Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
com/t5/Anahi-y-Dulce-Maria/Relato-quot-Creer-Para-Ver-quot/m-p/4969036
56
www.facebook.com/WnLesb
www.twitter.com/WnLesb
http://wnlesb.foro-blog.com/
*Capítulo 0*
“Lo más curioso del ser humano, es la fastidiosa capacidad que poseemos de no valorar las cosas,
hasta que tenemos conciencia de que vamos a perderlas.
O peor aún, hasta que definitivamente, las perdemos”
Y con ello, me refiero a todo tipo de cosas; objetos, personas e incluso, sentidos… Exacto, hablo
de los sentidos humanos. Esos cinco que todos conocemos. Aunque hay quienes aseguran poseer
seis, por el momento, yo solo tengo constancia de los cinco originales: el gusto, el olfato, el tacto,
el oído… y por último, el único que lleva artículo femenino, la vista.
Pero… mejor hablemos con detenimiento de ello, un poco más adelante. Lo que quiero decir con
todo esto, es que, por mucho que digamos, por mucho que presumamos, no nos podemos
considerar el animal más inteligente del planeta, cuando no somos capaces de valorar lo que
poseemos, sin tener la necesidad o el miedo a perderlo.
Nos ocurre muy a menudo, con las personas que están a nuestro alrededor. Tenemos a alguien que
nos quiere de verdad a nuestro lado, alguien que nos entrega, como mínimo, algo que jamás va a
recuperar; su tiempo. Además, nos escucha, nos aconseja, trata de comprendernos… ¿Y qué
hacemos nosotros/as? Pues normalmente, no lo valoramos hasta que deja de hacerlo. Hasta que,
por voluntad propia, o por cosas del destino, deja de estar a nuestro lado, deja de regalarnos su
tiempo, sus oídos, sus palabras… sus abrazos. Es entonces cuando descubrimos, lo indispensable
que todo eso, era para nosotros. Pero quizás para ese entonces, ya sea demasiado tarde.
Cabe destacar, que no siempre es así. Existen algunos/as lo suficientemente inteligentes, como
para valorar a sus seres queridos antes de perderlos. Yo personalmente, admiro a esas personas
capaces de dar un abrazo a tiempo, de no tragarse un “te quiero”. A esos valientes, que agarran el
teléfono una hora después de haber discutido y hacen una llamada simplemente para decir: “Lo
siento, no sé si tú tienes razón, o la tengo yo, pero te valoro más que a mi orgullo y por eso, te
pido perdón”. A ellos y ellas, los admiro.
Y también, a aquellos que saben elegir entre el bien y el mal. Que saben distinguir entre una
persona que les da amor, de una que solo les da diversión. Una que los mira solamente con los
ojos, de una que los mira, realmente con el corazón. Quizás, si fueran esos seres humanos los que
dirigieran el mundo, la tierra estaría gobernada por los sueños y la esperanza, en vez de por la
corrupción y la decepción.
Pero bueno, me estoy yendo por las ramas, o en mi caso sería mejor decir “por las nubes”. y no
tengo demasiado tiempo para lo que les quería contar, así que voy a tratar de reconducir la
explicación:
¡Ya lo recuerdo! Estaba a punto de hablarles sobre algo, que absolutamente ninguno de nosotros,
valoramos. Y ese algo, es sin lugar a dudas, lo más importante que todos poseemos; LA VIDA.
Sí, amigos/as, LA VIDA. Esa, que todos en algún momento, creemos tener comprada. Esa que
nos parece larga, eterna e incluso bastante jodida a veces. ¿O me van a negar, que nunca han
dicho eso de: “¡Que injusta es la vida!”, o el famoso: “¿Por qué a mí?”?
¿Se han parado a pensar en algún momento, por qué nos hacemos esa pregunta cuando ocurre
algo malo? ¿Por qué tenemos la maldita sensación todo el tiempo, de que el mundo gira a
nuestro alrededor y hay un maléfico plan en nuestra contra para fastidiarnos LA VIDA? Puede que
el motivo sea porque en lo más profundo de nuestro interior, sabemos que no lo estamos haciendo
bien. Que hasta ese preciso momento, esa “vida”, no la hemos valorado como deberíamos. Y
claro, cuando llega algo que va a cambiar el rumbo de la misma, “supuestamente” para mal, pues
nos asustamos, lloramos, maldecimos al mundo, sin pensar que puede ser tan solo una señal, un
aviso de:
“¡Ey! Tienes una infinita cantidad de maravillas a tu alrededor, o empiezas a valorarlas ya, o te
las quito.
Att: TU VIDA.”
Exacto… porque ahí está la clave: es TU VIDA, y por lo tanto, eres tú, el encargado o la
encargada, de conseguir que ésta sea lo menos jodida y más feliz posible. Pero si en algún
momento de tu infancia, alguien te aseguró que iba a ser eterna, siento ser yo, quien te informe de
lo contrario.
Tranquil@, yo también lo descubrí hace muy poco tiempo. Hace exactamente, dos semanas…
Aunque si te soy sincera, siento como si hubieran pasado dos años. Y no precisamente porque los
días hayan transcurrido rápido. Sino porque, 336 horas, es mucho tiempo, cuando utilizas todos y
cada uno de sus minutos. Lástima, que dos semanas en la vida de una persona, no signifiquen nada,
a menos que… sean las últimas, antes del final.
El final… ¿El final de qué, exactamente? Una vez escuché en una película, que cada final es un
nuevo comienzo. ¿Están de acuerdo?
FINAL, FINAL, FINAL… está científicamente probado, que la palabra “Final”, al ser
escuchada o leída, produce un aumento en el ritmo cardiaco de los seres humanos. Esto quiere
decir, que es tan grande el miedo que tenemos a todo lo que implica el significado de esa simple
unión de letras, que el sencillo hecho de escucharla, nos pone nerviosos/as.
Si lo pensamos detenidamente, tiene su lógica ¿No? ¿Quién quiere que las cosas buenas acaben?
¿Quién quiere que un amor termine? Nadie. Aunque contradictoriamente, mientras están
sucediendo, en lo único que pensamos, es en el final, ¿Cuánto durará? ¿Cómo acabará? ¿Qué
pasará después? Y mientras pensamos y tememos todo eso… el resto va sucediendo.
El Final… Ahora sí, lo puedo sentir… La luz incide con tanta fuerza en mis ojos, que la vista
comienza a volverse borrosa. Sé que no estoy sola, pero lamentablemente, ya no soy capaz de
distinguir nada, ni a nadie… Escucho ruido de máquinas, voces de personas… Y honestamente,
corroborando la teoría de ese estudio científico, mi corazón late a toda velocidad y tengo un pá
nico atroz. Pero por desgracia, eso ya no sirve de nada… Lo hecho, hecho está… Y lo vivido, ah
í quedará…
Enredo mis manos en la sábana, con todas las fuerzas que poseo. Como si fuera a bordo de un
tren descubierto, a miles de kilómetros/hora, por un túnel oscuro, a riesgo de caer al vacío en
cualquier momento.
Pero no voy a caer… voy a llegar… voy a alcanzar la luz, así la velocidad de mi tren se
triplique a cada segundo… Ya la alcanzo… Estoy entrando… Cierro los ojos… Contengo la
respiración unas milésimas de segundo… y por fin, puedo suspirar profundamente… Entonces,
cuando exhalo la última partícula de mi oxigeno… la luz se apaga.
Y ahora, que ya conocen el final de la historia, ¿Qué les parece si juntos, aprendemos a disfrutar
del camino? Porque sí, hay un camino. Un camino, que con gusto les contaré, si están
dispuestos/as y me prometen, que lo leerán sin tristeza, disfrutando cada letra, apasionándose con
cada palabra, enloqueciéndose con nuestras locuras… ¡Ah sí! “nuestras”, porque este camino,
no lo recorrí yo sola. Y les aseguro que ELLA, es la mejor parte de la historia.
Sólo les quiero dar un último, o primer consejo (según como lo miren). A partir de ahora, no crean
en todo lo que ven (o leen), ni necesiten ver para creer, pues las cosas más extraordinarias, hay
que creerlas primero, para poder verlas.
Y si en algún momento, he sido demasiado dura o “sabelotodo”, ruego que me disculpen. Intento
hablarles desde mi experiencia, que no necesariamente tiene que ser la de ustedes. Por eso no soy
nadie para aconsejarles, al contrario de lo que dije en el párrafo anterior. Todos tenemos derecho a
tropezarnos las veces que haga falta. De hecho, si yo no hubiera tropezado, probablemente ni les
estaría contando esto. Así que, tropiecen, caigan, véanse cara a cara con las piedras de su camino,
como si estuvieran en un ring de combate. Pero después, levántense, aprendan a saltarla, maraví
llense con las mariposas que revolotean, mientras ustedes están pendientes de no caer, y
sobretodo… VIVAN.
Pero ahora, a ti concretamente… quiero pedirte algo: Olvida por unos minutos, esos finales que
hayas experimentado a lo largo de tu vida. Olvida todo aquello que te hace estar triste, que te da
miedo. Si esa persona no te quiere, olvídala también por un instante. Y si por el contrario, te
quiere, ámala y díselo en cuanto termines de leer. No esperes más. Olvida las veces que te hayan
roto el corazón. Es el “músculo valiente”, tarde o temprano, se recompone, ya lo verás. Olvida si
tienes algún dolor, alguna preocupación, exámenes, estrés, dificultad económica. Olvídalo todo
por un momento y acompáñame en mi pequeña aventura. Y si por casualidad te estás preguntando,
qué vas a ganar tú con hacer eso. Me comprometo y te prometo, que lo mínimo que voy a
conseguir, será… hacerte sonreír.
Ah por cierto, aún no me he presentado. Soy… les diría mi nombre completo, pero como estamos
en confianza, dejémoslo en que para ustedes, mis amig@s, soy simplemente, Dulce.
1º
…El Antes…
Día 1.
Como ven, yo también me hice esa pregunta, en un momento dado. O más bien, en el momento
clave.
Sus ojos azules se clavaron en mí, como un cuchillo recién afilado que me atravesaba por
completo. Nadie mejor que yo, conoce el significado de esa mirada suya. Y significa algo así
como: “No es el momento más adecuado para que utilices tu "humor negro" y como vuelvas a
hacerlo, me largo de aquí y te quedas lamentándote sola”.
¿Que si hubiera sido capaz de hacer eso en un momento como este? Completamente. Así es ella.
Así es Anahí y así soy yo. Me conoce más incluso que yo misma y eso le da ciertas ventajas.
Ella sabe perfectamente, que cuando algo me preocupa, cuando algo me asusta o más bien, cuando
estoy aterrorizada, tiendo a utilizar la ironía, con el falso pensamiento de que así disimulo mis
sentimientos. Cosa que con ella, desde luego no funciona.
Pero debo admitir, que esta vez, es completamente diferente a todas las demás… Esta vez, el
miedo que tengo es tan atroz, que me siento incluso paralizada. Realmente, hay algo que no me
permite asimilarlo aún. Así que cuando sea capaz de hacerlo, les prometo contarles todo con
detalles.
Por el momento, les voy a hablar de ella, Anahí. Mi mejor amiga desde… Ni siquiera puedo
recordarlo.
No es cierto. Obviamente lo recuerdo… Es más, me atrevería a decir que recuerdo cada detalle
del día en que la conocí. Creo que ambas tendríamos unos 13 o 14 años. Era un día de clase
como otro cualquiera, yo estaba aparentemente muy concentrada dibujando mis habituales sí
mbolos de la paz, cuando escuché un tímido: “¿Te importa si me siento aquí?” Alcé la vista y
me encontré de frente con la sonrisa más dulce que había visto jamás. Pero eso no era todo…
Mi vista continuó con un análisis hecho sin permiso y fue a parar a sus ojos. Azules… ya lo
adelanté antes. Pero les juro que nunca había visto unos ojos tan bonitos como los de aquella
niña, que sin conocer de nada, me dejó absolutamente atontada. ─“Es que aún no tengo libros”
─volvió a hablar, seguramente pensando que se vino a dirigir a la chica más idiota de todo el sal
ón. De hecho, hoy en día, al recordarlo nos seguimos riendo de ese momento y aunque ella me
asegura que le resulté “dulce”, yo sigo diciendo, que lo único que pude parecer, fue "imbécil."
Pero, que tire la primera piedra, aquella persona de todos/as ustedes, que nunca se ha quedado
paralizada frente a alguien en concreto. Aquella que nunca ha sentido que, aunque quisiera decir
mil cosas, sus labios no eran capaces de pronunciar ni una sola palabra y por algún extraño e
inexplicable motivo, su cuerpo comienza a sentir ligeros temblores internos, nervios, cosquilleos,
un cocktel molotov, que al no saber cómo manejar, te deja exactamente así, atontada.
Ahora que lo pienso, escrito suena muy fácil y bonito… pero vivido, no es tan idílico y lógico.
De hecho, nunca fui capaz de entender qué me ocurrió en aquel instante, con aquella chica nueva
que inconscientemente, había captado mi atención de una forma en la que nadie, la había
conseguido captar hasta el momento. Y hasta este momento sigue siendo así, ¿Para qué mentir?
Retomando el tema del recuerdo. Cuando fui capaz de asentir, la pequeña niña de pelo dorado,
sonrisa radiante y ojos azules, que parecía haber sido sacada de un cuento de Disney, se sentó a
mi lado. Recuerdo que miró de reojo mi cuaderno, todo repleto de dibujos y me volvió a sonreír.
En ese preciso instante pensé que cómo adquiriera por costumbre sonreírme a menudo, íbamos
a tener un grave problema de comunicación.
Y este fue el comienzo más patético que pudo tener la relación de amistad más real, que he tenido
a lo largo de mi vida. A partir de ese día, no voy a decir que nos convertimos en las mejores
amigas y de no poder pronunciar palabra, pasé a recitarle una misa cada mañana, no. De hecho, le
costó bastante trabajo llegar a mí, por la timidez que me provocaba. Pero lo curioso es que lo
hizo de la mejor manera que pudo hacerlo; poco a poco, respetando mis espacios, mis momentos,
comprendiéndome sin necesidad de que le dijera una sola palabra. Cuando yo dibujaba símbolos
de la paz, ella dibujaba estrellas. Cuando yo me ausentaba mentalmente y no hacía caso a la
profesora, ella lo hacía por las dos y viceversa. Cuando ambas teníamos un día especial y
ninguna estaba por la labor de atender, pues… ahí venían nuestros problemas. Aunque
curiosamente, nuestra complicidad nos hacía salir airosas de cualquier situación. Y así, poco a
poco, día a día, la chica nueva se convirtió en mi compañera, en mi mejor amiga, en mi hermana,
en mi cómplice, en definitiva, en mi Anahí.
El sonido de su voz me devolvió a la realidad y cuando mis ojos volvieron a enfocar el paisaje
presente, la descubrí de frente. ¿En qué momento abandonó su lugar sentada a mi lado, en el
banco de este parque, para arrodillarse frente a mí? No lo sé. Pero probablemente tampoco tenga
demasiada importancia.
Sus palabras me devuelven al mundo real y su forma cariñosa de hablarme, como siempre lo hací
a, me regresa la calma. ¿Qué puede ser tan malo, si ella está a mi lado?
Como si de un video técnicamente editado se tratase, los ojos de la niña que estaba visualizando
hace unos segundos, se transformaron en los de la mujer que tengo ahora mismo enfrente. Mismos
ojos, misma mirada, misma persona, mismo sentimiento…. Y ahí… se me encoje el corazón,
cuando la realidad de mi situación, cae como un cubo de agua fría sobre mi cabeza.
La miré fijamente y comencé a sentir mientras la observaba a los ojos, cómo los míos se iban
aguando sin sentido alguno. Entonces, mis labios se abrieron y…
Fue tanta la seriedad con la que le dije esas palabras, que incluso pareció asustarse. A decir verdad,
es muy extraño que esa frase salga de mi boca. Se me da mejor escribir ese tipo de cosas, aunque
tampoco es que lo haga demasiado a menudo, para lo que realmente lo siento. Y a ella debió
sorprenderle, pues no son muchas las ocasiones, en las que me lo ha escuchado decir en primer
lugar y en vez de como respuesta.
Se crearon unos segundos de completo silencio, hasta que la vi fruncir el ceño y agarrarme el
rostro con ambas manos.
─Como se te ocurra estar diciéndome que me quieres para despedirte, voy a empezar a hacerte
cosquillas y no voy a parar, hasta que estés muerta, pero de la risa, Dulce María.
─No… Te lo estoy diciendo porque te quiero. Porque no te lo suelo decir a menudo, pero es
real… Te quiero, Any y quiero darte las gracias por nunca haberme dejado sola.
─Un día prometimos que hasta la muralla china derribaríamos a puñetazos, mientras lo hicié
ramos juntas, ¿recuerdas?
─Lo recuerdo…
─Muy bien. Pues esto no es más que una barrera más ¿Ok? Vamos a superarlo juntas. Vas a estar
bien. Vamos a estar bien.
─Marcos ─me informa ─”Mi amor, vamos a ir todos a la casa de Andrés para ver películas y
pasar el rato. Palomitas, cervezas, tú y yo, ya sabes… Te recojo en una hora.
Ella responde en lo que vuelve a sonar el mismo tono, pero esta vez proveniente de mi teléfono.
“Carolina: ¡Ey, Dul! Hay plan en la casa de Andrés. ¿Paso por tu casa y llegamos juntas? ¿O
vas con Marcos y Anahí?”
Respondo: “Hoy no puedo. Pásenlo bien y ya me cuentas. Besos.” Enviado.
Mientras yo escribo una simple y concisa frase, el “Whatsapp” de Anahí, no ha dejado de sonar.
Cuando alzo ligeramente la vista para observarla, me percato de que sigue teniendo el ceño
fruncido y teclea muy rápidamente.
Marcos, del que hasta ahora no les había hablado, es su… “¿amigo?” Ni siquiera yo, sé cómo
definirlo, porque si le mencionas a ella la palabra “novio”, te lanza una mirada cortante capaz de
dejarte sin respiración. No es su novio, aunque él así lo vaya presumiendo. Pero tampoco es un
amigo como el resto. Digamos que llevan una de estas relaciones modernas, sin ningún tipo de
compromiso. Al menos para ella, porque lo que es el chico, creo que hasta le hubiera pedido
matrimonio después de darle el primer beso. Exagerado, lo sé. Y no es porque ella le haya dado
falsas esperanzas en algún momento. Al contrario, creo que Anahí es la persona más clara y
sincera que he conocido jamás.
No me gustaría que captaran la imagen del chico como una pobre víctima de la niña guapa, que
hace lo que le da la gana con los hombres. Todo lo contrario. Para empezar, él no me gusta en
absoluto. Desde un primer momento, intenta manejarla cómo se le antoja, creyendo que Anahí es
de su posesión. Suerte que mi niña, tiene los pies en la tierra y no se deja influenciar por nadie.
Además, tiene la valiosa capacidad de captar a las personas con facilidad. Ella siempre sabe quién
es real, y quien no lo es. Quién dice un te quiero sincero, y quien lo dice porque son simples
palabras bonitas. Creo que por eso nunca ha tenido novio. Sueña con que algún día, llegue ese prí
ncipe azul, que la quiera de una forma real, sana, sin egoísmos, sin imposiciones, que le permita
llevar una relación de dos personas diferentes, con un proyecto en común.
Lamentablemente, yo también creo en ese tipo de amor. De hecho, es una de las cosas que nos
unen, a pesar de nuestras diferencias. Somos unas soñadoras, idealistas y románticas… ¡Que nos
condenen por ello! Siempre y cuando, sea estando juntas, claro…
¡Ah! La cursilería también es parte de mí, por si no lo acaban de notar. Pero bueno, como casi
todo lo que me concierne, es de puertas para adentro y nadie en el mundo, excepto ustedes ahora
y…probablemente ella, lo sabe. Así que, les suplico que me guarden el secreto.
En lo que yo divago, ella continúa peleándose con el teléfono. No quisiera interrumpirla pero…
─¿Te acompaño a tu casa? ─Le pregunto ─Si quedaste en una hora, tienes el tiempo justo para
prepararte.
En cuanto pronuncié la palabra clave, la mirada de la que les había hablado, se clavó
directamente sobre mí, helando cada parte de mi cuerpo y… haciéndome reír interiormente.
Permanecí con una tonta sonrisa dibujada en el rostro mientras la observaba. Y ella igual.
Realmente, quien pudiera verlo desde un ángulo exterior, debe pensar que estas dos chicas son
idiotas. Pero su teléfono volvió a sonar, interrumpiendo el momento.
Leyó el mensaje, está vez para sus adentros y seguidamente suspiró con exageración.
─Universo ─Dijo mirando al cielo ─Líbranos de los hombres latosos, que no entienden un
NO, por respuesta.
Y justo cuando tuve la intención de reírme, lanzó su teléfono por los aires, hacia algún lugar de la
lejanía, consiguiendo que me quedara absolutamente perpleja.
─Anahí… ¿Te volviste completamente loca? ¿O de pronto te creíste que tu celular vino con
amortiguador incluido? Porque voy a lamentar decirte, que en este momento, debe estar hecho
pedazos.
─¡¡¡Anahí!!! ─Grité poniéndome en pie, observando hacia el lugar donde probablemente hab
ía caído el aparato, unos segundos antes de darme la vuelta desesperada ─¡¿Pero qué te pasa?!
¿No tuviste suficiente con el tuyo, que también quisiste destrozar el mío? ─Ella sólo sonreía
irritantemente.
─Ven, bebé, ven ─Pidió extendiendo los brazos, con un tono de voz aún más irritante que su
sonrisa. Como si le importara un pimiento la gravedad del asunto. ─Ya pasó. Respira hondo.
─¿Qué ya pasó? Lo único que acaba de pasar, es que te cargaste mi teléfono, gracias.
─Si… ─Aceptó ignorando mi ironía ─pero no se acaba el mundo por ello. ¿Y quieres saber
por qué lo hice? ─Arqueé una ceja sin responder. ─Lo hice porque me estaba empezando a
irritar con el sonidito del “Whatsapp”. Lo hice porque ambas ya decidimos no ir a casa de Andr
és y por lo tanto, no hay nada más que discutir. Lo hice, porque quiero pasar la tarde contigo, en é
ste, nuestro parque. Sentarnos en este banco durante horas y revivir la cantidad de tardes que
hemos disfrutado de esta forma desde que somos unas niñas. ¿Lo recuerdas? ¿Cuántas historias
de amor entre desconocidos hemos llegado a crear, Dul? Personas que no se conocen de
absolutamente nada, van corriendo o paseando a sus mascotas, y por cosas del destino, cruzaban
una mirada inocente para después continuar su camino. ¿Cuántas fueron las veces que nos
divertimos imaginando y recreando la escena con nuestras propias voces? Inventándoles una vida.
Y lo mejor de todo… ¿Cuántas realmente sucedieron? Muchas veces fuimos testigos del primer
encuentro entre dos extraños, que… ¿quién sabe? Quizás les cambió la vida. Quizás ahora
algunos de ellos están casados, tienen hijos… Y todo comenzó en este parque. Frente a nosotras.
Cuando nuestros ojos podían observar a su alrededor. Cuando no existía el “whatsapp”, ni la
mayoría de las redes sociales. Cuando el teléfono servía para llamar o enviar mensajes, que
debido a la falta de crédito adolescente, ni siquiera eso utilizábamos. Cuando aún no se había
convertido en un instrumento de control y cuando éramos capaces de mantener una conversación
mirando a los ojos, sin necesidad de estar respondiendo a otra persona a través del aparato. ─No
me siento capaz de decir ni una palabra ─Tus padres saben que estás conmigo ¿No? Por lo tanto,
no se van a preocupar. Los míos también lo saben. Así que, deja de quejarte y siéntate aquí con
tu mejor amiga ─pidió palmeando el asiento ─que vamos a arreglar el mundo desde este banco
y a disfrutar de una tarde, únicamente NUESTRA.
Después de su discurso, yo continuaba con los brazos cruzados sobre mi pecho, sin saber
realmente en qué momento había adoptado esa posición. Mirándola aún incrédula y sin asimilar
del todo la cantidad de argumentos que acababa de soltar como si de pronto, se hubiera convertido
en la presidenta de la república.
Pero lo cierto, es que logró echar abajo cualquier tipo de debate o queja que quisiera expresar. Y
su mirada triunfante, lo sabía perfectamente.
Por lo que, sin poder decir ni una sola palabra, resoplé rodando los ojos y me senté a su lado. En
cuanto lo hice, se enganchó a mi brazo.
─Sabes que no puedes enfadarte conmigo ─Me dijo apoyando su cabeza en mi hombro.
Volví a resoplar. Aunque esta vez, pareció ser más un tipo de suspiro y me lo confirmó, la
inevitable sonrisa que se dibujo en mis labios, mientras no pude controlar, el hecho de negar
ligeramente con la cabeza.
─Utilizas tu mirada de “cordero degollado”, porque sabes que funciona ─Me quejé.
Levantó la cabeza para darme a entender que aún está sonriendo. Y con toda la dulzura que la
caracteriza, depositó un suave beso en mi mejilla, que rápidamente formó un ascendente camino
de hormigas comenzado en mi estomago.
Lo sé. Me quiere. ¿Y saben por qué lo tengo tan claro? Pues para ser sincera, no tengo ni la más
mínima idea. Pero lo siento cuando me mira, cuando me toca, cuando se dirige a mí, con sus
bromas, con sus palabras cariñosas, e incluso con sus histerias. Siempre lo he visto. Desde aquel
primer día en la escuela, me hizo sentir especial… Me eligió a mí, de entre 25 alumnos más. Y a
día de hoy, me sigue eligiendo a mí, frente a quien sea. Con ella, nunca he tenido la necesidad de
sentir los típicos celos que a veces surgen en las amistades. Nunca. Porque no importa que
conozcamos a otras personas, que tengamos nuevas amigas, otros grupos, “novios”, o que en una
época determinada, tomemos distancia y dejemos de estar pegadas como lapas. No importa.
Porque pase lo que pase, ambas sabemos que somos irreemplazables en la vida de la otra. Puede
llegar quien sea, puede ocurrir cualquier cosa, pero nada va a arrebatarnos el mutuo lugar que
tenemos en nuestros respectivos corazones.
¿Alguna vez has sentido eso? ¿Has tenido a tu lado alguien que te haga sentir realmente especial?
¿Que con solo mirarte, ya sepa si estás bien o mal? ¿O incluso con escucharte…? Joder, hasta
con el simple hecho de leerte, ya sabe si tu saludo es diferente. Si estás triste o estás enfadada.
Sabe cuando escondes una sonrisa detrás de una mirada fulminante. Y lo más increíble de todo,
sabe exactamente qué hacer en cada uno de esos momentos. Sabe cuándo debe darte espacio, o
cuando debe hacerte un interrogatorio hasta que te termines desahogando y soltándolo todo. Sabe
cuándo debe callar porque lo único que necesitas es un abrazo. Quizás sólo necesitas llorar en sus
brazos y esperar ahí, hasta que todo pase. Y eso, ella lo sabe.
¿Y sabes por qué esa persona tiene conciencia de todos esos detalles? Porque te quiere… y como
consecuencia, te conoce, te acepta y te espera.
Esa es Anahí para mí y esa soy yo, para ella. La única persona que aborda tu mente cuando algo
no va bien, precisamente porque sabes, que es la única capaz de conseguir, que todo vaya mejor.
Que todo se vea con una amplia gama de colores, que distan mucho de ese blanco o negro, en el
que a veces se sume nuestra vida.
Si aún no has conocido a esa persona. Si no te identificas con mis palabras, no te preocupes.
Llegará.
Todo el mundo está destinado a tener una “Anahí” en su vida, tarde o temprano.
Pasé mi brazo por encima de su hombro y permití que se cobijara en ese lugar, en mi abrazo.
Sintiendo una vez más, la calma que me produce su cuerpo. Ofreciéndole con el mío, toda la
protección que soy capaz de albergar. ¿Dónde quedan los problemas cuando estamos así?
Desaparecen. Por completo. Se esfuman hacia un lugar en el que permanecen hasta que ambas
decidimos volver a la vida real.
Pero ahora, estamos sumidas en nuestra propia realidad. Esa, que llevamos años construyendo.
Esa a la que acudimos, cuando lo necesitamos, cuando somos conscientes de que, incluso el peor
de los problemas, se desvanecerá, mientras estemos juntas, en nuestro parque, observándolo todo
y sin observar nada. Sintiendo que si pudiera elegir cualquier parte del mundo en la que estar, en
este momento. Mi elección, sin lugar a dudas, sería exactamente ésta… su abrazo.
Día 2.
Día 3.
El fuerte contraste entre la oscuridad absoluta y la repentina luz que entró en mi habitación, fue
exactamente lo que me hizo despertar de un sobresalto.
Traté de cubrirme los ojos con mis propias manos, para poder habituarme poco a poco a la luz.
Pero aunque aún mis neuronas no estén del todo despiertas, estoy dispuesta a asesinar a quien
quiera que haya osado despertarme de una forma tan cruel.
Parece que me voy acostumbrando a la claridad. Mis ojos van abriéndose sin miedo, despacio y
puedo distinguir una silueta junto a la ventana. Una silueta que reconocería incluso en la más
absoluta oscuridad. “Esta vez me la cargo”, fue lo único que pude pensar, mientras mis ojos
intentan enfocar mejor y poco a poco, corroboro lo que ya venía anticipando. Encima de todo,
tiene los brazos cruzados sobre su pecho y una expresión de pocos amigos, que indica que se
aproxima un sermón.
─Tú debiste caerte de la cuna al nacer ─Le digo tratando de incorporarme, sintiendo aún la
molestia de la luz sobre mis ojos. ─Porque últimamente la coherencia no te acompaña.
─Y tú debiste caerte de la cama hace dos días. Porque últimamente, la vida parece haberte
abandonado.
─Quizás así sea… ─Respondí sin mucho ánimo de discutir.
La verdad es que hoy, al igual que ayer, tampoco tenía ganas de salir de la cama. Me encuentro en
proceso de depresión auto-diagnosticada y no quiero saber nada del mundo. Sólo dormir y
despertarme dentro de 12 días.
Odio cuando se pone en plan autoritario porque es la persona más cabezota del planeta…Después
de mí, claro.
─Any… te prometo que no estoy de humor para nada. Necesito estar sola ¿Vale? No me lo
tomes a mal. Pero necesito unos días para pensar.
─¿Pensar en qué, Dul? Si lo único que haces es dormir.
─Es de lo único que tengo ganas… ─le dije, dejándome caer nuevamente sobre la cama.
─Terca como una mula. Cuando se te mete algo en la cabeza, ni a la fuerza te lo saco.
─Anahí… ─Volví a incorporarme para mirarla, quedando sentada en la cama.
─Dulce… ─Me imitó.
─Anahí Giovanna… ─La reté arqueando una ceja.
─¡Dulce María Espinoza Saviñón! ─Dijo rápidamente, como si estuviera recitando un
trabalenguas ─Já. Te gané.
Entre su expresión de triunfo y mi cara de idiota, seguramente la situación les resultaría bastante c
ómica si pudieran verla. ¡Ah no! Se me olvidaba que la imaginación, es nuestra arma más
poderosa y que ustedes en este momento, se encuentran en mi habitación, observando cómo trato
de controlar la risa.
Pero definitivamente, me es imposible no explotar en una carcajada. La quise contener a toda
costa. Pero no… Con ella no puedo.
…Sin palabras.
¿Y ahora? ¿Qué se supone que tengo que responder ante tal cosa? Porque a mí, lo único que se
me ocurre, es correr a abrazarla y no soltarla nunca más. ¿Cómo es posible que exista alguien así?
¿Y cómo es posible que no haya cesado ya, en sus intentos por levantarme el ánimo? Pero al
mismo tiempo me planteo: ¿Cómo es posible que sea precisamente eso, lo que más triste me tiene?
Es muy contradictorio, lo sé. Y les va a costar entenderme… Por ello, creo que llegó la hora de
explicarles lo que está ocurriendo. El por qué, de mi repentina amargura.
¿Recuerdan lo que les conté acerca de los sentidos? ¿Eso de que a veces no llegamos a
valorarlos, hasta que estamos a punto de perderlos, igual que pasa con muchas otras cosas? Pues
bien. Eso me est á ocurriendo a m í . Resulta que hace aproximadamente un año, me
diagnosticaron una enfermedad que afecta a la visión. Una enfermedad degenerativa y hereditaria.
Sí, hereditaria, pero lo curioso es que no sé de dónde debo haber adquirido el gen, porque
casualmente, soy la única de mi familia a la que le ha afectado. Como ves… sin comprar boletos,
me tocó el primer premio.
Volviendo a la explicación de la enfermedad, como ya dije, es degenerativa. Eso quiere decir, que
poco a poco va matando unas pequeñas células de mis ojos, consiguiendo que pierda la visión
paulatinamente.
Durante este año, he seguido todos los tratamientos habidos y por haber para intentar detenerlo,
porque era algo posible. Pero una vez más, la rifa me tocó a mí y por algún extraño motivo, no s
ólo no se ha detenido, sino que ha empeorado considerablemente. Así que, hace dos días, el
doctor me dio la espléndida noticia, de que sólo queda una última opción. La intervención quirú
rgica, para colocar no sé qué anillos en el interior de mis ojos.
Ahora deténganse a pensar unos segundos… ¿Tengo, o no tengo motivos para estar amargada?
Y todos los intentos que hace Anahí para levantarme el ánimo, no hacen más que recordarme lo
que probablemente vaya a suceder. Les juro que no puedo explicarles con palabras, la sensación
que tengo en este momento. Observándola frente a mí, esperando que sea lo suficientemente
valiente para enfrentarme a esto y a lo que venga. No lo soy. No soy valiente y no tengo ni la más
mínima fuerza para enfrentarme a algo así. No, cuando la estoy mirando, y mis ojos ya no pueden
contener las lágrimas ni un segundo más.
Su expresión cambia al notarlo, volviéndose confusa y trata de acercarse a mí.
─¿Pero ahora que ocurre, Dul? ─Me pregunta con preocupación, agarrándome las mejillas. ─
Déjame llegar a ti como siempre… Porque me estás limitando el paso y ya no sé que más hacer.
─Por favor, Anahí… Ya te dije que necesito estar sola. Vete, te lo suplico.
─¡No me estás ayudando, Dulce! ─Exclamó levantándose, y esta vez sí, comenzando a
enfadarse ─Si sigues con esa actitud de apartarme, no voy a saber cómo ayudarte.
─¡Es que no te estoy pidiendo que me ayudes, entiéndelo! ─Le dije alzando la voz más de lo
que en realidad quería─No lo necesito.
─¡¿Ah no?! ¿Y qué es lo que necesitas? ¿Quedarte aquí encerrada hasta que pasen las dos
semanas para la operación? ¿Auto-compadecerte todo el tiempo? ¿O es que acaso te diste por
vencida y ya estás practicando para enfrentarte a una vida de oscuridad?
Me dolió. Eso realmente me hirió… Y ella lo dijo consciente de que así sería.
─Vamos Any, sólo llevo un día encerrada tratando de procesarlo. No es para tanto, así que
tampoco exageres, ni me hagas chantaje emocional.
─Exacto… 24 horas…1440 minutos, que ya no puedes recuperar. Ahora depende de ti decidir, si
quieres seguir perdiendo el tiempo, o empiezas a vivir. Y te aseguro que no se trata de un chantaje
emocional. Si realmente me conoces, sabrás que nunca en mi vida te he hablado más enserio. ─
Hizo ademán de marcharse, pero volvió a detenerse sin voltear ─Ah, y una cosa más… ─Me
dijo ─No eres la única que tiene miedo.
Tras decir eso, sin darme la posibilidad de responder, abandonó el cuarto cerrando la puerta a su
paso. Ni siquiera dio un portazo. Lo hizo tranquilamente, y eso me preocupó aún más.
Anahí es una persona muy intensa en todo lo que hace, incluso algo histérica a la hora de discutir.
Todo lo contrario a mí, que suelo ser más pacífica y tranquila en todos los sentidos. De ahí
viene parte de nuestra eterna compenetración. Así que, su seriedad de este momento, realmente
me preocupa. Pues algo me dice que esto que acaba de suceder, no es una simple discusión. Y
que ella, no va a seguir esperando eternamente a que yo decida levantarme. Quizás cuando lo haga,
ya no la encuentre…
Ese pensamiento, me aterroriza aún más, que el que hasta ahora me atormentaba. Pero… ¿Qué
puedo hacer, si me siento completamente paralizada por el miedo?
Probablemente en este momento, ustedes deben estar pensando que soy una idiota, que debí
correr tras ella y detenerla antes de que saliera definitivamente de mi casa. Pero les juro por lo que
más quiero (ella), que mis piernas no son capaces de dar un solo paso.
¿Qué pensarían ustedes sin un día, de la noche a la mañana, les dicen, que existe la posibilidad
de que se queden invidentes por el resto de sus vidas? ¿Qué sentirías al saber que, quizás ya no
vuelvas a ver las cosas que más te gustan del mundo? Y lo que es peor aún… ¿Qué crees que
sentirías al darte cuenta, de que tu mayor preocupación, lo que realmente te oprime el corazón, es
la posibilidad de no volver a ver los ojos de tu… mejor amiga? ¿Cómo debo interpretar eso? ¿C
ómo demonios puedo asimilar lo que se me está viniendo encima?
2.
…El despertar…
Día 4.
Mentiría si les dijese que no llevo toda la noche llorando. Prácticamente puedo asegurar, que
estoy incluso deshidratada. De hecho, por la cabeza jamás se me había pasado que pudieran
existir tantas lágrimas en el cuerpo humano.
Si lo que Anahí pretendía, era que dejara de dormir y llorara todo lo que hasta el momento no
había llorado, desde luego, mató dos pájaros de un tiro. La he necesitado tanto durante estas ú
ltimas horas, que si no llega a ser porque lanzó mi teléfono por los aires, ya le habría enviado un
mensaje, para aunque sea poder leer un insulto, un reproche o… algo suyo.
No es cierto. Ella jamás me trataría mal, si hubiera decidido buscarla. Es la que mejor conoce
cuan orgullosa soy y sabría que si lo hago, es porque estoy realmente abatida y sólo necesito que
esté conmigo.
Pero desgraciadamente, no tengo poderes telepáticos para hacerle llegar mi llamada. De ser así,
desde luego ya estaría aquí, porque no ha habido ni un solo minuto de esta noche, en el que no
haya pensado en ella.
De pronto, noto el colchón de mi cama hundirse ligeramente, como si alguien se hubiera sentado,
pero la oscuridad es tanta, que no soy capaz de distinguir nada. Además, ni siquiera escuché que
alguien hubiera entrado en mi habitación.
Quise averiguar de quien se trata. Pero ¿Conocen esa sensación de abatimiento, en la que tu
cuerpo te resulta tan pesado, que no tienes fuerzas ni para moverte?
Pues así es exactamente como me siento. Y el terrible dolor que tengo en la cabeza, me dificulta
enormemente que pueda siquiera abrir los parpados. Pero aún así, lo intento y lentamente mis ojos
van adaptándose a la oscuridad, adquiriendo un mejor enfoque y consiguiendo que mi corazón lata
a toda velocidad cuando la descubro a ella ahí, sentada a la altura de mi cintura, observándome en
completo silencio.
¿Al final va a resultar que si tengo poderes telepáticos y conseguí llamarla con mi mente? ¿O
será que Anahí me estaba necesitando tanto como yo a ella?
Continúa observándome sin decir, ni expresar absolutamente nada. Así que supongo, que ahora
me toca hablar a mí… ¿No? Pero… ¿Qué le digo?
─¿Tú no te rindes, verdad? ─Susurro con el único hilo de voz que me queda.
─Cuando se trata de ti… jamás.
¡Por Dios, Anahí! ¡Eres la persona más increíble que existe sobre la faz de la tierra!
Eso no se lo digo… pero lo pienso, y lo siento con cada partícula de mi cuerpo.
Ella acaricia mi rostro con dulzura, sabiendo perfectamente, que a pesar de que tengo mil cosas
que decirle, no soy capaz de emitir ni una sola de esas palabras.
Sin embargo, por una vez, estoy cansada de callar…
Sin decir más, comenzó a apartar las sábanas bajo mi atenta y confusa mirada. A continuación, se
acostó a mi lado, dándome la espalda y agarrando mi mano para colocarla sobre su cintura. En
cuanto su espalda se pegó a mi pecho y el olor de su pelo invadió mi corto espacio,
absolutamente todo el cuerpo, de pies a cabeza, comenzó a temblarme.
De una forma muy despacio, se dio la vuelta para quedar cara a cara. Nuestros rostros a centí
metros, tan cerca, que podía perfectamente sentir su respiración sobre mis labios. Pero ni siquiera
una bomba nuclear iba a poder impedir que dejara de mirarla a los ojos en este instante. A través
de ellos, todo se ve diferente. Todo tiene sentido.
Me acarició la mejilla con dulzura y detuvo con delicadeza, el recorrido de una lágrima, antes de
suspirar y volver a hablar.
─Lo sé, cariño, lo sé. Y se te permite estarlo ¿Vale? Si no tienes fuerza, tranquila… Yo tengo
suficiente por las dos. ¿Recuerdas cuando murió mi abuela y no te apartaste de mi lado ni un solo
minuto? ¿Cuándo casi me pierdo y tú te encargaste de mantenerme en pie? ─Asentí. ─Pues
ahora me toca a mí. Porque cuando una no pueda, ahí estará la otra. Yo también tengo miedo,
Dul… No soporto la idea de verte sufrir. Y no puedo prometerte que esa operación vaya a salir
bien. Ojalá pudiera. Pero sí te aseguro, que creo en ti. Creo en tu fuerza y creo firmemente, que
va a salir bien. Pero independientemente del resultado, te juro que voy a conseguir que, al menos
hasta ese momento, te olvides del miedo y vivas cada minuto, como nunca antes los has vivido.
Volví a guardar silencio. Un “gracias”, era insuficiente para ella. Y sinceramente, incluso decirle
un “Te quiero”, me parece demasiado pobre, para lo que en este momento estoy sintiendo. Así
que, lo único que me queda es permanecer en silencio y permitir que a través de mi mirada,
descifre una vez más, todo eso que guardo.
Ella sonríe, como si realmente hubiera entendido y asciende ligeramente su rostro, para darme un
cálido y protector beso en la frente.
El gesto me hace suspirar y cuando vuelve a su posición, continúa acariciando mi rostro durante
algunos segundos, bordeando mis ojos y permitiendo que esa calma, que solo ella puede conseguir,
vaya llegando a mí, como una brisa ligera, sin prisa. Trayendo consigo, toda la tranquilidad que
me hace falta.
Les aseguro que encantada me pasaría toda la noche mirándola, como mismo ella está haciendo
en este momento. Pero el hecho de llevar horas sin pegar ojo, sumado al dolor de cabeza que me
produjo el continuo llanto y la sensación de calma que produce tenerla abrazándome, provoca que
poco a poco, mis ojos se rindan y el sueño llegue…
◊◊
Día 5.
Me despierto escuchando un continuo ruido, parecido al que hace un ratón cuando busca
desesperadamente, algo que comer por los rincones.
Abro los ojos muy despacio, acostumbrándome poco a poco a esa luz que llevo 24 horas sin ver y
lo primero que descubro, es a ella. Ahí enfrente, de espaldas y ligeramente inclinada sobre mi
escritorio. Desde esta posición no puedo apreciar bien lo que está haciendo. Pero lo cierto es que
no le encuentro demasiada importancia. Así que, permanezco en la misma posición, simplemente
observando cómo se mueve. Sin advertirle de que ya estoy despierta.
No vayan a pensar que soy una pervertida y que me quedo callada para poder observarle a gusto el
trasero eh! ¡Para nada! Aunque tampoco les voy a negar que no es ninguna tortura verla desde
esta perspectiva.
Pero no no no… Si no la interrumpo, es porque me apetece analizar sus movimientos, observarla
tranquilamente, ahora que nadie puede interrumpirme. Siempre ha tenido una forma de moverse
muy… ¿Cómo les diría? ¿Delicada? ¿Fina? Cómo si realmente fuera una niña que necesita
protección, o una muñeca que con cualquier mal gesto, podría romperse. Es curioso como detrás
de ese cuerpo, se esconde la persona más fuerte que conozco.
Me perdí tanto en el análisis, que ni siquiera me di cuenta de que se había dado la vuelta y ahora
me observa con una ceja arqueada y una extraña sonrisa en sus labios.
En cuanto me hizo esa pregunta, hasta la última gota de sangre que hay en mi cuerpo, subió hacia
mis mejillas, acumulándose en ellas de una forma vergonzosa.
Ella se río.
─Si supieras lo gratificante que es verte roja como un tomate, créeme que tú también lo serías.
─Sentenció sacándome la lengua y lanzándome a la cara una prenda de ropa que todo este
tiempo había estado en sus manos.
Aparté la prenda de mi cara y me incorporé, observando como ella continuaba con esa labor que
mi despertar interrumpió. Me acerqué y pude ver que estaba guardando mi ropa en un pequeño
bolso que suelo utilizar cuando vamos de viaje.
─Si necesitas dinero para comprar ropa, ya sabes que por ti, me hipoteco hasta un riñón… Pero s
ólo tienes que pedirlo, no hace falta que me la robes.
Se giró un poco para mirarme con su mirada asesina, aunque me encontró más cerca de lo que
esperaba.
─Técnicamente, ni siquiera sería robo, porque tienes más ropa mía en tu armario, que tuya. Pero
me alegra ver que te levantaste volviendo a ser tú, con esas ganas terribles de molestarme.
Sin dejar de sonreír, la abracé por la cintura y apoyé la barbilla en su hombro. Para observar
mejor lo que estaba haciendo.
─En mi defensa diré, que tu empezaste. ─Me defendí, dándole un pequeño beso en el hombro
─Pero ahora enserio… ¿Qué haces?
─Preparo tu bolso, porque dentro de unos minutos, pienso llevarte de viaje. ─Me informó como
si ya lo tuviera todo absolutamente planeado. Yo me quede perpleja, lógicamente.
─¿Llevarme de viaje? Pero… ¿Cómo? ¿A dónde?
─Eso es una sorpresa. Así que, vete a bañar, que debes llevar tres días sin hacerlo.
Le di la vuelta con la intención de que mi mirada asesina la intimidara. Pero eso solo debía
funcionar conmigo, porque ella estaba sonriendo de una forma muy irritante.
El misterio de sus palabras me produjo una enorme curiosidad. ¿Qué estaría tramando?
─Voy a pasar por alto lo “mandona” que te estás volviendo y te voy a hacer caso, sólo porque
me muero por descubrir, en qué consiste eso de… mi nueva vida.
─Siempre he sabido cómo convencerte, preciosa ─Dijo guiñándome el ojo.
─Any… deja de chulear, si no quieres que te arrastre a la ducha conmigo y terminar empapada,
sufriendo un ataque de cosquillas.
─¡No! ─Suplicó adoptando su cara y voz de bebé berrinchudo ─¡Cosquillas no!
Lo único que pude hacer ante tal cosa, fue rodar los ojos y darle un beso en la frente, antes de
liberarme de su prisión, para dirigirme hacia el baño, sonriendo como una completa idiota.
Esta niña siempre ha sabido y siempre sabrá, como ablandarme. Creo que en ocasiones, hasta
parecemos una pareja. Discutimos como si fuéramos un matrimonio que lleva 20 años casadas,
nos protegemos como si fuéramos hermanas de sangre, nos reímos juntas igual que mejores
amigas y nos adoramos como… como si realmente una fuera el amor de la vida de la otra.
Minutos más tarde, salí del cuarto de baño, con una sensación absolutamente diferente.
Renovada, con una energía que hasta ahora creía imposible de recuperar. Me parece, que es fruto
de la ilusión y las ansias por saber qué se le habrá ocurrido a Anahí esta vez.
Cuando entro en mi habitación, ésta también se encuentra diferente. La cama tendida, la ventana
abierta de par en par, permitiendo que la brisa entre a través de ella, meciendo la cortina y que la
luz ilumine cada espacio. Absolutamente todo está cuidadosamente colocado en su lugar, pero me
sorprendo, al ver a Anahí recostada en la cama, boca arriba y con los brazos extendidos a ambos
lados de su cuerpo, como si estuviera en la playa más paradisiaca del Caribe.
─¿Estás tomando el sol? ─Le pregunto apareciendo desde arriba, justo ante sus ojos.
─Estoy observando las estrellas.
Ahora ustedes pensaran que su repuesta, es incluso más ilógica que mi pregunta y que ambas
estamos absolutamente desquiciadas. Pero no.
Realmente está observando las estrellas. O nuestras estrellas, para ser exactos. En el techo de mi
habitación, tengo minuciosamente colocadas, numerosas pegatinas de estrellas, de esas que se
iluminan en la oscuridad. Sí, sí, esos adornos que se suelen poner en los dormitorios de los bebés.
Pero ahí no acaba el dato. Las constelaciones están colocadas de una manera en la que, forman
exactamente una A y una D… Anahí y Dulce, por si aún no lo habían pillado.
Imité su gesto y miré hacia el techo un momento, descubriendo allí, esas figuras que cada noche
alumbraban mi sueño.
─No se ven tan bonitas con la cantidad de luz que está entrando. ─Le dije.
─Lo sé… Por la noche se ven preciosas. ¿Recuerdas el día que las colocamos?
─¿Te refieres a ese día en el que casi nos matamos con la escalera de mi padre, porque ninguna
de las dos llegaba al techo y la bronca que nos cayó por el escándalo que estábamos formando,
entre las risas y rodar la cama?
─¡Sí! ─Rió ─Fue muy divertido.
─¿Recuerdas la cara de mi madre cuando se dio cuenta de que habíamos formado nuestras
iniciales?
─Perfectamente. Creo que en ese momento, debió pensar que estábamos locamente enamoradas.
─Yo creo que aún lo piensa ─Reí.
─Suerte que de todas formas me adora.
─A ti es imposible no adorarte, Anahí.
Con una sonrisa de absoluta ilusión, extendió los brazos hacia mí, pidiéndome que me inclinara
para tenerme más cerca y poder abrazarme.
Lo hice, pero además de eso, le di un pequeño beso en la mejilla, el cual fue respondido de la
misma forma. Pero una vez más, nuestras miradas amenazaron con quedarse eternamente la una
clavada en la otra.
Dicho y hecho. Se levantó de la cama bajo mi atenta mirada y se dirigió hacia el escritorio, dónde
aún se encontraba el bolso, completamente listo y cerrado. Pero yo me quedé en la misma posició
n. Últimamente, no sé por qué motivo, me quedo más quieta que nunca, observando cualquier
cosa que haga.
─¿Vamos? ─Preguntó al darse la vuelta ─¿O vas a seguir mirándome tan misteriosamente?
─Tendré que llamar antes a mi madre ¿No? ¿O quieres que desaparezca sin más y cuando
llegue de trabajar, le de un infarto?
─Ay Dul, Dul, Dul ─Repitió rodeándome los hombros con su brazo y dirigiéndome a la salida,
con una expresión de absoluta chulería ─Parece mentira que aún dudes de mis capacidades,
pequeña. Está todo controlado… Bueno, ─Me miró sonriendo inocentemente ─Casi todo.
─¿Casi todo? ─Pregunté imitando su gesto de pasar el brazo alrededor de su hombro, mientras
caminamos así hasta la salida de la casa ─Eso suena un poco peligroso, viniendo de ti. ¿Qué
es lo que no tienes controlado?
─Ahora lo descubrirás.
Llegamos a la salida y lo único que vi, fue el coche de su madre, estacionado justo frente a la
puerta. Me extrañó que viniera a mi casa en coche, viviendo tan cerca, pero… bueno, tampoco le
di demasiada importancia.
─Te estás haciendo mayor ─bromeé ─Ya te cansa caminar desde tu casa a la mía, viviendo en
la calle de atrás.
─Muy graciosa, pero este va a ser nuestro medio de transporte las próximas horas.
─¿Cómo? ¿Conseguiste que tu madre te prestara el coche para irte a no sé dónde?
Si había algo de extraño en ese hecho, es que la madre de Anahí es demasiado cuidadosa con su
coche. Bueno y dicho en otras palabras, bastante coda. Son raras las ocasiones en que Any
consigue que le deje utilizarlo y no es porque la mujer lo necesite, de hecho, no conduce
demasiado. Pero creo que la locura de su hija, hace que desconfíe de sus capacidades al volante.
─Uhm… no exactamente ─sonrió con cara de no haber roto un plato en su vida y se separó de
mí para dirigirse al maletero del auto ─Digamos que… Lo tomé prestado… sin permiso.
