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María Bolaños Atienza
Museo Nacional
La belleza
Colegio de San Gregorio
Valladolid
'2,08
de las crisis
María Bolaños es doctora en Historia del Resumen: Sobre la historia, la autori- tan. Es un momento de suspense entre
Arte y profesora titular de la Universidad dad del museo, su universalidad, su as- un tiempo extinguido y otro próximo,
de Valladolid. Es autora de Historia de los cendiente científico y otras cuantas cate- que traerá nuevas exigencias, apenas
Museos en España (2.ª ed., 2007) y gorías, atrapadas en las contradicciones intuidas, sólo inconcretas. Se presiente
La memoria del mundo (2002).
de su propia cultura y sometidas a pro- que todo va a cambiar decisivamente.
Desde 2008 dirige el Museo Nacional
fundas revisiones en el período transcu- A veces, se cierne sobre ese momento
Colegio de San Gregorio en Valladolid.
rrido desde su fundación, a finales del crítico la violencia de un desastre. Las
maria.bolanos@mcu.es
siglo XVIII, hasta la gran crisis de los años cosas toman un curso incierto: no se
sesenta. sabe qué hacer porque no se sabe qué
pensar. La vida como crisis, dice Ortega,
Palabras clave: Historia, Museo, Uto- es estar el hombre en convicciones ne-
pía, Crítica, Guerra. gativas (Ortega y Gasset, 1982: 88 y ss).
Todo es vita minima. Todo es no.
Abstract: On the history of museums, Pero en medio de esa circunstancia,
the museum’s authority, it’s universality, al cabo de un tiempo, fermentan algunos
it’s every growing science along with síes, una fe confusa, entusiasmos inesta-
other aspects, all of which are found bles. Porque, en la naturaleza misma de
trapped within an array of contradic- la crisis, está el instinto de responder, de
tions found within its own culture and recuperar la confianza y volver, en fin,
consequently have been subjected to a la normalidad. Y ese paso sólo puede
a number of detailed revisions from its darse si se afronta con esfuerzo e inven-
foundations (towards the end of the ción. La crisis, sin dejar de ser un proble-
18th century) right up until the crisis of ma, reclama creatividad. Quizá por eso,
the 70s. la dimensión de la vida que primero en-
cuentra estabilidad en medio de una cri-
Keywords: History, Museum, Utopia, sis es precisamente el arte. Es lo que su-
Critic, War. cedió, por ejemplo, en el Renacimiento.
Visto desde esta óptica, podría de-
cirse –como de casi todas las cosas hu-
La idea histórica de crisis es, en sí mis- manas–, que el museo es una institución
ma, estimulante. Nos recuerda lo que «constitutivamente crítica», destinada a
la vida tiene de ruptura, de sobresaltos vivir en una inseguridad permanente.
cruciales. En las crisis los hombres se Nunca las tiene todas consigo. Sus crisis
quedan sin convicciones, es decir, sin no son sucesos episódicos que lleguen
mundo. Las ideas adquiridas se despre- y se vayan, alterando la calma de su
cian por inservibles y en su lugar sub- vida cotidiana: están en «su naturaleza».
sisten incógnitas, sombras que desorien- Desde que fueron fundados, apenas ha

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habido generación que no haya sospe- Hasta la llegada del siglo XX, los fun-
chado de su legitimidad, que no haya damentos que explicaban la existencia
pensado que los museos de su tiempo del museo permanecieron intocables.
atravesaban un conflicto. Con indepen- Sólo entonces, cuando empezó a verse
dencia de la intensidad del trance y de como un objeto histórico, la autocrítica
sus causas, de los distintos períodos, de empezó a formar parte de la práctica
la variedad de contextos, de las historias museal (Schubert, 1999). Se llenó enton-
particulares de cada institución, de la di- ces de connotaciones negativas, por su
ferencia de intenciones, de las rarezas incapacidad para mantener una relación
de cada caso, la palabra crisis ha acom- vital con los objetos, considerados sólo
pañado las reflexiones teóricas, pocas, y como cadáveres y cuya conservación,
las polémicas, abundantes. como denunciaba Adorno, se debía más
Con toda seguridad, este modo de al «respeto al pasado que a las necesida-
enjuiciar el museo es un descubrimiento des del presente».
