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CUENTOS

EL ARBOL MAGICO

Hace mucho mucho tiempo, un niño paseaba por un prado en cuyo


centro encontró un árbol con un cartel que decía: soy un árbol
encantado, si dices las palabras mágicas, lo verás.

El niño trató de acertar el hechizo, y probó con abracadabra,


supercalifragilisticoespialidoso, tan-ta-ta-chán, y muchas otras,
pero nada. Rendido, se tiró suplicante, diciendo: "¡¡por favor,
arbolito!!", y entonces, se abrió una gran puerta en el árbol. Todo
estaba oscuro, menos un cartel que decía: "sigue haciendo magia".
Entonces el niño dijo "¡¡Gracias, arbolito!!", y se encendió dentro
del árbol una luz que alumbraba un camino hacia una gran montaña
de juguetes y chocolate.

El niño pudo llevar a todos sus amigos a aquel árbol y tener la mejor
fiesta del mundo, y por eso se dice siempre que "por favor" y
"gracias", son las palabras mágica.
EL PINGÜINO Y EL CANGURO

Había una vez un canguro que era un auténtico campeón de las carreras, pero
al que el éxito había vuelto vanidoso, burlón y antipático. La principal víctima
de sus burlas era un pequeño pingüino, al que su andar lento y torpón impedía
siquiera acabar las carreras.
Un día el zorro, el encargado de organizarlas, publicó en todas partes que su
favorito para la siguiente carrera era el pobre pingüino. Todos pensaban que
era una broma, pero aún así el vanidoso canguro se enfadó muchísimo, y sus
burlas contra el pingüino se intensificaron. Éste no quería participar, pero era
costumbre que todos lo hicieran, así que el día de la carrera se unió al grupo
que siguió al zorro hasta el lugar de inició. El zorro los guió montaña arriba
durante un buen rato, siempre con las mofas sobre el pingüino, sobre que si
bajaría rondando o resbalando sobre su barriga...
Pero cuando llegaron a la cima, todos callaron. La cima de la montaña era un
cráter que había rellenado un gran lago. Entonces el zorro dio la señal de
salida diciendo: "La carrera es cruzar hasta el otro lado". El pingüino,
emocionado, corrió torpemente a la orilla, pero una vez en el agua, su
velocidad era insuperable, y ganó con una gran diferencia, mientras el canguro
apenas consiguió llegar a la otra orilla, lloroso, humillado y medio ahogado. Y
aunque parecía que el pingüino le esperaba para devolverle las burlas, éste
había aprendido de su sufrimiento, y en lugar de devolvérselas, se ofreció a
enseñarle a nadar.
Aquel día todos se divirtieron de lo lindo jugando en el lago. Pero el que más
lo hizo fue el zorro, que con su ingenio había conseguido bajarle los humos al
vanidoso canguro.
LA LLEVE MAGICA

Martín era un niño que ya se había hecho tan mayor, que aquel cumpleaños su
padre le regaló un libro ¡sin dibujos! El pobre niño quedó un poco
decepcionado, pero al notarlo su padre le dijo:

- Este no es un libro cualquiera hijo, es un libro mágico. Pero para descubrir


su magia, tendrás que leerlo.

Eso estaba mejor, porque a Martín le gustaban todas las cosas mágicas, así que
empezó a leer el libro, aunque no tenía muchas ganas. A la mañana siguiente,
su padre le preguntó:

- ¿has encontrado ya la llave mágica?

¡Así que tenía una llave!. Martín corrió a hojear el libro buscándola, pero no
había ni rastro. Volvió muy contrariado, pero su padre le advirtió:

- Así no la encontrarás. Tienes que leer el libro.

