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Los actos pecaminosos que un hombre comete exteriormente hacen que su conciencia le
condene, mientras que la naturaleza pecaminosa dentro de él le enreda y hace que
continúe en su pecado. La intuición del hombre le dice que hay un Dios y que este Dios
es justo. El desea conocer a Dios, pero se da cuenta de que sus actos pecaminosos y su
naturaleza pecaminosa le separan de Dios. Bajos tales circunstancias él inventa muchas
formas de resolver este problema de pecado y de salvarse a sí mismo de éste. Estas
formas las conoce el hombre como los diferentes caminos de salvación. El hinduismo, el
budismo, el mahometanismo, el judaísmo y todas las otras grandes religiones del mundo
han inventado muchas maneras para que el hombre se salve. Aunque astas maneras son
variadas y diversas, tienen una sola cosa en común: todas dependen de las obras y los
esfuerzos del hombre, y todas proceden del hombre.
LA REDENCION DE CRISTO
La manera en que el hombre se redime
Hacer buenas obras
La primera forma y la más común que el hombre usa en sus esfuerzos por salvarse a sí
mismo es hacer buenas obras. Muchos creen que las buenas obras pueden salvar al
hombre. Los budistas creen que con tal que uno haga buenas obras y no mate animales,
todo resultará mejor para él en la vida venidera. Los musulmanes creen que para uno
ser salvo debe ser fiel a Dios y guardar las palabras del profeta Mahoma. Los judíos
creen que para agradar a Dios, el hombre debe observar la ley de Moisés.
No obstante, la Biblia dice que "el hombre es justificado ... sin las obras de la ley" (Ro.
3:28). Ser justificado es ser justo según la norma de la justicia de Dios, y "las obras de la
ley" son las buenas obras que un hombre hace al observar la ley. Romanos 3:20 dice:
"Por las obras de la ley ninguna carne será justificada delante de El". Este versículo nos
dice que un hombre nunca puede ser recto según la norma de Dios haciendo buenas
obras. ¿Por qué las buenas obras no justifican a un hombre delante de Dios? Hay dos
razones. Primero, las buenas obras no quitan los pecados anteriores del hombre.
Supongamos que un hombre haya matado a alguien y haya robado a otros. Después de
algunos años el asesino siente remordimiento y decide dar una gran cantidad de dinero
a los pobres. Este acto de dar a los pobres, aunque sea bueno en sí, nunca puede borrar
sus crímenes de homicidio y robo. Si va a la corte, no puede declararse inocente basado
en que haya hecho cosas muy buenas para otros. Del mismo modo, las buenas obras
nunca pueden borrar los pecados que uno haya cometido ante Dios.
La segunda razón por la cual las buenas obras no pueden justificar a nadie ante Dios es
que ninguna buena obra hecha por el hombre puede alcanzar el nivel de la justicia de
Dios. Un gobernante joven una vez acudió a Jesús para preguntar la manera de obtener
la vida eterna. Este joven pensaba que había hecho todo lo requerido por la ley. Pero
cuando el Señor pidió que vendiera todo lo que tenía y lo siguiera, el joven no pudo
hacerlo porque amaba sus riquezas (Le. 18:18-23). El no podía alcanzar la norma de Dios
de que uno tiene que amar a Dios por encima de todo (Mt. 22:37-38). Nadie puede ser
tan santo como Dios; nadie puede ser tan justo como Dios; y nadie puede amar a Dios
en la manera que El exige. La Biblia dice que todas nuestras justicias son como trapos de
inmundicia (Is. 64:6). Un trapo de inmundicia no se puede mostrar a los hombres. Del
mismo modo, nuestras buenas obras no pueden presentarse a los ojos de Dios.
Hacer penitencia
Algunas personas piensan que la ma-nera de ser salvas es hacer penitencia. Creen que
si se afligen por sus maldades, Dios perdonará sus pecados. Muchas religiones practican
el ascetismo y la mortificación con la creencia de que cuanto más lastimen sus cuerpos,
más favor obtendrán de Dios. Piensan que Dios es un Dios que disfruta ver al hombre
sufrir. Esto también es un pensamiento absurdo. En realidad, hacer penitencia es
simplemente una manera de sobornar la conciencia. Cuando un hombre peca, su
conciencia lo condena, y él cree que al hacerse daño apaciguará su conciencia diciendo
para sí que él ha sufrido la retribución por sus maldades.
