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DE LA FRATRIA
Milton Cáceres
EL CUENTO
DE LA FRATRIA
Guaranda - Ecuador
Febrero 2001
EL CUENTO DE LA FRATRIA
Milton Cáceres
© MILTON CACERES
E-mail: miltonycecilia@hotmail.com
ISBN: 9978-04-683-6
Le saluda y agradece
Milton
Uno de sus tantos nietos
Oiga Abuelo Benjamín, lo que le voy a contar......
&
les’’. Sin embargo, hay tanto que conocer y hablar sobre la Colonia, se-
ñala con gran acierto mi amigo Marcelito.
Don Benjamín, con ocasión de celebrar su nuevo centenario ten-
go que expresarle que su tesis sobre nuestra posibilidad de ser “una
gran potencia de la cultura por autorización y aliento de nuestra histo-
ria”, ha sido un tronco fundamental para llegar a comprender que ese
proyecto de país puede llegar a construirse a cabalidad solo a través de
la noción básica de potencialidad pluri e intercultural, artística pero
también cultural propiamente y social. Con ello, no se desperdiciaría
ninguna energía, aporte, visión cósmica; más todavía si esta vivencia
real, fuese estudiada en un correspondiente, desprejuiciado e integral
sistema educativo y cognoscitivo y si todo ello se representara en un
sistema socio-político y ético de carácter fraternal no solo entre cultu-
ras sino entre movimientos, géneros, generaciones en regiones y mi-
crorregiones sobre la base de la justicia social.
Sin embargo, sigue siendo admirable y plenamente válido el
aporte de su idea de que nuestros pueblos se animan más por los sím-
bolos que por la historia. El Elan vital que puede levantarnos podría ser
el sabernos Casa de las Culturas; aquello de construir un acuerdo por la
vía de entendernos como hermanos distintos, pero... hermanos al fin.
Tengo entendido que usted como hombre abierto al ensayo y a la
buena polémica, aceptaría y participaría de la idea de que ya no es da-
ble para el futuro de este país, hablar de una sola dimensión de cultu-
ra ni siquiera de una sola cultura y que si bien su obra tendrá que per-
durar para las futuras generaciones, es necesario que el Ecuador mis-
mo se convierta en una legítima Casa de las Culturas o Casa de la In-
terculturalidad. Casa vivencia y fiel representación del mosaico de vi-
das culturales que somos los ecuatorianos y latinoamericanos.
Por toda esta reflexión y por medio de esta carta, le presento,
querido abuelo Benjamín, un posible aporte para una urgente conver-
sación que la tendríamos que organizar y llevar a cabo entre usted y sus
nietos: los pueblos, los movimientos, los educadores, los universitarios,
padres, madres e hijos, los intelectuales y los artistas teniendo como
proyecto voluntario integral, la construcción de otro Ecuador a través
de ser, como seres humanos, miembros de pueblos, culturas y movi-
mientos, componentes de la sociedad civil y ciudadanos y ciudadanas,
protagonistas y narradores de un: Cuento de la Fratria.
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Aunque usted vivió esta época a la que con toda justicia la deno-
minó “la horrenda desgracia”, quiero recordarla por cuanto me sirve
para reflexionar sobre lo que está sucediendo en el presente, cuando
parecería que hoy también frente a una Asamblea Constituyente, “…se
hallan depositadas todas las esperanzas de mi pueblo”, contando con
que los pueblos y sus ciudadanos somos realmente conscientes de la
necesidad de que, al tiempo que enfrentamos las desgracias, construya-
mos otro Ecuador civilizatorio para tener así la dignidad y la satisfac-
ción de entrar firmemente en un nuevo siglo.
Los ecuatorianos tenemos presente el recuerdo de lo que signi-
fica una “horrenda desgracia”, por eso es que pervive en nosotros una
conciencia y afán antidictatorial, pero también una cada vez más
grande desconfianza y tenue esperanza en lo que se nos ha dicho que
es democracia. Tan antipopulares han sido los gobiernos salidos de las
urnas, en su turno pretendidamente inexorable, que en nuestro pue-
blo tenemos desconcierto respecto al futuro del país, de las familias y
de nuestros hijos.
Es tan desconcertante esta situación que no obstante esa con-
ciencia antidictatorial, hay criterios que exigiendo imposición, invocan
gobiernos duros para acabar con la antipopularidad y corrupción rei-
nantes.
En efecto, actuando impositivamente y contando con los llama-
dos petrodólares, las dictaduras militares financiaron algunas modifi-
caciones en el sistema productivo, en el cuerpo jurídico y en el aparato
burocrático administrativo sin darse cuenta que el desarrollo era un
cruel espejismo. El justificativo fue el de poner fin al desorden político
y social ; pero de suyo, la mano siniestra de los que golpean las puertas
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&
vil para sí, es decir, crítica, deliberante, propositiva, integral, en una pa-
labra, política. Eso requiere que nos miremos el ombligo, como un sím-
bolo para comprendernos como individuos, como grupos, como cul-
turas, como géneros y generaciones para preguntarnos, ¿quiénes y có-
mo somos? ¿Cuáles son nuestras virtudes, potencialidades, trayectorias,
experiencias, cambios, mezclas, mutilaciones, negaciones, valores, con
las que contamos para autoproponernos esa revolución y esa refor-
ma? No contamos con “bolsas de valores”, sino con valores-propuestas
e invitaciones que pueden aportar mucho en nuestra propia versión de
mundialización o globalización porque no nos vamos a enclaustrar en
nuestros espacios, territorialidades, regionalidades y tiempos.
