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Enrique de Diego.
Soy un fan de Sor Emmanuel Maillard. Escribe como los ángeles. Domina los signos de
puntuación los de admiración, sobre todo, de modo que, leyéndola, parece uno estar en un
coloquio, en tertulia, en familia. “¡Qué alegría conocer y dar a conocer a Mariam de Belén!
Más conocida como la pequeña árabe, en religión sor María de Jesús Crucificado, fue
beatificada por san Juan Pablo II el 13 de noviembre de 1983. Su vida es una verdadera
epopeya, es la historia de la victoria de la luz sobre la noche, de la luz del Espíritu Santo
sobre la negrura del mundo”.
Mariam fue una hija muy querida, tras perder sus padres, sirios-libaneses, doce vástagos,
van a pereginación a Belén pidiendo un milagro. Nace Mariam. A los tres años, con otro
hermano, queda huérfana y pasa a vivir con sus tíos en la aldea de Ibellin. Sus tíos hacen
planes para ella, van vivir a Alejandría, y deciden casarla, pero ella ha entregado a su
corazón. Llega el día de los esponsorios y Mariam aparece con el pelo rapado. ¡Gran
escándalo! Sus tíos quieren doblegarla, pasa a ser la última de la servidumbre. Recibe
golpes. Un día va a casa de una familia musulmana para dar un mensaje para su hermano
Pablo. Le dicen: “Quédate a cenar con nosotros, no te vayas tan pronto”. La hospitalidad
oriental la obliga a quedarse.
Ya ves cómo es la religión cristiana; mira lo que te hacen, esa gente es mala. Deberías
convertirte al islam y renunciar a tu fe cristiana.
No, no renuncio a mi fe cristiana. ¡Soy católica y deseo morir en mi fe católica, que es la
única verdadera!
¿Qué sucederá entonces? ¿Tendrá el musulmán uno de esos arranques de tolerancia con
que nos admonizan y se engañan y pretenden engañarnos los multiculturalistas? No. Entró
en cólera y le golpeó con la bota, señal de su desprecio, acto seguido cogió la cimitarra y le
cortó la cabeza. Luego la abandonó en una sórdida cueva “No, ¡aquí no acaba la historia! A
esta joven la sucedió algo muy misterioso e inaudito. Años más tarde, le contaría al padre
Estrade, su director espiritual, que ella había subido al Cielo y, allí, había tenido la visión de
Dios y de la Santísima Trinidad. Vio a Jesucristo en su humanidad. Vio el trono de Dios y a
la Santísima Virgen María que estaba cerca del trono del Señor, en todo el esplendor de su
gloria. Vio a los ángeles de Dios y también vio a las almas de los santos. Quedó sumida en
un gozo grande, inmenso, en una felicidad sin nombre que nunca podría describir con sus
pobres palabras porque, añadió, era indescriptible”.
“La Virgen visitó a la joven Mariam en la cueva. Escuchemos con atención lo que le dijo:
‘Recuerda, Mariam, que no debes hacer como esas personas que están siempre
insatisfechas -sigue haciendo referencia a la sopa-. Di siempre: ¡es suficiente! Vive siempre
contenta a pesar de lo que tengas que sufrir'”. Mariam, la pequeña árabe, tuvo que sufrir
mucho, como veremos. La Virgen le hace algunas profecías: vestirá el hábito de Santa
Teresa de Ávila y morirá en Belén. Curada, la lleva a una Iglesia y le dice “confiésate”.
Empieza a servir en casas, con timidez, cuando se la empieza a elogiar, busca otra cosa.
Sólo es clara y audaz ante el pecado. Tiene arrobamientos y en uno de ellos la Virgen le
enseña el cielo, el purgatorio y el infierno (parece tener interés en certificar la existencia de
esas tres realidades). Siempre tendrá una especial devoción y una relación muy especial
con las benditas ánimas del Purgatorio, que la visitan. Son historias muy entrañables. Llega
a Marsella, con diecinueve años, y entra en la casa de las Hermanas de San José. Cuando
va a profesar, vistos sus arrobamientos, consideran que su lugar es el Carmelo de Pau. De
allí va a Mangalore, en la India, donde hay que fundar otro Carmelo. Empieza su lucha
personal con satanás. Cuando está en Mangalore pierdela estima de sus superioras, de sus
compañeras, de sus directores espirituales. “Hay que señalar que durante esa horas
sombrías, Mariam permaneció con una paz profunda en lo más hondo de su corazón. Volvió
entonces al Convento de Pau. Después de esta prueba soportada con muchísimo heroísmo,
el viento iba a cambiar, y esta vez a su favor”. La priora del Convento de Mangalore,
iluminada por el Espíritu Santo, escribe pidiendo perdón porque ha sido cegada.
Casrmelo de Belén.
Dios le permite ser “poseída” su cuerpo por satanás cuarenta días, en donde el demonio
rabia con la pequeña árabe y comenta como tienta a las almas consagradas. Tiene éxtasis
subiendo a los árboles, manteniéndose sobre ramas inverosímiles, de los que siempre sale
en cuanto se lo mandan, pues en ella lo primero es la obediencia.
Santa Mariam.
A los treinta y tres años, muere Mariam, por una caída que le produce una gangrena, el 26
de agosto de 1878. Luego vino un siglo de silencio, hasta que San Juan Pablo II la puso
ante nuestros ojos como ejemplo de santidad, y sor Emmanuel Maillard, con maestría nos la
dio a conocer y nos la enseñó a querer. No he destripado el libro, muy rico en cada línea.
“Es como si hoy viniera decirnos con su pequeña voz límpida de niña profeta: ‘¡Pero si Dios
es muy simple! ¡Está aquí! ¡Escuchad su voz y entonces no moriréis! ¡Viviréis!’ ¡Mariam,
gracias a ti! Mirando tu vida, vemos que todo esto es verdadero. Pero, para que lo sepas, tu
trabajo no ha terminado. Desde lo alto del cielo, por favor, reza por nosotros. ¡Y ven a
ayudarnos como ayudaste a tus hermanas del Carmelo y a tantos pobres que han tocado la
puerta de tu corazón! ¡Nada menos!