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Espacios tatuados : textos sobre el estudio de las regiones y los territorios / coord. y
presentación Alicia Márquez Murrieta. – México : Instituto Mora, 2012.
239 p. : mapas, diagrs. ; 22 cm. – (Cuadernos de trabajo de posgrado. Estudios
regionales. Maestría).
Incluye bibliografías
Los trabajos aquí presentados fueron dictaminados y revisados por el Comité Académico de la
Maestría en Estudios Regionales, integrado por las doctoras Alicia Márquez Murrieta, Regina
Hernández Franyuti, Concepción Martínez Omaña, Lucía Álvarez, Martha Rosa Schteingart
Garfunkel y Matilde Luna Ledezma, y los doctores José Alfredo Pureco Ornelas y Francisco
Porras Sánchez.
Impreso en México
Printed in Mexico
Contenido
Presentación 5
Presentación
5
Ocho maneras de aprehender los territorios,
las regiones y sus “tatuajes”
México hasta nuestros días, señalando la relación que los diversos pueblos a
través del tiempo han tenido con el agua, en particular, con las inundaciones
y las obras hidráulicas con las que se ha buscado regular el problema. En este
sentido, reflexiona sobre la relación que se ha construido en esta región, a
través de los siglos, entre el agua, el riesgo y la vulnerabilidad.
Después de hacer una breve discusión acerca de las diferentes posibi-
lidades para estudiar la región, centrándose en la tipología sobre regiones
utilizada por José Luis Palacios y Gilberto Giménez (homogénea, polarizada
y programada o de plan), Juan Pablo explica por qué le parece que la llama-
da “región plan” es la más útil para analizar el Distrito Federal y la histórica
situación de vulnerabilidad de la entidad ante las inundaciones, así como las
diferentes estrategias de los gobiernos para enfrentarla.
El autor finaliza su artículo dando algunas sugerencias para los gobier-
nos locales, en relación a cómo promover “un esquema de gestión de ries- 9
gos urbanos”; también, proponiendo que se debe pensar el problema de las
inundaciones con una visión espacial, tomando en cuenta la dimensión de
la cuenca hidrológica.
Entre los textos que dan pie a reflexiones sobre el territorio o la región
vinculados de manera más estrecha con la historia, se encuentra el de Oscar
Gerardo Hernández Lara, cuyo objetivo es retomar los aportes de Fernand
Braudel y su importancia para los estudios regionales. Oscar busca estudiar
la relación entre sociedad y tierra bajo las coordenadas de la geohistoria y
de la larga duración, interesándose por hacer coincidir cierta genealogía (por
ejemplo, trazando la historia del fenómeno agrario en México), con sus pro-
yecciones; por lo tanto, detectando fenómenos previos y sus consecuencias
que se hacen visibles mucho tiempo después, tanto para los actores inmersos
en los procesos, como para el investigador.
Concretamente, el autor busca desarrollar en el artículo los elementos
analíticos que le servirán para estudiar la historia agraria del sur del estado
de Tlaxcala (tema de su tesis de maestría), basada en el sistema de haciendas,
con importantes modificaciones territoriales a lo largo del tiempo, provoca-
das por diversos sucesos: la instalación del ferrocarril, el reparto agrario, la
instalación de corredores y parques industriales, la construcción de la auto-
pista México-Puebla. Hechos que, nos dice Oscar, se suman a la localiza-
ción de la entidad: bisagra entre el puerto de Veracruz y la ciudad de México.
Para Oscar la región debe ser definida como un territorio con historia,
con piezas y variables, con flujos internos y externos; en fin, representando
un “recorte espacial dinámico”. Hacia el final de su texto el autor también
incluye una breve crítica al término de nueva ruralidad.
El texto de Rubén Luna Castillo, cuyas reflexiones sobre los rarámuri de la
Tarahumara inician en el siglo xvii y llegan hasta nuestros días, tiene como ob-
jetivo mostrar una concepción particular del tema comunitario, presente en el
noroeste de México y en particular en la sierra Tarahumara, y su organización
espacial en rancherías. Rubén sostiene que el patrón histórico de asentamiento
de los rarámuri, con un sistema de rancherías dispersas, aisladas, con baja den-
sidad poblacional, con relativa autonomía respecto de formas centralizadas de
autoridad y representación política, desempeña un papel fundamental en su
modelo de organización social y en su manera de vivir la comunidad.
10 El argumento central del artículo es que el patrón de rancherías, en
donde la movilidad y la dispersión son dos componentes centrales que se
anclan en el territorio, refleja la forma de organización societal, parental y
económica; también, que este fenómeno tiene una traducción espacial. En
este sentido, nos dice el autor, la movilidad ha sido fundamental como estra-
tegia de adaptación al medio (en relación al clima y al tipo de alimentación)
y ha funcionado como mecanismo de supervivencia, presente todavía en
nuestros días.
La conclusión del artículo es que se debe tomar en cuenta el modelo
de comunidad de los rarámuri al elaborar políticas dirigidas a ellos; de lo
contrario, afirma, se seguirá repitiendo el mismo error de elaborar programas
que poco resuelven el nivel de pobreza y marginación de estas comunidades.
Marcos Noé Maya Martínez cierra estos Cuadernos de Trabajo de Pos-
grado, describiendo la fundación de Saltillo en el siglo xvi y el giro que vivió
esta ciudad y sus alrededores desde 1970 (con sus etapas intermedias duran-
te el siglo xx); el autor describe de manera precisa el proceso de desarrollo
económico vivido por la región, que la llevó a convertirse en un espacio de
interés para la inversión extranjera. Marcos Noé explica cómo desde 1970
se ha verificado un fuerte impacto socioterritorial en la región sureste de
Coahuila, encabezada por Saltillo y Ramos Arizpe, propiciado por diversas
actividades económicas. Con estos elementos, el autor establece los criterios
sobre los que sustenta su región de estudio.
Bibliografía
12
13
nodos contingentes. A su vez, los nodos contingentes son los propios sujetos
de la movilidad.
Estas redes se pueden observar en las relaciones comerciales de pro-
ductos lícitos o ilícitos, en los vínculos con redes sociales de todo tipo pero
que en todos los casos surgen de la eventualidad cotidiana, de los encuentros
casuales que dan pie a flujos de información estratégica entre individuos que
se reconocen como iguales. Aquí considero que los transmigrantes inmersos
en redes circulatorias están territorializando espacios y adjudicando a cada
uno de los lugares practicados características y cualidades específicas que se
convierten en soporte material y simbólico para la recurrencia de determina-
dos espacios dentro de corrientes migratorias dadas.
Con el fin de comprender mejor los mecanismos de territorialización de
los transmigrantes, se debe retomar la discusión sobre esta desde una visión
22 que dé cuenta de la práctica espacial con un enfoque de redes sociales an-
cladas al espacio físico. Señalé antes que el territorio es el espacio de vida, el
espacio vivido y el espacio social de los actores, y en este sentido el territorio
se convierte en la entidad que reagrupa y asocia lugares. Hacer de un espa-
cio un territorio y luego una región es crear una red, tanto concreta como
simbólica, de lugares conectados entre sí: “En tanto que representación men-
tal de origen social, la territorialidad es antes que nada reconocimiento ana-
lítico de las estructuras en malla, o en red; pero es también herramienta, en el
sentido de que es principio de articulación y de integración de las diferentes
escalas geográficas que forman estas redes y territorios de pertenencia” (Di
Méo, 2000: 43).
Para hacerse móvil, el actor representa el espacio según un sistema de
malla o red: “La representación de un espacio para el actor significa la dis-
posición de puntos y líneas en una superficie. Los puntos representan locali-
zaciones, y las líneas que unen a los puntos son las motivaciones que movi-
lizan al actor hacia otros actores, o hacia cuestiones que le generan interés.
La energía necesaria para estas movilizaciones no es estable, se modifica y
finalmente se degrada” (Raffestin, 1980: 132).
La lógica organizacional de las configuraciones territoriales produce
flujos de información y de decisión que engendran a su vez flujos de produc-
tos, de dinero, de hombres, de energía, etc., entre los lugares estructurados
por vectores que crean una red dentro del territorio. Así, se crean sistemas
sino de las relaciones entre los grupos móviles con un espacio dotado de
sentido y de lógicas propias (Faret, 2001b).
Hablar de territorios circulatorios es hablar de la apropiación del espa-
cio, de los lugares recorridos (o practicados o transitados) y reconocidos (o
representativos) por el actor. Complementariamente, hablar de campos mi-
gratorios pone el énfasis en la estructuración interna del espacio social cons-
truido por los actores. Esta última elaboración conceptual se concentra en el
espacio y en las tensiones que surgen por la mera copresencia de diferentes
territorialidades de actores sedentarios y migrantes.
El campo migratorio nace de la puesta en relación estructurada de los
lugares, producida por los flujos entre los diferentes puntos de una corriente
migratoria (Faret, 2001b). Luego entonces, la tensión surge de la articulación
de los espacios de vida geográficos y culturalmente diferenciados en relación
26 con las prácticas de los migrantes. Gildas Simon, autor a quien le debemos
esta noción, explica:2
Vemos pues que la noción del espacio migratorio entendido como “el
conjunto del espacio practicado por los migrantes” (Simon, 2006: 14) resulta
un tanto trivial después de comprender que los migrantes territorializan los
espacios por los que circulan. Las nociones de campo migratorio y aquella
de territorios circulatorios son mucho más específicas en la medida en que
“son productoras de sentido en la arquitectura viva y cambiante del planeta
migratorio” (Simon, 2006: 15), debido a que contemplan que el comporta-
miento individual está determinado por la totalidad de las situaciones indi-
viduales, tanto en cuanto a su situación psicológica, como a su situación
espacial.
Los campos migratorios contienen a individuos con metas, necesidades
y modos de percibir su ambiente y pueden ser mapeados gracias al uso de
vectores. Los territorios circulatorios, por su parte, nos permiten compren-
der el sentido que se le atribuye a los lugares que hacen parte del campo 27
migratorio. Así, los calificativos que entran en juego en la jerarquización de
lugares se convierten en información imprescindible para aquellos actores
que se mueven dentro de un campo migratorio determinado.
En efecto, estas nociones dan cuenta de la articulación de los lugares
a través de las circulaciones migratorias. Estas circulaciones socializan los
espacios, lo cual a su vez se convierte en soporte de las diversas movili-
dades de las personas (Tarrius, 2007, y Simon, 2006). A través de las redes
circulatorias, los lugares que conforman los territorios circulatorios, a su vez
inmersos dentro de campos migratorios específicos, guardan una memoria
del tránsito, se cargan de sentidos diversos y son vitales a la hora de repro-
ducir las rutas. De ahí que las rutas migratorias permanezcan en el espacio
histórico más allá de la racionalidad inmediata.
Vimos antes que los espacios que se practican en lo cotidiano van creando
territorios, y con ello territorialidades ancladas en lugares específicos. Sin
embargo, para conocer la lógica a través de la cual se producen estos lugares
específicos, efectivamente cargados de sentidos que se comparten por las
diferentes territorialidades yuxtapuestas en un mismo lugar, es necesario ob-
servar la espacialidad de las esferas que animan la trama de la vida cotidiana.
28 En efecto, “a través del tiempo, la cotidianidad ha logrado imponerse
como uno de los universos donde puede explorarse la situación general y
la particularidad de las construcciones humanas” (León, 2000: 46), por lo
que considero que es a través del estudio del quehacer más mundano de las
personas que podemos hacer asequible la construcción de nuevos territorios.
