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La renta básica
y el futuro del Estado social
DYKINSON
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© Copyright by
Instituto de Derechos Humanos “Bartolomé de las Casas”
Universidad Carlos III de Madrid
Madrid
ISBN: 978-84-9031-248-3
Maquetación:
BALAGUER VALDIVIA, S.L. - german.balaguer@gmail.com
ÍNDICE
Prólogo ............................................................................................................9
Los Editores
Mayo de 2011
NEOCONS Y TEOCONS: FUNDAMENTALISMO
VERSUS DEMOCRACIA
ELÍAS DÍAZ
Universidad Autónoma de Madrid
1
Entre tantos otros escritos, reenvío, para sus implicaciones en filosofía, al artículo
de Javier Sádaba (2003) y, para las de carácter más político, al libro de Juan Luis Cebrián
(2004).
2
Vid. Ferrater Mora (1994) voces “Fundacionalismo”, “Fundamentalismo” y “Fun-
damento”.
Neocons y teocons: fundamentalismo versus democracia 15
torno al segundo decenio del pasado siglo XX. Es decir, que el pedigree
fundamentalista de los eclesiásticos teocons resulta ser, así, de mayor
alcurnia genética que el de sus compadres y advenedizos mercaderes/
mercadistas neocons.
Susan George, en su libro El pensamiento secuestrado, muy útil para
estas cuestiones, ha vuelto a recordar tales orígenes del término “funda-
mentalismo”, en esos primeros tiempos del siglo XX, en los ambientes de
las confesiones evangélicas: “La lenta y gradual llegada a una audiencia
masiva de las críticas especializadas de la Biblia, más la influencia de las
teorías darvinianas, estaban erosionando –dice– la creencia en la Biblia
como documento literal. Los clérigos conservadores –señala aquélla–
reaccionaron enérgicamente, publicando y difundiendo ampliamente
una serie de folletos titulados Los fundamentos: un testimonio de la ver-
dad. En 1920 un periodista baptista llamado Curtis Lee Laws acuñó la
palabra fundamentalista!! , que definía a cualquier persona dispuesta
a salir a luchar por estos fundamentos bíblicos. La palabra prendió y
ahora –concluye Susan George– se aplica a cualquier persona que tome
los textos sagrados literalmente, sea cual sea su religión o ideología”
(George, 2007)3.
Es decir, que puede haber fundamentalismos, lecturas simples al
pie de la letra de los textos sagrados de diferentes religiones o de los así
considerados, como sacros, por exégetas y escoliastas fanáticos de unas
u otras filosofías o ideologías. De la crítica a algunos de esos desafíos
conservadores y reaccionarios, hecha precisamente desde su oponente,
el pensamiento democrático, es de lo que se ocupan estas páginas, que
3
No me resisto a evocar aquí el triste paralelismo –más de un siglo después– de este
fundamentalismo creacionista en la Norteamérica actual con la represión universitaria
integrista contra los intelectuales krausistas en la España de 1875. Junto a Francisco Giner de
los Ríos, Gumersindo de Azcárate, Nicolás Salmerón y otros más, los primeros expulsados
entonces de sus puestos docentes fueron Augusto González Linares, profesor de Historia
natural, y Laureano Calderón, de Farmacia Químico Orgánica, ambos evolucionistas y
estudiosos de Darwin. Andando el tiempo, Julio Caro Baroja señalaba que “el miedo al
mono” por gran parte de la España oficial y eclesial había sido una de las determinantes
(sin) razones que había impulsado a tal represión al marqués de Orovio, ministro de Fo-
mento del Gobierno de Cánovas del Castillo en los inicios mismos de la Restauración. Una
estudiante americana de alguno de mis cursos (1969-1970) en la Universidad de Pittsburgh
(Pennsylvania) había entendido, y así lo escribía, marqués de Oprobio y, echándole fantasía
a la etimología, deducía que de tal título aristocrático derivaba en español esa palabra como
sinónimo de ignominia.
16 Elías Díaz
5
Atendiendo con acierto a esas dimensiones socioeconómicas y teológicas, globales
y nacionales, tenemos entre otros, los libros de Antonio García-Santesmases (2007), de
Rafael Díaz-Salazar (2007) y de Alfonso Ruiz Miguel y Rafael Navarro-Valls (2008), este
último en polémica.
6
Texto después publicado, junto con la correspondiente “laudatio” escrita por el
profesor Rafael de Asís Roig, en la Universidad Carlos III de Madrid, dentro del volumen
de Actas titulado Autonomía Universitaria y libertad académica. Una versión revisada de
aquél apareció como capítulo cuarto de mi ya mencionado libro Un itinerario intelectual
(Díaz,2003).
20 Elías Díaz
7
Vid., por ejemplo, como análisis crítico actual de esos fundamentalismos, con amplia
y valiosa información, el ya mencionado libro de Susan George (2007). Para su historia en
el tiempo que aquí más nos interesa, entre otros, el de George H. Nash (1976), con especial
atención a exponentes como L. von Mises, F.A. Hayek, M. Friedman, Irving Kristol, Leo
Strauss, etc.; y por el lado teológico, Martín Sterr (1999).
Neocons y teocons: fundamentalismo versus democracia 21
8
Recordaré aquí dos importantes libros de cada uno de los autores y amigos a quienes
acabo de hacer referencia: de Ernesto Garzón Valdés (2001) y (2004); de Reyes Mate (1991)
y (2003).
Neocons y teocons: fundamentalismo versus democracia 23
9
Con muy destacadas intervenciones en no pocos de los temas aquí aludidos, vid.
Derecho y justicia en una sociedad global, Actas del XXII Congreso Mundial de Filosofía
del Derecho y Filosofía Social celebrado del 24 al 29 de mayo de 2005 en la Universidad
de Granada, con el profesor Nicolás López Calera de efectivo impulsor y como Presidente
del Comité Organizador. También, Greppi (2006) y Pérez Luño (2003).
26 Elías Díaz
10
Reenvío aquí, entre otras obras, a las de Carrillo Salcedo (1995), Bergalli y Resta
(1966) y Ferrajoli (1997). Y en perspectiva más amplia, Valencia y Fernández-Llebrez
(2004), Jáuregui (2004); y García Inda y Marcuello (2008).
Neocons y teocons: fundamentalismo versus democracia 29
11
Traté de manera más directa estas cuestiones, relativas a los “nuevos movimientos
sociales” y su significado político (Díaz, 1984: cap. IV, 4; 1990). Para el debate y la reflexión
crítica sobre estas y otras identidades, son de gran interés, García Santesmases (1993 y 2001).
Últimamente, me parece que ya sin referencia explícita al socialismo democrático, situándose
como marco teórico entre la democracia constitucional y la democracia republicana (más
allá y lejos en todo caso de cualquier tipo de conservadurismo liberal), la muy cuidada y
reflexiva obra colectiva El saber del ciudadano. Las nociones capitales de la democracia
(2008), con trabajos de Aurelio Arteta, Félix Ovejero, Javier Peña, Luis Rodríguez Abascal,
Alfonso Ruiz Miguel y Ramón Vargas Machuca.
30 Elías Díaz
BIBLIOGRAFÍA
1
Vid, además, Galiana Saura (2003: 25 y ss.).
Del estado liberal de derecho al estado social de derecho como vía... 39
Los orígenes del Estado social se deben fijar en los años ochenta del
siglo XIX y el principal precursor fue von Stein. El nuevo enfoque de
las relaciones Estado-sociedad convirtió los dos órdenes, independientes
y autónomos, en dos órdenes tan interrelacionados que hicieron que el
Estado asumiera la responsabilidad de la dirección social y de la procura
existencial de la que hablara Forsthoff (1986a)3. Un marco que, dadas las
insuficiencias e incapacidades, tuvo que asumir la función de lograr una
sociedad más integrada, más equilibrada y más justa. En el plano jurídico-
institucional, debió afrontar su cometido de remodelar la sociedad con
pleno sometimiento a los condicionamientos y limitaciones del Estado de
Derecho, suponiendo la consagración de un nuevo principio de legitimi-
2
Sobre el tema, vid., además, Phillips (1993).
3
Vid. Sotelo (2010: 210) y Stein (1981).
40 M.ª Isabel Garrido Gómez
4
Al respecto, vid. también Peces-Barba Martínez (1999: 34 y ss.).
5
Vid. algunas de las manifestaciones de Carmona Cuenca (2000), Marshall (1985) y
Martínez de Pisón (1998). Sobre la crisis del Estado social, Zapatero (1986: 65 y ss.).
Del estado liberal de derecho al estado social de derecho como vía... 41
Heller fue el gran iniciador del Estado social de Derecho que se fue
consolidando entre la I y la II Guerra Mundial. Como es sabido, este tipo
6
Vid. Añón Roig (1994: 261 y ss.), Been y Peters (1984: 164 y ss.), Fernández
García (1995: 106-110), García Pelayo (2005: 18 y ss.), Gilbert y Terrell (2002: 13 y ss.),
Peces-Barba Martínez (2000: 47), Pérez Luño (2005: 230), Prieto Sanchís (1998: 73 y ss.)
y Tuori (2005: 22).
42 M.ª Isabel Garrido Gómez
7
González Ayala (1996: 170 y ss.), Heller (2004) y Valadés (2002: 14-15). El Estado
social de Derecho se entiende por Heller y por E. Díaz como una fase que constituye un
periodo de transición –Heller hacia el socialismo y E. Díaz hacia el Estado democrático de
Derecho–. En relación con la posición de este autor, vid. Díaz (1998: 131 y ss.).
8
Vid. Forsthoff (1986b: 77-78 y 100) y Abendroth (1986: 30 y ss.). Sobre todo ello,
vid. González Moreno (2002: 40 y ss.).
Del estado liberal de derecho al estado social de derecho como vía... 43
10
Según Merton, la sociedad fija a los individuos una serie de objetivos y medios
lícitos para alcanzarlos. Dada la relación entre los fines y la disponibilidad de los medios
para obtenerlos, la acción del individuo puede ser conforme, desviante (en sus versiones de
innovadora –que acepta los fines pero no los medios– y ritualista –que acepta los medios
pero no los fines–) o rebelde.
Del estado liberal de derecho al estado social de derecho como vía... 45
11
Vid., además, Abramovich y Courtis (2004: 40-44); las estrategias esquematizadas
por Pisarello (2001: 113-137) y Thomson (1990); y, sobre el último aspecto, Asís Roig
(2000: 150).
46 M.ª Isabel Garrido Gómez
2001: 253; Häberle, 2001: 108 y ss.). Lo dicho se encuadra dentro de los
Estados sociales de Derecho en la acción de una política social general,
que remite a los mecanismos institucionalizados por los poderes públicos
o directrices preferenciales que enmarcan histórico-estructuralmente la
responsabilidad del Estado en el bienestar de los ciudadanos.
BIBLIOGRAFÍA
BORJA BARRAGUÉ
Universidad Autónoma de Madrid
INTRODUCCIÓN
1
En rigor, Beck distingue entre globalismo, globalidad y globalización. Sin embargo,
dado que la “globalización” no constituye el objeto de este trabajo, he decidido obviar el
fenómeno de la globalidad.
56 Borja Barragué
2
Para una lectura atenta y republicana de la teoría de Adam Smith, vid. Pettit (2005)
y, sobre todo, Casassas (2005b).
Derechos Humanos, teorías de la justicia y modelos de Renta Básica:... 57
3
Soy consciente de las diversas posiciones que mantienen al respecto iusnaturalistas
ontológicos y deontológicos, positivistas y aún positivistas “críticos”, como los denomina
Peces-Barba (1995).
4
Emplearé los términos solidaridad y fraternidad indistintamente.
58 Borja Barragué
5
Para el caso mexicano puede verse, por ejemplo, Yanes (2008); para el argentino,
Barbeito y otros (2000); y para el brasileño, Lavinas (2006).
6
Para una visión del igualitarismo como rama (tendencia) de la filosofía política, vid.
el excelente artículo de Richard Arneson (2002).
Derechos Humanos, teorías de la justicia y modelos de Renta Básica:... 59
7
En De la libertad de los antiguos comparada con la de los modernos (1988),
Benjamín Constant distingue entre la libertad de los antiguos, que no es “otra cosa que el
derecho de no estar sometido sino a las leyes, no poder ser detenido, ni preso, ni muerto,
ni maltratado de manera alguna por el efecto de la voluntad arbitraria de uno o de muchos
individuos […] es, en fin, para todos el derecho de influir o en la administración del gobierno,
o en el nombramiento de algunos o de todos los funcionarios, sea por representaciones,
por peticiones o por consultas, que la autoridad está más o menos obligada a tomar en
consideración”, y la de los modernos, consistente en “ejercer colectiva pero directamente
muchas partes de la soberanía entera”.
