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CD . S. Laudes; P.

¿Mathias,; Ç
J. Pradal, S. C
B. Saul

La Revolución
industrial
Editorial Crítica
Pierre Cayez

ASPECTOS DEL DESARROLLO INDUSTRIAL


DE FRANCIA EN EL SIGLO XIX
SEGÚN ALGUNOS TRABAJOS RECIENTES

1. La pr o t o in d u s t r ia l iz a c ió n e n F r a n c ia : u n m o d e l o a pr u e b a

¿No hay acaso cierta audacia al querer presentar en una veintena


de páginas los rasgos originales del desarrollo industrial de Francia
en el siglo xix, cuando, desde hace algunos años, han aparecido
varios volúmenes que tienden a proponer una síntesis lo más exhaus-
tiva posible?
Recordemos, en efecto, las sucesivas publicaciones de L ’histoire
économique et ¡ocíale de la Frattce bajo la dirección de Emest La-
brousse y F. Braudel (en especial, el tomo 2 en dos volúmenes fecha-
dos en 1976, sobre los años de 1789 a 1880; el primer volumen del
tomo 4, aparecido en 1979, que llega hasta 1914), los tomos 3 y 4
de L'histoire économique et ¡ocíale du Monde, bajo la dirección de
Pierre Léon aparecidos en 1978 (tomo 3: Jnertia et révolutions,
1730-1840, dirigido por Louis Bergeron; tomo 4: La domination
du grand capitálhme, dirigido por Gilbert Garrier), los volúmenes de
Cambridge economic hutory of Europe (volumen I: The indu¡trial
economía: capital, labour and enterprise. Part I: Brítain Trance,
Germany and Scandinavia, Cambridge University Press, 1978).
Y, finalmente, la última y brillante síntesis de F. Carón: Hhtoire
économique de la France, X IX ‘-XX* ¡iécle¡, aparecida en 1981.
Frente a la multiplicación de las síntesis y a la abundancia docu-
mental, nuestra opción sólo podía ser selectiva: proponer algunos
108 LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL

temas y algunas problemáticas características, parcialmente renovadas


por la más reciente producción historiográfica.
El antiguo e interminable interrogante sobre las causas y los
orígenes de la «Revolución industrial» ha vuelto a ser puesto a la
orden del día por las tesis desarrolladas por el historiador estadouni-
dense F. Mendels,1 decididamente francófono y asiduo de las univer-
sidades francesas. La presencia de François Mendels durante un año
en la Universidad de Lyon II, su unión con P. Deyon para la prepara-
ción del tema «La protoindustrialización: Teoría y realidad», del
V III Congreso Internacional de Historia Económica de Budapest
en 1982, colocaron en primer plano de la reflexión histórica francesa
el tema de la protoindustrialización y ello se ha puesto de manifiesto,
esencialmente, en dos números especiales de la Revue du Nord dedi-
cados «Aux origines de la révolution industrielle».12
Los propósitos renovadores sobre la protoindustrialización alien-
tan la duda experimentada por todo historiador ante la irrupción
de la discontinuidad y de las rupturas brutales en el desarrollo cro-
nológico. F. Mendels interpreta, en efecto, las industrias rurales, arte-
sanales, como la primera etapa de la industrialización moderna, de la
Revolución industrial y no como el último avatar de un antiguo régi-
men económico declinante y moribundo. La multiplicación de los
talleres rurales, el aumento consecuente de la producción destinada
a un mercado exterior y a menudo lejano han transformado la eco-
nomía rural y las estructuras demográficas, orientándolas hacia la
sobrepoblación. La protoindustrialización permite la acumulación de
capital, la organización de los mercados, la difusión del conocimiento
técnico, es decir, la reunión de algunas de las condiciones necesarias
para el desarrollo de las industrias modernas. El fracaso, más que el
éxito, de la Revolución industrial en una determinada región parece,

1. Entre sus numerosos trabajos, citemos, en particular, su tesis, Indus-


trializa!ion and poptdation pressure in the X V Illth Flanders, 1969; y varios
artículos: «Protoindustrialization, the first phase of the industrialization pro-
cesa», Journal of Economic Hislory (marzo de 1972). «Aux origines de la pro-
toindustrialisation», Bulletin d’Histoire Économique et Sociale de la Réglon
Lyonnaise, n.° 2 (1978).
2. El primer número (n* 240, enero-marzo de 1979) comprende 12 artícu-
los, el segundo (n.° 248, enero-marzo de 1981) contiene 16. Hemos de añadir
la reflexión de P. Jeannin, «La protoindustrialisation: développement ou im-
passe?», Annales (enero-febrero de 1980).
ASPECTOS DEL DESARROLLO INDUSTRIAL EN FRANCIA 109

pues, asombroso. ¿Por qué una zona que habla conocido un fuerte
desarrollo protoindustrial no ha podido acceder a la fase posterior
de la industrialización? El caso bretón merece, en esta perspectiva,
un reexamen en profundidad.
La instauración de los sistemas protoindustriales interesa tanto
al siglo xviii como a la primera mitad del siglo xix francés. De esta
manera, durante todo el siglo xvm bajo el impulso de la demanda
exterior estimulada por el capitalismo comercial, grupos de comer-
ciantes explotaron los yacimientos de mano de obra rural menos
costosa y más abundante que la de la ciudad. Las actividades arte-
sanales siguieron la evolución esbozada desde el siglo XVII abando-
nando la ciudad y propagándose por la campiña circundante. Se esta-
bleció así la dicotomía clásica entre las funciones dirigentes y alta-
mente beneficiarías de la ciudad y la función productiva localizada
en el campo, ya sea bajo la forma del domestic system o de la fábrica.
Como otros estados europeos, Francia se cubrió de nebulosas proto-
industriales, desde las viejas zonas textiles del norte de Francia 1
hasta las pañerías del Languedoc.3 4 Las consecuencias de este fenó-
meno fueron numerosas, en particular en el ámbito demográfico: el
mantenimiento en su lugar de origen de la población rural fue favo-
recido por la progresiva reducción del éxodo rural, la sobrepoblación
del campo se acentuó y es probable que la alfabetización retrocediera.
Si la protoindustrialización constituyó la primera etapa del desarrollo
industria], el trabajo artesanal no parece haber sido una condición
previa necesaria para la integración de los trabajadores en la fábrica,
ya que las dos formas de actividad y las dos mentalidades parecen
demasiado diferentes. Si el taller familiar fue un medio favorable
para la improvisación y experimentación técnica, no se adecuaba, a
pesar de algunas ilusiones tardías, a la mecanización. Más que como
realidades antagónicas y competitivas, el trabajo a domicilio y las
primeras formas del trabajo concentrado aparecen como actividades