Aquí lo que interesa entender es que el espacio se construye socialmente a
través de los modos de vida; que el estudio de los modos de vida, entendidos
como “sistemas de prácticas cotidianas que aparecen como regularidades
sociales por ser producto de procesos de institucionalización de las innova-
ciones culturales” (Juan en Lindón, 2002: 35) permite identificar experien-
cias que tienen lugar en espacios determinados de la vida cotidiana.
El análisis de los modos de vida ubica la subjetividad al centro ya que
a partir de esta se le da sentido a la acción y al espacio. En este sentido, la
perspectiva fenomenológica nos da acceso al conocimiento de hechos que
se reformulan en la asignación de sentidos por parte de los sujetos, entendi-
dos como los actores de fenómenos determinados. Así, lo que se estudia no
es el objeto en sí mismo, en este caso el espacio, sino cómo y cuándo cobra
sentido a través de actos intencionales. En este sentido, analizar la relación
entre la vida práctica y el imaginario individual y social nos permite conocer
la relación de los sujetos con el territorio (Lindón, 1997 y 2002).
Esta visión microsocial permite comprender los mecanismos a través de
los cuales se produce el espacio. La trama de la vida cotidiana, entendida
Conclusión 31
Notas
* Artículo formulado a partir del marco teórico (capítulo i) de la tesis de maestría
en Estudios Regionales del Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora.
Bibliografía
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veratelles/textos_disciplinas/2011/taurrius_la-remontee-des-sud_anneesocio-
logique.pdf>.
Introducción
Con base en el análisis de los indicadores construidos podemos ver qué mu-
44 nicipios de tierra adentro, eminentemente agrícolas y/o agroindustriales, son
los que se posicionaron en el grupo i, lo que me lleva a inferir que las ac-
tividades relacionadas con el ámbito rural generaron atracción. Este grupo
representa 29.8% colocándose en la segunda posición según su aporte de
representatividad. Dos hipótesis a aventurar: la inmigración en dichos muni-
cipios responde al incremento de las actividades agroindustriales en donde
se necesita mano de obra de diversa índole (jornaleros, técnicos, ingenieros,
etc.); la inmigración es el resultado del regreso de personas que habían emi-
grado a Estados Unidos u otros estados de la república mexicana y regresan
con la posibilidad de dedicarse a las actividades del campo, una vez que han
logrado hacerse de capital para ello.
El grupo ii implica la disminución de personas dedicadas al sector pri-
mario y el aumento de la inmigración. Este grupo representa 12.1% de los
casos, es el menos significativo cuantitativamente. Se puede inferir que este
comportamiento se debe al incremento de los otros sectores, pues si no ¿de
qué forma podría explicarse la atracción a dichos municipios?; otra explica-
ción que se puede aventurar respecto a la disminución de la población dedi-
cada a las actividades primarias, es que las actividades agrícolas demandan
menos mano de obra por X razón, ya sea porque se han mecanizado algunos
procesos y/o porque las actividades en el campo no han sido incentivadas;
también habría que observar más minuciosamente qué tipo de actividades se
están desarrollando, capaces de generar flujos migratorios.
i Superior 37 29.8
ii Inferior 15 12.1
iii Inferior 42 33.9
iv Superior 30 24.2
Total 124 100.0
46
Fuente: elaboración propia con datos de inegi (1990 y 2000), inegi (2001).
i Superior 52 41.9
ii Inferior 0.0
iii Inferior 72 58.1
iv Superior 0.0
Total 124 100
48
Mapa 2. Relación sector secundario-inmigración, Jalisco 1990-2000
Fuente: elaboración propia con datos de inegi (1990 y 2000), e inegi (2001).
i Superior 37 29.8
ii Inferior 24 19.4
iii Inferior 15 12.1
iv Superior 48 38.7
Total 124 100
50
mapa 3. Relación sector terciario-inmigración, Jalisco 1990-2000
Fuente: elaboración propia con datos de inegi (1990, y 2000) e inegi (2001).
Origen de la migración
Nacional 29 23.39
Internacional 95 76.61
Total 124 100
Fuente: elaboración propia con datos de inegi (1990 y 2000), e inegi (2001).
Primario
Secundario 20 16.1
Terciario 104 83.9
Total 124 100
Fuente: elaboración propia con datos de inegi (1990 y 2000), e inegi (2001).
Colección Cuadernos de Trabajo de Posgrado • Estudios Regionales • Maestría
Los sectores económicos... J. A. Cano
Conclusiones
ciense con base en un indicador que, al ser comparado con otro, hace más
complejo el objeto de estudio. Si bien, bajo un sólo indicador es relativa-
mente fácil observar cómo se comporta la población en el espacio, añadien-
do otros indicadores podemos complejizar la comprensión de la realidad
social e inferir sobre la interrelación que guardan las actividades humanas en
el proceso de la configuración de los territorios.
Considerar un parámetro (la media de los casos) a partir del cual ubicar
a los municipios es un buen comienzo para complejizar la comprensión
sobre la realidad de los municipios del estado. El haber utilizado técnicas
estadísticas, si bien ha permitido identificar el comportamiento de los indica-
dores en lo cuantitativo, no implica dejar de lado un estudio cualitativo que
nos permita hacer preguntas más específicas; apelar sólo al análisis cuantita-
tivo nos llevaría a homologar casos que si bien pueden comportarse de forma
semejante en las cifras, tal comportamiento puede deberse a historias y/o 57
indicadores diferentes. Por otro lado, considerar lo cualitativo como única
directriz en la investigación, puede no permitirnos ver una gran variedad de
casos ni poder hacer comparaciones que nos lleven a vincular el caso de
estudio fuera de un pequeño grupo.
Los indicadores económicos y de inmigración nos han permitido hacer
inferencias respecto al impacto que generan en la población a escala muni-
cipal, pero también el considerar que hay demandas y tendencias mundiales,
y que estas repercuten en el ámbito local, nos permite deducir y vincular
hechos que están más allá de los límites político-administrativos. Bajo la
premisa de que hay relaciones que se suceden en el ámbito local vinculados
a intereses globales, podemos entender y explicar buena parte de los hechos
observados. Así, ya no solamente buscaríamos comprender las acciones que
“territorializan” el espacio en función de los actores sociales que son ase-
quibles, también podríamos comprender qué intereses allende las fronteras
municipales repercuten en su interior.
La hipótesis planteada para este trabajo ayudó a inferir posibles expli-
caciones respecto a la relación que guardan las actividades económicas y
la inmigración. Queda como tarea ir respondiendo a las preguntas que se
derivaron de este trabajo; acotar más el objeto de estudio, además de es-
pecificar y afinar los indicadores que derivan de este primer ejercicio para
Notas
Bibliografía
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61
Productores Superficie
Pesos Pesos de Porcentaje beneficiados Porcentaje beneficiada Porcentaje de
corrientes 2009 del PIB (miles de del total de (miles de la superficie
Año (millones) (millones) primario personas) productores hectáreas) total sembrada
Primavera-verano
Hasta 5 ha Con irrigación
Con o sin sin irrigación y más de 5 ha Cuota Otoño-invierno Cuota
Año irrigación (Cuota Alianza) sin irrigación Preferente¹ (con o sin irrigación) Normal²
futuros acumulados del Procampo hasta el año 2008, para financiar proyec-
tos productivos no solamente en la agricultura sino también en la ganadería,
la acuacultura y la silvicultura, promoviendo así la reconversión productiva
(uach y Aserca, 2003: 34).
A partir de 2003, los apoyos para los productores con superficies de
hasta cinco hectáreas sin irrigación en el ciclo primavera-verano fueron in-
crementados en relación con los apoyos destinados a los otros beneficiarios
(es decir, los productores del ciclo primavera-verano con irrigación y de más
de cinco hectáreas sin irrigación, así como todos los productores del ciclo
otoño-invierno) (Puyana y Romero, 2005: 69). Ese mismo año, como ya lo
indicamos, se establecieron las normas en el proceso de aceptación de nue-
vos beneficiarios para privilegiar a los productores pobres y sin irrigación.
Una nueva reforma fue establecida en 2009, dividiendo los montos
70 atribuidos a los tres grupos que ya hemos indicado: los productores sin irri-
gación de hasta cinco hectáreas del ciclo agrícola primavera-verano (Cuota
Alianza); los productores de primavera-verano sin irrigación de más de cinco
hectáreas en once estados elegibles, con un límite de superficie en cada caso
(Cuota Preferente); y el resto de los productores del ciclo primavera-verano
así como todos los productores del ciclo otoño-invierno (Cuota Normal).
Además, ese mismo año se estableció un límite superior de 100 000 pesos a
los apoyos que pueden ser entregados a cada beneficiario por ciclo agrícola,
aunque para las personas morales el monto máximo es calculado en función
de la aportación de superficie de cada uno de sus miembros sin que se ex-
ceda, para cada uno de ellos, el límite de 100 000 pesos (en otras palabras,
multiplicando los 100 000 pesos por cada miembro que aportó superficie).17
Desde los primeros años del funcionamiento del Procampo se estable-
ció la obligación de realizar una evaluación oficial anual del programa para
verificar y asegurar su eficacia. De esta forma, cada año se abre una con-
vocatoria –a instituciones académicas o de investigación– para hacer una
evaluación externa del Procampo que debe centrarse en el respeto o no de
las normas de operación, en los beneficios económicos y sociales derivados
del programa y en su eficacia (Durán, 2007: 12).
Especificaremos en el siguiente apartado los resultados más significati-
vos de cuatro evaluaciones oficiales del Procampo (de 1998, 2001, 2003 y
2007). Realizaremos también una crítica de esas evaluaciones, al igual que
Una de las críticas más importantes a las evaluaciones oficiales del Procam-
po es que la mayoría de los indicadores se deriva de las percepciones de
los beneficiarios encuestados y del análisis lineal de las respuestas, y no de 75
situaciones reales verificadas (Durán, 2007: 12). Es decir, no hay un cruce
de información, los datos adicionales raramente son utilizados, y no hay un
esfuerzo de análisis cuantitativo para dar un fundamento al supuesto efecto
multiplicador de los apoyos en el bienestar de los productores, en la reduc-
ción de la emigración, en la promoción del empleo, en los efectos positivos
sobre los precios y la comercialización agrícola, etc. La manera en la que
están hechas las evaluaciones no aporta pruebas concluyentes en lo que
concierne al impacto multiplicador del Procampo en la actividad productiva
y el bienestar de los beneficiarios.
En lo que respecta a la falta de cruce de información, el ejemplo de la
afirmación de que el Procampo tiene un impacto positivo en la moderniza-
ción de las unidades productivas es muy revelador. El sostén de esta afirma-
ción es el aumento en el número de productores beneficiarios del Procampo
con maquinaria y equipos agrícolas. Sin embargo, esto tiene un fuerte sesgo
porque nunca se pregunta si las adquisiciones tecnológicas fueron direc-
tamente ligadas al apoyo del Procampo. La compra de nuevas tecnologías
productivas pudo haberse derivado de varios factores sin relación alguna con
el Procampo, tal como el aumento de los ingresos propios, la recepción de
remesas o la obtención de un crédito (Durán, 2007: 17). Lo mismo se aplica
para otras afirmaciones, tales como la conversión de cultivos: no se pregunta
a los beneficiarios si esas conversiones están ligadas directamente al apoyo
del Procampo o no. De esta manera, en las evaluaciones oficiales, los bene-
ficiarios encuestados no pudieron diferenciar el efecto del apoyo económico
del Procampo de otras fuentes de ingresos (Schwentesius et al., 2007: 121).
