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Título original:Everything Has Two Handles.

The Stoic's
Cuide to the Arto/Living
Traducciónde: Paloma Tejada

Esta obra ha sido publicada originahnente en Estados Unidos por Hamilton Books,
de Rowman & Littlefield Publishing Group, Lanham, Maryland USA. Traducción
autorizada. Todos los derechos reservados

Diseño de colección: Estudio de Manuel Estrada con la colaboración de Roberto


Turégano y Lynda Bozarth
Diseño de cubierta: Manuel Estrada

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Copyright © 2008 by Hamilton Books


© de la traducción, Paloma Tejada Caller, 2011
© Alianza Editorial, S. A., Madrid, 2011
Calle Juan Ignacio Luca de Tena, 15;
28027 Madrid; teléfono 91393 88 88
www.alianzaeditorial.es

ISBN: 978-84-206-4339-7
Depósito legal: M. 451-2011
Composición: Gráficas Blanco, S. L.
Impreso en Huertas Industrias Gráficas, S. A.
Printed in Spain

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Índice

13 Agradecimientos
15 Introducción
23 l. Razón y emoción
45 2. Mortalidad y sentido de la vida
55 3. Moralidad y el respeto hacia uno mismo
61 4. El control de la adversidad
79 5. Perfeccionismo, virtud y aceptación de
uno mismo
97 6. Cómo vivir en armonía con el universo
111 7. Cómo vivir nuestro aquí y ahora
123 8. La opinión de los demás
129 9. El vínculo común de la existencia
135 10. Felicidad y talante
147 11. Satisfechos con lo que tenemos
155 Bibliografía
159 Índice analítico

7
El libro está dedicadoa la memoria
de mi madre, FrancesPies Oliver,
que tan bien supo ver esa
«racionalidadesencial»que subyacea
la perspectivaestoicadel mundo, y
que con tanta dulzura nos la
transmitió a sus hijos.
Toda cosa tiene dos asas}
una que sirve y otra que no. 1

l. Los textos de Epicteto en español se han tomado de la traducción de


Reyes Alonso, 1993. (Epicteto, Manual Madrid, Civitas).
Agradecimientos

Quiero dar las gracias a Ira Allen y a Linda Orlando


por la profesionalidad con que han acometido la
edición del presente libro. Quiero asimismo expre-
sar mi gratitud al doctor Richard Berlín, que se
brindó a leer el manuscrito; a la doctora Cynthia
Geppert por haberme servido en tantas ocasiones
de inspiración espiritual y profesional; y a Robert
Deluty, doctor en Medicina, por animarme a seguir
cuando el libro estaba todavía en ciernes. Por últi-
mo, agradezco a mi mujer, Nancy Butters, trabaja-
dora social clínica, la paciencia y el apoyo que me
ha dedicado.

13
Introducción

Quede claro desde el principio que el volumen que


el lector tiene entre las manos no va dirigido a filó-
sofos, ni pretende dar muestra de elevada erudi-
ción. Se trata simplemente de un libro destinado a
satisfacer la curiosidad del profano que desee
aprender a vivir, a vivir feliz. Si bien los principios
de que vamos a hablar están tomados de los anti-
guos griegos y romanos, creo que en nuestro aquí y
ahora siguen manteniendo su vigencia. Y, como la
vida moderna nos obliga a afrontar nuevos retos y
miedos probablemente mayores que los que inquie-
taban a los antiguos estoicos, las lecciones que ex-
traigamos de aquellos sabios resultarán más rele-
vantes hoy incluso que hace dos milenios.
Más que presentar las ideas del pensamiento es-
toico como si estuviera dando una conferencia, lo
que me propongo es dejar que tales ideas «afloren»

15
Todo tiene dos asas

a la superficie y afecten a nuestra manera de conce-


bir el mundo. Espero que a medida que leáis los
distintos fragmentos filosóficos no sólo vayáis en-
tendiendo mejor qué es el estoicismo, sino que ad-
virtáis hasta qué punto esta filosofía contribuye a
ver la vida de manera notablemente distinta. Pese a
que en el libro me centro en uno de los pensadores
del estoicismo tardío -el gran emperador romano,
Marco Aurelio (121-180 d. C.)- recurriré a otras
fuentes antiguas y modernas cuando resulte necesa-
rio, sin descartar lo que pueden ofrecernos la tradi-
ción judía y la cristiana.
Erróneamente suele pensarse que el estoicismo
carece de base espiritual, que no es más que «lógica
pura y dura». En realidad la filosofía estoica se nu-
tre de profundas fuentes espirituales y en muchos
casos los creyentes encontrarán paralelismos entre
lo que decimos y lo que sostiene su fe. (Quienes es-
tén familiarizados con el budismo o el taoísmo van
a reconocer en el estoicismo muchos rasgos com-
partidos.) Pero además de citar convenientemente
la existencia de tales fuentes religiosas y espiritua-
les, me he tomado la libertad de ofrecer comenta-
rios personales y de incluir casos elaborados a partir
de mi experiencia como psiquiatra. (Todos los nom-
bres que aparecen son ficticios y la mayoría de los
personajes que intervienen en los retratos robot to-
man rasgos de distintos pacientes reales o de enfer-
mos típicos.) Llegaré incluso a intercalar algún chis-

16
Introducción

te, pero sólo de vez en cuando: aunque los estoicos


no eran precisamente conocidos por su desenfrena-
do sentido del humor, sabemos que mantenerlo re-
sulta clave para fortalecer la salud y la felicidad.
Antes de introducirnos en la filosofía estoica, qui-
zá debamos dar algunas pautas. Cuando oímos la
palabra «estoico», ¿qué es lo primero que nos viene
a la cabeza? ¿Un personaje de una obra de teatro
clásico de las que ofrecía el espacio Estudio 1? ¿Uno
de esos tipos flemáticos y distantes del siglo XIX in-
glés, que contenían sus emociones hasta el punto de
parecer impasibles? O, si hemos nacido entre los
años cincuenta y sesenta, el término puede que nos
evoque a Mr. Spock, el personaje la serie Star Trek}
una de mis favoritas. Y, si lo analizamos, el caso es
que Mr. Spock manifiesta rasgos de los antiguos fi-
lósofos estoicos, aunque no siempre. (Entre otras
cosas, Mr. Spock parece normalmente más interesa-
do en dominar sus emociones que en adoptaruna vi-
sión del mundo que permita en último término pres-
cindir de dicho control afectivo.)
Sin duda, el «estoicismo» no goza de particular
buena fama. Para quienes crecimos en la década de
los sesenta, en que el lema era «¿qué más te da?»,
«deja que las cosas sigan su curso», la idea de com-
portarse «estoicamente» nos parecía, bueno, retró-
grada y un tanto «neura». En nuestra época se ha
valorado mucho más el expresar las emociones que
el entenderlas; o, al menos, no hemos sabido cali-

17
Todo tiene dos asas

brar hasta qué punto los excesos de nuestras mani-


festaciones emocionales estaban privándonos de la
felicidad. Y sin embargo, investigadores como Al-
bert Ellis o Aaron Beck, pioneros de la terapia cog-
nitiva o cognitiva conductual (CBT en inglés), ya
llevaban tiempo hablando de esto. Ellis, concreta-
mente, se aproxima mucho a los estoicos (sobre
todo al esclavo Epicteto) cuando formula lo que de-
nomina «Terapia Racional Emotiva Conductual»
(REBT, por sus siglas en inglés).
En las páginas que siguen confío en poder demos-
trar que el auténtico estoicismo no consiste simple-
mente en mantenerse impasible ante la adversidad
o en aplacar los sentimientos con mano de hierro.
El estoicismo es mucho más; es una especie de acti-
tud mental y espiritual. Podríamos decir que el es-
toico es alguien que pretende vivir de acuerdocon las
eternas leyes de la naturaleza o con las eternas leyes
divinas, según como interpretemos el concepto es-
toico de «logos», en este caso. Es cierto que muchos
textos escritos por diversos filósofos defienden la
idea de modulación emocional,·pero de ahí no debe-
mos concluir que el ideal sea lograr seres humanos
apáticos e imperturbables. Muy al contrario, existe
un «área de moderación intermedia» que es la que
más se ajusta a nosotros en tanto que criaturas ra-
cionales. Como indica Marco Aurelio: «La perfec-
ción moral tiene esto: pasar cada día como el últi-
mo, no sufrir convulsiones, no estar entorpecido,

18
Introducción

no ser falso» (Meditaciones,VII: 69)1.De hecho, di-


cen que los estoicos se esfuerzan por alcanzar la
apatheia, pero sería erróneo entender este término
como «apatía», en su acepción negativa; apatheia
implica más bien una especie de ecuanimidadespiri-
tual. Marco Aurelio dice: «La alegría de un hombre
es hacer lo que es propio de un hombre. Propio de
un hombre es la bondad para con sus semejantes ...»
(Meditaciones,VIII: 26). ¡Aquí comprobamos que
Marco Aurelio no desea ni mucho menos que su-
primamos nuestras alegrías! Lo que pretende es
enseñarnos a encontrar la verdadera alegría en la
benevolencia, tal y como marca la razón natural.
Encontramos un sentimiento similar en las páginas
del sabio judío Rav Eliyahu de Vilna, conocido
como el Vilna Gaon o Gaon de Vilna (1720-1727),
cuando nos dice: «Los deseos hay que purificarlos e
idealizarlos, no exterminarlos».
Los estoicos pretenden entender «cómo son las
cosas» y vivir de acuerdo con ello. De ahí que
aunque para ser estoico no hay que creer en Dios, sí
hay que entender cómo está, digamos, organizadoel
universo. Cuando comprendemos cómo funcionan
las cosas y lo aceptamos, nos serenamos por dentro
y nos liberamos, lo cual nos permite perseguir pla-
ceres más elevados. Si nos empeñamos en rechazar

l. Las traducciones de Marco Aurelio al español se han tomado de la


edición de Bartolomé Segura, Marco Aurelio: Meditaciones. Madrid,
Alianza. 1999.

19
Todo tiene dos asas

que las cosas son como son, nos impedimos ser feli-
ces (e impedimos que los demás lo sean). Si vivimos
de acuerdo con los principios estoicos, no tendre-
mos necesidad de aplacar nuestros sentimientos,
porque se trata de que nuestros sentimientos se
ajusten a «como son las cosas».
Puede que en este momento el lector esté pensan-
do: «¿Acaso no hay ocasiones en que no debamos
aceptar que las cosas son como son?» «Cuando ve-
mos casos de terrible injusticia social, por ejemplo,
¿no estamos obligados a cambiar el status qua?».
Son preguntas excelentes, a las que, por lo que en-
tiendo, los estoicos contestan con un claro y rotun-
do «¡Sí!». Y para comprenderlo, debemos enten-
der que una parte de ese «como son las cosas» está
definida por nuestros propios valores y aspiraciones
personales. El hecho de que pretendamos mejorar
el mundo forma parte de la realidad tanto como las
rocas, los árboles o las tortugas, y, desde luego, no
tiene menos entidad real que los males sociales que
deseamos erradicar. Es decir, tenemos todo el dere-
cho a intentar cambiar las cosas a mejor, incluso la
responsabilidad de hacerlo. Pero si, después de es-
forzarnos al máximo, fracasamos, ¡nada nos obliga
a asumir además el abatimiento!
De ahí que el estoicismo tiene mucho en común
con esa invocación, un tanto manida que suele apa-
recer en las guías de consejos para aprender a diri-
gir «reuniones paso a paso»: «Dame serenidad, Se-

20
Introducción

ñor, para aceptar las cosas que no puedo cambiar,


valor para cambiar las que puedo cambiar y la sabi-
duría que hace falta para discernir entre unas y
otras». El estoicismo no supone una mera acepta-
ción pasiva del status qua; lo que busca es compren-
der fundadamente cómo son las cosas y mejorar lo
que se pueda mejorar racionalmente, incluidos no-
sotros mismos.
Dicho esto, también es verdad que los sabios a ve-
ces no saben por dónde andan. Y no es raro encon-
trar casos, por ejemplo, en que los :filósofosestoicos
van algo más allá de lo que para mí resulta acepta-
ble a la hora de inducirnos a contener las emocio-
nes. Esto ocurre normalmente cuando hablan del
período de duelo o de la alegría desbordante. Pero
lo que está claro es que no tenemos por qué sentir-
nos obligados a seguir ciegamente los principios es-
toicos en lo referente a tales estados emocionales.
Como nos recuerda el filósofo A. C. Grayling -y
como han reconocido últimamente los neurólogos
conductuales- «la razón y el sentimiento son dones
igualmente valiosos e igualmente necesarios. Si uno
no atempera al otro, lo único que se consigue es el
empobrecimiento espiritual e intelectual» (2002: 5).
Y Samuel Johnson defiende esta misma idea, acaso
con más fuerza:

Hay muchos... que nos aconsejan no entregarnos a


nuestros placeres favoritos, no permitirnos el lujo del

21
Todo tiene dos asas

. cariño y mantener siempre la mente suspendida en un


estado de indiferencia, para que podamos cambiar lo
que nos rodea sin sentirnos afectados ... pero el intento
de mantenernos vivos en tal estado de neutralidad va
contra la razón y resulta vano.

Johnson, 1750

Bueno, ya está bien de prólogo. Escuchemos a los


maestros y veamos en qué medida podemos aprove-
char su sabiduría para nuestros fines, para nuestra
personal búsqueda de una vida mejor.

22
1. Razón y emoción

Las cosas no afectan al alma, sino que


permanecen fuera, inmóviles, y las
perturbaciones nacen sólo de la
opinión interior... El mundo es
alteración, la vida, opinión.

Marco Aurelio, Meditaciones, IV: 3

«Las cosas no afectan al alma.» Esta afirmación


aparentemente tan sencilla representa la piedra
angular del estoicismo. Consideremos el caso de
Ángela, una mujer de 28 años, divorciada, madre
de dos hijos, que se esfuerza por «ser buena ma-
dre y esposa». En cuanto su hija Tiffany de cinco
años empezó a «dar la lata» en el colegio y a tener
pataletas en casa, Ángela cayó en una depresión de
manera fulminante. Cada vez pasaba más tiempo
en la cama, dejó de hacer lo que hacía normalmen -
te y empezó a perder la confianza en su valor como
persona y como madre. « ¡Tiff any me está volvien -
do loca!», le dijo Ángela al terapeuta. «No hace
más que chillarme, independientemente de lo que
haga, y siempre me está espetando lo mala madre

23
Todo tiene dos asas

que soy. Se lo comenté a una amiga y lo único que


conseguí es que me criticara por no "saber impo-
ner la adecuada disciplina" a Tiffany, ¡como si no
lo hubiera intentado! Y eso fue lo que más me
hundió. Realmente no debo ser muy buena madre,
si tanto mi hija como mi amiga me consideran tan
inútil.»
Todos -tanto más si tenemos niños pequeños-
nos podemos poner en la situación de Ángela. Qui-
zá incluso lleguemos a reconocer que: «¡Uf!, yo, en
su caso, también me deprimiría». Puede ser. Pero lo
curioso es que no todas las madres que viven exacta-
mente esas mismas circunstancias tan desgraciadas
sufren una depresión clínica. Una cosa es que estén
tristes y otra que caigan en una depresión aguda. ¿A
qué se puede deber esto? La respuesta que ofrecen
los estoicos es muy similar a la que hoy en día nos
proporcionan los terapeutas cognitivo-conductua-
les: Ángela no está deprimida porque Tiffany la
«vuelva loca», ni por tener una amiga tan insensi-
ble, sino por su propia manera de pensar. 1 Ángela
se pasa el día atormentándose con una serie de ideas

l. Los psiquiatras añadirían una salvedad importante a este respecto: en


casos de depresión severa, casi siempre se observan factores genéticos,
biológicos o químicos que inciden negativamente en la enfermedad. Con
frecuencia gracias a una medicación adecuada, se puede conseguir que los
individuos se encuentren mejor. Para quienes estén interesados en profun-
dizar sobre estas cuestiones biológicas, les recomiendo fervientemente el
excelente ensayo, de fácil lectura, escrito por el doctor John Medina:
Depression: How it Happens. How it is Healed (New Harbinger Publica-
tions, 1998).

24
l. Razón y emoción

contraproducentes e irracionales, como por ejem-


plo: «Si mi hija me chilla, debe ser porque no soy
buena madre» o «Si mi amiga me critica es porque
tengo que estar más pendiente».
En términos estoicos, es la opinión que Ángela vier-
te sobre los acontecimientos externos lo que la está al-
terando, no los acontecimientos en sí. ¡Cambia de opi-
nión, cambia tu manera de sentir las cosas!
No cabe duda de que esto es mucho más fácil de
decir que de hacer y por muy estoico que uno sea, si
te dan un buen pisotón, no podrás evitar lanzar un
¡ay! Las personas no controlamos completamente
el modo en que nos afectan las cosas, pero ejerce-
mos una influencia sobre nuestras emociones mu-
cho mayor que la que nos vemos obligados a asumir
por las películas, las canciones o la cultura «victi-
mista» en la que estamos inmersos.
Pero ¿qué es lo que defiende Marco Aurelio sobre
el universo y la «transformación»? Supongo que irá
quedando claro a medida que avancemos. De mo-
mento, la próxima vez que te encuentres preocupa-
do por algo razonablemente trivial, pregúntate lo si-
guiente: ¿En qué medida va a influir este problema
en mí o en quien sea dentro de mil años? Y ¿dentro
de un año? ¿Y dentro de una semana? Enlama-
yoría de los casos, probablemente contestes: «No
mucho». El universo es esencialmente variación y
cambio y lo que tú pienses sobre esa variación regirá
tu propia manera de sentir. Como dijo Shakespeare

25
Todo tiene dos asas

en Hamlet (II.ii: 253 ): «Porque nada hay bueno ni


malo si el pensamiento no lo hace tal»2 •

Todos los estados encuentran su origen en la mente.


La mente es su fundamento y son creaciones de la
mente... Si uno habla o actúa con un pensamiento
puro, entonces la felicidad le sigue como una sombra
que jamás le abandona ... Cualquier daño que un ene-
migo puede hacer a su enemigo, o uno que odia a uno
que es odiado, mayor daño puede ocasionar una men-
te mal dirigida .... El bien que ni la madre, ni el padre,
ni cualquier otro pariente pueda hacer a un hombre, se
lo proporciona una mente bien dirigida, ennoblecién-
dolo de este modo 3 •

El Dhammapada

·k

Al amanecer, dite a ti mismo: me voy a tropezar con un


indiscreto, un desagradecido, un insolente, un envidio-
so, un insociable. Todo esto les sucede por su ignorancia

2. Traducción española de Luis Astrana Marín, Hamlet, Madrid, Alianza


Editorial, 2005.
3. Traducción española de: http://www.oshogulaab.com/BUDNTEXTOS/
budadamapada.htm#Cap %C3 %ADtulo %201: %20Versos %20gemelos;
Editado en español: 2006. Biblioteca de la sabiduría oriental [Monografía].
RBA coleccionable ISBN 13: 978-84-473-4753-7 ISBN 10: 84-473-4753-2

26
1. Razón y emoción

del bien y del mal ... [pero] no puedo sufrir daño por
obra de ninguno de ellos... y no puedo enfadarme
con un pariente ni odiarlo.

Marco Aurelio, Meditaciones}II: 1

Cuando te encuentres con quien sea, dite al punto a ti


mismo: «Éste ¿qué idea tiene del bien y del mal?» ...
[entonces] no me parecerá asombroso ni extraño si
hace estas cosas ...

Marco Aurelio, Meditaciones}VIII: 14

Todos los días Jim llegaba a la oficina hecho un de-


sastre. Como vivía a unos 80 km de Boston y te-
nía que coger el coche, terminaba invariablemente
echando pestes contra «esos imbéciles que no sa-
ben conducir». Una vez que tuvo que frenar un
poco en la autopista por algún listillo, Jim aceleró
y, según él mismo contaba, «estuve tocando la bo-
cina durante diez minutos, todo el rato, hasta Bos-
ton», todo eso a unos 3 metros de distancia del
otro conductor, y a 100 km por hora. Pero Jim no
sólo tenía problemas en carretera. Cuando llegaba
a la oficina y veía que no había ya sitio libre para
aparcar, se encabritaba. Un día que el coche de de-
lante le quitó un sitio que había a pocos metros,

27
Todo tiene dos asas

Jim empezó a tocarle el claxon, a insultar al con-


ductor y estuvo a punto de llegar a las manos.
¿Cómo habría reaccionado Jim si hubiera enta-
blado este «diálogo consigo mismo»?
«Vale, es una lata que este tío me haya quitado el
sitio en mis narices. Ha sido un grosero. Pero ima-
gínate que también llega tarde y que tiene la misma
prisa que yo por entrar en la oficina. Puede que na-
die le haya enseñado a ser educado, o puede que no
me haya visto y que no supiera que iba a aparcar. Da
igual, como dice Tony Soprano, "¿Qué se le va a ha-
cer?". ¡En todos lados hay miles de personas male-
ducadas e irreflexivas, y seguro que hoy me toca to-
parme con dos o tres! ¡Pero por eso no se acaba el
mundo, supongo!»
Marco Aurelio añade el argumento de que esas
personas irreflexivas tan groseras no tienen siquiera
la capacidadde herirnos) precisamente porque no
ven las cosas, ni nosotros tenemos por qué «odiar-
las». Curiosamente, el impulsor de la Terapia Ra-
cional Emotiva Conductual, el Dr. Albert Ellis, nos
diría que el mero hecho de llamar a alguien «grose-
ro irreflexivo» supone una reacción excesiva. Y es
cierto, hay gente que se comporta normalmente de
manera irreflexiva o grosera, pero eso no basta para
que la clasifiquemos con la etiqueta de «grosero»
para los restos. Y si nos ponemos a pensar por qué
las personas cargantes han llegado a ser como son e
intentamos comprender qué idea tienen del bien y

28
l. Razón y emoción

del mal, probablemente nos enojemos menos y dis-


culpemos más a la persona que tenemos delante.
Puede que veamos, por ejemplo, que el tipo que se
metió en el sitio de Jim quizá venga de una familia
en la que a los niños se les inducía a ser siempre el
Número Uno, por encima de todo.
Quizá parezca éste un modo un tanto sensiblero
de reaccionar contra los sinvergüenzas o los imper-
tinentes, pero la tesis de Ellis realmente expresa un
principio profundamente ético y religioso: a saber,
que las personas son algo más que la suma de sus
malas acciones. Todos albergamos una dignidad in-
trínseca por el mero hecho de compartir la misma
naturaleza y puede que quien se comporte hoy de
manera ruda, mañana cambie. En la tradición judía,
encontramos esta idea recogida en el Talmud: «No
desprecies a ningún hombre, y no seas indiferente
a nada. Porque no hay hombre que no tenga su
hora, y no hay cosa que no tenga su lugar» (Pirkei
Avot, 4: 3 )4 • El rabino Shlomo Toperoff añade,
«cuando desprecias a alguien, estás despreciando a
Dios ... por ello, no desprecies a nadie globalmente,
ni siquiera cuando descubras rasgos censurables en
su carácter. Ten paciencia y así quizá llegues a des-
cubrir que posee virtudes admirables» (Tope-
roff, 203). En la tradición cristiana, encontramos

4. Traducción española de http://casahillel.com/casahillel/index.php?


option=com_content&task=view&id=18&Itemid=41 (27.11.09)

29
Todo tiene dos asas

también este sentimiento humanitario tan maravi-


lloso en el capítulo de Tomás de Kempis, «Soportar
los defectos ajenos»: «No hay nadie sin defecto, na-
die sin carga, nadie para sí es suficiente, nadie lo
bastante sabio, sino que es necesario llevarnos unos
a otros, consolarnos, ayudarnos igualmente, ins-
truirnos y aconsejarnos» 5 (Consejos útiles para la
vida espiritual).
Sé que resulta muy difícil ser tan «comprensivo»
cuando te acaban de quitar ¡el único sitio de apar-
camiento que había! Pero si empezamos a interpre-
tar tales comportamientos de manera distinta hoy,
nos será mucho más fácil mantener la tranquilidad
en el futuro.