60 Borja Barragué
En el prefacio a RFA, PVP señala que comenzó los trabajos para su li-
bro en la primavera de 1977, y que si no se publicó hasta 1995 fue porque
tres “desarrollos intelectuales” se conjugaron para impedir que el trabajo
8
John Rawls desarrolla la diferenciación entre concepto y concepciones mediante
dos caracterizaciones. Por una parte, el concepto sería la idea más abstracta y común a las
distintas concepciones. Así, éste configuraría una idea común a todos los seres humanos,
la idea en que todos pueden estar de acuerdo, mientras que las distintas concepciones
discreparían sobre la interpretación y alcance de tales nociones. Por otra parte, mientras que
un estudio del concepto suministraría una descripción de los significados ordinarios, una
concepción determinada sin duda ampliaría su significado cotidiano. Para un análisis más
exhaustivo de la cuestión, vid. Rawls (2001: 30 y ss.). En lo que sigue, utilizaré los términos
“concepto” y “concepción” de forma prácticamente intercambiable, aunque procurando
seguir la distinción de usos propuesta por Rawls.
9
Vid., en este mismo sentido, Hierro (2002), Gewirth (1990: 137 y ss) y Rawls (1997:
192-196).
Derechos Humanos, teorías de la justicia y modelos de Renta Básica:... 61
10
De acuerdo con la objeción del esclavo satisfecho, que no es sino una variación de
la fábula de la zorra y las uvas, un esclavo, en atención a las condiciones de ausencia de
libertad que experimenta, puede modificar sus preferencias hasta el punto de no desear otra
vida distinta de la que tiene. Si la libertad no consistiera más que en la completa ausencia
de interferencias para hacer lo que cada cual quiera, entonces llegaríamos a la conclusión,
contra-intuitiva, de que tanto Epicteto como la zorra, mediante una adecuada manipulación
de sus preferencias operada por sí mismos o por otros, son libres en la medida en que hacen
lo que desean, y no desean lo que no pueden. Para una distinción entre la objeción del
esclavo satisfecho y la fábula de las uvas y la zorra, vid. Raventós (1999: 47- 48).
11
La “suave” prioridad lexicográfica que, sobre el orden leximín de oportunidades, PVP
atribuye a estas dos primeras condiciones de su sociedad justa, constituye el motivo por el
que su teoría de la justicia se incluye dentro del liberalismo igualitario. De esta forma, PVP
sugiere que una sociedad, para ser verdaderamente libre, debe satisfacer tres condiciones
62 Borja Barragué
es, no sólo su libertad formal–, sino también que cada persona tenga la
mayor oportunidad posible para hacer cualquier cosa que pudiera querer
hacer –es decir, su libertad real, que alcanza a los medios necesarios
para hacer efectivas tales oportunidades–. Y si la libertad real alcanza a
las condiciones materiales de la libertad, el pago periódico de una RB
situada al máximo nivel sostenible, es la institución que, en la teoría de
PVP, garantiza su satisfacción. En eso consiste la libertad real, ya que “se
es realmente libre, en oposición precisamente a ser formalmente libre,
en la medida en que se poseen los medios, no sólo el derecho, para hacer
cualquier cosa que uno pudiera querer hacer” (Van Parijs, 1996: 53). Pese
a su atractivo inmediato, este “tercer” concepto de libertad real ha sido
objeto de diversas observaciones críticas.
En primer lugar, Brian Barry ha señalado que la valoración de un
régimen social en función de la extensión de la libertad real es excesiva-
mente reduccionista. PVP concibe el dinero como un instrumento con el
que se pueden adquirir todo tipo de oportunidades y proyectos vitales,
cuando, bien mirado, la atribución de oportunidades en forma de ingreso
es discriminatoria, tanto con los planes de vida basados en el trueque y
la economía solidaria12, como con los de orientación hippy, dedicados a
la contemplación y el consumo de productos naturales y no ordenados a
la productividad (Rey Pérez, 2007: 283). El constructo teórico de PVP
resulta esencialmente objetable porque, como el neo-republicanismo, se
centra excesivamente en el valor de la libertad, cuando éste no es sino un
16
En este mismo sentido, Hierro (2002: 45-46).
Derechos Humanos, teorías de la justicia y modelos de Renta Básica:... 65
17
En el campo de la historia de las ideas, a mediados de la década de los setenta, y fun-
damentalmente por influencia de la obra de Jason Pocock The Machiavellian Moment (1975),
se obró un cambio en el prisma con que los historiadores de las ideas venían contemplando
la revolución americana y por el cual pasó a considerarse que la teoría política que le sirvió
de base no fue, en realidad, el liberalismo, sino una tradición de pensamiento muy anterior:
el republicanismo. Pues bien, el paso de la historia de las ideas a la filosofía normativa lo da
definitivamente Philip Pettit en 1997, con la publicación de su obra Republicanism. A Theory of
Freedom and Government. En su trabajo, Pettit se propone elaborar una auténtica teoría de la
justicia a partir de una tercera concepción de la libertad, anterior al liberalismo, y que denomina
libertad como no-dominación. Con respecto a este punto, Ángel Rivero observa críticamente
que “no deja de resultar paradójico que la tradición a la que recurre Pettit como inspiración
de su concepto de libertad no tematizara ninguno de los problemas a los que quiere responder
este autor. Es más, el concepto de libertad como no-dominación que defiende no ocupa ningún
lugar prominente en tal tradición más allá del sentido general de la palabra libertad como lo
contrario de esclavitud. Significado que, por cierto, no fue privativo de tradición alguna, sino
que fue el propio de tal palabra en Occidente hasta la aparición de lo que retrospectivamente
se ha denominado “liberalismo” (Rivero, 2005: 8-9).
18
En este sentido, vid. Pettit (1999: 37-38), Maynor (2003: 19-20) o Honohan (2002:
180-187). Una importante excepción a este respecto la constituye Quentin Skinner, para
quien “sería injusto con Berlin decir que no se dio cuenta de que hay una tradición que
conceptualiza la idea de libertad negativa no como ausencia de interferencia, sino como
ausencia de dependencia […] no puedo estar de acuerdo con [Pettit] cuando afirma que el
resultado del argumento de Berlin ha sido “quitar de en medio” a la teoría que sostiene, como
expresa Pettit, que la libertad negativa consiste en la no-dominación, no en la no-interferencia.
Es cierto que Berlin no es capaz de presentar un argumento acerca de la no-dominación con
la misma especificidad histórica que concede a los otros dos conceptos que examina, y que
nunca señala un teórico o un movimiento particular que pueda ser asociado con tal punto
de vista. Sin embargo […] Berlin dedica mucha atención en la parte final de su ensayo a lo
que describe como “búsqueda de reconocimiento”, y se pregunta explícitamente si no sería
“natural o deseable decir que la demanda de reconocimiento y posición es una demanda de
libertad en un tercer sentido” (Skinner, 2005: 39).
66 Borja Barragué
21
Ya en 1797, Paine proponía “crear un fondo nacional para pagar, a todos los ciuda-
danos que hayan alcanzado la edad de 21 años, la suma de 15 libras esterlinas en concepto
de indemnización del derecho natural, del que el sistema de propiedad de la tierra los ha
desprovisto […] y anualmente la suma de 10 libras esterlinas, durante toda su vida, a todos
los individuos que hayan alcanzado la edad de 50 años” (Paine, 1990: 103).
22
Para una discusión sobre el paternalismo, vid. el número 5 de la revista Doxa, 1988.
En su relación con la RB, creo, siguiendo aquí a José Luis Rey Pérez, que “la distribución
en varios pagos de la renta básica es una medida paternalista que queda a medio justificar
o que se apoya en la generalización de la voluntad débil de las personas en su juventud
[…] y en la idea de que todo el mundo desea disfrutar de una cierta estabilidad a lo largo
del tiempo. Para que quedara del todo justificada sería necesario aportar razones de corte
psicológico o de otra naturaleza, en las que apoyar estas generalizaciones. Al no hacerlo,
la justificación del recurso al paternalismo queda incompleta” (Rey Pérez, 2005: 250).
23
Un Gobierno puede abordar la cuestión del uso responsable del capital inicial de tres
modos diferentes: 1) imponiendo condiciones que afectan a los destinatarios (elegibility
restrictions), según la propuesta original de Ackerman y Alstott (1999); 2) fijando restric-
ciones en su uso, de acuerdo con las sugerencias de Nissan y Le Grand (2000) o Halstead
68 Borja Barragué
más eficaz para operar la transición, sino como intrínsecamente más justo
y, por tanto, normativamente superior (Van der Veen y Van Parijs, 1988:
28). Al fin y al cabo, de la misma definición del socialismo como “una
sociedad en la que los trabajadores poseen colectivamente los medios
de producción y en la que, por lo tanto, deciden colectivamente para qué
deben ser utilizados éstos y cómo debe ser distribuido el producto resul-
tante” (ibíd.: 21), se desprende que suprime la explotación. La objeción
“es seria y merece ser tenida en cuenta”, pero en “Una vía capitalista al
comunismo”, PVP y van der Veen prefieren mantenerse “dentro de un
marco teórico marxiano razonablemente ortodoxo”, y es que “para Marx,
la cuestión de la justicia y otras consideraciones éticas eran, cuando me-
nos, secundarias” (ibíd.: 29).
Efectivamente, es dudoso que Marx defendiera algún modelo de
justicia distributiva. Marx simplemente se desocupó de las cuestiones
relativas a la justicia, pues siempre creyó que en la fase superior de la
sociedad comunista iban a desaparecer lo que Hume llamó las “circuns-
tancias de la justicia” (Hume, 1984: 540 y ss). En la sociedad comunista,
pues, ni habría conflicto de intereses –por cuanto la clase tradicional-
mente explotada se liberaría–, ni habría tampoco escasez –porque en tal
fase superior fluirían “con todo su caudal los manantiales de la riqueza
colectiva” (Marx, 1875) 26.
En lo que ahora más nos interesa, y según la tesis Tucker-Wood, no
es sólo que Marx entendiera la justicia como un valor superfluo en la
sociedad de la abundancia del comunismo, sino que objetaba incluso el
principio de igualdad moral subyacente a la misma (Tucker, 1961, 1969;
Wood, 1972). En la visión de estos autores, Marx alcanza esta conclusión
a partir de su análisis del “principio de retribución”, según el cual todos
los trabajadores tienen igual derecho a percibir el fruto íntegro de su
trabajo (Marx, 1875). Así, Marx rechazaría el principio de retribución
26
Marx asume que la abundancia es una condición necesaria del comunismo. El paso
completo de su Crítica al Programa de Gotha es suficientemente expresivo de ello: “En la
fase superior de la sociedad comunista, cuando haya desaparecido la sumisión esclavizadora
de los individuos a la división del trabajo, y con ella, por tanto, el antagonismo entre el
trabajo intelectual y el trabajo manual; cuando el trabajo se convierta no solamente en medio
de vida, sino en la primera condición de la existencia; cuando al desarrollarse en todos sus
aspectos los individuos, se desarrollen también las fuerzas productivas y fluyan con todo su
caudal los manantiales de la riqueza colectiva, sólo entonces podrá rebasarse totalmente el
estrecho horizonte del derecho burgués y la sociedad podrá escribir en su bandera: de cada
uno según su capacidad, a cada uno según sus necesidades” (Marx, 1875).
72 Borja Barragué
29
Por su parte, en “Three Just Taxes” (1992), Hillel Steiner defiende el establecimiento
de tres impuestos “justos”, al objeto de distribuir igualitariamente entre todos los miembros
de la comunidad relevante –para Steiner, la internacional o mundial– los réditos obtenidos
como consecuencia de la recepción de una “herencia común”: uno sobre los frutos debidos al
uso de los recursos naturales, otro sobre las herencias y, en fin, un tercero sobre la dotación
genética.
30
Tal como me hizo observar Daniel Raventós, es necesario matizar esta aseveración
para que dé cuenta del hecho de que el “modelo Alaska” de RB prácticamente no lo discute
nadie hoy, mientras que fue muy contestado en el momento de su implantación.
