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DESARROLLO PERSONAL 2020-I

LA AFECTIVIDAD

1. EMOCIONES

a. DEFINICIÓN

La emoción es un estado afectivo que experimentamos, una reacción subjetiva al


ambiente que viene acompañada de cambios orgánicos (fisiológicos y endocrinos)
de origen innato, influidos por la experiencia.

b. EMOCIONES BÁSICAS

Robert Plutchik propuso que existen ocho emociones básicas: temor, sorpresa,
tristeza, repugnancia, enojo, expectativa, alegría y aceptación. Sin embargo, no
todas las culturas ven o categorizan las emociones de esta manera. A partir
de esas diferencias, los psicólogos distinguen entre las emociones primarias,
que son compartidas por la gente de todas partes, y las emociones secundarias,
que se encuentran en algunas culturas, pero no en todas.

Un análisis transcultural de la expresión emocional llevó a Paul Ekman a


argumentar a favor de la universalidad de al menos seis emociones: felicidad,
sorpresa, tristeza, temor, repugnancia y enojo. Muchos psicólogos agregan el
amor a esa lista de emociones básicas.

La psicología positiva se interesa en entender una de nuestras emociones: la


felicidad. La felicidad es solo un aspecto del bienestar subjetivo. Para entender
las raíces de la felicidad y de los sentimientos de bienestar, los investigadores
examinaron primero los eventos externos y las características demográficas
de la gente feliz.

c. CARACTERÍSTICAS

 Obedecen a una realidad objetiva.


 Su intensidad es alta.
 Su duración es corta.

d. COMUNICACIÓN NO VERBAL DE LA EMOCIÓN

 Calidad de la Voz

Buena parte de la información que transmitimos no está contenida en las


palabras que usamos sino en la forma en que las expresamos.

Mg. Walter Janampa Castillo Departamento de Ciencias Psicológicas


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 Expresión Facial

Las expresiones faciales son los indicadores emocionales más evidentes.


Ciertas expresiones faciales innatas o universales cumplen una función
adaptativa.

 Lenguaje Corporal

El lenguaje corporal (la postura, la forma en que nos movemos, la distancia


personal que preferimos mantener con respecto a los otros cuando les
hablamos) también expresa emoción.

 Espacio Personal

El espacio personal (la distancia que las personas mantienen entre ellas y
los demás) varía de acuerdo con las emociones sentidas.

 Actos Explícitos

Los actos explícitos, como azotar una puerta, son otra señal del estado
emocional de una persona. La gente también varía en su sensibilidad a las
señales no verbales.

2. SENTIMIENTOS

a. DEFINICIÓN

Los sentimientos son la expresión mental de las emociones; es decir se habla de


sentimiento cuando la emoción es codificada en el cerebro y la persona es capaz de
identificar la emoción específica que experimenta.

b. TIPOS

 Sentimientos Positivos

Los sentimientos positivos impulsan de un modo más constante y persistente


al acercamiento, la búsqueda, la conservación y el disfrute de las personas.

 Sentimientos Negativos
Los sentimientos negativos impulsan a comportarse en sentido contrario de los
sentimientos positivos. Hay que evitarlos pues pueden afectar nuestra vida
diaria.

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c. CARACTERÍSTICAS

 Surgen poco a poco.

 Se desarrollan en cantidad y variedad.

 Su intensidad es baja.

 Su duración es larga.

 Pueden promover conductas éticas elevadas.

 Pueden fomentar el desarrollo del bien del otro.

3. IMPORTANCIA DEL DESARROLLO AFECTIVO

El mundo afectivo en muchas ocasiones puede alterar el pensamiento, por ejemplo,


cuando estamos ciegos de odio u amor. De esta manera, es imposible pensar en un
desarrollo intelectual separado de un desarrollo emocional.

La inteligencia emocional, es la que se pone en práctica al momento de ser capaz de


reaccionar correctamente ante nuevos desafíos y responder a las exigencias de la vida.

