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UNAM / FES ACATLÁN

Licenciatura en Filosofía
Filosofía helénica
Carlos Axel Flores Valdovinos

Recapitulación III, Cicerón, Marco Tulio, Disputas tusculanas, Libro I.

Cicerón (106-43 a. C) no solamente fue un excelente orador, sino uno de los filósofos
más destacados de Roma. Pensador profundamente ecléctico que retomó las disputas
entre el platonismo, aristotelismo y estoicismo haciendo suyo sólo lo que le parecía
verdadero entre diversas tradiciones. Podemos decir que su realismo ecléctico no
consistió en mezclar las distintas doctrinas, sino en exponer y juzgar las opiniones con
razones ciertas, verosímiles o probables. Cicerón somete a crítica las posturas que se han
dado sobre el Ser, la Verdad, la inmortalidad del alma, el hombre, la naturaleza, el
universo y Dios, entre otras inquietudes. No quiere dar por supuesto nada sin antes haber
analizado, por cuenta propia, las razones en que se sustentan tales ideas filosóficas. Su
carácter anti-dogmático nos da cuenta de un pensamiento ascéptico, purificador o lúcido.
¿Es acaso la filosofía de Cicerón una sabiduría práctica?, ¿cómo establecer criterios de
verdad en un pensamiento ecléctico?, ¿cuál es la autenticidad de sus ideas? Es claro,
que Cicerón cometió muchos errores, pero hay quienes expresan que: solo los grandes
pensadores comentes grandes errores. Sin embargo, Cicerón nos enseña que detrás de
todo amargo escepticismo o radical dogmatismo se encuentra una esperanza que se
funda en el acuerdo mutuo, en la conciliación de las diferentes formas de pensamiento,
estableciendo así, un límite prudencial que nos permite vislumbrar un saber alegre,
equilibrado y justo basado en el consenso universal o sentido común como criterio de
verdad. El eclecticismo que se establece en el pensamiento ciceroniano nos muestra el
valor educativo de la filosofía, es decir, el carácter didáctico-retórico originado en el
diálogo, la controversia, la crítica, la argumentación, la interrogación y la búsqueda de
certezas. De esta manera, la filosofía, para Cicerón, consiste en dedicarse a la
contemplación y a la búsqueda de la verdad, a la práctica de la virtud, a liberarnos de los
falsos dioses, a superar la aflicción, el miedo a la muerte en busca de una felicidad eterna;
esto, claro, recalcando que Cicerón no conoció la Metafísica aristotélica, empero, se
hallan ciertas frecuencias o analogías que pueden enriquecer la lectura e interpretación
de su filosofía, sobre todo, a través de la frónesis como justo medio o proporcional, de
esta manera, Cicerón re-abre la lectura filosófica como interrogación, epojé,
trascendiendo la duda de los escépticos en la verosimilitud o probabilidad de la justeza.
¿Filosofía o retórica?

Cicerón considera diferentes herramientas pedagógicas para la enseñanza de la


retórica filosófica. La oralidad es un recurso que nos permite ejercitar la memoria basada
en el ritmo de la prosa, en la pausa de la interrogación y en la expresión viva del diálogo y
de la escucha. Los antiguos leían con lentitud, de esta manera, la lectura en voz alta nos
muestra la declamación pausada de un texto o discurso. Por otra parte, en la época
Helénica se encuentra un espíritu de renovación cultural que se orienta a la recuperación
de obras formando bibliotecas que requerían traducciones doxográficas compilaciones de
escritos, monografías, epístolas y los diferentes géneros literarios, lo cual nos permite
decir que en esta época se dio un auge en la historiografía filosófica.
Las escuelas filosóficas empezaron a organizarse como comunidades de enseñanza y
formación, reconocidas como o que nos remite—la primera—a la
“institución educativa” tal como hoy la entendemos y, la segunda, a seminario, cátedra,
sermón, conversación o discurso. Hacia la época de Cicerón, ya había adquirido
un carácter institucional y podía ser usado en el sentido de “escuela filosófica” o “escuela
de retórica”. De esta manera, encontramos serias controversias sobre qué sentido tiene la
filosofía para Cicerón. A diferencia de  “escuela de pensamiento” o “tradición”, el
término de “escuela de filosofía” descansa en el asentimiento dado a cierto modo de vida
personificado en un maestro, dentro del contexto institucional. La filosofía como escuela
para la libertad, tal como anuncia la UNESCO en nuestros días. A pesar de ello, hemos
olvidado que la filosofía no solamente es una disciplina, sino un modo de vida, una
vocación o compromiso que va más allá del aspecto curricular, del asentimiento o
identificación con un instituto o una corriente de pensamiento. Un procedimiento de
enseñanza es llamado retórico en el sentido de que la tesis que ha sido anunciada ya no
es objeto de un diálogo, sino que se convierte en el punto de partida de una larga disputa.
No por ello, deja de ser importante el reconocimiento de la enseñanza filosófica, sino que
nos muestra que no se reduce a un culto, secta, o asociación religiosa, sino que se
instaura en el límite analógico, en la crítica que nos lleva a comprender para discrepar. La
filosofía ciceroniana nos permite encontrar detrás del carácter agonístico se halla en el
diálogo filosófico la amistad y la concordia, basada en el consenso (y si se nos permite,
hasta en el disenso). En el pensamiento de Cicerón la filosofía y la retórica no se
encuentran reñidas porque la segunda era una habilidad necesaria para la práctica de la
primera: del diálogo surgió la crítica y con ella el quehacer filosófico.

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