3. Entre las obras recientes, cf. Ph. Guignet, Mines, manufactures et


ouvriers du Vaienciennois au X V II I* siécle. Contribution i l'bistoire du travail
dans l’ancienne France, Arao Press, Nueva York, 1977} Ch. Engranó, «Con-
currence et complémentarité des villes et des campagncs: les manufactures
picardcs de 1780 á 1813», Revue du Nord (enero-marzo de 1979).
4. Cf. J. Pcyrot, H. Coudrié, J. Ch. Carriére, «Capitalisme commercial et
fabriques dans la France du sud-est au XV11I* siécle», en Négoce et industrie
en France et en Irlande au X V IIV et X IX * siécles, CNRS, 1980.
110 LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL

complementarias. Como señaló P. Deyon: «En este caso la protoin-


dustrialización protege y genera con los menores riesgos la Revolución
industrial».9
Paralelamente a la reconsideración del viejo artesanado dentro de
las miras renovadoras de la protoindustrialización, la historiografía
francesa multiplica los trabajos sobre las primeras formas del trabajo
industrial concentrado, particularmente significativas aún y sobre
todo si no recurren a la mecanización. Los trabajos en curso de
G. Gayot sobre la manufactura de Sedán en los siglos xv m y xix,
de S. Chassagne sobre el nacimiento de la industria algodonera en
Francia (fines del siglo x v m -1840) y de D. Woronoff sobre la indus-
tria siderúrgica francesa durante la Revolución y el Imperio, tratan,
a la vez, de los precedentes de la industrialización en cuanto a la
dispersión y concentración de los factores productivos y plantean, al
mismo tiempo, los problemas de la existencia y de la supervivencia
de las primeras grandes empresas industriales .5 6 En efecto, la mayoría
de las grandes creaciones de fines del siglo xvm o de la época impe-
rial fracasan a comienzos del siglo xix con el hundimiento de la em-
presa Temaux al final del Imperio, y con el debilitamiento y luego
la desaparición de la empresa Oberkampf bajo la Monarquía de julio.
Los accidentes que sacudieron a estas sociedades recuerdan, de ma-
nera oportuna, el ya antiguo debate sobre las consecuencias económi-
cas de la Revolución y del Imperio. La visión pesimista prevalece, sin
ninguna duda, en la mayoría de los historiadores: «catástrofe na-
cional» para Lévy-Leboyer, «pasterización» de la economía francesa
para F. Crouzet, para F. Carón «la Revolución y el Imperio acentua-
ron ese distandamiento [con Inglaterra] debido a la ruina del gran
comercio, a las pérdidas de capitales, al aislamiento técnico».7 L. Ber-
geron subraya, sin embargo, que el período imperial sentó las bases
de una verdadera industrialización de Francia, industrialización que

5. P. Deyon, «L’enjeu des discussions autour du concept de protoindus-


trialisation», Revue du Nord (enero-marzo de 1979), p. 13.
6. Las investigaciones dieron lugar a cierto número de publicaciones.
Por ejemplo: S. Chassagne, Oberkampf: un enlrepreneur capitaliste au siécle
des Lumiéres, París, 1980; G. Gayot, «Dispersión et roncentration de la dra-
pcrie scdanaise au XVIII* siécle: l’entreprise des Poupart de Neuflizc», Revue
du Nord (enero-marzo de 1979).
7. F. Carón, Histoire íconomique de la Frunce, X IX ' et X X ' siécles, París,
1981.
ASPECTOS DEL DESARROLLO INDUSTRIAL EN FRANCIA 111

quedó enmarcada en lo sucesivo por una política comercial de signo


proteccionista.'
Sin duda, la reflexión sobre la protoindustrialización no es espe-
cífica de Francia. Los propósitos y los modelos propuestos por
F. Mendels tienen vocación de universalidad. Manteniéndonos den-
tro del marco francés, replantean y confirman la reflexión desarrollada
sobre las particularidades del desarrollo industrial del siglo xix.

2. E l «DUALISMO INDUSTRIAL» FRANCÉS

Durante largas décadas, el debate sobre la industria francesa


se desarrolló, a menudo, en términos de arcaísmo y de modernidad,
de crítica o de elogio, en los que se encontraba englobado el empie-
sariado de los períodos correspondientes.8 9 Frente a esta interpretación
de los hechos que tiende a valorar el pasado con relación a esquemas
contemporáneos y con relación a una ideología implícita en el desarro-
llo del capitalismo industrial, la historiografía contemporánea prefiere
la comprobación de los hechos y las tentativas de explicación: mo-
derna o arcaica, la industria francesa fue una de las más importantes
del siglo xix y aseguraba a la nación un peso económico que ya no
conoció después. El término de dualismo industrial parece bastante
bien adaptado para esta percepción «objetiva» de una situación
industrial compleja, cuya evolución no fue ni unilineal ni unívoca
y es utilizado por un número creciente de historiadores.10 El mismo
ha sido, sin duda, tomado de la literatura consagrada a los países

8. Cf. L. Bergeron, Banquiers, négociatits et manufacturiers parisiens du


Directoire i l'Empire, París, 1978.
9. Así en los escritos de P. León se encuentra la frase siguiente: «Tam-
bién se ha reprochado al industrial francés su excesiva prudencia, su rechazo
del riesgo, su temor a la inversión, su terror al crédito y, finalmente, su inep-
titud para concebir grandes empresas... Sin embargo, si en la Francia del
siglo xix una patronal retrógrada se aferra a situaciones superadas, al mismo
tiempo, una nueva patronal emerge con fuerza» (Histoire économique et sodale
de la France, t. 3, vol. 2, p. 504).
10. Cf. F. Carón, Histoire économique de la Trance, París, 1977; P. Cayez,
Métiers Jacquard et bauts-foumeaux, Lyon, 1978; Serge Chassagne, «Industria-
lisation et désindustrialisation dans les campagnes françaises: quelques réfle-
xions á partir du textile», Revue du Nord: «Aux origines de la révolution
industrielle» (enero-marzo de 1981).
1 1 2 LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL

subdcsarrollados, lo que no eran ni Francia ni los otros países de la


Europa occidental en el siglo xix, y su significación merece preci-
sarse: el dualismo de los países subdesarrollados implica una diso-
ciación radical del sistema económico, mientras que, por el contrario,
la industria francesa había adquirido mayor coherencia a causa de las
múltiples vinculaciones que unían los dos subconjuntos constitutivos.
El hecho de recurrir a la noción de dualismo permite igualmente
integrar la noción de protoindustrialización. La historia en general,
y la historia económica y social, en particular, no presenta apenas
rupturas brutales: las estructuras protoindustriales se prolongaron y
desarrollaron hasta muy avanzado el siglo xrx y acompañaron, ayu-
daron y facilitaron la aparición y despegue paralelo de la gran indus-
tria. Al menos hasta el Segundo Imperio, la producción industrial
francesa se fundamentó tanto en la manufactura tradicional como en
la nueva industria moderna.
La constatación más tradicional de esta situación consiste en la
comprobación de la ausencia de concentración de la mano de obra.
Examinemos, en principio, un ejemplo local: en 1866 el departa-
mento del Loira, uno de los más industrializados de Francia, contaba
con 32.278 empresarios industriales y comerciales y 52.683 obreros
y empleados.11 Ahora bien, sabemos que el Loira poseía varios esta-
blecimientos siderúrgicos y metalúrgicos que agrupaban a varios cen-
tenares de obreros. Es decir, había varios millares de obreros con-
centrados, pero decenas de millares dispersos que trabajaban a domi-
cilio o en pequeños talleres dedicados a la armería, la pasamanería, la
ferretería. Al final del período considerado, el censo de 1906 indica
que todavía el 71 por 100 de los establecimientos industriales no
utilizaban personal asalariado y reunían el 27 por 100 de la mano
de obra, mientras que la fuerza de trabajo asalariada se repartía de
la manera siguiente:

