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Trabajo practico parcial de Teoría Literaria VI

Profesora: Graciela Sosa.

Alumna: Daiana Martín.

Reseña: capitulo uno de Jamenson.

Sobre la interpretación: La literatura como acto socialmente simbólico.

La obra de Fredric Jamenson Documentos de cultura, documentos de Barbarie


es fundamental para aquellos interesados en la teoría literaria y en la naturaleza de los
textos literarios. El aporte particular de esta obra reside en la perspectiva desde la cual
se pretende interpretar a los discursos literarios; Jamenson propone y afirma en su
libro “(…) la prioridad de la interpretación política de los textos literarios. (…)”
(Jamenson Fredric (1989): Documentos de cultura, documentos de barbarie. La
narrativa como acto socialmente simbólico. Edit. Gráficas Rogar, S. A. España. Pág.
15).

Desde esta perspectiva política se asume, de acuerdo con Jamenson, que lo


político no es un mero método suplementario, o auxiliar optativo de otros métodos
interpretativos corrientes, sino que, se lo considera como el horizonte absoluto de toda
lectura y de toda interpretación. De acuerdo con lo expuesto anteriormente, este autor
postula al marxismo como marco teórico fundamental para llevar a cabo dicha lectura
lectura y poder así revelar adecuadamente el pasado cultural de una determinada
sociedad.

Supuesto lo anterior, Jamenson sostiene que la tradicional distinción entre textos


que son de índole culturalmente social y política de los que no los son, es innecesario
y no productivo, puesto que en realidad, “(…) no hay nada que no sea social e
histórico; de hecho, todo es «en último análisis» político. (…)” (Jamenson Fredric
(1989): Documentos de cultura, documentos de barbarie. La narrativa como acto
socialmente simbólico. Edit. Gráficas Rogar, S. A. España. Pág.18).

No obstante, para poder argumentar su postura sobre el marxismo y la


interpretación política de los textos literarios, Jamenson se encarga primeramente de
criticar y retomar diversas posturas interpretativas vigentes con el fin de
desacreditarlas y postular como única vía posible de la interpretación el horizonte
político de los artefactos culturales comprendidos como actos verdaderamente
simbólicos.

Una de las primeras corrientes retomadas y criticadas por Jamenson hace


referencia a los modelos tradicionales de interpretación planteados por la influyente
escuela del llamado marxismo estructural o althusseriano. De dicha escuela se crítica
puntualmente su teoría de la causalidad tanto mecánica como expresiva.

En cuanto a la primera, la causalidad mecanicista, se afirma de acuerdo con


Jamenson, que es un modelo meramente reduccionista. Este tipo de causalidad, cuyo
ejemplo más representativo es el modelo de la bola de billar para la causa y el efecto,
cuya trasposición en la corriente marxista es el tan conocido concepto de “base”,
postula que cualquier cambio en esta última repercutirá inmediatamente en la
superestructura. Sin embargo, desde la perspectiva de Jamenson la cuestión no es tan
extremista; considerar que los cambios de la base repercuten inmediatamente en la
superestructura es una mirada demasiado mecánica y simplista.

Por su parte, la causalidad expresiva comete a su vez un error, sostiene este


autor, de notable importancia; la expresividad, basada en el historicismo, postula la
interpretación circunscribiéndola a un determinado momento o periodo histórico, lo que
culmina con una totalización de los artefactos literarios y culturales unificados a una
única visión del mundo que caracterizan un periodo en cuestión. Sin embargo, al llevar
a cabo dicho emprendimiento, sostiene Jamenson, la interpretación es reduccionista
en el sentido de que “(…) la construcción de una totalidad histórica implica
necesariamente aislar y privilegiar uno de los elementos dentro de esa totalidad (…)”
(Jamenson Fredric (1989): Documentos de cultura, documentos de barbarie. La
narrativa como acto socialmente simbólico. Edit. Gráficas Rogar, S. A. España.
Pág.23, 24).

