caso no cabe asumir
a la ligera la identificación del autor con el punto de vista del maestro.
- Las coordenadas espaciotemporales no son obligatorias en un diálogo y cuando se
mencionan tienen una función conceptual y argumentativo, es decir, son siempre
pertinentes para el desarrollo de los razonamientos.
- El estilo de los diálogos se convierte en el siglo XVI europeo, y de forma muy
notable en el hispánico, en un laboratorio espléndido de experimentación con la
lengua vulgar; la literatura dialógica encierra una reflexión sobre la lengua y el estilo
que sabe adaptar las nociones y polémicas generales al género específico. En una
buena parte de casos renuncian a la lengua de prestigio, el latín, minoritaria pero
internacional, para escribir en el habla común de los territorios particulares. Los
motivos de esta elección no son sólo políticos, sociales, educativos y religiosos, sino
también estéticos (lingüísticos y literarios), aplicados a la especificidad del género
empleado.
- La mezcla de enseñanza y deleite invita a la introducción de recuerdos, facecias,
chistes, anécdotas que se trufan con la erudición y que sólo son a veces ofensivos en
algunas tradiciones. Erasmo se refiere muchas veces a sus travesuras y bromas de los
Colloquia como juego de oratoria, como forma de examinar los problemas desde
ángulos diferentes.

Los precedentes clásicos en los que se fijan los humanistas --Platón, Luciano, Cicerón--
son variados y diversos entre sí, dando lugar a tipos diferentes:
- El diálogo platónico se define porque ser un método de búsqueda filosófica
de una verdad en torno a una polémica. En su desarrollo existe equilibrio
entre literatura y ciencia, se da un debate fluido entre los personajes y se
aprovechan los efectos de tiempo y espacio, lo que presta mayor dimensión
dramática a la situación en que se comunica. Un ejemplo será El diálogo de
la lengua, de Juan de Valdés.
- En el diálogo aristotélico-ciceroniano se acerca al tratado científico, por lo
que domina el discurso un maestro que hacer largos parlamentos y unos
discípulos que solo intervienen brevemente. La relación con la forma del
tratado es tan estrecha que puede llegar a dividir la materia en capítulos.
- El diálogo lucianesco se propone la sátira de costumbres, la burla con fines
de reformar la sociedad, así que usa el proceso dialéctico para divertir
desnudando las apariencias. Por esto no es raro que emplee marcos ficticios
que ofrecen una visión totalizadora, como los viajes al más allá, visiones de
ultratumba, o personajes que la poseen (Carón, el diablo, metamorfosis...).
En España cabe destacar el Diálogo de Mercurio y Carón, de Alfonso de
Valdés, y los anónimos El Crotalón o el Viaje de Turquía.
Estos son las tres modalidades básicas del diálogo a finales del siglo XV y que se
prolongan en el siguiente, pero en ningún caso se puede entender como una continuidad
lineal, ya que las se combinarán en diversas proporciones. Por ejemplo Il corteggiano
de Castiglione, traducido al castellano por Juan Boscán, tiene un planteamiento
ciceroniano con incorporación de elementos platónicos. Por otro lado se unirán los
Colloquia de Erasmo, impresos a partir de 1522, cuya influencia fue enorme al tratarse
de material empleado en las escuelas para la enseñanza del latín a la par que se debaten
temas diversos. Aunque didáctico, el diálogo se plantea como sucesión ágil de
preguntas-respuestas que evocan la conversación en situaciones cotidianas entre
personajes reales.

3.1. El diálogo en España


España conoció el debate y el diálogo en la Edad Media, pero las primeras
realizaciones siguiendo los patrones humanísticos europeos se escriben en la época del
Emperador, en el medio cortesano y en las universidades. En el primero destacan
Francisco López de Villalobos (h. 1474-h. 1549), médico en varias cortes aristocráticas
y de Fernando el Católico y Carlos I 26; y los hermanos Alfonso y Juan de Valdés.
Dentro del medio universitario se puede mencionar a Fernán Pérez de Oliva (1494-
1531), que fue rector de la Universidad de Salamanca 27, o Cristóbal de Villalón (?-

26
No trataremos de este autor, que fue escritor de extraordinaria calidad y un gran innovador en su
producción, por lo que se remite a la presentación de Consolación Baranda, a la edición de varios
diálogos médicos en Ana Vian, ed. (2010), Diálogos españoles del Renacimiento, Madrid: Almuzara, pp.
5-17.
27
Autor del Dialogo de la dignidad del hombre, obra editada póstuma (1546) por su amigo Cervantes de
Salazar, que le añade una segunda parte; otros editores y traductores posteriores (al italiano, al francés)
también lo añadirán o reversionarán. Hay edición muy accesible en la Biblioteca Cervantes Virtual:
http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/dialogo-de-la-dignidad-del-hombre--0/html/
después de 1558) 28. “Por ese camino, a mediados de la centuria el diálogo se ha
asentado ya como género literario consolidado, y en él se escriben obras como el Viaje
de Turquía, así como muchas otras de orientación didáctica –de tema militar, moral,
cortesano, religioso, etc.--, puesto que la forma dialogística se ha impuesto
definitivamente al tratado bajomedieval. Sin embargo su empuje y consolidación vienen
acompañadas de una merma en su viveza y en su funcionalidad literaria y social. A
partir de los años sesenta irá perdiendo la orientación crítica que le daba su contacto con
Luciano y se irán desterrando temas candentes y problemáticos para ir resaltando más
su vena constitutiva ciceroniana y su uso en cauces exclusivamente expositivos y
pedagógicos. Aunque es de destacar que, como suele suceder, podemos distinguir
excepciones de notable altura intelectual y estética, como De los nombres de Cristo de
Luis de León, donde las inquietudes humanistas se funden con una extraordinaria
sensibilidad para crear un romance literario de clara inspiración ciceroniana e
indiscutible logro estético” 29. En este tema nos ocuparemos solo de Alfonso de Valdés,
como representante de esas primeras realizaciones originales del género 30; y del Viaje
de Turquía, una de las realizaciones más maduras y literariamente logradas de la
segunda etapa.

3.2. Alfonso de Valdés (h. 1490-1532)

Alfonso de Valdés fue cabeza de la facción erasmista en la corte y secretario del


Emperador Carlos I, por lo que produjo una notable colección de escritos oficiales y de
cartas, algunos de ellos de amplio calado político o institucional. Ha pasado a la historia
literaria principalmente como autor de dos diálogos: Diálogo de las cosas ocurridas en
Roma, también conocido por el nombre de sus protagonistas como Diálogo de
Lactancio y un arcediano; y el Diálogo de Mercurio y Carón. Se cree que después de
circular manuscritos ambos fueron publicados juntos en Italia hacia 1529, aunque no se
conservan copias de esa posible edición, sino de la posterior de hacia 1541-45. Ambos
diálogos trasladan al plano de la ficción la acción política de su autor, ya que atañen a
temas de actualidad en los que se debate sobre la acción de Carlos V en Europa,
defendiendo la posición del emperador; y en ambos se emplea información de la
cancillería a la que tenía acceso por su cargo. Esa relación directa con la actualidad sirve
para fecharlos, puesto que son respuesta a acontecimientos candentes para el emperador.
El Diálogo de las cosas ocurridas en Roma se debió escribir entre 1527 y 1528,
porque el tema versa sobre lo sucedido el 6 de mayo de 1527 cuando las tropas
alemanas y españolas del emperador que estaban acantonadas en Italia saquearon
violentamente la ciudad durante tres días. Este hecho tuvo una gran repercusión en toda
Europa porque se interpretó en términos políticos, pero también teológicos e incluso
providencialistas como un castigo a la ciudad por sus pecados. Así se generó en todo el
continente un buen conjunto de textos de debate, entre los que hay que situar el de
Valdés. El diálogo comienza con un encuentro en Valladolid entre dos viejos amigos,
28
Fue profesor y preceptor de nobles, autor de obras dramáticas (Tragedia de Mirrha), relatos, una
gramática castellana y varios diálogos, entre los que destaca El scholástico, un diálogo ficticio celebrado
en 1528 cerca de Salamanca donde varios personajes ligados a su universidad debaten sobre la educación
del universitario ideal. Se le han atribuido además el Crotalón y el Viaje de Turquía, aunque sobre todo la
segunda es más que dudosa.
29
Jorge García López, en Historia de la literatura española. 2. La conquista del clasicismo 1500-1598,
dir. por C. Mainer, Barcelona: Crítica, 2013, p. 213.
30
El Diálogo de la lengua de Juan de Valdés es lectura obligatoria del curso. El marco social y cultural,
así como las raíces de su género se encuentran en estos epígrafes, para el estudio y análisis particular se
utilizará la edición recomendada de Cristina Barbolani (Madrid: Cátedra).
un arcediano, representante de la iglesia que se siente ultrajada; y Lactancio, que
defiende el punto de vista de la corte española: el emperador no dio la orden y los
hechos deben ser interpretados como una decisión divina contra una iglesia que ha
perdido sus valores.
El Diálogo de Mercurio y Carón 31 nace a raíz de la declaración de guerra que
los reyes de Inglaterra y Francia aliados hicieron contra Carlos I en enero de 1528 y la
redacción se extendió hasta principios del año siguiente. Los interlocutores principales
son el barquero Carón (o Caronte), que maneja la barca en que los muertos deben cruzar
la laguna Estigia, y el dios Mercurio 32 que le viene a traer noticias. Caronte está
preocupado porque ha hecho una fuerte inversión comprando un barco nuevo porque le
han dicho que va a haber guerra y podría caer en la bancarrota. Mercurio le explica la
situación política en la que abundan las guerras salvo en España, porque “Tienen tal
príncipe, que él es causa de toda su felicidad”. Mientras ellos debate de la situación
política, la conversación se interrumpe con la llegada de almas a las que interrogan para
que cuenten su vida 33, con un esquema siempre muy similar: se indica que viene el
alma, se le pregunta quién fue, se le acaba condenando por su conducta y se le indica
que monte en la barca para ir al infierno. Así pasan en la primera parte doce ánimas:
predicador, obispo, cardenal, sacerdote, teólogo, cinco que ocuparon algún cargo de
gobierno y un casado, única alma que no es condenada. En la segunda parte los
ejemplos son en positivo y se salvan: el buen rey, obispo, predicador, cardenal, un fraile
franciscano pobre y una mujer. La crítica social a través de estos personajes y la defensa
de la paz, que representa el emperador, tienen un gran componente erasmista.
Valdés indica sus fuentes en el prólogo: “Si la invención y doctrina es buena,
dense las gracias a Luciano, Pontano y Erasmo, cuyas obras en esto hemos imitado, y
pues a mí no me queda cosa de que gloria alguna deba esperar”. Luciano y Erasmo
escribieron obras en que Carón es un personaje, y el de Valdés se parece mucho al de
Erasmo. Además hay que recordar géneros como las Danzas de la muerte, con su
estructura en sarta o de desfile. En cuanto a sus valores literarios: “Alfonso de Valdés es
un escritor espléndido; en su segundo Diálogo el desfile de las ánimas le permite
exhibir su agudeza, su ironía. Todas ellas cumplen con los mandamientos de la iglesia,
llevan a cabo numerosas prácticas exteriores porque así pretenden esconder (o borrar)
los vicios que caracterizan su vida: la lujuria, la avaricia, la vanidad…” 34

