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Los recursos naturales han sido objeto de preocupación a lo largo de la historia del
pensamiento económico. Entre diversos paradigmas científicos, su consideración ha ido
reflejando las ideologías imperantes en cada situación histórica particular.
La preocupación por la escasez de los recursos naturales fue planteada por vez primera
en forma sistemática en 1798 por Malthus. Su proposición básica se refiere a la relación
población-recurso alimenticia, y señala que mientras la población crece en proporción
geométrica, la producción alimenticia lo hace en proporción aritmética. Malthus
concreta su análisis fundamentalmente en el recurso tierra, que considera como finito.
En este contexto la escasez del factor tierra se hace extensiva al resto de los recursos,
que pasan a estimarse como limitados frente a una población siempre creciente. El
supuesto básico es que los recursos constituyen una existencia finita, siendo este hecho
el que define el concepto de escasez.
sido utilizado por completo. Esta situación no necesariamente coincide con el límite
absoluto de los recursos naturales.
Los planteamientos sobre la escasez de los recursos naturales fueron reactualizados por
los movimientos conservacionistas que se desarrollaron fundamentalmente en Estados
Unidos a fines del siglo XIX y comienzos del XX. La preocupación se circunscribe a un
problema nacional, en el cual el efecto de escasez de Ricardo y Mill es destacado por
sobre el concepto del límite absoluto de los recursos preconizado por Malthus. Un
aspecto importante esbozado por los conservacionistas es el de la interdependencia de
los recursos naturales y el de los aspectos asociados a su deterioro o pérdida como
consecuencia de la utilización de otros recursos o de su empleo en un uso alternativo.
Ejemplo de esto sería el uso de terrenos agrícolas para carreteras o zonas urbanas.
Dentro del modelo elaborado por Meadows y sus colegas para el Club de Roma, el tema
de los recursos naturales se examina detalladamente a través de dos submodelos: uno
para los recursos naturales «no renovables» y otro para el sector agrícola. El supuesto
básico es que los recursos minerales son limitados y que --dado el ritmo de utilización
actual-- sólo puede garantizarse un suministro de 250 años. A ello se añaden los costos
de capital para ubicar y desarrollar nuevos recursos, que aumentan rápidamente a
medida que se aproximan al límite.
The people were right here in sensing instictively that they were confronted not
with a man of science but with bought advocate, a pleader of behalf of their
enemies, a shameless sycophant of the ruler class.2
El exceso de mano de obra en el sistema capitalista es una exigencia sine qua non para
su funcionamiento:
Marx reconoce la existencia de distintos tipos de fertilidad de los suelos, pero subraya el
hecho de que la fertilidad de la tierra aumenta generalmente en forma paralela al
desarrollo de la sociedad. Once años más tarde --y también dirigiéndose a Engels 7--
afirma que la premisa ricardiana de «un deterioro constante de la agricultura parece los
más ridículo y arbitrario».
El conocido trabajo de Barnett y Morse señala que en el periodo 1870-1957 los costos
unitarios en el sector agrícola experimentaron tendencias decrecientes, sobre todo a
partir de 1919.
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Las teorías del estado estacionario no son nuevas. Los clásicos no sólo lo concebían,
sino que también lo preveían y en algunos casos lo consideraban como una solución o
un estado ideal digno de alcanzarse. Tanto Adam Smith como David Ricardo veían
claros límites al proceso de crecimiento sostenible. Según la visión clásica tradicional,
tal crecimiento es posible en la medida en que exista una tasa de ganancia positiva,
aspecto que asigna a los capitalistas un papel decisivo en el proceso, pues lo mismo los
terratenientes que los trabajadores tienden a consumir la totalidad de sus ingresos.
Son los capitalistas los que ahorran una parte de sus ingresos, parte que finalmente se
transforma en un fondo de inversiones mediante el cual se expande el proceso
productivo a través de la contratación de más mano de obra, más equipos y mayor
empleo de los recursos naturales. Pero las ganancias del capital se ven afectadas por el
crecimiento de la población y por la calidad y cantidad disponible de recursos naturales.
