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Martin Brüne (2005), plantea la teoría de la mente en los siguientes términos: “El término teoría de
la mente refiere a la capacidad de inferir los propios estados mentales y los de otras personas”
(p.21). Desde esta perspectiva se explica la esquizofrenia señalando en el paciente la incapacidad
para relacionar sus propias intenciones a sus comportamientos y para monitorear las intenciones de
otros individuos, en este enfoque la relación Yo-otro se plantea en términos de tercera persona,
como se muestra en el experimento de la falsa creencia. 2
La ToM se ha respaldado en ciertas evidencias empíricas como la trayectoria evolutiva que busca
rastrear el origen de la toma de perspectiva en animales como los simios, o la ontogenia, donde se
1
La teoría de la mente presenta dos grandes distinciones entre Teoría de la teoría (TT) y teoría de la
simulación (ST). Aunque hay que señalar que se presentan posturas híbridas, aunque hay que señalar que el
proceso inferencial es común a los dos planteamientos (cf.,2014, p.260)
2
En esta prueba se evalúa la capacidad de un niño para atribuir creencias a otra persona. En el experimento
se ponen frente al niño dos títeres: Sally y Ann, una canasta y una caja. Sally guarda una canica en la canasta
y sale a dar un paseo. Mientras sale, Ann saca la canica de la canasta y la mete en la caja, cuando vuelve
Sally se pregunta al niño dónde piensa que Sally cree que está la canica. (Cf., 2014, p. 258)
ha encontrado que los niños empiezan a distinguir entre sus propias creencias y las de otros a la
edad de 3 o 4 años, y solo hasta los 7 años pueden formar representaciones de orden
superior3(Brüne, 2005). Afín a estos campos de estudio, los teóricos de la ToM también han
intentado basarse sobre los hallazgos del funcionamiento de las neuronas espejo. Sin embargo,
como indican Gallagher y Zahavi, esta fundamentación en bases sub-personales es un arma de
doble filo al cuestionar la necesidad de una ToM al nivel explícito (cf., 2014, p.64). Desde la teoría
de la simulación (ST) (que es una variante de la ToM) se plantea que el proceso inferencial parte de
una activación de una zona del cerebro seguida de unas representaciones compartidas y finalmente
por la identificación del agente de la acción. Sin embargo, en este enfoque se presenta el problema
de poder vincular estos procesos sub-personales con la experiencia subjetiva. Una forma como se ha
intentado defender este planteamiento es sugiriendo una correspondencia entre la acción observada
y la acción asociada en el cerebro. No obstante, se ha mostrado que no se presenta tal
correspondencia: “aproximadamente el 60% de las neuronas espejo son «ampliamente
congruentes», lo cual significa que puede haber alguna relación entre la acción o las acciones
observadas y su acción ejecutada asociada, pero no una coincidencia exacta.” (Gallagher y Zahavi,
2014, p.268)
Por otra parte, al nivel lingüístico Brüne señala que la posibilidad de extraer significados relevantes
del habla depende de una ToM intacta. Las características con las que se nos muestra la ToM nos
llevan a situarla en un dominio reflexivo, o sea, habría que considerar que el otro existe solo para
las criaturas que realizan inferencias sobre su propia actividad mental y la de los demás. En este
sentido, enfermedades como la esquizofrenia, se explican a través de una alteración de capacidades
reflexivas bajo las cuales parece subordinarse la experiencia. Incluso Brüne reconoce las
limitaciones de los test en los que se evalúan unas capacidades de razonamiento lógico abstraídas
del curso normal de la experiencia real.
Sin embargo, debe tenerse en cuenta que el problema de la presentación de las tareas en la "vida
real" no puede resolverse de manera satisfactoria en las condiciones experimentales “offline” de
un laboratorio. Por lo tanto, las personas con trastornos psiquiátricos quienes por una parte
están muy involucrados personalmente en sus sistemas delirantes, por ejemplo, puede que en la
situación del test no se vean afectados en las tareas de razonamiento abstracto (Brüne, 2005,
p.25)
3
Estas representaciones de orden superior implican que el sujeto tenga la capacidad de relacionar el
pensamiento de otra persona a las creencias de un tercero, en otras palabras, poder tener creencias sobre
las creencias.