Le saqué la lengua para molestarla y sin esperar ni un minuto más, nos subimos en el auto. Por mi
parte, me invadía una emoción bastante curiosa. Algo así como la que siente un niño cuando está
n a punto de llevarlo a un parque de diversiones por primera vez. O… no sé… una sensación de
adrenalina, porque sabes que vas a comenzar una aventura, hacia quién sabe dónde, durante quién
sabe cuánto tiempo, pero con la única persona con la que eso, son simples datos sin importancia.
Pues no importa si en este momento, nos dirigimos a la Luna o a la esquina de enfrente… juntas,
será una experiencia única e inolvidable.
Ella, en el asiento del conductor, se puso el cinturón de seguridad. Yo, de copiloto, hice
exactamente lo mismo… Todo estaba aparentemente preparado. Me miró un instante. Sonriendo.
Con una sonrisa de emoción, que parecía ser igual a la que yo sentía, aunque a ella, también le
acompañaba el misterio.
Dicho esto, siguiendo con su aire de chulería y misterio, se puso sus lentes de sol, miró por el
espejo retrovisor, asegurándose de que no venía ningún coche y arrancó el motor, emprendiendo
la marcha.
Todas esas maniobras, las realizó bajo mi atenta mirada, que no pudo evitar permanecer unos
instantes observándola de perfil. Y preguntándome al mismo tiempo: ¿En qué momento de estos
12 años, Anahí se había convertido en una mujer tan bonita?
No me malinterpreten, siempre había sido una niña preciosa, casi sacada de un cuento de Disney,
como ya les había comentado. Pero resulta que ya no es una niña… Es una chica de 25 años,
capaz de enloquecer a cualquier hombre que llegara a conocerla. Puede que hasta el momento yo
no haya sido consciente de ello, porque conmigo continúa siendo la niña tierna, esa que hace
berrinches, caprichosa, que disfruta viendo dibujos animados como si tuviera 10 años, esa que se
puede pasar toda una tarde abrazándome como si fuera un koala, mientras vemos cualquier cosa
en la televisión. Quizás por ello, no fue hasta ese momento, en el que observé su pelo ondeado
por el viento a causa de la velocidad, sus lentes de sol cubriéndole los ojos, como si fuera una
estrella de Hollywood y su gran concentración al conducir, que descubrí, que mi pequeña amiga,
hace mucho tiempo que creció, convirtiéndose en la mujer más hermosa que he podido ver jamás.
─Escucha ─Me pidió de pronto, haciéndome salir de mis pensamientos para observarla subir el
volumen de la radio ─Te dedico esta canción.
El locutor ya debe haberla presentado mientras yo estaba en mi mundo, porque apenas suenan los
primeros acordes de la melodía, interpretada por el sonido de un simple pero hermoso piano.
Sonrío con curiosidad, observando el aparato, como si de esta forma, fuera a concentrarme más
en la letra. Pero una vez más, soy sorprendida, por la voz de Anahí, que capta mi mirada en
cuanto la letra de la canción, comienza a salir a través de sus labios.
Te Despertaré
─Sé que soñaste mil veces, con otro mundo quizás con más suerte,
Y hoy sólo ves dolor, sólo una ilusión de ti.
Sé que el esfuerzo es en vano, que como el agua se escapa en tus manos,
Pero aún te quedo yo, late el corazón… por ti.
Me mira. Ya no lleva los lentes de sol, por lo que puedo ver sus ojos azules, clavándose
directamente en mi mirada, erizando cada poro de mi piel. La música, esas palabras, su voz…
─¡Ahora voy a respirar, tan profundo y sin dudar, lucharé hasta el final!.
Te despertaré bajo un cielo de auroras, te despertaré cuando estemos a solas,
¡Abrázame, no te soltaré, sigo aquí a tu lado, no te dejaré!
Mientras tenga un corazón, por ti andaré.
Una mezcla entre ilusión, emoción, ganas de reír de felicidad y de llorar por lo mismo. Todo eso
es lo que está ocurriendo dentro de mí, mientras ella me sonríe y continúa.
Casi sin darme cuenta, detuvo el coche. Probablemente ya hubiéramos llegado a nuestro destino.
O a lo mejor, simplemente se cansó de conducir. Pero en este momento, mientras la canción
continúa sonando, ya sólo con la voz de su intérprete original, Pastora Soler y ella me observa
sonriendo. Sólo puedo pensar en esa última frase que cantó: “Mira mis ojos, si un día te olvidas”
Debería olvidarme de ello por el momento y disfrutar del presente. Pero lo siento… es inútil que
no me invada el terror, cada vez que lo pienso.
Ella, pareciendo como si llevara una bruja adivinatoria en su interior, me agarró las mejillas y
acercó su rostro al mío, tanto, que la respiración se me cortó de súbito.
─No quiero volverte a ver esa expresión pánico, ni una sola vez, en los próximos días ─Advirti
ó frunciendo el ceño.
Era realmente una amenaza. Pero cuando se pone tan seria, en vez de intimidarme, me hace sonreí
r. Así que, besé su frente, en una forma de decirle que así sería y correspondió con otra sonrisa
de satisfacción.
Por primera vez, miré por la ventanilla hacia el exterior, descubriendo justo en frente, la entrada
hacia un enorme edificio que se veía aún a lo lejos.
Justo en la puerta, hay un cartel, que gracias a sus enormes letras, aún puedo leer:
Un palacio, sería poco para lo que realmente tenemos ante nuestros ojos.
La puerta real del edificio, queda unos largos metros alejada de la entrada. Pero desde el comienzo,
puede verse una inmensa fuente que llega hasta ella, acompañando toda la parte central del camino.
Además, en sus laterales, está repleta de palmeras, otras plantas e incluso bancos, como si se
tratara de un auténtico parque. Lo cierto, es que esta vista, me recuerda un poco a las postales que
he visto sobre el famoso“Taj-Mahal”de la India. Aunque con todos mis respetos hacia el palacio,
no cambiaría este lugar, por nada del mundo ahora mismo.
Lo observo todo, completamente atónita. Tanto, que ni siquiera reparo en que ya nos adentramos
en el edificio y Anahí me hizo seguirla hasta la recepción, dónde un chico nos saludó
amablemente.
─Tenemos una reserva ─Le dijo ella ─Anahí Puente y Dulce Espinoza.
De pronto, sentí algo tocar mi mano y observé confundida, descubriendo como Anahí,
entrelazaba nuestros dedos. Le sonreí… nerviosa, ansiosa, emocionada, con un millón de
sensaciones que recorrían mi brazo, llevando una especie de corriente eléctrica por todo mi
cuerpo. Ella correspondió la sonrisa, y comenzamos de nuevo nuestro camino.
Entramos aún agarradas de la mano, dejándome dirigir por ella, que parecía saber perfectamente
lo que hacer.
Espectacular. Ese es el único adjetivo que se me ocurre para lo que tengo enfrente. Un amplio
dormitorio, compuesto por la cama de mayor tamaño que había visto en mi vida, y por una
televisión de plasma que parecía un cuadro adornando la pared. Todo ello, iluminado por la luz
del atardecer, que entraba a través de la ventana, aunque esta estuviera cubierta por una fina y
blanca cortina.
Anahí me soltó la mano y se dirigió hacia otras cortinas más gruesas y oscuras que había junto
a la ventana. Las corrió y dejó ante mi vista la puerta de lo que parecía ser una terraza exterior.
No tardó ni dos segundos en abrirla, permitiendo que la brisa inundara el espacio del dormitorio y
a continuación, extendió su mano hacia mí, indicándome que la acompañara.
Mis piernas se pusieron en marcha sin permiso, porque dudo mucho que mi cerebro hubiera sido
capaz de recibir la información y dar la orden, cuando ni siquiera yo, había procesado la situación
aún.
Llegué hasta ella, cogí su mano y permití que me guiara hasta el exterior… Quedando esta vez
sí, absolutamente impactada con aquella panorámica.
─¿No temías no tener la oportunidad de volver a ver el mar antes de tu operación? ─Me
preguntó sin esperar respuesta ─Pues ahí lo tienes una vez más… ─Indicó señalando al
frente ─Ya no hay nada que temer.
Sin decir absolutamente nada, con una sonrisa dulce, alzó su mano izquierda, esperando que yo
acercara la mía para que ambas se entrelazaran. Ese era nuestro gesto, nuestra promesa, cuando
las palabras eran insuficientes, o incluso nuestra forma de reconciliación, después de una fuerte
discusión. Así, nos decíamos mutuamente, la verdad más absoluta que nos acompañaba.
Esas dos simples palabras, y ese gesto de nuestras manos, en cualquier lugar y bajo cualquier
circunstancia, era nuestra promesa, nuestro eterno pacto de unión.
Unas horas más tarde, ya había anochecido y de lo único que nos dio tiempo, fue de desempacar
nuestro equipaje e instalarnos un poco en la habitación, antes de disfrutar de la cálida y perfecta
noche que nos acompañaba.
Decidimos recostarnos en una de las tumbonas que había en la terraza, disfrutando de una botella
de vino tinto, cortesía del hotel. Cabe decir, que ninguna solíamos beber vino. Pero dicen que a
caballo regalado, no se le mira el diente. Y además, la situación era perfecta para ello.
Así que aquí estamos, mi brazo prisionero de su cuerpo, como casi siempre, permitiendo que se
refugiara más cerca de mí y sintiendo la calidez de su respiración golpear mi cuello, mientras
observamos la cantidad de estrellas que alumbraban el cielo.
─Dul… ─Dijo de pronto, ascendiendo la vista para mirarme ─¿Crees que un día podamos
vivir en un lugar como éste? ¿Dónde puedan verse las estrellas y haya mar?
─Sería increíble, ¿Verdad? Poder escuchar el sonido de las olas cada noche.
─¿Por qué no lo planeamos? ─Preguntó incorporándose un poco, para mirarme mejor desde
arriba, aunque demasiado cerca de mi rostro ─¿Por qué no prometemos que cuando tengamos…
no sé… a los 30 años, nos habremos mudado a un lugar con playa?
─¿Cinco años de plazo?
─Es tiempo suficiente… ¿No?
Sonreí, aunque no fue una sonrisa demasiado alegre, ya que de pronto, me vi invadida por la
nostalgia y por ello, volví a dirigir mi mirada al cielo.
─Sigo esperando a que aceptes o rechaces la idea ─Dijo riendo y consiguiendo que de nuevo la
mirara.
─Creo que si me propusieras irnos a vivir a una cabaña en lo alto de la montaña, aceptaría igual
─sonreí.
─Entonces, ¿Qué te hizo quedarte pensativa?
─No lo sé. Desde hace un año, cuando descubrieron mi enfermedad, me vengo planteando la
posibilidad de quedar ciega para siempre y creo que eso me ha hecho perder un poco de vista mis
sueños. Sentirme… ya sabes… perdida… Sin saber dónde y cómo acabaré.
─¿Por qué exactamente?
─Porque no creo que haya demasiados artistas ciegos por el mundo, Any. Estudio la carrera de
“Bellas Artes”, una profesión que está directamente relacionada con la vista. Si la operación sale
mal… ¿Qué voy a hacer? ¿A qué me voy a dedicar?
─Eso ya lo descubrirás si llega a suceder.
─Sí, lo sé, pero es inevitable que me lo plantee. Toda la vida luchando por un sueño… para que
de pronto, algo que no tiene nada que ver con tu esfuerzo, provoque que no puedas realizarte en é
l.
─Dul… lo único permanente en la vida, es el cambio. Los sueños también cambian… Y no
necesariamente tienen que estar relacionados con una meta profesional. Tú eres artista, en todos
los sentidos que se le puedan atribuir a esa palabra. Y seguirás siendo artista, aunque no puedas
replicar un cuadro de Picasso. Sólo tienes que tener paciencia, seguir adelante y reencontrarte, ser
á en ese momento, cuando tus sueños, nuevos o no, te encuentren a ti.
En realidad, ella tiene razón. Muchas veces creemos que cumplir un sueño, significa dedicarte
profesionalmente a eso que te gusta. Puede ser. Incluso es una suerte increíble triunfar en lo que te
apasiona. Pero si nos detenemos a pensar, un compositor que realmente ama componer,
seguramente sentirá la misma satisfacción componiendo para su caja de recuerdos, que para una
discográfica. Un escritor, amará igualmente plasmar sus emociones en pequeños relatos, que en
grandes “best seller”. Un cantante, será igual de feliz cantando para sus familiares, que para un
estadio lleno de personas.
No les voy a mentir. El éxito, da satisfacción. Ver frutos en la realización de tu esfuerzo, es un
orgullo y una felicidad tremenda. Pero les aseguro, desde mi experiencia, que estar sentada en el
escritorio de tu cuarto, transmitiendo tus propias emociones a través de un relato, que leerán un nú
mero reducido pero importante de personas, también es un sueño. Al fin y al cabo, soñar es pasión.
Apasionarte, con ese “algo” que a ti te hace sentir… feliz.
No completo/a, ni lleno/a. Porque no somos seres a falta de nada, ni nacemos con un vacío que a
toda costa debemos llenar con un amor o con una meta. No. Simplemente, debemos encontrar esa
“cosa” o ese “alguien”, que nos haga sentir, felices.
Ella continúa mirándome, mientras reflexiono. Es curioso, porque en este momento, realmente no
me hace falta nada más de lo que tengo. Y no me refiero al hotel, al sonido del mar, a las estrellas
sobre nosotras o a la brisa cálida que aumenta la perfección de la noche. Me refiero a ella, a su
presencia, a lo inmensamente afortunada que me siento, por tener la posibilidad en este momento,
de poder verla.
Fue entonces cuando comprendí, que el significado de cumplir un sueño, también podía ser el
simple hecho de mirarla a los ojos.
3.
…El Despertar…
Día 6
¿Dónde se encuentra la línea que separa la amistad del amor? ¿Acaso no son un mismo
sentimiento? Quiero decir … en la amistad verdadera, debe haber amor verdadero ¿ No?
Entonces… ¿En qué momento dejamos de distinguir qué tipo de amor es el que hay? O más
bien… ¿Cuántos tipos de amor existen? El amor de pareja, el que sientes hacia tu familia, hacia
tus amigo/as, hacia la vida....
Quizás te hayas tenido que realizar esa pregunta a ti mismo/a alguna vez y no hayas llegado a
ninguna conclusión. Quizás, en algún momento de tu vida, comenzaste a sentir una tormentosa
confusión en tus sentimientos por alguien determinado. Quizás esa confusión, te llevó a
preguntarte mil veces ¿Por qué? ¿Por qué me siento así? ¿Por qué precisamente con esta
persona… si no debería? ¿Me estoy volviendo loco/a? ¿Está mal?
La quiero… sí. Pero… ¿De qué forma? Esa es la pregunta clave.
Pues verán, yo creo que sólo existe una forma de amar… Y esa forma es, con todo el corazón.
Y ese corazón precisamente, es el que sabe lo que estás sintiendo. No importa quién sea la otra
persona. No importa lo que el mundo opine o lo que esté socialmente establecido. Si tu corazón
un día comienza a latir desenfrenado por el simple hecho de saber que vas a verla, por escuchar su
voz, incluso a través de un teléfono, o por ver su nombre en una pantalla, haciéndote saber que te
acaba de enviar un mensaje. Si su risa, es motivo suficiente para hacerte volar hasta las nubes, sin
levantar un pie de la tierra. Si su alegría, es tu alegría. Si darías todo lo que estuviera en tus
manos, para que jamás sintiera tristeza. Si tienes unas ganas inmensas de protegerla, cuidarla,
abrazarla y hacerle saber, que mientras estés tú, nada será suficientemente malo para hacerle caer.
O si aún cuando no puedas levantarle, seas capaz de acostarte a su lado, hasta que ella por si sola
pueda hacerlo. No le des más vueltas… es amor.
Y siento decirte, que cuando el corazón decide, cuando él elige, le importa un pimiento, que esa
persona haya sido tu mejor amiga desde la adolescencia. Que conozcas hasta su más oscuro
secreto o sus peores manías. Dicen, que el corazón tiene razones, que la razón no entiende. Yo
creo, que preguntarse el “por qué” de ciertas cosas, es una absoluta pérdida de tiempo, cuando la
verdadera pregunta debería ser ¿Y por qué no?
─En momentos como este, compraría un billete que me llevara directo al interior de tu cabeza
─Comentó haciéndome volver del trance ─Te pones muy interesante, cuando parece que estás
descubriendo una nueva hipótesis filosófica.
La descubrí observándome con el ceño fruncido, mientras una taza de humeante chocolate había
sido detenida justo antes de llegar a sus labios. Parece que mis pensamientos le resultaban más
interesantes que su desayuno.
─No te lo aconsejo ─Sonreí. ─Probablemente te perderías entre un millón de preguntas sin
sentido.
─Me gustan las aventuras arriesgadas. Y tu mente es la incógnita más apasionante que me voy a
encontrar jamás.
─Creo que siempre me has subestimado demasiado, Any.
─Y yo creo que nunca te has valorado lo suficiente. ─Sentenció encogiéndose de hombros y
poniendo esa expresión suya, que indicaba que está a punto de lanzar una de sus teorías ─
Pienso que en el mundo hay tres tipos de personas: Personas simples, personas interesantes… y
después estás tú.
─¡Oh vaya! ─Exclamé con ironía ─¿Así que tengo una categoría para mi sola?
─¡Sí Dul! ─Exclamó esta vez ella, alzando la voz más de lo que pretendía y consiguiendo
que los huéspedes de las otras mesas voltearan a mirarnos. Yo me avergoncé, pero ella ni siquiera
se inmutó, continuó hablando emocionada ─Eres… Eres como uno de esos libros gruesos, que
en su interior están repletos de historias de todo tipo. A veces cuentos infantiles, con dibujos, de lo
más simples. Después, aventuras repletas de misterios ─Me dijo exagerando una voz misteriosa.
Es una payasa ─Luego, historias de amor, de lo más romántico que te puedas encontrar. Y de vez
en cuando, tesis filosóficas y diferentes hipótesis de cómo salvar al mundo.
─¿En qué momento de tu vida desarrollaste esa teoría, en la que tengo complejo de biblioteca
humana?
─¡Eres así Dul… Te lo aseguro! Puedes llegar a ser tan simple y despreocupada como una niña
de cinco años, que es feliz simplemente con una paleta. O puedes convertirte a veces, en un
completo misterio imposible de descifrar. Por no mencionar, esa forma tan ardua que tienes de
creer en el amor verdadero
─¿Misterio imposible de descifrar? ─Reí obviando la última frase ─A estas alturas, para ti
debo ser un libro completamente abierto. Porque te aseguro, que no hay nadie en este mundo, que
me conozca mejor que tú.
─Lo sé. Pero a pesar de conocerte y comprenderte, no quiere decir que tenga la mágica capacidad
de leerte la mente. De hecho, no tengo ni la más mínima idea de lo que estabas pensando hace
diez minutos. Pero lo que sí conozco a la perfección, es ese tipo de mirada que tenías. Esa que
me indica que es algo realmente importante… Y que tarde o temprano, cuando tú misma lo
descubras, estarás preparada para compartirlo conmigo.
─De eso puedes estar segura ─Confirmé con una sonrisa.
─Tengo en mi poder ─Dijo alzando una ceja con chulería ─el libro más interesante de la
historia.
─¿Tienes? ¿En tu poder?
─Ajá. ─Volvió a asentir ─Eres mía, Dulce María.
Y aquella olvidada taza de chocolate, llegó definitivamente a sus labios, impidiendo que dijera
nada más con palabras. Y consiguiendo, que esa mirada retadora, que aún estaba clavada sobre mí,
evitara cualquier cosa que yo también quisiera decir.
Soy suya… Reí interiormente, preguntándome a mí misma, cuánto de verdad habrá en esa
simple frase. Un hecho, del que ni siquiera yo misma, soy consciente aún.
De pronto, la veo cortando otro pedazo de pan, e introduciendo unas lonchas de queso en su
interior.
─Hoy creo que te estás proponiendo, comerte el Buffet entero tú solita ─Comenté haciendo
alusión a la cantidad de comida que estaba ingiriendo esta mañana.
─Estoy preparando nuestro almuerzo ─Me informó.
─¿Nuestro almuerzo?
No le hizo falta decir ni una sola palabra, cuando la vi envolver el bocadillo en el interior de su
servilleta y cuidadosamente, para que nadie la viera, guardarlo en su mochila, me quedé
absolutamente perpleja.
─¿Sabes que no se puede sacar comida del Buffet, verdad? ─continué cuestionando.
─No Dul… Lo estoy haciendo todo tan sigilosamente, porque es más divertido imaginar que
estoy llevándome nuestro almuerzo a escondidas.
En un principio, no supe si hablaba con ironía o no. Debo decir, que esta mañana me desperté un
poco más lenta de lo normal.
─Primero le robas el coche a tu madre… Ahora robas la comida del hotel… ¿Qué va a ser lo pr
óximo? ¿Cenar en un restaurante de lujo y salir corriendo justo en el momento en que nos traigan
la cuenta?
─Punto número uno: ─Comentó, deteniendo su labor para mirarme ─No le robé el coche a mi
madre, sólo lo tomé prestado unos días. Pero se lo devolveré intacto. ─Dijo esto muy segura de
ello, haciéndome reír ─Punto número dos: técnicamente, no estoy robando nada. Porque al
pagar el desayuno buffet, tenemos derecho a comer todo lo que se nos antoje. Pero… yo no tengo
la culpa, de que tú hayas decidido comer como un pajarito y dentro de dos horas vayas a estar
muerta de hambre. Así que, simplemente me aseguro de tener provisiones para ese momento y
bueno… también para el resto del día. Estamos en un hotel de cinco estrellas, Dulce. Los
almuerzos ya no entraban dentro de mi presupuesto.
No podía hacer otra cosa más que observarla, con una sonrisa absolutamente estúpida mientras
trataba de convencerme con esos argumentos.
Les parecerá una completa idiotez, pero nunca en mi vida, he robado absolutamente nada. Y no
les voy a decir que esté bien. Todo lo contrario, robar es malo, chicos/as. Pero bueno… no creo
que en un hotel de cinco estrellas, noten la ausencia de algunos panes que dentro de diez minutos
acabarán en la basura. Además, como dijo Any; técnicamente, es nuestra comida, aunque en las
normas diga que no se puede sacar del Buffet. Pero si me permiten un pequeño consejo… hagan
algo prohibido, al menos una vez en su vida. Rompan las reglas en algún momento. Dejen atrás
por un instante, esa necesidad que tiene la sociedad de hacer las cosas tal y como está establecido.
Eso sí, sin hacer daño a nadie y sin hacérselo a ustedes mismos. Prueben lo que les digo… verán
que la sensación de nerviosismo por ser descubierto en cualquier momento y la satisfacción de
estar cometiendo una pequeña locura…es vida.
Cuando atravesamos la puerta de la sala, bajo la atenta mirada de los camareros, el corazón me
late a mil por hora y las manos me sudan fríamente, por el miedo de que en cualquier momento
puedan detenernos.
Una de las trabajadoras nos sonríe y nos da los buenos días, permitiendo que avancemos
definitivamente y el aire contenido en mis pulmones durante esos segundos, sea expulsado a
medida que nos alejamos unos metros, con paso ligero.
Anahí, que iba unos pasos más adelantada, se dio la vuelta y con una expresión de sorpresa y risa,
se acercó muy despacio a mí y me agarró el rostro con dulzura.
─Dul… puedes estar tranquila, que ni acabas de robar un banco suizo, ni van a venir los S.W.A.T
a buscarnos esta noche, para fastidiarnos el resto de vacaciones. Respira, cariño.
─No sirvo para las emociones fuertes ─Sonreí entre avergonzada y nerviosa.
─Pues aún no has visto nada ─Sentenció haciéndome fruncir el ceño.
Va a ser una completa estupidez preguntarle lo que tiene planeado y a qué se refiere. Porque
cuando Anahí decide ponerse en plan misteriosa, no hay quien la supere.
Desde que nos despertamos, lo primero que hicimos antes de bajar a desayunar, fue preparar las
cosas para pasar el resto del día en la playa.
Hace años que no puedo disfrutar de un día así, sentir la calidez de la arena bajo mis pies, el frío
del mar, el olor a brisa y naturaleza… Siempre me pareció un paisaje perfecto. Siempre soñé con
volver a disfrutarlo. Y hoy… estoy aquí, con la única persona con la que desearía estar.
Disfrutando en silencio, del camino hacia la puerta trasera del hotel. Esa que da acceso directo a la
playa.
Definitivamente, el Costa Mágica, es puramente eso… magia. Para que lo puedan entender, es
como estar dentro de un pequeño continente. La piscina simula un largo río que atraviesa todo el
hotel, acompañada por palmeras naturales. Además. Todo está bañado por una extraña calma. Ni
siquiera hay niños jugando y armando escándalo, como suele ocurrir en lugares con piscina. No,
aquí se experimenta una relajación total y me resulta curioso, el hecho de que casi todos los hué
spedes, parecen ser parejas. Enamorados, disfrutando de unos días de mutua compañía. No los
envidio. No existe otra persona en esta tierra, con la que quisiera estar aquí, más que con Anahí.
De hecho, estoy segura que de haber venido con alguien más, estaría todo el tiempo pensando en
ella, en traerla algún día, pues sé que le encantaría. Pero por suerte, no tengo necesidad de
extrañarla, porque está aquí, justo a mi lado, como siempre.
Como si tuviera completa certeza de que estoy pensando en ella, siento que se vuelve para
mirarme. Cuando me decido a encontrarla, está sonriendo, como siempre, Anahí y su eterna
sonrisa. Yo también sonrío. Estoy segura de que el tiempo podría haberse detenido en este
instante y nada me habría arrebatado la sensación de plenitud que experimento, con un hecho tan
simple como el de nuestras miradas, encontrándose en silencio, durante un tiempo indeterminado.
Agarra mi mano con suavidad. ¿Les he hablado ya, de la dulzura y delicadeza con las que realiza
cada movimiento? Es como si en vez de agarrarme, me acariciara todo el tiempo. Como si de un
momento a otro, pudiera romperse. Anahí es de ese tipo de personas, que te resultan tan dulces,
que lo único que te inspiran es protección. Una necesidad innata de cuidarla y protegerla frente al
mundo, como si fueras un Samuray, y abrazarla en la intimidad, como mismo abrazarías a una
niña.
Entrelaza nuestros dedos… y después de algunos segundos, rompe el contacto visual, dirigiendo
su mirada hacia el frente, invitándome a hacer lo mismo.
¿En algún momento hablé de magia? Pues permítanme darle un nuevo significado a esa palabra,
porque la sensación que me produce el contacto de su piel sosteniendo mi mano, mientras
observamos de frente un mar inmenso, bajo un cielo absolutamente azul y despejado, en el que ú
nicamente puede observarse y escucharse, el vuelo y graznido de algunas gaviotas, les aseguro que
eso… es la magia más real que pueda existir. La magia de la naturaleza, la magia que puedes
percibir gracias a todos los sentidos, la magia de los sentimientos… En definitiva, la magia de la
vida.
Les juro que tengo ganas de llorar. Y no tiene nada que ver con que la humedad haga lagrimear
mis ojos sensibles. No. Tengo ganas de llorar de verdad, de emoción. ¿Han estado alguna vez
frente al mar? ¿Se han detenido a escuchar su sonido a primera hora de la mañana, cuando la
ausencia de personas impide que éste se perturbe?
Otro pequeño consejo: si nunca han tenido esa oportunidad, que estoy teniendo yo en este instante,
búsquenla. No importa cuándo o dónde. En algún momento de su vida, viajen a un lugar con mar
y no dejen que la pereza les haga dormir hasta altas horas de la mañana. Madruguen, acérquense a
la playa, caminen por la arena hasta la orilla, dejen que el agua roce sus pies, sientan la brisa
golpear su rostro, huelan el mar… Aspiren profundamente y dejen que esas partículas repletas de
olores y vida marina, inunden su sistema. Escuchen atentamente el sonido de las olas al golpear
con la orilla. No importa si son grandes o pequeñas… ese vaivén es único. No hay sensación
igual, te lo prometo.
Y si me permito darles este pequeño consejo, es porque lo estoy experimentando en este mismo
instante. Siento mis ojos humedecerse y en el interior de mi pecho, algo se siente ligeramente
encogido. Había venido muchas veces al mar cuando era pequeña. Pero nunca lo miré de esta
forma, nunca lo sentí con tanta intensidad, como si fuera la última vez que pudiera hacerlo.
─Ya no me está gustando esto de tener las emociones a flor de piel ─Le dije sonriendo tí
midamente, mientras trataba de secar mis ojos para mirarla.
─Emocionarse no es malo.
─Ya… Pero últimamente parezco un bebé, todo me hace llorar.
─No estás llorando, Dul. Estás emocionándote, es alegría lo que sientes, no tristeza.
Su primera vez en el mar, estaba siendo conmigo. Eso me emociona aún más, porque por algún
motivo, siento como si ésta, también fuera mi primera vez. Como si todo lo estuviera viviendo y
observando de una forma diferente, más intensa, única. Y como todo eso que vives por primera
vez… sin esperarlo, te maravilla.
Anahí soltó mi mano un momento y comenzó a andar, adentrándose unos metros en el agua. Yo
permanecí inmóvil a su espalda, observándola caminar como una princesa, mientras la brisa
ondeaba su corto pareo y el mar ascendía por sus piernas a medida que avanzaba en su interior.
Los rayos de sol, hacen incidencia sobre su cabello, tornándolo de un color más rubio y brillante.
Y su piel, se ve aún más dorada al estar bañada por esta luz natural. Mi piel se eriza
involuntariamente.
Sé que no van a entender, como un hecho tan sencillo, como el de ver a mi mejor amiga,
caminando hacia el mar, puede producirme tantos sentimientos. Ni siquiera yo lo entiendo. Pero
me gustaría poder transmitirles lo que siento, asegurarles que cualquier hecho, que antes pudiera
parecer insignificante, ahora me resulta todo un mundo. Me siento como si estuviera en esos días
del mes, en los que las hormonas alteras nuestro cuerpo y todo nos hace llorar o enfadarnos. Pues
algo parecido, sólo que en este caso, yo, simplemente me emociono. Y lo que en un momento
dado, pudo pasar desapercibido para mis ojos, ahora… consigue que éstos se cristalicen y que mi
corazón sufra un hormigueo continuo e imparable.
Lo único que pasa por mi mente en este instante es, que si esto ocurre ahora, observándola de
espalda… ¿Qué me va a suceder cuando…?
Ni siquiera me hace falta imaginarlo, pues como si hubiera leído mi pensamiento una vez más, se
da la vuelta. Y es ahí, al verla de frente, con el sol iluminando su rostro, el mar reflejándose en
sus ojos, consiguiendo que éstos se vuelvan celestes y sonriendo, como si el mundo fuera
absolutamente perfecto, cuando siento un ligero temblor en mis piernas, que amenazan con dejar
de sostenerme en cualquier momento. El corazón me late acelerado y nervioso, como si nunca
antes hubiera visto a la persona que tengo delante, esa con la que tantas cosas he vivido y que
ahora le hace sentir diferente… o quizás no. Quizás él siempre ha sentido igual y era yo la
incapaz de entenderlo, a pesar de sus gritos.
Es curioso, lo ciegos que podemos llegar a estar, aún cuando nuestro sentido de la vista permanece
intacto.
Unas lágrimas comienzan a descender pos mis mejillas y juro que no soy capaz de entender el por
qué. Pero tampoco soy capaz de retenerlas. Lo único que puedo hacer, es dejarlas fluir… Al fin y
al cabo, ella tiene razón, no son lágrimas de tristeza, son lágrimas de emoción, son parte de la
vida… Esta vida que me está haciendo dar un giro de 360 grados, transformando y cambiando
todo lo que antes creía real. Todo aquello que en un momento creí importante, ahora deja de
serlo y todo lo que me parecía insignificante, ahora es lo único que tiene sentido.
Ella nunca me resultó insignificante, no es eso lo que trato de decir, pero sí es cierto, que nunca
presté atención a cosas tan simples como mis emociones. Esas que ahora, son lo único que me gu
ían.
─¿Sabes algo? ─Le pregunté. Ella permanece sonriendo en silencio, esperando que continúe ─
Tú…eres todo lo que quiero. ─Sentencié, observando como la expresión de su rostro cambia
ligeramente, sorprendida e intrigada, pero sin dejar de sonreír ─Y si en vez de aquí, estuvié
ramos en un lugar menos… bonito, te aseguro que me sentiría igual de feliz. Porque en esta playa
o en China… tú eres todo lo que quiero.
Esa afirmación, pareció ser suficiente, para dibujar una leve sonrisa en sus labios. Pero parecía
continuar sorprendida.
Regresó despacio hasta mí, sin dejar de mirarme fijamente y se detuvo a unos centímetros.
─Vamos… ─Indicó volviendo a agarrar mi mano para dirigirme hacia algún lugar.
─¿Cómo que vamos? ¿A dónde? ¿No íbamos a quedarnos en la playa, bañarnos, tomar el sol,
nadar, y ese tipo de cosas?
─Por supuesto. ─Aceptó mientras me guiaba a toda prisa, prácticamente corriendo por la orilla
de la playa ─En ningún momento he dicho que no vayamos a hacerlo. Pero… digamos que se
me ocurrió una manera más especial.
Hacíamos chapotear el agua con cada paso, como si nos hubiéramos convertido en dos niñas de
cinco años, absolutamente entusiasmadas.
Mientras ella me arrastraba, decidí ponerme mis lentes de sol, pues a medida que éste va
ascendiendo y aumentando la intensidad de su luz, resulta más dañino para mis ojos y no quiero
pasarme el resto del día lagrimeando. Esta es una cruz que cargo desde hace bastantes años.
Cualquier cosa del ambiente, viento, sol, tierra o lo que sea que haya en el aire, afecta a mis ojos y
por ello, es rara la vez en la que no lleve lentes de sol, aunque esté a punto de llover.
No cuestioné nada más durante el camino. Aunque lo cierto es que tampoco tuve demasiado
tiempo. En cuestión de unos pocos minutos, llegamos al otro extremo de la playa y me sorprendí
al ver tantos aparatos marinos sobre la arena. Diferentes embarcaciones de todo tipo. Y no hablo
de barcos, obviamente. Sino de patines y motos de agua, y también algunas lanchas, canoas, tablas
de surf, etc.
Anahí parecía saber perfectamente a dónde se dirigía, porque continuó llevándome de la mano
hasta una pequeña cabaña en la que aguardaba un chico, bastante bronceado de piel y atractivo, la
verdad.
Ella me miró y se encogió de hombros, como si el hecho no fuera para nada importante.
Su explicación parecía muy fácil. Pero yo no hago más que preguntarme, si para manejar este tipo
de vehículos, no hace falta un permiso especial o algo por el estilo.
Sintiéndome absolutamente ignorante, lo único que pude hacer fue encogerme de hombros. Si
ella creía tenerlo todo controlado, yo simplemente me dejaré llevar. Aunque lo cierto es que sería
mucho más fácil extender una toalla en la arena y tumbarnos como lagartos al sol, el resto del día.
Pero no, definitivamente, Anahí no es una chica de facilidades.
Después de haber llegado a nuestra pequeña conclusión, ambas dirigimos nuestra mirada hacia
aquel chico prácticamente olvidado y lo encontramos con una ceja alzada y una extraña sonrisa
dibujada en sus labios. ¿De qué se está riendo?
Acto seguido, extendió dos chalecos salvavidas.
─Aquí tienen ─Rió ofreciéndonos uno a cada una. ─Me temo que los van a necesitar.
─Vaya… Gracias por tu confianza ─Bromeé.
─No me voy a arriesgar a que las dos chicas más guapas de la playa, se ahoguen con uno de mis
patines. ¿Lo van a alquilar por una hora?
─Todo el día ─Respondió Anahí.
El chico la miró sorprendido, deteniendo lo que quiera que estuviese anotando en su cuaderno.
─Quédate con su cara ─Le advertí al muchacho ─Porque me estoy empezando a plantear, la
posibilidad de que quiere asesinarme y lanzar mi cadáver en altamar.
─Caray ─Exclamó ella retorciendo ligeramente la piel de mi brazo ─Alguien desayunó
“payaso” esta mañana.
Hice una mueca entre dolor y risa. Aunque no me estaba haciendo daño, sabía que eso la haría
soltarme rápidamente.
Pasé uno de mis brazos alrededor de sus hombros y con la mano libre, dirigí su rostro hacia el m
ío, apretando ligeramente, de forma que sus labios adquirieron una especie de forma de boca de
pez. Nos encanta hacernos eso mutuamente.
─Estabas tardando demasiado en hacer berrinche. ─Le dije dándole a continuación, un sonoro
beso en la frente.
Automáticamente, ambas comenzamos a reírnos. En ningún momento había estado enfadada.
Pero digamos, que entre tanta seriedad, lágrimas y emociones, estos momentos de“tontería”que
siempre han sido tan nuestros, ya iban haciendo falta. Siempre somos así, siempre estamos picá
ndonos mutuamente, con un único objetivo: ella se hará la ofendida y yo le daré una dosis de
mimos, absolutamente necesaria para ambas. Después nos reiremos y al igual que en este instante,
la persona que haya estado observando la escena, se quedará absolutamente perpleja. Siempre nos
pasa y nunca he entendido qué le ven de raro. Es divertido.
Efectivamente, con mi brazo sobre su hombro y el suyo alrededor de mi cintura, volvimos a dirigir
la vista hacia el chico, que tras sonreír y dar de cabeza, extendió unos papeles para que los firmá
ramos.
─Con esto me liberan de la responsabilidad de cualquier cadáver que pueda aparecer el mar ─
bromeó ─y sobretodo, se comprometen a no darse a la fuga a bordo de mi pobre e inocente patí
n.
─Perfecto ─Dijo Anahí mientras plasmaba su nombre sobre el papel, justo antes de extendé
rmelo ─Firma tú también, por si se te ocurre secuestrarme.
─Seguro que iba a llegar muy lejos pedaleando yo sola.
Terminé de firmar el documento y se lo extendí al chico, que sin abandonar esa sonrisa, salió de
la cabaña y nos pidió que lo siguiéramos hasta casi la orilla.
Una vez allí, comenzó a empujar uno de los famosos patines, hasta que quedó flotando sobre
el agua. Esa que ahora, nos llega a nosotras por las rodillas.
─Pero yo sigo sin saber cómo se maneja esto ─Dije mientras observaba a Anahí subiéndose al
vehículo muy decidida.
─Colóquense una a cada lado y cuando yo avise, comiencen a pedalear. Empujaré el patín unos
metros, hasta que agarren velocidad. Pero pedaleen con todas sus fuerzas y no se detengan hasta
que pasen la bolla que se ve allá, porque si no, la corriente las devolverá a la orilla.
─Pedalear sin parar ─Repetí acomodándome junto a ella ─Parece sencillo.
─¡Ah! Y una cosa más… No se les ocurra quedarse dormidas cuando se detengan a tomar el sol,
porque la corriente las seguirá arrastrando y cuando quieran darse cuenta, habrán cruzado el
continente.
─¿Ves? ─Me preguntó Anahí ─Ni siquiera te va a hacer falta pedalear tú para secuestrarme.
Esta cosa lo hará solito.
─¡Pásenlo bien chicas! ─Gritó el muchacho, riendo y comenzando a empujar el patín.
Como bien había explicado, nos impulsó durante algunos metros y nosotras, haciendo caso de
sus instrucciones, pedaleamos con fuerza, sin parar. La verdad es que, esto poco tiene que ver con
una bicicleta, o yo necesito pasarme más seguido por el Gym, porque estos condenados pedales,
pesan una tonelada. Como no sobrepasemos la bolla pronto, me voy a quedar sin aliento.
Me quedé sin aliento, sí, pero conseguimos alejarnos hasta un punto, en el que la playa se veía a
lo lejos. Era la primera vez, que observaba la orilla desde la perspectiva contraria.
Ahora no veo un inmenso horizonte azul, bajo un cielo también azul. Ahora, veo a lo lejos, un
pequeño pedazo de tierra repleta de personas y edificios, mientras yo estoy sintiendo el vaivén de
la marea, mecerme de un lado a otro.
De pronto, sentí como una especie de desnivelación en el patín y al darme la vuelta, observé
como Anahí se había levantado y comenzaba a caminar por la superficie, haciendo equilibrio con
sus propios brazos, como si estuviera andando por una cuerda muy delgada. Se ve muy graciosa…
─¿De qué te estás riendo? ─Me pregunta al darse la vuelta y descubrirme con una sonrisa de
idiota dibujada en los labios.
─Debería llevarte al circo, se te daría bien hacer esas piruetas sobre cuerdas.
─Ven aquí, a ver si tú sabes hacerlo mejor, lista.
Dando de cabeza, me levanté de mi asiento y comencé a caminar hasta la parte trasera del patín,
donde se encuentra ella. Es cierto que tiene poca estabilidad y no es fácil mantenerse en equilibrio
sin agarrarse, pero tampoco es para extender los brazos simulando un avión al planear, como
estaba haciendo ella hace unos minutos.
Llegué a su lado, sin aparente esfuerzo y con una sonrisa de triunfo.
Frunció el ceño y puso ambas manos en su propia cintura, manteniendo esa posición durante
algunos segundos y consiguiendo que mi sonrisa aumentara y me regocijara en mi triunfo. Pero de
pronto, su cara de frustración, pasó a expresar esa cara de picardía que se le pone justo antes de
hacer una travesura y consigue que a mí se me acelere el pulso cardiaco, de un momento a otro,
sabiendo que cualquier cosa puede ocurrir.
Y ni siquiera tuve tiempo a pensar lo que podía estar pasando por su cabeza, pues tiró de mi
brazo con decisión y consiguió que ambas cayéramos al agua. Sí, con ropa y complementos
incluidos.
En cuanto emergí, la quise matar, asesinar, ahogar, torturar de una forma muy cruel y estoy segura
que mi expresión así lo corrobora. Pero en el momento en el que la vi, unos metros alejada de mí,
tratando de mantenerse a flote moviendo sus brazos bajo el agua, con el pelo empapado, sonriendo
como si fuera un ángel bajado del cielo y una cara de inocencia absolutamente insoportable, lo ú
nico que pude hacer, fue resoplar.
Me encogí de hombros.
─Ah no lo sé… tú eras la que lo tenía todo controlado y no barajó esa posibilidad.
─Dul, no me fastidies ─Dijo nadando hasta mí y anclándose a mi cuello como un Koala. ─¿
Enserio hay tiburones?
─Si llega a ser así, en este momento deben estar nadando bajo nuestros pies, celebrando el
banquete que se van a pegar. Aunque bueno… no creo que tú les des para mucho. Los vas a dejar
hambrientos, pobrecitos.
Me dio una ligera y suave cachetada en la mejilla, que lejos de dolerme o enfadarme, me hizo reír.
Sacó la cabeza de su escondite y como una autentica niña, casi haciendo pucheros, asintió. Pero al
haber retomado esa posición, por algún motivo, su mirada había caído sobre mis labios.
Probablemente ella ni se hubiera dado cuenta de hacia dónde estaba mirando, mientras hacía
berrinche. Pero ni para mí, ni para mi cuerpo, el acto pasó desapercibido… Me puse tan nerviosa
de un momento a otro, que solo pude tragar saliva, y concentrarme en el movimiento que mi brazo
hacía bajo el agua, para mantenernos a ambas a flote, mientras con el otro, me agarraba al patín.
Y… o el tiempo definitivamente se detuvo, o ella se quedó en esa posición más segundos de los
debidos. No puedo estar segura, porque lo único que me daba pruebas del paso del tiempo, era
que mi respiración contenida, estaba acabando con la reserva de oxigeno que había almacenado
en mis pulmones. Pero es que teniéndola tan cerca, les juro que no soy capaz de respirar, ni de
moverme, ni siquiera de apartar la mirada de sus ojos, porque sé perfectamente a dónde irían a
parar.
Ella, como si hubiera notado mi falta de aire, precisamente en el último segundo, ascendió la
mirada. La clavó en mis ojos, de una forma algo extraña, como si tratara de buscar algo en el
fondo de ellos, incluso los entornó ligeramente y luego… simplemente sonrío. De una manera
no demasiado feliz. Fue una simple sonrisa de medio lado, tras la cual, volvió a hablar.
Asentí, dejando que el aire contenido saliera por fin, de una forma algo disimulada y nos arrastré
por el agua, hasta el lugar donde quedaban las pequeñas escaleras para acceder al patín,
permitiendo que ella subiera en primer lugar.
Antes de seguirla, eché un vistazo alrededor del mar y no demasiado lejos, encontré mis lentes
de sol, que durante la caída, habían salido por los aires. Por suerte, además de flotar, no se fueron
demasiado lejos. Así que nadé rápidamente hasta ellos y en cuestión de segundos, estaba de
vuelta, subiéndome a la cubierta del patín, observando a través de los cristales empañados por las
gotas de agua, como Anahí se quitaba su ropa empapada, para quedar definitivamente en biquini.
Extendió sus prendas al sol, probablemente para que tuvieran tiempo de secarse y a continuación,
con un movimiento de lo más elegante, agarró todo su pelo hacia un lado y lo escurrió,
permitiendo que toda la cantidad de agua sobrante, callera al suelo. Después clavó en él, sus
propios de dos y sacudió su melena, consiguiendo que ésta se colocara de una manera natural y
adquiriera volumen.
Debo parecer absolutamente estúpida, al haberme quedado parada, observado atentamente cada
simple y normal movimiento, que cualquier persona haría al salir del agua. Pero es que ú
ltimamente mi cerebro no está en sintonía con mi cuerpo, no sé lo que pasa.
Se dirigió hacia las mochilas y extendió en la parte trasera del patín, cerca de dónde yo estaba,
una de las toallas que trajimos. A continuación, se puso sus lentes de sol y se sentó sobre ella.
En cuanto se dio cuenta de que todo el tiempo había estado ahí, cual estatua de cera traída
directamente del Museo Grevin de París, ascendió la mirada, seguramente preguntándose, qué
demonios pasa últimamente por mi cabeza para hacer cosas tan raras y por qué carajos llevo
minutos inmóvil en el mismo sitio.
Sin embargo, no dijo absolutamente ni una palabra. Simplemente, palmeó el espacio que había
dejado libre para mí en la toalla, pidiéndome en silencio, que me reuniera con ella.
Desperté, por fin, mi cuerpo decidió dejar de ponerme en ridículo y fui capaz de quitarme la ropa
también, extendiéndola junto a la suya y quedando absolutamente lista para tomar el sol.
Cuando llegué a su lado, ya se encontraba boca arriba, permitiendo que los primeros rayos
incidieran sobre su cuerpo. Les puedo describir con absoluta precisi ó n, cada detalle del
mencionado. Pero ni ustedes, ni yo, queremos correr el riesgo de que nuevamente me quede
atontada mirándola, me descubra y piense que definitivamente me volví loca.
Les estoy mintiendo, lo cierto es que ni siquiera soy capaz de mirar su cuerpo más de un segundo,
porque sé exactamente lo que va a suceder…
Me acuesto a su lado y con esta perspectiva, por fin, puedo respirar hondo. Dejando que mis
pulmones se impregnen de esta naturaleza que nos rodea. Permitiendo que mis ojos visualicen un
cielo completamente despejado, del que no puedo apreciar bien el color celeste, debido al cristal
de mis lentes.
No tardé ni un minuto, en sentir el cuerpo de Anahí, pidiendo permiso para cobijarse bajo mi
brazo, como siempre.
─Que bien se siente vivir ─Dijo tras un exagerado suspiro.
─Desde luego, desde esta perspectiva, parece como si en el mundo no existieran los problemas…
Mar, sol, cielo, tranquilidad, silencio casi absoluto, tú y yo… es…
─Perfecto ─Interrumpió.
─Sí… ─Confirmé, dejando un pequeño beso en su cabeza ─Perfecto. Aunque…
Invadida por un repentino impulso, me quité los lentes de sol y los lancé al agua con decisión,
dejando que se perdieran en algún lugar en la inmensidad del mar.
Anahí se incorporó ligeramente y me miró sorprendida, ya que en el trayecto, el objeto había
volado por encima de su cuerpo.
─¿Se puede saber que estás haciendo? ─Preguntó mirándome como si me hubiera vuelto loca.
─Estoy harta de ver el mundo a través de unos lentes de sol ─Le dije convencida ─Siempre
protegiendo mis ojos de su sensibilidad, para que cualquier cambio en el clima no haga que
lagrimeen. ¿Sabes lo que te digo? Qué si quieren llorar, que lloren. Pero yo no sé, durante cuánto
tiempo más, voy a poder apreciar los colores reales del mundo; el azul del cielo, el del mar… o el
de tus ojos. Y como no lo sé, no voy a desperdiciar ni un solo día más, teniendo que verlo todo a
través de esos cristales oscuros, que ya me tienen harta. ¿De qué sirve protegerme tanto? El
mundo está lleno de luz y yo llevo años, obligándome a observarlo todo desde una leve oscuridad.
Ya no quiero más eso… Al menos, no mientras la decisión esté en mi mano.
Ella, que había escuchado cada palabra, en completo silencio, después de unos segundos desde
que finalicé el discurso, sonrió. Orgullosa…
Acto seguido, se quitó también sus lentes y los lanzó con fuerza al agua, exactamente igual que
yo había hecho minutos antes.
Desde luego no me lo esperaba y mi rostro de sorpresa debió expresarlo.
─Deberíamos aprender a controlar, esa manía que tenemos últimamente, de lanzar nuestras
pertenencias por los aires y plantearnos el hecho de venderlas. Así por lo menos, ganaríamos un
dinero… Porque dos pares de “Ray-Ban” originales ─Enfaticé la última palabra ─se
encuentran ahora, nadando por mar abierto.
─A este paso, terminaremos decidiendo que Tarzán era más feliz saltando por los arboles en
“tanga”, sin necesidad de sentirse presionado por bonitos e incómodos Jeans y haremos una
fogata para quemar toda nuestra ropa.
─¡No por favor! ─Supliqué en una carcajada ─Se tú la cuerda de esta pareja y no permitas
que en un arrebato de locura y libertad, me quede sin vestuario.
─Cariño… si realmente esperas que yo sea la cuerda de esta pareja… estamos metidas en un
problema.
Me encogí de hombros sin borrar la sonrisa de mis labios. Realmente, nunca he sabido bien, si es
ella quien me vuelve loca a mí, o sin embargo, soy yo quien le hace perder la cordura. O quizás,
ambas nos transmitimos mutuamente, la locura justa y necesaria, en el momento indicado. Al fin y
al cabo… de eso se trata ¿No?
Sabiendo perfectamente que yo ya había comenzado a divagar en mis pensamientos, volvió a
adoptar la posición que tenía hace unos minutos. Recostó su cabeza sobre mi hombro,
permitiendo que mi brazo, rodeara prácticamente todo su cuerpo, cobijándola junto a mí. Y de
esta forma, ambas nos concentramos en contemplar el cielo despejado, ahora sí, con su color real,
con su tonalidad perfecta.
Si hace tan solo un día, creía que la magia residía en estar juntas, observando el cielo estrellado,
en una noche perfecta, o hace tan sólo unos minutos, creía que se trataba de estar pisando la orilla
del mar con mis pies descalzos. Ahora creo, que la magia, no es más que esto… Estar recostada
en un patín de agua, sintiendo como el mar, mece nuestros cuerpos en un vaivén perfecto,
observando la claridad de un cielo mañanero y soleado, sintiendo su respiración golpear mi piel…
En definitiva, el paisaje, puede tornarse de mil maneras diferentes. Sé que puedo encontrar tanta
belleza en una lluvia torrencial, como en un sol radiante… Porque al final, descubro que mi
verdadera magia, sólo tiene un nombre…
Anahí.
4.
…El Despertar…
Día 7.
¿Han experimentado alguna vez esa sensación de tener la completa certeza de que estás soñando o
teniendo pesadillas, pero eres incapaz de despertarte? No puedes abrir los ojos… Sabes que te
encuentras en otra realidad y aún así, te resulta imposible abandonarla porque tu cuerpo no
responde a tus pensamientos.
Pues eso es exactamente lo que estoy sintiendo en este instante. Escucho la voz de Anahí,
diciendo mi nombre en la lejanía y yo… soy incapaz de encontrarla. Ella simplemente me llama
y mi desesperación por no poder verla, aumenta cada segundo. Me siento perdida. No sé donde
estoy, ni quien puede haber a mi alrededor. Lo único que sé, es que estoy de pie en algún lugar y
todo está oscuro. No puedo ver absolutamente nada. Mis ojos no reciben ni un solo rayo de luz y
es realmente desesperante. Siento mi respiración agitarse. Estoy muy asustada y aunque sé
perfectamente que estoy teniendo una horrible pesadilla, soy incapaz de despertar.
