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ADUANAS DE NICARAGUA DURANTE PERIODO COLONIAL

Pues partidos los dos navíos a descubrir y dejados otros dos en este
dicho golfo (el San Vicente para que a los descubridores de por mar
y de por tierra nos esperasen siguiendo su rumbo Andrés Niño en
su exploración directamente costera; sus cartógrafos dibujando
cuanto accidente geográfico se presentaba a sus ojos; buscando
contratación de oro con los pueblos indígenas cercanos a su paso; los
navíos al mando de Niño, con sus velas sacudidas por el viento,
entraron a una hermosa bahía, se supone mediando el mismo año
1522. Y explorando y levantando planos de todos sus esteros e islas,
creemos, que después de un estudio profundo del lugar con sus
conocimientos de marineros expertos vieron que lo encontrado era
bueno para un, puerto, por lo que Andrés Niño, en nombre de sus
majestades tomó posesión de aquél paraje y de cuanto comprendería
el futuro puerto cuyo hermoso río bautizó «de La Posesyón».
El surgimiento del Realejo tiene sus raíces en el período precolombino,
durante el cual se inicia un intenso tráfico comercial entre la población
mesoamericana.
Las incursiones de los piratas ingleses y franceses, a inicios del siglo XVII,
obligaron a los conquistadores españoles a abandonar el que fuera el principal
puerto marítimo de Nicaragua en tiempos de la Colonia.
Hablar de El Realejo en los primeros años de la Colonia española, era hablar de
una de las villas más importantes de la época, pues entonces este pueblito,
ubicado en las inmediaciones del Estero de doña Paula, en Chinandega, no
sólo era la cabecera del corregimiento al que correspondía su distrito y la
Provincia de El Viejo, sino que también por muchos años fue el principal
puerto de Nicaragua y a la vez base de uno de los mejores astilleros de la
región marítima de Punta Cosigüina.
Durante casi cien años, los habitantes de El Realejo, que llegaron a este lugar
en 1525, vieron nacer un próspero poblado con un fuerte crecimiento
comercial, ya que fue utilizado por los españoles como puerta de salida al
Océano Pacífico.
Con el "descubrimiento de América" por parte de la Corona Española, se abren
nuevos derroteros al comercio Internacional, que intensifica el tráfico
comercial en la zona. En Nicaragua se establece un corredor comercial, que
partía del antiguo Puerto de la Posesión (posteriormente El Realejo), que
funcionaba como punto de atraque para las naves españolas "los barcos
atracaban con mercadería y luego cargaban los frutos de nuestra tierras,
(principalmente la brea), utilizadas para los navíos y viñas del Perú".
El 30 de marzo del año 1529, el alcalde mayor de Nicaragua, Francisco de
Castañeda, le comunica al Rey de España, que pensaba construir una casa de
"vuestra majestad junto al puerto, para que allí se descarguen las
mercaderías e ir allí a aforarlas". Así surgió el origen del nombre El Realejo,
ya que era costumbre llamar real al lugar donde establecían su residencia los
capitanes españoles durante sus viajes de expedición y conquista.
En los primeros siglos del periodo colonial, en el puerto El Realejo, los
pequeños barcos atracaban hasta los muelles, pero las naves mayores lo
hacían en muelles inmediatos a la bahía de Corinto, lo que dificultaba el
control de la actividad contrabandista y según relatos de la época, fueron
sorprendidas algunas "piraguas" con mercadería trasbordada en el recorrido
del Estero Real a El Realejo y llevadas a buques británicos de piratas.
Durante su época de auge, El Realejo fue utilizado como puesto de aduanaje
de las mercancías que se trasladaban de las colonias ubicadas en el litoral del
Pacífico hacia España, lo mismo que para el tránsito de comerciantes,
religiosos, soldados autoridades y aventureros de un océano a otro.
Desde la llegada de los españoles a estos parajes, se dieron a la tarea de
construir el muelle de San Francisco, el cual fue terminado en 1535, dos años
después de iniciada la construcción del muelle de El Realejo, que estuvo
ubicado en las afueras del poblado, a un costado del estero que desemboca en
el Océano Pacífico.
Pero el mismo muelle que sirvió para impulsar el desarrollo económico de El