Pese a reconocer esta limitación, Brüne confía en que el análisis del lenguaje puede explicar el
trastorno de la esquizofrenia. Así, señala que la incapacidad para entender la ironía en el paciente se
relaciona con capacidades pragmáticas afectadas, mientras que la incapacidad para entender las
metáforas se relaciona con la pobreza semántica (Brüne, 2005). Sin embargo, los criterios que
presenta aquí Brüne son insuficientes a la hora de intentar comprender la esquizofrenia. En este
enfoque se dan muchas cosas por sentado; como un marco de significado ya dado, en el que el
paciente simplemente no encaja.4 El problema de caracterizar la esquizofrenia en estos términos es
que se traza un abismo insalvable entre el paciente y el terapeuta. Brüne incluso reconoce este
abismo y plantea una recomendación que sobre la práctica representa el punto crucial de poder
conectarse realmente con la experiencia del paciente pero que en sus términos parecen
recomendaciones accesorias.5 Hay que tener en cuenta que el trabajo de Brüne no se enfoca en el
tratamiento sino en el diagnóstico de la enfermedad. Sin embargo, el diagnóstico que propone, al
evaluar capacidades lógico-lingüísticas deja por fuera el nivel experiencial del paciente.
Algunas críticas han sido dirigidas a la forma como se aborda la esquizofrenia desde la ToM; por
ejemplo, Sass y Pienkos (2015) muestran que se tiende a simplificar un fenómeno psicopatológico
que es ampliamente diverso y complejo. Mientras la teoría de la mente supone la imposibilidad de
experimentar las mentes de otros, la perspectiva fenomenológica, como veremos a continuación,
plantea que experimentamos al otro a través de su cuerpo en un contexto compartido.
En la perspectiva de la ToM, como vimos, el límite que separa al yo del otro es un límite
problemático en cuanto que presenta la imposibilidad de acceder a la experiencia del otro. Sin
embargo, desde el enfoque fenomenológico, el límite no presenta un problema sino un aspecto
constitutivo de la experiencia, gracias a este limite la corriente de mi experiencia no se funde con
las de los otros. 7
4
Por ejemplo, en cuanto a las deficiencias pragmáticas del paciente, más que simplemente señalar el uso
inadecuado del lenguaje por la interpretación inadecuada del contexto, se debería entender las alteraciones
de la experiencia básica del paciente, sobre las cuales él termina constituyendo un sentido ajeno e
incompatible con el de los demás.
5
In any case, therapists ought to acknowledge that many schizophrenia patients may have difficulty
understanding others’ minds. Remembering this, therapists should carefully monitor their own pragmatic
use of language and their nonverbal expression to minimize misunderstandings and anxiety in patients.
(Brüne, 2005, p.38)
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Se debe aclarar que la forma como es abordada la intersubjetividad en la fenomenología tiene diferentes
enfoques y matices, en el presente texto solo se abordará principalmente algunas perspectivas
contemporáneas basadas principalmente en los planteamientos de Husserl y Marleau Ponty.
7
[T]he fact that my experiential access to the minds of others differs from my experiential access to my own
mind need not be an imperfection or shortcoming. On the contrary, it is a difference that is constitutional.