contemporáneo y construido a posteriori Las metáforas sobre su decadencia
La ecuación «museo igual a crisis» sobre el giro que la crítica de la cultura y su muerte empezaron a menudear. El
deriva del escrúpulo «ontológico» experimentó en los años ochenta del siglo malestar no dejó ya de escoltar su exis-
pasado. Este contexto no le quita un ápice tencia como una sombra y la sociedad
que pesa hoy sobre el patrimonio,
de verdad, porque, como nos enseñaron contemporánea, tan propensa a las sos-
la historia, la memoria y otras los estoicos, «lo que importa no son las pechas, en la que cuanta más venera-
cuantas categorías atrapadas en cosas, sino lo que los hombres piensan ción despierta una institución cultural,
las contradicciones de su propia sobre las cosas». En lo que aquí respecta, más vulnerable parece y más suspicaz
cultura y sometidas a profundas la ecuación «museo igual a crisis» deriva es la duda sobre su razón de ser (aun-
revisiones en sus aspectos del escrúpulo «ontológico» que pesa hoy que sólo sea por desconfianza hacia el
sobre el patrimonio, la historia, la memo- poder de los símbolos), se convenció de
básicos: la manipulación del
ria y otras cuantas categorías atrapadas en que el museo «no es lo que habíamos
museo a la hora de organizar el las contradicciones de su propia cultura y creído que era» y su estado endémico
conocimiento, su dogmatismo sometidas a profundas revisiones en sus de crisis se aceptó como una eviden-
intelectual, su carácter de aspectos básicos: la manipulación del mu- cia demostrada. On the Museum’s Ruins
institución del poder seo a la hora de organizar el conocimien- fue el título de uno de los artículos más
to, su dogmatismo intelectual, su carácter leídos de los últimos quince años en
de institución del poder. el que su autor, D. Crimp, denuncia la
Lo cierto, sin embargo, y para ser falsedad congénita del museo, resulta-
justos, es que, durante su primer siglo do de la creencia acrítica de que basta
de historia, el museo pareció un valor yuxtaponer en los espacios de una sala
inalterable de la cultura occidental –y un conjunto de fragmentos arrancados a
no olvidemos este matiz geográfico, oc- la historia para producir una representa-
cidental, causa, luego, de tantos abusos ción creíble del mundo. Si desapareciera
y desacuerdos–; una poderosa «utopía esa ficción, prosigue, el museo sólo se-
de la Razón», descuidada, eso sí, pero ría un almacén de curiosidades sin valor
bendecida con todas las legitimidades; ni sentido (Crimp, 2005: 61-71)1. Todo
una gran fábrica de autoridad y saber, a el mito del museo como una institución
cuyo cargo estaba la gestión de certezas solvente para explicar conceptos como
y doctrinas; y en el campo de las artes, «origen», «causalidad», «representación»,
la principal productora de estudio res- «autoría» o «simbolización» queda así re-
pecto de autores, estilos, influjos y atri- ducido a su mínima expresión.