Establecim ientos d e menos d e 10 asalariados 32 %


Establecim ientos de 10 a 100 asalariados 28 %
Establecimientos de más de 100 asalariados 40 %

En los dos primeros tercios del siglo xix, las formas «modernas»
o técnicas de la industrialización continuaron siendo excepcionales,

II . Cf. Yves Lequin, La formation de la classe ouvriére régionale, Lyon,


1977, I, p. 398.
ASPECTOS DEL DESARROLLO INDUSTRIAL EN FRANCIA 113

localizadas en algunas regiones y en algunas ramas de actividad: la


siderurgia de coque, las minas de carbón, algunas cristalerías y algu-
nas fábricas de productos químicos o metalúrgicos, sectores que alcan-
zaban, según el índice de François Crouzet, las tasas de crecimiento
más elevadas.
La producción industrial realizada de manera protoindustrial, tér-
mino decididamente preferible al de artesanado, continuó desarrollán-
dose masivamente, pero menos rápidamente de lo que lo hicieron las
industrias más ampliamente modernizadas. Aquélla predominaba en
casi todos los sectores de la producción de bienes de consumo y,
en particular, en el conjunto de las industrias textiles, y durante
mucho tiempo aportó la mayor parte del valor añadido por el sector
industrial. Según Markovitch, entre 1840-1845 y 1860-1865, el creci-
miento de la producción industrial habría sido del 50 por 100, del
cual alrededor de un tercio corresponde a la producción «artesana» y
los dos tercios restantes fueron debidos a la industria. Esos aspectos
generales, por otra parte bastante conocidos en la actualidad, son
confirmados y sostenidos por algunos corolarios. La industria francesa
difiere grandemente de lo que podemos denominar el modelo tecno-
lógico británico, el cual se basaba en el carbón (más escaso y más caro
en Francia), en la máquina de vapor y en la industria algodonera.
En 1861-1865 por lo que respecta a los 100.163 establecimientos
existentes en Francia, sin contabilizar los de París y de Lyon, la dis-
tribución de la fuerza motriz empleada era la siguiente: 12

Motores hidráulicos 60 %
Motores eólicos 8,1 9b
Malacates movidos por caballerías 0,9 %
Máquinas de vapor 31 %

Por otra parte los mayores usuarios de energía de vapor eran, en


el plano nacional, los ferrocarriles y en el plano regional, antes de la
difusión de la vía férrea, la navegación interior: en Lyon, en 1854,
la industria empleaba 7.000 CV y la navegación, 17.000.
La industria francesa del siglo xix fue, en principio, movilizadora
de mano de obra: su principal recurso fue la explotación de los

12. François Carón, Histoire économique de la Frailee aux X IX ‘ et XX*


síteles, París, 1981, p. 121.

8 . — KADJU.
1 1 4 LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL

«yacimientos de mano de obra» rural, abundantes, disponibles y, por


tanto, baratos hasta las últimas décadas del siglo. La difusión del
domestic system y, paralelamente, de la fábrica aseguraba especial-
mente la producción de los objetos en gran y en pequeña escala.
Dejando al margen la cuestión de eventuales segundos objetivos de
carácter político y social, basta recordar que la mano de obra rural
era menos exigente en cuanto a los salarios; que la posibilidad de un
repliegue momentáneo hacia las actividades rurales permitía, de acuer-
do con la coyuntura, el despido fácil; que las actividades femeninas y
masculinas eran particularmente complementarias y no competitivas.
£1 estudio minucioso del desarrollo de las industrias rurales muestra
la búsqueda por parte de los empresarios de la mano de obra más
barata y también de la más hábil.
En el transcurso del siglo xix y por lo que respecta a los estable-
cimientos que concentraban «estadísticamente» la mano de obra, la
organización del trabajo permaneció durante mucho tiempo inmuta-
ble, con el pago a destajo y el trabajo en equipo dirigido por un obre-
ro altamente cualificado, tanto en las minas como en la siderurgia u
y en la industria cristalera.1314 Técnicamente, muchas grandes fábricas
aparecen más como una yuxtaposición de «artesanos» que como una
concentración de proletarios. Esta situación era deseada a la vez por
el empresario, que no tenía que adoptar nuevas formas de organiza-
ción del trabajo, y por los obreros, que veían en esto un límite a su
pérdida de autonomía y a su desarraigo cultural, y además resultaba
impuesta por las técnicas poco revolucionarias utilizadas por esos
establecimientos.
En las empresas que seguían la senda progresiva de la industria-
lización, la organización dualista o dual permanecía casi siempre
visible, en particular en el sector textil, con numerosas variantes posi-
bles: hilatura fabril y tiraje a domicilio o tisaje concentrado, con
diversas operaciones realizadas en las campiñas circundantes. En con-
cordancia con estos modelos de resistente protoindustrialización,
S. Chassagne cita, a la vez, las industrias algodoneras de Choletais,
de Roanne, de Mulhouse, la bonetería en Troyes, el trabajo del

13. Cf. Yves Lequin, «Les ouvriers de la région lyonnaise. I. La forma-


tio n ...», op. d i.
14. Cf. J. Scott, The Glassworkers of Carmaux (1848-1914). Prench crafli-
men and political action in a 19th century d ty , Harvard University Press, 1974.
ASPECTOS DEL DESARROLLO INDUSTRIAL EN FRANCIA 11?

cáñamo en Angers y en el departamento del Sarthe, la producción


de telas de algodón en la Alta Normandía .15 Citemos otro ejemplo
que resulta aún más sorprendente: las sedas fabricadas en la región
de Lyon. Utilizando una materia prima de alto valor, al que se agre-
gaba un valor añadido también elevado, la producción de tejidos de
seda permitía exportaciones hacia mercados muy amplios, en particu-
lar anglosajones. Durante el Segundo Imperio las sedas ocupaban el
primer lugar en las exportaciones francesas. Sin embargo, la produc-
ción sedera subsistió durante el siglo xix en una fase de auténtica
protoindustrialización, a diferencia de las otras industrias textiles.
Paralelamente a los oficios urbanos, se desarrollaron, aunque con un
ritmo más rápido, los oficios rurales; la búsqueda sistemática de la
mano de obra rural barata permitió crecimientos muy notables de
la producción de unos artículos, cuyos ejemplares de mayor calidad
seguían siendo, sin embargo, fabricados en la ciudad. Se recurrió
limitadamente a la fábrica y se utilizó y perfeccionó una forma origi-
nal de establecimiento concentrado: la fábrica-pensionado, que em-
pleaba mano de obra femenina menor de edad. Alrededor de la
fábrica se multiplicaban los telares rurales. De esta manera una indus-
tria con estructuras de producción totalmente tradicionales ocupaba
el primer puesto de las exportaciones francesas.
Desde esta perspectiva, ¿se puede seguir manteniendo la distin-
ción entre una mayoría de empresarios «arcaicos» y un puñado de
audaces innovadores? Esto implicaría que el empresario del siglo XIX,
el verdadero empresario en todo caso, era una especie de héroe del
progreso técnico, especialmente encargado de modernizar la econo-
mía. La realidad parece sensiblemente diferente: el imperativo del
beneficio y de la ganancia se imponía en los empresarios del si-
glo xix, los cuales, debido a ello, adoptaban muy a menudo una
organización tradicional de la producción y a veces, al no poder
actuar de otra manera, corrían el riesgo de la innovación técnica. Por
tanto, ante la perspectiva de utilizar equívocamente el término arte-
sanado, aún empleado por numerosos autores, parece necesario renun-
ciar a él para adoptar el de protoindustrialización. Diferentes estudios
sociales sobre el «artesanado» francés y europeo durante el siglo xix
nos muestran que éste perdía progresivamente toda independencia