76 Borja Barragué
Y aún habría otro motivo por el que rechazar este peculiar diseño de
la institución desde la igualdad de oportunidades. Este segundo problema
de encaje se relaciona con el hecho de que en el “modelo RFA” la RB se
entrega en pagos sucesivos, y tal carácter periódico –vinculado al modelo
marxista de igualdad de bienestar al que originariamente PVP y R. van
der Veen adscriben la institución– casa mal con la igualdad de oportu-
nidades considerada no a lo largo de toda una vida, sino en el punto de
partida. Por ello, quienes defienden el reconocimiento de una RB desde
posturas cercanas al socialismo deberían, creo, optar por un único pago.
Esto es, por una política de diseño similar al de un CIU.
Decía al comienzo que los últimos años han venido marcados por la
discusión en torno al nuevo contexto en el que nos movemos. Un entorno
en el que las empresas carecen de nacionalidad y operan en todo el mundo
sin que puedan ser obligadas por los Estados nacionales a la observancia
de sus regulaciones. Éste es, insisto, el sentido económico de la palabra,
y, vista así, la globalización vendría a significar la superación del marco
del Estado-nación.
Los procesos de globalización implican un nuevo contexto, muy
diferente al que surgió tras el final de la II Guerra Mundial, cuando los
Estados sociales se extendieron en Occidente como la forma generalmen-
te aceptada en ese marco cultural de organización político-social. Con la
globalización, empero, muchas de las decisiones relativas al consumo y a
la inversión, así como a los niveles salariales y de fiscalización, escapan
al control de los Estados nacionales. En el plano simbólico, la emergencia
de nuevas formas de lealtad representa un desafío que ha de ser enfrenta-
80 Borja Barragué
34
En este apartado sigo, fundamentalmente, el desarrollo analítico de Doménech
(1993). Y es que, según nos advierte este autor, la fraternidad no figura como voz ni en los
diccionarios de ciencia política ni en los de filosofía, apenas hay bibliografía monográfi-
camente dedicada a ella y, a diferencia de sus compañeras, la libertad y la igualdad, “ni
siquiera está plenamente recogida como tal por las sucesivas declaraciones de los derechos
humanos que fue adoptando la Revolución” (ibíd.:50). Transcurridos quince años desde la
publicación del artículo de Doménech, la situación sigue siendo hoy la misma: al introducir
para su búsqueda la voz “freedom” en la Stanford Encyclopedia of Philosophy –de consulta
libre a través de Internet en el sitio web: http://plato.stanford.edu–, el buscador encuentra
495 entradas relacionadas con ella; algo similar ocurre con respecto a “equality”, aunque
con un resultado menos exuberante, de 252 entradas. Al introducir el término “fraternity”,
en cambio, no se obtienen más que 10 entradas, cuya “relación” con el concepto buscado
es, a veces, un tanto sorprendente: así, las tres primeras son, por este orden, un artículo
sobre la filosofía de “Emmanuel Levinas”, otro sobre “La autoridad y la obligación legal”
(legal obligation and authority) y, en fin, un tercero relacionado con el castigo legal (legal
punishment). La quinta entrada, por cierto, es la dedicada a la obra de “Isaiah Berlin”. Última
consulta, 12 de diciembre de 2008.
35
La doctrina de la amistad perfecta de Aristóteles sostiene, tal como la resume
Doménech, lo siguiente: “1º Que la identidad de los sujetos está en gran parte contenida
Derechos Humanos, teorías de la justicia y modelos de Renta Básica:... 83
en su carácter, y que ese carácter es en gran medida resultado de las acciones de los
individuos […]. 2º) Que ese carácter es, por lo tanto, (auto)modelable, es decir, que es, al
menos parcialmente, (auto)elegible, en lo que consiste precisamente la virtud o excelencia
personal (la areté). 3º) Que […] sólo las acciones resultantes de elecciones deliberadas
pueden contribuir a la automodelación eficaz […] Pues ocurre 4º que el hombre incapaz
de deliberar sobre los deseos que le conducen a la acción no elige su acción […] Es el caso
entonces 5º que […] los viciosos no pueden realizar en su relación con los demás unidad de
ningún tipo […] Mientras 6º que, en cambio, el hombre virtuoso, cuya existencia o modo
de ser puede hasta cierto punto identificarse con sus obras está unitariamente integrado y
por eso mismo puede hallar la unidad con otros individuos […] Por eso […] 7º querer a
otro por “sí mismo” equivale a quererle por su excelencia, pues el “sí mismo”, su identidad,
está definida por su carácter excelente, por su virtud, y por las acciones y elecciones que
de ella fluyen […]” (Doménech, 1993: 54-55).
36
Por el contrario, Txetxu Ausín y Lorenzo Peña señalan que “en rigor –y lejos de ser
exactas las alegaciones de Toni Doménech, en el sentido de que Leibniz relega la fraternidad
al más allá–, lo curioso es que el más allá realiza sólo la fraternidad del puñado de los no-
condenados, según lo exige la doctrina evangélica de la salvación. Afortunadamente tales
consideraciones quedan al margen de las tesis de Leibniz de las cuales nos ocupamos en
este artículo, las que se refieren al deber de fraternidad en esta vida y en la sociedad humana
de este mundo” (Ausín y Peña, 2002: 10n). No obstante, si no lo he entendido mal, esto es
precisamente lo que alega, y critica, Toni Doménech: mientras para Aristóteles la justicia
total va unida a la amistad al hombre virtuoso y, por consiguiente, al mundo terrenal, la
84 Borja Barragué
estrategia vencedora resultó ser la del tit for tat (pagar con la misma
moneda) propuesta por Anatol Rapoport, y que consiste en: 1) empe-
zar cooperando; 2) vengarse cuando el otro no coopera; y 3) cooperar
cuando el otro vuelve a hacerlo. En opinión de Bowles y Gintis (2001),
el éxito de esta estrategia se debe, sobre todo, a que capta bien las mo-
tivaciones de reciprocidad fuerte38 presentes en los seres humanos, y
ello porque es amable, pues empieza cooperando, y de alguna forma
también misericordiosa, en tanto que una vez rota la cooperación por
el otro, cuando éste vuelve a cooperar, tit for tat también coopera. Sin
embargo, la reciprocidad fuerte implica, simultáneamente, una voluntad
de castigar a aquéllos que violan la cooperación, y es que las políticas
igualitaristas que “compensan a las personas independientemente de
cómo y cuánto contribuyen a la sociedad son consideradas injustas y
no son apoyadas” (Bowles y Gintis, 2001: 187).
Pese a que la reciprocidad fuerte puede considerarse una mala no-
ticia para políticas igualitaristas como la RB, los individuos también
mostraron regularmente otro mecanismo conductual que los propios
Bowles y Gintis denominan generosidad con las necesidades básicas.
Motivados por esta generosidad, los agentes tienden a priorizar la
satisfacción de las necesidades básicas de quienes lo merecen. Esto
complica el debate sobre la viabilidad conductual de políticas como
la RB, y podría llevarnos a considerar que un programa de RB pre-
sentado como la única medida eficaz de lucha contra la pobreza pueda
ser conductualmente viable (Noguera y De Wispelaere, 2007). Siendo
esto cierto, creo que la motivación humana de la reciprocidad fuerte
incorpora una robusta concepción de la fraternidad erótica, de acuerdo
con la cual quiero al otro por sus méritos y por sus acciones. A pesar de
que es verdad que este amor fílico que los revolucionarios de 1789 in-
tentaron devolver al ámbito público está impregnado de ágape cristiano
(Doménech, 1993: 62), la centralidad que el valor de la virtud ciudadana
ocupa en aquél es determinante en la convicción de que entre todos los
iguales debe existir un balance ajustado de derechos y obligaciones
capaces de regular el intercambio social.
38
“Por reciprocidad fuerte entendemos una propensión a cooperar y compartir con
aquéllos que tienen una disposición similar y una voluntad de castigar a aquéllos que violan
la cooperación y otras normas sociales” (Bowles y Gintis, 2001).
Derechos Humanos, teorías de la justicia y modelos de Renta Básica:... 87
4. CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFÍA
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Basic Income Studies, vol. 2, n. 2. Documento disponible en el sitio web:
http://www.bepress.com/bis/vol2/iss2/art2
94 Borja Barragué
DANIEL RAVENTÓS
Universidad de Barcelona
1
La Red Renta Básica la define como “un ingreso pagado por el estado, como derecho
de ciudadanía, a cada miembro de pleno derecho o residente de la sociedad incluso si no
quiere trabajar de forma remunerada, sin tomar en consideración si es rico o pobre o, dicho
de otra forma, independientemente de cuáles puedan ser las otras posibles fuentes de renta,
y sin importar con quien conviva” (www.redrentabasica.org).
2
El Basic Income Earth Network (BIEN) es la organización que agrupa a buena parte
de los distintos colectivos y personas que, alrededor del mundo, defienden la propuesta de la
renta básica. Se fundó en 1986, llamándose originalmente Basic Income European Network.
En el X congreso, realizado en Barcelona en el 2004, se aprobó que pasase a ser una red
mundial y no circunscrita solamente a Europa, como hasta aquel momento había sido.
3
Que puede leerse en castellano en http://www.sinpermiso.info/textos/index.
php?id=287.
La renta básica como derecho humano emergente y ante la crisis económica actual 97
Philippe Van Parijs dice claramente que para defender la renta básica
es precisa una aproximación a una concepción de la justicia. Una apela-
ción a la defensa “de un derecho humano a una subsistencia mínima no
bastaría para justificar una propuesta tal”. Pues bien, la Declaración de
Monterrey no apela a una subsistencia mínima en abstracto o de manera
general, sino directamente al derecho humano a la renta básica o ingreso
ciudadano universal. La apelación de Van Parijs tenía sentido antes de la
Declaración de Monterrey, pues invocar a la subsistencia mínima como
derecho humano puede verse cumplido, a su juicio, mediante la asistencia
social convencional (algo muy discutible, pero cuya discusión no interesa
ahora para el objetivo principal de este escrito). Pero a partir de esta De-
claración de Monterrey, realizada dos años después de la entrevista con
Van Parijs, y para lo que pueda servir en lo sucesivo como documento
sobre los derechos humanos, es palmario que la objeción mencionada
por el filósofo belga ya no sirve.
4
Esta segunda parte está basada en Raventós (2009), disponible en http://www.
sinpermiso.info/textos/index.php?id=2349, y en Lo Vuolo y Raventós (2009). Vid. también:
Lo Vuolo, Raventós y Yanes (2010).
98 Daniel Raventós
5
No es muy necesario añadir que las razones que harían conveniente, o más pertinente,
una renta básica en una situación económica depresiva no es algo discorde con la idea,
defendida por distintos autores –entre los que me incluyo–, de que se trata de una medida que
merecería defenderse también en una hipotética situación de pleno empleo (cuyo realismo,
como medida realmente posible, queda fuera de los objetivos de este texto) y de bonanza
económica.
La renta básica como derecho humano emergente y ante la crisis económica actual 99
6
De la abundantísima literatura sobre la crisis actual, puede leerse una selección en
la revista electrónica Sin Permiso (www.sinpermiso.info), en donde se encuentran más
de 300 artículos dedicados, directa o indirectamente, a la crisis. Hay una gran variedad
de artículos de las dos visiones de la crisis, la de inspiración liberal de izquierdas y la de
orientación marxista, de autores como: Walden Bello, Michael Hudson, Paul Krugman,
Mike Whitney, John Bellamy Foster, Robert Brenner, Michael R. Krätke, Joseph Stiglitz,
Sasan Fayazmanesh, Pam Martens, Elmar Alvater, Sam Pizzigati, Robert Pollin, George
Monbiot, Dean Baker...
100 Daniel Raventós
7
Tiene su importancia insistir en el número oficial de desempleados. “La definición
que ofrece el Instituto Nacional de Estadística (INE) es la que establece lo que es un
desempleado y lo que no. Y la tendencia histórica ha sido siempre la de exigir cada vez
más requisitos formales para considerar a una persona desempleada. Así, en el año 2002,
el INE modificó, de momento por última vez, la serie de condiciones que había de cumplir
una persona para ser considerada oficialmente desempleada. La modificación del definiens
trajo consigo la alteración del definiendum, y la consiguiente desaparición estadística de
unos cuantos centenares de miles de desempleados.” (Raventós, 2010).