3.3. Viaje de Turquía


El Viaje de Turquía es una obra sobre la que hay muchas incertidumbres: ● el
título original se desconoce, ya que Viaje de Turquía es el que se le atribuyó en el siglo
XIX porque que no figura como tal en los manuscritos; ● se ignora el autor y ha sido
atribuido al doctor Andrés Laguna, autor de libros científicos y humanista, a Cristóbal
de Villalón, hoy descartado, y a Juan de Ulloa Pereira, un luterano penitenciado por la

31
Edición on line en la biblioteca Cervantes virtual: http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/dialogo-
de-mercurio-y-caron--0/html/
32
En la mitología romana mensajero de los dioses y dios del comercio, que se identificaba entre otros
atributos por usar unas sandalias con alas con las que viajaba rápidamente.
33
Léase un fragmento.
34
Rosa Navarro Durán, en la presentación a la edición en Ana Vian, ed. (2010), Diálogos españoles del
Renacimiento, Madrid: Almuzara, p. 112. Solo a través de una lectura personal de fragmentos de la obra
(si no puede ser entera) se comprenderán bien estas afirmaciones.
Inquisición a mediados del siglo XVI 35; ● no tenemos una fecha precisa, porque la obra
nunca se imprimió, aunque el prólogo de uno de los cinco manuscritos existentes.
El diálogo está protagonizado por tres personajes que tienen nombres
folclóricos: Pedro de Urdemalas, Juan de Voto a Dios y Matalascallando, que varían
entre los manuscritos. Estos nombres los entroncan con el folclore y representan tres
arquetipos del pícaro vagabundo que sobrevive en los límites de la ley, engañando y
urdiendo. La movilidad es otro de sus rasgos comunes, ya que todos ellos han viajado:
Pedro ha recorrido el imperio turco y los otros dos son falsos peregrinos, que consiguen
limosna diciendo que van a Santiago. El encuentro en una calle da inicio a una larga
conversación que se desarrolla en dos partes: en la primera Pedro explica sus peripecias
de cautivo en Constantinopla hasta su fuga; en la segunda describe con detalle la vida y
costumbres de la sociedad turca, que ha conocido como cautivo antes de fugarse.
Además en los manuscritos hay una tercera parte que contiene una historia del imperio
otomano (Turcarum origo) en forma de tratado y que se considera que no es parte de la
obra como tal. Sin embargo, este resumen daría una idea equivocada de la obra, porque
el contenido “va salpicándose de alusiones y puntadas a la soberbia de sus compatriotas,
a la impericia de los galenos, a la vesania de los renegados y soplones, a los defectos de
nuestro sistema de enseñanza, al desconocimiento por parte del mismo rey de los
servicios de sus súbditos y, sobre todo, a la credulidad irracional del vulgo y la
hipocresía de sus prácticas religiosas” 36. Se trata, por tanto, de una obra muy crítica con
la realidad española del momento, posiblemente reflejo de lo que pensaban muchos
españoles del momento, que necesariamente callaban en el clima de represión
ideológica. Por ello no es extraño que la obra nunca llegara a imprimirse, aunque el
número de copias manuscritas conservadas indica que tuvo una significativa
circulación.
El Viaje de Turquía se presenta como una autobiografía, al igual que lo hacía el
Lazarillo, si bien la forma diálogo –frente a la carta de Lázaro-- permite al lector
situarlo inmediatamente entre los géneros de la construcción literaria. La crítica
actualmente se inclina por creer que el autor pudo estar en Turquía, porque son muchos
los detalles menudos y nombres de personas poco relevantes que no pueden proceder de
fuentes escritas. Sin embargo estas experiencias se tejen sabiamente con fuentes
eruditas: obras geográficas y enciclopédicas, italianas y latinas, de las que se toman
párrafos enteros; libros de sentencias y anécdotas, las obras de Antonio de Guevara o la
Silva de varia lección de Pedro Mexía 37; e incluso más sorprendente dos viajes
alemanes. Con estos materiales se construye “uno de los productos culminantes del
humanismo español y una obra maestra del diálogo: este nunca llega a ser, como sucede
en otras obras contemporáneas, pesado o difícil de llevar, sino que parece querer
reproducir la conciencia en su práctica los preceptos enunciados por Juan de Valdés en
el Diálogo de la lengua. Tenemos la impresión de hallarnos ante un animado y veraz
35
Fernando García Salinero trata con detalle la autoría en el estudio de introducción a su edición del texto
(Madrid: Cátedra, 1980, pp. 54-73), donde propone como posibilidad a Juan Ulloa Pereira, de familia
aristocrática, mal estudiante universitario, caballero de la orden de Malta, militar, navegante y
familiarizado con los turcos.
36
Fernando García Salinero, ed. cit., p. 27.
37
Véase epígrafe siguiente.
diálogo lleno de vida, expresiones populares, giros cotidianos y refranes, tan del gusto
de la estética de los humanistas. El Viaje de Turquía puede contarse como una de las
joyas de la literatura dialogística del siglo XVI, muy por encima de casi todos los
productos coetáneos en cuanto a calidad" 38.

NOTA COMPLEMENTARIA
El Viaje de Turquía nos sirve asimismo en el programa para apuntar hacia el tema turco,
berberisco y de la piratería, un tema literario transversal que recorre los siglos XVI y
XVII, como reflejo de una realidad política, económica y socialmente muy dolorosa de
la época. Las tensiones religiosas con los moriscos, el temor a los piratas berberiscos,
que constituyeron una amenaza muy seria en tierra y en mar, así como una sangría
económica que los países del occidente mediterráneo no supieron resolver se trasladan a
la literatura, en las relaciones de cautivos, en los pliegos de avisos y sucesos, en el teatro
o en la narrativa. Su aparición puntual en las obras estudiadas o leídas no facilita tomar
conciencia de ello, por eso se subraya para tenerlo en cuenta. Por otro lado, para quien
desee ampliar el tema puede consultar, entre otros, los estudios de Miguel Ángel
Teijeiro, Ana Mª Carabias o Emilio Sola citados en la bibliografía.

4. Las misceláneas. La Silva de varia lección de Pedro Mexía

El género de las misceláneas fue creado por Pedro Mexía (h. 1499-1555), un
sevillano de las élites ciudadanas, dedicado a las letras y con una amplia cultura. Las
bases de su obra, Silva de varia lección (Sevilla, 1540) 39 quedan explicadas en el
prólogo:
Aviendo gastado mucha parte de mi vida en leer y passar muchos libros, y así en varios
estudios, parescióme que, si desto yo avía alcançado alguna erudición o noticia de cosas
(que, cierto es todo muy poco), tenía obligación a lo comunicar y hazer participantes
dello a mis naturales y vezinos, escribiendo yo alguna cosa que fuesse común y pública
a todos. Y como en esto, como en lo demás, los ingenios de los hombres son tan varios
y cada uno va por diverso camino, siguiendo yo al mío, escogí y hame parescido
escrevir este libro assí, por discursos y capítulos de diversos propósitos, sin perseverar
ni guardar orden en ellos; y por esto le puse por nombre Silva, porque en las selvas y
bosques están las plantas y árboles sin orden ni regla. Y aunque esta manera de escrevir
sea nueva en nuestra lengua castellana y creo que soy yo el primero que en ella aya
tomado esta invención, en la griega y latina muy grandes auctores escribieron assí…[]
En lo que toca a la verdad de la historia y de las cosas que se tractan es cierto que

38
Jorge García López, en Historia de la literatura española. 2. La conquista del clasicismo 1500-1598,
dir. por C. Mainer, Barcelona: Crítica, 2013, p. 229. Es conveniente en este punto consultar la edición
digital de la obra y buscar algunos pasajes que reflejen las características expuestas en el epígrafe. Es una
forma de trabajo que facilita y amplía el aprendizaje. Véase: http://www.cervantesvirtual.com/obra-
visor/viaje-de-turquia--0/html/000423ea-82b2-11df-acc7-002185ce6064_2.html
39
La primera edición la hizo el impresor sevillano Domenico de Robertis, pero ese mismo año ya salió
una segunda edición de las prensas de Juan Cromberger y las sucesivas se seguirán con mucha rapidez.
Mexía introdujo cambios en varias de ellas, así que se considera definitiva la última y más completa
hecha en vida del autor, impresa en Valladolid, por Juan de Villaquirán, 1550 y 1551 al aparecer en dos
partes. Se explican pormenores relativos a este asunto en la introducción de Antonio Castro a su edición,
Madrid: Cátedra, 1989, que se utiliza aquí para las citas.
ninguna cosa digo ni escrivo que no la aya leýdo en libro de grande auctoridad, como
las más vezes alegaré 40
Así pues estamos ante una obra que se compone de retales de textos clásicos o eruditos
autorizados y reconocidos en su prestigio, combinados por su variedad y traducidos al
castellano para hacer llegar la información a un público que no podría acceder de otra
forma a ese conocimiento. Es un género que solo es posible desde una clara conciencia
del potencial y valor de la difusión impresa y creado desde su concepción para las
prensas, a cuyos lectores se va adaptando, creciendo u ampliándose, a través de las
sucesivas ediciones a medida que el libro amplía su impacto y éxito. El autor tuvo un
excelente olfato, porque con estos mimbres dio origen a un género que con su primera
obra alcanzó un éxito fulminante: de la Silva se hicieron 32 ediciones en castellano y 75
en lenguas extranjeras (italiano, francés, inglés, holandés y alemán) 41.

