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LOS RECURSOS NATURALES Y LA POBLACION

Los recursos naturales constituyen un tema de debate constante en la escena político-


económica contemporánea. Las formas de apropiación, explotación, comercialización y
destino final de tales recursos afectan profundamente las relaciones internacionales,
determinan flujos financieros de envergadura y son causa de conflicto entre Estados
soberanos y corporaciones transnacionales. Pero su importancia va aún más lejos.
Podría decirse que la dotación de recursos y las modalidades adoptadas para su
apropiación y explotación contribuyen a definir patrones específicos de desarrollo en
países centrales y periféricos, así como su forma de inserción en el sistema mundial, en
un proceso acumulativo que refuerza un sistema de división internacional del trabajo.

Las formas de explotación y utilización de los recursos no sólo afectan profundamente


el funcionamiento del sistema socioeconómico mundial, sino que impactan y alteran los
sistemas naturales, hasta el extremo de amenazar sus límites últimos y las posibilidades
de sobrevivencia en la tierra. Esta nueva visión del problema y la conciencia creciente
acerca de su globalidad han centrado el debate mundial en torno a la finitud de los
recursos y el freno eventual que tal finitud podría constituir para el desarrollo. Es decir,
se ha centrado la atención en la existencia y disponibilidad de los recursos, más que en
las formas de explotación y en su uso y que están estrechamente ligados al estilo actual
de desarrollo. Este énfasis en las limitaciones físicas por sobre las prioridades
socioeconómicas de ciertos grupos sociales ha fortalecido la opinión de que la escasez
relativa de los recursos naturales constituye el tope al desarrollo de la humanidad,
pasando este a ser un aspecto clave, alrededor del cual se elaboran los argumentos en
pro y en contra del crecimiento cero. Quizá la otra cara de la polémica --básicamente
centrada en los aspectos socioeconómicos-- está dada por las discusiones en torno a la
necesidad de buscar una relación más equitativa que las actuales formas de intercambio,
entre las cuales los recursos naturales ocupan un lugar de extrema importancia.

Algunos hechos, consecuencia del sistema internacional de relaciones vigente han


contribuido a enardecer el debate sobre los recursos naturales. Entre ellos cabe
mencionar las crisis de petróleo en 1973 y 1978, que atrajeron la atención pública y
centró la polémica mundial tanto en la utilización como en la disponibilidad de los
recursos energéticos y en las formas de gestión de los mismos.

Otro elemento fundamental en esta polémica es el factor población. El crecimiento


de la población, y la presión que supone sobre la producción de alimentos y recursos
naturales en general, constituye uno de los aspectos más visibles de la relación medio
ambiente-desarrollo. Como en cualquier ecosistema natural, el aumento de la población
que lo habita significa una presión creciente sobre el mismo. En el caso de la población
humana tal presión es mayor todavía, pues no se trata sólo de un aumento numérico,
sino asociado además a la creación y diversificación de nuevas necesidades. Este
aspecto cualitativo se traduce en exigencias sobre los recursos, que en términos
cuantitativos son un múltiplo del crecimiento de la población. Nuevamente en este caso,
la relación población-recursos ha sido vista más en su dimensión cuantitativa que en los
aspectos cualitativos que la acompañan y que, en términos de recursos, son muchas
veces más onerosos que el mero crecimiento de la población.
2

Los recursos naturales han sido objeto de preocupación a lo largo de la historia del
pensamiento económico. Entre diversos paradigmas científicos, su consideración ha ido
reflejando las ideologías imperantes en cada situación histórica particular.

La necesidad de una adecuada situación de recursos naturales en términos globales,


capaz de sustentar un proceso de desarrollo, fue ampliamente examinada por los
clásicos, en especial por Malthus, Ricardo y Mill. Según estos autores, la eventual
escasez de los recursos naturales llevaría a la larga a un estado estacionario. Dicha
preocupación reaparece en los llamados neomalthusianos, y más recientemente en los
trabajos patrocinados por el Club de Roma sobre los límites del crecimiento y en las
expresiones vertidas por diversos autores, posiciones éstas muy controvertidas que
mantienen vigente y vivo el debate.

Una segunda preocupación de los economistas tiene un carácter más limitado y se


enfoca al examen de la forma de utilización de recursos naturales concretos para la
producción de los bienes y servicios que demanda el mercado. En este caso el interés
por los recursos naturales está enmarcado en el enfoque tradicional de la evaluación de
proyectos: los recursos naturales son considerados como un acervo de capital, y desde
este punto de vista lo importante es definir cómo deben ser explotados, ya sea con el fin
de maximizar las utilidades del productor privado o los ingresos del país productor y su
crecimiento económico. En tal enfoque se pone el acento en la necesidad de maximizar
los retornos de la inversión, las utilidades y el aporte al producto nacional.

CONTROVERSIA SOBRE RECURSOS NATURALES-POBLACIÓN

La preocupación por la escasez de los recursos naturales fue planteada por vez primera
en forma sistemática en 1798 por Malthus. Su proposición básica se refiere a la relación
población-recurso alimenticia, y señala que mientras la población crece en proporción
geométrica, la producción alimenticia lo hace en proporción aritmética. Malthus
concreta su análisis fundamentalmente en el recurso tierra, que considera como finito.
En este contexto la escasez del factor tierra se hace extensiva al resto de los recursos,
que pasan a estimarse como limitados frente a una población siempre creciente. El
supuesto básico es que los recursos constituyen una existencia finita, siendo este hecho
el que define el concepto de escasez.

David Ricardo comparte en gran medida la preocupación malthusiana por el incremento


de la población, pero extiende sus análisis a todos los recursos y no particularmente al
recurso tierra. Sin embargo, su enfoque del problema no descansa en el hecho de que los
recursos sean finitos, sino en la comprobación empírica de que los recursos varían en
calidad y en ubicación. Ello determina un uso diferencial en función de sus respectivas
calidades y ubicaciones, que se traduce en rendimientos económicos decrecientes, al
requerir su explotación mayores cantidades de capital y trabajo. Los problemas de
escasez relativa se traducen así en precios y costos crecientes que se manifiestan desde
el momento mismo en que el recurso de menor calidad y/o más desfavorablemente
ubicado se incorpora al proceso productivo. Es decir, la escasez de recursos, desde de la
perspectiva malthusiana, se da en términos absolutos: recursos homogéneos y en
cantidades finitas. En cambio, en Ricardo el supuesto de calidad diferencial implica un
concepto distinto de escasez, definido por los rendimientos decrecientes que empiezan a
manifestarse una vez que el recurso de mejor calidad y más favorablemente ubicado ha
3

sido utilizado por completo. Esta situación no necesariamente coincide con el límite
absoluto de los recursos naturales.

