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Finnegan, F. y Pagano, A. (2007) La educación como derecho en los orígenes del Estado Argentino. El
derecho a la educación en Argentina. Bs. As. Colección libros FLAPE 2.
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O’Donnell (2004a), Primera parte: “Un agente es un ser dotado de razón práctica: usa su capacidad cognitiva y
motivacional para elegir opciones que son razonables en términos de su situación y sus objetivos, para las cuales,
excepto prueba concluyente en contrario, es considerado el mejor juez. [...] La presunción de agencia implicada por el
régimen democrático constituye a cada individuo como una persona legal portadora de derechos subjetivos [...] el
sistema legal presupone que es autónoma, responsable y razonable”.
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Constitución de la Nación Argentina, Primera Parte, Capítulo Primero Declaraciones, derechos y garantías, art. 14.-
Todos los habitantes de la Nación gozan de los siguientes derechos conforme a las leyes que reglamenten su
ejercicio; a saber: de trabajar y ejercer toda industria lícita; de navegar y comerciar; de peticionar a las autoridades; de
entrar, permanecer, transitar y salir del territorio argentino; de publicar sus ideas por la prensa sin censura previa; de
usar y disponer de su propiedad; de asociarse con fines útiles; de profesar libremente su culto; de enseñar y
aprender.
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Constitución de la Nación Argentina art. 5º.- Cada provincia dictará para sí una Constitución bajo el sistema
representativo republicano, de acuerdo con los principios, declaraciones y garantías de la Constitución Nacional; y
que asegure su administración de justicia, su régimen municipal, y la educación primaria. Bajo de estas condiciones el
Gobierno federal, garantiza a cada provincia el goce y ejercicio de sus instituciones.
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CN, art. 75, inciso 17.
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papel principal en materia educacional, ya que en tanto representante de los intereses generales de los
ciudadanos debe efectivizar el cumplimiento del derecho a la educación a través de su función legislativa,
de su papel docente como prestador de servicios educacionales y de acciones indirectas de apoyo técnico
y financiero a las provincias. Las posturas que enfatizan el derecho a enseñar otorgan al Estado un papel
subsidiario: éste debe promover en primera instancia el derecho original a educar que corresponde a los
padres, a las iglesias y a los particulares; sólo debe intervenir allí donde la actividad privada no alcance”
(Paviglianitti, 1991).
La oposición entre ambas doctrinas, la de la subsidiariedad del Estado en materia educativa y la de su
principalidad, es parte fundamental de una larga tradición de debate público ya presente en los orígenes
del Estado liberal y del sistema educativo argentino, de hondas raíces ideológicas y ligado a una puja por
los recursos públicos para la educación privada, principalmente confesional y católica.
En sus versiones más actuales quienes afirman la doctrina de la principalidad del Estado, conciben a éste
como “garante del derecho a la educación, es decir como obligado a asegurar el mínimo de escolaridad
obligatoria a través de servicios educativos que garanticen una oferta educativa gratuita de igual calidad
para el conjunto de la población” (Paviglianiti, 1991), de tal manera que la decisiones que se adoptan en la
esfera pública referenciadas en una u otra doctrina suelen tener profundas implicancias en la realización
efectiva del derecho a la educación.
Es relevante considerar que el sistema educativo argentino se institucionalizó como tal como un
instrumento de política al servicio del proyecto oligárquico-liberal de creación del Estado Nacional, con la
constitución del Sistema de Instrucción Pública Centralizado Estatal (Puiggrós, 1990). En ese marco, “en
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el período 1885-1916 adquirieron legalidad el carácter hegemónico del Estado en la educación y su papel
docente, la obligatoriedad, y la laicidad y la gratuidad de la educación pública” (Puiggrós, 1990). Es la
etapa en la cual se produce la estructuración y consolidación de todos los órganos que compondrán el
sistema, los que permanecieron vigentes en su mayoría hasta la promulgación de las leyes nacionales de
Transferencia de los Servicios Educativos y Federal de Educación, a las que se hará referencia
pormenorizada más adelante.
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Puiggrós (1991): “La pedagogía de este período tuvo un importante protagonismo en la constitución de la
sociedad argentina. La República Conservadora fue tanto gesta de la educación como proceso de
constitución de la unidad social, unidad basada en la negación y represión a lo ideológico-político y
pedagógico-cultural democrático, como una cultura política caracterizada por […] “la sospecha del otro…”
[…]: en la aprehensión de las multitudes argentinas dentro de categorías organicistas, es decir en la
construcción de la ilusión oligárquica, la instrucción pública tuvo un papel fundamental. El nacionalismo de
la época, el fundador de nuestros rituales escolares, fue positivista y oligárquico. […] Montar un dispositivo
pedagógico capaz de actuar sobre la sociedad, incorporando los nuevos habitantes a las divisiones
sociales preexistentes, se convirtió en una meta de la política dominante.”
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instrumento del Estado conservador, y quienes consideraban a la educación con matices diversos, como
un espacio de articulación entre los discursos nacionales y los regionales, sectoriales, específicos; como
el lugar de una socialización que no mata a la propia historia; como el espacio y el tiempo del aprendizaje
de la vida democrática. Enfrentamiento de las tendencias centralizadoras y las democráticas, las que
excluían a la sociedad civil y las que le daban un papel determinante en el sistema escolar” (Puiggrós,
1991). En el marco del triunfo de la tendencia pedagógica que la autora denomina “normalizadora”, es que
se da importancia a la institucionalización normativa de los aspectos que hacen al profesor, especialista o
experto en la perspectiva de un desempeño eficaz entendido como control social. Y es en el contexto de
su hegemonía, cuyas marcas perviven aún hoy en las prácticas escolares, que se produce “el divorcio
finalmente establecido entre el sistema educativo escolar y el pueblo, la burocratización, ritualización
conservadora, centralización y verticalización del proceso educativo” (Puiggrós, 1991). La regulación de
los contenidos de la enseñanza prevista por la Ley Nº 1.420 se orientó al mismo fin, se encontraban
organizados atendiendo a los rasgos de los grupos de edad, sexo, nacionalidad, raza y otros, y “a los
requerimientos de una sociedad que debe ordenarse o, mejor dicho, a las necesidades económicas y
políticas referidas a los recursos humanos, de la clase dirigente” (Puiggrós, 1990).
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