Por otro lado, es inverosímil que los agricultores –sobre todo los peque-
ños productores– hayan tenido una contabilidad precisa de sus diferentes
ingresos y gastos. Más bien los integran a una sola “canasta” familiar, y es por
esto que la afirmación de que la mayoría de los beneficiarios utilizó el apoyo
para un gasto productivo es muy contestable (Durán, 2007: 18, y Schwen-
tesius et al., 2007: 121). Contradiciendo los resultados de las evaluaciones
oficiales, el propio coordinador del Procampo en 2002 reconoció que alre-
dedor de 70% de los beneficiarios utilizaba el subsidio para gastos familiares
cotidianos y que sólo 30% lo invertía en actividades productivas.21
Finalmente, si bien se reconoce en las evaluaciones oficiales la dificul-
76 tad de hacer un análisis costo-beneficio, dada la imposibilidad de desagregar
los costos operacionales de todos los programas de Aserca, se sugiere una
relación costo-beneficio ventajosa. En realidad, esta relación no es tan bené-
fica porque las evaluaciones oficiales no incluyen los costos de los salarios
del personal ocupado en la gestión y operación del programa, ni los costos
de infraestructura, de transporte y de otros equipos administrativos (Schwen-
tesius et al., 2007: 117-120).
De esta manera, los criterios utilizados en la construcción de los indi-
cadores de las evaluaciones oficiales del Procampo no siguen ciertas normas
necesarias, en particular la fiabilidad y el control. La fiabilidad significa que
los datos no sean influenciados por los instrumentos utilizados en su reco-
lección, mientras que el control asegura que el indicador dependa realmente
de la política en cuestión y no de otros factores (Mejía, 2003: 85-86). Como
ya lo señalamos, los indicadores de las evaluaciones oficiales del Procampo
dependen del instrumento utilizado, es decir de las percepciones derivadas
de las encuestas a los beneficiarios. Sin embargo, estas percepciones no son
cruzadas con otras fuentes de información o con otras preguntas, llevando
justamente a una falta de fiabilidad y de control. De esta manera, los resul-
tados de muchos indicadores derivados de las encuestas pueden explicarse
por factores ajenos al Procampo, un punto que se vuelve claro considerando
el bajo monto del subsidio y el hecho de que alrededor de 85%22 de los be-
neficiarios tiene menos de cinco hectáreas. Más aún, es comprensible que
El simple monto reducido del apoyo del Procampo no permite sostener las
conjeturas de las evaluaciones oficiales. Con alrededor de 85% de los bene-
ficiarios que tienen menos de cinco hectáreas y con un apoyo por hectárea
de menos de 100 dólares, no es posible atribuir al Procampo todos los im-
portantes impactos positivos que hacen las evaluaciones oficiales en materia
de mejoramiento de las condiciones de vida, de modernización y de recon-
versión productiva, de protección del medio ambiente, de organización para
78 la producción, de disminución de la emigración y de creación de empleos,
de competitividad y toda la lista de objetivos colaterales asignados al progra-
ma. La realidad sugiere, más bien, que los productores rurales mexicanos no
han visto mejorar significativamente sus condiciones de vida, que la agricul-
tura y su modernización están estancadas, que la reconversión productiva es
limitada, que la emigración rural se incrementó y que el empleo agrícola ha
caído.
Antes que nada, la persistencia de la pobreza de la gran mayoría de
los habitantes rurales está en contradicción con los resultados positivos y
optimistas de las evaluaciones del Procampo. Según datos oficiales del Co-
neval (2009b: 5), las cifras de las personas en pobreza23 habitando en zonas
rurales (en las localidades de menos de 2 500 habitantes) en 2008 se eleva-
ron a 23 4000 000, es decir, 60.8% de la población rural. Es verdad que los
datos oficiales anuncian que la pobreza rural se redujo entre el año 2000 y
2006 –después de un aumento en la pobreza entre 1992 y 2000–, pasando
de 26 500 000 personas a 21 100 000, sin embargo, las modificaciones en la
metodología utilizada para calcular la pobreza a partir de 2002 han sido muy
criticadas y seguramente subestiman el número de pobres, sobre todo en el
medio rural.24 De forma general, es muy improbable que haya habido una
baja tan significativa en la pobreza rural cuando los salarios medios reales en
la agricultura se estancaron y, de hecho, se situaban en 2003 por debajo de
sus niveles de 1995 (Rello y Saavedra, 2007: 66).
que vieron aumentar su superficie en 2 500 000 hectáreas entre 1994 y 2009
(un crecimiento de 73.8%). Esto se explica sobre todo por el incremento en
la superficie de pastos (más de un millón de hectáreas de más entre 1994 y
2009), y por ende por la expansión de la ganadería extensiva.
Las reconversiones a nuevos cultivos no pudieron contrabalancear el
gran incremento en las importaciones y en el déficit comercial agroalimen-
tario. México era todavía autosuficiente en cereales y granos en los años
setenta, pero desde principios de la década de 1980 la balanza comercial
agroalimentaria se volvió cada vez más deficitaria, particularmente desde la
firma del tlcan. En 1993, este déficit fue de 1 800 millones de dólares, incre-
mentándose a 2 600 millones en 2005 y a 4 600 millones dos años después
(Presidencia de la República, 2006 y 2009).
El alegato de una modernización de las unidades productivas es proble-
80 mático al consultar las estimaciones de la fao sobre la existencia de material
agrícola en México. Por ejemplo, según ese organismo, el número de tracto-
res se redujo de 302 597 en 1994 a 238 830 en 2007; y el número de cose-
chadoras-trilladoras aumentó de forma ligera de 20 000 en 1994 a 22 500 en
2007.32 Es difícilmente creíble que un apoyo de alrededor de 100 dólares por
hectárea –aun con la opción de recibir de forma anticipada los pagos futuros
acumulados– pueda alcanzar para mejorar de forma significativa la tecnifi-
cación de la agricultura mexicana, sobre todo sabiendo que alrededor de
85% de los beneficiarios del Procampo tiene una superficie de hasta cinco
hectáreas. Este punto se vuelve más claro cuando se tiene en cuenta que,
por ejemplo, un tractor cuesta decenas de miles de dólares, al igual que un
invernadero. De esta manera, el pago acumulado futuro para un productor
de cinco hectáreas en 2001 hubiera sido de sólo 3 500 dólares, ni siquiera
lo suficiente para comprar un tractor usado.33 Por otro lado, son pocos los
beneficiarios del Procampo que han optado por recibir el pago acumulado
futuro, siendo de sólo 2% en 2003 e incrementándose a 20% en 2007, tra-
tándose en la mayoría de los casos de grandes productores (Schwentesius et
al., 2007: 122 y Sagarpa, 2008: 6).
La aserción de una reducción en la emigración rural es particularmente
contestable, puesto que esta ha aumentado de forma considerable en las
últimas décadas. Un estudio de Antonio Yúnez Naude y John Edward Taylor
(2003) estima que el número de emigrantes rurales al resto de México fue
los medios para competir con Estados Unidos y Canadá únicamente con
subsidios monetarios directos –tendría que multiplicarlos por 16 para estar al
nivel del principal competidor, Estados Unidos. En cuanto a los cultivos en
los que México tiene ventajas comparativas (sobre todo frutas y hortalizas),
las posibilidades de expansión de los mercados son necesariamente limita-
das, al igual que las posibilidades de conversión a esos cultivos. En una situa-
ción de desigualdad extrema, esta estrategia fundada en la desregulación y el
libre comercio a ultranza se ha revelado completamente inadecuada, incluso
para los grandes y medianos productores. Una verdadera modificación de
esta estrategia debe pasar necesariamente por la renegociación del capítulo
agrícola del tlcan, que representa una de las principales reivindicaciones de
las organizaciones campesinas en México. Esta renegociación debe partir
del reconocimiento de las asimetrías que existen entre los sectores agrope-
cuarios de los tres países y del carácter multifuncional de la agricultura cam- 85
pesina mexicana, en particular su importancia para la seguridad alimentaria,
el desarrollo rural, la protección de los recursos naturales, el empleo rural
y el arraigo, y, ahora más que nunca, la gobernabilidad del país. De igual
manera, en un contexto mundial de aumento en los precios de los productos
agrícolas básicos y de reducción en las reservas de alimentos, la seguridad y
la autosuficiencia alimentarias recobran su importancia central.
Por otra parte, el Procampo tiene numerosas características negativas,
particularmente sus efectos regresivos. Es verdad que la mayoría de los bene-
ficiarios son pequeños agricultores, pero reciben una muy pequeña parte de
los apoyos totales. De esta forma, a pesar de las pretensiones políticas de que
el Procampo es un programa que beneficia a los campesinos mexicanos, la
gran mayoría de los apoyos se concentra en un pequeño número de benefi-
ciarios, particularmente empresas y grandes agricultores comerciales, ya que
el apoyo se hace por hectárea. El hecho de que el Procampo subsidie a gran-
des empresas, e incluso a empresas transnacionales, es evidentemente una
utilización muy contestable de recursos públicos, sabiendo además que la
característica oligopólica del sistema agroalimentario perjudica los ingresos
que reciben los agricultores por sus productos y encarece los insumos agrí-
colas. Las reformas al Procampo han buscado disminuir este efecto regresi-
vo, con resultados parciales; sin embargo, el problema de fondo sigue siendo
imagen más clara de los efectos del Procampo sobre la producción agrícola
y sobre las condiciones y estrategias de vida en el mundo rural. Así, una eva-
luación pertinente del programa, que en verdad logre su mejoramiento, debe
considerar la diversidad social y regional que existe en el campo. Más aún,
la construcción de políticas sociales que logren un verdadero desarrollo rural
depende de ese entendimiento que proporcionan los estudios regionales.
Notas
* Artículo formulado a partir del trabajo final del seminario Formulación y Evalua-
ción de Políticas Territoriales, de la maestría en Estudios Regionales, realizado en
2008, con actualizaciones y revisiones en 2010 y 2011.
1 Por medio de la Compañía Nacional de Subsistencias Populares (Conasupo), 87
creada en 1965, el gobierno mexicano estableció precios de garantía para una
serie de cereales y oleaginosas (maíz, frijol, trigo, arroz, cebada, sorgo, soya,
ajonjolí, cártamo, algodón grano, girasol y copra). Por otra parte, la Conasupo
controlaba la importación de dichos productos a partir de licencias de importa-
ción; controlaba una parte del comercio interno a través de sus tiendas rurales
y urbanas; se encargaba del procesamiento de algunos de estos productos y
otorgaba un subsidio a la tortilla de maíz. Si bien los precios de garantía no eran
demasiado atractivos para los productores (sirviendo más bien como precios
“techo” para beneficiar a los consumidores), es verdad que se situaban general-
mente por arriba de los precios internacionales, representando así una protec-
ción a los agricultores. Los precios de garantía fueron bruscamente eliminados
en 1989, salvo por los del maíz y el frijol que se eliminaron en 1994 al entrar
en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Para 1999, la Co-
nasupo estaba ya prácticamente desmantelada y una parte de su infraestructura
privatizada. Véase al respecto, Yúnez, (2010) y Fritscher, (2001).
2 “Objetivo”, Apoyos y Servicios a la Comercialización Agropecuaria, en <http://
www.aserca.gob.mx>. [Consulta: 18 de enero de 2011.]
3 Tal y como era el caso de las acciones de la Conasupo, que tenía incidencia
sobre la producción y el comercio agrícolas al controlar los precios, las im-
portaciones y una parte de las ventas internas de un gran número de productos
agrícolas y alimentarios.
