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CAPÍTULO III

¿Es el arte el objeto de la estética?


El Poeta: ¿Quién protege a los dioses, quién sos-
tiene el Empíreo? El poder del hom-
bre sólo en nosotros declarado.
El Bufón: Está bien, muy en serio me tomo el
genio y el arte: usad de ellos, pero de-
jadalgo al Azar...

UNA DIFICULTAD ADUANERA EN EL SIGLO XX,


O LA DIFICULTAD DE ENTENDERSE ACERCA DEL ARTE

En un primer momento, la estética fue una reflexión sobre la sen-


sación, y e! descubrimiento kantiano consistió en relacionarla con el
juicio de gusto, es decir, con lo más íntimo del sujeto. Sin embargo,
después de dos siglos y medio de existencia oficial de la palabra, en ge-
neral no se la vincula a la sensación ni al gusto, sino a dos dominios
que a menudo la propia estética tiende a confundir: lo bello y e! arte.
Confusión lamentable desde e! punto de vista de! rigor conceptual,
que exige definiciones claras y distintas, y más aún desde e! punto de
vista de la conducta cotidiana en nuestra sociedad. En su definición
misma, la noción de arte conlleva una buena dosis de arbitrariedad; la
confunsión de lo bello y lo artístico puede hacer pasar por bella cual-
quier producción con tal de que se la haya presentado como pertene-
ciente al dominio de! arte. Definir e! arte no es, por tanto, una tarea es-
colástica abstracta, sino una necesidad práctica, sin la cual e! gusto, el
juicio de gusto, queda desesperadamente cautivo o impotente. Pero no

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hay nada más dificil que tal definición si se aspira a que sea univoca y bía buscado por su virtud clarificadora y ejemplar. Pero lo más admira-
segura, como lo demuestra -esclarecedora, pero en absoluto única- ble en la actitud del juez no es la conclusión a la que había llegado
la historia que se leerá a continuación. (que nos parece demasiado evidente para asombrarnos, incluso retros-
Un día de 1928 le rogaron a un aduanero neoyorquino que dejara pectivamente); lo asombroso son los considerandos, y el carácter lumi-
entrar en territorio norteamericano, libre de impuesto, en carácter de nosamente analítico de su argumentación lleva a continuar en esa lí-
escultura y de obra de arte, un bronce de Brancusi titulado Oiseau dans nea para responder a una pregunta tontísima: ¿pertenece al arte un de-
Fespace. El despachante de aduana, que no leía las revistas europeas, no terminado objeto, y por qué? Este juicio reúne efectivamente varios de
reconoció el pájaro, ni la escultura, ni el arte, e impuso al objeto una los principales criterios que se pueden tener en cuenta a la hora de de-
tasa del cuarenta por ciento de su valor, a título de «artículo de metal». finir el arte y la obra de arte: el productor debe ser un artista «profesio-
El asunto no habría trascendido si el comprador e importador de ese nal" (debe vivir de su arte, y también ser reconocido como artista por
pájaro de bronce -el fotógrafo y galerista Edward Steichen- no hu- algún poder institucional); la obra debe ser una producción «original"
biera decidido hacerlo público e intentado un proceso al Gobierno de (no una copia, ni una reproducción, ni una obra en serie, otra fuente
Estados Unidos. de problemas sin fin), debe responder a criterios de artisticidad que