La renta básica como derecho humano emergente y ante la crisis económica actual 101
8
Por ejemplo en Raventós (2007) y en Raventós y Casassas (2003: 187-201). Vid.
también Wright (2006).
La renta básica como derecho humano emergente y ante la crisis económica actual 103
BIBLIOGRAFÍA
1. INTRODUCCIÓN
1
Una versión previa de este trabajo fue presentada en las VI Jornadas Visiones Con-
temporáneas de los Derechos Humanos y VIII Simposio de la Red Renta Básica (Madrid,
27 y 28 de Noviembre del 2008). Agradezco a los organizadores: Instituto de Derechos
Humanos “Bartolomé de las Casas” de la Universidad Carlos III de Madrid y al área de
Filosofía del Derecho y C.I.D. de la Facultad de Derecho de la Universidad Pontificia
Comillas. En especial debo gratitud a quienes con sus intervenciones han contribuido a que
repensase partes del trabajo: Pablo Miravet Bergón, José Antonio Noguera, Rafael Pinilla,
Daniel Raventós y José Luis Rey Pérez.
2
Esta posición es defendida por Paula Casal en su paper “Equality of Consumption?
The Case for Progressive Enviromental Taxes” (por salir).
3
Mayron Frankman es uno de los defensores de esta posición. Señala al respecto:
“…I believe that a single world currency and a system of world public finance, including
expenditures to provide a Basic Income to every child, woman and man on this planet are
essential if we take seriously poverty-elimination, preservation of peace and the realization
of environmental sustainability…” (Fankman, 2004:2).
108 Hugo Omar Seleme
presentada como una herramienta eficaz para luchar en contra del paro4.
Como un mecanismo para corregir defectos del mercado laboral5. Y como
una herramienta para luchar en contra de la discriminación de género6.
Con todo, una de sus virtudes más ponderada en los últimos tiempos
–tanto en el ámbito estatal como internacional– ha sido su capacidad
para reducir la desigualdad y la pobreza. A focalizar este aspecto de la
renta básica ha contribuido la creciente toma de conciencia sobre este
problema. A nivel internacional, tal toma de conciencia ha sido plasmada
en los “objetivos de desarrollo del milenio” de las Naciones Unidas, el
primero de los cuales propone erradicar la pobreza extrema y el hambre.
Como meta para el 2015 se establece reducir a la mitad el número de
personas con ingresos inferiores a 1 dólar por día7. Idéntica preocupa-
ción se ha evidenciado en los últimos años por parte de los funcionarios
gubernamentales en el ámbito estatal. La lucha contra la pobreza se ha
4
Tres argumentos han sido esgrimidos aquí. El primero, tiende a mostrar que la renta
básica –al separar la percepción de una renta de la realización de un trabajo– soluciona el
problema de aquellos individuos que no tienen trabajo alguno. El segundo, sostiene que
la renta básica –por su carácter acumulable– elude la trampa del paro y funciona como
un subsidio a los trabajos poco remunerados. Finalmente, en tercer lugar, la renta básica
funciona como un mecanismo para reducir las horas de trabajo llevadas adelante por cada
trabajador, de modo que pueden ser distribuidas entre quienes no tienen trabajo. Este último
efecto se maximiza si la propuesta de renta básica es acompañada con una reducción, por
vía legislativa, de la jornada laboral.
5
En primer lugar, ayudando a eliminar las ocupaciones alienantes, que nadie aceptaría de
no verse forzado a ello por la amenaza de perder lo necesario para la subsistencia. En segundo
lugar, fortaleciendo la capacidad negociadora de los trabajadores frente a la patronal. Señalan
Casassas y Loewe: “[… ] la renta básica actuaría como un mecanismo capaz de dotar a los
trabajadores de unos niveles nada menospreciables de independencia socioeconómica; capaz,
de este modo, de hacer de la laboral una relación menos asimétrica. Y ello, precisamente,
porque alentaría su paciencia y propensión al riesgo, a la vez que ensancharía sus valores de
desacuerdo. Con una renta básica, la retirada de los trabajadores al estado de naturaleza se
convertiría en una posibilidad real.” (Casassas y Lowew, 2001: 219-220).
6
En primer lugar, si los salarios de las mujeres son en promedio inferiores al de los
varones, una renta básica financiada por un impuesto sobre las rentas debe beneficiarlas, dismi-
nuyendo la desigualdad entre unas y otros. En segundo lugar, favoreciendo la no-dominación
de un gran número de mujeres, que dejaría de depender económicamente para su subsistencia
del dinero aportado por su pareja. También tendría una influencia favorable en la reducción
de la violencia de género, ya que permitiría a muchas mujeres terminar con las relaciones
disfuncionales de pareja, sin tener que afrontar el costo del desamparo económico.
7
Los objetivos del milenio pueden ser consultados en http://www.un.org/spanish/
millenniumgoals/poverty.shtml.
Renta básica: ¿una herramienta para satisfacer deberes humanitarios, de... 109
8
Vid. El País, 11/11/2007, disponible en http://www.elpais.com/articulo/economia/
Objetivo/reducir/pobreza/Argentina/elpepueconeg/20071111elpnegeco_1/Tes.
9
Éste ha sido uno de los objetivos de la recién creada Unión de Naciones Sudameri-
canas (UNASUR). Al asumir la presidencia pro-tempore de la organización, la presidente
Bachelet expresó: “Lo fundamental es que Unasur haga la diferencia poniendo el foco en
las políticas sociales para alcanzar una reducción de la pobreza rápidamente”. Vid. http://
news.bbc.co.uk/hi/spanish/latin_america/newsid_7418000/7418149.stm.
10
En mi idea de que las exigencias de justicia sólo se aplican al diseño de instituciones
legítimas, de modo que sólo tienen deberes de justicia distributiva aquellos individuos que
habitan el mismo esquema institucional dotado de legitimidad. No basta, en consecuencia,
la aplicación coactiva de un esquema institucional para que aparezcan las exigencias de
justicia distributiva. Tal aplicación coactiva engendra deberes de legitimidad, no de justicia.
Sin embargo, nada de lo que diré en el texto depende de aceptar esta relación entre deberes
de legitimidad y justicia que he defendido en otro lugar.
110 Hugo Omar Seleme
11
Un ejemplo de utilización de la renta básica como un instrumento con fines huma-
nitarios lo encontramos en Dennis Milner (1920).
12
La posición que voy a presentar sería un ejemplo de esto. Asimismo lo son todas
las defensas republicanas que se han ofrecido de la renta básica.
13
La posición de Thomas Paine (1796), enraizada en la común propiedad de la tierra,
es un ejemplo de las posiciones que perciben a la renta básica como un instrumento de
justicia. Lo mismo puede señalarse de la posición de Spence (1797) y Fourier (1836), entre
los clásicos.
Renta básica: ¿una herramienta para satisfacer deberes humanitarios, de... 111
14
El hecho de que nuestros vínculos socio-políticos nos configuren como los sujetos
que somos, ha sido enfatizado en las últimas décadas por el comunitarismo (Taylor, 1989;
Sandel, 1982 y 1998; MacIntyre, 1981). Sin embargo, contrario a lo que algunos comuni-
taristas sostienen, ése no es un hecho que sea negado por el liberalismo igualitario. Tanto
unos como otros reconocen la incidencia del diseño institucional sobre los rasgos personales
–tales como, carácter, desarrollo de los talentos naturales, intereses, posición social, etc–.
Señala Rawls: “we have no prior public or nonpublic identity: we have not come from
somewhere else into this social world” (Rawls, 1993: 136).
La discrepancia reside en otro lugar, a saber, mientras los liberales afirman que existe
la posibilidad de que podamos tomar distancia de tales rasgos para evaluar nuestras insti-
112 Hugo Omar Seleme
tuciones, los comunitaristas lo niegan (Kymlicka, 1990). Esta respuesta de Kymlicka a los
comunitaristas no se encuentra exenta de dificultades. La propia interpretación que Kymlicka
ha ofrecido de su posición ha contribuido a ello. En otro lugar he ofrecido una respuesta
liberal a la objeción comunitarista, corrigiendo los defectos que se encuentran presentes en
la de Kymlicka (Seleme, 2004: 240-248) .
15
Rawls ha llamado la atención sobre estas dos características del esquema institucional
doméstico (Rawls, 1993: 269-270). He ofrecido en otro trabajo una reconstrucción del modo
en que esas características de la estructura básica justifican la aplicación a su evaluación de
los principios de justicia (Seleme, 2008).
Renta básica: ¿una herramienta para satisfacer deberes humanitarios, de... 113
18
Me he basado aquí en los tres intereses ciudadanos identificados por Beitz (1990).
El primero corresponde al interés en el reconocimiento, el segundo al interés en la respon-
sabilidad deliberativa y el tercero se vincula con el interés en el tratamiento equitativo.
19
Lo señalado presupone la justificación general del Estado o del esquema de insti-
tuciones domésticas. De lo contrario, la exigencia que engendraría la coacción sería la de
abolir el Estado o el esquema institucional. Para justificar la existencia del Estado pueden
brindarse dos tipos de argumentos. El primer tipo de justificación, denominado justifica-
ciones de optimalidad, intenta mostrar que las instituciones estatales configuran el mejor
estado de cosas posibles. Así, por ejemplo, si uno es un utilitarista que intenta justificar el
Estado deberá señalar que la existencia del mismo maximiza la utilidad agregada. Es decir,
tendrá que argumentar para demostrar que la existencia del Estado –medida con criterios
de utilidad– configura el mejor estado de cosas posible.
Renta básica: ¿una herramienta para satisfacer deberes humanitarios, de... 115
20
Prueba de lo antes señalado es que cuando la pobreza es libremente elegida –como
se da en el caso de aquellos que por razones religiosas hacen voto de pobreza, en algunos
casos de pobreza extrema– no nos parece moralmente ofensiva.
Renta básica: ¿una herramienta para satisfacer deberes humanitarios, de... 117
22
La acusación de vulnerar el principio de imparcialidad sólo se sostiene en pie si se
muestra que ha existido vulneración del principio de reciprocidad. De modo que la objeción
básica es esta última.
120 Hugo Omar Seleme
5. CONCLUSIÓN
deber de no coaccionar que pesa sobre aquellos ciudadanos que tienen la posibilidad de
participación política, sobre ellos debería recaer el peso económico. Específicamente, el
costo económico de la renta básica debería cubrirse con un impuesto sobre las rentas de
aquellos ciudadanos cuyo nivel de ingreso posibilita la participación política efectiva. En
segundo lugar, como la renta básica es la contrapartida de un deber negativo de no dañar
y no tiene por objeto la redistribución de la riqueza, el impuesto debería ser plano en
lugar de progresivo. Finalmente, en tercer lugar, puesto que la renta básica satisface un
deber que posee todo ciudadano cuya participación política se encuentra garantizada, aun
quienes perciben la renta básica deberían tributar. La razón es simple de percibir. Si la renta
básica logra su objetivo de posibilitar la participación política y es esta posibilidad lo que
justifica el deber de afrontar el costo de la renta básica, entonces quienes la perciben deben
destinar un porcentaje de la misma al pago de la alícuota. Que por lo general se exceptúe
a quienes perciben la renta básica de la obligación de ayudar a costearla es un efecto de
concebir a este instrumento como una herramienta de objetivos humanitarios o de justicia
distributiva. Exceptuar a quienes sólo perciben la renta básica de su obligación tributaria
implica considerarlos ciudadanos a medias.
Renta básica: ¿una herramienta para satisfacer deberes humanitarios, de... 125
BIBLIOGRAFÍA
JOSÉ A. NOGUERA
Universidad Autónoma de Barcelona
3
Traduzco así, por simplicidad, la expresión employement rents, aun consciente de
que quizá una versión más correcta fuese “rentas derivadas del empleo”.
132 José A. Noguera
horas o preferirían cambiar sus empleos por los de otros que no tienen
superiores cualificaciones que ellos” (Van Parijs, 1995: 212-213).
Es decir, que incluso en un escenario con pleno empleo seguiría ha-
biendo empleados involuntarios o con empleos subóptimos, que estarían
dispuestos a aceptar empleos diferentes de los suyos a cambio de salarios
iguales o algo inferiores a los efectivamente sufragados; en esa situación,
por tanto, seguirían existiendo “rentas de empleo” y justificación para
una RB financiada con impuestos generales.