39 Oscar Enrique Díaz Santos, “Los pecados del Procampo”, Revista Fortuna, 15
de enero de 2010, en <http://revistafortuna.com.mx>. [Consulta: 20 de enero de
2011.]
40 Ibid.
41 Consultar: Elizabeth Velasco, “Denuncia el PRI graves fallas en el Procampo y
exhorta a depurar el padrón de beneficiados”, en La Jornada, sección Política,
México, 16 de diciembre de 2008; Matilde Pérez, “Sagarpa canceló 11 mil 587
subsidios del Procampo por irregularidades”, La Jornada, sección Política, Méxi-
co, 31 de julio de 2009; Luis Hernández Navarro, “El narcotráfico y la sociedad
rural”, La Jornada, sección Opinión, México, 6 de octubre de 2009.
42 Las limitadas posibilidades de conversión a cultivos más rentables (esencialmen-
te frutas y hortalizas) se explican por varios factores, entre los cuales destacan la
saturación de mercados, la condición de alejamiento de los mercados para mu-
chos pequeños productores, los altos requerimientos de calidad de los productos 91
demandados por los mercados (estándares que muchas veces no son obtenibles
por parte de los pequeños productores) y las dificultades de exportación ligadas
a las medidas de protección por parte del gobierno de Estados Unidos (muchas
veces disimuladas bajo el argumento de la protección fitosanitaria).
Bibliografía
95
Introducción
Marco de referencia
%
80
70 Primario
70 Secundario
Terciario
60 53.7
50
47.6
39.5 40.6
40 39
33.9
30 23.8
25.5
20
6.8 14
10 6.2 101
0
1940 1950 1960 1970
80.6
75.5
70.9
62.0
51.3
38.9 39.5
35.6 27.9
%
100
90 Primario
80 Secundario
80
Terciario
70
60
60
50
42 45
40 38.5
30 30.5
18.8 20.4
20 22.3
13.1
12 9.1
16.7 103
10 6.8 16.9
0
1960 1970 1980 1990 2000
%
100
90 Primario
79.3 Secundario
80
Terciario
68
70
60 55.2
50 44.8
47.8
40
35.6
30
104 20 12.4
17.3 18.5
11.4
15.2
10 8.1 7.4 7.5
10.6
0
1960 1970 1980 1990 2000
%
100
90
90 86 Primario
Secundario
80
Terciario
70
60
46
50 50.1
40
30.1
30
20.4 25
20 16.8 22
8.2
105
10 5.5 5.6
2.7 13.4
4.8
0
1960 1970 1980 1990 2000
%
100
90 Primario
Secundario
80
70.2 Terciario
70 86
60
50 42.7
46.8
40 33.2
30 21.8 25.7 27.7
21.7
19.3 22.7
20
106 11.6
13.8
10 10.5 8
0
1960 1970 1980 1990 2000
Industria Industria
Municipio Agric. petrolera manufacturera Construcción Comercio Transportes
Industria Industria
Municipio Agric. petrolera manufacturera Electricidad Comercio Transportes Finanzas
108 cedor de petróleo crudo, y en el año 2000 fue y continúa siéndolo Paraíso, lo
que hace que la economía municipal se encuentre bajo los lineamientos de
la política sectorial nacional. También es cierto que el petróleo proporciona
a los municipios crecimiento económico, como por ejemplo Comalcalco y
Paraíso, con un índice de especialización en el empleo significativo en este
sector, y que en 2000 proporcionaron al pib estatal 9.8 y 12.4%, respectiva-
mente; mientras que Huimanguillo sólo aportó 2.4% y Nacajuca 0.3%. En
2005, Paraíso hizo la mayor aportación al pib estatal con 64.8%; Comalcalco
aportó 17.1 por ciento.
Pero estos resultados no siempre son redituables para los grupos socia-
les que habitan en el lugar donde se lleva a cabo dicha actividad. Tal ha sido
el caso del municipio de Huimanguillo, que fue gran productor de gas en
los años ochenta y en donde, actualmente, su población subsiste con gran
déficit en la calidad de vida. Por otro lado, aunque en el índice de especia-
lización en el empleo la manufactura obtuvo un nivel significativo en tres
municipios, la aportación al pib estatal no representó lo mismo, ya que en
el año 2000 proporcionaron sólo 0.6%, lo que se traduce en una actividad
poco rentable para el Estado mexicano y para el gobierno estatal, dada la
importancia del sector petrolero.
Pese a estos datos y a su poco impacto económico, la actividad manu-
facturera constituye un proceso incipiente de reconversión productiva hacia
la agroindustria porque fortalece la capacidad endógena del lugar y repre-
Retomamos las bases teóricas del desarrollo económico local, cuyo argu-
mento central es valorar la posición e intervención pública de los actores
locales que permite generar las condiciones para atraer empresas pero, sobre
todo, observar si estos actores han tenido la capacidad de visión para propi-
ciar un ambiente de desarrollo.
Con base en estos supuestos, podemos observar que en la región de
estudio, particularmente en los municipios de Comalcalco y Paraíso, a través
de la industria chocolatera los microempresarios son los actores que han
construido su propia alternativa productiva frente a la dinámica petrolera; el
gobierno estatal se ha convertido en intermediario y facilitador, apoyándo-
los con promoción turística, con apoyo sanitario mediante la Sagarpa, con
créditos federales como las pymes, con el fondo empresarial Tabasco, con las
microfinancieras y con los trámites burocráticos, entre otros.
El hecho de que los gobiernos federal y estatal se conviertan en facilita-
dores y socios del impulso al desarrollo, nos lleva a retomar los planteamien-
Consideraciones finales
Notas
Fuentes consultadas
Hemerografía
Bibliografía
123
La dimensión espacial
126 El actual D. F. tiene una historia rica en hechos inesperados con respec-
to a su hidrología, los cuales se han suscitando a lo largo de varios siglos.
Con respecto a las inundaciones, es pertinente mencionar que en el Valle de
México, del cual forma parte el D. F., desde le época de los mexicas se tiene
registro de construcciones asentadas sobre los lagos. En aquella época, el
sistema lacustre estaba compuesto por cinco lagos5 que desde los tiempos
prehispánicos formaron un reto para la convivencia entre los pobladores y
la naturaleza.
El fenómeno de las inundaciones lo podemos encontrar en la historia
del Valle a partir de 1449, cuando Nezahualcóyotl, rey de Texcoco, cons-
truyó un enorme dique de piedra de más de doce kilómetros de longitud
y cuatro de ancho para proteger a Tenochtitlan de las crecidas de agua, las
cuales eran generadas por el aumento en el volumen de agua de los lagos de
Zumpango y Texcoco (Perló, 2009: 24).6
En la época colonial fue evidente la poca adaptabilidad a la zona la-
custre por parte de los españoles, debido a que buscaron desecar el agua
del Valle, para lo cual realizaron varios proyectos a lo largo del siglo xvii;
por ejemplo, en 1607 el alemán Enrico Martínez construyó el Tajo de
Nochistongo,7 el cual estaba encargado de drenar el lago de Zumpango y
al mismo tiempo sacar los ríos más caudalosos del Valle, en especial el río
Cuautitlán. Esta obra logró controlar las inundaciones en la parte norte del
Valle, pero aún quedaban pendientes las crecidas del oriente, sur y centro
que desembocaban en el lago de Texcoco (Perló, 2009).
A pesar de las grandes obras que se habían creado para evitar las inun-
daciones, durante los años de 1628 a 1630 se registraron varias crecidas, las
cuales motivaron a algunos pobladores a cambiar de residencia; siendo la
ciudad de Puebla uno de los destinos más recurrentes. Lamentablemente,
en los años de 1795 y 1878 se registraron nuevamente fuertes inundaciones
en la capital. A lo largo de los años era evidente el paradigma español sobre
“la ciudad”, el cual pensaba sólo en desecar los lagos que amenazaban a los
pobladores, no buscando alternativas para aprovechar los accidentes del te-
rritorio y la vocación lacustre de la cuenca hidrológica del Valle de México.
Debido al fuerte impacto que causaban las inundaciones y al continuo
crecimiento de la ciudad, se necesitaron nuevas obras hidráulicas para ir
regulando el problema. Para ello, la segunda gran obra, realizada por Porfi- 127
rio Díaz, inició en 1886 y, tras catorce años de trabajo, logró culminarse en
1900 con la inauguración del Gran Canal del Desagüe.
Entre 1930 y 1950, con la industrialización manufacturera y la sustitu-
ción de importaciones, se produjo un crecimiento acelerado en la ciudad,
debido a que su población creció 1.5 veces. Esto generó un proceso de ex-
tensión urbana, el cual daría paso, en pocos años, a la Zona Metropolitana
del Valle de México.8
A consecuencia del crecimiento demográfico, para la década de 1930
el Gran Canal del Desagüe se volvió insuficiente. Y nuevamente las calles del
centro de la ciudad de México se inundaron. Ante la urgente necesidad de
acciones, el gobierno decidió ampliar el Gran Canal9 realizando el segundo
túnel de Tequixquiac.10 Dicha obra se realizó entre los años 1937 y 1947.
Uno de los grandes problemas que ha traído la desecación de la zona
lacustre del Valle de México es el hundimiento del D. F. Por ejemplo, a
principios del siglo xx se fueron dando hundimientos de 2 a 5 cm anuales,
pero entre 1938 y 1948 los hundimientos del centro de la ciudad fueron de
aproximadamente 18 cm por año, y para 1959 algunas partes de la ciudad
alcanzaron 50 cm por año.11 Este fenómeno de hundimiento también afecta
a municipios conurbados como Chalco, Nezahualcoyotl, Naucalpan y Eca-
tepec (ddf-dfcoh, 1997).
La cuenca hidrológica
Las inundaciones.
La percepción del riesgo y la vulnerabilidad
Reflexiones finales
que se encuentran, por lo tanto hace falta una sólida cultura del riesgo, de la
vulnerabilidad y del cuidado del medioambiente con una visión sostenible,
la cual respete las dinámicas locales y regionales para facilitar el trabajo
entre organizaciones no gubernamentales, empresas, sociedad en general,
sociedad organizada y gobierno.
Como ya se ha mencionado, el crecimiento del D. F. responde a un pro-
ceso de larga data, acompañado de decisiones gubernamentales inmersas en
políticas de desarrollo urbano, algunas de las cuales fueron motivadas por
los cambios en el contexto nacional e internacional, pero indudablemente
estas decisiones están relacionadas con la gestión de políticas públicas. Por
lo tanto, es pertinente retomar las sugerencias que hacía, ya hace algunos
años, Gabriela Estrada para promover un esquema de gestión de riesgos ur-
banos. Dichas sugerencias son fundamentales y todo gobierno local con una
136 alta vulnerabilidad debería tomarlas en cuenta:
1. El entendimiento cabal del territorio.
2. El fortalecimiento de los lazos entre la población y su territorio.
3. La identificación y aceptación de las diferentes percepciones del ries-
go en los actores.
4. La reducción de todo tipo de vulnerabilidades.
5. La difusión oportuna y adecuada de información.
6. La participación de la población.
7. La negociación del riesgo.
8. Los necesarios lazos entre las diferentes etapas del riesgo: preven-
ción, monitoreo, atención de la emergencia, retroalimentación poscatástrofe.
9. El reconocimiento de las particularidades de cada tipo de riesgo.
10. La construcción de lazos entre planes de desarrollo urbano, ordena-
miento territorial y de prevención de riesgos.
11. Especificación de las atribuciones y obligaciones de las autoridades
locales.