El rabino Joseph Gelberman tiene fama reconocida


como maestro de la Cábala, una de las principales
colecciones de escritos de mística judía. Y además es
un psicoterapeuta que ofrece recomendaciones muy
sensatas sobre las emociones:

De todos los tiranos del mundo, nuestras actitudes se


ponen a la cabeza de los más crueles caudillos, la tira-
nía de uno mismo sobre sí mismo. La irritación es una

5. La traducción de los fragmentos del Kempis está tomada de http://


www.multimedios.org/docs/d001289/p00000l.htm#0-p0.1 (27.11.09), Ver-
sión del original latino por Luis Otero Linares

30
1. Razón y emoción

tiranía que nos imponemos a nosotros mismos, sobre


la mente y el corazón ... Lo único que consigue la cóle-
ra es arrebatarnos la libertad. Es mejor aceptar la ad-
versidad que nos toque vivir, rechazar la irritación y la
derrota y dejar que esas emociones tan dañinas des-
aparezcan (2000, 54).
El miedo no es sino un tirano que se envalentona al ver
que le dan rienda suelta. Somos nosotros los· que le
abrimos la puerta y le dejamos entrar (49).

Si suprimieses tus suposiciones sobre lo que parece en-


tristecerte, estarías anclado en la posición más segura.

Marco Aurelio, Meditaciones,VIII: 40

Linda llevaba meses deseando que llegara el día de la


boda de Jen, una íntima amiga suya de la universi-
dad, y estaba segura de que estaría entre las damas de
honor. Pero cuando le llegó la invitación, vio que era
una invitación corriente, en la que no le daban nin-
gún trato especial. Linda se vino abajo. Empezó a re-
pasar palabra por palabra todas las conversaciones
que ella y J en habían tenido durante el año anterior y
a revisar los correos que se habían mandado una a
otra para ver si encontraba algo que pudiera darle
una pista sobre lo ocurrido. Aunque no encontró
nada particularmente relevante, Linda siguió ru-

31
Todo tiene dos asas

miando la idea de que le habían hecho un feo. Pensa-


ba que J en estaba enfadada con ella por algo, o que
«Jen ya se había cansado de tenerme como amiga». A
ratos Linda se sentía molesta y se reconocía pensan-
do: «¿Cómo es posible que Jen se atreva a hacerme
esto a mí, después de todo lo que hemos pasado jun-
tas?». Linda quería llamar a su amiga para que le die-
ra alguna explicación, pero se sentía demasiado doli-
da y le daba vergüenza. Con el paso de los días Linda
se iba encontrando cada vez más abatida. Hasta que
dos semanas antes de la boda, Linda recibió una lla-
mada de J en para disculparse por «el lío que había
tenido con las invitaciones». Jen le explicó a Linda
que le había llegado una tarjeta equivocada y que,
desde luego, contaba con ella como dama de honor.
Este retrato da muestra de cómo nuestra opinión o
interpretación de las cosas forjan nuestros sentimien-
tos, y sirve además de cuento con moraleja: si inter-
pretamos las cosas especulando sobre bases infunda-
das, lo pagamos. Linda se podría haber ahorrado
semanas de sufrimiento interior, evitando interpreta-
ciones o contemplando posibles alternativas; por
ejemplo: «Puede que la invitación original se perdie-
ra ... o puede que J en mezclara las tarjetas. Y además,
supón que J en no quisiera que yo fuera dama de ho-
nor. ¿Pasa algo? A lo mejor tenía primas o parientes
cercanas que se sentirían realmente heridas si no les
invitara a ser damas de honor. Desde luego no tiene
por qué ser que ya no me valore como amiga».

32
1. Razón y emoción

En el Antiguo Testamento ya se nos advierte: «con


justicia juzgarás a tu prójimo» (Levítico, 19: 15).Y en
el Talmud, se nos dice: «Sed circunspectos en el jui-
cio» (Pirkei Avot, 1: 1); y «juzga a toda persona para
bien» (Pirkei Avot, 1: 6). En la tradición cristiana,
Tomás de Kempis nos sugiere: «Al juzgar a los de-
más, uno trabaja inútilmente ... se equivoca muchas
veces... Como recibimos las cosas según nuestros
sentimientos, de acuerdo con eso frecuentemente las
juzgamos; por causa del amor propio fácilmente per-
demos su verdadero sentido>> (Capítulo XIV: «Evi-
tar los juicios temerarios»). Los estoicos van más allá
en su análisis de las opiniones, sobre todo cuando
juzgamos a otros. Marco Aurelio se pregunta: «¿Co-
mete otro una falta contra mí? Él verá». (Meditacio-
nes) V: 25); y añade: «las perturbaciones nacen sólo
de la opinión interior» (Meditaciones)IV: 3).
El rabino Zelig Pliskin ·nos descubre que hay un
grupo en Israel que se reúne periódicamente para
intentar buscar «excusas» que expliquen los desai-
res sufridos por algún miembro del mismo. Tomo
un ejemplo del rabino Joseph Telushkin (2006: 35),
tal como lo cita él mismo:
Esperabas que alguien te invitara a cenar a su
casa, pero no lo hizo:

a) A lo mejor se ha puesto enfermo alguien de


su familia.
b) A lo mejor estaba pensando irse de viaje.

33
Todo tiene dos asas

c) A lo mejor no tenía comida en casa para pre-


parar la cena.

En resumen, la felicidad viene en gran medida (aun-


que no del todo) en función del modo en que juz-
guemos las cosas, de la generosidad, la tranquilidad
y la precisión con que lo hagamos, y no en función
de las cosas en sí. Y cuando nos sentimos «heridos»
por algo o por algún acontecimiento, tenemos que
reflexionar para ver qué opinión nos hemos forma-
do de estas circunstancias externas.

Hay una historia que se cuenta de Epicteto, el pen-


sador que de joven fue convertido en esclavo. Una
vez que su amo le retorció la pierna de manera tor-
turante, Epicteto observó con tranquilidad: «Me va
a romper la pierna». Y cuando de hecho se la rom-
pió, añadió con similar serenidad: «¿No se lo dije?»
(Bonforte, vii).
Sin embargo, también es cierto que el rabino Jo-
seph Telushkin establece una excepción por lo que
se refiere a la idea defendida por el estoicismo clási-
co de que la irritación nunca resulta apropiada. Te-
lushkin señala:

El argumento que defienden Filón y Séneca me resulta


llamativamente excesivo. Por ejemplo, los que se enfu-

34
l. Razón y emoción

recieron contra Hitler, como Winston Churchill, esta-


ban más dispuestos a combatirlo y a terminar con él
que otros que no se sintieron particularmente irrita-
dos ... Y siguiendo su argumento, ¿quién iba a querer
vivir en una ciudad en la que los agentes de policía no
se sintieran indignados frente a los asesinos, violadores
o pederastas a los que tenían que detener? Como dejó
dicho el rabino AbrahamJoshua Heschel: «Si suprimi-
mos del todo la irritación ante los estallidos de maldad,
estaremos rindiéndonos y capitulando ante lo perver-
so ... La ausencia absoluta de indignación atrofia la sen-
sibilidad moral».

Telushkin, 2006

Los rabinos Telushkin y Heschel aportan observa-


ciones impecables. Si nos enfrentamos a una atroci-
dad, más que suprimir del todo nuestra irritación,
lo que tenemos que hacer es permitirnos el grado
de irritaciónsuficientepara conseguirel objetivo. Re-
sulta probablemente más inteligente. Pero ¿cuál es
el objetivo? ¡Derrotarel mal, no sufrir una apople-
jía! Y lo que también está claro es que dejándonos
sobrepasar por la ira, también contribuimos a que
se atrofie la sensibilidad moral.

*
Toda cosa tiene dos asas, una que sirve para llevarla y
otra que no. Si tu hermano comete faltas, no lo agarres

35
Todo tiene dos asas

de la primera, del hecho que cometa faltas (pues este


-sic- asa es la que no sirve para llevarlo); agárralo me-
jor de la segunda, del hecho de que es tu hermano,
porque ha sido criado contigo: así lo tomarás por la
que sirve para llevarlo.

Epicteto, 86

Eva era una profesora de danza de 45 años, que


llevaba 20 años casada con George, informático de
profesión. Aunque Eva cuando describía a George
decía que era «un tío muy decente», lo cierto es
que le resultaba muy difícil hablar con él. «Intenta
escuchar, pero es como si no le importara nada.
Allí no hay nada» 6 , explicaba Eva con pesar. Geor-
ge tampoco la había apoyado demasiado cuando
intentaba montar su propio estudio de danza, algo
que consideraba «poco práctico» y «autocompla-
ciente» y la presionaba para que buscara un traba-
jo que le reportara un «salario seguro». Eva y
George habían ido a un reconocido asesor matri-
monial y durante unos años las cosas parecían ir
mejor, según Eva. Pero desde hacía poco George
estaba empezando a sentir que el matrimonio para
(

6. Una de las citas más conocidas de Gertrude Stein, Everybody'sAutobio-


graphy(1937, reimpreso en 1971, p. 289): «What was the use of my having
come from Oakland it was not natural to have come from there yes write
about it if I like or anything if I like but not there, there is no there there».
(N. de la T)
1. Razón y emoción

él «ya no funcionaba». Y por eso le había dicho a


Eva, de manera suave pero inequívoca, que quería
el divorcio. Los dos acordaron separarse de mutuo
acuerdo y Eva se alquiló un piso en una ciudad
cercana. Las primeras semanas parecía arreglarse
bien, pero pasado un tiempo Eva empezó a sentir-
se «vieja, fea» y a pensar «que nadie la quería». Le
dio por preguntarse: «¿ cómo es posible que Geor-
ge me haya largado así, como si nada? ¿Qué tengo
yo de malo? ¿Era demasiado boba? ¿Era tan poco
atractiva? ¿Cómo ha podido hacerme esto?». Eva
empezó a comer compulsivamente, dormía entre
diez y doce horas al día y dejó de arreglarse. Deci-
dió acudir a un psicoterapeuta para ver si conse-
guía superar la depresión y el desprecio que sentía
de sí misma.
En términos de Epicteto, podríamos decir que
Eva había agarrado su ruptura matrimonial por «el
asa equivocada». Indudablemente a nadie le resulta
difícil comprender que semejante vacío provocaría
una enorme tristeza tanto en George como en Eva.
Pero Eva terminó viviendo la ruptura como algo
que afectaba a su propia dignidad y a su atractivo,
más que como desgraciado final de un trayecto ini-
ciado con metas y temperamentos divergentes.
¿Cuál habría sido «la otra asa», en este caso? Eva
podría haberse hecho la siguiente reflexión: «Bien,
me da pena que nuestro matrimonio se rompa, no
tengo por qué negarlo. Pero parece que no estába-

37
Todo tiene dos asas

mos hechos para vivir juntos. George es un buen


tío, pero no parece capaz de comprender mis nece-
sidades emocionales, ni tampoco me apoya de-
masiado en lo que a mí más me importa. Por duro
que resulte esto del divorcio, a lo mejor no hay
mal que por bien no venga. Puede que encuentre la
oportunidad de vivir la «danza» como siempre he
querido, abrir mi propio estudio, ponerme por mi
cuenta. ¿Quién sabe? A lo mejor hay alguien por
ahí esperándome, ¡un auténtico compañero senti-
mental! Pero si no, aunque tenga que estar sola,
vale, sé que podré».
Na die pretende que sea fácil tomar las cosas por
«el asa correcta» cuando la vida nos depara una
desgracia. Pero lo cierto es que la máxima de Epic-
teto funciona como piedra de toque no sólo en el
estoicismo, sino en otras muchas tradiciones espiri-
tuales. Por ejemplo en el judaísmo jasídico encon-
tramos la misma recomendación en las lecciones de
Baal Shem Tov (1700-1760), fundador de estaco-
rriente: «Ante [toda persona] hay siempre un com-
ponente de bien y un componente de mal... el indi-
viduo tiene que aislar el componente malo y
rechazarlo, al tiempo que aísla y refuerza el elemen-
to bueno» (Besserman, 142). Esto también es coger
las cosas por «el asa adecuada».
l. Razón y emoción

Budismo y estoicismo

Hay mucha afinidad entre ciertas creencias estoi-


cas y las budistas, aunque el budismo es tan diver-
so que resulta difícil generalizar. En cualquier
caso, el siguiente fragmento escrito por un teólo-
go de esta religión ilustra bien algunas de las simi-
litudes:

La sabiduría budista se centra en tres cualidades fun-


damentales que están presentes en todas las cosas ...
La primera es la adversidad o el sufrimiento; la se-
gunda, la falta de permanencia. Nadie es inmune a la
tristeza o la desilusión. Nadie tiene la llave del éxito
ni de la auténtica alegría. Y todo tiene un fin. Todo.
La tercera cualidad... es la idea de que no existe un
núcleo indestructible, permanente, un «alma» que
resida en el interior de ningún ser... [El] Buda no pre-
tendía despojar a la vida de su significado. Lo que
buscaba era que la gente cambiara de idea a la hora
de ver qué es lo más importante. Piensa bien qué es lo
que te motiva ... Indaga profundamente en las razo-
nes que te han movido y verás que lo que buscas no
te lo va a dar ni ese objeto, ni esa persona ... Es un
error tratar al mundo que te rodea como si existiera
por ti.

Renard, 2004: 318

39
Todo tiene dos asas

Enseñanzas del Buda

Amigos, no conozco nada que provoque más sufri-


miento que un corazón descontrolado, indisciplinado,
desatendido e irrefrenable. Este corazón hace sufrir.
Amigos, no conozco nada que produzca más alegría
que un corazón controlado, disciplinado, atendido y
refrenable. Este corazón provoca dicha.

Anguttara Nikaya, traducido al inglés por G. Fronsdal;


en Kornfield 1993: 86

*
El que injuria ... no te ultraja, sino el juicio que haces
sobre ellos, de que te están ultrajando. Cuando te irrite
alguien, ten la certeza de que quien te ha irritado ha
sido tu opinión. Por tanto, procura sobre todo no de-
jarte llevar por el prejuicio; pues una vez que logres
tiempo y demora, más fácilmente tendrás dominio de
ti mismo.

Epicteto, Manual XX

Burt, un hombre de 50 años, supervisor de una lí-


nea de ensamblaje en una empresa automovilís-
tica, confiaba en la «justicia expeditiva». Y lo ex-
plicaba así: «Si alguno de los que está en mi equipo
de trabajo me crea problemas, o empieza a despotri-

40
l. Razón y emoción

car contra mí, me enfrento a él sin perder un minu-


to. Lo corto de raíz y andando». Pero esta actitud
le había metido en líos en más de una ocasión. Por
ejemplo, una vez uno de los empleados a los que
supervisaba Burt estaba comentando algo con un
compañero y dio la casualidad que Burt lo oyó. Lo
que se dijo fue: «¡Ten cuidado, porque Burt te
aprieta las teclas si das la vara!». Pero Burt creía
que lo que el empleado había dicho era: « ¡Burt
siempre te aprieta las teclas, para que no des la
vara!». Como consecuencia, Burt terminó intimi-
dando al empleado y montando, según el propio
Burt, «un numerito desagradable. Me eché sobre él
como una pantera y no le golpeé de milagro. Hasta
que se acercaron unos cuantos de mis empleados y
me dijeron lo que el tipo ese había dicho realmen-
te, que no era para tanto. Quiero decir, estoy muy
orgulloso de apretar las clavijas a la gente que da la
vara, pero lo hago honestamente. Al final terminé
metiéndome en líos con mi jefe por haber perdido
el control».
Ya hemos comentado la frase de Marco Aurelio en
la que afirma que «las cosas no afectan al alma, sino
que permanecen fuera, inmóviles, y las perturbacio-
nes nacen sólo de la opinión interior ...». Epicteto,
que pertenece a una generación anterior a la de
Marco Aurelio, propone dos cosas que presagian e
incluso superan la máxima de aquél. Primero, ad-
vierte que solemos sentirnos «obnubilados por las

41
Todo tiene dos asas

apariencias». La idea de que las cosas no siempre


son como parecen se remonta al menos hasta la filo-
sofía platónica (427-347 a. C.) con su famoso «mito
de la Caverna». Para transmitir la percepción tan
imperfecta que tenemos de la realidad, Platón evocó
la imagen de un grupo de personas que, encerradas
en una caverna, sólo podían saber lo que pasaba en
el mundo por los movimientos de las sombras que
se reflejaban en las paredes de la cueva. De manera
muy similar, en el hinduismo, encontramos el con-
cepto de maya, que a veces se ha definido como «la
teoría de la ilusión cósmica» (Hume, 38). Básica-
mente lo que esta idea nos dice es que nuestros sen-
tidos y nuestras impresiones suelen confundirnos, o
al menos que se quedan únicamente en los aspectos
superficiales de la realidad. Epicteto nos insta a mi-
rar más allá de las primeras impresiones, y a ahon-
dar en ellas, ya procedan de una conversación oída
por casualidad o de la idea rápida que nos hemos
forjado de alguien a quien acabamos de conocer.
La segunda gran lección que recibimos de Epicte-
to es que« ... si consigues sacar tiempo para pensar
una vez, conseguirás controlarte más fácilmente a ti
mismo». Si sacamos conclusiones basándonos en
unas pruebas demasiado frágiles, como le pasó a
Burt, lo más normal es que nos descontrolemos.
Cuando nos sintamos irritados, tenemos que respi-
rar hondo, estudiar las pruebas que tengamos y ana-
lizar seriamente lo que está pasando. También en el

42
l. Razón y emoción

Talmud se nos dice: «Sed circunspectos en el jui-


cio...» (Pirkei Avot, 1: 1). Y sobre este punto el rabi-
no Shlomo Toperoff advierte: «un juicio superficial
puede acarrear un daño incalculable» (Toperoff, 21).

Cómo manejar la cólera


Séneca se pregunta: «¿De qué sirve... guiar el caba-
llo y moderar con el freno su carrera y, en cambio,
verse arrastrado por las pasiones más desenfrena-
das? ¿De qué sirve superar a muchos en la lucha y o
el pugilato para verse luego dominado por la ira?»
(Epístolas morales a Lucilio) LXXXVIII,19)7.
Los rabinos decían que hay tres maneras de medir
el carácter de un individuo: por lo generoso que es;
por lo que bebe; y por la manera que tiene de mani-
festar el enfado. En los Proverbios se nos indica:
«La blanda respuesta quita la ira» (15: 1). Y el rabi-
no Lori Forman añade: «La próxima vez que te veas
asaltado por la cólera, mira a ver si puedes respon-
der con una palabra suave o amable, para evitar que
vaya a más» (Olitzky & Forman, 26).
Y si tienes que enfadarte, aprende cuándo y cómo
manifestar la ira. Como N achman de Bratislava ob-
servó: «He llegado a dominar mi hostilidad ponién-
dola a un lado, por si algún día la necesito».

7. Para la traducción de las Epístolas morales de Séneca he utilizado la


versión de Ismael Roca Meliá (Madrid, Gredos, 1989, 2 vols.), con ligeras
adaptaciones. (N. de la T)

43
Todo tiene dos asas

¿Quién es poderoso?
El libro de los Proverbios nos dice: «Mejor es el que
tarda en airarse que el fuerte; y el que se enseñorea
de su espíritu, que el que toma una ciudad» 8• El ra-
bino Joseph Telushkin recoge una parábola relati-
vamente moderna para ilustrar esto. Nos descubre
que John Jay (1743-1829), el primer presidente del
Tribunal Supremo estadounidense, perdió la carre-
ra a gobernador de Nueva York en 1792. Tras su
derrota le envió la siguiente nota a su mujer: «pasa-
dos unos años todos seremos polvo y para entonces
me será más importante haber sabido gobernarme a
mí mismo que haber gobernado el estado» (Telush-
kin. 2006: 54).

8. Traducción española en,http://www.google.es/search?q=proverbios+ 1


6&hl=es&sourceid=gd&rlz=lD2SNYK_esES355ES355

44
2. Mortalidad y sentido de la vida

Como si ya te fuese posible marcharte


de la vida) así es preciso que lo hagas)
digasy pienses cadacosa.

Marco AurelioJ Meditaciones)II: 11

[T]anto elque vive muchísimo tiem-


po como el que ha de morir rápida-
mente) sufren la misma pérdida.

Marco Aurelio, Meditaciones)II: 15

La cultura en que estamos inmersos no sabe muy


bien cómo tratar el tema de la muerte. Rara vez de-
cimos que un ser muy querido ha «muerto»; prefe-
rimos referirnos a que «se ha ido» o que «nos ha
dejado». El escritor Ernest Becker comentaba en
alguna ocasión cómo ha calado en nuestras vidas
«la negación de la muerte». Y lo cierto. es que
mientras no admitamos lo inexorable de la muer-
te, no seremos capaces de hacernos con las riendas
de nuestra propia vida. Ni podremos tampoco

45
Todo tiene dos asas

sentir el patetismo y la dignidad que compartimos


como seres humanos. Creo que esta idea estaba
implícita en el discurso que pronunció el presi-
dente John F. Kennedy en la Universidad Ame-
ricana, en junio de 1963, cuando hablaba de «los
vínculos más básicos que a todos nos unen ... Todos
soñamos con el futuro de nuestros hijos. Y to-
dos tenemos que morir».
En Cimbelino (IV.Ir), Shakespeare lo expresa así1:

Mozos y mozas guarnecidas de oro


Deben, como los deshollinadores, dirigirse al polvo.
El rey, el sabio, el médico, todos
Deben seguir tu suerte y dirigirse al polvo.

Y los estoicos reconocían que tener profunda con-


ciencia de la muerte nos permite dar sentido a nues-
tras vidas. Puede que la idea de vivir como «si
fuéramos a partir mañana» nos resulte un tanto
chocante y patológico. Pero recordemos que Marco
Aurelio ¡era emperador! y no tenía tiempo de sen-
tarse tranquilamente a meditar sobre la muerte. Por
eso, sabiendo que podía morir en cualquier mo-
mento, quiso vivir la vida al máximo. Lo cual no
quiere decir «comer, beber y divertirse», sino vivir
una vida íntegra y provechosa.

l. Traducción española de Luis Astrana Marín, Comedias oscuras. Ma-


drid, Espasa Calpe, 2000.
2. Mortalidad y sentido de la vida

Y pese a que siempre nos resulta «cruel» ver


cómo se trunca la vida de una persona joven con
todo el futuro por delante, los estoicos nos recuer-
dan que -en el ámbito más amplio de lo eterno-
apenas hay diferencia entre quien «vive muchísimo
tiempo» y «el que ha de morir rápidamente». Algo
muy difícil de aceptar para la mayoría de nosotros,
puesto que estamos acostumbrados a pensar en
términos de longevida~ más que en la profundidad
y la calidad de la vida. Desde luego, está claro que
dentro de cien años o de mil, dará igual que ha-
yamos vivido 35 o 95 años. Y por el contrario, las
cosas sí serán distintas si en la vida nos hemos en-
tregado a las buenas acciones, a descubrir un trata-
miento contra el cáncer o a escribir un libro de
poemas que sirva de ayuda a las generaciones veni-
deras.
Marco Aurelio nos transmite una verdad muy
cruda, que realmente pocos interiorizarán. Dice
que el individuo de «buen raciocinio» sabe que la
muerte es «uno de los entes que la naturaleza quie-
re. Pues igual que ser joven y envejece.r,crecer y lle-
gar a la plenitud, echar dientes, barba y canas, fe-
cundar, gestar el parto y parir y otros procesos
naturales, que las etapas de la vida traen, tal es tam-
bién desintegrarse» (Meditaciones}IX: 3). O como,
muchos siglos después, dijo el gran ensayista fran-
cés Montaigne: «Quiero ... que me halle la muerte
plantando coles, mas indiferente a ella y aún más a

47
Todo tiene dos asas

mi imperfecto jardín» (Ensayos} I: 20, «De cómo fi-


losofar es aprender a morir» )2 •

La vida no queda incompleta, cuando es honesta. En


el punto en que uno termina, si termina bien, queda
consumada.

Séneca, Epístolas morales a Lucilio, L XXVII: 4

En 2005 la temprana muerte del periodista Peter


Jennings generó múltiples reflexiones entre sus co-
legas acerca de la mortalidad, la longevidad y la idea
de haber tenido una «vida plena». La redacción del
espacio de noticias Nightline} lo expresaba así:
«Hoy es un día triste para quienes estamos en todas
las salas de la cadena americana ABC, pero también
debemos celebrar que se ha cerrado una vida rica y
plenamente fecunda».

No desprecies la muerte, sino dale tu aquiescencia por


ser ella también uno de los entes que la naturaleza
quiere. Pues igual que ... fecundar, gestar el parto y pa-

2. Traducción de los textos de Montaigne tomada de Ensayos completos,


versión de Almudena Montojo, Madrid, Cátedra, 2003.
2. Mortalidad y sentido de la vida

rir y otros procesos naturales, que las etapas de la vida


traen, tal es también desintegrarse.