A la luz de lo anterior, algunas afirmaciones frecuentes, como que la
RB es una idea explicable en contextos de desempleo estructural y crisis
económica, como los de las décadas de 1970 o 1980 o como el actual,
pero que no lo sería en contextos de bonanza y auge del empleo, no se
sostienen. La primera idea que propongo, por tanto, es que la RB es una
excelente propuesta y cuenta con una buena justificación, tanto en pre-
sencia de “crisis del empleo” como sin ella.
Pero las tesis que discuto parten de algunos supuestos que se pre-
tenden fácticos y que cabe también cuestionar. Pues, en efecto, ¿en qué
sentido exacto podemos decir que hay una “crisis del empleo” (o de
la “sociedad del trabajo” o del “trabajo” mismo)? Ésta es una de esas
omnipresentes afirmaciones que a fuer de vagas e imprecisas pueden
siempre defenderse frente a la crítica, porque pueden tener infinidad
de significados distintos, con lo que basta con ir saltando de uno a otro
cuando convenga a sus defensores.
Para ser precisos, se debería distinguir bien entre esos distintos signi-
ficados e identificar con cuidado a cuáles nos referimos en cada paso de
nuestra argumentación. En otro lugar (Noguera, 2002a) he distinguido
entre dos significados de la tesis de la “pérdida de centralidad” del trabajo,
el normativo y el positivo o empírico. Según la tesis normativa, el empleo
(o el trabajo) debería perder su tradicional centralidad, en el sentido de
que no debería seguir existiendo un vínculo causal único entre trabajo/
empleo y todo tipo de beneficios sociales y reconocimientos culturales.
La tesis normativa, por tanto, postula que las políticas públicas y las
estrategias políticas deberían encaminarse a romper o debilitar dicho
134 José A. Noguera
5. A MODO DE CONCLUSIÓN
BIBLIOGRAFÍA
PABLO MIRAVET
Universidad de Valencia
1. LA AMBIGÜEDAD DE UN DIAGNÓSTICO
1
Sobre ello, vid., desde distintas perspectivas, Raventós (2002 y 2007), Kildal (1998),
Pateman (2005), Añón y Miravet (2006) y Rey Pérez (2007).
144 Pablo Miravet
2
Para una reflexión de fondo sobre el tema, vid., entre otros, Alonso (2007).
La filosofía normativa neo-empleocentrista: derechos, condiciones, representaciones 145
3
Por economía expositiva, este trabajo se centrará en las políticas sectoriales señaladas.
Es importante aclarar que este tipo de reformas ha convivido con otras de signo contrario,
es decir, con cambios que han tendido a desvincular el acceso al bienestar social y la esfera
productivo-laboral. En términos generales, sin embargo, el peso de las reformas que han
reforzado el nexo entre el bienestar y el empleo (en el sentido que se expondrá a continuación)
ha sido mucho más significativo que el de las políticas de desvinculación, especialmente
en el ámbito de las rentas mínimas y la protección por desempleo.
4
Para una interpretación del concepto de ciudadanía social de Marshall, vid. Añón
(2000).
148 Pablo Miravet
7
Particularmente, la ruptura de los tradicionales nexos producción-ocupación y
productividad-salario real. Para un análisis más detallado, vid. Fumagalli (2006).
La filosofía normativa neo-empleocentrista: derechos, condiciones, representaciones 151
9
Para un análisis del modelo social europeo como proyecto político de la UE subor-
dinado a los imperativos de la construcción de la unión económica y monetaria, vid. Jepsen
y Serrano Pascual (2005).
154 Pablo Miravet
10
En otro trabajo deSerrano Pascual (2007), la autora ha diferenciado cinco tipos
ideales o modelos de políticas de activación (contractualismo cívico; ético-responsabilizante;
autonomización ciudadana; residual-disciplinante y provisión fragmentada).
La filosofía normativa neo-empleocentrista: derechos, condiciones, representaciones 155
11
Tal es el caso, por ejemplo, de Alemania y de la denominada reforma Hartz IV , que
entró en vigor en 2005.
12
Los propios Clasen y Clegg (2006) relativizan la idea de la plena convergencia.
13
La creciente previsión de sanciones en los diseños de las políticas sociales no se ha
producido sólo en el mundo anglosajón. Ejemplo paradigmático es la reforma norteamericana
del welfare, término identificado en Estados Unidos con el segmento asistencial, aprobada
por la Personal Responsibility and Work Opportunity Reconciliation Act de 1996, que
sustituyó el programa AFDC (Aid to Families with Dependent Children) por el denominado
TANF (Temporary Assistance for Needy Families), combinando elementos workfaristas
con la limitación temporal de la permanencia en los programas. También en Europa (y en
algunas países que son considerados modelos a seguir como Holanda y Dinamarca), las
156 Pablo Miravet
parte de los discursos institucionales que las han justificado hay algunos
elementos de clara convergencia. Uno de los rasgos destacables del
neo-empleocentrismo es, de hecho, su sincretismo ideológico y políti-
co. La nueva filosofía normativa se ha caracterizado, de un lado, por la
hibridación de ideas provenientes de tradiciones político-ideológicas
dispares, y, de otro, por haber sido asumida y traducida en reformas
concretas por Gobiernos europeos conservadores y de centro-izquierda.
Estos últimos recibieron el influjo de la agenda de la activación de la
tercera vía británica17, que continuó el itinerario iniciado por los Go-
biernos conservadores precedentes (Jessop, 2003) y tomó en préstamo
algunos de los principios-guía de la importante reforma impulsada por
la administración demócrata norteamericana en 1996 (Daguerre, 2004).
Como ya se ha señalado, la progresiva implementación (o redefinición
restrictiva, allá donde existían) de las políticas activas es un fenómeno
generalizado, no circunscrito al ámbito anglosajón. Haciendo, pues,
abstracción de los diferentes contextos culturales e institucionales,
trataré de sintetizar las principales representaciones de la filosofía
neo-empleocentrista.
Algunas de las transformaciones experimentadas en la esfera del
empleo que han impactado en forma de fragmentación de las trayec-
torias vital-laborales y que hacen problemático el mantenimiento o la
recreación del entramado regulador y el sistema de protecciones aso-
ciadas al empleo estable (representados invariablemente por el discurso
neo-empleocentrista como rigideces inhibidoras de la modernización y
el cambio) no son fácilmente reversibles. Sin embargo, ante el desafío
de pensar la protección social mínima fuera de la relación de trabajo
típica, la filosofía neo-empleocentrista ha abogado por la articulación
de respuestas “innovadoras”, no cuestionando y aun imprimiendo un
renovado énfasis a la necesidad de reforzar el nexo normativo entre
el bienestar y el empleo. Más exactamente, y con independencia del
fundamento de las nuevas políticas activadoras o de workfare (por un
lado, la evitación de la dependencia de las instituciones de bienestar;
por otro, la lucha contra la exclusión social18), lo que promueve el
neo-empleocentrismo es el cambio en la forma de integración social a
través del empleo.
17
Sobre esta influencia, vid., matizadamente, Clasen y Clegg (2004).
18
Sobre estas dos justificaciones, vid. Lodemel y Trickey (2001).
La filosofía normativa neo-empleocentrista: derechos, condiciones, representaciones 161
19
Paralelamente, y en conexión con su sincretismo ideológico, las políticas de acti-
vación/workfare han sido pragmáticamente representadas como diseños “despolitizados”,
dicho esto en el sentido de que no son ya caracterizadas como políticas de izquierda o de
derecha, sino como políticas “que funcionan”.
162 Pablo Miravet
20
Recientemente, Rosanvallon (2008) ha profundizado en estas ideas, insistiendo en
la defensa de la particularización de las intervenciones activadoras.
La filosofía normativa neo-empleocentrista: derechos, condiciones, representaciones 163
21
Estos autores (vid., entre otros, Rose (1998) y Dean (2006)), han llevado a cabo
una renovada interpretación del análisis foucaultiano de la “gubernamentalidad” iniciado
en los seminarios sobre el nacimiento de la biopolítica (Foucault, 1978-1979 [2009]) y de
los planteamientos del llamado último Foucault (el retorno al sujeto) (vid. Foucault, 1982
[1990] y 1984 [1987]).
22
Para un amplio análisis de la apropiación de la crítica contracultural al capitalismo de
postguerra llevada a cabo por el discurso del nuevo management empresarial postfordista,
vid. Boltanski y Chiapello (2002).
166 Pablo Miravet
23
Para una ponderada aproximación a las dificultades para evaluar la eficacia de
estos programas, una revisión de diversos estudios sobre el tema y algunas conclusiones
matizadamente pesimistas, vid. Ayala Cañón y Rodríguez Coma (2007).
La filosofía normativa neo-empleocentrista: derechos, condiciones, representaciones 167
24
Ello con independencia de que estos tipos de contratos (que en lugar de pactos entre
iguales son, más bien, contratos de adhesión) hayan sido alguna vez definidos como una
“revolución jurídica” (Rosanvallon, 1995b).
25
Recuérdese, a título de ejemplo, lo que Giddens (1998) denominó la primera regla
de la tercera vía: “no rights without responsabilities”.
168 Pablo Miravet
26
Un buen análisis crítico de estos argumentos puede verse en Kildal (1999).
170 Pablo Miravet
4. CONSIDERACIÓN CONCLUSIVA
BIBLIOGRAFÍA
VAN OORSCHOT, W. (2004): “Balancing work and welfare: activation and flexi-
curity policies in The Netherlands, 1980-2000”. International Journal
of Social Welfare, n. 13, pp. 15-27.
WHITE, S. (2003): The civic minimum: on the rights and obligations of eco-
nomic citizenship. Oxford: Oxford University Press.
WHITE, S. (2005): “Is conditionality illiberal?”, en L. M. Mead y C. Beem
(eds.), Welfare reform and political theory. Nueva York: Russell Sage
Foundation.
¿QUÉ TIPO DE FISCALIDAD EXIGE LA IDEA DE
JUSTICIA DE LA RENTA BÁSICA?
2
Señalan que “la seguridad en las adquisiciones y transacciones depende, en un
sentido rudimentario, de la capacidad del gobierno para extraer recursos de los ciudadanos
y utilizarlos para fines públicos”; por tanto, “la cuestión no es mercado libre o gobierno,
sino qué tipo de mercado y qué tipo de gobierno” (Holmes y Sunstein, 1999: 61 y 69).
¿Qué tipo de fiscalidad exige la idea de justicia de la renta básica? 183
3
Dice literalmente el artículo 31: “1. Todos contribuirán al sostenimiento de los
gastos públicos de acuerdo con su capacidad económica mediante un sistema tributario
justo inspirado en los principios de igualdad y progresividad que, en ningún caso, tendrán
alcance confiscatorio. 2. El gasto público realizará una asignación equitativa de los recursos
públicos y su programación y ejecución responderán a los criterios de eficiencia y economía.
3. Sólo podrán establecerse prestaciones personales o patrimoniales de carácter público
con arreglo a la Ley”.
184 José Luis Rey Pérez
igualdad real mayor. Hay que decir que en nuestro sistema constitucional
la progresividad se predica de todo el sistema tributario, no de cada im-
puesto en particular. Esto permite la convivencia de tributos que siguen
un esquema progresivo con tributos que no lo hacen. Como señala Cris-
tian Pérez Muñoz, “el sistema impositivo debería ser considerado sólo
como un instrumento al servicio de otros objetivos (justicia, bienestar,
etc.). Por ello, evaluar el carácter justo o injusto del propio instrumento
no tendría sentido” (Pérez Muñoz, 2007: 203).
Por último, el principio de no confiscatoriedad precisa también de
una concreción. Autores neoliberales, como Nozick, señalan que todo
impuesto es por sí mismo confiscatorio, desde el momento en que supo-
ne sustraerme parte de mi propiedad. Sin embargo, como han puesto de
manifiesto Murphy y Nagel, la propiedad es una institución que existe
por los mismos impuestos4, no es un derecho natural, como pretendía
Locke, sino una institución creada por los hombres y, como todas, man-
tenida por la existencia misma de la fiscalidad. Por ello, quizá lo que el
principio de no confiscatoriedad excluya sea un impuesto que gravase al
100% alguna fuente de riqueza. El Tribunal Constitucional Alemán fija
como orientación al legislador un límite del 50% (división por la mitad
entre el fisco y el contribuyente) para los impuestos sobre el patrimonio y
la renta pero, en mi opinión, para capacidades económicas muy elevadas
no se vulneraría la confiscatoriedad si se superara el tipo marginal del
50%; entre otras cosas, porque confiscar es quitar sin dar nada a cambio,
pero cuando se pagan impuestos se están concediendo beneficios como
contraprestación. Se hace una vez más necesario examinar el sistema
en su conjunto, los ingresos y los gastos, para determinar qué tributos
resultan o no adecuados.