Pero Martín no tuvo mucha paciencia, y dejó de leer, pensando que su padre le
había engañado para hacerle leer un poco más, como le había estado diciendo
el profesor.
Poco después, su hermana Ángela, sólo un poco menor que él, le pidió el libro
para tratar de leerlo ella. Tras varios días esforzándose por leerlo sin
demasiado resultado, apareció en el salón gritando loca de contenta:

- ¡La he encontrado, he encontrado la llave del libro mágico! -y entonces no


paró de hablar de los mundos y lugares que había visitado con aquella
llave.Aquello terminó por convencer a Martín para volver a leer el libro. Al
principio era un rollo, ni un triste dibujo, pero poco a poco la historia se fue
animando, empezó a interesarse por la vida de aquel príncipe aventurero, y
cuando quiso darse cuenta, allí estaba. Era el propio libro el que tenía a sus
ojos forma de llave, y era verdad que en cuanto lo abría, se sentía transportado
a los valles y mares del libro, y vivía las aventuras de sus piratas, príncipes y
hechiceros como si fuera él mismo. Y su cabeza y sus sueños se llanaban de
aventuras a la primera oportunidad.

Pero lo más especial de aquella historia, fue que a partir de entonces, en cada
nuevo libro veía una nueva llave a mil mundos y aventuras, y ya nunca dejó de
viajar y viajar a través de las letras y las palabras
FABULAS
LA ZORRE, EL OSO Y EL LEON.

Habiendo encontrado un león y un oso al mismo tiempo a un cervatillo,


se retaron en combate a ver cuál de los dos se quedaba con la presa.

Una zorra que por allí pasaba, viéndolos extenuados por la lucha y con el
cervatillo al medio, se apoderó de éste y corrió pasando tranquilamente
entre ellos.

Y tanto el oso como el león, agotados y sin fuerzas para levantarse,


murmuraron:

-- ¡Desdichados nosotros! ¡Tanto esfuerzo y tanta lucha hicimos para que


todo quedara para la zorra!

Por empeñarnos en no querer compartir, podemos perderlo


todo.
EL LEON Y LA LIEBRE.
Sorprendió un león a una liebre que dormía tranquilamente. Pero cuando
estaba a punto de devorarla, vio pasar a un ciervo. Dejó entonces a la
liebre por perseguir al ciervo.

Despertó la liebre ante los ruidos de la persecución, y no esperando más,


emprendió su huída.

Mientras tanto el león, que no pudo dar alcance al ciervo, ya cansado,


regresó a tomar la liebre y se encontró con que también había buscado
su camino a salvo.

Entonces se dijo el león:

-- Bien me lo merezco, pues teniendo ya una presa en mis manos, la dejé


para ir tras la esperanza de obtener una mayor.

Si tienes en tus manos un pequeño beneficio, cuando


busques uno mayor, no abandones el pequeño que ya tienes,
hasta tanto no tengas realmente en tus manos el mayor.
LA ZORRA Y EL LEON ANCIANO

Un anciano león, incapaz ya de obtener por su  propia fuerza la comida,


decidió hacerlo usando la astucia. Para ello se dirigió a una cueva y se
tendió en el suelo, gimiendo y fingiendo que estaba enfermo. De este
modo, cuando los otros animales pasaban para visitarle, los atrapaba
inmediatamente para su comida.

Habían llegado y perecido ya bastantes animales, cuando la zorra,


adivinando cuál era su ardid, se presentó también, y deteniéndose a
prudente distancia de la caverna, preguntó al león cómo le iba con su
salud.

-- Mal -- contestó el león, invitándole amablemente a entrar.

-- Claro que hubiera entrado -- le dijo la zorra -- si no viera que todas las
huellas entran, pero no hay ninguna  que llegara a salir.