La recuperación y recreación de valores tiene que ser cósmica y
en pos de una nueva universalidad a través del encuentro igualitario
globalizador de nuestras propuestas y testimonios sociales, cognosciti-
vos, tecnológicos, ideológico-políticos, económico productivos, artísti-
co culturales, ecológico ambientales. No nos referimos a una globaliza-
ción bajo la hegemonía de un determinado sector, sino en torno de la
diversidad reinante y la obligatoriedad de su convergencia, pues no se-
ría justo para los derechos de la vida en su plenitud, que nos sometié-
ramos a la “aldea global” o a la aldea local, en donde, el riesgo de la pri-
mera es hacer referencia a una nueva versión del universalismo domi-
nante y de la segunda, a una visión de complejo de inferioridad, ambas
mezquinas, vanidosas, arrogantes, estrechas, francamente ridículas pa-
ra los nuevos tiempos.
Créame abuelo Benjamín que la rabia frente a esta situación me
ha hecho buscar y buscar... aunque no sé si son buenos encuentros los
que he tenido.
La decadencia de la representatividad política, a propósito del
gobierno que huyó el 5 de febrero abrió panza arriba, las intimidades
de la sociedad política decadente y corrupta en una siniestra demostra-
ción de que es ahí mismo en donde reside su poder.
Sin embargo y a pesar del efecto instantáneo que produce este mo-
mento de coincidencia política, vivimos tiempos en los que estamos cose-
chando una renovación de ideas, símbolos y fuerzas algunas de cuyas ex-
presiones se están haciendo públicas en estos días, especialmente en la ju-
ventud. La perseverancia de esta magnífica movilización social contra el
autoritarismo, la corrupción, la vergüenza y las medidas de mayor ham-
breamiento, constituye un precedente histórico de recreación de la demo-
cracia en manos de los nuevos actores sociales que tiene que quedar como
un fondo de garantía frente al recurrente accionar del sistema político re-
presentativo del viejo régimen. Pero no podemos soslayar que en estas ini-
ciales manifestaciones de renovación social, hay elementos de espontanei-
dad que son un verdadero riesgo y un reto.
Es precisamente esta espontaneidad la que ha tendido siempre a ser
manipulada por el dominio de la vieja representatividad, cuando ha uti-
lizado sus creaciones, sentimientos, símbolos e ideas para devolverlas ins-
titucionalizadas en las elecciones a través de sus discursos electorales. Una
de las pruebas de maduración de las fuerzas renovadas será la reapropia-
ción y recreación de sus símbolos, su pensamiento, sus idearios y sus pro-
positivas y efectivas propuestas integrales, si se trata de desplazar al decré-
pito sistema político representativo. Hay que reivindicar el derecho y la
obligación de que estas nuestras fuerzas sociales frescas, hagamos otra ac-
ción política y no politiquera y ese es un asunto ético y estético, a juzgar
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no solo por la corrupción sino hasta por lo feo que se le ha puesto a nues-
tro hermoso y prometedor país, la sociedad oficial.
Mantener serena, inteligente y sencillamente este espíritu que se va
ganando es otra prueba de fuego para que no suceda lo que pasa con los
ganadores electorales y algunos deportistas a quienes se les sube los humos,
perdiendo los favores de nuestros pueblos.
Es tan prometedora la fuerza política y moral de nuestra actual
movilización social que, todos los electos tanto para cualquiera de las fun-
ciones del Estado cuanto para las mismas organizaciones sociales e insti-
tuciones, tenemos que poner nuestras barbas en remojo, si efectivamente
buscamos otra gobernabilidad cuya representatividad se afinque en una
autoridad ética, que convierta lo privado en público, y lo público en un
asunto digno de ser tratado como íntimo.
A NUESTRAS RAÍCES
&
tes del otro sistema de acción política. Este testimonio resulta ser indispen-
sable y de carácter prioritario a fin de poder tener autoridad moral frente
a lo público, pues no tenemos que presumir como los supuestos salvadores
del Ecuador sino hacerlo, ejercerlo, asumirlo y vivirlo en el autocrecimien-
to individual, en la crítica y en la creatividad, en la vivencia de otra cali-
dad de relación afectiva entre los géneros, en la importancia decisiva de la
interculturalidad, en el venerable respeto por la naturaleza al tomársela
como Madre, en la relación fraterna como amigas y amigos, pueblos y cul-
turas del mundo para recuperar otra socialidad; en suma, en una acción
política que nos permita aprender y autoejercer soberanamente nuestra li-
bertad fraterna de valores como ética, conciencia y espiritualidad tanto
individual cuanto social.
Pienso que este cambio es la fuente de otra calidad de poder y de
fuerza libertaria para crear un acuerdo civilizatorio mundial de fratrias
forjadas desde la creación íntima, familiar y colectiva que son los espacios
y tiempos en los que se puede criticar valores y reemplazarlos libertaria-
mente por otros.