4
“La existencia de la propiedad privada y de los ingresos depende de la existencia
de impuestos” (Murphy y Nagel, 2002: 8).
¿Qué tipo de fiscalidad exige la idea de justicia de la renta básica? 185
5
Ni siquiera los funcionarios, que parecían ser los que estaban a salvo de la precari-
zación, se han librado de ésta. Los ajustes impuestos por los mercados a los gobiernos les
han terminado afectando con la reducción o congelación de salarios, el aumento de horas
de trabajo o directamente el despido.
¿Qué tipo de fiscalidad exige la idea de justicia de la renta básica? 187
que, por tanto, es el que, de acuerdo con este principio, debería contribuir
en mayor medida. Esto en algunos casos puede ir unido a salarios más
elevados, pero no tiene necesariamente que ser así. Entre un empleo con
un salario elevado pero sin protección ante el despido, con una duración
limitada y con una jornada de más de doce horas, y otro con un salario
reducido, contrato indefinido y jornada de siete horas, la calidad del
segundo sería mayor que la del primero y, sin embargo, de acuerdo con
el impuesto de la renta clásico, el primero tributaría más que el segundo.
Se hace en consecuencia necesario introducir índices que permitan medir
la calidad del empleo6 y gravar, si es que vamos a seguir gravando los
rendimientos del trabajo, los empleos de calidad, porque precisamente
son un bien escaso que es el que habría que distribuir7.
La idea de financiar la renta básica a partir de un impuesto sobre
la renta encuentra su justificación normativa en la obra de Van Parijs.
Puesto que los empleos son un recurso escaso que, al igual que el resto
de recursos externos, debería distribuirse igualitariamente, parece pro-
cedente gravar a quienes trabajan, pues están ocupando un empleo, una
parte mayor de lo que les correspondería en un reparto estrictamente
igualitario. La renta básica sería así una forma de distribuir los empleos
y, sobre todo, las oportunidades que los empleos hacen posible, las
oportunidades de desarrollar planes de vida. Creo que esta idea de Van
Parijs podría reformularse hoy en términos de calidad; lo que es escaso en
nuestro mundo contemporáneo es el empleo de calidad, luego si alguien
tiene que pagar impuestos por apropiarse de un recurso que es escaso son
los que ostentan empleos de calidad, que no siempre tienen por qué ser
los que tienen salarios más elevados. Por lo tanto, parecería procedente
financiar la renta básica a partir de un impuesto sobre la renta reformado
que tuviera en cuenta la calidad.
Sin embargo, la calidad es un elemento cualitativo y no cuantitativo.
Por ello, pensar en concretar esta idea en un impuesto puede ser difícil.
Además, este tipo de gravámenes terminaría por desincentivar la creación
de empleo de calidad y contribuiría todavía más a deteriorar la condición
laboral. No parece, por tanto, una buena forma de obtener ingresos con
6
Hay ya interesantes trabajos sobre este punto: vid. Anker, Chernyshev, Egger, Mehran
y Ritter (2003); Becond y Chataigner (2003) y Bonnet, Figueiredo y Standing (2003).
7
Creo que esta idea se deduce del argumento de Stuart White según el cual es necesario
eliminar la condición proletaria, lo que significa que el trabajo sea percibido como algo
valioso (White, 2003).
188 José Luis Rey Pérez
mente pueden ser adquiridos por las personas con mayor nivel de renta,
eso influiría de alguna forma en la redistribución de los recursos. Pero
para hacer esto sería necesario jerarquizar en diversos niveles todos
los bienes objeto de consumo, lo que no deja de ser complicado y no
deja de caer en un cierto perfeccionismo moral. Vendría a ser algo así
como determinar qué bienes ha de comprar alguien por tener una renta
elevada. Sin embargo, la objeción del perfeccionismo creo que se puede
sortear sin mucha dificultad: bastaría con hacer un estudio sociológico y
económico en el que se pusiera de manifiesto cuáles son los bienes que
se consumen distribuidos en función del nivel de renta. Sospecho que
las entidades que conceden tarjetas bancarias de crédito y de débito no
hacen algo muy diferente. También lo hacen las entidades comerciales
con esas tarjetas de fidelización que lo que persiguen es tener perfiles de
consumo. Habría que atender también a que los bienes satisfagan o no
las necesidades básicas que constituyen el soporte antropológico de los
derechos sociales, necesidades como la alimentación, vestido, vivienda,
etc. Incluso se podrían introducir distintos tipos impositivos dentro de la
gama de productos que vienen a colmar esas necesidades. La única pega
que tendría un sistema de esas características sería su complejidad, por lo
que habría que buscar una división de productos y tipos impositivos que
alcanzara un equilibrio entre el fin perseguido (que los que disponen de
más renta paguen más) y la eficiencia del propio sistema. Por otra parte,
esto respondería al ideal de justicia distributiva formulado por Rawls
y citado más arriba8. No sólo pagarían más los que se llevan más del
acervo común de bienes en una dimensión puramente cuantitativa, sino
que también lo harían quienes se llevan de ese lote común bienes de una
mayor calidad, es decir, se trata de introducir también en los impuestos
sobre el consumo la dimensión cualitativa que antes he reclamado para
el impuesto sobre la renta.
En segundo lugar, se podría decir que un impuesto que gravase el
consumo dejaría a salvo el patrimonio ahorrado. Esto se ha puesto de
manifiesto en los debates que han tratado de oponer el impuesto sobre la
renta al que grava el consumo. Mientras que en el primero los recursos
tributan desde un primer momento, ab initio, en el segundo se gravan
8
Realmente, en el párrafo arriba citado, Rawls se está refiriendo a un impuesto sobre
el gasto y no sobre el consumo. Sobre el gasto sí se podría aplicar con mayor facilidad la
progresividad, ya que al final de cada ejercicio económico cada uno pagaría un % del total de
gasto realizado, que se incrementaría de forma progresiva cuanto mayor fuera el gasto.
¿Qué tipo de fiscalidad exige la idea de justicia de la renta básica? 191
9
Una idea, además, que defienden tanto políticos de derecha como de izquierda.
192 José Luis Rey Pérez
10
J. Bankman y D. A. Weisbach resumen la cuestión: “Éste es el problema Bill Gates.
Él no hizo una gran inversión en el stock de Microsoft. En vez de eso, la mayor parte de
su riqueza proviene de su trabajo. No obstante, la mayor parte de sus ingresos vienen del
capital en forma de dividendos y venta de acciones. Un impuesto sobre los salarios no
gravaría estos ingresos. Sin embargo, un impuesto sobre el consumo [...] se aplica cuando
las ganancias se gastan, siendo irrelevante el origen de las mismas” (Bankman y Weisbach,
2006: 1437).
11
Vid., en este mismo volumen, el trabajo de Pilar Navau: “La financiación de la renta
básica y el impuesto sobre las herencias”.
¿Qué tipo de fiscalidad exige la idea de justicia de la renta básica? 193
interés en llegar a un acuerdo con las fuerzas del trabajo. La riqueza que
se genera en este mundo cada vez tiene que ver menos con el trabajo de
la población asalariada. Esto se ha traducido, como sabemos y estamos
viendo, en un progresivo recorte de los derechos laborales, que parece
no tener fin. Porque no es verdad que en este marco de la globalización
financiera no haya regulación: lo que ocurre es que la regulación exis-
tente es a favor de los intereses del capital financiero, los Estados se
ven obligados a hacerlo así si no quieren que esos mismos mercados los
desprestigien y su deuda se incremente de precio: “en la mayoría de los
países de la OCDE el Estado ha favorecido, a través de sus políticas pú-
blicas, a las rentas del capital a costa de las rentas del mundo del trabajo,
y ello como consecuencia de una batería de intervenciones públicas que
sistemáticamente debilitaron a las clases trabajadoras y a otros sectores de
las clases populares de aquellos países” (Navarro, 2009: 12). Si la riqueza
está ahora en la especulación financiera, parece que es un imperativo de
justicia que la gravemos fiscalmente. Ya hace años, el premio Nobel de
economía James Tobin propuso un impuesto que gravara las transaccio-
nes internacionales financieras (Tobin, 1978). Aplicando tan sólo un tipo
impositivo del 0,5% podríamos obtener una cantidad de recursos ingente,
que nos daría para poder financiar una renta básica. La cuestión reside
en que para asegurar la eficiencia de un impuesto de estas características
sería necesario que todos los países lo aplicasen, que se adoptase a nivel
trasnacional, y eso es lo que resulta difícil. Si el capitalismo contempo-
ráneo es sobre todo financiero, parece necesario que lo que se grave sea
el origen de esa riqueza, que no es otro que las operaciones financieras.
Es absurdo que en España, por ejemplo, sigan siendo los trabajadores
asalariados quienes soportan la carga fiscal cuando la riqueza ya no está
en los rendimientos salariales de sus empleos.
Por otro lado, una teoría de la justicia del siglo XXI tiene que tener
en cuenta el deterioro ambiental que sufrimos debido a un crecimiento
económico basado en el incremento de la producción. Por eso, introdu-
cir un impuesto ecológico que grave aquellas actividades que supongan
deterioro ambiental podría ser una manera, por un lado, de desincentivar
estas actividades, y, por otro, de aplicar la lógica según la cual cuando uno
extrae recursos (en este caso, naturales o medioambientales) del acervo
común debe pagar por ello. Hoy en día, las tasas e impuestos verdes es-
tán siendo muy estudiados y analizados por los especialistas en Derecho
financiero y tributario y, sin duda, parecen impuestos muy adecuados al
momento en el que vivimos y acordes con la idea de justicia social.
196 José Luis Rey Pérez
La renta básica no puede ser introducida sin más. Hay que pensar
cómo se puede financiar para que contribuya a hacer más justa esta so-
ciedad, no sólo en el lado del gasto sino también en el del ingreso. En
este trabajo he intentado aportar algunas ideas desde la filosofía política
que animen y provoquen la discusión.
BIBLIOGRAFÍA
tural inheritance).1. Parece, ésta de Thomas Paine, una idea deudora del
discurso rousseauniano sobre la legitimación del derecho de propiedad en
el estado de naturaleza. También para Rousseau, al igual que para Paine,
la propiedad no debía extenderse más allá de la vida del propietario2.
Cuando, ya en nuestros días, Philippe Van Parijs lanza su propuesta
de RB en Real Freedon for All, en 1995, este mismo autor acude espon-
táneamente al gravamen de las herencias, legados y donaciones como
primera fuente lógica de recursos para el ingreso incondicional. Partien-
do del concepto de “riqueza externa” de la sociedad, el pensador belga
señala que “una distribución igual de su valor supone por tanto establecer
una imposición del ciento por ciento sobre el valor de todos los legados
y donaciones y distribuir las ganancias en forma de un ingreso básico
uniforme” (Van Parijs, 1996: 130).
Aunque no lo explicita, Van Parijs legitima la apropiación íntegra, por
parte del Estado, de la riqueza que se transmite vía herencia o donación,
a partir de su idea de libertad igualitaria o de igualdad en la distribución
de la libertad real: “cuando se persigue la libertad real leximín3, la si-
1
El “Capital Básico” de quince libras esterlinas se pagaría a todo ciudadano, rico o
pobre, “in lieu of the natural inheritance, which, as a right, belongs to every man, over and
above the property he may have created or inherited from those who did. Taking it then for
granted, that no person ought to be in a worse condition when born in what is called a state
of civilization, than he would have been, had he been born in a state of nature, and that
civilization ought to have made, and ought still to make, provision for that purpose, it can
only be done by substracting from property a portion equal in value to the natural inheritance
it has absorbed. Various methods may be proposed for this purpose, but that which appears
to be the best (…), because it will be the least troublesome and the most effectual, and also
because the substraction will be made at a time that best admits it, which is, at the moment
that property is passing by the death of one person to the possession of another. In this case,
the bequeather gives nothing; the receiver pays nothing. The only matter to him is, that the
monopoly of natural inheritance, to which there never was a right, begins to cease in his
person. A generous man would not wish it to continue, and a just man will rejoice to see it
abolished” (Paine, 1796: 401-402).