buciones. Eso por no hablar de su capa- Es esta perspectiva la que, retrospec-
cidad política, en plena construcción de tivamente, permite reescribir la historia
los Estados nacionales contemporáneos, del museo en tanto que la historia de
para representar la continuidad históri- una sucesión de crisis, como si esta vi-
ca, fomentar la conciencia identitaria y sión abismal del presente hubiese levan-
representar, de manera convincente y tado la cortina de «otras» historias, iluso-
1
Sólo recientemente ha habido traducción eficaz, ideales colectivos, más o menos riamente más verdaderas, en negativo,
española. ilusorios. sombrías y sofocadas, que serían las de

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las convulsiones que la han mantenido posteridad había sido una obsesión del
en un estado de rehacimiento y descré- siglo XVIII, que, según Condorcet, evita-
dito incesante. En ese curso histórico, ría a las generaciones futuras recaer en la
los momentos críticos han girado siem- barbarie. Es en un clima de búsqueda y
pre en torno a unos pocos pero deci- viajes, de exploraciones del límite, donde
sivos debates y exigencias de cambio: toma cuerpo la utopía del museo, el sue-
qué derecho tiene el museo a custodiar ño de un templo del saber útil y rentable,
bienes patrimoniales que, en origen, no una escuela del talento, un espacio peda-
le pertenecen; cómo ofrecer una visión gógico perfecto donde se armonizarían
del patrimonio que sea adecuada, obje- verdad y belleza, razón y sensibilidad,
tiva e interesante; hasta dónde llegan los un espectáculo de virtudes accesible a
derechos de la sociedad sobre el conoci- todos. Pero esta audacia de unos burgue-
miento que atesora el museo. ses cultos de proyectar un museo ideal
Volvamos un poco la vista atrás, y por donde reunir los mármoles y lienzos del
orden, retornemos al largo ciclo de su na- reino, los gabinetes de historia natural y
cimiento y consolidación histórica, el que las medallas –a costa de desposeer de sus
transcurre en los casi doscientos años que obras de arte a los poderosos, agrupar-
van desde 1790 hasta 1970, fecha en que los en la residencia del rey y abrirles a la
nuevas preocupaciones y otros modelos vista de la nación– produjo un escalofrío
anuncian el cambio de rumbo significati- histórico. «L’âge de la critique» titula Do-
vo que nos ha traído hasta hoy. Recorde- minique Poulot al capítulo que dedica a
mos, de antemano, que este modelo de la creación del museo parisino (Poulot,
museo moderno nace y morirá entre ba- 1997). Y lo encabeza con una frase que
rricadas, en medio de episodios violentos resume el desconcierto de uno de estos
de nuestra historia contemporánea: la in- nuevos patriotas, el abad Sièyes: «No nos
vención del museo público en el siglo XVIII desanimemos si no encontramos en la El modelo de museo moderno
se produce en medio de la aventura con Historia ningún ejemplo que explique nace y morirá entre barricadas,
que Europa, como dijo Tocqueville, corta nuestra situación».
en medio de episodios
en dos su destino y pone un abismo entre Será necesario que se desencade-
lo que ha sido y lo que quiere ser. Encar- ne el terremoto de la Revolución del violentos de nuestra historia
na, pues, simbólicamente esa conciencia 89, que impondrá una discontinuidad contemporánea
histórica de ruptura y un futuro utópico fundadora y reorientará la historia de
de respeto a la memoria, igualdad social la cultura, para que se transforme en
y educación cívica. Al final del recorrido, realidad ese sueño ilustrado y el acce-
ya avanzado el siglo XX, en esa «década so al museo sea reconocido como un
prodigiosa» de 1960, una nueva y vigoro- derecho ciudadano y los bienes expro-
sa oleada de contestación contracultural piados como un bien colectivo e ina-
impugna, también desde las barricadas, lienable. De hecho, el gesto seculariza-
las estructuras de poder que dominan la dor que supone la invención del museo
cultura y con ellas la legitimidad histórica público será la piedra angular del nue-
del museo y su derecho mismo a existir, vo orden cultural instaurado por la
convertido, a los ojos de esta generación, República burguesa, inspirado por el
en un anacronismo decadente y dogmáti- ansia de reforma social y democratiza-
co, condenado a muerte. ción del saber. Ese modelo, antes o más
Así pues, el estigma de la crisis está tarde, con mayor o menor timidez, será
inscrito en su propio nacimiento. El Mu- seguido a lo largo del siglo XIX por los
seo del Louvre, primer museo moder- Estados liberales del continente, bien
no en su pleno sentido (pues el British impuesto por la fuerza de la conquista
Museum de Londres era un museo se- de las campañas napoleónicas, como
mipúblico que no tuvo un director no en el caso de la Pinacoteca Brera de
bibliotecario hasta 1931), vivió una géne- Milán, bien impulsado desde dentro, en
sis caótica, hoy olvidada, y enterrada en el marco de la modernización nacional
elogios a las virtudes del patrimonio. Ya del Estado, como sucedió en España
la idea de dejar un legado civilizado a la con la Desamortización de Mendizábal.