Tenemos que aprender mucho de las dolorosas realidades de los paí-
ses en donde sus sistemas políticos han llevado al fratricidio a su población
y a sus culturas, a fin de que en el nuestro detengamos toda forma de dis-
crimen e imposibilitemos esa guerra que siempre pende sobre nosotros si
esta democracia y Estado no representan lealmente las diversidades bási-
cas de nuestros pueblos. Aprendamos también de otros países en los cuales
su democracia no es sino una imposición rutinaria del turno y juego co-
rrupto de los partidos, de las leyes, de los caciques, de los que invierten sus
dólares en todos los candidatos y de la masificación y manipulación de la
información que se hace pasar como comunicación social.
La construcción de la Gran Casa hay que comenzarla por sus ci-
mientos humanos, de identidades y de ciudadanía, pues este es un asunto
privativo de ello mismo y no del ámbito oficial, peor si este ha corrompido
su función y se ha alzado no solo por encima sino en contra de la sociedad.
Por eso me pregunto, qué sentido coherente con los valores de esa
construcción, tienen acciones tales como la sola presentación de candida-
tos, de cambios de leyes, etc., en ausencia y en directa contradicción con
ese otro cambio que me parece que es la única garantía básica que asegu-
ra la movilización de la crítica, la sensibilidad de la creación, la organiza-
ción de las soberanías, la dinámica creativa de las culturas y socialidades,
el movimiento de la construcción de las identidades, la renovación de
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va para que la dignidad impida que haya algún ser humano que coma
y viva, como comúnmente se dice “en la mierda”.
&
&
des, barrios, y ciudades por donde pasamos, porque creo que es ahí en
donde se forja al país básico. Ese es el Ecuador que ha pesar de ser tan
imposibilitado por el peso de los dominios, sin embargo es el que nos
da de comer y en el que ya se han comenzado a responder creativamen-
te a los desafíos.
Mire, recordado abuelo, lo que significó el 5 de febrero: el repu-
dio a que el transitorio gobierno de la camioneta de la sociedad políti-
ca se quede más tiempo del que tuvimos que soportarle. Comprenda lo
que significó para nosotros y para ese gobierno de turno, el levanta-
miento indígena de junio de 1990; la inmensa solidaridad familiar
afectiva por nuestros hijos Carlos y Santiago; el repudio y desautoriza-
ción social que vienen recibiendo gobernantes, instituciones y funcio-
narios de todo rango ante el engaño político, la corrupción y la obe-
diencia a los dictados neoliberales.
Para nosotros, lo ecuatoriano es ese SER y ese NO SER, es ese
DEJAR DE SER y ese DEBER SER al mismo tiempo. Es esa casa en per-
manente construcción y reconstrucción por épocas, momentos, transi-
toriedades, memorias y promesas, recuperaciones y olvidos. Esto viene
al caso abuelo Benjamín para darnos verdadera cuenta, quiénes somos
los y las ecuatorianos, pues si bien como usted dice que nuestra cultu-
ra tiene raíces profundas en las culturas indígenas el aporte de la cul-
tura europea y africana, nuestros caminos son muy complejos y diver-
sos cuya trama tenemos que aprender a leerla permanentemente si
queremos acertar en saber, sentir, creer y vivir como lo que somos y
pretendemos ser.
Esto mismo fue lo que vimos en esa marcha de las Voces de To-
dos los Pueblos adonde salimos de tantas latitudes, de tan compleja di-
versidad, de tan inmensa orientación de procesos, para tratar de con-
verger en Quito en medio de esa permanente búsqueda en nosotros
mismos, para saber sobre nuestro ser, no ser y deber ser. Pero choca-
mos contra esa alianza hecha muro: una estatalidad viciada y decaden-
te, puesta en duda pero poderosa, a cuya eficiencia prestó su contin-
gente la ideología y política que todavía hegemoniza en la organicidad
social y popular. Esa fue la segunda y amarga parte de esta histórica
Asamblea, muerta en los palacios, oficinas, negociaciones, torneos de
poder de sus cabezas visibles y algunas... invisibles.
Los esquemas-mentalidades, hombres (y mujeres) de Estado,
funcionarios, resoluciones y destrezas de orden, las instituciones y apa-
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Sabe abuelo que hubo un momento en que parecía que habían dos
presidentes, y la Presidenta, cada uno con su séquito, sus fieros guardaes-
paldas, su alfombra roja, el guión de la cadena de radio y televisión, su pe-
tición de aval a la Super Embajada, el decreto 001 y.... su ridiculez. Creo
que no está lejano el día en el que hayan dos congresos, dos cortes o dos
ministerios del Trabajo!
La Presidenta se acicaló oronda porque incluso legalmente le toca-
ba asumir Carondelet, aunque legítimamente ni los que gozaron de la pa-
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&
biles pero toscas maniobras para quedarse más tiempo saboreando las
delicias de Carondelet y de las innumerables puertas que abría lo que
estaba escrito en la banda presidencial.