La inteligencia emocional, supone un adecuado conocimiento de sí mismo y de


sensibilidad frente a los otros, además de ciertas características:

a. Reconocer las propias emociones: poder hacer una apreciación y dar nombre a las
propias emociones. Es necesario saber por qué se siente como se siente, para poder
manejar las emociones, moderarlas y ordenarlas de manera consciente.

b. Saber manejar las propias emociones: emociones como la ira, el miedo o la tristeza,
son mecanismos de supervivencia que forman parte de nuestro bagaje emocional
básico, por lo que no deben negarse o evitarse, sino más bien, ser asertivo en la
expresión de ellas.

c. Utilizar las habilidades personales: para manejar las emociones es importante


además, ser perseverante, disfrutar aprendiendo, tener confianza en uno mismo y
ser capaz de sobreponerse frente a los fracasos.

d. Saber ponerse en el lugar de los demás: la empatía ante otras personas requiere la
predisposición a admitir las emociones, escuchar con atención y ser capaz de
comprender pensamientos y sentimientos que no se han expresado verbalmente.

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e. Crear relaciones sociales: importante es la capacidad de crear relaciones sociales,


de reconocer conflictos y solucionarlos, de encontrar el tono adecuado y percibir
los estados emocionales de los demás.

El desarrollo de la afectividad es necesario para alcanzar una madurez emocional


adecuada, de acuerdo a la edad y etapa de vida.

Madurez afectiva implica la integración armónica de todos los componentes de la


personalidad, logrando tener una percepción correcta acerca de sí mismo, de los demás
y del mundo que nos rodea. El logro de una personalidad armónica permite un bienestar
emocional; sentirse bien interiormente.

Algunos indicadores de madurez afectiva:

a. Tener capacidad de amor maduro y que este sea un acto de voluntad, compromiso
y fidelidad.

b. Identificar, expresar y manejar todo tipo de afectos y ser sensibles a los afectos
ajenos. El ocultar o no expresar los sentimientos bloquea el crecimiento personal.

c. Disfrutar de pequeños agrados cotidianos lo que repercutirá en un estado de ánimo


más positivo y estable. Tener agrados cotidianos despierta la capacidad de
admiración.

d. Aceptar y manejar experiencias dolorosas que no podemos evitar (enfermedades,


muerte). Esto no significa suprimir las emociones sino darle a cada una el valor que
le corresponde. Aceptar el dolor como necesario para la maduración de la
personalidad.

e. Tener estabilidad emocional. No ser lábil, cambiante y tener dominio sobre el


exceso emocional.

f. Tener una autoestima alta. Esto permite estar satisfecho consigo mismo, con los
demás y con el mundo. Posibilita la capacidad de autocrítica, lo que redundará en
el propio perfeccionamiento.

g. Ser socialmente adaptado. Tener un comportamiento adecuado, ser capaz de


compartir y relacionarse en la familia, universidad, trabajo y relaciones sociales en
general. Tener capacidad para la convivencia diaria.

h. Tener un comportamiento asertivo. Para ello se requiere de una alta autoestima,


apertura y flexibilidad para actuar y capacidad de empatía frente a los demás.
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Comunicarse sin inhibición, sin agresión, sin dejarse presionar por otros sino
expresando clara, honesta y directamente lo que se desea, se siente o se piensa.

i. Mantener lazos afectivos estables. Compartir con las personas experiencias


afectivas constructivas. Sentir más satisfacción en dar que en recibir.

j. Tener un proyecto de vida con metas concretas ya que la vida no se improvisa.

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Las emociones y los sentimientos.


Nadie puede estudiar las emociones
sin ver en ellas la fuente de gran
parte de las tragedias del ser
humano.
Qué entendemos por emociones y sentimientos
A las emociones podemos definirlas como agitaciones o estados de ánimo
producidos por ideas, recuerdos, apetitos, deseos, sentimientos, pasiones...
Hay más de cien definiciones distintas de emoción, lo que demuestra que también
en esto es difícil ponernos de acuerdo. Veamos algunas. Las emociones son:
— Impulsos irracionales.
— Adaptaciones a los cambios externos o internos.
— Consecuencias de ideas mantenidas, que se ejecutan en determinado momento.
— Se representan en el teatro del cuerpo, mientras que los sentimientos lo hacen
en el teatro de la mente.
— Estados de ánimo que nos hacen reaccionar de manera pública y notoria. Los
sentimientos, en cambio, son privados.
— Impresiones de los sentidos, ideas o recuerdos que preceden a los
sentimientos y, por lo general, aunque no necesariamente, son la base de los
mismos.
— Reacciones diseñadas para ayudarnos a superar determinados cambios
externos, que pueden afectar a nuestra integridad.
Otra definición es su propia descripción etimológica. Emoción significa «impulso que
lleva a la acción».