Entonces, siento algo rozar la piel de mi rostro y por fin, aspirando una enorme bocanada de aire,
consigo abrir los ojos de golpe.
Anahí es lo primero que veo frente a mí. Esos ojos azules, devolviéndome la paz y observá
ndome atentamente. Con su cuerpo ligeramente echado sobre el mío, me mira con expresión de
preocupación. Como si mi pánico, fuera tan evidente, que consiguió asustarla.
No fui capaz de decir ni una palabra. Si antes eran mis ojos los que no funcionaban, ahora eran
mis cuerdas vocales las que habían decidido ponerse en huelga. Sólo pude hacer lo que más
necesitaba en este momento, atraje su cuerpo de una forma algo brusca, consiguiendo sin querer,
que cayera sobre mí pecho. Y ahí… simplemente la abracé… Como si hubieran pasado días,
desde la última vez que la vi. Como si realmente acabara de experimentar la horrible sensación de
no poder volver a mirarla jamás.
Sé que mi corazón aún está acelerado y el oxigeno llega dificultosamente a mis pulmones. Ella
me abraza aún más fuerte… Entendió a la perfección, que algo estaba sucediendo.
Permanecimos así durante unos instantes. El tiempo justo y necesario, para que la calidez de su
cuerpo, el aroma de su cabello y las suaves caricias que hacía en mi cabeza, me devolvieran poco
a poco la calma, estabilizando mi ritmo cardiaco y devolviéndome por fin, a la realidad de este
hotel, de estas vacaciones mágicas. De esta vida, que aún no se me ha apagado.
─Sólo estabas teniendo una pesadilla ─Susurró volviendo a incorporarse para mirarme.
─Una pesadilla espantosa ─Aclaré.
No pude evitar entonces, acariciar su rostro. Teniéndola tan cerca y con lo que acababa de pasar,
sentí la enorme necesidad de observar cada detalle de su cara, con absoluta precisión.
Su frente, ligeramente arrugada por la preocupación. Sus ojos azules, mirándome confundidos,
pero tan llenos de esperanza y sueños como siempre. Su nariz, esa que nunca le ha gustado para
nada y sin embargo, a mí, me parece perfecta. Sus labios, ligeramente entre abiertos, permitié
ndome ver, que el oxigeno entra y sale a través de ellos con excesiva prisa. Su lunar, ese que tiene
en el lado izquierdo de su labio inferior y que apenas se distingue, a menos que te fijes demasiado.
Nunca le ha gustado. De hecho, procura siempre camuflarlo con el maquillaje. Si tan sólo supiera,
que esa es una cualidad que la vuelve única.
Ella, aunque sé que mi reacción y mis caricias la están confundiendo, no mueve ni un solo mú
sculo. Simplemente se deja hacer… Me deja acariciar cada centímetro de su rostro, no sólo con
la yema de mis dedos, sino también con el paso de mis ojos.
─Intentaba despertarte para que viéramos el amanecer ─Añade, respondiendo a las preguntas de
mi mente. ─Es un acontecimiento que ocurre cada día y nunca detenemos el mundo para
observarlo. Creo que no hay mejor lugar, ni mejor momento que éste para hacerlo… Pero… a lo
mejor has pasado una mala noche y estás muy cansada.
─No ─me apresuré a responder ─Tienes razón. No quiero perderme ni un solo acontecimiento
más, por tener los ojos cerrados. Veamos cómo el Sol da la bienvenida a un nuevo y mágico día
─Sonreí.
Ella también sonrió y se apartó de encima de mí, para que pudiéramos levantarnos.
Antes de salir a la terraza, cogí una de las sábanas revueltas de la cama y me dispuse a seguirla.
Los días en esta ciudad son muy calurosos, pero al estar tan cerca del mar, por las noches existe
una ligera humedad no tan calurosa. Y nuestros pijamas eran demasiado desabrigados, como para
estar varios minutos expuestas, a riesgo de acabar estas vacaciones con fiebre.
Cuando llegué a la terraza, ella esperaba de espaldas, apoyada en la barandilla, desde la cual,
abajo se veía la enorme piscina, completamente vacía de personas e iluminada por unos faroles
que alumbraban todo el borde. Precioso… se veía precioso.
Me puse a su lado y coloqué la sábana por encima de nuestras espaldas, de forma que cubriera
todo nuestros cuerpos. En cuanto me sintió, apoyó su cabeza en mi hombro y permanecimos así
durante minutos. Con el mar de frente, la piscina abajo, el cielo estrellado arriba y un completo
silencio nocturno.
Estoy segura de que somos las únicas dementes, que estando de vacaciones, se levantan al alba
simplemente para observar la salida del sol. Pero sinceramente… que sensación más bonita, la de
estar demente.
Es cierto. Muchas veces, cuando empiezas a trabajar o vas a la escuela muy temprano, sales de tu
casa y aún es de noche, te subes al autobús o te diriges caminando, llegas al lugar y ya es de día.
Ni siquiera te diste cuenta del momento exacto en el que eso ocurrió. Seguramente ibas
concentrado/a en la música de tu reproductor, en conducir, en leer la prensa, u observando tu
celular, poniéndote al día de las redes sociales o las novedades en tu correo electrónico. A lo
mejor, ibas hablando con alguien, o puede que simplemente estuvieras pensando en tus cosas. El
caso es que llegas a tu destino y “¡Ta chan!” Ya es de día. Y si tienes uno de esos días filosó
ficos, te preguntas “¿Cómo es que no me di cuenta?” Quizás es porque no prestaste atención ¿
No?
Quiero decir, el amanecer, es algo que ocurre lenta y paulatinamente, durante varios minutos.
Ocurre cada día de tu vida. Pero no vas a ser capaz de apreciarlo, si no eres capaz de detenerte a
mirarlo. Hay millones de personas que lo ven cada día, pero hay muy pocas que lo observan.
¿Entiendes la diferencia entre “ver” y “observar”? Es más o menos la misma que existe entre
“oír” y “escuchar”. “Ver” es la capacidad que tiene el sentido de la vista para percibir el
mundo que nos rodea. Ver, es eso que muy probablemente, dentro de una semana, a mi me sea
arrebatado. En cambio, “observar”, es detenerse a mirar eso, que tus ojos reciben.
Por ello, el amanecer, como mismo sucede con muchas otras cosas en la vida, ocurre sin que nos
demos cuenta. Estamos ah í , presentes mientras sucede, vi é ndolo … Pero no lo estamos
observando. Y al final, ni siquiera eres capaz de saber, cuánto dura ese proceso en el que la tierra,
pasa de la oscuridad de la noche, a la luminosidad de un nuevo día.
Yo tampoco lo sé realmente. Porque aunque en este instante esté siendo testigo de ello, no
necesito cronometrar el tiempo de duración. Puede que sean unos segundos, o tal vez, unos largos
minutos. No me importa, porque es tan bonito, estar observando el horizonte y darte cuenta del
increíble cambio de colores que experimenta el mundo cuando sale el sol. El azul antes oscuro del
mar, se va volviendo poco a poco turquesa. El color casi negro del cielo nocturno, comienza
adquiriendo un tono anaranjado, con matices amarillos, que poco a poco dan lugar a un celeste
hermoso. Y todos estos fenómenos, son producidos por un simple círculo amarillo, una estrella
lejana, que comienza a aparecer en algún lugar de la eternidad, acercándose un poco más, a
medida que transcurren los minutos. Impresionante.
Sería increíble, que cada mañana, nos propusiéramos pedirle un deseo a ese astro, hacerle una
promesa para esa nueva oportunidad. Total, si lo pensamos bien, tenemos todo el resto del día
para conseguirlo.
¿Qué tal si realmente transformamos cada amanecer, en un nuevo comienzo? No estaría nada
mal ¿No? … Citando unas viejas palabras de Peter Pan: “Sería una gran aventura”
Ya es de día.
─Si el Sol tuviera el poder de conceder deseos… ¿Qué pedirías ahora mismo? ─Le pregunté.
Ella levantó la cabeza de mi hombro, observó intensamente esa pequeña pero brillante estrella
que se veía aún a lo lejos, durante algunos segundos. Y entonces volvió a mirarme. Está seria,
pensativa.
─Pediría… la posibilidad de cederte mis ojos ─Aseguró ─Para que no volvieras a tener
miedo, de perderte ni un solo amanecer, durante el resto de tu vida.
Esa confesión, fue como una punzada directa a mi corazón. Me dejó absolutamente petrificada,
no sólo por sus palabras, sino por la intensidad de su mirada. La absoluta certeza de que jamás en
su vida, me había dicho algo tan real.
Tardé un instante en responder. No porque no lo tuviera claro, sino porque mi cerebro aún no es
capaz de pensar en otra cosa, que no sea lo que acaba de decirme. Continúo observándola
fijamente… y entonces lo entiendo.
─No pediría nada ─Le dije ─Hoy tengo todo lo que necesito.
◊◊
Como mismo disfrutamos del amanecer hace unas horas. Ahora, después de haber pasado un día
de absoluto relax en la playa, convirtiéndonos en niñas de cinco años que juegan en el agua como
locas, construyen castillos de arena, se tumban al sol cual lagartos en el desierto, etc. estamos
llegando a la playa de nuevo. Esta vez, ya duchadas y vestidas. A Anahí se le ocurrió una idea
algo simple y extraña, pero desde el momento en el que me la propuso, mis ojos se iluminaron
como si me hubiera informado de que vamos a ir a Disneyland.
─¡Quiero que pasemos la tarde volando cometas! ─Me dijo mientras estábamos tumbadas al sol,
observando los pájaros revolotear por el cielo.
Cuando me incorporé para saber si me estaba tomando el pelo, el mismo brillo que había en sus
ojos, se traspasó a los míos, como una gripe en pleno invierno.
Y aquí estamos, después de haber recorrido el pueblo entero, en busca de unas cometas, llegamos
a la ya casi desértica playa, pues a esta hora de la tarde, los turistas de la zona, se encuentran en
sus respectivos hoteles, cenando y preparándose para la noche.
Vuelvo a mirarla y está haciéndome gestos con las manos para que me acerque. Ni siquiera se ha
dado cuenta de la presencia de esos chicos, a pesar de que no le quitan la vista de encima. Pero lo
cierto, es que en cuanto la veo sonreír esperándome, a mí también se me olvida su existencia y
me reúno definitivamente con ella.
─¿Qué mirabas con tanta atención? ─Me pregunta en cuanto llego hasta ella.
─A un grupo de chicos que no te quitaban la vista de encima. No se te puede sacar a la calle, vas
rompiendo corazones a cada paso ─Sonreí.
─Eso no es cierto.
─Sólo bromeaba ─Aclaré con el ceño fruncido. Ella continuó desenredando la cometa, sin
hacerme demasiado caso ─Pero tú estás muy extraña, cualquier persona normal, sentiría
curiosidad por saber cómo son esos chicos que te acabo de mencionar y se sentiría como mí
nimo… alagada, no sé. Y tú ni siquiera has volteado para verlos. ¿Tan acostumbradas estás ya a
romper corazones, que te causa indiferencia?
─Dul… Tú mejor que nadie sabes que hasta el momento, no he roto ni un solo corazón en mi
vida.
─Conscientemente seguro que no. Pero si algo he visto a lo largo de estos años, es a un centenar
de chicos, suspirar por mi mejor amiga.
─Yo también he visto a muchos chicos suspirar por ti, siendo completamente ignorados y no creo
que en algún momento, hayas sentido que les rompías el corazón.
─Bueno… esos eran unos imbéciles ─Me encogí de hombros ─No es lo mismo.
─¿Por qué no? A ver, ilumíname con tu sabiduría.
─Pues porque… yo soy más fría, Any, más seria con los chicos. No me doy a conocer fá
cilmente y ya sabes que mis “relaciones” ─Enfaticé la palabra, haciendo un gesto de comillas
─no han durado más de dos semanas.
─Pues entonces me estás dado la razón. Puede que yo sea menos seria que tú, con los chicos, y
que mis “relaciones” ─Me imitó haciendo el mismo gesto, a modo de burla ─hayan durado
algo más de dos semanas. Pero tú mejor que nadie sabes, que ninguno de ellos ha llegado a
conocerme realmente. Así que por muchos “te amo” que haya escuchado, jamás he creído en
ninguno de ellos. Alguien que no me conoce, no puede amarme, Dul. Quizás esté enamorado de
una apariencia, de una imagen que ellos mismos se crearon a partir de lo que ven. Pero no están
enamorados de mí. Nunca me vieron llorar desesperada. No saben lo que me hace reír a
carcajadas, ni lo que me pone de mal humor. No saben distinguir cuando estoy triste, de cuando
estoy feliz, viendo más allá de una sonrisa que quizás sea fingida. No conocen mis temores, ni
tampoco mis sueños. Ni siquiera mis manías más absurdas… Y son todas esas cosas, las que te
hacen enamorarte de alguien. Los hombres pueden llegar a ser muy detallistas, regalarte flores,
invitarte al cine, a cenar, tratarte como una princesa, dedicarte mil canciones y un millón de “te
quiero”… Pero al amor de verdad, no le hace falta todo eso, porque se ve en los ojos de quien te
mira, no en los detalles materiales. Te ama de verdad, aquella persona que cuando las luces se
apagan y el público se va, sigue estando ahí, en un segundo plano, esperándote para asegurarse de
que todo esté bien. Aquella con la que puedes contar, esté donde esté, porque si la necesitas, no
dudará ni un segundo en dar la vuelta al mundo, sólo para abrazarte. Te ama de verdad, aquella
persona con la que puedes llorar sin miedo, porque sabes que aunque quizás no pueda darte el
mejor consejo, estará dispuesta a secar tus lágrimas, a darte la mano cuando no puedas caminar.
Creerá en ti, incluso cuando tú no seas capaz de hacerlo y te impulsará a seguir tus sueños,
aunque para el resto del mudo y para ti misma, sea una locura. Esa es la persona que te ama, la que
no necesita exponerte como un trofeo al resto del universo, haciéndoles saber que eres suya, y ni
siquiera necesita que seas suya. Tu libertad, es parte de su amor y no tiene miedo de perderte
porque sabe que no le perteneces. No lo necesita… Sólo necesita que elijas ser feliz. Sabes que
esa persona te ama de verdad, porque es la única que está, incluso cuando el mundo enteró ya se
fue. ─Finalizó con un suspiro ─Me molestan mucho esos chicos que mientras menos caso les
hago, más aumenta su interés. Yo tengo mucho que dar y sé que cuando ame, me entregaré tanto
a esa persona, como al proyecto de vida que queramos crear en común. Así que quien se enamore
de simples migajas, de un imposible, no se está enamorando de mí. Por eso jamás he creído en
ningún “te amo”, y desde luego, no considero que haya roto ningún corazón.
Ahora es uno de esos momentos, en los que cualquier tipo de palabra o añadido, est á
absolutamente de más. A pesar de continuar absolutamente sorprendida, soy capaz de sonreír.
Me quedé mirándola durante algunos segundos, mientras ella continuaba organizando el vuelo,
ajena a mi proceso de asimilar cada una de sus palabras anteriores. Pero lo cierto, es que ya me
encontraba perdida en un mundo, en el que el único pensamientos coherente, es que Anahí, a lo
largo de los años, se ha convertido en la mujer con la que cualquier ser humano, querría compartir
su vida.
Aarón es el chico de los patines de agua. Sí sí, después de recorrer el pueblo entero, sin suerte
alguna, decidimos dirigirnos a él, a ver si por casualidad las alquilaba. Y al no ser así, creímos
que nuestra divertida tarde se iba a ver truncada, hasta que muy amablemente, nos ofreció las
suyas personales, que son estas. Pero el muchacho dio por hecho, que cuando dos chicas de ciudad
se empeñan en encontrar a toda costa unas cometas, es porque saben de qué va el tema. De hecho,
es que no debería ser tan difícil. En las películas se ve muy sencillo y bonito. Pero sin duda, a
esto hay que agarrarle previamente el truco. Sea como sea, de lo que estoy segura es, de que no
pienso separarme del cuerpo de Anahí, porque como la suelte, va a terminar por salir volando. Y
tampoco estoy muy segura de poder con la otra yo sola, así que… me parece una mejor idea, que
nos pasemos el resto de la tarde, volando juntas una sola cometa.
Poco a poco, conseguimos que el artefacto volador surcara los cielos según nuestras indicaciones.
Anahí agarraba las manecillas para dirigirlo y yo, agarraba sus manos desde la misma posición
trasera. Primero alzábamos la derecha… luego la izquierda… y observábamos entusiasmadas el
vuelo acrobático de nuestra, ya no tan rebelde, cometa. Mientras más minutos transcurrían, más
expertas nos hacíamos en el tema. Y la verdad, estoy segura, de que la sensación es mucho más
placentera así, juntas, que si nos hubiéramos dedicado a una diferente, cada una.
Puedo asegurar que me quedé embelesada durante algún tiempo. La sensación de tener su espalda
pegada a mi pecho, su pelo a veces golpeándome el rostro a causa del viento y haciéndonos reír
a carcajadas, o esos instantes de concentración, en los que tratábamos de hacer alguna pirueta difí
cil, en absoluto silencio, observando el cielo, sintiendo los escasos rayos de sol y la brisa del mar,
es una sensación de plenitud bastante extraña y desconocida para mí. De libertad… Eso es…
Parece tan libre esa cometa, a pesar de ser dirigida por dos simples humanas moviendo sus hilos.
De hecho, ahora que me detengo a pensarlo, nuestra vida se podría comparar con el vuelo de una
cometa… ¿No creen?
Somos libres… tenemos la capacidad de volar y ahí está el Universo, moviendo nuestros hilos
para hacernos seguir la dirección del viento. Cuando viene una tormenta, él nos agarra con fuerza,
para que seamos capaces de resistir a su paso. Y cuando la tormenta pasa, cuando se marcha,
dejando todo un desastre alrededor, la cometa sigue volando y nosotros volvemos a la calma.
Resistimos… a pesar de ser un simple pedazo de papel o de tela, esa tormenta no pudo con
nosotros. Pues ahí estaba el Universo, sosteniéndonos, guiándonos para superarla.
─¿Qué cosa?
─Volar… ─Respondí dirigiendo mi vista también hacia ella ─¿No crees?
Asintió sin decir nada y volvió sus ojos hacia la cometa durante algunos segundos. Luego me mir
ó a mí, nuevamente.
Fruncí el ceño confundida, por un momento llegué a creer que me estaba tomando el pelo. Pero
no, su expresión es esa que utiliza cuando está haciendo una pregunta completamente en serio,
cosa que me confundió aún más.
Sí, finalizó, porque después de esa frase, lo único que hizo fue volver a girar su rostro y centrar
su concentración en la cometa. Sin pronunciar una sola palabra más. Dejándome a mí, pensando
el significado de esa frase.
Y sobre todo, pensando en la respuesta que cada partícula de mi cuerpo, gritaba en silencio: “No
me hace falta despegar los pies del suelo para que me hagas volar, Anahí”
Y de esta forma, cómo mismo habíamos presenciado el amanecer unas horas antes, ahora nos
dejamos sorprender por el atardecer. Observando junto al vuelo de nuestra cometa, la marcha del
Sol. Despidiendo el día y dando paso a una noche preciosa y estrellada, cómo todas las que se
viven en este lugar.
Día 8.
¿Conocen esa expresión que dice: “Ten cuidado con lo que deseas, porque puede hacerse
realidad”? Yo personalmente, nunca le he encontrado demasiado sentido… Si deseas algo, no
deberías tener miedo a que se cumpla ¿No? Todo lo contrario.
No sé si en alguna ocasión les he dicho, que el ser humano me parece un animal lleno de
contradicciones. Pero bueno, ese no era el tema. Unas líneas más adelante, les explicaré cual es
el tema.
Este es nuestro tercer día en el hotel. ¿Y saben qué? Tengo la extraña sensación de que el tiempo
no existe. Es como si Anahí y yo nos hubiéramos escapado a otra dimensión, en la que
simplemente se vive, sin estar pendiente de un reloj. Siento que jamás, en 24 años que tengo,
nunca había disfrutado tanto, cada segundo de mi existencia. Es absurdo, loco e incoherente…
pero también es real.
¿Y quien es la responsable de que eso sea así? Pues sí, ella. Porque yo la verdad, es que no sé si
tiene cada paso y cada plan, previamente calculado, si antes de venir ya sabía exactamente lo que
íbamos a hacer cada día, o si por el contrario, las locuras se le van ocurriendo sobre la marcha.
No lo sé, pero no me importa. Jamás pensé que hablara tan enserio cuando me prometió que
viviría los mejores días de toda mi vida. Lo está consiguiendo, sin lugar a dudas.
Y ahora… pues ahora no sé que se le habrá ocurrido. Pero incluso este instante lo disfruto; su
mano dirigiéndome a toda prisa, casi corriendo, por la playa, de una forma algo parecida a la del
primer día, sabiendo exactamente a dónde va. Y yo… pues estoy cogiéndole gusto a esto de
dejarme sorprender.
Nos dirigimos a la cabaña de Aarón, eso sí que lo pude haber deducido, ya que antes de
abandonar la habitación, nos aseguramos de llevar sus cometas, para devolvérselas. Esta vez el
chico no estaba solo, sino con un hombre, que a decir verdad, es su viva imagen, con 20 o 25 años
más.
─¡Así es! Anahí y Dulce, les presento a mi padre, Andrés, dueño y señor de este negocio.
─Encantada ─Le dijo Any.
Yo sigo dándole vueltas a mi pregunta no respondida. Soy algo lenta, sí. Pero el señor, padre de
Aarón, parecía tener más información que yo, sobre el asunto.
─¿Están preparadas?
─¡Completamente! ─Volvió a responder Anahí.
Digo yo, que mis preguntas deberían haberle dado una pista de que no, obviamente no tengo ni la
más mínima idea de lo que están hablando.
─Tranquila, te va a encantar.
No. Esas palabras no me gustan. Me asusta… Cuando alguien te dice “confía en mí”, algo
peligroso va a suceder.
Bueno, el hecho de saber que no me iba a pedir que me lanzara al vacío de un acantilado, más el
efecto de su sonrisa, consiguieron tranquilizarme un poco. Un poco…
─¿Vamos entonces? ─Preguntó Aarón. ─La furgoneta ya está lista y mis compañeros nos
esperan.
Furgoneta, compañeros… Anahí asintió con una sonrisa de emoción y en ningún momento, dejó
de sostener mi mano, cuando comenzamos a caminar nuevamente.
─¡Pásenlo bien! ─Fue lo último que gritó, aquel señor que acabábamos de conocer y ya tiene
más información sobre mi futuro próximo, que yo misma.
La furgoneta estaba a unos pocos metros, sobre un pequeño camino de madera, que parecía haber
sido construido específicamente para ella y llegaba hasta las afueras de la playa, uniéndose con la
carretera. Aarón, muy amablemente, nos abrió la puerta delantera, dónde descubrimos un asiento
triple, por lo que, los tres podríamos ir delante. Le cedí el paso a Any y a continuación, subí yo.
En cuanto el chico se acomodó en su posición de conductor, arrancó el motor y puso marcha
hacia quien sabe dónde.
Durante el camino, ademá s de un precioso paisaje que hasta ahora no habí amos visto,
escuchamos una música de un estilo bastante… ¿“hippie”? No sabría definirlo bien, porque jam
ás había escuchado a ese grupo. Pero por algún motivo, me resultaba la música perfecta para la
ocasión, para las vacaciones y también para Aarón, le pegaba mucho.
─¿Han escuchado alguna vez esta canción? ─Preguntó subiendo el volumen, como si supiera
exactamente lo que estaba pensando. Anahí, que es la que está a su lado, negó con la cabeza. ─
Es una banda que está sonando mucho desde hace poco tiempo, “Efecto Pasillo”, tienen
canciones realmente buenas… Es un pop medio… hippie, optimista, no sé cómo definir el estilo.
Pero las letras son muy interesantes y pegadizas. Esta concretamente, se llama “Buscando una
luz” ─Explicaba, y de pronto, alzó su dedo índice y comenzó a cantar una parte ─”…Pensar
de forma diferente, se vuelve inteligente, si se convierte en energía positiva, esa que te da la vida,
esa que convierte cada día en una sonrisa. Una bomba de caricias, un masaje de la brisa, sube que
te sube y que te lleva hasta la cima…Que te lleva hasta la cima ah ah ah”
Y ahí comenzó el estribillo, “Buscando una luz, te he visto pasar, bebiéndote el tiempo al
respirar…” y como el chico estaba completamente entusiasmado con la canción y siendo sincera,
ese entusiasmo era contagioso, Anahí comenzó a acompañarlo con palmas al compás y
moviendo su cuerpo de lado a lado. Me miró, invitándome a seguirla y yo no lo dudé ni un
instante, pues el ambiente de aquella furgoneta se había convertido en una repentina fiesta.
Nosotras no habíamos escuchado esa canción en nuestra vida y no nos sabíamos la letra. Pero có
mo la música no tiene límites ni fronteras, aquí estamos, tres locos en la carretera, disfrutando de
un camino hacia no sé dónde. Y yo, prácticamente ya había olvidado lo nerviosa e intrigada que
estaba hace unos minutos.
─¡Antes de que se vayan tenemos que salir de fiesta! ─Gritó el chico para hacerse escuchar por
encima de la música. ─Si les gusta esta música, conozco un lugar que les va a encantar. Mis
amigos y yo somos clientes fijos y es de los pocos sitios que no se abarrotan de turistas. No
pueden marcharse sin conocerlo.
Ella me miró, cómo esperando mi opinión al respecto o que fuera yo la que decidiera la respuesta.
Ni un solo segundo, deja de hacerme sentir que estas vacaciones están dedicadas a mí. Ese
pensamiento, me hizo sonreír, tanto interior, como exteriormente.
─No podemos marcharnos sin conocer como es una fiesta en la playa ─Concluí.
Sonrió satisfecha y Aarón también sonrió.
La verdad es que el chico, desde el primer momento, se comporta muy amable con nosotras. Y
además, es de esas personas a las que miras y las ves 100% transparentes. En la ciudad, no sucede
muy a menudo, eso de encontrar a alguien así, que te transmita buenas vibraciones. Quizás la
gente de la playa, tiene otro estilo de vida, más abierto y generoso. No lo sé, pero Aarón, en ningú
n momento me ha producido desconfianza ni incomodidad por sus posibles intenciones. Al
contrario, sé que a ambas nos hace sentir cómodas y que no se trata del típico chico guapo que ve
a una chica y sólo piensa en ligársela.
Mi pregunta se vio interrumpida por el sonido que hizo el claxon de la furgoneta, que pareció ser
la señal indicada, para que dos chicos salieran del pequeño edificio, equipados con mochilas,
cascos, gafas y quien sabe cuántas cosas más, que lo único que lograban era dejarme atónita.
─¡Ey chicos! ─Exclamó Aarón, mientras recibía la mochila que le entregó uno de sus amigos
─Les presento a Dulce y Anahí. Chicas, estos son Marcos, el piloto y Erik, mi instructor y
compañero de vuelo.
─Vaya, unas chicas guapas y valientes ─Comentó el llamado Marcos, mientras nos estrechaban
la mano sonrientes, a modo de presentación.
─Yo que tú ni lo intento ─Intervino Aarón haciendo alusión al comentario de “guapas” y la
sonrisa de coqueteo que aún no se le borraba a su amigo ─No están a tu alcance, amigo mío.
─Eres el único que consigue dejarme en ridículo y romperme las ilusiones con una sola frase.
─Yo solo intento amortiguar la caída ─Bromeó.
Estaban hablando de nosotras como si no estuviéramos presentes, sí. Hombres… Pero aún estoy
tan alucinada, que ni siquiera le doy importancia a su conversación. ¿Qué demonios estamos
haciendo aquí?
─¿Lo han hecho alguna vez? ─Intervino entre risas, esta vez el llamado Erik.
¿Hacer el qué?
─No ─Respondió Anahí ─No tenemos ni idea.
─No se preocupen, por ahora sólo tienen que ponerse el equipo. Una irá con Aarón y la otra
conmigo, Marcos se encargará de llevarnos hasta arriba y el resto se los explicamos en el helicó
ptero. Les aseguro que el paracaidismo va a ser la experiencia más impresionante que hayan
vivido jamás.
A esto precisamente me refería cuando les cité la frase de “Ten cuidado con lo que deseas,
porque puede hacerse realidad” a esto precisamente.
─Volar… Anahí… Pero…pero… con alas, como un pájaro. No lanzarme desde un helicóptero
al vacío… ¡Sólo era una forma de hablar!
─Ya cariño, ─Me dijo tan tranquilamente, que me exasperó más ─Pero por ahora, el poder de
convertirte en un colibrí, yo no lo tengo… Así que la única forma de que podamos volar, es con
un paracaídas. ¡Vamos! ─Exclamó entusiasmada ─¡Será divertido!
─¿Divertido? ¿Divertido? ─Pregunté nerviosa ─Anahí, que me quieres lanzar de un helicó
ptero, con un artefacto construido por humanos. ¡¿Y si se rompe? ¿Y si falla? ¿Y si no se abre?!
¡¿Estás loca?! Dios… te volviste loca.
─Siempre hay un paracaídas de emergencia ─Intervino de nuevo Erik ─De hecho, es un
deporte bastante más seguro de lo que la gente cree y tanto Aarón como yo, llevamos toda nuestra
vida dedicándonos a ello. Así que no te preocupes, están en buenas manos.
¿Y ahora qué hago? ¡Joder! Sabe exactamente como convencerme, como hacerme ceder.
Aunque en este caso, sé perfectamente que no lo está haciendo solamente para eso. Realmente
siente lo que dice, y no lo hace para convencerme… Aunque claro, eso no va a borrar de un
plumazo el miedo que yo siento. Que esto de tirarme en paracaídas, no es algo que alguna vez
haya pasado por mi mente como un sueño. Dije que quería volar, sí, pero de una forma más
segura. Convirtiéndome en un pequeño pajarito con alas, de las cuales depende su vuelo, no
poniendo mi vida en manos de un artefacto que ni siquiera sé cómo funciona. Ay Dios… En que l
íos me mete esta mujer. Suspiré, o resoplé… o no sé, pero hice un gesto raro de resignación.
─Me voy a arrepentir de esto cuando esté a mil pies de altura…Me voy a arrepentir.
─¡¡Bien!! ─Gritó ella, siendo consciente de que lo había conseguido y abalanzándose sobre
mi cuello para abrazarme.
Ahora es cuando me siento capaz de lanzarme mil veces en paracaídas, con tal de verla así de
feliz, y entonces, el miedo que siento es aún mayor.
─¡Me debes una pizza! ─Le dijo Aarón a su amigo el supuesto piloto, Marcos ─Te dije que la
convencía…
─Eso no es justo, jugabas con ventaja.
─¡Eh! Que la idea de apostar no fue mía. ─rió ─Te crees muy listo y me está decepcionando
tu falta de perspicacia.
Yo los miré a ambos con una ceja levantada y los brazos cruzados sobre mi pecho, mientras Anah
í sonreía divertida. ¿Realmente acababan de hacer una apuesta sobre mi decisión? Bueno…
pues me da igual, el caso es que estoy a punto de lanzarme en paracaídas. ¡Mierda! ¿Soy la ú
nica que entiende la gravedad del asunto? Claro… porque soy yo la que se tiene que subir a un
helicóptero y precipitarse al vacío dentro de unos minutos.
Cuando quise darme cuenta, Anahí estaba cubriendo mis ojos con unas gafas de vuelo y ponié
ndome el casco protector que ellos debieron cederle en algún momento. Creo que aún debo estar
en un ligero estado de shock, porque ella está equipada con lo mismo y no me había ni enterado.
Luego nos dieron una especie de quimono azul, que tuvimos que ponernos por encima de nuestra
ropa. Y esto cada vez se volvía más real…
Una vez estuvimos completamente equipadas y pareciendo unas autenticas paracaidistas, debo
decir que a Anahí el equipo le sienta bastante bien, nos encaminamos hacia el helicóptero, que
desde hace rato, tenía su hélice girando como loca y Marcos ya estaba en su interior, preparando
todo para despegar.
Una mezcla de adrenalina y miedo se iba apoderando de mí, a medida que nos acercábamos y
sentíamos el fuerte viento causado por la hélice. Any y yo corríamos agarradas de la mano y por
un momento, me sentí la protagonista de una película americana, a punto de llevar a cabo una
importante misión. Aarón y Erik, nos cedieron el paso y nos ayudaron a subir definitivamente al
helicóptero, indicándonos dónde debíamos sentarnos, lo más lejos posible de la puerta, gracias a
dios.
Ya estábamos ahí, sentadas una al lado de la otra, agarradas de la mano, todos a bordo y todo listo
para despegar. Marcos hizo que el helicóptero comenzara a ascender y en ese preciso instante,
entrelacé mis dedos con los de Anahí. Creo que debo estar cortándole la circulación, de lo fuerte
que aprieto su mano. Así que cuando me doy cuenta de ello, aligero un poco la presión y suspiro
tratando de tranquilizarme. Ella se da cuenta y es la que esta vez aprieta mi mano. Cuando la miro,
está sonriendo. Sé que en el fondo, ella también está asustada, pero quiere vivir la experiencia…
es una valiente y quiere contagiarme esa valentía a través de sus ojos. Cosa que no sé si llega a
funcionar, pero desde luego, tranquilizarme, me tranquiliza.
La puerta del helicóptero está abierta, por lo que se puede ver perfectamente el ascenso hacia el
cielo. Pero les juro que soy completamente incapaz de mirar. Prefiero seguir en mi ignorancia y
pasar todo el mal trago cuando llegue la hora de lanzarme al vacio… ¡Ay dios!
Sus ojos… concéntrate en tus ojos. Ya… como si necesitara concentrarme para que su mirada
consiguiera hacerme olvidar el mundo. No Dul, no… Eso sucede de forma automática desde que
la conociste, así que déjate de gilipolleces. ¿Qué estará pensando?
─¿Tienes miedo? ─Me preguntó, aunque me costó escucharla debido al ruido del helicóptero.
─¿Miedo? Me siento como si me estuvieran llevando directa a la guillotina. Estoy acojonada, má
s bien. Yo no sé cómo me dejé convencer… de verdad… sabía que me iba a arrepentir. Como
te pase algo, Anahí… te mato…
Y ahora resulta que mi pánico, es por si le llega a pasar algo a ella. ¡Genial! Si es que voy de mal
en peor…
Iba a responder algo, pero fuimos interrumpidas por Aarón, que se colocó enfrente de mí.
─No tienen nada que temer ─Aseguró ─Van a ir bien atadas a nosotros y los detalles técnicos,
son cosa nuestra. Ustedes sólo ocúpense de disfrutar el vuelo, porque les aseguramos… que es
una experiencia inigualable.
─De eso no me cabe duda ─Dije yo.
─Vamos a prepararnos ya, estamos llegando.
Los nervios volvieron. Mi estomago de pronto, pareció haberse cerrado y en mi garganta se creó
un nudo que no dejaba pasar aire hacia mis pulmones. No sé a cuanta distancia estamos de la
tierra, no tengo ni idea, pero no quiero saberlo. Me niego a mirar hacia abajo, hasta que no sea
estrictamente necesario.
Aarón se había colocado por detrás y comenzó a abrochar todas las cuerdas de seguridad, que
nos unían a él, a su paracaídas y a mí, como una sola pieza. Cabe decir, que me siento un poco
más protegida si el chico está a mi espalda, pero la idea de que Anahí vaya por su lado y yo por
el mío, sigue haciéndome mantener el pánico.
Observo atentamente, como Erik hace lo mismo con ella, asegurándome de que cierra con precisió
n cada uno de los cinturones y no se le queda ningún cabo suelto. Cómo si yo entendiera algo de
este tema, claro… Pero no me importa, con que no haya ningún orificio por el que su cuerpo
delgado pueda escapar, me conformo.
Cuando me doy cuenta, está riendo con ternura mientras me mira. Mi extrema concentración al
vigilar su preparación, debe haberle causado gracia.
Anahí asintió, Aarón levantó su dedo pulgar en modo de aprobación y yo… me quedé helada. P
álida… ¿Ellos primero? ¿Encima voy a tener que verla precipitándose al vacío? ¡Joder, esto es
peor que una tortura china! No sé cómo son las torturas chinas, pero sin duda esto es peor que
cualquier tortura.
Los cuatro, nos acercábamos peligrosamente a la puerta, cada pareja en un extremo y Anahí y yo,
una frente a la otra. En mi cara debía poder reflejarse el pánico y mis silenciosos gritos de “¡¡No
saltes!!”
¿Encima tenemos cuenta atrás? Joder, que mi corazón parece querer lanzarse él solito, sin
necesidad de que mi cuerpo lo acompañe.
Estoy tan fuertemente agarrada a un manillar que hay junto a la puerta, que no sé si este chico va
a ser capaz, de conseguir soltarme para saltar.
─¡¡15 segundos!!
¡¡Coño!!! ¡¡Deja de ponerme nerviosa!! ¿15 segundos? ¿Qué mierda son 15 segundos? ¿En
15 segundos no se puede hacer ni decir nada?
Erik y Aarón chocan las palmas de sus manos, de una forma informal como para desearse suerte.
Seguidamente, el instructor pretende hacer lo mismo conmigo, aunque más que un choque resultó
una caricia, de lo zombi que me encuentro, y Aarón hizo lo propio con Anahí. Su respuesta fue
mejor, parece estar eufórica, emocionada, lo veo en sus ojos… Un cruce de saludos antes del gran
salto.
Se supone que ella y yo debíamos hacer lo mismo, chocar nuestras manos, o algo por el estilo. De
hecho… era nuestro turno. Pero me siento absolutamente incapaz, de hacer otra cosa que no sea
mirarla y seguir tratando de suplicarle en silencio que no salte, que se arrepienta y espere conmigo
tranquilamente, en el helicóptero, mientras estos dos locos se suicidan. Pero eso no va a suceder…
el tiempo pasa… y el momento de verla lanzarse del helicóptero se aproxima, logrando que mi
cuerpo y mi cerebro, se encuentren cada vez más congelados… Apenas quedan unos segundos.
Hago un intento de negación con la cabeza, esperando que lo entienda como una súplica… “No te
vayas” “No me dejes aquí” “Llévame contigo”…
Pero ella… simplemente sonríe con ternura, se acerca… agarra con decisión mis mejillas y… ¡
pum!… me besa.
Sí… leyeron bien… los latidos acelerados de su corazón, son tan lógicos como los míos.
Aunque a decir verdad, el mío se detuvo súbitamente en cuanto sentí sus labios en mi boca.
Fue simplemente una unión rápida, potente, decidida… Algo que no fue más allá de un choque
de labios, quizás accidentado… quizás no. Pero lo que sí sé, es que mi respiración se detuvo al
instante y en este momento, deseo con toda mi alma, que el tiempo no transcurra, que sus labios
no se alejen de los míos, que estas milésimas de segundo, sean eternas.
Aarón me da unos pequeños golpes en el hombro, no sé si para darme ánimos en alusión a lo que
acababa de ocurrir, o a lo que está por suceder. Pero tampoco tengo tiempo de preguntar, porque
él mismo, impulsa nuestros cuerpos y también… caemos al vacío.
En cuanto mis pies dejan de pisar el suelo del helicóptero, el potente aire exterior me golpea la
cara a toda velocidad … Veo perfectamente el mar y la tierra debajo de nosotros, nos
aproximamos a ella con una rapidez extraña. Se siente en el cuerpo… Pero la distancia parece no
disminuir… todo se ve muy pequeño… Aarón abre los brazos y las piernas, consiguiendo que los
míos también se extiendan… Estoy volando… Dios… estoy volando… Lo siento en cada poro
de mi piel… El cielo está por todas partes, lo huelo… Siento la velocidad en mi cuerpo… Estoy
volando.
De pronto, Anahí aparece frente a mí… Está aquí… conmigo, como siempre. Sonríe… Sonr
ío… Nuestros acompañantes se aproximan, consiguiendo que nosotras estemos más cerca. Erik y
Aarón se agarran las manos y en ese instante vemos la posibilidad de hacer lo mismo… Ella tenía
razón, esto no podía ser más perfecto… Me mira fijamente y soy capaz de distinguir emoción a
través de sus lentes protectoras, la misma emoción que siento yo… Estamos volando… estamos
juntas.
Los instructores comienzan a dar vueltas, y entre los cuatro, parece que dibujamos un gran círculo
en el cielo, mientras continuamos cayendo. Es divertido… impresionante… No sé cuantos
minutos transcurren, si es que llegan a ser minutos… Sólo sé, que todo el miedo de hace un rato,
se desvaneció en cuanto dejé de pisar el helicóptero. Y ahora no quiero que esto termine nunca.
Así somos los seres humanos; vivimos la vida con miedo a despegar los pies del suelo, sin saber
que realmente… somos capaces de volar. Tenemos que arriesgarnos, tenemos que lanzarnos al
vacío para conocer de verdad, el alcance y la fuerza de nuestras propias alas.
Anahí y Erik se separan… permitiendo que el viento los aleje un poco. Y entonces, mientras
observo cómo también ocurre en ellos, siento mi cuerpo ascender unos metros… El paracaídas
ya está abierto… Y ahora, toda la adrenalina anterior, se convierte en una profunda calma. La
rapidez, se transforma en pausa… el vuelo, se va uniendo a un lento descenso, en el que la ciudad,
el mar, las personas, se ven claramente ahí abajo… Me siento libre, fuerte… capaz de lograr
cualquier cosa.
El ser humano, nació sin las alas innatas de un ave, y en su afán por querer volar, fue capaz de
construir un artefacto que lo consiguiera, que le hiciera experimentar la sensación de surcar el
cielo al aire libre, de sentir esa libertad en su piel… Esto, esto que yo estoy viviendo ahora, debió
comenzar simplemente como el sueño de alguien. Quizás, en algún lugar del mundo, un niño o
una niña, miró al cielo un día, observó a los pájaros revolotear y pensó “Yo también quiero
volar”… Ese fue su sueño, en eso se basó su vida… Entonces… ¿Si alguien fue capaz de
construir tal cosa? ¿Qué puede haber para detenernos? ¿Qué sueño puede existir en esta vida,
que no podamos conseguir? Ninguno… Ninguno.
Dicen que el límite, es el cielo… En este instante, yo estoy volando ese cielo y ya existen huellas
humanas en Marte. Así que, yo te aseguro, que los límites, cuando se trata de soñar… no
existen.
5.
...El Despertar...
Día 8.
Sé exactamente las preguntas que todos ustedes deben estarse realizando ahora mismo, “¿Qué
pasó después del beso?” “¿Qué se dijeron?” “¿Qué significó?” “¿Qué sintieron?”
Pues bien, trataré de responderlas lo mejor posible.
-¿Qué pasó después del beso?... Como ya les conté, saltamos del helicóptero y vivimos la
experiencia más impresionante de nuestras vidas. Cuando pisamos tierra firme y nuestros
instructores nos liberaron del paracaídas, lo primero que hicimos ambas, fue correr a abrazarnos
como si no hubiera mañana. Estábamos claramente emocionadas, con nuestros ojos llorosos, eufó
ricas y al mismo tiempo calmadas, con una sensación de paz interior, muy agradable. Estábamos
vivas, a salvo y… juntas. ¿Qué más podía importarme?
-¿Qué nos dijimos?... No demasiado. Del tema que a ustedes les interesa, absolutamente nada.
Ninguna de las dos mencionó lo ocurrido justo antes de saltar. ¿Decepcionadas, verdad? Es
normal. Quizás ustedes esperaban que al aterrizar, corriéramos a cámara lenta, una junto a la otra,
y al encontrarnos, nos detendríamos unos segundos con una amplia sonrisa, justo antes de unir
nuestros labios apasionada y dulcemente, como en una telenovela, y música romántica de fondo,
mientras los chicos aplaudían eufóricos como si estuvieran asistiendo a una boda. Hubiera sido
bonito, sí… Pero lamentablemente, esto no es una novela, sino mi realidad. Una realidad en la
que las cosas no siempre, por no decir nunca, suceden como esperamos.
-¿Qué significó ese beso?... Para ella, no tengo la más mínima idea. No sé si fue fruto del
nerviosismo, de la locura del momento, o quizás en el fondo pensaba que no iba a volver a verme
y fue un regalo “pre-mortem” Quien sabe… cualquier cosa puede pasar. Al fin y al cabo, no fue
un gran beso. Sólo… sólo una unión de labios, simple, inocente, de esas que haces con tus amigas
justo antes de tomarte una fotografía divertida. Aunque en este caso, no había ninguna cámara
esperando disparar su flash. Y para mí… pues para mí significó… no lo sé, les juro que no lo s
é. Lo siento.
-¿Qué sintieron?... En ese momento, lo único que sentí fueron deseos de que el tiempo se
detuviera allí mismo. Y ahora… pues ahora siento pánico. Porque yo no sé ustedes, pero yo no
veo nada normal en el hecho de desear que tu mejor amiga te bese y no pare de besarte nunca. No
lo veo normal… Quizás por eso no me he atrevido a abordar el tema. Creo que prefiero dejar las
cosas como están, si ella no ha dicho nada, será porque fue un error, algo producto de la emoción
del momento. No seré yo quien le dé una importancia que no tiene, aunque por dentro siga murié
ndome del terror.
─¡¡Dul!! ─Exclama mientras agarra mis mejillas para obligarme a alzar la vista.
Ese contacto me hizo volver de golpe al mundo real para descubrirla riendo divertida mientras me
mira. Llevo minutos sentada en la cama, haciéndome y respondiéndome esas preguntas a mí
misma, sin darme cuenta de qué ya había salido de la ducha. Probablemente lleva un largo rato
llamándome y siendo completamente ignorada. Aunque a decir verdad, si llego a saber lo que me
iba a encontrar, habría seguido ignorándola eh… ¡¡Está en ropa interior!! ¿Pero qué le pasa?
Si siempre se viste antes de salir del cuarto de baño. ¿Por qué hoy lo hizo diferente? Vamos, Dul,
la has visto en ropa interior un millón de veces, no dramatices.
Pero… pero… joder, es que tengo su cuerpo casi desnudo a dos centímetros de mi cara… y
gracias a su obligación de hacerme mirar hacia arriba, me encuentro directamente con sus pechos,
cubiertos por un brassier blanco, que los resaltan… no sé… me estoy quedando sin respiración,
aviso.
Me siento como un perrito, uno de esos que acaban de hacer algo malo y esperan pacientemente a
que termines de regañarlos, pero apartan la mirada y vuelven a mirarte, y la apartan… y así
hasta…
─¿Puedes ayudarme a extenderme la crema por la espalda? ─Volvió a preguntar en vista de que
yo no pronunciaba palabra ─Es que hemos tomado demasiado sol y creo que se me va a pelar la
piel. No quiero parecer una serpiente.
¿Es enserio? ¿Pero no se supone que estas cosas incómodas solo ocurren en las películas? Claro,
aquí a mí me pasa lo malo, pero lo bueno no… Eso de correr a cámara lenta con una música
romántica y besarnos después de habernos lanzado en paracaídas, no. A mí me tiene que pasar lo
de verme en la obligación de untarle crema torpemente, mientras mis manos tiemblan sin parar.
Sin dejar que responda, me ofrece el bote de crema y se da la vuelta, haciéndome entender, que m
ás que una petición era una orden. O vamos, que sabe exactamente que no me voy a negar. Me
pongo en pie rápidamente, pues ya se imaginarán qué parte de su cuerpo quedó justamente frente
a mi cara, al darse la vuelta… Y como pienso que no es nada sano, tener el trasero casi desnudo
de mi mejor amiga frente a mis narices, me levanté lo más rápido que pude. Aunque no les voy a
decir que su espalda descubierta sea mucho menos peligroso…
Aparta su propio pelo hacia un lado, permitiéndome un mayor espacio. Y el olor a recién lavado,
me impregna completamente, es adictivo… se los juro. Esto no me puede estar pasando a mí.
Pongo un poco de crema en la yema de mis dedos y sintiendo como estos tiemblan, igual que una
gelatina, los aproximo a su piel. En el momento exacto en el que la rozo, su cuerpo parece
contraerse. La crema debe estar fría, así que es mejor terminar cuanto antes. Trato de extenderla
por toda su espalda, con un ligero toque de mis dedos. Apenas la rozo, no quiero arriesgarme…
Pero justo cuando yo creía estar acabando, se vuelve a dar la vuelta y me mira con el ceño
fruncido, como si quisiera matarme. Yo, aún con el bote de crema en la mano, la observo con cara
de susto… ¿Qué hice? Si… si… si apenas te estoy rozando, no puede ser que me hayas
descubierto…
─Yo creo que deben estar poniéndole algún tipo de alcohol a tu café de las mañanas, porque ú
ltimamente tienes un comportamiento muy extraño.
La miré alzando una ceja con indignación. ¡¿Extraño?! ¡¿Extraño?! Extraño es darle un beso a
tu mejor amiga y no volver a mencionar el tema después. Eso es lo extraño. ¡Que me estás
volviendo loca, Anahí! Más de lo que ya estaba… Eso no se lo dije, claro.
─¿Vas a ponerme bien la crema? ─Volvió a hablar ─¿O me obligarás a salir ahí fuera y
pedirle amablemente a algún turista joven y guapo, que lo haga? Porque seguro que le pone más
entusiasmo que tú.
Esta vez, en vez de alzar la ceja, fruncí el ceño. Indignada y repentinamente celosa. ¿Pero que se
ha creído? ¿Quiere que le ponga crema? ¡Pues le pongo crema!
No me hizo falta decir nada para que volviera a darse la vuelta. Mi mirada asesina fue suficiente,
aunque antes de hacerlo, sonrió, sabiendo perfectamente que había ganado la partida.
Como mismo había hecho antes, volví a poner un poco de ese gel hidratante en mis manos y esta
vez, sin ningún tipo de reparo, toqué su espalda. Ella se estremeció una vez más, pero ahora no
me dejé invadir por el miedo. Comencé a masajear su piel… Empezando por los hombros, con
decisión y delicadeza a la vez, procurando que ni un solo centímetro, quedara libre de gel
hidratante… Avancé hasta su cuello, el cual inclinó hacia la izquierda para permitirme una
mejor maniobra… Ahora sí que no se queja, claro. Es más, me atrevería a decir, que su respiraci
ón se está acelerando… Pero mi concentración es demasiado potente para dejarme invadir por el
miedo otra vez. De hecho… me estoy poniendo enferma… O ella tiene razón y le están poniendo
alcohol a mi café del desayuno, o este momento se está volviendo un tanto erótico. Estoy
haciendo un esfuerzo sobrehumano para no llevar mis labios hacia su cuello… De verdad, esto no
me puede estar pasando a mí.
A riesgo de dejarme llevar por mis instintos, prefiero abandonar esa parte de su cuerpo y continuar
descendiendo por su espalda… Es perfecta, ¿saben? Nunca la había analizado con tanto detalle.
Bajo con mis dedos, siguiendo el camino de su columna, despacio…ejerciendo una ligera presión
con mi pulgar. Dejo atrás el broche de su “brassier”, continuo el descenso… Llego hasta su zona
lumbar y utilizo las dos manos para masajear esa parte tan peligrosa…
Esa línea que limita el final de su espalda, marcado por el borde de su ropa interior… Durante
todo el camino, mis ojos acompañan a mis manos… Aumento un poco la presión en la zona en
la que aún me encuentro, pues es un lugar donde se acumula gran parte de la tensión muscular. Aú
n no sé en qué momento, olvidé que el objetivo de todo esto, era simplemente untarle crema,
pero no importa, creo que mis manos serían incapaces de abandonar la tarea ahora.
Vuelvo a subir… Esta vez, mientras los pulgares de ambas manos, presionan el centro de su
espalda, el resto de dedos acaricia sus laterales de una forma sutil, apenas con la yema y parte de
las uñas, como si en una pluma se hubieran convertido. Mientras continúo ascendiendo, noto có
mo su piel se eriza a medida que siente ese gesto tan delicado… Mi corazón está latiendo a mil
por hora y aún así, nada es capaz de detenerme. Vuelvo a dejar atrás el broche de su “brassier” y
llego hasta sus omóplatos, tan firmes y marcados que me hacen, por primera vez en todo el
recorrido, recordar que respiro y me veo en la obligación de expulsar el aire, que a saber cuánto
tiempo lleva contenido. Me dedico a ellos durante algunos segundos, presionándolos suavemente,
desenredando cualquier nudo interno que pudiera tener… Vuelvo a ascender hacia su nuca…
Introduzco con delicadeza, parte de mis dedos, en el principio de su cabello… está húmedo aún.