15. Cf. Serge Chassagne, «Indusmalisation...», op. cit.


116 LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL

económica.16 Los artesanos vieron paulatinamente cortado su acceso


directo al mercado que durante mucho tiempo había caracterizado
su trabajo y se convirtieron, en realidad, en asalariados a destajo que
trabajaban a domicilio. Otros indicios confirman esta evolución: el
antiguo taller, que contaba con numerosos compañeros y aprendices,
redujo poco a poco sus efectivos, y a finales del siglo xix únicamente
trabajaban en él el antiguo maestro y su esposa, la pareja del trabajo
a domicilio. La crisis y decadencia del aprendizaje confirma la muerte
del artesanado. Consecuentemente, la independencia del trabajo indus-
trial, lejos de ser el signo del ascenso social, era, por el contrario, la
más segura garantía de la autoexplicación del trabajador a domicilio,
único medio para él de proteger una ilusoria libertad económica y
social.
De manera que la primera fase del capitalismo industrial francés
no se caracterizó tanto por la introducción masiva de técnicas nuevas
como por la movilización, la utilización y la organización sistemática
de la mano de obra, es decir, de las distintas fuerzas de trabajo dis-
ponibles: artesanos tradicionales, poblaciones rurales, grupos popula-
res urbanos .1718
Por otra parte, la dispersión estadística de los establecimientos
oculta las múltiples tentativas y los numerosos éxitos de la concen-
tración empresarial. A comienzos de siglo, la coyuntura imperial
favorecía las experiencias en ese sentido. Oberkampf en la producción
de indianas,11 Richard Lenoir en la hilatura y el tisaje de algodón y
Ternaux en el trabajo de la lan a 19 encarnan ese sistema de un capita-
lismo industrial en grandes unidades de producción sin la introduc-

16. E n los números de julio-septiembre de 1979 y de enero-febrero de 1981


de la revista Le Mouvement Socid se publicaron una serie de artículos sobre
la pequeña empresa, artesanado y pequeño comercio en Europa durante los
siglos xix y xx, fruto de investigaciones realizadas bajo la dirección de H . G.
Haupt y P. Vigier.
17. Yves Lequin señala a este respecto que «la aparición de la maquina-
ria no impide, en principio, que haya movilización del trabajo manual ... La
fábrica es la excepción, el nuevo proletariado no puede ser definido por su
concentración geográfica», Histoire économique et sociale du monde, t. 4, p. 344
(hay trad. cast.: P. León, ed., Historia económica y socid del mundo. 4. La
dominación del capitalismo, 1840-1914, Madrid, Encuentro, 1980). Cf. también
J. P. de Gaudemar, La mobilisation ginirde, París, 1979.
18. Cf. Serge Chassagne, Oberkampf ..., op. cit.
19. Lomuller, Guillaume Ternaux, 1763-1833, París, 1978.
ASPECTOS DEL DESARROLLO INDUSTRIAL EN PRANCIA 117

don masiva de tecnología nueva: empleaban, encuadraban y contro-


laban a millares de trabajadores, de los cuales una minoría se baila-
ban concentrados en algunos establecimientos, mientras que una ma-
yoría trabajaban a domicilio, dispersos en zonas rurales. Esta fuerza
de trabajo se encontraba, sin embargo, estrechamente controlada y
obligada a una disciplina de trabajo por la presenda de capataces
y por la presión del sistema de retribución a destajo, que podía ser
reducida e induso anulada en caso de producdón deficiente: «Richard
Lenoir encamaba un nuevo modelo protoindustrial, que mezclaba
fábrica y trabajo disperso, uno de cuyos prindpales méritos fue la
aculturadón de las viejas pobladones industriales en la nueva disd-
plina industrial».20
Toda la historia de la sedería lionesa en el siglo xix ilustra tam-
bién estos fenómenos coexistentes de dispersión de los establedmien-
tos por una parte y de concentradón empresarial por otra. Sin duda,
las viejas casas especializadas en la producción de tejidos altamente
elaborados, muy a menudo ya en decadencia, se mantenían fieles a las
viejas relaciones casi contractuales con los tejedores urbanos. Por el
contrario, las grandes casas de telas sencillas que se desarrollaron en
el siglo xix utilizaban masivamente la mano de obra rural. En tomo
a un núcleo fabril constituido por las fábricas-pensionados, que posi-
bilitaba un control directo, pero pardal de la torcedura y del tisaje,
millares de tejedores, encuadrados por una red de capataces, trabaja-
ban en todos los departamentos del sudeste para casas tales como
Schulz, Bellon-Couty, A. Giraud, Cl. J. Bonnet o L. Permezel, la cual,
en las últimas décadas del siglo, empleaba 5.000 tejedores sin recurrir
a la concentración fabril y disponía de una organización comerdal
que abarcaba unos quince países. La fuerza de esas empresas residía
en la posesión de un capital, en el control de los circuitos comerda-
les, en la habilidad, en el desarrollo de la función empresarial y en la
organización de la mano de obra.
Entonces, ¿se pueden considerar «arcaicos» todos esos empresa-
rios? En absoluto. Diríamos más bien que eran, en general, buenos
administradores y sagaces calculadores. En efecto, en las condiciones
de la época, su sistema industrial funcionaba con los mínimos costos
y los menores riesgos. Ello permitía reducir el capital fijo al volumen

20. Cf. Sergc Chassagne, «Industrialisatíon ...», op. cit., p. 50.


118 LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL

más bajo posible, y aprovecharse del marco de una financiación tra-


dicional y poder así beneficiarse del sistema bancario existente. Dado
que la utilización de las reservas de mano de obra costaba menos que
la utilización de maquinaria, no había razón para mecanizar la em-
presa y correr un riesgo suplementario. Puesto que se disponía de
fuerza hidráulica y que ésta era más barata, no había razón para
emplear la energía de vapor. La racionalidad económica de estos
empresarios parece evidente, salvo que se pruebe que un empleo más
precoz de la máquina de vapor y de los telares mecánicos les hubiera
proporcionado mayores ganancias. Por otra parte, una industria tan
poco mecanizada como la sedería no registró, prácticamente, quiebras
durante el siglo xix, y las empresas con dificultades fueron liquidadas
sin mucho ruido y sin perjuicio de reorganizarse al cabo de poco
tiempo.
Hasta el último cuarto del siglo xix, el crecimiento francés fue
notable y se situó en una tasa anual de alrededor del 2,5 por 100;
aunque el mismo fue menor en valor absoluto que el de Estados
Unidos, el de Gran Bretaña y el de Alemania, la tasa de crecimiento
per cápita fue equivalente a la de dichos países. El carácter dualista
del crecimiento explica el doble juicio que tradicionalmente se ha
emitido sobre la industria francesa: condena del «malthusianismo» y
del arcaísmo económico e ilusiones acerca de su pujanza y modernidad.
En resumen, sobre esa doble base, la industria francesa conoció hasta
la década de los años 1870 un crecimiento tal, que no había razones
para dudar de la eficacia del sistema.