12. El desarrollo de un sistema de aseguramiento (Estrada, 2006: 54).
Aunado a lo antes mencionado, es fundamental analizar el problema de
las inundaciones con una visión espacial en donde es necesario posicionar
el análisis de la cuenca hidrológica para lograr soluciones de mayor alcance.
Una de las razones que sustenta lo anterior es que la cuenca es la uni-
dad que determina la oferta de agua, y muchas de las decisiones que influyen
Notas
* Artículo formulado a partir del trabajo para la materia “Medio ambiente y te-
rritorio”, segundo semestre de la maestría en Estudios Regionales, Instituto de
Investigaciones Dr. José María Luis Mora.
1 El Distrito Federal colinda al norte, al este y al oeste con el Estado de México,
y al sur con el estado de Morelos. Su territorio esta dividió en 16 delegaciones
políticas que son: Azcapotzalco, Coyoacán, Cuajimalpa de Morelos, Gustavo A.
Etapa Características
Fuente: Elaboración propia basada en el texto de Dourojeanni, Jouravlev y Chávez (2002: 17-19).
138
Madero, Iztacalco, Iztapalapa, Magdalena Contreras, Milpa Alta, Álvaro Obre-
gón, Tláhuac, Tlalpan, Xochimilco, Benito Juárez, Cuauhtémoc, Miguel Hidalgo
y Venustiano Carranza. Representa 0.1% de la superficie del país y es la entidad
con mayor densidad de población. En el D. F., el organismo encargado de ad-
ministrar la mayoría de las cuestiones concernientes al agua es el Sistema de
Aguas de la Ciudad de México (sacm) en coordinación con las delegaciones de
la entidad.
2 Existen más tipos de regiones, como económica, productiva, integral e histórica;
además, hay diferentes puntos de vista desde la filosofía, la geografía y la econo-
mía para abordarlas.
3 Las diferencias entre estas tres son las siguientes: la homogénea, que es una uni-
dad territorial definida mediante un factor único de diferenciación, ya sea social,
físico, climatológico o político; la polarizada, también denominada nodal, hace
referencia a unidades territoriales definidas a partir de interdependencias funcio-
nales y de la densidad de flujos entre sus elementos, sin que puedan establecerse
límites claros; finalmente, la programada o plan, se define en función de criterios
y objetivos específicos de política económica.
4 Montañez, retomando a Santos, dice que las regiones son “subdivisiones del
espacio geográfico planetario del espacio nacional o inclusive del espacio local.
Son subespacios de convivencia y, en algunos casos, espacios funcionales del
espacio mayor. El todo social no tiene otra forma de existencia que la forma re-
gional, ya sea intranacional o internacional” (Montañez y Delgado, 1998: 131).
5 Zumpango, Texcoco, Chalco, Xochimilco y Xaltocan (Conagua, 2007).
6 La cuenca encerraba aguas dulces (Xochimilco) y saladas (Texcoco), sin que se
sepa exactamente el por qué de ello.
7 Esta obra es fundamental porque abre la cuenca del Valle de México hacia la
vertiente del Golfo de México.
8 En el año 2004, el grupo interinstitucional integrado por la Secretaría de Desa
rrollo Social (Sedesol), el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informáti-
ca (inegi) y el Consejo Nacional de Población (Conapo) publicaron la Delimita
ción de las zonas metropolitanas de México, documento en el cual se definió el
concepto de zona metropolitana como: “el conjunto de dos o más municipios
donde se localiza una ciudad de 50 000 o más habitantes, cuya área urbana, fun-
ciones y actividades rebasan el límite del municipio que originalmente la con- 139
tenía, incorporando como parte de sí misma o de su área de influencia directa a
municipios vecinos, predominantemente urbanos, con los que mantiene un alto
grado de integración socioeconómica; en esta definición se incluye además a
aquellos municipios que por sus características particulares son relevantes para
la planeación y política urbanas. Adicionalmente, se definen como zonas metro
politanas todos aquellos municipios y delegaciones que contienen una ciudad
de 1 000 000 o más habitantes, así como aquellos con ciudades de 250 000 o
más habitantes que comporten procesos de conurbación con ciudades de Esta-
dos Unidos de América” (Sedesol, Conapo e inegi, 2007: 21).
Las diferencias entre la anteriormente denominada Zona Metropolitana de
la Ciudad de México (zmcm) y la del Valle de México actual (zmvm), radica en el
número de municipios que las conforman, puesto que en la primera se conside
raban, además de las 16 delegaciones del D. F., los 35 municipios conurbados
del Estado de México, mientras que en la actual, se integran 59 municipios del
Estado de México y uno del Estado de Hidalgo, además de las 16 delegaciones
del D. F. (Conagua, 2009b: 55).
9 Como dato interesante es pertinente mencionar que el Gran Canal del Desagüe
expulsaba no sólo las aguas superficiales, sino también las aguas subterráneas
que después de ser extraídas por medio de pozos y usadas por los ciudadanos
iban directo al alcantarillado, contaminándose por igual.
10 En 1950 dio inicio una nueva ampliación de los colectores, y se intentó aumen-
tar la velocidad de salida del agua por medio de la construcción de un nuevo
túnel paralelo al de Tequixquiac, denominado Nuevo Túnel de Tequixquiac, que
fue concluido en 1954 y puesto en operación en 1955 (Conagua, 2007).
11 Para mayor información se puede revisar el texto de Legorreta (1997).
12 En algunas partes de la ciudad, el Drenaje Profundo alcanza los 200 m bajo
tierra.
13 En la época del presidente Carlos Salinas se continuó con la construcción del
Drenaje Profundo, construyendo 25 km más de tuberías. Para ese entonces ya se
tenían 125 km construidos. Además se entubaron 9.7 km del D. F. En la época
del presidente Ernesto Zedillo se continuó con el entubamiento, completándose,
aproximadamente, la construcción de 7 km más.
14 Las aguas superficiales y subterráneas, sobre todo ríos, lagos y fuentes subterrá-
140 neas, así como las cuencas de captación, las zonas de recarga, los lugares de
extracción de agua, las obras hidráulicas y los puntos de evacuación de aguas
servidas, incluidas las franjas costeras, forman, con relación a una cuenca, un
sistema integrado e interconectado (Dourojeanni, Jouravlev y Chávez, 2002: 8).
15 Dicha división ha sido realizada en México por la Comisión Nacional del Agua
(Conagua), el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (inegi) y el Instituto
Nacional de Ecología (ine) de México.
16 Una cuenca hidrográfica y una cuenca hidrológica se diferencian en que la
cuenca hidrográfica se refiere exclusivamente a las aguas superficiales, mientras
que la cuenca hidrológica incluye las aguas subterráneas (acuíferos).
17 La Conagua es la instancia encargada de administrar las aguas nacionales a
través de 13 Regiones Hidrológico-Administrativas. Cada región tiene un Con-
sejo de Cuenca que se encarga de coordinar la gestión entre los tres órdenes de
gobierno y sus respectivas dependencias (Conagua, 2009b).
18 El tema del medioambiente ha tomando mayor relevancia en las últimas déca-
das. Por ejemplo, en el año de 1965 inició la Década Hidrológica Internacional
en la cual la onu creó el programa para la Educación, la Ciencia y la Cultura
(unesco), que busca analizar las problemáticas medioambientales de diverso
origen en todo el planeta. Además, la onu ha organizado diferentes foros para
discutir las cuestiones medioambientales, por ejemplo en 1972 en la ciudad de
Estocolmo, y en 1992 en Río de Janeiro.
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uaemex.mx/redalyc/pdf/139/13901902.pdf>. [Consulta: 25 de enero de 2011.]
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Tortajada, Vicente Guerrero y Ricardo Sandoval, Hacia una gestión integral del
agua en México: retos y alternativas, México, Centro del Tercer Mundo para el
Manejo del Agua/Miguel Ángel Porrúa, pp. 93-123.
143
especialista regional, pues no sólo debe conocer la región como es hoy; tam-
bién debe conocer sus lineamientos para poder encontrar en ellos las huellas
del pasado; para ello requiere desarrollar la habilidad de poder ver el terreno
con los ojos de sus antiguos ocupantes (Sauer, 1991).
La geohistoria es esto, además de la prospectiva que ese conocimiento
puede generar en cuanto a causas y efectos en cierta sociedad; es también
los acoplamientos y estrategias que la sociedad desarrolla en cierto espacio y
en cierta región, dadas las condiciones y potencialidades de su medio físico.
Espacio y tiempo encuentran un vínculo en esta propuesta, pues ambas
se encuentran en ella. Para Braudel son medios y escenarios para la observa-
ción de una sociedad.
Por su parte, John Holloway menciona que “es esencial ver a la historia
con relación no sólo al pasado, sino al proceso continuo del desarrollo social
[…]. La historia no es más que el movimiento de la lucha de clases, defi-
niendo y redefiniendo los frentes de batalla entre clases” (Holloway, 1991:
236). Esta concepción abarca no sólo el presente y el pasado, sino que los
contempla también para la construcción de escenarios del desarrollo social y
territorial y con ello permite hacer observaciones prospectivas. ¿Qué saberes,
eventos, decisiones se han conjugado para que “x” territorio y sociedad se
enlacen de cierta manera? ¿Qué movimientos y articulaciones en el interior y
en el exterior se han presentado, y se pueden realizar, para el mejor desarro-
llo y estado de tal sociedad? La prospectiva, fase del proceso de planeación,
es también una tarea en la cual la geohistoria tiene voz y voto.
La posición y papel de la sociedad en la historia, aunado a las condi-
cionantes que esta encuentra dentro de un sistema, más las ventajas o des- 147
ventajas de su terreno, son circunstancias para el desarrollo de ese continuo
llamado desarrollo social. Sin duda, los movimientos sociales, por ejemplo
la revolución mexicana y su materialización en el reparto agrario, han dado
vuelcos a las tendencias espacio-temporales dominantes.
Henri Lefebvre en tanto clásico de la sociología urbana, menciona a
su vez la necesidad de relacionar el tiempo con el espacio, la sociedad con
el territorio, cuando afirma: “tendríamos que estudiar no sólo la historia del
espacio, sino también la historia de las representaciones, así como con sus
relaciones […] la historia no sólo debe abordar la génesis de esos espacios,
sino también las interconexiones, las distorsiones, los desplazamientos, las
interacciones mutuas y los vínculos con la práctica espacial de una sociedad
en particular o modo de producción en consideración” (Lefebvre, 1991: 42).
Las prácticas espaciales dan forma al espacio y, a su vez, se combinan
con otros para crear regiones nodales, homogéneas, virtuales. La práctica
espacial, dice Lefebvre, “consiste en una proyección sobre un campo (espa-
cial) de todos los aspectos, elementos y momentos de la práctica social [el
autor argumenta que estos se encuentran separados unos de otros, pero que
no significa que] el control general sea abandonado ni por un momento”
(Lefebvre, 1991: 8).
La historia es clave en el argumento de Lefebvre cuando deduce que “si
existe un proceso productivo, si el espacio es producido, entonces se trata
de la historia, nos encontramos ante ella” (Lefebvre, 1991: 46). Claro, pues
para producir cierto espacio, no sólo existió una cotidianidad, sino también
ocurrieron eventos y formas de aprendizaje y acoplamientos que dan a ese
espacio su especificidad.
Por ello se dice que el territorio y la región son construcciones sociales,
pues cuentan con ensamblajes y “acomodamientos” históricos, lentos o es-
pontáneos, de corta o larga duración, pero al fin, vividos y practicados por la
sociedad que ha dado forma a ese territorio. Un ejemplo puede ser el paso
del colonialismo a un Estado en ascenso y a su consolidación; este es el caso
de la ruralidad latinoamericana y, en concreto para este trabajo, la mexicana.