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Entre todos forman una familia de mu- en toda Europa y una máquina de pro-
seos insurrectos fraguada al calor del paganda política de imponente eficacia.
mesianismo reformador, que arrancaba Presidida por la Trasfiguración de Rafael,
las obras de su lugar de origen –reta- la Grande Galerie era un canto al orden,
blos de altar, conventos, residencias la educación y la clasificación, donde se
nobiliarias, palacios reales–, para ma- intentaba, por vez primera, ofrecer «un
terializar el sueño de una apropiación verdadero curso de historia del arte de
nacional de los bienes de la cultura. la pintura».
El caso francés es paradigmático. La ficción tomaba cuerpo. El atro-
Desde el inicio, y en medio de la con- pello moral quedó enseguida sepulta-
Esa extraña mezcla de erudición fusión general, la creación del Musée do por el rigor científico. Denon había
Français estuvo ligada a los objetivos ideado una presentación basada en la
impecable e intereses coloniales
de la nueva República; tanto que sólo cronología y las escuelas nacionales,
dio lugar a uno de los grandes nueve días median entre la condena a que se convertirá en el canon para va-
mitos de la museística la guillotina de Luis XVI y el decreto de rias generaciones de conservadores de
decimonónica: el museo universal fundación del museo. Una estrecha rela- museos. Fue su gran contribución: dar
ción se trabó entonces entre las exigen- sentido a una maraña ingobernable de
cias de la ideología, el sentido de la his- obras de arte. La parcialidad de la ideo-
toria y la génesis del museo. Enseguida logía política era, así, sustituida por la
se puso de manifiesto el conflicto que objetividad de la documentación. Que-
implicaba exponer los símbolos artísti- daron en la sombra los orígenes revolu-
cos del Antiguo Régimen. La solución en cionarios de la institución, con toda su
este caso fue política: el ciclo pintado violencia y su utopía, y pasaron a primer
por Rubens sobre Maria de Medicis fue término las cualidades del museo, que
enviado a los almacenes, por su tufillo se asentó desde entonces en el limbo
a Ancien Régime, y sólo volvió a ser ex- académico de la erudición.
puesto en la Restauración de 1815. Es cierto que después de Waterloo,
Simultáneamente se abrió otro frente muchas obras regresaron a su «hogar».
de debate, este de largo alcance. Al am- Pero el mito no decayó. Se constituyó
paro de la política expansionista europea en el modelo que los museos europeos
del Directorio ejecutada por el general y americanos restantes adoptaron hasta
Bonaparte, desde 1796 empieza a llegar a las primeras décadas del siglo XX. Cuan-
París el botín de colecciones artísticas de do se desataron, desde 1830, la antico-
las monarquías derrotadas. El caso más manía romántica y el entusiasmo por
escandaloso fue el de Italia, que dio lugar la arqueología, el expolio se convirtió
a las polémicas cartas de Quatremère de en una ley incuestionable y los Estados
Quincy a su amigo, el general Miranda, europeos emprendieron un desmante-
en las que el liberal amante de las ar- lamiento sistemático de sus colonias,
tes tomaba partido a favor del país ex- cunas de viejas culturas. Los museos de
poliado (Quatremère de Quincy, 2007). Londres, de Múnich o de Turín se llena-
Los incautadores tenían un argumento ron de piezas de las civilizaciones orien-
propio, pues se trataba de dar acogida a tales, causa de la rivalidad y el espionaje
las grandes creaciones de la Humanidad: entre diplomáticos y directores de los
según el ministro de Justicia, «recuperar grandes museos. El caso de la tiara de
las obras del genio y custodiarlas en la Saitapharnes (un falso que se disputaron
Tierra de la Libertad servirá para acele- los museos de Londres, París y Berlín, y
rar el progreso de la Razón y de la feli- que, para su bochorno, obtuvo el Mu-
cidad humanas». Se pretende, añadía el seo del Louvre) es el resultado de esta
mentor de Napoleón en estas cuestiones, carrera competitiva en pos del prestigio.