El proceso puso de manifiesto que la aduana norteamericana, en es- únicamente el medio artístico puede definir de manera válida, pero en
crupuloso cumplimiento de su trabajo, había consultado a expertos de lo que el consenso público (la «evolución en las ideas") desempeña un
la National Academy y de la National Sculpture Society, cuyo dicta- papel importante; y, last not least, no hay ninguna razón para asignar a
men había llevado a desclasificar el bronce de Brancusi de la doble con- una obra de arte una finalidad necesariamente imitativa.
dición de obra de arte y de esculrura. Los aduaneros y sus expertos se Es imposible establecer científicamente que algo sea o no una obra
habían referido entre otras cosas a los considerandos de un juicio relati- de arte: ésta es la lección más general que todavía conservo del asunto
vamente reciente (1916), que había planteado que «la escultura en tan- Brancusi-Steichen, Semejante decisión es el resultado de! juego de va-
to arte es la rama de las bellas artes en que el artista, ya sea mediante el rias instancias, tanto individuales como sociales: e! hombre que ha fa-
cincelado o la talla de piedra o cualquier otra materia consistente, ya sea bricado el objeto se ha hecho una cierta idea de él; el público, amplio
mediante la construcción de maquetas de arcilla o de cualquier otra sus- o confidencial, que disfruta de él y lo recibe de una cierta manera; las
tancia plástica para reproducirlas luego a través de la talla o la fundición instituciones a las que la sociedad concede competencias para pronun-
de una materia maleable, produce imitaciones de objetos naturales en ciarse sobre este tema: el museo, la crítica, la universidad en ciertos ca-
sus auténticas proporciones de longitud, ancho y espesor o sólo de lon- sos, la justicia, eventualmente la policía... En todo eso, como se ve, las
gitud y ancho»! Cantidad de testigos -artistas, conservadores de mu- cualidades intrínsecas de esa cosa -su apariencia y su forma, sus virtu-
seos, críticos de arte--- tuvieron que intervenir en el proceso y conven- des estéticas, el placer que pueda provocar- brillan por su ausencia:
cieron al juez de que el objeto en litigio era «la producción original de sin embargo, es de creer que también ellas definen e! arte. Precisamen-
un escultor profesional que constituía en realidad una escultura y una te de este embrollo nos ocuparemos a continuación.
obra de arte". El juez admitió que esa obra no tenía ningún parecido ¿Cómo definir el arte? Cada definición que se dé dista mucho de
con un pájaro (a menos, agregó, «de dar pruebas de una vivísima imagi- agotar la gama de definiciones posibles, pues siempre se puede imagi-
nación»), pero que, «bajo la influencia de escuelas de arte modernas, se nar otras, a partir de una perspectiva diferente (psicológica, sociológi-
ha producido una evolución en las ideas relacionadas con las condicio- ca, política, etc.)'. Por otra parte, estas definiciones son conocidas des-
nes necesarias para que un objeto sea una obra de arte». de hace mucho, pero sólo en los últimos tiempos ha habido interés
Hay que felicitar a ese juez, y también a Steichen, a quien el juicio por explicitarlas y distinguirlas unas de otras. Durante mucho tiempo,
liberó de la sobretasa, pero no de los gastos de un proceso que él ha-