Subo y bajo unas cuantas veces, intentando que mis dedos no se enreden demasiado para o hacerle
daño… Y ahí finalizo. Saco las manos de su pelo y me detengo a observarla, creyendo que de
esta forma, los latidos de mi corazón van a disminuir o su respiración va a volver a la normalidad.
Pero ninguna de las dos cosas sucede… Puedo ver que sus ojos continúan cerrados, aunque no sé
en qué momento exacto, decidió cerrarlos. Siento como si su piel me estuviera llamando a gritos,
como si tuviera un imán que me impide dejar de tocarla, es más, que me atrae magnéticamente a
besarla, a recorrer cada centímetro con mis labios. Pero no puedo… no debo… Suspiro y me
inclino ligeramente, para dejar un pequeño e inocente beso en su cuello. Quizás no haya sido una
buena idea, quizás mis labios ahora sean incapaces de desprenderse… Pero yo soy más fuerte,
cierro los ojos, trago saliva, aprieto mi mandíbula con fuerza y me aparto definitivamente de su
piel.
Ella no se voltea al instante. Quizás no se dio cuenta inmediatamente de que había terminado, o
de que por nuestro bien, había decidido terminar. O quizás se estaba permitiendo a si misma unos
instantes de relajación. Relajación que para mí es imposible.
Finalmente se da la vuelta y nuestras miradas se encuentran sin saber qué decir. Me observa
fijamente, sin expresar absolutamente nada. Quisiera saber qué está pasando por su mente… Se
me fue de las manos. Definitivamente, me dejé llevar demasiado. Transcurren segundos que a mí
me parecen minutos.
─Nunca me habías contado que tuvieras unas manos tan… buenas ─Sonrió.
─Y eso que aún no te han hecho todo lo que saben hacer ─Respondí con chulería.
¡Mierda!
¡Es que no se te pueden dar alas, Dulce! Porque enseguida despegas los pies del suelo. Lo peor no
es lo atrevido e insinuante del comentario. Lo peor, es ese pequeño detalle de “AÚN”, esa
pequeña palabra, adverbio de tiempo, que indica claramente mi disposición a hacerlo en algún
momento.
No creo que el color de mis mejillas me hagan parecer un tomate ahora mismo, sino una
frambuesa.
─So… soy artista ─Le dije ─Mis manos son mi instrumento de trabajo. Así que… así
que… me refería a dibujarte, cocinarte… hay muchas cosas que se pueden hacer con las manos.
De hecho, para todo necesitamos las manos. No… no… yo… ¡Eres una mal pensada! ─Finalic
é indignada.
Fruncí el ceño. Está jugando conmigo… Se está riendo de mí, en mi propia cara. Pero… ¿Qu
é se ha creído?
Con un rápido movimiento, llevé mis manos hacia su estómago y pillándola absolutamente
desprevenida, comencé a hacerle cosquillas.
Aumenté la tortura entre risas y ella decidió intentar vengarse, contraatacando. De un momento a
otro, nos habíamos convertido en dos niñas pequeñas, que luchaban por ver quién era más fuerte
y reían sin parar.
─Me parece que a la que pusieron alcohol en el chocolate fue a ti. Porque te noto un poquito…
provocadora esta mañana.
─No sufras…
Y sin decir nada más, sonriendo de una forma irritable, me lanzó una toalla a la cara y volvió a
desaparecer en el cuarto de baño.
No pude hacer más que dar de cabeza, mientras descubría la estúpida sonrisa que también a mí,
se me había quedado dibujada.
◊◊
Algunos minutos más tarde, estábamos corriendo una vez más por la playa, en dirección a la
cabaña de Aarón. Ayer, después de saltar, el chico nos había pedido que nos pasáramos hoy, pues
según él, quería que conociéramos alguien y que viéramos algo. “Nos salió misterioso el
muchacho”, me dijo Anahí cuando volvimos al hotel.
Así que, un día más, llegamos al final de la playa, pero esta vez, nos sorprendimos al ver a un
grupo enorme de niños, sentados sobre la arena, y aparentemente, muy atentos a algo. Ambas nos
miramos sorprendidas y nos quedamos unos minutos observando tratando de averiguar lo que
estaban haciendo. Pero lo único que descubrimos es que una chica, estaba frente a ellos, dándoles
una clase de algo.
Nos giramos y encontramos al chico llegando hasta nosotras, con su resplandeciente sonrisa.
Tantas horas trabajando al sol, habían conseguido que Aarón pudiera perfectamente postular
como actor para un anuncio de dentrifico.
─Creo que incluso queremos más ─Le respondió Anahí, recibiendo una mirada de asombro
por mi parte.
─Pues están en el lugar perfecto para vivir experiencias únicas, se los advierto. Quizás de
diferente tipo… pero igual de emocionantes.
─Creo que no me voy a ir de aquí sin que me obliguen a hacer “puenting” ─Dije asustada.
─Nada de “puenting” ─Aseguró ─Pero si alguno de estos días les apetece ver algo realmente
bonito, no pueden marcharse sin ver el mar.
─Estamos viendo el mar ─Volví a intervenir confundida, señalando la gran cantidad de océano
que teníamos enfrente.
─El fondo del mar ─Corrigió ─Mi padre organiza pequeñas clases de buceo. Así que, si se
animan, avísennos. Estoy seguro de que les encantará… allá abajo todo tiene mucha magia.
¿Buceo? La verdad es que nunca se me había pasado por la cabeza. Pero… suena bien. Y a Any
parece que también le entusiasmo la idea, puedo verlo en su rostro de niña ilusionada.
─¿Eso es lo que querías enseñarnos? ─Le preguntó, haciendo referencia al motivo por el cual
nos pidió que viniéramos.
─No… De hecho… ─Y en ese momento, la muchacha que hasta hace unos minutos estaba con
aquel grupo de niños, llegó hasta nosotros y Aarón paso el brazo por sus hombros ─Quería
presentarles a Gabriella. Gaby, ellas son Anahí y Dulce, las chicas que te comenté.
La muchacha nos sonrió ampliamente, mostrando su también sonrisa de anuncio. Es muy bonita;
cabello oscuro, piel morena, sonrisa resplandeciente, ojos claros. No llegan a ser verdes, pero
tienen un tono café que va muy acorde con su piel. De hecho, ahora que lo analizo, ella y Aarón
son muy parecidos físicamente, quizás sean hermanos. Pero… no lo sé, él no la miraba como a
una hermana… más bien creo que se le cae la baba por ella. Entonces será su novia.
Mire al chico con cara de querer matarlo. Esta mujer debió pensar que soy una cobarde sin
siquiera conocerme.
─No me mires así ─Se defendió encogiéndose de hombros ─Gaby es mi mejor amiga. No
tengo secretos con ella.
¿Tu mejor amiga? Pues chico, creo que estás hasta las trancas por tu mejor amiga.
─Bueno, el caso es que les pedí que vinieran, aparte de presentarles a Gaby, para que vieran su
labor porque sé que les va a gustar. En especial a ti, Anahí, ya que me habías comentado que
diseñabas complementos o algo por estilo ¿No?
─¿Estudias diseño? ─Le preguntó Gaby emocionada.
─En realidad estudio arquitectura. Lo del diseño es sólo un hobby…
─Es su pasión ─Corregí yo ─Y aunque en la universidad estudie arquitectura, se ha
encargado de aprender todo acerca del diseño. Hace cosas realmente increíbles.
Ella me miró, con cierta sorpresa y timidez. Nunca suelo hablar así delante de la gente, pero la
verdad es que me siento muy orgullosa de lo que hace. Aunque jamás se lo haya dicho.
Anahí, al contrario que yo, se vio en la obligación de estudiar una carrera, que como a muchos jó
venes les sucede, estaba lejos de ser su sueño. Nunca tuvo otra opción. O sí la tuvo, pero en una
edad complicada, se vio presionada por su familia para estudiar algo “con futuro”. Y eso, que la
carrera se la está costeando ella con el sudor de su frente. Porque su madre apenas paga la mitad
de los gastos. Es cierto que le gusta la arquitectura, sí… y que con el paso de los años, ha
conseguido amar esa profesión y darle un toque muy suyo a cada uno de los diseños de edificios.
Pero lo que realmente le apasiona, es diseñar complementos. De todo tipo, colores y materiales…
Los imagina en su mente, los dibuja y luego se busca la vida para crearlos en la realidad.
Cuando éramos pequeñas y ella apenas comenzaba con todo esto, me pedía a mí que realizara
los dibujos de lo que su mente imaginaba. Y aunque les suene extraño, lo conseguíamos. Era tal la
complicidad, que simplemente tenía que contarme una idea, con esos ojos brillantes lleno de ilusi
ón que yo admiraba, para que en el acto, lo plasmara sobre un papel, llenándome de orgullo al
sentir que eso es exactamente lo que ella quería.
Después de un tiempo, aunque a veces sigue contando conmigo cuando es algo muy loco, consegu
í enseñarle algunas técnicas, para que ella sola pudiera llevar a cabo sus ideas. Y lo logró.
─¡Pues entonces esto te va a encantar! ─Afirmó la chica que parecía feliz ─Una vez por
semana, realizamos un taller de artesanía con algún colegio de la zona. Yo sí estudié diseño,
porque desde que éramos unos críos, Aarón y yo nos aficionamos a recolectar caracolas y piedras
de la playa, con las que luego creábamos todo tipo de collares, pulseras o pendientes. Quise
especializarme en ello y por eso escogí la carrera, pero la verdad es que siempre quise trabajar
con niños, así que un día, el guapo aquí presente ─Señaló a su amigo, que sonrío e incluso se
sonrojó ─me dio la idea de compaginar ambas cosas. Y así surgió el taller. Les enseño a crear
pulseras o collares, que luego serán suyos.
─¡Wou! ¡Suena increíble! ─Exclamó Anahí realmente emocionada.
La verdad es que incluso yo, me había emocionado. Debe ser muy bonito dedicarse a eso…
Me sonrió… hasta el punto en el casi me derrito allí mismo. Me gusta verla ilusionada, me gusta
verla soñar.
─Gracias… ─Susurró, dándome un suave beso en la mejilla, que me dejó aún más derretida.
─¿Entonces vamos? ─Preguntó Gaby, y al ver como esta asentía, se encaminaron hacia ese
grupo de niños, que emocionados trabajaban con sus caracolas.
Permanecí observándolas durante unos instantes, recreándome con la imagen de una Anahí
absolutamente emocionada, saludando a cada pequeño y siendo recibida por ellos con gran ilusió
n.
─No es fácil… ─Comentó la voz que estaba a mi lado, la cual casi había olvidado.
Me debí quedar pálida en ese instante, no tanto por la sorpresa, sino por lo fuerte que sonaban
esas palabras dichas en otra persona.
─Yo no…
─Tranquila ─Interrumpió ─No tienes que admitirlo. Sé que no es fácil…
Volví a dirigir la vista hacia ellas. Gabriella estaba mostrándole todo el material a Anahí y
aparentemente, contándole cómo lo trabaja. Parecen muy emocionadas. Suspiré.
Asentí, analizando sus palabras y volví a mirarlas. Creo que por primera vez, estoy empezando a
dejar de sentirme culpable por algo que no puedo controlar. Y casi me pierdo en ellas y en mis
pensamientos, cuando el chico volvió a hablar.
─No debes culparte… ─Me dijo ─No tiene nada de ilógico o descabellado enamorarte de tu
mejor amiga. Al fin y al cabo, es la persona que mejor te conoce y a la que más conoces…
─Quizás no sea ilógico, ni descabellado… pero es una putada. De un día para otro, sientes
peligrar lo único que le da sentido a tu vida. Además como sabes que… que es… ya sabes…
─¿Amor? ─Preguntó.
─Sí…
─Ni siquiera eres capaz de decirlo y eso es porque lo sabes, tarde o temprano tendrás que
aceptarlo.
─No lo sé Aarón, no lo sé… Porque en el momento en el que acepte tal cosa. Cuando lo asuma
y me lo asegure a mí misma, ya no habrá vuelta atrás… ya nada será igual. Y me aterroriza que
nada vuelva a ser igual.
─¿Y nunca te has parado a pensar, que quizás pueda ser mejor?
Fruncí el ceño, no sé bien lo que quiso decir, pero tampoco pude detenerme demasiado tiempo a
pensarlo, pues cuando quise darme cuenta, Anahí llegó como un torbellino de ilusión a
mostrarme los objetos que Gaby hacía, preciosos, por cierto, y casi sin darme cuenta, me vi
sumida entre la multitud de alegres enanos, con los que disfrutamos del resto del día.
Día 9.
Desciendo la vista hacia mi dedo índice, donde cuidadosamente posada, se encuentra mi lente de
contacto derecha, esperando ser colocada en mi ojo. Son una tortura ¿Saben? Una auténtica
pesadilla. No sé si alguno/a de ustedes utiliza lentes de contacto, pero de ser así, seguramente ser
án de las comunes, blandas y cómodas, apenas notables. Al contrario que las mías, rígidas y de lo
más incómodo que pueda existir. Suelo tardar aproximadamente quince minutos en adaptarme a
ellas, depende del humor que tengan mis ojos ese día. Sí, hablo de mis ojos como si tuvieran
capacidad de decisión. A veces pienso que realmente van por libre y son unos rebeldes, mientras m
ás me empeño en que acepten una cosa, con mayor motivo la rechazan. Pues eso ocurre con estas
odiosas lentes de contacto. Cuando consigo colocarlas, lloran, pican e incluso patalearían si
tuvieran piernas. Eso por no hablar de la maldita manía que tienen de dejarme en ridículo.
Cuando estoy en algún lugar, con ellas puestas y de pronto, por el motivo que sea, me pongo
nerviosa, mi presión ocular se altera y todo se me vuelve borroso. Me he llegado a sentir estúpida,
estando en clase, frente a mi lienzo, notar la presencia de la maestra a mi espalda, observando mi
creación y de pronto ser incapaz de continuar porque la vista se me nubla. Y eso es sólo un
ejemplo. Me ocurre en muchas ocasiones, incluso con Anahí. Y por algún motivo, en las noches
es peor.
Y ustedes se preguntarán ¿Y por qué utilizas semejante artilugio de tortura? Pues porque no me
queda otro remedio. Es parte de mi tratamiento. O al menos lo era hasta que supe que me iban a
operar. He tenido que usarlas durante todo el último año, para que regularan mi defecto corneal,
pero como pueden apreciar, además de joderme la existencia, no hicieron nada más. Así que,
mientras hacía toda esta reflexión, acabo de decidir, que esta noche no hay tortura. Total, las
utilice o no, dentro de cinco días estaré en un quirófano.
La miro a través del espejo que hay sobre la cómoda de la habitación, en el cual me encuentro.
Ella acaba de salir del baño. Llevaba como una hora arreglándose, pero está preciosa. Sencilla,
pero hermosa… Decidió ponerse esta noche su camiseta celeste, esa que tiene un precioso escote
en la espalda y que siempre le ha quedado alucinante, no sólo porque resalta el color de sus ojos,
sino porque las camisas y vestidos con escote en la espalda, se le ven espectacular. Y hoy, con el
bronceado que ha adquirido su piel en estos días, creo que se ve incluso mejor, si era posible.
Unos sencillos, pero ajustados jeans la acompañan. Y su pelo… decidió dejarlo caer de una
forma natural, sin utilizar plancha, secador, ni absolutamente nada. Lo tiene algo más claro que
cuando llegamos, el sol consiguió que sus puntas se volvieran más doradas y creó unos bonitos
efectos en la parte superior. De hecho, no sé por qué, hoy tiene un estilo medio “surfera”, que le
queda bastante bien. Incentivado por la cantidad de pulseras que hicimos durante el día de ayer.
En definitiva y como adelanté antes de contar tanto detalle… está preciosa.
─¿En serio no te parece mal? ─Pregunté volviendo al tema, para disimular mi momento de aná
lisis ─¿Ni me vas a regañar?
─Sé perfectamente lo que sufres con esas cosas y si algo me parece mal, es que sufras. Además
no hicieron su trabajo cuando debían, así que por mí, pueden quedarse ahí dentro hasta que
caduquen.
─Esa misma reflexión fue la que me llevó a guardarlas ─Sonreí y me volteé, cruzándome de
brazos. ─Y cuéntame, ¿A qué se debe que se haya puesto usted tan bonita? ¿Cuántos
corazones te propusiste romper esta noche?
Sí, esa es mi sutil forma de decirle, que me parece que está preciosa.
─Si estoy normal ─Me dijo encogiéndose de hombros ─Me has visto esta ropa mil veces y el
pelo… creo que jamás lo había llevado tan natural.
─Pues entonces debe haber algo en este ambiente que te sienta bien… Porque te ves preciosa.
─Lo solté ─Y… eso es algo que no entiendo. Llevas una hora metida en el baño y no te hiciste
nada en el pelo. ¿Qué demonios hacías?
─Pensar en cómo peinarme. Pero nada me parecía razonable… Y creo que tomé la mejor decisi
ón, porque así de sencilla estoy muy cómoda.
Asentí de acuerdo.
─Entonces ya está todo listo, ¿no? ─Le pregunté mientras comenzaba a caminar.
─Tú también estás preciosa.
Me detuve y… me puse nerviosa, pero tenía que impedir que se notara.
Sonreí satisfecha e ignorando su comentario, pasé mi bazo por su hombro, para dirigirla hacia la
puerta
─¿Entonces qué? ¿Lista para ver como se divierten por estos lugares?
─Completamente ─Respondió con una sonrisa.
Abandonamos la habitación y nos dirigimos andando hacia el lugar que Aarón nos había indicado.
La verdad, es que desde que llegamos, el coche no se ha movido del estacionamiento. Aquí no
nos ha hecho falta, a todas partes vamos caminando, disfrutando del clima, del paisaje y de un
agradable paseo. Cómo el de esta noche, en la que la temperatura es ideal.
Apenas tardamos diez minutos en llegar al local. Un pequeño bar, en el que ni siquiera había
personal de seguridad, con un nombre que a ambas nos llamó la atención en cuanto Aarón lo
pronunció y nos entusiasma aún más ahora, al tenerlo enfrente; “El Hada Del Mar”. Decidimos
entrar sin más dilación y lo primero que escuchamos al atravesar la puerta, es la canción que oí
mos en la furgoneta de Aarón. Nos miramos y sonreímos.
El lugar no es demasiado grande, a diferencia de las discotecas de la ciudad. De hecho, creo que
no es ni siquiera una discoteca, sino un pequeño pero acogedor lugar de encuentro, en el que las
personas que parecían frecuentarlo, son también parecidas entre sí. Al menos físicamente
hablando, en cuanto a ropa y estilo.
─¡Aquí están! ─Exclamó la voz de Gabriella, que sin darnos tiempo a reaccionar, se colocó
en medio de ambas, pasando sus brazos por nuestros hombros y haciendo un gesto con la botella
de cerveza que traía en cada una de sus manos, invitándonos a cogerlas ─Sabía que estarían a
punto de llegar, así que me permití el lujo de pedirles dos cervezas bien frías para comenzar la
noche.
─Eres una buena anfitriona ─Le aseguré bebiendo el primer sorbo de mi cerveza.
─¿Les gusta el lugar? ─Nos preguntó.
─Si ─Afirmó Anahí ─Parece bastante tranquilo ¿No? Como… sano.
─Mucho. No sé si Aarón les contó que aquí es donde siempre nos reunimos. Por los
alrededores hay grandes y famosas discotecas, pero ya saben… al ser un lugar turístico, está
repleto de jóvenes extranjeros que solo quieren locura, música que después de dos minutos te
machaca el cerebro y vete a saber qué otras cosas. En cambio aquí, tenemos la música que
queremos y estamos entre amigos. ─Comenzó a dirigirnos hacia el lugar dónde estaban todos
─¿Salen de fiesta muy a menudo?
─Digamos que somos más de reuniones caseras… ─Continuó explicándole ─La mayoría de
las discotecas de la ciudad, son como las que acabas de describir. Así que no hay mucho donde
elegir y esa edad de machaque cerebral ya la dejamos atrás.
─Sí, definitivamente son etapas… Nos estamos haciendo mayores ─Bufó con una sonrisa.
─No le digas eso, que la traumas ─Intervine yo, casi a modo de súplica ─Y en su próximo
cumpleaños, me obligará a sacarla a rastras de la cama.
Gaby la miró, esperando una respuesta, una queja o algo. Sin embargo…
Las tres llegamos riendo al lugar dónde se encontraba Aarón con sus amigos.
Efectivamente, obedecimos. Le cedí el paso a Anahí, por lo que quedó sentada justo al lado del
chico que nos acababan de presentar, a continuación me senté yo y justo enfrente, habían
quedado Aarón y Gaby. El lugar era una especie de sillón en semicírculo, con una pequeña mesa
en el centro, en la que estaban todas las bebidas.
Me resulta curioso un hecho… ¿Aquí no hay nadie feo? ¿Acaso vivir al lado del mar te hace ser
más guapo o guapa? Porque no es normal… No es lógico que todos los amigos y amigas de Aaró
n, sean atractivos. Y lo digo especialmente por los que nos acaban de presentar. La chica, Lucía,
es muy bonita… No tanto cómo Gaby, que quizás es más llamativa, pero tiene una cara angelical
muy linda. Y el muchacho, Alex, parecía el típico actor australiano, rubio, pelo medio rizado,
ojos azules, cuerpo de deportista, sonrisa blanca como la nieve. Si hasta parece la versión
masculina de Anahí… Bueno, ella es infinitamente más guapa, está claro. Pero… de hecho…
en este momento, al verlos hablar animadamente de quien sabe qué cosas, incluso… pegan… el
uno con el otro…
Cualquiera que los vea desde fuera pensará “Que pareja tan bonita hacen”. Pero no, no son
pareja… De pronto, comienza a sonar una canción que dijo algo así como: “No importa que
llueva, si estás cerca de mí, naraná narána”
─¡Esta la tenemos que bailar todos juntos! ─Exclamó consiguiendo que sus amigos se
levantaran animados.
Parecían conocerla.
Yo, como soy un poco más lenta de lo habitual, no reaccioné tan rápido, por lo que Anahí se
levantó antes y me agarró la mano para llevarme al centro de la pista. La cerveza ya estaba
subiendo a mi cabeza. Por lo poco que pude escuchar de las voces con esa primera frase y el estilo
de la música, parece ser el mismo grupo del que Aarón nos había hablado.
Todos empezaron a bailar juntos, formando casi un círculo. Pero para mi sorpresa, Anahí se llev
ó la botella de cerveza a los labios, simulando un micrófono y mirándome fijamente, comenzó a
cantar:
Puso su gesto de superioridad. Ese que en este momento lo único que consigue es derretirme…
Pero… ¿Cuándo había escuchado ella esta canción?
Pero no ves que lo que de doy, es todo lo que sé, ─Extendió los brazos hacia los lados ─Es
todo lo que soy… Y ahora mira, niña… ¡Escúchame!
Todos comenzaron a saltar y cantar el coro, muy alegres. Y yo, aún alucinando, simplemente bailo
y me río mientras la veo a ella, llevando a cabo su improvisado concierto.
Me señaló con el dedo, como si estuviera acusándome de un delito, del que pienso declararme
culpable.
Ahora comenzó una estrofa que parecía no saberse del todo bien, porque entre risas, simplemente
cantaba palabras sueltas y eso me hacía reír aún más. Es una payasa, no tiene sentido del ridículo,
pero lo que si tiene, es un mágico poder para hacer que olvide el resto del mundo, cuando la tengo
a ella enfrente.
Se acercó a mí, pegando su espalda a mi pecho, agarró mi mano izquierda, la que tenía libre de
cerveza y la colocó sobre su cintura para continuar cantándome, mientras nos movíamos
sincronizadas a un lado y a otro.
Volvió a darse la vuelta, pero esta vez sin soltar mi mano y sin perder el ritmo, continuamos
bailando juntas. Y ella además, volvió a hacerse con el micrófono-cerveza para interpretar la
siguiente estrofa.
Y para este momento, cuando regresó el estribillo, yo ya me había aprendido parte de la letra, por
lo que pude acompañarla
Ahora formamos un círculo de verdad, en el que todos nos unimos como pudimos, pasando los
brazos por los hombros de las dos personas que habían a nuestro lado y continuamos cantando la
canción a coro, riendo y de una forma muy divertida, como si lo hubiéramos hecho toda la vida,
como si fuéramos amigos desde hace años.
Le cedí el paso una vez más, para que se sentara en el mismo lugar de antes.
La noche estaba resultando muy agradable. Siento el efecto de la cerveza, pero no como ebriedad
sino como liberación, cierto grado de inhibición que me mantiene relajada. Este grupo de personas,
nos hacen sentir a gusto, tienen conversaciones interesantes, el lugar, como bien había dicho Gaby,
es bastante tranquilo… la música, animada, de todos los estilos y como siempre, tenerla a ella a
mi lado, conseguía que cualquier experiencia buena, pasara a ser perfecta.
─¿Anahí, quieres bailar? ─Escuché como preguntaba una voz, desde algún lugar a mi
izquierda.
─Claro ─Respondió ella con simpatía. Esa simpatía que la caracteriza.
Aunque creo que esta vez, las cervezas la tenían un poco más “alegre” de lo normal. Me miró
un momento antes de levantarse y con una sonrisa me dijo: “Ahora vuelvo”.
Yo simplemente asentí, aunque todo mi cuerpo se tensó en cuanto la vi caminando hacia la pista
de la mano de Alex.
Sí, Alex, el chico rubio de ojos azules, que parecía haber sido sacado de una playa australiana o
de una película americana. Ese, con el que haría una pareja ideal, de esas a las que todo el mundo
voltearía a ver, porque llamarían la atención por guapos. Ese… ese que no le ha quitado la vista
de encima en toda la santísima noche, consiguiendo que en este momento, la cerveza suba y baje
como si tuviera una centrifugadora en mi estomago. Ese mismo.
Bailan con complicidad, se ríen y hacen bromas como si se conocieran desde antes de esta noche.
Él le dice cosas al oído que la hacen reír, mientras yo me pongo cada vez más enferma… Se
pega cada vez más a ella… agarra su cintura, la atrae hacia él como si fuera una presa que no
puede escapársele bajo ningún concepto. No sé qué demonios hago mirando la escena, porque
mi mandíbula se encuentra cada vez más apretada, pero soy incapaz de apartar la vista. Una parte
de mí, quiere ver lo que va a ocurrir, quiere saber lo que provoca en mí ahora, ver a un chico tan
cerca de ella… Saber, si como siempre, soy capaz de soportarlo… Porque de no ser así… si…
entonces Aarón tendría razón… y yo…
¡No…! La besa… Ese idiota se atrevió a unir sus labios y la está besando, mientras mi corazón
se encoge como si una mano lo tuviera prisionero a puño cerrado. Pero lo que es peor… lo que
termina de romperme por dentro, es que ella le responde. No sólo no se aparta, sino que al sentir
los labios de ese hombre sobre los suyos, le rodea el cuello… permite que la bese y lo besa… Es
entonces, cuando mis ojos se cristalizan y ya ni siquiera puedo verla. La vista se me vuelve
borrosa… Aparto la mirada, esperando que no sea demasiado tarde y nadie se haya dado cuenta
de mi reacción, pero en medio de las gotas que empeñan mis ojos, veo a Aarón, frente a mí, mirá
ndome fijamente.
No dice nada… Gaby está a su lado, y sé que también me mira… No sé si ella se haya dado
cuenta de algo. Pero él, desde luego, y en este momento debe estar pensando que tenía razón en
todo lo que me dijo ayer… No puedo soportarlo.
─¿Puedes decirle a Anahí cuando vuelva, que estaba cansada y regresé al hotel? ─Le pregunto
levantándome.
─¿Quieres que te acompañe?
─No… no es necesario. Sólo dile eso, por favor. Y que no se preocupe, que termine la noche aqu
í con ustedes. No la dejes que me vaya a buscar.
─No creo que pueda impedírselo si es lo que quiere, Dulce…
─Convéncela Aarón, por favor. Ella se lo está pasando bien y yo necesito estar sola… Asegúrale
que no me pasa nada.
─Está bien, como quieras… Pero… ya sabes lo que te dije ayer, tarde o temprano… explotará
s.
─Quizás… Pero no será está noche ─Finalicé ─Gracias por todo.
Lo miré a él, miré a Gaby, que me observaba con tristeza, con empatía. Me sonrío y me march
é, aunque antes de salir volví a mirar hacia la pista, de una forma muy masoquista, para darme
cuenta de que ellos seguían ahí, ajenos al mundo, besándose como dos enamorados.
Las lágrimas ya no pudieron se contenidas durante más tiempo y me acompañaron en todo el
camino hacia el hotel.
Además, el hecho de ser el mismo camino que había recorrido con ella al principio de la noche,
no ayudaba demasiado…
Llegué a la habitación y sin ganas siquiera de quitarme la ropa, me metí en la cama, deshacié
ndome únicamente de los zapatos. Llevé las sábanas hasta mi cuello y abracé la almohada como
si la vida se me fuera en ello.
En este momento, ni siquiera soy capaz de averiguar qué es lo que más me duele. ¿El hecho de
haberla visto besando a otro? Dios… en 13 años de amistad, he sido testigo de ello en
innumerables ocasiones. ¿Por qué reaccioné así hoy? ¿Por qué me pasé toda la noche
pendiente de cada palabra que él le decía, de cada mirada? ¿Por qué me dolió tanto, si al fin y
al cabo, me lo estaba imaginando? ¿Qué esperabas, Dulce? ¿Que fuera diferente? ¿Que algo
hubiera cambiado para ella en estos días? ¡Joder! Es tu amiga desde que tienes 12 años. ¿Cómo
se te puede para por la cabeza, que unos días, por muy maravillosos que hayan sido, puedan
cambiar todo de repente? ¿Creías que iba a frenar a ese tipo en su intento de besarla, sólo porque
tú estabas delante?
Pues sí… en el fondo lo creía y quizás, en parte por eso estoy así. Aunque lo peor no es eso…
lo peor no es lo que yo esperaba de ella. Lo peor es lo que esperaba de mí misma… Esperaba
que todo eso que me ha estado sucediendo, no hubiera sido más que una confusión, producto de la
sensibilidad por el momento y el agradecimiento por su apoyo incondicional y por todo lo que ha
hecho por mí… Pero esta noche, al verla entre sus brazos… besándolo, mi estómago sintió un
nudo insoportable… Sentí dolor… Dolor real… Ya no tengo escapatoria. Todo lo que temí
que pasara, está sucediendo… no sé en qué momento, ni por qué motivo pero… Aarón tiene
razón… estoy…
Escucho la puerta abrirse y mi cuerpo se pone en tensión, mientras mi corazón se acelera de una
forma descomunal… Es ella…
Cierra la puerta y se aproxima a la cama. Le estoy dando la espalda, así que no puedo verla, ni
ella puede saber si estoy o no despierta, pero reconozco perfectamente el sonido de sus pasos.
Al igual que yo, lo único que hace es descalzarse y con ropa, se introduce bajo las sábanas. Se
forma entonces un silencio, en el que no sé si ya se acostó, si se durmió, o qué demonios está
haciendo.
─Sé que no estás dormida ─Susurró después de algunos segundos. ─El sonido de tu respiraci
ón cambia cuando estás durmiendo. Así que a mí no puedes engañarme.
Quise fingir que así era, pero al ver que no respondía, volvió a hablar.
Aparté la mirada unos segundos, dirigiéndola al techo, respiré hondo y me calmé antes de
volver a mirarla.
Eso me dolió. Sí… Me dolió como si alguien hubiera apretujado con fuerza mi corazón. Aunque
se estuviera refiriendo a Alex, no pude evitar darme por aludida en esas palabras… Pero al fin y al
cabo… tiene razón ¿Acaso puedo reprocharle algo? Si nadie mejor que yo la conoce…
─Exactamente Anahí ─Suspiré ─¿Entonces por qué no te quedaste en el bar, disfrutando del
surfero?
─Dul… las cosas no son tan sencillas.
─No…definitivamente, no lo son. Pero insisto, deberías volver allí y seguir con la fiesta…
─Escúchame, ─Pidió agarrando con decisión mi rostro ─Estoy exactamente dónde quiero
estar y con quien quiero estar. No hay que darle más vueltas ¿Ok? Así que deja de pedirme que
me vaya, por favor…
Suspiré resignada. Sabía perfectamente que no se iba a dar por vencida. Aunque seamos
sinceros… ¿Quiero realmente que se dé por vencida y se vaya?
Quise darme la vuelta para intentar dormir, pero me lo impidió volviendo a hablar.
Su intención era que me diera definitivamente la vuelta, para quedar frente a ella. No tenía mucho
ánimo, solo quería dormir. Pero finalmente le hice caso… Me volteé y nuestros rostros quedaron
frente a frente… La miré con tristeza… quería poder decirle tantas cosas. Tantas cosas que aún
no me había dicho ni a mí misma, que las lágrimas, incontroladas, comenzaron a brotar de
nuevo… Ella las detuvo en su huída, con su dedo pulgar y me observó, sin decir una palabra.
─Por favor… no te vayas nunca ─Supliqué sin poder contener la emoción. ─Pase lo que
pase.
¿Qué importancia podían tener ahora mis sentimientos hacia ella? ¿Qué más da, si estoy o no
estoy enamorada? Lo único que temo, lo único de lo que tengo pánico, es de perderla.
─Pase lo que pase… no podría irme. ─Respondió acariciándome con suavidad ─Ni siquiera
si tú te empeñaras en alejarme.
6.
...El Despertar...
Día 10.
Al abrir los ojos, incómoda por la luz del sol, lo primero que veo a un centímetro de distancia, es
el pecho de Anahí, al que me encuentro aferrada. Necesito algunos segundos de tiempo para
asimilar, dónde estoy y enseguida, todos los recuerdos de la noche anterior, regresan a mi mente,
haciéndome recordar por qué estoy en esta posición.
Aún siento sus caricias en mi pelo… Es como si me hubiera quedado dormida apenas un segundo
y al despertar todo siguiera igual, con la diferencia de que ya es de día. Que sensación más
extraña.
Aparto un poco la cabeza de su pecho y asciendo la mirada. La encuentro ahí, con sus ojos azules
completamente abiertos, observándome… ¿Alguna vez han despertado de un bonito sueño, y al
abrir los ojos, han sentido que la imagen con la que se encuentran, es incluso más bonita? ¿Que
esa imagen y esa persona, es la que quisieran observar cada mañana del resto de sus vidas? Pues
eso… es exactamente lo que estoy sintiendo. Honestamente, ni siquiera recuerdo lo que estaba
soñando antes de despertar, pero estoy segura, de que sea lo que sea, no puede superar esta sensaci
ón, de despertar en su abrazo.
Permanezco en silencio un instante, tratando de situarme, antes de hablar.
─¿Cuánto tiempo llevo durmiendo? ─Le pregunté con la voz algo ronca.
─Toda la noche…
─¿Toda la noche? ─Me sorprendí ─¿No he cambiado de posición en toda la noche?
─Sorprendente ¿Verdad? ─Sonrió ─Si al dormir pareces un torbellino…
Tiene razón, siempre he tendido a moverme mucho cuando duermo. Por las mañanas, al despertar,
da la sensación de que mi cama fue asaltada por un huracán. Pero hoy, amanecí exactamente
igual a cuando me quedé dormida. Y ella también…
─¿Y tú? ¿Dormiste? Porque parece como si llevaras toda la noche sin apenas parpadear.
─He parpadeado ─volvió a sonreír ─Pero no creo que haya dormido más de diez minutos.
─¿Por qué? ¿Estabas incómoda? ─Pregunté preocupada ─¿Por qué no me moviste? Debes
tener todo el cuerpo entumecido.
─Estoy bien, Dul… Pero, no he podido conciliar el sueño y… me sentía relajada así, observá
ndote dormir a ti.
─Es una broma ─Sonrió ─No dijiste, ni hiciste nada que no fuera abrazarme y dormir
profundamente.
Qué alivio… por un momento sentí la adrenalina que deben experimentar esas personas que
hablan en sueños, al despertar y no tener certeza de lo que pudieron haber confesado durante la
noche.
En realidad sí. Me encuentro mucho más tranquila y relajada que anoche. Aunque por otra parte,
también me siento como una niña pequeña, que solo encuentra paz bajo su protección. Y eso me
confunde… Sin embargo, asentí.
─Pero… ¿Por qué no pudiste dormir?
Ella dejó escapar una gran bocanada de aire en forma de suspiro y apartó la mirada.
─No lo sé ─Se encogió de hombros volviendo a mirarme ─Tenía la mente muy activa.
─¿Por mi culpa?
─¿Por qué iba a ser tu culpa?
─Te arruiné la fiesta…
─No me arruinaste nada ─Sentenció seriamente ─Regresé porque yo quise.
─Pero si yo no me hubiera ido de esa forma… quizás…
─Dulce ─Interrumpió ─Si tú no te hubieras ido, habríamos estado allí un rato y hubiéramos
regresado después de unos minutos… juntas. Te aseguro que no tenía ni la más mínima intenció
n de irme a ningún otro lado que no fuera a esta habitación, contigo.
De pronto, la imagen de Alex besándola, asaltó mi mente de forma dolorosa. Consiguiendo que
volviera a sentir mi corazón encogido.
Asentí.
Ella suspiró.
─Te noto algo pensativa hoy ─Le dije con miedo. ─Me gustaría saber qué se te ha estado
pasando por la mente durante toda la noche.
─Nada relevante ─Respondió encogiéndose de hombros ─Por momentos simplemente te
observaba… y a veces terminaba haciendo reflexiones filosóficas ─Sonrió ─¿Sabes? Creo que
tenemos una suerte inmensa y no siempre la valoramos…
─¿Suerte? ¿Con respecto a qué?
─Con respecto a nosotras. Estamos vivas, con toda la vida por delante y sobretodo… nos
tenemos la una a la otra. No he podido dejar de sentir, que eso es lo único realmente importante.
Asentí de acuerdo.
─A veces hay que detenerse un minuto, para mirar a nuestro alrededor y valorar lo que realmente
nos da sentido. A veces, es la propia vida, la que con un golpe, te obliga a pararte bruscamente en
medio del camino.
─Creo que tu enfermedad nos ha cambiado la vida a ambas…
─Nos ha hecho ver las cosas desde otra perspectiva.
Ella asintió y nos quedamos en silencio un instante, reflexionando sobre la realidad de la que
estamos hablando y viviendo.
─¿Sabes una cosa? ─Me preguntó, consiguiendo captar mi mirada ─Juntas vamos a hacerle
frente a lo que venga.
─Lo sé… lo sé y te juro que hoy no tengo miedo, Any. No sé si es porque aquí estamos en
otro mundo, en otra realidad… o porque realmente has conseguido que viva tan intensamente,
cada minuto de estos últimos días, que me siento fuerte, renovada. Como si dentro de cuatro días,
no fuera a meterme en un quirófano del cual puede que salga ciega. Algo en esta semana, me ha
hecho entender, que lo más importante de mi vida, jamás voy a ser capaz de verlo con los ojos…
lo único que puedo hacer, es sentirlo.
Ella se quedó mirándome en silencio, con una mezcla de seriedad y dulzura en su mirada… Me
acaricia el rostro, apartando un mechón de cabello, pasea la yema de sus dedos por el lateral de
mis ojos…desciende suavemente hasta llegar a mis labios y allí detiene su mirada, mientras sus
dedos continúan acariciándolos.
Por primera vez, en toda mi vida, siento como… como si quisiera besarme… Y no sé si tanto
descubrimiento y vorágine de sentimientos, está volviéndome completamente loca. No lo sé…
Pero lo veo en su mirada… Lo siento en sus dedos temblorosos. Me lo dice mi corazón acelerado.
No sé qué demonios nos está ocurriendo a ambas, ni qué extraño cambio o revelación estamos
sufriendo, pero algo si está claro… Hay algo que nos está sucediendo… a las dos, sea lo que
sea.
Suspira y vuelve a mirarme a los ojos. Entonces, siento miedo de que pueda descubrir en ellos,
algo más allá de lo que yo misma soy capaz de asumir aún.
Me incorporo ligeramente, sonriendo y beso su mejilla de una forma sonora y juguetona, pero
cuando estoy dispuesta a separarme, me lo impide, pasando su brazo alrededor de mi cuello para
abrazarme con fuerza.
Si de esta forma pretende que me levante para que podamos ir a la playa, me va a tocar decirle que
carezco de fuerzas para desprenderme de sus brazos.
─¿Sabes que si sigues haciendo eso, corremos el riesgo de que me pase el resto del día encima
de ti y nos quedemos sin playa?
─Tampoco me parece tan descabellada la idea ─Respondió sonriendo y dejando de ejercer presi
ón con su brazo, para que pudiera volver a incorporarme ─Pero mejor vamos… Hace un día
muy bonito.
Miré hacia la ventana, desde la cual se podía ver el cielo absolutamente despejado y volví a
mirarla a ella.
─Lo dices como si hubiéramos visto una sola nube desde que estamos aquí ─Me burlé.
Ante su cara de querer protestar, volví a darle un beso, esta vez en la frente y me levanté
definitivamente de la cama.
◊◊
Y claro… como el libro le está tapando el sol, pues a cada dos minutos mueve mis brazos,
consiguiendo interrumpirme la lectura y de paso molestarme. Aunque sé perfectamente que esa es
su única intensión. Cuando se pone en plan niña perretosa que se aburre y quiere llamar tu atenció
n, ya puedes estar estudiando para el examen más importante de tu vida, que le va a dar
absolutamente igual. O le haces caso, o no estudias, ni lees, ni nada de nada. Además, tiene la
asombrosa capacidad de sacar los temas más absurdos y banales en ese tipo de momentos.
Bueno, puede que quizás el tema no sea tan banal y absurdo, pero desde luego, yo no dispongo de
la respuesta, al menos no exactamente la respuesta que ella está buscando. Y sólo a Anahí se le
pueden ocurrir ese tipo de preguntas mientras observa el sol.
─La astronomía nunca fue mi fuerte ─Le respondí, tratando de continuar con la lectura, pero
definitivamente, hace 15 minutos que estoy en la misma página ─¿Tienes pensado viajar al sol
antes de morir?
─No. Pero… ¿No te da curiosidad?
─Pues no lo sé, Any. No suelo ponerme a pensar en viajes espaciales mientras intento leerme un
libro.
─Me aburro…
─¿De verdad? ─Pregunté riéndome ─No me había dado ni cuenta, fíjate.
─Deberías entretenerme, en vez de ignorarme por tu novela.
─¿Ignorarte? Hasta hace 15 minutos estabas quedándote dormida. Pero fue coger el libro y
despertarte como una niña incordiosa. Eres una celosa ─Le saqué la lengua.
Hizo unos fingidos pucheros que me obligaron a dar de cabeza mientras rodaba los ojos y sonreía.
Definitivamente, cerrar el libro iba a ser la mejor opción, porque ni en tres horas más voy a
conseguir avanzar una página. Pero justo cuando iba a responderle algo coherente… el estómago
se me hizo un nudo al ver como el tal Alex, se aproximaba hacia nosotras, con su tabla de surf a
cuestas y esa odiosa sonrisa que ya no soporto.
─Mira… ─Le dije haciendo un gesto hacia él con la cabeza ─Ya no tienes de qué preocuparte.
Ahí viene tu amiguito dispuesto a entretenerte.
Ella confundida, se dio la vuelta para averiguar a qué me refería y lo descubrió acercándose,
pero antes de que llegara, volvió a mirarme.
─Mejor me voy a dar una vuelta ─Sentencié cerrando el libro dispuesta a levantarme.
Pero ella me agarró del brazo para detenerme y me lanzó una mirada asesina que vino a decir
algo así como: “Ni se te ocurra levantarte”.
─Te voy a decir algo, Dulce. Las cosas de la vida no se enfrentan haciendo berrinche.
─Mira quien lo dice ─Bufé indignada.
─¿Y quién es la celosa ahora?
Alzó una ceja, entre divertida y seria. Y yo, abrí la boca dispuesta a responder algo… cualquier
cosa… Pero fui interrumpida por el culpable de mis quebraderos de cabeza.
─Buenos días Alex, ¿Cómo estás? ─Respondió Anahí mientras yo rodaba los ojos.
─Bien… Oye, te estaba buscando porque me gustaría hablar contigo. ¿Tienes un minuto?
─Bueno ahora estoy con…
─Ve ─Interrumpí yo, sabiendo que esa frase acababa con mi nombre. Ella me miró confundida
─Yo me quedaré leyendo.
Sonrió sorprendida.
Yo asentí y después de volver a sonreírme, agarró la mano que el chico muy caballerosamente
le ofrecía y se levantó, dejándome ver como se alejaban juntos.
En cierta forma lo agradecí. Sea lo que sea, lo que tenga que decirle, me alivia el hecho de saber
que no voy a verlos besarse hoy también.
Aunque a riesgo de que no se alejaran demasiado y quedaran al alcance de mi corta vista, me tumb
é hacia atrás en la toalla y volví a abrir el libro dispuesta a leer.
─¿Ojos que no ven corazón, que no siente? ─Preguntó la voz ya conocida de Aarón.
Aparté el libro y lo descubrí acompañado de Gaby, ambos sonriéndome. Así que me volví a
incorporar y cerré definitivamente el libro. Parece que hoy se pusieron de acuerdo para no
dejarme leer.
─Algo así… ─Sonreí avergonzada, extendiendo mi mano para ofrecerles asiento sobre la
toalla libre de Anahí.
─¿Cómo estás hoy?
─Pues bien… Bien, tratando de continuar una lectura, sin éxito alguno.
─Alex vino a la cabaña preguntando por Anahí. Así que como nos imaginamos que las
encontraría por aquí, vinimos a hacerte compañía.
─Gracias ─Sonreí a ambos ─Y perdón por marcharme así anoche. Necesitaba… ya saben,
aclararme un poco.
─¿Y lo conseguiste?
─No estoy segura…
─Bueno, una cosa es aclararse y otra seguir teniendo miedo… Creo que tú sabes perfectamente
lo que sientes, pero sigues teniendo miedo de reconocerlo.
─Yo de lo único que tengo miedo, es de perder a Anahí, Aarón. El resto me da absolutamente
igual, te lo juro.
─No vas a perderla, Dulce ─Intervino esta vez Gaby ─Te aseguro que no vas a perderla.
─¿Cómo puedes estar tan segura?
─Porque yo no puedo vivir sin Aarón, al igual que Anahí no puede vivir sin ti.
El mencionado, rápidamente miró a su “mejor amiga”. Yo permanecí observando cómo los dos
se miraban fijamente. Si alguien pudiera cederme un violín en este momento, juro que les tocaría
una canción romántica. Nunca me había sentido tan sobrante en mi propio lugar de la playa. ¿
Alguna idea de cómo puedo desvanecerme?
─¿Y ustedes dos por qué no están juntos? ─Pregunté como si me hubiera salido del alma, sin
pasar previamente por mi cerebro. De hecho, así fue. ─Están locos el uno por el otro… No lo
entiendo.
─Las cosas no son tan sencillas ─Respondió Gaby, mirándome.
─¡Ah caray! Terminaré cogiéndole coraje a esa frase.
─¿Quiénes están locos el uno por el otro? ─Preguntó la voz de Anahí, consiguiendo que el
corazón diera un vuelco en el interior de mi pecho.
Ni siquiera tuve tiempo a reaccionar y a preguntarme dónde estaba, porque cuando quise darme
cuenta, se encontraba abriendo mis piernas como si nada, para sentarse entre ellas. No es que el
gesto no lo hubiera hecho antes, o que fuera algo del otro mundo… Pero me sorprendió el
conjunto de su repentina llegada y darme cuenta de que Alex la acompañaba, y ni ese, ni la
presencia de Aarón y Gaby, fueron motivos suficientes para impedirle sentarse en esa posición y
apoyar su cabeza en mi pecho.
Puso una de sus manos en mi rodilla flexionada y estiró ligeramente el cuello para mirarme,
confundida por mi silencio. Pero en cuanto me sonrió, el hechizo de repentina gilipollez, se fue al
garete.
Ella le sonrió y le hizo un gesto de “adiós” con la mano, con el que el chico se alejó
definitivamente.
─Es un buen chico ─Comentó Aarón ─Aunque esa tabla de surf, es el amor de su vida desde
que tengo uso de razón. Quizás hayas tenido que llegar tú para cambiar eso ─Le dijo a Anahí.
Mi corazón se aceleró de una forma descomunal. ¿Por qué coño tenemos que estar hablando de
esto? Si yo me estaba divirtiendo mucho hablando de ellos dos… ¿No se puede quedar el surfista
en el olvido, ya que decidió marcharse con sus olas?
─No lo creo ─Respondió ella riendo ─Ya le dejé claro que lo de anoche no va a volver a
suceder. Y curiosamente se lo esperaba.
─¿No te gusta? ─Preguntó Gaby.
Y siguen con el interrogatorio…
─¡Claro! ─Exclamó volviendo a reírse y consiguiendo que yo tuviera ganas de todo, menos de
reírme ─El chico es un bombón, simpático y además parece una buena persona.
─¿Entonces el problema es…?
─Que yo no me comprometo ─Se encogió de hombros ─Simplemente me divierto. Pero no
me gusta ir por la vida creando falsas ilusiones.
─Me parece una postura lógica. Pero… ¿Entonces es que tienes miedo al compromiso?
─Para nada. Pero me comprometeré con la persona adecuada, no antes. Me da como… pereza ¿
sabes? Si sé que no estoy enamorada ni ese alguien va a ser el amor de mi vida, prefiero ni
intentarlo.
─¿Y cómo vas a reconocer al amor de tu vida cuando llegue, si no le das una oportunidad? ¿Có
mo tiene que ser tu media naranja?
─Como Dulce ─Sentenció, consiguiendo dejarlos a ellos estupefactos y a mí al borde de un
paro cardiaco ─Y no tengo ni idea de cómo lo voy a reconocer. Pero lo que si tengo claro, es que
con esa persona debo sentirme como me siento con Dulce… Así que, hasta que no llegue el
chico que me haga sentir eso. Soltera me quedo.
─Pues… no es por desilusionarte ─Intervino Aarón riendo ─pero como no te cases con ella…
me parece que lo tienes complicado.
Ella volvió a estirar su cuello hacia atrás, de forma que pudiera mirarme como había hecho antes.
Pero ahora además, extendió el brazo por detrás de mi cabeza y me sonrió, mientras yo
continuaba a punto de sufrir taquicardia, pero observándola aparentemente serena.
─¿Ya escuchaste, bebé? ─Preguntó poniendo voz real de bebé ─Dicen que me voy a quedar
solterona y te va a tocar casarte conmigo y aguantarme por el resto de tu vida.
─Todo un suplicio… ─Finalicé sonriendo y dándole un pequeño beso en la frente, que también
la hizo a ella sonreír ampliamente.
◊◊
Horas más tarde, después de haber pasado un tranquilo día de playa, regresamos a la habitación,
completamente exhaustas. Es extraño, que el simple hecho de pasar el día botadas bajo el sol,
pueda dejar el cuerpo tan agotado. Lo único que me apetece en este momento, es una ducha, una
cena tranquila y dejarnos caer en la cama a ver algo en la televisión durante los dos minutos
aproximados que tarde en quedarme dormida.
Sonreí negando ligeramente con la cabeza y en susurros incontrolados continué con la canción,
“Acaríciame un momento, ven junto a mí”, fastidiosamente ahora me la había pegado.
A continuación, traté de buscar algo con lo que entretenerme, aunque no fue demasiado; colgué
las toallas en la terraza, para que se secaran durante la noche, prendí la televisión, busqué algún
canal de música, saqué de los cajones la ropa interior y el pijama que me iba a poner al salir de la
ducha y…
Con algo de confusión y curiosidad, abrí la puerta del baño y los ojos se me abrieron como platos
al ver la bañera completamente llena de agua y espuma, con los espejos algo empañados y ella de
pie, observándome con una sonrisa de satisfacción.
No doy crédito. Desde luego, lo último que esperaba era que estuviera preparando esto y no supe
ni que decir.
─Si sales del shock antes de que se enfríe el agua, te lo agradecería ─Se burló.
─¿En serio estabas preparando esto? ─Le dije sin salir de mi asombro ─¿Para mí?
─Para nosotras ─Corrigió.
Y sin decir nada más, comenzó a quitarse la ropa de playa, consiguiendo que el alma volviera a
mi cuerpo cuando la vi meterse en la bañera con su bikini. Porque vamos, se llega a desnudar así,
frente a mis narices, y ya les hubiera estado pidiendo que solicitaran una ambulancia.