Esperar
La tercera manera que el hombre usa para tratar de absolverse de la culpa es esforzarse
por olvidar sus pecados. El cree que, pasado suficiente tiempo, ya no recordará sus
pecados, y que con si él no los recuerde, tampoco Dios los recordará. Tales personas son
como el avestruz que trata de esconderse en la arena, pensando que si no ve el peligro,
lo pasará. No obstante, el hecho de que el pecado se vaya de nuestra memoria no
significa que sea borrado del registro de Dios. Tratar de absolverse de los pecados
olvidándolos es necedad.
Al explicar la muerte que Cristo sufrió en la cruz, el profeta Isaías del Antiguo
Testamento dijo: "Jehová cargó en El la iniquidad de todos nosotros" (Is. 53:6) y "Jehová
quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento" (v. 10). Jehová Dios ejecutó juicio sobre
Cristo. Cristo no fue juzgado a manos del hombre y, puesto que era el propio juicio de
Dios que cayó sobre El, Dios estuvo satisfecho.
Necesitamos ver claramente que la redención es algo que Dios ha hecho en Jesucristo
para satisfacer Su propio requisito justo sobre la humanidad; no tiene nada que ver con
lo que somos o qué obras buenas hayamos hecho. Es necedad que algunos traten de
crucificarse o de imitar los sufrimientos de Cristo. Nada puede añadirse a lo que Dios ya
ha realizado en Cristo. La redención es un acto ante Dios y le satisface.
La sangre de Cristo habla por el hombre y le da paz
Cuando fue inmolado el cordero pascual, su sangre fue puesta en los dinteles de las
casas de los hijos de Israel. Cuando Dios veía la sangre, no ejecutaba Su juicio sobre
aquellos que estaban bajo la sangre (Ex. 12:7, 13). Jesús, el Hijo de Dios, derramó Su
sangre por la humanidad. Su sangre satisfizo todos los justos requisitos de Dios. Puesto
que El murió, el hombre no necesita morir por sus propios pecados. Mediante la sangre
de Cristo, Dios no tiene nada que decir en contra de nosotros y los cielos están en paz.
Ahora el hombre puede acercarse a Dios con plena con-fianza (He. 10:19). La Biblia dice
que la sangre de Cristo habla por nosotros (He. 12:24) como un abogado que habla ante
un tribunal por el acusado. Mediante esta sangre Dios está en paz (Ro. 5:9) porque Su
justo requisito está satisfecho. Cuando Dios está en paz, nuestra conciencia también
está en paz.
Si usted ve cómo la redención de Cristo ha satisfecho a Dios por completo, usted tendrá
paz con Dios. Por la redención de Cristo, Dios ha perdonado los pecados del hombre (Ef.
1:7). Cuando Dios perdona los pecados del hombre, se olvida de ellos (He. 8:12). Su
perdón es Su olvido. Dios puede hacerlo todo, pero no puede recordar los pecados de
aquellos que han creído en la redención de Cristo. Aquellos que creen en la redención de
Cristo son limpios y están justificados, purificados, absueltos, y ahora no tienen defecto
ni mancha ante Dios.
LA SALVACION DE CRISTO
El pecado que mora en el hombre
Muchas personas han preguntado: "Yo sé que es una gran cosa que Cristo haya muerto
por mí, y sé que al aceptar yo Su muerte recibo el perdón de mis pecados pasados,
¿pero qué haré con el poder del pecado que todavía me asedia y que siempre me
conduce a pecar?" En toda la historia el hombre ha luchado con el viejo problema de la
concupiscencia y la naturaleza internas de-1 pecado. Por un lado, el hombre quiere
hacer el bien, pero por otro, se da cuenta de que una fuerza poderosa dentro de él le
impide hacerlo. La psicología y la psiquiatría modernas han observado esta contradicción
dentro del hombre; sin embargo, han sido incapaces de explicarla. Los chinos antiguos
llamaban a esto la batalla entre la razón y la lujuria. Hace dos mil años el apóstol Pablo
tuvo el mismo problema. El se quejaba de que cada vez que quería hacer el bien, surgía
lo malo dentro de él y se daba cuenta de que no era él quien cometía los pecados, sino
que una fuerza maligna, un poder, o un impulso dentro de él lo que cometía los pecados
(Ro. 7:15, 17). Sin embargo, más tarde él se dio cuenta de que la vida salvadora de
Jesucristo era capaz de salvarlo del poder de esta naturaleza interna de pecado (Ro.
