Este mundo barroco no es una concesión del espíritu a la
naturaleza pues aunque siempre se trata de sentido figurado, de
todas formas es un sentido. Esta renovación del mundo es también una renovación del espíritu, es descubrir de nuevo el espíritu bruto que no se encuentra aprisionado por ninguna de las culturas, al cual se pide que cree de nuevo la cultura. Lo irrelativo ya no es desde ahora la naturaleza en sí, ni el sistema de aprehensiones de la conciencia absoluta, ni tampoco el hombre, sino esta teología de la que habla Husserl—que se escribe y se piensa entre comillas—, unión y armazón del Ser que se realiza a través del hombre.
Maurice Merleau-Ponty, “El filósofo y su sombra”, en Signos. (p. 219).