IMPULSO
(Captado por uno o más de los cinco sentidos, o creado por el córtex
cerebral.)

EMOCIONES Y SENTIMIENTOS
(Cambios bioquímicos.)

(Emociones conscientes.
(Estados afectivos de alta
Estados afectivos de baja
intensidad y corta duración.)
intensidad y larga duración.)
ACCIÓN

Figura.1 Determinados impulsos conllevan cambios en nuestro cerebro que producen


emociones y éstas, a su vez, acciones.

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Los sentimientos, en cambio, son producto de la observación por parte de la


mente de los cambios generados por las emociones.
Los impulsos que se transformen en emociones y en acciones pueden ser
consecuencia de estímulos externos (ruidos, luces, sonidos, tactos, presiones.), e
igual sucede con las ideas y los pensamientos (véase la figura 1).
Los pensamientos y las ideas son un factor clave para nuestras emociones, actúan
más y durante más tiempo que los estímulos externos.
Las emociones, además de generar acciones, pueden también crear sentimientos,
cuando éstas se hacen conscientes y se interpretan de determinada manera.
Podemos definir los sentimientos como estados afectivos de baja intensidad y
larga duración. Por lo tanto, son estados de ánimo más estables y duraderos que
las emociones que los han generado, que se caracterizan por una mayor
intensidad y menor duración.
A partir de estas definiciones, podemos valorar la importancia de las emociones
y los sentimientos, que nos acompañan durante toda nuestra vida, pues
continuamente recibimos estímulos externos (aunque no todos sean captados
por los sentidos), y también continuamente podemos utilizar nuestra capacidad
intelectual para recordar, pensar o imaginar determinados episodios que generan
sentimientos y tendencias emocionales. Incluso cuando dormimos, algunos
sueños, al recordarlos, condicionan nuestras emociones y nuestros sentimientos.
Tipos de emociones y sentimientos
Es imposible describir y clasificar todas las emociones. Muchas de ellas se
denominan con palabras que no existen en todos los idiomas. Otras precisan
hasta veinte palabras o más para definir la misma emoción, con variantes; por
ejemplo, el miedo: pavor, susto, temor, terror, fobia, aprensión, tembleque,
pasmo...
Las emociones universales
Todas las personas de todas las culturas (incluso las invidentes o sordomudas, que
no han visto u oído cómo se manifiestan las emociones en los demás) comparten
emociones básicas que podríamos denominar universales, pues se expresan y
pueden interpretarse por una expresión facial y corporal casi idéntica. El
psicólogo estadounidense Paúl Ekman cita seis emociones universales: el miedo,
la alegría, la sorpresa, la ira, el asco o aversión y la tristeza:

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Figura 2. Representación gráfica de seis emociones


universales: miedo, alegría, sorpresa, tristeza,
ira y asco.
• El miedo en una persona se manifiesta en su cara: por sus ojos fijos y
escrutadores en la causa que desencadena el miedo; los músculos tensos y
preparados para una respuesta de huida o ataque; la boca entreabierta
mostrando los dientes, respiración frecuente e intensa, sudoración, manos
temblorosas y pelos erizados, entre otros signos.
• La alegría manifiesta diversión, euforia, sensación de bienestar y de seguridad.
Se aprecia por distintos signos: una cara relajada, boca sonriente con la
comisura de los labios elevada, mirada dulce, faz amistosa, brazos abiertos y
caídos a lo largo del cuerpo, manos entreabiertas, gesticulación reposada...
• La sorpresa nos indica asombro, desconcierto. Muestra diferentes signos: los
ojos más abiertos de lo habitual y fijos en el objeto causante de la emoción, las
cejas arqueadas, la frente fruncida, la boca entreabierta, la actitud
observadora o expectante, etc.
• La tristeza muestra pena, soledad, pesimismo. Se adivina por una mirada
perdida, con tendencia a fijarse en el suelo, la boca con rictus invertido o hacia
el suelo, la cabeza inclinada y sometida, el cuerpo flácido y sin tono, el habla
escasa y lenta, el tono apagado...
• La ira manifiesta rabia, enfado, resentimiento o furia. Nos induce a la
destrucción del objeto causante, para lo que nos da una fuerza momentánea
desmedida. La persona nos muestra una actitud belicosa, unos ojos muy
abiertos y fuera de sí, entrecejo fruncido, cara contracturada mostrando los
dientes en actitud de lucha, mandíbulas apretadas, cuerpo tenso y amenazante,
brazos levantados y con movimientos rápidos y en todas direcciones, dedos
separados mostrando las uñas, etc.