En efecto, tal como señalaba Mexía su modelo fueron los florilegios y


compendios que ya existían en latín, algunos de autores antiguos y otros modernos. Pero
los ingredientes del éxito y las bases del género van más allá de un simple traslado de
modelos. Para empezar la base fundamental de la propuesta es ● trasladar al romance, a
la lengua vulgar, conocimientos que estaban reservados a una elite con estudios latinos,
pero que ofrecen ● información sobre el mundo y el hombre que por su carácter
extraordinario o sorprendente pueden provocar la curiosidad intelectual de los lectores,
de modo que el ● propósito es instruir tanto como entretener. En este aspecto, como
señala Castro “la miscelánea vino a colmar una de las grandes aspiraciones del
humanismo: lograr una literatura amena sin necesidad de inventar mundos y personajes
fantásticos que adulterasen la verdad histórica” 42. Para esta finalidad el ● estilo es
sencillo, no vulgar, sino natural, asequible y claro para poder llegar a todo su público.
Otro de los rasgos es la ● brevedad con que se trata cada tema, ya que se dirige a un
público que no necesita profundizar, aunque la extensión de los capítulos puede ser muy
diferente. Esa brevedad y variedad no significa que no haya ninguna relación entre
temas contiguos, más bien a la inversa, Mexía los organiza con frecuencia por medio de
la ● concatenación, de modo que uno surge de un subtema tratado en el capítulo
anterior, con lo que se logra cierta trabazón. Esta también se consigue por medio de las
● referencias cruzadas, que en un tema dado remiten a otros anteriores o posteriores,
relacionándolos.
Podría parecer que a diferencia de la epístola o el diálogo la miscelánea,
redactada en tercera persona, propone una visión objetiva, aséptica y ajena a la realidad
del autor, sin embargo, no es exactamente cierto. El autor en la miscelánea se mantiene
en segundo plano, pero es quien elige los temas, las fuentes, quien articula y combina la
información y además quien introduce comentarios y opiniones que guían la perspectiva
del lector. Como señala Castro 43: “Las misceláneas españolas prepararon el camino al
ensayismo francés de la segunda mitad del siglo XVI: la trascendencia de Montaigne,
que escribió estimulado por la Silva de Mexía, consiste en que sustituyó la erudición de
40
Ed. cit., pp. 161-162 y 164-165. Sobre Pedro Mexía se recomienda consultar el Diccionario de
literatura española e hispanoamericana, t. I, p. 1031-32. Además se encontrará un documento con
algunas páginas reproducidas en la carpeta del tema. Es una obra de lectura interesante y divertida, que
seguramente sorprenda. Pruebe a leer esos fragmentos y así descubrirá si tengo o no razón.
41
A. Castro, ed. cit., pp. 52-59 y pp. 120-126 sobre la influencia. R. Malpartida Tirado (2007), “Deslindes
de la miscelánea en el Renacimiento español”, Epos. Revista de Filología, 23, pp. 39-60, hace un repaso
de las diferencias entre las misceláneas y otros géneros próximos. El artículo se encuentra en la carpeta de
documentos del tema.
42
Ed. cit., p. 62.
43
Ibidem, pp. 62-63.
la obra del español por la crítica libre de los asuntos tratados y la aportación de su
propia personalidad en lo que escribió”. Precisamente es la personalidad del autor quien
marca la diferencia con otras misceláneas aparecidas al calor del éxito de la de Mexía:
“Dejando de lado la Silva curiosa de Julián de Medrano, sería interesante terminar
señalando la evolución —en el sentido de trivialización cultural y de intensificación del
carácter de entretenimiento que hemos apuntado ya— de las tres grandes misceláneas
culturales del XVI que funcionan como paradigma de su género: la Silva de Mexía —
que presenta un notable carácter enciclopédico y una enorme recolección de asuntos
considerados dignos de conocerse; el Jardín de Torquemada —con una selección de
temas más encaminados a lo curioso y a la experiencia, y cuya forma de expresión es,
significativamente, el diálogo; y la Miscelánea de Zapata —redactada como testimonio
autobiográfico desde el que nos habla de vivencias propias y de casos «comentables»,
centrándose sobre todo en lo contemporáneo y en el ámbito cortesano al que
pertenecía” 44.

5. Literatura espiritual
La literatura espiritual, ascética y mística 45, pero también catequética,
devocional o pedagógica, conoció en España a partir del siglo XVI y a través de la
imprenta fundamentalmente un gran desarrollo. Son numerosísimas las obras publicadas
que se definen según sus temas y subtemas, líneas de espiritualidad, finalidades,
destinatarios o modos de uso hasta configurar un panorama de alta especialización
lectora. Así hay temas cristocéntricos o marianos con sus propios subtemas, líneas de
espiritualidad específicas de cada orden (franciscanos, dominicos, jesuitas,
carmelitas…), con la finalidad de meditar, aprender o conducir a la oración, permitir el
examen de conciencia, ocupar devotamente el tiempo de ocio, rezar a diario, conocer la
historia religiosa, orientar la moralidad o la conducta; destinadas específicamente a
religiosos (monjas, frailes, párrocos, directores espirituales) o laicos (padres de familia,
mujeres devotas, personas sin instrucción, pecadores arrepentidos o aún no…); para leer
fragmentos, para dirigir a otros, para una lectura sostenida, para leer en voz alta… Solo
como indicador de esta abundancia se puede recordar que uno de los capítulos del libro
de Melquíades Andrés sobre la mística en España se titula “Mil doscientas obras
espirituales por orden cronológico (1485-1750)” y no pretende ser exhaustiva porque se
limita a los impresos. Aunque esta proliferación de obras espirituales está vinculada a
las corrientes de búsqueda de una renovación religiosa hacia la interiorización que
surgen a finales de la Edad Media que se dieron en toda Europa, la abundancia y la alta
calidad estética o literaria de las producciones españolas es muy notable y supera en
general al resto de países europeos. Para clasificar todo este material se ha propuesto
más de un criterio: Menéndez Pelayo empleó el de “escuelas místicas”, que atendía a la
orden religiosa a la que pertenecía el autor (franciscanos, agustinos, dominicos, jesuitas,
carmelitas); si bien cabe marcar dentro de ellas divisiones entre órdenes antiguas,
fundadas ya en la Edad Media (franciscanos, agustinos, dominicos, por ejemplo) y las
que nacen en el siglo XVI, como carmelitas descalzos y jesuitas, porque su dinámicas y
su actitud hacia la escritura es distintas; o dentro de cada orden de las antiguas entre los

44
Mercedes Alcalá Galán (1996), “Las misceláneas españolas del siglo XVI y su entorno cultural”,
Dicenda. Cuadernos de Filología Hispánica, 14, p. 19. Artículo accesible on line.
45
En este temario no se descenderá a los contenidos religiosos con diferencias entre estos conceptos o las
fases de la unión mística, etc. sobre los cuales se pueden encontrar numerosos estudios y ensayos. De
índole general se recomiendan los primeros capítulos de M. Andrés, (1994), Historia de la mística de la
Edad de Oro en España y América, Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos.
grupos de conventuales, partidarios de una continuidad de las reglas, y observantes, que
proponen una renovación que en busca de valores más puros y rigoristas, lo que
establece diferencias entre autores. Otros criterios, como el de Irene Behn 46, son
temáticos y pragmáticos: obras destinadas a explicitar para otros el fenómeno espiritual,
ya sea con vistas a la dirección espiritual o a la explicitación; y obras de autoanálisis.
Más que una división por tipos resulta mucho más útil a nuestros planteamientos
seguir la división por etapas que han realizado principalmente Pedro Sáinz Rodríguez y
Melquíades de Andrés, dos de los grandes historiadores de esta corriente. Desde
planteamientos e hitos diferentes, ambos coinciden en hacer de 1560 una fecha bisagra
clave, porque hasta entonces se crean las bases del género; y en adelante se manifiesta
en toda su riqueza y originalidad la escritura de los autores españoles. Para Jorge García
López esas dos fases quedan perfectamente caracterizadas en las obras de Francisco de
Osuna y de Teresa de Jesús 47
El clima religioso que se vivió en la Península en el siglo XV participa de las
corrientes europeas de renovación y acusa influencia de la devotio moderna, que se
manifestará de forma acusada entre las órdenes religiosas en los inicios del siglo XVI.
El Cardenal Francisco de Cisneros, franciscano, será uno de los valedores de estas
corrientes e impulsará reformas dentro de las órdenes, que se inclinan hacia una
vivencia más pura de las reglas que pretendían recuperar las vivencias originales del
cristianismo. El traslado de estas tensiones al plano cultural se plasma en la traducción
de libros de carácter místico y en la proliferación de obras que expanden narrativamente
la vida de Cristo. Así se publican tratados de oración como el Contemptus mundi, que
es una traducción de la Imitatio Christi de Tomás Kempis 48; la Vita Christi de Ludolfo
de Sajonia, que hizo fray Ambrosio de Montesinos; o la Vita Christi de Francesc de
Eiximenis. En este movimiento hay una presencia femenina insólita y así Isabel de
Villena, abadesa de un monasterio en Valencia, compone en catalán una vida de Cristo;
se publican los escritos de mujeres santas italianas, como Ángela de Fulgino o Catalina
de Siena; o alemanas como santa Matilde, impulsadas estas por el cardenal Cisneros.
Estas voces femeninas singulares crean modelos para algunas visionarias castellanas
posteriores, como sor María de Santo Domingo, autora de una Libro de oración, y en
último extremo serán ejemplos de los que beba Teresa de Jesús.
Tras la fase de traducciones y adaptaciones de finales del siglo XV y principios
del XVI, el principal manual de oración fue el Abecedario de Francisco de Osuna,
aunque más bien se debería habla de Abecedarios, ya que lo componen seis partes
distintas, publicadas entre 1528 y 1554, todas ellas con numerosas reediciones. Se trata
de un manual de oración para la práctica sistemática del recogimiento tal como se
practicaba entre los franciscanos. Por su estilo literario, su profundidad y método se
convirtió en el manual de su género más influyente antes de 1560 y uno de los libros
fundamentales en la formación de la espiritualidad de Teresa de Jesús: “Con Francisco
de Osuna, en efecto, nos encontramos con un sistema muy próximo al de los dos
místicos más conocidos de la segunda mitad del siglo; ambos recogen de él momentos