A continuación se presenta el enfoque regional latinoamericano, aban-
derado por José Luis Coraggio, “intelectual regionalista” quien, junto con
Alberto Federico Sabaté y Oscar Colman, editó recientemente el libro La
148 cuestión regional en América Latina (2010), que rescata trabajos anteriores y
actualiza el tema bajo el “nuevo” contexto de la globalización en la región.2
Regionalistas latinoamericanos
del subdesarrollo, y que son respuestas y adaptaciones sociales ante las ade-
cuaciones inducidas al territorio. Hay múltiples y diversas adecuaciones al
territorio, distintos fines y sucesión de reacciones a acciones y hechos pasa-
dos y presentes, además, hay distintas respuestas de la sociedad, que llevan
a diferentes expresiones sociales y territoriales de la cuestión agraria, de la
ruralidad, por ejemplo.
La región, especialmente desde la geografía, tiene una formación histó-
rica, “es un concepto histórico, politético, cuyo significado se modifica por
circunstancias de tiempo y lugar […] espacio privilegiado de investigación;
pero supone un planteamiento previo de problemas a partir de teorías y con-
ceptos ‘transregionales’; se trata de un recurso metodológico de particular
importancia” (Peña, 1991: 126).
En efecto, según Daniel Hiernaux y Alicia Lindón (1993) la región,
150 desde la geografía, es un medio y un enfoque (lo regional) para el análisis de
la articulación global-local, que busca prácticas sociales que construyen el
territorio en un análisis continuo.
En comunión con lo que este trabajo expone, los autores mencionados
plantean la región como la representación espacial de formaciones históricas
sociales y económicas:
Ligar región con historia parece cosa básica, obvia, sin embargo, es
necesario considerar contextos (energías macro y microformadoras, desde la
sociedad local y desde el mercado y/o Estado respectivamente, productoras
de espacio y región), tiempos y espacios específicos, es importante investigar
procesos empíricos y en particular su historia (Coraggio, 2010).
La larga duración
151
La historia es para Braudel una historia integrada, Leviatán en la explicación
del aquí y del ahora; es decir, el conjunto de historias conjugadas, “la suma
de todas las historias posibles: una colección de oficios y puntos de vista, de
ayer, de hoy y de mañana. El único error […] radicaría en escoger una de
estas historias a expensas de las demás” (Braudel, 1986: 75).
Dice Carlos Aguirre (1993) que la propuesta de la larga duración, esa
teoría de las temporalidades diferenciales, es el mayor aporte metodológico
de Fernand Braudel. La larga duración es la postura que asume el historiador,
el investigador, el geógrafo, para observar y entender el transcurso del tiempo
y sus eventos. Se trata de observar a la historia de forma lenta y pausada en
sus factores y procesos.
Una definición cercana de esta propuesta la ofrece el mismo Aguirre
cuando aclara que no se trata simplemente de un ritmo lento o un periodo
amplio, sino que:
[Se trata del] conjunto de los arquetipos, estructurales o reales, que den-
tro de la historia humana han sido decisivamente operantes como fac-
tores esenciales presentes a lo largo de los procesos evolutivos históri-
cos, al conjunto de esas coordenadas más profundas que de una manera
persistente han funcionado efectivamente como realidades o elementos
relevantes dentro de las grandes curvas evolutivas de los movimientos
Sedentarismo
(dominio de
agricultura)
Factores Crecimiento
climáticos demográfico
Hechos Asentamientos/
geológicos
Actualidad
Ciudades 153
2. Las actuales formas que asume dicha acumulación en los países la-
tinoamericanos y que tienden a expandir el capitalismo en el campo, de
acuerdo con:
a) Modernización de los sectores de grandes y medianas propiedades.
b) Integración vertical de los sectores modernos y dinámicos de la agri-
cultura, la industria de la transformación y/o circuitos más complejos de dis-
tribución y comercialización.
c) Permanencia de formas campesinas de producción.
d ) Presencia creciente del gran capital productivo.
3. Desequilibrios entre regiones por la introducción desbalanceada de
tecnologías.
4. Cambios en la estratificación agraria y, por consiguiente, en las for-
maciones sociales provocadas por este proceso.
a) Las modificaciones que se producen en las clases dominantes agra- 157
rias, como efecto de la modernización y de los procesos de integración ver-
tical.
b) Los procesos de cambio que afectan a los subasalariados agrícolas
que pasan de una situación tradicional de relaciones de producción, a otra
plenamente capitalista.
c) Los cambios que afectan al campesinado parcelario, por lo que este
sector pasa a cumplir un papel de semiasalariado en las empresas industria-
les (Coraggio, 2010: 672-673).
Territorio (medio físico, tierra, agua, recursos históricos necesarios para
el sedentarismo y la creación de las polis) y sociedad encuentran así múlti-
ples caras en su relación. Unas forzadas por el capital, otras por los desequi-
librios y competencia entre regiones, los “remanentes” que cada periodo
histórico ha dejado en esa relación como una huella.
En este artículo se plantea la relación sociedad-tierra pues se liga, casi
por definición e imaginario, con el trabajo del campesino en la ruralidad, en
ese medio que constituye buena parte de los estudios regionales, como lo
arriba expuesto, retomado de Coraggio (2010).
La tierra, la altura, las propiedades edafológicas, los climas, etc., son
condicionantes de “una buena historia” agraria, dan pie a un buen caso de
estudio histórico, con el cual sea posible analizar tales relaciones.
Comentarios finales
163
Notas
los análisis y a las propuestas keynesianas-desarrollistas que por esos años ha-
bían logrado amplia difusión, especialmente por José Luis Coraggio y por Alberto
Federico” (Mattos, 2010: 693). La segunda edición de 2010, que trabajamos en
este artículo, se presentó en el Instituto de Investigaciones Económicas de la Uni-
versidad Nacional Autónoma de México los días 10 y 11 de agosto de 2010, con
la participación, entre otros, de José Luis Coraggio, Carlos de Mattos y Alfonso
Iracheta.
3 Ciencia de tradición neoclásica desarrollada en los años cincuenta, empero cri-
ticada, pero innegablemente necesaria ante la multidisciplina que los análisis de
diversas problemáticas y situaciones demandan, por ejemplo, la localización de
ciudades, de industrias, de vivienda, la relación entre territorios y sus sociedades
y mercados, su incidencia en el crecimiento y, por lo tanto, en la consolidación
de regiones. Se trata de una “ciencia” transdisciplinaria y compleja, sin prece-
164 dentes al momento de su concepción y no reconocida como parte de las cien-
cias sociales, sino como oportuna y servil, que analiza procesos territoriales con
ayuda de otras ciencias, por ejemplo la geografía y la economía; de ahí las apor-
taciones metodológicas del Lugar Central de Walter Christaller y August Lösch,
representantes de la Escuela Alemana, y las regiones homogéneas, nodales y
plan, propuestas por Francois Perroux y Jaques Boudeville, representantes de la
Escuela Francesa.
4 En el caso concreto de México, dicha modificación se realizó en el año 1992,
permitiendo legalmente la enajenación de la tierra ejidal a otros usos del suelo,
así como la venta de la tierra entre ejidatarios y no ejidatarios. Se trata de una
política muy criticada en el medio académico y social, pues planteó y facilitó el
inicio de la flexibilización del trabajo industrial y el paso a cadenas productivas
deslocalizadas, así como, el aprovechamiento de ventajas comparativas y com-
petitivas en el país, por ejemplo, localización y especialización de territorios y
sociedades. Sin embargo, existen casos en los que los mismos ejidatarios, con sus
respectivos Comisarios Ejidales al frente, prohíben la aplicación de ese derecho
por cuestiones decididas desde la misma comunidad, por ejemplo, conservar
el conocimiento previo y mutuo entre ejidatarios y habitantes y/o seguridad del
mismo pueblo. Este es el caso de los ejidos de Santa María Nativitas y Santiago
Michac, entre otros, en el municipio de Nativitas, Tlaxcala.
5 Así llamada por Molina, la zona más alta y central de México, según la descrip-
ción de Andrés Molina Enríquez, zona templada, con una estación anual de
lluvias, zona de maíz, trigo y frijol, productos que sustentan a la población que
ahí se asienta.
6 El autor continúa su argumento, refiriéndose a los pueblos europeos por su ca-
pacidad para desarrollar la agricultura, especialmente dedicada al trigo; a los
grandes pueblos asiáticos, por su capacidad para la producción del arroz; a los
grandes pueblos americanos (contemporáneos), que deben su vida a la produc-
ción combinada de trigo y de maíz. La relación cultural e histórica entre un
determinado cereal y una civilización tienen un porqué y una vigencia actual,
según Molina Enríquez.
7 Un ejemplo puede ser ubicado en el sur del estado de Tlaxcala, con historia
agraria importante, basada en el sistema de haciendas y con modificaciones te-
rritoriales evidentes a partir de la instalación del ferrocarril, del reparto agrario,
de la instalación de corredores y parques industriales, así como de la autopista
México-Puebla, eventos que se suman a la localización intrínseca de la entidad 165
como bisagra entre el puerto de Veracruz y la ciudad de México. Esta historia se
desarrolla en la tesis de maestría.
Bibliografía
La sierra Tarahumara:
una historia de resistencia y continuidad*
167
Introducción
168
La noción de comunidad como base del trabajo institucional
260). Con sus excepciones, lo anterior engloba las distintas formas de organi-
zación comunitaria de buena parte de los pueblos indios de México.
En concordancia con lo señalado hasta ahora, considero que en la sie-
rra Tarahumara sucede algo distinto, por ello a continuación expongo con
detalle y de manera cronológica aquellos componentes que me parecen los
más importantes y característicos de la organización comunal en las pobla-
ciones indias de la Tarahumara, particularmente rarámuri.
La comunidad tutelada:
colonización y educación (1900-1936)
Después del regreso de los ropas negras a inicios del siglo xx, entre 1920 y
1940 un nuevo proyecto religioso de organización comunitaria aparece en la
Tarahumara: las “misiones culturales”. Este proyecto propugnaba nuevamen-
te por convertir a las poblaciones indias bajo las formas de vida cristiana.
También se pensó en la “Colonia Agrícola Catequista” como el mecanismo
de evangelización y defensa de las poblaciones indias. Junto con el interna-
do, la colonia emulaba a los antiguos pueblos de misión, donde se impartían
y enseñaban las usanzas de la vida y religión cristianas. Apelaba nuevamente
a los mismos parámetros comunitarios mencionados en los pueblos de mi-
sión, pero ahora bajo la noción de tutela. En esta nueva orientación, tanto la
Iglesia como el Estado concebían la situación de marginación y pobreza del
indio como resultado de su atraso cultural.
Por su parte, el Estado también empleó políticas y programas orientados
al desarrollo de las poblaciones indígenas basados en supuestos comunales.
Estos intentos tienen su inicio en el siglo xx con la llamada Ley Creel. En ella
el gobierno estatal, en la figura del gobernador Enrique Creel, propuso en
1906 la llamada Ley de Mejoramiento de la Raza Tarahumara. Posiblemente
es esta la primera acción del gobierno del estado, en sentido estricto, respec-
to al desarrollo o bienestar de las poblaciones indias de la Tarahumara.
Esta ley tenía como objetivo principal la conformación de unidades
agrícolas sedentarias en granjas, colonias y pueblos, mediante la dotación
de tierras, ganado e instrumentos de trabajo. En ellas se introducirían cos-
tumbres y creencias occidentales modernas y favorables para su desarrollo,
todo bajo la tutela del Estado. Buscaba “promover todo lo concerniente a la
civilización de los indios, a su mejoramiento social, a su educación, al ré-
gimen de sus bienes, al cuidado de sus colonias y a conseguir la protección
que el gobierno general, el Estado y la sociedad deben impartir a la tribu
Tarahumara” (Brouzez, 1998: 462).