3. Los SÍNTOMAS DE UNA CRISIS

Desde finales de la década de 1860, pero sobre todo en la


siguiente, el sistema industrial, que hasta entonces había funcionado
bastante bien, reveló sus insuficiencias. Las tasas de crecimiento de
la renta nacional y de la producción industrial declinaron y cayeron
progresivamente por debajo del nivel de incremento secular. Tres
índices de la producción industrial francesa concuerdan en ello
(T. J. Markovitch: 1,7 por 100 para el período 1870-1895; M. Lévy-
Leboyer: 1.64 por 100 para el período 1865-1890, y F. Crouzet:
1,46 por 100 para el período 1854-1905). Paralelamente, los bene-
ASPECTOS DEL DESARROLLO INDUSTRIAL EN FRANCIA 119

ficios y ganancias de las empresas descendieron acusadamente.21 Pode-


mos recordar de manera sucinta las principales causas de la desacele-
ración del crecimiento industrial francés en las últimas décadas del
siglo XIX.22
La crisis agrícola parece haber sido un factor determinante. Des-
pués de «la edad de oro» del Segundo Imperio, el principal sector
productivo de la economía francesa experimentó una contracción
durante la década de 1880, afectando al principal mercado de una
parte de la industria francesa, es decir, el mercado interior. El des-
censo del crecimiento de la renta per cápita (situado entre el 0,6 y
el 0,7 por 100 de 1865 a 1894) fue fundamentalmente debido a la
muy fuerte caída de la tasa de crecimiento de la renta generada por
el sector agrícola, ya que el producto total de la agricultura sólo
aumentó un 0,26 por 100 de 1865 a 1900.
Esta crisis agrícola se debió en parte al desarrollo de la compe-
tencia internacional. La aparición en el mercado francés de las pro-
ducciones de los países nuevos y coloniales (trigo americano, lana
australiana, oleaginosas tropicales) comportó una dura competencia
para los productos nacionales. La aparición y el ascenso de nuevos
productores industriales, Alemania, Suiza, Rusia, cuya producción a
menudo era más barata que la de las industrias francesas, frenaron las
ventas por lo que respecta a los dientes tradicionales y favorecieron
el declive comercial. Algunos productos industriales sustituyeron
progresivamente a producciones agrícolas como las de los colorantes
naturales (granza, pastel). Algunos accidentes, como la enfermedad
del gusano de seda (pebrina) y de la vid (filoxera) se agregaron a los
otros elementos negativos para agudizar la crisis. En suma, la produc-
ción agrícola resultaba mal adaptada respecto a una población con
un mayor nivel de urbanización y de renta. Todo esto desembocó en
una caída general de los precios agrícolas e industriales que comenzó
alrededor de 1870, confirmando la tendencia general secular y obli-
gando a la mayoría de los productores a revisar su política económica.
El desarrollo de la competitividad interna parece tan fundamen-
tal como difícil de medir. Éste constituía el resultado de la apertura

21. Cf. J. Bouvier, F. Furet y M. Gillet, Le mouvement du profit en


Frunce, París, 1965.
22. Cf. M. Lévy-Leboyer, «La décélératíon de l’économie françaisc dans la
secunde moitié du XIX* sifecle», Revue d’Histoire Économique et Sociale, 4
(1971).
1 2 0 LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL

del mercado francés, el cual funcionó hasta que la terminación de la


red ferroviaria hubo desarrollado todos sus efectos sobre una base
ampliamente regional. La unificación del mercado interior acabó con
las rentas de situación heredadas del pasado y obligó tanto al cierre
de empresas como a su reconversión. El ejemplo de la siderurgia es
particularmente elocuente. Sin duda, esas evoluciones eran beneficio-
sas a medio plazo, pero a corto plazo implicaban adaptaciones a veces
penosas.
Las bases de la industria, esencialmente dualistas, se vieron cues-
tionadas. Las reservas de mano de obra rural disponibles y baratas
tendían a agotarse, lo que se tradujo, dejando aparte la cuestión
del desempleo coyuntural, en un alza ininterrumpida de los salarios.
Pese a la incertidumbre de las estadísticas, F. Carón subraya «la casi
desaparición del desempleo crónico y una casi desaparición del desem-
pleo camuflado».25
El lento aumento de la mano de obra industrial francesa impli-
caba que todo nuevo desarrollo, sustentado necesariamente en nuevas
técnicas, sólo podía realizarse transfiriendo efectivos de los sectores
tradicionales hacia los sectores más recientes. Este conflicto entre
actividades tradicionales y nuevas se expresa a través del juego de
los salarios: éstos son más elevados en las nuevas ramas fabriles
que en aquellas en que subsiste el sistema de la protoindustrialización.
De manera progresiva, los salarios más elevados desplazan a los bajos
salarios. Ello constituyó un problema de lógica interna del sistema
industrial: la coexistencia entre un sector capitalista y otro que lo
era menos se hacía difícil en la medida en que el capital invertido
no obtenía el rendimiento máximo que hubiera podido obtener en el
marco de un sistema de producción más homogéneo. La relación
hilatura-tisaje, por ejemplo, era evidente: la mecanización de la pri-
mera actividad implicaba, en un plazo dado, la de la segunda.
Peto la desaceleración de finales de siglo no fue una larga crisis
caracterizada por la caída de la producción y de los precios y por el
aumento de las quiebras, y terminó en una recuperación. Es más,
comportó una verdadera reestructuración del conjunto del sistema
económico. Una evolución análoga se desarrollaba, por otra parte,
en la agricultura, pero en menor grado, ya que las actividades de

23. F. Carón, Histoire iconomique ..., op. cit., p. 25.


ASPECTOS DEL DESARROLLO INDUSTRIAL EN FRANCIA 121

cría de ganado, a partir de esas décadas, conocieron un verdadero


impulso, mientras que los precios bajaron poco en este sector.