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• El asco manifiesta disgusto y rechazo. Se aprecia por la tendencia de la cara a


alejarse del objeto o la persona causante de la emoción hacia atrás o a los
lados, la nariz elevada y en busca de determinados olores desagradables,
mueca de desagrado, boca entreabierta mostrando los dientes, las manos en
actitud de separación o rechazo, con las palmas hacia el objeto o la persona.
Otras emociones y sentimientos
Además de estas emociones universales, existen una infinidad de sentimientos y
emociones, que Paúl Ekman cifra en más de tres mil.
Cada persona reacciona de forma distinta a un mismo estímulo emocional. Si le
parece que el cambio detectado puede beneficiarle, experimenta una emoción
positiva, que la hace acercarse a la fuente del estímulo mostrando sentimientos
de alegría, amor, paz, ternura, etc. En caso contrario, la emoción es etiquetada
como negativa y nos alejamos o luchamos contra ella, reaccionando con
ansiedad, odio, rabia, ira o miedo. Los seres humanos cuentan con el mecanismo
de la emoción para orientarse en determinada situación o cambio.

Emociones positivas Emociones negativas


— Felicidad — Miedo
— Paz — Ansiedad
— Compasión — Angustia
— Gratitud — Desesperación
— Ternura — Estrés
— Admiración — Depresión
— Caridad — Odio
— Empatía — Ira
— Bondad — Envidia
— Amor — Rencor
— Placer — Rabia
— Fe — Culpa
— Esperanza — Vergüenza
— Resiliencia — Resentimiento
— Bienestar — Tristeza
— Alegría — Asco
— Fortaleza — Celos
— Amistad — Soledad
— Altruismo — Pesimismo
— Estima — Decepción
— Afinidad — Egoísmo
— Satisfacción — Indignación
— Duelo

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¿Qué finalidad tienen las emociones y los sentimientos?


Las emociones, básicamente, detectan los cambios que se producen, a los que
dan respuesta mediante una lectura de «primera impresión». De hecho, las
emociones y los sentimientos buscan superar los cambios detectados, e intentan
preservar nuestra integridad y facilitar nuestra adaptación al medio que nos
rodea o que ha producido estos cambios.
Si tomamos ejemplo de las emociones universales, éstas tienen la siguiente finalidad:
— El miedo anticipa y nos avisa de algo que puede ser un peligro o una amenaza para
nosotros.
— La alegría se produce como consecuencia de detectar algo que nos favorece o
beneficia, algo que nos gusta o queremos.
— La sorpresa nos ayuda a orientarnos y tomar partido en uno u otro sentido,
ante una determinada situación que no esperábamos.
— La tristeza nos indica un estado de ánimo negativo, pero puede motivarnos
hacia la búsqueda de un nuevo estado que la mitigue o la supere.

— La ira nos da una agresividad y una fuerza momentánea desmedida que puede
permitirnos salir de muchas situaciones embarazosas.
— El asco detecta disgusto o rechazo por determinadas situaciones o personas.
Nos defiende de algo que puede molestarnos, enfermarnos o agredirnos.

1.1 La educación de los propios sentimientos.

Todos contamos con la posibilidad de conducir en bastante grado los sentimientos


propios o los ajenos. La propia sociedad en la que vivimos, nos convence de modo
consumista sobre las ventajas de un producto, lo que provoca un cambio de sentimiento
en el espectador. Lo mismo ocurre cuanto tratamos de convencer a alguien de nuestras
virtudes, de las ventajas de adquirir alguna cosa s implemente modificar los sentimientos
para llevarlos a nuestro terreno.

Todo esto lo sabemos, y aún así seguimos pensando muchas veces que los
sentimientos difícilmente pueden educarse. Y decimos que las personas son tímidas o
desvergonzadas, generosas o envidiosas, depresivas o exaltadas, cariñosas o frías,
optimistas o pesimistas, como si fuera algo que responde casi sólo a una inexorable
naturaleza.

No podemos negar, que las disposiciones sentimentales tienen un componente innato,


pero sabemos también que la familia constituye el primer agente de socialización y de
construcción de la personalidad que se irá modificando con la influencia de la propia
cultura en la que está inmersa, siendo la escuela un fuerte influjo en este proceso.