Marco Aurelio, Meditaciones)IX: 2

Fuera del Universo no cae lo que muere. Si permanece


aquí, también cambia aquí y se disuelve en los elemen-
tos del mundo. También ellos cambian y no murmuran.

Marco Aurelio, Meditaciones)VIII: 18

Quizá lo que menos convincente resulta de la filoso-


fía estoica es precisamente el tratamiento que conce-
de a temas relacionados con la muerte, el morir y el
dolor. Por ejemplo, Marco Aurelio considera que
el dolor es «un signo de debilidad», ¡lo cual está cla-
ro que no es! Pero si los utilizamos adecuadamente
hay elementos del estoicismo que pueden consolar-
nos para afrontar nuestra naturaleza mortal, e inclu-
so la pérdida de los más queridos. Esto lo refleja
muy bien un caso que describe el Dr. Lou Marinoff
en su libro Therapy/or the Sane (2003). En él recoge
la experiencia de una joven que ha perdido a su ma-
rido en el ataque a las Torres Gemelas del 11 de sep-
tiembre de 2001. «Michaela -escribe Marinoff- no
encontraba consuelo. Al año todavía no había quita-
do del armario los trajes y la ropa de Ron, seguía
manteniendo todos sus objetos personales en el es-
tudio, tal y como su marido los dejó, y no había cam-

49
Todo tiene dos asas

biado las fundas de almohada de la cama, que toda-


vía olían a él. Todas las noches se acostaba llorando
y se abrazaba a la almohada como si fuera Ron.»
Es evidente que ante una situación tan trágica los
consejos simplones no sirven: «¡Sal de ahí!», o
«¡Ponte las pilas!». Lo más probable es que comen-
tarios de este tipo sólo consigan agudizar el dolor de
los que están sufriendo el duelo de la ausencia, quizá
hasta límites poco saludables, como en este caso.
Hay personas que caen en una depresión importante
tras la pérdida de un ser querido y algunas hasta re-
quieren tratamiento con psicoterapia o con antide-
presivos, si el episodio es muy agudo. Pero lo nor-
mal es que la gente sólo necesite que le ayuden a
superar la parálisis en que les ha sumido el dolor, y
en este sentido, la filosofía estoica, si se aplicade ma-
nera adecuada,puede resultar útil.
Marinoff nos describe cómo funcionó en el caso
de Michaela:

Lo primero y lo más importante, la clave para lograr


que Michaela se recuperara, es que no guardaba odio
a los terroristas que asesinaron a su marido, ni tampo-
co odiaba a Dios por habérselo arrebatado. Descarta-
do el odio, uno de los peores venenos, resultaba mu-
cho más fácil mejorar el terrible estado de ánimo en
que se encontraba. Mientras que el odio nos ciega, la
tristeza puede abrirnos los ojos ... En segundo lugar, en
cuanto empezó a afrontar su tristeza y a asumirla me-

50
2. Mortalidad y sentido de la vida

ditando y reflexionando calmadamente sobre el sufri-


miento que pueden provocarnoslos apegosy los afectos,
Michaela empezó a comprender y a aceptar que Ron se
había ido para bien. Dormir con su espectro (la almo-
hada que olía a él), intentar quererlo ... no servía más
que para torturarse a sí misma y para prolongar su
amargura. Michaela tendría que intentar ver, en su lu-
gar, que la vida de Ron había sido maravillosa, que ella
había tenido la suerte de compartir con él unos años
estupendos ... Y cuando consiguiera dejarlo ir, recorda-
ría el amor que se tuvieron unas veces con alegría y
otras con tristeza, pero sin atormentarse.

135-136 (Énfasis de este autor).

La idea de que hay afectos que provocan dolor se


encuentra recogida en el estoicismo y en el budismo,
y tiene resonancias en la tradición hindú y en la judía
(cf.Pies, 2000). El budismo, concretamente, nos re-
cuerda que la infelicidad de la existencia humana
tiene dos raíces distintas: está la dukha, la infelicidad
que sobreviene inevitablemente a partir del sufri-
miento humano, de la fragilidad, la enfermedad, la
pérdida de los seres queridos y, por supuesto, de
la muerte. Y la tanha, que se traduce como «exigen-
cia ciega». E. A. Burtt describe este concepto como
ese componente de la naturaleza humana «que nos
induce a pedir del universo ... más de lo que éste
sabe o incluso puede darnos» (Burtt, 1982: 28). Por

51
Todo tiene dos asas

ejemplo, pedir a Dios o al Destino o al Universo que


nunca nos arrebate a nuestros seres más queridos
sería una forma de tanha. Desde luego no es fácil se-
pararnos de estos afectos, pero cuando lo consegui-
mos, empezamos normalmente a ver cómo va dilu-
yéndose poco a poco el regusto amargo del dolor.
En este sentido, haremos bien en traer a colación
las palabras de Shakespeare: «Todo cuanto vive
debe morir, cruzando por la vida hacia la eterni-
dad» (Hamlet, I,ii: 72). Y finalmente, encontramos
un sentimiento muy similar expresado en el Tal-
mud: «La muerte es el puerto de la vida, y la vejez el
barco que entra en el fondeadero» (Lankevich, 47).

Cicerón (106 a. C. - 43 a. C.) sobre la vejez

La carrera de la edad es certera y el camino de la natu-


raleza, uno solo y, además, sencillo: a cada fase de la
vida se le da su propia oportunidad, y así la debilidad
de los niños, la arrogancia de los jóvenes, la seriedad de
la edad adulta y la madurez de la vejez tienen algo
de natural, que debe tomarse a su debido tiempo.
[Pero] ... hay que resistir a la vejez.., y compensar con
diligencia sus problemas: hay que pelear contra la ve-
jez como contra la enfermedad. Hay que cuidar la sa-
lud, hay que hacer ejercicio moderado, hay que comer

52
2. Mortalidad y sentido de la vida

y beber para reponer fuerzas, no para aplastarlas. Y no


sólo hay que ayudar al cuerpo, sino mucho más a la
mente y al ánimo, pues éstos también se extinguen en
la vejez, como la lámpara, si no se impregna de aceite ...
[Los cuerpos se hacen más pesados con el cansancio del
ejercicio]; las mentes, al revés, se aligeran haciéndolo.
En efecto, cuando Cecilia habla de «estúpidos viejos de
comedia», se refiere a los crédulos, los desmemoriados,
los negligentes; estos defectos no son de la vejez, sino de
una vejez somnolienta, perezosa e indolente... Sólo así
es honesta la vejez, defendiéndose ella misma, retenien-
do su derecho y no sometiéndose a nadie, manteniendo
hasta el último suspiro el poder sobre los suyos.

Cicerón, Sobre la vejez, X: 3 3-3 83

Las grandes hazañas no se llevan a cabo con las fuerzas,


la velocidad o la agilidad de los cuerpos, sino con el con-
sejo, el prestigio y el juicio: de todo esto, la vejez no sólo
no está huérfana, sino que suele estar incluso sobrada.

Cicerón, Sobre la vejez, VI: 17

Meditación sobre la vida

Michel de Moritaigne (1533-1592), posiblemente el


mejor ensayista sobre temas íntimos desde San Agus-
tín, reconocía verse hondamente influido por los es-

3. Traducción de Esperanza Torrego. Madrid, Alianza, 2009

53
Todo tiene dos asas

toicos, particularmente por Séneca (4-65 d. C.), gran


filósofo y dramaturgo. Y sin embargo, el propio
Montaigne recelaba un tanto de la importancia que
algunos textos conceden a los «preparativos de la
muerte». Montaigne observa lo siguiente:

Nos ordena la filosofía tener siempre la muerte presen-


te, preverla y considerarla antes de que llegue... Si no
hemos sabido vivir, es injusto enseñarnos a morir ... Ja-
más vi a campesino alguno de mis vecinos meditar con
qué serenidad y seguridad pasaría ese último momento.
La naturaleza le enseña a no pensar en la muerte sino
cuando se muere. Y entonces, le va mejor que a Aristó-
teles.

Ensayos, III: 12, «De la Fisonomía»

Otro de los grandes filósofos profundamente influi-


do por los estoicos, Baruch Spinoza (1623-1677), lo
expresaba de este modo: «El hombre libre, en nin-
guna cosa piensa menos que en la muerte y su sabi-
duría no es meditación de la muerte, sino de la
vida». O, como en mi casa dirían, cuando brinda-
mos: «I.;jaim» («¡Por la vida!»).

54
3. Moralidad y el respeto hacia
unom1smo

No estimesjamás por convenientepara ti lo


que algunavez te obligaráa traicionarla leal-
tad, a abandonarel pudor;a odiara alguien,
a sospechar;a maldecir;ser hipócrita...
Marco Aurelio, Meditaciones, III: 7

Porqueya sea que sólo lo honesto es bueno,


como piensan los estoicos;o que lo honesto
es el sumo bien... es cierto que la utilidad
nuncapuede estar en conflictocon la hones-
tidad... Porqueel sumo bien, según los estoi-
cos,que no es otra cosaque el vivir conforme
a la naturaleza,signifi:caesto: estar siempre
de acuerdocon la virtud, y las demás cosas
que son conformesa la naturalezaescogerlas
en cuanto no se oponen a la virtud.
Cicerón, Sobre los deberes,III: 11-131

En la película Algo más que un jefe («In Good Com-


pany» ), el protagonista, Dan Foreman (representa-
do por Dennis Quaid), decide no vender su alma al

l. Traducción de José Guillén. Madrid, Alianza, 1989 (2001).

55
Todo tiene dos asas

diablo y renunciar al poder y a sus propias aspira-


ciones empresariales. En el polo opuesto, su jefe, un
chico mucho más joven, parece haberse sumado en
principio a la filosofía despiadadamente competiti-
va que suele darse en el mundo de los grandes nego-
cios. Aunque al final comprobamos que el joven ha
hecho suyas algunas de las enseñanzas vitales que
ha aprendido de su más maduro compañero.
Cicerón (106-43 a. C.), nuestro conocido político
y escritor romano, habría entendido perfectamente
a Dan Foreman. Cicerón observa que la verdadera
utilidad nunca puede entrar en conflicto con la ho-
nestidad. Pues aunque parezca que nos hemos im-
puesto sobre el rival metiéndole un rejón o hacién-
dole firmar un acuerdo un tanto turbio, estamos
perdiendo una batalla mucho más importante, la
del alma. Más claramente estamos enfrentándonos
a la propia Naturaleza, si por «Naturaleza» enten-
demos el sistema completo de valores humanos y le-
yes morales universales.
Puede que este concepto de Naturaleza y de ley
natural nos suene algo raro a quienes vivimos en la
era del relativismo cultural, donde todo valor moral
queda reducido al particular interés~ya sea «históri-
co» o de «calendario», de determinado grupo so-
cial. Y, sin embargo, cuando en la Declaración de
Independencia Thomas Jefferson decía: «Sostene-
mos como evidentes por sí mismas dichas verdades:
que todos los hombres son creados iguales; que son

56
3. Moralidad y el respeto hada uno mismo

dotados por su Creador de ciertos derechos


inalienables» 2 , se estaba refiriendo precisamente a
este concepto de ley natural. De modo similar, el
gran :filósofo americano Ralph Waldo Emerson re-
producía en buena medida el pensamiento cicero-
niano cuando recordaba: « ... en el alma del hombre
hay una justicia cuya retribución es instantánea y
completa. El que hace una buena acción queda ins-
tantáneamente ennoblecido. El que actúa mal que-
da reducido en virtud de la propia acción... Si el
hombre disimula o engaña, se está engañando a sí
mismo y pierde la relación con su propio yo».

¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si


pierde su vida?

Mateo, 16: 263

A la luz de este famoso pasaje del Nuevo Testa-


mento, alguien relacionado con el Atma Jyoti As-

2. http:/ /es.wikipedia.org/wiki/Declaraci %C3 %B3n_de_Independen-


cia_de_los_Estados_ Unidos#Texto_de_la_Declaraci. C3 .B3n
3. Traducción tomada de la Biblia de Jerusalén, en http://es.catholic.net/
biblioteca/libro.phtml?consecutivo=295&capitulo=4162. (N. de la T) La
palabra griega significa alma, vida o uno mismo. La expresión pierde su
alma en el v. 26 equivale a arruina su vida (o se pierde a sí mismo, como en
efecto lo expresa Le 9: 25), Tomado de http://www.biblegateway.com/pas
sage/?search=Mateo+ 16&version=RVR1995 #es-RVRl 995-
23701 (diciembre 2009)

57
Todo tiene dos asas

hram, una institución de espiritualidad hindú, es-


cribía: «... me he pasado la vida viendo cómo la
gente gana un pequeño fragmento de mundo y pier-
de su alma. Y al final pierden también el mundo,
bien por los caprichos de la fortuna terrenal, bien
por la inexorabilidad de la muerte (en inglés, toma-
do de http://www.atmajyoti.org/up_isha_upanis-
had_2.asp).

Yo hago lo que es mi deber. Lo demás no me atrae.

Marco Aurelio, Meditaciones)VI: 22

Sarah mantenía una relación complicada con su


madre. Pese a los esfuerzos que había hecho duran-
te años, la madre nunca le perdonó que se «hubiera
ido de casa tan joven y que no hubiera organizado
su vida junto a un hombre decente». En realidad
Sarah se fue de casa para entrar en la universidad,
pero su madre habría preferido que se quedara en
casa y le ayudara a llevar el negocio familiar que te-
nían en una ciudad de provincias, ahora que se
había muerto el marido. Su madre también había
comentado que lo que Sarah «debía hacer era esta-
blecerse, casarse y formar una familia por allí cer-
ca». Sarah tenía otros planes; entró en la universi-
dad y se licenció en Administración de Empresas.

58
3. Moralidad y el respeto hacia uno mismo

Al terminar, Sarah se organizó para pasar seis meses


en casa y ayudar a su madre a resolver unos asuntos
:fiscalesque afectaban a la tienda de ropa. También
la acompañó a diversos médicos, le arregló algunas
cosas de la casa que se habían estropeado y le solu-
cionó otras cuestiones relativas a su economía per-
sonal. Y a pesar de todo, la madre de Sara se mos-
traba distante y «quejumbrosa». No iba a permitir
que Sarah se le escapara ahora, después de «haber-
me abandonado de semejante forma, cuando te lar-
gaste hace unos años».
Sarah, sin duda, era una persona con enorme
sentido de la responsabilidad y de la obligación. Y
si en su día no acató los deseos de su madre, era
porque quería seguir su propio rumbo. Y ahora es-
taba haciendo todo lo posible por su madre. En re-
sumen, Sarah «había hecho lo que debía». Lamen-
tablemente, aunque muchos cumplamos nuestras
responsabilidades, puede que nos quedemos cor-
tos frente a lo que otros esperan o desean de noso-
tros. Y a veces, por más que ayudemos a nuestros
seres queridos, no podremos evitar que caigan en-
fermos, que tengan problemas económicos o que
se metan en líos legales. Marco Aurelio nos indica
que si hemos hecho lo que debíamos, eso es todo
lo que buenamente debemos esperar. Y Epicteto
se pronuncia en términos similares: «Si cumples
con tu deber, ya tienes lo que te corresponde». Y
¿qué quiere decir con esto? Creo que Epicteto nos

59
Todo tiene dos asas

está exponiendo que el único bien que podemos


reivindicar es el de nuestra propia integridad moral.
En la vida, todo lo demás o bien corresponde a
otros o bien escapa a lo que nosotros podamos
hacer.

60
4. El control de la adversidad

Consecuentemente)el sabio no debe-


ría alarmarsecuando se enfrenta con
lafortuna) de la misma maneraque el
es/orzadosoldadono se alarmacuando
suena el grito de combate.1

Boecio, La Consolación de la Filo-


sofía)IV: 6

Como Boecio también dijo, «La única alegría ver-


dadera surge del control que de uno mismo tenga-
mos ante la adversidad» (La consolaciónde la Filo-
sofía. Título resumen del libro II, 4). Y de manera
mucho más jocosa algún bromista recogió esta mis-
ma idea: «Si la vida no te da más que limones, pro-
cura encontrar una botella de tequila y sal». En fin,
yo no es que recomiende esta forma de ver las cosas,
pero a veces reírse sirve para poner las cosas en
perspectiva, aunque los estoicos no destacaran des-
de luego por su sentido del humor.

l. Traducción de Pedro Rodríguez Santidrián. Madrid, Alianza, 2004.

61
Todo tiene dos asas

Maimónides (1135-1204) sobre la auto-


disciplina

Cuanta más virtud adquiera el hombre, menos afecta-


do se sentirá por estas dos cuestiones: lo bueno y lo
malo. De forma que aunque le sobrevenga uno de los
grandes bienes del mundo ... no se excitará por ello, no
lo magnificará. Cuando le llegue un gran perjuicio y
una de las grandes adversidades de la vida ... no le con-
fundirá ni le perjudicará, sino que sabrá soportarlas
con entereza.

Regimen sanitatis2

El famoso filósofo, teólogo y médico medieval, tam-


bién conocido por el acrónimo Rambam, experi-
mentó la buena y la mala fortuna en muchas ocasio-
nes. Dicen que la muerte de su hermano pequeño,
David, en el mar, dejó a Maimónides sumido en un
desconsuelo de años. Y sin embargo, parece que
sus ideas sobre la disciplina emocional le sirvie-
ron de mucho a lo largo de su vida, profusa y com-
plicada.

2. Traducción española de Lola Ferre. Maimónides, Obras médicas. Gra-


nada, Eds. El Almendro, 1996 (p. 80).

62
4. El control de la adversidad

El arte de vivir es más semejante a la lucha que a la


danza ...

Marco Aurelio, Meditaciones, VII: 61

¿Por qué a la lucha? Marco Aurelio explica que en


la vida, como en la lucha, debemos «mantenernos
inamovibles y preparados para lo que nos pueda
caer». Más fácil es decirlo que hacerlo, claro.
Vamos a ver lo que le pasó a Fred, un progra-
mador informático de 47 años que estaba espe-
rando un ascenso dentro de la empresa en la que
llevaba trabajando más de 20 años. Cuando la
«burbuja tecnológica» explotó, el jefe de Fred
le llamó a su despacho para informarle de que le
iban a hacer una «oferta de jubilación». Fred no
daba crédito a lo que oía y se lo tomó fatal, pero
accedió a leerse la propuesta. Resultó que a F red
efectivamente lo despedían del trabajo a cambio
de una indemnización y unos beneficios muy es-
casos.
Los primeros diez o quince días F red se sumió
en una crisis emocional. Como él mismo conta-
ba: «Andaba alicaído por la casa de acá para allá,
me quedaba en la cama hasta mediodía y comía
lo que encontraba en la nevera. ¿Para qué moles-
tarme en ir a trabajar? Me iban a echar igual».
Después, cuando su mujer le instó a que visitara a
un «asesor laboral», Fred se animó un poco. Deci-
Todo tiene dos asas

dió enfrentarse a su jefe y luchar por conseguir


una mejor oferta. Cuando su jefe le dijo «esto es lo
más que te podemos dar», Fred contrató un abo-
gado y advirtió a la empresa de que pensaba de-
fender su indemnización por encima de todo. La
empresa decidió mejorarle el despido, aumentan-
do los beneficios en un 30 por ciento, lo cual hizo
posible que F red montara con éxito su propia con-
sultoría.
Shakespeare nos recuerda que «Dulce es el fruto
de la adversidad ...» (Como gustéis, II: 1-12). Pero la
mayoría de las veces tenemos que luchar contra
la adversidad para ver si le podemos «arrebatar» al-
gún inesperado tesoro. El ejemplo más famoso en
este sentido es la lucha de J acob con el Ángel, que
describe el Génesis, 32: 25-33. Recordaremos que
el arcángel Miguel después de pasar la noche lu-
chando con J acob «hasta que rayaba el alba», al fi-
nal le pide que lo suelte. Jacob le contesta: «No te
soltaré si antes no me bendices». El ángel accede y
desde entonces Jacob pasó a llamarse Israel « ...
porque has luchado con Dios y con los hombres, y
has vencido». Pero la batalla tuvo sus costes: «Ja-
cob fue tocado en la articulación del fémur, en el
nervio ciático».
La enseñanza que extraemos de esta parábola,
creo, es que debemos a estar dispuestos a «pelear»
con la vida y con la muerte, si queremos recibir las
bendiciones que suponen el crecimiento personal
4. El control de la adversidad

y la integridad espiritual. Puede que nos lastime-


mos en la batalla, es cierto, pero a menudo merece
la pena.

Estad preparados

por ello nada hay que no deba ser previsto. Nues-


tro ánimo debe anticiparse a todo acontecimiento y
pensar no ya en todo lo que suele suceder, sino en
todo lo que puede suceder ... Tomemos en conside-
ración todas las posibilidades del destino humano
y anticipémonos mentalmente no sólo a cuantos
accidentes suceden con frecuencia, sino a cuan-
tos en el mayor nÚ1?-1ero
puedan suceder, si no quere-
mos vernos abatidos y quedar atónitos ante tales
acontecimientos insólitos como si fueran excepcio-
nales.

Séneca, Epístolasmoralesa Lucilio, XCI: 4-8

Estoy escribiendo este texto tras el desastre del


huracán Katrina y cuando se cumple el 4.º aniversa-
rio de los ataques terroristas del 11 de septiembre.
Es indudable que ambos -pese a las muchas
diferencias que los separan- comparten el hecho
Todo tiene dos asas

de haber burlado todas las previsiones. Quiero de-


cir con ello que ninguno fue previsto de manera
eficaz; que las previsiones no sirvieron para prote-
ger a la población americanani evitaron la catástro-
fe que después le sobrevino. Ni que decir tiene que
los expertos en terrorismo y las fuerzas de inteligen-
cia ya habían advertido de que podía producirse
algo similar al 11-S; y muchos expertos en hura-
canes y riadas habían pronosticado los efectos de-
vastadores que podría tener el impacto de un po-
tente huracán sobre Nueva Orleans. Pero por la
razón que sea, nuestra imaginación no consiguió
reclutar a la voluntad para su causa. E incluso mu-
chas «autoridades», cuando se les presentaron al-
guno de los artículos escritos años antes del Katri-
na}en los que literalmente se predecían los horrores
que iban a producirse, muchas se excusaban con
frases como: «Mire U d., sí, sabíamos que los diques
podían desbordarse, pero no habíamos contado
con que se rompieran realmente». The New York
Times (9/11/05) decía que muchas de las perso-
nas que residían en Nueva Orleans creían firme-
mente que la ciudad estaba protegida por Dios y
que los huracanes potentes se desviarían en el úl-
timo momento. Séneca se entristecería al escuchar
estas cosas. «El azar discurre algún nuevo medio
con que imponernos su dominio, cuando nos he-
mos olvidado de él» (Epístolas morales a Lucilio}
XCI: 5).

66
4. El control de la adversidad

La fuerza sólo se obtiene de una manera: te levantas al


amanecer y afrontas lo que te manden, procurando no
despeinarte.

Reynolds Price en Kate Vaiden

¿El pepino es amargo?: tíralo. Hay zarzas en el cami-


no: esquívalas. Basta con ello. No añadas: «¿Por qué
existen estas cosas en el mundo?

Marco Aurelio, Meditaciones)VIII: 50

Helen era una profesora de Matemáticas, jubilada,


de 67 años, que había perdido a su marido el otoño
anterior después de unos 40 años de casados. Des-
de que se jubiló a los 65, Helen no hacía más que
amargarse pensando lo «injusta» que había sido la
vida con ella. «Siempre me ha tocado bailar con
la más fea», le decía, quejándose, a una amiga. «Lo
primero, yo realmente no quería jubilarme, pero no
andaba bien de salud y me dijeron que no estaba
rindiendo lo suficiente. Luego este noviembre pasa-
do se murió Bill y el "colchoncito" que habíamos
ido haciéndonos con los ahorros, resultó poco me-
nos que en nada. Ahora tengo que completar la
pensión dando clases particulares, que no me gusta.
Pero ¿por qué me toca todo a mí?) eso es lo que no

67
Todo tiene dos asas

puedo quitarme de la cabeza.» Helen se encontraba


dándole vueltas una y otra vez a la muerte de Bill,
pero pensando sólo en lo «injusto» que había sido
que le «hubieran separado» de ella.
Pero lo malo no termina ahí. Helen acababa de
saber que tenía un bulto en el pecho y tenía que
afrontar el miedo a la biopsia y quizá al cáncer. «Es
como si el mundo se volviera contra mí, y yo no pu-
diera hacer nada», le decía resentida al terapeuta.
«Si Dios existe, ¡desde luego tiene un sentido del
humor bien ácido!», añadía con amargura.
Como dijo Harold S. Kushner en su conoci-
da sentencia, a veces «a la gente buena le suceden
cosas malas». Está claro que la mayoría pode-
mos ponernos en el lugar de Helen y entender su
amargura. Claramente ha perdido personas y cosas
importantes y ha sufrido muchas frustraciones.
Pero ¡casi todos diremos lo mismo cuando tenga-
mos la edad de Helen ! Y no todos vamos a terminar
con una amargura crónica, ni estaremos siempre
quejándonos de «bailar con la más fea». La auténti-
ca verdad es que o nos atormentamos intentando
entender por qué el mundo es tan absolutamente
«injusto», o damos pasos para mejorar la situación
en la que nos encontramos; es decir, «esquivamos
las zarzas». El filósofo Lou Marinoff lo expresa de
esta forma:
¿Sirve de algo decir «Sé que me acabo de quedar
sin trabajo, pero no voy a amargarme por eso»?