Por otro lado, la mayor población estimula la incorporación de tierras de inferior calidad
para producir los alimentos necesarios. La presión sobre la tierra se traduce en una
mayor renta para la tierra de mejor calidad. Es así como el terrateniente tiende a
absorber un porcentaje creciente del valor producido, lo cual quiere decir que la parte a
distribuir entre capitalistas y trabajadores, ganancias y salarios, es cada vez menor. Si
declinan tanto la tasa de ganancia como la de salarios, se dan dos efectos negativos
sobre el proceso de crecimiento. En la medida en que la primera se acerca a cero, el
proceso de acumulación tiende a reducirse, y con ella el crecimiento, llegando
eventualmente a cero, cuando la tasa de ganancia llega, asimismo, a cero.
Por otro lado, la tasa de salarios tiende a bajar, llegando a sus niveles naturales o de
subsistencia. Cuando las tierras fértiles se han agotado paulatinamente, y los costos para
hacer producir la tierra más pobre sólo alcanzan para cubrir los salarios naturales, no
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hay ya más estímulos para el capitalista, pues sus ganancias son cero y no hay
incentivos ni posibilidades para su acumulación.
Este fenómeno puede ser retardado y contrarrestado en cierta medida mientras existan
recursos naturales abundantes y de buena calidad, lo cual permitiría un proceso de
acumulación de capital tan rápido que posibilitaría elevadas tasas de salarios.
John Stuart Mill se ocupó explícitamente del estado estacionario en el capítulo sexto de
sus Principios de política económica, viéndolo como resultado lógico e inevitable de un
proceso de aumento de la riqueza que irremediablemente tiene que llegar a su límite.
Reconocía que el crecimiento, aun cuando genera indudables beneficios, también tiene
sus costos. Por otro lado, dicho crecimiento sólo es aceptable en los países más
atrasados, ya que en los más desarrollados el objetivo económico debe ser una mejor
distribución, para lo cual uno de los medios recomendados es el control de la población.
Por un lado, tal concepción supone una propensión al ahorro positiva, lo cual permite
crear un fondo de inversión; por otro, concibe una curva de demanda de bienes de
inversión muy elástica, de tal manera que pequeñas bajas en la tasa de interés hacen
rentable una gran cantidad de proyectos, lo que tiende a compensar con creces las
posibles bajas en los proyectos de más alto rendimiento.
Las posibilidades se volvieron a plantear con ocasión de la crisis de los años treinta, y
formulada explícitamente por Alvin Hansen, quien señala que la ausencia de
posibilidades de ganancia en fases declinantes del ciclo induce a una escasez de
inversiones. A medida que las fases depresivas se suceden con mayor rapidez, tal
escasez tiende a largo plazo a convertirse en un estado permanente, que lleva en forma
inevitable a un estado estacionario. Frente a esta posición, Keynes plantea que las
políticas monetaria, fiscal y de gasto público permiten superar las situaciones de crisis.
Sin embargo, considera la posibilidad a largo plazo de un estado estacionario, que
podría evitarse en la medida en que la sociedad fuera capaz de controlar la población,
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La polémica se replantea en los últimos años no sólo como una posibilidad real o
teórica, sino en términos de una política intencional que lleve a tal estado estacionario.
Dentro de esta polémica se destacan el agotamiento de los recursos, el crecimiento de la
población y los problemas de la contaminación como aquellos elementos fundamentales
que inducen a pensar en el estado estacionario, no ya como algo inevitable o posible,
sino como algo que tiene que buscarse, como una solución a los problemas más agudos
que enfrenta la sociedad contemporánea.