4. H a c ia u n n u e v o d e s a r r o l l o

El agotamiento de los recursos de mano de obra en un país en


que la mediocridad de su crecimiento demográfico se afirmaba implicó
un desarrollo de la inversión desconocido en el siglo xix. A partir
de 1880, el número de caballos de vapor creció muy fuertemente
(de 1880 a 1896: 5,4 por 100 por año; 1896-1901: 8,7 por 100;
1901-1906: 4 por 100), lo que posibilitó un creciente incremento
de la productividad de la mano de obra. Por primera vez a lo largo del
siglo el aparato productivo, y no el sistema de transporte, se con-
virtió en el primer cliente de los fabricantes de máquinas de vapor.
También durante ese período algunos núcleos de las actividades tex-
tiles protoindustriales se derrumbaron, como por ejemplo el tisaje
del algodón en la Alta Normandía ; 24 por otra parte, los telares ma-
nuales retrocedieron rápidamente, siendo sustituidos por telares me-
cánicos que duplicaron los rendimientos, como en el caso de la sede-
ría lionesa.25
El aumento de la inversión se hizo ya evidente entre 1878 y 1883,
la crisis de 1876-1877 fue un punto de partida decisivo para la trans-
formación de ciertas industrias; pero esta tendencia, mediatizada
por inversiones especulativas de importancia, quedó frenada por la
crisis de 1882-1884 y no tuvo continuidad sino a partir de 1890, para
persistir hasta vísperas de la primera guerra mundial.
Al mismo tiempo aparecieron industrias nuevas. Durante esta lar-
ga fase de depresión económica surgieron nuevas producciones que
se basaban en el aprovechamiento de inventos recientes o de inventos
más antiguos que no habían sido utilizados sistemáticamente. La
construcción de automóviles, la producción de hidroelectricidad y
la puesta a punto de sus aplicaciones metalúrgicas y químicas, la apli-
cación de algunos avances de la química a la producción de material
fotográfico, de placas sensibles y de películas fabricadas en grandes

24. Cf. G. Désert, Les paysans da Calvados, Lillc, 1975, I II.


25. Cf. P. Cayez, Crises et croissance de Vindustrie lyonnaise, CNRS, Pa-
rís, 1980.
1 2 2 LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL

series en los años 1890 por los hermanos Lumiére, aparecieron


durante este período. En los primeros años, las unidades de produc-
ción de estas nuevas industrias mantuvieron dimensiones modestas.
La industria automovilística parecía depender fundamentalmente de
la cualificación obrera y se adaptaba a la actividad artesanal realizada
en el marco del taller .26 Unicamente la producción de equipos hidro-
eléctricos requirió desde el comienzo capitales importantes, y ello
comportó la intervención de la banca. En el transcurso de un período
más o menos largo, estas nuevas industrias se beneficiaron de una
verdadera renta de situación, ya que poseían un auténtico monopolio
regional, nacional o aun internacional y tenían dificultades para aten-
der a una demanda nueva que crecía sin cesar. Beneficios y ganancias
se hallaban en correspondencia con ese nivel de actividad creciente.
Durante el último cuarto de siglo la forma jurídica de las empre-
sas evolucionó sensiblemente y enriqueció de esta mantera la tipolo-
gía del capitalismo industrial. A lo largo del siglo xix la empresa
familiar de responsabilidad colectiva había dominado ampliamente,
las sociedades anónimas se habían constituido lenta y difícilmente, y
esta fórmula fue reemplazada con frecuencia con ventaja por la socie-
dad comanditaria por acciones. En el último cuarto de siglo se pro-
dujeron notables modificaciones. Gracias a las nuevas legislaciones de
1863 y 1867, las sociedades de personnes y aun las sociedades civiles
se transformaron masivamente en sociedades anónimas por acciones.27
En ciertas industrias de estructuras particularmente tradicionales,
como la sedería, no fue hasta durante la década de 1890 que apare-
cieron las primeras sociedades anónimas. En estos años también se
esbozaron las primeras formas de colaboración entre empresas afines.
La cristalización de los primeros acuerdos en la siderurgia y en la
química es bien conocida, muy a menudo se referían a la lucha contra
la caída de los precios, a la organización y a la distribución de la pro-
ducción, aunque algunos cárteles tendían a estimular el desarrollo de
nuevas producciones. La coyuntura de baja de precios, que predominó
hasta finales de siglo, explica en buena parte el origen del fenómeno,
aun cuando se encuentran antecedentes de ello con anterioridad. El

26. Cf. P. Fridenson, Histoire des Vsines Renault, 1898-19)9, Le Seuil,


París, 1972; J. P. Bardou. J. J. Chañaron, P. Fridenson y J. Laux, La rfvo-
lution automobile, París, 1977.
27. Cf. C. H. Freedeman, Joint stock entreprise in France 1807-1867, The
University of North Carolina Press, Chapell Hill, 1979.
ASPECTOS DEL DESARROLLO INDUSTRIAL EN FRANCIA 123

nacimiento de grupos, forma que será tan característica de la industria


francesa, data también de este período. Los inicios de este fenómeno
pueden observarse en algunas empresas públicas como las del gas; a
pesar de la multiplicación de los vínculos financieros y técnicos,
subsistía la razón social de cada empresa. Como formas premonitorias
de las fusiones del futuro, se constituían agrupamientos de empresas
idénticas bajo una única razón social, en las que se mantenía la
propiedad personal de cada industrial participante (las primeras olea-
das de fusiones se sitúan entre 1878 y 1883, y luego a finales de la
década de 1890). De modo que es indudable, aun cuando ello no se
manifieste de inmediato en el nivel de las tasas de crecimiento, que
la industria francesa había realizado las acciones necesarias para llegar
a salir de la crisis. A pesar de los índices mediocres, el capitalismo
industrial francés se había modificado profundamente y había desarro-
llado, con cierta lentitud, los antídotos para neutralizar la caída de la
tasa de crecimiento: se había vuelto más capitalista y había descu-
bierto por su cuenta algunas formas de defensa y de adaptación a los
azares económicos de la coyuntura.
Según el índice industrial de F. Crouzet, sólo a partir de 1906
el ritmo de crecimiento se diferenció muy nítidamente del pasado al
alcanzar una tasa de 5,2 por 100 hasta 1913 (Lévy-Leboyer propone
4,42 por 100). Sin duda, permanece abierta la discusión sobre la fecha
del inicio de la recuperación, ya que desde fines de la década de 1890
claros síntomas la anunciaban. La observación de la evolución de los
precios en los últimos años del siglo podría incitar a situar en años
anteriores la recuperación del crecimiento; pero la gravedad de la
crisis del cambio de siglo demoró el fenómeno durante algunos años.
Fueron necesarios cerca de quince años para que las elevadas tasas
de crecimiento de las nuevas industrias se generalizaran al conjun-
to del sistema productivo. De esta manera, en los años que precedie-
ron a la primera guerra mundial, aquéllas no tuvieron comparación
con las del siglo xix, y confirman la importancia de los cambios
estructurales del capitalismo industrial francés en los veinte últimos
años del siglo xix. Este nuevo tipo de crecimiento más rápido anun-
ciaba los ritmos de las décadas de 1920 y de 1950. La ruptura con las
tasas del siglo xix era, pues, decisiva.
Si se intenta efectuar un balance de la industria francesa de
comienzos del siglo xx, se imponen algunas preguntas de actualidad
y algunas respuestas concernientes a los temas de la decadencia y del
124 LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL

