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Jesús nos indica dos caminos y dos puertas.

Es prudente notar que no hay pluralidad de


caminos, no hay varias formas de acceder al reino de Dios, sino una sola. O bien elegimos
el camino de la vida, o elegimos el camino de la muerte.

Y alguien le dijo: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y él les dijo: 24 Esforzaos a entrar
por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán. (Lucas
13:23-24)

¿Quién o qué es la puerta?


“Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos.”
(Juan 10:9)
Jesús es la puerta estrecha. Aquella que nos conduce a la salvación, a la vida, no hay otro.
Él es quien nos da acceso al camino angosto que nos lleva al reino de Dios.

¿Cómo entramos?
A través del arrepentimiento y creyendo en su acto de salvación. Y cuando empezamos a
vivir nuestra vida juntamente con Cristo. Pablo dijo que ahora ya no vivía él sino que Cristo
vivía en él. Él se sentía como crucificado con Jesús, es decir, compartía el sentimiento de la
cruz. Asimismo Pablo afirmó que vivió su vida, ya no en sus propios deseos sino a través de
la fe en Jesús, que lo amó y se entregó por él (Gálatas 2:20). ¡Wow! Ese es nuestro ejemplo
a seguir.

Sin embargo tenemos dos caminos para elegir:

De todas las decisiones que hacemos en la vida, inevitablemente, hay una decisión final
que debemos tomar ¿dónde pasaremos la eternidad?

Dios siempre ha ofrecido esta decisión de elegir:

Con Moisés: (Dt. 30:19)


Josué: (Jos. 24:15)
Jeremías: (Jer. 21:8)
Elías: (1 R. 18:21)

El camino ancho es espacioso. Es un lugar donde tenemos acceso a muchas cosas, donde
podemos llevar gran peso, pero nos conduce a muerte.

El camino angosto, en cambio, es más difícil. Te va a incomodar, te va a molestar. Uno va a


contramano del mundo.

La mejor forma para ir por el camino correcto


Jesús es la puerta y el camino. Él es camino que nos lleva al reino de los cielos. Y la mejor
forma de seguir su camino es siendo discípulos de él.
Jesús dijo todo aquel que quiera seguirlo, tiene que negarse a sí mismo, es decir, dejar su
ego o su vida egoísta de vivir, tomar su cruz, y seguirlo. (Mateo 16:24). En tiempos de Jesús
la cruz representaba una sóla cosa, muerte. Entonces seguir a Jesús implica morirse uno
mismo en su forma de vivir, para dar su vida por Jesús.

El camino es Jesús, Él es el Camino, la Verdad y la Vida, nadie va al Padre sino por Él


(Juan 14:6). Entre más avancemos en el camino del Señor más angosto se va haciendo, la
incomodidad va hacer cada vez mayor y tendremos que moldearnos cada vez más. Pero
ahí está Dios, Él es alfarero que va modelando y dando forma a nuestro camino conforme al
discipulado de Cristo. Cuanto más estrecho sea, más necesitados de Jesús vamos a estar y
eso genera estar cerca y en comunión con él.

“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos,
despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la
carrera que tenemos por delante. Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe,
el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se
sentó a la diestra del trono de Dios.” (Hebreos 12:1-2)

CONCLUSIÓN:

La decisión es tuya. Considera el destino que quieres: cielo o infierno. Elige bien porque lo
que te juegas es tu alma, no te vayas a sorprender el día del juicio y te quedes fuera. El no
tomar una decisión, significa que ya la has hecho.

Cámbiate de camino, vuelve a entrar pero por la puerta estrecha que es Cristo. Te está
llamando, “Entrad, venid” y vivid.

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