El primer grupo estaría constituido por los países desarrollados y las élites de los países
en vías de desarrollo; el segundo, por la gran mayoría de la población de los países en
desarrollo. Estos países nunca podrán alcanzar a los desarrollados y, por lo tanto, tienen
que reorientar sus objetivos de desarrollo. Sin embargo, esto no es suficiente, pues de
los tres factores mencionados --población, tecnología y hambre (escasez de alimentos)--
los países en desarrollo son responsables del primero y parcialmente del último,
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mientras que el factor tecnológico está localizado básicamente en los grupos de altos
ingresos, donde «a cada recién llegado se le equipa con la debida cantidad de capital y
maquinaria, y donde el ritmo de transformación física y química de los recursos per
capita aumenta constantemente».
Daly ahonda el esquema de Boulding con un violento ataque contra los modelos y
políticas económicas contemporáneas centradas en el paradigma del crecimiento,
concibiendo un estado estacionario en función de existencias y flujos constantes de
bienes de consumo y de capital, y de una población constante. En este contexto, los
recursos naturales constituyen una existencia invariable en volumen y calidad, de la cual
surge un flujo continuo --invariable también-- en cantidad del ingreso real.
Boulding recomienda un método menos drástico que el de Garret Hardin para controlar
la población, por el simple expediente de crear un mercado de niños. Según Boulding,
cada persona tendría derecho a recibir certificados que le permitieran --sumando sus
derechos con los de su pareja-- tener un número de hijos igual al de la tasa de reemplazo
poblacional. Si la tasa de reemplazo es dos, cada persona recibiría certificados de valor
de uno. Estos permisos se podrían negociar en el mercado. Aquellos que tienen más
niños se verían obligados a pagar o comprar estas licencias a aquellos que no quisieran
tenerlos o se contentaran con un número menor al de la tasa de reemplazo.
En posiciones extremas como las de G. Hardin, o en otras más modernas, como las de
Barry Commoner, es común siempre el convencimiento de que los recursos finitos de la
tierra, asociados al crecimiento de la población --de carácter explosivo en algunos
casos-- tarde o temprano llevan a una situación no sólo crítica, sino catastrófica para la
humanidad. La mayor parte de estas posiciones y planteamientos los sistematiza, con la
ayuda de la computación, el informe del Club de Roma sobre Los límites al crecimiento
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económico, que preparó el equipo del MIT encabezado por D.L. Meadows. Las fallas
metodológicas, las insuficiencias científicas, la debilidad de la información empírica
utilizada y el claro sesgo ideológico del informe han sido largamente debatidos en los
últimos años y su discusión escapa a los propósitos de estas páginas. 17 Por otro lado, es
interesante observar que ese debate ha obligado al Club de Roma retirarse a posiciones
menos extremas, y aun a financiar estudios opuestos al informe de Meadows.18
Más aún, los esquemas que preconizan el crecimiento cero parecen llevar implícita la
idea que, siendo los recursos finitos, la limitación del crecimiento es el remedio para
evitar su agotamiento, lo cual evidentemente es una falacia. El crecimiento cero no evita
el agotamiento de los recursos; sólo lo pospone. Es más, se concibe perfectamente un
estado estacionario asociado con el aumento de consumo de recursos como
consecuencia de alteraciones de patrones y estructuras de consumo. En otras palabras, la
ideología del crecimiento cero adolece de un cierto mecanicismo y de los defectos de un
análisis realizado en términos estáticos, que pone el acento sobre los costos de lograr un
estado estacionario sin señalar en forma clara y convincente sus beneficios. Ello está
asociado con el hecho concreto de que quienes quieren el estado estacionario y el
crecimiento son aquellos que no sólo han logrado un nivel de consumo más que
suficiente, sino que han entrado además en las fases del sobreconsumo o consumo
dispendioso y, por lo tanto, tienden a desear la consolidación del statu quo.
El problema distributivo no tiene que examinarse con la óptica restringida de una simple
transferencia de recursos y riquezas entre ricos y pobres. Es algo mucho más complejo y
conflictivo. Y la complejidad y el conflicto se magnifican cuando se supera la
dimensión nacional para plantearlos en términos mundiales. Así, los partidarios del
crecimiento cero tienden a ignorar que el agotamiento de los recursos se da estando
éstos bajo el control político, tecnológico y económico, no ya de grandes países
industrializados, sino de grandes corporaciones multinacionales, y que son los países
industrializados, con menos de 20% de la población mundial, los que consumen más de
80% de los recursos.