46
Spanishe Mystik, 1957.
47
Historia de la literatura española. 2. La conquista del clasicismo 1500-1598, dir. por C. Mainer,
Barcelona: Crítica, 2013, p. 242. Las páginas (237-270) dedicadas a estas obras, escritas por Jorge García
López, son magníficas, muy clarificadoras a la par que sintéticas, por lo que se recomiendan.
48
Véase devotio moderna en el glosario. Historia de la literatura española. 2. La conquista del
clasicismo 1500-1598, dir. por C. Mainer, Barcelona: Crítica, 2013, p. 242. Las páginas (237-270)
dedicadas a estas obras, escritas por Jorge García López,
doctrinales decisivos e incluso expresiones, imágenes y metáforas, que en los versos de
Juan de la Cruz y en la recia prosa de Teresa se convertirán en universales” 49.
Poco después de que en Alemania Lutero clavara sus tesis en la puerta del
palacio de Wittenberg (1517), lo que se considera momento fundacional del
protestantismo, en Castilla empieza a actuar la Inquisición movida por denuncias contra
los grupos de espirituales. Con la sombra de Lutero y los escritos de Erasmo en el
trasfondo, el Santo Oficio revisa redes dotas y escritos en Castilla y Andalucía poniendo
la etiqueta de luteranos y alumbrados a estos grupos que, con diferencias entre ellos,
parecen animar desviaciones de la ortodoxia. La publicación en 1559 del índice de
Valdés será también un momento clave para la prosa espiritual, pues en él se prohíbe la
biblia en romance y muchos de los libros en lengua vulgar, entre ellos de autores como
Juan de Ávila o fray Luis de Granada, autores de los best-sellers devotos del momento,
que tuvieron que rehacer sus obras para acercarse a la estrecha ortodoxia impuesta. Los
devotos más avanzados y seguidores del recogimiento, sin formación escolar latina,
muchos hombres y en particular las mujeres (Teresa de Jesús entre ellas) tendrán un
vacío en la oferta lectora que aún tardará unos veinte años en llenarse 50.
En 1560 se inicia una segunda etapa en la que los escritos deben adaptarse a un
ortodoxia cada vez más exigente, con métodos de censura y control ideológico cada vez
más eficaces. “Curiosamente, este haz de elementos no desnorta la expresión de la
experiencia mística, sino que profundiza en su interés, alcanzándose cotas de calidad y
cantidad no conocidas antes. Desde un punto de vista literario, la literatura piadosa
emula cualitativamente el gran nivel de la literatura profana, pero, dentro de su propio
horizonte, reelabora todo un mundo de imágenes y doctrina que se acarreaba desde el
Tercer abecedario de Osuna; como resultado nos encontramos con un mundo de
extraordinaria riqueza estética” 51. En este período escribe Teresa de Jesús sus libros,
hacia 1578 san Juan de la Cruz comienza el Cántico espiritual, pero es en el decenio de
1580 cuando se componen o ven la luz obras clave: De los nombres de Cristo (1583) de
fray Luis de León; la edición del compendio fundamental de las Obras de la madre
Teresa de Jesús (1588); Luis de Granada, Introducción al símbolo de la fe (1583); Pedro
Malón de Chaide, La conversión de la Magdalena (1588); y por entonces compone san
Juan el comentario en prosa a sus poemas, aunque se publicará después.

5.1. Teresa de Jesús 52


5.1.1. Ser autor en femenino

Teresa de Jesús era una mujer 53. La aparente obviedad de esta afirmación no es tal, sino
la necesidad de poner de relieve un hecho que omiten la mayor parte de historias literarias a
pesar de que es uno de los rasgos esenciales de su personalidad y creación. Teresa de Jesús vivió
en un mundo donde las diferencias de género estaban firmemente establecidas para hacer de las
mujeres sujetos subalternos, sometidos. Desde las concepciones del siglo de oro, las mujeres
eran seres físicamente peor dotados que los hombres, no solo más débiles en términos de fuerza,
49
J. García López, ob. cit., p. 250.
50
Sobre los problemas de la lectura y la oferta editorial o los grupos lectores, véase Historia de la edición
y la lectura en España 1475-1914, Víctor Infantes, François Lopez, Jean-François Botrel (coords.),
Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 2003.
51
J. García Lopez, ob. cit., p. 257.
52
Tienen la biografía de la autora al final del tema.
53
Este epígrafe se basa principalmente en Nieves Baranda (2005), Cortejo a lo prohibido. Lectoras y
escritoras en la España moderna, Madrid: Arco Libros; y N. Baranda (2015), “Teresa de Jesús y el
incierto camino de la escritura femenina hispana. Antecedentes y consecuencias del modelo”, en Actas
del congreso Historia, literatura y pensamiento, Salamanca: Universidad Pontificia, pp. 169-199.
sino también de intelecto, raciocinio, capacidad de juicio, de decisión y carácter. Eso explicaba
su propensión al mal, su incapacidad para gobernarse de forma autónoma y su necesidad de
estar siempre sometidas al superior conocimiento de un varón, al que necesariamente deben
obedecer; también explica que no tuvieran espacio en la educación superior y que, por lo tanto,
no se les permitiera ejercer como maestras, tener una voz pública digna de reconocimiento o ser
autor en sentido de ‘persona que detenta autoridad’ y que por lo tanto merece ser escuchada por
todos. La misoginia 54 era consustancial a los textos clásicos y de la tradición eclesiástica, que se
llenaban de sentencias y ejemplos contra las mujeres, por lo que entre los intelectuales y
eruditos estas nociones antifemeninas estaban si cabe más extendidas por lo general.
Nacer mujer en el siglo XVI (y casi hasta el siglo XX) significaba no tener en principio
acceso a la educación formal superior y apenas a la elemental, puesto que eran la familia, el
medio socioeconómico, las ideas de los padres, el entorno geográfico (el campo o la ciudad),
etc. factores que influían en esa decisión. Aun con todo eran muy pocas las mujeres
alfabetizadas, escasísimas las que conocían el latín, que era la lengua del saber letrado, y
consideradas un prodigio las que demostraban conocimientos universitarios. En una sociedad en
la que al autor se le debe reconocimiento porque tiene un capital de saber extraordinario
adquirido por el estudio y la experiencia, es evidente que cualquier mujer que escribiera sería
ignorada porque no se atribuiría ningún valor a esos escritos. Así Teresa de Jesús se convirtió en
escritora a pesar de que no recibió una educación superior y de que siendo mujer no solo no se
esperaba que escribiera, sino que por hacerlo se le atribuía un pecado de orgullo o como mínimo
vanidad y su obra era necesariamente sospechosa de contener herejías o inutilidades.
Precisamente por eso, superando esas dificultades, construyó una obra de gran originalidad,
única dentro de la espiritualidad o la literatura de la época y desde esa perspectiva, que hace del
género de la autora uno de los elementos claves en la interpretación de su obra, se va a estudiar
aquí 55.

Teresa de Jesús se convirtió en escritora contra pronóstico y avanzando


contracorriente de todo un sistema que le puso tantas trabas como pudo y al que
consiguió sortear. En esto, como en todo lo que se propuso, supo imponer su voluntad,
no con enfrentamientos que la hubieran excluido y anulado, sino con inteligencia,
persuasión y una capacidad de negociación implícita para deslizar sus propósitos dentro
del aparente respeto a los objetivos de su oponente, a quien llegaba a convertir en
aliado. La obra fundacional es la muestra máxima y más evidente de esta capacidad,
pero analizarla en el marco de las escritoras españolas de la edad moderna revela que
también en este aspecto fue singular y única, porque actuó como punta de lanza del
proceso de adquisición de una voz pública legítima para las mujeres y fue piedra
angular de la extensa contribución de las religiosas a la literatura o a la cultura escrita en
general. Sin restar un ápice al valor espiritual, literario o cultural de sus obras, su
contribución al establecimiento de un espacio discursivo para las mujeres hispanas fue
una auténtica innovación de importancia equiparable. Así afirmar que Teresa fue
escritora contra pronóstico no alude a su formación o al contenido de sus obras y la
capacidad intelectual o sensibilidad excepcionales que revelan, sino al problema social
de su escritura, en cómo la condición autorial era incompatible con el hecho de ser
mujer y por tanto los discursos sociales femeninos carecían de valor y eran arrinconados
hasta el olvido o sencillamente cuestionados y eliminados por tener un autor tan
desacreditado, como explica con gran lucidez Isabel de Liaño en 1604:
54
No confundir con el machismo, ya que toda la sociedad de la época, hombres y mujeres, era en esencia
machista (‘Actitud o manera de pensar de quien sostiene que el hombre es por naturaleza superior a la
mujer’), pero no todos los hombres eran misóginos (misoginia: ‘Aversión a las mujeres o falta de
confianza en ellas’).
55
Son muy numerosos los estudios --en parte citados en la bibliografía-- sobre la obra de Teresa de Jesús
que siguen líneas críticas tradicionales, así que remito a ellos para quien desee ampliar sus conocimientos
con perspectivas más canónicas.
el ingenio de una mujer [es] juzgado por incapaz de toda obra esencial. Y de
estar arraigada en la tierra esta opinión, tengo yo mucha experiencia después que
por la misericordia de Dios saqué mi trabajo a luz, quedando más oscurecida mi
justicia con la incredulidad de nuestros contradictores, diciendo que hurté esta
poesía y que alguno que la hizo la quiso atribuir a mí por aventajarse en la venta
de ella, pues por tener nombre de autor tan desacreditado gustarían de verla
todos con curiosidad y como cosa a su parecer imposible (Liaño, 1604: h. 7v)