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Las disposiciones sentimentales pueden modelarse bastante. Hay malos y buenos


sentimientos, y los sentimientos favorecen unas acciones y entorpecen otras, y por tanto
favorecen o entorpecen una vida digna, iluminada por una guía moral, coherente con un
proyecto personal que nos engrandece. La envidia, el egoísmo, la agresividad, la crueldad,
la desidia, son ciertamente carencias de virtud, pero también son carencias de una
adecuada educación de los correspondientes sentimientos, y son carencias que
quebrantan notablemente las posibilidades de una vida feliz.

Educar los sentimientos es algo importante, seguramente más que enseñar


matemáticas o inglés. La ardua labor está en ocuparnos de hacerlos, mediante una labor
que debe ser compartida tanto por la propia familia, la escuela y la constante vigilancia de
la sociedad en la que viven.

¿Qué es la amistad?

La amistad es el apego a otras personas que vamos conociendo a lo largo de la vida y con las
cuales nos sentimos a gusto, contentos y comprendidos. La amistad es uno de los valores
más importantes a desarrollar en la educación de las personas ya que se trata del afecto
personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece
mediante las interrelaciones entre los seres humanos.

Una persona amistosa y sociable es capaz de establecer relaciones con los demás
caracterizadas por la libertad, la creatividad, la comprensión y la comunicación profunda de
lo que nos parece más importante.

El valor de la amistad nos dispone a ser amables y afectuosos con los otros y a tener interés
por ellos renunciando a la hostilidad y el egoísmo. La amistad es sentirse a gusto con una
persona, conversar y compartir sentimientos, convicciones, gustos, aficiones, opiniones,
creencias y proyectos es algo en común, entre dos personas, donde debe haber absoluta
estabilidad.

Cada amigo que se posee es especial e insustituible para la persona que lo tenga por eso la
amistad se debe cultivar y valorar para que pueda durar toda una vida.

La unión y complicidad entre dos personas no sólo de trata de un lazo emocional, sino
también de la fe inquebrantable en la mejor versión de la persona y en el potencial que tiene
dentro de sí. Eso implica respetar las decisiones que mejor les convengan a tus seres
queridos.

Para buenas amistades es indispensable tener cierto nivel de desapego: tienes que dejar que
los demás aprendan a valerse por sí mismos y que aprendan de sus propios pasos.
Naturalmente todos queremos mantener a nuestros seres queridos con nosotros, pero hay
que tomar en cuenta la libertad de las demás personas y que tienes que darles el espacio
para dejarlos ir, de manera que ellos regresen a ti a su propio ritmo y a su propia cuenta.

Uno de los lazos más importantes de la amistad es el amor incondicional: creer y amar a la
otra persona sin importar qué y pase lo que pase. Es precisamente este lazo de complicidad
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el que hace inspirar a las personas a ser mejor, ya que nuestros amigos también nos ayudan
a descubrir esas partes negativas dentro de nosotros que nos cuesta mucho descubrir por
más que queramos encontrarlas por nuestra propia cuenta.

Ejemplo de amistad: Cuando nos esforzamos por hacer algo útil en beneficio nuestros
amigos.

Compañerismo

El compañerismo puede ser descrito como aquel sentimiento o vinculo que se erige entre
dos o más personas pertenecientes a una dada sociedad o comunidad; esta palabra se
compone de la entrada “compañero” que deriva del latín “cum panis”, la cual quiere decir
“con pan”, además del sufijo “ismo” aludiendo a “actitud” o “tendencia”; en fin, podemos
decir que el compañerismo hace referencia a la relación armoniosa que se funda entre
compañeros. Esta relación o vínculo está plenamente relacionado con la empatía, altruismo,
generosidad y desinterés hacia otra persona junto con el deseo de su bienestar.

El compañerismo ha existido a lo largo de la historia, desde los inicios de la existencia de


la humanidad hasta nuestros días, dado que es un sentimiento que alberga el ser humano y
que lo ayuda a relacionarse en una sociedad. Las características que posee el compañerismo
generalmente corresponden a ciertas actitudes del hombre como el respeto, bondad,
solidaridad, afecto, confianza, fidelidad y lealtad; por lo tanto, el compañerismo no solo
surge del hecho de ser simplemente compañeros gracias a un nexo en particular, sino
que puede surgir de afinidades compartidas o alguna proximidad física.