Denon, seguir el modelo de Roma en su Esa extraña mezcla de erudición im-
asimilación de la cultura de los griegos. pecable e intereses coloniales dio lugar
En pocos años, este curioso personaje a uno de los grandes mitos de la mu-
organizó la mayor galería de pintura del seística decimonónica: el museo univer-
mundo, un modelo museístico imitado sal. Es decir, la idea de que el museo

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es la manera «natural» de tratar con el europeo), a una clase (la clase burguesa
pasado y de conocer la historia huma- culta), y a una cierta visión de la cultu-
na que deben adoptar todas las civiliza- ra (nuestros antepasados los galos y sus
ciones, sean cuales sean sus creencias primos, todos dolicocéfalos, rubios y de Bajo la dirección de Wilhelm
y visiones del mundo, imponiendo de ojos azules)» (Adotevi, 1972). Bode, la museología alemana
esta manera la homogeneización plane- El ideal alcanzó su representación alcanzó el más alto nivel de
taria del concepto de patrimonio. Sta- más potente en Berlín, que a lo largo
competencia científica, basado
nislas Adotevi, director del Instituto de de cien años (entre la construcción del
Investigaciones Aplicadas de Dahomey, Altes Museum, en 1820, y la finalización en una erudición impecable
que hablaba en nombre de los no occi- del Museo de Pérgamo, en 1930), desa- –por la precisión de sus
dentales que se aburren en los museos, rrolla un programa ininterrumpido de técnicas de expertización y
denunciaba esa forma de colonización construcciones que dibujan el paisaje catalogación–, en la originalidad
aterciopelada que constituye el museo de la Isla de los Museos, un santuario de sus métodos expositivos
universal –y que, solo hace un par de que responde al ideal griego de la pai-
y también en su coraje para
años le ha estallado al Estado francés en deia que había inspirado a Humboldt la
las manos con motivo de la exportación fundación de la Universidad berlinesa defender el arte de vanguardia
de una sucursal del Louvre a Abu-Dha- en 1810, y donde se cumple el empeño
bi–: «Conservado gracias a las manías de de un saber enciclopédico que expli-
los literatos y a las inhibiciones de los que la totalidad del mundo. Se trata de
snob, el museo está, en la teoría y en la tenerlo todo, de coleccionarlo todo, de
práctica, unido a un mundo (el mundo reunir todos los bienes que se produ-

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cen en los talleres del espíritu humano. El siglo XX, el genuino, el que se
Al final del siglo, las colecciones berli- acelera tras la Primera Guerra Mundial,
nesas cubrían el mundo entero, como se despierta con un sentimiento de an-
verdaderos compendios de las civiliza- tipatía por ese modelo de museo. Las
ciones europeas y extraeuropeas, des- relaciones entre la sociedad y la cultura
de Japón hasta el Islam. Bajo la direc- cambian: el museo pierde pie. Frente al
ción de Wilhelm Bode, la museología culto a la historia de la centuria anterior,
alemana alcanzó el más alto nivel de se siente un urgente deseo de escapar
competencia científica, basado en una al lastre de tanta herencia, una brusca
erudición impecable –por la precisión necesidad de olvido histórico. La tradi-
de sus técnicas de expertización y cata- ción ya no es un cimiento reconfortan-
logación–, en la originalidad de sus mé- te, sino una carga pesada, dice Nietzs-
todos expositivos y también en su cora- che, «un fardo invisible y oscuro que
je para defender el arte de vanguardia. dobla la espalda del hombre moderno;