John Stuart Mill clarificó y sistematizó el pensamiento de Malthus y Ricardo. Subrayó


el enfoque de éste último al asignar a su concepto de escasez --determinado por la
cantidad limitada en términos de calidad y productividad-- más importancia que a la
noción de escasez definida en términos absolutos. Destacó lo que califica como la ley
más importante de la economía política: el «efecto de escasez», que define cómo el
incremento del costo de capital y trabajo por unidad de producción, debidos a la
incorporación al proceso productivo de recursos naturales de calidades inferiores o
localizados desfavorablemente.

Un segundo elemento importante aportado por Mill es lo que denomina el progreso de


la civilización, fenómeno que contrarrestaría la tendencia a los rendimientos
decrecientes. Este principio antagónico se refiere al progreso de las técnicas agrícolas en
los conocimientos sobre agricultura y ganadería; la incorporación de nuevos productos
alimenticios, y la reducción de desechos en las actividades del agro. Dicho efecto
contrastante sería más factible en el sector minero que en el agrícola. El concepto de
progreso en los términos empleados por Mill constituye una incipiente tentativa de
incorporar el cambio tecnológico como un elemento fundamental para evitar la escasez.

Los planteamientos sobre la escasez de los recursos naturales fueron reactualizados por
los movimientos conservacionistas que se desarrollaron fundamentalmente en Estados
Unidos a fines del siglo XIX y comienzos del XX. La preocupación se circunscribe a un
problema nacional, en el cual el efecto de escasez de Ricardo y Mill es destacado por
sobre el concepto del límite absoluto de los recursos preconizado por Malthus. Un
aspecto importante esbozado por los conservacionistas es el de la interdependencia de
los recursos naturales y el de los aspectos asociados a su deterioro o pérdida como
consecuencia de la utilización de otros recursos o de su empleo en un uso alternativo.
Ejemplo de esto sería el uso de terrenos agrícolas para carreteras o zonas urbanas.

La idea de límites absolutos o de escasez de los recursos naturales como un obstáculo al


crecimiento ha sido replanteada en los informes preparados por el Instituto Tecnológico
de Massachusetts (MIT), bajo los auspicios del Club de Roma, conocidos como World
III, o, más comúnmente, en el libro de Meadows.1 Los conceptos malthusianos de
límites absolutos de los recursos y crecimiento exponencial de la población son
desarrollados y enriquecidos con la consideración de los problemas de la contaminación
y del deterioro del medio ambiente natural en general.

Dentro del modelo elaborado por Meadows y sus colegas para el Club de Roma, el tema
de los recursos naturales se examina detalladamente a través de dos submodelos: uno
para los recursos naturales «no renovables» y otro para el sector agrícola. El supuesto
básico es que los recursos minerales son limitados y que --dado el ritmo de utilización
actual-- sólo puede garantizarse un suministro de 250 años. A ello se añaden los costos
de capital para ubicar y desarrollar nuevos recursos, que aumentan rápidamente a
medida que se aproximan al límite.

Los supuestos anteriores son apoyados con un tercero, referente al desarrollo


tecnológico. éste sería incapaz de contrarrestar los efectos de costos crecientes en la
explotación de los recursos naturales de origen minero. En relación con el sector
4

agrícola, responsable de la producción alimentaria para una población que crece


exponencialmente, el modelo de Meadows postula también una serie de supuestos: la
tierra agrícola arable es limitada y son crecientes los costos de incorporar nuevas tierras
al sistema productivo. Ello se asocia al hecho de que los rendimientos de la actividad
agrícola son claramente decrecientes. Los problemas anteriores se acentúan por la
pérdida de los terrenos agrícolas, causada por un proceso centenario de erosión, a la
utilización de los suelos agrícolas para otros fines (carreteras, construcciones
habitacionales y/o industriales, etc.) y a la pérdida de fertilidad por la contaminación.

Las teorías de que la sociedad llegaría a un estado estacionario, y eventualmente al


colapso definitivo como consecuencia de la escasez de recursos naturales, vis à vis del
crecimiento exponencial de la población, fueron y aún son rechazadas por muchos.
Marx atacó violentamente las tesis malthusianas, argumentando que si la sociedad se
dirigía hacia un estado estacionario o de crisis del sistema, se debía a razones
socioeconómicas y en ningún caso a razones de límites físicos absolutos, rendimientos
decrecientes y crecimiento explosivo de la población. En su opinión, más que un
científico, Malthus era el representante de una determinada clase social, y sus
argumentos estaban orientados a justificar ciertas medidas económicas y sociales. Decía
al respecto:

The people were right here in sensing instictively that they were confronted not
with a man of science but with bought advocate, a pleader of behalf of their
enemies, a shameless sycophant of the ruler class.2

En lo referente a la población, Marx rechaza la «ley biológica natural», que llevaría a un


exceso de población.

...Dicho exceso poblacional es aparente y creado por el sistema capitalista. De


hecho, el sistema capitalista «necesita de la superpoblación». Hasta el propio
Malthus reconoce como una necesidad de la industria moderna, la necesidad de
la superpoblación, que él con su horizonte limitado, concibe como un exceso
absoluto de población obrera y no como un remanente relativo.3

El exceso de mano de obra en el sistema capitalista es una exigencia sine qua non para
su funcionamiento:

...a la producción capitalista no le basta la cantidad de trabajo disponible que


le suministra el crecimiento natural de la población. Necesita, para poder
desenvolverse desembarazadamente, un ejército industrial de reserva, libre de
esta barrera natural.4

En función de las fluctuaciones de este ejército industrial de reserva se regula el


movimiento general de los salarios. Además de la existencia de una parte de la
población obrera condenada al desempleo, crea una situación de oferta de trabajo
superior a la demanda de mano de obra, con lo cual se contribuye a la formación del
ejército industrial de reserva y se incrementa la creación de riqueza en beneficio del
capitalista. Por lo tanto,

...al producir la acumulación de capital, la población obrera produce también,


en proporciones cada vez mayores, los medios para su propio exceso relativo.
5

Es esta una ley de población peculiar de régimen capitalista, pues en realidad


todo régimen histórico concreto de producción tiene sus leyes de población
propias.5

El planteamiento marxista establece claramente que la población no debe ser


considerada como variable externa ni como un parámetro. Más bien constituye una
variable interna, cuya trayectoria y dinámica está condicionada por las formas de
producción.