Ahora bien, otro de los modelos interpretativos a los que alude y desacredita
Jamenson en su obra es la crítica basada fundamentalmente en la pregunta “¿Qué
significa?”. Este tipo de pregunta esta propiciada por la crítica conocida como “ética”,
que en los tiempos más reciente ha encontrado su punto culminante en el
psicoanálisis. No obstante, sostiene Jamenson, el sistema interpretativo freudiano no
es el indicado para la interpretación literaria de los textos puesto que dicho modelo
gira en torno al deseo, y por ende, gira en torno al sujeto individual, que aislado del
entorno social no es para nada útil. Además, este auto afirma que el deseo como tal,
desde el punto de vista de la interpretación, se encuentra por fuera de la narración
“(…) no tiene contenido, es siempre el mismo en sus momentos cíclicos de
emergencia, y el acontecimiento en cuestión toma una historicidad únicamente en la
medida en que el contexto de la explosión, la naturaleza de ese aparato represivo
particular e histórico, conoce la especificación (…)” (Jamenson Fredric (1989):
Documentos de cultura, documentos de barbarie. La narrativa como acto socialmente
simbólico. Edit. Gráficas Rogar, S. A. España. Pág. 56).

Para continuar, y dejando de lado la crítica por parte de este autor hacia el resto
de los modelos interpretativos, Jamenson postula su teoría interpretativa del
inconsciente político de los textos a partir de la reformulación del sistema de los cuatro
niveles medievales: literal (referente histórico o textual), alegórico (clave alegórica o
código interpretativo), moral (lectura psicológica (sujeto individual)) y anagógico
(lectura política («significado» colectivo de la historia)). Este autor sostiene que los
textos deben tener lugar dentro de tres tipos de horizontes o marcos concéntricos que
marcan el ensanchamiento del sentido del cimiento social de un texto.

Estos tres tipos de marcos se resuelven en: Horizonte político asociado en el


sentido estrecho de acontecimiento y de secuencia a modo de crónica de los
acontecimientos en el tiempo; el horizonte social ligado al tiempo de una tensión
constitutiva y una lucha entre las clases sociales; y por último el horizonte de la
Historia, concebida ahora en su sentido más vasto de secuencia de modos de
producción y de la sucesión y el destino de las diversas formaciones sociales
humanas.
Estos tres horizontes forman parte, sostiene Jamenson, de distintos momentos
del proceso de interpretación, es decir que, cada uno de ellos gobierna una
reconstrucción distinta del texto literario. En cuanto al primero, durante este horizonte
político el texto es tomado como una obra literaria individual, entendida dentro de este
marco como acto simbólico. Ahora bien, una vez que el objeto cultural pasa a formar
parte del segundo horizonte (el social) éste se incluye dentro de los grandes discursos
colectivos, y es comprendido ahora, como un ideologema “(…) es decir la unidad
mínima inteligible de los discursos esencialmente antagonísticos de las clases
sociales (…)” (Jamenson Fredric (1989): Documentos de cultura, documentos de
barbarie. La narrativa como acto socialmente simbólico. Edit. Gráficas Rogar, S. A.
España. Pág. 62).

Ahora bien, una vez que el artefacto cultura se encuentra situado dentro del
marco del ultimo horizonte, el de la Historia, tanto el texto individual como sus
ideologemas sufren una final transformación y deben leerse en los términos de lo que
Jamenson llama como “ideología de la forma”, es decir, los mensajes simbólicos que
nos transmite la coexistencia de diversos sistemas de signos.

De esta manera, la interpretación desde esta perspectiva se encuentra basada


en la rescritura del texto literario, en el sentido de que el texto tiene, según Jamenson,
una relación directa con lo real, en donde el texto trasforma al mundo y lo vuelve parte
inherente de su estructura formal, estableciendo así la existencia de un correlato
formal que atiende a un correlato social. Sin embargo, Jamenson advierte que para
que todo este proceso interpretativo de leer los textos literarios como actos simbólicos
sea posible de realizarse es indispensable tener en cuenta el concepto de
“contradicción”, ya que este término es central para todo análisis marxista. Desde la
perceptiva del inconsciente político de los textos como marco interpretativo, la
contradicción aparece en la forma de lo dialógico como las exigencias y posiciones
irreconciliables de las clases antagónicas.

Finalmente este sistema de signos que caracteriza al texto literario, es


atravesado crucialmente por el horizonte de las formas de producción, las cuales
nunca se manifiestan en un estado puro. De esta manera, un texto literario tiene su
raíz en una diversidad de impulsos provenientes de modos contradictorios de
producción cultural.

En conclusión la teoría de Fredric Jamenson propuesta en la presente obra


postula a la literatura como un artefacto cultural que no puede escapar al análisis
social; como artefactos culturales y simbólicos los textos literarios son manifestantes
de una contradicción en donde se evidencia al texto como un campo de fuerzas, este
construido de una manera esquizofrenita, carente de estructura jerárquica es el
encargado de manifestar el estallido de los distintos elementos en pugna que forman
parte de una colectividad social y política.

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