2 Munro (op. at.) distingue una veintena y su proposición «sintética» (págs. 428-439)
Esta cita, así como los otros detalles de esta historia, han sido tomados de Thomas
1 no implica menos de siete definiciones posibles. jean-Marie Schaeffer, en Les Célibataires
Munro, LesArts etleurs Relations mutuelles, 1954, págs. 5-9. de Tan, «sólo» encuentra seis.

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todo intento de definir el arte chocó con dos series de obstáculos: una, Pero Platón, por grande que fuera su influencia durante siglos, da a
ligada a la condición social del arte y los artistas; la otra, a la diversidad esta cuestión de la definición social del arte una respuesta extremada
de las prácticas artísticas y la dificultad de comprenderlas como uno y excepcional (tal vez, como a veces se ha supuesto, porque desconfia·
solo y el mismo ejercicio de el arte. ba excesivamente de su propia atracción por el arte)'. Durante todo el
período de dominación de la filosofía "clásica» (hasta la Ilustración),
impera una concepción muy rígida de la vida social, pero que no ex-
EL ARTE EN LA CIUDAD cluye en absoluto a esos «fabricantes». En los tratados «sociológicos» y
morales de Aristóteles se esboza una neta y constante jerarquía de las
Al igual que la mayor parte de las palabras que designan realidades actividades del hombre en sociedad, con la vida contemplativa (filoso-
sociales, ideológicas y culturales, la noción de «arte» no existe despro- fica) en el nivel más elevado; luego, la vida activa (política), y por últi-
vista de su genealogía. En latín, ars evoca sobre todo el saber liacer, mo, la vida productiva (artesanado, técnica, arte)'. Pero esta axiología
como en ciertas locuciones todavía en uso: «el arte y la manera de ha- no implica una separación de la sociedad en clases diferentes y subor-
cer mermelada», «tener el arte de disimular», etc. (lo mismo ocurre con dinadas unas a otras: en efecto, la ciudad griega reagrupa una pequeña
el griego techné). El primer obstáculo para una definición del arte es el cantidad de hombres libres (al precio de la exclusión de la mayoría: es·
permanente equívoco que nos hace vacilar a la hora de considerar al clavos, mujeres, niños, trabajadores manuales), con libertad para dedi-
artista más bien como artesano (un técnico) o más bien como si ejer- carse, entre otras cosas, a todas las actividades intelectuales y prácticas,
ciera un tipo de ciencia absolutamente original, que da acceso a reali- sin consagrarse en exclusividad a ninguna. En su Política (teoría de la
dades por otra parte inefables. pólis, de la ciudad), Aristóteles, tras afirmar que para gustar de la músi-
Contrariamente a lo que a veces puede hacer creer una visión re- ca es preciso haberla practicado, examina qué instrumentos y qué gé-
trospectiva y en ocasiones teleológica de las ideas, este equívoco nun- neros de música convienen a la educación del hombre libre: rechaza,
ca ha dejado de existir, y ninguna de estas dos concepciones ha reina' por ejemplo, el aulás (flauta de caña) y la cítara, por tratarse de instru-
do nunca en solitario. En particular, todos tenemos en mente, con ma- mentas musicales profesionales, demasiado técnicos y que distraerían
yor o menor claridad, la idea de una concepción «clásica» de la la afición a la esencia de lo musical'. (El músico profesional, por su
sociedad (y de las ideas), que desvalorizaría, despreciaría y vejaría el parte, es un asalariado y, por tanto, no entra en el campo de interés de
arte y los artistas. Hay de hecho una filosofia, la de Platón, para la cual la teoría de la ciudad.)
el artista es un ser social inferior y hasta peligroso para el equilibrio de A pesar de haberse originado y de haber sido elaborados en una so-
la república; y todo el mundo recuerda el veredicto sin apelación que ciedad tremendamente distinta de la nuestra, estos principios se han
cae sobre él: debe ser expulsado de la ciudad ideal'. Para Platón, la teo- beneficiado de la eminencia del estatus mítico del que luego se invis-
ría de lo social pone al filósofo en el nivel máximo de la jerarquía y en tió a la cultura griega -objeto de la reverencia más absoluta e indiscu-
el segundo al dirigente político; estos dos intereses, el de la sabiduría y tida- y reinaron prácticamente sin división durante dos milenios
el de la conducción de la ciudad, son los únicos que se considera digo aproximadamente, al menos hasta el final del Renacimiento. Las socie-
nos del hombre libre (es decir, ocioso, no obligado a trabajar); muy
por detrás, en los últimos niveles de la jerarquía -inmediatamente an-
tes de los sofistas y los tiranos, precisa amablemente Platón" y, por cier- 5 «Un relato antiguo cuenta que, tras su primer encuentro con Sócrates y cautivado por

to, antes de los esclavos, los que a decir verdad carecen de existencia primeravez por la cuestión socrática, el joven Platón habría quemado todos sus poemas»: Cas-
sirer, «Eidos et Eidolon», 1924,pág.29; cfr. también Marguerite Yourcenar, La Couronneetla
social- se colocan los productores y los «fabricantes de cosas bellas o Lyre, pág.283. Más seguraes la observación tantas vecesapuntada de que el diálogo platóni-
útiles», co es en el fondo una forma artística suigeneris: «Hecha de una mezcla de todos los estilos y
de todas las formas existentes, flota entre la narración, la líricay el drama, la prosa y la poe-
sía,y ademásviola la ley antigua y rigurosade la unidad de forma del lenguaje», dice Nietz-
sche en La Naissance dela tragédie, 1872,pág. 85. [Trad.esp.: Blnadmiemo dela tragedia, 1994.]
3 Platón, La República, sobre todo el libro X. 6 Aristóteles, Política, passim; Éticaa Nicómaco, VI, ii a iv.
4 Platón, redro, 248 d-e. 7 Aristóteles, Política, VIII, vi-vii.

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