Marx rechaza también el planteamiento ricardiano de los rendimientos decrecientes, con


el argumento de que su autor ignoraba la función de la innovación y el desarrollo
tecnológico como las fuerzas fundamentales del sistema capitalista. El planteamiento
malthusiano-ricardiano se encuentra en contradicción con la historia.

No cabe duda que, a medida que progresa la civilización, se ponen en cultivo


tierras cada vez de peor calidad. Pero tampoco cabe duda de que estas tierras
de peor calidad son aún relativamente nuevas en comparación con las tierras
buenas anteriores, gracias a los progresos de la ciencia... Desde 1815 el precio
del trigo ha bajado de 90 a 50 chelines y aún más, de un modo irregular pero
constante. La renta ha ido constantemente en aumento. Así ha ocurrido en
Inglaterra y también, mutatis mutandis, en todos los países del continente... Lo
fundamental en todo esto está en acomodar la ley de la renta a los procesos de
fertilidad en la agricultura, único modo de explicar, de una parte, los hechos
históricos y eliminar, de otra parte la teoría malthusiana del empeoramiento no
sólo de brazos, sino también de la tierra.6

Marx reconoce la existencia de distintos tipos de fertilidad de los suelos, pero subraya el
hecho de que la fertilidad de la tierra aumenta generalmente en forma paralela al
desarrollo de la sociedad. Once años más tarde --y también dirigiéndose a Engels 7--
afirma que la premisa ricardiana de «un deterioro constante de la agricultura parece los
más ridículo y arbitrario».

La argumentación posterior en contra de los planteamientos neomalthusianos y de las


tesis ricardianas reforzaría la importancia del desarrollo científico tecnológico como una
fuerza que se opone a los rendimientos decrecientes. La sustitución y el reciclaje,
posibilitados por la tecnología, permiten evitar la escasez y el colapso definitivo, y
explican además la tendencia a la baja de los precios de productos agrícolas y mineros.

El desarrollo científico-tecnológico contribuye no sólo a explicar el aumento en la


producción agrícola y minera, sino también el aumento de las posibilidades de
sustitución, al descubrir nuevas fuentes de materias primas y lograr nuevos productos
para satisfacer las mismas necesidades. De este modo permite, por un lado, el
desplazamiento y la sustitución hacia aquellos productos de costos menores o con
tendencias decrecientes, y por otro, explica una tendencia a la reducción de costos y al
aumento de la rentabilidad en la explotación de los recursos tradicionales.

El conocido trabajo de Barnett y Morse señala que en el periodo 1870-1957 los costos
unitarios en el sector agrícola experimentaron tendencias decrecientes, sobre todo a
partir de 1919.
6

En lo que toca a los recursos de origen mineral, en el mismo estudio se resume la


situación y se afirma que, desde 1880, los costos por unidad de producción neta,
medidos en trabajo, o trabajo y capital, ha declinado rápida y persistentemente. Hacia el
final del periodo (1960), el costo del trabajo y capital por unidad de producción sólo era
un quinto del registrado en 1889. La caída es aún mayor para el costo de trabajo tomado
aisladamente. De nuevo el incremento de productividad es más rápido en la segunda
parte del periodo que en la primera. De 1889 a 1919 se estima que el costo unitario en
capital y trabajo de la producción de minerales declinó a una tasa del 1.2% anual; de
1919 a 1947 la tasa descendió en 3.2% anual.9

Lo anterior revela que el mayor ritmo de reducción en los costos de explotación se


presenta, paradójicamente, en un periodo en que el consumo de minerales supera todos
los niveles precedentes en la historia de la humanidad.

El debate sobre la relación entre recursos y población se polariza en dos posiciones


extremas: la del estado estacionario o la del expansionismo continuo.

Las teorías del estado estacionario no son nuevas. Los clásicos no sólo lo concebían,
sino que también lo preveían y en algunos casos lo consideraban como una solución o
un estado ideal digno de alcanzarse. Tanto Adam Smith como David Ricardo veían
claros límites al proceso de crecimiento sostenible. Según la visión clásica tradicional,
tal crecimiento es posible en la medida en que exista una tasa de ganancia positiva,
aspecto que asigna a los capitalistas un papel decisivo en el proceso, pues lo mismo los
terratenientes que los trabajadores tienden a consumir la totalidad de sus ingresos.

Son los capitalistas los que ahorran una parte de sus ingresos, parte que finalmente se
transforma en un fondo de inversiones mediante el cual se expande el proceso
productivo a través de la contratación de más mano de obra, más equipos y mayor
empleo de los recursos naturales. Pero las ganancias del capital se ven afectadas por el
crecimiento de la población y por la calidad y cantidad disponible de recursos naturales.

El proceso expansionista, al aumentar la demanda de mano de obra, tiende a hacer subir


la tasa de salarios, con lo cual sube el ingreso de los trabajadores. Mejoran así sus
condiciones de vida, y con ello se produce una baja en la tasa de mortalidad, de la que,
al cabo de cierto tiempo, tiende a reducir los niveles de salarios reales.

Por otro lado, la mayor población estimula la incorporación de tierras de inferior calidad
para producir los alimentos necesarios. La presión sobre la tierra se traduce en una
mayor renta para la tierra de mejor calidad. Es así como el terrateniente tiende a
absorber un porcentaje creciente del valor producido, lo cual quiere decir que la parte a
distribuir entre capitalistas y trabajadores, ganancias y salarios, es cada vez menor. Si
declinan tanto la tasa de ganancia como la de salarios, se dan dos efectos negativos
sobre el proceso de crecimiento. En la medida en que la primera se acerca a cero, el
proceso de acumulación tiende a reducirse, y con ella el crecimiento, llegando
eventualmente a cero, cuando la tasa de ganancia llega, asimismo, a cero.

Por otro lado, la tasa de salarios tiende a bajar, llegando a sus niveles naturales o de
subsistencia. Cuando las tierras fértiles se han agotado paulatinamente, y los costos para
hacer producir la tierra más pobre sólo alcanzan para cubrir los salarios naturales, no
7

hay ya más estímulos para el capitalista, pues sus ganancias son cero y no hay
incentivos ni posibilidades para su acumulación.