Un breve repaso de obras de escritoras impresas en España anteriores o coetáneas de


la juventud y primera madurez de Teresa de Jesús muestra cómo antes de que se ponga
a redactar su Vida los modelos de autoría femenina a su alcance eran, primero muy
escasos, luego problemáticos, porque bien partían de una autoridad obtenida por la
santidad, cuando la escritora era solo una mediadora entre la voz de Dios y los hombres
(caso de Catalina de Siena y de Angela de Foligno), o bien se mantenían en el casi
anonimato. El problema que se le planteaba a la monja Teresa de Jesús antes de redactar
su Vida era que si quería comunicar lo que sentía, sus vivencias con Dios, ilustrar a
quienes la seguían en su proyecto de fundación no tenía modelos que seguir o eran
peligrosos porque la Inquisición vigilaba de cerca de las mujeres carismáticas que
querían destacar y podían ser heterodoxas. Sin embargo lo resolvió combinando
estrategias que por un lado la apartaban de estos modelos dudosos y por otro le abrían
un cauce a la expresión individual y autorial.
En relación a estos modelos, la primera evidencia es que Teresa de Jesús, a
diferencia de sor María de Santo Domingo y otras predicadoras en éxtasis, nunca se
dirigió a grupos de público, nunca dio sermones que alguien pusiera por escrito, como
sucedía en Ángela de Foligno. Teresa, en cambio, se acomoda desde el primer momento
en el universo de la escritura personal, del texto como discurso cerrado, bajo control de
su mano autorial, la única que si acaso en redacciones sucesivas introduce alteraciones.
La segunda diferencia es que la Vida de Teresa, su primera obra y su llave a la escritura,
no traslada una amonestación o enseñanza de Dios, sino que se instala en un régimen de
confesión que no tiene un destinatario público, sino a sí misma y a un tú inmediato que
cierra su discurso en el círculo de lo particular. Bajo estas dos condiciones caben la Vida
tanto como sus cuentas de conciencia, los primeros escritos que tenemos, del año
1560 56. La tercera diferencia es la referencia al mandato. Explicitar que escribe para
cumplir la orden de su confesor en el inicio el texto es fundamental, no solo porque da
al escrito carácter de necesario, en tanto que la obediencia es principio rector de la vida
conventual, sino porque sitúa la responsabilidad del discurso fuera de la autora y la
desplaza hacia quien ha dado la orden, que es a su vez motor primero, responsable de la
posible trasgresión de ese discurso femenino y garante de ortodoxia, como corrector,
revisor y censor del texto. Aunque se ha destacado este recurso, no se ha insistido
bastante en su originalidad, en su novedad absoluta y en la revolución que abrió. Por
más que es sabido que el mandato pertenece a los topoi clásicos de la captatio
benevolentiae para presentar una obra, media una gran distancia del uso meramente
ornamental que ofrecen los ejemplos de la época que habitualmente se citan, al esencial
que se hace en la Vida, vinculado a la propia condición de la escritora y nuclear en el
origen del texto. En este sentido lo entiendo como recurso imprescindible para dar a la
Vida una autonomía lectora fuera del círculo de sus confesores, porque a partir de la
explicación de obediencia que presenta la rúbrica inicial (y su reiteración) ese texto tan
largo y extraño que tuvo que resultar la Vida para cualquier lector del siglo XVI, fraile o
56
Sigo la cronología que ofrecen Efrén de la Madre de Dios y Steggink (Teresa de Jesús, 1997: 19- 29) y
empleo también este texto para citas u otras referencias fundamentales.
no, podía ser normalizado entre los diferentes discursos culturales del momento: si era
mandato y era de un confesor, debía ser acertado y tenía ubicación en la combinatoria
de posibilidades de escritura abiertas a una mujer. El nuevo texto era descendiente de
las cuentas de conciencia en su contenido confesional (y Teresa ya había escrito varias)
pero entre las Cuentas y la Vida mediaba una gran diferencia, porque las primeras
preveían un receptor único para quien no era necesaria una rúbrica de presentación, ya
que estaba en el contexto que autora y destinatario compartían. Las Cuentas se conciben
como un discurso privado y la Vida se prepara para ser público.
El acto de escribir en sí mismo nunca estuvo prohibido a las mujeres. Las heroínas de
ficción escribieron cientos de cartas, cuestionables si acaso por dirigirse a un
pretendiente, pero no por emplear la tinta y el papel. La trasgresión se da cuando una
mujer pretende posicionar su discurso como público, ejercer una función social de
autoridad, y esa violación es inmediatamente castigada por el sistema, que reprueba a la
autora y la elimina simbólicamente, bien por la condena de la persona, de la obra o
ambas 57. Sin embargo las mujeres supieron encontrar espacios ambiguos, que se
definen por ser territorios fronterizos, bifrontes y permeables, que por un lado protegen
a la escritora como voz privada en su acto de emisión, pero por otro dan lugar a unas
condiciones de difusión que permiten, sin intervención aparente de quien lo creó, que el
escrito se haga público y su emisora adquiera por este proceso condición autorial. En el
caso de la monja Teresa de Jesús se ve que las cuentas de conciencia 58 solo pueden estar
escritos para un destinatario que participa del contexto personal de la autora, porque no
tienen encabezamiento alguno y no podrían circular exentos, no por su brevedad o su
contenido íntimo, sino porque sin un marco interpretativo carecerían de sentido para los
posibles lectores y no podrían ser introducidos en el ámbito de los discursos sociales 59.
La desnudez de un texto impide su circulación y si excepcionalmente lo hace, abre en el
lector unos interrogantes interpretativos que necesitan ser resueltos para la recepción,
pues construyen un marco de significación que es parte del mensaje.
Quisiera yo que, como me han mandado y dado larga licencia para que escriba el modo
de oración y las mercedes que el Señor me ha hecho, me la dieran para que muy por
menudo y con claridad dijera mis grandes pecados y ruin vida. Diérame gran consuelo.
Mas no han querido, antes atádome mucho en este caso. Y por esto pido, por amor del
Señor, tenga delante de los ojos quien este discurso de mi vida leyere, que ha sido tan
ruin que no he hallado santo de los que se tornaron a Dios con quien me consolar.
Porque considero que, después que el Señor los llamaba, no le tornaban a ofender. Yo
no sólo tornaba a ser peor, sino que parece traía estudio a resistir las mercedes que Su
Majestad me hacía, como quien se veía obligada a servir más y entendía de sí no podía
pagar lo menos de lo que debía.
Sea bendito por siempre, que tanto me esperó, a quien con todo mi corazón suplico me
dé gracia para que con toda claridad y verdad yo haga esta relación que mis confesores
me mandan (y aun el Señor sé yo lo quiere muchos días ha, sino que yo no me he
atrevido) y que sea para gloria y alabanza suya y para quede aquí adelante,
conociéndome ellos mejor, ayuden a mi flaqueza para que pueda servir algo de lo que
debo al Señor, a quien siempre alaben todas las cosas, amén. 60

57
Nieves Baranda, 2005: 131).
58
Santa Teresa, Obras completas, 1997: 588 y ss.
59
Los elementos que socializan el texto (título, marco genérico) son imprescindibles para interpretar
cualquier texto que circula públicamente. Piénsese en la inquietud que nos produce encontrar un texto
manuscrito que no tiene encabezamiento, ni título, que no sabemos quién escribió ni para qué. Eso no nos
sucede si conocemos al autor y el contexto de comunicación, de ahí la importante diferencia entre lo
público y lo privado a efectos de la escritura.
60
Teresa de Jesús (1997), Obras completas, Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, pp. 33-34.
A diferencia de esas Cuentas de conciencia mudas sobre sí mismas, el Libro de la
vida o la Vida cumple perfectamente estos requisitos en los párrafos iniciales donde
declara el contenido de la obra (“el modo de oración y las mercedes que el Señor me ha
hecho”), el destinatario (“quien este discurso de mi vida leyere”), el origen y motivo
(“yo haga esta relación que mis confesores me mandan y aun el Señor sé yo lo quiere
muchos días ha”) y la finalidad (“para gloria y alabanza suya [de Dios]”, “para que de
aquí adelante, conociéndome ellos [confesores] mijor, ayuden a mi flaqueza…”). Solo
queda omitida la identificación de autoría, que descansa en un yo que no revela su
nombre, lo que puede interpretarse ambiguamente como innecesario, cuando el texto se
destina a un tú con quien se comparte la situación de intercambio, o como marca de
humildad.
Este “prólogo”, según lo titulan los modernos editores, o rúbrica inicial que el lector
asume como natural construye el marco textual que permite la inserción del escrito
entre los discursos sociales y es la prueba de que en el punto en que se escribe (no
sabemos en las versiones anteriores) ya no está concebido como privado, quizá no se
piense destinada a un lector anónimo y masivo, pero sí a receptores ajenos a la
privacidad de la autora. En una contradicción flagrante pero a la vez sutil, Teresa de
Jesús declara al inicio del texto esas circunstancias de escritura que cualifican la Vida
como un discurso privado: el mandato, el tema confesional, el destinatario, la finalidad;
pero todo ello lo hace en un discurso que por su posición y tipo de información solo
puede ser calificado como paratextual, es decir, un marco que solo es necesario cuando
se va a producir una circulación pública, como deja patente el anonimato explícito de su
lector al decir quien leyere: “Y esto pido, por amor del Señor, tenga delante de los ojos
quien este discurso de mi vida leyere”.
La rapidez con la que se suceden las obras de santa Teresa una vez concluida la Vida,
su variedad, la amplitud y profundidad de las consideradas mayores no solo muestran su
crecimiento espiritual y la rápida confianza que le inspira su gran obra de fundación de
conventos, sino también cómo había encontrado un cauce de autoridad firme para
transmitir su mensaje escrito. El mandato, el destinatario reducido (sus confesores, sus
monjas, quien lo había ordenado) y el propósito piadoso desde la humildad son las
piedras angulares que descubre en la Vida y que inscritas en el inicio de todas sus
obras 61 le permiten construir estos edificios verbales. Considerados de uno en uno
ninguno de estos rasgos son nuevos, en su combinación y manejo resultan de una
innovación radical, diferencian nítidamente la escritura de Teresa de las mujeres que la
preceden y fueron claves para el desarrollo y la proliferación de la escritura conventual
femenina en España.