68
4. El control de la adversidad

Desde luego que sí. Perder el trabajo seguro que


produce tristeza, pero también podemos tomarlo
como ocasión para encontrar otro mejor. Y esto
funciona con muchos tipos de pérdidas (Marinoff,
2003: 139).
Y de hecho podemos incluso utilizar las adversi-
dades de la vida para conseguir mayor profundidad
de carácter y mayor madurez emocional. Lo cual no
es fácil, desde luego; requiere práctica y disciplina.
Los antiguos rabinos apuntan: «El corazón roto
prepara al hombre para servir a Dios ...» (Buber, en
Besserman, 1994: 185). Y probablemente se refie-
ran a algo relacionado con esto. El que ha sufrido
un poco está mejor equipado para entender lo que
sufren los demás y para ayudarlos. Por eso, aunque
casi nadie elija pasarlo mal voluntariamente, tam-
poco hay que rechazar las adversidades o verlas
como una carga inútil que nos impone un Dios in-
justo.

No pienses en la enfermedad

Epicuro dice:
Durante mi enfermedad no eran mis conversaciones
sobre mis sufrimientos físicos ni hablaba... con quie-
nes me visitaban de cosas semejantes, sino que seguía
adelante con los principios de las ciencias naturales,
intentando es especial ver cómo la inteligencia, que
Todo tiene dos asas

participa de tales afecciones corporales, se mantiene


en calma, velando por su propio bien, y tampoco per-
mitía a los médicos ... encabritarse por lo que hacen,
sino que mi vida transcurría feliz y digna.

Marco Aurelio, Meditaciones, IX: 41

Desde una perspectiva budista, Robert Thurman


aboga por la meditación como vía de acometer el
sufrimiento: «Piensa... las miles de maneras con
que pueden abatirnos la enfermedad, el dolor, los
agravios, el desconsuelo, la muerte. ¿Para qué ha-
cemos esto? ¿Por qué lo hacemos? Porque re-
flexionar sobre la presencia tan extendida que
tiene el sufrimiento nos ayuda a sobrellevar nues-
tro dolor, poniéndolo en perspectiva» (Thur-
man, 170).

¿Cuánto es sufrir mucho?

Séneca era terco, pero no del todo insensible al do-


lor y al duelo. Dice,

... mas a nosotros se nos puede disculpar que nos haya-


mos dejado arrastrar por las lágrimas, si no las hemos
derramado con exceso, si nosotros mismos las hemos
contenido ... Las lágrimas han de brotar, pero no se ha
de sollozar... [E] s preciso que evoquemos con una cierta

70
4. El control de la adversidad

congoja el nombre de los difuntos que amamos, pero


tal congoja tiene también su placer.

Séneca, Epístolas morales a Lucilio, LXII: 1-4

Probablemente muchos psicólogos y psiquiatras no


estén de acuerdo con Séneca en este aspecto, con el
argumento de que «cada uno tiene que encontrar la
mejor manera de llorar la muerte de alguien ... no se
puede acotar el duelo de manera artificial». Y hay
buena parte de razón en lo que sostienen. Pero tam-
bién hay un puntito de verdad en la idea senequista
de que al final hay que buscar el modo de poner lí-
mite al sufrimiento. Sin esos límites, estaremos
entregándonos en vida al espíritu de la muerte. El
médico y erudito Moses ben Maimon (Maimóni-
des) también lo veía así en el siglo XII. Para él el
duelo era necesario, digamos, después de la muerte
de un ser querido, pero recomendaba no prolon-
garlo, ni exagerarlo demasiado. Por eso en su obra
Mishnet Torah (Hilkhot Avet, 13: 1), Maimónides
aconseja lo siguiente: «Tres días para el llanto, siete
para el panegírico, treinta para la abstención de
cortarse el cabello»3 (Halkin y Hartman, 291). Y
por sorprendente que resulte, sugiere una manera
de actuar muy concreta para conseguir que el des-
consolado abandone el proceso de duelo:

3. Traducción española de Abrahm Platkin, et al. Tel Aviv: El árbol de la


vida, 1982

71
Todo tiene dos asas

Durante los tres primeros días, el que ha sufrido la


pérdida de su ser querido debería sentirse como si tu-
viera un cuchillo al cuello; los cuatro días siguientes,
como si la amenaza le esperara a la vuelta de la esqui-
na; y a partir de ahí como si le fueran a sorprender por
la calle. Este tipo de pensamientos le ayudará a dar lo
mejor de sí y empezará a moverse.

Halkin y Hartman, 292; Hilchot Avel, 13: 12

Y realmente, esto no es sino una forma de «visuali-


zación guiada» muy similar a la que se utiliza en el
tratamiento de problemas fóbicos o postraumáticos.
El mensaje viene a ser el siguiente: «El dolor está
bien, siempre que esté razonablemente controlado.
Pero a veces hay que luchar por superar ese dolor».

*
Créeme, también en el lecho hay un sitio para la virtud.

Séneca, Epístolas moralesa Lucilio, LXXVIII: 21

No, al pronunciar esta sentencia, Séneca no estaba


pensando en la potencia sexual, sino en el heroísmo
que pueden mostrar quienes se enfrentan a una en-
fermedad grave. Consideremos el caso de Lenny,
un arquitecto de 55 años, al que tres años antes se le
había diagnosticado una artritis reumatoide. Ade-

72
4. El control de la adversidad

más de que los dolores y la hinchazón de las manos


le impedían trabajar, Lenny sentía que poco a poco
se iba desmoronando anímicamente, tanto más
cuanto más limitado se veía. «Y yo ¿para qué valgo
ahora?», le decía a su mujer. «A lo único que me he
dedicado es a la arquitectura, y la arquitectura es lo
único que me ha gustado.» Lenny iba sumiéndose
progresivamente en la apatía y el abandono.
A Lenny, Séneca le contestaría lo mismo que le
contestó a su amigo Lucilio, enfermo de una tos
crónica y aguda:

La mala salud afecta a tu cuerpo, no a tu alma ... pero si


acostumbras a tener tu alma igualmente en activo,
aconsejarás, enseñarás, escucharás, aprenderás, inda-
garás, recordarás. Pues, ¿qué? ¿Piensas que no haces
nada, si eres un enfermo temperante? Demostrarás
que la enfermedad puede dominarse o, por lo menos,
soportarse. Créeme, también en el lecho hay un sitio
para la virtud ... Tienes de qué ocuparte: combate con
denuedo tu enfermedad ... ¡Oh, qué gran oportunidad
de gloria tendríamos si nos contemplaran en nues-
tra enfermedad! Contémplate tú mismo, felicítate tú
mismo.

Séneca, Epístolas morales a Lucilio, LXXVIII: 20-21

Séneca sabía de lo que hablaba. Desde niño sufría


ataques de asma y en algún momento reconoció

73
Todo tiene dos asas

que si no se suicidaba era porque creía que su


padre no podría superar la pérdida de un hijo
(Campbell, 7). Y aun así, cuando escribió las cartas
a Lucilio, cumplidos los 60 años, Séneca seguía
manteniendo una plena actividad mental, política y
social. Y para aquellos casos en que el miedo a la
muerte nos cercena, Séneca escribió: «Una sola jor-
nada del hombre instruido cunde más que la vida
muy larga del ignorante» (EpístolasMorales a Luci-
lio, LXXVIII: 28).

·k

La buena fortuna siempre engaña; la adversa instruye.

Boecio, La consolaciónde la Filosofía)II: viii

Calcula, espera todo.

De la cólera)II: 31.44

Cuando te vuelvas a encontrar triste, pensando que


te ha tocado vivir una vida «dura», léete la biografía
de Boecio o de Séneca. Boecio (C 480-524 d.C.), po-
lítico y filósofo romano, intentó eliminar la corrup-
ción del gobierno, y terminó en la cárcel acusado de
conspiración y «sacrilegio» a través de falsos cargos.
Mientras cumplía su pena, Boecio escribió una de

4. Traducción española de Enrique Otón. Madrid, Alianza, 2004

74
4. El control de la adversidad

las obras filosóficas más influyentes de la Edad Me-


dia, La consolaciónde la filosofía. Desde la sima de
su aislamiento, Boecio decía:

Quizá no entiendas todavía lo que estoy diciendo. Tra-


to de decir algo muy particular; por eso apenas si en-
cuentro palabras para explicártelo. Pienso, en efecto,
que la fortuna aprovecha más a los hombres cuando les
es adversa que cuando les es propicia. La buena fortu-
na siempre engaña con sus falsas apariencias de felici-
dad... [La adversa], en cambio, libera a los hombres
por el reconocimiento de lo frágil que es la felicidad.

Boecio, Libro II: viii

Puede que nos parezca un tanto amarga esta re-


flexión, pero ¿qué culpa tenía el autor? ¿Estaba de-
trás de algo? Cuando vuelvas a ver uno de esos con-
cursos televisivos en los que el ganador de un coche
se pone a dar saltos de alegría, piensa en las caute-
losas palabras de Boecio.
Séneca tuvo la mala suerte de vivir en la época de
Nerón, un emperador perturbado de quien había
sido preceptor. Como Boecio, Séneca se vio falsa-
mente acusado de conspiración y obligado a suici-
darse. (Nerón, que había matado a su propia madre
y a su propio hermano, seguro que habría termi-
nado con Séneca, si éste no se hubiera suicidado.)
El filósofo permaneció imperturbable, y sentenció:

75
Todo tiene dos asas

«¡Después de matar a su madre y a su hermano, lo


único que le quedaba era matar a su profesor y pre-
ceptor!» (De Bottom, 2000). Cuando Séneca insi-
núa: «calcula, espera todo», hablaba desde la expe-
riencia más profunda y dolorosa.

Vas de acá para allá a fin de sacudir el peso que te


abruma, que por el mismo ajetreo resulta más molesto.

Séneca, Epístolas morales a Lucilz'o)XXVIII: 3

Kate era una indolente crónica. Mujer brillante y


creativa, siempre dejaba «lo difícil» para el final,
cuando apenas tenía tiempo ya de hacerlo pausada-
mente. El problema le surgía en su vida personal y
en la profesional. En el periódico donde trabajaba
como correctora de pruebas, siempre posponía la
«comprobación de los datos», hasta poco antes de
tener que entregar el trabajo a su jefe. La mayoría de
las veces Kate conseguía arreglárselas para sacar el
trabajo adelante, pero en alguna ocasión tenía que
pedirle al jefe que le diera algo más de plazo, lo cual
no contribuía demasiado al buen humor del direc-
tor, ni hacía aumentar la confianza que éste pudiera
depositar en ella. En su vida personal Kate también
difería en el tiempo la toma de decisiones difíciles.
Su marido le había estado insistiendo mucho en que

76
4. El control de la adversidad

debían redactar juntos un «testamento vital» y un


«poder» para que cada uno pudiera decidir sobre
los cuidados médicos que deberían darle al otro, en
caso de necesidad. Pero Kate siempre lo posponía.
«Me saca de quicio siquiera pensar en todo este ro-
llo de la muerte», le reconocía a una íntima amiga
suya. Este continuo evitar los temas había provoca-
do bastantes roces con su marido, que interpretaba
la indolencia de Kate como signo de que «no le im-
porta un bledo lo que nos pase en el futuro».
Los psicólogos Albert Ellis y Robert Harper lo
describen de esta forma:

Para la media, incluso para gente superior a la media,


es difícil luchar permanentemente contra su predispo-
sición normal a ceder ante las tareas difíciles, a dejar
para mañana lo que pueden hacer hoy... Bien, es difícil.
Pero hay que hacerlo y hay que hacerlo de manera
continuada, si uno quiere acometer y resolver adecua-
damente las mil y una responsabilidades que se tienen
en la vida ... Y no se puede hacer de otra forma. Pode-
mos protestar y poner los reparos que queramos, pero
la factura hay que pagarla.

Ellis y Harper, 149

Ellis y Harper van más allá y observan perspicaz-


mente que, en la mayoría de los casos, la indolencia
surge realmente de un irracional miedo al fracaso.

77
Todo tiene dos asas

En vez de abordar esa tarea tan ardua, escribir esa


«gran novela de las Letras Hispanas» o buscar la
pareja ideal, nos ponemos excusas, todo para ocul-
tarnos que tenemos miedo a fracasar en la empresa.
Pero como Séneca advirtió, no por poner pies en
polvorosa, el enemigo va a dejar de darnos alcance.
Para Séneca, concretamente, «en efecto, es único el
puerto de esta vida agitada y turbulenta: menospre-
ciar cuanto debe suceder, erguirse confiado y dis-
puesto a recibir de frente los dardos de la fortuna
sin esconderse, ni dar la espalda» (Epístolasmorales
a Lucilio, CIV: 22).
5. Perfeccionismo, virtud
y aceptación de uno mismo

No te disgustes, ni abandones, ni te
desanimes, si no te es posible realizar
siempre cada cosa a tenor con rectos
principios, sino que cuando fracases
vuelve de nuevo.

Marco Aurelio, Meditaciones, V: 9

Louise era una mujer de 35 años, contable de profe-


sión, que arrastraba desde hacía tiempo un proble-
ma de peso. Había seguido al menos tres dietas
distintas, de las que ninguna le había funcionado.
«Nunca conseguía hacerlo todo al pie de la letra»,
decía pesarosa. Pero al final, al cuarto intento, Loui-
se logró perder 7 kilos en tres meses. Estaba radian-
te, hasta que se fue a Europa tres semanas con su
marido y recuperó 12 kilos. Regresó a casa profun-
damente disgustada, «irritada conmigo misma» y
«sintiéndome otra vez una fracasada».
Los terapeutas cognitivo-conductuales, siguiendo
a los estoicos, aconsejarían a Louise que no se trata-
ra tan mal y que «reanudara» sus esfuerzos dietéti-
cos, sin condenarse a ser siempre una «fracasada».

79
Todo tiene dos asas

Todos caemos alguna vez, nos dicen los estoicos.


Pero en esos casos, tenemos que recomponernos,
sacudirnos la ropa y volver a lo que estábamos ha-
ciendo.
Este espíritu anti-perfeccionista también está pre-
sente en el judaísmo, como ilustra el siguiente frag-
mento del Talmud: «No eres tú quien da por con-
cluida la tarea, pero tampoco eres libre para dejarla
a medias» (Pirkei Avot, 2: 21). Y en el cristianismo,
de forma similar, leemos en Tomás de Kempis: «Es-
forcémonos cuanto podamos porque así y todo fa-
llaremos con facilidad en muchas cosas. No obstan-
te, siempre debe proponerse algo muy concreto
principalmente contra aquello que más se opone a
nuestro progreso» (Consejos útiles para la vida es-
piritual: Capítulo: XIX, «La actividad del buen reli-
gioso»). Y en la tradición hindú se nos enseña: «Haz
todo lo que hagas como si de algo sagrado se trata-
ra, y libérate del apego a los resultados» (Bhagavad
Gita, 3: 9; Browne, 105).

Thornton Wilder: Sobre el perfeccionismo

Hasta ahora más de uno de nuestros conciudadanos se


están dejando la vida por conseguir lo perfecto, lo ab-
soluto, y lo infinito en ámbitos en los que sólo a algu-

80
5. Perfeccionismo, virtud y aceptación de uno mismo

nos les están reservados estos horizontes, el del amor o


el de la amistad, por ejemplo. Puede que las doctrinas
de la moderación y la bendita mediocridad florecieran
en Roma o en China... aquí, desde luego, no, salvo
cuando se trata de dar consejos desesperados.

De la Conferencia «La soledad americana», pronun-


ciada en Harvard y publicada en el Atlantic Monthly,
agosto de 1952

Cómo superar el miedo al fracaso

En The Bastan Glabe (5/13/05) apareció un artícu-


lo que trataba sobre dos jóvenes, licenciados por la
Universidad de Brandeis (Waltham/Boston, Massa-
chusetts), que llevados por la pasión que sentían
por los libros y las librerías, decidieron embarcarse
en una aventura un tanto incierta: abrir su propia
empresa independiente en un momento en que las
grandes cadenas estaban obligando a cerrar mu-
chos de los negocios pequeños. El Glabe lo titulaba
así: «Ilusionados ante el fracaso» y el redactor co-
mentaba: «Atrevimiento tienen ... pese a la dificul-
tad del éxito». El artículo recogía las palabras de
uno de los propietarios, Alex Green: «¿Qué puede
pasar en el peor de los casos? Esto es algo que nos
encanta y a lo que dedicamos muchas horas. Esta-
mos dispuestos a asumir el fracaso».

81
Todo tiene dos asas

Marco Aurelio habría entendido muy bien la va-


lentía con que los jóvenes habían tomado su deci-
sión. Nos dice: «Si realizas la tarea presente
siguiendo la recta razón diligentemente, enérgica-
mente, benévolamente, y no te sales por la tangen-
te, sino que conservas en estado de pureza tu divi-
nidad ... si añades a esto no esperar ni rehuir nada,
sino estar satisfecho con la actividad presente,
acorde con la naturaleza ... vivirás feliz» Meditacio-
nes} III:12). Y para que todo vaya bien, Marco Au-
relio añade, «Toma sin orgullo, abandona sin es-
fuerzo» (Meditaciones}VIII: 33).
Parte de este atrevimiento y de la serenidad a la
hora de decidir puede verse también en la obra del
sabio americano Ralph Waldo Emerson, cuando
dice: «No sigas el camino. Abre camino y deja hue-
lla». Y para las veces en que las cosas no salen según
lo previsto, Emerson observa: «carácter es poder
prescindir del éxito».

Echar en cara a otros aquello por lo que uno mismo


tiene una contrariedad, es propio de una persona no
formada; echárselo en cara a uno mismo, es propio de
uno que ha empezado a adquirir una formación, y no
culpar ni a uno mismo ni a otro es de alguien que ya
está formado.

Epicteto, V

82
5. Perfeccionismo, virtud y aceptación de uno mismo

Entremos en las oficinas de Meta-Life, una de las


grandes compañías de seguros americanas. Durante
los últimos años ha habido un equipo de tres perso-
nas encargado de los casos de incapacidad transito-
ria. Rhonda, de 25 años y recién licenciada en Em-
presariales, es una persona trabajadora y responsable,
pero tiene una costumbre muy irritante: cuando sur-
gen problemas con una reclamación, la culpa siem-
pre es de otro. Si en el archivo de un demandante fal-
ta un documento importante, a Rhonda le falta
tiempo para manifestar que «eso lo tenía que haber
revisado algún compañero». Si un demandante se
enfada por teléfono, Rhonda siempre sale con lo mis-
mo: «Este tío es un capullo». Russ, un colega suyo de
treinta y tantos años, tiende justo a lo contrario.
Cuando algo sale mal, asume la culpa. Una vez que la
compañía fue demandada por no haber indemniza-
do debidamente a un cliente, Russ cavó su propia
tumba: «Si hubiera llevado el caso de otra manera»,
dijo haciendo un gesto de contrariedad con la cabe-
za, «no nos habríamos metido en este lío». Cada vez
que surgía un «embrollo» de estos, Russ caía en una
depresión pasajera. Con Rhonda y Russ trabajaba
como supervisora Rose, una mujer de 54 años. Era la
típica persona que querrías tener al lado en momen-
tos de crisis; siempre trataba los temas con serenidad
y eficacia, sin acusar a nadie. Cuando algo salía mal,
más que buscar culpables, Rose preguntaba: «Bue-
no, ¿qué enseñanza podemos sacar de esto?, ¿en qué
Todo tíene dos asas

podemos mejorar?». Y si tenía que reconvenir a al-


guien por analizar mal los casos una y otra vez, siem-
pre lo hacía en privado, procurando no herir los sen-
timientos de la persona que tenía delante.
No es difícil reconocer que Rhonda, Russ y Rose
representan, respectivamente, los tres niveles de
«formación» a los que se refiere Epicteto. Si bien
puede haber quien piense que sin atribuir culpas
nunca cambiaríamos ni mejoraríamos nada, debe-
mos diferenciar entre reprocharalgo a alguien -con
lo que ello implica de censura y reprensión moral- y
atribuir responsabilidades.Rose está dispuesta a ha-
cer esto último. Claro que hay casos en que tenemos
que echarnos la culpa de lo que ha pasado o echárse-
la a los demás; y no debemos tomar la sentencia es-
toica que nos lega Epicteto como una licencia para
«hacer lo que sea» sin miedo a las consecuencias. Por
el contrario, la actitud estoica templa nuestros enjui-
ciamientos morales con la clarividencia de la natura-
leza humana y sus debilidades, con la conciencia de
que es mejor «Temed el juzgar, porque todos somos
pecadores»(Shakespeare, Henry VI, segunda parte,
III.iii:31) 1• Otra manera de entender lo que nos su-
giere Epicteto aparece en Pirkei Avot, el tratado éti-
co del Talmud: «Sedcircunspectosen eljuicio» (Pirkei
Avot 1: 1). Según el rabino S. Topperoff, estas pala-
bras nos «aconsejan ser prudentes y no realizarjui-

l. Traducción española de Luis Astrana Marín, 1929, Espasa Calpe.


5. Perfeccionismo, virtud y aceptación de uno mismo

ciosa la ligera;puede que haya atenuantes que expli-


quen por qué la persona actuó así en un momento
dado. Los juicios temerarios pueden provocar enor-
me daño» (21, énfasis de este autor).
Y esto se aplica a los demás y a nosotros mismos,
por igual. Por ejemplo, mientras que es signo de ma-
durez aceptar la responsabilidad de los propios
errores, resulta sabio hacerlo sin auto-inculparse.
Siempre suele haber «atenuantes» que justifiquen
hasta cierto punto por qué obramos de manera in-
apropiada o ineficaz: quizá nos encontrábamos mal,
habíamos dormido poco o había algo que nos tenía
preocupados. Estos mitigantes no deben servir de
excusapara escabullirnos del deber; deben más bien
ayudarnos a aprender de nuestros propios fallos y
hacer que nos afanemos más la próxima vez. Como
recoge el libro de los Proverbios: «El que rechaza la
corrección se desprecia a sí mismo, el que escucha
una reprensión adquiere sensatez» (15: 32).
Seguro que Rose lo suscribiría.

Cómo acertar en la consideración de uno


mismo

Marco Aurelio nós dice: «Breve es pues lo que cada


cual vive. Pequeño es el rincón de la tierra donde

85
Todo tiene dos asas

vive. Pequeña también la fama póstuma más lar-


ga ...» (Meditaciones}III: 10). Y añade -con su ha-
bitual crudeza- «dentro de poco tiempo no serás
nadie en ninguna parte» (Meditaciones} VIII: 5).
Puede que estos pensamientos sirvan de contrape-
so a los que vimos en la sección anterior, según los
cuales tenemos que respetarnos en tanto que refle-
jos de la divinidad. Pero estas visiones del ser hu-
mano no se contradicen, pese a resultar contra-
puestas. Somos seres irrevocablemente divididos,
eternos y efímeros a la vez, dioses y polvo. Mon-
taigne lo explica de manera mucho más clara: «Y
en el trono más elevado del mundo seguimos estan-
do sentados sobre nuestras posaderas». (Ensayos}
Libro III: 13, «De la experiencia»).
Semejante paradoja debería llevarnos a una es-
pecie de equilibrio interior, a un término medio
que nos permita descargar la culpa sin ser arrogan-
tes, rechazar la ostentación sin caer en la impo-
tencia. En el judaísmo encontramos la misma
paradoja y el mismo intento de solución. Por ejem-
plo en Pirkei Avot (3: 1) se nos dice: «Presta aten-
ción a tres cosas y no llegarás a pecar: saber de
dónde has venido, a dónde irás y ante Quién de-
berás rendir cuentas. ¿De dónde has venido? De
una gota fétida. ¿Hacia dónde vas? A un lugar de
polvo y gusanos. ¿Y ante Quién deberás rendir
cuentas? Delante del Rey de Reyes, el Santo, ben-
dito es Él».

