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El trabajo de la profesora Adela Cortina, mostrando una extraordinaria capacidad de

análisis que nos atrapa desde los primeros renglones, nos emplaza a pensar en un sentido
ético, cívico y social, acerca de una forma de fobia que se manifiesta en nuestra
cotidianeidad, en la cercanía del mundo en el que vivimos y se concreta en el rechazo, el
temor y la aversión hacia el pobre, hacia el desamparado. Este es precisamente el núcleo de
una patología social, a veces desatendida por la atracción que otras realidades como el
racismo, la xenofobia o los fundamentalismos religiosos ejercen sobre los investigadores
sociales, los antropólogos o los filósofos. Sin duda, Adela Cortina, al describir la
aporafobia como un rechazo casi visceral a los pobres, sugiere además que debemos
focalizar la atención sobre un problema crucial que requiere de una respuesta contundente
desde la educación, la política y desde las propias instituciones. Desde el punto de vista de
la acción social, es indudable que disciplinas como la sociología, o el trabajo social, tienen
mucho que aportar sobre esta realidad, ya que es preceptivo e inherente a nuestra actividad
promover desde todos los ámbitos cambios en nuestra sociedad, favorecer el
empoderamiento de las personas en clara situación desventaja y exclusión social y activar
los resortes necesarios para impulsar políticas del reconocimiento de la igualdad en la
diferencia. En términos sociológicos, la aporofobia se inscribe en el marco de los discursos de odio. En este
sentido, comparte con otros discursos de odio -como la homofobia o el racismo- el conducir a acciones de
rechazo o violencia contra una persona sin importar quiénes son o cómo ha sido su vida, exclusivamente por
su pertenencia a un grupo social del cual se han levantado leyendas negras que presuntamente justifican la
creencia en quien discrimina de ser superior a la víctima de la discriminación. Otros rasgos son la ausencia de
argumentos y el no reconocer la dignidad de persona a quien paradójicamente cumple el rol de “receptor” de
un discurso de odio -en el fondo, nos dice Cortina, una suerte de monólogo. Desde el punto de vista
psicológico, una de las explicaciones de la aporofobia podría ser lo que se conoce como disonancia
cognitiva, perturbación psicológica que se experimenta cuando se  tienen dos ideas incompatibles o un
comportamiento incompatible con nuestro sistema de creencias.

En el caso de la aporofobia, se percibe una discrepancia entre la manera en que alguien se ve a sí mismo
(“soy una buena persona”) y su comportamiento (“no ayudo o miro hacia otro lado cuando me cruzo con
una persona vulnerable”). Este sentimiento puede provocar que se busque una autojustificación para
racionalizar el comportamiento, creando motivos para rechazar a las personas en situación de pobreza
(por ejemplo, culpabilizarles de esa situación).

A nivel ideológico, la hegemonía del pensamiento neoliberal, basado en el individualismo, la


competitividad y la meritocracia, presupone que el éxito sólo depende de la voluntad, el esfuerzo y el
talento, y que nada tienen que ver las circunstancias socio-económicas del país de nacimiento, la salud, o
el capital social, cultural o económico de los padres.

En vez de entender la pobreza como un fracaso social, se reacciona despreciando y culpando a los
pobres de su situación, o en el mejor de los casos, aplicándoles una presunción de culpabilidad.

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