Esta relación suele darse más que todo en lugares de trabajo, escuelas, relaciones
fraternales, es decir en las familias, entre otros. Por ejemplo, en el lugar de trabajo, el
compañerismo puede ser vital para la producción de una empresa debido a que en muchas
ocasiones puede lograr la diferencia de la misma en cuanto a su convivencia laboral en el
ambiente de trabajo se debe fomentar la armonía, el respeto, la confianza y motivación entre
todos los empleados de la organización, así como promover el compañerismo para que
juntos puedan alcanzar cada uno de los objetivos propuestos en una empresa.

EL CUIDADO DEL OTRO


¿Qué quiere decir cuidar?
Este término proviene del español antiguo “coidar” y este del latín “cogitare” que significa
pensar. Si buscamos la definición en el diccionario nos encontramos con: poner atención,
diligencia o solicitud en la ejecución de algo.
Cuidar también se refiere a asistir, conservar y guardar.

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La ética del cuidado

Surge como consecuencia de la toma de conciencia sobre la propia condición humana,


fundamental para comprender la vulnerabilidad y, por tanto, la corresponsabilidad que
tenemos los unos con los otros.
El reconocernos como seres vulnerables y vulneradores, capaces de las acciones más nobles,
pero también de justificar lo injustificable, de perjudicar y hacer mucho daño, nos abre a una
nueva perspectiva acerca de lo que somos, de nuestros límites y posibilidades y, sobre todo,
de la responsabilidad que tenemos de cuidar del otro.
En este sentido, Gabriel Benavidez insiste en que el cuidado del otro es un tipo de relación
en donde lo que prima no es la ley, la norma o los deberes, ni una ética universal; sino las
necesidades del otro, la corresponsabilidad que se tiene con ese otro.
Una corresponsabilidad sin dependencias en el que la sensibilidad por las necesidades del
otro, son la base sobre la cual pueden articulase las acciones que dirigen las relaciones
personales y sociales.
Sin duda, en un tiempo en el que dependemos de personas que jamás hemos visto y que, a
su vez, dependen de nosotros, el cuidado del otro da cuenta del cuidado de sí mismo.

Cuidar al otro

Cuidar indica que te estás dedicando a él, dejando de lado tus cosas y prestando atención a
lo que necesita.
El hecho de cuidar a los demás es diferente en función del ser vivo cuidado.
A un niño le arropas, a un perro lo llevas al veterinario y a una planta la riegas.
Al cuidar, no importa la acción puntual, sino la actitud que tienes hacia ese ser.
Incluso también podemos cuidar objetos (como el carro o la casa) y cuestiones abstractas (la
ideología, los valores) y siempre es lo mismo… les ofrecemos tiempo y dedicación para que
estén protegidos y no se dañen, corrompan o empeoren.

¿Primero tengo que cuidar de mí?

Seguro conocerás la frase “ámate primero a ti mismo para luego amar a los demás”.
Algo similar sucede cuando cuidas a los demás.
Es preciso que en primer lugar te sientas cuidado por ti, para que después tengas la
capacidad de cuidar a otro.
Pongamos un ejemplo muy práctico donde se demuestra que es preciso cuidarnos para
luego cuidar al otro.

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El cuidado como actitud

Se define como responsabilidad por las personas y por el mundo.


Se trata de una sensibilidad ante la realidad que nos obliga a actuar ante aquellos que
requieren del cuidado.

El cuidado como compromiso moral

Su significado se relaciona con la concienciación y la actuación ante la fragilidad del otro.


Es un compromiso moral de justicia ante la necesidad de solicitud dada su vulnerabilidad.
En todos estos casos, la tarea de cuidar ha de estar centrada en la persona cuidada.
El cuidado muestra una actividad, actitud y compromiso moral hacia aquellos que son
vulnerables y que están en situación de dependencia.
Esta presencia significativa implica ver, oír, tocar y sentir a través de un proceso de empatía
que debe estar presente en la relación interpersonal, así como con la naturaleza y el
universo.

¿Qué es la empatía? Cuando hablamos


de empatía nos referimos a la capacidad
humana de conectarnos emocionalmente
con los demás, pudiendo percibir, reconocer,
compartir y comprender el sufrimiento,
la felicidad o las emociones de otro. Es decir,
se trata de una reacción inmediata e
inconsciente, que no pasa por la razón y el
intelecto, y que nos lleva a participar
afectivamente en la situación de otro ser humano.