86
5. Perfeccíonismo, virtud y aceptación de uno mismo

¡Verdaderamente aleccionador! Aunque tampoco


debemos lacerarnospermanentemente pensando en
nuestras limitaciones. Veamos lo que nos enseña el
maestro jasídico Bunam de Przysucha: «Todos ten-
dríamos que tener dos bolsillos. Y en cada uno de-
beríamos llevar un papel con una máxima. Cuando
surja el caso, tendríamos que sacar el papel más ade-
cuado a la situación y leerlo. Si nos hemos puesto
demasiado altaneros y pedantes, deberemos re-
cordar que "Somos polvo y ceniza"; pero si nos sen-
timos demasiado deprimidos y lacerantes, tendría-
mos que sacar la notita que dice: "por mí se creó el
mundo"» (citado en Sherwin & Cohen, 88).

¿Me preguntas en qué aprovecho? He comenzado a


ser mi propio amigo.

Séneca, citando al filósofo Recatón, en una carta a un


amigo (De Botton: 1142 )

Marcie trabajaba de subdirectora ejecutiva en una


gran empresa de biotecnología. A los 50 años era,
desde todos los puntos de vista, una triunfadora.
Además de haber ascendido en la empresa a un

2. Traducción española de Pablo Hermida. Las consolacionesde la filoso-


fía. Taurus, 2001.

87
Todo tiene dos asas

puesto de responsabilidad, había conseguido crear


una familia, integrarse en la vida cultural como pia-
nista y realizar muchas obras de voluntariado en la
sinagoga. Pero, pese a todo, Marcie se consideraba
«medio fracasada ... O sea, no he hecho ni la mitad
de las cosas de las que soy capaz. Ya tenía que haber
llegado, por lo menos, a subdirectora general. Por
lo que se refiere a la música, no sirvo más que para
animar reuniones domésticas. Si me hubiera pues-
to, sí habría conseguido ser una buena pianista. Y
de la familia, ¡mejor ni hablar! Tendría que pasar
mucho más tiempo con los niños. Casi no voy a las
actuaciones de baile de la niña, con el niño apenas
hago nada ... y honradamente, mi marido no habla-
ría muy bien de la vida sexual que llevamos ...».
Si miramos las cosas objetivamente, Marcie había
· ganado varios premios por sus actuaciones pianísti-
cas en auditorios locales y sus hijos la describían
como «una mami chulísima ... Sabemos que siempre
está ahí». El marido, Ed, no tenía «queja ninguna
desde el punto de vista físico» y creía que «Marcie y
él hacían una buena pareja y tenían una vida fami-
liar estupenda».
Montaigne nos dice: «De nuestras enfermedades,
la más salvaje es despreciar nuestro ser» (Ensayos,
Libro III: 13, «De la experiencia»). Y pese a que en
la literatura estoica se observa una cierta tendencia
a la abnegación, en sus páginas reconocemos tam-
bién la importancia que concedían los autores a lo

88
5. Perfeccionismo, virtud y aceptación de uno mismo

que los psicólogos suelen llamar «visión positiva de


uno mismo». Al menos, no tenemos que despreciar-
nos hasta la desesperación. Marco Aurelio nos dice:
«No merezco causarme pena a mí mismo, pues ja-
más la he causado a otro voluntariamente». (Medi-
taciones, VIII: 42). Y añade: «No te disgustes, ni
abandones, ni te desanimes, si no te es posible reali-
zar siempre cada cosa a tenor con rectos principios»
(Meditaciones,V: 9). Y en un estilo más espiritual, el
autor nos recuerda que «la inteligencia de cada uno
es un dios, y de él ha dimanado» (Meditaciones,XII:
26) y, por tanto, digna de veneración y respeto.
El Talmud recoge sentimientos similares; por
ejemplo: «No te consideres perverso» (Pirkei Avot,
2: 18). Reb Nascham de Breslov (1771-1810) nos
indica, «Más que abatirse ante la desgracia, [la per-
sona] debe descubrir los elementos positivos que
existen en su ser y partiendo de esa base, juzgarse
favorablemente» (Lieber, 27). Por último, en el lai-
cismo filosófico que ofrece la Terapia Racional
Emotiva, desarrollada por Albert Ellis, se nos dice:
«Si las personas tenemos alguna dignidad o valor
intrínseco, lo tenemos en virtud de nuestra propia
existencia, por nuestro ser en sí, más que por lo que
h agamos por conseguir· 1o... Somos "buenos " o "me-
recedores de algo" simplemente por "ser'\>.
En resumen, «¡tómate un respiro!».

*
Todo tiene dos asas

No esperes la República de Platón, sino bástete con


que progreses por poco que sea, y considera que inclu-
so el resultado de esto no es chica cosa.

Marco Aurelio, Meditaciones, IX: 29

Muy a menudo las personas nos atormentamos pen-


sando que hemos fracasado a la hora de conseguir
algo que, bien mirado, resultaba altamente inalcan-
zable y pomposo. Apenas nos damos cuenta de los
pequeños pasos que vamos dando un día tras otro
para conseguir nuestras propias metas y nuestros
propios sueños. En la literatura judía es habitual
reconocer parcialmente el mérito del esfuerzo rea-
lizado y rehuir los objetivos quiméricos. Cuando
comenta el fragmento 2: 21 del Pirkei Avot, el Mar-
haral de Praga nos dice: «Estudiar la Tora no es
como construir una casa, que no vale nada si no está
terminada. Se parece más a una siembra: cada semi-
lla es completa, independientemente de que uno
quiera sembrar un campo entero» (Basser, 138-9).
Y Chaim de Zans nos ilustra de manera todavía más
elocuente lo que es la renuncia a las metas utópicas:

De joven, cuando sentí la llama del amor divino, me vi


predicando ese amor a todo el mundo. Pero pronto me
di cuenta de que bastaría con convertir a quienes vi-
vían en mi ciudad y lo intenté, pero no lo conseguí.
Después pensé que mi plan seguía siendo demasiado

90
5. Perfeccionismo, virtud y aceptación de uno mismo

ambicioso y me concentré en las personas con las que


vivía en casa. Pero tampoco logré convertirlos. Al fi-
nal, decidí que bastaba con que me fijara en mí: tengo
que ocuparme de servir a Dios adecuadamente. Pero
ni siquiera conseguí esto último.

(Traducido al inglés por Martin Buber, citado en Bes-


serman, 116.)

Por ello, cuanto te sea posible, ponte a prueba, inves-


tiga sobre ti; cumple primero el oficio de acusador,
luego el de juez, por último, el de intercesor. Alguna
vez procúrate un disgusto.

Séneca, Epístolas moralesa LucilioJXXVIII: 1O

Brett tenía treinta y tantos años y trabajaba como


publicista en una importante empresa de Holly-
wood que recibía encargos de artistas famosos. De
adolescente, Brett había sufrido brotes depresivos y
tenía la autoestima muy baja. Había acudido a la
consulta de un especialista que creía a pies juntillas
en «la visión positiva de uno mismo» y que le había
inducido a «aceptarse» tal como era, sin prestar
atención alguna a sus debilidades. Los consejos con-
tribuyeron positivamente a que Brett saliera de su
depresión adolescente, pero también parece que le

91
Todo úene dos asas

impidieron madurar a tiempo. En la oficina Brett no


manifestaba una actitud particularmente crítica con
su trabajo. Si las cosas no salían bien con un cliente,
Brett se encogía de hombros, soltaba un chascarrillo
y se contentaba con decir cosas como: «Bueno, hay
días que te comes el mundo y otros que el mundo te
come a ti». Este talante de «despreocupación» le
ayudaba a lidiar con los altibajos de la profesión,
pero le impedía también plantearse hondas cuestio-
nes personales; por ejemplo: «¿Hay algo recurrente
en las cosas que hago mal? ¿Tengo algo que cambiar
para ser mejor y más eficaz?». Aunque los compañe-
ros se llevaban bien con él, para el jefe esta falta de
aplicación resultaba a veces indignante y se lo decía.
Como hemos visto, la autoestima es muy impor-
tante, pero no es lo único que cuenta a la hora de de-
sarrollarnos como seres humanos. En el judaísmo
hay una práctica llamada heshbon ha-ne/esh,descri-
ta por primera vez por el rabino Mandel de Satanov.
Traducida, quiere decir algo así como «recapitula-
ción sobre el estado del alma». Se trata de una espe-
cie de inventario moral que nos vemos invitados a
hacer periódicamente (no sólo durante los días indi-
cados en la liturgia, como el Rosh Hashonah o el
Yom Kipur). Séneca nos apremia a algo similar, si-
guiendo un proceso de varias fases: primero debe-
mos plantearnos ciertas cuestiones; después evaluar-
nos y por último aceptarnos como somos. De poco
sirve que nos amonestemos sin más. Tenemos que

92
5. Perfeccionismo, virtud y aceptación de uno mismo

ser justos con nosotros mismos, lo cual quiere decir


vernos con objetividad y cierta dosis de compasión.

Acostúmbrate incluso a cuantas cosas te niegas a reco-


nocer. Porque también la mano izquierda, que para lo
demás es perezosa, por falta de costumbre, controla
las riendas con más vigor que la derecha, porque se ha
acostumbrado a eso.

Marco Aurelio, Meditaciones,XII: 6

Kirk era un hombre de 43 años, vicepresidente de


un banco. Pese al éxito que había logrado en su pro-
fesión y a que mantenía una vida familiar feliz, tenía
un deseo no satisfecho que le reconcomía por den-
tro y le restaba autoestima: siempre había querido
ser concertista de piano. En realidad, Kirk tocaba el
piano en casa y a veces en la iglesia, pero se laceraba
pensando que «he traicionado mi gran sueño». A
consecuencia de esta amargura y del desprecio con
que se pagaba a sí mismo, nunca se ponía a practicar
con el piano. «¿Para qué voy a tocar?», le decía a su
mujer, «nunca alcanzaré un nivel de profesional. ¡Lo
único que hago es darme de bruces con un muro!».
Si hubiera adoptado una actitud más estoica,
Kirk se encontraría mucho mejor. Podría haberse

93
Todo tiene dos asas

dicho: «Vale, evidentemente no voy a tocar en el


Carnegie Hall ni voy a ser el próximo Vladimir Ho-
rowitz. ¿Y qué? Lo que sí puedo ser es un pianista
decente y mejorar la técnica y la interpretación en la
medida en que me lo permitan mis obligaciones».
Como explicaron Ellis y Harper: «Si buscas el triun-
fo denodadamente y tienes un miedo cerval al fra-
caso, casi seguro que ... no sabrás tampoco aprove-
char las oportunidades que se te presenten, asumir
los errores ... ni gozar con lo que te gusta ... Si te em-
peñas en sobresalir o en alcanzar la perfección ... es-
tás condenado no sólo al fracaso, sino también al
miedo al fracaso, algo que tiene efectos mucho más
perniciosos que el fracaso en sí» (94).

Cuando tropieces con el yerro de alguien ponte al ins-


tante en su lugar y calcula en qué cosa semejante yerras
tú ... Entregándote a ello, rápidamente te olvidarás de
la cólera ...

Marco Aurelio, Meditaciones}X: 30

Jan, una mujer de 34 años, madre de dos hijos, se


pasaba la vida discutiendo con su hija Britney, de 14
años, sobre cuestiones de «disciplina». Un día, lim-
piando, halló un pequeño alijo de porros en la habi-
tación de la niña y cuando encontró el momento,

94
5. Perfeccionismo, virtud y aceptación de uno mismo

roja de ira, le lanzó los canutos a la cara. Acusó a la


hija de ser una «drogata consentida a la que le im-
portan un bledo los demás». Britney contestó entre
sollozos: «¿No me habías dicho que cuando estabas
en la universidad tú también solías fumarte un po-
rro de vez en cuando? ¡Tú lo que eres es una hipó-
crita, mamá!». Aturdida por la acusación,Jan se fue
lentamente a su cuarto y tras reflexionar sobre el co-
mentario que le había hecho Britney, y sobre cómo
había sido ella antes, se disculpó ante la niña por la
salida de tono que había tenido con ella. Lo cual fa-
cilitó mucho el camino para hablar sobre drogas y
los riesgos que comportan.
En el Evangelio de San Juan (8:7), se nos narra la
parábola de la mujer «adúltera» que va a ser ape-
dreada. Jesús se dirige a la muchedumbre y les dice
«Aquel de vosotros que esté libre de pecado, que le
arroje la primera piedra». El punto de vista estoico
que propone Marco Aurelio está en la misma línea.
Otras tradiciones religiosas también se hacen eco
de este espíritu de tolerancia. Por ejemplo, en el bu-
dismo, el Dhammapadaaconseja: «Es fácil ver los
defectos ajenos, pero difícil reconocer los nuestros»
(Mascaro, 71: 2). Y el Talmud nos anima a «juzgar a
toda persona para bien» (Pirkei Avot, 1: 6). La reco-
mendación de Marco Aurelio, desde luego, añade
una dimensión práctica (si no «interesada») a la ge-
nerosidad de juicio, terminamos por encolerizarnos
menos.

95
6. Cómo vivir en armonía
con el universo

Nada me va a suceder que no sea


conforme a la naturaleza del Todo.

Marco Aurelio, Meditaciones) V: 10

Frank era un ingeniero jubilado que se jactaba de


ser muy independiente y de no «necesitar a nadie».
Había quedado viudo hacía cinco años y vivía solo,
salvo cuando la hija le visitaba ocasionalmente. Des-
de sus días en la Marina, F rank había gozado de
muy buena salud, pero un día le dio un ictus grave,
a consecuencia del cual perdió el habla durante casi
un mes y el brazo derecho se le quedó medio para-
lizado. Esto le había ocurrido 9 meses atrás; gracias
a intensas sesiones de fisioterapia y al paso del tiem-
po, Frank había conseguido recuperar el habla y
prácticamente la movilidad completa del brazo.
Pero entró en una seria «depresión postictus» que
le obligó a seguir un tratamiento antidepresivo.
Con la medicación se encontraba más activo, comía
y dormía mejor, pero Frank no dejaba de darle vuel-
tas a su situación. ¿Por qué me habrá tenido que to-

97
Todo tiene dos asas

car a mí?) solía decirle a su hija. «Siempre he vivido


bien, honradamente. Tengo amigos mayores que
yo, y a ellos no les dan ictus. No hay derecho. A ve-
ces es como si me viera abandonado en una isla de-
sierta y nadie fuera a buscarme.»
Es muy comprensible que Frank -o cualquiera-
se sintiera triste o desmoralizado de vez en cuando
después de haber sufrido un ictus grave. En mu-
chos casos la depresión que sobreviene a la enfer-
medad se debe a que las vías neuronales que afec-
tan al carácter quedan dañadas. Pero en el caso de
Frank, ocurría algo más. La gente con depresión
suele albergar sentimientos de soledad, de «aban-
dono» y creen que la vida les ha tratado muy injus-
tamente. ¡Yes verdad que a veces pasa! Para Frank
el ictus fue un rayo que le partió en dos. La vida no
le había preparado para este terrible incidente.
Pero desde un punto de vista estoico, diríamos
que F rank no ha llegado a comprender ciertas ver-
dades básicas de la vida, ni del ordenamiento del
universo. A Frank no le ha ocurrido nada que no le
haya ocurrido también a lo largo de los siglos a
otros hombres y mujeres mayores de 70 años (aun-
que nuestros antepasados rara vez vivían lo bastan-
te como para verse afectados por un ictus enlama-
durez). Y lo más probable es que, pese a todos los
avances médicos, la gente seguirá sufriendo ictus,
cáncer, ataques de corazón o accidentes graves du-
rante muchos más años. Así son las cosas)y esa sen-

98
6. Cómo vivir en armonía con el universo

sación de «abandono», de estar en una «isla desier-


ta» que vive F rank surge porque la imagen de la
realidad ha quedado incompleta. Esto, desde luego,
no quiere decir que F rank tenga sentimientos equi-
vocados, ni que no haya que respetárselos. Los sen-
timientos son sentimientos sin más, ni correctos ni
equivocados. Pero lo que sí implica es que si quere-
mos ayudar a F rank hay que hacerle ver que no le
ha acaecido nada que «no sea conforme a la natura-
leza del universo, del Todo». Para ello, por ejemplo,
podríamos ponerle en contacto con otros hombres
de su edad que hayan sufrido un ictus y hayan lo-
grado «remontarlo». El psiquiatra de Frank termi-
nó por recomendarle que hiciera labores de volun-
tariado en un hospital cercano, acompañando a
enfermos graves a consulta. Cuando Frank por fin
se dio cuenta de que había gente mucho peor que
él, además de servir de ayuda, consiguió relativizar
su problema, poniéndolo en perspectiva.

Penas, belleza y sentido de la vida

El psicoterapeuta y en su día monje católico Tho-


mas Moore nos ofrece una visión muy valiosa sobre
el papel que cumple el sufrimiento en la vida hu-
mana:

99
Todo tiene dos asas

El dolor nos obliga a apartar la mirada del bullicio de


la vida y a fijarnos en las cosas que realmente impor-
tan. Cuando atraviesas un período de dolor extremo o
sufres la pérdida de un ser querido, no piensas en el
éxito que vas a conseguir, ni en artilugios o placeres
frívolos, sino en aquellas personas que para ti signifi-
can mucho; en el profundo sentido de la vida. Puede
que llegues a apreciar más la belleza que hay en el
mundo, para aliviar la pena. La belleza está siempre
presente, pero normalmente no la notas porque tienes
otras prioridades o te absorben otras cosas.

Las noches oscuras del alma

Indígnate si alguna norma injusta ha sido establecida


directamente contra ti; pero si estas leyes de la necesi-
dad encadenan a los más encumbrados y a los más hu-
mildes, reconcíliate con el hado que todo lo disuelve.

Séneca, Epístolas moralesa Lucilio) XCI: 15

Poco después de celebrar su 38 cumpleaños, Celia,


que desempeñaba una frenética actividad como ge-
rente de una Organización de Mantenimiento de la
Salud (HMO en inglés), empezó a sentirse cansa-
da, débil, «más muerta que viva». Aunque se hizo
diversos reconocimientos médicos, los profesiona-
les no consiguieron determinar la causa de su fragi-
lidad. Pero al poco tiempo, al notar que se le hin-

100
6. Cómo vivir en armonía con el universo

chaban las muñecas y las rodillas y que le dolían


mucho, se hizo otras pruebas que le diagnosticaron
artritis reumatoide} una enfermedad sistémica, ca-
racterizada por provocar inflamación crónica de
las articulaciones, de origen desconocido. Celia se
tomó muy mal la noticia. Se enfadó con los médi-
cos por no haber sabido «controlar la enfermedad
a tiempo», pese a que el reumatólogo le dijo que no
había forma de prevenirla. Celia se apartó de sus
amigos y colegas y empezó a sentirse «maldita». Le
decía a su hermana: «No sé qué he hecho yo para
que me venga esto. Me han dicho que es una enfer-
medad de por vida y que no tiene cura. ¡No tengo
tiempo para estas chorradas!». El reumatólogo
intentó ayudarla, pero sin éxito alguno. Celia pare-
cía estar enfurecida con él, con su vida y con el des-
tino que le había tocado. Al final el médico de ca-
becera la convenció para que conociera a una
joven, Samantha, a la que le habían diagnosticado
una variante juvenil de la misma enfermedad a los
16 años y llevaba varios años luchando con ella.
Pese a lo joven que era y lo mal que lo estaba pa-
sando, Samantha conservaba el optimismo. Le dijo
a Celia: «Sí, jode un poco, pero peores cosas pasa
la gente. Yo lo que intento es vivir cada día lo mejor
posible».
Poco a poco Celia empezó a abandonar esa postu-
ra que mantenía de odio y resentimiento. Se apuntó
como voluntaria a tiempo parcial en la unidad pe-

101
Todo tiene dos asas

diátrica del hospital de zona y al final terminó por


aceptar su situación con mayor ecuanimidad.
Es cierto que la enfermedad, la incapacidad y la
muerte, en último término, son limitaciones que
«nos afectan a todos, del más noble al más humilde».
Podemos abominar de esta realidad o seguir vivien-
do. Séneca imagina que la Naturaleza se dirige a no-
sotros diciéndonos: «Estas cosas de las que te quejas
son las mismas para todos, a nadie puedo hacérselas
más fáciles, pero el que se lo proponga puede hacér-
selas más fáciles. ¿De qué forma? Con la serenidad
del espíritu» (Epístolasmoralesa Lucilio,XCI: 18).
Como expone el rabino Rabi Shapiro:

La vida es dura, y de ahí surge un sufrimiento natural ...


Pero ¿por qué añadir a ese sufrimiento natural otro in-
necesario, que nos sobreviene cuando nos empeñamos
en no dejarnos ir en momentos en que no hay manera
de mantenerse a flote? ... No os toméis la vida tan en se-
rio. Es pasajera. Todos nos ponemos demasiado serios,
en la vida representamos el anodino papel que nos ha
tocado con la pomposidad del que encarna el drama
más extraordinario ... Cuanto más metidos estemos en
este teatro, más nos perderemos de la vida real... Así
que hay que implicarse. Las personas somos las herra-
mientas de que dispone la vida para hacer las cosas.
Shapiro, en Olitzky & Forman, 234-235

102
6. Cómo vivir en armonía con el universo

¿Por qué entristecerse, si la cosa tiene solución? Si no


tiene, ¿de qué sirve entristecerse?

Shantideva

En buena parte de su obra Infinite Lzfe («Vida infi-


nita»), Robert Thurman se inspira en los escritos de
Shantideva, un monje hindú del siglo VIII y una
de las figuras más reconocidas del budismo Mahaya-
na. Aunque la tradición budista se aleja bastante del
estoicismo greco-romano, ambos sistemas tienen
elementos en común. Uno de los errores más habi-
tuales es creer que las mencionadas corrientes nos
inducen a comportarnos como meros espectadores
que aceptan pasivamente los males que les sobre-
vengan, como «felpudos» dispuestos a que los piso-
teen. Sin embargo, Thurman nos advierte: «No os
creáis que la tarea espiritual consiste en tragarse los
sentimientos y ser víctimas. En absoluto. El objetivo
es impedir que ... florezca la injusticia. No actuar es
lo peor. Cuando se produzca una injusticia, da un
paso al frente. Desarrolla la capacidad de actuar con
brío, pero sin encolerizarte ... Pide ayuda. Sé enérgi-
co. Recaba un coraje jovial para recorrer el trayecto»
(Thurman, 169: 70). Esta doctrina se parece mucho
a la que pregonaban los místicos judíos pertenecien-
tes al círculo de Moses Cordovero (1522-1570)en el
pueblo de Safed. Entre sus postulados estaban la
«tolerancia ante el insulto» y la «ausencia absoluta

103
Todo tiene dos asas

de cólera». Con todo, este último debía «combinar-


se con una actuación apropiada» (Besserman, 74-5,
énfasis de este autor). Traducido a la jerga actual de
Ellis y Harper, «siJoe se porta mal conmigo, la cues-
tión que debo plantearme es: "¿Cómo puedo conse-
guir calmada y eficazmente que J oe no vuelva a ac-
tuar mal?"» (Ellis & Harper, 105).

Séneca sobre la sabiduría

Para Séneca, si alguna posibilidad tenemos de alcanzar


la sabiduría es aprendiendo a no agravar la terquedad
del mundo mediante nuestras propias reacciones, con
arrebatos de furia, autocompasión, ansiedad, amargura,
fariseísmo o paranoia ... La filosofía ha de reconciliarnos
con las auténticas dimensiones de la realidad, para así
ahorrarnos, si no la propia frustración, al menos la corte
de emociones perniciosas que la acompañan.

De Botton, Las consolacionesde lafilosofía 91 1

La sucá1 sirve para recordarnos que no debemos depo-


sitar nuestra confianza en el tamaño, la solidez o la be-

l. Débil cabaña hecha de madera, lona, hojas, etc. para celebrar la fiesta
judía del Sukkot. (N. de la T)

104
6. Cómo vivir en armonía con el universo

lleza del hogar, por repleto que esté de preciados teso-


ros. Y que no debemos confiar en la ayuda de otros,
por poderosos que sean. Hay que poner nuestra con-
fianza en el gran Dios, gracias al cual y a partir de cuyas
palabras nació el universo.