Sus métodos y técnicas fueron seguidos que bloquea y mata el presente». Quien
en todo el mundo. quiera ser feliz, quien quiera vivir, debe
Pero ese triunfal crecimiento y la ser capaz de tenderse, sin vértigo ni
continua expansión que caracterizó a miedo, en el umbral del momento. El
los grandes y pequeños museos de en- agotamiento del modelo enciclopédico
tonces era, a la vez, el germen de una y positivista era bien palpable por esas
nueva crisis. Hacia 1900 los museos ha- fechas: la institución padece una impo-
bían crecido de manera espectacular y tencia creciente para gestionar la ingen-
contenían un patrimonio muy hetero- te cantidad de saber que se acumula
Hacia 1900 los museos habían géneo y cada vez más caudaloso –del en sus salas y depósitos –atestados por
crecido de manera espectacular que no podía desembarazarse, porque la manía de enseñarlo todo, saturados
y contenían un patrimonio muy era su razón de ser–, pero que resultaba de incesantes compras y legados–. El
heterogéneo y cada vez más asfixiante y lastraba su actividad. Con el problema no era sólo la inadecuación
caudaloso, pero que resultaba paso de los años, sus salas de exposi- de sus edificios y la falta de espacio, la
ción se volvieron cada vez más agobian- escasez presupuestaria o los métodos
asfixiante y lastraba su actividad
tes, superpobladas por centenares de expositivos anticuados. Era sobre todo
piezas, creando problemas verdadera- la rigidez de los patrones intelectuales
mente graves. que habían dado consistencia al museo
En parte se debía a la estrecha aso- decimonónico –que cultivaba el pasa-
ciación entre «museo» y «derechos del do por ser pasado, como un lujo, que
ciudadano», porque la democratización se empeñaba en subordinar las obras a
del disfrute implicaba, en la práctica, la cronología erudita– y que resultaba
la obligación de exponerlo «todo». Así, incompatible con la ambición de nove-
a pesar del deseo de mostrar, nunca la dad y frescura, de rebeldía que se di-
contemplación de las obras se hizo en bujan en este nuevo horizonte, definido
condiciones más incómodas: «Se nece- tras la Gran Guerra.
sita la paciencia de un ángel y los ojos No puede desdeñarse en esta crisis,
de un lince para distinguir los cuadros tan productiva, la influencia del arte de
expuestos», es la queja de un visitante vanguardia, combativo y brillante en las
del Louvre. Cuando en torno a 1857 lle- primeras décadas del siglo. Su irrupción
garon a Londres las piezas del Mauso- no hizo sino ahondar el abismo que ya
leo de Halicarnaso, procedentes de Asia se había abierto en los años anteriores.
Menor, fueron colocadas en el exterior Desde diversos frentes, una creciente
del British Museum, bajo la columnata, ofensiva reprochaba al museo su mu-
sobre pedestales de madera provisiona- seografía obsoleta, su visión intocable
les, y el museo siguió creciendo en la de la historia, su manía acumulativa y
misma proporción en que se ampliaba su ceguera a la hora de dar a conocer
el Imperio Británico por el mundo, cul- el arte vivo.
minando con la inauguración en 1914 Frente a la añoranza de una socie-
de las salas chinas e hindúes. dad excelente que tocaba a su fin, la in-

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tensa y muy creativa actividad paramu- color humo, vitrinas metálicas y cuadros
seística de cubistas y neoplásticos, de colocados sin cambios bruscos de esca-
dadaístas y modernos de todo tipo, se la ni grandes contrastes, con las obras
reveló como una luz al final del camino, separadas entre sí y a 1,40 m del suelo.