Una vez más la sociedad política hizo gala de su corrupción en la
vergonzosa pugna que se dio entre el Gobierno, el Congreso y la Asam-
blea Constitucional. Desautorizaciones, declaraciones prepotentes,
candados, amenazas, alzamientos de fuerzas de este orden, pactos de
reencuentro ideológico y político, agilidades para sorprender, amena-
zas de golpe, pugilatos, acción del Hombre del Maletín, etc., fueron las
mejores expresiones del nivel adonde había llegado esta política. Tantas
oficinas, tantas denominaciones, tanta gala de verborrea, ríos de saliva,
escritos, para comprobar que al final todo es letra muerta, pues en este
estado de cosas lo que cuentan son los hechos de moral pragmatista y
la zancadilla que conllevan la abierta intención de boicotear el deber
moral de abrir paso al otro Ecuador contenido y vivo en las raíces mis-
mas de pueblos, culturas, sociedades y movimientos.
El país finalmente vio dos hechos importantes. El gran pacto “so-
cial popular cristiano” que mientras más antisocial, menos cristiano y
menos popular, y la demanda de que Alarcón no se quede ni un día más
en la Presidencia. Mientras que el pacto se convertía en muralla para
impedir ciertos cambios de fondo en el articulado constitucional, sig-
nificaba también la palanca para la aplicabilidad de su particular ver-
sión de modernización. Fue un pacto político que unió dos ramas de
los intereses privados, aunque su ruptura posterior y su conflicto vesti-
do de regionalismo, se asienta en la contradicción por el reparto de los
dividendos de propiedad del Estado calificado por ellos mismos como
“obeso”.
Gordos y jugosos, los bienes y calidades del Estado actual y su fu-
turo papel, despiertan la codicia expresada a su vez en los acuerdos, de-
sacuerdos, enfrentamientos, dobles discursos y actitudes, muchísimas
de estas, incomprensibles para el grueso de la sociedad civil en sí. Y es
precisamente en el mantenimiento de esta condición de subordinación
de la sociedad civil -como ya dijimos- que radica el éxito del poder de
la sociedad política.
Esto nos muestra también tanto la crisis terminal de esta socie-
dad política, como también la crisis de transición de calidad por la que
atraviesa la sociedad civil.
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el ser, etc., lo que fabrica ESOS políticos? ¿Cuál es la escuela de esta po-
lítica?
donde estábamos viendo por televisión esa sesión en el salón de los dipu-
tados y que por más señas tiene unos dibujos con caras y colores conoci-
dos, muchos de ellos parecidos a nosotros y al mismo abuelo Guayasamín
que dicen que los pintó.
¿Será posible entonces que alguna vez el Estado no esté por enci-
ma de la sociedad? ¿Que no se torne en devorador de su propia madre?
Abrigo la esperanza de que alguna vez incluso ya no lo necesite-
mos. Todo depende de la calidad de la especie humana, de su produc-
tividad, socialidad y culturalidad.
Mientras tanto, si como pienso, abuelo la sociedad civil es la ma-
triz del Estado, por ello francamente hay que reconocer que es el con-
tenido de nuestra sociedad civil el que recrea permanentemente al tipo
de Estado al que soportamos, por más que muchas de sus esencias nos
hayan sido impuestas incluso desde fuera.
Entonces ¿qué calidad y forma de sociedad necesitamos para su-
perar esta agotada representatividad político-estatal? ¿Qué característi-
cas de madre se requieren para que nazca un buen hijo?
Sentimos que el movimiento al interior de nosotros como “so-
ciedad civil en sí” está dinamizado por contradicciones de clase, por sus
elaboraciones de ciudadanía, por diversas identidades culturales, por
básicos desafíos tales como de género y generación y por hondas nece-
sidades de redefinición que tienen relación con nosotros y nosotras co-
mo especie humana, cósmica y planetaria. Es muy importante que cai-
gamos en cuenta que estas contradicciones son invitaciones a resolver-
las. Al hacerlo así, nos dotaremos de un nuevo contenido tanto indivi-
dual cuanto socio organizativo.
Así, el problema es el motor; la contradicción y conflicto es el
origen de perspectivas. La hondura de sus resoluciones son el próximo
contenido.
La calidad de “civil” de esta sociedad si bien hace referencia a la
necesaria autonomía respecto del Estado, dadas las profundas necesi-
dades y condiciones de nosotros y nosotras como seres humanos, co-
mo culturas y ciudadanía, tiene que adquirir renovada profundidad
con otras dimensiones que ahora afloran y las sentimos como legíti-
mas. Tiene que ser posible que la sociedad civil se reconstituya en tor-
no de algunos ejes, el de ciudadano-ciudadana soberanos; la necesidad
de desplazar a la actual sociedad política para reformar no solo desde
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dinero lo compre todo, hay riquezas ante las cuales el dinero es miseria
y es inmoral y es el colmo que siga existiendo pobreza.
Sin embargo, estos procesos de cambio no pueden y no tienen
que ser una decisión de los aparatos ni funcionarios de Estado, sino de
la madre de las creaciones: la sociedad civil enfrentando su crisis transi-
cional de calidad. Anteriormente dijimos abuelo que de lo que haga la
sociedad civil como madre de creaciones dependerá no solo el Estado
que se constituya sino la democracia misma. Pero aunque sea redun-
dante en decirlo, no se trata de cualquier civilidad, de cualquier partici-
pación, control, mandato, se trata de una excelente calidad de sociedad
civil para que haga un buen control de calidad del Estado y la someta.