(Zahavi, 2010, p.295)
La pérdida del límite entre yo y el otro, puede expresarse en términos de una fusión que incluso
algunos pacientes esquizofrénicos parecen referenciar en sus descripciones, como una capacidad
telepática de acceder a las mentes de los otros. La sensación de poder adentrarse en los estados
mentales de otros sujetos es referida por Sass y Pienkos como una forma de “transitivismo”. (2015,
p.11). Pero realmente, hablar de las experiencias del otro desde la perspectiva de primera persona
implica romper el límite que marca la diferencia entre lo propio y lo no-propio. Como indica Fuchs
la intersubjetividad está basada en oscilar entre una perspectiva egocéntrica (centrada en el sujeto) y
una alocéntrica o descentralizada, el movimiento entre estos dos puntos se caracteriza como la
perspectiva excéntrica. (cf., 2020) Si nos quedamos en la perspectiva egocéntrica el otro es reducido
a un mero objeto, y si me disuelvo en una perspectiva descentralizada perdemos el punto de
referencia. Como señala Zahavi la experiencia de cada individuo es una corriente con su propio
curso, las experiencias deben ser de alguien, en este sentido las perspectivas no-egológicas fallan en
no poder individuar las experiencias de los sujetos
El ego es el polo o centro no solo de la acción sino de la afección, así mientras los estados activos se
manifiestan explícitamente, los estados pasivos están caracterizados por una referencia implícita del
ego. Aunque se tiende a pensar que la dimensión implícita y pasiva del ego es la más básica y sobre
la que se desarrolla la dimensión activa y explícita, Zahavi (2005) señala una integración del ego en
la dimensión personal, que se da a través de la relación Yo-Tú. Esta personalidad, que es la
dimensión integral del yo, parece constituirse a través de una actividad constante. Entonces nuestro
yo, no se puede situar simplemente sobre la afección pasiva que nos acontece, sino que tiene que
integrarse con la dimensión activa.
Así pues, es difícil hablar de sujeto deslindado del concepto de intersubjetividad, y de igual manera
no podemos pensar en el concepto de intersubjetividad sin apelar a la noción de sujeto. De Hann
defiende una perspectiva dialéctica en la que el yo se define en términos de sus relaciones. No tiene
sentido pensar al yo abstraído de su aspecto relacional, si con ello vamos a considerarlo desde un
enfoque propiamente antinatural. La búsqueda por encontrar elementos más pequeños que
constituyen al yo pueden hacer perder de vista el panorama de la experiencia auténtica del yo. Es así
que De Hann plantea un cambio sobre la noción de “yo mínimo” a un “yo básico”, donde el aspecto
relacional es una parte básica de la estructura experiencial del yo.
Hay que mencionar, que la crítica de De Hann parece dirigirse a la noción de empatía 8. Sin
embargo, Zahavi muestra una idea de la intersubjetividad más básica presente en la base de la
experiencia subjetiva. “la intersubjetividad no solo tiene que ver con el encuentro cara a cara entre
individuos…es algo que está en juego desde la simple percepción, en el uso de herramientas, en las
emociones y en diferentes tipos de auto consciencia.” (Zahavi, 2001, p.151) Incluso las categorías
como trascendencia, objetividad y realidad son constituidas intersubjetivamente al igual que otras
categorías como inmanencia y subjetividad.
En la propia experiencia corporal del sujeto se manifiesta esta doble posibilidad de interioridad
(ipseidad) y exterioridad (alteridad), Zahavi ejemplifica esto con el caso del brazo adormecido
donde la persona puede experimentar la sensación como si el brazo fuera de otro (cf., 2001, p.161).