La propuesta de mejoramiento llevaba de manera implícita una concep-
ción vertical y paternalista respecto de las poblaciones indias. Se buscaba
asimilarlas a los estilos de vida nacional, sin propiciar mecanismos, propios 179
o compartidos, para una relación de respeto e intercambio cultural; incorpo-
rarlas de forma unilineal a la dinámica económica del Estado y del proyecto
nacional. Para ello, las poblaciones indias tenían que dejar sus lugares de
origen al igual que sus costumbres arcaicas “para asumir de buen grado el
orden, la moralidad, las buenas costumbres, el amor a la instrucción y al
trabajo” (Sariego, 1998: 8). Esta nueva modalidad de reorganización comu-
nitaria, ahora bajo lineamientos laicos y liberales, no llegó a materializarse
en su totalidad, sólo se creó una colonia agrícola en Creel en 1907, de 191
personas rarámuris y mestizas.8
Décadas después, en el plan de desarrollo del estado de Chihuahua de
1928, se contempló un ordenamiento territorial para la zona de la montaña,
con el fin de llegar a las poblaciones indígenas “mediante programas espe-
cíficos de alimentación, salud, asistencia social y asistencia técnica para la
producción. Todo ello dentro de un marco de pleno respeto a su cultura y
sus tradiciones” (Brouzez, 1998: 466). Comienza así a contemplarse, por lo
menos en papel, el respeto a las formas de vida locales; sin embargo, este
ordenamiento no tuvo mayor repercusión en los niveles de bienestar local y
no logró trascender el nivel de la planeación.
El indigenismo (1952-)
Total de
localidades
32 y su 1-49 50-99 100-499 500-999 1 000-1 999 2 000
municipios población habitantes habitantes habitantes habitantes habitantes y más
Localidades
10 787 82.41 8.47 7.89 0.62 0.32 0.27
Población 675 475 15.39 8.53 25.67 7.14 6.94 36.31
185
las localidades según su población con un rango aún menor, y el total de
localidades y su población con los porcentajes correspondientes respecto al
total de la población.
Con estos datos se observa claramente, entre los años 2000 y 2005, la
distribución de la población en la Tarahumara, en localidades rurales, dis-
persas y de baja densidad poblacional. Las localidades de 1 a 49 habitantes
representan 82.41% del total de localidades y aglutinan a más de 15% de la
población local, si a estas se les suma las localidades de 50 a 99 habitantes,
en conjunto representan más de 90% del total de localidades con cerca de
una cuarta parte de la población total de la Tarahumara. Otra cuarta parte de
la población se asienta en localidades menores a 500 habitantes, por lo que
el 50% de la población vive no sólo en localidades rurales, sino menores a
500 habitantes.
Lo anterior nos da una idea clara y precisa del formato de asentamiento
en términos cuantitativos y espaciales. Desde un enfoque etnográfico, estas
localidades, habitadas principalmente por población indígena rarámuri, sue-
len encontrarse dispersas entre las montañas y las barrancas. Regularmente
se conforman por un número pequeño de cinco casas promedio y como lo
demuestran las cifras suelen ser menores a 50 habitantes. Al ser comunida-
des principalmente agrícolas, y en menor grado pastoriles, dependen de las
condiciones climáticas, por lo que la movilidad en busca de temperaturas y
Fuente: elaboración propia con base en Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad Conabio, Grado de margi-
nación por localidad, 2000.
La sierra Tarahumara... R. Luna
Consideraciones finales
Notas
amplio; aquí me limito a remarcar los aspectos que para fines de la investiga-
ción son pertinentes. Por lo tanto, no es la intención en este artículo hacer una
descripción y balance de las posturas, programas y acciones que han guiado la
labor indigenista en la Tarahumara. Para este tema véase Sariego (2002) y Porras
(2002). Por el momento interesa establecer las bases de las actuales estrategias
de desarrollo local promovidas por la cdi.
13 Para este apartado se realizaron varias tareas: se hizo una síntesis de la situación
actual de la distribución espacial de la población indígena en la Tarahumara;
para ello se utilizaron los últimos censos y conteos disponibles además de los
Sistemas de Información Geográfica para ilustrar las estadísticas; se tomó como
unidad de análisis territorial la localidad, puesto que permite diferenciar desde
sitios compuestos por una sola casa con un habitante hasta ciudades con miles
de habitantes; además posibilita el análisis de densidad de población, permite
192 ver su ubicación y con ello inferir aspectos como aislamiento y dispersión.
14 En el estado de Durango se incluyó a los municipios de Guanacevi y Ocampo;
en el de Sinaloa, a Badiraguato y Choix; y en Sonora, a los municipios serranos
de Arivechi, Nacori Chico, Sahuaripa, y Yécora.
15 El índice de marginación elaborado por el Conapo es una medida que a través
del resumen de ocho indicadores mide el nivel de intensidad de exclusión so-
cial de tres dimensiones socioeconómicas como son: educación (porcentaje de
población de 15 años o más analfabeta, porcentaje de población de 15 años o
más sin primaria completa), vivienda (agua entubada, sanitario, piso de tierra,
energía eléctrica y ocupantes por cuarto) e ingresos monetarios (porcentaje de
población ocupada con hasta dos salarios mínimos). Y mediante la división en
cinco subintervalos se obtiene el grado de marginación (Consejo, 2002: 17-20).
16 Al igual que el grado de marginación, el Índice de Desarrollo Humano de los
Pueblos Indígenas idh-pi tiene los niveles más bajos entre los municipios del co-
razón de la Tarahumara. Este índice refleja tres aspectos que el pnud considera
fundamentales para la vida y el desarrollo humano: salud, educación y acceso a
recursos básicos que los individuos requieren para desarrollar sus capacidades y
participar en la vida en comunidad.
Bibliografía
195
Introducción
1 380 metros sobre el nivel del mar. El centro de Ramos Arizpe está aproxi-
madamente a 10 kilómetros del de la ciudad de Saltillo. Ambas localidades
están divididas parcialmente por la sierra La Paila y a sus alrededores las
sierras que limitan con el estado de Nuevo León (véase mapa 1).
Hablar del poblamiento de estos municipios nos remite, en términos
generales, a las primeras poblaciones que habitaron las llanuras del norte
de México, conformadas por grupos nómadas de cazadores y recolectores
que, según la variada literatura histórica encontrada de la región sureste de
Coahuila, se les ha englobado con el nombre de chichimecas, en un periodo
histórico que va desde 1000 a. C. hasta 1800 de nuestra era. Pinturas ru-
pestres encontradas en lo que hoy es Ramos Arizpe dan testimonio de estos
grupos flecheros y de sus actividades productivas, las cuales consistían en
cazar jabalíes, venados, guajolotes, peces y tortugas, así como alimentarse
de semillas y tunas. 197
La gran extensión que abarca la región de lo que ahora es Saltillo estaba
cubierta de vegetación, desde la sierra a lo largo y ancho del terreno, donde
se veían ciénagas e innumerables manantiales. De hecho, el nombre de Sal-
tillo se debe a un pequeño salto del arroyuelo proveniente del manantial co-
nocido como Ojo de Agua, el más abundante y conocido por la población.
Este ramal de agua era una naciente de una incisión de la meseta del valle
que proveyó por más de 300 años de agua a la población hasta que el cre-
cimiento de esta obligó a buscar otras fuentes de abastecimiento en Saltillo.
Los beneficiados de esta afluente en tiempos de la colonización fueron los
propietarios de las primeras huertas cercanas (Cuéllar, 1975: 79).
A partir de siglo xvi, una vez consolidada la conquista del centro de
México, se abre el recuento de transformaciones del espacio del sureste de
Coahuila, ya que es desde este periodo que se dan leyendas sobre las rique-
zas minerales de esta región, las cuales condujeron a las primeras explo-
raciones realizadas por aventureros conquistadores que recorrieron el hoy
valle de Saltillo en busca de minas (O’Gorman, 1948: 20-24).
Saltillo fue fundada por el capitán Alberto del Canto entre los años de
1575 y 1578; quien hizo un reparto de tierras entre los pobladores, las cuales
se extendían desde lo que ahora es la zona norponiente de Saltillo hasta el
Valle de las Labores, conocido hoy como Ramos Arizpe, quedando todo este
territorio, para ese momento, bajo la jurisdicción del gobierno de la Nueva
Fuente: elaboración propia con base en el conjunto de datos vectoriales de la serie topográfica y de recursos naturales escala, inegi (2010).
Factores históricos y contemporáneos... M. N. Maya
Vizcaya (García y Falcón, 1986: 13). Valle de las Labores fue fundada en
1577, y su nombre se debió a que los suelos que conforman el lugar estaban
dedicados a las tareas agrícolas (sembrar, arar la tierra, cosechar, etc.). En
1606 es rebautizado su nombre a Valle de San Nicolás de la Capellanía y es
hasta 1850 que recibiría el nombre de Villa Ramos Arizpe.
La formación de Saltillo como localidad influyó mucho en la coloniza-
ción, poblamiento y crecimiento urbano de muchas de las ciudades del norte
de México, aunque este proceso fue lento y demasiado hostil, ya que los
chichimecas opusieron una feroz resistencia, lo que retardó la colonización
de amplias zonas. Esto motivó a implantar un control militar del manantial
principal y de los arroyos laterales en 1570 para poblar y trazar territorios.1
En ese sentido, la política de colonización del virrey Luis de Velasco
en 1591 implicó edificar el pueblo de San Esteban, al norte de la villa de
Santiago de Saltillo, conformado por indios tlaxcaltecas (también conocido 199
como Nueva Tlaxcala). Este poblado sería políticamente independiente del
gobernador de Nueva Vizcaya y estaría bajo las órdenes directas del virrey y
serviría para constituir esta región en abastecedora de cereales y bestias de
carga para la explotación minera de Zacatecas.
Es hasta 1785 cuando, bajo las reformas borbónicas, se reordenó el
territorio segregando de Nueva Vizcaya los distritos de Parras y Saltillo, otor-
gándolos a la provincia de Coahuila o Nueva Extremadura,2 tiempo en el
que Saltillo se halla en el cruce de caminos que comunican al oriente con
Monterrey y Monclova, en dirección a la mina de San Gregorio. Hacia el sur
se comunicaba con Mazapil, Zacatecas y San Luis Potosí. Al poniente con la
hacienda de Patos, Parras, Mapimí, Cuencamé, Guadiana (hoy Durango) y
las minas de Parral. La posición estratégica de Saltillo y sus haciendas se con-
solidaron como paso obligado a las Provincias Interiores (Coahuila, Nuevo
León y Tamaulipas), lo que originó las ferias del mes de septiembre en la
Nueva Tlaxcala. Dichas ferias comerciaron la producción agrícola de la re-
gión, que incluía la uva y el trigo con que se surtían las provincias aledañas.
El ganado vacuno, ovino y caprino se criaba en abundancia, lo que incluía
la exportación de carne a Zacatecas, Querétaro, México y Puebla. La lana
y algodón se mandaba a San Luis Potosí, San Miguel, Celaya, Silao y León.
Desde la década de 1830, en los poblados aledaños de Saltillo y Mon-
clova se incrementaron los cultivos del algodón,3 factor que a la postre signi-
Fuente: tomado de Pablo M. Cuéllar Valdés, Historia de la ciudad de Saltillo, Saltillo, Coahuila, Editorial Libros de México, 1975, p. 35.