Por haber cifrado casi toda nuestra actividad política en estar
persiguiendo puestos en el aparato electoral del Estado, por haber creí-
do en las delegaciones civiles ante sus oficinas, hemos perdido otras di-
mensiones de la acción, pensamiento y sensibilidad política como so-
ciedad civil. ¿Qué hubiese pasado si nos hacíamos del poder del Estado
sin haber advertido estas ausencias? ¿Qué calidad de revolución hubié-
semos practicado con la unilateralización de lo político? ¿Qué revolu-
ción hubiese sido si nos aprisionaban tantas ortodoxias, unilateralida-
des, vías inapropiadas, incompletas? Solo nos hubiese quedado usar la
fuerza, la imposición porque a fin de cuentas el poder buscado, tenta-
do y desafiado de mala manera, acaba por vengarse.
Ahora bien Don Benjamín, para que la sociedad civil crezca en
otro papel, en una calidad para sí, en una construcción deliberativa de
múltiples creaciones y entre ellas, de otro Estado y política, requiere de
algo que sirva de motor para que crezca y comunique estos contenidos
que tienen que enraizarse en las familias. Ese sería el papel de la movi-
lidad y organicidad socio cultural.
La profundización de una calidad autónoma de la sociedad civil
es un asunto concerniente a las organicidades básicas en sus respecti-
vas espacialidades, tiempos, localidades.
Es en las bases mismas de la sociedad civil en donde se tiene que
vivir esa creatividad autónoma, pero también política en lo que sería
una cultura democrática de convivencia intra familiar, vecinal y comu-
nitaria. Por eso resulta lamentable que hayamos llegado a repudiar la
política. Es indispensable que renovemos desde nuestra humanidad
pluricultural, social y civil el contenido y la acción política.
90 / Milton Cáceres
así mismo que nos hace falta un esfuerzo por la dignidad del trabajo,
por el sentido de la equidad, por la creatividad, por la inventiva, la sen-
sibilidad y mentalidad crítica, por ajustar cuentas al paternalismo so-
cio estatal. Para cambiar la ética política tenemos que impedir que los
ricos sigan mamando las descomunales tetas del Estado y así mismo no
debemos permitir que los empobrecidos sigan manipulados y contro-
lados por la limosna oficial, ni por la venta de su pobreza.
Al mismo tiempo, el autoconvencimiento de nuestro supuesto
subdesarrollo nos mantiene cautivos y encadenados a su miseria e im-
posibilitación. Frente a la realidad del progreso y desarrollo civilizato-
rio mundial al que se ha llegado, habría que reaccionar preguntándo-
nos, ¿ante qué y ante quién, somos subdesarrollados? ¿Quién o qué es
el patrón de desarrollo? ¿Bajo qué medidores e intereses unos se han
autocalificado de desarrollados mientras que a nosotros se nos ha cali-
ficado de subdesarrollados? ¿Por qué automáticamente nos correspon-
de modernizarnos de una manera y no otra o entrar a esta globaliza-
ción y no a otra? Ahora bien, partiendo de nuestros valores y valora-
ciones, ¿podríamos denominar subdesarrollados a otros países y cultu-
ras?
¿Quién resuelve que unas culturas son superiores, es decir desa-
rrolladas y otras, inferiores, es decir subdesarrolladas?
De ello dependería en gran medida la superación de la crisis y el
establecimiento de un nuevo orden humano, social y económico, pues
la construcción integral de los seres humanos, que supone ese nuevo
orden, deja al descubierto el subdesarrollo del desarrollo.
Retomar, recuperar y renovar nuestros propios caminos al “desa-
rrollo” exigen enfrentar esta triste mentalidad, la pusilanimidad, la pos-
tración, la espera de ayuda-limosna, el complejo de inferioridad socio
cultural, la supuesta falta de autoestima e identidad que nos abaten.
Por eso es que a la hora de sentirnos y sabernos portadores y herederos
de las culturas indias, negras y europeas, nos resuma el racismo y la in-
capacidad de asegurar nuestras identidades, como si algo mutante y es-
tigmatizante nos truncara. Mishu es lo malo, mazhi es lo bueno y al
revés. Y mientras lo mestizo es lo indefinido por no ser supuestamen-
te lo “puro” sino la mezcla, “negro”, decimos de nuestro triste porvenir,
y tratando de “primos” a los indígenas, recordamos con burla nuestro
origen pero también nuestro truncado rescate. Nos tapamos, hacemos
mal humor de nuestras realidades y nos frenamos.
102 / Milton Cáceres
Por eso, una de las primerísimas renovaciones que hay que hacer
es la renovación de la educación y la transversalización de la ética en la
comunicación.
Pero cómo pedimos buena calidad de educación, si tenemos una
pésima calidad de comunicación, si solo hay comunicación medíatica.
