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En el año 392, el emperador Teodosio I convirtió al cristianismo en la religión oficial de imperio

romano y hacia el 600, la totalidad del territorio controlado por Roma era prácticamente cristiano.
Una tradición originalmente judía adoptada por el cristianismo fue la entonación de salmos, poemas
de alabanza del libro hebreo de los salmos. Estos fueron utilizados por la iglesia como un método
que empleaba el placer de la música para transmitir un mensaje religioso e incluso fueron
percibidos por los creyentes más devotos que buscaban una vida de oración permanente viviendo en
total aislamiento como el centro de la vida monástica y como una práctica que se realizaba varias
veces a lo largo del día con el fin de disciplinar el alma y dirigir la mente a las cosas espirituales. En
contraposición a esto, la iglesia rechazó el cultivo de la música por el mero placer asi como la
música meramente instrumental, por no estar estas dirigidas a “recordarnos la belleza divina.”
El canto gregoriano surge como un medio para imponer un control más centralizado sobre las
prácticas litúrgicas y unificar lo que podía ser dicho y cantado en las iglesias de todo el territorio del
imperio, en las que existían numerosos dialectos y cantos. Este particular dialecto se considera el
más importante para el desarrollo de la música occidental y obtuvo su denominación a partir del
papa Gregorio I.
Lo que se necesitaba para garantizar que los salmos serían entonados de manera esencialmente
igual a lo largo de todo el territorio era un modo de poner la música por escrito.
ETAPAS DE LA NOTACIÓN
Una primer etapa se caracteriza por la utilización de neumas por encima del texto, que indicaban el
numero de notas por cada sílaba y si la melodía ascendía, descendía o se mantenía. En esta etapa las
melodías aún debían ser aprendidas de oído.
En una segunda etapa aparecen los neumas diastemáticos. Se trazaba una línea horizontal sobre el
pergamino, que correspondía a una nota particular, y se orientaba los neumas en torno a la misma.
Esto permitía una aproximación mayor a la definición de altura de la melodía.
Guido d'Arezzo inventó el tetragrama, antecesor de nuestro pentagrama actual. Consistía este en
cuatro líneas trazadas con diferentes colores a distancia de terceras. Esta esquema fue ampliamente
adoptado y dio nueva forma a los neumas. Aunque en este sistema la altura del tono era aún relativa
y el ritmo no estaba expresado, esta nueva notación liberó también a la música de su dependencia de
la transmisión oral. Un cantante podía ahora aprender un verso por si mismo sin haberlo escuchado
anteriormente.
Para la comprensión de la música, los músicos de iglesia se apoyaron en la teoría de la música y la
filosofía de la Grecia antigua. Boecio, con su obra “De institutione musica” (los fundamentos de la
música) fue la autoridad musical más reverenciada de la Edad Media. En esta, el autor hizo una
compilación de diversas fuentes griegas.
Un elemento esencial del plan de estudios de los músicos eclesiásticos, era el sistema de modos.

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