Este fenómeno puede ser retardado y contrarrestado en cierta medida mientras existan
recursos naturales abundantes y de buena calidad, lo cual permitiría un proceso de
acumulación de capital tan rápido que posibilitaría elevadas tasas de salarios.

El progreso técnico, que aplaza la incorporación de tierras de menor calidad, o permite


su explotación a costos decrecientes, es la segunda forma que considera Ricardo para
retardar la llegada del estado estacionario. Finalmente, un tercer factor que lo aleja es el
comercio internacional, que permite la especialización de los países industrializados en
la producción de manufacturas y la de los países en vías de desarrollo ricos y con
abundantes tierras, en la producción alimentaria y de materias primas. Por ello, Ricardo
consideraba el estado estacionario como algo muy lejano.

Malthus pone el acento sobre el aspecto de la demanda efectiva y centra su análisis en


los efectos del aumento de producción y población resultantes de los estímulos y de los
deseos. Por lo tanto, su análisis se basa en las razones que estimulan el consumo y en
una ley del crecimiento de la población asociada a la concepción de un mundo finito y
de recursos limitados. Afirma que la riqueza produce deseos, pero que también los
deseos producen riqueza. Ahora bien, los deseos y el consumo conspicuo de los ricos
puede traducirse en cierta demanda que, a la larga, crea empleo, mientras que el
consumo de los pobres y sus deseos sólo se traducen en consumo de alimentos y
crecimiento de la población. Por el contrario, en las clases altas, el consumo conspicuo
se asocia con una política prudente en términos de expansión de la familia.

El razonamiento de Malthus es diferente en el caso de capitalistas y terratenientes que


en el de los trabajadores. Así, por un lado, la ley natural de la población le permite
pronosticar un estado inevitable de miseria para la gran masa de los habitantes, en tanto
que la teoría de la demanda efectiva ejercida por las clases pudientes asegura el empleo
del capital y el trabajo y la expansión del sistema. Sin embargo, como los recursos
naturales son finitos, el proceso tiene inevitablemente que llegar a una situación de tipo
estacionario.

John Stuart Mill se ocupó explícitamente del estado estacionario en el capítulo sexto de
sus Principios de política económica, viéndolo como resultado lógico e inevitable de un
proceso de aumento de la riqueza que irremediablemente tiene que llegar a su límite.
Reconocía que el crecimiento, aun cuando genera indudables beneficios, también tiene
sus costos. Por otro lado, dicho crecimiento sólo es aceptable en los países más
atrasados, ya que en los más desarrollados el objetivo económico debe ser una mejor
distribución, para lo cual uno de los medios recomendados es el control de la población.

En oposición a los clásicos, lo que plantea Marx es que el modo de producción


capitalista es incompatible con el proceso de crecimiento. De hecho, la esencia del
capitalismo está en la expansión económica. Esta última lleva a la centralización de los
medios de producción que, asociada a la tendencia a la baja de la tasa de ganancias, el
crecimiento del ejército industrial de reserva y la socialización de la producción
conducen al sistema capitalista a una situación de crisis, que puede estar relacionada con
un estado estacionario y cuya única alternativa es el paso a una sociedad socialista o
comunista.
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La posibilidad del estado estacionario es muy remota en el pensamiento económico


neoclásico. Por un lado, el cambio tecnológico se presenta con caracteres suficientes
como para contrarrestar la ley de rendimientos decrecientes, y, por otro, según los
neoclásicos, el aumento de la población tiende a decrecer a medida que la economía se
expande. En este esquema tanto población como tecnología son consideradas variables
externas al sistema. El pensamiento neoclásico arranca del supuesto de que los
capitalistas están dispuestos a invertir en la medida que exista un fondo de inversión
disponible a partir del cual pueden obtenerse los recursos financieros necesarios. A
través del mercado de capitales, los inversionistas se relacionan con aquellos que
ahorran y el nivel de la inversión vendrá determinado por la intersección de las curvas
de oferta y demanda de inversiones. La tasa de interés desempeña un papel fundamental
en este esquema porque, es en último término, la que determina el nivel de ahorro y el
ritmo y monto de la inversión. Aun cuando la demanda de fondos de inversión tiene,
como cualquier curva de demanda, una pendiente negativa, los adelantos tecnológicos
tienden a desplazarla, alejándola de la intersección del eje de coordenadas. Así, la
inversión emprendida se suma a un stock de capital existente, elevando la productividad
de la fuerza de trabajo. El aumento de productividad se traduce en mayores ingresos, y,
por lo tanto, en mayores ahorros (supuesta una propensión del ahorro positiva),
resultando en una oferta de fondos para inversión crecientes.

El pensamiento neoclásico descansa sobre las posibilidades de un desarrollo


tecnológico, que no presenta límites de especie alguna. Si no hubiera progreso
tecnológico, la curva de demanda para inversión no se desplazaría. Los proyectos de
más alto rendimiento van siendo completados y hay que recurrir a proyectos de menor
rendimiento, lo cual quiere decir que las curvas de demanda y de oferta para inversión
se cruzan a tasas de interés cada vez más bajas. A medida que este proceso se desarrolla,
el volumen de actividad declina, la tasa de interés puede llegar a un nivel tan bajo que la
comunidad no desee ahorrar ni invertir, y la economía se encontraría entonces en un
estado estacionario.

Por un lado, tal concepción supone una propensión al ahorro positiva, lo cual permite
crear un fondo de inversión; por otro, concibe una curva de demanda de bienes de
inversión muy elástica, de tal manera que pequeñas bajas en la tasa de interés hacen
rentable una gran cantidad de proyectos, lo que tiende a compensar con creces las
posibles bajas en los proyectos de más alto rendimiento.

El gran optimismo en las posibilidades del desarrollo tecnológico, y la visión de un


mundo abundante en recursos naturales, se tradujo en una posición contraria a tal
estado: «no parece existir razón alguna para creer que nos encontramos próximos a un
estado estacionario», escribía Marshall.10

Las posibilidades se volvieron a plantear con ocasión de la crisis de los años treinta, y
formulada explícitamente por Alvin Hansen, quien señala que la ausencia de
posibilidades de ganancia en fases declinantes del ciclo induce a una escasez de
inversiones. A medida que las fases depresivas se suceden con mayor rapidez, tal
escasez tiende a largo plazo a convertirse en un estado permanente, que lleva en forma
inevitable a un estado estacionario. Frente a esta posición, Keynes plantea que las
políticas monetaria, fiscal y de gasto público permiten superar las situaciones de crisis.
Sin embargo, considera la posibilidad a largo plazo de un estado estacionario, que
podría evitarse en la medida en que la sociedad fuera capaz de controlar la población,
9

lograr un proceso de acumulación adecuado, asignar a la ciencia la dirección del


proceso de desarrollo tecnológico y evitar las guerras.