2
Rousseau entendía que, al finalizar la vida del propietario, y con ella el trabajo
que le daba título moral, no existiría fundamento ético para la transmisión de la propiedad
acumulada por el trabajador-propietario a favor de un tercero. “Se trata de que, por su
naturaleza [...] el derecho de propiedad no se extiende más allá de la vida del propietario,
de modo que, desde que muere, su bien deja de pertenecerle, por lo que prescribirle las
condiciones bajo las cuales podrá disponer de él, supone en el fondo alterar en apariencia
su derecho y no tanto ampliarlo en efecto” (Rousseau, 1985 [1769]: 35).
3
“Ordenación leximín” exige una estructura social en la que cada persona “tiene la
mayor oportunidad posible para hacer cualquier cosa que pudiera querer hacer”. Una sociedad
La financiación de la renta básica y el impuesto sobre las herencias 201
tuación igualitaria, [...] deberá ser una situación en la cual todos tengan
una libertad real ‘igual’ en el sentido de que nadie tiene envidia de nin-
gún otro, y no en el sentido de que todos tengan oportunidades idénticas,
oportunidades de igual magnitud espacio-temporal, u oportunidades que
den acceso al mismo nivel de bienestar” (Van Parijs, 1996: 76)4. La no-
ción de ausencia de envidia se encuentra estrechamente relacionada con
el criterio de distribución justa de recursos externos. Para Van Parijs es
muy importante su versión del test de ausencia de envidia, que él define
como “diversidad no dominada”. Lo que ésta exige “es solamente que
no haya un par de personas tal que todos prefieran la dotación de una de
ellas antes que la dotación de la otra” (Van Parijs, 1996: 103).
Esta exigencia no se cumpliría si hay personas que son receptoras de
herencias, legados o donaciones, cuya dotación –salvo “bajo el supuesto
excesivamente estricto de que nadie asignase valor alguno a los recursos
externos heredados”– sería preferida frente a la dotación de recursos
externos de quien no hereda (Van Parijs, 1996: 131)5. El heredero se en-
justa es aquélla en la que “la persona con menos oportunidades tiene unas oportunidades que
no son menores que las disfrutadas por la persona con menos oportunidades bajo cualquier
otra disposición realizable” (Van Parijs, 1996: 45).
4
Énfasis de la autora.
5
Nótese que Van Parijs parte en todo momento de la hipótesis de igualdad de recursos
internos, es decir, igualdad en dotación de bienes como salud, talento, etc. No obstante,
fuera de esa hipótesis, bien puede imaginarse la situación de un individuo, heredero de un
gran patrimonio, pero que sufre una grave enfermedad o es una persona con discapacidad,
que preferiría cambiar su dotación por la de otro individuo, no heredero, pero libre de tal
discapacidad. Asimismo, desde mi punto de vista, Van Parijs obvia que en el test de la
diversidad no dominada también entra en juego, en el caso de la herencia, la institución
familiar, frente a la cual los no herederos verán mermada su envidia al reconocer una cierta
mancomunidad en el patrimonio familiar. A fin de cuentas, la herencia dejada por un padre
a un hijo no es un simple “regalo”, al menos en el contexto del Derecho Civil español.
Otras críticas a Van Parijs, en relación con la diversidad no dominada, pueden verse en Rey
Pérez (2007: 288-294). En conclusión, en mi opinión, no resulta clara la fundamentación
que realiza Van Parijs de la negación de la herencia. Por mucho que en su filosofía lo
importante no sean los derechos, sino la libertad real y los recursos para lograrla, él mismo
está aceptando implícitamente el derecho de propiedad privada y reconoce de forma expresa
la “confiscatoriedad” de un impuesto sucesorio del 100 por 100, y “confiscar” significa
privar ilegítimamente de propiedad a alguien (“de lo anterior no se sigue que un auténtico
liberal tenga que adoptar este plan de impuestos confiscatorio” (Van Parijs, 1996: 130)).
Además, parece consciente de los puntos débiles de su razonamiento cuando señala, por
ejemplo, que el tributo sucesorio del 100 por 100 no respetaría la neutralidad liberal entre
planes de vida, pues favorece a los egoístas y tacaños, que consumirían toda su riqueza en
202 Pilar Navau Martínez-Val
no concede al hombre ningún poder sobre sus bienes terrenales más allá del período de su
vida. Toda facultad que posea para prolongar su voluntad tras su muerte –el derecho de
una persona fallecida para disponer de su propiedad– es una pura creación de la ley y
el Estado tiene el derecho de prescribir las condiciones y las limitaciones bajo las que se
ejerce tal facultad” (Navau Martínez-Val, 2009: 164, nota 367). Énfasis de la autora.
11
Esta idea ya se encuentra en los sansimonianos: “Los sansimonianos rechazan el
sistema de la comunidad de bienes, porque esta comunidad sería una manifiesta violación
de la primera de todas las leyes morales que ellos han recibido la misión de enseñar, y
que quiere que en el porvenir cada uno sea colocado según su capacidad y retribuido
según sus obras. Pero, en virtud de esta ley, piden la abolición de todos los privilegios que
arrancan sólo de la diferencia de cuna, sin excepción, y, por consiguiente, la abolición de la
HERENCIA, el mayor de todos esos privilegios, el que los abarca hoy todos, y cuyos efectos
son: el de encomendar al azar la distribución de las ventajas sociales, entre el cortísimo
número de los que pueden pretenderlas, y el de condenar a la clase social más numerosa a la
depravación, a la ignorancia, a la miseria” (apéndice a la segunda edición de la Doctrina de
San Simón, de 1829, citado en Navau Martínez-Val, 2009: 139-140). También aparece, más
definida y fundamentada, en John Stuart Mill: “Quienes han heredado los ahorros de otra
persona disfrutan de una ventaja, que no han merecido en modo alguno, sobre las personas
industriosas cuyos antecesores no les han legado nada; no sólo admito, sino que afirmo con
vigor, que debe cercenarse esa ventaja tanto como sea compatible con la justicia para con
aquellos que estimaron conveniente disponer de sus ahorros legándolos a sus descendientes”
(Mill, 1978 [1848]: 207).
La financiación de la renta básica y el impuesto sobre las herencias 205
12
Este autor emplea la distinción entre “elección” y “suerte” para averiguar si resulta
equitativo que un individuo soporte solo una situación de desventaja o si el resto de miembros
de la comunidad debe aliviarle o mitigar las consecuencias de esa situación de desventaja.
Dworkin distingue así entre la parte de nuestro destino que debe asumirse en forma de
responsabilidad individual, porque es el resultado de una elección personal, y la parte de
nuestro destino que no podemos elegir porque es el resultado de la naturaleza o de la “suerte
bruta” o “brute luck”. En principio, los individuos deberían ser relevados de responsabilidad
por los rasgos desafortunados de su situación que son resultado de la “mala suerte bruta”
(“brute bad luck”), pero no de aquéllos que resultan de sus propias decisiones. Pues bien,
nacer en una familia relativamente pobre o poco proclive a realizar regalos sería “mala
suerte bruta”. La situación económica o los rasgos personales de los padres o parientes de
uno resulta tan fruto del azar como nacer con una discapacidad (Dworkin, 2000: 347).
13
Como acertadamente expone Stuart White, “this initial brute luck inequality in
resources may produce or exacerbate other brute luck inequalities. For example, initial
inequality in endowments of external wealth, will swiftly translate into unequal access to
credit markets and, in turn, to education and training, thereby exacerbating the initial brute
luck inequality in wealth” (White, 2003: 179). No sólo eso, sino que diversos estudios
empíricos muestran que un entorno familiar poco dotado económicamente se relaciona con
desventajas de por vida para los hijos de estas familias a la hora de afrontar el mercado de
trabajo (Ackerman y Alstott, 1999).
206 Pilar Navau Martínez-Val
16
“Artículo 33, Constitución española: 1. Se reconoce el derecho a la propiedad
privada y a la herencia. 2. La función social de estos derechos delimitará su contenido, de
acuerdo con las leyes. 3. Nadie podrá ser privado de sus bienes y derechos sino por causa
justificada de utilidad pública o interés social, mediante la correspondiente indemnización
y de conformidad con lo dispuesto por las leyes”. Precepto que se encuentra también en el
artículo 14.1 de la Constitución alemana de Weimar, que reza: “La propiedad y el derecho a
la herencia están garantizados. Su naturaleza y sus límites serán determinados por las leyes”.
Respecto al derecho natural a la herencia, ya a finales del siglo XVII, Locke lo defendió
como consecuencia del deber de mantener y alimentar a la prole (Locke, 1953: 62-63).
Para el liberalismo es una consecuencia del derecho natural más importante: el derecho
sagrado e inviolable a la propiedad privada, que exigía una libertad total del propietario para
transmitir y adquirir bienes, sin ningún tipo de traba o limitación por parte del Estado. “Sin
el derecho de sucesión, la propiedad privada no se hallaría completa; en cuanto a los bienes
por nosotros adquiridos no llegaríamos a ser gran cosa más que usufructuarios vitalicios”
(Kipp, 1951:1). La teoría individualista como fundamento del derecho de herencia fue
adoptada por los jurisconsultos franceses autores del Código de Napoleón, por pandectistas
como Savigny y por civilistas españoles de la época de elaboración de nuestro Código Civil,
como Sánchez Román (Castán Tobeñas, 1989: 25).
17
Como indica Albiñana, la prohibición del alcance confiscatorio, “impedirá todo tipo de
colectivización de la propiedad mediante el impuesto” (Albiñana García Quintana, 1983).
18
“Estas precisiones se consideran necesarias a la vista de las corrientes que propugnan,
cada vez con mayor énfasis, el ataque a la propiedad privada, en el momento de su transmisión
causa hereditatis y por medio de una fiscalidad cada vez más rigurosa. Aunque es obvio
que un impuesto de este tipo no es inconstitucional, bueno será recordar los límites que la
propia Constitución impone: que el tal impuesto no tenga carácter confiscatorio (art. 31.1) y
que no atente a la situación ‘social, económica y jurídica de la familia’ (art. 39.1)” (Garrido
Falla, 1985: 696-697).
La financiación de la renta básica y el impuesto sobre las herencias 209
19
Artículo 9.2 CE: “Corresponde a los poderes públicos promover las condiciones
para que la libertad e igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales
y efectivas; remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud y facilitar la
participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social”.
Artículo 31.1 CE: “Todos contribuirán al sostenimiento de los gastos públicos de acuerdo
con su capacidad económica mediante un sistema tributario justo inspirado en los principios
de igualdad y progresividad que, en ningún caso, tendrá alcance confiscatorio”.
20
En mi opinión, ésta es la idea que late en la doctrina del Tribunal Constitucional
desde sus Sentencias más antiguas. Así, en la paradigmática Sentencia del Tribunal
Constitucional 37/1987, de 26 de marzo, el máximo intérprete de la Constitución admitió
la constitucionalidad de los fines no fiscales de los tributos siempre que, “sin desconocer o
contradecir el principio de capacidad económica [...], respondan principalmente a criterios
económicos o sociales orientados al cumplimiento de fines [...] que la CE preconiza o
garantiza” (FJ 13º). En esta Sentencia, el TC dice: “Es cierto que la función extrafiscal del
sistema tributario estatal no aparece explícitamente reconocida en la Constitución, pero
dicha función puede derivarse directamente de aquellos preceptos constitucionales en los
que se establecen principios rectores de política social y económica (señaladamente, arts.
40.1 y 130.1), dado que tanto el sistema tributario en su conjunto como cada figura tributaria
concreta forman parte de los instrumentos de que dispone el Estado para la consecución de
los fines económicos y sociales constitucionalmente ordenados” (FJ 16º). Por otro lado, la
vinculación del principio de progresividad tributaria con la distribución más equitativa de
los recursos se reconoce en la Sentencia 27/1981, de 20 de julio, del TC, donde se establece,
al hablar de la progresividad del art. 31.1 CE, que “una cierta desigualdad cualitativa es
indispensable para entender cumplido este principio. Precisamente, la que se realiza mediante
la progresividad global del sistema tributario en que alienta la aspiración a la redistribución
de la renta”, vincula la redistribución requerida por el art. 31.1 CE a la redistribución de la
renta como principio rector de la política económica del art. 40.1 CE (FJ 4º). En idéntico
sentido, otras Sentencias posteriores, entre ellas, STC 45/1989, de 20 de julio; STC 54/1993,
210 Pilar Navau Martínez-Val
largo de la vida. Por encima de esa cuota, todas las donaciones y herencias
recibidas de la generación anterior serían gravadas por los tipos intensa-
mente progresivos que se han descrito antes (White, 2003: 185)22.