Isaac Aboab, Menorat Hamaor («La Almenara de la


Luz») III 4: 6 ed. Mossad Harav Kook, 315

Quienes no sean judíos o no practiquen la religión


quizá necesiten algo de ayuda en este punto, pues
se estarán preguntando qué tiene todo esto que
ver con el estoicismo. Retrocedamos un poco: el
rabino Isaac Aboab de Fonseca (1605-1693 ), uno
de los grandes moralistas medievales, hablaba de
la fiesta judía del Sukkot, que se celebra poco des-
pués de otras festividades más conocidas, las de
Rosh ha-Shana y Yom Kipur. Durante el Sukkot
los judíos deben construir una cabaña (la sucá) lo
suficientemente grande como para que en ella pue-
da vivir una familia. Estos alojamientos provisio-
nales representan las tiendas en las. que vivieron
los judíos durante los 40 años que estuvieron
vagando por el desierto. En la obra del rabino Ir-
ving Greenberg encontramos el mismo argumento
de Aboab, traducido en términos contempo-
ráneos, cuando leemos: «La sucá corrige la ten-
dencia natural que tenemos a apegarnos excesiva-
mente al territorio» (en Telushkin, 1991: 572). El

105
Todo tiene dos asas

«territorio», en sentido más laxo, se refiere a todas


las comodidades materiales que nos proporcionan
seguridad, confianza y a menudo prestigio. (Sole-
mos hablar de «guerras territoriales» entre empre-
sas o grandes magnates, lo cual nos lleva a pensar
en lo superficial que es esta obsesión.) Si nos pone-
mos a pensar en las secuelas del huracán Katrina) y
en los miles de hogares que quedaron arrasados
por las aguas, las palabras del rabino Aboab nos
confirman que estas viviendas no son eternas ni se-
guras. Por eso tales edificios no deben convertirse
en el centro de nuestra vida interior. Como dice el
rabino Shari Shamah: «La casa en sí no importa;
es la gente que vive en ella ... y la comunidad a la
que pertenecen [las casas]» (www.cong-shalom.
org/ shamahmsg.shtml).
Entonces, ¿cómo encaja esto con la perspectiva es-
toica? Los estoicos distinguen una y otra vez entre
las cosas que están a nuestro alcance y podemos
controlar y las que no. Epicteto nos recuerda: «Hay
unas cosas que dependen de nosotros y otras que
no. De nosotros dependen la opinión, la tendencia,
el deseo, la aversión, y, en una palabra, cuantas son
obra nuestra. No dependen de nosotros, en cambio,
el cuerpo, los bienes adquiridos, la reputación, los
cargos, en una palabra, cuantas no son obra nues-
tra» (Epicteto, I). Y posteriormente nos recuerda:
«Si haces lo que debes, ya tienes lo tuyo. Porque
no es tarea del filósofo preocuparse de los asuntos

106
6. Cómo vivir en armonía con el universo

externos -el vino, el aceite, el cuerpo- sino de la


Razón».
Si combinamos la opinión del rabino Aboab con la
de Epicteto y las traducimos a un lenguaje más ac-
tual, obtendríamos algo así como: «Mira, puedes de-
positar tu confianza en los objetos externos, en la
opinión de los demás, o en la belleza física, pero te
estarás engañando a ti mismo y colocándote en el
abismo. Estas cosas no las puedes realmente contro-
lar. Las casas se las llevan las riadas; las opiniones
van y vienen; la belleza es lamentablemente pasajera.
Así ¿en qué vas a confiar? ¿Dónde debes emplearte a
fondo? Pues debes confiar en lo Eterno, tanto si lo
llamas "Dios", "Naturaleza" o "Razón", si piensas en
ello en tanto que velada estructura natural del uni-
verso, o si crees simplemente que "las cosas son
como son". Y tienes la gran suerte de constituir una
pequeña pieza de este Orden Magnífico, siempre
que ejercites la facultad que te hace plenamente hu-
mano, la razón. Y cuando ejercites la razón y estés en
armonía con esta organización (Las Cosas Son Como
Son), verás que nos han puesto aquí, en el mundo,
para que cumplamos la responsabilidad que tenemos
como personas: ser morales, decentes, amables y jus-
tos. Y si lo consigues, no sólo tienes todo lo que ne-
cesitas, sino todo lo que realmente el universo depa-
raba para ti».

107
Todo tiene dos asas

Séneca sobre la Fortuna

De modo que el sabio( ...) avanza cada día con esta in-
tención (...). La fortuna nada otorga en propiedad.
Nada hay estable, ni en privado, ni en público. Tanto
el destino de los hombres como el de las ciudades cam-
bia. Todo cuanto prolongadas generaciones han cons-
truido con asiduos trabajos y la continua protección de
los dioses, lo dispersa y destruye un solo día. Concede
un plazo largo a los males que se avecinan quien les
asigna un día: una hora y un instante bastan para abatir
los imperios

De Botton, 1O1

Las cosas son como son

Cuando un familiar mío cayó gravemente enfermo,


tenía que hacer muchos kilómetros y trasladarme
de un lado a otro para ayudar a quienes lo estaban
atendiendo. Como por el propio carácter de la en-
fermedad resultaba imposible prever cuándo me
iban a necesitar o cuándo debía cancelar mis obliga-
ciones profesionales o familiares, no dejaba de darle
vueltas al elevado grado de incertidumbre con que
estaba viviendo, lo cual empezaba a angustiarme un
poco, sobre todo el hecho de no saber «qué más va

108
6. Cómo vivir en armonía con el universo

a pasar». Sinceramente, no era raro que de vez en


cuando me compadeciera de mí mismo.
Pero las palabras de Marco Aurelio: «Nada me va
a suceder que no sea conforme a la naturaleza del
Todo» me sirvieron enormemente como fuente de
serenidad y de alivio. Cuando la gente tiene que
afrontar situaciones angustiosas, en las que reina la
incertidumbre, creen que no hay nadie más que esté
soportando -ni siquiera que haya soportado- ese
tipo de presión afectiva. Y lo cierto es que miles,
quizá millones, de personas habrán experimentado
algo muy similar a lo largo de los siglos. Los huma-
nos enferman; las familias tienen que acudir a cui-
darlos y a confortarlos; la gente muere, y suele dejar
a los más queridos detrás, sufriendo Ún enorme do-
lor. Tales cuestiones no son fáciles, ni agradables,
pero como Marco Aurelio bien sabía, no tienen
nada de raro, ni de extraordinario. Las cosas son
como son, así es nuestra vida de criaturas vulnera-
bles y mortales. Nuestro dolor y nuestros afanes son
cosas que el universo ha visto ya en múltiples oca-
siones y seguirá viendo infinitas veces a partir de
este momento. Y esto de algún modo, resulta, al
menos para mí, reconfortante.

109
7. Cómo vivir nuestro aquí y ahora

Abandona el pasado, confía el futuro


a la providencia y dirige el presente
sólo a la piedad y lajusticia.

Marco Aurelio, Meditaciones (lige-


ramente modificado), XII: 1

Joe era un ingeniero de 45 años, casado, que vivía


al margen del presente. Cuando no se torturaba
por lo que le parecía un «defecto» o un «punto fla-
co», imaginaba qué otras cosas podrían «ir mal».
Mientras hacía lo posible por atender a su padre,
un anciano ya muy enfermo, J oe se laceraba pen-
sando que no era «demasiado buen hijo», y no de-
jaba de preocuparse por «cómo voy a cuidar a
papá cuando se ponga peor». Por ejemplo, Joe no
hacía más que darle vueltas al «testamento vital»
de su padre, y lo que implicaba cada uno de los
apartados. Como se pasaba la vida recordando o
anticipando acontecimientos, apenas tenía paz
cuando realmente estaba con su padre. En deter-
minado momento el padre le comentó: «¿Sabes,
hijo? Preferiría ver contigo un partido de fútbol

111
Todo tiene dos asas

que no pasarnos la tarde hablando de lo que ya


pasó o de lo que puede pasar».
Hay un chiste tristemente conmovedor de Bunny
Hoest y John Reiner (ParadeMagazine,2/27 /05) en
el que aparece un perturbado mental mirando un
expositor de tarjetas de felicitación. Y le pregunta al
empleado: «¿Tienen alguna tarjeta que ponga "Sien-
to mucho todo lo pasado, presente y futuro"?».
A través del concepto del «presente suficiente» la
filosofía estoica nos ofrece una de sus ideas más li-
beradoras. El estoico dice: «No puedo cambiar el
pasado; no puedo realmente decidir ni controlar
el futuro; así que lo mejor que puedo hacer es vivir
con decencia e integridad, aquí y ahora». De un
modo similar, el prestigioso médico William Osler,
recomendó en determinado momento lo siguien-
te: «Para el día, basta con el bien que se haga». Mar-
co Aurelio añade: «Que no te perturbe el futuro.
Llegarás a él, si a mano viene, con la misma razón
que ahora empleas para el presente» (Meditacio-
nes, VII: 8).
¿Qué quiere decir Marco Aurelio cuando apunta
«con la misma razón que ahora empleas para el pre-
sente»? Creo que lo que está expresando es lo si-
guiente: «Dedícate a ser una persona fuerte y con
fundamento, como lo eres ahora». Desde luego, se
me podría objetar: «Pues en este momento, ¡soy un
perfecto caso perdido!». Vale, puede que sea ver-
dad. Pero la mayoría de las personas han pasado por

112
7. Cómo vivir nuestro aquí y ahora

situaciones extremadamente difíciles, a las que han


tenido que hacer frente y plantarles cara, ya sea la
pérdida de un ser querido, la ruptura de una rela-
ción o una enfermedad dolorosa. Y, de hecho, viene
muy bien volver sobre esos casos de auto-aprendiza-
je y decir: «Si pude con todo aquello, voy a poder
con lo que se me presente». Y por ahora, nuestra
única responsabilidad es sencillamente «actuar
bien»: sembrar «la justicia y la virtud» en el presen-
te. Como advierte el rabino N achman de Breslov:
«El ayer y el mañana son la perdición de la humani-
dad. Hoy puedes elevarte hacia Dios. Pero el ayer y
el mañana te apartan de él» (Olitzky y Forman, 178).

Cómo huir de las tribulaciones cotidianas

Concluye cada día y olvídate. Has hecho lo que has


podido; se te han colado algunos errores y algunas ton-
terías; deja de pensar en ellos lo antes posible. Mañana
será otro día; lo empezarás con serenidad y con el áni-
mo muy alto para evitar que te abatan las estupideces
pasadas.

Ralph Waldo Emerson, The AmericanScholar

113
Todo tiene dos asas

¿Qué resta sino gozar de la vida uniendo bien con


bien, en forma que no quede el más breve intersticio?

Marco Aurelio, Meditaciones)XII: 29

De lo que más se quejaba Brandon era del «poco


tiempo que tengo para hacer lo que me gusta». Pro-
gramador informático con vocación de poeta, Bran-
don echaba humo cada vez que tenía que hacer cola
en el banco o en el supermercado: éste es «otro ejem-
plo de cómo se están comiendo mi tiempo». Bran-
don vivía solo y solía pasar horas leyendo la prensa,
cosa que justificaba diciendo: «Tengo que mantener-
me al corriente de lo que pasa en el mundo», pero
apenas se dejaba tiempo para la poesía. Cuando un
amigo suyo le puso sobre la mesa esta cuestión, Bran-
don le contestó bastante irritado: «¡No vas a escribir
poesía a ratitos! Tienes que tener horas por delante,
como si desplegaras un lienzo gigantesco».
Los grandes sabios del estoicismo, el judaísmo y
de otras tradiciones orientales tenían claro que la
idea del tiempo que manejaba Brandon era una ar-
timaña muy peligrosa. Marco Aurelio nos invita a
no dejar «el más breve intersticio», y nosotros po-
dríamos añadir ... «sin rellenar satisfactoriamente».
Más adelante observa: «¿Qué partícula del tiempo
infinito e insondable ha sido asignada a cada uno?
Pues rápidamente desaparece en la eternidad ...»
(Marco Aurelio, Meditaciones,XII: 32). Sin embar-

114
7. Cómo vivir nuestro aquí y ahora

go, el poco tiempo que tengamos podemos usarlo


bien, si nos lo proponemos. Después de todo, mien-
tras esperaba en el banco, Brandon podía dedicarse
a jugar con las palabras o barajar imágenes poéticas,
podía al menos leer poesía. Y por lo que se refiere al
gigantesco lienzo del tiempo, eso también es una
excusa para evadirse. El rabino Menachem Mendel
Schneerson, fundador del movimiento de Luba-
vitch (una comunidad hasídica fundada en Rusia a
finales del siglo XVIII), solía decir «En cinco minu-
tos se puede conseguir tanto». Y de manera similar
el gran sabio Hillel indica: «No digas "cuando ten-
ga tiempo libre, estudiaré", porque puede que no
tengas tiempo libre» (Pirkei Avot, 2: 5). No, la vida
exige que utilicemos cualquier minuto libre para al-
canzar nuestras metas. El erudito chino, Chu Hsi,
nos recomienda: «Por lo que se refiere al esfuerzo,
el estudiante no tiene que decir que va a prepararse
para realizar un gran esfuerzo. Debe ir acumulando
pequeños esfuerzos poco a poco, y empezar inme-
diatamente. Esperar a que llegue el momento de
realizar ese gran esfuerzo es perder las oportunida-
des que se le brindan ahora» (Gardner, 102).
Por cierto, parece que de todas las reflexiones que
nos ha dejado la filosofía estoica, la cita de Marco
Aurelio es una de las pocas que nos invitan a «gozar
de la vida». Y sin embargo, hay que reconocer que
toda la obra de este filántropo pretende. dar pautas
que nos permitan crear una existencia rica, signifi-

115
Todo tiene dos asas

cativa y meditada. Para conseguirlo, claro está, te-


nemos que preguntarnos constantemente: «¿Cómo
se sirve de sí mismo el principio rector?» ¿Cómo es-
toy utilizando mi tan preciado tiempo? «Porque en
esto», Marco Aurelio apostilla, «radica todo» (Me-
ditaciones)XII: 33 ).

Una visión budista de cómo vivir el momento

No revivas el pasado. No te pierdas en el futuro. El pa-


sado ya no es. El futuro no ha llegado. Si el instruido
atiende a la vida tal cual es, en su preciso aquí y ahora,
vivirá libre e inamovible.

BhaddekarattaSutta (en Kornfield, 118-119 1)

No «mates el tiempo»

El rabino Kerry N. Olitzky nos dice:

Pese a que solemos dar el tiempo por sentado, proba-


blemente sea el bien más preciado de que disponemos.

l. Cf. En español, http:/ /www.bosquetheravada.org/index.php?option=


com_content&task=view&id=879&Itemid= 740

116
7. Cómo vivir nuestro aquí y ahora

Por eso, «matar el tiempo» es pernicioso. Algunos in-


genuamente nos negamos a reconocer que el tiempo
pasa, sobre todo cuando tenemos que reconocer los
años, a medida que nos vamos haciendo mayores. Sin
embargo, otros, agradecidos a ese tiempo que la vida
les ha brindado ... celebran con entusiasmo los cum-
pleaños ... Disfruta del día que nace y valora cada mo-
mento como un tesoro.

Olitzky y Forman, 1999

En su obra A Sideways Look at Time («El tiempo


mirado de reojo»), Jay Griffiths nos recuerda que
podemos ser prisioneros del tiempo. Curiosamen-
te cita a Séneca, cuando se pregunta: «¿Cuándo
vamos a vivir, si no es ahora?». Lo cual nos lleva a
la famosa cuestión planteada por Hillel: «¿Si yo no
soy para mí, quién lo será? Y, si soy sólo para mí,
¿qué soy? Y si no es ahora, cuándo?». Griffiths
también cita el Tao Te Ching, donde se nos enseña
que: «Muévete con el presente». La idea que sub-
yace en todas estas tradiciones es que aunque no
debemos derrochar el tiempo, tampoco debemos
ser esclavos del mismo, ya sea porque nos envuel-
va el pasado o porque nos obsesione el futuro.
Como dice Nachman de Bratslav: «Pues todo lo
que el hombre tiene en el mundo es el día y la hora
en que vive: el mañana es otro mundo, enteramen-
te distinto».

117
Todo tiene dos asas

El tiempo y el arte de la felicidad

El rabino Joseph Telushkin (2006, 63) recoge que


para usar bien el tiempo debemos evitar decirnos
dos cosas:

• «Tengo mucho tiempo». Si eso es cierto es que


hay algún vacío en nuestras vidas o que algo
nos falta.
• «No tengo nada de tiempo». Esto suele ser una
fórmula para no hacer lo que podemos hacer.

Que no te confunda la reflexión sobre la vida entera.


No andes cavilando en cuáles y cuántas cosas penosas
es de creer que te han de pasar, sino que a la vista de
las presentes pregúntate a ti mismo qué parte de la ta-
rea es intolerable e insufrible.

Marco Aurelio, Meditaciones)VIII: 36

Lori era directora comercial de una importante


empresa de biotecnología. A sus 27 años había con-
seguido un reconocido éxito profesional, hasta que
al departamento en que trabajaba llegó un jefe nue-
vo. Casi al instante, Lori se vinoabajo. «Este tío no
para de criticarme», observaba. «Todo lo que hago,
tiene alguna pega. Y no sólo eso, me dice que ten-

118
7. Cómo vivir nuestro aquí y ahora

go que aumentar "la productividad" o atenerme


a las consecuencias de un posible despido». Lori
empezó a sumirse en una «espiral emocional», se
imaginaba en el paro y «tirada en la calle». También
empezó a dudar de sus cualidades como directora
y se cuestionaba si podría volver a asumir puestos
ejecutivos en el futuro. Apenas comía, dormía poco
y de repente se encontró «con que tengo que tomar-
me un par de copas todas las noches, para coger el
sueño». Una compañera de trabajo le sugirió que
hablara con el psicólogo de la empresa.
Lo más probable es que los consejos que el psicó-
logo le diera a Lori fueran en la línea de Marco Au-
relio: céntrate en el aquí y ahora; pregúntate qué
tiene la situación actual de insoportable; y no con-
viertas un contratiempo en un desastre cósmico, ca-
paz de arruinarte la vida en todos los demás aspec-
tos. Después de todo, incluso en el caso de que Lori
perdiera el trabajo, ¿quién no dice que no fuera a
encontrar otro y a estar razonablemente satisfecha?
Y como destacan Ellis y Harper: «Si te desvelas por
lo que hacen los demás o por lo que pasa a tu alre-
dedor, normalmente te apartarás de lo que por lógi-
ca debe ser tu preocupación fundamental: compor-
tarte adecuadamente y hacer lo que tienes que
hacer» (Ellis y Harper, 164). Puede que el jefe de
Lori no fuera sencillamente un perfecto imbécil,
quizá alguna de sus críticas estén fundadas. Proba-
blemente para Lori sería mejor cambiar de táctica y

119
Todo tiene dos asas

adoptar una actuación distinta, «proactiva», ver las


ventajas de reunirse con su jefe, solicitarle críticas
más constructivas y mostrarle su disposición a recti-
ficar. Si tras esto no se corrige la situación, Lori po-
dría estudiar la posibilidad de solicitar un traslado
dentro de la empresa o de buscar otro trabajo. Su-
mirse en una «crisis emocional» no es lo único que
podemos hacer para afrontar los «múltiples proble-
mas» de la vida.

¿Qué es lo último que puede pasar?

Como observa Alain de Botton, a veces «la promesa


tranquilizadora puede resultar el antídoto más cruel
contra la ansiedad. Nuestras predicciones de color
de rosa dejan al ansioso desprevenido para lo peor,
al tiempo que implican sin querer que sería un au-
téntico desastre si sucediese lo peor. Con más astu-
cia, Séneca nos invita a considerar que es probable
que ocurra algo malo, si bien es poco probable que
llegue a ser tan malo como nos temíamos» (De
Botton, Las consolacionesde la filosofía, 106). Lite-
ralmente, lo que Séneca aconseja es lo siguiente: «Si
quieres quitarte de preocupaciones, asume que lo
que temes que va a ocurrir, va a ocurrir realmente».
Como apunta De Botton: «Séneca apostaba a que

120
7. Cómo vivir nuestro aquí y ahora

una vez que consideremos racionalmente lo que


ocurrirá si no se cumplen nuestros deseos, descu-
briremos, casi con toda certeza, que los problemas
subyacentes son más modestos que las ansiedades
que han alimentado» (Las consolacionesde lafiloso-
fía, 107). O, como explican los Drs. Harper y Ellis:
«El miedo al desastre que se va a producir si pasa
algo malo, suele ser exagerado ... Lo peor de casi to-
das las "catástrofes" suele ser el pánico exagerado
al horror que producen, y no lo que puedan tener
de terribles en sí» (Ellis y Harper, 133).

121
8. La opinión de los demás

No pueden admirar tu perspicacia.


Sea. Pero ... [tú sí puedes] propor-
ciona[r] aquellas [cosas] que depen-
den por entero de ti: la sinceridad, la
dignidad, la resistencia al dolor ..., -
la aceptación del destino, la necesidad
de poco, la benevolencia, la libertad,
la sencillez, la seriedad [y] la magna-
nimidad.

Marco Aurelio, Meditaciones, V: 5

Aunque Bryce tenía vocación de novelista, trabaja-


ba de ayudante ejecutivo en una compañía de segu-
ros, en un puesto que para él había entrado en «vía
muerta». Por innovadoras que fueran las ideas que
propusiera, la respuesta del jefe siempre caía como
un jarro de agua fría. «En cuanto entro, me echa,
sin más», contaba Bryce a la terapeuta, «aun cuan-
do sabe que tengo ideas buenas y que podría aho-
rrarle dinero a la compañía». Para ahogar sus frus-
traciones, Bryce escribía relatos cortos. Escribir le
gustaba, pero no había tenido suerte con las revistas

123
Todo tiene dos asas

literarias, algo que le llenaba de amargura y resenti-


miento. «¡Es increíble la bazofia que publican estos
tíos!», expresaba. «Y cuando les mando algo real-
mente bueno, lo rechazan y me lo indican mediante
una circular estúpida. ¡Y todavía no sabes por qué
estoy enfadado!» Bryce se sentía tan fracasado en el
trabajo y en la literatura que en los últimos tiempos
empezó a abusar del alcohol.
Los estoicos tendrían muchas cosas que decirle a
Bryce, que ya se creía víctima de jefes desagradeci-
dos y editores poco avezados. Esencialmente lo que
Bryce busca es algo que nadie posee: el control sobre
las opiniones que otros tienen acercade lo que hace-
mos) de nuestras cualidadesy nuestra valía. Como di-
rían Ellis y Harper: «Sólo hay una solución posible a
tu problema. Sencillamente, deja de pensar que para
tener una digna opinión de ti mismo necesitas de la
aprobación y el cariño de los demás» (83).
Pero Marco Aurelio va más allá, cuando aconseja
admitir que «nuestra perspicacia» pase inadvertida.
Nos invita a centrarnos en lo que sí podemos contro-
lar: nuestra actitud y nuestro proceder.N adíe puede
impedir que actuemos con benevolencia, integridad
o gratitud. Nadie puede impedir que estemos satisfe-
chos con la suerte que la vida nos ha repartido. Claro
que no siempre podremos comportarnos o pensar de
una manera tan ejemplar, pero con esfuerzo lo conse-
guiremos la mayor parte de las veces. Confucio, sa-
bio chino, lo explica así: «Al sabio no le importa que

124
8. La opinión de los demás

la gente no lo conozca; le importa su propia falta de


capacidad, de saber» (Dover, 87).
Si Bryce hubiera interiorizado esta máxima, no se
preocuparía ni de su jefe ni de los editores insen-
sibles.

¿Cuál de estas cosas es bella porque se la alabe, o por-


que se la vitupere se corrompe? Porque ¿la esmeralda
se hace peor de lo que es si no se la elogia? Pues ¿qué
el oro, el marfil, la púrpura, la lira ..., la flor?

Marco Aurelio, Meditaciones, IV: 20

¿Alguien me va a despreciar? Él verá. Yo, por mi par-


te, veré que no me halle haciendo o diciendo nada dig-
no de desprecio.