“Mucho programa cursi”, dice el indígena tomado las antenas de las te-
levisoras superficializadoras de la crítica. ¡Cuánto daño hace la cursile-
ría y la mediocridad educomunicativa, al pensamiento y a las posibili-
dades de imaginar otro país. Ha llegado la hora de levantarnos para al-
canzar que la super tecnologizada industria mediática sirva para una
humanización de la comunicación y ya no más para someternos a esta
política, al múltiple consumo envenenante, a la desinformación y me-
diocratización que impide el conocimiento. Una revolución de la de-
mocracia como la concurrencia de los diversos actores y actoras inter-
comunicados tiene que dejar atrás esta época en la que somos objeto
de los medios tecnológicos y su ideológica manipulación que impiden
nuestra ciudadanización y civil-ización, es decir politización. Los ac-
tuales políticos hacen carrera, se profesionalizan en ella, se apoderan y
privatizan el poder del Estado. Y así como Gorbachov desactivó el om-
nipotente y monstruoso aparato dictatorial levantado por encima de
los soviets, así necesitamos hacer una Perestroika de esta democracia
partidaria, para transparentarla como democracia de una calidad espe-
cífica de ciudadanía que nos proponemos ser. Esta necesidad podría
convertirse en base de nuevas condiciones históricas si la transparenta-
ción se comunicara y en ella se educara. No solo tenemos que criticar
a la corrupción de la política sino al fundamento de la política y su sis-
tema. Sin embargo, no solo se trata de revolucionar la democracia co-
mo institución de la modernidad, sino de caminar en otra época asu-
miendo las urgentes revoluciones de la calidad de nosotros y nosotras
como seres humanos. Esta correspondencia de acciones es importante
para situarnos en un espacio tiempo creativo. ¿Cómo, cuando y con
quién nos comunicamos y educamos en estos valores?
En lo que respecta a la prédica, las iglesias tienen que pedir per-
dón por haber traicionado a Jesús y a los pueblos al haberlos cristiani-
zado empobreciendo (subdesarrollando) subestimando, formalizando,
es decir, extirpando sus propias espiritualidades. La pobreza de espíri-
tu jamás quiso decir inferioridad y miseria. Lograr este objetivo ha si-
do y es la tarea del conquistador que busca hacernos “fieles” súbditos,
104 / Milton Cáceres
del ser humano tiene que partir y llegar desde y hacia una considera-
ción sagrada de la vida.
Sensibilizándonos y pensando civilizatoriamente digamos ¿quié-
nes son los pobres hoy? ¿Cuáles son cada una de nuestras pobre-
zas? Hagamos un cuento, un plan, una utopía para resolver socialmen-
te las viejas y actuales pobrezas, pero contemos con nuestra capacidad
de “desprendimiento, libertad y deseo de compartir” haciendo buen
uso de nuestras riquezas tanto como valores, conciencia crítico creati-
va, cuanto como las riquezas de los otros.
¿Qué sentido y qué llamado de los Tiempos constituyen las filas
de la miseria que esperan limosna oficial e indignante en las puertas de
los templos idolátricos bancarios y en las puertas de los hospitales en
donde casi no hay nada para los enfermos del paludismo, el dengue, la
tuberculosis? ¿Qué significado y llamado es la masiva y desesperada
huida del país?
¿Qué sentido y qué llamado de estos Tiempos puede tener la mi-
seria de la opulencia, en una nueva civilización?
¡Cuán gigantesco es el esfuerzo que realizan nuestros pueblos pa-
ra hacer resistir, recrear y sobrevivir sus valores!
Fundar otro país no es asunto de formalidad, de simples proyec-
tos de ley, de acuerdos en las cumbres, de oferta electoral, sino de vi-
vencia humana y ciudadana que agarre estos problemas y los trastoque
en la intimidad de sus identidades. La educación, comunicación y pré-
dica calan hondo en esta intimidad y legitimidad; eso exige que se
comprenda y ejerza por parte de nuestra civilidad y humanidad una
actitud crítica para que seamos el sujeto activo del hecho educativo, no
solo receptores sino también emisores porque al ser asamblea, somos
los sujetos creyentes, “sacerdotes, profetas y reyes”.
Asumir una perspectiva diferente tiene como basamento la crisis
general de los actuales sujetos. Una nueva calidad de educomunicación
puede nacer si el profesorado y el aparato audio y tele emisor, dejan de
ser los sujetos. Nacería una asamblea de creyentes, si la jerarquía deja-
ría de ser el sujeto eclesial. Se recuperaría una filialidad ecológica sos-
tenedora del medioambiente, si la sociedad y cada uno de nosotros de-
járamos de creernos los llamados a dominar la naturaleza. Fundaría-
mos y recuperaríamos ese otro país, si el Estado, su sociedad política y
sus funcionarios, dejaran de ser los sujetos políticos avasallantes de la
ciudadanía.
108 / Milton Cáceres
movilización por más que la sociedad ecuatoriana vió con gran simpatía
su lucha por haberse convertido en el movimiento justiciero, el ajustador
de cuentas con el neoliberalismo y con el Gobierno salvador de la banca.
Los pueblos indígenas fueron vistos como portadores de alternativa, po-
seedores de autoridad, derechos ganados, fuerza y representación.