5.2.2. Las obras de Teresa de Jesús

Una vez que comenzó a escribir, Teresa de Jesús fue una autora febril, rápida, que
tomaba la pluma con constancia, bien para mantener a su extensa red de

61
Se trata de declaraciones reiteradas al comienzo de cada obra, por ejemplo, las Meditaciones sobre los
cantares es “para consolación de las hermanas que nuestro Señor lleva para este camino” y “con parecer
de persona a quien yo soy obligada a obedecer” (Santa Teresa, 1997: 423), las Moradas, las Fundaciones
siguen también órdenes recibidas en el tiempo y van destinadas a sus hijas “a quien ha de quedar esto
después de mis días” (Santa Teresa, 1997: 675).
corresponsales 62, bien para atender a la formación de sus monjas o para dejar constancia
de su obra fundacional. Además escribe y reescribe, porque no solo consulta antes de
escribir, sino que después de las primeras redacciones somete sus libros a censura de sus
confesores o de clérigos amigos en quienes confía, escucha recomendaciones o
advertencias y modifica. Los manuscritos de sus obras circulan entre los próximos, los
copian sus monjas u otros y los hacen circular. Así crece su fama entre los lectores,
algunos de los cuales, en especial aristócratas, consideran un signo de distinción haberla
leído o tener una copia. Así la cronología de sus obras se difumina y es frecuente que
haya que referirse a la primera redacción o a versiones sucesivas. En este entorno de
copias manuscritas con un control escaso, crece su fama hasta que la orden carmelita
descalza, con la iniciativa y mediación de Ana de Jesús, una de sus discípulas más
próximas, y el apoyo de la monarquía encomienda a fray Luis de León que prepare una
edición de parte de sus textos. Esa edición representará la consagración pública de su
condición de autora, los primeros pasos hacia su beatificación y canonización casi
inmediatas (en 1615 y 1622 respectivamente), pero no acallará totalmente las críticas de
algunos clérigos a quienes escandaliza que las palabras de una mujer entren en el canon
de los autores religiosos.
Con las necesarias advertencias ya formuladas en torno a la cronología de sus obras,
la sucesión es la siguiente. En prosa, a partir de los años 1562-64 escribe Camino de
perfección, a la que sigue Moradas del castillo interior (1577-89) y las Fundaciones
(1573-1582). En este tiempo compone asimismo poemas, algunos de altos vuelos
místicos, otros sencillas coplas que se cantan en el período de recreación de la jornada
conventual o que sirven para cantar en las ceremonias de toma de velo de las hermanas.
Aunque en toda la obra teresiana es imposible separar la exposición de la vivencia
espiritual de lo doctrinal, entre las obras mencionadas las hay que tienen un sentido más
histórico o autobiográfico y otras que son más doctrinales. Pertenecen al primer grupo
la Vida y las Fundaciones, mientras que se centran en trasladar enseñanzas Camino de
perfección y las Moradas, si bien con una difícil separación: “Se considera por lo
general que el pensamiento doctrinal de Teresa se elabora en dos fases fundamentales.
En primer lugar en torno a los años 1562-1565, cuando está redactando el Libro de la
vida y plasma su doctrina en el desarrollo de una alegoría en torno al riego del huerto,
con imágenes muy plásticas. Esta doctrina se afina en Camino de perfección, donde
introduce tres etapas en el proceso de aproximación a la divinidad: meditación, oración
de recogimiento y unión. Finalmente en las Moradas del castillo interior alcanza un
planteamiento más sistemático y más elaborado” 63. En esta obra el castillo simboliza el
el camino hacia la unión con Dios, formado por siete moradas o estancias, que son las
que atraviesa el alma hasta la unión mística Las tres primeras moradas son de la vía
purgativa; las tres siguientes a la iluminativa y la última, situada en el centro del
Castillo, a la unitiva, donde se produce la unión inefable del alma con la esencia divina.
Aunque la experiencia de la autora permea todas sus obras, son de carácter
autobiográfico la Vida y las Fundaciones. La primera se desarrolla bajo una estructura
confesional hiperdesarrollada donde bajo la fórmula de dar cuenta de los pecados y de
hacer una confesión general se repasa la propia existencia desde la niñez, con el origen
62
Aunque actualmente se conservan 476 cartas de santa Teresa, se trata de una mínima parte de las que
escribió, que en total serían más de 14.600, si se calcula que en los últimos veinte años de su vida redactó
como término medio dos cartas al día, sin tener en cuenta las que pudo escribir antes de 1562, fecha a
partir de la cual las cartas se convierten en imprescindibles para ella. Sobre la importancia de las cartas
entre las monjas del siglo de Oro véase, Mª Leticia Sánchez Hernández y Nieves Baranda,
“Correspondencia conventual”, en N. Baranda y A. J. Cruz, eds., Las escritoras españolas de la Edad
Moderna. Historia y guía para la investigación, Madrid: UNED, 2018.
63
J. García López, ob. cit., p. 261.
familiar, la adolescencia y la llegada a la madurez, hasta el tiempo de escritura. A través
del hilo conductor del yo soy pecadora y con frases que insisten con frecuencia en esta
imagen de humildad y reconocimiento de la culpa, la mayor parte del texto reflexiona
sobre la vida interior, las relaciones de la autora con Dios, sus dudas, sentimientos y el
camino de la oración de recogimiento. El propósito es someter su escrutinio total de
conciencia al examen de aquellos clérigos doctos que puedan emitir un juicio.
También son autobiográficas las Fundaciones, una crónica de las vicisitudes por las
que pasa para llevar a cabo su gran obra fundacional. Recuérdese que entre 1562, en que
funda el Convento de San José en Ávila, y 1582 Teresa conseguirá levantar diecisiete
monasterios de monjas carmelitas descalzas y dieciséis de hombres de la misma orden.
El proceso legal, económico, de búsqueda de apoyos sociales y de gestión de personal
que supone cada uno de ellos, con numerosas dificultades y trabas en casi todos los
casos la revelan como una magnífica gestora. Durante estos años la orden carmelita
descalza adquiere conciencia de estar haciendo historia y una percepción de la
necesidad de conservarla mientras aún está viva. La escritura de las Fundaciones
responde a esa voluntad. A veces crónica de viaje, a veces autobiografía, otras retrato
social y de costumbres, muchas reflexión sobre el espíritu humano y siempre
manifestación del providencialismo divino, esta obra se convirtió en modelo de muchas
crónicas conventuales femeninas que se escribirán en adelante en el Carmelo descalzo y
en otras órdenes. 64

El estilo de Teresa de Jesús también está marcado por su condición de mujer, no solo
por no haber recibido una formación equiparable a la de un hombre, sino por la
necesidad de adoptar constantemente un tono de cautelosa duda y obediencia que
recuerde en todo momento que sus escritos en ningún caso pretenden desafiar al
patriarcado. Así afirmaciones de “como soy necia", "poco entendida", "tan ignorante y
de rudo entendimiento", "muy torpe", etc., que se han atribuido a su sometimiento a
Dios, marcan el sometimiento a los hombres (confesores, superiores religiosos, frailes
en general) necesario en una mujer que no quiere ver sus escritos rechazados o
prohibidos 65. Lo mismo se puede afirmar de su constante mención a sus hermanas
monjas como destinatarias, asumiendo la función de una madre con sus hijas o una
abadesa con sus monjas, para que no se entendiera que ella pretendía enseñar a hombres
doctos. En cuanto a sus fuentes, a falta de una educación formal bien planificada y
rigurosa, sus modelos proceden de una gran cantidad de lecturas en romance, que en su
mayoría no cita para no pasar por pretenciosa, pero que subyacen a sus textos según ha
ido subrayando la crítica. De la Biblia, siempre en lecturas fragmentarias y selectas a
través de citas indirectas, conoce bien los salmos, el cantar de los cantares, los
evangelios. Ha leído a san Jerónimo, san Gregorio y san Agustín, cuyas Confesiones se
han señalado como un antecedente para su Vida. Aparte se encuentran los best-sellers
espirituales del recogimiento: Juan de Avila, Luis de Granada, san Pedro de Alcántara,
Francisco de Osuna, etc. y por supuesto ha escuchado innumerables sermones, de los
que ha asimilado técnicas de expresividad afectiva, el uso de un lenguaje coloquial.
Son rasgos del estilo teresiano: el uso de imágenes extraídas de la vida cotidiana,
que le permiten ir de la concreción conocida a la explicación de lo desconocido, así
surgen comparaciones muy originales; el recurso a la exclamación que le permite
compartir afectos y sentimientos; el uso de diminutivos, que revelan afectividad y