Se sentó en el fondo, de forma que la espuma le llegaba a la altura del cuello, justamente
cubriendo su pecho, aunque al mover el agua, ésta ascendió un poco y parecía querer atacarla.
Es muy divertido verla pelear para que se aleje y no se introduzca en su boca.
─¿Piensas entrar hoy? ¿O me vas a obligar a salir, para meterte con ropa incluida?
─Que agresividad ─Me quejé.
Y siguiendo sus órdenes, comencé a quitarme la ropa, dejando a la vista mi bikini e introducié
ndome seguidamente en el agua.
La verdad es que consiguió dejarla en una temperatura ideal, absolutamente tibia y perfecta para
imitar su postura, sentándome justo frente a ella y dejar que el agua también cubriera mi pecho.
Idiota, pensé. Pero no se lo dije… En vez de eso, fruncí el ceño y le lancé un poco de agua a la
cara.
─Creída ─Sentencié.
─Picada ─Contraatacó.
Quise volver a refunfuñar. Pero preferí dejarlo estar, al fin y al cabo, hoy tiene las de ganar. Así
que, al igual que ella había hecho unos minutos antes, eché la cabeza hacia atrás y la apoyé en el
borde de la bañera. Una sensación de total relajación me invadió al instante. Podría incluso
haberme quedado dormida en cualquier momento, si no llega a ser porque Anahí volvió a hablar.
La pregunta me sorprendió. Me incorporé para mirarla y la descubrí jugando con la espuma que
había a su alrededor mientras me miraba fijamente, esperando una respuesta.
Al acabar, ella permaneció en silencio, observándome con aparente intriga, como si estuviera
analizando en profundidad todo lo que acabo de decir.
Obedeciendo a su petición, como buenamente pude, le agarré la mano y me arrastré hasta llegar
a su lado. Colocándome entre sus piernas, con la espalda apoyada en su cuerpo, me recosté
ligeramente, apoyando la cabeza en su pecho.
Por un momento, los ojos se me cerraron involuntariamente, queriendo disfrutar mejor de una
sensación tan relajante. Y ella, haciéndome sentir su respiración en mi oído, comenzó a llenarme
los brazos de espuma, con suaves caricias que hace su mano mientras los recorre de un extremo a
otro... Mi piel reacciona ante tales estímulos, erizándose cómo si estuviera en el mismísimo polo
norte. Pero ella, a pesar de percibirlo, continúa acariciándome y dejando que sienta el sonido
adictivo de su respiración.
─No lo dudo ─Sonreí también ─Pero aún así, no tengo cómo darte las gracias.
─Tú prométeme que siempre vas a ser igual de fuerte y te aseguro que me doy por satisfecha.
─Te lo prometo… ─Aseguré.
Es curioso, porque aunque no se lo haya dicho. Es en sus ojos, donde encuentro la fuerza necesaria
para afrontar lo que sea. Donde me siento completamente capaz de prometerle, que siempre voy a
ser fuerte, que nunca me voy a rendir. Quizás, la realidad sea diferente, quizás en unos días
vuelva a estar muerta de miedo. Pero ahora… ahora no hay nada que me pueda vencer.
─¿Tú crees?
─No es una suposición. Estoy segura de que volveremos… Y quizás antes de lo que ambas
esperamos.
─Me gusta esa idea ─Le aseguré con una sonrisa ─Entonces… por ahora sólo nos queda
aprovechar al máximo nuestro último día ¿No?
Mi misterio la hizo fruncir el ceño mientras sonreía y comenzaba a hacer caricias en mi rostro.
Capítulo 7
Día 11.
Nuestro último día en el “Costa Mágica”… ¡Qué tristeza! ¡No me quiero ir! Volver a la
ciudad es como regresar a la realidad. Despertar de un sueño perfecto para introducirme de cabeza
en una pesadilla.
Pero bueno, al menos nos iremos con el recuerdo, de haber disfrutado cada minuto de estas
pequeñas e improvisadas vacaciones. Sin duda, las mejores de toda mi vida. Conocimos gente
maravillosa (algunos m á s maravillosos que otros), vivimos experiencias inolvidables y
compartimos momentos inigualables. Todo esto… junto a ELLA, mi cómplice, mi compañera de
viaje… mi compañera de vida.
Esa loca arrebatada, que un día más y para no perder costumbre, me lleva de la mano, a toda prisa
y saltando las pequeñas olas que rompen en la orilla de la playa, como una autentica niña pequeña.
Llegamos corriendo, y yo además sin aire, a la cabaña de Aarón.
─Dios… cómo las voy a echar de menos. ─Comentó mirándonos entre asombrado y divertido,
como si fuéramos dos extraterrestres acabas de aterrizar en la tierra. ─¿Quién va a llegar ahora
cada día, corriendo y riendo como auténticas dementes?
─Dejamos huella dónde quiera que pisamos ─Me dijo Anahí dándome un codazo de chulería.
─Así somos… ─Le respondí extendiendo al frente la palma de mi mano para que la chocara
con la suya.
Lo hizo y solas nos volvimos a reír como dos pequeñas y traviesas cómplices. Pero casi al mismo
tiempo, recordamos la presencia de Aarón y dirigimos nuestra vista hacia él una vez más.
─ Tal para cual … ─ Ri ó dando de cabeza ─ ¿ Bueno, qu é ? ¿ Listas para conocer las
profundidades del mar?
─¡Y ansiosas! ─Exclamó Anahí ─Nunca hemos buceado. Pero… oye… ¿Es cierto eso de
que hay tiburones?
¡Ups!
Ella me miró confundida y para entonces, yo tenía la cara de ángel más creíble que me pudo
salir.
─Antes de que digas nada… ─Le advertí ─Yo nunca te dije que hubiera tiburones. Te dije que
nos lanzaste al agua sin asegurarte previamente de ello…Es más, te aseguro que de pensar que hab
ía tiburones, te habría sacado del agua en el acto.
─Ya claro… Pero tú preferiste dejar que me abrazara a tu cuello como un koala asustado.
─Bueno… eso y tu cara de niña aterrorizada, fue mi recompensa por haberme lanzado al agua
con ropa.
─Te detesto… ─Murmuró frunciendo el ceño con una sonrisa escondida.
─Me adoras. ─Sentencié guiñándole el ojo.
─Esto también lo voy a echar de menos ─Intervino Aarón, al que habíamos casi olvidado. ─
Esas mini discusiones… Si fueran pareja, ustedes dos serían una explosión de fuegos artificiales
en la cama.
En cuanto ambas estuvimos listas, nos subimos a la “lancha” y rápidamente, el padre de Aarón
prendió el motor, consiguiendo que ésta emprendiera su marcha de una forma veloz, elevándose
ligeramente en la parte de delante. Nuestro cabello es ondeado hacia atrás a causa de la velocidad
y nos salpica ligeramente el agua del mar. Frente a mí, Anahí se agarra con fuerza para no caer
en un descuido brusco.
Es una sensación entre relajante y nerviosa… Sientes como si en cualquier momento pudieras
caer de la barca y por eso te aferras con fuerza a las cuerdas. Pero al mismo tiempo, el viento pegá
ndote en la cara y la velocidad que alcanza la lancha, con el olor del mar impregnando tus fosas
nasales, es también una sensación de libertad extrema.
A los pocos minutos, llegamos a una especie de arrecife. Precioso, por cierto. Aguas cristalinas en
las que prácticamente se veía el fondo del mar sin necesidad de sumergirte.
El padre de Aarón nos explicó que debíamos sentarnos al borde de la lancha y dejarnos caer hacia
atrás en cuanto estuviéramos listas. Así que después de colocarnos las aletas, la bombona de
oxigeno, las gafas de agua y completar así el equipo, nos sentamos los tres al borde de la lancha.
Él se dejó caer en primer lugar… A continuación, después de dedicarnos una mirada de emoción
y complicidad, Anahí se sumergió… Y por último, yo.
En cuanto mi espalda impactó con la superficie del mar, todo lo que sucedió después ocurrió
muy rápidamente. Las burbujas de agua ascendían a medida que yo me daba la vuelta y conseguí
a situarme, encontrando a mis dos acompañantes junto a mí, esperando pacientemente.
El padre de Aarón, al ver que ambas estábamos listas, hizo un gesto con su mano, para que lo sigui
éramos y comenzó a nadar agarrado de la cuerda que sostenía la lancha. En cambió, Anahí, antes
de hacerlo se quedó mirándome fijamente. Es imposible que pueda ver sus labios a causa de la vá
lvula de oxigeno que cubre toda su boca, pero a través de su mirada, de sus ojos ligeramente
rasgados, puedo adivinar que me está sonriendo. Y una vez más… me siento tan afortunada de
estar aquí con ella, que no puedo hacer más que corresponderle la sonrisa, deseando que también
sea capaz de verlo a través de mis ojos. Parece que sí… parece que sabe descifrarme,
exactamente igual que yo a ella… Extiende su mano, invitándome a agarrarla y yo no lo dudo ni
un segundo. Comenzamos a nadar torpemente, unidas de la mano, a medida que la vista del gran
océano se abre ante nosotras.
Abundan rocas en su mayoría y todo tipo de corales de diversos colores, además de bancos de
peces que comienzan a dejarse ver, nadando en familia hacia algún lugar concreto. Todo es
realmente precioso… La verdad es que jamás me imaginé buceando, no era un deporte que me
llamara especialmente la atención. Pero ahora, al ver tan de cerca los secretos que esconde el mar
en su profundidad, entiendo por qué la gente se aficiona tanto a esto… Es una vista única… que
en ningún otro lugar de la tierra podrás apreciar.
Continuamos avanzando, observando con detenimiento cada lugar, cada roca… y cuando estoy
absolutamente concentrada, siento como Anahí hala de mi mano tratando de llamar mi atención.
La miro confundida y con emoción en sus ojos, me señala hacia un lugar al que rápidamente dirijo
mi mirada. Allí descubro un precioso pez cirujano azul que me sorprende bastante por su gran
tamaño… En seguida entiendo su emoción, al encontrarse por primera vez frente a “Dory” de la
película “Buscando a Nemo”… La vuelvo a mirar para sonreírle, en realidad yo también estoy
emocionada. Pero justo cuando estamos dispuestas a continuar nuestro camino, un pequeño pez
payaso se atraviesa, dejándonos a ambas con la boca abierta, de no ser por la válvula de oxigeno.
Nos miramos casi al mismo tiempo, expresando con nuestros ojos, la tonta ilusión que ambas
acabamos de sentir… Es como si la película de Disney se acabara de materializar frente a
nosotras. Dory y Nemo juntos…
Al igual que dos niñas pequeñas, nos quedamos como idiotas, mirando a los dos pececillos que se
alejaban hacia algún lugar del mar. Cada uno por su lado, por supuesto. Pero apuesto lo que sea, a
que ella, al igual que yo, estaba imaginando que se iban juntos como grandes amigos.
El padre de Aarón, nos hizo una señal para que continuáramos y eso fue lo único que consiguió
sacarnos de nuestra concentración para volver al camino.
Durante el resto del trayecto, continuamos observando corales, bancos de peces de diferentes
especies e incluso el hombre nos llevó hacia un lugar donde se encontraba una embarcación
hundida. Me resultó realmente impresionante ver los escombros de un viejo barco que a saber cuá
ntos años lleva en el fondo del mar. Pero lo más curioso es que los peces entraban y salían de él
como si fuera una parte natural de su paisaje.
Increíble… Esa es la única palabra que encuentro para definir esta nueva experiencia, que
durante tantos años estuvo a mi alcance y que sin embargo, nunca se me ocurrió llevar a cabo…
Hay tantas cosas que nuestros ojos deberían poder disfrutar a tiempo… Tantas… que en este
momento me siento idiota, por no haber sabido aprovechar mi vista durante 25 años. Por haberme
limitado a ir por la vida, viendo sólo lo que tenía enfrente, sin buscar más allá… sin
experimentar.
◊◊
Un paseo en bicicleta a media tarde, es una de las pocas cosas que no habíamos decidido hacer
hasta hoy. La verdad es que en este lugar, se puede hacer absolutamente de todo… Y para los
turistas debe ser una afición común, por eso existe un servicio de bicicletas públicas, prá
cticamente en cada esquina. Sólo tienes que pagar según el tiempo que vayas a utilizarlas y listo,
todas tuyas. Como quien renta un coche, vamos.
Subimos un camino conocido para ambas, ese que habíamos recorrido cuando Aarón nos llevó a
lo del paracaídas. Es una colina ascendente, asfaltada por su puesto, y protegida por una
barandilla para que se pueda transitar tanto en coche, como andando, o en nuestro caso, en bici…
Lo malo de esto último, es que el recorrido resulta bastante agotador, aunque las vistas consiguen
que sea maravilloso.
Llegamos a un mirador y Anahí, que va un poco por delante de mí, se detiene al tiempo que se
voltea ligeramente para preguntarme con la mirada si estoy de acuerdo.
Una sonrisa y un asentimiento afirmativo, es suficiente para que ambas bajemos de nuestras
respectivas bicis, dejándolas a un lado y avanzando hacia la barandilla para observar desde ahí el
paisaje.
Paso mi brazo derecho por encima de sus hombros, al mismo tiempo que ella abraza mi cintura
con su brazo izquierdo… Y nos quedamos así, contemplando la lejanía… en absoluto silencio
durante unos instantes.
Ahí abajo, se puede ver la playa, la pequeña avenida en la que cada día transitan cientos de
personas… Se ve nuestro hotel, así como los otros muchos hoteles tur í sticos que hay
alrededor… Y reinando sobre todo ello… el mar… extendiéndose hasta rincones infinitos…
hacia lugares donde nuestra vista no alcanza.
Queriendo cambiar de posición, se puso justo delante de mí, apoyando su espalda en mi pecho y
agarrando mis brazos para que la abrazara desde atrás.
─Lo echaré de menos todo ─Me dijo ─La playa, el hotel, a los chicos, estar…
─¿También a Alex? ─Interrumpí.
Ella volteó ligeramente la cabeza para mirarme confundida y yo… simplemente me encogí de
hombros.
─No ─Sentenció ─Echaré de menos a Gaby y Aarón, echaré de menos tu forma sutil y poco
eficiente de despertarme cada mañana…
─Es que eres una marmota ─Volví a interrumpir con timidez. ─Y siempre llegamos tarde al
desayuno ─Ella sonrió.
─Sí… también echaré de menos hacerme la perezosa hasta sacarte de quicio y que te decidas a
levantarme con una guerra de cosquillas… Darte almohadazos… Empezar el día riendo a
carcajadas… contigo. Bajar a desayunar... robar comida en el buffet y dirigirnos emocionadas
hacia la playa, para disfrutar de un maravilloso día... juntas.
─Cómo me lo sigas describiendo así, voy a esposarte a la cama del hotel.
─¡Vaya! ¡No sabía yo que tuvieras ese lado Cristian Grey ─Dijo alzando una ceja con descaro.
─Siempre he pensado que eres una caja de sorpresas, pero…
─¡No! ─Exclamé asustada y frunciendo el ceño cuando la vi sonreír ─¡Idiota! Para no
dejarte marchar, me refería…
Permaneció mirándome en silencio algunos segundos, sonriendo de una forma en la que parecía
estar analizándome o pensando algo importante. Mientras tanto, mi expresión de indignación iba
desapareciendo a medida que aumentaba la curiosidad.
─¿Por qué me miras así? ─Le pregunté.
─Te ves tan bonita cuando te pones nerviosa…
Le sonreí… con cierta timidez y peligro de sonrojarme, pero al mismo tiempo, sintiendo una
confianza extrema.
No sé… es muy extraño lo que a veces me sucede con Anahí. Una parte de mí, tiende a
sonrojarse cuando me dice ese tipo de cosas, pero otra, siente tanta confianza con ella… que me
es imposible no verlo con naturalidad. Lo cierto, es que a veces no entiendo nuestra relación. Es
algo… extraña ¿No creen?
En ocasiones parece que somos pareja…Novias sin besos y sin sexo. Bueno aunque lo de los
besos, resulta que cuando estamos a mil pies de altura, a punto de lanzarnos al vacío con un
paracaídas, si los hay…
Pero, sí… definitivamente eso es lo único que nos falta, porque el resto, lo tenemos todo. Nos
picamos y peleamos continuamente, sólo por el simple placer de molestar y al mismo tiempo
hacernos reír mutuamente. Nos escuchamos, entendemos y apoyamos, sea cual sea la preocupació
n. Nos conocemos a la perfección… Cuidamos con fervor la una de la otra… Nos impulsamos a
volar mutuamente. Soñamos juntas… Y cuando una deja de creer, ahí está la otra, dispuesta a
recordarle que no tiene límites. También discutimos, sí… Pero nunca han sido discusiones
graves, nunca nos hemos mentido, jamás nos hemos fallado… Confiamos ciegamente la una en la
otra y por ello, cuando decidimos arreglarlo, no es porque nos vayamos a morir si no nos tenemos,
es porque un simple momento de malentendido, de mal humor, o de orgullo, no es suficiente
motivo para mantenernos alejadas. Somos completamente conscientes de que podemos vivir la
una sin la otra. Pero nuestra vida, hoy por hoy, es mucho más bonita mientras estamos juntas…
Así que, no… no somos una pareja, no somos novias, no practicamos sexo por la noche antes de
dormir, o por la mañana, acabadas de despertar. No nos besamos en cada esquina, a cada segundo,
ni llevamos un anillo que le demuestre al mundo que nos pertenecemos. De hecho, estamos muy
lejos de pertenecernos… Somos dos mujeres libres, que cada noche, se pasan horas y horas
hablando de cualquier cosa, soñando despiertas hasta que el cansancio no nos permite continuar.
Entonces, nos dedicamos una sonrisa y una última mirada justo antes de dormir. Por la mañana,
no nos despertamos con sexo, con pasión, nos despertamos con besos juguetones en la mejilla y
ataques de cosquilla con los que empezamos el día riendo a carcajadas… Tampoco nos besamos
los labios a cada segundo y en cada esquina. Caminamos por la calle, abrazadas o agarradas de la
mano, ajenas al mundo que nos rodea. No tengo un anillo que diga que le pertenezco… Sin
embargo, tengo un corazón, que al acelerarse con su presencia, me dice que le pertenece.
─Ya quisieras… ─Le respondí observando cómo volvía a adoptar su cara de ángel bajado del
cielo.
A continuación, volvió a girar su rostro hacia el paisaje y después de escucharla suspirar, apoyó
su cabeza entre mi hombro y mi cuello, permitiendo que el silencio reinara entre nosotras,
mientras la brisa producida por la altura, golpeaba nuestro rostro de una forma relajante.
Y así, permanecimos durante minutos, observando aquel maravillo pueblo, que tan buenos
momentos nos ha hecho vivir. Nuestra pequeña costa mágica… Esa, a la que algún día, sin lugar
a dudas, volveremos.
◊◊
Algunas horas más tarde, con la noche cubriendo el cielo de la costa, salimos del hotel, vestidas
sencillamente, pero con un toque elegante.
En ese momento, algo sucedió en mi interior y reduje la marcha… Anahí, que había estado
igual de absorta que yo, al notar el cambio, me miró confundida por tan repentina lentitud.
Ella, aunque al principio, con su mirada fija pareció continuar confundida, finalmente sonrió… A
continuación, colocó su brazo alrededor de mi cintura, esperando que el mío hiciera lo mismo…
Y así, volviendo a sonreírnos, continuamos el camino. Paseando por la avenida de una playa en la
que nadie, absolutamente nadie, repara en la presencia de dos simples chicas que caminan
abrazadas.
Minutos más tarde, me detuve en la puerta de un lugar, cuyo letrero identificaba como
“Restaurante Pacífico”. La fachada, no es que tuviera nada llamativo o especial, pero por el
nombre, confirmo que efectivamente, estamos en el lugar correcto.
─¿Me organizaste una cena romántica? ─Preguntó Anahí sonriendo para molestarme.
─Voy a invitarte a cenar en el que, según Aarón, es el restaurante más bonito en el que hayamos
estado jamás… Y aunque la apariencia exterior no sea nada del otro mundo, si el interior se
asemeja a la descripción que él me dio, te aseguro que está en lo cierto.
Ella volvió a observar la fachada del restaurante y me miró con una sonrisa que expresaba
intriga.
Correspondí la sonrisa satisfecha y extendí mi mano para cederle el paso. Ella, que permaneció
mirándome y sonriendo, pareció extrañarse por el gesto, pero al guiñarle el ojo, finalmente ampli
ó su sonrisa y entró definitivamente en el local.
A primera vista, aparte de ser un sitio muy elegante, no parecía nada del otro mundo. Pero apenas
tuvimos tiempo a visualizar demasiado, pues un chico vestido de camarero se acercó hasta
nosotras con un cuaderno en la mano.
─Buenas noches señoritas ─Saludó con una amplia y amable sonrisa ─¿Mesa para dos?
─Tenemos una reserva ─Le informé ─A nombre de Dulce María Espinoza, creo.
─¡Ah! ¡Las amigas de Aarón! ─Exclamó ─Sí, sí… Yo mismo hice la reserva. Me pidió que
las colocara en su mesa favorita y ya está todo listo, así que cuando quieran podemos salir a la
terraza.
─Gracias ─Respondí asintiendo con una sonrisa.
A continuación, el chico nos indicó que lo siguiéramos por el interior del restaurante. Había una
puerta cerrada, que separaba esa zona de lo que supuestamente sería la terraza que había
mencionado. Una vez llegamos a ella, la abrió y nos cedió el paso a ambas.
Anahí salió primero y se detuvo a unos pocos metros, observándolo todo, yo hice lo mismo,
pero antes de que pudiera detenerme, el camarero ya nos había alcanzado para comenzar a
guiarnos hasta nuestra mesa. No tardamos nada en llegar a ella y acomodarnos.
─Enseguida les traigo la carta ─Informó. Y sólo dándonos tiempo a sonreír, desapareció.
─Nos quedamos sin palabras ─Comentó Anahí en cuanto el chico volvió a desaparecer.
─Mira que me lo describió con lujo de detalles… Pero definitivamente, es mucho más increíble
de lo que había imaginado.
─Este sitio es precioso… ─Confirmó volviendo a observar nuestro alrededor, sin salir del
asombro. ─Mira… ─Susurró señalando al cielo.
Me sorprendí bastante mientras ella comenzaba a servir un poco de vino en nuestras copas.
─¿En qué momento llegó esa botella hasta nosotras?
─Creo que el chico la trajo junto con la carta, cuando estábamos absortas observándolo todo.
─¿Cortesía de la casa? Cómo encima nos regalen una botella de vino, se va a convertir en mi
restaurante favorito.
─Creo que se convirtió en nuestro restaurante favorito desde que pusimos el trasero en la silla.
─¡Que fina eres! ─Exclamé riendo, a lo que ella sonrió encogiéndose de hombros.
─¿Prefieres que diga: “desde que pusimos el culo en la silla”?
─Sí, eso es mucho más elegante ─Respondí con ironía y ambas volvimos a reír con
complicidad, mientras alzábamos nuestras copas ─¿Por qué brindamos?
─Por el presente ─Sentenció ─Que nos está llenando de magia.
─Por nosotras… Por los últimos seis días y por casi una media vida juntas.
Al igual que yo, ella también se detuvo un segundo a observarme, como si estuviera analizando
mis palabras. Finalmente sonrió y colisionamos nuestras copas, haciendo efectivo el brindis y
probando seguidamente un sorbo de ese vino espectacular.
Ambas sonreímos con complicidad y en un momento pareció que íbamos a quedarnos así el
resto de la noche. Mirándonos tontamente…
─Deberíamos echarle un vistazo al menú, antes de que el chico regrese y termine de confirmar
que somos idiotas. ─Le dije ─Está comenzando a parecer que nunca hemos cenado en un
restaurante.
─¡¡Que me cuelguen por ser culpable de detenerme a disfrutar cada pequeño instante!!
Me guiñó un ojo con picardía y justo en el momento en el que estoy dispuesta a dar de cabeza
mientras sonrío. La voz del camarero nos interrumpe.
Le lancé una mirada acusatoria de “Te lo dije” y ella, como siempre, adoptó su expresión de á
ngel, con la que nadie podía competir.
─Aún no nos hemos decidido ─Respondí mientras comenzaba a leer la lista de lo que ofrecía
el restaurante ─Todo parece tener buena pinta.
─Si me lo permiten, les puedo recomendar cualquier tipo de pescado. Al ser una zona costera, es
la especialidad de la casa y tenemos formas muy diferentes y originales de prepararlos.
Comencé a leer la sección de pescado y por la concentración de Anahí, intuyo que ella hizo lo
mismo.
La lista parecía interminable. Había desde un simple pescado a la plancha, hasta otros nombres
absolutamente extraños. Mientras más raro era el nombre, más caro es su costo. Y no es por el
dinero, pero definitivamente, nada de esa lista llamaba poderosamente mi atención.
─O si lo prefieren también tenemos variedad de carnes ─Volvió a hablar el chico al ver que no
nos decidíamos.
Al igual que antes, mis ojos se dirigieron a la lista de carnes, encontrándola menos extensa, pero a
ún así bastante variada. Solomillo con salsa de champiñones, con salsa de quesos, carne de cerdo,
costillas con miel, pollo, bistec, etc… Absolutamente todo parecía ser una exquisitez. Pero aún
no había nada que me convenciera… Al menos esta noche, mi estomago parece no querer tanto
lujo…
Continué leyendo, de una forma bastante rápida, pues no me había olvidado que el chico seguía
esperando por nosotras, y llegué a la sección de “Pasta”. Entonces, no me hicieron falta ni 30
segundos para que mis ojos se iluminaran y mi estomago crujiera al descubrir exactamente lo que
quería cenar.
─¡¡Pizza!! ─Exclamamos Anahí y yo, al tiempo que alzamos la mirada y nos descubrimos tan
ilusionadas como dos niñas con una bolsa de golosinas.
Las dos asentimos con una sonrisa y nos quedamos observando como el muchacho se marchaba
hacia el interior del restaurante. Yo creo que me quedé mirando hacia ese lugar más tiempo del
que pude controlar.
─Un chico simpático ─Comenté volviendo la vista hacia Anahí y encontrándola mirándome
fijamente, con una expresión de curiosidad ─¿No crees?
─Estoy empezando a pensar, que Aarón sólo se rodea de personas encantadoras. O eso, o todos
los habitantes de este pueblo son tremendamente amables y simpáticos.
─¿Si verdad? ─Reí ─Es curioso… son demasiado… ─Dudé encogiéndome de hombros ─
Felices.
─¿Se puede ser demasiado feliz? No creo que la felicidad tenga límite.
─Yo tampoco lo creo… ─Aseguré ─Pero lo que te quiero decir es que todo el tiempo sonríen,
siempre están dispuestos a ayudar, son generosos, tienen una palabra amable y te abren las puertas
de su vida sin apenas conocerte… No sé si es que esa, sea la forma de vivir aquí o es que en la
ciudad cada uno va a lo suyo… Pero es extraño, parecen dos mundos absolutamente distintos.
─Creo que precisamente por eso se les ve tan felices... Disfrutan la vida, no necesitan demasiado
y saben apreciar lo que tienen. No creo que carezcan de problemas, pero pienso que se toman cada
mañana como una nueva oportunidad. Creo realmente que ellos eligen ser felices cada día de su
vida. Y también creo que la gente que tienes a tu alrededor, influye mucho en que puedas llevar a
cabo esa decisión. ¿A quien no le gusta ir por la calle, ausente y que un desconocido, con el
simple poder de su sonrisa, te saque de tu burbuja? En esta vida, sonreír es mucho más efectivo
de lo que la gente piensa… y lamentablemente, lo practicamos con muy poca frecuencia.
─Absolutamente de acuerdo ─Concluí con una sonrisa cómplice.
El silenció se hizo dueño de la situación durante unos instantes. Pero no era un silencio incomodo,
al contrario, creo que ambas necesitamos ese espacio para reflexionar sobre el tema que está
bamos tratando y para disfrutar un poco de la calma del lugar.
Apenas se escuchaba ruido. La puerta que separa la terraza del interior del restaurante,
probablemente estuviera diseñada precisamente para eso, para aislar esta zona de cualquier otro
sonido que no fuera el de las olas del mar, golpeando contra la madera.
El resto de parejas que hay en las tres mesas restantes, hablan con un tono de voz que no
alcanzamos a escuchar. Los observo durante un instante… En una de las mesas, hay un hombre
muy elegantemente vestido de traje y corbata, que corta su pedazo de carne mientras trata de hacer
malabarismos para mantener el celular entre su hombro y su oreja. Parece estar teniendo una
conversación tan importante, que lleva minutos sin reparar en la persona que tiene enfrente… Una
mujer, que manteniendo su plato absolutamente intacto, observa el mar, con cierta nostalgia y
resignación. La vista desde esta lejanía y a causa de la poca visión nocturna que poseo, se me
vuelve un poco borrosa. Pero aún así, soy capaz de distinguir cierta tristeza en su mirada. Por un
momento, imagino cual puede ser sus vidas, quizás estén celebrando su aniversario con un “romá
ntico” fin de semana en la playa. Y el hombre, no se ha despegado de su celular en ningún
momento. ¿Qué se puede estar preguntando ella entonces? ¿Qué puede estar pasando por su
cabeza? Quizás esperaba otra cosa de esta cena, de estas vacaciones. Quizás en este momento,
mientras observa el mar, se está replanteando absolutamente toda su vida y su felicidad… Se me
encoge el corazón por un momento. Debe ser terrible, estar acompañada de alguien que todo el
tiempo te hace sentir absolutamente sola.
Unos metros más allá, se encuentra otra pareja, esta vez un poco mayores, aunque derraman
vitalidad por cada uno de sus poros con sólo mirarlos. El señor, lleva un sombrero y viste
despreocupadamente, con un pantalón corto, camisa abierta y zapatillas de playa. Sin embargo ella,
lleva un vestido veraniego a la vez que elegante y por todos los medios intenta que su marido se
quite el sombrero mientras este se ríe, tratando de hacerla enojar. Yo no puedo evitar sonreír al
observarlos… Me recuerdan a una versión futura de Aarón y Gaby. Derraman complicidad,
derraman diversión, pero sobre todo… derraman amor.
¿Quién no ha soñado alguna vez con un amor de ese tipo? Que dure para toda la vida y sea capaz
de escapar del aburrimiento y la rutina… Aunque quizás me estoy precipitando, quizás cada uno
de ellos ya estuvo casado anteriormente y esto que estoy viendo es una nueva vida. Pero algo me
dice que no… algo en su forma de mirarse, de tratarse, esconde más que esas primeras miradas de
enamoramiento. Esconden ese amor que crece y se afianza con el tiempo, que supera obstáculos y
se mantiene fuerte. Expresan esa complicidad que sólo existe con alguien con quien no necesitas
hablar, pues su mirada te dice todo lo que quieres saber…Ese es el amor con el que yo sueño…
Dirijo mi mirada hacia Anahí y me encuentro con su rostro de perfil, observando atentamente la
calma del mar, como si miles de pensamientos que quisiera descubrir, estuvieran pasando por su
mente en este instante.
Ojalá pudieran ustedes verla en este momento. Se ve tan hermosa… Desprende tanta luz con tan
solo mirarla, que mi corazón, sin aviso y sin permiso, decide acelerar el ritmo de sus latidos…
Antes de que podamos decir algo, somos interrumpidas por la presencia del amigo de Aarón, que
llega con nuestra cena. Al colocar la pizza en el centro de la mesa, se encuentra directamente con
nuestras manos entrelazadas y puedo apreciar perfectamente cómo su mirada recae en ellas. Pero
nosotras no movemos ni un solo músculo y él se vuelve a incorporar ligeramente después de
dejar el plato en la mesa.
─Que aprovechen, chicas. ─Nos dice con una amable sonrisa ─Cualquier cosa que necesiten,
me avisan.
Ambas asentimos agradecidas y el muchacho volvió a desaparecer hacia el interior del restaurante,
sin dejarnos llegar a ver ningún tipo de sorpresa o confusión en su rostro.
─¡Vaya pinta! ─Exclamé soltando la mano de Anahí y agarrando los cubiertos para cortar un
pedazo de esa pizza que se veía exquisita.
─Creo que estoy empezando a salivar… ─Aseguró haciéndome reír.
No tardé demasiado en conseguir cortar toda la pizza en pequeños triángulos, pues parecía que el
propio cocinero ya había hecho la mitad del trabajo. Así que agarré un pedazo, observando
como un hilo de queso fundido se estiraba igual que un chicle, sin querer despegarse, y ante mi
cara de frustración, Anahí intercedió cortando el camino del mismo.
Satisfecha por haber conseguido hacerme con la pizza, como siempre, le ofrecí a ella el primer
pedazo. Pero esta vez, en vez de aceptarlo y comenzar a devorarlo como hacía siempre, se quedó
mirándome con una extraña sonrisa mientras despego otro pedazo para mí.
─Por cosas como estas, siempre he sabido cuanto me quieres, aunque no me lo digas con palabras
cada día.
─¿Por darte un pedazo de pizza? ─Pregunté sonriendo extrañada.
─Por ofrecerme en todo momento, el primer pedazo de cada pizza, o de cualquier otra cosa.
Porque siempre te aseguras de que yo esté servida, antes de comenzar a comer tú. Porque si te da
sed y vas a buscar un vaso de agua, traes otro para mí, sin siquiera preguntarme, sabiendo que en
cualquier momento también tendré sed. Y porque no importa que estemos disfrutando de tu
postre favorito… sea lo que sea, siempre dejas la última cucharada para mí, el último chocolate.
Cuando vamos a cruzar una calle, automáticamente pones el brazo en mi estomago para
detenerme el paso si ves que vienen coches y luego, me agarras de la mano como si fuera una niña
pequeña para llegar al otro lado. Tenemos tanta confianza ya, que a lo largo de los años, he ido
comprendiendo que no lo haces por cortesía o educación, aunque esa sea tu personalidad…
Principalmente, lo haces porque te sale un deseo natural de mimarme, de cuidarme, de protegerme
y asegurarte que esté bien todo el tiempo… Ahora mismo te parecerán estupideces lo que te
estoy diciendo, pero te aseguro, que los pequeños detalles son los que marcan las grandes
diferencias y que si nunca me ha hecho falta un “Te quiero” diario por tu parte, es porque me lo
demuestras en cada pequeño gesto que tienes hacia mí.
Después de escuchar todos esos argumentos, sonreí… Lo cierto es que nunca pensé que tuviera
en cuenta todas esas cosas. Es verdad que lo hago, pero también es verdad que como ella misma
dijo, me sale natural. Ni siquiera lo pienso… sólo, es mi forma de tratarla… No conozco otra, ni
quiero conocerla. Afortunadamente para mí, Anahí es una persona que merece con creces, que
cualquier ser humano se desviva por ella. Así que, llegados a este punto, no creo que tenga
mucho más que añadir… O quizás sí.
─Te quiero ─Afirmé con seguridad ─Aunque ya lo sepas… aunque mis actos me delaten, ─
Sonreí guiñándole un ojo ─no está de más decirlo con palabras, de vez en cuando.
─Pues olvida todo lo que te acabo de decir… ─Pidió sonriendo también ─Me encanta
escucharlo.
Ninguna de las dos pudo evitar la risa y de esta forma, comenzamos por fin a disfrutar de nuestra
deliciosa pizza, que efectivamente, al dar el primer bocado comprobé, que su sabor era incluso
mejor que su apariencia.
No tardamos demasiado en devorar el resto de la pizza. O estaba demasiado buena o nosotras tení
amos demasiada hambre… O quizás fueran ambas cosas. El caso es que el plato quedó
absolutamente limpio en cuestión de pocos minutos y todavía teníamos hueco para el postre.
¿Cómo no tenerlo? Si la carta de postres era presidida por una enorme “Cookie”, bañada de
chocolate caliente y una bola de helado en la superficie, para hacer el contraste entre frío y calor.
Ni siquiera me hizo falta ver el resto de postres, en cuanto eso llegó a mis manos, supe que
ninguna de las dos iba a poder resistirse ante semejante delicia… Y sus ojos iluminados me lo
confirmaron en cuanto alcé la vista para mirarla.
Yo fui la primera en llenar mi cuchara de esa extraña mezcla de galleta, chocolate fundido y
helado… Tantas cosas, que se rebosaba por los alrededores, mientras mi boca se hacía agua sólo
con mirar y Anahí tenía una expresión de querer abalanzarse sobre el plato como un cachorro
hambriento. Eso me hizo reír y con toda la ternura que ella es capaz de inspirarme, llevé la
cuchara hacia sus labios, los cuales no tardaron ni un segundo en abrirse para recibir el manjar.
En cuanto la cuchara salió de su boca, me di cuenta de que estaba tan limpia que hasta mi propio
reflejo podía ver en ella. Y la cara de Any al masticar, tenía esa expresión de placer que sólo los
amantes del chocolate conocemos.
No quise esperar ni un segundo más para poder disfrutar del postre yo también, pero cuando
estaba a punto de clavar mi cuchara en la galleta, la de Any se interpuso en mi camino, obligá
ndome a poner un gesto de confusión y berrinche, que la hizo sonreír con picardía mientras la
llenaba de esa mezcla deliciosa para llevarla hacia mis labios.
En cuanto el postre rozó mi paladar, confirmé que efectivamente, estaba delicioso… Y de esta
forma, continuamos devorando la galleta entre risas y cucharadas cruzadas, que llenaron de
chocolate hasta nuestra nariz.
Ahora, las olas del mar rompen en nuestros pies mientras paseamos abrazadas por la orilla de la
playa. Mi brazo cuelga sobre su hombro derecho y el suyo rodea mi cintura, al tiempo que las
huellas de nuestros pies descalzos, van quedando marcadas en la arena por pocos segundos…
Hasta que el agua llega y se las lleva… La única iluminación que nos acompaña, es la que
ofrecen la luna y las estrellas que hay sobre nosotras… El sonido, el olor y la brisa del mar, es lo
que más se siente en esta noche silenciosa.
─¿Cómo ves tu futuro, Dul? ─Pregunta de pronto, volviendo su mirada hacia mí.
Mi mente tarda unos segundos en asimilar la pregunta mientras observo el camino que tenemos
por delante, y suspiro antes de mirarla.
─No me atrevo a pensar en un futuro después de pasado mañana ─Le confesé ─Ya sabes…
creo que esa operación será un factor determinante en mi vida. Y no tengo ni idea de lo que vaya
a suceder después…
Ella asintió, dándome a entender que comprendía perfectamente lo que estoy sintiendo y volvió
su mirada hacia el mar. Pero yo me quedé con una curiosidad que tenía que resolver… Además,
no sabía por qué me había hecho esa pregunta tan repentinamente.
Agarré sus mejillas con mucha seguridad y clavé mi mirada en sus ojos azules durante unos
segundos, antes de hablar.
─Te prometo… que me voy a encargar de recordarte cómo soñar y de hacerte volar, cuando
hayas olvidado la manera de hacerlo… Y también te prometo, que jamás permitiré que dejes de
estar tan desquiciada como siempre has estado.
─¿Me estás llamando loca? ─Preguntó sonriendo, al tiempo que fingía indignación.
─Completa y adorablemente… loca.
Nos quedamos mirando fijamente durante unos instantes en los que el tiempo realmente parece
detenerse… Tengo su rostro entre mis manos y lo único que soy capaz de hacer, es acariciar sus
mejillas con dulzura, observando cómo continúa sonriendo cada vez más levemente… Su mirada
es intensa, mi corazón late a una velocidad descomunal y antes de que mis manos comiencen a
temblar, me veo en la necesidad de depositar un cálido beso en su frente.
Suave… dulce… un beso más largo de lo probablemente considerado normal…Cierro los ojos e
incluso suspiro en su piel, antes de apartarme y sentirme impregnada por su olor.
Me separo unos centímetros al tiempo que abro los ojos dispuesta a volver a mirarla, pero algo
que de pronto se adentra en mi campo visual, me lo impide, consiguiendo que mi vista se vuelva
hacia ese lugar de la arena, unos metros alejado de nosotras. Entorno los ojos, confundida y ella, al
darse cuenta, voltea para mirar hacia donde estoy observando.
─Me muero por averiguarlo ─Respondió Anahí comenzando a caminar hacia ellos.
En cuanto llegamos, además de seguir viendo como hace esos raros aspavientos, pudimos
escuchar también sus extraños lamentos.
─¿Pero por qué… Dios? ¿Por qué me permites presenciar la lentitud de estas mujeres? No es
sano… No es sano para mi corazón romántico… ¡Y no es justo! ─Decía señalando al cielo ─
No es justo que me obligues a presenciarlo. ¡Me desespero! Es que… es que…
Gaby continuaba riendo, como si entendiera perfectamente la repentina posesión que estaba
sufriendo su amigo.
Yo, completamente atónita, seguía sin entender ni una palabra de lo que decía, sobre todo por el
hecho, de que no ha conseguido terminar ni una sola de las frases, de su discurso.
─Tranquilo, amor… ─Pidió Gaby acariciándole la cabeza entre risas, como quien acaricia a un
niño exaltado ─Ya pasó…
─¿Qué ya pasó? ¿Qué ya pasó? Pero si esto es peor que una telenovela…
─Y tú te estás convirtiendo en una “maruja” a punto de sufrir un infarto.
─¡Ya sabes! ─Exclamó señalándome con un dedo acusador ─Si muero de un paro cardiaco
prematuro, tú serás la única responsable… Bueno no ─Corrigió mirando esta vez a Anahí,
que sólo pudo abrir la boca sorprendida ─A ti también te cargo culpabilidad, que no sé cual de
las dos es peor. Beso en la frente… ─Repitió como si aún no fuera capaz de asimilarlo.
Fue en ese momento, cuando pude entender un poco lo que le estaba sucediendo y de pronto, sent
í mi rostro empalidecerse por el miedo de que este loco, pudiera decir algo fuera de lugar, con lo
que Anahí se percatara también de la situación. Pero gracias al Universo, Gaby pareció leer mis
pensamientos y rápidamente cambió de tema.
La voz de Aarón, por fin volvió a hacer acto de presencia, esta vez pareciendo mucho más
calmada.
─Sí, chico bipolar. ─Bromeé ─Por eso decidimos dar un último y nocturno paseo por la
playa.
─Pues aunque no lo crean ─Dijo al tiempo que se ponía de pie y ayudaba a Gaby a hacer lo
mismo ─Las vamos a echar mucho de menos por aquí.
─¡Ay! nosotras también… ─Respondió Anahí ─Pero ya, no se pongan sentimentales, que
Dul es de lágrima floja y la van a hacer llorar.
La miré con la boca completamente abierta por el asombro y descubrí sus ojos comenzando a
cristalizarse, cosa que me enterneció y no tuve más remedio que sonreír y atraer su cuerpo hacia
mí con cariño.
─Ese “todo” soy yo ─Comentó graciosamente Anahí, imitando la voz de una niña pequeña.
No tuve más opción que mirarla y rendirme ante la expresión de buena e inocente que me está
mostrando.
Fue la voz de Gaby la que habló, obligándonos a ambas a mirarla. Estos dos parecen haberse
compinchado repentinamente en mi contra.
─Mejor vámonos, antes de que Dulce decida pasar de las miradas asesinas a los homicidios en
primer grado. ─Le dijo Aarón riendo divertido. ─Las dejamos continuar su paseo… porque
nosotros mañana, no nos libramos de madrugar.
Nos fuimos abrazando uno a uno para despedirnos, pues mañana debíamos salir muy temprano y
no íbamos a tener tiempo de hacerlo. La verdad es que la sensación que ambas estamos
experimentando, es de nostalgia, como si los conociéramos desde hace mucho tiempo y ahora tuvi
éramos que separarnos sin saber hasta cuándo. Una parte de mí, también me dice que volveremos,
pero la otra, a pesar de ello, no puede evitar sentir tristeza.
─Esperamos que tengan un buen camino de vuelta ─Sonrió Gaby al desprenderse de mi abrazo
─Ah por cierto… les hice algo, para que se lleven un recuerdo de nosotros.
Al tiempo que dec í a eso, nos mostraba dos pequeñas pulseras de las que ella hac í a
artesanalmente. Idénticas una a la otra y preciosas, por cierto. Anahí y yo nos ayudamos
mutuamente a ponerlas en nuestra muñeca.
─Gracias… ─Le dije sonriendo.
─Son hermosas ─Añadió Anahí.
Se formó un corto silencio en el que ninguno sabía ya, que más decir hasta que Aarón decidió
intervenir.
─Me voy ya, porque si no, vamos a acabar llorando los cuatro y esto no es ningún funeral,
volveremos a encontrarnos ─Aseguró guiñándonos un ojo y agarrando la mano de Gaby, que
con una última sonrisa comenzó a caminar tras él.
Habían avanzado unos metros, cuando el chico volvió a detenerse y se volteó para mirarnos.
─Por cierto chicas, ─Dijo al tiempo que alzaba ligeramente su mano, entrelazada con la de su
mejor amiga ─El miedo no impide que ocurra lo inevitable… sólo lo retrasa. Y esta vida es
demasiado corta, para pasarla posponiendo.
Yo le sonreí. Le sonreí realmente agradecida, por lo importante que me han resultado todas y
cada una de sus palabras en estos días. Puede que en ocasiones quisiera matarlo, o en el mejor de
los casos, ponerle un bozal. Pero lo que nunca iba a negar, es que Aarón, en cada cosa que me ha
dicho, ha tenido toda la razón. Y probablemente gracias a él, es que no me siento tan aterrorizada
como me sentiría de no haberlos conocido.
Los observo marcharse, agarrados de la mano… preguntándome una vez más: ¿A qué están
esperando para decidir estar juntos?... No lo entiendo. Pero entonces me doy la vuelta y antes de
que pueda decir absolutamente nada, Anahí se aferra a mis brazos. Primero sorprendiéndome y
consiguiendo que me quede estática… luego, no puedo hacer más que sonreír y abrazarla tan
fuerte, que incluso llego a pensar que en cualquier momento se me va a romper.
Estuvimos así durante varios minutos… Disfrutando la calma de la noche, el sonido del mar, el
frío de la arena bajo nuestros pies… Pero sobretodo, disfrutando de ese calor, que sólo te puede
proporcionar, un abrazo repleto de… amor.
◊◊
Día 12
Abandonar el Costa Mágica resultó bastante más difícil de lo que pensamos. Y no tiene nada que
ver el hecho de que sea un hotel de lujo, ni todas las comodidades que ello proporciona. La sensaci
ón es algo más parecido al abandono de un hogar… Sí, puede que les resulte extraño, que un
hotel de cinco estrellas me produzca ese sentimiento de nostalgia. Pero es así… En los últimos d
ías, hemos construido una especie de casa en las cuatro paredes de la pequeña habitación…
creamos un pequeño y desastrozo mundo, en el que siempre había ropa tirada por algún lugar,
toallas y bikinis colgados en la terraza, música desde primera hora de la mañana, espejos
empañados de vapor, secadores, planchas y maquillajes esparcidos por cada mueble. Pero al final,
todo ese pequeño cúmulo de desorden, era nuestro.
El simple hecho de abrir los ojos cada mañana y ver a Anahí durmiendo plácidamente a mi lado.
Sonreír como una idiota durante varios minutos, mientras la observo y pienso que ni siquiera una
bomba nuclear será capaz de despertarla. Ceder a su continua petición de “Cinco minutos más”,
hasta que esos cinco minutos, se convierten en una hora y tengo que recurrir a las torturadoras
cosquillas… Tener entonces que preparar todo como un rayo. Abrir la terraza, dejar que el sol
entre y sentir la brisa mañanera acariciar mi rostro. Aspirar el aroma del mar… dirigir mi mirada
hacia la cama. Verla aún ahí, haciendo un esfuerzo sobrehumano por abrir los ojos y en ese
preciso momento, sentirme completamente…viva.
Todo eso es lo que voy a extrañar. Nuestro diario ritual matutino hasta que terminamos de
desayunar… y la sensación de emoción que venía después, al no saber qué nos depararía el
resto del día. Que ella sea lo primero que veo al despertar y lo último, justo antes de dormir. Reí
rme a carcajadas desde primera hora de la mañana, hasta el último minuto de la noche…
Olvidarme del mundo. Sentir que ningún problema es suficientemente importante como para
romper nuestra burbuja.
Anahí y yo hemos disfrutado de muchas vacaciones juntas a lo largo de los años. Todas y cada
una de ellas absolutamente especiales y divertidas… Pero cómo mismo dijo ella ayer; estos dí
as… han sido diferentes. Una unión aún más poderosa se creó entre nosotras. Y les voy a ser
absolutamente honesta por primera vez… No hay nada que desee más en este momento, que
despertarme cada mañana del resto de mi vida, comprobando que ella está a mi lado.
El coche se detiene casi sin darme cuenta, devolviéndome de un plumazo a la realidad. Echo un
vistazo alrededor para observar tristemente que estamos justamente en la puerta de mi casa. Deber
ía sentirme feliz por estar frente a mi hogar en estos momentos, porque voy a ver a mis padres,
dormir en mi cama, tener instantes a solas en mi habitación. Pero no… no lo estoy. Deseo con
todas mis fuerzas que vuelva a poner el coche en marcha y regrese por el camino que acabamos de
recorrer, aunque tenga que estar varias horas sin levantarme de este asiento.
La miro… Y ella también está observando la fachada de mi casa, con algo de tristeza en su
rostro.
Le sonreí.
─Siempre que volvemos de vacaciones, tenemos la capacidad soñadora a flor de piel y unas
ganas poderosas de recorrer el mundo en un solo día.
Ella también sonrió… Con una de sus manos aún aferrada al volante y la otra en la palanca de
cambios, me mira fijamente y un extraño silencio se apodera de la situación… Exactamente, no s
é qué parte viene ahora.
Me confundió le hecho de que mirara al frente, dejando un suspiro en el aire antes de volver a
mirarme.
─Gracias a ti, Dul… Por haberme hecho vivir los mejores días de toda mi vida.
Bajé la mirada y no pude evitar el impulso de agarrar esa mano que aún sostenía la palanca de
cambios. La llevé hacia mis labios y dejé en ella un cálido y dulce beso, tras el cual, volví a
acariciarla antes de dejarla en su lugar. Ascendí la mirada… y sonreí al encontrarme con sus
ojos azules.
Me dieron ganas de comérmela en ese instante. Se los juro… Pero como siempre, en vez de eso,
simplemente sonreí.
Pero justo antes de voltearme para salir del auto, se inclinó sobre mí, para dejar un beso en mi
mejilla. Un beso con el cual incluso cerré los ojos… Un beso algo más largo de lo normal, que
de pronto, aceleró los latidos de mi corazón… Suspiré… y cuando se separó, apenas nos
alejaban unos centímetros de distancia. Nos miramos seriamente… Yo, sintiendo que mi respiraci
ón llevaba tiempo detenida y que mi cuerpo era incapaz de moverse, hasta que su sonrisa, me sacó
del trance… Sonreí por última vez y esta vez sí, abandoné el auto. Sacando mi equipaje del
maletero y dirigiéndome hacia la puerta de mi casa.
Cuando llegué a ella y la abrí, me volteé una última vez para despedirme. Anahí continuaba en
el mismo lugar, sonriendo y sabiendo que eso es exactamente lo que iba a hacer antes de entrar,
pues es lo que siempre hacemos. Me hizo un gesto con la mano a modo de despedida, el cual
correspondí de la misma forma, y esta vez sí, al tiempo que yo me adentro en mi casa, ella
arranca el coche definitivamente para dirigirse a la suya.
◊◊
No les voy a contar el interrogatorio al que me sometió mi madre al llegar, porque se aburrirían
leyendo un resumen extremadamente resumido de lo que sucedió en los últimos cinco días.
Ustedes ya pudieron disfrutar de la historia completa, con lujo de detalles.
Estoy literalmente agotada… Y eso que lo único que he hecho en las últimas dos horas, es
deshacer la maleta … Y cuando digo deshacer, no me refiero a sacar la ropa, doblarla
cuidadosamente y guardarla en sus respectivos armarios. No… Me refiero a sacarla y llevarla
directamente a la cesta de lavado. Definitivamente, esta es la parte menos divertida de volver de
un viaje, así que ni siquiera me quise molestar en comprobar lo que estaba sucio o limpio. Casi
todas las prendas corrieron la misma suerte, sea cual fuese su estado. Salvo algunas cosas que ni
siquiera llegué a ponerme y prefiero guardarlas, antes de que llegue mañana, y al tener que volver
a preparar un pequeño bolso para ingresar en el hospital, me dé cuenta de que toda mi ropa está
esperando ser lavada.