La polémica se replantea en los últimos años no sólo como una posibilidad real o
teórica, sino en términos de una política intencional que lleve a tal estado estacionario.
Dentro de esta polémica se destacan el agotamiento de los recursos, el crecimiento de la
población y los problemas de la contaminación como aquellos elementos fundamentales
que inducen a pensar en el estado estacionario, no ya como algo inevitable o posible,
sino como algo que tiene que buscarse, como una solución a los problemas más agudos
que enfrenta la sociedad contemporánea.

El economista Kenneth E. Boulding ya planteaba veinticinco años antes que el Club de


Roma las posibilidades de limitar el proceso de crecimiento económico. Parte de la
premisa de que durante la primera mitad de este siglo la sociedad ha actuado como si el
planeta Tierra fuera un sistema abierto, gracias a una aparente abundancia de recursos
naturales y de un espacio no ocupado que permitió la expansión de la frontera
agropecuaria. Sin embargo, Boulding señala que la sociedad vive en un sistema cerrado,
con espacios perfectamente delimitados y con recursos finitos, límites éstos que son
cada vez más perceptibles. Hay que pasar de una concepción de la economía
típicamente expansiva --que denomina la economía del cowboy-- a una economía de
sistema cerrado, donde los recursos son limitados y el espacio finito. De hecho, el
hombre vive en una verdadera nave espacial, la Tierra.11

El planteamiento de Boulding es recogido por economistas como Herman Daly 12 y


Robert Heilbroner.13 Según el segundo, el punto límite de capacidad de este sistema
cerrado ha sido superado ya y prácticamente no hay posibilidades de lograr un nivel de
vida decente para la población mundial dentro del presente esquema. Siguiendo en gran
medida a Paul y Anne Ehrlich y a Boulding, señala que son tres los factores que han
llevado a estos límites: la explosión de la población, los efectos acumulativos negativos
de la tecnología y, finalmente, la situación de hambruna que vive gran parte de la
población mundial. Según Heilbroner, el problema poblacional, desde la perspectiva de
Ehrlich, difiere de la de Malthus, pues no lo examina en el contexto de la relación
oferta-demanda, sino como un problema que guarda relación con el equilibrio ecológico
total del sistema. Respecto a la tecnología, los efectos negativos del desarrollo
tecnológico han alcanzado también su punto límite debido al impacto que causan sobre
el sistema por la acumulación de bióxido de carbono en la atmósfera, la contaminación
por insecticidas y fertilizantes y los efectos contraproducentes de la revolución verde,
sobre todo el impacto social negativo de este tipo de tecnología.

Aceptando la concepción de Boulding de la nave espacial tierra, Heilbroner afirma que


hay en ella dos clases de pasajeros: unos que han logrado ya la satisfacción de sus
necesidades y un elevado nivel de vida, y los demás --que constituyen la gran mayoría--,
cuyos niveles de vida y satisfacción de requerimientos básicos son insuficientes.

El primer grupo estaría constituido por los países desarrollados y las élites de los países
en vías de desarrollo; el segundo, por la gran mayoría de la población de los países en
desarrollo. Estos países nunca podrán alcanzar a los desarrollados y, por lo tanto, tienen
que reorientar sus objetivos de desarrollo. Sin embargo, esto no es suficiente, pues de
los tres factores mencionados --población, tecnología y hambre (escasez de alimentos)--
los países en desarrollo son responsables del primero y parcialmente del último,
10

mientras que el factor tecnológico está localizado básicamente en los grupos de altos
ingresos, donde «a cada recién llegado se le equipa con la debida cantidad de capital y
maquinaria, y donde el ritmo de transformación física y química de los recursos per
capita aumenta constantemente».

Heilbroner no logra presentar soluciones diferentes a las ya tradicionales, que ponen el


acento sobre la necesidad de un crecimiento cero, indica la posibilidad de que la crisis
ecológica se traduzca en un nuevo agrupamiento político, donde no habría enemigos de
clase, sino un solo enfrentamiento de la sociedad con la naturaleza. Los sistemas
tradicionales de acumulación capitalista serían considerablemente disminuidos, se
controlaría el ritmo y el tipo de cambio tecnológico y los niveles de beneficio se verían
drásticamente reducidos. Para Heilbroner esta es la única esperanza frente a la
posibilidad alternativa de que la crisis ecológica redunde en la decadencia y destrucción
de la civilización occidental, y de la hegemonía de la ciencia y tecnología característica
del presente patrón de desarrollo.

Daly ahonda el esquema de Boulding con un violento ataque contra los modelos y
políticas económicas contemporáneas centradas en el paradigma del crecimiento,
concibiendo un estado estacionario en función de existencias y flujos constantes de
bienes de consumo y de capital, y de una población constante. En este contexto, los
recursos naturales constituyen una existencia invariable en volumen y calidad, de la cual
surge un flujo continuo --invariable también-- en cantidad del ingreso real.

En todos estos esquemas, el primer paso al crecimiento cero es siempre el crecimiento


cero de la población, y en este contexto, pese a la opinión de Heilbroner de que el
enfoque poblacional moderno respecto al crecimiento cero es diferente al malthusiano,
en la práctica sus planteamientos y recomendaciones son idénticos.

Boulding recomienda un método menos drástico que el de Garret Hardin para controlar
la población, por el simple expediente de crear un mercado de niños. Según Boulding,
cada persona tendría derecho a recibir certificados que le permitieran --sumando sus
derechos con los de su pareja-- tener un número de hijos igual al de la tasa de reemplazo
poblacional. Si la tasa de reemplazo es dos, cada persona recibiría certificados de valor
de uno. Estos permisos se podrían negociar en el mercado. Aquellos que tienen más
niños se verían obligados a pagar o comprar estas licencias a aquellos que no quisieran
tenerlos o se contentaran con un número menor al de la tasa de reemplazo.