Estas dos caras que subyacen en la experiencia, son las que permiten la experiencia del otro, son las
bases también de procesos más complejos como el de la empatía: “la autoexploración de mi cuerpo
me permite confrontar mi propia exterioridad y de acuerdo con Husserl esta experiencia es una
precondición crucial para la empatía.” (Zahavi, 2001, p.162)
La confianza es un elemento que puede situarse en la base implícita de la experiencia como algo
constitutivo y de gran importancia. Por ejemplo, podemos ver que hasta el escéptico más
consagrado que por esfuerzo reflexivo llegue a plantear la imposibilidad de tener una certeza sobre
la existencia de los demás, en su experiencia cotidiana, se mueve a través de unas relaciones en las
que tácitamente se asume la existencia del otro. Lo que podríamos decir es que al nivel básico de la
experiencia no podemos situar elementos propios del domino reflexivo como la duda. Para
explicarlo quizás de una mejor forma, podríamos asociar la duda como la reflexión sobre la
incertidumbre de un aspecto particular; aunque un escéptico pretenda dudar de la “realidad”, la
realidad de la que duda es un sentido de realidad abstraído y vuelto objeto de su razonamiento no es
la realidad en la que está incrustado (embeded). Por otra parte, la des-confianza como perdida de
ese marco compartido tiene que ver con una alteración de esa realidad total en la que él está
involucrado corporalmente, no es una abstracción como en el sentido anterior. Debemos considerar
que la aceptación de una realidad compartida no es un consenso al que arribamos reflexivamente,
sino que se da de forma tácita. Sin nuestro consentimiento nuestro cuerpo ya está incrustado en unas
relaciones interpersonales de una realidad compartida. Puede ser que reflexivamente
9
Luego de observar las aclaraciones sobre el aspecto doble de la experiencia (ipseidad-alteridad) no
encuentro razones por las que se debería cambiar el concepto de “yo mínimo” por el de “yo básico” que
sugiere De Hann
problematicemos esta naturaleza originaria, pero eso no significa que la experiencia deba someterse
a nuestras abstracciones.
La perspectiva de segunda persona está enmarcada en la relación Yo-Tú sobre una dinámica
relacional en la que el diálogo permite una reevaluación de la perspectiva personal constantemente.
En la perspectiva de segunda persona se marca ese límite entre yo y el otro y al mismo tiempo se
manifiesta la dinámica excéntrica donde, como locutor e interlocutor el sujeto se mueve entre la
perspectiva egocéntrica y la alocéntrica. Sin embargo, podemos considerar esta dinámica
relacional10 al nivel pre-lingüístico del simple encuentro corporal donde emerge un sentido
compartido en el que los individuos, pese a conservar su propia individualidad, reconocen que ésta
se configura en un marco recíproco con la otredad. Lo que se propone es que por medio del
encuentro cara a cara se intente encontrar puntos de referencia comunes con el paciente, cosas
mínimas a partir de las que el paciente desarrolle un sentido de un tiempo compartido con el otro
(sincronización), y genere una ruta donde empiece a experimentar que co-constituye el sentido de la
realidad.
Referencias
10
El planteamiento de dinámica relacional es usado por Depraz para referirse a la perspectiva de segunda
persona (cf., 201, p.449)
- De Hann, S. (2010), The minimal self is a social self. Comment on Zahavi’s ‘Minimal self
and narrative self: A distinction in need of refinement’ Chapter in: T. Fuchs, H. Sattel, P.
Henningsen (eds.) The embodied self. Dimensions, coherence, disorders. Stuttgart:
Schattauer Verlag.
- Depraz. N. (2012). Empathy and second-person methodology. Cont Philos Rev 45:447–459
- Fuchs, T. (2020, March). Delusion, Reality, and Intersubjectivity: A Phenomenological and
Enactive Analysis Philosophy, Psychiatry, & Psychology, Volume 27, Number 1, pp. 61-79
- Gallagher. S, y D. Zahavi. (2014). La mente fenomenológica. Madrid: Alianza editorial,
pp.255-290
- Sass, L, y Pienkos E. (2015). Faces of Intersubjectivity, A Phenomenological Study of
Interpersonal Experience in Melancholia, Mania, and Schizophrenia Journal of
Phenomenological Psychology 46, pp. 1–32
- Zahavi, D. (2010 June). Empathy, Embodiment and Interpersonal Understanding: From
Lipps to Schutz: Inquiry, Vol. 53, No. 3, 285–306,
- Zahavi, D. (2001) Beyond Empathy Phenomenological Approaches to Intersubjectivity
Journal of Consciousness Studies, 8, No. 5–7, pp. 151–67
- Zahavi. D. (2005) Subjectivity and selfhood, investigating the first-person perspective. MIT
Press Massachusetts