Al agarrar una percha del armario para colgar una chamarra, veo junto a ella una camisa que
pertenece a Anahí. Ya lo había comentado, pero no exagero cuando les digo que la mitad de mi
armario, es suyo… Cuando salíamos más a menudo de fiesta y se quedaba a dormir aquí, la ropa
de la noche terminaba siendo intercambiada por prendas más cómodas, mías obviamente. Y aquí
me dejaba su recuerdo… Imagínense, esa rutina durante tantos años, sumando las veces que
simplemente se queda conmigo todo el fin de semana y va dejando ropa por cada rincón.
No puedo evitar sonreír al pensar en ello… Es un completo desastre esa mujer. Un impulso me
lleva a agarrar la camisa… Es muy elegante, blanca aunque de una tela extremadamente fina y
transparente. Parece ceda al tacto y recuerdo exactamente la noche en que se la puso… La llevaba
abotonada hasta el pecho, ligeramente abierta en la parte superior, formando su propio escote y
anudada a en la zona de sus caderas. Eso, un simple jean y unos zapatos de tacón blanco, la
hicieron verse espectacular… Sencillamente espectacular. Recuerdo que en un principio creía
que se había vuelto loca, pues cuando fuimos a comprarla, no me parecía nada interesante un
simple pedazo de tela, con el que se le iba a ver hasta el alma. Pero una vez la tuvo puesta, con el
“brassier” blanco perla que compró específicamente para ello, puedo asegurar que me quedé
literalmente con la boca abierta… Se le veía el cuerpo a través de la camisa, es cierto… pero
lejos de parecer vulgar, lucía absolutamente preciosa… ante mis ojos y ante los de la mayoría de
chicos que había esa noche en la discoteca.
Suspiro… Dejando que mi cuerpo saque hacia afuera todo lo que lleva dentro, todo lo que calla.
Vuelvo a colocar su camisa en el interior del armario, junto a mi chamarra y cierro sus puertas. De
pronto, me dieron ganas de dejar atrás los suspiros de una vez e intentar expresar mis sentimientos
de alguna forma… Quizás ya va siendo hora. Quizás ha llegado el momento de que yo misma
sepa lo que le está ocurriendo a mi corazón.
Con mi cuaderno de canciones y un bolígrafo en las manos, me dejo caer sobre la cama, dispuesta
a escribir todo eso, que tanto tiempo lleva mi corazón callando. Hago un rápido retroceso en el
tiempo, llegando hasta aquel día aparentemente normal de colegio, en el que una niña nueva, lleg
ó al salón. Y de pronto… las palabras comienzan a surgir solas:
─¡Dulce! ─Exclama mi madre abriendo la puerta de pronto y consiguiendo que la mire con
expresión de pánico por el sobresalto. Qué manía tiene de no tocar la puerta ─Any al teléfono
─Me informa alcanzándome el aparato ─No hace ni dos horas que están separadas después de
pasar cinco días juntas. ¡Ustedes no pueden vivir la una sin la otra eh! ¡Qué barbaridad!
Me quedo atónita observando como mi madre se marcha, cerrando la puerta, y dejándome a solas
de nuevo mientras continua hablando en la lejanía.
─¿La escuchaste? ─Le pregunto sonriendo a través del teléfono ─Dice que no puedes vivir sin
mí…
─Esta vez me va a tocar darle la razón ─Respondió, haciéndome saber que también estaba
sonriendo.
Otra vez mi corazón dio un vuelco casi doloroso contra mi pecho, que rápidamente se transformó
en una tímida sonrisa.
─Estaba escribiendo… algo. ─Traté de aclarar con nervios ─Pero aún no sé si terminará
siendo canción o una simple hoja arrugada en el fondo de la papelera.
─¡Vaya! Hacía mucho tiempo que no escuchaba eso. ¿Nuestras vacaciones te sirvieron de
inspiración?
─Te sorprendería saber cuánto.
─¿Y voy a tener el placer de disfrutar lo que hasta ahora has escrito?
─Me temo que no. Ya sabes que odio mostrarte las cosas sin acabar.
─Lo sé… Pero jamás dejaré de intentarlo. Por si algún día te agarro borracha y se te olvida esa
boba norma tuya ─Rió, consiguiendo que diera de cabeza y se creara un corto silencio ─¿Me la
enseñarás cuando esté acabada?
─Siempre eres la primera en leer o ver todo lo que hago.
─Esa respuesta no me sirve.
─Estas un poco quisquillosa hoy ¿No crees? ─Me quejé.
─Y tú no haces más que evadir respuestas ─Contraatacó. ─Sólo quiero asegurarme de que no
lo tiras a la basura sin enseñármelo previamente.
─¿Por qué te importa tanto? Si ni siquiera sabes lo que es…
─Porque he sido testigo en primera persona de la falta de inspiración que te ha abordado ú
ltimamente, en todo lo que siempre te ha apasionado, incluida tu carrera. Así que, si por un
momento, algo rompió ese bloqueo artístico, quiero verlo, antes de que tu excesiva autocrítica te
obligue a deshacerte de ello, dejándome con la intriga
─Any… Deberías haber sido política ¿Sabes? O abogada… Siempre tienes argumentos para
responder.
─¿Quieres dejar de irte por las ramas y responder mi pregunta?
─¡Está bien! ─Exclamé agobiada ─Prometo enseñártela en cuanto esté acabada.
─¿Ves como no era tan difícil?
─Si tú lo dices… ─Bufé indignada, cual niña pequeña. Pude adivinar a través del teléfono, por
un pequeño soplido de aire, que ella está sonriendo. ─Y volviendo al tema… ¿Tú que estás
haciendo?
─También estoy en la cama, observando un techo sin estrellas, mientras juego con un cojín, lanz
ándolo al aire y me río de tus berrinches.
─¿Y qué estabas haciendo antes de semejante diversión?
─Lo mismo, pero sin reírme de tus berrinches. Más bien me reía recordando ciertos momentos
de los últimos días. Y luego me sentí… extraña.
─¿Extraña? ¿Por qué?
─Porque ayer a esta hora estábamos juntas y… extremadamente felices y… ahora me siento…
vacía. No me gusta sentirme vacía, quiero que estés aquí.
─Yo también te echo de menos ─Sonreí.
─¿Ahora quien me va a despertar en plena madrugada, consiguiendo sobresaltarme por sus
patadas y ronquidos?
─Sabes perfectamente que ni ronco, ni muevo un solo músculo mientras duermo.
─No… ─Suspiró ─Te limitas a abrazarme durante toda la noche, absolutamente inmóvil, como
si ni siquiera un terremoto pudiera hacerte perder la calma.
Se produjo un silencio. Un corto silencio en el que pienso que, el motivo por el cual mi sueño es
tan profundo en esas ocasiones, es precisamente, ella… Sentir su cuerpo entre mis brazos, me
hace sentir protegida a la par que protectora. En esos instantes, no existe rastro alguno del
insomnio que a veces me invade por las noches.
─Hagamos algo ─Propuse de pronto ─Y prepárate para la tremenda cursilería que voy a
soltar.
─Te escucho ─Me dijo riendo.
─¿Tienes por ahí a tu “Peter”?
Su “Peter”, es un peluche de Peter Pan, que yo misma le regalé unas navidades de hace algunos
años. Hasta ahí, todo resultaría normal… Pero lo curioso del asunto, es que esa misma noche,
ella me regaló a mí un peluche de “Campanilla. La coincidencia nos resultó tan mágica, que
decidimos que cada uno de esos peluches, era una representación de cada una de nosotras. Yo me
quedaba con Campanilla, la cual me acompañaría cómo si fuera la misma Anahí quien lo hiciera.
Y ella se quedaría con Peter Pan, como si fuera una representación de mi propia persona.
Se volvió a crear un corto silencio, en el que ni siquiera la oía respirar a través del teléfono y yo
me ponía cada vez más nerviosa.
─Te advertí que era una cursilería… Pero resulta que te extraño tanto o más que tú a mí y…
─Es precioso ─Interrumpió ─Y te aseguro que voy a pasarme el resto de la noche aferrada a
este Peter Pan, como mismo me aferraría a ti, si estuvieras aquí.
Sonreí, aliviada y sintiendo como mi corazón, a pesar de estar en paz, experimenta un hormigueo
incontrolable.
─Bueno pues… entonces voy a dejar que sigas con tu momento de inspiración. ─Volvió a
hablar ─No quiero ser la culpable de que finalice.
Mi subconsciente me obligó a emitir un bufido algo parecido a una risa irónica. Y se creó otro
silencio, en el que probablemente se estaría preguntando de qué podía estarme riendo.
Pues básicamente, el hecho de que en ningún caso puedes ser la culpable del final de mi inspiració
n, sino más bien, la responsable de su regreso, Anahí. Eso, es lo gracioso.
─Nada ─Respondí sin embargo ─Que espero que esa inspiración que dices, se quede por un
largo periodo de tiempo.
─Odio cuando subestimas lo mucho que te conozco y crees poder engañarme.
─Nunca subestimo lo mucho que me conoces.
─Bueno, pues como dije, voy a dejar que continúes desarrollando tu inspiración. Nos veremos
mañana.
─Te quiero.
Lo dije tan segura y firmemente, que incluso a mí misma me sorprendió. Ella, que con su anterior
frase de despedida, denotaba cierto atisbo de molestia, pareció bajar la guardia y me hizo
distinguir una pequeña risa salir de sus labios.
─Me gusta mucho ese pronombre ¿Sabes? “Nuestro”… consigue que cualquier cosa resulte m
ás fácil y emocionante.
─Sí… ─Confirmó ─La carga acompañada, se divide y la felicidad compartida, se multiplica.
─Así es, filósofa Anahí.
Supe que mi burla le había hecho sonreír, aunque ninguna de las dos dijo nada más durante los
siguientes segundos. Me limité a observar el techo de mi habitación, en el que un manto de
estrellas dibujaba nuestras iniciales, con una estúpida sonrisa adornándome el rostro, por el simple
hecho de sentir su presencia en mi oído, aun estando en silencio.
Una fuerte punzada en mi corazón fue lo que sentí al escuchar esas dos simples palabras.
Palabras que probablemente fueron dichas desde la inocencia y no significaban absolutamente
nada, pero que a pesar de ello, consiguieron dejarme pegada al teléfono incluso cuando lo único
que escucho, es un tono continuado indicando que ya había colgado.
Sonreí. Sonreí y suspiré, como si en este instante mi corazón latiera a un ritmo y por un motivo
específico.
Volví a agarrar el cuaderno y abrazando a campanilla como si realmente se tratara de Anahí, dejé
que la inspiración volviera a instalarse en mi corazón y mi mente lo transformara en palabras.
Al darme cuenta fue muy tarde…Dentro de mí, ya estabas tú.
No existe tiempo perfecto, ni tampoco lugar.
Nada que haga más fácil, lo que vas a escuchar…
Volví a sonreír. Esta vez más ampliamente. No importa que esto no sea más que una letra de una
canción y que sea yo, la única que lo está leyendo. Es mucho más que eso… Es ser capaz de
decir, de escribir, por primera vez y sin miedo… eso que tanto tiempo llevo sintiendo. Eso, que en
los últimos días quemaba mis labios, deseando ser reconocido.
Las palabras continuaron fluyendo, cómo si ya no hubiera nada que esconder, como si una vez
abierta la veda, todo fuera más sencillo…
Capítulo 8
Día 13
Siento dibujarse una sonrisa en mis labios, antes incluso de que mi mente sea capaz de procesar el
sonido de su voz. Es curioso ¿No creen? Si supuestamente es el cerebro, el encargado de enviar
los impulsos nerviosos al resto del cuerpo para crear las reacciones y los movimientos. ¿Cómo es
posible que sea mi corazón, el que se anticipe a ello, sintiendo su presencia y haciéndome sonreír
a causa de la misma?
Creo que el amor, es lo único capaz de echar abajo cualquier teoría científica, por muy verificada
y comprobada que esté. Con el amor, se agudizan los sentidos… Somos increíblemente capaces
de reconocer el olor de esa persona aunque estemos en medio de una multitud. Y lo más curioso
de todo… sentimos su presencia. Nuestro corazón la siente, antes incluso de que nuestra vista lo
compruebe, antes de que nuestro cerebro lo procese.
Es ella… Y el simple hecho de saberla cerca, consigue que olvide cualquier rastro de preocupació
n que tuviera hace unos minutos y salga decidida a su encuentro.
Bajo las escaleras… descubriendo un poco más de ella con cada escalón. Mi corazón también se
acelera a medida que me acerco… Y ahí está, junto a la puerta, con ésta aún abierta de par en
par. Debe haber transcurrido menos tiempo del que pensaba.
Sonríe ante algo que mi madre le está diciendo y eso me obliga a detenerme donde estoy,
queriendo no interrumpir, queriendo observarlas reír juntas. Pero ella, como si hubiera sentido mi
presencia a pesar de la forma tan sigilosa en la que llegué, giró su rostro y me descubrió inmóvil.
Tan inmóvil, que en el momento en el que sus ojos azules se clavaron sobre mí, algo me obligó a
contener la respiración. La sonrisa pareció haberse borrado de sus labios… Y la presencia de mi
madre, así como el resto del universo, se esfumaron de un instante a otro. Nuestras miradas están
teniendo una conversación al margen de las palabras.
En este momento, me siento como esas adolescentes de las películas americanas, que al bajar las
escaleras enfundadas en un hermoso vestido, se encuentran con el afortunado chico de sus sueños,
encargado de llevarla al tan esperado baile. Él se queda alucinado al descubrirla cual princesa de
cuento, y ella, en medio del sonrojo, trata de controlar el temblor de sus piernas para que el paseo
en tacones no resulte aún más difícil de lo que es.
Pero en este caso, no existe tal baile, el vestido elegante fue sustituido por unos jeans desgastados
y una camisa de lo más normal, y el chico… Bueno, esa es la mejor parte… Ella, es la chica de
los sueños de cualquier persona.
Como si alguien hubiera presionado un detonante al mismo tiempo, ambas salimos del trance y
nuestros cuerpos se dirigieron automáticamente el uno al otro, para fundirnos en un abrazo.
Dios… no hace ni veinticuatro horas que me despedí de ella y es como si hiciera un siglo que no
la veo, que no la toco, que no la huelo… Que rico huele su cabello, recién lavado y que poder
tiene de transportarme hacia la más absoluta calma. Definitivamente… en su abrazo, las
preocupaciones, los miedos, simplemente no existen.
─Parece que hace un siglo que no te veo ─Dijo mirándome confundida en cuanto finalizamos el
abrazo.
─Ni me lo recuerdes. Que por tu culpa, a las 7:00 de la mañana abrí los ojos como un búho y ya
no había quien me los cerrara.
─¿Y yo qué culpa tengo de eso? ─Volví a preguntar atónita.
─Llevas toda la semana despertándome al alba. Y hoy… ─Bajó la mirada como un cachorrito
─mi subconsciente extrañó que lo hicieras… Y… no pude dormir más.
Me dio tanta ternura, que no pude evitar sonreír y dar de cabeza mientras besaba su frente con
dulzura.
─Así que el único día que no estoy para darte guerra, es cuando decides despertarte temprano,
¿no?
Se encogió de hombros y me miró arrugando ligeramente su frente, como una niña inocente.
Me miró nuevamente con esa cara de niña inocente, haciéndome sonreír. Tanto mi madre, como
yo, sabíamos que Anahí era incapaz de negarse a su ensalada de pasta. Para ella, mi madre es la
mejor cocinera del mundo y la ensalada, su plato favorito… De hecho, no recuerdo un solo día de
los últimos años en los que la haya preparado y Anahí no se haya quedado a comer.
Nos dirigimos a la cocina y juntas, como un equipo, comenzamos a preparar la mesa para el
almuerzo, mientras mi madre terminaba de aliñar la ensalada. De vez en cuando nos dedicábamos
miradas y sonrisas cómplices. Además comenzamos a jugar lanzándonos en forma de bolitas, la
miga de un pan que acabamos de morder cual ratones. En definitiva, continuamos siendo las dos
niñas traviesas que somos cuando estamos juntas. No me extraña que mi madre nos siga tratando
como bebés a pesar de nuestra edad.
Una vez todo estuvo listo, nos sentamos los cuatro a la mesa; mis padres, Anahí y yo, igual que
una gran familia. En realidad, cuando único coincidimos en el almuerzo, es precisamente cuando
está ella. En el resto de ocasiones, ya que nuestros horarios no coinciden demasiado, yo suelo
comer sola. Por eso, es en estos instantes cuando mi madre aprovecha para sus habituales
interrogatorios. En este caso, sólo nos hizo miles de preguntas sobre el viaje y fue Anahí quien
respondió la mayoría de ellas, mientras yo me ausentaba por momentos. Me es imposible, no
pensar de vez en cuando, en lo que está a punto de suceder…
Terminamos de almorzar. Así que, Any y yo subimos a mi cuarto para terminar de recoger el
bolso y salir cuanto antes.
Llegó la hora.
─¿Estás nerviosa? ─Preguntó haciéndome voltear para descubrirla aún junto a la puerta, con
los brazos cruzados sobre su pecho.
Comenzó a caminar hacia mí y suspiró en cuanto la distancia que no separaba fue de centí
metros.
─Yo si lo estoy… Así que, puedes reconocerlo si quieres. Aprovecha ahora que es el momento,
porque en cuanto salgamos de esta habitación, no me voy a dar el lujo de estarlo y tampoco voy a
permitir que lo estés tú.
Sonreí.
─Estoy nerviosa ─Acepté ─Y tengo algo de miedo. Y momentos en los que la mente me da
vueltas. Pero a pesar de eso, aún no me ha llegado el pánico… Quizás el hecho de que estés a mi
lado, me vuelve un poco más… ¿Valiente?
─Tú siempre has sido una valiente… Yo sólo sirvo para ayudarte a recordarlo.
─No le quites importancia, Anahí. Porque ayudarme a recordar quién soy y lo que quiero, es el
regalo más grande que me puedes hacer… Así que no te quites importancia.
─Vaya, si llego a saber eso, me habría ahorrado el viaje y el hotel de lujo ─Dijo guiñándome un
ojo para eliminar la repentina seriedad que de pronto adquirí ─Ah y no quiero volverte a
escuchar llamarme Anahí, al menos en las próximas 48 horas.
─¿O qué? ─Pregunté desafiándola con una sonrisa.
─¿Me estás retando? ─Contraatacó alzando una ceja.
─¿Y tú a mi amenazando?
De pronto, la que se quedó mirándome fija y seriamente, fue ella. Llevó una de sus manos a mi
mejilla y observó todo mi rostro, mientras me acariciaba y la sonrisa se iba esfumando de mis
labios, a causa del nerviosismo.
La yema de sus dedos, rozó el borde de mis ojos cuando volvió a clavar su mirada en ellos y
sonrió…
─Te quiero mucho ¿Sabes? Y aunque no pueda asegurarte que todo vaya a salir siempre bien, si
puedo prometerte que estaré ahí en ambos casos, junto a ti.
─No necesito más…
Le sonreí. Ambas sonreímos… Y como si salir de este cuarto significara dejar algo atrás, lo
hicimos juntas, agarradas de la mano, dándonos fuerza la una a la otra.
En realidad, si nos paramos a pensar, si que significa dejar algo atrás, pues existe un 50% de
posibilidades de que ésta, sea la última vez que pueda ver cada objeto de mi habitación. Esa en la
que crecí… en la que construí mi mundo. La misma que ha ido cambiando a lo largo de los años,
madurando a mi ritmo. La misma que ha sido testigo de mis noches de desvelo, mis lágrimas, mi
felicidad, mis momentos de creación, de bloqueo… de nuestras noches juntas. Es increíble la
infinidad de recuerdos que pueden albergar cuatro simples paredes. Es increíble, salir de aquí,
con la mínima posibilidad de que ya no vuelva a verla nunca más.
Aunque… ¿Acaso no existe esa posibilidad cada vez que abandonamos nuestro cuarto? ¿Nuestra
casa? ¿O cada vez que despedimos a un familiar, a un amigo? Nunca lo pensamos porque para el
ser humano, resulta muy frustrante vivir de esa forma, con ese miedo. ¿Pero qué pasaría si
transformáramos el miedo en algo positivo? ¿Si en vez de alejar ese pensamiento de nosotros, lo
utilizáramos para no marcharnos nunca sin decir “Te quiero” a los nuestros? Quizás el secreto de
la vida, sea aprovechar cada instante para hacer y decir, como si realmente no pudiéramos volver a
hacerlo jamás. Quizás…
Justo antes de cruzar la puerta, me detengo a observar el tablón en el que decenas de fotos están
estratégicamente colocadas, para que todas queden a la vista. La mayoría de imágenes son de
nosotras dos juntas. A veces con más amigos, otras solas, en diferentes paisajes, distintas edades y
con diferentes estados de ebriedad, pero siempre… juntas.
Cada fotografía marca un momento especial de nuestras vidas, un instante mágico al que viajo de
una manera muy rápida con tan solo mirarlas. Trato de retener en mi memoria cada una de ellas,
mientras siento su mano presionar la mía, como si me estuviera transmitiendo fuerza a través de
la piel.
Me giro ligeramente… Observo una vez más las estrellas que adornan el techo y lanzo una ú
ltima ojeada al resto de la habitación.
Suspiro… y cuando me vuelvo hacía Anahí, me doy cuenta de que también observa el cuarto,
como si ambas nos estuviéramos despidiendo de él. Cómo si una parte de las dos, se quedara hoy
aquí.
◊◊
El ingreso en el hospital, realmente no fue nada del otro mundo. Bastante más normal de lo que
me imaginaba… Aunque tampoco es que esperara una llegada en ambulancia, o una enfermera
recibiéndome en silla de ruedas. Supongo que todo eso es ridículo, ya que puedo andar por mi
propio pie, al menos por ahora. Pero si es cierto que, ya que hay que hacerlo, pues no hubiera
estado mal algo más… de película, divertido.
En fin, estas son las cosas que una piensa cuando está sola y aburrida, en una habitación de
hospital fría y sin gracia. Lo cierto es que ya no sé como entretenerme… No tengo ni pizca de
sueño, no puedo concentrarme en la lectura, los minutos se hacen eternos y tengo demasiado
tiempo para pensar y que el miedo vuelva a hacer acto de presencia.
Mis padres y Anahí, tuvieron que marcharse a las 7 de la tarde, cuando finalizó el horario de
visitas, aunque los tres prometieron estar aquí a primera hora de la mañana.
Mañana… mañana es el gran día… Y presiento que ésta va a ser una larga noche… Ojalá ella
estuviera aquí, ojalá…
De pronto, la puerta se abre frente a mí, dando paso a una Anahí completamente agitada y con
cara de pánico, que se apoya en la misma después de cerrarla.
Me quedo atónita… No puedo creer lo que estoy viendo. ¿Realmente es ella? ¿O la soledad me
está haciendo ver alucinaciones? Como en el desierto, cuando tienes mucha sed y de pronto
aparece el espejismo de un oasis frente a ti. Quizás sea eso… Mis ganas de verla, hicieron que mi
mente la materializara. Dios Dul… te estás volviendo loca.
─¿Por qué estás tan pálida? ─Pregunta preocupada entornando los ojos desde la distancia.
─¿Qué estás haciendo aquí? ─Salí por fin del shock, sin abandonar el asombro.
Antes de responderme, se dio la vuelta y abrió de nuevo la puerta con sigilo, asomando
cuidadosamente la cabeza por una pequeña rendija. La observé mirando a un lado y a otro antes
de volver a entrar y llevarse una mano a su pecho agitado.
─No hay moros en la costa ─Anunció con alivio ─Nunca pensé que sería tan emocionante
colarse en un hospital.
─Como venga alguien nos la vamos a cargar…
─No creo que me lleven a la cárcel, ¿no? ─Se encogió de hombros ─Como mucho me
echaran a patadas. ¿O…sí?
─Nunca me he colado en un hospital.
─Pues cuando estés recuperada, me pondré enferma para que me hospitalicen y puedas hacerlo.
Es una experiencia única… Nada que envidiarle al salto en paracaídas.
─Pues ya puedes ir haciéndome un hueco en esta estrecha cama ─Pidió consiguiendo que me
rodara hacia la izquierda para dejarle un pequeño espacio en la derecha, mientras se sentaba en él
y subía las piernas a la cama ─Vaya… Creo que vamos a dormir más apretadas que nunca.
─¡¿Dormir?! ─Pregunté sorprendiéndome cada vez más ─¿Vas a dormir aquí?
─Créeme que le di muchas vueltas. Incluso hice una lista de pros y contras antes de decidirme.
Mira, aquí la tienes.
Traté de sonreír, pero me fue imposible llevar a cabo alguna expresión o pronunciar palabra, con
su mano presionando mis mejillas de esa forma. Pareció darse cuenta, porque la que sonrió con
dulzura fue ella, antes de descender su vista hacia mis labios. Una vez ahí, esa sonrisa se fue
borrando y la presión de sus dedos, aflojaba, permitiendo que mi boca volviera a su estado normal.
Aunque “normal”, es sólo una forma de llamarlo… Mi respiración comenzó a agitarse a medida
que el tiempo transcurría y sus ojos seguían clavados en mis labios.
─Eres tan…─Susurré consiguiendo que sus ojos volvieran a los míos. ─…tú.
Sonreí… y bajé la mirada con una mezcla de timidez y… no le podría llamar tristeza, porque
sería egoísta sentir tan solo un ápice de esa emoción. Pero quizás sí siento resignación…
porque es inútil engañarme… soy la persona más importante de su vida, su mejor amiga, prá
cticamente su hermana… Pero nunca seré más que eso.
─Así que… ¿Esta noche toca lectura? ─Agarró el libro que minutos antes dejé sobre mis
propias piernas y lo inspeccionó, deteniéndose a leer el título ─”PD: Te amo”
De pronto dio un pequeño golpe con el libro en mi hombro y me clavó una mirada fulminante.
Me sonrió, como si mis dedos en su mejilla y mis palabras, le inspiraran tranquilidad… Apoyó su
cabeza en mi hombro y consiguió que el olor de su pelo amenazara con evadirme del mundo en
ese mismo instante.
Sentí de pronto un increíble ardor adueñarse de mis mejillas y todas las palabras que pude haber
dicho, debieron atorarse en algún lugar de mis cuerdas vocales. Solo fui capaz de mirarla…
Mirarla mientras ella sonreía y con un guiño de descaro, volvió su vista a la novela.
─Un encantador viaje de la tristeza a la esperanza ─Leyó la frase que había escrita en la
portada.
Suspiró y abrió las páginas del libro, dando comienzo a una lectura en voz alta, mientras yo
permanecí observándola durante varios segundos… Sonriendo al verla acompañar cada frase
con un gesto dramático, como si estuviera interpretando una obra de teatro… En este momento,
mis oídos sólo son capaces de distinguir el sonido de los latidos pausados de mi corazón, mientras
que el de sus palabras, queda difundido como un eco en la lejanía… suave… seguro.
◊◊
Llegó el día.
Oficialmente admito que soy la persona más bipolar sobre la faz de la tierra. Y voy a tratar de
explicarles el motivo de tan asombroso descubrimiento: Llevo horas en la misma posición,
observando el rostro de Anahí, que duerme plácidamente a escasos centímetros de mi nariz… Y
les aseguro que en este instante estoy más acojonada que nunca. La analizo como una completa
demente, rezando porque cada milímetro de su cara se grabe en mi memoria para siempre. Estoy
segura de que si abriera los ojos en este instante, pensaría que soy una psicópata. Tengo miedo…
muchísimo miedo, porque se acerca la hora de la operación y el simple pensamiento de no volver
a verla, me oprime el pecho de una forma asfixiante. Pero al mismo tiempo (ahí va mi
bipolaridad), me siento en paz… la única paz y tranquilidad que puede transmitirme el hecho de
estar mirándola a ella.
Abre los ojos y cómo había anticipado, me sorprende mirándola fijamente. Frunce el ceño
confundida y al ver sus ojos azules, los míos comienzan a alternarse nerviosos entre uno y otro,
durante varios segundos de silencio.
Cerré los ojos y permití que una gran bocanada de aire, impregnado con su olor, llegara a mis
pulmones, dejándola salir luego en forma de suspiro.
Volví a abrirlos y separé un poco nuestras frentes parar observarla mejor… La tranquilidad me
invadió.
─Buenos días ─Susurré ─Te preguntaría cómo dormiste, pero en esta cosa tan estrecha dudo
que…
─Perfectamente ─Interrumpió ─Aunque no es que hayamos dormido demasiado. La lectura
nos atrapó más de lo esperado… ¿Y tú? Apuesto a que no cerraste los ojos ni un minuto.
─Ganarías la apuesta.
─¿Y qué hora debe ser ya?
─Supongo que aún es temprano. No se escucha demasiado movimiento en los pasillos.
─Entonces voy a aprovechar para levantarme antes de que alguna enfermera entre y me descubra
tan cómoda.
Me dirigí hacia la ventana, acomodándome el horrible camisón de hospital, que obligan a poner
(y que si no llega a ser por tu propio pijama, se te vería hasta el alma) y me detuve a observar a
través del cristal. Debía ser muy temprano aún, pues apenas hay movimiento en la calle y se
distingue una armoniosa tranquilidad en la entrada del hospital. Los primeros rayos de sol inciden
sobre el césped, que está siendo regado por los aspersores automáticos… Siento que me quedo
como hipnotizada, observando la imagen del agua cayendo sobre la hierba…
Pero de pronto, un efecto comienza a aparecer, cuando los rayos de sol se unen con el agua,
haciendo que mis labios dibujen una sonrisa a medida que ante mi vista se descubre un pequeño
arcoíris.
Uno de mis temores hace tan solo dos semanas, era no volver a tener la oportunidad de ver los
colores reales de un arcoíris, ya que eso depende de los caprichos de la naturaleza. Pero aquí est
á… sin necesidad de una lluvia torrencial o de un clima tropical. Con la simple unión del agua de
un aspersor y los enérgicos rayos de sol mañanero… se crea la magia. La magia de la naturaleza.
Esa que para descubrirla, no debes hacer más que… observar.
Me emocioné ¿Saben? Me emocioné como si fuera la primera vez que mis ojos veían un arcoí
ris… Aunque quizás así era. Quizás es la primera vez que realmente lo veo, con todo el
significado que debe implicar ese verbo: ver.
Sentí los brazos de Anahí rodear mi cintura y me di cuenta de que adoptó mi misma posición.
Ni siquiera la escuché salir del cuarto de baño, pero no dejé de contemplar el paisaje y no me
hizo falta explicarle lo que estaba haciendo, para que ella solita lo descubriera. Pero me sorprendió
escuchar una pequeña risa por su parte.
Miré hacia ella y la descubrí sonriendo, mientras observaba lo mismo que yo.
─¿Qué ocurre?
─El Universo… ─Respondió ─No deja de sorprenderme.
─¿Qué quieres decir?
─Que llevo dos semanas intentando crear un arcoíris de todas las formas que explican en internet;
con una lupa, con agua, de mil maneras diferentes... ─Explicaba sorprendiéndome con cada
palabra ─Era una de las sorpresas que quería prepararte, pero no fui capaz de conseguirlo. Ya me
había rendido y mira… ─Señaló la ventana ─A veces, simplemente hay que dejar que la vida
fluya… entonces el Universo, cuando lo crea conveniente, te echa la mano.
Volví a mirar hacia la ventana. Allí seguía el pequeño arcoíris apenas perceptible. De hecho,
estoy completamente segura de que nadie se percataría de su presencia a menos que se detuviera a
observar ese lugar en concreto.
Permanecimos en esa posición durante varios segundos. Gobernadas por el más absoluto y nada
incómodo silencio. Pero poco a poco, los aspersores fueron girando automáticamente y el bonito
arcoíris desapareciendo, a medida que la lluvia de agua cambiaba de lugar.
Entonces escuchamos el sonido de la puerta abrirse y ambas nos volteamos sobresaltadas.
En ese preciso instante descubrí a mi madre, observándonos con expresión de confusión desde el
umbral. Seguramente preguntándose qué demonios hac íamos abrazadas, contemplando la
ventana a esta hora de la mañana, como dos absolutas imbeciles. Detrás de ella, mi padre observa
de la misma forma. Aunque algo menos “preocupado”.
─¿Any? ─Preguntó ella frunciendo el ceño ─¿Cómo llegaste tan temprano? Apenas está
comenzando el horario de visitas.
Anahí se quedó muda. No puedo verle la expresión, pero siento su cuerpo en absoluta tensión.
Creo que la interrupción de mis padres la pilló demasiado desprevenida y a estas horas de la
mañana, su mente aún no está igual de ágil y rápida que de costumbre.
─Acaba de llegar ─Intervine, sintiéndome orgullosa de ser yo, por primera vez, la rápida ─
Hace cinco minutos ¿Verdad?
─S…sí… ─Respondió ella, saliendo poco a poco del letargo.
Mi madre alzó una ceja y cruzó lo brazos sobre su pecho, como si no me hubiera creído ni una
sola palabra.
─Ya veo… Y el camino de tu casa hasta aquí fue tan largo, que tus pies no lo soportaron y lo
primero que hiciste fue quitarte los zapatos, ¿No?
Al mi madre terminar esa frase, todos dirigimos nuestra mirada hacia los pies de Anahí, incluida
ella misma. Y efectivamente… descalzos… Movió los dedos bajo el calcetín, como si los
quisiera meter en una madriguera para que nuestra excusa no fuera descubierta.
─Mira que eres tonta… ─Susurré queriendo llevarme las manos a la cabeza.
Rápidamente me clavó una mirada fulminante, de esas que sólo me provocan sonrisas. Alzó una
de sus cejas y estoy segura de que estaba a punto de decirme alguna barbaridad, de no ser porque
mi madre volvió a interrumpir.
─Ni se molesten… ─Nos advirtió captando de nuevo la mirada de ambas ─Prefiero no saberlo.
─Movió las manos en el aire cómo si tratara de borrar alguna imagen de su mente y volvió a
dirigirse a Any ─Pero deberías ponerte los zapatos antes de que aparezca el doctor, porque en
cinco minutos viene a buscarte, Dul.
─¿Buscarme? ¿Para qué?
─¿Eres consciente de que hay un motivo mayor por el cual estás ingresada, además de para que
Any se cuele en el hospital en plena noche, no? ─Miré a mi madre entrecerrando los ojos y ese
fue motivo suficiente para que continuara hablando con una sonrisa burlona ─Al parecer van a
adelantar la operación porque el quirófano quedó libre. El doctor venía a informarte pero lo
encontramos en el camino y preferimos hacerlo nosotros.
Un enorme cosquilleo ascendió por mi estómago hacia el pecho y en un momento sentí mis
piernas flaquear. Anahí pareció darse cuenta de ello, porque se aferró con más fuerza a mi
cintura, como si tratara de sostenerme.
La miré…me miró… y no nos hizo falta decir nada para comprender que ambas estábamos
muertas de miedo. La operación se había adelantado… había llegado el momento… se terminó
el tiempo.
Sus ojos azules trataban de transmitirme fuerza a pesar de estar igual de aterrorizados… Y sonreí.
Sonreí, porque ni siquiera es capaz de adivinar la valentía que me transmite su mirada. Mis
padres, el doctor, el hospital, la operación y el resto del mundo, se nos olvidó durante unos
instantes…
─Ya está todo listo ─Informó una nueva voz, sacándonos del trance. Miramos hacia la puerta y
ahí descubrimos al doctor. Todos habían accedido al interior de la habitación sin que nos dié
ramos cuenta y observaban expectantes alguna reacción por mi parte ─¿Preparada?
Que pregunta más absurda… ¿En algún momento de la vida se está preparado para el cambio? ¿
Para salir de una habitación consciente de que cuando regreses no serás la misma? ¿Para dejar en
ella, a la persona que más te importa en la vida, sabiendo que quizás no puedas volver a verla?
No… obviamente no estoy preparada. Pero nadie, nunca, está preparado para los cambios y aún
así…suceden.
Suspiré... Y los brazos de Anahí se aferraron a mí con más fuerza aún, al tiempo que hundía su
cabeza en mi cuello. Igual que un avestruz se esconde del peligro bajo sus propias plumas, como
si en ese lugar estuviera a salvo, como si el hecho de esconderse en mí, fuera a protegerla de
cualquier peligro. Bueno… así es, realmente.
Volví a sonreír enternecida y le di un pequeño beso protector en la cabeza. En cuanto lo sintió, se
incorporó, también sonriendo. Se acercó a mi rostro y depositó sus labios en mi mejilla con
dulzura… Puedo asegurar que estuvo ahí más tiempo del considerado normal. Sentí su
respiración en mi piel durante varios segundos… Hasta que finalmente, con el sonido de un beso,
se apartó y yo me sentí más fuerte que nunca para lo que estaba a punto de enfrentar.
Miré a mis padres y miré al doctor, haciéndoles saber que estoy lista. El último sonrió y me
mostró una expresión de seguridad, como si tuviera certeza de que todo iba a salir bien. Quizás es
sólo parte de su trabajo, transmitir seguridad al paciente. O quizás no… quizás realmente confía
en sí mismo. Dicen que el primer paso para lograr algo, es creer en ti. Así que en este momento
espero, que el doctor crea mucho en sí mismo.
─Hay que empezar a preparar tus ojos ─Volvió a hablar mientras se acercaba hasta nosotras
mostrando un pequeño frasco ─Tienes que poner una gota en cada ojo, cada dos minutos
aproximadamente, para que la pupila vaya dilatando. ¿Crees que podrás hacerlo tú misma? ¿O
mejor envío a una enfermera para que te ayude?
Dudé algunos segundos, mientras mi mente asimilaba que no debía ser demasiado difícil
ponerme unas simples gotas. Aunque conociendo la sensibilidad de mis ojos, puedo estar cinco
minutos intentando no parpadear y tratando de que el líquido caiga justo donde debe caer y no se
escurra por mi rostro.
─Yo lo haré. ─Intervino Anahí ─No hace falta que envíe a nadie. Yo se las pondré.
El doctor la miró, mis padres la miraron, yo la miré… Y ella continuó sin cambiar un ápice su
expresión, haciéndonos saber a todos que no estaba pidiendo permiso ni realizando una pregunta.
Estaba afirmando que ella iba a ponerme esas gotas y no había vuelta de hoja.
El doctor sonrió ofreciéndole el frasco.
─Una gota en cada ojo. Que lo mantenga cerrado durante un minuto aproximadamente y luego
los abra. Vuelves a esperar un minuto y repites el proceso… Así hasta que yo vuelva.
─Entendido. ─Aseguró ella.
─Aquí te dejo también algunas gasas para que puedas limpiarle las lágrimas. Enseguida estaré
de vuelta para llevarte al quirófano ─Me indicó esta vez a mí y tras asentir, lo observamos
abandonar la habitación.
Sin permitir que transcurrieran siquiera dos segundos, Anahí me agarró de la mano y me dirigió
hacia la cama, indicándome que me sentara. Obedecí a todo sonriendo divertida, por lo en serio
que se estaba tomando su labor de enfermera. Ni siquiera esa sonrisa parecía poder distraerla de
su trabajo, ya que muy concentrada, presionó un botón que hizo descender la cama, hasta una
altura más cómoda para ella.
Quedamos casi al mismo nivel una de otra. Yo quizás unos centímetros por debajo de su rostro.
Me hizo inclinar la cabeza ligeramente hacia atrás y llevó el gotero hasta mis ojos, pero en el
momento en el que la gota calló, mi ojo izquierdo se cerró como si yo misma hubiera dado la
orden. Además, un acto reflejo me hizo apartar la cabeza, como si fuera a hacerme daño.
Parpadeé numerosas veces mientras me cubría el ojo con la mano, sintiendo un ligero dolor,
como si algo se me hubiera introducido en el interior. Creo que es algo meramente psicológico,
porque la gota ni siquiera me rozó el ojo. Volví a mirar a Anahí y la descubrí observándome
con una expresión entre confusa y tierna, seguramente por la forma en que me sigo cubriendo,
como una niña pequeña y miedosa.
─Lo siento… ─Me disculpé avergonzada ─No lo controlo… Quizás sea mejor idea hacer
caso al doctor y pedir que lo haga una enfermera. No quiero tenerte aquí dos horas y que mis ojos
se cierren solos cada vez que vuelves a intentar ponerme esas gotas.
Ella sonrió. No entiendo muy bien qué es lo que puede hacerle gracia. Para mí es bastante
frustrante y dentro de unos cuantos intentos más, se terminará desesperando.
─Separa las piernas ─Me pidió como si tal cosa, dando un pequeño toque con su mano en mi
rodilla para que le hiciera caso.
Lo hice. Abrí las piernas y ella se acercó aún más, colocándose en medio de ambas, con su
cuerpo casi pegado al mío que aún permanecía sentado. Tan extremadamente cerca, que los
nervios me hicieron tensarme y estirar la espalda, ganando unos centímetros de altitud. Mis ojos
quedaron a la altura de su sonrisa… Estuve a punto de perderme en ella, de no ser porque su
mano rozó mi mejilla, haciéndome volver al mundo real…
─Mírame ─Volvió a pedir, inclinando muy ligeramente mi cabeza hacia atrás, pero acompañá
ndome en el movimiento, para que no la perdiera de vista.
Así que también lo hice. La miré… Me encontré de frente con esos ojos azules, que de un
momento a otro lograron hacerme olvidar cualquier cosa que estuviera sucediendo en el mundo.
Su dedo pulgar, ejerció una pequeña presión en la parte inferior de mi parpado, consiguiendo que
este se abriera. Y sin perder ni un instante el contacto visual y apenas sin darme cuenta, la gota call
ó perfectamente en el interior de mi ojo izquierdo.
En cuanto sentí el líquido, me sobresalté y en un acto reflejo, cerré el ojo tratando de volver a
parpadear. Pero Anahí, con un movimiento rápido y delicado, llevó la gasa a él y me impidió
volver a abrirlo.
Puse la cabeza recta, dispuesta a intimidarla con la mitad de mi mirada, ya que uno de mis ojos
continua cerrado y tapado por su mano. Pero eso, lo máximo que consiguió fue hacerla sonreír de
una forma muy segura de sí misma.
─Venga, no protestes ─Me dijo divertida, volviendo a inclinar mi rostro hacia atrás, recibiendo
un resoplido por mi parte ─Estás hecha toda una refunfuñona.
Sonreí, dispuesta a dar de cabeza, cuando sentí otra gota caer, esta vez en mi ojo derecho. Y ella,
rápidamente repitió la acción de antes, tapándomelo con la gasa para que no parpadeara.
Tiene razón, no sé qué maldito poder hipnótico tienen sus ojos y su presencia sobre mí, pero el
caso es que, sea como sea, lo logró. Y por algún motivo, después de la primera vez, consiguió que
me sintiera más segura, mi cuerpo se relajó y los siguientes intentos fueron bastante más fáciles.
Cuando el doctor volvió a aparecer, acompañado por unos enfermeros, habíamos repetido el
proceso de las gotas aproximadamente cuatro veces. Él se acercó para examinarme de cerca y
después de hacerlo, la miró a ella, dándole su aprobación.
De pronto me di cuenta de que los enfermeros que lo acompañaban, habían entrado transportando
una camilla algo más pequeña que en la que estoy sentada.
Y en este momento, la diminuta habitación, resultó aún más diminuta y agobiante, por la
afluencia de personas que se encontraban en ella.
Creí que se iba a enfadar. De hecho, mi madre puso una expresión de querer matarme por
impertinente. Pero nada iba a hacerme cambiar de opinión y él, sin embargo, sonrió.
─Me gustan las personas con las cosas claras ─Informó ─Está bien, vamos a pie y cuando
tengamos que entrar en el quirófano te subes en la camilla.
Asentí. Sin mostrar mucho entusiasmo, pues no había pedido permiso en ningún momento. Pero
aún así, me había salido con la mía.
Los enfermeros abandonaron la habitación con la mencionada cama, el doctor fue tras ellos y
finalmente, mis padres aguardaron hasta que yo decidiera mover un pie.
Miré a Anahí por última vez, requiriendo la fuerza que sólo ella podía transmitirme y tras
suspirar, me levanté de la cama tan rápido como pude. Siento que si la hubiera observado un
segundo más, no habría sido capaz de irme a ninguna parte. Y sé que ella tampoco me hubiera
dejado ir a ningún lugar.
El camino hacia la puerta se me hizo eterno... Cada paso que daba me resultaba más pesado que el
anterior. Mi cuerpo comenzó a temblar en cuanto dejó de sentir el contacto de Anahí, mis manos
se empaparon de sudor frío y mi corazón ensordecía cada sonido que pudiera haber dentro y
fuera de aquella habitación. Como si tratara de gritarme algo y yo fuera incapaz de entenderlo.
Miraba al suelo, cuando sentí la mano de mi madre sobre mi hombro, haciéndome saber que ya
había llegado hasta ellos, transmitiéndome ánimo con ese gesto. Alcé la vista y ahí los vi a los
dos… Mis padres, esperando que su hija fuera valiente y se enfrentara a sus miedos, esperando
que saliera victoriosa de esa guerra con mi cuerpo. Y entonces lo entendí… entendí que hoy, la
guerra no era con mi cuerpo, sino con mi mente. Entendí que mi corazón, con esos latidos sólo
trataba de hacerse escuchar por encima de ella.
Y lo hice… lo escuché… Y aquello que me susurró, fue lo más hermoso que pude haber
escuchado jamás.
Me di la vuelta con decisión y volví a encontrar a Anahí, clavada en el mismo lugar en el que la
había dejado, observándome con preocupación… Le sonreí y caminé hasta ella, observando
como la confusión se iba adueñando de su rostro.
Agarré sus mejillas… Y una vez más, sus ojos azules, preocupados, confundidos y también
ansiosos, me dieron la fuerza necesaria para…
─Te amo… ─Sentencié en un susurro, como si estuviera diciendo la verdad más absoluta de mi
existencia.
Sus ojos se entrecerraron por un momento, tratando de entender el significado de mis palabras. Y
finalmente, sonrió…
─Creía que te había pasado algo. No me asustes así, imbecil ─Se quejó mostrando alivio.
Entonces supe que no me había entendido ─Yo también te…
─No ─Interrumpí negando con la cabeza ─Te amo, Anahí… ─Repetí sintiendo al instante
como un enorme peso abandonaba mis hombros y también mi corazón.
Después de unas milésimas de segundo, sus ojos se abrieron enormemente, pareciendo estar
perpleja y por algún motivo eso me hizo sonreír nerviosa, mientras las lágrimas comenzaban a
empañar mis ojos.
─¿Qué?
─Sí… Que estoy enamorada de ti ─Aclaré completamente, por si alguien tuviera aún alguna
duda ─Y no te creas que eres la única sorprendida. Nos estamos enterando al mismo tiempo…
Estoy absoluta e irremediablemente enamorada de ti, Anahí.
─Déjate de tonterías ─Me pide sonriendo ─Eso… eso es imposible… Los últimos días
juntas para mí también fueron mágicos… y también me siento… nos siento más… ya sabes…
unidas. Pero eso no quiere decir que estés enamorada de mí, Dul, por Dios ─Vuelve a sonreír
nerviosa ─Quizás… quizás todo lo que hemos vivido, el hecho de darte mi apoyo y lo sensible
que te tiene la operación, te está confundiendo… Así que, mejor vete ya al quirófano y verás
que cuando salgas de él, pensarás diferente.
─Puede que piense diferente. Pero seguiré sintiendo lo mismo… Tienes razón en algo; lo que
hemos vivido estos d í as, tu apoyo incondicional, nuestra uni ó n y la operaci ó n,
contradictoriamente, lo único que ha conseguido es abrirme los ojos. Hacerme ver algo que llevo
años tratando de evitar… Pero ya no puedo más, Any. No puedo seguir negándomelo a mí
misma cuando es tan evidente para el resto del mundo. No te estoy pidiendo nada… ¿Vale? No te
estoy diciendo que me quieras igual, ni que te fugues conmigo al otro lado del mundo… Si te lo
estoy diciendo en este momento y no en otro, es porque hace apenas un minuto que lo acabo de
entender... Y porque cuando regrese a esta habitación, probablemente algo en mí haya
cambiado… Y necesitaba hacer esto mirándote, Anahí… Puede que sea una completa locura ─
Sonreí sintiendo mis ojos humedecerse ─Puede que se me caiga el mundo encima en cuanto
salga de esta habitación o que el resto del universo piense que es descabellado lo que siento, que
nadie lo entienda… que ni tú misma me entiendas y que jamás puedas perdonarme. Puede
incluso que mi vida se venga abajo si llego a perderte… Pero sólo sé, que necesitaba hacerlo de
una vez por todas. Necesitaba, ver tus ojos al confesarte que… te amo.
Sus ojos… se alternaban nerviosamente a un lado y a otro de los míos, mientras ambas nos
agarramos mutuamente las mejillas y observo como comienzan a empañarse.
─No, por favor… ─Le suplico ─Lo último que quiero es hacerte llorar.
─E…eres la persona más importante de mi vida, Dul…Eres… mi mejor amiga…Yo no sé qu
é…
Su voz comienza a quebrarse, como si un nudo enorme estuviera impidiendo el paso de las
palabras por su garganta. Está aturdida… sé perfectamente que en este momento, su mente está
bloqueada.
─Lo sé… ─Respondí sonriendo para tranquilizarla ─Lo sé. Y te repito que no pretendo que
respondas nada… Ahora tengo que ir a operarme. Pero voy a volver… y si en algún momento
quieres… ya sabes, hablar de ello… sólo dilo.
Ella asintió, aún con las lágrimas comenzando a descender por sus ojos. Besé su frente, con tanta
ternura como siempre he hecho y la miré por última vez antes de voltear para marcharme. Pero
haló de mi mano para detenerme. Me miró fijamente y por un momento su voz se recompuso.
Y tras decir eso, abandoné la habitación a toda prisa. Sin mirar absolutamente a nadie. Siendo
completamente consciente de que mis padres habían estado ahí, a unos metros, observando y
escuchándolo todo.
Nada me importa… Camino hacia la sala de operaciones, con una seguridad y valentía que no
había sentido jamás. Mis pasos son seguros, firmes. El doctor va delante y ellos atrás… Hay
gente rondando los pasillos, y seguramente bastante ruido. Pero yo no escucho nada. El bombeo
firme de mi corazón, es el único sonido que abarca mis oídos… Por primera vez en mi vida, late
con fuerza, con firmeza, con seguridad. Como si ahora más que nunca, supiera exactamente lo que
siente. Como si sentir que por fin puede amar en libertad, le hubiera dado la fuerza necesaria para
desafiar al mundo.
Me despido de mis padres con un beso en la mejilla, todo sucede demasiado deprisa y despacio a
la vez. Es extraño sentir que estás viviendo una escena de tu vida desde una perspectiva exterior,
observándolo todo en tercera persona. Mi madre me agarra las mejillas con dulzura y me mira
fijamente, tratando seguramente de transmitirme fuerza, protección. Nunca había visto tanta
protección en esos ojos... aunque seguramente, siempre hubiera estado ahí, desde el momento en
el que nací y me pusieron en sus brazos. Pero lamentablemente yo, nunca me había detenido a
mirarlos, hasta ahora.
Le sonrío… Debe estar tranquila. Yo lo estoy… Ya no hay nada que temer.
Por fin, me desprendo definitivamente, adentrándome en la sala de operaciones.
Los preparativos previos suceden tan deprisa que apenas soy consciente del momento en el que
me encuentro sobre la camilla. Es como si hubiera habido un salto en el tiempo, como si tras la
mirada de mi madre, directamente hubiera pasado a estar aquí, con esa insoportable y cegadora
luz incidiendo sobre mis ojos.