El mecanismo de mercado, libre de la intervención burocrática gubernamental,


garantizaría de esta forma la existencia de una población constante, y al mismo tiempo
tendría efectos sociales secundarios benéficos, ya que tendería a una situación más
equitativa en la que los ricos, al tener más niños, se harían más pobres, y los pobres, por
el hecho de tener menos niños, se harían más ricos. Además esto significaría una
compensación monetaria para las parejas infértiles.

En posiciones extremas como las de G. Hardin, o en otras más modernas, como las de
Barry Commoner, es común siempre el convencimiento de que los recursos finitos de la
tierra, asociados al crecimiento de la población --de carácter explosivo en algunos
casos-- tarde o temprano llevan a una situación no sólo crítica, sino catastrófica para la
humanidad. La mayor parte de estas posiciones y planteamientos los sistematiza, con la
ayuda de la computación, el informe del Club de Roma sobre Los límites al crecimiento
11

económico, que preparó el equipo del MIT encabezado por D.L. Meadows. Las fallas
metodológicas, las insuficiencias científicas, la debilidad de la información empírica
utilizada y el claro sesgo ideológico del informe han sido largamente debatidos en los
últimos años y su discusión escapa a los propósitos de estas páginas. 17 Por otro lado, es
interesante observar que ese debate ha obligado al Club de Roma retirarse a posiciones
menos extremas, y aun a financiar estudios opuestos al informe de Meadows.18

En lugar de entrar en un debate sobre dichas posiciones, se presentan algunas


reflexiones de índole general concernientes a algunos aspectos que los planteamientos
sobre el crecimiento cero olvidan fácilmente. Estos esquemas tienden a ignorar que, aun
cuando se lograra un tasa de reemplazo poblacional en forma instantánea, es decir, hoy
día a nivel mundial, se requeriría más de un siglo para que la población lograra un
estado estacionario, hecho que debe ser evaluado tomando en cuenta los costos de esta
política de control. Pero, además, lo anterior implica que el crecimiento económico debe
continuar a un ritmo elevado, no sólo para satisfacer las necesidades de una población
que seguirá creciendo durante los próximos cien años, sino también para solucionar
graves problemas de subalimentación de gran parte de la población de países en vías de
desarrollo.

Más aún, los esquemas que preconizan el crecimiento cero parecen llevar implícita la
idea que, siendo los recursos finitos, la limitación del crecimiento es el remedio para
evitar su agotamiento, lo cual evidentemente es una falacia. El crecimiento cero no evita
el agotamiento de los recursos; sólo lo pospone. Es más, se concibe perfectamente un
estado estacionario asociado con el aumento de consumo de recursos como
consecuencia de alteraciones de patrones y estructuras de consumo. En otras palabras, la
ideología del crecimiento cero adolece de un cierto mecanicismo y de los defectos de un
análisis realizado en términos estáticos, que pone el acento sobre los costos de lograr un
estado estacionario sin señalar en forma clara y convincente sus beneficios. Ello está
asociado con el hecho concreto de que quienes quieren el estado estacionario y el
crecimiento son aquellos que no sólo han logrado un nivel de consumo más que
suficiente, sino que han entrado además en las fases del sobreconsumo o consumo
dispendioso y, por lo tanto, tienden a desear la consolidación del statu quo.

La disponibilidad de recursos depende de los costos para obtenerlos, y ello está


estrechamente vinculado al desarrollo científico tecnológico. Sobre este punto, son
muchos los partidarios del crecimiento cero que creen que puede alcanzarse deteniendo
el progreso científico y tecnológico. El argumento tiene dos objeciones fundamentales:
primero, el proceso tecnológico es un proceso acumulativo, dinámico, que supone el
abandono de ciertas técnicas y su reemplazo por otras, beneficiándose así de
conocimientos y experiencias adquiridos. No hay razones para suponer que este proceso
se detenga. En el futuro se desarrollarán nuevas técnicas así como algunas --hoy
consideradas fundamentales para el proceso de desarrollo-- pueden ser abandonadas, en
la medida en que sus efectos negativos en lo social o en lo ambiental sean tales que
superen los beneficios del desarrollo y den lugar a otras que, sin reducir esos beneficios,
incorporen además ventajas en términos de su impacto sobre el sistema natural, una
utilización más eficiente de los recursos o un efecto social y económico más justo y
equitativo.

El segundo aspecto referente a la tecnología que no se menciona es que el crecimiento


cero sólo puede obtenerse por el desarrollo y la aplicación de ciertas tecnologías y que
12

el mantenimiento del estado estacionario requeriría un desarrollo y control tecnológico


sofisticado, que permitía justamente el funcionamiento de este tipo de sociedad.

En otros términos, los partidarios del crecimiento cero consideran el problema


exclusivamente desde el punto de vista de la oferta, lo cual obliga a examinarlo como
una relación entre costos y precios, en el entendido de que la curva de oferta no es fija,
pero es evidente que no podemos limitarnos exclusivamente al examen de la oferta. No
sólo ésta depende de fluctuaciones y cambios en los precios, los costos y la tecnología;
también la demanda está afectada por esos mismos factores y, por lo tanto, es
susceptible de ser manipulada. Así pues, lo importante no es sólo la oferta potencial de
un recurso particular, sino el conjunto de funciones de oferta para todos aquellos
recursos materiales y servicios con propiedades similares, o capaces de satisfacer
idénticas necesidades. A partir de estas premisas pareciera que la limitación del
crecimiento no es una forma eficiente --ni siquiera viable-- para solucionar los
problemas asociados con la utilización de recursos, crecimiento poblacional y
desarrollo. El gran ausente en este debate sobre el crecimiento cero es el aspecto
distributivo y, más explícitamente, la interacción entre crecimiento económico,
desarrollo y distribución equitativa de los recursos y la producción.

El problema distributivo no tiene que examinarse con la óptica restringida de una simple
transferencia de recursos y riquezas entre ricos y pobres. Es algo mucho más complejo y
conflictivo. Y la complejidad y el conflicto se magnifican cuando se supera la
dimensión nacional para plantearlos en términos mundiales. Así, los partidarios del
crecimiento cero tienden a ignorar que el agotamiento de los recursos se da estando
éstos bajo el control político, tecnológico y económico, no ya de grandes países
industrializados, sino de grandes corporaciones multinacionales, y que son los países
industrializados, con menos de 20% de la población mundial, los que consumen más de
80% de los recursos.