retraso. Recordemos, en principo, que el dualismo heredado del


siglo xix subsistía más fuertemente que en otros grandes países indus-
triales y constituía una desventaja de la que el tejido industrial sólo
se liberó lentamente. La salida de la crisis se manifestó también en
la evolución de los intercambios, la tasa de cobertura de la balanza
comercial mejoró constantemente a partir de 1895 gracias a un muy
fuerte impulso de las ventas de productos industriales al exterior.
Como constata R. Girault: «En conjunto, teniendo en cuenta todas
las proporciones, el comercio francés parece que supo adaptarse a la
buena coyuntura mundial».*8 Esta adaptación no dejaba de tener sus
limitaciones, porque los productos franceses conservaban un carácter
lujoso, sus precios eran más elevados y en consecuencia los posibles
mercados estaban limitados a los países vecinos ricos y ya industria-
lizados capaces de comprarlos. Las producciones tradicionales conti-
nuaban constituyendo la base de las exportaciones y las industrias
nuevas, como la del automóvil, aportaban también productos costo-
sos. El desequilibrio de la balanza comercial y el equilibrio de la
balanza de pagos mediante las rentas de los servicios, del turismo y
de la repatriación de beneficios de los capitales exportados son fenó-
menos bien conocidos. Este tipo de evolución caracterizó, en realidad,
todas las economías nacionales que alcanzaban su madurez, como las
de Gran Bretaña y de Bélgica. El problema de las inversiones fran-
cesas en el extranjero ha sido a la vez estudiado y debatido por
numerosos trabajos, entre ellos, en particular, las Actas del IT Colo-
quio de Historiadores Económicos Franceses celebrado en 1977. lean
Bouvier ha señalado que a partir de 1911, la proporción de los títulos
de empresas francesas en la cartera del Crédit Lyonnais aumentó
considerablemente, como si la fase de autofinanciación de las indus-
trias nuevas tendiera a agotarse y que la magnitud de esas actividades
exigiera en adelante recurrir al mercado financiero.

5. E m pr e s a s y e m p r e s a r io s

La organización de las empresas francesas en vísperas de 1914,


así como las estructuras de dirección que dependían de aquélla, han28

28. R. Girault, Histoire économique et sacióle de la Trance, París, 1979,


t. IV, vol. I, p. 232.
ASPECTOS DEL DESARROLLO INDUSTRIAL EN FRANCIA 125

podido ser consideradas como un claro exponente del retraso y del


desfase francés.29A comienzos del siglo xx la dimensión media de las
empresas seguía siendo más pequeña en Francia que en los otros
grandes países industrializados. La estrategia de la diversificación
productiva y la utilización de un nuevo tipo de organización de las
unidades de producción progresaron con mucha lentitud. La sociedad
Saint-Gobain fue pionera en este proceso al adoptar una estructura
multidivisional a partir de 1905, pero siguió siendo un prototipo casi
único hasta 1918. Por el contrario, numerosas sociedades adquirieron
participaciones financieras en otras empresas. Con posterioridad a
1912 las inversiones en cartera representaban un elevado porcentaje
de las inversiones totales en los sectores del carbón, del petróleo, de
las industrias textil y de equipos eléctricos. Los beneficios totales
de esas empresas se vieron incrementados de esta manera por un
volumen creciente de beneficios financieros. Esos activos financieros
favorecieron el desarrollo de las estructuras características de los
holdings o grupos. En realidad, las principales condiciones que hacían
posible la existencia de las grandes empresas en Gran Bretaña y en
Estados Unidos no existían en Francia. Los mercados de productos
industriales eran más reducidos, los servicios bancarios menos desarro-
llados. En 1880 dos tercios de la población francesa residía aún en
pueblos, y en 1911 todavía el 56 por 100 de la población vivía en
áreas rurales. La ausencia de un vigoroso mercado urbano ahogaba
toda tentativa de desarrollar una producción en gran escala y frenaba
la integración de los circuitos comerciales por parte de las empresas
de producción. Por el contrario, los elevados niveles de integración
entre industria y comercio existentes en Alemania y Estados Unidos
constituían una fuerte barrera comercial para la entrada de productos
franceses a dichos países. En Francia los comerciantes mayoristas pare-
ce que reforzaron su control sobre la producción, acentuándose de
esta manera el protagonismo de los intermediarios. En vísperas
de 1914 algunas empresas francesas apenas habían empezado a rea-
lizar directamente la venta y distribución de sus productos, en espe-
cial la industria automovilística. Entre finales del siglo xix y 1914,

29. Cf. M. Lévy-Lcboyer, Tbe large Corporation in modera Trance, en


A. D. Chandler y H. Daems, eds., Managerial bierarchies. Comparature pers-
pectives on tbe rise of tbe modera industrial entreprise, Harvard University
Press, 1980.
126 LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL

cierto número de fusiones permitió el inicio del proceso de integra-


ción en la química, el acero y las industrias mecánicas. Las empresas
más poderosas consiguieron de esta manera el control de las materias
primas o de componentes industriales sin recurrir a los capitales ban-
carios y sin intervenir en el mercado financiero (creación de la Thom-
son-Houston). El notable desarrollo de las nuevas industrias en Fran-
cia planteó muy pronto el problema de la necesidad de renovar la
organización de los métodos de trabajo. Las obras de H . Le Chatelier
y de sus discípulos y las relaciones de los industriales franceses con
Ford y con Taylor mostraron el camino hacia soluciones nuevas y
propusieron desde entonces la adopción de un modelo estadouniden-
se. Desde antes de 1914 un grupo de técnicos franceses estaba deci-
dido a aplicar todos los principios de la organización científica del
trabajo. Pero fueron los industriales, sobre todo los del sector auto-
movilístico, los que practicaron un taylorismo parcial, reduciendo la
aplicación del método a un simple cronometraje destinado a estable-
cer las bases de la remuneración del trabajo, como en el caso de
Berliet, de Lyon, a partir de 1910.30
El tema del «retraso» de las estructuras industriales francesas
debe ser examinado de nuevo teniendo en cuenta como referencia
fundamental las características del mercado. Los estados más tempra-
namente industrializados dependían de un mercado interior organi-
zado y determinante que dictaba, en cierta medida, su ley a los agen-
tes de producción. En los países nuevos de industrialización más
reciente, la insuficiente estructuración del mercado interior obligó a
las empresas industriales a ocuparse por sí mismas de la organización
del consumo interior. A la mano invisible del mercado se oponía la
mano visible de la empresa multidivisional e integrada.31
A la escasa concentración de las empresas francesas, a sus estruc-
turas menos «evolucionadas» que las de sus grandes vecinos alema-