El Final… Ahora sí, lo puedo sentir… La luz incide con tanta fuerza en mis ojos, que la vista
comienza a volverse borrosa. Sé que no estoy sola, pero lamentablemente, ya no soy capaz de
distinguir nada, ni a nadie… Escucho ruido de máquinas, voces de personas… Mi corazón late a
toda velocidad y tengo un pánico atroz. Pero por desgracia, eso ya no sirve de nada… Lo hecho,
hecho está… Y lo vivido, ahí quedará…
Y lo vivido, amig@s, es lo mejor que me pudo haber sucedido jamás. ¿Recuerdan cuando les dije
que ELLA era la mejor parte de esta historia? ¿Qué opinan ahora? ¿Estoy en lo cierto? Ahora lo
entiendo todo ¿Saben? Me entiendo y por primera vez no tengo miedo de mis sentimientos. De
hecho, creo que era algo inevitable…
Nos pasamos parte de nuestra adolescencia, soñando con encontrar EL AMOR, sin darnos cuenta
de que el amor, nos rodea todo el tiempo. El amor es algo que se construye. Estoy segura de que
cuando conoces a ciertas personas en tu vida, se crea una conexión, una magia… algo que te hace
detenerte. Detenerte a observar a esa persona en concreto, de diferente manera a como sueles
observar al resto. Estoy segura de que eso fue lo que me sucedió aquella mañana, cuando una
bonita niña pidió sentarse a mi lado en aquella aburrida clase. ¿Pero fue eso amor? No…
simplemente fue un aviso del Universo, explicándome a través de mi pulso acelerado, que esa
persona, iba a cambiar mi vida. Y lo hizo… y el amor comenzó a construirse a partir de entonces;
cada mañana, una al lado de la otra, cada palabra, cada silencio, cada mirada, cada momento de
compañía, cada año de crecimiento… Nuestras caídas, nuestros logros, nuestros sueños…
Siempre de la mano, siempre unidas. No creo que pueda haber orgullo más grande en este mundo,
que el que sientes cuando aceptas haberte enamorado de tu mejor amig@. De hecho, ojalá, todas
la personas de este mundo fueran el/la mejor amig@ de sus parejas. Amarían de una forma libre,
sin egoísmo, porque al fin y al cabo, eso el amor; libertad… Y yo, a ella, la amo… Pero no la
amo para que me pertenezca, ni esperando recibir algo por su parte. La amo porque es la persona
con la cual mi camino siempre ha resultado más sencillo, a la vez que apasionante. La amo porque
quiero estar a su lado hasta el último día de mi vida y ser esa pequeña luz que la ayude a
continuar, cuando sienta que es su camino el que está oscuro. Creo que cada uno de nosotros,
deberíamos enamorarnos de aquella persona que nos impulse a volar y a superarnos cada día…
Ella, no sólo me impulsa a volar, sino que además, me da la mano y me acompaña en dicho
vuelo… Entonces ¿Cómo no voy a quererla? ¿Cómo no iba a enamorarme de ella, de mi mejor
amiga?
Querido o querida, que estés leyendo esto, déjame dirigirme a ti con confianza, pues ya hace
bastantes semanas que estás leyendo mi historia. Me conoces y seguramente hayas descubierto
esta verdad mucho antes que yo. Pero… ¿Qué le voy a hacer? La rapidez mental no es uno de
mis fuertes, e ir al grano tampoco, como puedes comprobar. Lo que intento decirte, es que ESTO
es exactamente “El Despertar”; todo lo que Anahí y yo hemos vivido en los últimos días, abrir
los ojos ante la realidad de la vida, observar, valorar, maravillarse con cosas tan simples como un
manto de estrellas, como un arcoíris, un amanecer, la mirada de tu mamá o los ojos de la persona
a la que quieres. Y también es experimentar, hacer cosas nuevas, perder el miedo, lanzarse en
paracaídas, bucear, descubrir las maravillas del cielo y del mar, observar la tierra desde todas sus
perspectivas. En definitiva… VIVIR. Los horizontes son muy amplios, convirtamos nuestros ojos
en los ojos de un niño… veámoslo todo por primera vez, detengámonos a observar antes de que
sea demasiado tarde…
Enredo mis manos en la sábana, con todas las fuerzas que poseo. Como si fuera a bordo de un
tren descubierto, a miles de kilómetros/hora, por un túnel oscuro, a riesgo de caer al vacío en
cualquier momento.
Pero no voy a caer… voy a llegar… voy a alcanzar la luz, así la velocidad de mi tren se
triplique a cada segundo… Ya la alcanzo… Estoy entrando… Cierro los ojos… Contengo la
respiración unas milésimas de segundo… y por fin, puedo suspirar profundamente… Entonces,
cuando exhalo la última partícula de mi oxigeno… la luz se apaga.
Capítulo 9
…El Después…
¡Qué dolor!
Debo tener como mínimo un gigantesco tubo de hierro atravesándome la cabeza de extremo a
extremo. La mezcla entre dolor y sueño, me impide moverme e incluso pensar. Me duele pensar…
me duele respirar… y también me duele tratar de abrir los ojos. De hecho, lo intento… mientras
voy recuperando la conciencia, procuro abrir los ojos, pero nada cambia… La oscuridad de mi
paisaje no es sustituida por la luz que debería invadirme. Todo está negro… El pulso comienza a
acelerarse mientras el terror me invade… No…no veo absolutamente nada.
Sintiendo como si un pedazo enorme de plomo estuviera aplastándome la mano, intento
cuidadosamente levantarla para llevarla hacia mi cabeza, con la absurda intención de que algún
poder táctil me calme el dolor o por lo menos me haga dejar de sentir cada latido de mi corazón
en las sienes, como punzadas asesinas.
Debería notar en el acto el contacto con mi piel, pero no lo hago… lo que parece ser algo de tela
se interpone entre la piel de mi mano y la de mi rostro. Aunque aún no sé a cuál de las dos
pertenece… Comienzo a palpar y no puedo evitar tampoco emitir unos ligeros gemidos, mientras
mis dedos recorren la superficie de mi cabeza. La tela está por todas partes… me cubre los ojos,
parte de la nariz… Ahora entiendo por qué no puedo abrirlos, por qué todo está oscuro. Vuelvo
a gemir, ésta vez más fuerte…tengo sed… mis labios se separan con dificultad, mis movimientos
aumentan su velocidad a causa del nerviosismo, quiero quitarme lo que sea que esté cubriéndome
la cara, quiero poder hablar, quiero beber agua y quiero saber dónde demonios estoy... Cuando má
s comienzo a inquietarme, a tratar de mover mi cuerpo, sintiendo dolor en cada uno de mis mú
sculos y ejerzo fuerza en algún lugar de mi interior para que las cuerdas vocales me vuelvan a
funcionar, algo agarra mi mano con delicadeza, apartándola de mi propio rostro… El tacto de su
piel, la ternura de su movimiento, el calor que emana y me transmite, consigue que comience a
sumirme en un extraño estado de calma… Los latidos de mi corazón pierden ritmo empezando a
normalizarse, mi respiración disminuye… Es ella… es Anahí… Pero tal y como había temido,
no puedo verla y eso me encoje el corazón de sobremanera.
Continúa agarrando mi mano y la posa de nuevo sobre la cama, entrelazando nuestros dedos.
Suspiro, porque el hecho de no ser capaz de mirara a los ojos me provoca unas terribles ganas de
llorar, pero acaricia mi mejilla con la misma dulzura con la que sigue agarrando mi mano y eso me
hace olvidarlo absolutamente todo. Sus dedos se deslizan por mi rostro…
─Bienvenida… ─Susurra.
Me tomo unos segundos para respirar, para pensar, para agarrar fuerza… y vuelvo a la carga.
─Cre… creía que la pesadilla iba a terminar en cuanto saliera del quirófano… y ahora... resulta
que tengo que seguir esperando, para saber si me quedé ciega... o no.
El corazón me dio un vuelco. Llevo más de un día completo durmiendo y ella… ella…
─¿No te has movido de aquí desde que nos despedimos antes de la operación?
─Sí… He tenido que ir al baño a riesgo de que mi vejiga urinaria reventara por exceso de
contenido.
─No te rías ─Pidió apartándome la mano de la cabeza ─No deberías hacer esfuerzos.
─Para que no me ría estando contigo tendrías que cocerte la boca.
─¿Me estás llamando payasa, Dulce María?
─Jamás me atrevería…
El silenció regresó durante unas milésimas de segundo, que me resultaron bastante largas. Hasta
que siento como comienza a elevar nuestras manos que reposaban aún sobre la cama y las dirige
hacia su propio rostro. La yema de mis dedos entra en contacto directo con su piel, consiguiendo
que mi cuerpo entero se erice en el acto. Conduce mi mano, de forma que me hace acariciar la
comisura de sus labios… Sonríe… Estoy sintiendo su sonrisa a través de mis dedos… Mi coraz
ón vuelve a palpitar a toda velocidad y en ese justo instante, una puerta de libertad se abre en mi
interior. Una bocanada de aire fresco me invade como si cualquier temor hubiera desaparecido de
un segundo a otro. Mi mano cobra vida por fin… la acaricio. Permito que definitivamente sean
mis dedos los que decidan el curso de esas caricias. Acaricio sus labios muy despacio, con
delicadeza, con dulzura… Hasta que siento como ella… deposita un cálido beso en mis dedos
consiguiendo hacer temblar cada centímetro de mi cuerpo.
En ese momento, escucho el ruido de una puerta abrirse y automáticamente mi cabeza se dirige
hacia el frente, al lugar de donde creo que vino el sonido. Pero sólo hay silencio. ¿Aún no se ha
percatado, quien quiera que haya entrado, de que no veo absolutamente nada? ¿Qué está
pasando? Vuelvo a ponerme nerviosa y aprieto con fuerza la mano que aún sostengo de Anahí.
─¡Vaya! Así que ya está despierta la paciente. ─Es la voz del doctor ─¿Cómo te sientes? ─
Suena más próxima cada vez, acompañando el sonido de sus pasos.
─Bien… supongo.
─Voy a inclinar un poco la cama, para que estés mas recta ¿Te parece?
Simplemente asentí y comencé a sentir como mi espalda se erguía, permitiendo que quedara prá
cticamente sentada. Lo cierto es que esta posición me transmite algo más de seguridad. Aunque no
deja de ser extraño escuchar sonidos a mi alrededor y no saber lo que está pasando. Parece que el
doctor está manipulando algo de las maquinas. O al menos eso es lo que imagino.
Volví a asentir.
Volvió a crearse el silencio. Realmente me desespera no saber qué hacen o qué expresión tienen
las personas que están mi alrededor.
─La intervención en sí, salió bastante bien, Dulce. No hubo ningún problema técnico y todo se
realizó con éxito. Pero ahora tenemos que esperar a comprobar los resultados… Es imposible
adivinarlos por el momento… De hecho, si te quitara las vendas ahora mismo, no verías
absolutamente nada. Tus ojos y tu cerebro, tienen que asimilar los implantes antes de volver a
enfrentarlos al mundo. Debes tener paciencia…
─O sea que básicamente, voy a estar ciega hasta que pueda comprobar si realmente lo estoy o no.
¿Y me tengo que quedar ingresada en el hospital mientras tanto? ¿No puedo irme a mi casa?
─No. Es fundamental que llevemos un seguimiento exhaustivo de tu proceso. Además necesitas
ciertos cuidados… Así que por el momento, permanecerás en esta habitación hasta que te
recuperes.
Eché la cabeza hacia atrás, apoyándola en el respaldar de la cama y permitiendo que un bufido a
modo de queja, saliera de mis pulmones.
─¿Y qué se supone que voy a hacer? No puedo ver la tele, no puedo leer, no puedo mirar por la
ventana y dado que llevo más de un día durmiendo, no creo que sea una opción posible volver a
intentarlo. Ni siquiera sé si es de día o de noche…
─Apuesto lo que sea, a que encontrarás una forma de entretenerte… No te preocupes por eso. Al
menos tienes una buena compañía.
Anahí… No hago más que imaginarme su cara de desaprobación y la mirada asesina que me
estaría dedicando en estos momentos por mi actitud. Sé que no estoy siendo nada positiva y algo
quejica… Pero es que me siento decepcionada, asustada. Creía que lo peor de este proceso iba a
ser meterme en la sala de operaciones, pero que una vez saliera de ella, por fin acabarían las
dudas, para bien o para mal. Y resulta que no... tuve que soportar esa primera etapa de miedos y
descubrimiento, y ahora estoy aquí, enfrentándome a una nueva, mucho peor. No sólo tengo que
aguantar varios días más con la incertidumbre de saber si me quedé ciega para siempre o no,
además de eso, mientras tanto lo estaré. Mientras llega el momento, tendré que vivir como si jam
ás en la vida fuera a recuperar la vista. ¿Y si no soy capaz? ¿Y si enloquezco en el intento?
Una parte de mí… a pesar del miedo, tenía la esperanza de volver a esta habitación y descubrir
que los sueños se cumplen. Ver la mirada de Anahí al abrir los ojos y que el pánico desapareciera
para siempre. Eso hubiera sido perfecto, ese hubiera sido el final ideal para esta historia… Pero
una vez más, descubrimos juntos que la vida, está muy lejos de ser ideal. Esta es mi realidad… y
probablemente la realidad de millones de personas alrededor del mundo. En esta ocasión, no va a
servir de nada que me queje, llore, patalee o maldiga el día en el que me descubrieron esta
enfermedad… No, en esta ocasión, nada de eso servirá.
─Bueno… ─Volvió intervenir el doctor ─Voy a seguir con mi trabajo. Pediré enseguida que
traigan el agua y cualquier otra cosa que necesiten, no tienen más que avisarme a mí o a alguna
enfermera ¿Entendido?
Yo asentí… No sé si Anahí también lo hizo. De hecho, sé que está aquí porque percibo su
olor más que cualquier otra cosa. Pero lleva varios minutos sin pronunciar una palabra.
Escuché los pasos del doctor alejándose y el sonido de la puerta cerrarse poco después, creando
un nuevo silencio en la habitación.
Decidí esperar unos segundos, a ver si ella decía algo. Pero continuó reinando el silencio
durante bastante tiempo. Cosa que me extrañó. A lo mejor se fue con el doctor y dejó la habitació
n impregnada con su aroma… Es posible, aunque… Intento concentrarme en el ambiente, en los
sonidos, trato de aumentar mi agudeza auditiva, mantengo por un momento mi respiración, para
poder escuchar mejor y efectivamente, escucho la suya… muy débil, pero la escucho. Continúa
aquí, aunque no sé dónde exactamente.
Permanecí en silencio, con la cabeza gacha y mis manos unidas sobre mis piernas. Muevo los
dedos entre nerviosa, triste y avergonzada… Una vez más, ella tiene razón y yo ni siquiera sé
que responder. No puedo verme las manos, pero jugueteo como si lo estuviera haciendo. Entonces
vuelvo a escuchar un extraño sonido proveniente de ella, como si hubiera expulsado un poco de
aire al ahogar una pequeña risa.
Siento de pronto el colchón de la cama hundirse ligeramente, como si alguien se hubiera sentado
sobre él.
─¿Cómo no voy a reírme? Si pareces una niña a la que su mamá acaba de regañar.
─Bueno… es que técnicamente me acabas de regañar, aunque no seas mi mamá.
─A veces me obligas a comportarme como tal.
─¡Ay sí! ─Exclamé con ironía y una sonrisa ─¿Cómo no? Aprovéchate de mi sensibilidad
para quedar frente al mundo como la mujer madura que cuida de la niña quejica.
─Que yo sepa aquí sólo estamos tú y yo.
─Pues si algún día llego a contarlo, me encargaré de no quedar como la insoportable de la relaci
ón.
─O sea que… ¿Vas a disfrazar la realidad según tu antojo y conveniencia?
Abrí la boca enormemente, no sé si esperando que el asombro me diera alguna idea para
responder o simplemente fingiendo indignación porque me acaba de confirmar que estoy
insoportable. Fuera cual fuese la intención, se vio absolutamente interrumpida en el momento en
el que sentí sus labios posarse en mi mejilla. Me atrevería a decir incluso que me besó
peligrosamente cerca de los labios, sin respetar esa distancia de seguridad que debería haber. Pero
la verdad es que no estoy en posición de asegurar nada, porque ocurrió demasiado deprisa para
que mi cerebro lo asimilara. Incluso creo que los latidos de mi corazón se detuvieron por un
instante.
─Pues si algún día llegas a contarlo, ─Susurró haciéndome sentir su respiración muy cerca de
mis labios. Tanto, que me veo obligada a contener la mía por el nerviosismo que me produce
sentirla sin verla ─Encárgate también de que el mundo sepa que a pesar de tus berrinches, tus
contestaciones o tu mal humor… te quiero… y siempre te querré.
─Lo haré… ─Susurré también con el único hilo de voz que me pudo salir.
─Lo único que vas a hacer ahora, es hacerme un hueco.
Su voz sonó más lejana está vez, como si hubiera aumentado aquella diminuta distancia. Por un
momento volví a sentirme desorientada, pero pronto noté como el colchón volvía a moverse
mientras ella se hacía hueco a mi lado.
Traté de rodarme con demasiado cuidado, palpando con mi mano el final de la cama para no
ponerme demasiado al filo o caerme. Mientras tanto, ella terminó de acomodarse. Puedo sentir su
hombro junto al mío y de pronto, vuelve el silencio trayendo consigo confusión.
Giro la cabeza en su dirección, porque tengo esa extraña sensación que tenemos a veces cuando
creemos que alguien nos está mirando, que estamos siendo observados.
Espero durante unos segundos, mirando hacia donde creo que deben estar sus ojos, esperando que
sea ella quien diga algo. Pero no lo hace… Ni siquiera sé si se ha dado cuenta. A lo mejor no me
está mirando y está concentrada en otra cosa… Pero una sensación interna me dice que no es as
í.
Un nuevo silencio y de pronto siento el tacto de su mano acariciar mi mejilla con suavidad, con
mucha dulzura…
Y tras decir eso, pasa su brazo por detrás de mi cuerpo, invitándome a refugiarme en su abrazo.
No dudo ni un instante… Lo hago. Me inclino ligeramente hacia la derecha, acomodándome
perfectamente en el hueco que hay entre su cuello y su hombro. Muy cerca del pecho… Tanto,
que puedo escuchar perfectamente los latidos de su corazón acelerado.
Siento que esta es mi casa… Y sé que probablemente alrededor del mundo haya muchas
personas que se sienten perdidas, sin rumbo, que no saben exactamente a dónde pertenecen y
creen no encajar en ning ú n lugar. Todos tenemos un lugar, se los aseguro … Pero
desgraciadamente, no puedo ser yo la que les guie hacia el suyo. No puedo darles una respuesta
exacta de cómo encontrarse. Lo que si les puedo asegurar, es que ese lugar, puede ser tanto un paí
s, como una casa, el abrazo de alguien… o nuestro propio abrazo… No importa dónde y tampoco
importa cuando. En el momento en el que lleguen, lo sabrán… Lo sentirán porque no hay sensaci
ón más hermosa que la de llegar a casa, sentirse a salvo, bajar la guardia por un momento y saber
que puedes dejar de luchar, aunque sea un instante. Puedes detenerte a escuchar el latido de un
corazón o el sonido de tu propia respiración, libre de preocupaciones, libre de miedos.
¿Saben algo? Creo que ese lugar, va siempre con nosotros… lo tenemos dentro, en algún rincón
de nuestro interior. Lo que pasa, es que nos hace falta esa chispa que nos conecte con él… ese
“algo” que nos haga frenar. No perderse de vista a uno mismo, es importante… es primordial,
pero no siempre sabemos cómo encontrarnos. Eso es ella para mí… esa chispa que me conecta
con mi propio hogar. Quien me recuerda quien soy, sea cual sea la situación. Que me permite dejar
de luchar por un instante, bajar la guardia y limitarme simplemente a… sentir.
─Creo que dejamos algo pendiente la otra noche ─Habló de pronto y a continuación escuché el
sonido de unas hojas pasar, como si acabara de abrir un libro.
─No me gustaría aguarte la fiesta… Pero si tu intención es que leamos, lo tengo algo
complicado hoy. Mis ojos se están tomando unas vacaciones.
Aunque aquello sonara a pregunta, estoy segura de que no esperaba recibir ningún tipo de
respuesta. O al menos eso espero, porque ante aquellas palabras, poco era lo que se me ocurría
decir…
─¡Apunta a la luna…! ─Exclamó, dándome a entender que había comenzado a leer ─Y, si
fallas, al menos estarás entre las estrellas. ¡Prométeme que esta vez buscarás un trabajo que te
guste! Posdata: Te amo…
Sonreí… Sintiendo al instante un cálido beso en “mi frente”, que a pesar de la tela pude sentir
su calor y tras el cual, volvió a sumirse en la lectura, mientras yo me dejaba invadir por lo único
importante en este momento; el sonido de su voz, acompañado por el de sus latidos y su respiració
n pausada. Haciendo la combinación perfecta y transportándome a ese mundo ficticio, al que
viajamos juntas, acompañadas por su propia narración.
◊◊
3 días después.
Ojalá pudiera decir que los últimos tres días de mi vida han sido maravillosos. Que ya conseguí
acostumbrarme a esta cosa que me cubre casi la mitad de la cabeza y que el hecho de no haber
visto ni un ápice de luz en todo este tiempo, no supone ya ningún problema. Pero lo cierto es que
no es así.
Al contrario, es una completa desgracia y ya no lo soporto más. 72 horas de frustración absoluta
en la que no he podido hacer absolutamente nada por mí misma. Todo el tiempo he tenido que
estar acompañada de Anahí o de mi madre, porque ni siquiera al baño puedo ir sola sin partirme
alguna extremidad en el intento.
No sabía que fuera tan difícil, de verdad, jamás pensé que recorrer unos metros con los ojos
tapados, me fuera a resultar tan imposible. O que llevarme una cucharada de comida a la boca,
resultara todo un calvario tras el cual, parecería un bebé de dos meses sin babero. Estaba segura
de que la vista era un sentido muy necesario y que iba q tener que privarme de muchísimas cosas
cuando no la tuviera… Pero imaginarlo, no tiene ni punto de comparación con vivirlo. Hasta las
cosas más simples, me resultan imposibles de llevar a cabo y eso me está volviendo loca.
Además, depender tanto de la gente es una auténtica mierda. Llevo sola toda la maldita mañana
porque Anahí tenía que arreglar unos asuntos en la universidad y mi madre dijo que tenía que
hacer la compra, si no quería tener a un padre desnutrido.
Así que aquí estoy… sintiendo desde hace horas que mi vejiga urinaria está a punto de
reventar en mil pedazos. Podría perfectamente llamar a alguna enfermera para que me ayudara,
pero … me niego rotundamente. Si ya me parece bastante paté tico tener que ir al baño
acompañada de mi mejor amiga o incluso de mi madre, avisar a una enfermera para que me
acompañe, no está dentro de mis planes. Prefiero orinarme encima.
Pero no… ese tampoco es el plan. Porque el remedio sería peor que la enfermedad y ya bastante
bebé me siento al casi tener que comer con babero, como para que además decidan ponerme
pañales. Así que, la opción más coherente es intentarlo, levantarme de esta maldita cama y
arrastrarme como pueda hasta el cuarto de baño.
El primer paso no parece demasiado difícil… Incorporarme y pararme junto a la cama. El frío
del piso atraviesa mis pies, recordándome que estoy descalza, pero no voy a perder tiempo
buscando los zapatos porque eso si puede resultar catastrófico. Doy unos pequeños pasos
deslizando mi mano por el borde de la cama, con la intención de no perderme y mantener el
equilibrio. El dolor abdominal que siento es realmente torturador y me obliga a caminar inclinada
hacia adelante, como si fuera una señora de ochenta años. Definitivamente, haber aguantado tanto
las ganas de ir al baño, no debe ser para nada saludable. Lo único que me faltaba ahora es que
también tuvieran que extirparme un riñón.
Llego al final de la cama y ahora comienza realmente la odisea… Ya no tengo nada a lo que
sostenerme y mi única referencia es que el baño está en algún lugar hacia la izquierda. Siempre
he tenido un maldito problema de orientación… Soy de las personas que saben llegar a cualquier
lugar, pero probablemente dé mil rodeos antes de encontrarlo. Eso me sucede aunque haya ido
muchísimas veces a ese sitio… Mi mente está siempre tan distraída, que si voy acompañada y la
otra persona sabe llegar, yo ni siquiera presto atención al camino que estoy recorriendo. Ahora,
eso se acaba de convertir en un problema, porque si hubiera estado atenta todas las veces que me
han acompañado al baño, si hubiera aprovechado para contar los pasos o aunque sea crearme un
pequeño mapa mental, ahora mismo no estaría tan perdida en medio de esta simple y absoluta
oscuridad.
Pero bueno, eso ya no importa, detenerme a pensar en lo que podría o no haber hecho, no va a
conseguir que el pasado cambie, ni que la sabiduría divina me ilumine. Así que, al igual que
sucede en la vida, lo único que va a conseguir que encuentre ese cuarto de baño, es que empiece a
caminar dejando atrás el miedo a caer.
Doy dos pasos muy pequeños, apenas perceptibles, probablemente no me haya movido ni tres cent
ímetros, pero algo es algo. Mis manos están extendidas, moviéndose a un lado y a otro en el aire,
para tantear el terreno… Vuelvo a avanzar, esta vez con pasos un poco más grandes. En el aire
parece no haber ningún obstáculo que me impida continuar, así que camino de nuevo… esta vez
no me detengo y voy dando pequeños pasos, arrastrando los pies para percibir mejor algún objeto
que pueda hacerme daño.
De pronto, algo me detiene, mis manos llegan a tocar una superficie que parece ser la pared de la
habitación. Comienzo a palparla y a trasladarme hacia la izquierda sin separarme de dicha pared…
un metro aproximadamente, hasta que la superficie cambia al tacto. Parece que ahora estoy
tocando madera… como si fuera un marco… continuo hacia la derecha y efectivamente, ya no
hay pared, creo estar tocando una puerta de madera. Desciendo en el recorrido con la intención de
corroborarlo y efectivamente, me encuentro con el pomo, el cual giro, sin dudarlo un momento má
s. Por primera vez, me invade una sensación de satisfacción extrema. Es la primera cosa que
consigo hacer sola desde la operación y acabo de sentirme un poco menos inútil que en días
anteriores. Aunque es cierto que la aventura aún no ha terminado.
Accedo al interior del cuarto y busco a tientas el interruptor de la luz, palpando los fríos azulejos
con la palma de mi mano. No tardo demasiado en encontrarlo, pues está a la derecha, justo al lado
de la puerta. Continuo avanzando por el interior, guiándome simplemente por mi mano derecha,
que avanza rozando la pared para no perderme, mientras la izquierda se mueve en el aire, a la
altura de mis rodillas, queriendo encontrar el W.C. Apenas avanzo cuatro pasos desde la puerta
cuando por fin la encuentro, pero son mis rodillas las que chocan con él, aunque sin hacerme
daño.
¡Por fin, por fin, por fin! Me olvido por un momento de cualquier precaución que hasta el
momento estuviera teniendo en cuanto a perder el equilibrio y decido sentarme para que mi vejiga
urinaria sea liberada por fin.
Una vez experimentado el placer que se siente al orinar, después de haber pasado prácticamente
toda la mañana aguantando y el también desvanecimiento de ese horrible e insoportable dolor
abdominal, tengo que volver a la aventura.
Ni siquiera quise perder más tiempo buscando una toalla para cercarme las manos después de
haberlas lavado, así que utilicé mi propio pijama para ello y comencé a dar pequeños golpes
con una de ellas en la prenda, mientras con la otra me guiaba de vuelta a la habitación. Pero esta
vez me resultó un poco más difícil. El miedo volvió, aunque más intensificado porque ya no tení
a esas ganas terribles de orinar, que antes me habían obligado a caminar, y además, tengo que
orientarme de diferente manera. Así que, sinceramente, me sentí un poco perdida en cuanto
abandoné la puerta del cuarto de baño. En vez de seguir por la misma pared por la que había
llegado, algo me hizo avanzar hacia el frente, hacia el espacio abierto, sin tener ninguna referencia
de la que guiarme y sostenerme.
─¿Qué haces sola en el cuarto de baño? ─Interrogó alguien, dándome un susto de muerte.
Era la voz de Anahí. Pero aun así, el sobresalto me obligó a llevarme una mano al pecho,
asustada.
─¿Pretendes matarme de un infarto? ─Le dije algo molesta, por el hecho de que siguiera sin
tener en cuenta esos pequeños detalles. ¡No puedo adivinar las presencias! Y es realmente
acojonante escuchar una voz que sale de la nada de pronto.
─Lo siento. ¿Pero qué hacías en el baño tu sola?
─¿Tú qué crees que hacía en el baño, Anahí? ─Bufé decidiendo volver a caminar a pesar de
no tener mi concentración en ello. No quería parecer idiota allí parada ─Evitar mearme encima,
eso es lo que hacía en el baño.
─¿Y no te podías esperar? ¿O llamar a una enfermera?
─Pues mira, resulta que llevo toda la maldita mañana esperando. Y no… ─Un fuerte dolor en el
dedo meñique del pie me impidió continuar hablando, cortándome incluso la respiración ─¡¡
auch!! ─Exclamé llevándome la mano hacia el afectado, con un dolor casi insoportable.
─¡Dul! ─Gritó ella llegando hasta mí a una velocidad fascinante. Ni siquiera sé a qué
distancia estaba antes. Pero sé que se inclinó para ver si me había hecho daño y con más
brusquedad de la que me habría gustado, la aparté.
─Estoy bien…
─¿Te hiciste daño? Ven… ─Insistió agarrándome el brazo para que ambas nos irguiéramos ─
Déjame llevarte hasta la cama.
─No, Anahí. ─Volví a soltarme ─Te estoy diciendo que estoy bien y yo puedo llegar sola.
─¿Se puede saber qué demonios te pasa ahora? Solo intento ayudarte.
─Ayúdame dejando de tratarme como a una inútil.
Silencio.
Estoy molesta, muy molesta. Y no sé realmente por qué… pero si sé que es con ella. Estoy
enfadada con ella.
─¿Así que, eso es lo que he estado haciendo, según tú? Tratarte como a una inútil…
─Como lo que soy en este momento.
Ella suspiró. De esa forma en la que sólo suspira cuando está perdiendo la paciencia… Y conocié
ndola como la conozco, y sabiendo lo histérica que es, un esfuerzo bastante grande debe estar
haciendo para contenerse.
─¿Por qué dices eso, Dul? ¿Por qué piensas que eres una inútil?
─¡Vamos Any, no hay más que verme! Durante tres días no he podido hacer absolutamente nada
por mí misma. Parezco un maldito bebé al que hay que alimentar, bañar, vestir, llevar al baño. Ni
siquiera puedo caminar dos pasos sin golpearme el pie y ver las estrellas, por cierto. Suerte que aú
n no me he abierto la cabeza.
─¿Estás auto-compadeciéndote? ¿De verdad? ¿Tú?
─¿Crees que eso es lo que estoy haciendo?
─Es lo que parece…
─¡Pues mira, sí! Quizás esté auto-compadeciéndome. Quizás haya llegado el momento de
aceptar que esto es una mierda. Que estar ciega es lo peor que me ha pasado en la vida y que no sé
vivir con esta maldita venda en los ojos. Que me siento ridícula cuando me das de comer, que me
desespera no poder hacer nada yo sola y depender de ti para todo. Me da vergüenza que me lleves
a orinar y que mi madre tenga que bañarme como cuando tenía cinco años. Estoy harta, de
pasarme la mayor parte del día rodeada de gente y no poder si quiera salir a pasear, a relajarme…
a pensar. ¡Sí, Anahí, me siento una completa inútil y ya no lo aguanto más!
─Muy bien, pues si te sientes así, si tan harta estás de tenernos a tu alrededor, ¿Por qué no has
probado a hacerlo por ti misma? Porque que yo sepa, ni siquiera lo has intentado…
─Para ti es muy fácil decirlo…
─No, Dulce. Te equivocas. No es fácil decirlo y tampoco es fácil verlo… Te estas frustrando
porque te da la gana. Te estás estancando porque no haces nada para cambiarlo. Ni siquiera has
intentado comer tú sola por miedo a mancharte. En estos tres días es la primera vez que vas al
baño sin ayuda de nadie y tengo el presentimiento de que lo hiciste porque estabas apunto de
orinarte encima. Si no, habrías esperado a que alguna de nosotras viniera para llevarte. ¡No estás
corriendo riesgos, joder! Estás comportándote como un conejo asustado que se esconde en la
madriguera y simplemente espera a que pase el problema sin afrontarlo. ¡Enfréntate, Dul! ─Me
gritó ─¡Enfrenta tu vida de una maldita vez!
─¡Mira quién habla de enfrentar! ─Grité yo también, riendo con ironía ─¡La misma que
lleva días haciéndose la loca, como si antes de meterme en ese quirófano no le hubiera confesado
la cosa más importante de mi vida!
Pues sí… sí que lo ha hecho. Me ha dicho que me quiere y que no puede vivir sin mí una
infinidad de veces, aproximadamente. He ahí el problema.
─Lo sé…─Acepté dejando que un poco de oxigeno relajante escapara en forma de suspiro ─
Lo sé y a eso exactamente me refiero. Has seguido exactamente igual que siempre, Anahí, como
si no hubiera dicho absolutamente nada… Y lo peor es, que me has hecho sentir así, como si
realmente no lo hubiera hecho. Me quité un peso de encima, me sentí liberada durante cinco
minutos y ahora todo vuelve a estar como antes. Es como si lo hubiera soñado… como si jamás
hubiera ocurrido.
Volvió a crearse un corto silencio en el que intuí que debía estar reflexionando sobre mi posició
n. Sobre lo difícil que debe estar resultando todo esto para mi… Quizás realmente no se haya
dado cuenta de ello hasta ahora.
─Necesito que zanjes el tema. Que salgas con alguna bobada de las tuyas. Que me digas que es
normal haberme enamorado de ti por lo increíblemente maravillosa y guapa que eres, pero que
soy tu mejor amiga y eso es lo único que siempre seré. Necesito que cierres la puerta y eches la
llave, para entonces yo también poder seguir como siempre. Necesito saber si voy a perderte y
tengo que aprender a vivir sin ti o… o... todo puede seguir igual. Porque entre la incertidumbre de
no saber y… esta maldita cosa que me cubre los ojos… te juro que me cuesta incluso respirar…
Vuelve el silencio. Esta vez es el silencio más largo de toda mi existencia, a pesar de que no haya
durado más de unos segundos. La escucho exhalar un suspiro y me animo a volver a hablar. El
silencio y no poder ver su expresión, me está matando.
Tras esa exclamación, sentí su cuerpo abalanzarse sobre mí, sus manos agarraron mis mejillas
con decisión… y antes de que pudiera reaccionar, sus labios atraparon a los míos, nublándome
toda capacidad de razonamiento… No pude reaccionar… No supe… El calor de sus labios en mi
boca, paralizó cada centímetro de mi cuerpo y mi corazón late tan desesperado como no lo ha
hecho jamás… De pronto me tiemblan las rodillas y tengo miedo de que en cualquier momento
me hagan desfallecer sin remedio… Pero antes de que eso, o cualquier otra cosa suceda, el
contacto de nuestras bocas se rompe, sin darme tiempo a asimilarlo, a digerirlo, a saborearlo…
Ahora, sólo siento su respiración golpeando mis labios, tan sumamente cerca, que si me muevo un
milímetro, sentiría su piel nuevamente. Y no hay nada en este mundo que pueda desear más que
eso… Pero tampoco hay nada en este mundo, que pueda obligarme a abandonar esta parálisis
corporal. Todos mis órganos dejaron de funcionar, excepto uno… Ese que continúa tratando de
hacerse escuchar por encima de los demás.
─Si… si sigues con este juego… acabarás matándome de locura ─Le susurro con un hilo de
voz apenas audible.
Sus manos, que antes agarraban mis mejillas con decisión, comienzan simplemente a acariciar mi
rostro. Deseo tanto poder mirarla, como agradezco que un pedazo de tela cubra mis ojos, evitando
así que me pueda ver llorar.
Y así… la siento…
Tras ese último susurro, sus labios vuelven a unirse a los míos, esta vez de una forma menos
impulsiva, algo más suave, dulce e incluso temerosa. Como si tratara de pedirme permiso… como
si de pronto, ella también estuviera aterrorizada.
Es entonces, en este preciso instante, cuando siento que ya no puedo más… Me rindo… mi
cerebro se apaga, dando lugar a que mi respiración contenida, mi pulso detenido, mis órganos
paralizados…todo, absolutamente todo, cobre vida… Por fin, mi mente calla y mi corazón toma
las riendas. Rodeo su cintura con mis brazos, consiguiendo que su cuerpo colisione con el mío y
entre ambos no quepa ni una partícula de aire.
Y definitivamente… la beso.
Abro los labios no sólo con la intención de darle permiso, sino pretendiendo de una vez y por
todas, atraparla… sentirla. Calidez… suavidad, eso es lo que experimento en cuanto nuestras
bocas se funden… Algo parecido a una extraña sucesión de pequeñas hormigas da lugar en el
fondo de mi pecho, mientras su lengua y la mía se encuentran después de haberse buscado y
esperado durante tantos años. Se acarician, se conocen y se sincronizan como si llevaran toda la
vida encontrándose en este mismo lugar.
Mi cuerpo amenaza con desvanecerse a causa de unas emociones tan intensas y eso me obliga a
aferrarme aún más a ella. Con mis manos acaricio el final de su espalda, tan fina y delicada como
siempre, consiguiendo que el tamaño de mis manos parezca mayor, al acariciar una cintura tan
pequeña. La he abrazado muchas veces, la he acariciado en infinidad de ocasiones, pero nunca as
í… Nunca mis dedos se habían mostrado tan firmes en su recorrido, desvelando el deseo que
siento con cada paso, el calor que crece mientras su lengua continua examinando mi boca y sus
labios acarician a los míos. Se mezcla el fuego, el deseo, el calor, con la delicadeza, la dulzura y
el amor. Nunca, un beso ha sido tan perfecto, como aquel que llega a los labios, después haber
permanecido en las miradas durante tanto tiempo. Jamás llegué a imaginar que un autentico beso,
era mucho más que la unión de los labios y el jugueteo de las lenguas… En un beso de verdad, se
siente cada parte de tu propio cuerpo y del de la otra persona… Sientes su corazón, latiendo
contra tu pecho a una velocidad de locura, al igual que el tuyo… Las manos y los brazos trabajan
con fervor para que los cuerpos no se separen, para que la unión sea cada vez más resistente…
acarician, exploran… Todo, absolutamente todo, se sincroniza para hacerte sentir que el tiempo se
detiene. Y entonces, las almas se vuelven a encontrar, como aquella vez, en aquella primera
mirada y como se encuentran cada vez que nuestros ojos se cruzan. En este momento no puedo
verla, es cierto, pero ella tenía razón… no lo necesito. Sólo necesito sentirla… sentirla besarme
con tantas ansias como yo la beso a ella. Hasta que el oxigeno nos obliga a separarnos.
−No sé a qué le tengo más odio ahora mismo –digo tratando de recuperar el aliento –Si a mis
ojos, porque no me dejan mirarte o a mis pulmones, porque me obligan a parar de besarte.
−Pues siento comunicarte que yo… amo tus ojos, porque llevan años mirándome con más amor
del que nadie me ha mirado jamás y también amo tus pulmones, porque después de unos instantes
recuperando el oxigeno, me permiten volver a besarte.
Ahora no sólo escucho sus palabras, también puedo sentirlas. Puedo sentir el ligero aire que
golpea mis labios cuando pronuncia cada sílaba y se me dibuja en ellos una inevitable sonrisa.
Esta vez fui yo, la que sin decir una palabra más, rompí la diminuta distancia que nos separaba y
volví a besarla… Sorprendentemente, la intensidad anterior no disminuyó ni un ápice, al
contrario. El deseo va en aumento… Mientras más la beso, más aumenta mi necesidad de ella.
Mientras más rincones de su boca explora mi lengua, más lugares escondidos de la misma, quiero
descubrir. Sus dedos se enredan en mi pelo cada vez con más fuerza, atrayendo mi rostro hacia
ella a través de mi nuca… como si tuviera alguna intención de escaparme y quisiera evitarlo. No
pretendo escaparme, no podría hacerlo… ni ahora ni nunca. Hasta hace unos minutos creía que
nada en este mundo podría sustituir la sensación de felicidad que me producía mirarla… pero
ahora, sé que hay algo más, que sin duda llena mi corazón de una paz absoluta. Besarla… Y no
de cualquier forma. No de la manera en la que esos tantos hombres la han besado antes… Besarla
entregándole todo de mí en cada movimiento y sentirla aquí, conmigo, presente con su cuerpo,
pero también con su alma. Esa es la diferencia… muchos han conquistado su cuerpo, mientras yo
tenía la suerte de acceder a su alma, poco a poco, día a día, año tras año.
Vuelve a desaparecer la reserva de oxigeno. Nos separamos y tomo el aire necesario para hablar
sin dificultad.
−¿Sabes? Normalmente, cuando terminas de besar a alguien, abres los ojos… y se supone que ver
a esa persona frente a ti, termina de culminar la felicidad que sentiste al besarla… Es algo así
como, la vuelta a la realidad con una sensación de plenitud absoluta. O al menos eso es lo que creo
que debe suceder. Nunca he sentido plenitud al besar a nadie… No sabes cómo me gustaría poder
mirarte en este momento…Tener los ojos cerrados no ayuda demasiado a asimilar que esto es real
y no lo estoy soñando… Dime –Le pido en un susurro −¿Es esto un sueño?
−Lo es… −responde muy segura −Porque desde luego jamás pensé que un simple beso pudiera
tener el poder de hacerme sentir de esta forma. Así que sí, cariño, es un sueño hecho realidad.
–Exhala un suspiro mientras siento su frente juntándose delicadamente con la mía −Pero tú
sigues sin entender algo fundamental. Y sea como sea, lograré que lo veas aunque tengas una
venda enorme cubriendo tus ojos.
Sonreí. Ni siquiera le sonreí a ella porque no sé si me está mirando. Pero simplemente sentí la
necesidad de sonreír para mí misma.
Se creó un corto silencio en el que pude adivinar que seguramente ella también estuviera
sonriendo. Sabía que terminaría cediendo.
Quise fruncir el ceño, pero ¿De qué va a servir, si no puede verlo? En vez de eso, afiancé los
brazos cruzados sobre mi pecho, de forma que mi indignación fuera manifestada de alguna manera
física.
−Vaya… tenía entendido que besaba bien, pero no hasta el punto de poder emborracharte –
Contraataqué −¿Cómo demonios pretendes sacarme de aquí sin que nos vean? Y además ¿Adó
nde me vas a llevar? No me fio demasiado de ti, ¿Sabes? Estoy ciega… ¿Qué voy a hacer si me
abandonas en una carretera en medio de la nada?
−Mira, pues si eso sucede –De pronto sentí su presencia demasiado cerca. Me agarró la mano,
levantando seguidamente mi dedo pulgar –pones el dedo así y seguramente algún viajero se
apiadará de la hija perdida de “Batman”.
A continuación, me rodea con los brazos y siento sus pechos sobre los míos, pegando nuestros
cuerpos de forma que sus manos puedan llegar a mi espalda. Contengo la respiraci ó n
involuntariamente, pues su aliento golpea mi oreja y parte de mi cuello, erizando rincones de mi
piel que hasta ahora no sabía que existían. Sus dedos, abren uno a uno los botones de mi bata,
consiguiendo que de pronto, la situación haya dado un giro de sensualidad inesperado. Sé que
estoy temblando… Sólo soy capaz de escuchar esos botones, abriéndose con el paso de sus
manos, dejando a la vista centímetro a centímetro mi espalda, y su respiración, pausada y
tranquila, seguramente muy diferente a la mía. Sólo espero que ella no pueda notar nada de esto.
Pude adivinar otra vez, una sonrisa pícara dibujada en sus labios. Es verdad que a veces no me
hace falta verla, la conozco tanto, que sus gestos cotidianos asaltan mi memoria según el tono de
su voz.
Estuve a punto de sonreír yo también, pero el sonido del último botón seguido por la sensación
de mi espalda quedando completamente al descubierto, me lo impidieron… Anahí deslizó la
prenda hacia adelante, permitiéndola caer por mis brazos y dejándome en ropa interior frente a
ella. Cabe destacar además, que el movimiento estuvo cargado de esa repentina sensualidad que
ahora está apoderándose de los gestos que antes podían ser cotidianos y absolutamente normales.
Agarra una de mis manos, con su eterna delicadeza, como si alguna de las dos fuera a romperse y
comienza a introducirme la manga de alguna camiseta… Hace lo mismo con la mano izquierda y
comienza a trasladar la prenda por mis brazos, hasta que llega casi a los hombros. Entonces siento
como intenta introducir mi cabeza por el cuello de la blusa, pero la situación se dificulta. La gorra
perfectamente colocada, pierde su lugar y se forma algún extraño enredo en el que apenas puedo
respirar.
─Muy lógica tu forma de vestirme ─me quejo, cuando consigue que mi cabeza vuelva a salir a
la superficie ─Casi haces que muera ahogada.
Sus manos se deslizan por el elástico de mi pantalón de pijama y me atrae hacia ella con decisión,
ocasionando que nuestros cuerpos vuelvan a chocar. Siento su respiración en mi oído…
─Cállate… ─Susurra erizando cada poro de mi piel y logrando que los latidos de mi corazón se
vuelvan ensordecedores en cuanto la siento deslizar el pantalón hacia abajo y ella desciende tambi
én.
No sé a qué altura exactamente está, pero noto como manipula la prenda en la parte más baja de
mis piernas, así que más o menos intuyo que debe estar arrodillada o de cuclillas.
─Sólo espero que nadie entre ahora… ─Le digo con cierto tono de nerviosismo y broma ─
Porque si te ven así, va a resultar muy embarazoso.
─Si no puedes verme, ¿Cómo sabes qué posición tengo?
─Estoy descubriendo que la imaginación es mucho más poderosa que la vista.
─¡Vaya! ─Exclama mientras me hace sentir como otra prenda asciende por mis piernas. Por el
tacto rígido puedo adivinar que es un jean. Nuevamente sus manos rozan mi pelvis y esta vez
siento su aliento golpear mis labios mientras abrocha el botón ─Al final no voy a tener que
enseñarte tanto como pensaba…
─Juegas con ventaja… No puedo verte esa expresión de chulería que debes tener y encima
tampoco puedo mostrarte mi cara de indignación.
Estalló en una carcajada de las suyas. De esas que producen un hormigueo distinto en mi pecho,
no es un hormigueo de nervios… sino de felicidad, de libertad… Amo su risa más que cualquier
otra cosa en el mundo y aunque no pueda verla, en cuanto ese sonido atravesó mis oídos, el coraz
ón fue capaz de reconocer la emoción que siempre me ha producido.
A continuación volví a sentir como introducía mis brazos en otra prenda, esta de manga larga,
supongo que una chamarra o algo por el estilo. Me resulta extraño, ya que no tengo frío. Pero más
extraño aún me resulta cuando levanta una capucha que parece tener la sudadera y me la coloca
cubriendo la gorra.
Sus labios rozaron los míos de una forma tan sugerente que éstos, por puro instinto se abrieron y
todo mi cuerpo se estremeció al instante. Es cierto… me tiene enloquecida y me derrite, esta
maldita.
─Me jugaría el cuello… ─susurra atrapando mi labio inferior con sus dientes. Juega con mi
boca sin llegar a besarme del todo… Sólo pretende enloquecerme aún más. Lo sé. Y lo peor es
que lo consigue.
─Pues ten cuidado, no vayas a convertirte en la versión sexy del “jinete sin cabeza”.
Volvió a soltar una carcajada que la obligó a separar sus labios de mí y yo sonreí al
imaginarme ese brillo que invade sus ojos cuando se ríe. Daría lo que fuera por poder verlo.
Y antes de que pudiera preguntar o siquiera llegar a pensar una pregunta, sus labios callaron
cualquier tipo de palabra que pudiera haber dicho. El mundo desaparece… El lugar adónde
vayamos, las dudas que tengamos, los miedos que puedan surgir o cualquier plan que hayamos
ideado, es completamente intranscendente cuando me besa… Nada más allá del momento
presente, llega a importarme.
Capitulo 10
Salir del hospital sin que nos descubrieran fue una completa odisea. O al menos eso es lo que
Anahí me iba contando y aunque a mí me salvaba el hecho de no enterarme de nada y caminar a
ciegas, agarrada de su brazo, lo cierto es que había tensión en el ambiente que nos rodeaba a
ambas. Pero no era una mala tensión, al contrario, experimenté una adrenalina muy divertida.
Una mezcla entre miedo por tener que caminar sin ver un pimiento y que nadie se diera cuenta de
ello y seguridad, porque al ser guiada por ella y estar agarrando su brazo, nada malo podría
sucederme. Bueno, y también emoción… porque aún, estando en el asiento del copiloto de su
coche (o del coche de su madre, para ser exactos) sigo sin saber hacia dónde nos dirigimos.
En cuanto me senté, lo primero que hice fue deshacerme de la sudadera que me estaba dando
mucho calor y lanzar la gorra hacia algún lugar del asiento trasero. Anahí abrió la ventanilla
antes de emprender la marcha, así que durante todo el trayecto he podido disfrutar del viendo
golpeando la parte descubierta de mi cara y ondeando mi pelo sin control, seguramente alborotá
ndolo por completo.
─Primera lección: Siempre te ha gustado sentir el viento en tu cara cuando hacemos un largo
viaje en coche. No necesitas los ojos para ello.
─También me gusta contemplar el paisaje… ─rebato con algo de tristeza.
─Hay cosas que escapan a nuestro control… No siempre se puede tener todo lo que uno quiere.
Pero sí se puede aprender a disfrutar de todo lo que uno tiene. Así que en lugar de extrañar ver
el paisaje, concéntrate en disfrutar la sensación que te produce el viento.
Y así lo hice. Por extraño que parezca… en ese momento entendí que, efectivamente, por muy
mal que me sintiera, nada iba a cambiar el hecho de tener una venda en los ojos que me impide ver
como dejamos atrás árboles, casas, asfalto, otros autos… No puedo verlo y no puedo cambiarlo.
Pero me di cuenta de que tampoco lo necesito… A veces nos cegamos tanto con aquello que no
podemos tener, que olvidamos preguntarnos si realmente lo necesitamos.
Siento el viento, escucho la música, tengo a mi lado a la mujer que llevo años amando sin saberlo,
esa que además de todo, es mi mejor amiga… Y algo muy importante, también tengo la suerte de
haber nacido para el arte. El hemisferio derecho de mi cerebro está en continuo movimiento…
siempre creando, siempre imaginando… Si quiero ver un paisaje hermoso, no tengo más que
crearlo dentro de mí. A veces, la venda más poderosa no está hecha de tela ni de algodón, sino de
límites a la imaginación. Y lo peor de todo, es que somos nosotros mismos los que la colocamos
en nuestros propios ojos.
No sé a ciencia cierta cuanto tiempo transcurrió. Adivino que pudieron ser horas, pero realmente
el trayecto no me resultó demasiado largo. La verdad es que con Anahí, nada es demasiado largo.
Hay tantas conversaciones, como silencios y eso consigue que cualquier diversión comience desde
que nos sentamos en el auto… Disfrutar el camino y no solamente el destino.
Destino al que supuse que habíamos llegado en cuanto sentí como aminoraba la velocidad y
emprendía marcha atrás, dispuesta supongo, que a estacionar el coche. Pocos minutos después
nos detuvimos por completo y dejé de escuchar el ruido del motor.
─Vamos…
─Gracias por responder eh ─me quejé comenzando a bajar.
─Es que decírtelo no tiene gracia… Tengo que enseñártelo.
─Uhm… no pretendo romper tu corazón tan pronto, pero la llevas clara. No puedo ver… ¿
Recuerdas?
─Oh… Así que, ¿Tienes intención de romper mi corazón algún día?
─¡Jamás! ─aseguré sonriendo.
─Más te vale.
Continuamos dando pasos hacia no sé dónde. Pasos muy cortos y lentos… Aunque esté
agarrando su brazo, es imposible sentirse del todo segura si no ves nada de lo que hay a tu
alrededor. Ella lo comprende y camina a la velocidad ideal, esperándome, guiándome.
A medida que avanzamos, un fuerte olor familiar comienza a invadir mis fosas nasales y la brisa
aumenta en intensidad trayendo con ella toda esa mezcla de aromas que hace tan sólo unos días
estábamos experimentando. Además, comienzo a escuchar ese hermoso sonido que es único e
indescriptible. No me lo puedo creer…
La ayudo como puedo, agarrándome de su hombro para mantener el equilibrio y como toda una
experta, consigue dejarme sin zapatos en unos minutos. No hago más preguntas… simplemente
me dejo llevar… Ella vuelve a mi altura y entrelaza con fuerza nuestros dedos. Comienza a
ascender mi mano y cuando menos me lo espero, siento un cálido beso en ella. Un beso que autom
áticamente me hace sonreír… Acaricio su mejilla. Extraño mirarla… pero amo sentirla.
Después de varios segundos de silencio, vuelve a colocar mi mano sobre su bíceps para que
pueda agarrarla y nuevamente emprendemos una marcha lenta. No tardo nada en comenzar a
sentir la calidez de la arena bajo mis pies… Me emociono tanto, que mi piel se eriza. Estamos aqu
í… de nuevo… y es igual de maravilloso que siempre.