Así, por un lado, la capacidad productiva no es algo fijo, sino que se expande y
diversifica, respondiendo a patrones definidos de consumo. Por otro lado, el mero
control de los recursos naturales, y su eventual transferencia a los países que los poseen,
no es suficiente si su patrón de utilización no se altera en forma sustancial.
En lo que toca a los recursos, Kahn, basándose en las estimaciones de la FAO, señalaba
que la disponibilidad de tierra arable potencial es cercana a cuatro veces la actualmente
cultivada, y contribuye, por lo tanto, un aspecto muy positivo a considerar en cuanto a
las posibilidades de sustentar un crecimiento continuo durante los próximos doscientos
años. Este hecho se asocia a una gran confianza en la utilización de variedades de alto
rendimiento, la introducción de nuevas prácticas agrícolas, los cambios en los patrones
de nutrición y tecnologías orientadas a la producción de alimentos de alto contenido
proteínico.
Por último, Kahn llama la atención al hecho de que la energía se utiliza por sistemas
altamente ineficientes, debido a un bajo conocimiento tecnológico. Los conocimientos
actuales se orientan a lograr una mayor eficiencia en la conversión y utilización de
energía, lo cual además se traduciría en una reducción importante de su impacto
ambiental.
marinos o ciertas rocas. Estas visiones, en opinión de Kahn y el equipo del Hudson
Institute, no son simplemente optimistas, sino que deben considerarse absolutamente
reales.
Estas extrapolaciones de tipo cuantitativo tienen dos aspectos sobre los cuales es
necesario reflexionar. Por ejemplo, Kahn señalaba que el ingreso per capita mundial
lograría, dentro los próximos cien años, un nivel intermedio entre el doble y cinco veces
el de Estados Unidos, lo cual equivale a afirmar un ingreso per capita 50 veces superior
al de la India y casi 10 veces al de México. ¿Cuáles son las implicaciones sociales,
políticas y económicas de este cambio cuantitativo? De hecho, un cambio cuantitativo
de tal magnitud necesariamente supone una situación distinta en lo cualitativo.
Por último, no podemos olvidar ni dejar de lado el claro sesgo ideológico implícito en
este esquema que --siendo prácticamente el mismo que el de Rostow-- ha recibido
muchos comentarios.
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Por lo tanto, no se trata de un expansionismo sin límites, que tiende a ignorar las
limitaciones del sistema en sus aspectos físicos y naturales y en sus rigideces
socioeconómicas y políticas; pero tampoco puede asimilarse una teoría de crecimiento
cero, que no sólo no soluciona los problemas asociados a la utilización de los recursos
naturales, sino que además es un franco intento de consolidación de un statu quo
vigente inaceptable en términos de los valores internacionalmente reconocidos y que
han encontrado expresión en los planteamientos sobre el nuevo orden económico
internacional y sobre la estrategia mundial para el desarrollo, que se analiza y establece
periódicamente.
2.- ¿Cuáles son los ejes centrales de la polémica sobre los recursos naturales y
la población?
Los supuestos del modelo de Meadows son dos submodelos, uno de ellos que hace
referencia a los recursos naturales “no renovables” que son los recursos minerales que
tienen un término debido a su capacidad limitada y al ritmo de demanda actual, al que
se le añade el costo de capital para la búsqueda de nuevos recursos, y el segundo que
habla sobre el sector agrícola en el cual indica que la tierra agrícola arable es limitada y
que los costos de incorporar nuevas tierras son crecientes, todo esto relacionando la
capacidad productiva al rendimiento decreciente y a la perdida de terrenos agrícola.
Es el resultado de un aumento de la riqueza que tiene que llegar a su límite y que esta
acompañada de un crecimiento poblacional constante.
8.- ¿El crecimiento cero soluciona la controversia entre los recursos naturales y
la población?