Pareciera, entonces, que la mejor manera de solucionar el problema de los recursos no


está en restringir y frenar el proceso de crecimiento, sino más bien en reorientarlo, en
función de un patrón de desarrollo en el cual la asignación de recursos sea más racional
socialmente, y su utilización social sea más eficiente, con una gestión del sistema
natural como parte integral del proceso de desarrollo, lo cual requerirá un tipo de
tecnología más eficaz y más igualitaria y que consuma menos recursos.

Así, por un lado, la capacidad productiva no es algo fijo, sino que se expande y
diversifica, respondiendo a patrones definidos de consumo. Por otro lado, el mero
control de los recursos naturales, y su eventual transferencia a los países que los poseen,
no es suficiente si su patrón de utilización no se altera en forma sustancial.

En una posición completamente opuesta a los autores mencionados se encuentran Colin


Clark y el equipo de Hudson Institute que encabezaba Herman Kahn. El enfoque de este
último está claramente arraigado en el planteamiento de Rostow y sus teorías de las
etapas de crecimiento económico, según las cuales cada país llegará tarde o temprano a
una etapa de alto consumo masivo19. Partiendo de este supuesto, se afirma que el
crecimiento económico continuará por muchas generaciones, aunque con tasas
decrecientes. Pero tales tasas no son atribuibles a problemas de escasez de recursos ni a
limitaciones del sistema natural, sino más bien a un proceso paulatino de estabilización
en los niveles de demanda, fenómeno social que resulta de la proliferación y expansión
13

de la modernización, la alfabetización, la urbanización, la salud pública, la seguridad


social, el control de la natalidad y las políticas gubernamentales y privadas acordes con
una estructura de valor que evolucionan conforme a los factores señalados.

En este planteamiento los problemas de hambruna, sobrepoblación, escasez de recursos


y contaminación se consideran como fenómenos temporales, o aun como fenómenos de
tipo regional, que tienen que ser enfrentados, resueltos y no vistos como un desastre
inevitable. Dentro de este esquema, Kahn manifiesta su preocupación por el hecho de
que las ideologías y políticas de crecimiento impidan la solución de los problemas
presentes y, por ende, en vez de evitar el desastre, lleven a su encuentro.

La metodología utilizada es básicamente de proyecciones de tipo estadístico. El análisis


poblacional de Kahn se basa en la teoría de la transición demográfica y,
consecuentemente, la reducción en las tasas de natalidad van asociadas con el paso de la
sociedad de una etapa de desarrollo a otra. Será, así, el mismo proceso de crecimiento y
expansión del sistema el que lleve a la estabilización de la población.

En lo que toca a los recursos, Kahn, basándose en las estimaciones de la FAO, señalaba
que la disponibilidad de tierra arable potencial es cercana a cuatro veces la actualmente
cultivada, y contribuye, por lo tanto, un aspecto muy positivo a considerar en cuanto a
las posibilidades de sustentar un crecimiento continuo durante los próximos doscientos
años. Este hecho se asocia a una gran confianza en la utilización de variedades de alto
rendimiento, la introducción de nuevas prácticas agrícolas, los cambios en los patrones
de nutrición y tecnologías orientadas a la producción de alimentos de alto contenido
proteínico.

En la discusión sobre la escasez tiene un lugar preponderante el tema energético. Kahn


es en esta materia extremadamente optimista y visualiza un mundo que va desde la
utilización de recursos energéticos agotables hasta aquellos inagotables. Los problemas
energéticos que enfrentamos en la actualidad son simples fluctuaciones temporales
debidas a una mala gestión o simplemente a la mala suerte. El mundo se encuentra,
según el Hudson Institute, en los comienzos de una fase de transición desde fuentes
primarias de energía fósiles hacia otras fuentes energéticas eternas, tales como la solar,
la geotérmica y la fisión o fusión nuclear. Tal transición se completaría en los próximos
setenta y cinco años. Además, el que haya subido el precio del petróleo significa que el
carbón comienza a hacerse rentable y tenderá a reemplazarlo. Que el desplazamiento del
petróleo por el carbón no se haya producido todavía se debe a que la utilización del
carbón como fuente energética requiere proyectos de inversión de larga gestación,
incluyendo obras importantes de infraestructura --puertos y caminos--, y es además una
inversión que se amortiza en un plazo de quince a veinte años.

Por último, Kahn llama la atención al hecho de que la energía se utiliza por sistemas
altamente ineficientes, debido a un bajo conocimiento tecnológico. Los conocimientos
actuales se orientan a lograr una mayor eficiencia en la conversión y utilización de
energía, lo cual además se traduciría en una reducción importante de su impacto
ambiental.

Consideraciones similares se hacen sobre los recursos minerales, donde se subraya el


escaso conocimiento de la corteza terrestre, la posibilidad de desarrollo de nuevas
tecnologías y la perspectiva de utilizar recursos naturales provenientes de los fondos
14

marinos o ciertas rocas. Estas visiones, en opinión de Kahn y el equipo del Hudson
Institute, no son simplemente optimistas, sino que deben considerarse absolutamente
reales.

La posición de Kahn subestima y minimiza la importancia de las limitaciones de tipo


físico y natural, y las rigideces sociales, económicas e institucionales, así como la
magnitud de los impactos negativos asociados a un proceso expansivo basado en el
desarrollo tecnológico. El esquema descansa en la creencia de posibilidades
tecnológicas sin límite alguno, ignorando la interacción de aquellos factores no
tecnológicos, implícitos en su generación, su desarrollo, su adopción y puesta en
práctica por el sistema social. En otros términos, ignora que los problemas
fundamentales del desarrollo social no son básicamente tecnológicos, sino sociales,
políticos, culturales y, en último término, dependientes de un balance de poder en cada
situación histórica.

La metodología de proyecciones utilizada por Kahn se basa en la aceptación de ciertas


relaciones de causalidad implícitas en las tendencias históricas que han caracterizado el
proceso de desarrollo de los países industrializados. Pero un análisis de tendencias y su
extrapolación no necesariamente garantiza que las relaciones causa-efecto que
caracterizaron dichas tendencias históricas sean las mismas, ni que se mantendrán en el
futuro.

La metodología de proyecciones ignora el carácter sistémico del mundo real y la


dinámica implícita en las interrelaciones existentes entre las diferentes partes del
sistema. En este contexto, la metodología adoptada ignora los problemas asociados a la
forma de paso desde una situación presente a una futura. En otras palabras, minimiza las
contradicciones y los conflictos típicos del proceso de desarrollo y, sobre todo, de un
proceso de transición.