La empatía es una característica muy valorada en el comportamiento humano, a


menudo vinculada con la capacidad de sobrepasar diferencias de clase, cultura o raza para
conectar con las necesidades del otro. En ese sentido se vincula con la compasión y el
altruismo, y es opuesta al egoísmo y a la antipatía.

Aunque la psicología no posee conceptos definitivos de la empatía, es usual clasificarla en


dos categorías, que son:

 Empatía afectiva. También llamada empatía emocional, se basa en el contagio


emotivo, es decir, la capacidad de contagiarse de las emociones que otra persona
siente, y verse afectado por ellas. Puede darse en dos grados de intensidad:
o Preocupación empática. Se da en la medida en que destinamos parte de
nuestra energía mental a pensar los problemas de otro, estando o no en su
presencia.

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o Aflicción propia. El sufrimiento ajeno se padece “en carne propia”, es decir,


hace mella en el propio ánimo y desencadena incluso reacciones fisiológicas
semejantes.
 Empatía cognitiva. Depende de la capacidad de comprender la postura de otro, es
decir, de “ponerse en sus zapatos”. Esto puede ocurrir, de nuevo, de dos formas:
o Asunción de perspectiva. La tendencia a adoptar los puntos de vista de otro,
o al menos a comprenderlos, razonarlos y darlos por válidos.
o Fantasía. La capacidad proyectiva de la mente humana de asumir una
identificación con entidades o personajes imaginarios, o vincularse con ideas
del orden de lo irreal.

Ejemplos de empatía

Al ver una película o leer un libro, se siente uno identificado con un personaje
más que con los demás, y puede sufrir con él diversas situaciones.

El sentimiento de piedad o de dolor que se percibe ante situaciones de


injusticia o de sufrimiento ajeno, ya sea en vivo, viendo documentales, etc.

La capacidad de interceder en una disputa a favor de una persona porque se


piensa que sus argumentos son válidos o su punto de vista es correcto.

Cuando desobedecemos reglas explícitas para ayudar a una persona


necesitada, pues nos parece su dolor más importante que la fidelidad a la ley.

Defender a las personas débiles de situaciones de acoso o “bullying”.

Cuando en presencia de una lesión física o corporal, por ejemplo, de un


deportista, “sentimos” como si la hubiéramos padecido nosotros mismos.

¿Qué es el asertividad? Cuando se habla de asertividad por lo general se hace alusión a un


modelo comunicativo que busca un balance ideal entre las posturas agresivas y pasivas
de comunicación, para mantener un proceso franco, equitativo y respetuoso de intercambio
de información.

Esto significa que la comunicación asertiva es un modo de lidiar con los demás, de decir lo
que se quiere y de manejar la propia emocionalidad para lograr una comunicación eficiente
y beneficiosa para todos.

La asertividad parte de la idea de que todo individuo tiene derechos propios e inherentes
que deben ser respetados, lo cual incluye naturalmente al emisor. Existen, según esto, dos
tipos de modelos comunicativos tradicionales:

 Modelo agresivo. Aquel que contempla muy bien los derechos propios, pero muy
poco los del otro. Es un modelo egoísta, narcisista, que suele agredir a los demás o

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violentarlos verbalmente para imponer la comunicación. Suele ser desgastante para


todos los involucrados y dañar las relaciones interpersonales.
 Modelo pasivo. Aquel que se somete a los designios de los demás, contemplando
bien sus derechos, pero muy pobremente los propios. Este modelo puede ser visto
como “falto de espinazo”, tímido o dubitativo, y por lo general resulta ineficaz o
ambiguo, a menudo conduciendo a un modelo agresivo después para compensar.

De este modo, la asertividad propone una vía intermedia entre agresividad y


pasividad, basada más en la razón, la palabra hablada y la comunicación franca, sin ceder a
las emociones del momento, pero sin tampoco negarlas o subvalorarlas. Para ello, se
propone un modelo de comunicación centrado en los hechos y no en las consideraciones, en
la expresión de los sentimientos y no en la agresión.

VÍDEO Aprender a gestionar Emociones

Bibliografía
Pallarés, M. (2010) Emociones y Sentimientos. Primera edición.

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