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Y alguien le dijo: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y él les dijo: 24 Esforzaos a entrar
por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán. (Lucas
13:23-24)
¿Cómo entramos?
A través del arrepentimiento y creyendo en su acto de salvación. Y cuando empezamos a
vivir nuestra vida juntamente con Cristo. Pablo dijo que ahora ya no vivía él sino que Cristo
vivía en él. Él se sentía como crucificado con Jesús, es decir, compartía el sentimiento de la
cruz. Asimismo Pablo afirmó que vivió su vida, ya no en sus propios deseos sino a través de
la fe en Jesús, que lo amó y se entregó por él (Gálatas 2:20). ¡Wow! Ese es nuestro ejemplo
a seguir.
De todas las decisiones que hacemos en la vida, inevitablemente, hay una decisión final
que debemos tomar ¿dónde pasaremos la eternidad?
El camino ancho es espacioso. Es un lugar donde tenemos acceso a muchas cosas, donde
podemos llevar gran peso, pero nos conduce a muerte.
“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos,
despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la
carrera que tenemos por delante. Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe,
el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se
sentó a la diestra del trono de Dios.” (Hebreos 12:1-2)
CONCLUSIÓN:
La decisión es tuya. Considera el destino que quieres: cielo o infierno. Elige bien porque lo
que te juegas es tu alma, no te vayas a sorprender el día del juicio y te quedes fuera. El no
tomar una decisión, significa que ya la has hecho.
Cámbiate de camino, vuelve a entrar pero por la puerta estrecha que es Cristo. Te está
llamando, “Entrad, venid” y vivid.