Qué paradoja histórica, los humillados y ofendidos, los excluidos
del sistema desde la fundación del Ecuador, convertidos en uno de los
sujetos más importantes de su renovación. Los considerados inciviliza-
dos, poniendo en duda la civilización y proponiendo bases para una
nueva, contando con las diversas corrientes existentes en su seno. Espe-
ro abuelo que esto sea y siga siendo así porque ya no estamos para
aguantar otro chasco, otra burla, otra frustración. Recuerdo que dicen
que mi amiga Cecilia, llegado un momento dado en la lucha sindical
expresaba sus dudas sobre si los obreros querían hacer la revolución o
simplemente una mejor negociación de sus contratos colectivos.
Que la altura planetaria de los tiempos, la demanda social y las
profundas y sagradas convicciones de los indígenas, impidan que solo
se trate de arribar a los despachos de esta misma, pésima y racista cali-
dad de poder. Que en una acción conjunta con las otras culturas, como
ciudadanía y como seres humanos encontremos caminos para hacer
otra civilización y que con ese fondo active en todos los espacios, esce-
narios y luchas de nuestro país mundo. Que el pueblo negro y su cul-
tura afroecuatoriana ordene la supresión de las disputas de sus órganos
cupulares. Ese admirable y hermano pueblo cultura tiene autoridad co-
mo para librar cuestiones más profundas y decisivas para el nuevo
Ecuador. De igual manera, sería de pedir a las mujeres, porque quizá
sus más hondas luchas están todavía por librarse. Así mismo será la ju-
ventud quien renueve la ética del país y así nos devuelva la dignidad.
Fue en esa situación socio-política en el que la cúpula político-
militar en acuerdo con el sucesor, el Congreso, y seguramente la Emba-
jada, aplicó el golpe de pizarrón quitando de en medio a Mahuad, a los
coroneles, al movimiento indígena y... a la sociedad. Y mientras el Go-
bierno norteamericano felicitaba el golpe, digo la “sucesión constitucio-
nal”, Harvard enmudecía aceptando así su desautorización académica.
Tanto estudio para pisotear el derecho humano de alimentarse y
tener salud; tanta apología de la defensa de la sagrada propiedad priva-
da, para que no sean los comunistas sino los mismos banqueros y gran
propietarios quienes terminen violándola, tanta subordinación ante el
El Cuento de la Fratria / 125
en el Carondelet grande. Para curar los males de las oficinas no hay ori-
noterapia posible, a no ser que el poder sea recuperado por la ciudadanía.
contamos para activar una economía integral y social. Con esto, esta-
ríamos ante la obligación de resolver qué salida vamos a construir pues
el Ecuador de los “dueños del país” y sus allegados es insoportable pa-
ra el gran resto de ciudadanos.
Toda deshonorabilidad, señores funcionarios políticos, partida-
rios, jefes institucionales y especialmente diputados, incita a esta y a
peores situaciones sociales tal como sabemos que sucedió en el “cara-
cazo”. Temo y no justifico estos hechos, pero comprendo la indignación
de un pueblo trabajador, azuzado persistentemente por el desconcier-
to, la necesidad y la prepotencia que son decretadas oficial, cruel y con-
tradictoriamente por los que reciben el apoyo en las urnas. Ese es el pa-
go de ESTE mundo...
El aparataje quedó golpeado y advertido con la justa rebelión del
21 de enero, que ojalá no nos sea arranchado por algún avivato electo-
ral. Pero, como ya dije abuelo, continúa siendo poderoso, porque ante
el peligro al que verdaderamente temen, se cerraron férreamente en su
exclusivo anillo de poder contando con el aparato manipulador de la
opinión pública, con la garantía de la posición de las cúpulas sociales,
eclesiales y la presión de los aparatos extranjeros que optaron por con-
denar el golpe confundiéndole malintencionadamente con el levanta-
miento. He ahí el eficaz funcionamiento de la una versión de globaliza-
ción y su tecnología. Y yo le dije al C. Antonio Vargas, en medio de los
dirigentes indígenas de todo el país que yo desconfiaba de la estrategia
resuelta para llegar, supuestamente al poder.
El golpe de Estado, estuvo dirigido en contra del movimiento in-
dígena a través del derrocamiento de Mahuad para que aparezca como
sucesión constitucional. El General comodín y comodón pisoteó al Pa-
dre Nuestro y al Himno Nacional en aras de los “altos intereses nacio-
nales” y de su particular manera de concebir y practicar la democracia,
la defensa de la “Patria”, la demostración de su moral, urbanidad y cí-
vica. La real posesión de Noboa fue en el Ministerio de Defensa, y con
eso nos mostró todo. El maquillaje vino luego con la pompa hueca del
Congreso. Las cúpulas militares son los mejores demócratas de esta pé-
sima calidad de democracia. Los políticos, demócratas de esta demo-
cracia, ya ni siquiera pueden dirimir.
¡Gloria muchachos, la dolarización, la privatización y la depreda-
ción, van! Qué amargos y vergonzosos días de la patria. Sin embargo,
El Cuento de la Fratria / 131
“nuestro origen nacional’’ durante los buenos, aunque duros, días del
Cuento de la Patria en los que al estar reverentes y protegidos dentro
del arca, nos habíamos aliado bajo el compromiso de que:
“Mientras dure la tierra habrá siembra y cosecha pues nunca ce-
sarán ni el frío ni el calor ni el verano ni el invierno ni los días ni las
noches”.