porque ofrecía perspectivas de renova- Pero era una excepción que apenas
ción y nuevas ideas para el museo. Se tuvo continuidad. La irrupción de la
impuso la necesidad de confrontar, a la Segunda Guerra Mundial encontró a la
ejemplaridad de las obras maestras de mayor parte de los museos del mundo
los museos, un experimentalismo aleja- vacíos y polvorientos, desprestigiados,
do de toda fórmula aprendida. Desde sumidos en la tradición y el convencio-
En el siglo XX, frente al culto a la
la organización de sus propias exposi- nalismo. La guerra, las guerras, agrava- historia de la centuria anterior,
ciones (que inauguran los artistas de la ron la crisis. El derrumbe fue material y se siente un urgente deseo
Secesión vienesa, en 1902), a los ex- moral. Uno de los momentos más críti- de escapar al lastre de tanta
perimentos expositivos heterodoxos y cos y tristes del siglo, por factores dis- herencia, una brusca necesidad
provocadores (como los de la Bauhaus tintos pero conectados entre sí, como la de olvido histórico
alemana), el lenguaje del museo fue lle- neurosis nacionalista, la destrucción ma-
vado a un grado de radicalismo sin pre- terial, la censura y la instrumentalización
cedentes. Los experimentos de Frede- política. Europa, y España con ella, vive
rick Kiesler, en Viena y Nueva York, las una quiebra cultural marcada por el exi-
propuestas de una nueva forma de ver lio, la persecución, en un clima cultural
la historia de A. Dörner, en un modesto de pesadilla, en el que el museo actuó
museo de Bellas Artes alemán, el Mu- como caja de resonancia: museos bom-
seo Provincial de Hannover, su acogida bardeados, colecciones confiscadas, co-
al más sensible constructivista soviéti- leccionistas perseguidos, conservadores
co, El Lissitzsky, para presentar en una expulsados. Llegaron a fundarse museos
pequeña sala la colección moderna del del odio racial, y exposiciones, como la
centro, sellan la entrada de la vanguar- realizada en la Kunsthaus de Múnich,
dia en la sacrosanta institución de un que eran la antesala de la hoguera para
museo clásico. Su intervención anticon- prestigiosas obras de arte. Alfred Barr, a
vencional responde a los presupuestos su vuelta de Europa, no logró que nin-
estéticos y espaciales de la abstracción guno de los grandes periódicos america-
poscubista, y al gusto de esos años por nos le publicase los reportajes sobre lo
la asimetría, por la visión dinámica del que había visto en los museos alemanes Con el MoMA llegaba una
espacio, por las formas flotantes e in- en su viaje de 1933 y su denuncia de la museografía neutra y
grávidas, con el fin de estimular la acti- expulsión de sus puestos directivos de desornamentada, hecha de
vidad sensorial del espectador, propor- toda esa brillante generación de conser- muros lisos, ambientes
cionarle experiencias físicas y estéticas vadores formados con Bode: Friedlän-
puristas, marcos de bastidor
no exploradas. der, Justi, Swarzenski (Barr, 2005: 45-65).
Todas estas experiencias se desarro- Cuando terminó la guerra, la sen-
negro, moqueta de color
llaron a contracorriente y en prácticas, sación general era que el museo era el humo, vitrinas metálicas
por lo general, efímeras, hasta que en símbolo de una concepción decimonó- y cuadros colocados sin
1929 se funda el MoMA a instancias de nica anacrónica, sensación reforzada por cambios bruscos de escala
tres mujeres de la alta sociedad neo- las limitaciones materiales de la posgue- ni grandes contrastes, con
yorquina. No fue un museo más. In- rra impuestas a las grandes instituciones
las obras separadas entre sí
auguraba una era que normalizaba el europeas, que, apenas sin excepción,
experimentalismo de los europeos más malvivían abandonadas, abrumadas por
y a 1,40 m del suelo
heterodoxos para convertirse en un pa- todo tipo de dificultades, cada vez me-
radigma en su género: el primero en en- nos amadas. Sus salas eran oscuras, frías
focar sus colecciones de modo multidis- y polvorientas, las instalaciones obsole-
ciplinar: fotografía, diseño, bellas artes, tas, su gestión caótica, la formación de
arquitectura... ¡Por fin! Llegaba una mu- sus profesionales anticuada, la renova-
seografía neutra y desornamentada, he- ción arquitectónica apenas existente.