7:25; 8:2).
Tal como El efectuó la redención por nosotros, al juzgar a Jesucristo en la cruz, así
también preparó una salvación maravillosa para nosotros, al darnos la vida de Cristo. No
hay necesidad de que nosotros muramos para redimirnos a nosotros mismos de nuestros
pecados. De la misma manera, no hay necesidad de que nosotros vivamos por nuestra
propia vida para vencer la naturaleza pecaminosa y el poder del pecado que está dentro
de nosotros. Cristo murió por la humanidad para redimir al hombre del juicio del pecado.
Después de que murió, resucitó al tercer día. En la resurrección El dio Su vida al hombre,
para que a través de Su vida el hombre pudiera ser librado del poder del pecado. Un
cristiano no es solamente uno que ha sido redimido del juicio del pecado, sino uno que
ha sido salvo del poder del pecado. Romanos 5:10 dice: "Porque si siendo enemigos,
fuimos reconciliados con Dios por la muerte de Su Hijo, mucho más, estando
reconciliados, seremos salvos por Su vida". En la cruz Cristo llevó la maldición del
pecado. En Su resurrección el rompió la cadena del pecado. Por medio de Su redención,
la humanidad está libre del juicio de Dios. Mediante Su vida, el hombre está libre de la
esclavitud del pecado. En 1 Pedro 2:24 se dice que Cristo mismo "llevó nuestros pecados
en Su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados,
vivamos a la justicia". De la misma manera que la redención es llevada a cabo
simplemente por la muerte de Cristo, del mismo modo la salvación' de la naturaleza
pecaminosa inherente en el hombre es llevada a cabo simplemente por Su vida dentro
de nosotros. No existe nada que el hombre tenga que hacer a fin de ser redimido. De la
misma manera, no existe nada que el hombre tenga que hacer a fin de ser salvo. Todo
es hecho por Dios, la salvación es gratuita.
Es posible que usted sea muy diligente en hacer buenas obras. Tal vez usted sea muy
sincero al hacer penitencias. No obstante, si usted no ha visto la obra que Cristo efectuó
en la cruz y no ha recibido la vida en resurrección, usted todavía no es salvo. La Biblia
dice al menos ciento cincuenta veces que el hombre es justificado, salvo y recibe vida
eterna, solamente por fe (Hch. 16:31). En estas ciento cincuenta veces no se agrega
ninguna otra condición. Simplemente es por fe y nada más.
Ni la redención ni la salvación se obtienen por medio de las obras del hombre; ambas
son obra de Dios. Puesto que son obra de Dios y debido a que se basan en la justicia de
Dios y en la vida de Cristo, nunca cambiarán. Nosotros cambiamos, nuestro estado de
ánimo cambia y nuestros sentimientos también cambian; sin embargo, el justo juicio de
Dios nunca cambiará ni la vida salvadora de Cristo; ellos permanecen por siempre.
Incluso los cielos y la tierra pueden cambiar, pero, la obra justa de Dios y la vida
salvadora de Cristo nunca cambiará. La redención y la salvación por parte de Cristo
están "aseguradas" para siempre. Una vez que una persona es salva, es salva por
siempre (Jn. 10:28-29). Una vez que usted recibe el don de Dios, nunca lo perderá (Ro.
11:29). Una vez que usted llega a ser hijo de Dios, nunca puede perderse de nuevo.
La serie completa comprende seis artículos que abarcan los temas siguientes: 1) La
Biblia, 2) Dios existe, 3) Cristo es Dios, 4) Cristo es Espíritu y vida, 5) La redención y la
salvación de Cristo, y 6) El significado de la vida humana.