“Mientras dure la Tierra...”, es decir que, mientras dure el basa-
mento y una de las mayores garantías de nuestra existencia y aliento
para la creación de las culturas, tenemos renovadas oportunidades de
hacer mejores cuentos de la historia de nuestra patria porque, ¿cómo
podríamos hacerlo si un día se terminara la Tierra? ¿Cómo podríamos
hacer la cultura de la siembra y la cosecha, de todos los saberes y cono-
cimientos, la ciencia, las tecnologías, de los afectos, las ternuras, las sen-
sibilidades, los sueños y el dolor, si no contáramos con ese regazo? ¿De
qué potencialidad cultural e intercultural podríamos hablar?
Qué haríamos sin un día no nos sonriera el sol o que la madre
naturaleza decidiera suprimir el cuarto creciente? Todo entonces, y ni
se diga la patria, habríamos entrado en un definitivo menguante...
Con esto quiero decirle, venerable abuelo Benjita, que tenemos
que escribir el nuevo Cuento de la Patria porque no podemos dejar de
lado a nuestros originales padre y madre naturaleza y porque hay que
contar sobre los amargos pero también, buenos días que hemos vivido
desde que usted emprendiera su tan largo viaje...
Este nuevo cuento del Ecuador tendría que partir del reconoci-
miento de estos nuestros más antiguos padres sabiéndonos y sintién-
donos una fratria de hijos e hijas del Chimborazo, del Guayas reunidor
de nuestras aguas, de las islas que deben volver a encantarnos en un
nuevo cuento, de la selva que nos volverá a llamarnos con el respiro del
buen aire del país de Amazanga, de Oshalá en su marimba, del abuelo
Sangurima en su Ceiba.
Aunque no propongo que cambiemos de nombre a nuestro que-
rido país, creo que es sumamente importante que reconozcamos, como
ya dijimos, que el basamento de nuestras creaciones culturales ha sido
y será nuestra madre y padre naturaleza. Así hasta el nombre: e c u a d
o r, recuperaría realidad y simbología por estar situados en el centro pla-
netario y con una calidad imaginaria existente, viviente y de promesa.
Aprovechando nuestra localización espacial y asumiendo una
obligación con el planeta en este momento tan decisivo, los ecuatoria-
160 / Milton Cáceres
La Espera:
Si eres veraz, tendrás luz y éxito
La perseverancia trae ventura
Es propicio atravesar las grandes aguas.
En S. Pablo
de Tenta, agosto del 2000
POSDATA
El Cuento de la Fratria / 177
tas creaciones nos han contado todas las hermanas culturas indígenas,
mientras nuestros negros hablando con los Orishas y cuidándose del
Riviel nos enseñan su civilización de la vida de la selva y el mar.
Una rebelión que rehaga nuestra humanidad y sea una expre-
sión de ciudadanía en Nuevos Cuentos Fundacionales, exige que haga-
mos y hablemos deliberadamente de política en la intimidad cotidiana,
que se renueve la movilización y organicidad social que es en donde
tiene que darse una alianza con el movimiento indígena y con todos los
espacios de ciudadanía renovativa del sistema político. La rebelión de
la ciudadanía con la riqueza de su nueva socialidad e interculturalidad,
protestando por la pésima calidad del producto sistema político, debe-
ría aplicar desde ya un programa de reformas en la producción, en el
sistema político y judicial, en la atención no paternalista ni politiquera
de lo social, en la aplicación de medidas limpiadoras para financiar la
reforma y una consiguiente reactivación global del país sin matar el
momento histórico corrompiendo el voto, subordinando la valía inte-
gral de los ciudadanos seres humanos. Pero el asunto fundamental del
que en buena medida depende esta rebelión es la decisión de superar el
crimen de propalar e imponer antivalores en la educación y en la co-
municación convirtiendo a sus trabajadores, como dice el gran abuelo
Simón Rodríguez, en “unos pobres dependientes o ayos mal pagados,
especies de bocinas que suenan como los soplan: su oficio es, engañar
muchachos por orden de sus padres” y por decisión del sistema políti-
co que no solo es corrupto sino corruptor. Entonces “la política de la
República, en punto a instrucción es formar hombres para la sociedad”,
sigue el abuelo. El fondo de la rebelión depende de los padres y los pro-
fesores haciendo una actoría cívico-política para una nueva calidad de
educomunicación y ello no es un asunto de lo largo sino de lo profun-
do en lo urgente.
Pero en el fondo, abuelos de nuestros cuentos, creadores de pro-
fundas y propias casas de las culturas, la prepotencia con la que funcio-
na la mecánica del corrupto sistema político es también una señal ine-
quívoca de cobardía y miedo. Siente miedo del bien, de lo recto, de lo
amable, de lo solidario, de lo armónico. Es como el machismo que pre-
sume vanamente de valentía y virilidad.
Es un búnker frío, desolado y aislado que rodeado de un mar
limpio y altivo, encalla, es el Poderoso Defenestrado; y aunque se de-
rrame contaminante como el “Jessica”, con estertor de larga agonía, en
182 / Milton Cáceres