30. Cf. A. Moutet, «Ingénicurs et rationalisation en France de la guerre


i la crise, 1914-1929», comunicación presentada ol coloquio celebrado en
Creusot (23-25 de octubre de 1980) sobre «Ingénieurs et société»; A. Mouret,
«Les origines du systémc Taylor en France. Le point de vue patronal (1907-
1914)», Le Mouvemcnt Social (octubre-diciembre de 1975); P. Fridenson, His-
loire ..., op. cit,
31. Cf. A. Chandler, The Visible Hartd. The managerial revolution in
American Business, Harvard University Press, 1978.
ASPECTOS DEL DESARROLLO INDUSTRIAL EN FRANCIA 127

nes, ingleses y estadounidenses correspondía una patronal poco reno-


vadora y relativamente rutinaria .32
Una serie de estudios recientes ha insistido sobre el atraso de la
formación técnica y profesional en Francia, a todos los niveles, causa
y consecuencia de la escasa necesidad que experimentaba de ella una
industria que continuaba siendo profundamente tradicional.33 Durante
décadas, ésta se contentó con la habilidad artesanal o con la forma-
ción esencialmente comercial de sus empresarios. Esas publicaciones
han señalado que las grandes escuelas francesas tendían esencialmente
a formar funcionarios civiles y militares, con excepción de las raras
escuelas de artes y oficios. Dichas instituciones difundían, sobre todo,
conocimientos científicos teóricos y abstractos, los cuales no tenían
apenas aplicación a las industrias del siglo xix. Por lo tanto, fueron
las iniciativas privadas las que desarrollaron la formación en varias
ciudades francesas de técnicos en todos los niveles, destinados a la
industria y a los «negocios»: recordemos, en especial, la creación de
la Escuela Central de París en 1829 y de la Escuela Central de Lyon
en 1857; las numerosas instituciones técnicas de todos los niveles
creadas en París, Lille, Lyon, Mulhouse, sin olvidar las escuelas
técnicas de las empresas. Hacia ¿nales del siglo, varias ciudades se
esforzaron en combatir la inferioridad comercial francesa creando
escuelas de comercio. A partir de 1880 la vocación profesional de los
politécnicos parece que se modificó: un número creciente de ellos
abandonaba el ejército para entrar en la industria privada, aportación
sin duda apreciable, aunque modesta, pero que tendió a acrecentar el
acatamiento de la disciplina en la industria. Los técnicos procedentes
de las escuelas centrales desempeñaron por vocación un papel más
importante, en principio en las industrias tradicionales, pero sobre

32. Diferentes autores difieren y expresan opiniones matizadas sobre dicho


tema: F. Carón aiirma que «el mundo patronal francés ... no aparece como
un mundo cerrado, dado que nuevas actividades le suministran constantemente
oportunidades» (Histoire économique ..., op. cit., p. 82), M. Lévy-Leboyer
subraya que «los estudios sobre la movilidad social mostraron en efecto ... que
la idea de una igualdad de oportunidades, de la apertura de las élites a los
talentos ... contenía una gran parte de ilusión» («Le patronat français 1912-1973.
Le patronat de la seconde industrialisation», Cabiers du Mouvement Social,
n* 4 (1979).
33. Cf. «Le patronat...», art. cit.; M. Lévy-Leboyer, Im ovaiion and Bus-
sines strategies in the 19tb and 20íh Century Franca, John Hopkins Press, Bal-
timore, 1976.
128 LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL

todo hacia finales de siglo en las industrias modernas: mecánicas,


químicas y eléctricas.
¿El desarrollo de los sectores nuevos comportó una renovación
parcial de la patronal francesa? Lhantier ha demostrado que la pre-
paración técnica se convirtió en esencial en la industria eléctrica,34
pero también crearon y desarrollaron nuevas empresas perfectos
autodidactas como los Lumiére en la industria fotográfica, o Berliet
en la industria automovilística. Esta, en su comienzo, fue obra de
personajes con muy diferente formación, desde el autodidacta hasta
los ingenieros de alto nivel, como Panhard y Levassor, formados en
las escuelas centrales, y G troen en el Politécnico. E n vísperas de 1914
el ingeniero se introdujo en algunos de los nuevos sectores y favore-
ció la renovación de sectores tradicionales (los Montgolfier, papeleros
en Annonay, se formaron sistemáticamente en la Escuela Central de
Lyon). Pero la formación técnica fue mucho más limitada en las
categorías de los mandos intermedios y de los obreros, cuya capa-
citación siguió siendo insuficiente.
¿La necesidad creciente de una formación técnica había de impli-
car una renovación más o menos importante de la patronal y la apa-
rición de una categoría de mamgers profesionales asalariados? La
mayor parte de los autores, recordémoslo, considera que el mundo
empresarial, al menos hasta 1914, siguió completamente cerrado; en
todo caso, ésta es la impresión que nos ofrece la lectura del Cabier
du Mouvement Social sobre la patronal de la segunda industrializa-
ción. J. Kocka respecto de Alemania y L. liannah en lo que concier-
ne a Inglaterra, se pronuncian en el mismo sentido. Si bien el inge-
niero ocupaba un lugar notable en las filas de la patronal de finales
de siglo, él mismo casi siempre había salido de ese medio social,
hijo, sobrino o yerno de empresario, cuya capacidad de gestión se vio
reforzada por esa nueva formación técnica. Antes de 1914 la norma
seguía siendo, a pesar de la evolución esbozada, que el nacimiento
y la familia, más que la formación técnica, daban acceso a las respon-
sabilidades patronales. En este caso también se podría evocar una
estructura patronal dualista: industrias tradicionales dirigidas por el
capitalismo familiar, industrias nuevas creadas y desarrolladas por
una patronal más cualificada técnicamente. En definitiva, la estruc-

34. Cf. P. Lanthier, «Les dirigeants des grandes entreprises élec triques
en France (1911-1973)*, Cabiers du Mouvement Social, n* 4 (1979).
ASPECTOS DEL DESARROLLO INDUSTRIAL EN FRANCIA 129

tura misma de la industria francesa implica, fácilmente, que, a dife-


rencia de lo que sucedía en Estados Unidos, en Gran Bretaña y en
Alemania,'B una nueva categoría de directivos y técnicos asalariados
no hubiera empezado aún a reemplazar a la patronal tradicional.

Sin duda, muchos de los aspectos recogidos en este trabajo no


son de gran originalidad; el dualismo industrial y patronal existía en
otras economías europeas, aunque haya sido más duradero en Fran-
cia. El crecimiento lento y progresivo y la desaceleración de fines
de siglo tampoco son específicos del caso francés. Es probable que
haya sido durante las últimas décadas del siglo xix cuando se con-
cretó una originalidad francesa que se tradujo en signos de retraso
y de declive relativo que no alcanzó disimular el surgimiento de nue-
vas industrias. El impulso de las nuevas potencias industriales y el
desarrollo de la competencia internacional generadora de proteccio-
nismo volvían a cuestionar, globalmente, la antigua preponderancia
franco-inglesa. Continúa siendo objeto de debate entre malthusianos
y poblacionistas la relación entre el declive económico y el demo-
gráfico. A largo plazo, demografía y poder económico parecen bas-
tante sincrónicos. La correlación resulta menos evidente a medio
plazo, ya que una demografía poco expansiva coexistió tanto con la
desaceleración económica de los años 1882-1896 como con el auge
del período 1906-1913.35

35. Cf. A. D. Chandler y H. Daems, eds., Manageríal hierarchies ...,


op. cit.

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