Marco Aurelio, Meditaciones,XI: 13

Ray no era muy apreciado en su pequeña congrega-


ción rural. Pese a ser un devoto «creyente», pensaba
que el ministro «había ido demasiado lejos» en eso
de meter política en los sermones semanales. Según
Ray, «el Reverendo Thomas no para de introducir
todas esas ideas de derechas que escucha a nuestros
peores demagogos y políticos. Ya se lo he comenta-
do, pero dice que la gente de fe tiene que implicarse
en política, y que me calle». Algunas personas de la

125
Todo tiene dos asas

congregación iban lanzando rumores sobre Ray, que


Ray era un «rojo liberal», que «quería entregar la
iglesia a las abortistas», y cosas así. En un primer
momento Ray se puso furioso al enterarse de los
chismes venenosos que corrían sobre él y decidió
«denunciar públicamente» a quienes pensaba que
iban divulgando tales afirmaciones. Pero su mujer le
convenció para que hablara con los supuestos ofen-
sores uno a uno, calmada y educadamente, y les ex-
pusiera sus preocupaciones. «Mira, cariño», añadió,
«nosotros sólo debemos ocuparnos de lo nuestro».
Cuando nos atacan, instintivamente tendemos a
devolver el golpe de alguna forma. No me refiero
a la legítima defensa personal, sino a la costumbre
que tenemos de reaccionar agresivamente cuando
nos critican o nos calumnian. No cabe duda de que
no resulta agradable ser objeto de la maledicencia.
Pero Marco Aurelio nos enseña que la mejor estra-
tegia en estos casos es decir: «Es su problema. Ten-
go que asegurarme, a través de mi actuación, de que
su difamación no tiene fundamento». Tomás de
Kempis ofrece una reflexión similar, cuando escri-
be: «Ponte primero a ti mismo en paz y podrás des-
pués pacificar a otros» (Imitación de Cristo, Parte
II, cap. 3: «Bondad y paz»). Y también el Talmud
nos recuerda: «Quienes están cercados por el odio,
no tienen vida» (Pesahim, 1123b).

*
126
8. La opinión de los demás

Ten cuidado con lo que dices


La persona que contiene sus palabras se vuelve real-
mente poderosa. Tiene el poder de la autodisciplina, la
convicción de que puede controlar sus impulsos; de
que tiene fuerza interior para contenerse, de medir sus
palabras y de actuar de acuerdo con sus valores más
elevados.

Chofetz Chaim Yisrael Meier Kagan, c 1870, citado en


Finkelman y Berkowitz 1995, xxxviii

¿Lugar de Honor?
Séneca nos recuerda que tendemos a reaccionar
con excesiva virulencia cuando nos creemos insul-
tados o desairados:

Puesto en un lugar de menos honor empezaste por en-


fadarte con tu anfitrión, con el maestro de ceremonias,
contra el mismo que te ha sido preferido: loco, ¿qué
importancia tiene qué parte del lecho hundas? ¿Más
honorable o más despreciable puede hacerte a ti un
cojín?

Séneca, De la cólera,III: 37

Telushkin, de quien hemos tomado la cita, añade la


siguiente reflexión: «Muchos de nosotros vivimos
metidos en este papel de "malos invitados", mini-

127
Todo tiene dos asas

mizamos lo bueno que otros hacen por nosotros ... si


alguien nos hace un favor, fijémonos en el bien rea-
lizado y no en qué más podría haber hecho la otra
persona» (2006: 106).

128
9. El vínculo común
de la existencia

Todo está entrelazado entre sí y la


ligazón es sagrada... Pues el mundo es
uno} a partir de todas las cosas y la
divinidad una a través de todo; la
sustancia} una; la ley} una; la razón}
común a todos los seres dotados de
inteligencia y la verda~ una ...

Marco Aurelio, Meditaciones} VII: 9

Mitch tenía 29 años, vivía solo y trabajaba de conta-


ble en Manhattan. Después de los ataques del 11-S,
no pudo dormir en un mes. Trabajaba justo a tres
manzanas de las Torres Gemelas y en el siniestro
perdió a dos amigos. Aunque pasados dos meses re-
cuperó su ritmo normal de sueño, a Mitch le quedó
un odio soterrado contra lo que llamaba «esos c...
de la cabeza enfundada en un trapo que hicieron lo
que hicieron a mis amigos». A partir de entonces
Mitch salía cada vez menos con familiares y compa-
ñeros, y entró en lo que describía como« ... una es-
pecie de túnel negro. Me quedaba en la cama todo
el rato, no me duchaba, ni me afeitaba, y reproducía

129
Todo tiene dos asas

una y otra vez escenarios de venganza. O sea, cómo


pillar a los h.d.p. que cometieron el atentado».
Debemos pensar que los sentimientos que embar-
garon a Mitch después del 11-S fueran comparti-
dos, en mayor o menor grado, por millones de ame-
ricanos. Y seamos claros, el atentado terrorista
representó una acción cobarde, despreciable y des-
aprensiva. Comportamientos así hay que odiarlos, y
sin embargo tenemos que esforzarnos por no odiar
a nuestros congéneres. Puede que esto a la mayoría
nos resulte imposible, sobre todo si hablamos de
gente abyecta, los hin Ladens, los hítleres, los pol
pots o los stalins. Pero pese a todo, pese a todo, el
mensaje estoico es que al menos debemos intentar-
lo. Marco Aurelio nos recomienda: «La mejor ma-
nera de defenderte es no parecerte a ellos» (Medita-
ciones) VI: 6).
En la tradición judía también se destaca esta ense-
ñanza. En el Talmud se nos dice: «El mal de ojo, las
bajas pasiones o el odio a nuestros semejantes nos
expulsan del mundo» (Pirkei Avot, 2: 16). El rabino
Moshe Lieber observa que « ... debemos tratar a las
personas adecuadamente, porque cada una tiene su
papel en el plan divino; nadie fue creado sin más, ya
sea tonto, ignorante ni siquiera malvado. Todos for-
man parte del esquema de Dios. Puede que no lo
entendamos, pero Dios creó todas las cosas y a to-
das las criaturas para que algo bueno y beneficioso
surja de cada una de ellas» (1995: 222).

130
9. El vínculo común de la existencia

Este sentimiento no dista mucho de la máxima es-


toica, según la cual: «Todo está entrelazado entre sí
y la ligazón es sagrada».

Séneca, sobre el odio

[El odio no es sólo un vicio, sino un vicio que va di-


rectamente contra la Naturaleza.]

El hombre cori vistas a la ayuda mutua ha sido engen-


drado, la ira con vistas a la aniquilación; él anhela
reunir, ella separar; él hacer bien, ella perjudicar; él
aun a los desconocidos ayudar, ella aun a los más que-
ridos hostigarlos; él por las conveniencias de los demás
incluso hasta arriesgarse está dispuesto, ella, con tal de
arrollar, a arrojarse al peligro. ¿Quién, pues, descono-
ce más la naturaleza de las cosas, que el que a su más
excelente e irreprochable tarea asigna este vicio salvaje
y pernicioso? La ira, como hemos señalado, está ávida
de castigo y que el deseo de él exista en el mansísimo
corazón del hombre en absoluto está de acuerdo con
la naturaleza.

Séneca, De la cólera I, 5: 2
1

131
Todo tiene dos asas

Estamos aquí para esto, para equivocarnos y corregir-


nos, para encajar golpes y devolverlos. No nos tene-
mos que considerar nunca desarmados; la naturaleza
es inmensa y compleja, pero no impermeable a la inte-
ligencia; tienes que cercarla, horadar, sondear, buscar
el lugar de paso o construírtelo tú.

Primo Levi, de El sistemaperiódico1

El escritor y superviviente del Holocausto, Primo


Levi, habla de la trágica complejidad de la vida y de
cómo debemos esforzarnos por superarla. Algo que
viví muy de cerca, hablando hace poco con Leo-
nard Rosen, un catedrático del Bentley College. El
profesor Rosen me contó que había sufrido un tras-
torno neurológico, concretamente una parálisis fa-
cial transitoria. De esta espantosa experiencia, Ro-
sen sacó buen número de reflexiones muy en la
línea de la filosofía estoica y existencial:

El primer día de primavera, este año, me levanté y me


encontré con que sólo podía sonreír con la mitad de la
cara. La otra mitad estaba caída ... y no había manera
de que recuperara su aspecto habitual... En principio,
no tengo gran cosa que decir sobre un consejo que me
dieron de joven: que cada día debemos decidir si la
vida es trágica o cómica y actuar en consecuencia. Mi

l. El sistemaperiódico.Madrid: Alianza, 1999. (Trad. de Carmen Martín


Gaite).

132
9. El vínculo común de la existencia

rostro con pinta de interrogante sugería que la vida es


ambas cosas a la vez... Así que... una decisión para
cuando volviera a recuperar la sonrisa: colocar encima
de la mesa -ya de por sí suficientemente revuelta- una
reproducción de máscaras antiguas ... de esas que tie-
nen un ojo guiñado, por la alegría, y el otro, con la mi-
rada puesta en el cielo. Puede que no llegue a entender
cómo se reparten la suerte y el infortunio en el mundo,
pero desde luego cada día miraré la máscara y lo que
haga será la medida de lo que valgo.

Bastan Glabe) 3/24/06

133
10. Felicidad y talante

Para enderezar lo que está torcido)


tienes que hacer primero una cosa
más difícil: enderezarte tú. Tú eres tu
único maestro. ¿Quién si no? Somé-
tete y descubre a tu maestro.

Dhammapada} tomado de Korn-


field, 65

Irwin y Ruth, una pareja bien avenida que pasaba


de los 60, decidieron que iban a hacer un derroche
para «alegrar» su matrimonio: una escapada a
Hawaii. Tras 35 años juntos, Ruth describía la vida
que llevaban como « ... un tanto aburrida. Irwin es
un tipo estupendo, pero nunca hacemos nada. ¡Lo
único que le gusta es sentarse en la butaca a leer.
Pero a mí, me gusta salir a bailar!». Ante esto, Irwin
se sentía un poco desconcertado: «Amo a Ruth. No
sé de qué se queja. Quiero decir, salimos a cenar dos
veces a la semana. Pago yo, no pasa nada. Lo que
querría es que Ruth dejara de agobiarme todo el
rato». Cuando por fin se fueron de viaje, los dos se
dieron cuenta de que Hawaii «no contribuyó dema-

135
Todo tiene dos asas

siado a que cambiaran las cosas entre nosotros».


Aunque a Ruth el lugar le pareció precioso, seguía
viendo que Irwing lo único que quería era pasar la
mayor parte del tiempo « ... tumbado en las hama-
cas de la piscina, como un lagarto y, ¿a que no sabes
qué?, ¡leyendo!». Irwing se quejaba de que« ... todo
el rato, Ruth está con lo mismo: "¡ Vamos a explorar
el volcán!, vamos a coger un barquito para ir a otra
isla!" No sé por qué no disfruta simplemente des-
cansando».
Nuestra cultura tiende a propagar el mito de las
«Vacaciones de Ensueño»: ese crucero perfecto o
esa escapada a una isla desierta, donde «olvidar las
preocupaciones y recuperar la pasión por la vida».
Séneca y los estoicos eran más cautos, sabían que
cuando se acometen los viajes así, se llega al «Paraí-
so de los Necios». Como escribe Séneca en sus Car-
tas: «Sea cual sea tu destino, ...». Y cita a Sócrates,
que en determinado momento dijo a un viajero des-
encantado, «¿Cómo te extrañas de que los viajes no
te beneficien en nada, si siempre tienes que ir conti-
go? Cargas con aquello de lo que querías huir»
(Campbell, 75). Y, al final, resume su postura en la
siguiente afirmación: «Debes cambiar de alma, no
de clima» (Epístolasmoralesa Lucilio, XXVIII: 1).
Esto no quiere decir que no tengamos que irnos
de vacaciones con ganas y con ilusión, pero tam-
bién hay que ser realista. Cuando el transatlántico
del crucero llega de vuelta a puerto, volvemos tam-
10. Felicidad y talante

bién a nuestros problemas de siempre y a nuestra


manera de ser de siempre. Y ¿qué vamos a hacer
entonces con esa «carga»? Séneca tiene respuesta
clara: «Por tanto, corrígete, arroja la carga de tus
espaldas y refrena dentro del límite saludable los
deseos que deben moderarse; expulsa de tu espí-
ritu toda suerte de maldad. Si quieres tener viajes
placenteros, sana a tu compañero» (Epístolasmora-
les a Lucilio, CIV: 20).

Sólo la virtud proporciona el gozo perenne, seguro.

Séneca, Epístolas moralesa Lucilio, Carta XXVII: 3

Jim era un concejal de 60 años y reconocido presti-


gio en su comunidad. Llevaba más de treinta traba-
jando lealmente en su ayuntamiento, y "tenía fama
de hombre íntegro y honrado". No obstante, Jim y
su familia tenían que arreglárselas con un sueldo
modesto y pasaban verdaderos apuros económicos
debido a la enfermedad crónica de su mujer. Un día
llegó al despacho de Jim un individuo, que se iden-
tificó como miembro «de un comité de acción polí-
tica». Esta persona le contó una historia muy enma-
rañada sobre «lo mucho que nuestro grupo le
necesita, Jim», y al final terminó ofreciéndole unos

137
Todo tiene dos asas

35.000 euros para que votara a favor de una pro-


puesta de ley que iban a presentar en el Pleno.
Contra lo esperado, Jim consideró un instante el
ofrecimiento que le hacían, lo rechazó y echó al sin-
vergüenza de la sala.
Los estoicos conocían el valor de la buena repu-
tación, igual que los rabinos del Talmud. En Pirkei
Avot, el rabino Shimon dice: «Hay tres coronas: la
de la Torah, la del sacerdocio y la de la realeza,
pero la corona de la buena reputación está por en-
cima de todas» (4:17). Vale, muy bien, pero ¿en
qué sentido podemos decir que la buena reputa-
ción garantiza «la felicidad serena y eterna»?
¡Aunque el comportarnos normalmente bien nos
proporcione cierta satisfacción, eso desde luego
no tiene nada de «eterno», ni nos garantiza la au-
sencia de preocupaciones! Los estoicos, si se les
permite, no están de acuerdo. Para entender su ra-
zonamiento, tenemos que empezar por considerar
la premisa según la cual lo único que podemos
controlar en la vida, en todo caso, es la propia acti-
tud y, en consecuencia, la respuesta que demos a
las fatigas y adversidades de la vida. Esta convic-
ción interior µo es algo que nos puedan sustraer,
como si de d1nero se tratara. Y, dicen los estoicos,
si nos proponemos actuar en armonía con el Uni-
verso o la Razón, aceptando las cosas como son y
tratando de no herir a nadie, enganchamos nuestra
suerte a algo «eterno». Podemos ir incluso más
10. Felicidad y talante

allá. Cuando nos sentimos en armonía con la na-


turaleza universal y con el resto de la humanidad,
experimentamos un profundo y duradero sentido
de felicidad. Séneca añade: «Ni existe prosperi-
dad ni adversidad para cada uno por separado: vi-
vimos en comunión» (Epístolas morales a Lucilio}
XLVIII: 2) (Campbell, 96). Probablemente, esto
hasta cierto punto Jim lo sabía.

¿Ser leal a ti mismo?

Antes de morir, el rabino Zusya dijo: «En el mundo


que ha de venir no me van a preguntar "¿Por qué
no fuiste Moisés?". Me preguntarán "¿Por qué no
has sido Zusya?"» (Atribuido al rabino hasídico
Zusya de Hanipoli).
La tradición estoica también concede gran impor-
tancia a esta idea: debemos ser leales a nosotros
mismos, no en el sentido narcisista, que se popula-
rizó en los años sesenta y nos inducía a «hacer nues-
tra vida». Lo que los estoicos más bien quieren de-
cir con esto es que identifiquemos y hagamos realidad
nuestra propia naturaleza. Marco Aurelio nos dice
que «quienes no secundan los movimientos de su
propia alma fuerza es que sean desgraciados» (Me-
ditaciones} II: 8). Y también observa: «Nada más
miserable que el hombre que anda dando vueltas en

139
Todo tiene dos asas

círculo a todo, e investiga ... e indaga mediante con-


jeturas lo que hay en las almas de sus vecinos, sin
darse cuenta de que le basta estar con sólo el dios
que lleva dentro y servirle noblemente» (Meditacio-
nes, II: 13). ¡Al rabino Zusya le bastaba con ser el
rabino Zusya, no Moisés!

Mira de no hacerte César... Consérvate sencillo, bue-


no, puro, grave, sin afectación, amigo de lo justo, pia-
doso, benévolo, cariñoso, firme en el cumplimiento
del deber. Lucha por permanecer tal como te quiso ha-
cer la filosofía.

Marco Aurelio, Meditaciones,VI: 30

Heather era lo que sus compañeros de trabajo lla-


marían una «ambiciosa y una soberbia». Recién
cumplidos los 32 años ya era vicepresidenta comer-
cial de una importante empresa farmacéutica.
Como era soltera y sólo se dedicaba a su profesión,
la gente la consideraba una trabajadora obsesa. A
veces pasaba 16 horas en la oficina y aun así le cos-
taba irse a casa, pese a que siempre se llevaba pape-
les pendientes. Lamentablemente, cuanto más as-
cendía en la escala corporativa, más atraída se veía
por los símbolos del poder. Se compró un·ático en
la mejor zona de la ciudad. Se gastaba una fortuna

140
10. Felicidad y talante

en ropa, en cosméticos y en organizar lujosas fiestas


para los compañeros. Pero Heather tenía pocos
amigos; ni siquiera una buena relación entre sus co-
legas. La mayoría de quienes trabajaban con ella la
encontraban altiva y autoritaria. Una vez humilló a
un becario delante de sus compañeros por haber
cometido un pequeño error y no se disculpó. El
lema por el que se guiaba Heather en la oficina era
«hay que elegir, o eres tiburón vivo o boquerón
muerto». La cosa no quedó ahí. Al final el director
reconvino a Heather por haberse excedido con un
subordinado y la trasladaron a un puesto inferior en
el escalafón.
Mencioné más arriba el concepto judío de hesh-
bon ha-ne/esh,algo así como la «recapitulación so-
bre el estado del alma». Marco Aurelio busca algo
parecido cuando nos invita a rehuir la arrogancia y
el ansia de poder que caracterizaron a Julio César
y a pelear con nosotros mismos para ser cada día
mejores. Nos ofrece también una breve relación de
cualidades morales que debemos procurar y mante-
ner, y la verdad es que que Heather podía haber
echado una ojeada a la lista.
El rabino Goldie Milgram amplía esta idea de in-
ventario moral y profundiza en el propio concep-
to de heshbon ha-ne/esh,tal y como lo entendió en
el siglo XIX el sabio Mendel de Satanov. En la lista
que se proporciona más abajo, aparecen en cursi-
va los elementos que aparecían en el inventario mo-

141
Todo tiene dos asas

ral del rabino Mendel; en letra normal se incluyen


los comentarios del rabino Milgram (http:/ /www.
reclaimingjudaism.org). Nótese, en particular, lo
referente a los valores estoicos fundamentales de
ecuanimidad, tolerancia, humildad, tranquilidad,
templanza y calma. En conjunto, este inventario nos
proporciona una vía para alcanzar la felicidad per-
sonal y la vida responsable, que al final viene a ser lo
mismo.

• Ecuanimidad: capacidad para vivir equilibrada-


mente.
• Tolerancia: del crecer se aprende.
• Orden: conceder tiempo para vivir enteramente
la vida con integridad.
• Firmeza: actuar con diligencia cuando se esté
seguro.
• Aseo: imponer dignidad en tu persona y en tu
espacio.
• Humildad: saber que siempre te queda mucho
por aprender y que tendrás más preguntas que
respuestas.
• Rectitud: Vivir ganándote la confianza y el res-
peto de los demás.
• Estabilidad económica: ahorrar los recursos su-
ficientes para vivir sin deudas.
• Celo: vivir con entusiasmo centrándote en las
metas y en el esmero.
• Silencio: Escuchar y pensar antes de hablar.

142
10. Felicidad y talante

• Tranquilidad:Compartir tus necesidades y tus


ideas educadamente, siendo respetuoso y claro.
• Verdad:Hablar únicamente de lo que esté ple-
namente confirmado por los hechos.
• Separación:Centrarte en cada tarea a su debido
tiempo; evitar la multiplicidad de quehaceres.
• Templanza: Comer y beber para mantenerte
sano, sin cometer excesos.
• Calma: detenerte antes de actuar, valorar las
consecuencias, integrar sabiamente razón y co-
razón.
• Modestia: abstenerte de gestos y prácticas vul-
gares, groseras y jactanciosas.
• Confianza:Vivir pensando que el universo es
generoso y que tú perteneces a él.
• Generosidad:encontrar satisfacción en hacer lo
que puedas por los demás.

Si no conviene, no lo hagas. Si no es verdad, no lo


digas.

Marco Aurelio, Meditaciones,


XII: 17

Muchas veces al hacer razonamientos morales nos


ponemos excesivamente calculadores. Intentamos
«descifrar» lo que los demás esperan de nosotros,
saber si lograremos salirnos con la nuestra en algún

143
Todo tiene dos asas

asunto díscutible, prever cómo afectará nuestra ac-


tuación a nuestra situación económica, etc. Y lo
mismo ocurre con la veracidad de las palabras que
emitimos. Puede que pensemos: «Si no le digo toda
la verdad, puede que me salga con la mía». Marco
Aurelio nos ofrece un antídoto bien sencillo y eficaz
contra tanta planificación maquiavélica. En un per-
tinente fragmento nos recuerda que debemos « ... no
referir la acción a ninguna otra cosa excepto al fin
común» (Meditaciones,XII: 20). ¡Cuánto más feli-
ces seríamos si siguiéramos esta máxima aparente-
mente tan simple que nos brinda Marco Aurelio !

¡Deja de quejarte y haz del mundo un lugar


mejor!

Comparemos esta afirmación, tradicionalmente atri-


buida al rabino Abraham Isaac Kook, con la pro-
puesta de Marco Aurelio, que recogemos más abajo:
«Las personas puras y rectas no se quejan de la mal-
dad, sino que dan ejemplo. No se quejan de la fal-
ta de fe, sino que la siembran. No se quejan de la
ignorancia, sino que transmiten sabiduría».

[sobre el magnánimo]...qué dirá alguien u opinará so-


bre él o hará contra él, ni siquiera ofrece a su mente,
bastándole dos condiciones: hacer justamente por su
parte lo que hace ahora, y amar lo que ahora se le ha

144
10. Felicidad y talante

asignado, y arrojar de sí toda inquietud y afán. Y no


quiere otra cosa que un camino recto con la ley, y se-
guir a la divinidad que ha hecho un camino recto.

Marco Aurelio, Meditaciones,X, 11

Primero la obligación y luego la devoción:


la primada de la conducta

Un admirado ateo dijo en su día al gran científico y


místico francés Blaise Pascal (1623-1662): «Ojalá tu-
viera la misma fe que tú, para actuar igual que tú». Y
Pascal le respondió: «Actúa como yo y tendrás fe».
Los sabios judíos compartían un punto de vista
similar; es decir, que «a través de la acción, se movi-
liza y fortalece la voluntad. Incluso en el caso de
que alguien lleve a cabo una buena acción, movido
por algo indigno ... si persiste, terminará actuan-
do por motivos justos» (Adler, 67).

145
11. Satisfechos con lo que tenemos

Sólo son felices ... los que tienen la


mente fijada en algún objeto que no
sea su propia felicidad: la felicidad de
otros) las mejoras de la Humanidad
o) incluso} algún arte o proyecto ... Así,
apuntando hacia otra cosa} encontra-
mos incidentalmente la felicidad.

John Stuart Mill, Autobiogra/ía 1


,

p.163.

Amy y Sarah habían sido íntimas amigas desde pri-


maria. De adolescentes compartieron de todo: ropa,
música, citas, películas, y hasta los más íntimos secre-
tos y esperanzas. Su relación no tenía implicaciones
sexuales; Amy y Sarah eran sencillamente «íntimas
amigas». Solicitaron plaza en 1amisma universidad y
cuando se licenciaron estaban seguras de que segui-
rían siendo siempre tan amigas. Pero Sarah empezó a
salir con Jeff, un compañero de su clase de Historia,
y pasaba cada vez menos tiempo con Amy, que solía

l. Trad. de Carlos Mellizo, Alianza, 2008.