Espacios tatuados. Textos sobre el estudio de las regiones y los territorios isbn: 978-607-7613-86-2
202
Fuente: tomado de Pablo M. Cuéllar Valdés, Historia de la ciudad de Saltillo, Saltillo, Coahuila,
Editorial Libros de México, 1975, p. 62.
Fuente: tomado de Pablo M. Cuéllar Valdés, Historia de la ciudad de Saltillo, Saltillo, Coahuila, Editorial Libros de México, 1975, p. 107.
Factores históricos y contemporáneos... M. N. Maya
207
Fuente: tomado de Pablo M. Cuéllar Valdés, Historia de la ciudad de Saltillo, Saltillo, Coahuila,
Editorial Libros de México, 1975, p. 143.
Fuente: tomado de Pablo M. Cuéllar Valdés, Historia de la ciudad de Saltillo, Saltillo, Coahuila, Editorial Libros de México, 1975, p. 162.
Espacios tatuados. Textos sobre el estudio de las regiones y los territorios isbn: 978-607-7613-86-2
Fuente: tomado de Pablo M. Cuéllar Valdés, Historia de la ciudad de Saltillo, Saltillo, Coahuila, Editorial Libros de México, 1975, p. 237.
Espacios tatuados. Textos sobre el estudio de las regiones y los territorios isbn: 978-607-7613-86-2
hacia Estados Unidos, por lo que se podría pensar como una región clave
para la instalación de plantas industriales con ventajas salariales para las
empresas, ya que entre 1975 y 1990 los salarios en la industria automotriz
en Estados Unidos pasaron a ser entre 3.2 y 9.8 veces los salarios pagados en
México (Sosa, 2005: 132). En ese sentido, entre los factores determinantes de
la formación del agrupamiento o clúster 22 de la industria automovilística en
el distrito industrial de Saltillo figuran los salarios profesionales en Saltillo y
Ramos Arizpe, históricamente más bajos que en otras partes del país (aunque
en la actualidad se han elevado por arriba de los mínimos). Por todo lo ante-
rior, la región es atractiva en términos de costos para las empresas (Mendoza,
2001: 254).
Entre las grandes unidades de producción que generan 83% del ingre-
so en la actividad industrial de Coahuila y de la región sureste, se destacan
214 seis empresas principales, cuyo orden, de mayor a menor serían: General
Motors, Peñoles, gis, Chrysler, Micare y Altos Hornos de México, indicando,
en contraste, que el dominio histórico de empresas locales en la economía
coahuilense desde la década de 1930 es desplazado para la década de 1990
y hasta la actualidad.23
Tras las facilidades fiscales y al ser beneficiarios de la infraestructu-
ra que recibieron de parte de los gobiernos federal, estatal y municipal en
Coahuila, General Motors y Chrysler adquirieron varios compromisos con
la instalación de sus plantas en la región sureste de la entidad: la primera
era que en conjunto establecerían un complejo productivo con plantas para
la producción de motores de exportación, las que alcanzarían alrededor de
590 000 unidades en 1997, armado de vehículos y líneas de estampado y
pintura. Por otro lado, Chrysler instalaría otra planta ensambladora de ca-
miones y camionetas, que desde la década de 1990 tiene un alto índice de
exportaciones y de contenido de insumos nacionales usando monoblocks
construidos por el gis e impulsando empresas locales hasta ese momento.
Ambas plantas se instalaron en la capital del estado y en la zona conurbada
entre 1979 y 1982, convirtiéndose en las detonadoras de la industria regio-
nal debido a las relaciones que desarrollaron con las empresas existentes
y por el fenómeno de atracción que ejercieron con proveedores nuevos. El
total de las inversiones de Chrysler en el distrito para inicios de 1988 era de
350 000 000 de dólares en la planta de ensamblado y de 140 000 000 de
216 Fuente: elaboración propia con base en los censos de población de 1930 a 2000.
Sectores de actividad
Año Agropecuaria Industrial Servicios
Fuente: elaboración propia con base en inegi, censos generales de población y vivienda, de los
años referidos.
218
Fuente: elaboración propia con datos del censo económico de 2004, elaborado por el inegi.
Espacios tatuados. Textos sobre el estudio de las regiones y los territorios isbn: 978-607-7613-86-2
Fuente: elaboración propia con datos del censo económico de 2004, elaborado por el inegi.
Mapa 11. CONCENTRACIÓN DEL PIB en COAHUILA, 2004
Fuente: elaboración propia con datos del censo económico de 2004, elaborado por el inegi.
Factores históricos y contemporáneos... M. N. Maya
225
Fuente: elaboración propia con datos de Invierte en Coahuila, 2010, tomado de <www.in-
vestcoahuila.com/spanish/regions/region05.asp>. [Consulta: 24 de septiembre de 2010.]
Fuente: elaboración propia con datos de Invierte en Coahuila, 2010, tomado de <www.in-
vestcoahuila.com/spanish/regions/region05.asp>. [Consulta: 24 de septiembre de 2010.]
Conclusiones
Notas
y casas de los trabajadores de esa época y que por ahí pasa la calzada Antonio
Narro a la salida sur de Saltillo.
9 El establecimiento de la línea de Autobuses Blancos por el general Francisco
Coss y la pavimentación del camino que iba hacia Monterrey, logró atraer tu-
rismo estadunidense lo que fue un aporte de divisas que se incrementó hacia
finales de la década de 1930.
10 La organización campesina en Saltillo fue fundamental para acceder a la tierra y
terminar la nula atención de la autoridad regional y las agresiones de terratenien-
tes. Hasta la llegada de Lázaro Cárdenas en la región sureste entre 1934 y 1940
se formaron, además de los de Saltillo, 26 ejidos en Ramos Arizpe, en Arteaga
19, en Parras 23 y en General Cepeda 31. Hasta 1960 se amplió el reparto de
tierras con lo que la agricultura comercial del algodón se transformó en ejidal y
se repartieron los terrenos de extranjeros a ganaderos.
230 11 Así, entre 1940 y 1950, además de aumentar el tamaño de las plantas pertene-
cientes al gis, se compraron otras empresas. En el contexto de la segunda guerra
mundial y la Guerra de Corea, este consorcio reforzó y modernizó su equipo,
diversificó aún más su producción, estableció lazos con otras empresas a manera
de filiales o subsidiarias y consolidó sus mercados (Santoscoy et al., 2000: 304).
12 El impulso económico impactó a la población urbana al incrementarse en 40%
entre las décadas de 1940 y 1950, pasando de 49 430 a 69 842 habitantes.
13 Ante la metamorfosis industrial que estaba experimentando la región sureste de
Coahuila, abre sus puertas el Instituto Tecnológico de Coahuila, cuyo perfil de
carreras va encaminado a proveer recursos humanos con un perfil técnico, pro-
pio a las necesidades de mano de obra de la industria local.
14 A finales de 1960, como parte del gis se fundó la fábrica Moto Islo que aprove-
chó la política federal de proteccionismo industrial para producir motocicletas
durante casi dos décadas.
15 La Compañía Textil del Norte comienza la construcción de viviendas para sus
trabajadores entre 1968 y 1970 en lo que se convirtió en la colonia Río Bravo,
lo que estimuló el desarrollo de otras colonias obreras vecinas como Virreyes
Obrera, Virreyes Popular y Lasalle.
16 Este nuevo elemento es síntoma en la región de una fase de transición hacia la
apertura económica y comercial de México, al menos en el ámbito sectorial, la
que se concretaría en su totalidad al entrar en vigor la zona de libre comercio
con Estados Unidos dos décadas más tarde.
17 La estrategia del gis fue consecuente con las tácticas internacionales de las em-
presas transnacionales automotrices, las cuales buscan establecer “redes globa-
les de producción”, compuestas a su vez por “actores locales y sus capacidades
de influencia para que las armadoras transfieran capacidades técnicas y geren-
ciales a sus proveedoras locales y filiales para reducir costos y aumentar calidad”
(Bracamonte, 2008: 163).
18 La población económicamente activa del municipio de Ramos Arizpe se dis-
tribuía en los siguientes sectores: primario 15%; industrial 80%, y comercio y
servicios 5% según el más reciente censo económico del inegi (2004).
19 Para estas empresas, fabricar un automóvil de calidad global implica la coinci-
dencia entre armadoras y proveedoras en normas y procedimientos para cumplir
los requisitos establecidos internacionalmente para elaborar un producto vendi-
ble en cualquier parte del mundo. Lo anterior implicó para Chrysler y gm poner
en práctica importantes innovaciones tecnológicas hasta llegar a consolidarse 231
como empresa global (Bueno, 2003: 118-134). Entre las innovaciones más im-
portantes que se pueden mencionar se encuentran los procesos robotizados de
armadura de vehículos al interior de las plantas de Chrysler; pero en relación
con sus proveedores se han establecido intercambios electrónicos de datos, red
de información entre los proveedores asociados, transferencia de fondos elec-
trónicos y adecuaciones al sistema “justo a tiempo”, el cual tiene como fin una
mayor producción de alta calidad a menor tiempo y con el mínimo posible de
materias primas, logrando la calidad total al eliminar todo exceso de partes no
necesarias para fabricar el producto (automóvil, motores o sus partes), reducien-
do costos de operación y procesos más productivos.
20 El elemento de “territorialidad” es importante ya que la ied busca regiones donde
pueda recrear las condiciones propicias para asentar una de las fases productivas
en su cadena transnacional y así llevar a cabo la acumulación de capital a escala
global. En esta dinámica, la región en cuestión deberá contar con una dotación
de factores productivos, de incentivos económicos, políticos y fiscales conse-
cuentes con dicho propósito.
21 En Coahuila, el gobierno estatal del economista Eliseo Mendoza Berrueto en
1986, marcó la transición de la región hacia una mayor apertura económica,
lo que se tradujo en mayor inversión extranjera y mayor poder del capital em-
presarial. El gobierno de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) impulsó la con-
tinuidad de la apertura en Coahuila con la llegada al poder estatal de su amigo
etc., que ya no sólo provienen del gis, sino cada vez en mayor porcentaje de
proveedores extranjeros, incluso filiales de las mismas automotrices asentadas en
la zona. Bajo el tlcan, la industria automotriz contempla la caída en la obligato-
riedad de insumos de contenido nacional (grado de integración nacional, gin), lo
que permite el aumento de integración vertical de las plantas terminales, es decir
se incrementó el comercio intrafirma, que consiste en la compra de insumos y
materias primas a filiales de la armadora automotriz especializada en autopartes.
Este comercio intrafirma puede implicar que dicha compra de insumos sea a
través de la importación o de una proveeduría de una filial asentada en el país.
Para ver más detalles de la evolución de la disminución del contenido nacional
en la industria automotriz mexicana, véase Ruiz y Dussel (1997).
28 Véase la página auspiciada por la Secretaría de Fomento Económico del Gobier-
no de Coahuila, <www.investcoahuila.com>. [Consulta: 24 de septiembre de
2010.] 233
29 Las recientes coinversiones realizadas en actividades manufactureras de alta
tecnología y de maquiladoras automotrices terminales y el crecimiento de di-
versas empresas subsidiarias desde la década de 1980, se han conjugado con
el surgimiento de un moderno sector terciario, con sus servicios bancarios y de
asistencia y apoyo al comercio internacional, lo que en conjunto ha impulsado
la educación superior en la región sureste (Mendoza, 2001: 250-259).
Fuentes
Archivos
Bibliografía
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237
9 786077 613862