cha de muros lisos, ambientes puristas, Los museos alemanes (por muy diversos
marcos de bastidor negro, moqueta de motivos) estaban en quiebra y su repa-

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ración era de una lentitud exasperante; lado la frontera en la consideración de
el British Museum padecía un verdade- ese fenómeno sociológico: pues, si has-
ro desbarajuste, pese a su tradición; los ta los años cuarenta se había hablado
de la Europa oriental no tenían recursos peyorativamente de ese nuevo paisaje
ni para restaurar sus obras. Escaseaba la social, ya en los cincuenta se invertían
financiación y también el interés de los los papeles y se reconocía y estudiaba
poderes públicos que hubiesen sido ne- este valor de las masas, que se incor-
cesarios para combatir esta impresión tan poraban decisivamente a la sociedad,
negativa, porque sin duda los esfuerzos creando un nuevo estado de cosas que
Cuando terminó la guerra, políticos de la reconstrucción se centra- incidirá finalmente en el mundo museís-
ban en otros sectores: el alojamiento, la tico (Arendt, 1996, cap. VI).
en algunos casos, los
instrucción y las infraestructuras. De hecho, después de la Segunda
museos se convirtieron Es cierto que esa crisis tuvo, como Guerra Mundial serán el teatro, la li-
en una forma de resistencia siempre, su envés. Y, sobre la Europa en teratura y, sobre todo, el cine los que
ruinas, emergieron experiencias felices y ejercerán una mayor fascinación y pare-
muy solventes –en Holanda, en Alema- cerán responder, mejor que el arte y los
nia, en España– que hacen de esta etapa museos, a las necesidades culturales de
un momento apasionante en la historia una sociedad que estaba cambiando tan
museística. Porque el ambiente de re- aprisa. Las batallas culturales de los años
construcción física y moral, el deseo de cincuenta y sesenta se van a librar en
fraternidad, la sed de normalidad y una otros campos institucionales, como, por
fe colectiva en la capacidad de la cultura ejemplo, la universidad, primera institu-
como instrumento pacificador, a veces ción en conocer el fenómeno de la ma-
se imponían en medio del desánimo y sificación. En esta primera instancia, el
la falta de medios. En algunos casos, los museo carecía de futuro; su sentido pa-
museos se convirtieron en una forma de recía completamente esfumado. Quien
resistencia. La reconstrucción de algu- hubiese preconizado en 1960 que esta
nos de ellos se asumió con una voluntad institución estaba destinada al brillante
silenciosa pero tenaz, como si restaurar porvenir de que goza hoy, quien hubie-
cuadros dañados, reedificar pinacotecas se predicho los ocho millones de visitan-
bombardeadas o recobrar a los artistas tes que iba a recibir la gran exposición
«degenerados» fuese el último camino en 1976 de los Tesoros de Tutankamon,
de los supervivientes para hacer frente que iba a conocer las mutaciones ace-
a la deuda contraída con los cincuenta leradas de las décadas inmediatas hasta
millones de muertos y contribuir a una convertirlo en algo irreconocible, o que
política internacional de paz. incluso iba a ser capaz de satisfacer las
Pero, más allá de algunos casos ambiciones culturales más altas del final
ejemplares, se extendió un sentimien- del siglo XX y los inicios del XXI, habría
to de desorientación y desamparo, que sido considerado un iluso.
revelaba hasta qué punto la institución Pero ahí es donde radica la «belleza»
había sido dejada en un segundo pla- de las crisis históricas padecidas por los
no en la reorganización de la sociedad museos. En su capacidad para el cam-
posbélica. Desvanecida ya la indiscuti- bio. Una vez más, como lo venía hacien-
ble supremacía de que había gozado en do desde su fundación, volvió a revelar
el pasado, la asociación del museo con su flexibilidad y su robusta naturaleza.
una torre de marfil estaba tan inoculada Supo mantener, cuando parecía que
en la imaginación colectiva que nadie estaba extinguido y en las batallas crí-
pensaba en la necesidad de una reforma ticas del 68 todo el mundo lo daba por
que modificase esa imagen cerrada. Es- muerto, un horizonte siempre abierto,
taba emergiendo una mayoría silencio- su capacidad de fascinación, su agilidad
sa, la llamada «sociedad de masas» y, con conceptual y práctica, y ese fondo de
ella, una cultura masiva, que, todavía en integridad moral que nunca le ha aban-
ese momento, excluía al museo por su donado y que hace de él uno de los me-
elitismo secular. Hanna Arendt ha seña- jores inventos de la sociedad civil.

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