Andamos varios metros, mientras continúo sintiendo los pequeños granos de arena colarse entre
mis dedos, sorteando diminutas montañas en un principio y terreno sólido un poco más tarde. La
arena húmeda consigue que las montañitas desaparezcan y todo sea mucho más liso… Estamos
cada vez más cerca, siento como mis pies se hunden ligeramente, marcando las huellas de mis
pasos, dónde segundos antes estuvo el mismísimo mar y dónde seguramente, segundos más tarde,
vuelva para borrarlas.
Y entonces lo siento… él llega hasta mis pies… Siento frío en un primer momento. Pero un frío
agradable… un frío que mi piel y el resto de mis sentidos sanos, agradecen.
─Segunda lección: Tampoco necesitas los ojos para sentir lo que estás sintiendo en este
momento… La calidez de la arena y el frío del agua en tus pies… el calor del sol sobre tu piel…
el olor puro que desprende el mar, a veces terriblemente fuerte y otras, incre í blemente
maravilloso y lleno de vida. No puedes ver el calor, ni el frío, y tampoco puedes ver el olor… Só
lo puedes sentirlo. ¿Quieres ver el paisaje, cariño? Entonces yo seré tus ojos… A partir de ahora
y durante el tiempo que sea necesario.
─¿Y si es necesario durante el resto de mi vida?
─Entonces… durante el resto de tu vida, verás a través de mí. Te describiré con exactitud todo
lo que tengamos enfrente. Ahora mismo… el cielo está de un color anaranjado y hay unas rá
fagas de nubes absolutamente blancas justo encima de nosotras, imitando la huella que suelen
dejar los aviones. ─Lo vi… vi esos destellos de nubes en algún lugar de mi mente, como si mis
propios ojos estuvieran observándolo. ─El sol, se encuentra ya muy lejano ─continuó
explicando ─escondiéndose poco a poco en el horizonte de un mar que hoy está muy tranquilo.
Está atardeciendo… Y por eso apenas hay ruido, como te habrás dado cuenta. La playa es prá
cticamente para nosotras…
─No puedo creer que me hayas traído aquí de nuevo...
─Te llevaré a dónde sea, con tal de no volver a verte tan desesperada jamás. Malhumorada… Tú
no eres así, Dul. Tú luchas… Tú me haces luchar a mí cuando no sé ni lo que significa esa
palabra. Sé que es difícil ¿Ok? Sé que nadie va a entender lo mucho que te debe estar costando
esta situación… adaptarte a cambiar tus hábitos, depender tanto de otras personas. Pero también s
é que el mundo no se ha acabado aún… Que ni tu vida, ni tu carrera van a terminar por esto. Jam
ás voy a dejar de agradecerle a la vida porque hayas salido de ese quirófano y que puedas estar
hoy aquí, conmigo. Si pudiera cambiarme por ti… te juro que lo haría, si pudiera ser yo la que
estuviera pasando por eso en vez de tú… Pero…
─¡Ey! ─Exclamé agarrando con torpeza su rostro para que me mirara aunque yo no pudiera
hacerlo ─Ni se te ocurra pensar eso. Créeme que estaría mucho peor si fueras tú la que se
hubiera metido en el quirófano. De hecho, creo que ni lo habría soportado. No… Seguramente
me habría disfrazado de enfermera y me habría colado para darte la mano durante toda la operaci
ón.
─Bueno… yo no me colé en el quirófano, pero… me colé en la habitación en plena noche y
por si fuera poco, te secuestro…
─Somos tal para cual… ─Le dije sonriendo ─¿Te das cuenta? Un día terminaremos presas.
─No me importa dónde terminemos… siempre y cuando sea juntas.
Esa frase me hizo recordar algo… Algo que por un momento me entristeció. Solté sus mejillas y
suspiré casi involuntariamente. También quise bajar la cabeza, pero el tacto de sus manos en mi
barbilla me lo impidió.
Le hice caso sin protestar, aunque en el fondo sigo molesta. Es que no puede ser que a nada le de
importancia… En fin, me senté y poco después sentí que ella hacía lo mismo, pero en vez de
sentarse a mi lado, se hizo un hueco en medio de mis piernas y ahí se acomodo, apoyando su
espalda en mi pecho, consiguiendo que el olor de su pelo llegara hasta mí, opacando cualquier
otro aroma que hubiera en el ambiente.
Me quedé en silencio un instante, analizando cada una de sus palabras. Palabras que sentí tan
reales y sinceras como ella. Pero lamentablemente, la inseguridad es inevitable después de todo lo
que ha pasado.
─Esa fue una de las noches más extrañas de toda mi vida ─continuó dejando escapar un suspiro
─Tú ya sabes cómo soy… el chico era muy guapo, simpático, me coqueteó durante toda la
noche y… cómo habría hecho en cualquier otra ocasión en la que alguien me atrajera, me dejé
besar. Pero fue entonces, mientras sucedía, cuando me di cuenta de que no era una ocasión
cualquiera… Lo único en lo que podía pensar mientras me besaba era en que habías sido tú la
última en rozar mis labios, por diminuto que fuera ese momento. Y además, deseaba con todas mis
fuerzas que fueras tú, quien lo estuviera haciendo de nuevo en vez de él… Por eso me aparté.
Cuando pude reaccionar, rompí el beso y te busqué por todas partes. Tenía miedo… no quería
que lo hubieras tenido que ver… Pero era tarde, tú ya no estabas… Aarón me dijo que te habías
marchado y que necesitabas estar sola. Intentó convencerme de que me quedara… Pero para mí
no tenía ningún sentido estar en un lugar en el que tú ya no estabas. Así que me fui a buscarte y
cuando te vi llorar, aunque no sabía el motivo exacto, solo quería abrazarte… Pasar la noche
abrazándote y hacerte entender que no había un solo lugar en el mundo, dónde deseara estar más
que a tu lado.
Deslicé mis manos por sus brazos hasta llegar a las suyas, que se encontraban apoyadas sobre mis
rodillas flexionadas. Entrelacé nuestros dedos con fuerza y ella las dirigió hacia su propio cuerpo,
cruzándolas, de forma que quedó refugiada en mi abrazo desde atrás. Entonces besé suavemente
un lado de su cabeza.
─¿Llegaste a pensar esa noche que mis sentimientos por ti habían cambiado? ─le pregunté a
continuación.
─¿Realmente habían cambiado? Porque yo no lo creo… Creo que desde hace mucho tiempo
sientes lo mismo. Ambas ─aclaró ─sentimos lo mismo. Lo que ocurrió fue que, es ahora
cuando empezamos a descubrirlo. Por las circunstancias o porque llegó el momento de abrir los
ojos. No lo sé. Pero si te detienes a pensarlo, siempre hemos sido así… siempre hemos actuado
como una pareja, que lo único que no hacen es besarse en los labios y tener sexo. ¿Crees que no
me doy cuenta de cómo nos mira la gente que nos rodea? Tu madre… La mía ─rió ─que aún
estando sumida en su propio mundo, nunca se ha abstenido de lanzarme comentarios o miradas
delatoras. O Marcos y sus terribles celos hacia ti… Uno de tantos, por cierto.
─¿Me tenían celos tus novios?
─No eran mis novios ─aclaró como siempre. Obligándome a reír, también como siempre ─
Pero sí… Y los comprendo eh. Siempre ha sido muy complicado tener una conversación
conmigo sin que tu nombre aparezca en ella por lo menos una vez. Por no hablar de las veces que
cancelé un plan para irme contigo. Así que en cierta forma… es normal.
─No me dan pena ─me encogí de hombros ─Yo llegué primero.
Sentí su risa a través de los pequeños espasmos que sufrió su cuerpo sobre mi pecho.
Probablemente así fuera. Probablemente, a lo largo de estos años, cada persona que había
llegado a nuestras vidas se daba cuenta de esa gran burbuja existente a nuestro alrededor. Esa en la
que sólo había cabida para nosotras dos. Y no es que apartáramos al resto del mundo, no… Es
simplemente que estando juntas, conseguíamos olvidarnos de él.
El silencio nos acompañó durante un largo rato en el que ambas disfrutábamos de algo tan
sencillo como el hecho de “estar”. Estar presente y dejar que nos invada todo aquello que nos
rodea; el sonido de las gaviotas volando por algún lugar del cielo, o el de las olas rompiendo en
una orilla no muy lejana. También el ya mencionado olor del mar, que compone la vida de todos
sus habitantes y se mezcla directamente con el perfume de ella. Nunca pensé que los olores
mezclados pudieran distinguirse. Pero sí se puede… Si te concentras bien, tus fosas nasales son
capaces de separar y definir de dónde proviene cada aroma. Incluso puedo asegurar que debe
haber algún restaurante cercano preparando la cena, o quizás sean varios, porque un ligero olor a
pescado frito comienza a fundirse ligeramente con el resto.
─¿Cómo estás? ─Pregunté de pronto, rompiendo después de varios segundos nuestro cómodo
silencio.
─¿Qué? ─La escuché reír ─¿Cómo que cómo estoy?
─Sí… Quiero saber que tal estás. No creo que sea una pregunta muy complicada.
─No es complicada, pero es extraña, dado que ya llevas horas conmigo.
─Bueno, pero te recuerdo que entraste en la habitación casi peleándome por haberme levantado
para ir sola al baño. Así que, entonces no tuve ocasión de preguntártelo… por eso lo estoy
haciendo ahora. ¿Cómo te sientes?
─¡Bien! ─respondió volviendo a reír ─¿Cómo crees que me puedo sentir? Estamos aquí,
juntas, en este lugar tan especial para nosotras, disfrutando de la calma después de un día tan
extrañamente perfecto… ¡Feliz! ─exclamó suspirando ─Estoy inmensamente feliz…
─Me alegra escucharlo ─reí yo esta vez ─Pero ahora, olvidando por un momento muy
pequeño, todo lo que tenga que ver conmigo… ¿Cómo estás tú? Siento que algo te preocupa y no
me lo puedes negar.
─Al final vas a necesitar los ojos menos de lo que tú crees eh… ¡Que perspicaz te has vuelto!
─Lo sé… Jamás creí conocer y distinguir tantos tonos diferentes en tu voz. No me preguntes có
mo, pero soy capaz de notar hasta el cambio más mínimo… es sorprendente. Pero no me cambies
de tema… ¿Qué te preocupa?
─Nada demasiado grave. ─volvió a suspirar, aunque esta vez de una forma distinta, mostrando
resignación ─Digamos que llevo días pensando en mi vida, en mi carrera, en lo desastrosa que
es la comunicación en mi casa y en lo realizada que me sentí el otro día, cuando ayudé a Gaby
con su pequeño taller de artesanía. Me da como… impotencia haber tenido que escoger una
carrera que no siento, por pura imposición. Y además, tener que trabajar para pagármela yo misma.
¿Cómo llegué a eso, Dul? ¿Por qué nunca me he impuesto ante lo que realmente me gusta?
─Porque cuando entraste a la universidad ni siquiera tenías claro lo que querías. Entre las
opciones que te planteó tu madre, “Arquitectura” era la única que nos permitía ir a la misma
facultad si yo escogía “Bellas Artes”. Además, llegamos a la conclusión de que podríamos
ayudarnos mutuamente y estudiar juntas, como siempre. No queríamos que las cosas cambiaran
demasiado ¿recuerdas? Así que, no considero que por estar estudiando arquitectura hayas dejado
de luchar por lo que realmente te gusta. Al contrario, pienso que tienes una increíble fuerza de
voluntad y capacidad para distribuir tu tiempo pudiendo hacerlo todo… y no de cualquier forma,
sino dando el 100% tanto a la carrera, como a los diseños que haces. Todo eso, mientras trabajas…
Nunca he entendido de dónde sacas el tiempo para tanto… Pero siempre lo he admirado. Eres una
gran arquitecto, Any… Y sé que si eliges dedicarte a ello cuando hayas acabado, te esperan
muchos éxitos… Pero también sé que cuando llegue el momento de escoger, lo harás… y
tomarás la decisión adecuada.
─¿De verdad lo crees? ─preguntó con inseguridad.
─Que no te quepa alguna duda. Todos pasamos por momentos así… en los que comienzas a
plantearte si estás yendo por el camino correcto y las dudas nos asaltan. Creo que es normal…
─Tú no… tú amas lo que haces, siempre lo has hecho.
─Amo el arte, sí… Pero es muy diferente pintar lo que sientes, que pintar lo que te imponen,
como te lo imponen… Es cierto que estoy ahí para aprender y que gracias a mis maestros he
adquirido muchísimas técnicas. Pero ya me conoces, Any… lo mío no es seguir las reglas, ni los
cánones… Quiero pintar el mundo ¿sabes? Quiero plasmar vida en mis lienzos. Incluso quiero ir
por ahí, descubriendo esas cosas aparentemente insignificantes y destacarlas yo misma …
hacerlas protagonistas, importantes… Sueño con crear mi propio estilo de arte. No quiero estar
toda la vida en un estudio, pintando jarrones o esculturas famosas…El arte es vida y yo quiero
vivirlo. Así que, este último año que nos queda, vamos a dar el 100% de nosotras, tanto en cada
asignatura, como en el proyecto final… Y una vez hayamos acabado, cariño, empezaremos a vivir
nuestros sueños. ¿Te imaginas ir por el mundo, diseñando artesanía con material único de cada
uno de esos lugares? ¿Crear tu propia marca? Me veo de playa en playa… de mercadillo en
mercadillo, vendiendo a los turistas esas piezas únicas, diseñadas por ti y hechas con nuestras
propias manos. Eso nos dará dinero suficiente para subsistir, hasta que un día, encontremos ese
bonito lugar, ese rincón perfecto que al pisarlo por primera vez, sintamos que es nuestro…
Entonces construiremos ahí un hogar, nuestro hogar. Nos vamos a ahorrar contratar un arquitecto,
así que… ─me encogí de hombros ─No debe ser imposible ¿No?
─Imposible no lo sé… Pero perfecto, desde luego. Suena tan increíble que siento que no puedo
esperar un año para comenzar. No quiero que se queden en simples sueños.
─Si salgo de esta, te prometo que cada uno de esos simples sueños, se harán realidad.
─Si salgo de esta, no. CUANDO SALGAMOS de esta ─corrigió enfatizando ambas palabras
─Te dedicarás a plasmar en papel, toda esa vida de la que hablas, cada rincón que visitemos…
Crearás un estilo de arte tan mágico, que nadie podrá mirar un cuadro tuyo sin querer comprarlo.
Cada persona que pase por nuestro lado, querrá llevarse un pedacito de ti a su hogar… un
pedacito de nuestra vida.
─Un pedacito de nuestra vida… ─repetí sonriendo.
Sonó tan bonito, que quise disfrutar de esas palabras durante unos instantes. Imaginar todo lo que
nos quedaba por construir. Todo eso que llevaría el pronombre “Nuestro” como prefijo. Pero la
sensación del agua llegando hasta nosotras de improvisto, empapándonos por completo, nos hizo
levantar de un salto entre risas.
Se abalanzó sobre mi cuerpo, rodeándome el cuello con sus brazos y consiguiendo que casi me dé
un ataque al corazón por no esperarla.
Nuestros labios, como un imán que acude sin control a un pedazo de hierro, se unieron. Se unieron
como si ese fuera su lugar, como si no pudieran estar separados ni un segundo más… con
desesperación y dulzura. Nuestras lenguas se encontraron dejando claro que se habían extrañado.
Mis manos ejercieron presión sobre su cintura para atraerla hacia mi cuerpo y sus brazos se
aferraron aún más a mí.
Ni siquiera sé si hay gente en esta playa, si alguien nos está mirando o si estamos completamente
solas. Pero no me importa… sólo quiero besarla y no dejar de hacerlo jamás. La intensidad del
beso y la temperatura de mi cuerpo aumentan simultáneamente, pero la falta de aire nos obliga a
separar los labios. Ambas respiramos con dificultad sobre la boca de la otra.
─Tenemos que irnos ─me informó con tono agitado ─Va a oscurecer en poco tiempo y no
tengo presupuesto para pasar otra noche en el Costa Mágica. Además, pasar esta noche contigo…
no creo que… Y nos va a costar devolverte al hospital en plena noche, no pasaremos tan
desapercibidas.
─No me devuelvas ─sugerí sorprendiéndome incluso a mí misma ─No hay nadie en tu
casa… podemos volver al hospital por la mañana temprano.
─¿Estás segura?
─Sólo estoy segura de que no quiero separarme de ti.
─Yo tampoco… Pero…
─Llévame a tu casa ─susurré.
Y sin decir absolutamente nada más, agarró mi mano y comenzó a dirigirme a toda prisa,
supongo que hacia el coche. Esta vez parece que se olvidó de mi actual ceguera porque la
delicadeza anterior, brilló por su ausencia.
A pesar de ello, camino de su mano incluso más segura que antes, sonriendo. Sin miedo de
encontrarme obstáculos a mi paso, porque soy consciente de que podré solventarlos y de que
nada me hará caer mientras su mano me esté sosteniendo.
Llegamos al coche entre risas y como si el mundo se fuera a terminar en unos minutos,
emprendimos la marcha de vuelta a la ciudad. He de decir que el camino se me hizo un poco más
largo que otras veces, aunque nuestras conversaciones, la música y la brisa nocturna, nos
acompañaron durante todo el trayecto.
Horas más tarde, el coche se detuvo y escuché la puerta automática del parking de su casa abrirse,
indicándome que ya habíamos llegado. En el instante en que bajo del coche y el olor del lugar me
invade, (olor a herramientas, cajas, viejos objetos guardados desde hace años en el mismo lugar)
me asalta el recuerdo de todas esas veces que nos escondíamos aquí, siendo apenas unas
adolescentes, para beber cerveza antes de ir a alguna fiesta. Mientras nuestros padres creían que é
ramos unas adolescentes inocentes, nosotras nos dedicábamos a emborracharnos a escondidas.
Vaya dos delincuentes juveniles fuimos. O… somos, porque en este momento estamos fugadas de
un hospital y eso no nos convierte precisamente en unas adultas más responsables que aquellas
niñas traviesas.
Atravesamos la casa agarradas de la mano, esta vez mucho más despacio que en la playa. No habí
a ningún rastro de prisa mientras subíamos las escaleras que llevan a su dormitorio. Todo se volvi
ó más tranquilo, pausado… Todo menos mi corazón, que aumenta el ritmo de sus latidos a
medida que avanzo escalón a escalón.
En cuanto pisamos terreno liso y antes de que pueda reaccionar, se da la vuelta y atrapa mis labios,
volviendo a crear en mi interior toda esa vorágine de emociones y espiral de sensaciones que se
dan lugar en mi estómago cuando me besa.
Avanzamos como podemos; ella dando pasos de espalda y yo tropezando con sus propios pies.
Risas entre beso y beso, torpeza, desesperación, amor y una pasión que aumenta.
Intuyo que llegamos a su habitación cuando detiene nuestro avance. Pero no dejamos de besarnos,
no separamos nuestros labios ni tampoco nuestros cuerpos. Al contrario, cada vez están más
unidos, como si quisiéramos fusionarnos en una sola persona, como si cualquier distancia, por mí
nima que fuera, resultara inaceptable, insoportable.
Mis manos comienzan a dirigirse por sí solas hasta el interior de su ropa. En cuanto la yema de
mis dedos roza la piel de su espalda, un escalofrío recorre todo mi interior. Un escalofrío que de
pronto me asusta y me hace detener el movimiento… Ella, separa nuestros labios y siento como
se deshace de su propia camiseta (o lo que sea que le esté cubriendo la parte superior del cuerpo).
Continúa el silencio. Mis manos tiemblan y ella debe sentirlo en cuanto las sostiene. Estoy
paralizada.
─¿Qué ocurre? ─Me pregunta con tono de preocupación ─¿Estamos yendo demasiado rá
pido?
Su pregunta me resulta tan irónica, que de no ser por el pánico que siento, incluso me habría reí
do.
─¿Rápido? Hace más de diez años que nos conocemos, Any… Para el mundo debemos ser las
personas más lentas del planeta.
─¿Entonces qué te pasa? ¿Por qué te detienes?
─No quiero que esto sea así. ─me doy un pequeño golpe en la zona de los ojos ─No quiero
tener esta maldita cosa en la cara la primera vez que hagamos el amor. No soporto la idea de que
estés semidesnuda frente a mí y no poder verte.
─¿Todavía no te ha quedado claro que hay cosas que debes sentir y no ver?
─Sí. Puede que eso funcione con un paisaje, pero no con esto… no contigo… no con nuestra
primera vez juntas. Es… es demasiado importante ¿Entiendes? Y tú… ¡por Dios, Anahí! Tú
has estado con muchísimos chicos. Y yo… estoy temblando. ¿Cómo voy a llegar a su altura en
estas condiciones? ¿Con esta inseguridad…? ¿Cómo voy a conseguir que sientas algo sin
siquiera verte?
─Dulce… ─agarró mis mejillas con decisión, obligándome a “mirarla”. Casi puedo hacerlo,
casi puedo ver sus ojos firmes, con ese azul intenso que adquieren cuando va a decir algo serio.
No me cuesta nada imaginarla ─Estás realmente ciega si no te das cuenta que con un simple beso,
me has hecho sentir más que cualquier hombre con el que me haya acostado en toda mi vida.
Tragué saliva. Y creo que ese fue el único sonido que se escuchó en la habitación durante los
siguientes segundos. No hay mucho que se pueda decir ante tal confesión… Pero mi mente es
terca y sigue transmitiéndome inseguridad. La inseguridad que me provoca esta venda cubrié
ndome los ojos. Lo único que deseo es que nuestra primera noche sea perfecta… simplemente
eso.
Le hice caso. Permanecí inmóvil y en silencio, esperando que regresara y sin saber muy bien adó
nde había ido. Pero pronto comencé a escuchar extraños sonidos a mi derecha, como si estuviera
rebuscando en algún lugar.
Sin decir nada más, escuché sus pasos regresando hasta mi lado y pronto sentí su presencia de
nuevo frente a mí. Esperé algunos segundos, queriendo que fuera ella la que me informara de sus
intenciones antes de volver a preguntar.
─Listo…
─¿Listo el qué?
─¿Qué… Qué es esto? ─pregunté sorprendida tocando su cara con ambas manos.
─Igualdad de condiciones.
─¿Te pusiste una tela para taparte los ojos? Pero… ¿Por qué?
─No quiero que tengas ningún tipo de inseguridad esta noche. Quiero que todo sea perfecto y
para eso, tu terca cabecita debe estar tranquila y permitir que te dejes llevar… Además… ─
susurró haciéndome sentir como se aproxima a mis labios ─si lo piensas, resulta incluso eró
tico… ¿No crees?
Empecé a sentir el roce de sus dedos en mi mano, comenzando a ascender de una forma muy sutil
y sugerente. La piel de mi brazo se eriza incontrolablemente a medida que su caricia asciende.
Permanezco en silencio… sintiendo un hormigueo excesivo y desconocido en mi estómago. Su
mano llega hasta mi hombro y continúa el camino que conduce hacia mi cuello. Sus dedos
juguetean con mi piel de una forma superficial. Encuentra mi oreja y rápidamente siento su aliento
en mi oído.
─Tú y yo ─continúa dando pequeños mordiscos en mi lóbulo. Gesto que consigue agitar mi
respiración aún más si cabe ─Sin poder ver absolutamente nada… dedicándonos a sentir cada
caricia ─volvió a acariciar mi brazo ─cada beso… ─besó con sensualidad mi cuello ─¿Qué
te parece?
Responder a esa pregunta con palabras, no sólo era una estupidez, sino que no entraba para nada
dentro de mis planes. O mejor dicho, ya no había planes… Mi cuerpo comenzó a descontrolarse.
Como pude, encontré su rostro y agarrándolo con firmeza, lo atraje hacia mí. Atrapé sus labios
de una forma desesperada y ella se enredó en mi cuello como si fuera exactamente lo que estaba
buscando. Mi lengua se abrió paso y mis dientes mordieron ligeramente su labio inferior.
─¿Dónde está la cama? ─pregunté con la voz cortada entre beso y beso.
─Justo detrás de mí ─respondió con dificultad.
Mis manos volvieron a posarse en su cintura desnuda y obligué a su cuerpo a retroceder, sin
permitir que se separara de mí ni un centímetro. Se detuvo en cuanto sus piernas encontraron el
borde de la cama y con un rápido movimiento, ocupó mi lugar, dejándome en el suyo. Pero parec
ía no querer abandonar el control de la situación. Me empujó ligeramente, consiguiendo que
quedara sentada en la cama y sin tiempo de margen, se acomodó a horcajadas sobre mí.
El olor de su cabello, se mezcló con el de su piel en cuanto lo apartó del lado izquierdo de su
cuello. Sentí la brisa del movimiento en mi rostro y dicho aroma casi consiguió emborracharme.
No puedo creerme que la tenga así… en mis brazos… semidesnuda… completamente para mí.
Lista para recibir mis caricias, mis besos… mi amor. No puedo verla, pero puedo sentirla…
Escucho su respiración entrecortada, el latido de su corazón acelerado, fundiéndose con el mío,
huelo su piel… Siento sus manos ascender por mi cuello, acariciándome… Y no puedo más…
No aguanto más… Una fuerza magnética lleva mis labios hacia su piel, llegando justamente a la
zona de su pecho … Lo beso, con inocencia al principio. Pero mis labios no tardan en
humedecerse… mi lengua quiere actuar y comienza a recorrer un camino ascendente por su piel.
Mientras mis manos acarician su espalda y su pecho me golpea cada vez más agitado, sus dedos se
enredan en mi pelo, pidiendo de una forma silenciosa que no me detenga. Llego hasta su cuello…
Aún queda un ligero rastro de su perfume, lo noto en el olor, pero también en el sabor… Mi boca
se sincroniza para morder y besar a partes iguales.
Comienzo a sentir sus manos desesperadas abrirse paso bajo mi ropa… Me roza la piel. Me erizo
aún más si es posible y ella levanta mi camiseta con la intención de deshacerse de ella. Pero la
maniobra no nos resulta tan fácil… Mis brazos no quieren salir. La prenda parece haberse
quedado enganchada a alguna parte de mi ropa interior. Sin dejar de besarnos intentamos de
manera frustrada que se solucione. Pero no hay forma… la desesperación no nos lo permite y la
ceguera no ayuda para nada.
Con algo de dificultad, entre risas y desesperación, conseguimos deshacer el enganche y eliminar
la prenda de nuestras vidas.
─¿Estás segura de ello? ─me pregunta antes de volver a abalanzarse sobre mí para besarme.
Nuestras bocas se unen y la presión inesperada de su cuerpo me hace caer de espaldas. Pero ella,
al no ver dónde caen sus manos, en vez de apoyarse a ambos lados de mi cuerpo, aplastó uno de
mis pechos, causándome una mezcla de dolor y risa.
Se creó un instante de silencio, en el que estoy segura que, si no fuera porque ambas tenemos los
ojos tapados, me estaría lanzando una mirada fulminante. Pero en vez de eso, esta vez sentí su
mano posarse firmemente sobre el pecho que segundos antes casi me aplasta.
Comenzó a masajearlo de una forma que me producía cosquillas, a la vez que excitación, a pesar
de que lo hace por encima de la ropa interior. Pero no pude evitar emitir una risa nerviosa.
No respondí.
Atraje su rostro y atrapé sus labios con determinación, volviéndonos a fundir en un beso repleto
de pasión, de dulzura, de juego… Un juego de labios perfecto y sincronizado.
A pesar de las torpezas, de las risas y de los incidentes, cada segundo me resulta más perfecto que
el anterior… Todo eso que en cualquier otra situación, podría resultar patético e incluso cortar el
momento de éxtasis, a nosotras nos producía una risa sana y entrañable. Cómplice… Eso es lo
que somos… cómplices, desde el momento en el que nos conocimos. Nuestra confianza consigue
crear diversión y juego en un momento dulce y apasionado…
Logramos deshacernos del resto de las prendas entre más torpeza, risas y besos desenfrenados. La
tengo completamente desnuda sobre mí… Besándome… Siento cada parte de su cuerpo
reposado sobre el mío… Siento la calidez de sus pechos rozando los míos… Su abdomen que
sube y baja con rapidez, como si el aire no llegara a sus pulmones. Nuestras piernas enredadas y
nuestros sexos en contacto directo… recibiendo el calor y la humedad que emanan ambos.
He visto su cuerpo en innumerables ocasiones… Pero desearía tanto poder verla ahora…
absolutamente desnuda, sudorosa, parcialmente despeinada. Un escalofrío me recorre de pies a
cabeza tan sólo de imaginarlo. De imaginar sus ojos azules clavados en los míos, con las pupilas
dilatadas por culpa de la excitación. Mirándome tan fijamente que mi cuerpo parecería estar
recibiendo descargas eléctricas.
─¿Estás bien? ─pregunta rompiendo el beso. Supongo que debió sentir mi escalofrío.
─Perfectamente… ─susurro acariciando su mejilla ─Aunque no pueda verte.
Su cuerpo se impulsó un poco hacia arriba y noté su respiración sobre mi labio superior. Sin
llegar a besarme, dejando unos centímetros de distancia para que el aire me golpeara.
El sudor, los gemidos, nuestras humedades mezclándose y aumentando la excitación hasta casi
explotar. Mi boca mordiendo su cuello con desespero, la suya buscando mi lengua para atraparla.
No hacía falta introducir nada en nuestro interior para sentir que volábamos. El simple roce de
nuestras intimidades era más que suficiente para hacernos temblar de placer. Para obligarnos a
perder el control, hasta el momento exacto en el que sentí mi sexo contraerse y una especie de
descarga eléctrica me invadió, justo antes de que la calma más absoluta se adueñara de mis mú
sculos. Intuí que a ella debió sucederle lo mismo, porque detuvo el movimiento de sus caderas
mientras mordía mi labio inferior, ahogando en él un grito.
Dejó caer el peso de su cuerpo sobre el mío y tratando dificultosamente de recuperar el aliento,
volvimos a besarnos… Con más calma, pero con el mismo amor.
Minutos más tarde, aún exhaustas, ella se encuentra acostada boca abajo justo a mi izquierda, y yo
inclinada hacia ese lado, jugueteando con la yema de mis dedos sobre su espalda descubierta…
Su piel es tan suave, que puedo sentir como una especie de corriente accede por mis dedos y se
instala directo en mi corazón.
Hago un camino superficial desde la nuca hasta la parte inferior de su espalda… sintiendo su
columna vertebral y su piel erizándose al paso de mis caricias. Tan solo de imaginarme dicha
imagen, mi piel también se eriza… Debe estar más hermosa que nunca. Completamente desnuda,
con las curvas de su cuerpo frente a mí… mirándome fijamente. Y quizás tenga un brillo especial
en los ojos, un brillo de plenitud, de felicidad… No puedo verla, pero siento su mirada clavada en
mí. La tela que cubría sus ojos despareció en algún momento durante nuestro desenfreno.
Esa respuesta me pilla de improvisto. Incluso me sonroja y acelera mi corazón que ya había
conseguido volver a la normalidad.
Siento sus labios besar esa parte de mi cuerpo, volviendo a despertar mis sentidos y acelerando de
nuevo mi respiración.
Sonrío y una sensación de plenitud invade mi pecho. Ella no me ha dicho que me ama… no ha
pronunciado unas palabras exactas que definan lo que siente por mí. Pero a veces, eso no es
necesario. Lo que Anahí y yo acabamos de experimentar va mucho más allá de una relación
sexual, de un momento de placer… Acabamos de hacer el amor como probablemente ninguna de
las dos lo haya hecho antes. Sin necesidad de mirarnos y sintiendo cada caricia con la intensidad
de un terremoto devastador.
─Entonces… ─digo al tiempo que me incorporo para llegar a su espalda y comenzar a besarla
─sigamos siendo magas…
Último Capitulo
Algo se despertó dentro de mí de un instante a otro. Algo cambió y creo incluso, que mi cuerpo
se puso en tensión a causa de ello. Como esos momentos en los que estas durmiendo, sueñas que
te caes de algún lugar y te despiertas sobresaltada, agarrándote a lo que tengas a mano, hasta que
descubres que estás en tu cama completamente a salvo. Algo así me acaba de suceder, con la
diferencia de que no estoy durmiendo y esto no es un sueño.
─¿Estás bien? ─me preguntó la voz de Anahí, consiguiendo que deje de sentir el peso de su
cabeza sobre mi pecho ─De pronto te pusiste tensa.
─¿Qué hora es?
Tardó unos segundos en responder y sentí la cama moverse, como si se hubiera dado la vuelta
para buscar un reloj.
─Las 6 de la mañana.
No hemos dormido ni un solo minuto durante toda la noche. Besos, caricias, juegos, risas,
conversaciones… en definitiva, hemos estado haciendo el amor de forma incansable e insaciable
durante las últimas horas. Pero también hemos disfrutado de la deliciosa calma que se siente
después… Del silencio… del único sonido que producen nuestras respiraciones y el latido de
nuestros corazones.
La mejor noche de mi vida…
Su voz adquirió un tono de lo más seductor, que consiguió erizar mi piel como hizo hace apenas
unos minutos. Es increíble lo que consigue hacer con mi cuerpo esta mujer.
Se retorcía entre risas, tratando de pararme sin éxito. La risa se lleva toda su fuerza y eso me da
una ventaja que siempre he aprovechado.
Mi susurro golpeó sus labios, indicándome que en algún momento su rostro llegó a colocarse
frente al mío.
Sonrío de medio lado y antes de que pueda volver a hablar, junta nuestros labios, dando comienzo
a un tierno beso…
Como siempre, nuestros besos suben de intensidad sin apenas darnos cuenta y amenazan con
hacernos perder el control nuevamente. Acaricio su espalda aún desnuda, mientras su cuerpo
reposa sobre el mío y su lengua explora el interior de mi boca, con esa sensualidad y dulzura que
sólo ella puede mezclar.
─Bueno, ─dice mientras se separa finalizando con besos más pequeños ─¿Vas a dejar de
hacer el tonto y a decirme por qué quieres saber cuánto tiempo nos queda en el paraíso?
─Quiero pintar. ─Sentencié con tanta seguridad que incluso yo me sorprendí.
─¿Cómo que quieres pintar?
─¿Aún sigues teniendo aquí mi juego de pinturas? ─insistí sin responderle.
Así como yo tengo mi armario repleto de su ropa, ella siempre ha guardado aquí una caja con
pinturas que traje hace algunos años. Recuerdo que sus padres se habían ido de vacaciones y
pasamos toda la semana en su casa, prácticamente sin salir… disfrutando de la suerte que en ese
entonces nos suponía tener una casa para nosotras solas. No hicimos una gran fiesta llena de gente,
como cualquier adolescente hubiera hecho. Nuestra fiesta diaria la componíamos sólo nosotras
dos, nuestras películas favoritas, música a todo volumen desde primera hora de la mañana,
inventos culinarios que gracias a Dios no nos enfermaron, palomitas voladoras por toda la casa…
y atardeceres de inspiración en los que mientras yo pintaba cualquier cosa, ella se dedicaba a
dibujar sus diseños. Cada una sumida en sus propias labores, introducida en su propio mundo…
pero sintiéndonos acompañadas la una por la otra.
Decidimos entonces que ella se encargaría de guardar esas pinturas para cuando la inspiración me
volviera a asaltar estando en su casa. Como por ejemplo, ahora.
Ni siquiera me preguntó cómo demonios pretendo pintar algo teniendo los ojos tapados con esta
venda. Cree tanto en mí, que me ve completamente capaz de hacerlo. Y eso… me obliga a
sonreír y acariciar su mejilla, colocándole detrás de la oreja un mechón de pelo que parecía
haberse escapado de su lugar.
Escuché cómo colocaba el artilugio de madera justo en frente. En el pequeño espacio que me
separa del escritorio.
Recuerdo que el último día, comencé a dibujar objetos que nada tenían que ver los unos con los
otros. Cosas que veía por la habitación o en algún rincón de la casa. Nunca terminé ese cuadro.
Pero definitivamente, éste no era el momento para hacerlo, así que, separé cuidadosamente esa l
ámina del resto y la coloqué en algún lugar de la cama.
Ahora sí… creo que tengo una hoja en blanco frente a mí… lista para ser rellenada. Esto, es
probablemente lo que más me gusta de pintar y lo que más me recuerda a la propia vida. Cada día,
es una hoja en blanco dónde solamente yo, tengo las herramientas para rellenarla. Solamente yo,
manejo el pincel… y solamente yo, tengo en mi poder una infinidad de posibilidades.
La cama se hundió ligeramente, haciéndome saber que ya se había colocado sobre ella.
Finalizó mi propia frase, consiguiendo que el corazón me diera una punzada en el interior del
pecho y comenzara un latido desenfrenado. Además… no es la única sensación que experimenté.
Pero esa, mejor me la guardo.
Sonreí nerviosa.
─Tranquila… ─volvió a interrumpir al darse cuenta que se me olvidaron hasta las palabras ─T
ú pinta… que luego nos encargamos de eso.
─Es muy fácil jugar a seducirme y luego pretender que no pierda la inspiración.
─Lo único que pretendo hacerte perder, es la cabeza… La inspiración puede quedarse intacta.
Se creó un momento de silencio en el que continúo sonriendo nerviosa. No tengo la más mínima
idea de cómo se encuentra ella… Pero dadas las circunstancias y conociendo la picardía que
posee, prefiero no seguir imaginándolo.
De pronto, sentí los brazos de Anahí rodear mi cintura, consiguiendo volver a hacer temblar
cada rincón de mi cuerpo, sólo con su roce.
Apoyó su barbilla en mi hombro y no dijo nada… Permaneció en el más absoluto silencio. Sé
que está observando el lienzo y también sé, a pesar de no verlo, que lo que tenemos frente a
nosotras, no puede ser definido como “feo” o “bonito”… Debo haber hecho un cúmulo de
pinceladas sin sentido alguno, entremezcladas unas con otras, que definitivamente no tendrá una
palabra que pueda definirlo.
Siento su pecho golpear mi espalda, al exhalar un suspiro.
─Tercera lección… ─susurra en mi oído ─Si las circunstancias son inmodificables, trata de
adaptarte a ellas. Pero jamás abandones tu sueño…
◊◊
Han pasado dos días. Lo que significa que ya llevo más de una semana ingresada en el hospital,
escuchando los mismos sonidos, hablando con las mismas personas, oliendo los mismos, no muy
agradables, olores.
A pesar de todo, la cosa no ha ido tan mal. No ha sido tan torturador como los primeros días
después de mi operación. De hecho, ha sido mucho más divertido… He aprendido a ir sola al
cuarto de baño (a base de golpes en mi dedo meñique). Creo incluso, que mi cuerpo acude automá
ticamente, sin yo tener que dirigirlo. Sabe perfectamente el camino y cada paso que debe dar. Poco
a poco he ido logrando hacer casi todo por mí misma y me he vuelto más valiente. A veces
demasiado, diría yo.
Ayer, cuando Any llegaba para visitarme, me encontró de aventura por los pasillos de la planta de
oftalmología. Bueno, como mucho conseguí alejarme de la habitación unos diez pasos. Pero
menos es nada. He podido comprobar que, si antes me sentía tan estancada, tan aterrorizada, tan
limitada, era por mi propia culpa. El miedo a fallar me impedía actuar, levantarme, seguir hacia
adelante adaptándome a mi circunstancia y superándome en cada paso.
Por eso, ahora estoy aquí, en la que durante los últimos días se ha convertido en mi cama,
palpando la superficie de un pedazo de cartón y tratando de que mis dedos, distingan alguna forma
en el relieve de estos diminutos puntos. Pero me resulta imposible.
─Pues debo ser la que menos paciencia tiene, porque esto me parece imposible… O quizás tengo
los dedos muy grandes... ─esa posibilidad me preocupó ─Pero te juro que no distingo
absolutamente nada.
─Llevas cinco minutos intentándolo ¿Qué pretendes? No creo que cuando eras pequeña, te
aprendieras el alfabeto español en cinco minutos.
─Si lo miras así… ─terminé la frase simplemente encogiéndome de hombros con una sonrisa.
Hizo referencia al cachorro de la película animada “Tod y Toby”, una de nuestras favoritas. El
perrito con su olfato es capaz de rastrear cualquier cosa. Y es cierto que yo comienzo a parecerme
a él.
─Eso te dejaría a ti en el lugar de “Tod” ─continúo con la broma mientras escucho sus pasos
aproximarse.
─Oh… ¿Así que me estás llamando zorra?
─Y tú a mi perra…
─Perra no ─aclaró. Y a continuación estrujó mis mejillas como si fuera un bebé ─Adorable
cachorrito de orejas grandes, que va por la vida olfateando todo a su paso.
Abrí la boca enormemente en cuanto me liberó de sus garras y llevé ambas manos a mis orejas.
No pude evitar emitir una carcajada. De hecho, las tres nos reímos.
─Es normal que tu olfato esté más desarrollado ─volvió a hablar la enfermera ─cuando falta
un sentido, aprendemos a utilizar el resto.
─Ese hecho sería maravilloso si estuviera en un campo lleno de flores. ─me reí de nuevo ─
Aquí no resulta tan agradable.
─Pues ese sufrimiento acaba precisamente hoy.
─Así es… Juro que lo primero que haré, será llenar mi habitación de flores y aromas ricos.
Realmente siento que tengo los olores del hospital impregnados por todo el cuerpo. Hasta que
viene Anahí y ya no soy capaz de distinguir nada que no sea ella, claro.
─Aunque tengas esa sonrisa de niña traviesa que pones cuando quieres molestarme ─habló la
mencionada ─todas sabemos que lo dices en serio.
Pues sí… completamente en serio. Pero no le iba a dar la razón, así que simplemente sonreí.
─¿Y qué estaban haciendo? ─volvió a intervenir Any, supongo que refiriéndose al cartón que
cayó sobre mis piernas.
─Marta estaba en la misión imposible de enseñarme a leer “Braille”. Pero creo que me va a
llevar más de cinco minutos aprenderlo…
─Probablemente tardes meses en hacerlo ─anunció la chica.
─Bueno, quizás a partir de hoy ya no sea necesario ─dijo Anahí ─¿Te estás adelantando a los
acontecimientos?
─No… de hecho, me gustaría aprenderlo aunque recuperase mi vista. Nunca está de más
aprender cosas nuevas y quizás algún día pueda ayudar a alguien… o quizás lo necesite el resto
de mi vida. Pero sea como sea, se acaba de convertir en un reto para mí. Estos puntitos se están
resistiendo a mis dedos… Y nada se resiste al poder de mis dedos.
Se creó un repentino silencio que me hizo sonreír con picardía. Me gusta imaginar a Anahí
completamente roja en este momento por mi comentario. Es el poder que tengo ahora mismo;
puedo imaginar algo que probablemente no esté sucediendo. Porque el nombre “Anahí” y el
verbo “Sonrojarse”, sólo van en la misma frase cuando es ella la causante de dicho sonrojo.
─Me voy antes de que empiecen a discutir de nuevo ─anunció Marta entre risas ─Hay algunas
que debemos trabajar. En cuanto tus padres lleguen y el doctor dé la orden, vendremos a quitarte
por fin la venda.
─Tranquila, de aquí no me muevo.
─Tratándose de ustedes dos, corro el riesgo de volver y descubrir que se dieron a la fuga. No serí
a la primera vez… Así que, como acabas de decir, ni se te ocurra moverte.
Le sonreí para tranquilizarla y hubo un instante de silencio antes de comenzar a escuchar los
pasos que la dirigían hacia el exterior de la habitación.
La puerta se cerró y supe que ahora sí, nos habíamos quedado completamente solas.
─¿Vas a darme por fin los buenos días de una forma decente?
Mi pregunta no fue respondida con palabras. Mi fingido enfado fue borrado de un plumazo en
cuanto sentí la calidez de sus labios en mi boca. Un torbellino de hormigas invadió mi estómago
como la primera vez… como cada vez que nuestros labios se encuentran y nuestras lenguas
comienzan ese juego tan adictivo al que probablemente jamás me acostumbre.
Es increíble como la temperatura de mi cuerpo puede aumentar de una forma tan repentina, por el
simple hecho de sentir sus labios. Y también es increíble la forma en la que nos vemos obligadas
a detenernos, antes de perder por completo el control
Sentí sus manos agarrar mis mejillas y su respiración golpeando nuevamente mis labios, hacié
ndome saber que está muy cerca de mí.
Ella suspiró rindiéndose ante la verdad. En el fondo sabe que por mucho que lo intente, a mí no
puede ocultarme nada.
Hubo un corto espacio de silencio. Intuyo que me está mirando y quizás reflexionando sobre lo
que acabo de decir. Ojalá pudiera saber si su mirada expresa miedo o sin embargo, vuelve a sonre
ír.
Acaricio su mejilla suavemente con mi dedo pulgar.
Sonreí… y quiero imaginar que ella también lo hizo. Pero no abandoné la sonrisa al instante…
De hecho, mis labios la dibujaron más tiempo del habitual.
Me regalé unos instantes para acariciar su rostro con muchísima ternura. Cómo si realmente,
estuviera observando cada centímetro de piel que recorren mis dedos. Es suave… tan suave como
la propia piel de un bebé… Mis manos tiemblan cuando la acarician, pero no me detengo y ella
no me detiene. Quiero imaginarme cada rasgo de su rostro… Sus labios, el pequeño lunar que
tiene a un lado de la parte inferior… Ella besa mis dedos en cuanto recorro esa parte, de una
forma tan sensual, que consigue erizar mi piel… Podría quedarme eternamente en ese lugar,
permitiendo que besara mis dedos, sintiendo la humedad de sus labios y de su lengua, que también
parece querer unirse al juego. Pero continuo mi recorrido ascendente… acaricio sus pómulos, su
nariz… Bordeo sus ojos con cuidado y me encuentro unas largas pestañas, informándome de que
sus parpados están cerrados. A pesar de ello, la imagen de sus ojos abiertos, invade mi mente…
Me los imagino mirándome fijamente, con ese azul intenso, absolutamente lleno de luz. Anahí
tiene la mirada más bonita que he visto jamás. Y quizá ya no pueda comprobar si existe en el
mundo una mirada más bonita que la suya. Aunque es un hecho poco probable que la haya...o
mejor dicho, que a mí me lo parezca.
Al seguir ascendiendo, me encuentro con mechones de su pelo rebelde, cayendo por un lateral.
Los coloco cuidadosamente en su lugar y vuelvo a su mejilla.
La acaricio… sonrío…
Pero entonces escuchamos ruido al otro lado de la puerta, y mi mano, instintivamente se aparta.
Creo que ella también se incorporó con rapidez, porque dejé de sentir su aliento en mis labios.
La puerta se abrió, dando paso a un grupo de voces, todas familiares.
Doy por hecho que se refiere a Anahí, la cual no respondió. Sin embargo, escuché como le daba
un beso a alguien.
Mi madre volvió a hacer referencia a Anahí y yo sonreí, al imaginármela con cara de niña
inocente.
─Como no me dejaron quedarme a dormir, vine a dar la lata a primera hora ─se quejó ella.
Se formó un corto silencio en el cual tomé una bocanada de aire y me sentí liberada. El pequeño
discurso me dejó sin aliento, pero además, se llevó de mis hombros un peso enorme. El peso de
las decisiones.
─Amén… ─exclamó la voz de Anahí, rompiendo el silencio y provocándome una sonrisa que
acabó con la seriedad del momento.
─Una chica con las cosas claras ─volvió a hablar el doctor.
─Y terca como una mula ─añadió mi madre ─Su decisión ya está tomada, aunque me pese en
el alma.
─Quizás no sea ni necesaria dicha deci…
─¿Podemos acabar con el misterio ya, por favor? ─le interrumpí ─El ataque de nervios está
comenzando a hacer acto de presencia.
─Por partida doble ─volví a escuchar la voz de Anahí, apoyando mi petición.
─Antes quiero advertirte que no abras los ojos bruscamente en cuanto queden destapados. ─me
indicó el doctor ─Llevas mucho tiempo sin recibir ni un ápice de luz y puedes provocarte un
daño irreparable si no tienes cuidado. Te quitaré la venda, los dejarás cerrados unos segundos y
luego comenzaras a abrirlos muy despacio ¿Queda claro?
─Como el agua ─respondí.
─Bien. Pues… vamos allá.
Dicho esto, comencé a notar sus manos manipulando algún lugar de la parte trasera de mi cabeza.
A continuación, la presión de la venda disminuyó, dejándome sentir una especie de liberación en
las sienes y él empezó a rodearme la cabeza, consiguiendo que las capas del vendaje también
fueran disminuyendo… a medida que los latidos de mi corazón aumentaban.
Me sentí extraña en cuanto el vendaje dejó de envolverme el rostro. Como si algo faltara…
como si una protección hubiera sido derribada.
Haciendo caso a sus indicaciones, permanezco con los ojos cerrados… Mi pulso se acelera, mi
respiración comienza a agitarse… Estoy nerviosa… Tan nerviosa que tiemblo de pies a cabeza y
siento un sudor frío en mis manos. No sé si ellos están hablando o no… Lo único que soy capaz
de escuchar, son los latidos de mi corazón, ensordeciendo mis oídos. Quisiera aislarme de todo…
quisiera terminar de una vez por todas con este momento y desaparecer del espacio hasta que eso
ocurra. No quiero escuchar nada… sólo quiero que esto pare antes de que me dé un infarto o
comience a llorar.
Entonces, siento como alguien sostiene mi mano derecha… Es ella… es su tacto… es su fuerza.
Mi corazón se acelera aún más… Entrelaza nuestros dedos y me hace sentir su respiración en mi
oído.
Comienzo a despegar ligeramente los parpados, encontrando cierta dificultad en ello. Pesan
demasiado… han estado mucho tiempo cerrados… Logro separarlos unos milímetros y lo noto
por la punzada blanca que me atraviesa en un instante. No sé si estoy viendo luz o es simplemente
un efecto normal al ir abriendo poco a poco los ojos… No sé qué es lo que debería ver… No
distingo nada… Me duele… La incidencia de esa fuerza blanca, aumenta su potencia y me hace
cada vez más daño. Me duele la cabeza y siento como si alguien estuviera apuntando mis pupilas
muy de cerca, con una linterna.
Vuelve… su imagen vuelve a adquirir nitidez muy despacio, primero desvelándome los colores,
luego la silueta… Y la forma regresa, como si alguien estuviera calculando mi graduación
perfecta. La imagen anterior se funde con una nueva… Poco a poco, la sonrisa que antes veía, es
sustituida por unos labios cerrados, mandíbula contraída… Sus ojos no brillan como antes, me
miran con preocupación, expectantes… diría que incluso a punto de llorar. Me confundo… ¿Por
qué la recuerdo así?
Entonces lo comprendo… Siento mis pupilas moverse a un lado y a otro, mi pulso cada vez más
acelerado, mi mano aferrada a la suya con más fuerza que nunca, temblando sin parar… Mis ojos
se empañan consiguiendo que la imagen vuelva a perder nitidez… Pero esta vez lo comprendo…
no es un recuerdo… es ella… la estoy viendo…
Las lágrimas comienzan a descender por mis mejillas… Ella entorna ligeramente los ojos, como
tratando de encontrar algo en mi interior… y lo encuentra… Su mirada se abre ampliamente,
dejando que también unas lágrimas sean liberadas por fin…
Y antes de que pueda hacer, decir, o pensar cualquier cosa, agarra mis mejillas con ambas manos,
con decisión, con firmeza… Me regala un instante de miradas, en el que puedo observar por fin
sus ojos, a la distancia que siempre he deseado… Y me besa.
Nuestros labios se encuentran… se funden… Me besa como jamás me ha besado. Sin importarle
cuantas personas pueda haber delante… Sólo le importo yo… Sólo importamos nosotras… El
mundo desaparece, el miedo se esfuma definitivamente… Y mientras, nuestras bocas hablan en
silencio y nuestras lenguas se aferran la una a la otra, las lágrimas continúan descendiendo sin
parar por mis mejillas… Las siento caer y llevo mis manos a su rostro empapado… también está
llorando. Pero son lágrimas diferentes… son las lágrimas que se producen cuando el miedo se
marcha y solo hay espacio para la libertad de ser feliz. La acaricio… con toda la dulzura y el
amor que me inspira. Un amor infinito…
El oxígeno se acaba y nos vemos obligadas a detener el beso para respirar. Pero decido disfrutar
de esta sensación, con calma… sin prisa. Suspiro… Me lleno los pulmones de aire y el alma de
vida… Abro poco a poco los ojos de nuevo y ahí está ella… sus ojos azules, mirándome como
nunca la he visto hacerlo. Mi corazón late deprisa, un hormigueo imparable sube por mi estómago
y se instala en mi pecho. Esto es lo que se siente… Esto es exactamente lo que se siente al ver su
mirada después de besarla.
Me ama...
..FIN..