64
Se recomienda vivamente leer algunos fragmentos de esta obra que a ratos tiene un alto componente de
libro de aventuras y da pinceladas magníficas de lo que era la vida común de la época.
65
Germán Vega, “La dimensión literaria de santa Teresa”, Revista de Espiritualidad, 162- 163 (1982), p.
32.
cercanía; las construcciones sintácticas con incorrecciones o irregulares, propias del
lenguaje oral, en que se producen anacolutos, elipsis, hipérbatos o faltas de
concordancia, expresión de un pensamiento que parece ir más rápido que la pluma. 66

BIBLIOGRAFÍA

Obras citadas

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Viaje de Turquía (1980), ed. de Fernando García Salinero, Madrid: Cátedra

66
Una exposición detenida de las lecturas y los recursos teresianos en Víctor García de la Concha (1978),
El arte literario de santa Teresa, Barcelona: Ariel; y en Germán Vega Garcialuengos, “La dimensión
literaria de santa Teresa”, Revista de Espiritualidad, 162- 163 (1982), pp. 29-62
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Otros estudios

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literatura y el pensamiento modernos” en Roger Friedlein, ed. El diálogo
renacentista en la Penísnula Ibérica = Der Renaissancedialog auf der
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imprescindible para conocer la importancia de Luciano en la literatura de la
época y valorar su influencia en la cultura occidental.
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y los turcos en España (1470-1850). Una investigación in fieri”, Tiempos
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estudios uno de A. Rallo sobre la sátira lucianesca.
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Antología de tres misceláneas fundamentales en el Siglo de Oro precedidas de
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construcción de la identida española (siglos XVI-XX), Barcelona: Crítica, 2003.
Muy interesante revisión de la historiografía en España para analizar la
definición de la identidad nacional. Permite comprender con profundidad los
aspectos de la ideolgía política en la época que nos ocupa.

ACTIVIDADES

• Lea la introducción a De los nombres de Cristo de fray Luis de León (a través


de la biblioteca Cervantes virtual) y señale cuáles son las intenciones
declaradas del autor al escribir la obra. ¿Coinciden con las características
generales del género explicadas en el tema?
• La variedad es una de las características de la prosa del siglo XVI, pero no se
reduce al género de las misceláneas. Consulte a través de la Biblioteca
Cervantes virtual los Coloquios satíricos de Antonio de Torquemada y haga
una lista de los temas que trata.
• En el Diálogo de Mercurio y Carón de Alfonso de Valdés se habla de Erasmo.
Busque y resuma el pasaje que encontrará a través de la edición en la
Biblioteca virtual Cervantes. A continuación el autor trata el tema religioso y
defiende un tipo concreto de espíritu, ¿coincide o no con lo que se ha explicado
a propósito de Erasmo? ¿en qué?
• La epístola es uno de los géneros más característicos del Renacimiento. Una
buena muestra de la variedad de temas son las Epístolas familiares de Antonio
de Guevara (en la biblioteca Cervantes virtual). A modo de curiosidad se puede
leer la “Letra para el marqués de los Vélez, en la cual se escribe algunas
nuevas de Corte”, donde describe detalles de la vida de la esposa de Carlos I.
• El Diálogo de la lengua de Juan de Valdés está considerada una de las obras
maestras del género. En ella la atmósfera de coloquio está muy desarrollada y
responde al ambiente que el autor conoce en Nápoles. En relación a esta
situación de español en Italia se caracterizan los personajes y se justifica el
tema y su desarrollo. Consulte en la Biblioteca Cervantes virtual el comienzo
del texto y señale los nombres y las características de cada uno de los cinco
personajes que intervienen.
• En la última parte del Diálogo de la lengua Valdés emite su opinnión sobre
diversas obras literarias españolas: Amadís, Celestina, Questión de amor. A
partir de estas crítica señale ¿qué valores literarios le agradan y cuáles
rechaza?
• El estilo de Antonio de Guevara es muy elaborado, con abundante uso de
latinismos sintácticos, hipérbatos, figuras retóricas, etc. Son un buen ejemplo
las páginas del Relox de príncipes (libro II, cap XXXIX) que se adjuntan a este
tema. Señalar en uno de los párrafos de ese texto las figuras que se vayan
encontrando y los rasgos latinizantes de su estilo. ¿Se aprecian diferencias
estilísticas entre esta obra y las Epístolas familiares?
• Aunque parece una obra aséptica y objetiva ya se advierte que la Silva de varia
lección de Mexía introduce explícitamente la personalidad del autor para
ordenar los materiales, establecer vínculos entre ellos y para comentarlos.
Busque y señale este tipo de proyecciones del autor y de dominio sobre su
materia en las páginas de la Silva que encontrará en un archivo de la carpeta
de documentos del tema. Para este ejercicio puede utilizar también otras
páginas y ediciones de la obra.

GLOSARIO

Apotegma: sentencia breve y graciosa que tiene un fin instructivo; se llama así
especialmente la que es atribuida a una persona ilustre.

Acronía: tiempo fuera de coordenadas definidas o precisas.

Recogimiento: referido a la vida espiritual. Se denomina así una actitud en que el


devoto se vuelve hacia sí mismo buscando la presencia de Dios en su alma, para
lo cual busca apartarse físicamente y aislarse mentalmente de los asuntos
externos y cotidianos para dirigir el pensamiento hacia Dios 67

Devotio moderna: corriente espiritual nacida en los Países Bajos en la Edad


Media, que hace de la humanidad de Cristo el eje de su camino para la perfección
cristiana, de modo que convierte la vida de Cristo en la tierra en objeto de reflexión
metódica y meditación. Desde fines de la edad Media y en adelante se convirtió en
una de las formas más exitosas de renovación espiritual en Europa. Su obra más
representativa es Imitación de Cristo de Tomás Kempis, escritora hacia 1425.

captatio benevolentiae. (latín, literalmente ‘atracción de la benevolencia’) Se aplica


este nombre a los recursos utilizados en un texto o discurso para ganarse el favor del
lector u oyente. Son recursos frecuentes el halago a la sabiduría del lector, la
declaración de la propia humildad o desconocimiento, la referencia a una obligación
superior para escribir o publicar la obra (los amigos, el bien común, un mandato…), la
petición de comprensión, etc. Suelen estar en los paratextos (prólogo, dedicatoria,…), es
decir, al inicio para asegurarse una recepción favorable, aunque pueden aparecer en
cualquier lugar del texto.

ALGUNAS BIOGRAFÍAS DE AUTORES

67
Una definición en Jorge García López, ob. cit., p 248.
ANTONIO DE GUEVARA 68
(¿Treceno, Santander, 1481?-Mondoñedo, Lugo, 1545). Descendiente de una antigua
familia noble, de rama probablemente bastarda, perteneció a la corte de los Reyes
Católicos desde los doce años, aunque no puede asegurarse que recibiese las enseñanzas
de P. Mártir de Anglería. A principios de siglo, ingresó en el convento de San Francisco
de Valladolid, donde se formó y aprendió la predicación. Estuvo en varios conventos
(Soria, Arévalo y Ávila) como guardián, y llegó a ser custodio de la provincia de la
Concepción. En 1521 fue llamado por Carlos I para ser predicador en la corte.
Nombrado cronista en 1526, ejerció hasta 1537; sus borradores fueron utilizados por
Santa Cruz y Sandoval. En cambio, parece muy dudoso que escribiera discursos para el
Emperador, según la hipótesis de Ramón Menéndez Pidal. Su colaboración con Carlos I
se vertía en funciones menos relevantes políticamente y que incluían su vertiente
religiosa: participó en el problema de los moriscos y moros de Valencia, en el de los
moriscos de Granada, en el juicio de las brujas de Navarra (1529); y fue obispo en
Guadix (1528) y en Mondoñedo (1537). Acompañó asimismo al Emperador en su viaje
a Túnez (1537) y en la subsiguiente estancia en Italia.