147
Todo tiene dos asas

ser muy reservada. Amy se enfadó, se puso celosa y al


final se enfrentó a Sarah gritándole entre sollozos:
«¿Cómo me has podido hacer esto? ¡Eres una volu-
ble y una falsa!». Pasaron muchos meses hasta que
Amy consiguió aceptar que Sarah la seguía aprecian-
do, pero que tenía que seguir su vida. A partir de ahí
Amy consiguió encontrar un nuevo círculo de ami-
gos y quedaba con Sarah de cuando en cuando.
Séneca establece una distinción que resulta im -
portante para la psicología humana y podría haber
ayudado mucho a Amy: la diferencia entre la nece-
sidad y el deseo. Escribe: «Ellos y nosotros coinci-
dimos en esto: en que el sabio se basta a sí mismo.
Con todo, el maestro quiere tener también un ami-
go, ... aunque él se baste a nivel personal» (Epístolas
morales a Lucilio} IX: 3, énfasis de este autor). La
cultura «pop» en que estamos inmersos tiende a di-
fuminar esta distinción, algo que podemos ver en el
aluvión de canciones que nos asaetean con frases
como «Te necesito}cielo», «¡No puedo vivir sin tu
amor!». El psicólogo Albert Ellis, que lleva tiempo
liderando una corriente con la que rebatir tales su-
puestos culturales, convendría con Séneca en que
la persona realizada buscala amistad, pero no la ne-
cesita.Recordemos que la piedra angular de la :filo-
sofía estoica es que antes de que podamos ser ami-
gos -y antes de que podamos amar- tenemos que
amarnos a nosotros mismos y alcanzar nuestra pro-
pia independencia.En la misma carta (IX: 8), Séne-
11. Satisfechos con lo que tenemos

ca nos dice: «El que mira hacia sí mismo y con esa


disposición llega a la amistad, discurre mal». Y
añade: «Si quieres que te amen, ama tú». El :filósofo
quiere decir que la amistad no debe buscar benefi-
cios afectivos o psicológicos, menos aún materia-
les. La respuesta tan petulante que tuvo Amy ante
la relación que mantenía Sarah con Jeff, por com-
prensible que sea, indica que la amiga estaba «uti-
lizando» a Sarah para satisfacer alguna necesidad
interior, y no tanto disfrutar del cariño en sí. La
verdadera amiga no ve en la otra persona una pro-
longación de sus necesidades, sino el recipiente en
el que verter lo mejor y más delicado de sí misma.
«¿Para qué te procuras un amigo?», se pregunta
Séneca: «Para tener por quien morir, para tener a
quien acompañar al destierro, oponiéndome a su
muerte y sacrificándome por él» (Epístolasmorales
a Lucilio, IX: 1O).
Esta última imagen podría interpretarse como la
reelaboración del famoso mito griego de Damón y
Pitias. Resumiéndolo brevemente, cuando Dionisio
-el tirano de Siracusa- condenó a muerte a Pitias, le
dio un tiempo para que arregla_rasus asuntos, siem-
pre que su amigo Damón accediera a servir de re-
hén. Damón aceptó. Cuando Pitias regresó, según
lo convenido, Dionisio se quedó tan impresionado ·
que liberó a los dos.

149
Todo tiene dos asas

A quien sus bienes no le parecen muy cuantiosos, aun


siendo dueño de todo el mundo, ése es un desgracia-
do. Epicuro.

Séneca, Epístolas moralesa Lucilio, IX: 20

No hemos dedicado demasiada atención a los epicú-


reos, una escuela filosófica que competía con los es-
toicos en la Grecia del siglo IV a. C. Fundada por
Epicuro (341-270 a. C.), esta escuela ha sido ma-
linterpretada, por defender supuestamente el «co-
mamos y bebamos y cantemos», e incluso el más ab-
soluto libertinaje. Nada más lejos de la verdad.
Epicuro simplemente señalaba que lo que habría
que conseguir en la vida era asegurarse responsable-
mente los placeres y evitar dolores innecesarios. Los
placeres intelectuales estaban por encima de los
sensuales, puesto que estos últimos suelen generar
problemas a largo plazo. Que el epicureísmo no dis-
taba tanto del estoicismo ya lo indica Séneca cuan-
do cita con aprobación las palabras de Epicuro.
La idea de que la auténtica satisfacción consiste en
sentirse complacido con lo que se tiene también apa-
rece en el Talmud. En Pirkei Avot, 4: 1, encontra-
mos, por ejemplo, lo siguiente: «¿Quién es rico?
Aquel que se contenta con lo que tiene». Toperoff
corrobora que esta mishná no se refiere simplemente
a las «riquezas materiales», sino a sentirse contento y
satisfecho. Cita las palabras del sabio del siglo XIII,

150
11. Satisfechoscon lo que tenemos

Jacob Anatoli, que dijo: «Si alguien no puedeconse-


guir lo que quiere, debe querer lo que tiene» (197).
Esta noción talmúdica de la felicidad, como señala
Toperoff, enfatiza lo que ya hemos descrito en algu-
na ocasión como «la gran virtud del agradecimien-
to» (Pies, 2000: 208-9). Y de manera similar en el
Tao Te Ching, leemos la afirmación: «Si comprendes
que tienes suficiente, / eres auténticamente rico»2
(Browne, 309). De ahí que el concepto estoico de la
felicidad como plenitud agradecidaresuena en buen
número de antiguas tradiciones espirituales.

Sobre el ser agradecido

Marco Aurelio comienza sus Meditaciones con


una letanía de «agradecimientos». Como explica
F arquharson, la lista supone el «reconocimiento
personal a las lecciones y los talentos recibidos de
hombres y mujeres que, al parecer, ... tuvieron ma-
yor influencia en su vida» (95). ¡Marco Aurelio se
muestra agradecido a todos, desde su abuelo pater-
no hasta los dioses! En este sentido, muestra uno
de los aspectos del estoicismo que suele pasar des-
apercibido, la importancia que concede a la grati-
tud. El filósofo francés André Comte-Sponville, en

2. Versión de Stephen Mitchell, trad. de Jorge Viñes, Madrid, Alian-


za, 2001.

151
Todo tiene dos asas

su magnífica obra, Pequeño tratado de las grandes


virtudes 3 , escribe lo siguiente sobre la gratitud:

Lo que la gratitud nos enseña ... es que también existe


lo que podría llamarse humildad jubilosa, o humilde
júbilo, humilde porque sabe que no lo ha causado ... y,
de saberlo, se alegra aun más (135).

Puede que la gratitud sea la más profunda de las sa-


bidurías. Como observaba Epicuro, «La vida del ne-
cio es ingrata, intranquila» (Séneca, Epístolas morales
a Lucilio, XV: 9). Y en los días particularmente frus-
trantes, suelo echar mano de este aforismo budista:

Levantémonos y demos gracias, porque si hoy no


aprendimos demasiado, al menos aprendimos algo; y
si no aprendimos algo, al menos no enfermamos; y si
caímos enfermos, al menos estamos vivos; por eso, sea-
mos agradecidos.

Nadie puede alcanzar todo cuanto quiere, puede, cier-


tamente, no desear lo que no posee y servirse con ale-
gría de los bienes que se le han ofrecido.

Séneca, Epístolasmoralesa Lucilio, CXXIII: 3

3. Barcelona, Paidós, 2008.

152
11. Satisfechos con lo que tenemos

En el trabajo Rick era una de esas personas influ-


yentes y respetadas. A los 34 años había llegado a la
vicepresidencia administrativa de una importante
empresa de biotecnología. Para sus amigos Rick «lo
tenía todo», una carrera brillante, una mujer her-
mosa y competente, una casa magnífica y una mane-
ra de hacer con la que parecía ganarse a todo el
mundo. Sin embargo, pocos se fijaban en el Rick
que por la noche al salir de la oficina para irse a
casa, se sentía «un farsante fracasado». Rick se lace-
raba pensando que «no había conseguido llegar a
presidente de Administración» y que se «había vis-
to desplazado por un tipo con más agallas». Miraba
su casa, de doce habitaciones, situada en una urba-
nización de lujo y pensaba: «Yo podría tener más. Y
lo tendría, si hubiera jugado mis bazas con más in-
teligencia». Junto a esto, Rick añoraba una vida
completamente distinta, como profesor de Histo-
ria. «Fui idiota al no terminar el máster de historia»,
le confesaba a su terapeuta. «Ahora podría tener ya
el doctorado y estar enseñando en la universidad.»
Incluso a su matrimonio, Rick siempre le pedía más.
«Amo a Kathy», decía, «pero en muchos aspectos,
no es la mujer con la que soñaba casarme ... Siempre
deseé estar al lado de alguien con vena artística,
quizá poeta, y Kathy es horrorosamente práctica».
Rick, como millones de personas, parece no en-
contrarse satisfechos con las muchas cosas maravi-
llosas que tiene. En la literatura rabínica encontra-

153
Todo tiene dos asas

mos un aforismo muy pertinente a este caso: «Nadie


abandona este mundo con siquiera la mitad de los
deseos satisfechos» (Eclesiastés Rabbah, 1: 13). Si
conseguimos interiorizar esta idea y vivir sus impli-
caciones, probablemente encontremos la felicidad
que se le ha escapado a Rick.

154
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157
Índice analítico

A Sideways Look at Time, Jay ataque terrorista sobre EE. UU.


Griffiths, 117 (11-S), 129
Aceptación de uno mismo, 79-80, Aurelio, Marco:
87-90 nacimiento y muerte, 16;
Adler, M., 145, 155 sobre el arte de vivir, 63;
adversidad y control: sobre el deber, 58, 59;
Boecio, sobre, 61, 74, 75; sobre el miedo al fracaso, 82, 93;
dolor y, 70-72; sobre el tiempo, 114, 115-116;
enfermedad y, 69-70; sobre el vínculo común de la
Génesis, 64; existencia, 129, 130;
Maimónides,sobre,62; sobre la aceptación de uno mis-
preparación, 65-69; mo, 89;
Séneca,sobre, 74, 75-76; sobre la confianza en uno mis-
Shakespeare,sobre,64 mo, 139-140;
alma,23 sobre la conformidad con la na-
amistad, 147-149 turaleza del universo, 97, 109;
amor a uno mismo, 148-149 sobre la corrupción del poder,
ansiedad, 120-121 140;
apariencias, engaño de, 41-42, 55- sobre la crítica, 123-126;
56 sobre la ecuanimidad de espí-
apathet"a, apatía, significado de, ritu, 18-19;
19 sobre la gratitud, 151;
apego a las cosas y sufrimiento, 49- sobre la hipocresía, 55;
52 sobre la ignorancia, 26-27;
aprendizaje, 73-74 sobre la mortalidad, 45, 46, 47,
aseo, 142 49, 85-86;

159
Índice analítico

sobre la opinión de los demás, Bunam de Przysucha, sobre lo para-


94, 95; dójico de nuestra naturaleza, 87
sobre la opinión, 31;
sobre la perfección de carácter, Cábala,30
18-19; calma, 143
sobre la rectitud, 144-145; Chu Hsi, sobre el tiempo, 115
sobre la satisfacción, 111,112; Churchill, Winston, 35
sobre las cosas que no afectan al Cicerón:
alma,23,25; sobre el deber, 55, 56
sobre las metas utópicas, 90 sobre el estoicismo, 55
sobre nuestra insignificancia, sobre la vejez, 52-53
86; cólera:
sobre razonamientos morales, El Talmud,sobre, 126
143-144; enseñanza de los rabinos, 43
autodisciplina, 40, 62, 127 Epicteto, 34
Libro de los Proverbios, 43, 44
Baron, J. L., 155 Rabino Abraham Joshua Hers-
Beck, Dr. Aaron, 18 chel, sobre, 35
Becker, Ernest, sobre la mortali- Rabino Joseph Telushkin, so-
dad, 45 bre, 34-35
Besserman, P., 38, 91, 155 Séneca,sobre,43, 127
Boecio, sobre la adversidad, 61, y resentimiento, 97-104
74, 75 Comte Sponville, André: sobre la
La consolaciónde lafilosofía,74, gratitud, 151-152
75,155 conducta, primacía de, 145
sobre la buena suerte, 74-75 confianza en uno mismo:
Bonforte, 155 Dhammapada,135
Browne,80, 151,155 Marco Aurelio, 139-140
budismo: rabino Zusya, 139-140
afinidad con el estoicismo, 16, Séneca, 136
39-43, 103 Sócrates, 136
enseñanzas del Buda, 40 confianza, 143
sobre el momento, 116 conformidad con el universo, 97-
sobre la infelicidad de la exis- 99, 109
tencia, 51 Confucio y la opinión de los de-
sobre la opinión de los demás, más, 124-125, 155
95 convicción interior, 138
buen talante: creencias de los místicos judíos,
confianza en uno mismo y, 139- 103
140 e
crítica:
corrupción del poder, 140-141 autodisciplina y, 127
el Talmud, 138 Confucio sobre, 124-125
estoicismo y, 138-139 Marco Aurelio, sobre, 124-126
Séneca, 137 Thomas de Kempis, sobre, 126

160
Índice de analítico

Damón y Pitias, mito de, 149 tres niveles de instrucción, 82, 84


De Botton, A., 87, 104, 108, 120- epicureísmo, 150
121, 156 Epicuro:
deber, 55-60 sobre la enfermedad, 69-70
depresión, 23-26, 50, 97-98 sobre la gratitud, 152
deseo y necesidad, distinción en- sobre la satisfacción, 150
tre, 148 equilibrio interior, 86
Dhammapada: estabilidad económica, 142
sobre la confianza en uno mis- estoicismo:
mo, 135 aclaración, 15-22
sobre la opinión de los demás, afinidad con el budismo, 16, 39-
95 43, 103
sobre lo que somos, 26 apego, 49-52
dolor, 49-51, 70-72, 100 Baruch Spinoza y, 54
duelo, 70-72 buen talante, 138
dukha, definición, 51 Cicerón, 55
conformidad con la naturaleza
ecuanimidad, 19, 142 del universo, 98-99
Ellis, A. y Harper, R. A.: depresión y, 23-26
A Cuide to Rational Living, 156 enseñanzas de Epicteto, 35-38
dignidad intrínseca de los seres injusticia social y, 20
humanos, 89 juicio moral, 84
indolencia, 77 malinterpretado, 16
miedo al fracaso, 77, 94 Michel de Montaigne, 53-54
reacciones afectivas, 18, 28 modulación afectiva y 17-18
supuestos culturales, 104, 119, piedra angular del, 23, 148
121,124,148 relevancia de, 16
Terapia Racional Emotiva Con- satisfacción con el presente,
ductual, 18, 89 112-113
Emerson, Ralph Waldo: ser leales a uno mismo, 139
el alma y la justicia, 57 sobre la confianza en uno mis-
el miedo al fracaso, 82 mo, 138-139
sobre la satisfacción, 113 sobre la mortalidad, 46-50
enfermedad, 69-70, 72-74 sobre los objetos externos, 106-
entusiasmo, 142 107
Epicteto: valores esenciales, 142
autodisciplina, 40 vínculo común de la existencia,
deberes personales, 106, 107 130
integridad moral, 59-60 Evangelio de San Juan, 95
sobre el deber, 59-60
sobre la cólera, 34 felicidad:
The Philosophy o/ Epictetus, buen talante, 137-139
Bonforte, 155 confianza en uno mismo y, 139-
tiempo para la reflexión, 42 140
Índice analítico

corrupción del poder, 140- Hoest, Bunny, 112


141 humanidad común, 27-30
el Talmud sobre, 150 Hume, RE., 42, 156
inventario moral y, 141-144 humildad, 142, 152
John Stuart Mili sobre, 147
opinión y, 32-34 In Good Company (Algo más que
primacía de la conducta, 145 un jefe), película, 55-56
reacción afectiva, 17 indolencia, 7 6-77
satisfacción con lo que tenemos, Infinite Lije, Robert Thurman
147 (2004), 103
seres humanos, 144 inventario moral, 141-143
viajar y, 135-137
Finkelman, S., Berkowitz, Y. & J ay, J ohn, 44
Chofetz, C., 127, 156 Jefferson, Thomas, 56
firmeza, 142 J ennings, Peter, 48
Fonseca, rabino Isaac Aboab Johnson, Samuel, citado sobrera-
de, sobre las sucás, 105, 106, zón y emoción, 21, 156
107 judaísmo, tradición jasídica, 38
Forman, rabino Lori, sobre la cóle- juicio moral y estoicismo, 84
ra, 43
Kempis, Tomás de:
Gelbermann, rabino Joseph, 30 Consejos útiles para la vida espi-
generosidad, 143 ritual 30, 156
Génesis, sobre la adversidad, 64 La imitación de Cristo, 126,
gratitud, 151-154 156
Grayling, A.C., citaq.o sobre razón sobre la crítica, 126
y emoción, 21 sobre la opinión de los demás,
Greenberg, rabino Irving, sobre la 30, 33
sucá, 105 Kennedy, John F., el vínculo co-
Griffiths, J ay, sobre el tiempo mún de la existencia, 46
como una cárcel, 117 Klagsburn, F., 156
Kook, rabino Abraham Isaac,
Halkin, A. & Hartman, D., 71-72, 144
156 Kornfield, J.,40, 116, 156
Harper, Robert: Kushner, rabino Harold, 68
A Cuide to Rational Living, 121,
156 Lankevich, G.J., 52, 156
miedo al fracaso, 94 Levi Primo, 132
sobre la indolencia, 77 Levítico, sobre la justicia, 33
heroísmo, 72-73 Ley natural, 56-57
Heschel, rabino Abraham J oshua, Libro de los Proverbios, sobre la
35 comprensión, 85
Heshbon ha-na/esh, concepto de, Lieber, rabino Moshe: -
141 sobre el vínculo común de la
Hillel sobre tiempo libre, 115 existencia, 130

162
Índice de analítico

The Pirkei Avot Treasury.Ethics sobre la hostilidad, 43


o/ the Fathers,130, 156 necesidad y deseo, distinción en-
Lindeman, E.C., 156 tre, 148

Maimonides: odio, cólera:


sobre el dolor, 71-72 ataque terrorista a EE. UU. el
sobre la autodisciplina, 62 11-S, 129
Mandel de Satanov, rabino, sobre el Talmud, sobre, 130
la opinión de uno mismo, 92 Séneca, sobre, 131
Marharal de Praga, sobre las metas Olitzky, K. M. & Forman, L., 113,
utópicas, 90 116-117, 157
Marinoff, Dr. Lou: Olitzky, rabino Kerry N., sobre
preparación, 68 «matar el tiempo», 116-117
sobre la pena inconsolable, 49- opinión de los demás, 31-34, 83-
51 85, 94-95
Therapyfar the Sane, 49, 156 opinión de uno mismo, 90-93
Maya, 442 orden, 142
metas utópicas, 90 Osler, William, sobre la satisfac-
miedo al fracaso, 81-82 ción del presente, 112
Milgram, rabino Goldie, idea del
inventario moral, 141-142 Parade Magazine (27 feb, 2005),
Mili, John Stuart, sobre la felici- 112
dad, 147 paradoja de la naturaleza humana,
modestia, 143 85-87
modulación emocional, 18, 42- Pascal Blaise, 145
43 pasividad, 100-104
Montaigne, Michel de: Pequeño tratado de las grandesvir-
Ensayo Sobre la Fisonomía,156 tudes, Comte Sponville, Andre,
sobre la aceptación de uno mis- 151-152, 155
mo, 88 perfeccionismo:
sobre la mortalidad, 47-48, 53- anti-perfeccionismo, 80
54 miedo al fracaso, 81-82
sobre nuestra doble naturaleza, Thornton Wilder, sobre, 80-81
86 Pies, R. (2000), 51, 151, 157
Moore, Thomas, sobre el sufri- Pirkei Avot, cf. Talmud, citado
miento humano, 99-100 Platón, mito de la caverna, 42
mortalidad: Pliskin, rabino Zelig, sobre la opi-
Ernest Becker, sobre, 45-46 nión de los demás, 33
Marco Aurelio, 45, 46 poder, influencia corrupta, 140-141
Michel de Montaigne, 47-48 preparación y adversidad, 65-69
Séneca, 48, 73-74
Rav Eliyahu de Vilna (Vilna Gaon),
Nachman de Breslov (Bratislava): sobre los deseos, 19
sobre la aceptación de uno mis- razonamientos morales, 143-144
mo, 89,117 rectitud, 142, 144
Índice analítico

Reiner, John, 112 sobre la adversidad, 74-78


relativismo cultural, 56-57 sobre la amistad, 148-149
Renard, J.,39, 157 sobre la ansiedad, 120
reproche y responsabilidad, 84-85 sobre la cólera, 43, 127
resentimiento, 100-102 sobre la confianza en uno mis-
Rosen, Leonard, 132-133 mo, 136
sobre la enfermedad, 73-74
sabiduría y objetos externos, 104- sobre la mortalidad, 48, 73-74
109 sobre la opinión de uno mismo,
sabiduría: 91
y objetos externos, 104-107 sobre la preparación, 65-67
y suerte, 108 sobre la sabiduría, 104
San Mateo, sobre beneficios, 57 sobre la satisfacción, 152
satisfacción con el presente: sobre la suerte, 108
el tiempo y el arte de la felici- separación, 143
dad, 118-120 seres humanos, 144
estoicismo, 112 Shakespeare, William:
Marco Aurelio, 112, 114 sobre el pensar, 25-26
perspectiva budista, 116 sobre la adversidad, 64
Rabino Kerry Olitzky, 116-117 sobre la mortalidad, 46, 52
visión personal del tiempo, 115 sobre los juicios morales, 84
William Osler, 112 Shantideva, 103
satisfacción con lo que tenemos: Shapiro, rabino Rammi, sobre los
Eclesiastés Rabbah, 154 sufrimientos innecesarios, 102
felicidad y, 147 Shimon, rabino, sobre el buen ta-
los epicúreos, 150 lante, 138
necesidad y deseo, distinción silencio, 142
entre, 148-149 Sócrates, sobre el talante, 136
Séneca, 152, el Talmud, 150- Spinoza, Baruch, sobre la adversi-
151 dad, 54
Schneerson, rabino Menacham Sucá,alojamiento, 104-107
Mendel: suerte y sabiduría, 108
inventario moral, 141-143 sufrimiento, 97-102
sobre el tiempo, 115
Séneca: Talmud:
distinción entre necesidad y de- sobre el buen talante, 138
seo, 148 sobre el odio, 130
influencia en Michel de Mon- sobre la aceptación de uno mis-
taigne, 53-54 mo, 89
sobre el aprendizaje, 73 sobre la cólera, 126
sobre el buen talante, 137-139 sobre la mortalidad, 52
sobre el dolor, 70-71 sobre la opinión de los demás,
sobre el heroísmo, 72-73 95
sobre el odio, 121 sobre la paradoja de la naturale-
sobre el resentimiento, 100 za, 86
Índice de analítico

sobre la verdadera satisfacción, Tao Te Ching, 117


150-151 visión personal del tiempo, 115
sobre los juicios infundados, 29, y el arte de vivir, 118-120
33, 84-85 tiranía del yo, 30-31
Tanha, definición, 51-52 tolerancia, 142
Tao te Ching, sobre el tiempo, 117 Toperoff, rabino Shlomo:
sobre la verdadera satisfacción, Avot (1997), 157
151 sobre el juicio infundado, 84
taoísmo, 16 sobre la humanidad compartida,
Telushkin, rabino Joseph: 29-30
A codeo/ ]ewish Ethics (2006), sobre la verdadera satisfacción,
33-35, 44, 118, 157 150
]ewish Literacy, 157 Tora, 90
sobre el tiempo, 118 Tov, Baal Shem, enseñanzas de,
sobre la cólera, 34-35, 127-128 38
sobre la opinión de los demás, tranquilidad, 142-143
33-34 tristeza, 3 7
sobre quién es poderoso, 44 universo:
templanza, 143 conformidad con el 97-99, 109
teoría de la ilusión cósmica, 42 y transformación, 25
Terapia Racional Emotiva Conduc-
tual, 18, 89 valor / dignidad intrínseca de los
The Bastan Globe, artículo sobre el seres humanos, 89
miedo al fracaso, 81 venganza, 130
The New York Times, 66 verdad, 143
Thurman, Robert: viaje y felicidad, 135-137
Infinite Lzfe, 157 vínculo común de la existencia:
sobre el sufrimiento, 70 el Talmud, 130
sobre la pasividad, 103 estoicismo, 131
tiempo: J ohn F. Kennedy, 46
Chu Hsi sobre el tiempo libre, Levi Primo, 132
115 Marco Aurelio, 129-130
como cárcel, 117 odio y, 129-131
Marco Aurelio, 114-115 Rabino Moshe Lieber, 130
perspectiva budista, 116
Rabino J oseph Telushkin, 118 Wilder, Thornton, 80-81
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