La propuesta de White es interesante y, desde mi punto de vista,
resultaría plenamente constitucional. Las exenciones y la cuota vitalicia
libre de gravamen configuran un tributo que, a pesar de lo elevado de las
alícuotas, resulta respetuoso con el principio constitucional de protección
a la familia (art. 39.1 CE) y con el derecho a la herencia (art. 33.1 CE),
preceptos constitucionales que concretan, en el ámbito del impuesto su-
cesorio, el principio de no confiscatoriedad del art. 31.1 CE23. La fijación
de una cuota vitalicia, libre de gravamen, lo suficientemente amplia puede
compaginar la función social de la herencia exigida por la igualdad de
oportunidades (arts. 9.2, 31.1 y 33.2 CE) con el respeto hacia la libertad
22
White, para poder implantar esta cuota vitalicia libre de impuesto, es favorable al
modelo de impuesto hereditario tipo “Accessions Tax”, es decir, como un impuesto a las
hijuelas o porciones hereditarias al que se sumaría un gravamen sobre todas las adquisiciones
gratuitas inter vivos, recibidas a lo largo de la vida del heredero y/o donatario. Se trata de
un modelo de impuesto sobre adquisiciones gratuitas “que, además, tendría la ventaja de
que el donante se vería incentivado a elegir un mayor número de donatarios y a aquéllos
que previamente hubieran recibido menos herencias y donaciones, lo cual incentiva ya la
redistribución voluntaria de riqueza desde quien más recursos posee a quienes menos tienen”
(White, 2003: 186). También a favor del “Accessions Tax”, como modelo de impuesto
sucesorio que mejor refleja la idea de justicia social subyacente en el liberalismo igualitario,
se muestran Nagel y Murphy: “A tax levied on donors is ill suited to this conception of
justice, since it is insensitive to the relative positions of potential donees –the people among
whom (a degree of) equality of opportunity is required” (Murphy y Nagel, 2002: 156).
23
Tradicionalmente, uno de los argumentos con mayor fuerza “emocional” en contra
de los impuestos sobre las herencias, ha sido la idea de que las transferencias mortis causa
tienen lugar en el ámbito estrictamente familiar y, por ende, privado, en el cual la intervención
de los poderes públicos no tiene cabida. “Earnings, by contrast, are acquired in the public
sphere, where transactions are at arm’s length and the regulative role of the government is
taken for granted” (Murphy y Nagel. 2002: 146). Estos autores van más allá que White y
abogan por gravar íntegramente las transmisiones intergeneracionales de riqueza. Entienden
que la idea de que el Estado no está legitimado para intervenir en el ámbito privado, en
lo que se refiere a las herencias de padres a hijos, es errónea. Llega un punto en el que las
transacciones privadas, en sus efectos acumulativos, “make a difference that is publicly
important […] At that point, the personal becomes political and leaves the private sphere that
is rightly protected against government intrusion. Most interpersonal gifts do not generate
large economic consequences, but the intergenerational transmission or real wealth does;
it cannot claim the protection of privacy against taxation to the recipient” (idem).
La financiación de la renta básica y el impuesto sobre las herencias 213
24
“It can be argued [...] that a limited freedom of this kind, though not necessarily any-
thing like unrestricted freedom of transfer, is essential to the authentic expression of affection
between family members, and should be respected for this reason” (White, 2003: 92).
214 Pilar Navau Martínez-Val
100 o mayor, en tanto que este impuesto estaría afectado a un gasto social
dirigido a incrementar la porción de recursos sociales que se asignaría a
cada ciudadano, incluido el ciudadano gravado por el impuesto.
1.1. Ventajas
Durante los dos primeros tercios del siglo XX, el impuesto hereditario
vivió una época de gran acogida y esplendor. Era un tributo plenamente
aceptado a nivel doctrinal y político25. Se compartía la teoría por la cual
uno de los fundamentos de equidad de este impuesto, el más importante,
era la necesidad de corregir el resultado distributivo de la herencia, tal y
como se ha explicado más arriba. Para ello se diseñaron impuestos suce-
sorios con alícuotas fuertemente progresivas, ya que sólo de este modo
se pensaba que sería posible provocar una redistribución apreciable con
la riqueza heredada y eliminar la ventaja competitiva indeseable que la
herencia otorgaba a determinados sujetos en las posiciones de partida
25
Como explicaba en su día el profesor Beltrán Flórez, “Coincidiendo aproximada-
mente con el paso del siglo XIX al siglo XX, se produce un cambio de actitud general en
los tratadistas. De la oposición casi sin excepciones al impuesto sobre las herencias, se pasa
a su aceptación como cosa natural” (Beltrán Flórez, 1945: 25).
La financiación de la renta básica y el impuesto sobre las herencias 215
29
Fue el caso de Estados Unidos, con la aprobación por el Presidente G. W. Bush, en
2001, de la Economic Growth and Tax Relief Reconciliation Act, que incluía una supresión
gradual del Estate Tax, que llegaría hasta sus últimas consecuencias en el año 2010, con su
abolición total y definitiva. No obstante, en 2002 el Congreso de este país limitó la abolición
del impuesto sucesorio, de modo que a partir de 1 de enero de 2011 volvió a entrar en vigor.
En Italia, Berlusconi aprobó un paquete de medidas fiscales mediante la Ley número 383, de
18 de octubre de 2001 (primi interventi per il rilancio dell’economia), en la que se llevaba
a efecto la abolición completa del impuesto de sucesiones y también del de donaciones.
Asimismo, dentro de la Europa Occidental, otros países que han suprimido el impuesto
son Suecia, donde el impuesto fue abolido en 2005, y Austria, país en el que se produjo la
abolición del impuesto sucesorio a partir de 1 de agosto de 2008.
30
De esta crisis del impuesto sucesorio en nuestro días se han lamentado autores
liberales como Dworkin, para quien el impuesto hereditario debería ser progresivo y tener
alícuotas lo suficientemente altas como para prevenir la estratificación económica. Y añade:
“In many countries inheritance taxes have decreased from historically high levels, and our
analysis shows that this decrease, however popular politically, may well be unjust” (Dworkin,
2000: 349).
La financiación de la renta básica y el impuesto sobre las herencias 217
2.2. Inconvenientes
32
Van Parijs, como se ha indicado más arriba, afirma que un “ingreso básico al nivel del
valor per cápita de los recursos externos de la sociedad” significa “en un primer momento
[...] que el total de todo lo legado o donado en una sociedad debería ser sometido a un
impuesto del ciento por ciento y luego distribuido igualmente entre todos” (Van Parijs, 1996:
118). No obstante, a continuación matiza que “si queremos maximizar el ingreso básico
sosteniblemente es probable que lo apropiado sea una tasa de imposición bastante más baja”,
lo cual le lleva a la conclusión de que “una simple inspección de las cifras pertinentes te
diría que el ingreso básico que justificas de esa manera resulta espantosamente bajo” (idem).
De ahí que el autor belga entienda que una forma legítima de incrementar el ingreso básico
sea una imposición sobre las rentas del trabajo, por entender que “en la medida en que los
La financiación de la renta básica y el impuesto sobre las herencias 219
36
Vid., por su carácter ilustrativo, el trabajo empírico de Barberán Lahuerta, en el
que se estudian más de 10.000 muestras de liquidaciones y autoliquidaciones del Impuesto
sobre Sucesiones y Donaciones presentadas en la Comunidad Autónoma de Aragón entre
los años 1998 y 2000 (Barberán Lahuerta, 2006).
La financiación de la renta básica y el impuesto sobre las herencias 223
37
“El hecho de que un ingreso básico haya sido introducido y que se espere que
permanezca, y el hecho de que esté siendo financiado, conduce de manera especial a efectos
significativos [...] sobre la oferta de tiempo y esfuerzo laboral, y también –en la medida en
que el capital es de propiedad privada– sobre la oferta de los ahorros y de las inversiones.
Todo esto sugiere que [...] deberemos seleccionar la estructura de impuestos [...] que pueda
generar de manera duradera la más alta producción, y que las tasas del impuesto deberán
situarse en el nivel correspondiente al pico del ‘hiperplano de Laffer’ Asociado, es decir, a
la más alta imposición que se pueda generar de manera duradera bajo ese tipo de régimen”
(Van Parijs, 1996: 60).
38
En consecuencia, indica Van Parijs, “la preocupación auténticamente liberal por
conseguir leximinizar la libertad real recomendará cierta divergencia de la igualdad estricta
de recursos, y no precisamente para favorecer a la Hormiga en perjuicio de la Cigarra ni
lo contrario, sino para permitir que tanto las Cigarras como las Hormigas se conviertan en
padres ricos que retengan más que su parte de los recursos externos, en vista de los efectos
del incentivo ‘retroactivo’” (Van Parijs, 1996: 130-131). Es decir, que para leximinizar la
libertad real, la institución de la herencia es buena en tanto que puede permitir que los padres
vayan creando un capital familiar, parte del cual será redistribuido en forma de ingreso
básico. Y todo ello a pesar de que para el filósofo belga la herencia en sí sería contraria al
principio de igualdad de recursos externos, en el sentido de que los recursos que se dejan
a alguien en herencia suponen un coste de oportunidad para los demás.
La financiación de la renta básica y el impuesto sobre las herencias 225
3. BREVE CONCLUSIÓN
39
Donde este autor añade: “Nevertheless [...], the maximin levels of inequality in
educational and inheritance wealth, could be high, leaving society with clear class differences
based on educational privilege and differential inheritance of wealth”.
226 Pilar Navau Martínez-Val
BIBLIOGRAFÍA
1. INTRODUCCIÓN
Hoy en día, casi todos tenemos claro que el sistema económico fun-
ciona como un conjunto bastante complejo de interrelaciones, de modo
230 Xavier Fontcuberta Estrada
Cuando uno estudia los análisis y las simulaciones que se han hecho
de la introducción de una RB en este tipo de modelos, para empezar se
hace patente que para valorar adecuadamente lo que pasará en el medio
plazo (entre 1 y 3 años), suele ser suficiente fijarse en tres variables
clave: el comportamiento del PIB o la renta per cápita, el del empleo y
la participación en el mercado laboral y, finalmente, la evolución de los
presupuestos públicos. Y esto, que a los que lleven tiempo en el tema de
la RB les parecerá casi una obviedad, es importante mencionarlo, porque
es cada vez más común que ante la situación de tener que imaginar qué
ocurrirá a nivel agregado si ponemos en marcha una RB, la gente postule
importantes incrementos de la inflación, caídas de la productividad,…
etc. Pues bien, hasta donde yo sé, no existe prácticamente ningún trabajo
o estudio económico sobre la RB que intente medir sus efectos tal como
los hemos explicado aquí y, al hacerlo, otorgue alguna relevancia a la
evolución de todas estas otras magnitudes.
Si seguidamente centramos nuestra atención en los principales re-
sultados que encontramos en la literatura, vemos que Van der Linden
(1997) muestra cómo en una economía donde los salarios los negocian los
sindicatos, y debido a que un RB mitiga la llamada trampa de la pobreza
de los subsidios condicionados (en este caso el del paro), su introducción
puede, de hecho, reducir varios puntos la tasa de paro si la cuantía de la
RB es pequeña, y como mucho la aumentaría en un punto para cuantías
superiores a la del propio subsidio del paro. El coste es una subida impor-
tante de los impuestos sobre la renta, que se sitúa entre el 45 y el 50% para
una cuantía de RB igual al subsidio de desempleo. Sin embargo, el propio
Van der Linden (2004) es más pesimista cuando incorpora consideracio-
nes de participación en el mercado laboral, permitiendo la posibilidad
de que los trabajadores resten inactivos: en este caso, una RB totalmente
incondicional provocaría un colapso en el mercado laboral, debido a la
caída en la participación que generarían los altos impuestos necesarios
para financiarla, mientras que si se condiciona la recepción de la RB al
hecho de participar activamente en el mercado de trabajo, entonces la
232 Xavier Fontcuberta Estrada
5. CONCLUSIÓN
BIBLIOGRAFÍA