Realejo y toda la provincia de Nicaragua, contribuyó a la vez con su
destrucción, ya que por este lugar entraron, en 1623 las hordas del pirata John
Davis, quienes saquearon el poblado e incendiaron las viviendas, incluido el
Convento de San Francisco.
El poblado se recuperó del ataque, pero 58 años después, el pirata inglés
Bartolomeo Sharp volvió a saquear e incendiar la villa, y el convento religioso
resultó nuevamente dañado.
A pesar de la reconstrucción iniciada por los pobladores, la vida se hizo
imposible en El Realejo, sobre todo a partir de 1685, cuando sus pobladores
fueron víctimas del ataque de los pitaras ingleses Edward Davis, Towby, Swan,
Knite y William Dampier.
Producto de esos ataques, muchos habitantes abandonaron el lugar hasta
dejarlo convertido en un pueblo fantasma, situación ratificada en el informe
suscrito en 1776 por el corregidor Martín Díaz de Corcuera, donde expresó:
“La villa está hoy muy aniquilada y sin un español, haberse caído los conventos
y casas de tejas, y sólo la habitan unos pocos negros galafates y carpinteros”
Así, la señorial Villa de El Realejo fue perdiendo su importancia económica y
política hasta quedar reducida a un mero recuerdo colonial portuario y casi
olvidado.
Con el transcurso de los años, el deterioro de la Infraestructura del puerto
se fue acelerando y el 25 de junio del año 1751, el entonces obispo de
Nicaragua, "Agustín Morel de Santa Cruz, de su visita informa que ya este
puerto se encontraba en completa ruina y decadencia." Pese a esta situación
el 27 de febrero de 1837, a través de la ley orgánica de hacienda federal de la
República de Centroamérica, se habilitaron como puertos mayores para el
comercio de importación y exportación los de San Juan y El Realejo. En tanto,
el 28 de enero de 1861, Corinto es declarado "puerto de depósito".
Con el paso del tiempo, el crecimiento de los manglares sobre la corriente
marítima fue obstruyendo el estero El Realejo, dificultándose el traslado de
las mercaderías, lo que determinó la necesidad de escoger un nuevo puerto
seguro, profundo y adecuado para evitar trasbordos y facilitar el atraque de
toda clase de barcos.
En ese sentido, se decidió trasladar el puerto El Realejo, a la bahía de Corinto.
Para ello, el 20 de Diciembre de 1858, el entonces Presidente de la República,
general Tomas Martínez decreta: "trasládese la aduana marítima del puerto
El Realejo a la Isla Punta Icaco , en la Bahía de Corinto y, en consecuencia, los
empleados de dicha aduana, se trasladarán inmediatamente al puerto
designado."
En 1859 en San Juan del Sur, se estableció una oficina de aduana para el
registro de mercancías que Ingresaban por tierra desde Costa Rica. En 1885 se
le declara puerto de depósito.
UNA RIQUEZA PORTUARIA COLONIAL
Hoy, El Realejo es apenas un pueblito semioculto a un lado de la carretera que
lleva a Corinto, con una Iglesia de construcción y estilo colonial, pero no tan
antigua como las montosas ruinas de lo que hace cuatro siglos fue el Convento
de San Francisco.

UNA ADUANA. UN PUERTO. UN POBLADO.


Por Decreto Presidencial de 20 de Diciembre de 1858, se ordena
1: El traslado de la Aduana de El Realejo.
2: Se sugiere la formación de una población independiente de la de El Realejo.
Lo extraño en ese Decreto es que se dice: "Trasládese la Aduana Marítima del
puerto de El Realejo, a la ISLA PUNTA ICACOS...". Y digo que lo extraño es, que
PUNTA ICACOS, ni geográficamente ni de ninguna otra manera ha sido isla
jamás; y no podría haberlo sido en el momento solemne de ese acto histórico
y jurídico.
Punta de Icacos, llamada así desde hace casi quinientos años, era la punta
suroriental primero de la Isla de Icacos y luego de la Isla de Aserradores, que
con el tiempo así fueron llamadas, indistintamente, siendo la misma isla.
Aserradores que se sepa, no ha cambiado de nombre, y ya no es Isla. Corinto
vino a ser a través de El Realejo. La bahía fue conocida primero corno "Bahía
de La Posesyón"; luego "Bahía (El Realejo"; y actualmente "Bahía de Corinto".
Cambios de nombre que hace la historia, y que hacen historia.

Lic. Sonia de los Ángeles

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