JUAN DE VALDÉS69
Juan de Valdés (Cuenca, h. 1509-Nápoles, Italia, 1542) fue hermano menor de Alfonso
de Valdés, con el que compartió un extraordinario parecido físico. Poco sabemos de su
primera infancia en Cuenca, si bien consta que en 1523 se hallaba en Escalona for-
mando parte, como paje, de la servidumbre de Diego López Pacheco, marqués de
Villena, en torno del cual se había establecido un grupo de alumbrados cuya figura
preeminente es Pedro Ruiz de Alcaraz, influencia que resultó decisiva en la postulación
de una línea religiosa personal y heterodoxa. Probablemente cursó lenguas clásicas en
Alcalá entre los años 1526-1530, lo que suponemos por el dominio que después nos
mostrará de las lenguas sagradas, aunque sólo nos consta que estudió artes por una carta
de Erasmo (Basilea, 1 de marzo de 1528) y el testimonio de Navagero. En 1529 se pu-
blica, sin nombre de autor, el Diálogo de doctrina cristiana (Alcalá, 1529), cuya
condena inquisitorial, muy moderada, motiva su viaje a Italia. En Roma, donde ya se
encuentra en el verano de 1531, estuvo, al servicio del papa Clemente VII y como
Secretario Imperial, salvo una breve estancia en Nápoles, donde se establece tras la
muerte del papa Clemente VII. Esta época puede seguirse, con lagunas, en su
correspondencia con el cardenal Ercole Gonzaga, donde se nos muestra un desconocido
Valdés gentilhuomo di spada et capa. Su actitud de reformador religioso se acentúa
desde 1535, y quizá se convierte en absorbente a partir de 1536. Es segura también la
existencia de un grupo restringido de adeptos, de los que formarían parte, entre otros
muchos, Mario Galeota, encargado de la difusión clandestina de sus escritos, Pietro
Carnesecchi, que morirá en la hoguera como hereje, y cuyo proceso inquisitorial es una
importante fuente documental para este período de la vida de Valdés, y la bella Giulia
Gonzaga, discípula preferida, a quien dirige, dedica o aparece en gran parte de su obra
napolitana. Por otra parte, muy importante parece la extensión de sus doctrinas en
68
Fragmento de la entrada correspondiente al autor en el Diccionario de literatura española e
hispanoamericana, dirigido por Ricardo Gullón, Madrid: Alianza, 1993, t. I, p. 677.
69
La información que sigue está reproducida del Diccionario de literatura española e hispanoamericana,
t. II, p. 1661-62.
Nápoles, sus relaciones con Bernardino Ochino de Siena, general de la orden capuchina,
al que posiblemente proporcionaba la base de sus sermones, y las reuniones de los
valdesianos en el monasterio de San Efrano y en la iglesia de San Pablo, donde podrían
haberse dado prácticas iconoclastas que iban más allá de la estricta praxis valdesiana,
siempre marcada por la prudencia y el autocontrol. Su actividad política al servicio del
Emperador continúa, y así en 1537 es nombrado «veedor de los castillos» de Nápoles.
Su muerte, acaecida poco después, y que le libró de ver condenadas la totalidad de sus
doctrinas y la dispersión de sus discípulos, se debió probablemente a una enfermedad,
que, aunque nos es desconocida, se documenta en sus cartas de 1540.
En esta etapa italiana no se interrumpe su actividad literaria, como se atestigua en el
Diálogo de la lengua, que debemos posiblemente a sus primeros años en Nápoles (h.
1534), diálogo clásico, de estricto corte renacentista, que se desarrolla entre cuatro
interlocutores (Coriolano, Pacheco, Marcio y Valdés) y que se enmarca dentro de la
corriente de ennoblecimiento de la lengua romance, tal como ocurrió en Francia con Du
Bellay y en Italia con Pietro Bembo —fue publicado por primera vez por Gregorio
Mayans en 1737—. Un año después del Diálogo —aunque siempre dentro de una
cronología fluctuante— debió escribirse el Alfabeto cristiano, del que se conserva una
traducción italiana póstuma en Venecia (1545), diálogo de asunto doctrinal desarrollado
entre el autor y Giulia Gonzaga. De esta actitud evangelizadora surgen sus otras obras
menores, de cronología igualmente incierta y difusión manuscrita, generalmente
restringida a círculos selectos, como las Cento e dieci divine considerazioni (Basilea,
1550), sólo conocidas hasta hace poco en su traducción italiana, estructuradas como
preguntas y respuestas y en ocasiones como meditaciones personales, así como
diferentes tratados, catecismos y opúsculos doctrinales, como los Comentarios a
Romanos (Venecia, 1556), Corintios (Venecia, 1557) y al Evangelio de San Mateo
(primera edición en Madrid, 1880), y su traducción del Salterio (primera edición en
Bonn, 1880), conservados manuscritos.

ALFONSO DE VALDÉS70
Pocas cosas se conocen de la vida privada de A. de Valdés (Cuenca, h. 1490-Viena,
1532)., con excepción de una carta sin firma de 15 de enero de 1524, así como un
documento, fechado en 1525, donde se alude a ciertas deudas suyas contraídas con el
Concejo de Cuenca. Su familia, documentada en esta ciudad desde el siglo XII, donde
había ocupado con frecuencia regidurías, procede probablemente de solar asturiano,
aunque en ocasiones se ha apuntado un posible origen leonés. No sabemos con
exactitud por qué medios asciende en el servicio del Emperador Carlos V, donde se
introduce como segundón de noble familia, si bien se ha hablado con frecuencia de su
aprendizaje latino junto a Pedro Mártir de Anglería; últimamente se ha subrayado su
profunda amistad con Maximiliano Transilvano, también perteneciente al servicio
diplomático del Emperador, y que posiblemente apoyó su entrada en la Cancillería. En
1522 es ya escribiente de ordinario, y en 1524 aparece como registrador y
contrarrelator. Es nombrado en 1526 latinista oficial, con un sueldo de cien mil
maravedís y encargado de la correspondencia de Roma e Italia; también por esa época
trabaja en estrecha colaboración con Mercurio di Gattinara, canciller del Emperador. Su
proximidad a éste, al parecer, fue más estrecha de lo que permiten adivinar sus títulos
oficiales; en las cartas de la época salidas de la cancillería aparece Valdés junto a Carlos
70
La información que sigue está reproducida del Diccionario de literatura española e hispanoamericana,
t. II, p. 1659-60.
V como su secretario, y posiblemente ya en 1527 su influencia en la corte era predomi-
nante, constituyéndose en cabeza visible del movimiento erasmista en España y
frecuente corresponsal de Erasmo. En 1529 la Corte abandona España y Valdés, con
ella, recorre gran parte de Europa y asiste a la Dieta de Augsburgo (julio-septiembre de
1530), donde mantendrá conversaciones con Melanchton. Se conservan cartas fechadas
en Piacenza, Bolonia, Mantua, Innsbruck y la misma Augsburgo. Estando en Viena en
1532, murió el 3 de octubre de la peste declarada en la ciudad.

TERESA DE JESÚS 71
Teresa de Cepeda y Ahumada (Ávila, 1515-Alba de Tormes, Salamanca, 1582) nació en
el seno de una familia de mercaderes de ascendencia conversa; su abuelo había sido
penitenciado en 1485 en Toledo, y su padre, que pasó a Ávila sus negocios, vinculó a su
familia con linajes hidalgos de esta ciudad. Teresa, de figura hermosa, pronto se
aficionó a la lectura de los libros de ficción, sobre todo de caballerías, y luego siempre
fue inclinada a leer los «buenos libros». No tenía una formación en las humanidades de
altos vuelos teológicos, lo que achacaba a haber sido mujer («no tenemos letras las
mujeres»). Confiesa, sin embargo, haber leído libros de preparación devota y espiritual
(san Jerónimo, san Agustín, san Gregorio, la Vida de Cristo, fray Francisco de Osuna,
fray Bernardino de Laredo, etc.). Debido a estas inquietudes, siempre fue amiga de
«letrados» y gran conversadora con ellos. Con una gran intuición y destreza intelectual,
supo formarse un criterio firme, con el que pudo defender el ansia de verdad que la
movía y no caer en peligros heréticos.
Sus hermanos fueron acomodándose, sobre todo en empresas de Indias; en 1530,
Hernando se fue al Perú con Francisco Pizarro; Rodrigo, al Río de la Plata en 1535; y
les siguieron Lorenzo y Jerónimo; y en 1535 Teresa profesó en el convento de la
Encarnación, de las carmelitas descalzas de Ávila. Así comenzó una propia aventura
espiritual que no acabó hasta su muerte.
Durante años, la vida conventual de la monja corrió por los cauces de la dis-
ciplina común del Carmelo, con achaques corporales y alguna manifestación
excepcional de su vida interior. En 1562 inició la labor de restituir a su forma primitiva
la disciplina de las monjas en Ávila, en el convento de San José; la ciudad no se mostró
generosa con el intento de reforma y Teresa tuvo que ayudarse, para salir adelante, de
los caudales enviados por su hermano Lorenzo desde América. La Orden calzada
recibió con hostilidad los propósitos de Teresa, y, apoyada en su prevención y recelo
por el nuncio Monseñor Sega, quiso encerrarla en Toledo, pero sus amigos (entre los
que estaban fray Luis de León y fray Juan de la Cruz) la ayudaron, así como los jesuitas;
y en la corte el conde de Tendilla movió a Felipe II en favor del propósito reformista,
grato al rey, y se logró la consideración de provincia independiente para los descalzos.
Desde entonces la actividad de Teresa es imparable, y asegura con ello la prosecución
de su Reforma, a la que se entrega en cuerpo y alma, viajando a los lugares en que va
fundando y organizando los nuevos conventos. Esto no le impide, al mismo tiempo,
dedicarse a escribir los libros y cartas que cree más convenientes para el logro de su fin.
La consideración editorial (vía de la literaria) de Teresa comienza en la corte del rey:
María, hermana de Felipe II, quiso en 1586 que se imprimiese El libro de la vida; se
pidió el manuscrito a la Inquisición, y, ya aprobado, se juntó con otros libros de ella,
Camino de perfección y Moradas, y con la recomendación del Consejo de la Orden
pasó al Consejo Real, y a manos de fray Luis de León, que cuidó de su censura y pu-

71
La información que sigue está reproducida del Diccionario de literatura española e hispanoamericana,
t. II, p. 1608-1610.
blicación conjunta en el volumen Libros de la madre Teresa de Jesús (Salamanca,
1588). La Apología de la misma, escrita en 1589, además de una defensa de su edición,
es un reconocimiento de la capacidad expresiva de Teresa; y a partir de ahora se
producirá la gran difusión impresa de los escritos, cuya categoría literaria se basa en su
accesibilidad comunicativa, trate asuntos elevados de mística o a ras del suelo.
Tras su muerte, sus méritos religiosos se vieron pronto reconocidos por la
Iglesia: fue beatificada en 1614 y canonizada en 1622. Su fama llegó al punto de que
Felipe IV en 1627 inició su propuesta para que fuese patrona de los reinos de España, y
celebró fiestas con este propósito, pero encontró la oposición de los santiaguistas, como
Quevedo, y no prosperó la propuesta. La obra de Teresa de Jesús quedó incorporada a la
literatura de la mística española, con sus preferencias por el activismo y la comuni-
cación, no sólo con las minorías, sino accesible también a otros muchos; y al mismo
tiempo que autora de libros religiosos se la reconoce como una escritora de primer
orden en la literatura española de los Siglos de Oro. […] Este juicio es hoy válido, como
lo era en la primera salida de sus obras a la imprenta. En 1970 Pablo VI la nombró
Doctora Universal de la Iglesia.

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