Estas extrapolaciones de tipo cuantitativo tienen dos aspectos sobre los cuales es
necesario reflexionar. Por ejemplo, Kahn señalaba que el ingreso per capita mundial
lograría, dentro los próximos cien años, un nivel intermedio entre el doble y cinco veces
el de Estados Unidos, lo cual equivale a afirmar un ingreso per capita 50 veces superior
al de la India y casi 10 veces al de México. ¿Cuáles son las implicaciones sociales,
políticas y económicas de este cambio cuantitativo? De hecho, un cambio cuantitativo
de tal magnitud necesariamente supone una situación distinta en lo cualitativo.

Además, el enfoque adoptado es profundamente mecanicista en el supuesto de que una


cierta ley histórica, no claramente especificada, entre desarrollo tecnológico y
crecimiento económico, tiende a reproducirse en el futuro. Sin embargo, hoy más que
nunca está perfectamente claro que las relaciones causa-efecto dentro un sistema tienen
un elevado margen de incertidumbre, o que son en gran medida de tipo probabilístico.
Ello se acentúa si aceptamos que la dirección del proceso tecnológico va a determinarse
en el futuro por consideraciones económicas y políticas más que por consideraciones
técnicas.

Por último, no podemos olvidar ni dejar de lado el claro sesgo ideológico implícito en
este esquema que --siendo prácticamente el mismo que el de Rostow-- ha recibido
muchos comentarios.
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Así como los enfoques catastrofistas de Boulding, etc., tuvieron su representación en un


modelo mundial como el de Meadows, los enfoques expansionistas --no necesariamente
el preconizado por Kahn-- encuentran expresión en el modelo de Bariloche,
básicamente normativo, que parte del supuesto de que los problemas no surgirán en el
futuro de limitantes físicas del sistema natural, sino que son de orden social y político y
dependen de la distribución de poder a niveles nacionales o internacionales.

Esta estructura de poder se traduce en crecientes desigualdades, que, en último término,


son las causantes del deterioro ambiental y del uso irracional de los recursos naturales.
El modelo señala que las posibilidades del mundo natural son tales, que permiten un
desarrollo económico y social más igualitario.

A modo de conclusión, podría decirse que el problema de la utilización de los recursos


naturales, el del cambio tecnológico y el del desarrollo socioeconómico, tienen que ser
considerados en la dinámica global del sistema. En ella todas las actividades se basan en
la transformación de materia y energía, lo cual requiere una gestión del sistema natural
que provee de materia y energía y que sufre el impacto de este proceso de
transformación. Pero, además, este enfoque sistémico requiere una estructura económica
e institucional capaz de poner en práctica patrones de desarrollo adecuados en función
tanto de las limitantes y condicionantes del sistema como de sus potencialidades.

Por lo tanto, no se trata de un expansionismo sin límites, que tiende a ignorar las
limitaciones del sistema en sus aspectos físicos y naturales y en sus rigideces
socioeconómicas y políticas; pero tampoco puede asimilarse una teoría de crecimiento
cero, que no sólo no soluciona los problemas asociados a la utilización de los recursos
naturales, sino que además es un franco intento de consolidación de un statu quo
vigente inaceptable en términos de los valores internacionalmente reconocidos y que
han encontrado expresión en los planteamientos sobre el nuevo orden económico
internacional y sobre la estrategia mundial para el desarrollo, que se analiza y establece
periódicamente.

RESOLVER LAS SIGUIENTES INTERROGANTES:

1.- Actualmente, ¿cuál es la preocupación mundial con respecto a los recursos


naturales?

Su mayor preocupación es la de la finitud de los recursos por el uso indiscriminado que


se le da, en las formas de apropiación, explotación y comercialización, así como
también lo que supone el crecimiento poblacional por la presión que este ejercería en el
abastecimiento de producción de alimentos y recursos en su relación de naturaleza-
población, porque relacionan la escasez de los recursos naturales con el desarrollo de la
humanidad, lo que implica que si no hay más recursos los países se quedarían
estancados.

2.- ¿Cuáles son los ejes centrales de la polémica sobre los recursos naturales y
la población?

3.- ¿Cuál es el enfoque privado en torno a los recursos naturales?


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Los recursos son finitos.

4.- Sustente la controversia sobre los recursos naturales y la población.

5.- Explique brevemente los supuestos de modelo de Meadows.

Los supuestos del modelo de Meadows son dos submodelos, uno de ellos que hace
referencia a los recursos naturales “no renovables” que son los recursos minerales que
tienen un término debido a su capacidad limitada y al ritmo de demanda actual, al que
se le añade el costo de capital para la búsqueda de nuevos recursos, y el segundo que
habla sobre el sector agrícola en el cual indica que la tierra agrícola arable es limitada y
que los costos de incorporar nuevas tierras son crecientes, todo esto relacionando la
capacidad productiva al rendimiento decreciente y a la perdida de terrenos agrícola.

6.- ¿Cuáles son las críticas de Marx al sistema capitalista?

Marx dice que el sistema capitalista tiene la necesitad de la superpoblación porque


necesita de un ejército industrial de reserva así como también que la producción
capitalista es incompatible con el proceso de crecimiento porque su esencia se basa en la
expansión económica, la cual llevaría a una centralización de los medios de producción
que junto con una baja tasa de ganancias, y el crecimiento del ejercito industrial de
reserva y la socialización de la producción conducirían al sistema capitalista a una
situación de crisis de la que solo podrían salir si pasan a una sociedad socialista o
comunista.

7.- ¿Qué es un estado estacionario?

Es el resultado de un aumento de la riqueza que tiene que llegar a su límite y que esta
acompañada de un crecimiento poblacional constante.

8.- ¿El crecimiento cero soluciona la controversia entre los recursos naturales y
la población?

No soluciona la controversia porque el crecimiento cero no evita el agotamiento de los


recursos, solo los pospone, porque que los recursos son de calidad limitada, en ese
sentido la posible solución a este problema sería la reorientación del crecimiento en
función de un plan de asignación de recursos más racional a nivel social con un uso más
eficiente, y una gestión que necesitará un tipo de tecnología más eficaz y que demande
menos recursos, pero esta solución podría funcionar solo si su patrón de uso no se altera
en forma sustancial.
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NOTA: SU RESPUESTA DEBE CENTRARSE EXCLUSIVAMENTE EN EL


PRESENTE ARTÍCULO

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