Siempre advierte a tiempo los indicios del peligro, y así


evitarás que te dañe.
LEYENDAS
La leyenda del unicornio
Hace muchísimo tiempo atrás, en otras épocas muy remotas, salvajes
y fantásticas criaturas vivían y andaban libres por ahí. La más hermosa
de todas ellas era el Unicornio, una criatura de color blanco, con
cuerpo de caballo, barba de chivo, patas de antílope y un cuerno en la
frente, que era perseguido permanentemente debido a los mágicos
poderes curativos y de juventud eterna de éste último. Pero esta
criatura no era fácil de atrapar, era muy rápida y ágil. La única forma
de hacerlo, era recurriendo a los encantos de las inocentes doncellas,
de corazón puro, a las que los unicornios se acercaban ingenuamente
atraídos por su pureza y apoyaban la cabeza en sus regazos. De esta
manera al estar distraídos eran atrapados por ambiciosos cazadores
que les cortaban los cuernos, muriendo como consecuencia
inmediatamente después. Así, progresivamente fueron
desapareciendo y extinguiéndose todos los unicornios, siendo hoy tan
sólo una hermosa y recordada leyenda.
La leyenda de las sirenas
Según la mitología griega las sirenas eran criaturas fantásticas con la
mitad del cuerpo en forma de pájaro y la otra mitad de mujer. Eran
compañeras de Perséfone y al ser raptada ésta por Hades, no lograron
salvarla por lo que en venganza la madre de Perséfone, la diosa
Deméter, las transformó en un hibrido, mitad mujer y mitad pescado.
Vivían en la isla de Artemisa y tenían un canto melódico como el de los
pájaros, sumamente atractivo, seductor, que llamaba la atención de los
marineros, advirtiéndoles de los encantos ocultos del mundo
submarino, engañándolos así para hacerlos caer en su trampa y
devorarlos.

En la Odisea, el autor griego Homero relata que cuando el barco de


Ulises navegaba frente a la isla Artemisa, él hizo que toda su
tripulación tapara sus oídos con cera para no escuchar el seductor
canto de las sirenas y caer en sus encantos maléficos. En tanto él no
pudo tolerar su curiosidad y planificó una estrategia, se ató al mástil
del barco y ordenó que no lo dejaran soltarse por nada. Ante esta
frustración las sirenas se tiraron al mar ahogándose.
La leyenda del rey Arturo

Según cuenta la leyenda, en lo que actualmente es Gran Bretaña vivía


el rey Uther Pendragon que tenía una larga disputa con el duque de
Tintagel. Con motivo de hacer las paces de una vez por todas, Uther
invitó a su castillo al duque y a su esposa Ingrayne. Al ver a la
duquesa Uther se enamoró de ella y se obsesionó a tal punto que pidió
a Merlín, el mago de la corte, que la hechizara para hacerla creer que
era su esposa. De este amor nació Arturo que fuera entregado a Sir
Héctor por Merlín para que lo adoptara como su hijo.

Al cumplir Arturo los 16 años Sir Héctor lo llevó con su propio hijo Sir
Kay a Londres, donde los caballeros luchaban sin éxito por liberar una
espada de una cárcel de piedra. Y según contaba la leyenda el que
consiguiera liberar la espada pasaría a ser el rey de toda Bretaña.
Arturo lo consiguió sin ningún esfuerzo y fue promulgado rey.

Arturo reinó rodeado de los más valerosos caballeros: Perceval,


Gawain y Lancelot. Contrajo matrimonio con la hija del rey Cameliard,
Ginebra, la que lo engañó con Lancelot. En tanto Arturo mantuvo un
romance con su hermanastra Morgana que quedó embarazada y nació
Mordred. Éste fue quien dejó en evidencia el romance oculto entre
Ginebra y Lancelot, noticia ante la cual Arturo no tuvo otra opción que
ordenar que su esposa fuera quemada en la hoguera como mandaba
la ley. Pero esto no pudo darse ya que Ginebra fue rescatada por
Lancelot huyendo juntos hacia Francia. Arturo indignado salió a
perseguirlos dejando su reino al mando de su hijo Mordred.

Al regreso de Arturo al reino de Camelot, su hijo no le entrega el trono


y debe trabarse en lucha con éste para recuperarlo. Arturo y Mordred
se enfrentan en una disputa en la que el padre mata al hijo no sin que
éste antes lo hiera también de muerte

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